Manuel Martin-Bueno Discurso con motivo de su nombramiento como hijo adoptivo de Calatayud Calatayud, 25 de febrero de 2011
25 de febrero de 2011 HIJO ADOPTIVO DE CALATAYUD Manuel Martín-Bueno
Sr. Alcalde de la siempre Augusta y Fidelísima ciudad de Calatayud, Sra. Consejera de Educación Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón, Sr. Rector de la Universidad de Zaragoza, Dignísimas autoridades, Cronista de la Ciudad y amigo, que me ha liberado de las citas a los clásicos, queridos compañeros, amigos y discípulos de la Universidad que trabajáis conmigo o habéis querido sumaros a este acto; conciudadanos de Calatayud y sus barrios pedáneos, amigas y amigos y finalmente la Familia, tanto los ausentes como los presentes, comenzando por Marisa mi esposa y compañera desde hace algunos, bastantes años y mis hijos, nacidos, el primogénito Víctor un mes antes de la muerte del Dictador y Elena, hija de la Constitución de 1978. Entre los ausentes, mi padre, guía inseparable que se echa en falta mas, cuanto mas tiempo transcurre desde su desaparición. Turiasonense de pro, educado a los pies del Moncayo y por lo tanto fuerte, sencillo, sincero, ejemplo de tantas cosas hasta que una terrible enfermedad, que hoy todavía sigue siéndolo, decidió que no iba a presenciar estos y otros muchos actos de alegría en nuestras vidas. Dos abuelas, una nonagenaria, atada a una silla de ruedas pero con una cabeza intacta en su funcionamiento y en sus recuerdos, pero rebelde hasta la médula y con un genio tan agudo como su disciplina de vieja funcionaria de las de otrora en que la función pública era sagrada para sus integrantes. La otra, mi madrina, monegrina como su hermana, octogenaria por su DNI pero de edad imprecisa y cambiante cada día que pasa a causa de otra enfermedad, que cual carcoma inexorable va minando los recuerdos presentes y reactivando como fogonazos de intensidad, a veces sorprendente, un pasado lejano que los mas próximos solo conocíamos de oídas. Mi familia presente, además de los mencionados esposa e hijos; la denominada impropiamente política, porque por afecto no lo es, es mucho mas, y porque mencionar ya la palabra política a estas alturas del calendario puede interpretarse como un acto de precampaña electoral Esta rama familiar viene de tierras del Noroeste, del Finisterrae de los romanos, de la Galicia verde y húmeda, de la brumosa alegría, a la sombra del Patrón Santiago, tierra de buen comer y beber, donde además de la incertidumbre del chascarrillo tradicional de si van o vienen, todos Vds. pueden comprobar que están aquí, en bloque
compacto para arropar al familiar que hoy adquiere patria de adopción. Que gusto da ver estas cosas. Pero hay mas, esos amigos y amigas que son como una familia en extenso y otros que si Dios quiere lo serán en un futuro, porque la especie humana tiene en sí vocación de perpetuidad y a uno le gustaría que al apellido continuase y mi maqueta de tren eléctrico y mis colecciones de cosas absurdas y las que no lo son tanto, puedan ser destrozadas o admiradas por unos descendientes en segunda generación, que hoy tan sólo son una ilusión. Me acompaña también el Rector de mi Universidad, mi segunda casa, por amor, vocación y sentido de servicio, porque sin mis alumnos, becarios y compañeros habría tenido una vida carente de muchas cosas y porque creo en ella, por supuesto que si, como motor de nuestra tierra, semillero de ideas e inquietudes como definiría mucho mejor que yo cualquier miembro de la política universitaria, sino además porque éste catedrático de la promoción del 1968 que les habla, cuya primera beca importante fue en la Francia de aquel año famoso por muchas cosas, pero ante todo por contribuir a abrir las mentes al futuro y a soñar con lo imposible para hacerlo posible, como se leía en los muros de la Sorbona parisina en aquellos momentos, con una lógica aplastante, sigue pensando en utopías. Discípulos, doctores y doctorandos