Nuestros mayores

Page 1

PORTADA


2


3


Índice

Julio Gracia Cubero, 98 años. Alhama de Aragón…………..4 Josefa Ponce Gonzalo, 97 años. Aniñón……………………..6 Federico Montesa Arguedas, 95 años. Ariza………………..8 Rosario Soler García, 89 años. Calatayud…………………..10 Angelines Ruiz Guerrero, 86 años. Fuentes de Jiloca…….12 Fulgencia Pelegrín Narvión, 78 años. Morata de Jiloca…..14 Andrés Pérez Martínez, 88 años. Moros…………………….16 Rosario Monteagudo Gil, 80 años. Munébrega…………….18 Basilisa Simón Pérez, 83 años. Paracuellos de Jiloca…….20 José Sánchez Pérez, 88 años; Pilar Sánchez Monreal, 87 años. Paracuellos de la Ribera…………………………..22 María Pinilla Gumiel, 91 años. Sabiñán……………………...24 Soledad Gallego Gimeno, 93 años. Velilla de Jiloca……….26

4


Alhama de Aragón Julio Gracia Cubero, nació el 4 de enero de 1911, cuenta con 98 años. Cuando chico jugaba al fútbol y al salto de la mula, que había que saltar unos chicos sobre los otros que estaban agachados mientras cantaban: 1. A la una salta la mula 2. A las dos suelta la coz 3. A las tres recoge el almirez 4. A las cuatro brinco y salta 5. A las cinco buen pellizco 6. A las seis lo cogeréis 7. A las siete capucete 8. A las ocho buen bizcocho 9. A las nueve coge la bota y bebe 10. A las diez lo cogeréis 11. A las once llama al conde 12. Y a las doce le responde Iba una niña a por agua con su cántaro y su cuilla y al subir la escalera se cayó de rodilla. Calle arriba calle abajo, calle de San Sebastián En Inglaterra había una perra blanca y negra, la mandaron esquilar y entre catorce mil esquiladores no la pudieron acabar Cada mochuelo a su olivo (y salían todos a esconderse) Había dos escuelas, una de chicos y una de chicas. Íbamos 100 chicos a la escuela. Teníamos un maestro muy antiguo, antes no se jubilaban, que ya había enseñado a mi padre, pero tenía un sustituto y ese es el que nos enseño. El maestro se llamaba don Gonzalo Aparicio Coscurita y era de Burgo de Osma. Como eran 100 chicos, que iban de los 6 a los 12 años el maestro se cuidaba de la primera sección que éramos los que más sabían y después que dábamos una lección pasábamos con los chicos más pequeños a enseñarles las letras, la cartilla y a sumar. Si te cuento una aventura... Por enfrente de la escuela había un teatrocine, el teatro Echegaray, que era una sociedad y uno de los socios tenía un nieto en la escuela. Salía yo un día corriendo de la escuela y me llamó: “Oye, oye, ven. ¿Tú le enseñas las letras a mi nieto?”, “Pues sí señor”, “Pues desde mañana tienes el cine pagado para todas las funciones”. Así que cobraba tanto como el maestro.

5


Alhama de Aragón Cuando era pequeño sólo había tres coches en Alhama, el del boticario, el de Guajardo y el del fabricante de baldosas. Sí que había coches de caballos; para ir al Monasterio de Piedra se iba en coche de caballos que lo llevaban “los patricios”, dos hermanos que también se ocupaban del correo. También tenían coche de caballos los Andaluz. Cuando cumplí los 18 años me saqué el carnet de conducir, aunque no tenía coche y me sirvió de mucho, pues cuando me llevaron a la guerra me destinaron a automovilismo y vivía como un señorito hasta que me hicieron prisionero y entonces vino hambre, frío y miseria. Luego me ingresaron en su ejército hasta que volvieron a hacerme prisionero y otra vez a luchar. Pero todo esto está en el libro que escribí. La historia de cómo viví la guerra la tengo en el libro que escribí nada más acabar ésta. Pasado el tiempo mis sobrinos mandaron imprimir 5 ejemplares. También he escrito otro libro de la historia de los balnearios. Había dos tiendas importantes en Alhama, la de Fontana y la de Marco que eran dependientes del primer comerciante que se estableció en Alhama y puso una tienda en la plaza, se llamaba Leonides y tenía como dependientes a Fontana y a Marco. Después vino Termas Mateu y dio una vuelta al revés al pueblo, ellos se establecieron por su cuenta y Fontana daba créditos con interés y se decía que tenía un millón de pesetas. Alhama era el centro de recreo de toda la comarca de Calatayud; venían al casino, desde Ateca, Ariza, Calatayud… Había dos casinos, dos cines y tres cafés y esto es lo que se decía: “Alhama ya no es Alhama, que se ha vuelto San Sebastián”. ¿Cuándo se han visto en Alhama dos ruletas funcionar? De los casinos uno era el de Termas y el otro estaba en el ABC y pertenecía a una sociedad del pueblo. En verano actuaba en el teatro de Termas la compañía de zarzuela de Madrid de Luisa Rodrigo. La mili no la hice porque mi padre tenía más de 65 años cuando yo tenía 20. Pero a la guerra tuve que ir a los 25, Cuando me jubilé me dediqué a pintar cuadros, pues siempre me había gustado, estuve pintando hasta los 93 años, cuando enfermó mi mujer.

6


Aniñón

Hoy hemos estado conversando con tía Pepa (Josefa Ponce Gonzalo), en casa de Dolores, su hija. Josefa tiene ahora 97 años y desde hace dos años y medio no puede salir a la calle porque sus piernas ya no le responden. Pero antes de quedarse en casa todo el día para ella era cita obligada ir todos jueves y domingos a jugar a las cartas al casino del pueblo. También se la conoce como “La carrucha”, apodo que heredó de su abuelo y del que nunca supo el motivo. De pequeña le gustaba jugar a las tabas, a las pitas, al burro, al corro de la patata o al escondite, pero sus juegos duraron poco porque empezó a servir muy pronto, a los 10 años. Antes de entrar a servir, por la mañana hacía pequeños recados (llevaba agua o fregaba a familias más pudientes que la suya) y por la tarde iba a la escuela, donde aprendió a leer y escribir. Le queda un buen recuerdo de la escuela porque dice que era una chica muy obediente y no solían castigarle, pero también reconoce que a los chicos de entonces les gustaba más jugar en la calle que ir a escuela. Algunos de los castigos que recuerda son pegarles con una vara larga en la mano, darles con el dedal en la cabeza o abofetearles. Recuerda en especial a una de sus maestras. Con ella aprendía todo tipo de labores. Los chicos -que estaban en una clase a parte- hacían otras cosas y también se metían con las maestras alguna vez -las gritaban e insultaban. Trabajó sirviendo mientras estuvo soltera, y después de casarse ayudaba alguna vez a su marido en las tareas del campo, pero principalmente se ocupaba de cuidar la casa y atender a sus dos hijos. Dice que tenía un marido muy trabajador y por eso ella podía permitirse estar en casa. Cuando era moza recuerda que iba de paseo o al baile con las amigas, como todavía eran muy jóvenes, nos les dejaban entrar al baile y entraban a escondidas. También le gustaba mucho jugar al burro. Recuerda que como el dinero era escaso, con un cucurucho tenían para pasar toda la tarde. Mientras estamos conversando con Pepa, llegan a casa su yerno y un sobrino, que también participan de la conversación ayudándole a recordar y recordando ellos mismos tiempos pasados. Cuando se echó novio, iba a pasear del bracete con él, pero sin que los viera nadie, y si alguien se acercaba a ellos se soltaban y andaban separados. Su sobrino y yerno apuntan que lo de darse besos o algo más era algo prohibidísimo para las mujeres. Cuando el novio ya era “formal”, iba a casa en lugar de pasear. También nos enteramos de que Pepa había tenido otro novio antes del que fuera su marido: un muchacho huérfano que vivía en Aniñón con una tía, pero luego el muchacho se fue a otro pueblo a vivir con otro de sus tíos, y Pepa ya no lo volvió a ver. Por la mañana, los hombres desayunaban fuerte porque tenían que pasar todo el día en el campo (comían patatas cocidas, huevos fritos...) y las mujeres como se quedaban en casa, desayunaban café con leche. A medio día 7


