Bueno es considerar el terreno histórico que pisamos para hacernos cargo de la experiencia nacional que hasta nosotros llega y esclarecer nuestro programa de acción futura. INTRODUCCION Enseñaba Yrigoyen que la historia nacional tiene tres grandes periodos: el de la Independencia, el de la Organización y Constitución y el de la Reparación Nacional. El periodo de la Independencia, es por excelencia el de la epopeya inicial, que hizo posible y alumbro para siempre la vida de la Patria al calor heroico de nuestros pueblos, dándole lindes territoriales y abriendo el proceso autonómico para levantar sobre ese escenario una morada de la libertad. Los pueblos argentinos realizaron su parte en las guerras gloriosas de la emancipación sudamericana y declararon ante el mundo su voluntad de Independencia, pero había que constituir con organización propia, el propio gobierno de la nacionalidad naciente si se decidía consumar la Independencia proclamada, y así comienza, también desde el primer día, el periodo de Organización y Constitución. Pero si Independencia se llama por antonomasia a dichos grandes acontecimientos originarios, esa denominación queda establecida sin perjuicio de que la Independencia de un pueblo es un proceso de integración sin fin, en que a lo territorial se suma lo político, y a lo político lo cultural y lo económico-social. El periodo de Organización y Constitución es para Yrigoyen el que va desde 1810 hasta 1853, en que se sanciona la Constitución Nacional, primero simultaneo y después sucesivo al primordial de la Independencia; pero sin perjuicio de que la Organización de un país no tiene termino ni la Constitución se detiene en el perfeccionamiento continuo de sus instituciones. En un sentido riguroso, la Organización y Constitución tiene una marcha paralela y correlativa con la Independencia al ser considerada en todo el decurso de la historia nacional, pues Independencia y Constitución son como decir autonomía y organización, libertad y eficiencia. Este periodo de Organización y Constitución es el de la diferenciación, organización interna, concertación general y conjunta representación exterior de las Provincias, que al final resuelven, mediante los tratados que se vuelcan en la Carta de 1853, constituir la Unión Nacional. Mas adelante volveremos sobre estos cuatro pasos principales. Fue una larga y cruenta lucha de formas esenciales. La Constitución se labró conforme a la voluntad de los pueblos de que la Nación se organizara bajo la forma republicana, que había quedado decidida en 1820 gracias a la insurrección gaucha contra las tentativas monárquicas, y también bajo la forma representativa que diera legitimidad popular a los gobernantes y fuese la base ineludible de un sistema general gubernativo de forma federal, palabra esta que para los pueblos argentinos era uno de los nombres de la libertad y la expresión de combate contra las dictaduras centralistas, así esas dictaduras se disfrazaran de federales. Pero el orden representativa y el orden federal consagrados en la Constitución no fueron respetados, v al cabo de varias décadas del proceso que los historiógrafos suelen llamar de la "organización nacional", cuando fue el de la organización de las oligarquías, la Constitución burlada por la violencia de las armas, la falsificación de la soberanía popular y la destrucción de las Provincias, trajo un desacuerdo profundo entre la Nación y sus gobernantes. Por eso la insurrección popular debió estallar en la Republica Argentina. Nace, así, el tercer periodo de nuestra historia, el de la Reparación Nacional, que se abre para reemprender y afirmar el proceso de Independencia y de Organización Nacional, malogrado por el "régimen" de las oligarquías. El cumplimiento del mandato
representativo y federal de la Constitución fue proclamado su gran programa, y frente a la concupiscencia y descreimiento provenientes de la simulación institucional, erigió la moral en el fundamento absoluto de la política y encendió una nueva fe en la vida argentina. Se llama Reparación porque "repara" o da satisfacción por la ofensa inferida a la nacionalidad, y restablece su nombre, su espíritu y sus fuerzas, y Nacional, porque estaba sofisticada la soberanía de la Nación y había sido desmedrada su Independencia, de tal modo que el abarcamiento de la Reparación comprende al pueblo todo, su honor, su vida y su destino. A una política de capitulaciones económica se había sumado la decadencia del poder político de las Provincias y la ruina de las unidades de producción, de industria, consumo y comercialización que constituían; mientras las oligarquías gobernantes, al final sistematizadas en "régimen" y "unicato", mantenían una superestructura dominante, ajena y contraria a la Nación y practicaban e inculcaban la subordinación mental a formas culturales de países organizados en contra nuestra, que solo podían ensenar al mundo como explotar y dominar pueblos. Junto al menosprecio de las directivas morales en la vida publica, el "régimen" profesó al mismo tiempo un injusto escepticismo sobre la capacidad espiritual y realizadora del pueblo argentino. 1. EL PERIODO DE ORGANIZACION Y CONSTITUCION Federales y Unitarios Antes de proseguir, necesitamos recapitular en busca de las fuentes del Radicalismo, a cuyo efecto, remontándonos hacia el pasado, consideraremos sumariamente la génesis y desarrollo de los dos grandes partidos de cuya contienda de predominio resulto nuestra historia en todo el periodo que hemos llamado de Organización y Constitución: el partido Federal y el partido Unitario. Este breve examen, no solo esclarecerá los orígenes del Radicalismo, sino la secuencia de los partidos hasta hoy, porque, en lo esencial, en cuanto a sus modalidades mas típicas, subsistieron bajo distintas denominaciones y circunstancias político históricas, ya que, mas que partidos, fueron caracterizaciones sociológicas condicionadas por motivos psicológicos y de formación mental y por causas territoriales, demográficas y económico sociales, tanto que Estrada los llama nuestras dos grandes fuerzas "constitucionales" La tendencia centralizadora retardo en todo momento nuestra organización y produjo todas nuestras disensiones internas. Explica Alem como, no obstante la preocupación unitaria de los primeros hombres de la Revolución —con excepción tal vez de Moreno, el único en cierto sentido que desde el primer momento interpreto integralmente su espíritu— la idea federal, poco a poco se diseño y fue apoderándose del animo de casi todos los pueblos de las Provincias, que concluyeron por hacerla su bandera, defendiéndola con entusiasmo muchas veces heroico. El partido Unitario o centralista se formo en la ciudad de Buenos Aires, anterior asiento del régimen virreynal, heredera de privilegios y habituada al mando. Como iniciadora del movimiento revolucionario, considero que debía continuar con la dirección del país en manos de triunviros o directores supremos y en fin, de una oligarquía que, a la manera española, ejerciera el "despotismo ilustrado" Sus miembros, que se consideraban los depositarios de "la "civilización”, habían convenido de por si la condición de "barbarie" de sus contendientes y asumieron en consecuencia su derecho exclusivo a gobernar el país.
Los acontecimientos posteriores demostraron que el circulo que se imponía desde la nueva metrópoli de nuestros pueblos, aristocrático por su composición, consideraba que el país debía amoldarse a sus concepciones importadas y a instituciones propias de ajenas realidades, y cuando las montoneras, amenazantes o en guerra, les demostraron que no podía prescindirse de la realidad gauchesca, que los centralistas autoritarios despreciaban, recurrieron a cualquier expediente para mantenerse en el poder: la dictadura, las intentonas monarquistas y cuando estas fueron abatidas por tremenda sublevación, la republica unitaria. Si el país hubiera pasado directamente del sistema virreynal al gobierno propio, aquel circulo, director de la guerra, cuyos ejércitos se llenaban de los voluntarios que el Interior daba sin tasa cuando el problema era el de la Independencia, hubiera prevalecido un tipo de gobierno unitarista, pero la guerra emancipadora se prolongo y los pueblos interiores comenzaron a disentir y se alzaron luego frente al monopolio político y económico de la ciudad portuaria que los consideraba inferiores. A favor de la porción de libertad conquistada, vino la conciencia de los derechos populares y regionales que surgían por oposición a los modos del viejo régimen que los directores unitarios querían perpetuar en sus manos. Los federales lucharon entonces contra el centralismo antipopular en una gran pelea, en cuya virtud todos los pueblos del dilatado territorio armonizaron, y, entonces, el sistema virreynal se disgrega territorialmente y políticamente en Provincias, y de las Provincias resulta expresi6n el partido Federal, con sus jefes locales. El federalismo argentino venia concretándose como partido Federal desde 1815. Se puede decir que ahí comienza a afirmarse la conciencia nacional. El futuro gran partido, no sólo se basaba en un sentimiento popular, a veces exaltado hasta la guerra si era necesario, sino que en el Litoral tenia conductores y Provincias. Ira progresando en el gran Interior y hasta alcanzara a gobernar Buenos Aires trece años después, en 1828, cuando allí triunfa el partido federal porteño dirigido por Dorrego. Graves contrariedades sufrió la orientación federal, pero cuando el histórico año XX, tumultuoso y fecundo, que tuvo carácter no sólo político sino social, decide —contra la opinión de los señores de Buenos Aires— que habría de ser republicana y no monárquica nuestra organización, ya que así lo impone el partido Federal, llegado con sus gauchos armados a la plaza de la Victoria, se firmo en la Villa del Pilar, el primer pacto entre Provincias, pacto que reconoce al federalismo como voluntad de los pueblos y asume importancia preconstitucional. Los acontecimientos demostraron en el partido Federal un fuerte sentimiento, el de la amplitud nacional y una exigencia, la de adaptar el gobierno del país al sentido de nuestra tierra y a las modalidades de sus hombres. Fue una reacción de las regiones, cuyas distintas clases sociales fueron solidarias en el combate contra los principistas metropolitanos de garrote que confiaban su política al dinero y a la fuerza armada. Las Provincias levantaron su divisa. "Ningún pueblo es menos", y cuando el circulo unitario quiso traer al país para que las gobernase, al Príncipe de Luca, los paisanos en lucha, decían irónicamente que peleaban contra "el señor Lucas" Escribe Ricardo Rojas que, cuando el imperio centralista asomo de nuevo, después de su quimérico proyecto de monarquía, sus sostenedores se vistieron de "unitarios", "convirtiendo sus casacas de cortesanos en aquellas solemnes levitas que obligaron en las Provincias a alzar los ponchos por banderas". En los documentos unitarios, la división social esta clasificada. Decían: "gente decente", "de medio pelo" y "chusma". Los federales decían "pueblo". También decían "anarquistas" los unitarios a los federales; pero el historiador López, que perteneció a aquel partido, enjuicia así a los federales: "'tenían el instinto constitucional de la
nacionalidad, y en todo momento defendieron, en oposición a veces a sus contendientes, la integridad territorial del país" Fundamento de nuestro derecho constitucional Es de pura lógica, entonces, que el origen y el desarrollo del partido Federal, este íntimamente ligado a la génesis y desenvolvimiento de las 14 Provincias fundadoras, y que para considerar el periodo de Organización y Constitución, es inexcusable y clarificador —aunque nuestros historiógrafos lo suelen pasar por alto—, referirse a la formación de las Provincias como nuevos núcleos políticos resultantes de la división de las anteriores Intendencias virreynales. Cuando llego la Revolución de Mayo, el país estaba dividido en ocho intendencias, de las cuales tres, la de Buenos Aires, la de Córdoba y la de Salta, formaban territorialmente lo que es hoy la Republica Argentina. La intendencia del Paraguay había desobedecido en 1811 a la Junta de Buenos Aires y planteado la necesidad del régimen "confederal" —primera vez que esa palabra figura, en un sentido afirmativo y actual, en un documento de nuestra historia—, manteniéndose separada. Las cuatro Intendencias del Alto Perú —Charcas, Potosí, La Paz y Cochabamba— se segregaron en 1825, después de la batalla de Ayacucho. De la intendencia de Buenos Aires, que había sido dirigida directamente por el virrey, surgieron: a partir de 1813 y 1814, la provincia Oriental, que se independizo en 1828; la Provincia de Entre Ríos y la Provincia de Corrientes con los pueblos de Misiones; desde 1816-18, la de Santa Fe (proceso de particular importancia en la formación del partido Federal), y en 1820, la Provincia de Buenos Aires. De la intendencia de Córdoba, surgieron Córdoba y la Rioja y de la vieja provincia de Cuyo, que le había sido incorporada, las Provincias de Mendoza, San Juan y San, Luis. La intendencia de Salta, a su vez, se había dividido el año 14, en las Provincias de Salta y Tucumán. Tucumán, por su parte, dio tres nuevas Provincias: Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca; y la de Salta comprendió cuatro distritos, de los cuales Orán quedó con Salta, Tarija fue desmembrada por fuerzas colombianas en 1825, y Jujuy, en 1834, se declaro Provincia. Cada una de estas 14 Provincias, por medio de una Constitución, llego a organizarse a partir de 1819 y preferentemente hasta 1825, en Estados de régimen republicano, con gobierno compuesto de tres poderes, cuyos miembros debían elegirse directa o indirectamente por el pueblo. En 1853, esa organización en Estados de las 14 Provincias subsistía, pero además se presentaba un hecho de carácter fundamental para la nacionalidad: estaban vinculadas entre si por pactos que después, el Preámbulo de la Constitución Nacional menciono como la base legitimadora de nuestra Carta magna. Leyes separadas, sancionadas periódicamente por cada una de las Legislaturas provinciales, es decir, leyes de cada uno de los Estados, encargaron al poder ejecutivo de uno de ellos, la representación del conjunto de las Provincias —de las Provincias Unidas— para las relaciones exteriores: generalmente al poder ejecutivo de la Provincia de Buenos Aires, y en cierto momento (1852-54) al poder ejecutivo de la Provincia de Entre Ríos como director provisorio de la Confederación. Por medio de la Constitución Nacional, los Estados provinciales consintieron en desprenderse de un número limitado de sus atribuciones, para conferirlas al Estado nacional, creado por la misma Constitución sobre la base de tales atribuciones delegadas. Este poder nacional, es de excepción. Comprende exclusivamente las materias que le han sido conferidas por delegación. En cambio, todas las materias de gobierno, las más vastas y múltiples, correspondiente a la función de Estado, son propias del poder de las Provincias, sin traba alguna y sin otra limitación que dichas materias encargadas por delegación al Estado nacional. En las materias no delegadas,