venidos de cerca y de lejos: José Luis, Jesús, Romana, Carlos, Ieva, Paula, Alejandro, Pilar, Alberto, Ana, Lara, Chemi, Claudia, algunos de Sicilia, como Luca y Corrado, que me hacen recordar que fui nombrado hace algunos años “Ciudadano Honorario de la minúscula Isla de Ustica” Prettura de Palermo, lo que me exime de pagar impuestos allí en caso de residir y la posibilidad de llevarme mi propio vehículo, cosa terminantemente prohibida a los no ciudadanos porque sencillamente, no caben. El romano Horacio escribió: QUE NO TE OLVIDEN PERO QUE NO TE TENGAN DEMASIADO PRESENTE, muchas veces le doy vueltas a esta singular aseveración que cada día me parece mas real. Pero para no aburrir a los presentes convendrá tal vez recordar algunos jalones de una vida que ha transcurrido en buena parte en Calatayud, para que la ciudadanía se entere y juzgue si sus representantes en el consistorio bilbilitano, en sus distintos partidos políticos y agrupaciones, hicieron bien sacando una propuesta de la Comisión de Cultura adelante, la de nombrarme Hijo Adoptivo, que es un honor vitalicio y que hasta ahora ostentan muy pocas y respetables personalidades. Lo agradezco sinceramente a los que opinaron en uno u otro sentido o prefirieron postura equidistante.
La historia lejana de mis contactos con Calatayud viene de muy atrás, cuando acompañando a mi padre en tareas comerciales todavía me recordaba que en esa ciudad, con aires de pueblo grande o en ese pueblo grande con aires de ciudad, pero que tenía un famoso café, el Pavón, con vocalista y todo, en sesiones de vermouth y tarde y cuartel, entonces un regimiento de artillería antiaérea el 72 si la memoria no me falla; que siguiendo la tradición castrense se ha convertido en la magnífica Academia de Logística de la Defensa Española, hace no tanto galardonada en este mismo lugar con todo merecimiento. Decía que me recordaba mi padre los establecimientos en los que teníamos clientes, Casa Múgica, Ciclos Cabrera, Ricote y Erruz, la fantástica tienda de Bendicho, etc. Pasaron los años y una tarde caliginosa del mes de junio de 1965 me topé de buenas a primeras con Bilbilis. Vine en un seiscientos del Prof. Antonio Beltrán que nos trajo a dos compañeros de estudios, los colegas Guillermo Fatás Cabeza y Concepción Blasco Bosqued, ambos entonces cohabitantes conmigo de un seminario universitario con una maqueta de corcho del teatro de Mérida y unos cuantos, pocos libros de Arqueología y ciencias afines, pero éramos lo que se consideraba “alumnos aventajados”. Hoy los dos compañeros son también catedráticos el uno en Zaragoza y la otra en Madrid. Caímos por Calatayud porque el Prof. Beltrán venía examinar de Reválida de 4º al viejo Instituto Miguel Primo de Rivera y mientras el cumplía con sus obligaciones académicas nos dijo, hala chicos por allí se va a Bilbilis, pasáis el cementerio y a la izquierda. Eso dicho así, sin mas ni mas, era sencillo aún entonces que la carretera de Embid estaba sin asfaltar, pero conforme nos alejábamos de la ciudad con un sol de justicia y sin mas que una triste cantimplora de un litro para los tres, que por algo yo era boy scout, nos fuimos dando cuenta que “vaya con los romanos” no nos extrañaba (eso doscientos metros mas adelante) que Marcial hubiera emigrado a Roma. Lo raro es que volviese, pero política manda. Por fin llegamos al “Cerro” como se le llama familiarmente al conjunto de Bámbola, Santa Bárbara y San Paterno. Allí nos encontramos, no había modo de evitarlo como comprobé en los años siguientes, con un hombre menudo, con boina calada como reacción al viento y la intemperie, con una gayata y una curiosa postura en la que en un juego de equilibrio inverosímil, descargaba su peso en una pierna y en la gayata, mientras dejaba la otra pierna colgando. A su alrededor un nutrido rebaño de ovejas de varios colores, alguna cabra, entonces una borrica y un par de