Aniñón comían cocido con garbanzos y tocino, patatas, judías, morcilla, uva de postre... Por la tarde no merendaba o a lo mejor se comía una sardina rancia o un puñado de olivas, y a sus hijos les compraba chocolate que les daba con pan. Y por la noche cenaban verduras, sopas de aceite, tortilla de patatas, huevo frito, tocino frito... Las campanas del pueblo, tenían toques distintos: a muerte, misa mayor, misa menor, las fiestas del pueblo o las horas. Pepa pertenecía a la cofradía “Hijas de María” de soltera y a la del “Corazón de Jesús” y “la Virgen del Carmen” de casada (como la mayoría de mujeres del pueblo). El dinero que pagaba en estas cofradías servía para adornar la Iglesia y pagar al cura por la novena antes de fiestas o alguna misa de difuntos de anteriores cofrades. El padre de Pepa se murió joven y su madre estuvo viviendo con ella muchos años porque el resto de sus hermanos vivían en Bilbao, y aunque al principio se turnaban para tenerla, a la mujer le sentaban muy mal los viajes. Dice haber tenido buena relación con sus padres, pero claro que entonces no era lo mismo que ahora y nos pone algunos ejemplos: si una moza empezaba a festejar con un mozo que a los padres no les gustaba, no le dejaban salir al baile para que no lo viera; o cuando había baile las madres de las mozas se subían al balcón del cine que estaba justo encima para controlar que las hijas no bailaran muy arrimadas a los mozos (aunque también recuerda que si se ponían justo debajo del balcón las madres no podían verlas), o cuando ella empezó a festejar, que iban sus padres a buscarla a la casa que estaba sirviendo para que ella pudiera ir al baile... Recuerda que el día de su boda hubo muchos invitados, porque de familia eran muchos. A los vecinos les invitaron a chocolate después de la misa. Era costumbre que los invitados comieran y cenaran, así que se mataban pollos y conejos de casa y se hacían con arroz para que todo el mundo resultara bien servido. Las mujeres de esa época no se casaban de blanco sino de negro, y su ajuar no fue como el que después tendría su hija, sino que consistía en tener una cosa de cada (sábanas, toallas, mantelería...). En el pueblo solían pagar las cosas con dinero, pero también pagaban a veces con trabajo y otras veces tenían que dejar a deber en la tienda. Aunque nunca compraban cosas de alimentación porque en casa se mataba el tocino, y plantaban en un rincón de las tierras que trabajaban para otros (previo permiso) patatas, y demás productos del campo para tener un poco para casa. Alguna vez su marido vendía aceite de estraperlo y con eso se sacaba algún dinerillo más. También iba a coger leña al Moncayo que luego vendía en Calatayud en la Plaza de la Leña (tres horas costaba llegar de Aniñón a Calatayud). La leyenda más famosa del pueblo y que todo el mundo conoce es la del Misterio acaecido en el siglo XIV cuando aparecieron 5 formas sagradas ensangrentadas tras el incendio del templo y recuerda con mucho cariño las romerías al Jesús (la cual se sigue celebrando en mayo) en las que subía toda la familia, y los hombres algunas veces bebían mas de la cuenta... Pepa tiene ahora 9 bisnietos, y nos dice que si aguanta unos años más quizás pueda conocer a algún tataranieto, porque su bisnieta mayor ya tiene 20 años.

8


Ariza Federico Montesa Arguedas, nació en Ariza un 11 de noviembre de 1913, hace exactamente 95 años, casado con una mujer estupenda, Amelia Arguedas Blasco de 90 años de edad, es un matrimonio afable, agradable, grandes conversadores y amables, tuvieron dos hijos, dos nietos y tres nietas, además de un bisnieto, llamado Dario de 4 años que actualmente vive en Londres con sus padres. Federico, pertenece a la casa de “Los Montesas” no por el mote si no por su apellido, nunca tuvo mote. Ahora con sus 95 años todavía lee todos los días el periódico. De pequeño fue con las monjas de la Compañía de María hasta que pasó a la escuela que había en el Ayuntamient, hasta los catorce años ya que pertenecía a una casa bien y era el pequeño de dos hermanos, recuerda que su maestro se llamaba Juan Marín y en la guerra coincidió con un hijo del maestro. Recuerda que los castigos que les imponían en el colegio era darles con una vara en la mano, sin embargo con sus padres tenía una buena relación ya que dice que entonces había mucho respeto hacia los mayores. De pequeño jugaba por las calles de Ariza, sobre todo en La Plaza del Hortal ya que vivía en el centro del pueblo, sus juegos preferidos eran “Las cartetas”, y correr por las calles. Se dedicó toda su vida a la agricultura ya que su padre era agricultor, y después dejó su legado a su hijo Antonio, ahora se encarga de las tierras su nieto Federico. Cuando era joven iba con sus amigos al café “La Unión “ y al casino de “Los labradores”, también frecuentaban el baile de ”Los Baila“, el cine del tío Chufero donde ponían películas de la época. Cuando empezó a festejar lo hizo en un pueblo de al lado llamado Embid de Ariza, con Amelia y actualmente todavía comparten su vida llevan casados 67 años, y de vez en cuando su hija les bromea diciéndoles ¡Padres aún celebraremos vuestra bodas de bronce!. Se casó en 1941, tenía 26 años y su esposa 22, su relación de pareja siempre con respeto y mucho cariño. Cuando festejaban, Federico iba a ver a Amelia a Embid de Ariza en caballería, con otro amigo, que se casó con la hermana de Amelia, siempre iban los cuatro juntos a todas partes y nunca se quedaba una pareja sola, la hermana de Amelia enviudó joven, y actualmente vive con ellos. Cuentan que el ajuar del matrimonio lo puso la mujer, sábanas y enseres, todo lo que llevaba la casa y el hombre llevó su ropa interior. La boda fue muy bonita, se casó en Calatayud en la Iglesia de Santa María y celebraron la comida en el Fornos, el menú era arroz. Como los invitados venían de Ariza y de Embid de Ariza en el tren por la mañana, la madre de Federico llevó al Fornos magdalenas de Ariza, pastas, leche y café para que desayunaran, la comida era un problema ya que la boda fue después

9


Ariza de la guerra y había mucha escasez de alimentos, entonces la madre de Amelia propuso al hotel que ella se encargaría de abastecer los alimentos, con la condición de que el Fornos los cocinara y los sirviera, por aquella época ellos tenían una tienda de ultramarinos en Embid de Ariza y tenían de todo. Así que recuerda su boda como lo más bonito que le ha pasado en su vida junto con el nacimiento de sus hijos. Nunca pasó hambre ya que eran agricultores fuertes, y además tenían ganado, vacas, gallinas, solía hacer tres comidas al día, el desayuno que lo hacía en casa, la comida que la hacía en el campo y llevaba criados para que le ayudaran en las faenas del campo, y la cena solía ser legumbres, sopas, carne de la matanza, solía hacer dos matanzas al año, una en septiembre otra para La Purísima, el pan cuando la postguerra se amasaba en casa, pero luego compraban el pan en cualquier horno del pueblo ya que había tres, comenta que en su casa siempre se utilizaba el dinero, nunca el trueque. Salió excedente de cupo del servicio militar pero tuvo que ir por la guerra, además era COTA, esto significa que sus padres pagaron al ejército para que no hiciera la mili. Pero estalló la guerra y lo llamaron a filas, ya que creían que los COTAS iban a ser más adeptos al régimen de Franco, en la guerra llegó a ser sargento. En cuanto a la religión, su misa los domingos y fiestas de guardar, fue mayordomo del Cristo de La Agonía, del Señor y de San Antonio. Las campanas se tocaban normal y los días de fiesta repique a gloria. Cuenta que cuando había un entierro, los hermanos del Cristo de La Agonía, acompañaban al difunto y a los familiares al cementerio, y cuando llegaban allí el presidente de la Cofradía pasaba lista, y tenían que decir “Presente”. Las fiestas de Ariza, siempre han sido igual, sus misas, sus novenas, toros, bailes, juegos para los niños... El día de la Virgen del Amparo siempre se iba de romería a la ermita y luego se comía por los alrededores bien con la familia o en cuadrillas, ahora come todo el mundo en el “Ardal “ que está a 7 Km del pueblo. Recuerda en el año 1965, sacaron al Cristo de La Agonía en procesión para pedir agua y tuvieron que pedir permiso a seis pueblos: Torrehermosa, Alconchel de Ariza, Embid de Ariza, Pozuel de Ariza, Cabolafuente, Monreal de Ariza. Fueron a recibir a los pueblos con sus respectivos estandartes, y luego los acompañaron hasta la iglesia donde esperaba todo el pueblo, hicieron un recorrido por el pueblo y ya no volvió a salir hasta el año 2.000, en el 2010 vuelve a salir y Federico espera con mucha ilusión volver a verlo ya que pasa por debajo del balcón de su casa. Normalmente todos los años iba de romería el día de San Pascual Bailón a Torrehermosa y a Alconchel de Ariza, se salía por la mañana, y se iba andando, se recorrían unos 17 kilómetros, primero se va a Alconchel donde los del pueblo y todos los visitantes bailaban al santo, luego se volvían a Torrehermosa a oír misa, casi siempre oficiada por el señor obispo, ahora todavía se hace.