las Provincias tienen derecho reconocido a regirse entre si por los principios y reglas del derecho internacional. Este es el gran edificio de base histórica, del derecho constitucional argentino, elaborado por la concepción y la acción del partido Federal, las grandes bases constituyentes, mediante una formula diferenciadamente argentina, que el partido Unitario secretamente desconoce, mixtifica y va destruyendo implacablemente, aun después de promulgada la Constitución Nacional, periodo en el que actuó con otras denominaciones en la política del país, comenzando por la de partido Liberal. El partido Federal y la Constitución Nacional Después de la fecha augural de 1815, habíamos apuntado la importancia del año 28, en que se sobrepone el partido Federal sobre las grandes conjuraciones sucesivas a través de los años. Con Dorrego al frente, reacciona la Provincia de Buenos Aires. Jefe en ella de la tendencia autonomista y federal, era quien de una manera brillante había luchado en el Congreso depuesto por que se respetara la voluntad general, ya que —según dijo— esa asamblea debía haberse convertido "de mandataria en mandante" Defendió en su seno, no sólo la causa federal, sino la causa democrática, su base inseparable. La Constitución unitaria de 1826 que ese Congreso sancionó, negaba voto a los asalariados. La diferencia entre ricos y pobres —protesto Dorrego— no puede darse en un orden republicano, pues "esa distinción" es en las cosas, no en el orden de los individuos"; "¿Y ha de echarse fuera a los pobres en los actos populares en donde deben ejercer sus derechos?"; "¿Es regular que una vigésima parte de la sociedad sea la que lo determine sobre los demás?" Como en 1815, en 1828, el gobierno de Buenos Aires tuvo la simpatía del interior cuando quien lo asumió respetaba la causa de las Provincias. En 1828 es ya el gran partido Federal —en 1815 todavía su expresión era incipiente— el que había triunfado en Buenos Aires. Por eso su triunfo fue nacional; por eso las Provincias, al conferirle la representación exterior hicieron, de Dorrego, en esa posición eminente, el primer gobernante argentino ungido por la Nación, y por eso no podría haber ya en adelante causa política con auspicio nacional efectivo, mientras no interpretase los intereses federales y populares El primer movimiento del Gobernador de Buenos Aires al asumir su cargo fue el de convocar una Convención Nacional. La Convención se reunió en Santa Fe, con diputados enviados con firmes propósitos por las Provincias. Alcanzo la categoría de Representación nacional. Su finalidad era preparar el Congreso general constituyente de la Nación, y sus documentos son un valioso fundamento de la causa federal. Pero el coronel Dorrego, guerrero de la Independencia, gobernador legitimo de Buenos Aires y jefe de las relaciones exteriores de la Nación, fue fusilado por inspiración del circulo unitario; por orden de un general unitario sublevado con la primera División del ejercito de línea llegado de la guerra del Brasil, quien pretendió sustituirlo representativamente mediante un simulacro de elección por señas en el atrio de una iglesia; y ya no hubo paz nacional. Sobre el crimen, gobernó Rosas, caudillo de la campana de Buenos Aires, hijo así de la violencia. Dorrego había reanudado el sistema de pactos, iniciados en 1820 en la Villa del Pilar, continuando el proceso de los tratados interprovinciales con los posteriores a esa fecha. Expresión de una conciencia histórica en marcha a través de las vicisitudes de las guerras fratricidas entre federales y unitarios. Entre los convenios preparatorios de la Unión, se destaca el del Litoral, de 1831, que se integro en forma de Pacto Federal, en 1832, mediante la adhesión de todas las Provincias. Con el Pacto Federal se gobierna al país durante 20 años, hasta que, caído Rosas en 1852, los gobernantes de la
Confederación celebran en San Nicolás, ese mismo año, un nuevo pacto pre constituyente. Son estos pactos "preexistentes", los que consagran los derechos de las Provincias como base de la organización de la Nación —que es suma de todas ellas—, y permitieron sancionar en 1853, la Constitución Nacional, la Constitución de las "Provincias Unidas en Sudamérica". El Congreso general constituyente convocado por Urquiza "lo encontró hecho casi todo", y los propios gobernadores del sistema de Rosas, mediante el acuerdo de San Nicolás, resolvieron que se redactara la Constitución Nacional en la línea republicana, representativa y federal, establecida terminantemente por el Pacto Federal de 1831-32. No sabemos si ha sido dicho, pero el desarrollo preconstitúyente que culmina en el Acta de 1853, sobre la base de los pactos anteriores, cumple —como si siguiera las línea de un anteproyecto— la notable previsión de Mariano Moreno, cuando en los albores de la nueva Nación, al convocar en 1810 el frustrado primer congreso constituyente y redactar su programa —al que tituló "Miras del Congreso"—, dijo cuál era el orden necesario para organizar la nueva Nación., a saber: primero, formar las Provincias; segundo, que las Provincias alcancen organización propia; tercero, buscar entre ellas alianza y auxilio reciproco, es decir, los pactos fundadores. Si así no se hiciera, agrego proféticamente Moreno, no nos salvaremos de las "pasiones interiores", "el enemigo mas temible" del Estado nacional que se intentaba constituir. Queda así explicado cuanto en la Introducción enunciábamos, o sea. que el periodo de Organización y Constitución es el que comprende 1) la diferenciación, 2) la organización interna, 3) la concertación general y 4) la conjunta representación exterior de las Provincias, las que al final resuelven, mediante los tratados, que se vuelcan en la Carta de 1853, constituir la Unión Nacional: la Confederación Argentina. Los partidos y la Constitución sancionada Sancionada la Constitución Nacional, sobre la base de los derechos de las Provincias, debe afirmarse la organización federativa histórica consagrada, pero además, su base: la soberanía popular por el método representativo. Porque —como 65 años después dijera Yrigoyen— las autonomías de las Provincias son de los pueblos no de los gobiernos, y no basta pronunciar la palabra, es menester saber si "la autonomía" existe en realidad, o si al contrario, se pretende disimular, detrás de ese concepto constitucional, un falseamiento del sistema prescripto por la Constitución y la ley, para dejarlo impune o perpetuarlo. En este nuevo proceso veremos aparecer después de 1852 las dos viejas corrientes políticas de federales y unitarios, con desprendimientos o nuevos nombres partidarios y podremos inteligir a través de ellos y de los acontecimientos, la genealogía de la Unión Cívica Radical, que aparecerá recién al final de ese siglo como expresión política de la corriente histórica de la emancipación del pueblo argentino. Efectivamente, después de Caseros, los hombres del partido Unitario, vueltos del destierro, se reorganizan en la ciudad de Buenos Aires, con el nombre del partido Liberal, contra los federales representados por Urquiza. Se apoderan del gobierno de la Provincia y la separan de la Confederación, formada por los otros treces Estados. Afortunadamente, el Congreso de la Confederación, de acuerdo con Urquiza, estableció, por segunda vez en nuestra historia (la primera vez fue la llamada ley de capitalización de Rivadavia), la capital de la Republica en la ciudad de Buenos Aires, sin el consentimiento de su Provincia, sin que siquiera fuese consultada, con lo que el partido Liberal se refuerza con los descontentos defensores de la autonomía de la Provincia porteña. Pero, el gobierno unitario de Buenos Aires estaba lejos de contar con la mayoría de los porteños, y en las Provincias subsistía decididamente la definición
federal. Además, su política represiva y persecutoria condujo a la formación en la Provincia mayor, de un partido opositor, constituido por federales y descontentos, llamado partido Reformista, sostenedor de la Confederación, que propiciaba la reforma constitucional para salvar aquel escollo antiautonomico de la capitalización; partido que mantuvo fervorosamente el principio de la Unión de las 14 Provincias contra la tendencia separatista. De este modo, frente a los liberales o "pandilleros", llamados así por actuar en grupos facciosos, se le levantaron entonces los reformistas o "chupandinos", llamados así por el carácter popular de sus reuniones. Los "pandilleros" ahondaron el aislamiento de la Provincia; los "chupandinos' iban poco a poco, ligándose a los hombres de la Confederación, y su popularidad en lo interno de Buenos Aires estuvo cada vez mas extensamente asentada, particularmente por acentuarse la persecución que sobre ellos ejerció el gobierno liberal. Como consecuencia, la situación del gobierno de Buenos Aires se hizo crítica en la elección de 1856 y la complementaria de 1857 para la renovación por mitades de la Legislatura que elegiría el segundo Gobernador. Las reuniones populares de los "chupandinos" eran de gran número y los "pandilleros" oficialistas no iban a poder vencerlos electoralmente. Entonces el partido Liberal y el correspondiente gobierno de la Provincia, preparo y ejecuto la famosa elección de ese año, falsificando los registros, fusilando los atrios desde cantones y disponiendo del dinero del Estado para comprar votos. La Legislatura aprobó esas elecciones y nombro Gobernador al jefe del partido. Fue un reto a Urquiza y a la Unión nacional; pero la idea de la reincorporación de la Provincia a la Confederación Argentina, fue consolidándose en el pueblo de la Provincia, por lo que el régimen oficial, desterró valiosos elementos sociales que formarían mas tarde entre los partidarios de don Adolfo Alsina, cuando este caudillo liberal a cuyo alrededor se núcleo el ala popular de su partido, fundara seis años después, el partido que se llamo Autonomista. La guerra de la Confederación contra el Estado separatista se hizo inevitable. La Confederación vence en 1859 en Cepeda, y vino, el 60, la reforma constitucional que implica postergar la designación de la capital de la Republica (siempre el problema de Buenos Aires capital enlazado a todos los problemas de la Organización Nacional). En 1861 el Gobernador Mitre, dirige la contrapartida. Levanta un ejército en Buenos Ares y triunfa en Pavón sobre la Confederación. Queda convertido así en el principal jefe "unitario" Asume el poder ejecutivo nacional y despacha intervenciones militares para derrocar los gobiernos federales de casi todas las Provincias. Persigue a sus hombres y destruye al partido Federal. Luego de consumados estos sucesos sin precedentes, realizo "elecciones" de las que salio Presidente, por la unanimidad de los electores de las 14 Provincias. Reúne el 62, al Congreso y hace sancionar la ley que "federalizaba" a Buenos Aires por algunos años: tercera tentativa de capitalizar Buenos Aires en nuestra historia. Es entonces cuando se fortalece y formaliza definitivamente la división del partido Liberal en dos ramas. Una de ellas fue el partido Autonomista, o de los "crudos", cuyo jefe fue el doctor Adolfo Alsina. Su bandera era la integridad política y territorial de la Provincia de Buenos Aires, a la que pretendía quitársele su capital. El autonomismo o "alsinismo", se basaba en el principio federal de los derechos de la soberanía no delegada. No sostenía predominios sobre las demás Provincias, sino la defensa contra las tendencias absorbentes actuales o futuras del gobierno nacional, posición que poco a poco acre- dit6 al "autonomismo" en el Interior Por su parte, los antiguos y numerosos federales de la Provincia, algunos de ellos ahora militantes en el partido Reformista, principales o populares, urbanos o de la campaña, hostigados desde 1852 por el grupo gobernante, llevaron aportes personales al partido Autonomista, al que también
adhirieron núcleos jóvenes del gobierno y la mayor parte de la juventud universitaria. Este proceso aglutinante, hace del partido Autonomista, como decía Alem, el heredero político en Buenos Aires del partido Federal, y, ya que Pavón trajo la división del partido Federal del litoral por la declinación política de Urquiza, con mayor motivo aun, la actuación del partido Autonomista se siguió con un gran interés en las Provincias. La otra rama del partido Liberal era la del Presidente Mitre y sus partidarios. Tomaron el nombre de partido Nacionalista porque manifestaron querer "nacionalizar" a Buenos Aires, siendo que en realidad aspiraban a lograr esa base para su predominio nacional. Por oposición a los "crudos" o netos "alsinistas", los "mitristas" fueron también llamados "cocidos" y durante la guerra al Paraguay, el partido "brasilero", pues los autonomistas se hacían cargo de la impopularidad de esa guerra en las Provincias. Nunca tuvo el partido Nacionalista fortaleza efectivamente popular en la Provincia de Buenos Aires, y en cuanto al Interior, aprovechó la resonancia de la victoria de Pavón, para conquistar la adhesión de personas caracterizadas, aparte que provocó la inversión de las definiciones gubernativas por la violencia militar. Sus partidarios se contaban principalmente entre la gente adinerada y aristocratizante de la ciudad de Buenos Aires. Los restos del partido Federal en las provincias fueron formando partidos locales trabados por la mano absolutista del Presidente Sarmiento. Rebelde todavía en el Litoral, el partido sufría allí debido al abandono por Urquiza de la posición combatiente: actitud cada vez más marcada en el antiguo caudillo federal y jefe entrerriano que vio dividida su propia Provincia en "federales urquicistas" y "federales jordanistas" o netos. Con todo, la sobrevivencia o residuos alcanzaron a formar el partido Nacional que sostuvo la candidatura Presidencial de Avellaneda para suceder a Sarmiento, con el apoyo del partido Autonomista de Buenos Aires. Mas, como se siguió vulnerando el sistema representativo de elección, termino el partido Nacional en "Liga de gobernadores", dando por resultado la presidencia Roca, que sucedió a la de Avellaneda. Roca fue el jefe del "unicato" de las oligarquías concentradas y sometidas incondicionalmente, desde luego desnutridas de pueblo (el pueblo iba retirándose de la escena) y del noble sentido de la pelea cívica. A este sistema los radicales llamaron el "régimen" Gobernó al país 36 años (1880-1916), con nombres cambiantes ("figuraciones y desfiguraciones", diría Yrigoyen), comenzando con el de Partido Autonomista Nacional —que popularmente y tomando las iniciales era llamado con ironía el "PAN"— (Partido Nacional, más Partido Autonomista), o sea: oligarquías fusionadas del Interior y de Buenos Aires. Claro que fue, a pesar de su nombre, la negación flagrante de ideales nacionales o de conceptos autonomistas. El verdadero autonomismo nacional y federalista, solo se plantea autentica y orgánicamente cuando llega la Unión Cívica Radical en 1891.
