José Manuel Balmaceda

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EL ÚLTIMO D E LOS P R E S I D E N T E S C O N S T I T U C I O N A L E S DE

CHILE

DESDE

Setiembre 18 de 1886 hasta Setiembre 18 de 1891 POR

JOAQUÍN VILLARINO I n j e n i e r o , ex I n t e n d e n t e de C o q u i m b o , i V a l p a r a í s o i R e c t o r del L i c e o de V a l p a r a í s o é Instituto Nacional

T I P . DE E . D O M E N E C H Y lí A 11 CICLO NA

1893

C *

.


Sra. D. Emilia Toro v. de Balmaceda a

DISTINGUIDA SEÑORA:

El último de los amigos, pero no el menos sincero, de su digno esposo el Excmo. ex-Presidente de Chile D. José Manuel Balmaceda, se toma la libertad de dedicar a Ud. este trabajo, fruto de los obligados i tristes pasatiempos del destierro. A o es una historia de la interesante administración de su dignísimo esposo, nuestro querido e infortunado jefe i amigo. Es apenas un cuadro narrativo e incompleto de una labor administrativa i política fecunda, que mi pobre pluma apenas ha podido trazar pálidamente. No obedece mi obra a propósito político; ni ha sido inspirada ni consultada con los que pudieran dirigir la conducta de los caídos i desterrados de la patria, pues ni sé si aquellos existen, ni donde están; ni sé si mi labor contraria o no la norma de conducta que aquellos deseen aconsejar i los que vamos dispersos por el mundo. Obro a impulsos de un sentimiento i de un consejo del alma i de la consecuencia i por eso he creído que a nadie mejor que a Ud. debía dedicar este trabajo en la hora presente. Como manifestación de sincera lealtad, de justicia i de reparación al amigo de quien ya nada podemos aguardar, confio en que llevará algún consuelo a su ánimo i en este sentido lo ofrece a Ud. i le ruega lo acepte. Su att. amigo i S. S. r

JOAQUÍN VILLARINO.


BALMACEDA LEYENDAS DE MAÑANA)

En un miserable rancho, en una tarde de invierno, un padre a su hijo relata las historias de otros tiempos. Afuera la lluvia cae, en las ramas ruge el viento i el relámpago se enciende entre las nubes del cielo. — Hubo— le dice el anciano a su hijo, que escucha atento — hace años un presidente que fué el amigo del pueblo. Un hombre justo i honrado, i de un corazón tan bueno que fué su muerte desgracia para todos los chilenos. Yo que me inclino á la tumba i tengo blanco el cabello, yo, que no espero en el mundo i solo en el cielo espero, Cada vez que en mi memoria se presenta su recuerdo,


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siento lágrimas que caen de mis ojos para el muerto. Me parece que lo miro en mis visiones de viejo, cuando mi vela se apaga i huye de mi lado el sueño. Era un hombre de alta talla, que usaba largo el cabello, i tenia de esas frentes en que se refleja el cielo. De esas frentes, tu lo sabes, en que parece que adentro debe haber un sacerdote que dice misa en un templo. Su mirada cariñosa i sus modales correctos, lo cortés de su palabra i lo suave de su acento, Hacían que en todas partes, todo hombre grande o pequeño, le diera mano de amigo i le ofreciera su afecto. Solo en ciertas ocasiones, con ademán altanero, dejaba oir en sus labios la voz que parece un trueno: Cuando de pié en la tribuna defendía los derechos i pedia libertades en beneficio del pueblo! Entonces era de verle; me parece que le veo! como un dios que está enojado, con algo que estorba al cielo. Su mirada se encendía, se enronquecía su acento


i gobernaba las masas con su palabra de fuego. No hai en Chile un Presidente que haya subido a su puesto mas libremente elegido ni con mejores derechos. El fué quien hizo las obras que ves a cada momento: ese canal del Mapocho, i el viaducto del Malleco E hizo construir escuelas, pues quiso que los chilenos conocieran sus deberes i supieran ejercerlos. Y en medio de tantos gastos, disminuyó los impuestos, porque él sabia que al pobre le cuesta ganar dinero. Mas, tu sabes, hijo mió, que todos los seres buenos tienen muchos envidiosos ocupados en perderlos. En contra del Presidente, un dia siete de Enero, hicieron una revuelta todos los hombres perversos. Como ellos tenían plata i había muchos banqueros, se compraron a la Escuadra y a oficiales del Ejército. Tu no puedes figurarte, eres aun muy pequeño, como hai hombres que se venden por un poco de dinero. Este mundo que vivimos de miserias está lleno,


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i hai miserables que tienen de lodo el alma i el cuerpo. Mientras te digo estas cosas, yo — sin querer — me avergüenzo ¡Quisiera olvidar yo mismo los crímenes que te cuento! Pero, es preciso que aprendas las historias de aquel tiempo i que bendigas el nombre de los que han amado al pueblo. En aquella lucha impía del cielo contra el infierno, fué vencido el Presidente con la traición i. el cohecho. I los revolucionarios, una vez que así vencieron, llevaron por todas partes el pillaje i el incendio. Los fieles al Presidente fueron perseguidos, presos, gran número desterrados y alevosamente muertos. En todo el pais oyóse un solo i triste lamento. Yo tengo desde aquel dia ganas de no ser chileno! . I cuentan las tradiciones, tradiciones de mi tiempo, que allí donde estaba oculto tuvo el Presidente un sueño. Vio que la Patria venia toda vestida de duelo sin laureles en la frente i sin armadura el pecho. I que le dijo llorando: —Presidente, ya no tengo


ni fulgores en mi estrella, ni sacerdote en mi templo. Tu que has hecho por mi gloria lo que jamás nadie ha hecho i me has dado de tu vida el jigante i noble esfuerzo; Tu solo puedes salvarme, tu solo en este momento, puedes hacer que detengan sus crímenes los perversos! —Qué quieres que haga — Le dijo el Presidente —• no tengo sino la vida; si quieres yo te la daré contento! — Tu vida! — dijo la Patria — pues es eso lo que quiero. Con tu muerte, el enemigo se quedará satisfecho, I salvarás de este modo a todos tus compañeros, que son mis únicos hijos nobles, patriotas y buenos! — Entonces el Presidente levantándose en su lecho, —Patria—le dijo—¡tu sabes que es tuyo mi ser entero! Si crees que con mi muerte salvar á tus hijos puedo de los crímenes i males que están ahora sufriendo, I los torpes enemigos que producen tu tormento, con mi muerte quedarían tranquilos i satisfechos, Oh, Patria! dame tus brazos, porque yo probarte quiero


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que vivo, te he engrandecido i voi á salvarte, muerto! I tomando su revólver con pulso firme i sereno, se dio un balazo en las sienes diciendo: —Muero contento! Se quedó mudo el anciano; el hijo se queda atento. A fuera cae la lluvia i se oye la voz del trueno. — Padre mió! —dice el hijo — el nombre saber yo quiero de ese hombre de que has hablado, que fué el amigo del pueblo, Yo quiero pasar mi vida bendiciendo su recuerdo! — I levantando la frente, —BALMACEDA!— dijo el viejo. MATÍAS. Agosto de

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PRÓLOGO DE LA SEGUNDA EDICIÓN

Cartas numerosas habían llegado a nuestro poder, pidiéndonos hiciéramos una segunda edición de este libro, en el cual todas ellas reconocían el mérito inapreciable de la imparcialidad i verdad mas absolutas i justicieras, no solo en la narración de los hechos, sino también en las apreciaciones de ellos derivadas i de los personajes que han intervenido en el gran naufragio de nuestra patria. Fueron las cualidades que procuramos imprimirle, como las únicas que podían hacer brillar ante propios y estraños la santidad de la causa que defendimos y la sinrazón de quienes la combatieron. Se deseaba también que en una segunda edición, desapareciesen los numerosos lunares tipográficos que tanto afean la primera i que maligna i furtiva mano, sin duda asalariada, logró estamparle a última hora. Pero ninguna de aquellas cartas dejaba de ser solamente la expresión de un buen deseo que los escasos recursos de un espatriado no podían satisfacer. Sin embargo, hoi nos llega desde estrangera playa el aliento de uno de los nobles chilenos, que ante los


ultrages sufridos en sus bienes, en su persona i en los de su familia, ha debido abandonar la patria querida, después de haberle prestado durante larga vida pública, servicios de la mayor valía. Esa carta realiza la reimpresión de este libro. Sus conceptos, por venir de distinguido e importante correligionario, creemos que deben ser conocidos, no solo como recomendación de nuestro libro, si que también como fórmula que condensa el concepto que ha merecido a todas las personas que acerca de él nos han hablado o escrito. No la copiamos aquí como satisfacción de pueril vanidad, sino como recomendación de un trabajo que, si algún servicio ha podido prestar a la causa de la justicia i de la verdad, satisface ampliamente nuestras aspiraciones. Dice así: «Con el incendio de la imprenta de «La República ^calculo que han desaparecido los ejemplares de su ^obra que ahí había en venta i se me ha ocurrido que y o le podría mandar de aquí unos MIL EJEMPLARES ^con buena pasta, como un débil tributo de admirac i ó n al autor, pues es tal el entusiasmo que ha proaducido en mi su lectura, que desearia con este grano d e arena, contribuir a que llegara a tener la mayor circulación posible en Chile. Su relación es tan exact a , sensata i justiciera de todo lo que ha pasado, a la ^vez que con su estilo levantado i varonil, acepta ^de lleno el peso de sus' palabras verídicas para ^juzgar a los hombres, que yo estimo que la mejor ^manera de honrar la memoria del hombre bueno, ^cumplido caballero y distinguido estadista nuestro ^infortunado amigo Balmaceda, seria ir dando la ma^yor circulación posible á su obra por todo el pais. L a reacción ya viene i la lectura de su libro la ayu^daria inmensamente. })

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Al hacer esta reimpresión i después de maduro examen de todas las apreciaciones contenidas en la edición primera, podemos declarar satisfechos i como prueba del profundo convencimiento que de los hechos i de ios hombres teníamos, que no hemos modificado una sola de las narraciones, ni uno solo de los conceptos emitidos, ora fueran de aplauso ardiente o de condenación severa pero justa. Hoi con mayor convencimiento que jamás después de año y medio que impera en mi patria el gobierno revolucionario, i usurpador; i en vista de los hechos que con lógica inflexible, la lógica del crimen que arrastra i enceguece, han venido sucediéndose, en suelo chileno, hoi decimos, sostenemos como antes, que la revolución careció de pretestos nobles i justos: que fué aristocrática; que buscaba privilegios de castas i predominio social i político; que fueron mentira los causales en que se fundó la traición de la escuadra i la confabulación de un mentido congreso; que el pueblo ignorante no comprendió entonces como parece no comprender hasta hoi, que se jugaban sus destinos, su porvenir material i moral; que desconoció a su redentor Balmaceda i miró indiferente á sus futuros verdugos i opresores; que el ejército a quien se había entregado la decisión de la contienda, no pareció tampoco comprender toda la inmensa importancia i alcance que tenia el problema social, político i militar a que ellos iban a dar solución en los campos de batalla. Acaso no tenia fé en la idea que debia sustentar; numerosos miembros de la fuerza permanente abandonaron los dictados del honor i otros defendieron con ardor tibio la bandera i la dignidad del cuerpo a que pertenecían. Ellos eran la última palabra. L a tribuna, la prensa, el orador popular habían enmudecido; la elocuencia era la del cañón i del sable. Por ahí el ejército ha debido sufrir todas las


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consecuencias de un desastre producido porque él en último término dejó arrebatarse el triunfo i de allí las vejaciones sin número que se han impuesto á los miembros de la institución; encarcelamientos, flajelaciones, hambre, privaciones de sus sueldos i pensiones de retiros; i miseria para ellos i sus familias; i por último han recibido el mendrugo de una amnistía cobarde, dictada al día siguiente que los tiranos tuvieron conocimiento de que el hambre i la miseria estaban haciendo subir al rostro el rubor de las vejaciones i privacidnes esperimentadas; amnistía cobarde, que nadie podría aceptar con reconocimiento habiendo sido dada en medio de los mayores agravios lanzados por los miembros del congreso a los jefes caídos i a la noble institución a que pertenecieron. ¡Amnistías decimos! Van ya cuatro leyes dictadas para acordar perdón a los militares que supieron cumplir con sus deberes de lealtad. Pero en resumen a bien pocos han sido aplicables i la última solo a 33 jefes ha beneficiado. Aun no están amnistiados, ni diputados, ni senadores, ni intendentes, ni ministros de estado, i numerosa falanje de inteligencias superiores i de nobles militares que a la deshonra i a la vida de paria en la propia patria, prefieren el aire de la libertad, comen hoi el pan amargo del ostracismo, dispersos por toda la América i la Europa. Ministerios enteros aguardan aun el veredicto de acusaciones entabladas por sus enemigos, que deben ser también sus jueces. Hoi mismo las cárceles de la capital de Chile se llenan i vuelven a desocuparse de los perseguidos. No hai garantía para las personas, no la haí tampoco para las propiedades. El previscr congreso i el paternal gobierno de la república, han acordado suspender por nueve meses la lei que ampara i proteje los derechos e inviolabilidad de las personas i de sus bienes. ¡ Y a renglón seguido se dicta una lei de


amnistía! |Lei medrosa i de exportación! ¡Y a esto se llama vivir bajo un régimen de libertad e imperando el respeto a las leyes i a la constitución del estado! Hoi, después de año i medio que impera sin contrapeso el gobierno revolucionario que se dice ya de paz i de armonía, hai en las cárceles treinta i tantas personas para las cuales se pide condenación a muerte por el delito de supuesta sedición. Coroneles los unos, como Carvallo Orrego, abogados los otros, jóvenes distinguidos los demás, todos aguardan resignados la hora de la resurrección o del patíbulo. Después de año i medio de cruel prisión a bordo de una nave; después de habérsele trasladado repetidas veces de un buque á otro de la escuadra, por fin el noble general Velazquez, reliquia querida de la patria, ha podido salir en libertad. Pero al hacerse su defensa ante un Consejo de Guerra por el coronel Bulnes, a quien los revolucionarios no pueden negar el cariño de adepto, se han sabido con asombro los hechos siguientes espuestos por él mismo: «que ha habido numerosas violaciones de la ordenanza militar. El general Velazquez ha sido procesado sin que haya precedido orden alguna; no ha tenido defensor; se ignora quien dio orden de trasladarlo a varios buques de la escuadra, exponiendo así su vida i su honor en las calles de Valparaíso. No se ha sabido por qué se le procesó, i sin embargo cerca de dos años está preso. Las garantías mas preciosas de los ciudadanos, dice el señor Búlnes, han sido conculcadas en la persona del ilustre General, i los preceptos constitucionales han sido tabla rasa para esa autoridad anónima que decretó su traslación a un buque de la Escuadra. Los tres primeros fiscales militares, según lo asevera el cuarto fiscal Pozzi, pidieron la pena de muerte para el invicto General, sin haberlo visto ni oido.'* Esto en orden a las personas, respecto de las cua-


les tomamos al acaso una de las mas culminantes, dejando que el criterio de cada cual presuma lo que se habrá hecho i se hace con los desvalidos i personas que no ocupan tan elevada posición en la gerarquia social. El meeting i la tribuna popular, han sido suprimidos a sablazos, toda vez que el pueblo en reuniones pacíficas ha deseado hacer a las autoridades peticiones acerca de la modificación de las leyes dictadas para cargar á ese mismo pueblo de onerosas contribuciones. L a prensa que no aplaudía los atropellos, los desmanes i los desaciertos del poder público ha sido suprimida. La imprenta del diario titulado « L a República^ fué saqueada cuatro veces, en la capital misma de Chile, habiendo tomado en estos asaltos parte directa el intendente de la provincia, a quien se atribuye participación en los saqueos regimentados del 29 de Agosto, los que siempre serán mengua i baldón para el pais donde hasta hoi no han recibido castigo. La última vez, el saqueo del vasto i valioso establecimiento tipográfico por donde se editaba « L a República* desapareció envuelto en las llamas de voraz e intencional incendio; i desde entonces el partido caído no puede tomar parte en ninguna de las manifestaciones legitimas de la vida pública, que son preciosa conquista de la civilización i del derecho. La revolución triunfante, que no era el progreso, ni buscaba la libertad, sino que defendía privilegios, tratando de arrebatarlos i aniquilar a la mas numerosa clase social de Chile, ha probado en sus obras de año i medio de gobierno, que no la calificábamos apasionadamente, ni le hemos atribuido móviles que no tuvieron. Los partidos i los círculos abigarrados que se unieron para apelar a la fuerza, hállanse divididos i en


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lucha abierta entre si, produciendo un verdadero caos i el desquiciamiento social, con la falta de respeto a la autoridad, lo que ya permite presagiar los siniestros resplandores de la anarquía i de la tiranía destinada a sofocarla. El clero declara ya en la cátedra sagrada, que ayer oyó voces de esterminío i de sangre, que toda la derramada en los campos de batalla no ha producido los frutos que ellos aguardaban. I en discursos apasionados i virulentos, abren ya campaña contra los hombres de gobierno i claman por la abolición de las leyes de registro i matrimonio civil i la que secularizó los cementerios, empresa en que les acompaña el compacto i bien regimentado partido conservador. Los liberales de gobierno siempre mezquinos i personales en sus aspiraciones, hállanse divididos i luchando para alcanzar el predominio de personalidades microscópicas, que no enarbolan bandera de principios. Los banqueros se han apresurado a hacer dictar por el Congreso de que forman parte, numerosas leyes qué protejen los intereses de sus instituciones, i que han producido ya una situación económica tirante, que trae en alarma al comercio i difunde la miseria por todos los hogares, por la baja del cambio hasta 1 5 peniques, lo que jamás se vio en Chile, ni aun durante los dias mas aciagos e inciertos de la revolución. Con el pretesto de volver a la circulación metálica, se han levantado cuantiosos empréstitos en oro en el estrangero i, como era lógico, el incremento de la deuda ha minorado el crédito del deudor i produciéndose así la baja del cambio, que ha arrastrado a la ruina numerosas-fortunas privadas. I mientras tanto, como lo decía «El Ferrocarril®, diario aplaudidor de la actual administración, no se 2


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ha dictado una sola lei benéfica que proteja a la industria i proporcione trabajo al pueblo que hoi está sumido en la mas triste miseria. I si se han dictado algunas inconsultas i odiosas que han debido derogarse apenas promulgadas porque echaban sobre el pueblo cargas onerosas que lo habrían hecho estallar apesar de su estoica mansedumbre. El ejército, institución que fué halagada por los revolucionarios con el incentivo de que podía delibe- • rar i decidir, ha visto reaccionar contra tan estraña teoría i mas de uno de sus miembros ha pagado su credulidad rindiendo la vida sobre ignorado banquillo en el interior de los cuarteles. L a revolución está dando sus frutos de .desquiciamiento i desmoralización i estamos seguros que el exceso del mal ha de producir una reacción que, sí puede ser tremenda en sus actos, ha de traer para Chile o el entronizamiento de una tiranía franca i responsable, o la continuación del sistema hipócrita de un gobierno que deja hacer i ampara con su tolerancia todas las denuncias i todos los atropellos, con tal que dañen al adversario. Pero sobre todo no descuella el desprestigio de un gobierno que surgiendo de la escuadra, ha probado con los hechos que fué mentida la razón primordial en que basaron el alzamiento. En efecto, el llamado Congreso i el capitán Montt, hoi presidente afortunado de Chile, desconocieron la autoridad de Balmaceda, Jefe Supremo de la nación, porque el i d e enero de 1 8 9 1 no tenía presupuesto aprobado por el Congreso, ni lei que autorizase la existencia de la marina i del ejército. I sin embargo, el capitán Montt ha gobernado de hecho durante todo el mes de enero de 1892 i todo el de enero de 1 8 9 3 , sin .ninguna de aquellas leyes porque el Congreso no se las había dado. L a lógica i la consecuencia han faltado a los


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hombres, encargándose con su conducta de probar que los fundamentos de la rebelión, fueron falsos i que no era el respeto a la lei, lo que los animaba sino el deseo de mando. Una revolución basada sobre tan deleznables cimientos, va produciendo sus frutos por todo Chile, i dia llegará en que el imperio de la justicia abra anchos horizontes que vuelvan nuestra patria a sus antiguas prácticas', que tanta gloria i prosperidad le dieron en tiempo no lejano. Pero antes de lograrlo ¡cuántos dolores i cuántos cuidados no deberán esperimentarse! Se nos dijo que en la punta de las bayonetas se nos traia la regeneración i la libertad i los insensatos olvidaban que jamás la fuerza pudo fundar otra cosa que tiranías y despotismos a los cuales los pueblos no pueden sustraerse sino tronchando también por medio de la fuerza, las cadenas que les forja la opresión, en cuyo caso son viriles y conscientes; o se someten con resignación i besan la-mano de sus verdugos. Los que así proceden son manadas de ciervos, difíciles de concebir en la era actual, pero si existen, son dignos de su suerte i merecen los gobiernos que tienen. Mendoza. Marzo 18 de 1893.