10


Calatayud Rosario Soler García nació el 20 de noviembre de 1919, en Jijona (Alicante), cuenta con 89 años ¿Cuánto tiempo hace que vienes a la Escuela? Unos veintidós años. Primero fue en Ramón y Cajal, después en el Ayuntamiento, luego en los Franciscanos y por último donde estamos ahora. ¿Se conoce a tu familia por algún apodo? Nos llaman “los del Ocaso” tanto en Torrevieja como en Calatayud porque mi marido trabajaba en esa compañía ¿Cuándo viniste a vivir a Calatayud? Llegué con cuarenta y dos años y el motivo fue el trabajo de mi marido. Nosotros no conocíamos Calatayud; se vino a arreglar unos asuntos y hasta ahora. ¿De niña fuiste al colegio? Fui a las monjas, a la Inmaculada. En clase éramos cuarenta niños. Los niños iban a una clase y las niñas a otra, pero casi no había niños en ese colegio. Mi madre me llevó a los seis años (tomé la comunión ese mismo año) y fui hasta los ocho. Iba de nueve a diez de la mañana, luego venía mi madre a por mí. Tan solo iba una hora al día. Me gustaba mucho. Tuve que abandonar pronto la escuela porque mis padres me necesitaban en casa. Tenía tres hermanos pero mi madre cuidaba dos niños de otra señora. Me hubiera gustado estar más tiempo en el colegio. ¿Recuerdas a tu primera Maestra? La recuerdo como si la estuviese viendo ahora. Se llamaba María Luisa y era una monja de edad mediana y muy buena. Por ella puse a mi chica María Luisa. Sólo me castigó una vez por curiosa por entrar donde ellas dormían. El castigo consistió en estar de pie en la puerta de la clase. ¿A qué jugabas de niña? No he jugado mucho. Lo que más me gustaba era jugar al diábolo. Recuerdo que para Reyes me ponían una escoba pequeña y una muñeca de cartón atada a ella para que no cayera al tirarla por la chimenea. ¿Has trabajado fuera de casa? Mi madre a los nueve años me metió en un taller para aprender a coser. A los catorce años ya tenía taller en casa, trabajaba de pantalonera y un sastre me traía el trabajo a casa. Todos los días tenían que salir del taller dos pantalones. Llegué a tener cuatro chicas a mi cargo. De casada dejé el taller a mis hermanas. ¿Has tenido alguna afición? Desde pequeña me han gustado todas las manualidades, sobre todo el ganchillo. ¿Cómo te divertías cuando eras joven?

11


Calatayud Íbamos en pandilla (tres o cuatro amigas) paseo arriba, paseo abajo. Hablábamos con unos y otros. En invierno a la Calle Mayor y en verano al Paseo de la Explanada. Los domingos íbamos al cine. Me gustaba mucho Chaplin y “El Gordo y el Flaco”. Al baile en mi juventud se iba de diez a doce de la noche pero si no iba una persona mayor con nosotras no nos dejaban. Cuando me puse a festejar, le dije a mi padre: “voy con un chico”. El me respondió que el día que llevara un sueldo a casa me dejaría festejar. Para darnos la mano nos escondíamos. Se tenía mucho respeto al padre. ¿Cómo era vuestra alimentación? Buena. Mucha verdura y legumbres. Carne poca. Algunos domingos se mataba una gallina para hacer cocido o un conejo para el arroz. ¿Qué diferencias destacarías entre los hombres y las mujeres de hoy y de entonces? El hombre antes iba detrás de la mujer y ahora la mujer va detrás del hombre. Yo aún soy de las antiguas. Prefiero que vaya el hombre a buscar a la mujer. También el hombre de hoy ayuda más en las tareas. Antes las mujeres si tenían que trabajar debían atender también la casa y cuidar a los chicos. Encuentro muy bien que los hombres ayuden en casa. ¿Como vivíais la religión? Los domingos íbamos a misa y en Cuaresma no comíamos carne. También pertenecía a la Cofradía de la Inmaculada. Recuerdo la Romería de la Santa Faz que se realizaba pasados quince días de la Pascua. ¿Cómo eran las relaciones con tus padres? Muy buenas. Éramos tres hermanas y no nos castigaban. Con una mirada ya sabíamos lo que nos querían decir. Había mucho respeto a los mayores. Mi madre falleció a los 83 años y estuvo siempre en su casa aunque las residencias las veo bien. ¿Cómo fue tu boda? Me casé a los 23 años y fue una boda muy sencilla. Nos casábamos a las ocho de la mañana pero la tuve que retrasar hasta las diez pues había muerto el nieto de mi padrino. Llevaba un traje azul marino. Hubo pocos invitados. Se invitaba a chocolate para el desayuno y si algún familiar venía de fuera se hacía la comida. ¿Qué experiencia destacarías en tu vida? La guerra. ¡Que no venga más! Eso no lo sabe nadie hasta que no le toca. La guerra me cogió en Alicante y estuve a punto de perder la vida. El 25 de Mayo del 37 cayó una bomba en la misma plaza donde estaba comprando. Iba a comprar sardina. Entonces a cada distrito le tocaba un día. Fui yo para que no tuviera que ir mi madre. Recuerdo la ilusión de mi esposo por la radio, él iba a las casas y veía a la gente comiendo y escuchando la radio. Aún la conservo. También me acuerdo cuando llegó la televisión, la vi por primera vez en una cafetería en la Puerta del Sol de Madrid. ¿Qué destacarías de la Sociedad actual? Antes había más unión en las familias, con los amigos, con los vecinos. Todo eso ha cambiado.

12


Fuentes de Jiloca Angelines Ruiz Guerrero, nació en el año 1923. Está casada y tiene tres hijos varones que son su mayor orgullo: Mario, Juan Francisco y Joaquín. A sus 86 años asiste con entusiasmo al A.E.P.A. de Fuentes de Jiloca y es la alumna de mayor edad. Cuéntanos sobre la escuela de tu infancia. Fui a la escuela hasta los 13 años, me tuve que poner a trabajar porque en mi casa hacía falta. Íbamos a Daroca a trabajar en los graneros de fruta, ahora les dicen almacenes y pasábamos mucho frío. Nos teníamos que levantar a las 5 de la mañana para coger el tren correo y no volvíamos hasta las 12 de la noche en el mismo tren que además siempre venía con retraso, dormíamos muy pocas horas. En la escuela, al principio sólo había dos clases, la de chicos y la de chicas, en la mía éramos 82 alumnas, es que casi todas las familias tenían entre 7 y 10 hijos, 7 era el número más normal. La maestra se llamaba Doña Carmen, yo la quería mucho y aún ahora me acuerdo mucho de ella. Nos castigaban de rodillas contra la pared y también nos caía algún “cachete”. Cuando no sabías la lección te la hacía copiar unas 10 veces y como el papel era caro, eso mi madre me hacía escribir hasta en las tapas. Son las lecciones que mejor recuerdo. Escribíamos con tinta, la traía la maestra en botellas de litro y por la mañana Doña Carmen nos decía: “venga, la que no tenga tinta que venga aquí” y nos juntábamos un montón de chicas en una fila, después íbamos a por unas hojas grandes que teníamos que copiar con muy buena letra. ¿Qué juguetes teníais, a qué jugabais? No, no, juguetes no había, las chicas con trapos viejos de las madres nos hacíamos muñecas, los trozos de vajilla rotos también nos servían para jugar. Mi primer juguete fue un juego de café que me compró mi hermana mayor en Calatayud pero mi madre lo colocó en la sala y no me lo dejaba ni tocar. Mis amigas venían, lo mirábamos un buen rato con admiración y nos íbamos. Lo mismo pasó con una muñeca que me trajeron unos señores de Valencia, se colgó en la habitación y sólo la podíamos mirar. Ya nos has contado que empezaste a trabajar en la fruta, ¿tuviste algún otro trabajo? No, trabajé en Daroca hasta 15 días antes de casarme, tenía 27 años y ya me quedé en casa, le ayudaba a mi marido en el campo, llevaba la casa, cuidaba a mis hijos, los animales… siempre había mucho trabajo, no parábamos en todo el día. ¿Cómo os divertíais la juventud? Todos los domingos había baile, bajaba una orquesta de VIllafeliche y las chicas no pagaban, sólo los chicos. Como entonces nos regíamos por la hora solar, empezaba sobre las 2 de la tarde. Allí te hacías novios, allí se hablaban y comunicaban las parejas, luego cuando ibas a la fuente a por agua el chico te esperaba y acompañaba o si ibas a algún recado igual, era 13