Prolegómenos Ya cercanos en el relato histórico, a la fundación del Radicalismo, debemos decir dos palabras sobre los comienzos políticos de Alem y de Yrigoyen y sobre la fundación del partido Republicano. Alem, que había peleado a los 17 años en Cepeda y a los 19 años en Pavón, en las filas de la Confederación, inició su vida política a los 26 en el club autonomista de "La Igualdad", en 1868. El partido Autonomista tenia una organización incipiente —en ese tiempo no había partidos organizados—, pero libre y descentralizada, constituida por los clubs. Otro de esos clubs, formado en 1870, fue el "25 de Mayo", donde inició su vida política Yrigoyen, cuando tenia 17 años. El primer reclamo de esta asociación cívica, fue: "el imperio del sufragio popular" El Autonomista era un partido eminentemente popular que contó con amplia mayoría en toda la Provincia. En el año 1877 se produjo una gran escisión en el autonomismo, pues Alsina celebro con Mitre un acuerdo, que se llamó política de "conciliación", decidiéndose, sin consulta popular, un arreglo para proveer la gobernación de Buenos Aires y tal vez para la futura Presidencia. Alem, Del Valle, Roque Sáenz Pena, Hipólito Yrigoyen y otras personalidades jóvenes "autonomistas" se rebelaron, fundando el partido Republicano, núcleo intransigente del "autonomismo", cuya influencia personal y conceptual fue muy importante para la formación del Radicalismo. El partido Republicano reivindico "la autonomía de los Estados con relación al gobierno federal; la autonomía de los municipios en las cuestiones provinciales y la autonomía de los ciudadanos en la organización de los partidos" Es decir, un autentico autonomismo: federación y representación efectivas; todo cuanto hubo de sostener la Unión Cívica Radical, no sólo en Buenos Aires sino en todo el ámbito nacional, al finalizar el siglo y comenzar el nuevo. El partido Republicano denunció éticamente la institución política de la "conciliación" y el "acuerdo", que habría de ser flagelo constante de la causa argentina: lo que 45 años después se llamaría el "contubernio" La síntesis de su programa, era. "la paz interior asegurada por el comicios libre" No nace rigurosamente ahí, ese año 1877, la futura Unión Cívica Radical, pero ahí se manifestaron con nitidez ciertos caracteres que le serán exclusivos. En 1879 se plantearon dos candidaturas para suceder a Avellaneda, la del general Roca, sostenida por el Presidente y la "liga de gobernadores" y la del gobernador de la Provincia de Buenos Aires doctor Tejedor, antiguo liberal, surgido de la "conciliación" de "alsinistas" y "mitristas" el año anterior. Ninguna derivada de la opinión publica, del voto popular, de lo que Alem, Yrigoyen y muchas figuras de primer plano del partido Autonomista venían reclamando, de una Convención. En 1880 disputaron el poder por las armas y triunfo la candidatura del general Roca. El gobierno nacional, vencedor en la contienda, la aprovecho a su vez para capitalizar Buenos Aires, con lo que, paradójicamente, los autonomistas gobernantes realizaron el viejo propósito del partido Unitario, rechazado por los pueblos y que tantas perturbaciones y retardos trajo a la unión general, teniendo en contra, también paradójicamente a los nacionalistas, herederos del partido Unitario. Alem denuncio en la Legislatura de Buenos Aires, con el famoso alegato que llevo cuatro sesiones, "el grave mal que siempre seria" esa capitalización. Alem demostró que, si para el régimen centralista y unitario, la capital en Buenos Aires era necesaria y resorte principal de sus sistema, para la tendencia opuesta —la del principio democrático y ordenación federal, en que tal principio se desarrolla—, la capital en ese centro poderoso, entrañaba gravísimos daños, no solo políticos y comprometía seriamente el porvenir de la Republica.
El gobierno nacido en 1880, con la capital en sus manos, acentuó el centralismo. Además, ejecutó graves ataques a la moral política y a la moral administrativa: "la corrupción desciende desde las altas esferas gubernamentales y penetra y se infiltra en todas las clases sociales", dijo Alem. El poder ejecutivo nacional llego a ser el árbitro de todas las situaciones de Provincias, y no respetó ni al Congreso ni a la Constitución. En 1886, el Presidente Roca impuso su sucesor en la persona de un pariente, el doctor Juárez Celman. El pueblo alejado casi totalmente de los comicios, estaba desfallecido por los resultados ineficaces de sus esfuerzos; completamente abatido por el oficialismo. Vino la postración pública, el enervamiento de la opinión. Entonces Alem, solicitado desde 1889 por la juventud, se puso al frente del gran movimiento popular que condujo a la Revolución del Parque del 26 de junio de 1890; estallido irresistible, pues la Revolución aun desarmada, volteó al Presidente Juárez, y ante todo, constituyó un renacimiento del espíritu publico y la salvación de la honra nacional. Por este camino, en 1891 surge la Unión Cívica Radical, expresión intransigente de la Revolución del 90. Pero, antes, consideremos un cuadro necesario: el estado general, en todos los órdenes, del proceso de nuestra Independencia. Libro mayor de la Republica Si cuanto ha sido relatado sucedía con la pretendida "organización nacional" y con la Constitución incumplida, ¿cual era el estado del proceso integral de la Independencia? El Estado nacional había sido establecido, según vimos, por medio de ciertas facultades delegadas a ese objeto por las Provincias, que eran los Estados de base en la organizaci6n constitucional, pero los sucesivos gobiernos del Estado nacional fueron despojándolas de sus legítimos poderes no delegados, y sometiéndolas mediante distintas torceduras centralistas. Después de Pavón, la Constitución estaba prácticamente derogada. La oligarquía central fue imponiéndose sucesivamente, por medio de violentas excursiones punitivas a los federales de las Provincias. El pueblo fue quedando sin influjo y retirándose del escenario cívico en el que se le burla descaradamente al burlar los comicios. Es decir, que estaba falseado el sistema representativo y estaba destruido el sistema federal. Este proceso político se afirma y se traduce a la vez, en la destrucción, en beneficio del centro, de la producción, comercio y consumo propios que tenían las Provincias, cuyas rentas disminuyeron; colonización interna político-económica que estuvo relacionada con un orden de dependencias exteriores con que fue siendo sometida nuestra economía y por lo tanto afectada nuestra Independencia. Resultó que la Carta constitucional era solo el aparato formal y carta de garantía requerible para contratar en Europa, pero los contratos se hacían por el régimen gobernante, no según el plan del país, sino según el plan de Europa, y había quedado así fundada, no una republica libre, sino una segunda colonia con distintas metrópolis, en la que el extranjerismo imponía también formas culturales. El mismo Sarmiento, que algo sabio de los sucesos, tan incomprensivo hasta poco antes del final de su vida, en el problema sociológico político del país, dijo una verdad que resume una época: "La Presidencia parecía una dominación extranjera" Muchas regiones interiores eran el asiento de poblaciones estables y arraigadas a través de todo el periodo de la colonia española, pero las luchas por la Independencia y las guerras civiles, después de 1810, devastaron los campos y arruinaron la propiedad y el proceso de producción. Con todo, volvía a retomarse la situación de autonomía económica de producción, de industria y de consumo, pero la influencia de Buenos Aires, puerto único, gravitó constantemente en este desenvolvimiento, tanto que dos ramas fueron del federalismo —una de ellas, con mixtura centralista, signo del gran
puerto— y, aun dentro del partido Federal se discutió permanentemente esta situación, particularmente sustanciada a partir del propio pacto fundamental de 1831. Se reclamo la nacionalización de las rentas de aduana, y se concluyó con el monopolio del puerto único y con la pretensión de Rosas de que las Provincias debían dedicarse sólo a la ganadería y dejar al Puerto el poder enorme de conceder la importación de aquello que a las Provincias hiciera falta. Rosas alegaba que allí residía su necesario poder de defensa y guerra, delegado por las Provincias. Después de Caseros, los gobernantes del partido Liberal, -para quienes "liberalismo" era decir Europa y una determinada relación de gobernantes y gobernados, sin liberalidad, al contrario, con sana para quien se opusiera, y sin, consideraciones de pueblo ni suelodesandaron lo que constituyo buena parte de la lucha de las Provincias para organizar la Nación; y, tal como sus antecesores del partido Unitario, adoptaron como propias formulas económicas venidas de Europa, cuyo "liberalismo" era precisamente el método de expansión en contra nuestra. Adoptaron el principio de la libertad de comercio en gran escala, con régimen de concentración económica, con lo que suprimieron la libertad de comercio de las pequeñas comunidades argentinas con autonomía económica, para destruir subsiguientemente la capacidad industrial de sus numerosos talleres. Así, por ejemplo, la importación sin discriminación de tejidos ordinarios de algodón y lana, disputó a las manufacturas provincianas del gran Interior los mercados del Litoral y finalmente las enfrentó para despojar- los de sus propios mercados locales de consumo. Se estancó la economía productora, se destruyó la economía industrial y prosiguió el éxodo y dispersión de los pobladores, que pasaron de la condición anterior de productores autónomos, a las de jornaleros o peones, o a la estéril condición de elementos burocráticos. En un segundo tiempo el capital extranjero, sin contralor nacional, llego a regir el cuadro de todos los transportes del país, en forma antieconómica para los intereses argentinos, con grandes líneas ferroviarias de tipo troncal terminadas en el puerto único (en un país donde los gobiernos no construyan caminos) e impidió la construcción de los sistemas regionales interiores. La producción de todo el país se convirtió en una función del comercio de exportación, y las regiones incomunicadas entre si, se convirtieron en "lejanas" y además "pobres", sumidas en su aislamiento y empobrecimiento depresivos. El centro metropolitano, asiento de la oligarquía dirigente, gobernó el proceso de entrega, aliada a los agentes del comercio exterior y a las gerencias de las inversiones de los capitales foráneos, es decir, a los monopolios internacionales. La oligarquías era terrera, y al frente de sus grandes posesiones —las tierras mas ricas del mundo— domino el campo político sucesivamente aliada al capital extranjero, mediante el “régimen" unificado y consolidado en 1880. Sus grandes ganancias y las de sus asociados procedieron de la exportación. La secuela de sus gobiernos, a través de los nuevos tiempos y de los nuevos modos, siguieron teniendo en sus manos el Puerto, y acordaron todos los privilegios necesarios a sus operaciones, hasta el punto de que el capital monopolista toma nuestras carnes y cereales, los transforma industrialmente y los impone de vuelta al país con altos precios. Mas tarde, entrado el nuevo siglo, levanta frigoríficos y fabricas eléctricas, y aspira a dominar, no solamente las concesiones importantes que ha conquistado de los gobernantes, sino también todo el petróleo nacional. La Independencia, siempre vinculada a cuales sean sus garantías económicas —que la defienden o la abaten, según sea su signo—, sufre vasallaje, y el vasallaje afirma o coopera en todo aquello que las oligarquías con sus escritores, prensa, Universidad, educación publica, historiógrafos llaman: "la organización nacional"