perros, educados por demás, que nos olisqueaban con curiosidad y nos enseñaban los dientes (ahora sus sucesores son mas amigables pero siguen cediéndote amigablemente alguna pulga). El pastor era Jerónimo, el “Mimín” de toda la vida, acompañado de sus animales, los de toda la vida y con su rebaño e historia a cuestas. Hoy a sus ovejas yo las llamo amigablemente “sus chicas” y el me responde con igual galanura que hace tiempo, aunque cuarenta años después los médicos y el calendario administrativo se empeñan en que ya no debe subir al Cerro, al menos cuando hace calor, ¡Caramba y del frío invernal, que¡. El Mimín nos miró y masculló algo entre dientes, algo sobre que: “Pal monte idea” y ande vais zagales, etc. Hoy el Mimín es un entrañable amigo y un pozo de sabiduría histórica sobre Calatayud, de historias de otros tiempos que no se consiguen arrancar ni con tenazas de dentista, pero es el eterno Guardián del Cerro y Bilbilis es mas Bilbilis con su presencia. Volvimos jadeantes y sudorosos y nuestro profesor Beltrán sonriente nos espetó: Que ¿Estaba cerca no?¿No estaréis cansados? Y volvimos a Zaragoza, yo con una bolsita de cerámicas que luego fueron a parar al Museo de Calatayud, pero con la idea en el magín de que esa excursión a Bilbilis iba a ser algo mas que una caminata y el encuentro “con un pastor que escuchaba a las ovejas” y tal vez también en la lejanía del tiempo algún exabrupto de Marcial dirigido a sus conciudadanos, que los bilbilitanos son muy suyos desde entonces. Terminé la licenciatura sobre Bilbilis, comencé las excavaciones precedidas por prospecciones entre aquella visita y 1971. Las excavaciones gracias al apoyo de dos personas que marcaron desde sus puestos de responsabilidad nacional o local aquellos inicios y la trayectoria que siguió. En Madrid el Comisario General de Excavaciones Arqueológicas D. Martín Almagro Basch, turolense de Albarracín, al que me presenté sin mas credenciales que mi condición de aragonés y mi tesina sobre Bilbilis bajo el brazo. No fue mala idea, pero era un tipo imponente que aterrorizaba a la gente con su coraza exterior y con un corazón que no le cabía en el pecho (además ya tenía a sus hijos colocados). Me dio permiso de excavaciones y algo de dinero y me encaminó a Calatayud: “Procure sacarle algo al alcalde, aunque no suelen disponer de grandes recursos, algo le dará”. El alcalde entonces era D. Salvador Ibarra personaje curioso y amable (luego la historia nos volvió a relacionar en numerosos viajes a Madrid de los años ochenta), que a la vista de aquel joven, que sin embargo venía avalado por Madrid (eran otros tiempos) se interesó por la propuesta, cosa rara en el
contexto cultural general y nos facilitó algunas perras, pocas, y un carretillo y dos juegos de pico, pala, etc., de la brigada municipal, con las consabidas chanzas del encargado junto a la Puerta de Soria. Martín Almagro iniciaría poco después el expediente de compra de Bilbilis, que ya era Monumento Nacional desde tiempo ha, pero esa es otra historia. Huérmeda y la contratación de personal. Eso era harina de otro costal, buscar trabajadores con nuestra pinta de señoritos estudiantes de ciudad con pinta de progres, pese a nuestros esfuerzos por demostrar que no era incompatible con sensatez y seriedad. La primera “brigada” compuesta por Pepe, Jesús y Mariano a la que se unió enseguida Cipriano, fue memorable. Cuatro trabajadores mas media docena de arqueólogos, todos ellos hoy profesores de universidad, Teresa, Carlos, José Antonio, Pilar, Ana, Jesús (Chuchín), mas un macho, el Calín de Pepe y dos borricos/as, a veces tres, de los otros trabajadores. El material iba en los serones, como tecnología punta (el pico) y el resto material especializado (paletines, paletas, espátulas, picoletas, punzones, brochas), mas un reluciente nivel suizo de procedencia, al que denominábamos pomposamente teodolito, que todavía se conserva en mi despacho. Con ello íbamos a comernos el mundo, pero Bilbilis era mucho Bilbilis, el Cerro imponía y