Fuentes de Jiloca costumbre buscarse el chico un amigo y la chica una amiga que los acompañara pero sin ningún interés. Las mujeres desde muy jovencitas teníamos que preparar el ajuar que se guardaba en un baúl para que nadie lo tocase: mantelería, servilletas, toalllas… con dos juegos de sábanas era suficiente, “quita y pon” porque cuando se rompían se les echaba un pedazo detrás de otro. Mi madre un año bajó a vender un tocino a Calatayud, le dieron 32 duros y como tenía 3 hijas se lo echó todo en ropa para nuestro ajuar. La vajilla la preparaban las madres poco a poco, cada plato, tazón, olla… eran cambiados por huevos, algún conejo o pollo a los vendedores ambulantes que venían al pueblo pues el dinero escaseaba mucho. Para comprar los muebles había muchas familias que pedían dinero prestado y los padres que tenían 3 y 4 hijos o más, vivían para siempre entrampados. ¿Era diferente la alimentación entonces? Ya lo creo, había mucha hambre. Los que teníamos corral en casa criábamos todo tipo de animales, un tocino y una cabra eran lo principal. Yo merendaba siempre chocolate, era lo que más me gustaba pero había quien merendaba una hoja de col o cebolla con sal. Para comer y cenar en muchas casas había todos los días lo mismo, judías blancas apañadas con ajos y nada más. Para las fiestas se hacían rosquillas y dulces en el horno para las visitas. ¿Qué diferencias encuentras entre la sociedad de antes y la actual? Los hombres y las mujeres estábamos muy separados, el hombre tenía más libertad, la mujer tenía que cuidarse de las habladurías. El luto duraba tres años, el primero era de luto riguroso: medias y pañuelo negro en cuello y cabeza aún en verano. Los dos siguientes eran de medio luto. Había mucho respeto hacia los padres, lo que ellos decían, se hacía y punto y cuando eran mayores, vivían solos en su casa. Las hijas o las nueras les hacían una cazuelica de sopas de ajo por la mañana y por la noche y se la llevaban. Ahora vivimos mejor, habrá cosas peores que antes pero ahora se vive mejor.

14


Morata de Jiloca Fulgencia Pelegrín Narvión, nació en 1931. En ese año en Morata había 1.050 habitantes. Es la alumna de más edad del A.E.P.A. de Morata de Jiloca. Fulgencia, ¿quieres contarnos si tienes mote o apodo? A mí apenas me lo llaman, pero sí, es “gorrión”; verás, antes para las fiestas de San Martín era costumbre regalar muchas cosas que luego se subastaban y el dinero se daba para el Santo. Un año mi abuelo materno dio una caja con un envoltorio precioso, tanto que la gente pagó mucho dinero por ella. Con gran curiosidad por saber lo que había en el interior, abrieron la caja y… ¡dentro sólo había un gorrión!, por eso desde entonces nos llamaron “los gorriones” o “gurriones”. Vamos a recordar, ¿a qué jugabas cuando eras niña? A muchas cosas, al burro, al corro de la patata, a los círculos, a las tabas, a las birlas. A las birlas jugábamos tanto de niñas como de mayores, recuerdo que en una replaceta, todos los días que había sol, a las doce del mediodía, un grupo de mujeres dejaban el puchero en la lumbre y se ponían a jugar. ¿Fuiste a la escuela? Si, sólo hasta los doce años porque murió mi madre y tenía cuatro hermanos varones, el más pequeño con año y medio. En aquella época había muchos chicos y chicas en la escuela, unos 90 en cada clase porque no íbamos juntos, sí había una escuela de párvulos mixta. Los maestros eran muy mayores, la nuestra se llamaba Doña Alejandra y enseñaba poco porque siempre estaba “delicada”. Cuando nos portábamos mal, venía Don Mariano, que era el maestro de los chicos y nos daba con una regla larga que tenía en la palma de la mano y también nos ponían de espaldas cara la pared o nos dejaban sin recreo. Por las tardes las chicas no dábamos lección, hacíamos labores. Recuerdo que al entrar en clase rezábamos una oración y cuando venía una autoridad nos levantábamos todos hasta que la maestra nos decía: - Siéntense. Y los chicos contestábamos: - Con el permiso de usted. ¿Cuál ha sido tu profesión, a qué te has dedicado? Imagínate, como ya he dicho, a los doce años me quedé sin madre y aunque mi padre me ayudaba mucho, eran cinco hombres en casa y no era como ahora. Había que amasar el pan para ocho días que luego metíamos en una tinaja, en el pueblo había entonces tres hornos, no había agua corriente, había que ir a la fuente a por ella, yo era capaz de llevar dos cántaros en el “ancón” y dos botijos a la vez. En el corral teníamos todo tipo de animales: vacas, caballos, mulas, toros, cerdos, gallinas, conejos… y como también se sembraba de todo, más de una vez tocaba ir al campo.

15


Morata de Jiloca No todo sería trabajar, ¿cómo os divertíais? ¡Claro!, todos los domingos había baile en el Salón, donde está ahora la Caja Rural. Venía la orquesta de Maluenda y acudía gente de todos los pueblos. Mira, si un mozo te sacaba a bailar y le decías que no, no podías bailar con ningún otro hasta que acabase la pieza y no pagaban ni las mujeres ni los casados, sólo los solteros. Bueno, en Cuaresma no había baile, en cambio, se jugaba a las birlas los días festivos. En invierno había cine en el Salón de la Señora Raimunda y en verano en la plaza, al aire libre. También paseábamos por la carretera, las chicas en un grupo por delante y los chicos por detrás hasta que nos juntábamos. Cuando un chico de fuera se casaba con una moza del pueblo tenía que pagar “la manta”. ¿Era diferente la alimentación entonces? ¡Ya lo creo! Con medio litro de leche y un puchero de café de cebada había para desayunar todos, para los que iban a trabajar al campo las mujeres tenían que levantarse a las 6 de la mañana a encender el fuego y poner un puchero de patatas con sebo. Al mediodía se solía comer legumbre en todas las casas, más o menos “arreglada” según la economía, para merendar nos solían dar chocolate, mostillo, sopetas de vino, blanco de veta con pan, jamón… incluso había una chica que con un huevo merendaba dos tardes, uno la clara a “monte nevao” con azúcar y al siguiente, la yema con azúcar. Apenas se veía el dinero pero en la mayoría de las casas la comida no faltaba. ¿Alguna diferencia a destacar entre los hombres y las mujeres? La mujer estaba en casa y el hombre en la calle. La mujer llevaba todo lo que comprendía la casa, los hijos -que eran muchos- y con pocas comodidades, además ayudaba en el campo y le llevaban la comida al marido. Los hombres también trabajaban mucho pero algunas noches se iban con los amigos a las bodegas y a las cantinas a comer y beber a sus anchas. Algunos pasaban toda la noche de juerga. ¿Qué papel tenía la religión en aquellos tiempos? La religión marcaba nuestras vidas. Cuando se moría alguien sabíamos si era hombre o mujer escuchando el toque de campanas: 4 toques si era mujer y 5 si el fallecido era hombre. Y las campanas también nos avisaban de todo, al atardecer se tocaba el ángelus y cuando había un incendio tocaban a “arrebato”. Los monaguillos en Semana Santa iban a las casas a pedir huevos, bendecían la casa, con “guisopo” y todo y con lo que sacaban se hacían una merienda. ¿Cómo eran las relaciones con los padres? Normalmente se les trataba de usted y con mucho respeto, con una mirada… no hacía falta más. A los abuelos se les guardaba el mejor rincón en el hogar, el más calentico, también estaba el Amparo que lo llevaban las monjas pero sólo iban allí los que no tenían familia. ¿Alguna diferencia que quieras destacar con la sociedad actual? Antes, por lo menos en los pueblos, había más rencores y más violencia, enseguida se sacaban las hoces, las navajas… las mujeres también reñían mucho, se quitaban la zapatilla y se daban buenos alpargatazos.