De modo que la Reparación Nacional, cuando llegue, no solo deberá luchar por la instauración del gobierno por el pueblo, mediante la instauración del orden representativo, —sustituyendo con el poder legitimo el poder de usurpación—, sino, luego, ya el pueblo en posesión del poder que le corresponde, atender el conjunto de los problemas, que en el orden político, económico, cultural, social e internacional, afectan la Independencia. Un orden moral en primer termino, para que el proceso emancipador responda a la idea de libertad y servicio cierto del país y no a interés particularista alguno, y un orden internacional correlativo libre de la tutela de las embajadas, de los consorcios, de las empresas, de la finanza cosmopolita. Veremos como, después de un largo proceso, cuando la Reparación Nacional alcanza al gobierno del país, define su programa con relación a estos fundamentales asuntos nacionales. 2. LA REPARACION NACIONAL Surgimiento En 1891 surge la Unión Cívica Radical, como órgano de la Reparación Nacional, y comienza el tercer periodo de nuestra historia. Dijimos que la Unión Cívica Radical era la expresión intransigente de la Revolución del 90. Efectivamente, la idea del "acuerdo", que había sido y seria el flagelo permanente de la causa nacional, acababa de estar presente en los sucesos mismos del Parque y en los muy recientes en que el "acuerdismo" llegó a querer pactar con la oligarquía gubernativa. Los partidos, por la flagrante contradicción que incurrieron en 1880, habían desaparecido. Pero antiguos alsinistas y antiguos mitristas, no a titulo de militantes de partidos, sino personalmente, formaron la Unión Cívica. Debido a la heterogeneidad de su composición, hubo dos expresiones en el movimiento revolucionario que dicha Unión Cívica organizó, y por eso el país padeció el fracaso de la Revolución. Pero, sobre la idea de no pactar y del repudio a los "acuerdos" para el reparto del poder —dolorosa experiencia—, nace la Unión Cívica Radical, con Alem al frente, juntamente con otras personalidades que también habían pertenecido al autonomismo, y Radical se llamó, como protesta por las conciliaciones, que ya, desde 1877, el partido Republicano, núcleo autonomista, había repudiado. La Unión Cívica Radical, intransigente por los motivos de su nacimiento mismo, buscaría, en la inspiración del pueblo, y no en su defraudación, sus inspiraciones políticas; organizaría su acción sobre bases nacionales y democráticas, y levantaría como lábaro la Constitución Nacional representativa y federal, hasta entonces incumplida y escarnecida. Todo esto quiere decir que la razón del Radicalismo seria la de recuperar el honor nacional, retomar la nativa solidaridad, luchar por la soberanía popular, trabajar por la autenticidad nacional, comenzando por el sufragio autentico, y defender esos propósitos con radicalidad intransigente. No había sido instituida la Unión Cívica Radical, como un simple "partido", ni quiso llamarse partido, sino Unión —Unión Cívica— porque era la expresión sentimental e idealista de todos los ciudadanos que, sintiendo el desamparo de la Nación y su propio desamparo, se congregaban para defender la personalidad de un pueblo despojado de sus derechos y arrojado al abandono. No se levantó tampoco con la finalidad del poder, sino ante todo para salvar el alma y el carácter de los argentinos, y en el campo institucional para reivindicar el derecho al voto para que la Nación dejase de ser gobernada para gobernarse por si misma, fase inicial del gran programa de incorporar al pueblo a la Nación y hacerlo dueño de si y del destino nacional. Se trataba de reintegrar
al pueblo a su condición humana, esperanzándolo de nuevo en tener una Patria, que es lo opuesto a una encrucijada de intereses extraños o una factoría en la provisión agropecuaria del mundo. Esta jornada inicial por el sufragio superaba su finalidad directa porque daría también las bases para defender los derechos de la vida, de la familia y el trabajo, del vivir decoroso y la propia cultura de los argentinos. ¿Era un partido político de orden común aquel que estaba restituyendo y formando el alma nacional y realizando la Nación en su pueblo a través de un largo emprendimiento, sin ocupar el poder que pudo tenerlo cien veces con sólo transar en los términos de su empeño? La Reparación Nacional fue una nueva epopeya en la que se inmolaron generaciones enteras. El "régimen" había considerado al pueblo argentino como una nación aparte y contrariando su modalidad mas allá, había propiciado, en primer termino, el desarrollo material del país, para terminar aplicando su orientación, a un vil deseo de lucro privado o de placer físico a la sombra de los sacrificios nacionales. La Unión Cívica Radical combatió por que el pueblo fuese la base y el objetivo de los gobiernos y por abatir la concepción materialista de la vida y de la política argentina, que lo iba convirtiendo en simple población caótica perturbada por la avidez mercantil, sin un sentimiento o creencia común militante. De tal modo que se levanto como escuela espiritualista, frente al abismo de una civilización utilitaria. El 90, el 93, el 905, son las protestas de los idealistas contra los que corrompían el alma nacional. La Unión Cívica Radical enseño que la mayor riqueza del país estaba no en lo que suele llamarse riqueza, la del orden material, sino en las grandes condiciones del pueblo argentino, en la autenticidad y elevación de su vida moral y espiritual, y era mayor o menor, según fuese mas rica en dones espirituales su alma, fortuna principal de la Republica. Sobre esos firmes cimientos fue conformando una mística aglutinante y creadora. Enseño, también, que no se concebía la política sin base moral, pues la moral y la política no son entidades separadas sino inseparables, hasta el punto que la política es una rama de la moral, es decir, que actúa en el campo histórico de la ética, proposición nueva porque no se refiere solo a la moral personal, sino también a la moral de la causa por que se lucha, como si la causa fuese toda ella una persona. Esta filosofía política que no disocia la doctrina de los hechos, ni elude la vida practica, sino, por el contrario, lleva el fin de esclarecerla, regirla y orientarla, convirtiéndola en integro comportamiento humano, es a lo que el Radicalismo llama Conducta, expresión de la honradez personal y de la honradez social. La Política se convierte, así, en un órgano del bien colectivo. La determinación ética, al atender las exigencias de la dignidad humana, lleva necesariamente a la justicia en lo social, y cuando ese impulso moral se realiza como Conducta, es decir, como manifestación constantemente ligada a la acción, se constituye en garantía verdadera. No se trata de una filosofía abstracta sino militante, ni de una especulación inconsistente o tornadiza, o solo adoptada por el apremio de llegar al poder o de mantenerlo sobre particulares intereses. Por todo ello, la Unión Cívica Radical esta concebida, mas que como una parcialidad política, como lo que justamente fue llamado una Reparación Nacional, para reconstruir la Patria y la Nación sobre sus bases; bases morales, emocionales y espirituales; como fuerza educadora y realizadora que va afirmando la emancipación política, económica y cultural nacional, y que, por oposición de una minoría dominante que sistemáticamente se complugo en subordinar los valores mas altos al económico, en cultivar ideologías de sumisión y, en definitiva, en negar lo mejor del alma argentina, rechaza toda filosofía material de la política, de la vida nacional y del destino de la Nación en el mundo.
Las luchas internas Toda la historia de la Unión Cívica Radical es una sucesión de luchas internas sucesivamente definitorias y renovadoras, porque su carácter intransigente, que se identifica con su condición radical, es una exigencia de la necesidad nacional de permanecer fiel a sus principios y de constituir como comunidad educadora, una fuerza política "indemne a la amenaza y al soborno e inmunizada contra la fatiga y la sensualidad". Ella no surge ni se desarrolla por la decisión de alguna junta de notables, ni siguiendo alguna formula importada, ni en virtud de una ideación intelectualista, sino de un profundo convencimiento del pueblo argentino de que la Patria había sido sacrificada y que había que repararla con método tan irreductible como la inmensidad de los daños que sufría, sin esperar nunca la regeneración del país de los mismos que intentaron corromperlo. Desde su primer día, la Unión Cívica Radical se levanto sobre la dramática conciencia de que el acuerdo de dirigentes entre partidos, a espaldas de la opinión o de los principios que los comprometieron públicamente, o para evitar en lo in- terno la selecci6n de los conductores doctrinariamente fieles, ha sido el flagelo constante de la causa nacional. El acuerdo o contubernio en lo interno o con las tendencias exteriores nace de una posición desleal y despectiva para el pueblo ante el que un partido o una causa levanta su bandera para respetar las corrientes políticas y espirituales que lo representan, y no para vulnerarlas envenenando la savia de la historia. Bien sabían sus fundadores que el partido Federal, el viejo partido iniciado en 1815 había sido derrotado mas que por las armas, por el "acuerdo", y que cuando el partido Autonomista, en cierto modo su heredero, se afianzó como la fuerza popular, aunque momentáneamente circunscripta a un determinado ámbito territorial, cayó vencido también por la "conciliación" acuerdista, de donde resultaron ciertos funestos acontecimientos, y que cuando la propia Unión Cívica de 1890 surge como una salvación del "arca santa", como decía Alem, otra vez el “acuerdo" se cruza para derrotarla. Por eso, cuando la resolución radical de 1891 impidió ese nuevo contraste, que por eso así se llama "radical" para establecer las obligaciones de su lealtad, para indicar el deber del Radicalismo de no apartarse jamás de sus raíces, que están en el infortunio nacional, fija para siempre su ley moral que congenia con la exigencia de ser la autentica expresión, popular y nacional, de la esperanza argentina. Esta vocación de la Unión Cívica Radical de romperse pero no doblarse, que consagra en su testamento Alem, sufre en 1897, poco después de la muerte del tribuno, la primer grave crisis, pues otra vez los que solo tenían en cuenta la conquista del poder, lo buscaron en las concomitancias con otras fuerzas que las netamente radicales. Aparece entonces en toda su plenitud la figura de Yrigoyen para impedirlo, y comienza, bajo su dirección, la Abstención larga que dura alrededor de quince años, debiendo afrontar el Radicalismo las más duras pruebas. En el concepto irreductible con que la Causa fue planteada, residió su fortaleza y las esperanzas supremas del pueblo argentino. Si el Radicalismo defeccionara de su credo, y de su intransigencia, no podría la Republica encontrar una entidad política donde acudir en busca de la reacción definitiva. Este periodo de la Reparación Nacional, tercero de nuestra historia, tiene a su vez dos periodos. El primero va desde la fundación de la Unión Cívica Radical en 1889-1891 hasta los años 1916-1918 en que la Unión Cívica Radical llega a la Presidencia de la Republica y consolidando su conquista del libre sufragio universal, funda en el país la Republica Representativa popular. El pueblo argentino eligió por primera vez a sus conductores nacionales, e incorporándose con hermosura civil, ascendió a los escenarios de la Republica hasta entonces ocupados por las oligarquías. Después de la gesta
emancipadora y de las luchas hasta mediados de siglo por la unión constitutiva, finalizaba la primera faz de la contienda reparadora que se propuso vivificar la letra muerta de la Constitución Nacional erigiendo sobre bases representativas el edificio de los Estados federales, para que la Republica pudiera cumplir el ideal postergado de los grandes fundadores. 3. LA SEGUNDA EDAD ARGENTINA Un gran programa nacional El segundo periodo de la Reparación Nacional es el que se abre en 1916, con la Presidencia de Hipólito Yrigoyen. Se retoma la marcha de la vieja Independencia Nacional, pues habíamos llegado a ser en el orden económico y cultural otra vez una colonia. Entra en vigencia la Constitución Nacional y, conforme a ella, se desenvuelve la verdadera Organización Nacional, que comenzaba por cumplirse políticamente y debía afianzarse económica, social y culturalmente. La Reparación Nacional se integra en este segundo periodo con nuevas dimensiones que llevaba implícitas, y asume su orientación mas profunda, no sólo ético-institucional, sino económica, social y cultural. Algo más que un segundo periodo de la Reparación Nacional, este que se inicia en 1916, es una segunda Edad argentina, cuyo tema es Independencia integral y libertad efectiva del hombre argentino, y a este efecto, conquista de las condiciones sociales de la libertad. Es decir, que en el año 1916, se realiza una gran apertura histórica, que ha sufrido y sufre grandes retrocesos, pero cuyo desarrollo tal vez llene todo el siglo en que estamos. El grande acontecimiento inicial consistió en que el Presidente Yrigoyen, al consagrar desde el gobierno de la Republica el pensamiento matriz de la Unión Cívica Radical y abordar los grandes problemas nacionales, completó y dejo formulado en sus grandes líneas, como suma de sus actitudes y emprendimientos, un gran programa nacional, que señala en lo esencial el rumbo que ha de ser caracterizante de la Nueva Edad. Desde entonces, el Radicalismo, expresión de la corriente histórica de la emancipación y autenticidad nacionales, gobierne desde el llano o gobierne desde el gobierno, debe ser el órgano publico superior de la justicia social, pero de la justicia social sin sacrificio de la libertad, que eso es lo argentino,- y con el celo de la conducta, con el cuidado de los bienes éticos, que son la garantía de tal programa y el método radical de la libre y a la vez justa realización de lo argentino. Porque ni las conquistas representativas ni las conquistas sociales tienen licitud ni fecundidad sin libertad, es decir, si se acuerdan a riesgo y trueque del fuero libre de cada hombre o de la libre personalidad de la Nación. El Radicalismo, así como considera que los derechos personales deben limitarse por las obligaciones de la solidaridad social, no acepta que la sociedad civil pueda anular la personalidad humana, porque desde el día que tal atentado se produce, comienza la destrucción de los fundamentos de toda comunidad animada por un ideal progresivo. Tanto las doctrinas y las ideologías, como las realizaciones positivas, deben ser juzgadas, según la suma de libertad real que conceden a cada individuo, pues la dignidad del hombre es el origen y la fuerza fervorosa del sentimiento radical. Yrigoyen, desde el gobierno de la Republica, enseño a ver siempre los problemas del Estado en función de los problemas del hombre argentino y del conjunto de los argentinos como Nación. Es decir, enseño el valor exclusivamente instrumental del Estado. Su constante sentido de servicio, no de clases o sectores, sino relativo a todos los rangos sociales; su finalidad primordial de perfeccionamiento de la libertad integral del hombre y del afianzamiento de la justicia por medio de la organización democrática.