todos nos miraban para ver por donde empezaba “el maestro” y los zagales. Unos sondeos en el templo, siguiendo la metodología alemana imperante, demostraron que Galiay en los años cuarenta no andaba muy desencaminado en sus descripciones. Estos fueron proseguidos por una memorable cata en Bámbola en la que nuestro prestigio quedó definitivamente consolidado ante los ojos de algún descreído pero entrañable como Cipriano Colás. ¿Por donde empezamos?. El monte era todo igual, pero con una seguridad rayana en la osadía, hice medir un cuadrado de cuatro por cuatro metros en la ladera, con tal fortuna que en los cuatro lados que marcaba nuestro cordel aparecieron muros de piedra, tapial o adobe. Eso hizo callar inmediatamente la desconfianza de los trabajadores y a partir de ese momento: “el maestro ya sabe lo que hace, ya”. Imaginan Vds. el resultado contrario. Lo de: Pal monte idea empezaba a ser un clásico. Las primeras campañas de Bilbilis fueron memorables y de ello tienen buenos recuerdos tanto los integrantes de los equipos de excavación, estudiantes, arqueólogos como los trabajadores: El sol, el calor, el vino en bota o en calabaza y el botijo con agua de la Fuente de Huérmeda, la de entonces y su olmo centenario con su abrevadero, “el pilón”, al que
iban a parar indefectiblemente todos los novatos de ambos sexos que caían por allí. Subir a los 711 m. de Bámbola con los carretillos, picos y palas, además de las patas del nivel, etc. era una proeza que diariamente la alegre muchachada emprendía con denuedo, entonces se protestaba menos que ahora o éramos mas montaraces. El grupo de trabajadores se iba ampliando: Aniceto, Juanete, Isidro, el Tío Florencio, Elias “El Jeta”, Isabelino, Casiano, Miguel padre y muchos otros, además de los jóvenes que se iban sumando, Raúl, Miguelín, etc. y con él la experiencia positiva y los lazos con Huérmeda y los huermedinos se estrechaban. En invierno , años después, el calor se tornaba en niebla, ventisca, nieve y empezábamos a comprender el Aragón de Labordeta, antes de haber compuesto la canción nuestro viejo y fallecido amigo. Nos alojamos el primer año en el Fornos un par de días para de inmediato pasar a la Pensión Gimeno, mas acorde con el presupuesto, cuya entrañable familia nos acogió como de casa, pese a embozar los lavabos con la limpieza de cerámicas y utensilios, y cuando el actual propietario de la librería, Jesús, era el chaval que correteaba y en las vacaciones nos servía los postres ayudando a sus padres. Así se levantan los negocios familiares. Pasamos a alojarnos en Huérmeda gracias a los buenos oficios del nuevo alcalde D. José Galindo que vivió y sufrió con amabilidad y comprensión, además de las penurias generales de una ciudad siempre de magro presupuesto y muchos gastos, los requerimientos de ayuda de los arqueólogos que poco a poco íbamos ganando terreno, pero no fondos municipales que estos han sido muy recientes en el tiempo. En Huérmeda no había agua corriente y hasta que nos cedieron las escuelas, actual Centro de Investigación Marco Valerio Marcial inaugurado hace pocos años por el alcalde D. Fernando Martín, nos alojamos entre la casa de Julia y Pepe (mas que familia). “Manda rosas a Sandra” era la canción del verano y en el tiempo reglamentario nació en aquella casa la que considero mi sobrina Sandra Marin, esposa de Jorge Miret. Esther la hermana mayor siempre nos observaba con curiosidad y escepticismo, mujer de pocas palabras y cuando hubo tiempos de bonanza llegó a estar contratada unos meses por la excavación para un trabajo meticuloso en el que terminó creyendo sin mas prosopopeya. Sufrimos la epidemia del Cólera, año penoso en el que a los procedentes de Calatayud que salíamos al extranjero, yo entre ellos, se nos miraba con desconfianza. La verdad es que las aguas del Jalón eran chocolate puro pero las fotografías de la prensa extranjera cargó las tintas y yo comprobé en Italia algunos diarios con fotografías de gente tirada por la