16


Moros Nos sentamos a charlar un ratico con Andrés Pérez Martínez, de “los Pérez” de Moros. Nacido el 21 de septiembre de 1920. En aquellos tiempos en que Andrés era mozo, España estaba en guerra. A los quintos los iban llamando cada 3 meses, y así fue como él, nada más cumplir los 18 años fue llamado, no a filas, sino directamente a la guerra. A Fraga fue su primer destino. Se fue con 1’72 de talla, 86 kgs, y 96 cms. De contorno de pecho, todo un tipazo, y volvió de la guerra con 52 kilos. Otro día, al recargar la escopeta, se le escapó un tiro en el brazo derecho. Bala que entró y salió, con los consecuentes dos agujeros en la camisa. Camisa que sus hermanos guardaron como oro en paño, toda su vida. Cuando se termina la guerra, a él le pilló en el hospital. Regresa desde Badajoz, tarda 6 días en ese viaje. Nos recuerda que se bajó del tren antes de tiempo, en Alhama de Aragón, porque no sabía que en Ateca habían hecho ya la estación. De la Escuela, nos cuenta que tuvo suerte de ir hasta los 15 años, ya que al ser el pequeño de 8 hermanos, sus siete hermanos mayores ya trabajaban bastante con sus padres y esto le dio a él más libertad par vivir algo más su infancia. Eso sí, ya con 15 años, fue lo suficientemente mayor para ponerse con las mulas a trabajar. Iban unos 120 niños por maestro. Él, dice, era de los buenos. Llevaba una cartilla que no abrió hasta los 12 años. Le decía el maestro: “a contar”, pues a contar, “al recreo”, pues al recreo, “a orinar”, pues a orinar… Nos señala incluso el sitio que ocupó en la actual Escuela de Adultos, donde antes estuvo su escuela. Tuvieron un maestro que era de Campillo de Dueñas, de los que daba en la mano con la escoba, aunque nos cuenta, que a él nunca le tocó. Era conocido de sus padres el maestro, por lo que al haber confianza, le dejó estar en la escuela unos años más. Esto le permitió llegar a estudiar quebrados, raíces cuadradas, problemas de interés…vamos que adquirió cierto nivel. Su madre le decía siempre que rezara mucho. Había estado trabajando en Embid de Ariza, pueblo donde había muchos curas. De ahí su afán porque el hijo rezara, sobre todo a Santa Lucía. Fue en este pueblo donde su madre conocería al que luego fue su marido. Tuvieron la casa más grande de Moros, con nada menos que 34 habitaciones. 24.000 metros cuadrados de terreno, 28 anegadas... A pesar de ser 8 hermanos, vivían bien. Tuvieron hasta 5 criadas ninguna de las cuales les dejó hasta que se casaron. De Trabajo nos cuenta que lo dejó apenas hace unos años, con 82, y sólo porque ya económicamente no le compensaba. Ahora le da mucha lástima ver la vega tan seca, cuando él ha trabajado tanto en ella. En verano, apenas dormía dos horas seguidas, porque entre el viaje de ir a la vega, volver y madrugar, no le quedaba mucho tiempo de descansar. Muchas veces se quedó él con alguna hermana suya, durmiendo en una pequeña caseta de la vega por no echarse el viaje de vuelta a casa, que a caballo le duraba unas dos horas desde Bubierca. Andrés tuvo tiempo para el Ocio. En aquellos tiempos de su mocedad el baile era lo que más le llamaba la atención. Dice haberse recorrido todos los bailes: Rialto, Marmotas, el de Cervera, Aniñón, Villalengua… y además presume de haber sido de

17


Moros los más guapos del pueblo y de haberse llevado de calle a las chicas. A las más guapas claro. Un duro les costaba el baile. Un día se fue hasta Sisamón en bici para ir al baile, pero con tan mala suerte que cada 100mtrs. Se tenía que parar a hinchar la rueda que la llevaba pinchada. “No se me olvida ese día, no”. También le gusta mucho el teatro, del que disfrutó mucho en Madrid, cuando una vez al mes, se iba con el camionero de la fruta a la capital por ver cómo estaba el mercado, y ya de paso aprovechaba para ir al teatro. Tras 7 años de guerra, se licencia con 25 años. Es entonces cuando festejó durante 3 meses con su novia, Araceli, con la que se casó tras fallecer los dos padres de Andrés. Casualmente, acabó casándose con la que menos bailaba. Y sólo le dio un beso en los tres meses de noviazgo y porque estaba enferma. Él fue a verla, y al irse, ella le dijo que si no le daba un beso. Se casó en Moros y lo celebraron en el Café de la plaza, con los más allegados. Los muebles de la casa los puso la novia, porque era costumbre que los comprase la madre de la novia. Y tuvieron suerte, porque en el reparto, le tocó una casa muy grande. Hoy en día dice que con una de las 5 plantas de 90 metros, que tiene su casa tendrían suficiente, ya que una casa así no da más que trabajo a la mujer. Él iba a casa de la novia por las tardes, pero siempre con los hermanos de ella y sus padres delante. Antiguamente, nos relata, que en las tiendas, se compraba “de fiado”, pagando todo junto cuando se cobraba la cosecha. No fue el caso de su familia, que vivía bien y podían llevar las compras al día. Los Pérez y los Tarragona, no tenían problemas económicos. Del tema religioso, nos dice que Dios ha sido muy bueno con él, porque le ha dado, sobre todo salud en esta vida. Y por ello le está agradecido y le reza todas las noches. Está cerca de 2 horas rezando, hasta que se duerme. Desde que su madre le enseñara las oraciones a los 8 años, no ha dejado de hacerlo. Las Relaciones familiares siempre fueron correctas. Hasta en el momento de repartir la herencia de sus padres, se llegó a un acuerdo entre los hermanos. “se hizo un sorteo de las tierras, y en paz, sin problemas”. El trato con sus padres era excelente. A los dos “tuteaba”, porque dice, que si no iba a tener confianza con su padres para llamarles de tú, que eran sus padres y era a los que más quería, ¿a quién podría llamar ”de tú”?. …y así más o menos, se puede simplificar una vida de 88 años, en unas líneas. La vida de Andrés, un hombre, que dice levantarse, ahora, muy tarde, sobre las 9 o las 10, porque todavía hace frío para levantarse antes. Un hombre, que aún dedica sus tardes a su campo. Que recoge el hortal al que va y viene en su bicicleta. Que sale del campo con 10 kilos de tomates en una caja, y llega a casa con un kilo porque los va regalando por el camino.