INTRODUCCIÓN

Parecía imposible que en Chile hubiera una revolución. Mas imposible se creia aun, que una vez que estallara, lograse triunfar. El mundo, que desde medio siglo atrás se habia acostumbrado a vernos en paz inalterable, tenia fé en la estabilidad i bondad de nuestras instituciones; el pais mismo confiaba en ellas, en su vigor i mas que todo, en su propio i profundo amor al orden i en la necesidad que de él tenía. Pero, contra tan justas i cuerdas previsiones ¡la revolución vino i la revolución triunfó! ¿Cuáles fueron sus causas eficientes; cuáles las conveniencias públicas de un orden moral i físico que la hicieran necesaria, imprescindible? He aquí cuestiones considerables dignas de especial estudio. ¿Porqué tanta exaltación de pasiones; porqué asomaron a la superficie tan profundos odios, rencores tan crueles en una sociedad que parecía marchar pollos carriles de la moderación i recíprocos respetos de sus clases sociales? Se dio a la revuelta los caracteres, i en efecto los tuvo, de una guerra de clases i castas sociales: la democracia, en contra de una aristocracia sin títulos que la abonasen de tal. Cada una defendía sus fueros, sus


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derechos i sus privilegios. Desapareciéronlas denominaciones de liberales, radicales i conservadores. Solo se trataba de aristócratas i plebeyos; dignatarios de la fortuna i de la sangre i rotos despreciables. Para aquellos todas las consideraciones, todos los respetos, todos los honores; para estos, los epítetos denigrantes, toda la ignominia, todo el oprobio que puede acumularse en el mas exajerado vocabulario de la mas terrible animosidad. Libertadores eran los unos, tiranos los otros; jenerosos, desprendidos, abnegados, aquellos; i estos, especuladores de baja ley, esplotadores del presupuesto i logreros abominables; aquellos traían en sus manos el lábaro de la redención i de la virtud hollada i escarnecida: i estos pugnando por oprimir con férreas cadenas el cuerpo i con tiránico imperio la inteligencia; aquellos corriendo presurosos a impedir la absorción i la ruina de las arcas públicas a cuyos cofres se atribuye a rotos i siúticos que han introducido mano criminal: i estos, anhelantes por consumir en provecho propio el último céntimo de la renta nacional. ¡Balmaceda! tirano muy superior a Rosas i a Nerón; todos sus amigos i cooperadores, recuas despreciables, dignos solo del presidio i de llevar el grillete del galeote; jauría imbécil de ignorantes i desconocidos, famélicos i rufianes, ladrones públicos, reos de peculado, cuyos nombres deben pasar a la posteridad como símbolo de vergüenza i de oprobio. Todo esto se dijo durante mucho tiempo i continúa repitiéndose en la prensa, en la tribuna, en el club, en la cátedra escolar, en el seno del hogar doméstico i donde quiera que haga oír su voz algún enemigo de la administración Balmaceda. Todo esto se ha dicho para justificar la revolución iniciada en hora infausta para Chile. I todo esto se repite aun después del triunfo, no ya solamente por


los exaltados enemigos de la administración legal derrocada, sino también por numerosa falanje de sectarios del dios éxito que baten palmas por alcanzar los favores del vencedor i ¿quién sabe si también por muchos que, imitadores de Pedro el barquero, comienzan a olvidar que también anduvieron con el maestro i que asistieron a su última cena? Mas ¿que hay de verdad en todas estas apreciaciones que resultarán pálidas i descoloridas si se las compara con lo que son en realidad? ¿Hai en ellas exajeracion o son por ventura reflejo fiel de la verdad? ¿liemos tenido un tirano que nos gobernara con el látigo i la mordaza, cooperando a su acción Tejimientos de descamisados? ¿Fué el señor Balmaceda un mandatario cruel, vengativo, rencoroso que por injénito placer quisiera conducir el pais al abismo i a la ruina? Si todo esto hubo ¿qué parte de responsabilidad le cabe a él, cuál a sus cooperadores de la última i de la primera época i de toda su administración? I si nada de ello hubo ¿porqué tanta zana i encarnizamiento contra el mandatario i sus leales cooperadores? He aquí lo que en la hora presente venimos a poner en tela de juicio. Pero ¿quién sois, se nos preguntará, para que en el dia de la victoria i del público regocijo de los triunfadores, vengáis a erigiros en juez i a hacer pesar vuestro criterio en la balanza cuyo fiel se halla fijamente inclinado p.or el fallo de la opinión, que coopera al éxito de la fuerza ¡última expresión de la justicia i de la verdad

entre los hombres? ¿De dónde

venís; cuál es vuestra filiación i credo político; quiénes vuestros auxiliares i cuál la bandera que durante vuestra vida seguisteis ó en arbolasteis? Contestamos que nada somos; nada valemos; átomo, o menos que átomo político, nuestra vida se des-


lizó tranquila durante veinte años, sin tomar parte en las campañas de odio, de especulación i recriminaciones de los que se dan a sí mismos el inmodesto título de directores, salvadores i rejeneradores de pueblos. Amantes sinceros del engrandecimiento de nuestra patria, no negociamos en Tarapacá; no especulamos con diputaciones, que nos dio el voto popular i nos arrebató el abuso i por consiguiente, no penetramos al recinto de los grandes hombres. Amigos siempre del orden, porque la paz es la salud de los pueblos, el bienestar de la sociedad: i sin salud no hay trabajo, ni progreso posibles. Creíamos en el orden en 1 8 5 1 , cuando jóvenes aun, seguíamos desde las aulas con patriótico anhelo las peripecias de fratricida lucha; creíamos i adorábamos el orden en 1 8 5 9 , cuando apenas penetrábamos los misterios i las labores de la vida pública, i no era dudoso que en 1 8 9 1 nos pusiéramos resueltamente del lado de la paz i del respeto a la autoridad legalmente constituida, aun en contra de aquellos que, borrando todo su pasado, destruyendo la obra que levantaron con su propio esfuerzo i condenando asi toda la labor jigantesca de los mas eminentes estadistas i majístxados que tuvo la República, han venido hoy á desligarse de aquel pasado de gloria i de honor para sus adeptos de ayer. Gloria i honra que eran también consecuencia i prestigio para aquellos que, debiendo respeto venerando a su sangre, han condenado resueltamente lo que durante muchas jeneraciones debieron conservar la familia i el hogar, como el título mas digno i mas grande para reclamar el aprecio I el respeto de sus conciudadanos. L a jeneracion de hoy no habia visto revuelta; ignoraba las consecuencias prácticas de la revolución i la ha llamado a grito herido, ignorando cuánta es la suma de desmoralización, de ruina, de sangre, de


odios i de dolor que deja en pos de sí, sin que ninguno de los beneficios negativos que se le atribuyen, ni aun todos reunidos, alcancen a compensar los males sin cuento que durante años va derramando por la sociedad. No era estraño que nosotros la rechazáramos hoi, como la condenamos ayer, como la condenaremos mañana, porque en nuestra ya larga vida, que va tocando los lindes fijados a su duración, presenciamos algunas de esas calamidades i aprendimos también a deplorarlas i odiarlas, cuando en nuestra juvenil edad oíamos cada noche relatar las escenas de horror i de vergüenza que los Mitre, Sarmiento, L a Madrid, Lavalle, Dávila, Borbon i tantos otros, ilustres proscritos argentinos, condenaban o lloraban en triste i prolongado ostracismo, que buscaba albergue consolador en nuestro hogar paterno, que era el hogar de su propia patria. Por eso ayer, cuando apenas iniciada la revuelta, nos sorprendió en un puesto administrativo de alta importancia, cometimos el error político, que no dejaba de ser eminente i sinceramente patriótico, de poner nuestra débil influencia al servicio de la idea, inspirada por nuestro propio anhelo, de que se tentase un arreglo. Vano fué nuestro intento; i por lesivas que entonces hubieran sido las heridas que se infirieran al respeto i prestíjio del principio de autoridad, nunca, jamas habrían sido tan crueles i dolorosas como las terribles que acaban de minarlo en • Chile por su base, interrumpiendo la gloriosa tradición de prestijio i de honor que formaban el sólido pedestal de nuestra prosperidad i de la casi admiración que se nos acordaba por los estraños. Hoy nos encontramos frente a frente de una revuelta consumada, triunfante que pretendemos juzgar, tomando desde su origen las causas qne la produjeron, para pesar en balanza justiciera i aquilatar


en tranquila atmósfera de recta imparcialidad,'la suma de beneficios i pérdidas qne nos ha dejado, cargando a cada cual las responsabilidades que le corresponden en la consumación de la común catástrofe. ¿Podremos ser imparciales en la voluntaria tarea que nos imponemos? No vacilamos en establecer la afirmativa. Fuimos ayer serenos en medio de la borrasca; cuando tuvimos en nuestras manos discrecional poder, lo usamos solamente en cuanto fué necesario a la salud pública; jamas perdimos la clara visión de los acontecimientos, juzgados en el crisol de una conciencia honrada i patriótica. Tenemos pues, derecho para hablar i ser oidos, i por mas que la severidad de nuestros juicios pudiere aparecer apasionada, nadie podrá ver en ella sino la severidad i la energia inflexibles de la justicia. No escribimos en odio a los hombres sino por amor a la verdad. Sabemos que aquellos cambian i modifican radicalmente sus ideas, en presencia de situaciones, intereses, compromisos i ajenas voluntades i que esta permanece siempre inalterable cual roca inconmovible. Presentar aquellos cambios como ejemplo que no debe imitarse, es propender al bien, porque es acercarse a la verdad, que es la justicia i la armonía. La dureza de nuestra frase no será jamas condenación contra las personas, será exclusivamente reprobación de los hechos por ellas ejecutados. Ninguna prevención inspiró ayer nuestras resoluciones, ni la admiración fué nuestra diosa Ejeria. Venimos hoi a este palenque sin odios, ni idolatrías; ni queremos el infierno, ni las jemonias para los unos; ni el empireo para los otros. Así, i solamente asi, podremos aspirar a que se lean estas pajinas i que, leyéndolas, sea posible que se encuentre en ellas luz de verdad; que la justicia se abra algún dia camino; que cesen las exajeraciones i venga la calma


reparadora a dar a los acontecimientos de ayer i de hoi su verdadera influencia en la catástrofe que el pais ha esperimentado. Bajo dos fases diversas puede i debe considerarse la administración del Presidente constitucional de Chile, señor José Manuel Balmaceda: antes del motín de la escuadra iniciado en la bahía de Valparaíso en la noche del 6 al 7 de enero de 1 8 9 1 i después de este luctuoso acontecimiento. No es nuestro propósito hacer la historia completa de esta administración, porque tal empresa no es de la hora actual. Aunque es digna bajo muchos conceptos de prolijo i concienzudo estudio, solo vamos a rememorar sus hechos culminantes i a analizar con desapasionado criterio, las causas que produjeron una conmoción que tan deplorables consecuencias ha de tener en nuestra patria; no siendo una de las menores la de trastornar las ideas i sentimientos de todo un pueblo, que durante dos tercios de siglo vivió en el amor i el respeto al Presidente de la República i a quien ha visto descender de su solio prestigioso, en persecución i muerte. Alcanza también esta a ilustres jenerales que vivieron siempre venerados, prestando servicios importantes a la patria, tanto en la guerra estranjera como en la paz; persecución que ha herido también a probos i dignos majistrados, a quienes sus conciudadanos respetaron siempre i que hoi sufren vejaciones, encarcelamientos i graves daños en sus intereses i tranquilidad de su hogar. El pueblo chileno ha aprendido en esta revolución a pisotear i ultrajar todo cuanto hasta ayer respetaba con culto de justa admiración. ¡Quiera el cielo que esto, que muchos en el paroxismo del entusiasmo producido por el triunfo, consideran como un castigo, i una lección necesarios, no sea mañana jérmen de inevitable desorganización i de males que no seria


Chile la primera nación donde se realizaran! Porque no en balde se infrinjen las leyes morales que rijen a los estados; porque su desconocimiento ha producido siempre cataclismos sociales, de la misma manera que la alteración de las leyes inmutables que gobiernan el universo material, han solido sepultar las ciudades i los imperios. No sabemos, ni queremos investigar si la hora en que estamos es ya propicia para emprender trabajos como el que damos a luz. Solo pensamos que siempre es útil decir la verdad; que es amarga siempre, i que abre horizontes de odios y de persecuciones para los que no practican la prudencia del mutismo. Caídos hoy, después de haberla servido con abnegación, abandonando por ella una situación modesta e independiente; resueltos a llevar perpetuo destierro, que nos impusimos voluntariamente; le enviamos desde la oscuridad de nuestro asilo, el culto de nuestro amor i los votos que hacemos por su engrandecimiento.


PRIMERA PARTE DESDE l 8 8 6 HASTA 189O

L A OPINIÓN I L O S

PARTIDOS

¿Cuál era el estado de la opinión pública en Chile al presentarse la candidatura del señor Balmaceda a la Presidencia de la República i cuál en el momento en que tomaba posesión de este alto puesto de honor i responsabilidad, que sus conciudadanos disciernen siempre al mas digno i al mas probo? ¿Quién era el señor Balmaceda? El pais estaba hastiado de luchas políticas estériles, en las cuales habia gastado savia exuberante de enerjia patriótica para tratar de hacer triunfar en las elecciones de. diputados, senadores, municipales i electores de Presidente, las candidaturas de su predilección, las que, siempre i en todas partes fueron vencidas por las de investidura oficial, que contaban con el apoyo decidido i enérjico de todos los poderosos ajentes de influencia gubernativa. El último golpe asestado a las ilusiones queridas del pais tuvo lugar en 1 8 7 5 , año en que fué combatida la candidatura mas justamente popular i anhelada por los que presentaban como candidato al ciudadano Benjamín Vi-


cuña Mackena. En esa elección se violaron sin miramiento todas las garantias individuales i electorales, así como también las promesas solemnes del Presidente de la República, consignadas en públicos documentos. I esto se hizo teniendo por audaces ejecutores a personajes que mas tarde alardearon de arrepentimiento, para ensangrentar i enlutar a medio Chile en nombre de la libertad hollada por ellos. Parece que desde ese instante el desaliento i el desencanto ganaron el ánimo de los mas esforzados luchadores políticos i que ese fué el punto inicial de un abandono casi jeneral de sus derechos electorales, llevado a cabo por todos los hombres que en el pais habían creido hasta entonces en la verdad de las instituciones republicanas i en la sinceridad del liberalismo de los hombres que lo enaltecian i encomiaban en la oposición, para minarlo y desprestijiarlo tan pronto como ocupaban los sillones ministeriales. Desde entonces, el pais electoral que no dependía de cualquier modo del poder ejecutivo, no fué a los comicios públicos; i las elecciones de presidente, i las de diputados i senadores, i aun las de municipales mismos fueron, en la inmensa mayoría de los casos, la obra esclusiva i la designación del jefe supremo del estado. Contribuía a conservar en la nación esta verdadera atonía política, la circunstancia de que muchos, sino todos los hombres a quienes el pais miró con simpático interés, no supieron conservar cuando llegaron al poder, la consecuencia a sus principios. Se les vio con frecuencia entrar en arreglos i componendas que desdecían de su seriedad de carácter. Viéronse las alianzas i confabulaciones de las ideas e intereses mas opuestos; olvidáronse con frecuencia las declaraciones al parecer leales i honradas de ayer para transíjir con el abuso que favorecía hoi, para esplotarlo en provecho propio i acaparar los favores i


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privilegios del poder. Desapareció así la unidad i la fuerza de los partidos de ideas, para ser desventajosamente reemplazados por pequeños círculos de personas, agrupadas momentáneamente, no para alcanzar el logro de ventajas permanentes para la nación, sino pasajeros i efímeros triunfos que halagaban la vanidad o el interés propio de los confabulados. Quien mas contribuyó a esta descompaginacion i desmoralización de los partidos fué el presidente Santa María, quien por mucho que poseyese dotes relevantes de estadista, cayó en errores incomprensibles. Principió por organizar ministerios cuyos miembros no iban al gobierno a trabajar por un popósito i un plan fijo de política, sino en bien.de los intereses peculiares al circulo de que era miembro cada ministro. El uno subia en nombre del radicalismo, el otro en el del círculo montt-varista i los otros iban como liberales. Pudo impedirse en mucha parte la descompaginacion de esos ministerios dentro de sí mismos, mediante la voluntad poderosa i absorbente del señor Santa María, que todo lo dominaba; pero no impidió que el jérmen de desuuion surgiese en el grueso i en el seno mismo de los partidos (i). A mayor abundamiento, ese majistrado, que parecía profesar el ateísmo político i que no tenía fé en las ideas, jugó audaz i hábilmente con los partidos, dividiéndolos i falsificándolos a su capricho. Cuando el partido radical alzaba bandera de hostilidad en alguna ciudad, el presidente Santa-María organizaba á su lado otro partido radical

(i) E n el primer ministerio del señor Santa Maria principió a diseñarse en el de R e laciones Esteriores la figura noble del Sr. Balmaceda, c u y a inteligencia, a c t i v i d a d i tino diplomático le conquistaron verdaderos triunfos. E n las discusiones del C o n g r e s o s o s t u v o siempre con talento i elegancia en la forma, las soluciones más liberales i principió a llamar la atención del pais, que le miraba con especial cariño i simpatía. Era una esperanza, porque aparecía como un político que se apartaba de los c a m i n o s trillados i recorría la amplia senda de la libertad. El Ministerio de Relaciones Esteriores fué un p e d e s tal de gloria para el que más tarde debiera ser presidente de la R e p ú b l i c a .


que disputaba al primero su personería i hasta su existencia; i otro tanto hacia con todos los círculos. Rió i se burló de todos i en las postrimerías de su gobierno ya no existían en pié sino fracciones de partidos, círculos personales, odiosidades i ambiciones estrechas. No hizo política levantada sino de dominio i preponderancia personal; esa misma tendencia la inoculó en los partidos i legó así a su sucesor en el mando, cualquiera que hubiese sido, un jérmen permanente de discordia i dificultades: las ambiciones e intereses personales, tan difíciles de amalgamar, armonizar i de hacerlas converjer á un fin único, por grande y noble que sea. Hé ahí los abrojos de que el Sr. Santa-María dejó sembrado el camino que debiera recorrer el S r . Balmaceda i que tan funestos fueron para él i para su patria. Todo esto mató hasta las últimas ilusiones del pais, que se resignó a dejar hacer, sin tomar parte activa en ningún acto político, por mas que los emisarios e influyentes de Santiago apelasen oportuna i periódicamente al conocido i gastado recurso de circulares, cartas amistosas i programas políticos, en los cuales ya nadie creia. Así fué como viéndose los políticos de la capital sistemáticamente abandonados por la masa popular, que miraba indiferente sus maniobras i sus agitaciones en la tribuna parlamentaria, hubieron de cifrar todas sus esperanzas en la omnipotencia presidencial, contribuyendo por ese medio a hacerla mas poderosa i atrevida. Así fué como probados i antiguos liberales mataban en sus propios amigos toda esperanza de entrar al congreso, aun cuando tuvieran conquistado éxito i prestijio en los departamentos, tan solo porque habian pretendido ser diputados sin saludar al portero, que en ese caso era el Presidente de la República.


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Pulularon en torno del Todo Poderoso los aspirantes a la Presidencia de la República i pugnaban a porfía por alcanzar su favor i sus sonrisas. Por decenas contábanse, en ocasiones, los pretendientes a tan elevado cargo, i a medida que el desengaño iba anidándose en sus ánimos, iban también alejándose de los salones de la Moneda, para formar en la oposición, en las filas de los chasqueados, que apelaban al pueblo i le ofrecían libertad electoral ¡ellos! los mismos que la víspera i en todas ocasiones la habian pisoteado i burlado la credulidad pública. Ni creían tampoco los de abajo que mediante su propio esfuerzo i su prestigio llegarían al legro de sus aspiraciones. Por eso se evaporó casi al nacer la candidatura del general Baquedano i por eso también cayó mas tarde, i desapareció en silencio i aislamiento la de José Francisco Vergara, que nació muerta en la convención creada por aquellos a quienes el juicio público, jocoso i siempre atinado, llamó luminarias porque casi todos eran presuntos candidatos. Ninguno creia en el pueblo; ninguno lo buscó i este los miró indiferente. La grande i artificial tormenta preparada por los aspirantes en la prensa, meetings i tribuna parlamentaria, se evaporó cual rápida tormenta de verano i las luminarias tornaron a buscar las sonrisas del poder, entrando nuevamente a la Moneda por las puertas, las ventanas o por donde se podia. En este estado los ánimos, se presentó la candidatura del Sr. Balmaceda a la presidencia de la República. Vino al mundo cobijada por las influencias de lo alto, pero no porque de ellas necesitase para obtener éxito seguro; por que no era para nadie un desconocido, ni carecia de fuertes simpatias i de un partido propio numeroso que veia en él al campeón esforzado i convencido de las ideas liberales, a un infatigable hombre de trabajo i sobre todo, patriota i 3


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amante cual muy pocos del engrandecimiento de Chile, sobre cuya gloria i prosperidad aspiraba a fundar el sólido pedestal de su propia nombradia. El pais lo habia visto figurar desde muy joven al frente de aquel movimiento de libertad i de progreso, de reforma i de honradez política, que se inició en los Clubs llamados de la Reforma, en los cuales se mostró uno de sus más esforzados adalides. Lo había visto el pais hábil, patriota i enérgico en la diplomacia. Los ecos de la reputación que adquirió en la República Argentina habian llegado hasta Chile i nosotros mismos tuvimos ocasión de oir a eminentes estadistas de aquella nación, los conceptos más justicieros de la elevada reputación que allí dejó. Fué acaso él, el único diplomático que no hizo fiasco, ni dejó nota triste o jocosa entre los muchos sabios i literatos, que desde largos años atrás venimos enviando para que nos representen en la vecina República. El pais lo habia visto trabajador infatigable, luchador incesante en la tribuna parlamentaria i en el gabinete del ministro i por eso no estrañó i aun aplaudió en medio de su indiferencia i desencanto político, la designación del señor Balmaceda para ocupar la silla presidencial, i porque además, lo veia sostenido por eminentes estadistas i probados patriotas, como Varas, Santa-María i muchos otros de su elevada talla. L a nación chilena aguardaba mucho del señor Balmaceda i confió i esperó. Le perdonó sin esfuerzo el pecado original de protección gubernativa con que nacía su candidatura; pero era también cierto que nadie hacia ya misterio de su conformidad con esa ya antigua costumbre política, de carácter eminenteinente nacional. ¿Cuántos no habia que principiaban a desear que nuestra carta fundamental, conformándose con la costumbre ya sancionada, estableciera


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que cada presidente nombrase por decreto á su sucesor? El pais, decían, veráse libre de estas agitaciones periódicas que detienen el vuelo del comercio, producen la paralización de las industrias, desmoralizan al pueblo, i constituyen un verdadero juego fantasmagórico para hacer creer al pais que es él quien elige su presidente. ¿Y cuál era en Chile el político que no habia contribuido con su conducta a arraigar tales ideas en el ánimo público i a crear el indiferentismo político mas acentuado i pernicioso? Liberales, conservadores, radicales, montt-varistas, sueltos, ya solos, ya reunidos formando agrupaciones de personas con ideas diametralmente opuestas, habian observado en el poder idéntica conducta, habian ejecutado los mismos atropellos i trasgresiones legales. ¡Y por eso el pais elector habíase convertido en estoico espectador que miraba impasible las luchas parlamentarias mas violentas que ordinariamente dejeneraban en riñas personales i en agitaciones que no salvaban el recinto del Congreso. ¡Al pais se le aseguraba que todo se hacia por él i su prosperidad! pero no daba señal de que lo creyese. Solamente al diputado de Carelmapu, don José Manuel Balmaceda, no se le vio jamás comprometido en esas luchas personales, crueles e impropias del recinto sagrado de las leyes. Toda vez que él tomaba la palabra, alzaba las discusiones al campo sereno i elevado de los principios; i con ademan i apostura caballeresca i frase pulcra, elegante i siempre respectuosa i serena, no produjo por su causa tormentas de odio, ni de recriminación. El sosiego i la indiferencia política que reinaban en el pais al advenimiento de la candidatura Balmaceda, no correspondía por cierto, al estado de exaltación de los ánimos que se notaba en la capital, centro de la vagancia rentista, no solo en el circulo de los


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quince a veinte aspirantes a la presidencia, a quienes se donominó luminarias, sino también en el seno del Congreso Nacional, donde estos i sus adeptos disponían de una minoría numerosa, luchadora i resuelta, que obstruía la discusión, entorpecía la marcha administrativa del señor Santa-Maria i pretendió i aun logró mantener en suspenso por algunos dias la aprobación de la lei que ordena el cobro de las contribuciones, por lo cual el gobierno de aquel hábil ciudadano vióse en el mas serio conflicto, que fué solo el preludio del que mas tarde se promovió al señor Balmaceda. ¡Raro fenómeno! ¡Ejemplo digno de no ser olvidado! El gobierno del señor Santa-Maria solo pudo escapar al tremendo conflicto que se le preparaba en el congreso i por el congreso, i que mas tarde había de caer sobre su desgraciado sucesor, merced a que en él contaba con una reducida mayoría, que agobió con su voto a la minoría, ahogó la palabra en su garganta, estranguló la discusión i rodeando el recinto del congreso i ocupando todos sus pasillos interiores con fuerza armada i garroteros obtuvo por la violencia lo que no había conseguido tratando de hacer valer las prescripciones reglamentarias que la Cámara misma se habia impuesto. Así se produjo aquella noche triste, noche lúgubre en la vida parlamentaria del pais, como había sido vergonzosa i criminal otra noche en que los accionistas de sociedades anónimas i banqueros, salvaron su fortuna particular, dando al pais papel de curso forzoso i guardando el oro acumulado por el trabajo del pueblo i del industrial. Esos actos trajeron desprestigio que cayó sobre su directo ejecutor i cooperadores de la Cámara: Pedro Montt i los suyos. ¡Y estos mismos que así procedieron, fueron los que mas tarde tomaron las armas para reivindicar los fueros de un congreso que ellos habían pisoteado i escarne-


cido durante la administración Santa-María! ¡Y la fortuna fué con ellos... porque poseían fortuna! En estas condiciones i con estas tendencias de los miembros del congreso a trabar la acción del ejecutivo recibió el señor Balmaceda el gobierno de la República i aun cuando en breve vino una renovación de de la representación nacional, el ejemplo ya se' había dado i parece que el secreto de su fuerza no pasó inapercibido, ni se perdió por mucho la esperanza, ni el deseo de volver,a esgrimir contra el poder una arma tan terrible i estraordinaria, porque todas sus fatales consecuencias debian caer esclusivamente sobre el pais, que contempló siempre impasible las luchas entre los numerosos círculos que habian surgido en el congreso y particularmente en la Cámara de Diputados. Esa renovación no introducía, por otra parte, grande alteración en el personal de las cámaras. En la baraja política de nuestra tierra ha habido siempre cierto número de usufructuarios de esos puestos de honor, i por mas que las elecciones se hayan creido renovaciones, han sido solo barajes dados al revuelto naipe, quedando afuera unas pocas cartas marcadas, no sin que ocupasen sus antiguos puestos la mayor parte de ellas. Podía decirse que, mutatis-mutandi, la cámara entrante era la misma saliente, los mismos hombres, con sus odios, sus pasiones, sus ambiciones, sus planes de venganza i sus proyectos de dominación e influencia en el gobierno. Con tales elementos llegó al poder el señor Balmaceda. Contribuían a hacer mas difícil la situación i mas ajitado el campo de la política, las profundas escisiones del partido liberal, dividido en numerosas fracciones, naturalmente compuestas por escasos adeptos, contándose algunos que se denominaban por el nombre de su gefe, seguido de un corto pelotón de corifeos.