calle atribuidas a Calatayud que resultaron ser los Sanfermines de Pamplona. El engaño no duró pero el Régimen tenía poca fuerza para desmentirlo. 1977 fue un año curioso, Jesús, Maite, Amable, Francho, pilar Maluenda, Nicolás, Julio, etc. se incorporaron y al segundo día unos granos sospechosos nos hicieron descender en tropel a preguntarle al Alcalde, amigo y médico, que era aquello. Simplemente un brote de Varicela cuyo portador el hoy catedrático Salmantino Jesús Liz traía por contagio de su hermana pequeña, angelico. Así descubrimos el hospital municipal, hoy juzgados, con sus instalaciones dignas de un museo de la historia de la medicina, de una limpieza exquisita, con sus estufas de butano catalíticas forradas con pañitos inmaculados, almidonados y orlados como casi todo por cenefas de ganchillo primorosamente tejidas por las monjitas del lugar. Entrañable, pero no nos evitó las banderillas de la gammaglobulina correspondiente. ¡Memorable¡. Memorable además porque unos días antes el 15 de Junio se habían celebrado las primeras elecciones democráticas desde la guerra civil y Unión de Centro Democrático venció ampliamente para alegría de todos por el hecho electoral y algo de tristeza para los que los discursos del Prof. Tierno Galván nos convencían mas. El alojamiento en las casas de los maestros de Huérmeda, hoy pabellón municipal se hizo en precario. Literas del ex Frente de Juventudes con sus mantas y una cama individual, un frigorífico de 125 Vts., junto con mesas sillas y menaje procedentes de la casa de mi abuela paterna fallecida poco antes fue el equipamiento inicial. Luego el consabido duralex y mejoras notables, entre ellas una cocinera y ayudante de Huérmeda. Campo de trabajo, la autonomía que mejoró en muy poco las aportaciones estatales los primeros años. Pero se iba avanzando, primero el foro, después empezar con las termas, las murallas, el teatro, para entonces las charlas con los eruditos locales, con Carlos Domínguez del que aprendimos mucho y con José María Domínguez el farmaceútico, con Mariano Rubio Vergara, con Germán López Sampedro, etc. D. José Galindo significó mucho para nosotros, nos introdujo en el CEB, nos ayudó a sacar adelante el Museo de Calatayud a partir de la Colección reconocida del CEB. Ratificó con su corporación mi nombramiento como director fundador, que venía de Madrid del entonces Dr. Gral. D. Florentino Pérez Embid, en cuya consecución volvió a tener mucho que ver D. Martín Almagro Basch que venció las reticencias zaragozanas a la creación del mismo. Mas tarde en los años ochenta con mi paso a Madrid en el equipo del Ministro Javier Solana,
puse en sus manos una carta y una pregunta al poco de tomar posesión del cargo. La carta era de cese voluntario en mi cargo, sin fecha, para que si llegaba el momento oportuno el ministro supiera que yo le tenía poco apego al cargo público y que allí estaba para colaborar por afinidad de ideas y amistad. El ministro se extrañó y me dijo que la conservase yo, cosa que he hecho disciplinadamente y la pregunta era si podía compatibilizar aquel cargo ministerial con el de director del Museo de Calatayud, que en aquel momento caía directamente dentro de nuestras atribuciones. La respuesta por escrito personal fue, que habida cuenta que era un cargo no retribuido, no era incompatible y además me ratificaba en el mismo. Así continuamos. El Museo de Calatayud en la Casa de la Comunidad, edificio con una gran carga afectiva para todos nosotros albergó dignamente, mientras estuvo en pié sin peligro, la colección que poco a poco iba creciendo y las donaciones de particulares. La moqueta de feria, barata, gris y polvorienta fue envejeciendo y pese a una remodelación años mas tarde siendo alcalde D. Jorge Sánchez, nuestro viejo amigo, seguía siendo inadecuado. D. Jorge Sánchez era viejo conocido desde que años antes diariamente nos suministraba de pan a la excavación en Huérmeda. Fue el