18


Munébrega Rosario Monteagudo Gil nació en Munébrega el 2 de octubre de 1928 en el seno de una familia de clase media. Sus padres tuvieron siete hijos, tres chicas y cuatro chicos y ella también contribuyó al aumento de la población de Munébrega, ya que tuvo cuatro hijas. INFANCIA Ella recuerda con cariño sus años de escuela y aunque no fueron muchos, en aquél tiempo sólo se iba al colegio desde los seis hasta los catorce años, narra con nostalgia las enseñanzas que obtuvo de su maestra por aquel entonces, Doña Carmen. La educación se impartía en colegios y clases diferentes. Había dos escuelas para los chicas con Dª Elena y Dª Carmen y otras dos para chicos con su respectivos maestros, como no podía ser de otra forma. Antes de entrar en clase era costumbre rezar un padrenuestro y una avemaría y Rosario junto a sus compañeras, dedicaban la mañana a aprender a leer y escribir y la tarde a convertirse en diestras costureras y practicar diferentes labores que les permitiera ser unas perfectas amas de casa. Tenían un paño o trozo de tela donde realizaban bainica, ojales, costuras, etc., y cuando no se portaban demasiado bien, la maestra les castigaba dándoles un golpe en la mano con “la palmeta” que no era más que una regla de madera muy larga y fina y que al golpear solía hacer daño. Por aquel entonces como no había muchos recursos y aunque ella ya conoció la estufa de carbón, hasta que ésta se instaló, tenían que llevar cada una de su casa una pequeña rejilla con brasas en su interior para poder calentarse. Pero todo no era cumplir sus obligaciones y ayudar en casa, ya que también dedicaba un tiempo a jugar, siendo su preferido el de “las agujas” que consistía en colocar dos alfileres o agujas encima de una mesa y dándole un pequeño golpe a una de ellas con la uña, colocarla encima de la otra, haciendo una cruceta. ADOLESCENCIA Además de trabajar ayudando a sus padres, Rosario dedicaba sus ratos de ocio a dar largos paseos por el barranco, estanque, subida a la Virgen, etc. Como cosa extraordinaria algún domingo cuando venía el cine del “Tío García” al frontón de la plaza, iban todos los jóvenes del pueblo a disfrutar de la película que proyectaban sobre una sábana blanca. Al finalizar pasaban con el platillo para que cada uno echase “la voluntad”, aunque como nos cuenta Rosario, algunos se marchaban antes de que acabase para no tener que echar nada. Los domingos se solía hacer baile en la Plaza de los Toros, allí se reunían todos los mozos y mozas para bailar y estrechar relaciones. Era aquí donde surgían la mayor parte de las parejas del pueblo. En estos bailes no se 19


Munébrega tomaba nada y la música provenía de las guitarras y bandurrias que tocabanlos mozos, Rosario nos dice que era curioso como en el momento que se echaba la luz en las calles al empezar a oscurecer, el baile se acababa y todos se tenían que marchar a casa. Era muy curioso oír como se las ingeniaban los mozos para ver a las chicas. Solían ponerse en la llamada “esquina el Moncayo” para ver a las mozas cuando bajaban a recoger agua, ya que este era un lugar obligado de paso hacia la fuente. Rosario en alguna ocasión, a medio trayecto de regreso a casa, solía tirar el agua para de esta forma bajar de nuevo a la fuente para verse de nuevo. También las mozas aprovechaban para bajar al lavadero a lavar, a las horas que sabían que los chicos pasaban por ahí para ir a trabajar al campo. En algunas ocasiones y si coincidía que no se iba al campo a trabajar, eran ellos los que se ponían a jugar a “las caras” en la replaceta cercana al lavadero para poder verlas mientras estaban lavando. Pronto Rosario se puso a festejar con su futuro marido, y éste los días que iba al bar a tomar café, aprovechaba para pasar por su ventana, silbarle y de esta forma poder verla, aunque fuese en la lejanía. Pasado algún tiempo llegó la pedida de mano que consistió en ir a la casa de ella, pedir formalmente su mano y ofrecer un par de “corros” para que tuviesen algo para empezar a vivir. Hasta que se caso y debido a que su familia era conocida como “Los sastres”, todo el mundo la conocía como la chica el sastre, para pasar después a conocerse como la mujer del Tonguillo. Se casó, celebrándose la boda en Munébrega y convidando sólo a los familiares. a la comida que se realizaba en casa para celebrar el casamiento. Tuvo cuatro hijas a las que cuidó y saco adelante con esmero y hay que decir que aunque tuvieron que trabajar mucho, nunca pasaron estrecheces, ni tuvieron que hacer uso del trueque de productos, pagar en especies o bajo fiado, como les ocurría a otras familias. En relación con la alimentación, su familia, como la gran mayoría, se mantenía con los animales de corral incluido el cerdo y los productos del campo y de la huerta. Su marido trabajo muchos años en la azucarera de Terrer, a la que iba andando todos los días atravesando el monte de san Cristóbal, independientemente nevara, lloviese, helara etc., también trabajaba de “agostero” que quiere decir que para el 13 de junio, festividad de San Antonio, se ponían a trabajar para “los ricos” y ayudarles en todas las faenas de la trilla. Quedó viuda muy joven a la edad de 50 años, y uno de sus hermanos, Pascual, quedo a cargo de su cuidado, durante muchos años, al fallecer su madre. Actualmente Rosario sigue viviendo en el pueblo, participa activamente en las actividades que se programan en la localidad, acude a la Escuela de Educación de Personas Adultas, a la iglesia y pasa ratos de asueto con sus compañeras jugando al cinquillo, etc.

20


Paracuellos de Jiloca Basilisa Simón Pérez nació en Paracuellos de Jiloca hace 83 años, a sus hermanas y a ella las conocen como “Las Visitas”: las llamaban así porque su madre se llamaba Visita. Es la cuarta hija de seis hermanos todas mujeres menos Emiliano el hermano pequeño. De niña fue a la escuela de los 6 a los 14 años y antes, de los cinco a los seis años, con su hermana Teresa fueron a una escuela infantil con Doña Blasa pagaban una peseta al mes cada una. En la escuela estaban divididos en chicos y chicas, el maestro de los chicos era don Dionisio y el de las chicas Dña. Amparo, las clases se daban en un edificio que había en la plaza al lado del ayuntamiento, que ahora es un bloque de viviendas y tiene en la planta calle la Biblioteca Municipal. Los chicos daban la clase en la planta calle y las chicas en el primer piso. Jugaban a las tabas, al descanso, etc y los jueves como era fiesta por la tarde iban en primavera cantando canciones hasta Vallunquera, una de ellas era esta: “Altos los brazos más presto abajo Al fin se extiendan, y al fin cruzados (bis)

Al público ahora la reverencia, Tanto a derecha como a la izquierda (bis)

Demos tres pasos hacia delante Pero volviendo atrás al instante. Rodilla en tierra más presto en pie Y ahora clamadas den: un, dos, tres.

Demos tres pasos hacia delante… “(bis)

A los chicos se les castigaba poniéndolos de rodillas con los brazos cruzados y con un libro en la mano, pero no era frecuente que se les castigase a las chicas. Basi se acuerda de la letra redondilla perfecta de Dña Amparo y de que tenía unas manos muy bonitas y muy bien arregladas, aunque ella no era muy guapa. Cuando se acababa la escuela o cuando se dejaba de ir se iba a seleccionar fruta, Basi fue desde los 15 años hasta los 20 ó 25, porque luego aprendió a coser a máquina, y a bordar en Calatayud y se ganaba la vida cosiendo para la gente; también ayudaba en las labores del hogar y le encantaba hacer media, veía en un escaparate el jersey y sabía reproducir el punto sin dificultad, se le daba muy bien. Los domingos en invierno iban a merendar hasta el puente de Gallén y en verano por los pinos de Vallunquera y el balneario. También iban a misa y al baile para las fiestas en la plaza hasta las 12 o las 13 horas. Venía a tocar “El tuerto de Abanto”. Basilisa está soltera pero también le gustaba salir con las amigas y bailar. Se comía como ahora, y sus hermanas y ella aprendieron a cocinar como lo hacía su madre. Para merendar comían chocolate y pan y en las fiestas de Santa Cruz se comían culecas y arroz con conejo y caracoles. Las mujeres no iban al bar pero sí iban a recolectar a la huerta con cestas de cañas, pero no se solía ir a los trabajos más duros del campo o por lo menos en su familia. 21


Paracuellos de Jiloca En cuanto a la religión era el centro de sus vidas y se pertenecía a las distintas Cofradías, ella pertenecía a la de las Hijas de María. Tuvieron un párroco en Paracuellos que les enseñaba el Armonio (Mosén Miguel Velilla) y les enseñó a cantar en latín las misa de Pío X, de Angelis, de difuntos, y de todos los santo: San José, San Ignacio… Había entierros de primera (celebraban 3 curas), segunda (2 curas) y tercera (1 cura) y también se cantaban las letras correspondientes. Basilisa recuerda alguna de aquellas letras y nos canta una dedicada a San Ignacio: “Fundador sois Ignacio y general de la Compañía Real que Jesús con su nombre distinguió, la legión de Loyola a él con fiel corazón sin temor enarbola a la cruz sin perdón”…