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El partido conservador era el único regimentado i disciplinado, que no perdía oportunidad de hacer mas profundas aquellas escisiones, entrando a terciar, para envenenar i agriarlos debates. Sus tribunicios i exaltados oradores situábanse siempre en lugares simpáticos que los hacían aparecer tanto o mas liberales que el liberalismo. Lobo con piel de oveja, dividía para reinar, i aguardaba pacientemente el dia en que envuelto entre los combatientes, obtendría parte considerable i de influencia decisiva en el botin.


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II

EN L A PRENSA Si era ardiente i enconada la lucha de las fracciones político personales que se agitaban en el congreso al terminar su periodo presidencial del señor SantaMaría, no era menos vehemente i cruel el tono de la prensa diaria, destemplada hasta la exageración, cruel i acerada contra la reputación política i privada del magistrado que descendia i no menos intemperante i agresiva contra el sol que se alzaba e iba a iluminar la República durante cinco años. Parece que en Chile no hubiera partidos de ideas; rara vez se discuten estas con la serena tranquilidad i la elevación de estilo que tanto les cuadra i que enaltecen a los hombres, a los partidos i a los pueblos que les rinden culto de moderación i de prudencia. Hoy mas que nunca atraviesa el periodismo chileno por un periodo de crisis i de esterilidad intelectual que es un síntoma revelador del estado social de la juventud del pais. No tenemos hoy los escritores cultos, corteses i discretos que se llamaban Justo i Domingo Arteaga Alemparte: plegaron el vuelo de su inteligencia Vicente Reyes, Fanor Velazco i otros príncipes del ingenio; Eduardo de la Barra, el escritor correcto, el hombre de ideas adelantadas i convencido, habia colgado también su brillante pluma, antes que la ingratitud pagara con duro e inmerecido ostracismo sus servicios a la literatura i a la educación de numerosa juventud. Se fueron los Amunategui, Vicuña Mackenna, Zenteno, Godoi i numerosa pléyade de escritores, cuya justa fama habia salvado


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los lindes de la patria, sin que nuevos jenios vinieran a cubrir los vacíos que dejaron en el campo de la ciencia i de la literatura. Mal endémico de la patria, ya que la prensa de ninguno de los paises Sud-Americanos es tan procaz e inurbana como la nuestra, convierte cada elección presidencial en una chacota cruel, que malea el criterio político del pueblo i le enseña i acostumbra a no ver en sus hombres públicos lo que son, sino lo que sus terribles e injustos enemigos pretenden que sean. Se ocultan todos los bienes que el candidato ha hecho a su patria: se desconocen sus méritos; se les niega la honradez proverbial, timbre de orgullo de la magistratura chilena. Los unos, cuando menos son imbéciles; tirano aquel, verdugo es el otro, reo de peculado i criminal digno de ocupar una celda en la penitenciaria. ¿Qué reputación puede llegar intacta a las alturas? ¿qué prestigio resiste a esa avalancha de injurias i dicterios? Por eso tantos hombres rectos, tantos ilustres ciudadanos que podían prestar eminentes servicios a la nación, resisten a ocupar puestos públicos o los abandonan apenas la injusticia, las calumnias i las intrigas principian a cebarse en ellos. Así, dia llegará, sino estamos ya en él, en que la política sea ocupación de mercaderes o especuladores i no de hombres que lleven al gobierno plan vasto de elevada política i de recta administración. No es esto de hoy. Si recorremos las hojas periódicas de las diversas épocas electorales, encontraremos confirmadas estas verdades. La historia de hoy es conocida de todos; pero los que ya hemos vivido mas de medio siglo, recordamos con pena aquellos dias aciagos en que El Progreso, La Barra, i otras hojas periódicas derramaban la injuria i el oprobio sobre dos de las intelijencias mas distinguidas, sobre dos de los políticos mas eminentes, que habrían he-


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cho honor a cualquiera poderosa nación de Europa i que brillaron en nuestra patria, mas como soles que como estrellas de primera magnitud. Tiranos, crueles verdugos, asesinos; vergüenza i oprobio de la nación cuyos destinos rejian, eran las espresiones que dia a dia se lanzaban al rostro de Montt i de Varas. Se va mas lejos todavia, porque se llevan al estranjero estas exajeraciones violentas, hijas de mal reprimidos odios i ambiciones no satisfechas, que se ocultan tras de mentido velo de principios, de los cuales se abjura toda vez que llega la oportunidad de ponerlos en práctica. En 1 8 5 9 los señores Matta, Manuel Antonio i Guillermo, publicaban en París un opúsculo en el cual para «cumplir su deber de políticos i de ciudadanos chilenos se espresaban así®: «Con el estado de sitio i mas tarde con las facultades estraordinarias de que fué investido por la mayoría de la Cámara, vilmente consagrada a satisfacer con usura hasta los apetitos de venganza, Montt ha gobernado en Chile sin mas ley que sus caprichos, sin mas justicia que sus odios personales i con una plebe viciosa de leguleyos, periodistas venales i de logreros ociosos a quienes inspiraba vigor i confianza, i mas que eso, impunidad, la soldadesca indisciplinada, pronta siempre para el pillaje, hábil siempre para la traición i que representa el honor

militar de sus caudillos. Montt cerró nuestras imprentas, confiscó nuestras libertades constitucionales, encarceló i persiguió a los diputados independientes que hacian oir el grito de la nación entera, entre el tumulto del pillaje; dejó a la merced de un corchete o de un espia la existencia de los hombres honrados i la tranquilidad de las familias; muchos de sus ajentes esparcian la voz de que el despojo i el robo de una propiedad de los opositores era un derecho lejítimo; abrió en la Moneda i en sus cuarteles oficinas de ca-


lumnias i de delaciones i organizó un sistema de tribunales en que se inventaban crímenes i se fidminaban sentencias de muerte contra hombres inocentes, que tenían por acusadores a sus jueces i por jueces a sus acusadores. La pureza proverbial de los Gobiernos de Chile habia desaparecido i la desconfianza se pintaba en todas las fisonomías ante la insolencia del fraude.^

¡Lástima grande que todo fuera mentira! ¿No parece, al leer estas descripciones que pudieran llamarse de ultra-tumba, que el señor don Manuel Antonio describiera las escenas de que ha sido teatro el pais durante el breve periodo en que este caballero acaba de ser miembro del gabinete, i que trazara a grandes rasgos el sistema de política i de gobierno que ha seguido i acaso inspirado él mismo? I no obstante, apenas habian trascurrido unos pocos años, el señor Matta i todo su partido radical asistían en Santiago a una convención de la que resultó electo un candidato netamente monttvarista, el señor José Tomas Urmeneta, i trabajaron activamente por su triunfo al lado de toda esa plebe viciosa de legule-

yos, de periodistas venales i de logreros ociosos i pug-

naron por consiguiente, porque volviera a entronizarse en el pais aquel sistema en que se inventaban

crímenes, se fidminaban sentencias de muerte contra hombres inocentes, que tenían por acusadores a sus jueces y por jueces a sus acusadores. Estos son los }>

que ostentan en su frente, cual inri de glorificación el pomposo título de patriarcas que hacen caer en ridiculo! Para no hacer citas de escritores menudos que comprueben las exaltaciones de la prensa en nuestra patria, séanos lícito tomar trozos de uno de esos príncipes de la intelijencia i de la oratoria, de uno de los jenerales cuya voz dirijente debia ser y era la pauta a que obedecían las huestes revolucionarias


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de 1 8 5 1 i 59—Isidoro Errázuriz, uno de los mas convencidos i esforzados adalides en contra del gobierno de Montt, de su sistema político i de los hombres que lo sirvieron. En un folleto que publicó en 1 8 6 0 en Buenos Aires bajo el título de: « L a Emigración Chilena i el gobierno de Montt, etc.® se espresaba respecto de ellos en los términos siguientes: «Un grupo de hombres reclutados i formados en el cuerpo de inspectores i en la rectoría del Instituto de Santiago, que supieron convertir en el potro de tormento de las jóvenes jeneraciones, se habia apoderado desde 1 8 4 6 de la confianza del partido pelucon. Este viejo círculo, privado de sus grandes jefes por las deserciones i la muerte, decaía visiblemente i comenzaba a ceder al torrente de las aspiraciones nacionales. Esta fué una buena ocasión para los ambiciosos escolares del Instituto. Sin mas horizonte que el del fácil despotismo de pedagogos i el de las estrechas fórmulas del dogmatismo;—ensoberbecidos por el hábito del mando absoluto i por la muda i uniforme obediencia de las aulas, se lanzaron sin otro bagaje al terreno de la política. Instrumentos serviles al principio, i encubriendo su orgullo i sus aspiraciones bajo el manto de una hipócrita deferencia, no tardaron en convertirse en inspiradores i caudillos del peluconismo. Desde entonces, todo lo ha corrompido, todo lo ha degradado. S u crimen más funesto ha sido corromper i degradar la lei, porque si hai anarquía donde el pueblo no la respeta, hai inmoralidad i despotismo donde es la autoridad quien la quebranta o la desprecia.—Congresos, municipalidades, justicia, garantías, educación, decencia,—todo ha desaparecido en la orjia afrentosa de la dictadura legal de Montt. Así, Francisco Puelma, a quien llevó no ha muchos años a las puertas de un presidio el bárbaro i cobarde crimen de haber muerto


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a azotes al mayordomo de una mina, que estaba bajo su administración, hizo esponer a la vergüenza pública en la plaza principal de Chillan a una joven mujer. La infeliz no pudo resistir a la afrenta; pero al Intendente Puelma lo elevó a mas altos puestos i a distinciones de toda especie el favor decidido de la autoridad. (Es el mismo señor Puelma que en nombre de la dignidad del pais ultrajado se presentó al Presidente Balmaceda, llevando la palabra de una numerosa comisión de vecinos de Santiago, i pidiéndole su renuncia, para lo cual invocaba también el recuerdo de la conducta de O Higgins.) «Montt no ha comprendido ninguna de las fibras jenerosas del corazón de un pueblo, decía el mismo Errázuriz en el citado folleto, que es tan fácil despertar al verdadero hombre de estado. S u s mercenarios enganchados en las cárceles i las garitas para aumentar el ejército de línea, le trajeron engrillados a sus pies a los pueblos que se alzaron en 51 i 59. En Valparaíso saquearon almacenes i asesinaron una inocente familia de estranjeros (1). L a prensa se ha lanzado al silbido del amo como una guerrilla de perros rabiosos, sobre todo lo que el pais había respetado hasta ahora como intelijencia, como dignidad, como progreso. El sentimiento nacional de Chile, herido en lo mas vivo por. la negación completa de toda verdad i todo progreso, que representan Montt i sus secuaces, herido por la inmolación de sus hijos en batallas i cadalsos, herido por el cinismo de la dictadura legal, rechaza con desden los vapores impuros del incienso que quema á sus patrones en los altares prostituidos de la prensa, la horda de los enganchados.—Desde 1 8 5 1 el (1) H o i , bajo el ministerio de que formó parte I. Errázuriz, se han saqueado por listas rejimentadamente, centenares de h o g a r e s tranquilos de v i u d a s i de servidores del pais.


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apellido Montt ha asomado con las mas singulares pretensiones de aristocracia i ha revuelto en busca de sus raices la cuna de las viejas familias. Basta que un pilluelo de levita le venda su alma, para que Montt lo reciba en sus oficinas, en la Aduana, en la oficialidad del ejército o de la guardia nacional. Basta que un tonto de alta alcurnia le manifieste adhesión, para que lo lleve á los congresos, á las intendencias, i a los ministerios. ¿Cuál es el hombre de entre la turba de enganchados que rodea el trono de su dictadura, que pueda presentar títulos de talento, de estudio, de servicios prestados en el campo de la inteligencia? ¿Qué cabeza pensadora se ha alzado en Chile bajo su mano omnipotente? La prostitución mas audaz ha plantado sus tiendas en el terreno del pensamiento. Con asombro i con risa vimos ahora a los enganchados (asi llamaba Isidoro Irrázuriz á los montt-varistas) elevar hasta los cielos el panfleto de Ambrosio Montt, sobrino del Presidente de Chile, titulado «El Gobierno i la Revolución®. Pobre truhán literario, a quien el desprecio habia hecho antes un nombre, el panfletero llegó á Chile después de la crisis de 1 8 5 9 , rico en esperanzas dinásticas, en absurdos y en vanidad. Habia recojido en las calles de las grandes ciudades europeas con la paciencia del trapero i con el criterio del carbonero, nombres propios i jirones de la historia del viejo mundo. «En los bancos parlamentarios, agregaba Errázuriz, figura un regimiento de graves nulidades i de logreros corrompidos i serviles, que a la voz del capataz niegan, afirman, aplauden o se enfurecen. El puesto de Portales lo ha profanado Francisco Ovalle i Urmeneta i—¡oh mengua!—sobre el sillón de Renjifo ha colocado hoy Montt a Jovino Novoa. La Universidad ha sido invadida por una turba de bárbaros


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e ignorantes haraganes. Las intendencias se confiaron á los mas insolentes i estúpidos de los sayones. Los honores i los destinos fueron la presa de los mas prostituidos. Poco importaba que a los favoritos del poder les faltasen virtudes y talento; solo se exigia de ellos la ciencia del cinismo i la ciencia de la opresión. Jovino Novoa, hombre oscuro i manchado, dijo en el Club gobernista de Valparaiso i a la faz de veinte mil comerciantes europeos, que para pronunciar el nombre de Montt es menester ponerse de rodi-

llas. Pocos meses después salió de un golpe a la Intendencia de Valparaiso i es en el dia el ministro de hacienda de la República i uno de los caudillos del enganche.® Asi hablaba Isidoro Errázuriz en i 8 6 0 en el estrangero i en una representación hecha ante Congreso Argentino, del sistema político de Montt, de su partido i de los hombres que cooperaban a su obra i que hoy se llaman Waldo Silva, Ramon Barros Luco, José Besa, Marcoleta, Saavedra, Edwards, Pedro i Ambrosio Montt y otros con quienes pocos años después combatía en las mismas filas políticas y en diversas ocasiones, habiendo sido la última la campaña hecha en su consorcio para darles el triunfo de las armas y cooperar á la preponderancia del partido conservador respecto del cual i del jesuitismo apostrofaba a D. Manuel Montt, en el mismo folleto citado, en los términos siguientes: « S i su conversion (la de Montt) a la libertad ha sido sincera ¿porqué se ha limitado a hostilizar brutalmente a las personas y jamas ha tenido la audacia de encarar las preocupaciones i el fanatismo? ¿porqué se ha encerrado siempre en las monstruosas doctrinas del concordato i no ha proclamado con la frente alta la emancipación de todas las iglesias i todas las conciencias? ¿porqué no ha atajado en el baluarte eterno


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de la libertad al jesuitismo que se acerca con pasos de jigante i toca ya el corazón de la República? Porque para Montt, principios i ciencias, verdad y progreso, no son mas que caretas, que las necesidades del momento han podido imponer a su ambición. L a sombra del político que se llamaba Manuel Montt, podria preguntar hoi a Isidoro Errázuriz ¿quién hizo mas por el triunfo del jesuitismo i quién contribuyó a darle glorias mas duraderas i sólidas, si el que aniquiló su influencia i preparó el advenimiento de la libertad i de la democracia, o el que les ha dado en la representación nacional i en los consejos de gobierno una influencia prepotente, como no la tenian hace ya treinta años. El Sr. Errázuriz se escusará diciendo que iba en compañía de los que sostuvieron la política i la obra de D. Manuel Montt i que si ellos la demolían i borraban la consecuencia a su propia sangre i a sus glorias, él no estaba obligado a ser su amparador i su custodia. Ante este argumento, guardemos silencio. Juzgúese a los hombres. No recriminamos; hacemos simple narración i recuerdos de una época pasada, para establecer que nada de lo que la prensa exaltada aseveraba respecto de Montt, de Varas i de su gobierno era la espresion de la verdad. Eran honrados administradores de los caudales públicos. Descendieron de sus altos puestos, i la posteridad justiciera principió para ellos antes que hubieran abandonado para siempre una patria tan injusta i tan cruel con sus mejores hijos. Montt i Varas bajaron al sepulcro respetados por sus conciudadanos i a medida que el tiempo pasa y borra las huellas de odios i pasiones, su figura se ve mas grande i los beneficios que hicieron a Chile se palpan con mayor evidencia. ¡He ahi el lote que toca a los magistrados chile})


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nos! Injusticia i crueldad durante su vida; justicia i reparación tardías después de la muerte. Con nadie fueron mas crueles en la prensa los círculos de oposición que con el señor Balmaceda, mientras fué candidato a la presidencia de la república. Se llegó hasta peneti-ar en el sagrado santuario del hogar, i ni la esposa, ni la inocente familia, ni la madre veneranda escaparon al dicterio, ni dejaron de beber el cáliz acibarado de la mas torpe injuria, de la sospecha infame, de la gratuita i mordaz suposición. Parécenos que entonces debiera el señor Balmaceda sentirse anonadado, no ante las responsabilidades i peligros del puesto a que iba a ser elevado, sino en presencia de la ignominia i del baldón que dia a dia, hora a hora, minuto a minuto se hacían caer sobre él i sobre los seres que le eran mas caros. I no obstante, aquella prensa era dirigida, sostenida i estimulada por lo que en Chile, i particularmente en Santiago, se llama la aristocracia del talento, que también pretende serlo de la sangre. Cada diario representaba a uno o mas de los aspirantes a la silla presidencial, quienes, ya que no les era dado arrebatar a su contendor la deseada magistratura, procuraban hacer que llegara a ella sin honor, sin dignidad i sin prestigio. ¡Como si mañana, cuando aquel descendiera, fuérales lícito pretender un puesto deshonrado i que ellos mismos habían contribuido a hacer vil i despreciable! Imajinan acaso los políticos i sin duda los partidos a que sirven, que aplicando á sus adversarios denominaciones ultrajantes, que convierten la prensa en lodazal, han de grabar en su frente marca indeleble de vergüenza ignominiosa. ¡ C u a n lamentable es su error! ¡ C u a n pueril i vano su empeño! Porque m i e n tras mayor es la injusticia con que proceden, mas


enaltecen i dignifican a la persona del infamado; i los hechos, i las pruebas que el criterio tranquilo i desapasionado no tarda en acopiar, justifican al inculpado i procuran demérito i menosprecio a quienes envilecen la prensa haciéndola servir a torcidos propósitos. Jesucristo ennobleció la cruz porque aquel patíbulo ignominioso se aplicó a un justo, cuyo mérito i virtudes no dejaron de brillar con luz propia, por mas que sus terribles enemigos hubieran tratado de humillarlo i degradarlo, alzándolo en cadalso destinado a los mas famosos crimínales. Olvidan los que en la prensa comprenden bajo una denominación jeneral de logreros, ladrones, especuladores de baja ley a todos los funcionarios públicos, que hay entre estos muchos que no pertenecen al partido que combaten; que hay también entre ellos muchos que han envejecido en el servicio de la nación i que aplican un estigma denigrante a inocentes i a personas dignas de respeto i consideraciones. Olvidan que, a mas de llevar a los cuatro vientos, al estranjero, la idea mas triste i deplorable de lo que son los servidores del estado, deprimen el crédito de la prensa, hasta el estremo que han llegado a constituirla en indigna de crédito i de autoridad. ¡Tales son las exajeraciones o inverosimilitudes en que incurre por sistema i tal el grado de perversión de criterio a que obedecen sus directores e inspiradores! Estamos seguros de que la mayor parte de las revueltas vanas i de las ajitaciones exajeradas que han producido los trastornos de los paises sud-americanos. han encontrado voz de aliento inconsiderado en la exaltación estudiada de la prensa i en la atmósfera ficticia que forma en torno suyo i de sus cooperadores. Jeneralmente los grandes intereses sociales i el 4


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comercio, la industria, la agricultura están en atmósfera tranquila pidiendo paz, cordura y moderación, mientras que en el círculo de los directores de la prensa se forman tormentas de exaltación i se producen conflictos perniciosos a la prosperidad pública. Es que nuestra prensa no representa la opinión pública, sino los intereses i deseos de un círculo reducido, que se aparta del movimiento jeneral nacional, pretendiendo dirijirlo i encaminarlo por senderos inconscientes. I ese desborde jeneral i procacidad de los que se llaman a sí mismos directores de la opinión pública, habían llegado a un límite estremo e intolerable en las postrimerías de la administración Santa María, quien compartía con su primer ministro Balmaceda la primacía de las amarguras i desengaños que tal sistema, erijido por sus propios amigos de la víspera i de largos años atrás, en arma cuotidiana de virulento ataque, debia desalentarlos en su empeño de fundar la libertad i el progreso en bases de mutuo respeto i de tolerancia franca e hidalga, a los hombres, a su vida privada i a sus ideas.


