www.alandar.org | revista de información social y religiosa | año XXX | número 322 | noviembre 2015 | 3,50 €
El reto de encontrar parroquia
Crónica de la Asamblea Redes Cristianas
Entrevista a E. Martínez Lozano
Escuela de Pastoral con Jóvenes
Página 6
Página 12
Página 22
Especial _ Páginas 15-18
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Personas en busca de refugio El drama de los refugiados sirios ha logrado mover nuestras conciencias. Pero todo el caudal de solidaridad ofrecido puede quedar en nada si no se reorientan las prioridades de la ayuda. Página 2
Una anciana y su familia en un campo de refugiados sirios. Foto. Enes Reyhan
EDITORIAL
Sus santidades Coincidía la entrada en imprenta de este número de alandar con el final del Sínodo de la Familia. Nos parecía una buena oportunidad para esperar a redactar el editorial de la revista y dedicarlo a este tema. Esperábamos con esperanza –que es la mejor espera–, confiando en que se abrirían algunas puertas y ventanas. Pero en esa espera se nos ha cruzado la vida y, justo antes de llegar a nuestra rotativa, ha sucedido algo que pensamos merece mucho más estas letras. Ya son numerosas las páginas que otros medios han dedicado al sínodo episcopal. Sin embargo, no serán muchos –ninguno, probablemente– los que hablen del fallecimiento de Luis Arancibia y Amalia Rodríguez. Dos figuras que han sido muy importantes en la historia de la revista. Amalia, religiosa ursulina, trabajó durante años en la secretaría de alandar, ayudando en todo lo que hacía falta. Atendiendo llamadas, organizando el archivo, encargándose de las mesas informativas en el Congreso de Teología. Vivió llena de ternura y de compromiso sereno, tanto durante sus 20 años de misión en Chile como de vuelta en Madrid. Nunca la declararán santa, pero quienes trataron con ella saben bien de su santidad. Luis, desde la “retaguardia”, ha estado apoyando la revista y ayudándonos en los momentos complicados. Cuando hubo dificultades económicas o administrativas, siempre estuvo ahí aportando sus conocimientos empresariales y su firmeza. “Un hombre bueno, de una bondad eficaz y amable”, tal y como le describía una de las compañeras del consejo de redacción. Entregado, comprometido desde la vivencia comunitaria durante toda su vida, gran esposo, padre, abuelo y suegro. Grande. Nunca le declararán santo, pero quienes trataron con él saben bien de su santidad. Son dignos de dar gracias por su vida y por su paso por alandar. Por eso hemos querido hablar de Amalia y Luis, de sus santidades con minúsculas, mejor que hablar de Su Santidad con mayúsculas y del sínodo. Que, por cierto, parece que sí ha abierto una rendija por la que se cuela el aire, esperemos que ningún golpetazo la cierre.