Recuerda una “Fiesta de Catecismo” que ganó el primer premio, un crucificó por saber todas las preguntas, el párroco se subía al púlpito en la Iglesia de San Miguel, la del cerro y preguntaba a las jóvenes que contestaban lo que sabían. Basilisa es una persona que es recordada en Paracuellos por tener una gran memoria, y por tener una gracia especial para recitar poesías y hacerlas para las distintas conmemoraciones. Su padre se murió cuando ella tenía 5 años y su madre tuvo que criar a 6 hijos el más pequeño de 4 meses y la hija mayor de 12 años, lo recuerda con mucho cariño y su madre nunca les pegó ni les impuso ningún castigo. Murió hace 32 años después de haber sufrido una embolia 10 años antes. Su padre era carpintero y aún se conservan algunos de sus trabajos en la Iglesia: la peana de Santa Eulalia, era una parte del altar del corazón de Jesús hecho por su padre. Ellas conservan un dibujo que había hecho para realizar el monumento a Santa María. Recuerda como moneda la peseta y el realete o real, iban andando a Calatayud y por ejemplo se acuerda que con 2 reales podían comprar una botella de aceite y con una peseta 3 tejillos de chocolate y recuerda la coplilla de una de las estampas de “Chocolates Ortiz”: “Mira que guapa es Carmita, ¿quien la ha transformado así?, la gimnasia, el sol, el aire,…es que toma chocolate Ortiz”

Basi recuerda muchas poesías y canciones pero ha querido contarnos “una baturrada” que es una conversación entre hombre y mujer: “- Ridiez, ya es hora de que aparezcas. - No he podido volver antes. - Rindiela con estas mujeres, tienen una melsa tan grande, que cuando se van de casa a ver los escaparates, o a metesen en la Iglesia, haber quien entra y quien sale, se eliminan de tal modo, que no se acuerdan de naide. - ¡Calla lengua larga! -¡Pues no me da la gana callame! - Pero ahora vas a dicime de dónde vienes. - De la calle, de hablar con los Inspectores de Sanidad, ¡ ya lo sabes!. - Y ¿que negocios tu tienes, con esos dos morrales? - Me han llamao hace un poco, pa dicime que hay viruela en este barrio y que a las 2 de la tarde, cuarto de hora más o menos, vendrán con el botiquín y las lancetas y tu vas a vacunate. - Yo, ¡quía! ¡quía!, primero voy a la cárcel.”

22


Paracuellos de la Ribera Para realizar esta entrevista hemos decidido elegir no sólo a una de las personas más mayores de la localidad sino que hemos elegido a dos que además de ser de los más ancianos, ellos están casados. José Sánchez Pérez nació en Paracuellos de la Ribera el día 29 de agosto de 1920, tiene 88 años y por mote les llaman “los Gulemos” no sabemos de donde sale el mote pero él recuerda que de siempre se les ha llamado así a toda la familia. José está casado con Pilar Sánchez Monreal que también es natural de Paracuellos de la Ribera nació el día 27 de noviembre de 1921, su familia tiene como mote “las Auroras”. Tienen dos hijos, a los dos les dieron estudios y ahora se dedican a la banca, uno en Barcelona y el otro en Calatayud. José y Pilar se casaron en la iglesia de Santa Maria de Calatayud, se casaron por mañana el día 26 de septiembre de 1951, ya van a hacer 59 años de feliz matrimonio. Ellos recuerdan ese día como muy bonito ya que reunieron a más de cien invitados entre familiares y amigos de la familia. La comida de la boda fue en la Hospedería del Pilar al lado de la iglesia donde contrajeron matrimonio, aún recuerda José lo guapa que estaba Pilar el día de su boda con el vestido de terciopelo negro, típico de aquella época, también apunta que se casaron mayores por culpa de la guerra. José recuerda que cumplió los dieciocho años en Daroca aprendiendo la instrucción y que durante seis años permaneció en el ejército. Ambos asistieron a la escuela desde los seis años hasta los catorce años. Cada uno en distintas aulas ya que en el colegio estaban separados las chicas de los chicos teniendo también cada uno su maestro (las chicas tenían maestra y los chicos, maestro) en cada clase iban más de treinta alumnos. En la clase de los chicos el profesor era D. Mariano un gran profesor al que José recuerda con cariño, no así a D. Félix que entre todas las madres consiguieron echarlo de la escuela porque sin motivo alguno les pegaba con la regla y otras veces les llegaba a tirar por encima los tinteros con los que escribían en la escuela, también recuerdan una pregunta que muchas veces les hacia, no saben con que motivo, ya que sin ningún motivo la lanzaba al aire : “¿la virgen del Pilar es macho o hembra?” Y esperaba la contestación, que no encontraba por supuesto, ya que nos imaginamos que cualquier contestación no era valida. Durante el tiempo que tenían libre jugaban en la plaza del pueblo, los chicos a la pelota en el frontón y a los pitones y cuando llegaba el buen tiempo se iban a nadar al rió. Mientras que las chicas jugaban a las tabas, al avión o cosían. Los sábados y domingos cuando ya eran mozos se iban al baile. En Paracuellos había dos bailes y allí se aprovechaba para estar con la chica que les gustaba, pero sólo podían acompañarla a casa cuando ya lo sabían las dos familias, entonces ya podían ir a pasear y sentarse en algún sitio para contarse sus cosas. 23


Paracuellos de la Ribera Pero lo que recuerda José con más mas alegría era la matanza, era una fiesta a la que acudían toda la familia y amistades, duraba varios días y en ella se comía todo lo que salía del cerdo: bolas, fardeles, morcillas, papada y se regaba todo con el vino que se hacía en casa. Para las vísperas de las fiestas de San Pedro Bautista se iba a los hornos en los que se hacia el pan y se amasaban los mantecados y las tortas para ofrecer en la celebración. El día del patrón se sacaba la peana entre cuatro cofrades entonces como hábito se ponían un sayo blanco, la peana se adornaba con fruta de la temporada que eran peras y manzanas ya que en Paracuellos de la Ribera la festividad de San Pedro Bautista se celebra el 5 y 6 de febrero. También se sacaba un pendón muy alto con la imagen y el prior llevaba la vara de plata con la imagen de San Pedro en el martirio, el que era pudiente ponía un refresco para sus amistades, esos días pese al tiempo que por lógica era frió acudían los vecinos de Sabiñan y Embid ya que la relación ha sido siempre buena, al estar los dos pueblos muy próximos acudían andando por el camino ,también venia el retratero (fotógrafo) que traía unos años un caballo de cartón y otros unos sillones así cada año cambiaba el fondo de la fotografía , también venían a vender caramelos de azúcar para los mas pequeños.

24


Sabiñán María Pinilla Gumiel es una mujer de Sabiñán donde nació hace 91 años. Siempre se le ha conocido como la “Zocota” Su niñez la paso en el pueblo, asistiendo a la escuela hasta los 14 años, momento en que la abandono porque ya no había más cursos y porque era una edad a la que normalmente la mayoría, y más concretamente las chicas, dejaban los estudios. En aquellos años 30 había separación entre chicos y chicas ya que las chicas se dedicaban sobre todo a materias como las “labores”. Doña Paula y Doña Elvira fueron las maestras que guarda en su memoria. Eran tiempos en los que la disciplina se imponía por lo que en cada clase podía haber hasta 50 alumnos, y el que no se portaba bien se quedaba sin salir a comer. Hablando de comer recuerda que la comida era más natural y casera, con cuatro momentos al día y, aunque no faltaba dinero, las tierras propias proporcionaban productos que envasaban y, por supuesto, el corral con animales y cerdos, que se sacrificaban en casa y el mondongo que los alimentaba durante meses. En sus ratos de salir a la calle y estar con las amigas recuerda que jugaba a las tabas, la comba o los pitones. Estos juegos los compaginaba con las labores del hogar ya que su madre murió siendo muy joven María; y aprendió labores, bordados y punto de media en la escuela que en el futuro fueron sus principales aficiones, sin olvidar su gusto por escribir poesías. Esta vida hogareña, el trato directo y continuo con su familia, la vida familiar es lo que más añora de su niñez. Pasados unos años llego la guerra, momentos que vivió con miedo e incertidumbre. En esa época los juegos de niños dieron paso a otras actividades como los paseos con las amigas, jugar a las cartas y ¿cómo no?, el cine y las sesiones de baile donde podía mocear y estar con el novio, eso sí, tenía que estar acompañada de una carabina. Nunca tuvo problemas con sus padres, sus relaciones fueron buenas y no recuerda haber recibido ningún castigo. Su fe cristiana le ha hecho pertenecer a las cofradías de San Roque, Vera Cruz, Santa Lucía y la Purísima y ha tenido la experiencia de ser la camarera encargada de la Purísima. Aún guarda en su memoria el toque de campanas durante toda la noche de los Santos. Sus recuerdos de las fiestas de San Roque se concretan en actos populares como el baile en la plaza, las carreras de pollos, los toros, los helados caseros y pastas que se hacían en el horno. Las tómbolas y las rifas eran otros atractivos que tenían las fiestas. Con quienes más se relacionaba eran las gentes de Morés y Purroy pues compartía la romería de la Cruz.