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III

MAGNANIMIDAD Aun resuena en nuestros oídos la grita destemplada i procaz del meeting i de la tribuna parlamentaria, que herían sin lástima al afortunado caudillo que habia logrado atraerse las simpatías del pueblo i su voto en las urnas para rejir por cinco años los destinos de Chile. Todos creíamos que al subir a tan elevado puesto, el señor Balmaceda, conservando un recuerdo amargo e ingrato de las asperezas e intemperancias de la víspera, mantendría alejados del poder a todos aquellos caudillos i aspirantes a la primera majistratura de la nación, que tanta hiél i tanta destemplanza habían lanzado sobre su dignidad de hombre público i su conciencia de hombre privado. Sin embargo, cuando los amigos que lo habían acompañado en las asperezas de la lucha parlamentaria i habian recibido también los dardos hirientes del combate en la prensa i en el meeting, se aprestaban a celebrar en suntuoso banquete el éxito de las urnas populares, Chile entero fué gratamente sorprendido e impresionado, leyendo una carta del señor Balmaceda, que la prensa encomió como merecía, y que llevó a todos los corazones la esperanza i la seguridad de que en las alturas se implantaría una política de tolerancia, de respeto a todas las opiniones i de armonia jeneral entre los chilenos. «No soy ya el jefe de un partido, decia a sus amigos en aquella breve pero hermosa carta el Sr. Balmaceda; soi el Presidente de la República, que aspiro a tener la común confianza de todos i ruego a


mis amigos desistan del propósito de celebrar un triunfo que lastimaría a todos aquellos que han sido vencidos en la lucha electoral. Desde ese instante, ancha i honrosa puerta tuvieron todos los hombres i todos los matices de la opinión para ir sin mengua i sin timidez a cooperar a la obra de progreso común, a que con tanta altura de miras eran llamados por el jefe de la nación. El primer ministerio con que el nuevo presidente dio comienzo a sus labores administrativas i políticas dio también testimonio de que no eran vana fórmula los deseos espresados por él en la carta ya recordada i que acaso sus conciudadanos han relegado al olvido. Figuraban en esa combinación ministerial personalidades como Eusebio Lillo, Joaquin Godoi i otros justamente respetados por sus antecedentes i porque su carácter los habilitaba para ser los mejores representantes de la nueva política que se inauguraba. ¡ Coincidencia singular! El mismo señor Lillo que formó el primer Ministerio del señor Balmaceda, que fué el primer confidente de sus sanos i patrióticos deseos en favor de Chile i que presenció las elecciones mas libres que se hayan celebrado en la república, al decir de los propios adversarios de Balmaceda, quienes reconocían el hecho al dia siguiente de su derrota; ese mismo señor Lillo fué también quién recibió las últimas confidencias i los últimos encargos de honor i de cariño que al abandonar el poder hacia el hombre en presencia de la inmensidad de lo desconocido. Dejemos constancia que entre tantas decepciones sufridas, el Sr. Balmaceda conservó hasta el último el aprecio de un hombre recto i justo, como lo es Lillo. El pais entero volvió a aplaudir los levantados propósitos del jefe del estado. Decimos el pais, porque entonces manifestó de un modo inequívoco que w


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abandonaba su indiferencia por la cosa pública i que deseaba que terminaran aquellas eternas escenas de odio i de rencor que se habían representado en el meeting i en la prensa, que pertenecía a unos pocos potentados; que servia a sus propósitos políticos i no a las aspiraciones de trabajo, progreso i armonía que el país anhelaba. Estos actos magnánimos del Presidente Balmaceda le captaron hondas i merecidas simpatías en toda la república. El olvido de las ofensas mas graves i gratuitas al dia siguiente de haber sido inferidas, revelaba una alma grande i noble, el alma de un patriota i de un ciudadano que ante el bien de su pais lo sacrifica y lo olvida todo. Desde luego manifestó el propósito de unificar el partido liberal i que desapareciesen las facciones i pequeños círculos en que lo habia recibido fraccionado. Fué esta la base de su programa de política. Fruto de esta aspiración ferviente a la concordia i unificación de la familia liberal, que tan deshecha i dispersa recibió el presidente Balmaceda al tiempo de subir al poder, fué la formación de un nuevo ministerio en el cual figuraron matices diversos del revuelto partido liberal, unificado ya, según se creyó, por la labor patriótica i desinteresada del ministerio que saüa declarando: que un grupo considerable del liberalismo, conocido con el nombre de partido montt-varista, se declaraba disuelto i se incorporaba leal i honradamente al grueso de la familia liberal, que por este acontecimiento quedaba ya unida, fuerte i pronta para acometer la obra del porvenir. Jamas hemos podido comprender, n,i ciarnos cuenta de la misión benéfica que dentro de un amplio programa de gobierno i de constitución de los partidos políticos, que cooperan a su implantación o la combaten, ejercen los pequeños círculos i los fracciona-


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mientos de los dos únicos i grandes centros en que los hombres pueden agruparse: los que aman el pasado i los que quieren progreso i libertad; los que piden que se marque el paso o se retroceda, que son los que tienen la mirada fija hacia atrás. Nos esplicamos que en la discusión de un pensamiento que envuelve la realización de un propósito común, haya desinteligencias i apreciaciones varias sobre los medios de llegar al logro de esos propósitos: pero no comprendemos por qué los que disintiendo en la cuestión de detalle van a formar hogar político separado. Crean dentro de un grupo formidable fraccionamientos que lo debilitan: i olvidan que siempre i sin apelar a recursos estremos i violentos, hai una fórmula que, buscada con perseverancia y buena fé, puede satisfacer al mayor número, aun cuando no sea la espresion de los deseos de todos, pero que sí se acerque a ellos cuanto sea posible, por el sacrificio de mínima parte de las aspiraciones individuales, en interés del bien común i del éxito de toda empresa. Pero los partidos políticos son por lo jeneral impacientes i antes de trabajar en el elemento social, para popularizar i hacer aceptables sus principios i sus ideas, se lanzan inescrupulosos en las luchas ardientes i comprometen su existencia i su prestigio, por falta de calma para esperar y obrar. De ahí han surjido los pequeños partidos, a los que mas bien debiera llamarse fracciones, encabezadas por caudillos que se separan del grueso de las filas, porque no prevaleció su opinión individual o por otra causa baladí. De aquí el oríjen de los círculos personales a que también ha venido a dar pábulo el voto acumulativo. Si bien es cierto que su adopción ha permitido representación a todos los matices de opinión en el congreso i otras corporaciones, no


es menos cierto que ha creado la multiplicación de pequeños círculos que se baten y destrozan entre sí i •que han muerto a los grandes partidos con jefes i programas de ideas a que todos debieran sujetarse. El voto acumulativo ha dado aliento a los círculos estrechos i personales, porque la facilidad de crearse un pequeño núcleo de adeptos, que se multiplican como los cinco peces del milagro bíblico, hace surgir personalidades que se constituyen en otros tantos jefes, que destrozan los partidos mas bien organizados. Tal le ha sucedido al partido liberal de Chile. Por eso, la idea de la unificación concebida por el presidente Balmaceda, era grande i tendía a beneficiar única i esclusivamente a los hombres de ideas liberales. No era la obra de un tirano, sino la de un político bien intencionado. L a unión hace la fuerza, dice un adagio vulgar, i en nada es mas cierto que en política. Un partido trabajado por divisiones intestinas entre sus afiliados, jamás podrá realizar algo grande ni duradero. Cuando las disensiones se acentúan demasiado dejeneran en controversias personales; la cuestión de principios se olvida i las individualidades se creen todo. Empeñados todos en salir avantes con su ideal, nadie hai que pueda alcanzar prestigio jeneral; no hai un caudillo, porque hay muchos pequeños jefes; no hai un hombre idea. Hai muchos hombres porque todos ' trabajan para sí i en su propio provecho; pero no existe el hombre, el que se necesita, porque ninguno trabaja por el triunfo del principio i de un programa que lo consigne. Según nuestra opinión, el Sr. Balmaceda era el hombre; probó que lo era, que no trabajaba para sí, sino por el triunfo de un ideal; pero, ó no fué comprendido ó los intereses personales dominaron el poder de la idea i de los principios.


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Bien comprendía el presidente Balmaceda cuál era el inmenso mal que aquejaba al partido liberal, coa el cual tenia que acometer los grandes trabajos del porvenir i por eso, su primera preocupación fué reunirlo i unificarlo. Fué el grande ideal de toda su administración, i a conseguirlo dedicó perseverante i vasta labor. ¿Fué en pos de una quimera? ¿Era posible reunir en un solo haz los hombres, los intereses, las preocupaciones i las antipatías que trataba de amalgamar? El acontecimiento probó que no, y que las fracciones diminutas i diversas del partido liberal, que es mayoría en el pais, no lograron entenderse i se destrozaron, arrastrando en su ruina al jefe jeneroso i abnegado, que todo lo perdió en su porfiado e irrealizable ideal de la unificación i del gobierno armónico de todos los liberales. Los partidos, cuando han permanecido largos años en el poder se malean y pervierten i para depurarse y regenerarse necesitan caer en desgracia, soportar el ostracismo de las alturas y aprender en su caida la práctica de las virtudes cívicas i la unión, que es la fuerza de resistencia i de combate mas potente i eficaz. En balde trabajaba el Sr. Balmaceda por unificar al partido liberal, porque además de que siempre fué propenso á la desunión, sufría ya el mareo de las alturas i los vértigos que produce le preparaban rápido descenso. Tuvimos ocasión de evidenciar por nosotros mismos esta gangrena que roia las entrañas del que un tiempo fué gran partido, durante la época aciaga de la revolución. Habia latentes muchos jérmenes de desunión, que en ocasiones asomaban a l a superficie i que, si no tomaban vuelo, era porque se hallaban enfrente de un enemigo en armas, del que no pocas veces solían olvidarse.


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¡A cuántos buenos amigos no herían! ¡Cuántas ambiciones i prevenciones ocultas! Serán achaques de la libertad i del libre examen, nos decíamos; pero al cabo eran divisiones. Pero por cierto que el grande hombre que se esforzaba por dar vida i armonia a los diversos grupos del liberalismo, no era de la pasta de que se forjan los tiranos, sino de los hombres de vastos ideales, que buscan el progreso en la armonia i no en la discordia. Víctima de su persistente optimismo, harto, i mas que nadie, debió deplorar las funestas consecuencias que para él i para la querida patria trajo el quimérico, aunque bien intencionado ideal que perseguía.


IV

LA RESURRECCIÓN Las diversas fracciones del partido liberal acaba.ban de penetrar nuevamente á la Moneda. Veíanse ya reunidos allí sueltos i liberales netos, montt-varistas, radicales i demás agrupaciones que militaban bajo banderas no conservadoras. ¿Estaban real i sinceramente hechas la unión i la armonía; habia verdadera concordia? Así se creia. L a declaración de muerte, aunque no inhumación del círculo montt-varista era garantía y prenda que así lo aseguraba. Tal acontecimiento creíase lógico, revelaba desinterés i vista política de espertos hombres de estado; porque esa agrupación, formando hogar separado, daria prueba de estrechas miras de predominio, propias solo para mantener la eterna lucha entre los hombres que se aliaban para el bien y para el trabajo, según se decia y eran los anhelos del jefe de la nación. Porque, si bien era cierto que el partido monttvarista nació poderoso y necesario en circunstancias difíciles para Chile, cuando era indispensable robustecer y prestigiar el principio de autoridad, vigorosamente combatido por los exaltados del liberalismo i los intransijerites del conservantismo; si era cierto que ese partido contó en su seno á hombres de todos los hogares políticos i a quienes no se les exijia declaración, ni filiación de ideas, sino amor por el orden, era por eso mismo una verdad indiscutible, que a ningún partido cuadró con mas verdad el calificativo de oportunista. Lo mismo pensaban sus fundadores,


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Montt i Varas, el primero declarando en documentos públicos, antes de abandonar el poder, que habia llegado la hora de imprimir otro rumbo a la política, llamar a la conciliación i elejir para presidente un ciudadano que hubiese permanecido alejado -de las luchas ardientes de la política. El segundo, negándose a aceptar ese alto i honroso cargo i pidiendo a sus amigos que buscaran un ciudadano que permitiese a toda la familia chilena agruparse sin reserva en torno suyo, para realizar el progreso nacional. Era esa una declaración de muerte del partido, la campana que anunciaba su disolución, porque el gobierno de resistencia i esclusivismo, necesario en la época que se ejercitó, se queria reemplazar por otro que fuera de todos i para todos i que ensanchara los horizontes de la acción gubernativa i política. Así lo comprendieron gran número de adeptos de ese partido i desde ese momento principió una emigración visible de sus hombres a los diversos hogares políticos de Chile. No tenemos conocimiento de ningún hecho de trascendencia por medio del cual los Sres. Montt i Varas desmintieran sus nobles i patrióticas resoluciones i por consiguiente, la segunda declaración de muerte del partido montt-varista, carecía de objeto. Porque si ese partido existia, no era ya como el oportunista de la administración Montt, sino acaso como el usufructuario de una herencia de prestijio que convenia esplotar a quienes la querían para sí, aunque fuera apartándose en absoluto del gran principió que le dio vida: la salvación de la patria por el respeto a la autoridad i la conservación del orden. El partido que en nuestros dias se ha llamado montt-varista ¿está seguro de haber sido continuador de aquel gran programa? ¿podrían sus adeptos de hoy presentarse con frente serena en presencia de los


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hombres de ayer, si estos les pidieran cuenta del legado que ellos trasmitieron al pais? Lo cierto fué que la alegría que produjo la unificación no fué duradera. Se vio que el partido monttvarista no habia muerto; que a gran prisa alistaba sus huestes i que hasta contaba ya con su respectivo candidato a la presidencia de la República: Agustín R. Edwards por el que se trabajaba activamente desde la Moneda, por sus adeptos del Ministerio, que así descontentaban a sus colegas de gabinete. Natural era que esta conducta produjese alarmas en el seno del partido liberal, que habia sentado sus reales en las antesalas de la Moneda i que, con este motivo, el ministerio organizado para servir i robustecer el programa de unificación, dimitiera para dar cabida a otro que principió por sostener rudo combate en contra de los amigos de la víspera los montt-varistas. Toda la sesión legislativa de un año se perdió en porfiada lucha contra ellos, quienes pretendían probar que el nuevo ministerio no era parlamentario; mientras que sus miembros, al mismo tiempo que sostenían lo contrario, provocaban lo que por aquellos dias se llamaba una liquidación, de la cual debia resultar definitivamente escluido de las alturas "el partido montt-varista. Los Sres. Demetrio Lastarria, jefe del gabinete, Máximo R. Lira i otros oradores ministeriales, atacaron a fondo a sus adversarios; hicieron responsables a los neófitos montt-varístas, en lenguaje ardiente i destemplado, de las escenas de sangre i de persecución que se atribuyen a ese partido, cuando dominó sin contrapeso en el gobierno, escenas que se habían producido en interés del orden i del bien público, pero que despertaron odios profundos, que en esas circunstancias se revelaron como si no hubieran dormido el sueño de mas de treinta años.


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Los que leíamos desapasionada i tranquilamente aquellas interminables discusiones políticas, solo veíamos enfrente unos de otros, hombres i partidos irreconciliables, separados por la diversidad de sistema i tendencias políticas. Recorrimos entonces el pais desde Tacna al sur i por todas partes oíamos aplaudir la actitud del gabinete Lastarria i todos creían que la reconciliación era imposible. No obstante, nosotros i el pais padecimos error i error que no tardó en mostrarnos que no conocíamos a los políticos de nuestro pais. La guerra fué cruda, cruenta i desapiadada contra el partido montt-varista, que había descendido del ministerio i caído en desgracia, después de haber contribuido a la elección del Sr. Balmaceda i comprometido su prestijio en la jornada del 9 de enero, a la que también concurrieron los demás grupos coaligados. Con este motivo, hízose entonces al Presidente Balmaceda el cargo de inconsecuencia i deslealtad contra sus aliados i amigos de la víspera, a quienes se decia era deudor de la presidencia. I mas tarde se continuó repitiendo el mismo cargo i atribuyendo al abandono de aquel partido todas las desgracias que cayeron sobre su administración. Si este majistrado hubiera seguido hasta el fin con los montt-varistas, nada grave le habría sucedido, se ha dicho i se sostiene aun, después que el acontecimiento ha pasado i sus consecuencias son conocidas. Se le atribuye jeneralmente una importancia capital en el desarrollo de todos los posteriores sucesos i por. esto, sin quitarle por nuestra parte nada de la magnitud que se le concede, lo tomaremos en detenida consideración en todos sus detalles. Por otra parte, los enemigos de los montt-varistas decian entonces, que su permanencia en el poder era


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un peligro; que pesaba sobre ese partido una historia de sangre i de crueldades; que habia salido del poder derramando sangre; que habia permanecido en él en medio de revoluciones i cadalsos i ¡rara coincidencia! que la última sangrienta revolución, se dice hoi, se ha hecho por él i con sus elementos. Antes de hacer ninguna observación sobre este tema i abandonando el terreno de las conjeturas mas 0 menos autorizadas, séanos lícito esponer las ideas del Presidente Balmaceda sobre esta cuestión. Ellas están consignadas en su discurso inaugural del Congreso de i 8 g i . Dicen así: «Elejido Presidente de Chile, cumplía a mi previsión i a mis deberes de primer mandatario del Estado, trazar la política i la línea de conducta que evitara a la conclusión de mi período legal los peligros que amenazaron a las administraciones anteriores. «El gobierno esclusivo con las fracciones del partido liberal que me habían exaltado, podría conducirme involuntariamente al réjimen del gobierno personal i seguramente habría consagrado la coalición liberal conservadora en la oposición. Por este motivo adopté una política de patriótica reconciliación en la cual tuvieran cabida, sobre la base del partido que me elijió, todos los libéralos. Esperaba también que mi respeto a las personas i a la autonomía del partido conservador, facilitaría un gobierno de trabajo i de verdadero engrandecimiento nacional. He ahí propósitos claros i levantados: ¡no caer en el gobierno personal! ¡hacer gobierno de paz! I no obstante, mas tarde se ha acusado al Presidente Balmaceda de ese propósito de gobierno personal desde el principio; i contra su ardiente deseo de paz se le condujo a un gobierno de guerra. «Me han conducido 1 obligado a lo que jamas quise i que contraria mi carácter^ nos decía un día con profunda amargura i M

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convicción. Mi única ambición era hacer la felicidad de mi patria i terminar mi gobierno en paz.® ¡Un cruel destino contrarió tan patrióticas miras! Nadie que tenga mediano conocimiento de lo que son en Chile i acaso en el mundo los partidos políticos, puede ignorar que toda su existencia, sus luchas i sus trabajos acusan un constante ir i venir de los hombres, fluctuando siempre i yendo de un círculo a otro, según fluctúan i se desarrollan las ideas,' las circunstancias políticas, sus peculiaridades de carácter i mil accidentes que, si diariamente modifican el pensamiento de los individuos, cambian también la táctica i la estratejia de los bandos políticos. Siempre i en todas circunstancias se ha visto que los partidos i los hombres mas opuestos en ideales i aspiraciones se han agrupado i lanzado a la lucha para alcanzar un fin común, el cual, una vez conseguido, deja a los combatientes en aptitud de volver a sus antiguos hogares, i muchas veces para combatir crudamente los que la víspera se estrechaban en fraternales i ardorosas filas, tornando contra los amigos.de la víspera el mismo ardor, i acaso odio, que sentían por sus adversarios. ¡Tal es la vida de los partidos políticos! Nada hay eterno en política; lo que hoy se crea, mañana desaparece; pretender lo contrario valdría tanto como pedir la estagnación social, negar el progreso i borrar la incesante aspiración de las sociedades i de la humanidad a conseguir ideales de perfección, que imponen cambios de propósitos i de personas que los secunden. ¿Quién puede ignorar que en la ruta política hai senderos i recodos tortuosos a veces, fáciles en otras ocasiones, desde los cuales se divisa la meta de las aspiraciones comunes? Muchos se estravian en esas sendas; se dispersan, se agrupan según lo exijen los accidentes de la marcha; pero todos esos viajeros lie-


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gan al fin a la cima, i alcanzan lo que apetecían, o quedan rezagados o estraviados. En jeneral, no es posible pues hacer a los políticos cargo fundado porque toda su vida no siguieron en la compañía de aquellos que al subir la montaña emprendieron juntos su ascensión, porque ello valdría tanto como pugnar contra leyes invariables inherentes a la condición del hombre, por cuya propia aspiración se modela i organiza la sociedad í sus variadas exijencias. Estas ideas jenerales no son mera abstracción, porque en la práctica encuentran constantes i no interrumpidos ejemplos que las confirman. L a historia política de Chile abunda en ejemplos: Pérez gobernó con una alianza de conservadores i liberales llamados de gloria barata, es decir, Voltaire se unió a Loyola, como ha sucedido en el gobierno del triunvirato, en el cual el patriarca del radicalismo prestó cooperación a los partidarios del sílabus. Errázuriz gobernó con liberales i radicales: Santa-María jugó con los partidos, los unió toda vez que quiso i los destrozó i entregó desmoralizados a su sucesor. ¡Ingrato i desleal el presidente Balmaceda, porque se separó del partido montt-varista que habia contribuido a su elevación! ¡Monstruo de inconsecuencia; causante de todos los males de la patria por su incomprensible i persistente doblez! se esclama; i la prensa, haciendo eco a estas exaltaciones, va llevándolas exajeradas a todos los vientos de la publicidad i de lo que ha dado en llamarse opinión pública, que repite inconsciente i sin examen lo que no es propio solamente del mal carácter i tendencias típicas que se prestan al presidente Balmaceda, sino la manera de obrar de todos los presidentes, sus predecesores. En efecto, Montt se desprendió del partido conservador que contribuyó a su elevación, que gobernó con