El Estado es un amparo., no un yugo. Ha de defender el destino de la persona humana, el valor social de la libertad; ha de propender hacia un orden social justo que sea conciliado con los deberes sociales de cada uno. Así, el Estado, con vistas al resguardo de la libertad, se transforma hasta el punto de abrir cauces por los que en muchos sentidos transita el poder; pero poder en favor del hombre aislado, particularmente en la indefensión económica. En el mundo moderno, cuando se hable de libertad, surge inevitable la preocupación por el fondo. “¿Es esta la libertad del "liberalismo", socialmente insolidario, o es la libertad, con mayúscula? Conservar ciertas apariencias de vida libre cuando no se modifica el sistema de los privilegios económicos, o bien ciertos aspectos de innovación económica social, cuando los derechos de la persona se restringen o se suprimen, no constituyen novedades ni hazaña, pero cuando se incide sobre los privilegios, transformando las relaciones político-económicas para asegurar la humanidad en todo hombre como objetivo fundamental, entonces se conjuncionan libertad y justicia, como inseparables compañeras, y la innovación adquiere una organicidad y una fecundidad extraordinarias. El ensayo argentino El ensayo argentino iniciado por Yrigoyen alrededor de 1920, desde la Presidencia de la Republica, fue el primero de tal carácter planteado en el plano del Estado en el mundo contemporáneo. Lejos todavía de una obra completa, desde luego, pero si puntos de partida iluminados por el pensamiento matriz de la Reparación Nacional entrada a una nueva faz en el proceso emancipador: una profunda progresiva reorganización social de los recursos económicos y de las condiciones materiales de vida y de trabajo, pero concurriendo, con los demás efectos de la renovación política, a garantir y no vulnerar los derechos personales, sin los cuales actúa va el despotismo. Después de cuarenta años, es bien visible que la idea que mas honda crisis y mas atentados sufre es la idea de la libertad y que aquel rumbo radical inaugurado con definición explicita en 1920 es, en definitiva, el que hay que retomar y perfeccionar, por una acentuación del sentido humanista, por un desarrollo y no una negación de la democracia; no por una concentración de poder en grupo ni clase alguna, sino por su distribución equitativa en el pueblo todo. Las instituciones sociales traídas por la renovación política deben ser la condición, y no la muerte, de la libertad individual; su garantía, y no su violación. Los derechos de la persona no solo son la base, sino la finalidad de todas las instituciones político-sociales. Si bien la organización política es fuente de libertades, quiebrase la plenitud que ansia cuando se le contrapone un régimen económico indiferente a la justicia. Así, toda contradicción entre los órdenes político y económico, debe superarse en una síntesis, sobre la base de que el hombre, y no lo económico, sea el sujeto de la libertad. Quienes renuncian a la libertad, siquiera pretenda ser eventualmente, con la ilusión de alcanzar en lo económico una determinada seguridad, perderán la libertad y la seguridad, y en esto el ejemplo del mundo contemporáneo es inexorable. Pero verlo con anticipación y comenzar a constituir la reorganización nacional necesaria, las nuevas condiciones político- sociales de la vida social —"la Constitución social" del pueblo, como dijo Yrigoyen en su mensaje al Congreso— con la decisión inquebrantable de que la libertad sea lo primero, y con la conciencia de las dificultades, constituye una perspicacia y una hazana propia de un gobierno con vistas fundadoras, cuyos memos las reacciones posteriores exaltan; primer ensayo —dijimos— que hizo país alguno intentando aunar y simultanear el ejercicio de la libertad con la transformación de la estructura económica y social de la sociedad política.
Como un coronamiento de las luchas anteriores de la Unión Cívica Radical, durante esa primera Presidencia radical, el voto quedo en la conciencia del pueblo argentino como una conquista definitiva. Desde entonces nadie ha podido ni podrá defraudarlo sin repudio o sublevación: especie moral e institucional de orden constituyente. Cada hombre un voto, de igual peso al de todo otro hombre. Se reivindica el pronunciamiento de cada cual en su condición humana como miembro de la misma comunidad nacional. Cada hombre vale en ese carácter y en la plenitud de tal. Por eso el voto es universal e igual. No se fragmenta a los hombres por su oficio u otros particularismos adjetivos. La democracia no considera pedazos de hombres, sino hombres enteros. Por debajo y por encima del profesional o del obrero como tales, esta el hombre angustiado por los problemas de su ser, de su vida, de su pueblo, de la Nación, del mundo y de la historia. El trabajador es un hombre, no un instrumento de producción. La escuela del Radicalismo que formó Yrigoyen, no acepta disociar el espíritu nacional en ciudadanías de gremio o de clase. Uno de sus afanes de tal escuela como cultura es y ha de ser salvar al hombre argentino de la mutilación contemporánea. La idea del Pueblo que profesa, incluye a todos los hombres, no permitiendo que sean excluidos por consideraciones económicas. La opresión material del Pueblo o de hombres del Pueblo, sentida por un hombre económicamente pudiente. Decide la actitud mas valiosa: la de sentir en si la opresión moral, cuando la opresión material incide en otros. El trabajador tiene derechos de tal por ser hombre, y de tal carácter son los de la comunidad; tanto que, sin resolver los problemas de los trabajadores como hombres, no hay solución moral ni efectivamente nacional posible. Cuando nos referimos a las condiciones de su vida, no señalamos sólo las de subsistencia, sino las de la vida plena, las del pleno desenvolvimiento de sus facultades humanas; las de su vida moral y cultural. Las tres reformas Al frente del Estado democrático así concebido, el Presidente Yrigoyen abordó la reforma patrimonial, la reforma obrera y la reforma universitaria o cultural. Rescato la tierra pública. Bregó por la nacionalización absoluta del subsuelo nacional, e hizo de Y P F. —la organización estatal del petróleo— un símbolo de la defensa nacional contra la pretensión conquistadora de los poderes del imperialismo mundial, un resguardo defensivo que comienza por el subsuelo y es extensivamente aplicable a toda la tierra y producción de la tierra, a los servicios públicos, a los bienes de consumo; una concreción de los derechos de nuestro pueblo a decidir sobre su vida y destino; un paradigma del que constantemente puedan derivarse experiencias político-económicas y orientaciones doctrinarias en el orden nacional e internacional para la construcción del país querido. Echó las bases de la nacionalización de los ferrocarriles con una política de previa y progresiva capacitación mediante las líneas del Estado y, contra todas las oposiciones, estableció las bases de la marina mercante nacional. Encaro la corrección del estado anárquico de nuestra producción por medio de la organización del crédito a través del proyectado Banco de la Republica, por la leal comercialización de nuestras cosechas por el Estado, y también por los convenios internacionales de adquisición reciproca, ya que el desarrollo de nuestra economía podía ser ampliado y defendido por medio de un intercambio orientado según el interés nacional y defendido de las maniobras monopolistas. Una limpia política obrera y el planteamiento de la nueva legislación social, se tradujo en el país en una poderosa organización gremial libre; el gobierno instituyó para los
trabajadores sus derechos de hombres contra la explotación, sin lo cual no hay solución moral nacional ni rango cívico para todos. Por primera y última vez, se gobernó el país sin estado de sitio. Por primera vez el Presidente de la Republica mantuvo trato directo con los sindicatos obreros en la solución de los conflictos de trabajo. Por primera vez, en el país y en America, la Republica celebró tratados internacionales de derecho obrero. Se inauguraron los convenios colectivos y por primera vez fueron efectivos la jornada máxima de trabajo y el derecho de huelga. Los salarios tuvieron poder cierto de compra, sin lo cual el monto nominal importa poco; a cuyo efecto, no hubo emisiones, se estableció la prohibición absoluta de exportar oro, y se cerró con siete llaves el oro de la Caja de Conversión, de cuyas medidas provino la fuerza extraordinaria de la moneda, atributo por el que también se manifiesta la soberanía. En todo sentido, la obra del gobierno de Yrigoyen, abriendo las perspectivas políticas y nacionales de la población, fue inmensa: en la Capital de la Republica, en 1916, después de tres elecciones de sufragio universal, solo un tercio de los habitantes en edad electoral eran argentinos. La bandera nacional apareció por primera vez al frente de una gran manifestación de trabajadores organizados, en 1922. El Presidente de la Republica abordo enérgicamente el problema de la especulación sobre los artículos de primera necesidad. Actuó con extraordinaria energía y rapidez y condeno públicamente a los aprovechadores de las necesidades alimenticias del pueblo. Planteo al Congreso la incautación del azúcar en poder de los acaparadores, y el Senado, dramáticamente colocado en la encrucijada de dos épocas, resistió el proyecto; pero de pronto, agotados todos los extremos de la espera, el conclave oligárquico sintió que había sido emplazado perentoriamente si es que deseaba subsistir formando un poder del Estado, y cedió. "Hemos venido a reparar todas las injusticias morales y políticas, sociales y positivas, que agraviaron y laceraron al país durante tanto tiempo", dijo el Presidente; "de idéntica manera se procederá si, en vez de azúcar, tocara a la carne o al pan o cualquier otro articulo alimenticio" "Estos acaparamientos son una semilla maldita que no prosperara para convertir a un gran pueblo en una victima inmolada a erróneas interpelaciones e ideas anacrónicas". Surgía un nuevo derecho, innovador del carácter intangible de la propiedad y libertad de contratos, como que no pueden ser invocados con carácter absoluto ninguno de los derechos constitucionales sino conforme a las leyes reglamentarias de su ejercicio. Así como el Radicalismo consagro definitivamente la reforma política, que instauro la verdad representativa, integrándola con la reforma patrimonial, económica y obrera con orientación humana y nacional, apoyo la Reforma Universitaria, bandera de los estudiantes, cuyo ideal es la emancipación mental en el campo educativo y de la cultura. Los tres ordenes concurrían así, en reciproca vinculación, a constituir el pueblo argentino en entidad soberana, dueño de su vida, su espíritu y su destino. Y así como en el solo primer gobierno, el Radicalismo fundo 3.100 escuelas, cifra sin paralelo posible, en el orden universitario apoyó permanentemente aquel gran movimiento de democratización de la enseñanza superior, colocando las viejas Universidades y las nuevas que fundo a la altura de los progresos de la Nación. Ante el mundo Afianzó la libre determinación de la Republica en el ámbito internacional; su soberanía de decisión en la empresa humana de las naciones, cuya personería y autoridad reside en sus libertades internas. Restituyo el valor de la palabra honrada. Proyecto hacia el mundo su gestión espiritual y altruista y la Republica repuso en su contorno americano el grupo cordial de los días históricos de la Independencia. Interrumpida la dictadura de
las empresas y de las embajadas, y reactivo las obligaciones de nuestra America con el mundo, colocando a la Nación en la línea de su vocación originaria libertadora. Hallo la política internacional argentina girando alrededor de Europa y la devolvió a su quicio americano. Dejó de desconfiar de los países vecinos, para defender la Patria de los enemigos verdaderos; y como el derecho internacional para el era una ética, no una técnica, restituyo la Republica a la confianza de todas las naciones y tuvo autoridad para detener a los más fuertes y recordarles los primeros principios. Porque sintió la responsabilidad de nuestro mundo en la esperanza humana, y por su fe contagiosa, tal vez su solo nombre, en las ignoradas e imprevisibles contingencias del futuro, servirá para superar dificultades, borrar diferencias y asegurar la unidad de miras de nuestros pueblos. 4. NUEVAS GRANDES VICISITUDES Diversificación interna La Unión Cívica Radical nació como una reacción del espíritu publico contra una total subversión de valores morales, provocando en el alma ciudadana la protesta viril de la acción argentina y el austero replegamiento en los largos anos de su apostolado ejemplarizador. Esencialmente fundadora, constitutiva, del mismo modo que los grandes movimientos de la formación originaria de la Patria, no se vinculó a la suerte de una clase, sino que las englobo a todas actuando de una manera vertical en los estamentos de la sociedad argentina, como un gran emprendimiento formador de la nacionalidad en la comunión de especies espirituales. Por eso cuando el gran ideal congregante que el Radicalismo sostiene durante un cuarto de siglo parece definitivamente realizado al abrirse el periodo del 12 de octubre, muchos hombres que habían coincidido en sus filas comenzaron a disentir en la apreciación de ciertos problemas, que el pueblo ya en ejercicio de la soberanía debía resolver, exteriorizándose dentro del Radicalismo un proceso de diversificación que caracterizo el nuevo periodo de la Reparación Nacional. Mientras una, la socialmente conservadora dentro de sus cuadros trataba de circunscribir su acción a lo formalmente político y con un mero sentido de "partido", Yrigoyen y los Radicales en el Radicalismo se adentraron dentro de la sustancia social del problema. "La abnegación que el Radicalismo desplegara en defensa de su ideal, sus sacrificios, sus luchas cruentas, sus derrotas mismas, lo vincularon de tal manera a las masas argentinas, que su suerte, en un momento dado, se confundió con la de ellas" El Radicalismo hubiera caído en su propia contradicción si después de conquistar el poder político instituyendo la Republica representativa, alentado por las multitudes que probaron su abnegación sufriendo las angustias de una sociedad organizada sobre el privilegio, quedase indiferente a las desigualdades sociales. Por debajo de las luchas por la reforma político-electoral, se habían movido corrientes de profundidad; marea social para la que el Presidente Yrigoyen buscó cauce. En todos los lugares de la Republica, hombres y grupos de hombres aparecían como después de estar sumergidos, y su antiguo anhelo, mudo o clamante, dejo de ser desoído, y el reclamo de los desvalidos, ahora nutrido en el principismo de una filosofía política original y vigorosa, comenzó a incorporarse a las instituciones y sentido general de la Republica, de modo que el año 16 no solo es una fecha de afirmación de la reforma política, sino de la reforma social correlativa, necesaria para la eficacia y perennidad de aquella. Se había conquistado el sufragio para el pueblo. Por la nueva acción complementaria se iba hacia la conquista del Estado para el pueblo, para que el voto fuese una fuerza efectiva y no quedase en un derecho nominal inerme.