primer alcalde de Calatayud que tuvo un teléfono “portátil”, aquellos que mas parecían un teléfono de campaña de la Guerra de Corea. D. Jorge fue persona afable pero su concejala de cultura nos causó algún que otro quebradero de cabeza, cosas de juventud, que a la postre resolvió su sucesor el también concejal D. Julián Millán, alumno nuestro, que pasó brevemente por el consistorio. La cesión de las escuelas de Huérmeda fue un hecho trascendente, nuevamente con D. José Galindo como Alcalde. Nos permitió tener una base estable, alojamiento barato y un lugar de convivencia intensa con el barrio, sin perder de vista a Calatayud, nuestra capital natural junto ya con Zaragoza y su gobierno regional. Mas tarde el providencial paso de un Dr. Gral. por la DGA, D. Domingo Buesa Conde, al tiempo que en la alcaldía teníamos al frente a D. Fernando Martín, supuso que se firmase el primer convenio entre el Gobierno de Aragón y el Ayuntamiento de Calatayud por el que éste por vez primera se comprometía económicamente de forma permanente para el futuro. ¡Por fin¡ Íbamos a figurar en los presupuestos municipales y todo sería más fácil. Ingeniería económica, siempre dentro de la mas estricta legalidad hizo que, malogrado un proyecto sensacional para el conjunto huermedino a cargo del arquitecto J.M. Pérez Latorre, que no salió adelante inexplicablemente al quedar desierto el concurso ministerial para la obra cuando se implantó el IVA, hizo que se retrasase todo hasta que este
convenio permitió, con una Escuela Taller hacer realidad lo que hoy tenemos. Una auténtica escuela de arqueólogos de fama internacional. Aportaciones de aquí y de allí han hecho posible que lo que empezó con quince días de excavación en 1971 se haya convertido en una actividad continuada, a veces casi todo el año, con excavaciones, estudio de materiales, investigaciones en Valdeherrera, actividades en el Museo, cursos, etc. y lo que es mas importante un nicho de empleo durante muchos años que permitió que nunca hubiera paro en el barrio bilbilitano y en gran parte de las listas de Calatayud. Eran otros tiempos pero la actividad continúa a buen ritmo y el ayuntamiento bilbilitano hoy día tiene en el Patrimonio Arqueológico, en Bilbilis y Valdeherrera, con su Museo, uno de los pilares de atracción cultural y turística fundamentales junto con los propios monumentos ciudadanos religiosos y civiles. Como siempre ocurre, las cosas no surgen por arte de birlibirloque y aquí entran en juego las personas. Hay una larguísima lista de gentes que han contribuido a que Bilbilis y al patrimonio bilbilitano sean hoy lo que son, desde los ya lejanos años en que todavía había viñas tras el foro y teatro de la ciudad romana, las mejores las de Bonifacio Gil. Cuando mis hijos correteaban entre los riscos o más aún cuando en el verano de 1975 el primero de ellos, luego Víctor, subía en el vientre de su madre por el camino del barranco porque todavía no teníamos el primer camino de tierra que llegó mas adelante por financiación provincial. Tal vez por eso ninguno de ellos ha seguido la senda paterna de la Arqueología, con lo que hemos evitado una dinastía, cosa siempre de agradecer. Hace muchos años una visita de unos chavales en bicicleta, adolescentes de unos catorce años de edad, significó con el tiempo lo que luego fue una colaboración extraordinaria. Entre aquel grupo estaba Manuel Micheto Ruiz de Morales, hoy médico, nuestro recurso inmediato en ese y otros campos, pero héteme aquí que se convirtió en Concejal de Turismo y aquellas explicaciones recibidas del que les habla, cuando el interfecto calzaba pantalón corto no cayeron en el vacío y le sedujeron lo suficiente para luego desde el ayuntamiento de Calatayud apoyar Bilbilis sin mas reservas que las limitaciones presupuestarias. Gracias Manuel, la amistad que tuve con tu padre en la maravillosa y antigua pastelería, se ha prolongado en la generación siguiente y no es de las que se dejan perder con facilidad, muy al contrario. Otro tanto sucedió con su sucesora en la concejalía de turismo Mª Amor Muñoz. Pocas personas como ella tuvieron la perspicacia de ver el potencial de Bilbilis y del Museo y transmitírselo así a la corporación