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él breve espacio y con quien riñó mas tarde, haciéndose cruda guerra, que llegó hasta la revuelta a mano armada. Montt formó entonces un partido propio, al que por entonces se calificó de grupo de logreros advenedizos, lacayos i jente desconocida, con otros epítetos peores que hemos consignado en otra parte, tomados de un folleto de Isidoro Errázuriz. Y esos lacayos se decia que venían a reemplazar a los ilustres magnates que hasta entonces habían cooperado a la labor política i administrativa. ¡Lo mismo que se dice hoi de los balmacedistas! ¡La misma historia de siempre repetida sin novedad! —Aquellos lacayos son hoi aristocracia. A Montt sucedió Pérez, quien habia sido elejido presidente de la república mediante la única i esclusiva acción del partido montt-varista, que era vencedor i dominaba sin contrapeso en los consejos de gobierno; i no obstante, Pérez apenas en el poder, hizo á un lado al partido que lo elevara, reemplazándolo por otros hombres, muchos de los cuales figuran hoi entre los que tachan de ingratitud i deslealtad a José Manuel Balmaceda. — A Pérez sucede Errázuriz i el partido conservador, que tan decididos esfuerzos i tan estusiasta adhesión acordara a su caudillo predilecto, fué también alejado del poder para gobernar con un partido propio, que llevó su nombre y le sobrevivió bien poco.—A Errázuriz sucede Pinto, i ya, a la prematura muerte del primero, el segundo principiaba a emanciparse de sus ligaduras, de sus influencias i las de muchos de sus amigos. En poco tiempo mas, una ruptura no habria sido acontecimiento mui esperado. —• Santa-Maria, sucesor de Pinto ¿gobernó bajo la inspiración de éste i de sus amigos? Muy poco seria necesario conocer el carácter del primero para sostener que sí, i tener mui frájil recuerdo de la historia i de los hombres de ayer, para no reconocer que la ses


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paracion existía ya i que si entonces, ni mas tarde no habria habido una ruptura seria y estrepitosa, no debe atribuirse a la inesperada separación del señor Pinto del escenario de la vida, sino a su carácter serio i tranquilo. Quede pues constancia de que el presidente Balmaceda no hizo innovación alguna en la marcha seguida por todos sus ilustres antecesores; i que no. hai justicia, ni imparcialidad cuando se le imputa a su propio carácter lo que por otra parte, no es sino una consecuencia lójica i natural de las cosas. En efecto, imaginan los partidos i los hombres triunfantes que el caudillo de la víspera debe continuar siéndolo i que, a trueque de conservar ese título, no debe tener consideración a los nuevos deberes que la gravedad i responsabilidad de su elevado puesto le imponen. Surgen exijencias, apremios i peticiones a que muchas veces no es dable acceder sin cercenar una parte de las atribuciones nobles del majistrado i sin menoscabo, en ocasiones, del prestijio que el jefe de un estado debe conservar para que sus resoluciones sean acatadas i lleven sello indeleble de altura de miras i elevación de propósitos. Creen los partidos i los hombres que la víspera obtuvieron la victoria, que la política debe ser esclusivamente dirijida por ellos i olvidan que, pesando la responsabilidad toda del gobierno sobre su primer jefe, es a éste a quien incumbe señalar los rumbos i los derroteros del porvenir. Toda intromisión en los lindes del campo esclusivo de la acción presidencial, sobre todo si no ha sido previamente consultada i acordada con él, a mas de amenguar su respetabilidad i ser una inconsecuencia i falta a las consideraciones que le son debidas, es natural que contraríe al hombre i al majistrado, que ve supeditada su acción i sus propósitos, por otra acción i otros propósitos


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que no cuadran a sus miras i planes de gobierno. ¿Quién ignora en Chile que a mucho de todo esto fué debida la ruptura violenta de los conservadores con el presidente Montt; que el resentimiento de los montt-varistas con Pérez i su alejamiento del poder nació de la exijencia i terquedad con que se pedia que el jeneral Garcia no formase parte de su primer ministerio? ¿Y causas análogas no han producido siempre en Chile el mismo fenómeno político? El partido montt-varista i los que hoi se declaran sus mas fervientes defensores ¿están seguros de que nada de esto ocurrió entre este partido i el presidente Balmaceda? ¿No hubo de parte de aquel ninguna pretensión, ninguna desmedida exijencia que sublevara la dignidad del majistrado? ¿Llevaba ese partido al ministerio de que formó parte, un plan político diverso del que acariciaba el presidente de la república, que llamaba a todos los liberales a la acción común, o lo guiaban tendencias de dominación esclusiva que despertaran, como en efecto despertaron, las susceptibilidades de otros círculos políticos que cooperaban a la acción del gobierno, bajo la fé de una promesa solemne de unificación? No seremos nosotros quienes daremos respuesta a estas necesarias interrogaciones. Encargóse en aquel tiempo de hacerlo el ministerio Lastarria, quien fustigó e hizo tremendos cargos a los caídos montt-varistas durante todo el período de una sesión lejislaitva. Prueba evidente de que no era solamente el señor Balmaceda quien habia chocado con los hombres de aquel bando, sino que habia también a su lado un numeroso grupo de hombres prestijiosos que cooperaban a su obra. No se inculpe pues solamente al presidente Balmaceda por aquella separación, porque ella fué fruto de los que directamente la produjeron con su conducta i de sus émulos i adversarios, quie-


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nes a cara descubierta i en noble i franca lid la mantuvieron en el congreso como útil i conveniente. Si mas tarde los adversarios de esa época, se unieron en contra del Presidente de la República para producir la revolución a mano armada, lójico es i entra en la correlación de los acontecimientos, que en su ardor por estrechar sus amistosas relaciones i olvidar pasados disturbios i rencores, vuelvan contra el amigo de ayer todo el odio i el acíbar amargo que en otros días se lanzaron ellos mismo al rostro. Esa es la lójica de la política; ese el fruto de la exaltación de las pasiones que los partidos crean, pero no la lójica de la justicia i de la verdad que se abren camino para dar a cada cual su parte de responsabilidad. Al hablar así, creemos ser el eco de una narración imparcial i tranquila i que fundada en ella, la historia absolverá mañana al Presidente Balmaceda, como lo justificamos hoi, rindiendo culto de cariño i de respeto al amigo i al majistrado infortunado. El hecho fué que el ministerio Lastarria cayó después de una votación que le dio insignificante mayoría en la cámara de diputados i que se sucedieron varios ministerios, ya renovándose parcial, ya totalmente; i lo cierto fué también, que mas tarde i me diando breve lapso de tiempo, volvieron á verse reunidos en la cámara i en el ministerio los mismos que poco antes se habían hecho cruda guerra personal, i cuya enemistad i alejamiento por diverjencia de ideas parecían ser destinadas a perpetua duración. Dilatada labor, ímproba i ardua para nosotros seria la de seguir a los círculos personales que debatían su predominio en las alturas, haciendo prescindencia, al parecer absoluta, del pais que no tomaba parte en cambios ministeriales cuyo alcance, necesidad i conveniencia jeneral no comprendía.


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Casi no hubo durante ese tiempo i hasta el año un solo hombre de mediana importancia o de notoriedad política, de los que figuraban en las múltiples pequeñas fracciones que constituían la revuelta familia liberal, casi no hubo uno a quien el Presidente Balmaceda no llamase a colaborar i cooperar en el ministerio a la obra de unificación y armonía de ese partido, atacado de gangrena. El, en su anhelo de concordia i persiguiendo siempre su quimérico ideal, no veia la dolencia, o si la conocía que era lo mas cierto, buscábale antídoto con incansable solicitud. Volvemos á repetirlo ¡no son estos los hombres en cuyo molde se forjan los tiranos! Lo que nadie ponia en duda en aquellos días i lo que para nadie era un misterio fué: que cada una de las personalidades a quienes se llamaba a la labor común, o muchas de ellas, fueron manzana de discordia en el seno del ministerio de que formaron parte. Seis o mas círculos del congreso: liberales de gobierno, sueltos i radicales, mocetones i monit-varistas, largados i ricardistas, pretendían derechos i prerrogativas para ser consultados; i todos presentaban listas de candidatos ministeriales, toda vez que habia llegado el.momento de una crisis. I los ministerios tenían que organizarse quedando a la puerta i sin representación uno o dos de los círculos, que, por este hecho iban a la cámara a obstruir i allegar nuevos elementos i descontentos que cooperasen a su obra. Un folleto que tiene por título « L a s Verdades amargas® describe i hace las siguientes apreciaciones respecto de la situación porque los representantes de los círculos atravesaban en el gobierno: « E l que llegaba a la Moneda apaleaba al aliado del dia antes; i como si no hubiera habido mas vida que recorrer, desde los bancos del ministerio se lanzaban los mas sangrientos denuestos a los aliados de ayer i a los i8go


enemigos de hoi, bien correspondidos por los opositores del dia. I en cayendo del ministerio habia que cantar la palinodia, para aliarse en seguida con los que quedaban en la oposición. ¿Cuál de los grupos no fué sucesivamente ministerio i oposición, oposición i ministerio? ¿Ni cuál no fué sucesivamente con los otros, enemigo i aliado, aliado i enemigo?* Asi pasaron los tres años del periodo lejislativo de ese revuelto congreso, que mas tarde debia unirse para el mal, para llevar el pais a la revolución. ¡Como si hubiera sido mas difícil armonizarse para el bien, i la grandeza de la nación i el triunfo no contradicho del partido liberal! Las discusiones políticas ardientes i apasionadas lo absorbían todo, i las leyes de interés capital dormían sueño eterno o se convertian también en cuestión política, como sucedia con la compra del ferrocarril a Elqui, cuyo departamento ve hasta boi detenido el vuelo de su progreso material, por la falta de un medio rápido de trasporte, de que ya se habia acostumbrado a gozar, el que no se le quiso dar por no aumentar el poder i prestijio del presidente de la república como se tuvo la franqueza de decirlo en pleno congreso. ¡Cuan grandes fueron las contrariedades a que se viera sometido el ánimo del presidente Balmaceda, trabado en su ardiente anhelo de prosperidad i de trabajo para el pais! Solo podrán comprenderse, si ademas se toma en cuenta que las discusiones que con tanta frecuencia se producian en el seno de los ministerios, principiaban a atribuirse al presidente de la república i que, los mismos que las creaban, dieron en achacarlas al jefe del estado, sin duda para cohonestar con ese procedimiento el desprestijio rápido i siempre creciente que hacían gravitar, en presencia del pais, sobre el partido liberal i sus anarquizados adeptos i prohombres de la capital.


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En las luchas de familia, lo mismo que en los combates de la política, ardua i peligrosa misión es la de aquel que, situándose en eminencia de imparcialidad i rectitud, tiende mano amiga i conciliadora a los unos i a los otros. Casi siempre, por mas cordura i circunspección que se gaste, llega un momento en que los revueltos adversarios tórnanse contra el abnegado servidor, que no cesa de calmar sus pasiones i llamar al orden a los combatientes. Es difícil salvar el lodazal material o el de las pasiones sin que el ropaje del jeneroso conductor libre sin manchas, ni huellas de la peligrosa travesia! ¡I el señor Balmaceda atravesaba el charco de la pasión política, la mas cruel, destemplada e intemperante de las pasiones humanas! ¡I pretendía ser fuerza moderadora entre hombres que parecían no comprender o no querer apreciar su altura de miras i sanidad de propósitos! Mas, antes de continuar esta descarnada relación de acontecimientos que deben estar frescos en el recuerdo de todos los que los siguieron con ánimo impaciente por su terminación, séanos dado esplicar cuál era la causa eficiente i casi única de esos disturbios, que tanto daño debieran inferir mas tarde al crédito i a la prosperidad de la república.


L A S CANDIDATURAS Hemos dicho en otra parte que al terminar la administración Santa María, mas de diez candidatos á la presidencia de la república, conocidos con el nombre de luminarias, quedaron fuera de combate i a quienes la jenerosidad i espíritu levantado del presidente Balmaceda llamó a compartir con él, en puestos eminentes i de confianza, las arduas i honrosas labores de la administración pública. Creemos que el presidente Balmaceda obró entonces impulsado solamente por nobles sentimientos del corazón, olvidando que el gobierno de los pueblos se dirije con la cabeza i con las ideas i no con el sentimentalismo. Este error político debia serle funesto i ¡quién sabe si no ha sido el factor principal que influyó en las dificultades de su gobierno i en las desgracias de la patria! Introdujo a la Moneda a todos sus enemigos de la víspera i estos parece que llegaron allí sin haber depuesto siquiera sus odios, ya que era racional creer que no olvidarían sus aspiraciones. Verdadero caballo troyano, las fracciones disidentes del partido liberal, volviendo de nuevo a palacio, produjeron desconcierto i anarquia. Lo cierto fué que desde ese instante surjieron para el jeneroso i bien intencionado estadista, dificultades que, lejos de amenguar, crecían, variando constantemente, cual verdadero Proteo, de forma i circunstancias. Estábamos en ese tiempo lejos de la Moneda; ni habíamos contribuido sino en humilde escala í mui


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débilmente, ya que no éramos políticos de profesión, a la elección del Sr. Balmaceda, con quien apenas sí habíamos cambiado algún saludo cortes. Pero seguíamos con interés la marcha política i administrativa de un majistrado que ofrecia tantos aspectos interesantes. Esa misma circunstancia i la de hacer un tercio de siglo que los desencantos de la política nos habían alejado de ella i de todo compromiso con los partidos, nos permitían estudiar con calma e imparcialidad, en todos los hogares políticos i en el elemento social mismo, estraño a las maniobras de aquellos, el interés i el verdadero cariño que el señor Balmaceda despertaba en todos los ánimos serenos. Se le creia víctima de las aspiraciones i ambiciones no ocultas de tantos que pretendían sucederle en el mando í solicitaban sus favores. No habia cuestión de principios, ni de grandes partidos históricos de ideas, sino de personalismo. Para nadie es un misterio, ni decimos una novedad asegurando que la Moneda fué un verdadero campo de Agramante, en que luchaban los pretendientes a la banda presidencial. Y a la vez que tronaban contra la perniciosa práctica de que el presidente saliente, designara i elijiese a su sucesor, pugnaban todos por ser los dueños de ese favor i los usufructuarios de las poderosas influencias oficiales. Tal vez se dirá que espresándonos así empequeñecemos los propósitos de los partidos, reduciéndolos a limites estrechos i meramente personales; pero, no seríamos nosotros los culpables de esta apreciación, en cierto modo depresiva de los altos fines que deben guiar a los partidos políticos, sino estos mismos, cuya conducta dio margen entonces a que se les juzgara de un modo tan desfavorable. Alcanzar los honores de candidatura oficial fué siempre en Chile la aspiración i el objetivo de todo


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candidato a la presidencia, ya fuera el postulante liberal o conservador, popular o no. Y tan cierto es esto que, si en 1 8 7 5 alcanzó tanto auje la candidatura popular de Benjamin Vicuña Mackenna, fué porque se dio al principio los aires de contar con el apoyo, o por lo menos con el beneplácito del presidente Errázuriz; i así se atrajo muchos adeptos que lo abandonaron uno en pos de otro, a medida que iban descubriendo la superchería. Todos los partidos, todos los candidatos han quemado incienso al dios intervención; todos le han rendido culto ferviente de cariño y de adoración. Ninguno puede tirar la primera piedra. Sin el calor del poder no ha habido presidencia posible. Esto estaba en la conciencia de todos: del pais elector i de los caudillos políticos. Aquel se resignó i se abstuvo; estos conocieron la inutilidad e impotencia de los esfuerzos populares contra los avances de arriba i abandonaron al pueblo, dejaron de mano á las provincias i contrajéronse de preferencia a conquistar el calor de la Moneda, en torno de cuyas irresistibles influencias se hacia la guerra de intrigas, de cambios ministeriales i movimientos estratéjicos, que no tendían a otro fin que a asegurar el predominio de un circulo i de una candidatura. ¿Qué estraño era entonces que en la administración del Sr. Balmaceda, como en menor escala lo habia sido en la del Sr. Santa María, los de abajo se forjaran la existencia de un candidato oficial para combatirlo i pugnaran todos por alcanzar los honores de serlo? Tan cierto es lo que decimos; tan no es apreciación antojadiza de nuestra parte, que los ministerios que se organizaban i caian en poco tiempo, sucumbían tan pronto como se ponia sobre el tapete la cuestión de candidatura presidencial, que jamas fué iniciada por el presidente Balmaceda, sino por alguno ó va-


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ríos de los miembros de los gabinetes. Esa era la piedra de toque. Jamas mandatario alguno se mostró a mayor altura, ni manifestó mas grandes propósitos de conciliación i concordia que Balmaceda, aceptando todas las soluciones que pudieran ser armónia i unión del multiforme i desmoralizado partido liberal. Persiguió esa quimérica ilusión política con una fe i perseverancia que lo constituian en un verdadero redentor del partido, el que mas tarde habia de sacrificarlo para ocultar los inmensos servicios que le prestara ¡que tal es el lote que los pueblos i los partidos reservan a sus benefactores! El olvido, el desprecio, el cadalso i la cruz, porque el peso del reconocimiento es el mas duro de sobrellevar i se lanzasiempre lejos. • Cuantos han estudiado desapasionadamente la situación porque los partidos i bandos en el poder pasaban en esa época han juzgado de la misma manera. En un folleto interesante por su forma i por el fondo de verdades que contiene hallamos algunos párrafos que vamos a trascribir, aun a riesgo de alterar la unidad i orden de nuestra descripción. Dicen así: «¿I por qué ocurrieron tales i tan numerosos trastrueques de partidos, bandos i grupos?* Porque si era cierto que todos ellos hacían oposición a la candidatura Sanfuentes, no lo era menos que al llegar a la Moneda cada uno quería alzarse con el santo i la limosna, contra los aliados de ayer i hasta contra los aliados del dia.* «A haber habido en todos un propósito leal i sincero i una voluntad decidida de rechazar toda candidatura oficial i de aceptar lealmente el candidato del pais, no habría habido ni intenciones, ni hechos para la esclusion de partidos o grupos determinados, toda vez que en todos ellos habia el mismo patriótico propósito de contribuir a una elección absolutamente libre, hecha por el pais i no por ellos.*


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«Conviene mucho que los hombres sin pasiones políticas ni ambiciones, que forman la gran mayoría del pais, insistan en meditar i en razonar sobre este importantísimo punto.* «¿Por qué inmediatamente que un partido llegaba al ministerio comenzaba la guerra al enemigo con un encarnizamiento atroz i escandaloso? Los sueltos contra los nacionales, los nacionales contra los sueltos, los liberales contra los sueltos, los radicales contra los nacionales, i así, los que iban al ministerio pretendían borrar de la política a los que quedaban fuera, i los que quedaban fuera se ensañaban haciendo oposición a los que iban al ministerio.* « S i era verdad, volvemos a repetir, esa noble aspiración de libertad electoral ¿por qué podia existir desacuerdo? ¿Cuál era la razón de aquellas odiosas esclusiones contra sueltos, nacionales, radicales, liberales, cada uno contra todos i todos contra cada uno? ¿Cómo podría coexistir un propósito absoluto, leal i noble de libertad electoral, al lado de los mas encarnizados propósitos de esclusioo contra uno o mas bandos, si era verdad que todos querían ir al poder i afianzar la libertad electoral?* «Y es el caso que no hay UNO SOLO de los partidos y bandos aliados hoy en revolución que no haya hablado de sus propósitos de libertad electoral i que al llegar a la Moneda no haya procedido con los mas enconados actos de esclusion contra alguno de los bandos que el dia antes era su aliado en la oposición.* i Jamas vióse en Chile, ni en pais alguno, mayor desmoralización política, mayor descompajinacion de los partidos, ni mas descaro para presentarse ante la faz del pais que los contempla, sosteniendo controversias en las que un mismo personaje combatía hoy con calor lo que ayer había sostenido con vehemencia!


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Se llegó por fin a una combinación de la mesa directiva de los debates de la Cámara de diputados en la que figuraban todos los matices de la abigarrada mezcla de círculos en que el sanhedrin político estaba dividido. Siempre el presidente Balmaceda, a quien por la carta constitucional incumbía la atribución de nombrar i remover los ministros del despacho a su vo-

luntad, llevó su condescendencia i propósitos de concordia hasta recibir listas de afiliados en los diversos círculos que figuraban en el congreso, para elejir de entre ellos un ministerio que armonizase todas las congresales opiniones. Así se formó el ministerio llamado de Octubre i que cayó en Enero de 1 8 9 0 , a consecuencia de la descomposición producida en él por un cambio operado por los círculos mismos, de la manera mas intempestiva e inconsulta en la mesa directiva de la Cámara de Diputados, sin que en ello hubiera tenido parte ni injerencia el presidente Balmaceda. Estaban representados en ese ministerio hasta los liberales de gobierno en la persona del ministro señor José Miguel Valdez Carrera; i habiendo sido separado de su puesto el segundo vice-presídente por acto propio, espontáneo e inesplicable de la Cámara i ni aun sospechado por nadie, ese señor ministro se creyó sin el apoyo necesario en el Congreso i dimitió, arrastrando en su caída a todo el ministerio. La salida del segundo vice-presídente habia sido una burla i una modificación inmotivada porque estaba basada su permanencia en un acuerdo de los círculos que fué roto inopinada i traidoramente. ¿Qué era i qué hacia en las alturas ese ministerio, cuya vida fué tan breve i que vino a probar una vez mas, que no era posible que el Presidente de la República continuase por la misma senda recorrida, sin mengua propia i sin grave daño para los intereses


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públicos, que no se entregan a las consecuencias de una colejialada que, si no revelava maldad, por lo menos acusaba lijereza? Desde su llegada a los sillones ministeriales, dio evidentes pruebas de que iba a la conquista del poder i a la elección del futuro presidente, por medio de una confabulación en la que, declarando al Sr. Balmaceda como un prisionero, se le mostraba ante el pais como maniatado i sometido al capricho i despótica voluntad de sus propios secretarios del despacho. Esto era público: ninguno de los ministros lo ocultaba, declarando triunfantes que su prisionero estaba aherrojado entre las cadenas que ellos mismos le forjaron. ¡Carceleros! No era grande ni digno el cargo que se discernían, ni decoroso era tampoco, por la honra de la nación i de su jefe supremo, que a éste se mostrase ante el pais como un esclavo de ajenos caprichos, intereses i aspiraciones. Mas, no era solo eso. L a cuestión de elección presidencial fué resuelta entre los confabulados i valiéndose de todas las influencias, de todo el prestijio i valimiento que les acordaban los altos cargos que servían, echaron las bases i organizaron una convención destinada a darles el triunfo de la candidatura presidencial, con esclusion del partido liberal de gobierno que, aunque minoría relativa en el Congreso, era una fracción política que separadamente contaba en la cámara de diputados con un número de adeptos mui superior al de cualquiera de las fracciones coaligadas i también mayor que el de algunas reunidas. Tampoco tenia representación en esa convención el partido conservador, que hasta entonces permanecía al balcón, observando el desarrollo de los acontecimientos o dándoles el jiro que a sus intereses convenia según la parte que tomaba en los debates, o mejor dicho, riñas parlamentarias.