Cada hombre y la Nación como conjunto, no asegurarían su libertad si no alcanzaban las condiciones económicas de la libertad. La propia verdad representativa y las libertades emergentes de su logro quedaban indefensas y estériles, si no se instituían las condiciones morales y materiales que debían resguardarlas. Había que ejercer la defensa simultánea en el mundo del espíritu como en el orden económico, en la órbita personal como en la esfera nacional, de la libertad efectiva y de la Independencia soberana de la Nación. Habíanse auscultado reverentemente las solicitaciones de la justicia social, y el Presidente de la Republica señalo desde entonces y para siempre el derrotero de la Reparación Nacional. Comenzó así, como hemos visto, la segunda Edad argentina para seguir ese rumbo integrador del movimiento histórico. Empezaba a hacerse efectivo el artículo primero de la Constitución Nacional. Había que ahondar la inspiración del Preámbulo para "asegurar los beneficios de la libertad", "afianzando la justicia"; que por algo la Constitución Nacional fue la bandera del Radicalismo. Por eso debió el primer gobierno de la Unión Cívica Radical abrir el proceso político y económico de defensa del patrimonio común, de promoción y custodia de los derechos del trabajador, de apertura de los claustros universitarios cerrados para el renacimiento argentino, y al conferir al Estado personería como poder de amparo de los bienes comunes y como seguridad económica para la libertad de cada persona, debió enfrentar las fuerzas privadas que incidían de modo antisocial en nuestra economía e ir disgregando el régimen de privilegios propios del anterior "status". "El país ha conseguido establecer su vida constitucional en todos los órdenes de su actividad democrática; pero le falta fijar las bases primordiales de su constitución social", dijo el gobernante en el Congreso. Confirmado la posición, fueron suyas también estas palabras: "No hay deber mas imperativo que el de afrontar la construcción económica del Estado"; "una mas amplia distribución de la riqueza"; "una mayor capacidad de producción de la riqueza"; "una mayor capacidad de producción y consumo de las masas" Esta concepción, puesta en marcha desde el gobierno de la Republica, se aparta de los modos materialistas del individualismo económico, pero también de las formas dosificadoras del Estado, negadores unos y otras de la personalidad humana. El punto de partida es que el desarrollo de la riqueza o del poder sin mejoramiento de sus fines humanos constituye una acechanza y se traduce en el fracaso de la civilización. La orientación es solidarista: mantiene la autonomía y la dignidad de la persona humana, pero considera que ella necesita de toda la sociedad para conservar su existencia, elevarla y alcanzar la perfección del corazón y del espíritu. Detrás del Presidente Yrigoyen estuvo la gran mayoría de los afiliados de la Causa, y las grandes mayorías del pueblo argentino. Pero perturbó constantemente el proceso transformador, la visión circunscripta de ciertos hombres, de antigua latente falta de afinidad o de falta de comprensión suficiente de las grandes orientaciones, que no vieron o no quisieron ver o no creyeron en lo que había en el fondo de los grandes documentos radicales; electoralistas que habían determinado la crisis de 1912 (como hemos analizado en otro lugar) —de donde resultó la limitación de los poderes del Radicalismo en el gobierno—; y en general, universitarios hijos sumisos de la Universidad del "régimen", que habían procurado impedir la candidatura de Yrigoyen en la Convención Nacional. De modo que cerca del final de la primera Presidencia, el llamado "principismo" primero y el llamado "antipersonalismo" después, que en rigor, eran ambos personalismos contra Yrigoyen, se disgregaron de la columna en marcha. Solo habían visto una diferencia de "partidos" entre la Unión Cívica Radical y las demás fuerzas actuantes en la política argentina. Mentalidades europeizantes, nunca aceptaron durante la guerra la política del gobierno argentino y conspiraron, unidas a intereses
extraños contra un esfuerzo sin precedentes de afirmación nacional. En el orden interno se redujeron a reclamar "una buena administración", no se sabía que intereses, porque siempre consideraron que la acción radical sólo debía subordinarse a las formas de la democracia sin tocar para nada su raíz y sin hacerse cargo, por tanto, de los cambios del país ni de las conmociones del mundo. La funesta alianza Cuando llegaron los años 1922-1928, el gobierno de esa época, a pesar de las obligaciones propias de su origen ampliamente popular, desvirtúo el gran rumbo originario. Comenzó una fuerte evolución hacia las fuerzas socialmente reaccionarias y hasta llegó con sus partidarios a complicarse en una alianza con ellas. Fueron días de infortunio para la Unión Cívica Radical, de cuyo seno aquel gobierno había surgido. El contubernio concertado con fuerzas del "régimen" fue, durante los años 1923-1924, el más rudo golpe sufrido por la Reparación Nacional desde los tiempos iniciales. La crisis de segregación de los "oligarcas de boina blanca", como los llamaba Yrigoyen, fue popularmente vencida, como siempre lo serán los cismas análogos, pero la funesta alianza que alimentaba la crisis —que reviviría veinte años después en la llamada "unión democrática"—, resultó la matriz de la dictadura de septiembre y de la secuela de acontecimientos regresivos de ella derivados. Fue una confabulación contra los grandes principios y tradición radicales y la causa de grandes desgracias, porque la Republica fue despeñándose desde los progresos alcanzados, sin que el proceso de declinación pudiera ser detenido por el supremo y dramático esfuerzo de 1928-1930. La infección "contubernista" se había manifestado en diversos focos y llevaba el resuelto propósito de impedir el triunfo del Radicalismo en la elección presidencial de 1928. El "contubernio" funcionaba desdoblado en dos organizaciones; por una parte, la política de alianza con el "régimen", y por otra, la política militar correlacionada con ella y puesta en marcha desde el Ministerio de guerra convertido en comité político. Al amparo de este retroceso, se perpetro el abatimiento de la ley 11.289 de previsión, con lo que se paralizo el proceso de justicia reparadora que esa ley abría en la Republica en el orden social. El ascenso vertiginoso de los grupos privilegiados y la vuelta hacia la antigua servidumbre económica de los trabajadores, tuvo diversas manifestaciones, modificándose el sentido general de la legislación y cambiándose los anteriores decretos hasta desnaturalizar las conquistas obreras. Como la voz de orden oficial era el "antiyrigoyenismo", socialmente asumía la misma posición, aparentándose modificaciones exclusivamente políticas para corregir demasías. Se suprimió el salario mínimo a los trabajadores del Estado y se rebajo a los ferroviarios los sueldos y jubilaciones. El Poder Ejecutivo abrió la Caja de conversión afectando el valor adquisitivo de la moneda, así como veto la ley de pago de salarios en moneda nacional, y no puso en vigencia las leyes ganaderas de precio máximo para el consumo interno, cuando el Congreso las sanciono. Mientras tanto, crecía el sistema de explotación humana en los obrajes, ingenios y verbales, y el capital extranjero aumentaba sus privilegios. El plan en expectativa de Yrigoyen: Banco Agrícola - Marina Mercante - Huaytiquina, es abandonado y en la hora decisiva, el Gobierno negó su apoyo al plan sobre petróleo que la Unión Cívica Radical planteo al Congreso. En el orden americano, el Gobierno siguió una política desvaída para con las naciones hermanas, de puro formalismo diplomático, y en el orden mas general, contrarió el alto principismo del gobierno anterior, propiciando nuestra participación en la Liga de Naciones, entidad que estaba ya muerta en la conciencia del mundo.
La funesta alianza del "contubernio", amalgama de intereses entre el exitismo formado bajo el ala de generosidad del Radicalismo y el exitismo permanente de la oligarquía conservadora, se tradujo en el orden político en una increíble aventura reaccionaria, en la esfera social en la regresión correlativa, y en el campo espiritual en el retroceso de la Reforma Universitaria. Autonomía y petróleo Durante ese interregno 1922-1928, Yrigoyen fue como siempre el centro de congregación de las fuerzas radicales. A su alrededor volvió a estar el Radicalismo, fiel a sus principios, estrictamente unido y a la altura de su mas avanzada evolución. Desde su casa, como en los grandes tiempos, visitado por delegaciones y hombres de todo el país, o en las capitales y pueblos cuando viajo —como en Córdoba y en Entre Ríos— una vez mas su figura fue expresión de la nueva impostergable convocatoria del tradicional Movimiento. Frente a la regresión política, en el sentido que mas abomina el Radicalismo, el del pacto con el "régimen" y con las fuerzas con ti conniventes, y frente también a la regresión social que cada día se ponía mas de manifiesto en los actos de la coalición gubernativa; sea en el Congreso o en el gobierno ejecutivo mismo, la Unión Cívica Radical se fortalecía y abroquelaba rodeando al "viejo" Yrigoyen. De nuevo el Radicalismo asumió el antiguo carácter de numeroso movimiento nacional y popular que, en el orden económico-social, había reforzado las firmes líneas típicas de la primera Presidencia. Frente a la nefasta disidencia enseñoreada del gobierno surgido del propio seno de la Unión Cívica Radical y de sus decisiones mas generosas, el programa nacional popular y transformador, como el International correlativo — manifestaciones ambas de la misma concepción de soberanía—, volvíase a levantar. Volvían a flamear las grandes antiguas banderas: Justicia Social y Autonomía nacional. Al agitar el Presidente de la Republica inoportunamente, y con violación de antecedentes, el citado problema de la Liga de Naciones que había sido a pesar suyo, resonante triunfo mundial de una tesis argentina, tuvo la pretensión de rehacer lo hecho y obligo a poner en el tapete polémico, con irresistible fuerza, la grandeza de la política internacional de Yrigoyen, avivando el recuerdo de sus enseñanzas con relación a los imperialismos y al juego económico y político de los capitales extranjeros. De la renovada comunidad establecida durante estos seis nuevos años entre los radicales e Yrigoyen, fervorosa por la misma emoción de las desventuras y alentada por la fortaleza magnifica, cada vez mas lucida del conductor principal, resurgió con caracteres terminantes y completos el viejo tema del petróleo. El petróleo se convirtió desde entonces en la gran insignia política del Radicalismo. Con ella a su frente, marcho hacia concepciones nacionales y sociales cada vez mas esclarecidas. Así fue que alrededor de su posición internacional y del problema del petróleo a ella ligado, el Radicalismo desarrollo y afirmo las progresivas conquistas anteriores en el pensamiento político y en el pensamiento económico. El tema del petróleo lo hizo meditar de nuevo sobre la función y fines del Estado y sobre la condición a la vez creadora y defensiva del tipo de Estado que en esta Republica y en estos países de America había que erigir. La incidencia del mundo sobre nosotros no sólo nos obliga a crear construcciones propias, como signo y en la medida de nuestra necesidad de Independencia, sino a crear también resguardos para defendernos de aquellas fuerzas externas cuya finalidad es la conquista o el lucro. Las importantes definiciones que tuvo el Radicalismo con motivo del acaparamiento del azúcar o cuando aquella increíble conjuración que pretendió entregar a una sociedad mixta los ferrocarriles del Estado, habían de reaparecer para levantar el petróleo de nuestro subsuelo hasta el plano de la
responsabilidad nacional y defenderlo de la corrupción política y de los intereses imperialistas, y bien sabido es que para la Unión Cívica Radical referirse al imperialismo es hacerlo con relación a los círculos financieros o políticos cuyo poder o despotismo sufren también, en su grado, los pueblos en sus países de base. Planteada desde 1924 la división de las filas de lo que fuera el Radicalismo, los inconcebibles desvíos del grupo oficial, hicieron obligada la elección presidencial de Yrigoyen para salvar el patrimonio político moral conquistado en cuarenta años de lucha. En la cumbre de los años, en la edad en que el patriarca de un pueblo tenia derecho al descanso, debió ceder a lo que acertadamente el llamó "la imposición nacional". Su nombre y ningún otro podían abatir la conjuración que cada día crecía de grado. Pero 840.000 contra 440.000, en el gran pronunciamiento del 1 de abril de 1928, fue la respuesta popular al "contubernio". La Nación puesta de pie barrio la conjura. Infortunadamente, la semilla del desquicio constitucional y de la restauración del "régimen", había sido echada. Ultimo esfuerzo y caída La primera medida al asumir el Presidente Yrigoyen su segundo gobierno, fue llamar a los representantes de los frigoríficos, de las casas exportadoras de cereales y de los ferrocarriles, para significarles que en adelante, sus actividades debían ser desenvueltas conforme con los intereses públicos. La posición asumida con relación a la Liga de Naciones, con motivo de la visita a nuestro país del presidente electo de los Estados Unidos y con relación al conflicto paraguayo-boliviano, significo la retoma de la prestigiosa definición internacional de su primer gobierno. Hizo posible la ansiada reforma de la ley de arrendamientos agrícolas que mejoró las relaciones del trabajador de los campos con los propietarios de las tierras, y con este motivo, declaró que era necesario ahondar una transformación mas amplia para lograr un florecimiento de la riqueza nacional, de las condiciones de vida de toda la población, así como considero al problema de la tierra ligado al problema de la energía (carbón, petróleo, electricidad). Con el convenio de crédito© mutuo con Gran Bretaña, y los proyectados de Rusia, Alemania y México, dio nuevos modos para el comercio internacional, para la defensa de los productores y consumidores de las asechanzas interiores y exteriores de los grandes consorcios erigidos en dueños y árbitros de ese intercambio. La crisis coetánea del mundo probó su acierto. Restituyo para la Universidad su política favorable al desenvolvimiento de la Reforma Universitaria, reponiendo los estatutos derogados y reiterando al Congreso su reclamo des de 1918 de la ley correspondiente. Propició otra vez la provincialización de los Territorios nacionales y la prosecución de las grandes obras ferroviarias del Estado, así como dejo redactado el proyecto de la ley de vialidad. Al inaugurar el Congreso presento importantes reclamos: "la legislación social es inferior a las exigencias de la sociedad"; "nuestra estructura económica no esta suficientemente nivelada"; "la legislación obrera se ha detenido inopinadamente"; "es necesario mejorar la legislación protectora de los que trabajan"; "hay que crear los organismos preventivos de los conflictos que se susciten". La conducta del gobierno radical ante el problema del petróleo acentúo el recio carácter de su programa nacional, cargando con las implicancias anti-imperialistas el significado político, social e internacional del Radicalismo. Hirió poderosos intereses monopolistas, defraudando sus perspectivas. Sabían las corporaciones internacionales afectadas y sus agentes políticos internos, que la línea yrigoyenista de Y. P. F. daba la pauta de una política integral referida a todas las claves vitales de nuestra economía y a todas las fuerzas imperialistas.