encabezada por su alcalde, que nos dio toda su confianza en la seguridad de que era un proyecto a futuro. El museo se inauguró en la fecha que lo hizo por empeño especial de la concejala que menos llevarse el saco de dormir allí hizo todo lo necesario. Los últimos años han sido años han sido años dulces hasta la crisis venida de fuera. El Patrimonio Bilbilitano, Bilbilis, el Museo de Calatayud, Valdeherrera con el ejemplar comportamiento de algunos propietarios (la familia de “Los Pesetes”), ha sido gestionado desde donde lógicamente se debe, desde Educación y Cultura con la colaboración, siempre disponible de Turismo, en el entendimiento de que ambos departamentos tienen que empujar y disfrutar de los resultados; de que el esfuerzo que se haga por Calatayud revierte en Calatayud y su Comarca en primer lugar y en Aragón luego. Esperemos seguir así por mucho tiempo. Mucha culpa de ello tienen sin duda el actual equipo de gobierno, Víctor Ruiz su alcalde y Julia olivas, Pepe Sanmiguel desde Urbanismo y desde luego el resto de las amigas y amigos de la oposición, en su quehacer constructivo. El gobierno de Aragón desde hace años ha ido incrementando recursos y apoyando tanto los yacimientos arqueológicos, las ciudades de Bilbilis y Valdeherrera junto con el Museo Municipal. Bilbilis fue considerado objetivo prioritario y así ha permanecido. Como consecuencia el Estado ha vuelto por sus fueros y quién empezó siendo socio único de la empresa, se convierte en actor indispensable para apoyar un proyecto común, pero que ante todo es bilbilitano y de los bilbilitanos, desde el barrio del Picao, desde el Reloj Tonto a la Plaza del Fuerte y el Barrio de Huérmeda. Nosotros simplemente hemos sido impulsores de un esfuerzo que no hubiera sido posible sin haber sido escuchados primero por las autoridades y los ciudadanos, por los trabajadores, los viejos “chunguitos”, Julio que está aquí entre nosotros y su familia, Franco, Simón, “El Boqui” tantos otros mujeres y hombres que han constituido las brigadas de trabajadores de Bilbilis mas recientes que han sucedido a las antiguas. Las funcionarias y funcionarios, el personal del Ayuntamiento que nos ha escuchado, que nos ha enseñado y que con un trabajo impecable están haciendo realidad la empresa del patrimonio bilbilitano. Con ellos nos ha tocado a nosotros una verdadera lotería, Loli, Olga, Manuel, Isabel, los amigos de ADRI, tanto “romanos” como “celtíberos”, la escuela taller en sus sucesivas ediciones, el INAEM, el CEB, La Asociación de Amigos de Bilbilis y del Museo de Calatayud, etc.. Y no nos podemos olvidar de nuevo de la familia en extenso, tanto de la académica, el GRUPO URBS con sus profesores, becarios y colaboradores,
como de los que atraídos por nuestra locura se acercan a disfrutar un poco de ella y a enriquecerse con la experiencia. Físicos, ingenieros, geólogos, ingenieros informáticos, químicos y restauradores, educadores y didactas de niñas y niños, guionistas y directores de cine como: Leonor, Julio, Pilar, Lourdes, Manuel, Mapi, José, Alfonso, Moncho, y un largo etcétera. Alrededor de 2.600 estudiantes de mas de 10 países han pasado por Bilbilis, las listas de trabajadores son interminables, las horas trabajadas varios centenares de miles, así como el joven museo con un crecimiento superior a la media aragonesa, con media jornada de apertura mira al futuro esperanzado. Las cifras son frías pero elocuentes. Algo tienen las aguas de la Fuente de Huérmeda y la Ermita de San Paterno, pero su efecto llega lejos. Terminaré con una cortísima frase del libertador cubano José Martí, alumno de nuestra Facultad de Filosofía y Letras de Zaragoza dedicada a todos Vds.: HONRAR, HONRA. Muchas gracias.