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Se apeló a todos los recursos para mantener unidas las huestes que se agrupaban para organizar la nueva convención oficial i con este motivo se publicaban permanentemente en la sección mas visible de los diarios del gabinete i en grandes caracteres, los nombres de todos los elementos heterojéneos que iban reuniéndose. Así fueron cerrándose las filas de los confabulados; pero esa convención nacia muerta; jamas aunque los que la creaban no hubiese apelado a la revolución, habría tenido lugar, por la imposibilidad absoluta que habia de que hubieran llegado a ponerse de acuerdo sobre la persona del candidato. Y sin duda que ellos lo comprendían asi mejor que nadie, porque de un mes para otro iban postergando la reunión del imposible cónclave. La descompajinacion de ese ministerio, producida tan inopinadamente i provocada por acto propio de la cámara de diputados, acaso quitó una venda de los ojos al presidente Balmaceda i vino a comprender, tal vez ya demasiado tarde, que no era posible hacer gobierno de labor fructífera, gobierno serio i respetable, continuando por la tortuosa senda recorrida durante mui cerca de cuatro años, en los cuales no fué posible dar vida a una sola organización ministerial robusta, con elementos propios de vida. Hubo entonces de buscar elementos nuevos de gobierno i haciendo uso de una de sus privativas atribuciones constitucionales, organizó en Enero de 1 8 9 0 , el primer ministerio que pudiera llamarse presidencial. Fué presidido por el Sr. Adolfo Ibañez, honorable caballero que, alejado durante algunos años de las luchas ardientes de la política militante, era lójico suponer que no despertaría animosidades i que en torno suyo podrían verificarse aproximaciones de personas, de fracciones políticas i de principios, que


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permitieran resolver i estudiar con moderación las cuestiones políticas de actualidad. El Sr. Ibañez habia sido siempre un liberal avanzado, una ilustración reconocida, diplomático esperto, hábil ministro de estado, juez íntegro i habia defendido con ciencia i acopio de erudición histórica los intereses i derechos de la República. No era, pues, un desconocido i la lójica (si es que la hai en política) hacia aguardar que la concordia se produciría, teniéndolo a él por intermediario. ¡Vano intento! L a destemplada grita de los partidos o círculos en lucha, cayó inexorable, dura, cruel sobre el Sr. Ibañez desde el momento mismo que ocupó el sillón ministerial, para estinguirse i morir el dia preciso que abandonaba su puesto. Desde Enero hasta el 3 1 de Mayo de ese año, la figura política del Sr. Ibañez no fué estudiada, fuélo sí su persona. L a prensa de aquellos dias da testimonio de los estravios de criterio, de las exajeraciones sin fundamento i de las intemperancias de los hombres i de los círculos en lucha, cuando hai .de por medio el interés de la suprema magistratura de. la República. El Sr. Ibañez, débil en estremo i achacoso en su salud, hacia un verdadero i mui señalado servicio al pais,,yendo a ocupar por puro patriotismo i abandonando una posición social tranquila, en la que era respetado i querido de todos, un puesto en el que a cada instante recibia gritos de rabia, furores terribles, desconociéndole que estaba allí en cumplimiento de un deber patriótico i para prestar a su pais, en el último tercio de su vida, uno de los servicios mas grandes i que los pueblos no tendrían jamas como recompensarlo bastante: la conquista i devolución de su tranquilidad i la armonía i acuerdo entre los ciudadanos. No queremos hacer caudal de los agravios personales que la prensa dirijia por entonces al señor


Ibañez, por haber aceptado el ministerio, i al señor Balmaceda por haberlo nombrado, ambos procediendo, según se decia, con torticeros propósitos i a fin de imponer al pais una candidatura de orijen esclusivamente oficial i presidencial. Era a la sazón i venia siendo desde algún tiempo pesadilla de todos los círculos políticos de la capital, la candidatura presidencial oficial de D. Enrique S . Sanfuentes, a quien se atribuían todas las predilecciones del Sr. Balmaceda. A todos consta que el Sr. Ibañez, no aceptaba la candidatura de ese caballero; no la amparaba, la combatía i no obstante ¡los círculos de oposición hacían cruda guerra a ese ministro, ostensiblemente en odio a la candidatura Sanfuentes, i en realidad, porque no prestijiaba la convención a que ellos pretendían dar vida o el candidato de sus afecciones! Esa era la verdad i por eso se lanzó mas tarde al pais en la revolución. Abandonaríamos la franca imparcialidad i la elevada justicia que nos impone nuestro propio carácter si esta euestion no la abordáramos con toda la altura de miras i franqueza que cuadra al propósito que nos guia, i si no dijéramos todo cuanto el deber nos impone en nuestro carácter de escritor que aspira a ser creído i a que se abra amplio i claro horizonte en una cuestión que parece fué la manzana de la discordia. Desde luego, no queremos, ni podemos ocultar que al Sr. Sanfuentes lo ligaban de antiguo estrechos i probados vínculos de personal amistad i estimación con el presidente Balmaceda, vínculos que databan desde antes que este majistrado llegase a la silla presidencial i que ademas, esas relaciones no hablan nacido al calor de las luchas políticas, ni en los ajitados centros donde se debaten los intereses de los e


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partidos, sino en el trato íntimo, cultivado en vieja i sincera amistad. Así, cuando ya en 1 8 8 8 el señor Sanfuentes fué llamado á ocupar el ministerio de Industria i Obras Públicas, en el cual sea dicho de paso, dio muestras de laboriosidad i de serios conocimientos en materia de administración, no sorprendió a nadie una designación que revelaba en el Presidente de la República el propósito justo i lejítimo de rodearse de personas que le fueran afectas. Mas, pronto las predilecciones o acaso la confianza que nacia de antiguos vínculos de estrecha amistad, debieron despertar la suspicaz susceptibilidad de los políticos que frecuentábanla Moneda, i principió a ser mui válido, tres años antes de la elección, que el S r . Sanfuentes era el candidato oficial que contaba con todos los favores del Sr. Balmaceda. Nada habría tenido de estraño que así hubiera sucedido i en nuestra leal imparcialidad, queremos prestar i aun reconocer al Sr. Balmaceda inclinación predilecta en favor del Sr. Sanfuentes. Y queremos también dejar establecido, que dados estos antecedentes, era lójico i natural que despertaran en el señor Sanfuentes aspiraciones lejítimas a ocupar en el futuro la silla presidencial. Tenia tantos méritos como otros i era ademas un hombre nuevo que entraba a la política. Y si buscaba i obtenía los favores de la candidatura oficial, que tantos de sus émulos anhelaban, no hacia sino seguir la vieja práctica chilena, repudiada solo por aquellos a quienes no favorecía i tan querida por ellos. Lo cierto fué que mas que los amigos del Sr. Sanfuentes, fueron sus adversarios quienes llamaron la atención hacia una personalidad política que se presentaba de improviso en el escenario i a la cual, al mismo tiempo que se combatía, se le daba el brillo i el prestigio de ser un favorito y un sol próximo a levantarse.


Di jóse por aquel tiempo que uno de los Ministe-; rios organizados, lo habia sido con el esclusivo objeto de prohijar la candidatura del señor Sanfuentes;. que el Ministro del Interior encargado de presidirlo,, habia aceptado la cartera con esa previa condición. Se abonaba esta aseveración, mostrando los salones del señor Sanfuentes visitados noche a noche por los miembros de ese gabinete, i sus tertulias frecuentes compuestas por hombres que ya le rendían culto de predilecto, porque veian en él a un candidato oficial en incubación. Ese ministerio como muchos otros, llegó á desorganizarse i caer, según se dijo, porque uno de sus miembros, Eduardo Matte tomando lasvestiduras de Satán, habia soplado al oído del de lo interior, Demetrio Lastarria, que no era debido que él, pudiendo trabajar por su propia candidatura, se esforzara en levantar una personalidad que no le era igual, sino inferior. Sea de esto lo que fuere, no puede ocultarse que habia trabajos que tendian a prestijiar al señor Sanfuentes i que se habia hecho de numerosos amigos que en la capital i particularmente en las provincias del norte, que habia recorrido acompañando en su carácter de Ministro al presidente Balmaceda, contaba con numerosos i decididos amigos, que lo eran también del primero. Era eso lo bastante para que al señor Sanfuentes se le convirtiera en el blanco de todos los ataques i de todas las invectivas, en la prensa i en el meeting i para que, en el Congreso se pusieran al gobierno todo jénero de entorpecimientos i obstrucciones, a fin de obligarlo a abandonar al favorito i echarse en brazos de círculos i personas adversas al señor Sanfuentes. No discutimos hoi al señor Sanfuentes; ni queremos tampoco inquirir si sus méritos eran o no bas-


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tantes para aspirar a la presidencia. Solo diremos hoi, copiando a un publicista i eminente escritor chileno, que en las repúblicas el pueblo i los partidos a cada elección dicen: tenemos presidente! ¿quién será el presidente? I nosotros agregaríamos ¿quién será el candidato? «He ahi, decia el mismo escritor, la preocupación incesante de los partidos, de los gobiernos, de las oposiciones, de la universalidad de los ciudadanos. Todavía no ha tomado el presidente electo las riendas del poder, cuando ya se trata de averiguar quién será su sucesor.* « S e quiere justificar esta perenne ajitacion, esta eterna duda, tan fecunda en males, diciendo que el pueblo necesita conocer a su futuro jefe, discutir su mérito i formar la conciencia de su voto. ¡Error! Presentarse como candidato es lo mismo que ponerse en la picota, hacerse el blanco de la envidia, del odio, de todas las malas pasiones. El hombre mas eminente i virtuoso sería vencido en tan angustiosa e implacable lucha. Traed aquí a un Cincinato, a un W a s hington, un Sidney: decid que es candidato a la presidencia i veréis llover sobre él un torrente de dicterios. Al cabo de uno o dos años vuestro candidato parecerá un galeote, un forzado, un presidiario de carros. En tratándose de candidaturas, no hay hombre bueno, o digno o aparente*. Tal le aconteció al Sr. Sanfuentes, por que lo que en 1 8 5 9 escribia el Sr. Ambrosio Montt es lo que desde entonces hasta hoi ha venido sucediendo en Chile i lo que acontecerá en el futuro, si no se modifican las condiciones de existencia i las relaciones i respetos recíprocos que se deben los hombres i los partidos a que pertenecen. No justificamos tampoco los trabajos oficiales, si por entonces los habia, en favor de una candidatura


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presidencial, por que siempre fuimos adversarios de ellcs i creemos que han sido una plaga funesta que introdujo la desmoralización de los partidos i la de sus directores, i que creó el marasmo político en Chile. Si insistimos en establecer los motivos de credibilidad de aquella conjetura, es solo para esponer mas tarde consideraciones de un carácter jeneral i otras ad-hominem, que la hicieron desaparecer no solo como realidad, sino también como mera hipótesis, por mas que tuviera antecedentes que la abonasen. Establecidos estos hechos fundamentales, volvamos nuestra vista al ministerio que en Enero de 1 8 9 0 habia organizado el Sr. Ibañez. Parece que el objetivo que este estadista tuvo en mira, fué organizar un partido serio, que, alejándose de las exajeraciones, de los odios i de las pasiones que tanto dañaban la tranquila solución de arduos problemas políticos, permitiei a, durante el receso legal del congreso, crear una mayoría que hiciese viable la marcha del ejecutivo i que, acercando a todos los hombres de buena voluntad, hiciera ya divisar una aurora de paz i de concordia, que tanta falta hacia al comercio paralizado, a las industrias detenidas en su rápido vuelo i al organismo administrativo de la nación, minado en su propia existencia. Por ese tiempo fuimos llamados a rejir los destinos de una estensa é importante provincia de la república, la de Coquimbo, i con este motivo llegó la ocasión de que nos impusiéramos del plan político del Sr- Ibañez. Se nos llamaba en el carácter de hombre que, alejado desde largos años atrás de los trabajos de la política activa, nuestro nombramiento no despertaba odios, ni prevenciones en ningún hogar i era una garantía de respeto para todos, no solo por nuestra edad, sino también por nuestras mas


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arraigadas i honradas convicciones. Por eso fué que ademas de la universal simpatia que en favor de la política del Sr. Balmaceda habia en toda la provincia de Coquimbo, siempre se mantuvo inalterable la concordia entre su primer mandatario i los elementos montt-varistas, conservadores i radicales, que tenían una representación considerable en el municipio i en muchos otros servicios públicos. Tal habla sido también la divisa de la política aconsejado por S . E. el Sr. Balmaceda i por el Sr. Ibañez mismo. • Ya que ha llegado la hora de las revelaciones justicieras que recojerá la historia, creo uno de mis mas sagrados deberes consignar aqui, como un tributo respetuoso debido al mandatario i al amigo desgraciado, que ayer rijió los destinos de nuestra patria, detalles íntimos que hablan en su favor i que contribuirán a esclarecer qué era lo que había en materia de candidatura presidencial. Para ello, séanos permitido estampar aquí la conversación que tuvimos con el Sr. Balmaceda antes de aceptar el elevado cargo que se nos ofrecía. Para decidirme, señor, a echar sobre mí la responsabilidad de un cargo delicado en las actuales circunstancias, por la ajitacion política de actualidad, i las emerjencias graves que se divisan en el porvenir, necesito saber si S. E. tiene el propósito de que las autoridades amparemos algún candidato presidencial determinado i comprometamos nuestro prestijio de mandatarios, poniéndonos mas tarde al servicio de las ilegalidades i atropellos que en tales casos han sido de costumbre i que se imponen como indispensables. Su respuesta fué: que podia aceptar tranquilo, desde que el Presidente de la República no tenia candidato oficial, que no lo tendría mas tarde i que, ademas, me autorizaba para asegurar que a nadie le habia insinuado


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jamas que lo tuviera. En estas condiciones acepté aquel puesto; durante mi administración recibí reiteradas confirmaciones de que el Presidente no modificaba su opinión, i mis gobernados mismos oyeron siempre i constantemente mis palabras, que los estimulaban a la acción, por que ellos eran los únicos llamados a decidir la cuestión candidatura, sin contar con que el intendente de la provincia fuera a echar en la balanza política i en los actos electorales el peso de su influencia i de las infracciones legales. I esta conducta era calurosamente aprobada por el Sr. Balmaceda en todas sus cartas, que la invasión revolucionaria hizo desaparecer en hora funesta, cuando fué ocupada la intendencia de la Serena en enero de 1 8 0 1 . Esa era la política del S r . Balmaceda i esos los propósitos sanos i elevados del Ministerio Ibañez. Pero, fuera que no encontrara cooperación de parte de los partidos i de sus directores, ya demasiado exaltados; fuese que sus miras no fueran bien comprendidas o apreciadas, fué lo cierto que el Sr. Ibañez nada consiguió, por mas que estuvo al habla i aun inició conferencias con muchos políticos de importancia. I mientras tanto, el 1 . ° de junio, día en que debía abrirse el Congreso, según lo ordenado por la Constitución, se aproximaba. La prensa tronaba contra el Sr. Ibañez, cuyo único pecado era buscar solución al conflicto en perspectiva i poner su nombre en la picota para ser vejado y menospreciado diariamente en todos los tonos del mas elevado diapasón de la injuria, por todas las publicaciones de oposición de Santiago i Valparaíso, que llevaban sus ecos i repercutían en las provincias, sin lograr apasionarlas. El Ministro Ibañez debia ser acusado ante el Congreso apenas este se abriera, no por delitos que hu-


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biera cometido, sino por que, aceptando tan espinoso cargo, decían que se habia hecho solidario de la caída del ministerio anterior, operada por acto propio de la Cámara de diputados, que la produjo coma consecuencia lójica, según ya se ha manifestado. ¡I sin embargo, la labor del Sr. Ibañez, que habia sido impotente para acallar la grita destemplada de la prensa i la intransijencia de los directores de los círculos políticos, fué fructífera en las alturas i produjo una de las mas grandes i patrióticas evoluciones, que en cualquiera otro pais que no fuera Chile habría calmado ipso-facto todas las excitaciones, todas las intemperancias, todos los recelos i suspicacias de los políticos miopes, que no leian en el porvenir i no aprovechaban en beneficio del pais la oportunidad de una reconciliación! El dia último de Mayo, el Sr. Ibañez abandonaba el Ministerio i daba lugar a la organización de otro que presidió el Sr. Enrique S. Sanfuentes, manzana de la discordia, presunto candidato oficial i a quien los círculos políticos i los aspirantes a la presidencia hacían cruda e implacable guerra de dicterios, de sarcasmos i de ofensas de todo jénero. Presentóse al Senado de la República el nuevo jefe del gabinete, pidió la palabra el Sr. Sanfuentes para esponer su programa de gobierno i los fines nobles i desinteresados que lo llevaban a ese puesto de sacrificio en aquellas azarosas circunstancias. I ¡cosa sorprendente! Alzóse para recabar el derecho de prioridad Eulogio Altamirano, senador que iba a hablar en nombre de la libertad del sufrajio que se pretendía violado; del decoro del congreso pisoteado, él, que siendo ministro del Interior e intendente de Valparaíso, habia sido un eterno conculcador de los derechos i libertades de los ciudadanos; que habia pisoteado i burlado todas las garantías que las leyes r


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acuerdan para tales casos i que en su doble carácter habia desmoralizado audazmente al pais elector, i reido del congreso, en el congreso mismo, cuando se le interpelaba sobre sus audaces i descarados manejos. Habló i pidió la censura de un ministerio que aun no habia ejecutado un solo acto i que comenzaba por rendir acatamiento a la representación nacional, fuera o no espúrea i ficticia, yendo a buscar su concurso, esponiendo los patrióticos fines que habían producido la evolución política: la concordia entre la familia chilena i la armonía entre los dos altos poderes públicos, representados por el Presidente de la República i por el congreso, cuya desintelijencia ya hacia presentir tremendas desgracias para Chile. El ministerio Sanfuentes fué censurado i ¡no obstante, era portador de la oliva de la paz! ¡Era la paloma mensajera que rasgando las nubes tormentosas que oscurecían el horizonte político, hacia lucir un iris de bonanza i de reposo! En efecto, el Sr. Sanfuentes espuso: «que ya que su nombre era bandera de discordia i que se le atribuían las predilecciones del Presidente de la República i las influencias oficiales, él venia á declarar: que si habia aceptado el cargo de ministro del interior, era para dar al pais, dar a sus representantes, la seguridad de que él se desprendía de todos los derechos que a cualquier ciudadano dan nuestras leyes para optar a los cargos públicos y que renunciaba a su candidatura presidencial, la que no aceptaría, ni aun en el caso improbable de que sus conciudadanos llegasen a elejirlo por unanimidad de sufragios®. ¡I el senado lo censuró! Cometióse por este cuerpo un acto inconcebible de inconstitucionalidad, porque entre las atribuciones especiales que la carta le señala figura únicamente la de juzgar a los funcionarios que acusare la


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Cámara de Diputados i por consiguiente, olvidó su papel de juez para convertirse en acusador, inhabilitándose para poder desempeñar mas tarde con rectitud i sin pasión, su augusta misión. Análoga declaración hizo el Sr. Sanfuentes en la Cámara de Diputados i ¡fué también censurado por ella! No se creyó, ni al Presidente de la República que enviaba un mensajero de paz i de avenimiento i se despreció al ciudadano patriota i desinteresado, que hacia el mas grande de los sacrificios en aras del bien común i de la armonía de los poderes públicos. I decimos sacrificio, porque el Sr. Sanfuentes, hombre joven i dotado de cualidades de político i administrador, que hacían presajiar en él un buen mandatario, contaba con numerosos amigos i decididos adeptos, que habrían luchado en las urnas electorales, i habrían acaso obtenido el triunfo dentro del terreno legal. El Sr. Sanfuentes, digámoslo aquí en su honor i en el del pais que lo cuenta entre sus nobles hijos, mantuvo siempre su palabra, por mas que numerosas i reiteradas comisiones de amigos, fueron a rogarle a su campestre retiro, que aceptase la candidatura presidencial, ya que su sacrificio no habia sido reconocido, ni comprendido, ni producido la concordia que se buscaba. L a palabra de Sanfuentes habia producido solo incredulidad. Pero ¿acaso este sentimiento era nuevo en Chile; provenia, por ventura, de que fueran Sanfuentes i Balmaceda quienes hacian la solemne i patriótica promesa; era cierto que se obraba así en odio al primero i porque el segundo hubiera perdido la confianza pública o la de los círculos políticos? No, i mil veces no. Porque semejante conducta de parte de las oposiciones, no carece en Chile de preceden-


tes que manifiesten que en casos idénticos obrarán siempre con la misma lójica: la del odio i de la pasión. Era el año i86o;'don Manuel Montt i don Antonio Varas eran majistrados a quienes pudieron atribuirse todas las antojadizas faltas que sus contrarios les imputaban, menos la de falacia ó embuste. I sin embargo, las solemnes declaraciones del primero en documentos públicos de elevado carácter, relativas a la no existencia del propósito de imponer al pais la candidatura i luego la presidencia del segundo; la renuncia patriótica de este a la aceptación de un cargo que sus amigos le pedían con instancias que aceptara; la aceptación del Sr. Varas del ministerio del Interior, como mas tarde lo hiciera el señor Sanfuentes, en garantia de la lealtad de los compromisos que ellos mismos se imponían ante el pais i ante su propia conciencia de chilenos i de hombres de honor, no fueron creídas. I la oposición de entonces, como la oposición de ahora, no vaciló en arrojar un mentís al rostro de dos de los hombres mas eminentes de la república, como lo eran Montt i Varas, como lo han sido Balmaceda y Sanfuentes, realizando un acto que mañana aplaudirá la historia, como ha encomiado i enaltecido ya el de aquellos. Porque señalaron la ruta del deber i del civismo a los mandatarios i a los hombres que en Chile tuvieren que optar entre su propia conveniencia i el bienestar de la sociedad. Al último acto de esta trajedia, decía Isidoro Errázuriz, comentando el grande acto de Varas i la hábil política de Montt, ante la faz del mundo, en un folleto que publicaba en pais estrangero, en Buenos Aires, «al último acto de esta trajedia ha sucedido la mas chocante farsa. Montt pretende engañar á los pueblos con la traidora esperanza de que Varas no será su sucesor en la presidencia i esplota la candidez


del logrerismo con la perspectiva de la candidatura.* Mal profeta fué entonces Errázuriz. Montt cumplió su palabra i cumplióla también Balmaceda, en contra de todos los falsos agoreros. Otro aspecto ofrecía la solemne renuncia del señor Sanfuentes, aspecto que era acaso el mas notable i que venia a probar que el presidente Balmaceda no era un intransijente, ni un majistrado que buscaba imponer sus deseos, sin consideración al pais, al congreso o a los círculos políticos en pugna. Hemos aceptado que pudieran haber motivos que permitieran suponer discretamente que el Presidente Balmaceda tuviese verdadero deseo de legar la presidencia a Sanfuentes, como lo habian hecho todos sus antecesores. Siendo asi, la renuncia solemne del último, de acuerdo con el Presidente, ¿no muestra en éste un mandatario dócil, que cede ante las resistencias i que busca soluciones de armonia, lejos de aferrarse a un capricho ó a un deseo que no era aceptado por algunos de sus conciudadanos? Si el conato de candidatura oficial habia desaparecido ¿porqué los círculos políticos no hicieron también acto de patriotismo i concurrieron a la formación de una convención única en la que, unidos todos los partidos liberales, procederían a la designación de un candidato que diese a todos garantías de imparcialidad, de rectitud i de justicia? ¿Porqué, como lo solicitaba encarecidamente Balmaceda, no se tomaban en la constitución de esa asamblea, todas las seguridades para que en ningún caso pudiera la influencia de los amigos del gobierno ser decisiva, ni aun remotamente, en la designación del futuro candidato? Nada se aceptó; se quería el todo o nada; guerra al gobierno, caida del ministerio i formación de otro que asegurase el éxito, sin contradicción, a los intransijentes. I lo quería, para hacer triunfar un