25


Sabiñán Posteriormente tuvo tres hijos momentos clave en su vida que recuerda con más cariño. La relación con su esposo fue buena. Recuerda que todo el ajuar, todos los regalos fueron destinados para la casa y que la boda fue en Sabiñán rodeados de familiares y amigos. Hoy físicamente está bien aunque ha sufrido varias operaciones. Se encuentra atendida con una buena calidad de vida y, sobre todo, según nos dice, “la cabeza en su sitio”. Añora la vida familiar y la relación que existía entre los del pueblo pero entiende que los tiempos han cambiado y que la vida actual es completamente diferente; no se puede comparar las comodidades que hay en la casa con las de antes, cuando todos dormían en la misma habitación. María ha sido una mujer entregada, primero a la familia de sus padres y después a la suya propia. Su trabajo ha sido la atención, la dedicación a los demás, un trabajo de puertas adentro que normalmente no se reconoce pero que sin su realización el mundo se pararía. Enhorabuena María por haber sido y ser como eres.

26


Velilla de Jiloca Soledad Gallego Gimeno, nació en 1915 en Valtorres aunque lleva residiendo en Velilla más de 60 años. Es la alumna de mayor edad del A.E.P.A. de Velilla de Jiloca. Tuvo cinco hermano y dos hijos: José y Mercedes que falleció a los 37 años, en la actualidad tiene 8 nietos y 5 biznietos y es una persona muy querida por todos sus vecinos. Soledad, has vuelta a la escuela después de muchos años, ¿Qué recuerdos tienes de la escuela de tu infancia? Si quieres empiezo contándote un poco dónde nací y todo eso, es que estuve en muchos sitios. Verás, nací en Olvés donde viví hasta los seis años, después nos fuimos a Valtorres porque aquel año se apedrearon las viñas y no había qué comer, mi padre, al que le decían Vicente “el mulero”, encontró trabajo en Valtorres y le pagaban 5 pesetas cada día además de la luz, la leña y una anegada para sembrar la hortaliza que quisiese. Y aquí, en Valtorres es donde fui a la escuela hasta los 14 años con un maestro que se llamaba D. Juan Antonio, recuerdo que era alto, rubio y muy mayor; era recto pero muy simpático y amable y enseñaba bastante a todos, nos castigaba poniéndonos de rodillas y rezando un padrenuestro en unas tablitas que había. Al entrar le dábamos los buenos días al maestro y rezábamos la salve, a la salida también. ¿Y cómo llegas a Velilla de Jiloca? Pues de Valtorres me vine a Velilla de Jiloca porque aquí tenía a mis tíos Julián y Manuela, que tenían una tienda de ultramarinos y como tenían mucha faena me vine a ayudarles, pero como a mis padres se les arreglaron las cosas, se volvieron otra vez a Olvés, así que mi hermana Carmen se vino con mis tíos a Velilla y yo me volví a Olvés aunque ya tenía novio aquí en Velilla. ¿Y en Olvés, viviste hasta que te casaste? ¡Que va, niña!, en 1933, tenía yo 18 años, me fui a trabajar a casa de una señora que tenía 84 años, como señorita de compañía, se llamaba Doña Elena y era la madre de D. Emilio Gimeno que tiene una calle en Calatayud ¿la conoces?. Bueno, mis obligaciones eran acudir a todo lo que requiriese la señora, la acompañaba de paseo pues salía todas las tardes, recibía las visitas, servía la mesa del comedor y hasta aprendí a poner inyecciones porque Doña Elena era diabética y todos los días a la hora de comer venía un practicante, D. Joaquín, y le ponía una inyección, cuando aprendí se las ponía yo. Estuve con ellos siete años. ¿Quieres contar algo más sobre tu estancia en Calatayud? Mira, en el 36 estalló la guerra de España, unas semanas antes habían venido a refugiarse en casa de su madre los dos hijos de Doña Elena: D. Emilio Gimeno Gil que estaba casado con Doña Irene Esteve, de los Esteve de Calatayud y Doña Carmen Gimeno Gil casada con D. Virgilio Garrán que era teniente coronel en Zaragoza con dos hijos. Con D. Emilio aprendí mucho porque era catedrático y rector de la Universidad de Barcelona, aprendí tanto como los maestros. En estos días que te cuento nos juntamos en la casa 9

27


Velilla de Jiloca muchachas pues los dos matrimonios trajeron a las suyas. En la casa nos daban el uniforme y 30 pesetas al mes pero en los tres años y medio de guerra, los dos matrimonios nos daban 30 pesetas más. También aprendí a llamar y a contestar el teléfono, entonces sólo había en 4 casas de Calatayud. Cuéntanos, a qué te has dedicado en la vida. He hecho de todo. En Valtorres vino una profesora de corte y confección y en los ratos que no iba a la escuela, aprendí a coser, cosía los delantales y los uniformes de mis compañeras y en Velilla cosía para todo el pueblo, sin cobrar pero me lo recompensaban muy bien. Cuando me casé era costumbre del Ayuntamiento dar una parcela para el matrimonio así que plantábamos de todo y como mi marido trabajaba fuera, primero en la vía y luego en Toro en la fábrica de remolacha, yo me encargaba de todo, en casa teníamos toda clase de animales; los maestros y doctores de aquella época se quedaban en mi casa a pensión, he hecho bolillos, ganchillo…tengo hechas ocho mantas a ganchillo y colchas ni sé. Las mujeres antes trabajábamos muchísimo, era un no parar día tras día pero con mucha alegría. ¿Qué diferencias encuentras entre la sociedad de antes y la actual? Mira, te cuento y juzga tú misma, cuando me casé vivimos de alquiler, la familia nos ayudó con los muebles, mis suegros nos criaban un cerdo y mis padres nos daban la harina para todo el año. La comida no faltaba pero había poca abundancia, en casa criábamos todo tipo de animales, hasta patos, teníamos una tocina paridera que paría diecisiete cerdos pero sólo tenía trece tetas para amamantarlos así que cuatro los criaba yo a biberón. La juventud no tenía tanta libertad como ahora, teníamos que pedir permiso a los padres, yo a mis tíos, para salir y no siempre lo daban y cuando salíamos teníamos que ser acompañados tanto a pasear como al baile por los padres, incluso en el baile estaban todo el tiempo viéndonos bailar hasta las siete de la tarde que terminaba. A los padres se les respetaba mucho. Yo me hice novia de mi marido un martes de carnaval en Paracuellos, festejamos nueve años pero el novio tenía que pedir permiso primero a los padres, si no, ni hablar. No había residencia para ancianos, todos morían en su casa, venía el cura a la puerta y el acompañamiento, se velaba toda la noche al difunto y se rezaba el rosario. No había Seguridad Social, al medico y al practicante, se les pagaba la iguala todos los meses, cada mes iba una persona casa por casa a cobrar. Se ganaba muy poco, tres pesetas desde que se hacía de día hasta que se hacía de noche en la recolección de la uva. Se compraba al debe, en la tienda te iban apuntando lo que debías hasta que cobrabas y liquidabas la deuda. De Miedes bajaban con una carga de aliagas y la cambiaban por una cuartilla de judías sobre todo en la época de la matanza del cerdo. Las mujeres nos casábamos todas de negro con mantilla sobre la cabeza y cuando se daba la palabra a alguien se cumplía, no hacía falta darlo por escrito.

28


CONTRAPORTADA

29


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.