El Senado, expresión sobreviviente del "contubernio", obstruyó como durante el primer periodo la legislación progresiva y defensiva, comenzando por la del petróleo, la del Banco de la Republica y la apertura de nuevos grandes mercados; pero, además, produjo notas de escándalo sin precedentes contra el gobierno popular. Los hombres del "contubernio" y ciertos rectores reaccionarios del ejercito que se habían conjuncionado durante la Presidencia anterior con la pretensión de restaurar las fuerzas del privilegio, en vista de su fracaso electoral decidieron el golpe de estado antirradical que a su vez venían preparando. No habían transcurrido tres meses de la segunda Presidencia de la Unión Cívica Radical cuando los diarios lanzaron la propaganda concertada: "Se cierne el fantasma de la dictadura", dijeron, correlativamente a los legisladores del contubernio antirradical que sostenían la necesidad de "salvar a las instituciones democráticas argentinas y evitar la ruina del país". Los muchos años y la intensidad del trabajo habían traído con rapidez la declinación física de Yrigoyen. Con todo resulto asombroso como un hombre de 78 años — obligado a gobernar en razón de las dramáticas desviaciones políticas que en el periodo 1922-28 aquejaron al país—, pudiera afrontar el cúmulo de tareas y preocupaciones que hubiesen vencido a un joven. En medio de la hostilidad desatada de los hombres de la conjuración antirradical, todo lo vigila: desde las tarifas tranviarias de la Capital y las del puerto de Rosario, hasta las fuentes hidroeléctricas en peligro en Córdoba; desde el res-guardo de la tierra publica en Santiago del Estero, hasta la defensa del oro de la Caja de Conversión; desde la búsqueda de agua en todo el país, hasta la previsora prohibición de exportar hierro; desde el golpe maestro contra el Trust petrolero con el convenio comercial con Rusia, hasta el extraordinario plan de los cinco mil millones para promover cultura, energía y riqueza. Súmase a la confabulación interna la gran crisis mundial estallada en 1929, que tuvo intensa repercusión en nuestra America. La producción como el comercio mundial bajó su cuantía a la mitad, así como quebraron series de Bancos e industrias. Fue un colapso de la economía mercantil del siglo XIX. Las monedas nacionales se depreciaron y se presenta la desocupación y el hambre; en los países sudamericanos fue la gran caída del precio de los productos, el descenso de la cotización de bonos, las quiebras, la disminución de la renta aduanera y la imposibilidad de contratar empréstitos. Estos hechos económicos fueron traduciéndose en efectos políticos propicios a los golpes de estado, que al estallar dejaron como nunca en descubierto a las fuerzas internacionales actuantes en los países sudamericanos. 5. LA GRAN REGRESION HISTORICA El atentado En septiembre de 1930 cayo la Republica Representativa asentada en el régimen de la Constitución Nacional y de sus libertades publicas. Nunca más pudo ser reconstruida. Quedó rota la continuidad histórica y jurídica de la Reparación Nacional, y la Unión Cívica Radical, que es el órgano de esa continuidad y de toda reivindicación constitutiva esencial (espíritu e instituciones), entró en una "vía crucis" que no ha terminado. Es decir, que la dictadura de septiembre, incubada en el "contubernio", abre un ciclo regresivo que interfiere el orden reparatorio comenzado. El "setembrismo" significa, en el orden federal, la reagravación del centralismo, y en el orden republicano representativo, su defraudación. Si se revisan los elencos con que entonces y mas tarde se organizó y desplegó el "setembrismo" y sus manifestaciones político-estatales, o bien la nomina de los funcionarios castrenses a partir de 1930, se vera claramente la ligazón de la dictadura de aquella época con eventos posteriores de todo carácter. Con el "setembrismo" aparece desembozadamente la tentativa de cambiar
la estructura esencial de nuestro sistema democrático, trocándolo por un régimen corporativo o fascista, y en la esfera de los derechos humanos, al desaprensivo menosprecio de las libertades de los ciudadanos como hombres. Por eso mismo, inauguro de modo sistemático y desenfadado las torturas corporales por causas políticas. El proceso reaccionario que se precipito en 1930 condujo a nueva crisis del Radicalismo a trabes de la fusión del City en 1931 — esta vez no por segregación, sino por agregación—, por la que se reincorporaron a sus filas las fuerzas que cometieron la trasgresión del "contubernio". El "unionismo" del City, consentido por la generosidad radical y alimentado con el argumento de "sumar voluntades" para vencer la dictadura, ofrece una lección permanente. Vigoroso el Radicalismo, como lo probó el gran pronunciamiento del 5 de Abril, en parte contenido el proceso regresivo interno por el hecho de vivir todavía Yrigoyen y compensado en razón de los hombres radicalmente definidos que incluía, fue apartándose del sentido popular y abandonando a su suerte a los movimientos revolucionarios hasta que desembocó en 1935 en tal declinación, que el Radicalismo parecía, en ciertos aspectos, otra rama del "régimen", llegando a la realización de los actos necesarios para legitimar la sanción por el Congreso Nacional de un conjunto de leyes que los radicales han llamado "el estatuto de coloniaje". El enfeudamiento de la economía corrió parejo y correlacionado con el proceso de supresión, de las libertades, particularmente mediante el fraude electoral descarado, que lo iba envileciendo todo. Estos factores preparaban el terreno propicio para un régimen de fuerza de tipo fascista. Este periodo de triste decadencia para el país caracterizo a las direcciones radicales por su permanente cortejo al privilegio, so pretexto de desarmar la resistencia al comicios efectivo; el relajamiento de los grandes problemas sociales y económicos de la Republica; la inactividad e inclusive la colaboración respecto de las fuerzas e intereses que ejercían el control económico por si o desde los centros imperialistas. En el orden legislativo, la diputación presto su asentimiento al régimen gobernante con el silencio o la omisión de la defensa de los bienes institucionales y materiales del pueblo, mientras dicho régimen organizaba progresivamente la supeditación de la riqueza, la producción y otros aspectos del desarrollo nacional, en favor de minorías internas e intereses extranjeros. Iniciativas radicales como las centrales hidroeléctricas y los gasoductos, durmieron en las comisiones porque lesionaban al "holding" de la Chade y a los consorcios internacionales proveedores de petróleo y carbón de piedra. Ese fue el resultado del triunfo en las filas del Radicalismo mediante el método "unionista", de la regresión incubada entre 1922 y 1928, y el resultado del asentimiento de fondo que las direcciones radicales dieron al régimen del "setembrismo" en 1935, en lugar de fortificar la definición radical y movilizar la resistencia del pueblo, operación que se llam6 "la conciliación de la familia argentina". Siempre estas uniones y pacificaciones "para suprimir la lucha", según la vieja fórmula regiminosa, o para evitar el espectáculo de "la pelea interna de los radicales", según proclama cada vez la llamada "opinión independiente", o para alcanzar el poder, sin definir para que se lo quiere, encubren o favorecen los intereses anti- populares e imperialistas, y realizan, al amparo de la transacción o del engaño, los mayores desafueros contra la Nación, su decoro y las esperanzas de cumplir con un alto destino popular. El drama en el pueblo abandonado Mientras tanto, ¿cual era el drama que transcurría en las meditaciones del hombre de trabajo y cual el concepto que comenzó a difundirse entre millares de hombres y mujeres cuando llegaron a sentir su absoluta indefensión por el Radicalismo, constituido
para ser su gran abogado? Lebenshon ha descripto magistralmente este estado de animo, que marca un sesgo dramático de las decisiones populares en la política argentina. ;Que pensaba del Radicalismo el obrero del azúcar que era radical y vivía en condiciones subhumanas y sentía que la vieja Unión Cívica Radical no respaldaba sus derechos mínimos a la vida, con su familia flagelada por la morbilidad tuberculosa e infantil; que pensaba el juntador del maíz, que trabajaba cuatro meses por año y vivía en los suburbios de nuestros pueblos y ciudades, mal remunerado, mal vestido y mal alimentado, que era radical hasta los tuétanos, soportaba los vejámenes del matonaje para sostener su representación en los comicios del fraude y veía después a sus diputados claudicantes, sin sancionar las leyes reclamadas por su dolor; que pensaba el peón de estancia, en cuantos sitios vivía estibado, sin derecho a las alegrías del hogar, sin jornada, sin sueldo mínimo ni descansos, que en cualquier momento podía ser arrojado a la calle sin otros centavos que los magros del mes, que era radical desde sus abuelos, y comenzó a sentir que sus diputados no le diferenciaban en la legislación de las haciendas que estaban a su cuidado? Todo mientras el asunto de la Chade corroía nuestras instituciones y a la vez al "régimen" y al Radicalismo, mostraba al pueblo rápidos enriquecimientos, y simultáneamente la impunidad de los culpables de la carcoma. Así comenzó a prosperar el escepticismo popular y se inicio la dilapidación de la gran herencia radical. Así se preparó el campo para el avance de las tendencias totalitarias, que mostraban al fraude y la claudicación de las representaciones populares como características inherentes e irremediables del sistema democrático. De modo que, pasados los años, el cuadro del país era la entrega al capital monopolista de su producción esencial —petróleo, carnes y cereales—, así como de los transportes y finanzas y, simultáneamente, la entrega de la economía interna en un proceso de monopolización, de dominio del mercado interior por los frigoríficos y de la producción del campo por las grandes casas cerealistas, las que a su vez iniciaron el comercio de artículos de primera necesidad. Es decir, fraude y enajenación económica; o sea, como expresión política total: oligarquía e imperialismo. La desvirtuación del sentido democrático del Radicalismo, la restricción de sus objetivos al campo político-formal, frente al privilegio económico social y de espaldas al alma histórica de la época, enajenaron su característico impulso popular y cancelaron su función nacional, mientras en su propio seno funcionaba una "maquina política", se obstruya el surgimiento de las nuevas generaciones y se silenciaban vergüenzas que tanto desprestigiaban, a la Unión Cívica Radical. Mientras tanto, comenzada ya la década del 40, la República vivía un estado de pre revolución. Hubiera sido el momento de los rumbos creadores y fecundos, si las esperanzas populares hubieran encontrado eco y cauce en vez de engaño y desesperanza en la vida partidaria. Pero las directivas ahondaron la separación entre el pueblo y la Unión Cívica Radical, y el régimen dictatorial utilizo esta increíble deformación cívica y dilapidación de riqueza política e histórica, para usar una fraseología revolucionaria y agitar como señuelo las consignas tradicionales del Radicalismo: la lucha simultánea contra la oligarquía y el imperialismo. ¿Como contestaron las direcciones del Radicalismo a la estrategia del régimen dictatorial? Urdiendo la "unión democrática" de 1945, negación flagrante de la razón de ser de la Unión Cívica Radical, y reduciendo cuanto había sido el gran Radicalismo — con decisivo abandono de su función protagónica: reconciliación, con la oligarquía y abjuración de su programa revolucionario— a una dirección opositora sin propio carácter, decepcionando al pueblo argentino y llevándolo a pronunciarse en la forma
que lo hizo, ante la falacia de su programa, silenciado por el compromiso y el descreimiento. Desde ese momento coexisten dos revoluciones, tal como la representación radical planteo cuando la reforma constitucional de 1949: la verdadera y la aparente, que parecen coincidir a veces en su lenguaje y en su programa: la querida por el pueblo y la enunciada por el régimen, y esa es la medula del problema argentino actual. La confusión se mantuvo pendiente durante el régimen porque defensivamente trabó la libre información esclarecedora por el control de los grandes medios de comunicación espiritual entre los argentinos. Temía que el pueblo, por la libre información y la libre discusión, discierna hasta que punto ha sido defraudada hasta llegar a la negación de cuanto latentemente estaba constituido en una esperanza nacional: la renovación de la existencia argentina mediante la afirmación del sentido moral de la vida publica y la transformación económica y social capaz de afianzar con la justicia las libertades esenciales. 6. REENCUENTRO DE LA REPARACION NACIONAL El Movimiento de Intransigencia y Renovación Pero, a pesar de estos grandes y reiterados infortunios, había venido manifestándose cien veces vencida y cien rediviva, la tendencia de la autenticidad radical: la que seguía creyendo que la política del Radicalismo no podía marchar por otros senderos que los de la vieja Reparación Nacional. La de los hombres o grupos que aspiraban a proseguir la gran construcción que Yrigoyen dirigió desde el gobierno o fuera de el contra el "régimen" visible o embozado; para lo cual debieron defenderse permanentemente de aquellos radicales de la rama bastarda, que al "régimen" se ligaron por medio del "contubernio" combatiendo al Radicalismo tradicional. Para tal emprendimiento, no era necesario sacar al Radicalismo de su sencillo planteamiento fundamental de Causa y Régimen, sino esclarecer y actualizar el sentido de tal dialéctica a la luz de las experiencias de varias décadas y del desarrollo de las ideas radicales. Así fue fundado el Movimiento de Intransigencia y Renovación, para reivindicar la Unión Cívica Radical como la gran fuerza nacional del civismo argentino y retomar su larga lucha hacia la instauración de una democracia política, económica y social. Según su gran tradición, la soberanía popular seria el fundamento de las instituciones; la libertad y derechos de la persona, la exigencia de toda organización social y moral y, como consecuencia, la afirmación de la personalidad de la Republica ante el mundo con propio carácter. Produjo dos declaraciones iniciales: la de Avellaneda, en abril de 1945 y la de Rosario, en noviembre del mismo año, en las que se decantaron los estados de ánimo que vinieron formándose en el último lustro. Estas declaraciones integraron un gran programa de afirmación política, económica, social e internacional, sobre la base de la intangibilidad de las libertades, es decir, con la preocupación esencial del hombre como entidad cuyo desarrollo exige la libertad: porque la Unión Cívica Radical no reconoce a ninguna política social, económica, cultural o internacional, sino sobre esa base. Cuando los poderes del pueblo están en manos de oligarcas o dictadores, estos llevan fatalmente a la formación de una burocracia liberticida —sea en el orden nacional o internacional—, enunciando tareas que no se cumplen ni podrán cumplirse por ser ajenas y contrarias al sentido creador de la libertad. Sobre las bases del Movimiento se reconstruiría la Unión Cívica Radical, no para evitar o eludir la implantación de medidas de justicia social, sino precisamente para asegurar su imperio, pues el Radicalismo es el órgano de liberación política, económica y cultural del pueblo argentino, propulsado definitivamente en tal integral carácter por