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candidato presidencial, valiéndose de todas las influencias i resortes administrativos, como jamás quisieron i fueron aplazando indefinidamente una convención de los círculos coaligados, porque la designación de un candidato hecha en ella, los habría dividido i dispersado, como los dispersó la designación de José Francisco Vergara, a quien dejaron en la picota, yéndose cada una de las luminarias a ocultarse en sus casas, sin hacer trabajo alguno en favor del amigo favorecido con la designación. ¡Triste i deplorable situación fué aquella porque el pais pasaba en tales circunstancias! El congreso, enardecido con su mayoría numérica, que le aseguraba éxito en todos sus acuerdos, resolvía no votar la lei de contribuciones mientras el ministerio Sanfuentes no dimitiera i se nombrase otro que fuera de su agrado, lo que jamas se habría verificado, desde que, sosteniendo el Presidente de la república con firmeza sus prerrogativas constitucionales, que lo facultaban para nombrar i remover los secretarios de estado, según su voluntad, no habría acertado a satisfacer los deseos de los congresales, empeñados ya en ganar la partida al gefe supremo. Eran dos poderes en lucha; era el desquiciamiento social, porque las contribuciones negadas envolvían la paralización de los servicios públicos i por consiguiente, no era al Presidente ni a su gobierno a quienes se dañaba, sino a la nación misma i a todos los servidores del estado que viven a sueldo de la nación o tienen contratos i trabajos pendientes. La cámara de diputados acordó en la sesión 4.° ordinaria de 1 2 de junio de 1 8 9 0 , apenas iniciados sus trabajos de vida propia constitucional, el siguiente proyecto de acuerdo: « L a cámara de diputados ejerciendo la facultad que le confiere la constitución política de la república i el artículo 72 de su regla-


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mentó, acuerda aplazar la leí que autoriza el cobro de las contribuciones hasta que el Presidente de la república nombre un ministerio que dé garantías de respeto a las instituciones i merezca para ello la con-, fianza del congreso nacional.* [Boletín de sesiones pág. 63). I sin embargo, no hai un solo artículo de la constitución política de Chile que dé al congreso la facultad de suspender la discusión de la lei que autoriza el cobro de las contribuciones. I si lo hubiera, habríalo citado el artículo, como lo hace con el art. 72 del reglamento de la cámara, que tampoco la autorizaba para tomar tan inconsulta como ilegal determinación. Ese artículo 72 dice: «Una discusión puede prolongarse por dos o mas sesiones.* «Pero la discusión de la lei de presupuestos, de la que autoriza el cobro de las contribuciones i la que fija las fuerzas de mar i tierra, quedará cerrada a lo menos diez dias antes de aquel en que estas leyes hayan de comenzar a rejir, salvo que la cámara en sesión anterior acuerde continuar o aplazar la discusión . * Comentando esta disposición el S r . Eulojio Allendes, diputado en varias lejislaturas i presidente de la cámara, se espresa así: «Como se ve por el texto de este artículo del reglamento de la cámara de diputados, la esencia de su disposición es compeler a los obstruccionistas, que pudieran con eternas discusiones diferir la aprobación de estas leyes constitucionales i limitar su acción, para facilitar su pronto despacho: i como la constitución ha establecido que las contribuciones se decretan cada 1 8 meses, estando vijentes las leyes de su creación, su objeto principal ha sido que el congreso las revise periódicamente; obligándolo así a un estudio sobre la conveniencia o no de suprimir aquellas que a su juicio se hubieran hecho odiosas, escepcionales, faltas de equidad o de


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igualdad para todos. Es por esta razón que el art. 72 del reglamento de la cámara de diputados ha estable-, cido suspender el término en que debe someterse a votación o continuar la discusión de estas leyes, siempre que así se acuerde en sesión anterior al término fatal de diez dias, antes de aquel en que debe comenzar a rejir, en previsión de que haya de pedirse algún dato para resolver sobre ellas mismas.® «Pero valerse de estas disposiciones reglamentarias en épocas normales para impedir el despacho de leyes periódicas e imprescindibles por la constitución, que está sobre el reglamento, i creerse autorizados para suspenderlas en absoluto con el solo objeto de que el Presidente nombre un ministerio compuesto de opositores, no es ni puede ser correcto: porque su libertad para lejislar tiene constitucionalmente el límite de lo lícito: con ello se inicia un ataque de muerte a la nación, puesto que sus rentas son la vida i el alimento de la administración i el sosten del orden público. Esto es indudablemente acto revolucionario en circunstancias tranquilas i normales, cuyo propósito puede refundirse en esta frase dirijida al presidente: o nos entregáis el marido irresponsable de la nación, o arruinamos la administración, el comercio, las industrias y el crédito del pais. Pretensión que nuestra

constitución no autoriza, desde que en ella no se es-, tablece responsabilidad al congreso por actos administrativos que son de la incumbencia esclusiva del Presidente de la república, según el artículo 73 de la constitución.® Pero la cámara, a mas de obrar fuera de la órbita de sus atribuciones, descuidó poner en práctica las suyas propias, que eran las de haber acusado al ministerio, único camino legal i correcto, si lo hubiera creído culpable. Mas, la verdad era, que no habia acto alguno que hubiera podido autorizar semejante


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procedimiento. Era un ministerio que se censuraba sin que hubiese obrado i que, por consiguiente, no había malversado los fondos públicos, ni comprometido el honor de la república o cometido otros crímenes que la constitución determina taxativamente. El objeto de todo era quitar a unos ministros para ponerse ellos, i poniendo al Presidente un dogal al cuello, le decían: ¡la bolsa o la vida! Fué lo cierto que el ministerio no volvió a presentarse al Congreso, cuyas interpelaciones contestaba por escrito, remitiendo del mismo modo los datos que se le pedían. ¿Ni cómo habría podido concurrir cuando ni se le había oído, ni se le habia respetado? La dignidad de los hombres i la de los majistrados se sublevaba lójicamente contra un proceder diverso. El acuerdo inconstitucional de la cámara de diputados tendía también a dar vida i aliento a una pretensión que venia de antiguo manifestándose en nuestro Congreso. Estudiando las prácticas i réjimen político parlamentario de Inglaterra, muchos diputados habían principiado por pretender introducir esas prácticas, siquiera fuese de una manera vergonzante. Aun cuando la observación parezca nimia, a nosotros nos llamó la atención, i tal vez la llamó a muchos, que a lo que la Constitución denomina Congreso Nacional, los diputados le dieran enfáticamente el nombre de Parlamento. No pocos creyeron que derivaban este título de las asambleas asi denominadas de los salvajes araucanos, en las cuales se parla mucho i se hace poco. Pero no era ese su alcance; porque aceptada la palabra se fué poco a poco introduciendo la idea de que el gobierno de Chile es parlamentario i no popular representativo, como lo establece el art. i . ° de la constitución política del estado. De ahí a pretender arrebatar al Presidente su facultad privativa de nombrar i remover a su voluntad los ministros del


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despacho (inciso 6.° del artículo 73 de la Constitución) no habia mas que un paso; de ahí a convertir al jefe responsable de la nación en un juguete del Congreso, no habia distancia que salvar. Ningún presidente podia consentir en ello, si al mismo tiempo no se levantaba de su cabeza la responsabilidad por sus actos de gobierno i la acusación que por ellos podía hacérsele, en conformidad al art. 74 de la Constitución i a las formalidades establecidas desde el 84 hasta el qi inclusive. Presidente responsable envuelve la idea de presidente libre i esa libertad no existe, si el jefe de la nación no puede elejir por sí mismo a los colaboradores de su política. Jamas congreso alguno podría imponer el nombramiento de intendentes i gobernadores, que son ajenies de un ejecutivo libre i responsable. Luego, no puede imponer ministros. En Chile el presidente gobierna i no reina. No existe entre nosotros el gobierno parlamentario. Y sin embargo de esta falsa interpretación de nuestra carta fundamental tomaron pié los revolucionarios del Congreso para lanzar al pais en la anarquía. Dos meses pasaron de esta manera. El Congreso apremiando al gobierno i este inalterable, desempeñando su papel de fuerza de resistencia, que se oponía a dejarse arrebatar sus derechos propios i las atribuciones terminantes que le confiere la carta. Mientras tanto se ganaba tiempo i el presidente Balmaceda no desmayaba en la idea de llegar a una solución en que el patriotismo y la conveniencia de los altos intereses públicos se impusieran sobre pequeñas consideraciones. No era ya solamente el congreso el que se ajitaba; comenzaron algunos elementos sociales de la capital a preocuparse de buscar solución a tan grave desintelij encia. Se llegó hasta a ir en comisión ante el pre7


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sídente Balmaceda, comisión compuesta, necesario es decirlo, en obsequio de la verdad, por personas dignas de consideración, por su posición social i por su número. Pero ¿fueron con el propósito i el ánimo despreocupado? ¿Iban a pedir que se llegase a un avenimiento en el que ambos poderes buscasen su armonía en su recíproco respeto, en su mutua tolerancia i sacrificio de parte de sus atribuciones, de aquellas que en todas circunstancias pueden ser imputables al orgullo o a las susceptilidades de los hombres? No, porque la única solución posible que se llevaba al primer majistrado de la nación era: la de su renuncia, lanzada exabrupto a él mismo en presencia de sus ministros i de altos funcionarios públicos del orden civil i militar. Se le habló allí de O Higgins, queriendo comparar i equiparar dos situaciones diversas; queriendo asimilar la situación de aquel, que en el momento del peligro i antes de resolverse a abdicar, ya sabia que no tenia elementos, ni en el ejército, ni en la opinión, para sostenerse en un puesto que era una verdadera dictadura de carácter personal; mientras que el Sr. Balmaceda, a mas de ser un presidente constitucional, tenia a su lado influyentes i prestijiosos amigos que lo representaban en el senado i en la cámara de diputados; contaba con fuerte i decidido apoyo en estensas, ricas i pobladas provincias que le ofrecían su concurso i a su lado formaban la gran mayoría de los jenerales i jefes mas prestijiosos del ejército, que no hacía mucho habia llenado de gloria i fortuna a la nación, sosteniendo el honor de su victorioso tricolor. I se le hacia la proposición injuriosa de renuncia de su elevado cargo, por un individuo, Francisco Puelma, que cuando fué autoridad fué atrabiliario i despótico. Ni era esa tampoco la misión de los comisionados, desde que no tenian carácter público i constitucional i no podían arrogarse la


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representación del pueblo, sin ser tenidos como sediciosos, según lo establece la Constitución. El Sr. Balmaceda no podia vacilar en su respuesta. El sentimiento del honor herido; el del deber impuesto a su elevado cargo; la dignidad del carácter que investía; el momento elejido para dirijirle la gratuita ofensa, todo era propio en esas circunstancias para haber sublevado al mas tranquilo. Pero, el señor Balmaceda fué superior a sí mismo; dio por terminada la conferencia i con actitud i frases correctas i cultas, despidió a los solicitantes, dejando impresión de respeto i de admiración en todos cuantos presenciaron aquel acto gratuitamente injusto en su contra. No, el señor Balmaceda no era un déspota i un tirano, como lo pretendían sus enemigos, porque ninguna ocasión se le presentó mas propicia para haber manifestado su despotismo. ¡I sin embargo, allí brilló su carácter siempre tanquilo i elevado i su imperturbable magnanimidad con cuantos le ofendían o le traicionaban, que ¡ai! por desgracia, fueron muchos en su vida de majistrado! Hai en Chile una propensión injénita entre los hombres públicos a atribuirse i a apropiarse la representación de personajes historíeos de los que han figurado en épocas diversas; en países distintos los unos de los otros; con intereses i necesidades sociales inamalgamables i con tendencias i aspiraciones que no es posible reunir en un mismo país i en una misma época. Hai el prurito de la imitación, estimulada por el deseo de distinguirse i singularizarse, ya sea por lo estravagante de la similitud que se busca, ya por la grandeza del personaje a quien se trata de imitar o de copiar. Son esos, diversos monomaniacos, que, si fueran inofensivos, podia tolerárseles como jugadores inocentes de la escena teatral en el escenario del mundo social. Pero, desde que toman a este como


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teatro de sus hazañas i proezas, preciso es estar en guardia contra ellos i prevenirse contra sus daños. Tal, que se finje emperador universal i va por el mundo (como lo ha habido en Santiago) repartiendo honores i desarrollando planes de vastas empresas, no hace a nadie daño, porque al fin termina en una celda de la casa de Orates. Pero, los que buscando el escenario político se fingen a su capricho i toman a lo serio el desempeño de su papel de Saint-Justo, de Vergniaud, de Robespierre, de Danton i de Marat con sus crueldades; de Paul de Casagnac con su procacidad i destripajentes; de Pedro el Ermitaño (que también lo hemos tenido en Chile, Santiago); de Mirabeau con su venalidad i corrupción i de tantos otros, menos notables, pero que en conjunto forman anacronismos espantables i constituyen en nuestros congresos i otras corporaciones sabias, verdaderos galimatías, porque cada cual quiere ejecutar su rol, sin sujeccion a regla ni concierto. Asi sale ello i así se llega a situaciones estremas i difíciles en las que, si no se escapa por la ventana, se dejan, en cambio, en cada escena que se representa, jirones de dignidad i de prestijio político. I esos mismos que así se acuerdan papeles i funciones que nunca llegan a ejecutar con el talento de los modelos, quienes obraban por acto propio espontáneo, i no como serviles imitadores, esos mismos, decimos, tienen la no menos rara orijinalidad de atribuir a sus adversarios la representación de uno o varios personajes, según cuadra a sus propósitos. Carlos X, Luis XVI, O Higgins i qué sabemos cuántos mas han sido los roles que sus enemigos han querido que represente el señor Balmaceda i en cada caso particular deseaban que hablase i obrase como alguno de los modelos i que hablase i obrase, no por acto propio del señor Balmaceda, sino al capricho i según


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el deseo no trasmitido ni conocido de sus enemigos. ¡Como si fuera posible que a fines del siglo x i x en un pais como Chile pudiera obrarse i proceclerse como se obró i procedió en condiciones sociales i de tiempo opuestas i que carecen de todo punto de semejanza! Ese deseo de servil imitación de lo que aconteció en siglos remotos, esa costumbre de llevar siempre el rostro hacia atrás, copiando al pasado, imitando sus estravios i sus errores es lo que en mucha parte nos ha traído situaciones dolorosas que serán siempre un baldón i un oprobio para la república. El pasado tiene mucho negro i muchos puntos oscuros que recuerdan ignorancia i tinieblas. Si no hai un ojo bastante experto i avizor que escudriñe aquellos antros para descubrir la verdad, siempre estaremos cayendo en aberraciones i estravios. Mientras que el porvenir es claridad, es luz, i los que miran sin cesar á la aurora que nace i alumbra un nuevo dia, descubren siempre huellas de verdad. A veces no son comprendidos, porque su larga vista descubre lo que el vulgo i el común de las jentes no divisan. También estos caen en la desgracia i en el odio de muchos ele los que los siguen i desesperan del experto guia. El señor Balmaceda llevaba siempre el rostro hacia adelante, miraba al porvenir i lo que él no alcanzó a señalar a los que no qusrian ver, llegará dia en que será conquistado por venideras jeneraciones. L a sangre jenerosa de ese mártir de su propia valia, de su amor a la patria i de su consagración ardiente a su servicio, levantará un dia el pedestal de su gloria. Sobre las ruinas del pasado alzaráse para Chile un porvenir de igualdad, de justicia i de progreso, tal como él lo comprendía, que será como lo comprenda también la democracia del futuro, para quien ha muerto en Chile su redentor.


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EL ARREGLO L a tormenta arreciaba en el Congreso i en la prensa; densos i oscuros nubarrones entoldaban el horizonte politico, preñado del calor eléctrico de los intereses encontrados, de las pasiones i los ardores en lucha. Nada había que anunciar pudiera la hora de la bonanza i de la refleccion, que trajera un acuerdo patriótico para salvar el decoro del Presidente de la República i las exijencias de los congresales. Imperturbable el ministerio Sanfuentes en su resistencia pasiva, soportaba toda la responsabilidad de su permanencia en su puesto, no por la satisfacción de dominar al Congreso i de conservar los sillones ministeriales, que todo ello habría sido necedad o incomprensible vanidad, indebida en presencia de tan grave como comprometida situación, sino para dar una solución al conflicto i terminar con un acto de laudable abnegación, lo que habia comenzado con otro de patriótico sacrificio, por desgracia tan mal comprendido. No era menor la ansiedad i el deseo del Sr. Balmaceda porque al fin tuviera decoroso término aquella desintelijencia, la que una vez solucionada, llenó de júbilo su corazón de chileno i gran patriota i con este motrvo nos escribía como representante de su autoridad en la provincia de Coquimbo, lo siguiente: <cel conflicto ha terminado decorosamente i con satisfacción para el patriotismo, porque ha quedado a salvo la honra de todos. Ahora podremos, agregaba, con-


sagrarnos con tranquilidad a desarrollar los intereses del pais i a dar impulso a las obras públicas en construcción.® Habia llegado un momento en que el I. Arzobispo Casanova, fuese llamado por el Sr. Balmaceda u obedeciendo a impulsos de su propia inspiración, aunque lo primero fué lo mas probable, llegó un momento decimos, en que el representante de una relijion de paz i confraternidad iba a dar los primeros pasos para que el acuerdo se hiciera entre los políticos, que tan estraviados i en tan ajitada controversia permanecían. Ninguno había mas adecuado que él, desde que no podia ser sospechado por ninguno de los contendores de parcialidad o miras interesadas. Al fin pudo acercarse a la Moneda i conferenciar con el Sr. Balmaceda el Sr. Alvaro Covarrubias, ciudadano que tuvo larga vida política i administrativa i que en su paso por el escenario público solo dejó huellas de respeto i de prestijio entre sus conciudadanos estando hacia años alejado de las luchas de los partidos. Habló el primer majistrado de la República i el Sr. Covarrubias pudo pronto convencerse de que aquel en todo pensaba menos en sojuzgar al Congreso i someterlo a su voluntad o a su capricho. El señor Balmaceda habia jurado observar i hacer respetar la Constitución política del estado; ella le acordaba prerrogativas i derechos de los que no podia desprenderse con ánimo lijero, para entregar a sus sucesores menoscabado el depósito sagrado que se le confiara. La facultad de nombrar i remover a su voluntad los ministros del despacho le era esclusivamente privativa i, si el deseo de la natural concordia i armonía entre los poderes públicos, le indujo siempre a buscar sus secretarios i colaboradores de acuerdo con sus amigos del Congreso, no le era dado, sin incurrir en abandono de sus mas altos deberes, aceptar como


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imposición lo que era acto de su libre derecho, de su respeto i de su prestijio. No hay hombre que estime en algo su propio decoro i que tenga noción clara i correcta de sus deberes i de sus derechos, que no se hierga i subleve a la sola insinuación de un acto indecoroso que mancillar pudiera su delicadeza i su prestigio social. Estas consideraciones son mucho mas graves aun, si se aplican a un jefe de estado, quien por manifestar condescendencia i no producir conflictos, fuera entregando una en pos de otra las prerrogativas que solo tenia como depósito nacional para devolverlas intactas i sin mancilla a sus sucesores. He ahi el significado i alcance que, a nuestro juicio, tenia la resistencia del presidente Balmaceda para permitir la salida del ministerio Sanfuentes, sin que se hubiera solucionado favorablemente i reconocídole su derecho privativo i constitucional. El arreglo a que se arribó entre el Sr. Covarrubias i el presidente Balmaceda satisfizo a ambos. El primero se encargó de trasmitir a los círculos políticos las bases de intelijencia, que fueron aceptadas por estos, prueba de que interpretaban las ideas de todos. El gran paso se había dado i el Presidente de la República dio ante el pais i el mundo civilizado, que miraba hacia Chile con simpática ansiedad, una prueba mas de que su inquebrantable propósito era entonces, como lo habia sido durante toda su administración, no producir por su culpa desinteligencias que alterasen la marcha de progreso que con tanta vehemencia quería para Chile. Volvió el Sr. Covarrubias trayendo al Jefe de la nación la fausta noticia de que el iris de la bonanza habia vuelto a brillar en el horizonte de la querida patria. Mas, como al estipularse en una de las bases del acuerdo que el Congreso, que desde hacia dos


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meses mantenía suspendida i sin aprobación la lei que autorizaba el cobro de las contribuciones, no se habia hablado de si esta lei tendría efecto retroactivo, 0 si principiaría a rejir solamente desde la fecha de su promulgación, el Presidente pidió al Sr. Covarrubias que esclareciese este punto, poniéndose nuevamente al habla con los miembros del Congreso.— El Presidente sostuvo que la lei debia dictarse con efecto retroactivo, de tal suerte que, no habiendo solución de continuidad entre la fecha en que espiró la lei antigua i la que iba a dictarse, el estado no perdiese la suma de ocho millones de pesos a que próximamente ascendían los derechos i contribuciones que habian dejado de cobrarse durante aquellos dos meses de eterna espectativa i de zozobra para el país. Tal exijencia de parte del Sr. Balmaceda era, a nuestro juicio, perfectamente justificada, previsora i correspondía a una noción clara i correcta de los deberes que su puesto imponía al jefe honrado i caballero de una nación. El Sr. Covarrubias no creyó conveniente hacer la consulta solicitada, porque según pensaba, ella envolvia una modificación i no una aclaración a las bases de inteligencia ya convenidas. Insistió el Presidente de la República, tratando de poner así a salvo valiosos intereses públicos i el Sr. Covarrubias hubo de desistir de su misión. Cuando la esperanza de acuerdo habia abierto todos los corazones á las espectativas de una era de calma 1 de concordia, nuevos temores vinieron, por un momento, a disipar los risueños resplandores de una aurora de futura armonía. El Sr. Covarrubias perdió la oportunidad de ligar su nombre a un importante i notable hecho en la historia política de Chile, si le hubiera dado feliz i decisiva solución. Creemos que en ese caso perdió un tanto su serenidad de espíritu i que acaso se dejó llevar, o de