el Presidente Yrigoyen desde 1916. No movieron a los declarantes propósitos electoralistas, sino la voluntad de contribuir a la construcción de una gran democracia social y económica, avalada por la limpia conducta de los hombres que así lo expresaron, entre los que había viejos luchadores y representantes de las nuevas generaciones. En agosto de 1947 se reunió el primer Congreso Nacional del Movimiento de Intransigencia y Renovación, con delegaciones autenticas de todo el país, y, al condensar la doctrina radical, sancionó la "Profesión de Fe" y dio las grandes "Bases" para la acción radical. Las "Bases" actualizan e integran el gran programa nacional del gobierno con que Yrigoyen inaugura la nueva edad argentina. El Congreso declare que el régimen imperante abría al país horizontes de angustia, y que su advenimiento había sido posible solo por la crisis del Radicalismo, que trajo la crisis de nuestra democracia. Las direcciones accidentales de la Unión Cívica Radical no habían reflejado en quince años el pensamiento del Radicalismo, y solo pudieron mantenerse bloqueando la voluntad de los afiliados, excluyéndolos de las resoluciones fundamentales, y mediante la invocación de sentimientos de solidaridad, agitados como escudo para proteger una política de hechos consumados en los trances de reacción provocados por sus defecciones. "Sistema desleal al país", sofoco las persistentes demandas de rectificación, desarmo al espíritu del hombre del común y, precipitando la situación política, fue la mayor y decisiva contribuci6n a los discrecionalismos que la Republica sufrió desde 1930. El Congreso agrego estas palabras: "La Unión Cívica Radical enfrenta la ultima etapa de su crisis, en esta hora de su reconstrucción, que queremos profunda. Plantea un dilema decisivo en la suerte del país. O un partido que podrá llevar su nombre, pero en negación del espíritu radical, que es el que ansían los intereses conservadores, o sea la permanencia del drama argentino; o un Radicalismo fiel a su origen y a su entraña popular, cual lo sienten los argentinos con vocación de justicia. A ellos compete la dura tarea. Deberán rehacerlo desde sus bases, en la afiliación. El pueblo que se incorpore a los registros radicales, en quien creemos y con- fiamos, prestara este servicio eminente a la causa radical. Sabrá impedir las tentativas del resurgimiento del sistema que frustro las perspectivas de nuestra democracia, y al reinstalar la orientación popular en la fuerza histórica de Alem e Yrigoyen, dotara al país del gran instrumento cívico de su construcción nacional y de la liberación política, económica y cultural de los trabajadores y productores. Solo un Radicalismo de este sentido, renovado y reestructurado con nuevas ideas y nuevos procedimientos, que recoja el aliento de la época y la voluntad de elevar el contenido moral de nuestra vida publica, podrá realizar el país del mañana, forjar el progreso nacional y el bienestar social y edificar un régimen de verdadera libertad y de verdadera justicia, que contemple como valores esenciales a la dignidad y al pleno desarrollo de la vida y la felicidad de cada ser humano". Las elecciones de comienzos de 1946 habían llevado a la Cámara de Diputados de la Nación, a 44 diputados de la Unión Cívica Radical, cuya labor incluye el más importante planteamiento de ideas políticas fundamentales que haya realizado el Radicalismo parlamentariamente. Las Bases de acción política tuvieron un esclarecedor desarrollo legislativo, que comprendió los más grandes problemas: el agrario, el de la reforma social, el de la democracia económica, el de la democratización industrial, el de la reforma financiera, el de la nacionalización de los servicios públicos, los de la cultura nacional y educación pública, los de la política internacional. Mientras tanto, se reunían con una frecuencia sin antecedentes las grandes Convenciones nacionales orientadoras; se constituyo la organización de la Juventud, y
se realizaron por primera vez, en el orden nacional o regional, los Congresos especiales para considerar determinados puntos del programa. Las dos tareas Desde los años 1930 y 1931, pero muy particularmente desde la fundación del Movimiento de Intransigencia y Renovación en 1945 y la realización de su Primer Congreso Nacional en 1947, el Radicalismo tuvo el problema inescindible de atender dos tareas simultaneas: una, la de luchar contra la conculcación de las libertades por el régimen; la otra, la fundamental y permanente, con que aquel se nutre y toma aliento popular: la de luchar por la reconstrucción nacional de la Unión Cívica Radical para la realización de la democracia integral de nuestro pueblo. La de trabajar sin descanso "para quebrar la hegemonía, en ciertos distritos, de los últimos núcleos del conservadorismo interno". Como dice el manifiesto de la Intransigencia de la Capital de la Republica de 1949. Desde aquel año 1945, fecha de la "unión democrática", pero también del Movimiento de Intransigencia y Renovación, el unionismo pretendió circunscribir al Radicalismo a la parte negativa de su lucha contra el "régimen". Pero la lucha contra el régimen debía ir más allá de querer una eventual derrota, porque consiste en librar al pueblo argentino de las influencias de los grupos reaccionarios e imperialistas que, desde antes de la caída de Yrigoyen, trabaron la marcha del país, a cuyo dominio no escapo la organización radical. La unión interna carece de sentido, o posee un sentido contrario a la concepción integral del Radicalismo, si implica postergar las definiciones mis claras y precisas alcanzadas por la conciencia radical, frente a los más graves problemas que afectan la vida de la Republica. La unidad no es un bien en si, ni es un hecho puramente formal y externo, basado en la inconsistencia de un agrupamiento indiferenciado y engañoso de intereses dispares, sino la forma anhelada de un proceso vivo, realizador de una transformación de raíz. La unidad deseada no es un deposito nivelador donde puedan llegar a volcarse los intereses reaccionarios nacionales y exteriores; una posición exclusivamente negativa, limitada a la critica de lo eventual, que no ayude al país a salir de sus grandes dificultades, sino una organización democrática y eficaz de grandes orientaciones transformadoras y reconstructivas, reserva y garantía contra nuevos desengaños y funestas desviaciones. "No es el caso de mejorar los efectos de las causas — dijo Yrigoyen—, sino de extirpar las causas para que no se produzcan los efectos". Un régimen lesivo de la causa nacional, que debemos transformar por la conciencia política y por la acción política para remover sus motivos determinantes o su reiteración posible, mediante un programa hondamente profesado que contemple todos los aspectos de la vida nacional. Bien decía Lebensohn que considerar al Radicalismo solo como un movimiento negativo del régimen —posición ansiada por el movimiento conservador—, declinando definiciones de futuro, conduciría a la derrota; pues sin los grandes móviles de una justiciera construcción, no habría en la resistencia la voluntad de sacrificio indispensable para superar los recursos de fuerza. En el supuesto caso de llegar al poder, sin conciencia colectiva bastante sobre asuntos vitales, en vez de firmeza en el rumbo se tendría entonces el debate turbulento y anarquizante, nada menos que sobre el conjunto de cuestiones que configuran la crisis de nuestro tiempo. En el caos, se daría el predominio final de los intereses del privilegio que ejercen el poder económico y retienen posiciones, y otra vez sobrevendría la decepción popular. La desesperanza general y la subsecuente aventura, configurarían una nueva frustración radical y argentina.
Esta permanente tarea reaccionaria y anarquizante del "unionismo", que tenia sus viejas fechas: 1917-19 (posición International), 1922-28 ("contubernio"), 1927 (petróleo), 1928-30 (confabulación con la oligarquía para derribar a Yrigoyen), 1935 (estatuto de coloniaje), 1947 (derogación en el programa de la cláusula de la soberanía), 1950 (tratado de Río de Janeiro); se encrespa en 1951, pues se hace notorio que el gran programa del 48 se esta constituyendo en una seria decisión en la conciencia del Radicalismo. Es así que, en 1951, se retira de la Convención Nacional porque el organismo supremo, reafirma el programa. Veía que el Radicalismo lejos de tenerlo como prospecto engañoso, estaba dispuesto a cumplir -cumpliendo el programa— su compromiso popular. Plantearon en esa oportunidad, y al mismo tiempo, la "abstención" electoral, nueva cara del mismo asunto, y esta actitud que mecánicamente va a parar al paliamiento del programa, tuvo el aporte coincidente, en 1952 y 1953, de la política dirigida en lo interno por el sector mayoritario de Córdoba, militante en el Movimiento. Pero en estas fechas de 1952 y 1953, la batalla se da en la Convención, la cual, bajo la presidencia del doctor Lebensohn, se coloca en posición crítica frente a esta "abstención" de nuevo cuno y sanciona lo que se llamo "la línea combatiente". La idea de la abstención conmovía la fibra radical por su hondo recuerdo histórico aunque en circunstancias muy diversas, pero fue denunciada como un "quietismo", que se proponía anular las profundas diferencias internas, y que, tras la buena fe de muchos, llevaba a las "soluciones patrióticas" y nuevos "contubernios", con abolición del programa. El Arca Santa La reciedumbre y el fervor de la lucha libertadora radical, siempre han sido logrados por el Radicalismo cuando, volviéndose hacia su historia y ateniéndose a su credo, acentúa los aspectos constructivos de su predica. Surgen nuevas generaciones; participa la mujer en la vida cívica; se amplia a todo el territorio nacional la actividad política. No debe quedar un argentino que no sepa que es y que quiere el Radicalismo; tarea, en su medida, insistentemente demorada. Nada ha podido apagar la fe radical —sentimiento limpio y genuino— reencendido cada vez en el pueblo, ¿Cómo no había de encontrar sino cauce la vieja esperanza argentina? La sistemática negación del Radicalismo por sus direcciones de otrora, hizo que el Movimiento de Intransigencia y Renovación encontrara, a su advenimiento, buena parte de las promociones juveniles, o alejadas de la Unión Cívica Radical, o desviadas hacia agrupaciones de tipo exótico, las que, engañosamente, y ajenas a lo que ha sido la moralidad de nuestro pueblo, apreciar como satisfaciendo sus ansias. La retoma por nuevas direcciones del Radicalismo, del principismo radical, de los afanes de justicia que le son propios, de ideas creadoras en vista de grandes problemas nacionales, volvió a llenar con jóvenes las filas. Mandato de la tradición de Alem; garantía de vitalidad y de renuevo; signo de eficacia social. Los jóvenes argentinos que, actuando en la vida pública llegaron a considerarse adscriptos a unos u otros de los extremos dictatoriales importados, en general no son esencialmente tal cosa: son radicales que no han encontrado al Radicalismo; como tantos hombres, como tantas mujeres. Pero, claro es, que ni ellos ni nadie hallaran al Radicalismo si el Radicalismo no esta. Si no esta ante ellos como fuente emocional, sin lo cual no se concibe, y en la plenitud de su ley moral y social. Si quienes debiendo encargarse de renovarlo, construirlo y mostrarlo remozado, definido y entero; de revelarlo en la excepcional riqueza de su contenido ideal retacearan su significado o declarasen postergado su programa o rebajasen su ley, desconfiando de su grandeza o de la justicia de su causa, o paradojalmente señalasen en su seno como perturbadoras las grandes ideas radicales. Si olvidasen que el Radicalismo no sólo es una fuerza
revolucionaria en el sentido político-moral que contribuye a la reforma interior del hombre por la conducta, sino también, y particularmente a partir de su primer gobierno nacional, una fuerza que lleva un mandato revolucionario de orden, económico, social y cultural. Lucha por la libertad —emprendimiento, por lo tanto, esencialmente argentino—, es, por eso mismo, lucha por las realizaciones sociales necesarias para garantirla; por poner en pie al hombre argentino; por defender su propio carácter, su condición autentica, resguardándolo de la desvirtuación de sus nobles sentimientos y altos ideales; por organizar la vida na el mas humilde, y no sufra así desmedro el gran destino moral posible de nuestra Nación en el mundo. Porque no hay programa mis importante a que pueda dedicarse el esfuerzo de la Unión Cívica Radical histórica, popular, emancipadora, social, que el de luchar otra vez por la recuperación, plena del sentido ideal de nuestro pueblo, por el integro restablecimiento de su patrimonio de característicos bienes morales, por la custodia del "arca santa" que decía Alem, es decir, por la restauración y fortalecimiento del alma argentina, que sigue siendo radicalmente nuestra base más firme de ser una gran Nación.