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un exceso de delicadeza de su parte, o tal vez lo que se nos hace muy difícil concebir, de cierto ánimo prevenido o receloso respeto de su noble i cabelleroso compañero de patrióticas labores. Al menos algo de esto se desprendía de las publicaciones que por entonces hizo la prensa, de suyo exaltada i predispuesta a vituperar los actos mas grandes i mas dignos del señor Balmaceda. Mas feliz que el Sr. Govarrubias, el Sr. Belisario Prats, presidente de la Suprema Corte de Justicia, abandonó su elevado puesto para descender a la arena política, entenderse con el señor Balmaceda i arribar a las conclusiones que deseaba el primero, con las esplicaciones que habia pedido obtuviera el anterior plenipotenciario político. L a leí debia dictarse con efecto retroactivo i una vez mas el presidente Balmaceda obtuvo en el terreno del derecho i del buen sentido una victoria que, sino para él, lo era para honra de Chile i de los representantes del pueblo. Díjose entonces i la prensa de aquellos días la anunció como un gran cargo contra el Congreso, que si éste habia insistido por un momento en que la leí se dictase- sin efecto retroactivo, era porque los ocho millones de derechos que así perdería la nación, aprovechaban a potentados de la oposición i a personas relacionadas con diputados que tenian contratos hechos con fuertes casas de comercio de Valparaíso, para usufructuar en consorcio de los dineros que por ese medio se arrebataban a la renta pública. Por mui grande que fuera la desmoralización a que el Congreso hubiera llegado, nosotros, por el honor de Chile, dudamos de tal acusación, que siempre tomamos como una arma de guerrilla política, de las que frecuentemente se emplean en nuestro pais, sin tener en mientes si se amengua o no la honra i el prestigio nacional, o si se arrebata a los magistrados i a los


ciudadanos su honra i su porvenir: la honra de sus familias, en las que se enloda hasta la santa intimidad del hogar. Sin embargo, hai quienes sostienen que el cargo hecho al Congreso se basa en sólidas razones i hechos comprobados. En ese periodo de la ajitacion política, la prensa i particularmente la de oposición, se desencadenó también, pasando los límites de un desenfreno hasta entonces desconocido. « L a s historias personales de la vida privada, ha dicho un escritor, comentando aquellos enconos, las veleidades del hogar, el nombre de señoras respetables envuelto en actos punibles, las suposiciones falaces llevadas hasta la mas asquerosa calumnia, hicieron dejar como cosa insignificante los apodos i calificativos mas irritantes con que se zahería a cuantas apoyaban al gobierno, siendo los mas obsequiados el presidente i sus ministros.® Impropio era que en los momentos mismos que se arribaba a un acuerdo digno de entusiasta aplauso, se hicieran recriminaciones de tan grave alcance, que la mas vulgar prudencia aconsejaba silenciar i cubrir con denso manto de caballeresco olvido. ¿Quién sabe si estos destellos de odios i enconos mal reprimidos, que revelaban profundas llagas en nuestras relaciones sociales no dejaron acíbar abundante en el ánimo de muchos, por la marca de indeleble ignominia que sobre ellos i su partido dejaba estampada? ¿I quién sabe si esa no fué también la causa eficiente i activa porque mas tarde los increpados volvieran diente por diente i ojo por ojo a sus adversarios, tratando de señalarlos con marca indeleble de fuego i de vergüenza, como ladrones i malversadores de fondos públicos? Exajeracion por exajeracion, el ánimo tranquilo i desapasionado las condena hoi, como deploró ayer los estravios a que conduce la pasión de partido. Pero, en pos de todo este cúmulo de dicterios, ha-


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bia venido la paz. ¡Quiera el cielo, nos decíamos los chilenos, que esto tenga mas vida que las rosas i que, desecho vendabal o cierzo lijero no deshojen i dispersen las ilusiones i las espectativas lejítimas que consigo arrastraría cada hoja del florido porvenir, ya tan anhelado como necesario! Corroboran nuestro relato las cartas que van a continuación, cambiadas entre los altos personajes que intervinieron en los arreglos patrióticos de aquellos dias. L a s tomamos de un folleto que con el título de «Carta Política* ha dado a luz últimamente el Sr. Juan E. Mackenna, caballero que ha figurado como eminencia en la política de nuestra patria; que tomó parte en aquellos acuerdos patrióticos. Hacemos seguir esas cartas de las mismas observaciones del señor Mackenna, empapadas en el mismo espíritu que las que contiene nuestro libro, que así reciben mayor mérito de autoridad i prestijian su veracidad. Helas aquí: (.(Santiago, Julio 28 de iSgo.

^Iltmo. i Rvmo. señor Mariano Casanova. Presente. *Ilustrísimo i distinguido señor: ) r

r e n g o encargo de S . E. el Presidente de la Re-

pública para rogar a S . S . Iltma. se sirva darle una contestación acerca del resultado de las dilijencias que S . S . Iltma., después de la conferencia celebrada el dia de hoi, estimó conveniente practicar para salvar la difícil situación que atraviesa el pais. * S . S . Iltma., inspirándose en sentimientos de prudencia, justicia i patriotismo, consideró que seria


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equitativo un arreglo entre los poderes Ejecutivo i Lejislativo bajo la base de aprobarse las contribucio-

nes por la Cámara de Diputados conjuntamente con la renuncia del Ministerio, é inmediatamente que ellas fuesen aprobadas por el Senado, S. E. el Presidente de la República encargaría al patriotismo del señor don Alvaro Covaírubias la organización de un nuevo Ministerio.

^Dígnese S. S. Iltma. favorecerme con la contestación de mi referencia. * Atentamente de S. S . Iltma. i Rvma. JUAN E. MACKENNA.*

Es un agradable deber para mí reconocer aquí que el Iltmo. Arzobispo señor Casanova, se condujo noblemente en estas emerjencias. i que mediante su eficaz intervención, llegó a producirse con el señor Covarrubias el acuerdo a que se refieren las cartas que siguen: «Santiago,

Agosto i." de i8go.

*Señor don Alvaro Covarrubias. ^Distinguido señor: *He meditado i conferenciado con los señores Ministros acerca.de nuestra conversación de ayer. *Juzgo conveniente expresarle el resultado a que hemos llegado. *De la nota de los señores Ramón Barros Luco i Joaquín Walker Martínez al Iltmo. señor Arzobispo i de la contestación de éste, dirijida al señor Ministro de Relaciones Esteriores, resulta que la coalición no acepta las bases de acuerdo que propuso el Rvmo. señor Arzobispo.


I IO

®A fin de que no se frustre el desenlace patriótico que venimos buscando, podria usted hablar con los representantes de la coalición i espresar sus ideas bajo las siguientes bases: " i . " Se votarán las contribuciones simultáneamente en la Cámara de Diputados con la renuncia del actual Ministerio; C " Votadas las contribuciones en esa Cámara, seria usted llamado para organizar un nuevo Ministerio compuesto de personalidades ajenas a las luchas de

los partidos i que sean prenda de confianza para todos. ®Escusado es espresar que V. se serviría proceder de acuerdo conmigo acerca de las personas que hayan de elejirse; i 3 . ° La mas absoluta libertad electoral serviría de garantía a todos los partidos políticos. ®Ruego a usted que tenga la bondad de favorecerme con su contestación definitiva. ®Con sentimientos de especial consideración me suscribo de usted afectísimo i seguro servidor, ))

JOSÉ MANUEL BALMACEDA.®

«Santiago,

Agosto i." de i8go.

®Señor José Manuel Balmaceda. ® Señor Presidente: ®He quedado complacido de la conferencia que acabo de tener con V. E. para esclarecer algunos pasajes de la carta de V. E., fecha de hoi. ®He encontrado en V. E. al majistrado patriota que, apercibido de la gravedad de la situación actual, se halla dispuesto a adoptar las medidas necesarias para ponerle término.


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"V. E. me ha autorizado, en consecuencia, para arreglar la forma de proceder, a fin de consaltar la simultaneidad en la aprobación de la lei de contribuciones por la honorable Cámara de Diputados i la renuncia del Ministerio actual, después de ho cual me encargaría yo de organizar un nuevo Ministerio com-

puesto de personalidades

ajenas a las luchas de los

partidos i que sean prenda de confianza para todos. "Me ha autorizado, asimismo, para declarar que el Gobierno no tiene candidatura alguna para la Presidencia de la República i está decidido a garantir la mas absoluta libertad electoral a todos los partidos políticos, para cuyo efecto se aprobará la lei que acaba de discutir i aprobar el Congreso Nacional. " S i he interpretado bien el espíritu de nuestra conversación i de los elevados propósitos de V. E., será para mí un honor aceptar el Ministerio del Interior i ayudar a V. E. a realizarlos con todo el ardor de mi patriotismo. "Con sentimientos de especial consideración, me suscribo de V. E. mui atento i seguro servidor. ALVARO COVARRUBIAS."

(.(Santiago, Agosto i." de i8qo.

"Señor Alvaro Covarrubias. "Distinguido señor: "He leido con satisfacción la carta de usted. Ella es conforme con la carta que le envié hoi i con el sentido de la conversación que tuvimos después. "Creo que debe aprobarse la lei que garantiza la libertad electoral de todos, y entiendo está acordada ya por las Cámaras.


^Estoi cierto de que en su patriótica labor encontrará lejítima satisfacción para sus anhelos de caballero i de chileno. ^Con sentimientos de especial consideración, me suscribo de usted afectísimo i S. S. JOSÉ MANUEL BALMAGEDA.®

Sabido es que a última hora i de una manera tan inesperada como imprevista, surjieron dificultades con el señor Covarrubias con respeto a la inteligencia que debiera darse al cobro de las contribuciones, exijiendo el Gobierno, como no podía menos que exijir, que ese cobro se hiciese efectivo con respecto a los derechos de importación i esportacion a contar desde el i . ° de Julio pasado, que habían quedado en suspenso con motivo del proyecto aprobado por la Cámara de Diputados aplazando el cobro de las contribuciones. Las aduanas de la República habían sido vaciadas, i ello habría representado para el Erario Nacional una pérdida de cerca de 8.000,000 de pesos, i un acto de desmoralización tan estraordinario que en ningún caso el Ejecutivo habría aceptado avenimiento alguno si las contribuciones no hubieran sido votadas salvaguardiando los intereses del país i la moralidad pública. Nuevamente volvimos á solicitar los buenos oficios del lltmo. Arzobispo, ya casi fatigado con mis exigencias, dando por resultado lo que consta de los documentos que van a continuación:


((ARZOBISPADO DE SANTIAGO DE CHILE.

Santiago,

)y

5 de Agosto de

I8QO.

" S r e s . D. Ramón Barros Luco i D. Joaquín Walker. "Me es grato comunicar a ustedes que habiéndome acercado nuevamente a S. E. el Presidente de la República con el propósito de reanudar las interrumpidas negociaciones políticas, he sido autorizado para ello por S . E. en términos que me permiten esperar se ponga fin honroso para todos al actual conflicto. "Quedarían subsistentes los acuerdos celebrados entre S . E. i el señor Covarrubias, i ademas, a indicación mia, convino S . E. en que podría salvarse la dificultad que surjió a última hora, si el Congreso votara la lei de contribuciones con un artículo adicional en que se prescriba el pago de los derechos de importación i esportacion correspondientes a las mercaderías despachadas a contar desde el i . ° de Julio. "Considero que la designación del Ministro del Interior no encontrará dificultad en vista de las ideas que hemos cambiado a este respecto. "Soi siempre de ustedes afectísimo, i obsecuente servidor y capellán. MARIANO, A r z o b i s p o de S a n t i a g o . »

Los señores Walker i Barros Luco contestaron al señor Arzobispo lo que sigue: »Santiago,

Agosto 5 de

I8QO.

"Ilustrísimo i reverendísimo señor: "Hemos dado conocimiento a los comités de los partidos de oposición de la Cámara de Diputados de s


la carta que, con fecha de hoi, nos dirigió vuestra señoría ilustrísima con el propósito de reanudar las negociaciones políticas. ^También les hemos manifestado que don Belisario Prats será la persona encargada de organizar el nuevo Ministerio, según nos lo comunicó vuestra señoría ilustrísima verbalmente. ®En respuesta podemos asegurar a vuestra Señoría Iltma. que el señor Prats encontrará en los partidos de oposición la misma acojida que el señor Covarrubias. ®En cuanto al cobro de los derechos de importación i esportacion desde el i . ° de Julio, predomina en los señores que forman los comités la idea que es equitativo el dictar alguna disposición con este objeto; pero creen que debe encomendarse a la rectitud i patriotismo del Congreso. No es una cuestión tratada antes de ahora por los partidos políticos, ni pudo, por consiguiente, ser motivo de un acuerdo que los comités estén en actitud de comprometer. ®Nos es grato suscribirnos de vuestra Señoría Ilustrísima i Revma. atentos i S . S.— Ramón BarrosLuco.—Joaquín Walker Martínez. ®A1 Iltmo. i Rvmo. Arzobispo de Santiago.®

(.{Santiago, Agosto 5 de

I8QO.

^Iltmo. i Revm. señor Arzobispo, Mariano Casanova®Señor Arzobispo: ®Le cupo a su Iltma. la palabra del principio, llena de patriotismo i de prudencia. ®Le ha correspondido también la palabra decisiva, en la hora mas solemne i delicada.


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" L a carta dirijida por su Señoría Iltma. a los señores Ramón Barros Luco i Walker es conforme a nuestra conversación de hoi. "En este honroso i común arreglo de los poderes Ejecutivo i Lejislativo i de los partidos políticos, cabe a su lima, i Revma. parte mui principal y honrosa. "Reciba de todos los señores Ministros i del Presidente de la República un voto de la mas profunda adhesión. "Siempre su amigo cordial i sincero, JOSÉ MANUEL BALMACEDA."

((Santiago, Agosto

5 de i8qo.

"Señor don Belisario Prats. "Querido amigo: "Hoi a las doce conferencié con el señor Arzobispo acerca de la situación producida por el retiro del señor Covarrubias de las jestiones patrióticas que le habia encomendado. "Convinimos con el señor Arzobispo en pedir a usted el servicio de ponerse al frente de la situación i le encargué diese los pasos necesarios para que hubiese acuerdo con este objeto. "Ha llegado el momento de que sirva a su pais i al amigo de muchos años. "Acoja las indicaciones del señor Arzobispo i dígnese acompañarlo cuando le pida su asentimiento para traerlo a la Moneda. "Siempre su amigo JOSÉ IVÍANUEL BAL.MACEDA."


lió

Vino a la Moneda el señor Prats i quedó organizado el nuevo Ministerio. No será posible entrar en todos los detalles i afanes de aquellos dias, la solicitud noble i patriótica desplegada por el Presidente de la República i cada uno de los miembros del Gabinete de Mayo para producir una solución honrosa i satisfactoria. Aun hai otros que viven i que fueron actores directos i testigos de nuestra labor infatigable por la armonia. Fué un dia feliz para nosotros cuando ella se produjo, i cuando veíamos salvadas las instituciones i el decoro del Gobierno. Jamás había estado la prudencia mejor enlazada con la enerjia i el patriotismo, que en aquellos crueles dias en que se nos llenaba de vituperios, cuando solo nos inspirábamos en los mas altos deberes para servir al pais con honradez, haciéndonos superiores a las pasiones i a las calumnias. Las exijencias injustificables del Congreso habian sido detenidas en su camino. Las contribuciones se votarían sin defraudar ios intereses nacionales; el Ministerio que debería sucedemos seria nombrado i elejido por el Presidente de la República entre personalidades

ajenas a las luchas de los partidos, no de

los miembros de la mayoría parlamentaria, ni del supuesto sistema parlamentario de Gobierno. Quedaban respetadas así las atribuciones del Ejecutivo, i el Ministerio de Mayo presentaba su renuncia después de una lucha llena de honores para él en defensa de la verdad, de la justicia i de las instituciones que habian cimentado por tantos años el orden público i la prosperidad nacional. Nuestros amigos políticos, haciendo justicia a la obra del Ministerio de Mayo, nos obsequiaron con uno de los mas espléndidos banquetes que se han


presenciado en la capital, encontrando cada Ministro de Estado una valiosa tarjeta de oro en sus respectivos asientos, como recuerdo imperecedero de la aprobación que nuestra conducta les había merecido. En los hechos que preceden están agrupados, querido hijo, mis actos de labor ministerial i participación política durante los Ministerios de Enero i de Mayo de i8go, de que formé parte como Ministro de Relaciones Esteriores, Culto i Colonización. Han trascurrido ya mas de dos años de esa fecha, han tenido lugar muchas desgracias i muchos sufrimientos, i repasando mi conducta, en la" tranquilidad de estos lugares, no encuentro nada de que pueda arrepentirme. Al contrario, siento viva satisfacción de haber obrado como lo he hecho, en la forma que queda grabada en estos recuerdos, i confío que el porvenir será mas justiciero para conmigo que lo que ha sido el pasado... Hai en estos apuntes algunas esperiencias i enseñanzas que pueden ser útiles en nuestro pais, i que ojalá, aunque sea en parte, puedan aprovecharse para que los que vienen en pos de nosotros vivan mas tranquilos i sean mas felices que los que los hemos precedido en el camino la vida... Creo haber guardado consecuencia en mi conducta como ministro de Estado, e inspirándome en los mismos elevados móviles que sirvieron de guia en los largos años de labor como miembro de la Cámara de Diputados, a que me he referido en la sección anterior de esta carta."


VII

E L MINISTERIO P R A T S Al advenimiento de este ministerio regocijóse todo Chile i al decir así, nos referimos a la inmensa mayoría de los que en una nación constituyen su poder productor, industrial, agrícola i comercial, a quienes la prolongada controversia política dañaba profundamente en sus intereses. Porque hasta entonces, necesario es decirlo alto, la exaltación política dominaba s olo a determinados i estrechos círculos i hombres de los que en algunas ciudades i mui particularmente en Santiago, hacen profesión i ocupación cuotidiana esclusiva de la política. ¡Mal de raza latina sud-americana! No faltaba quienes temiesen que tal evolución fuera solamente una tregua momentánea, durante la cual los partidos en lucha no se limitarían solamente a conservar sus posiciones, sino que procurarían mejorarlas. Un sentimiento vago de temor dominaba a muchos espíritus serenos i reflexivos, ya fuese porque no tuvieran plena fé en los propósitos de algunos personajes de los que formaban la nueva combinación ministerial, ya porque creyeran que el Congreso i los círculos políticos representados en él, no renunciarían a obtener ventajas, aprovechar oportunidades i manifestar exijencias que no seria posible fueran realizadas. Pero, sea de ello lo que fuere, lo cierto fué que, satisfecho el presidente de la República del resultado obtenido, hizo manifestaciones de distinción i aprecio al señor Prats i a sus colegas: que, satisfecho el Congreso i sus diversos matices polítos, sin esceptuar el


conservador, acordaron al señor Prats una fuerte pensión vitalicia, equivalente a la que dejaba de percibir por haber perdido, en virtud de la lei de incompatibilidades judiciales, su puesto de ministro de la Suprema corte, con la aceptación del cargo de ministro de estado. Todo era regocijo i satisfacción, al menos tales eran las pruebas ostensibles que de ello traslucía el pais. «Ese ministerio, dice el señor Eulojio Allendes en su folleto que ya hemos citado, tan al gusto de la mayoría opositora, tan complaciente i fiel intérprete de sus propósitos puritanos para encarrilar aquellos tan decantados desaciertos de sus antecesores en el poder no encontró en el desempeño i procedimientos de la labor administrativa i política de éstos, ninguna irregularidad o abuso que correjir, ninguna falta que enmendar; al contrario, halló espedito i fácil el sendero abierto por ellos, que perseguía el progreso primitivo de la República. Los actos así lo comprueban: ninguna medida al iniciar su labor, desautorizó lo hecho por sus antecesores. Las mismísimas obras en ejecución, fueron impulsadas con el mismo entusiasmo, i el Congreso les concedió presuroso todos los suplementos al presupuesto, que pidieron para continuar esa tarea de progreso en las construcciones de cárceles, casas consistoriales, escuelas, caminos públicos i las diversas líneas férreas en construcción, sin suprimir ni suspender la labor de ninguna. I esas eran las mismas cbras a las cuales la prensa de oposición, en su desenfreno sin igual, habia presentado maliciosamente como un delito de derroche de los caudales públicos que empleaba el anterior ministerio, por pura vanidad, cuyos desembolsos tenían que superar a las rentas ordinarias del Estado «Esta actitud del Congreso, concediendo al ministerio Prats cuantos fondos le pidieron para las obras w


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en construcción, comprobó la malignidad de aquellas calumniosas suposiciones." Tan franca i tan sincera pareció la reconciliación, que el Congreso desistió de la acusación al anterior ministerio, no la llevó a cabo, dando asi una prueba, o de que los cargos no eran graves, o no existían, o que eran de tal naturaleza que permitían que los congresales transasen con su conciencia i echaran al olvido las graves trasgresiones legales i constitucionales de que decían eran reos. Empero, había ademas otros síntomas i otras manifestaciones elocuentes de que el Presidente Balmaceda respetaba la nueva situación con ánimo levantado i resuelto a hacer labor patriótica con los nuevos hombres que tenia a su lado. Veamos como. Los círculos políticos coaligados, que conocían la constante i mui antigua aspiración del pais a que alguna vez se le dejara elejir libremente sus representantes al Congreso i al Presidente mismo de la República, habían hecho bandera del principio delibertad electoral, que ellos mismos habian pisoteada tantas veces i que recojian como instrumento útil i de circunstancias. Prepararon un proyecto de lei, en el que tomaron las mas esquisitas i numerosas precauciones para arrebatar al gobierno i sus ajenies i amigos de las provincias, todo medio de influir en el resultado de las elecciones, ya fuera maleando la voluntad de los electores, ya impidiendo la libre emisión del sufrajio. Estaban plenamente satisfechos de su obra, que habian elaborado en consorcio fraternal, no solamente los círculos liberales de oposición, sino también los conservadores, con esclusion de los elementos liberales afectos al Sr. Balmaceda, esclusion que, si era lójica dentro de las miras estrechas i esclusivistas de los partidos en lucha, no revelaba sinceridad en los propósitos de concordia que


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habían dado oríjen a la elevación del ministerio Prats. El pais no creia en la sinceridad de los que le ofrecían la libertad porque tantos años venia luchando en las urnas i aun en los campos de batalla, porque a todos i cada uno de ellos, ya se llamasen liberales, sueltos, radicales, montt-varistas o conservadores, los habia visto siempre i toda vez que habian tenido acceso al poder, conculcando el derecho sagrado de elección, ya por la violencia o el robo de los registros electorales, por el secuestro de las personas, los asesinatos i fusilamientos en la calle pública, ya por mil otros medios de coacción violenta i arbitraria. No tratamos en este momento de estudiar a los hombres, sus defectos, o sus virtudes, ni haria tampoco al propósito tranquilo i justiciero que nos guia, si penetrásemos en senda ocasionada a perturbaciones de criterio. Bástenos establecer que al mismo ministerio Prats se le hacia gracia, en la persona de su jefe, de creer o por lo menos aguardar, que cumpliría su promesa de no intervención. Parece que él mismo sintiera la necesidad de dar vigor a sus resoluciones oficiales por medio de compromisos personales, haciendo que la palabra del hombre afianzase la del ministro. ¡Tanta era la costumbre que el pais tenia de ver burladas las mas solemnes promesas de los ministros en orden a libertad electoral! I así, junto con enviar a los Intendentes de provincia circular en la que les revelaba su propósito de amparar la libre emisión del sufrajio, remitíales carta privada que aseguraba que los deseos de la circular «eran ciertos i no una mera forma esterna de gobierno.® Procedía asi el Sr. Prats, a sabiendas también de que tenia amplia libertad, que se la habia dado i recomendado el Presidente de la República para que obligara a las autoridades a no intervenir en los


actos electorales. Es el mismo Sr. Prats quien se encargará de probarlo. Con fecha 1 3 de Setiembre de ' 1 8 9 0 , dirijia a los Intendentes de provincia, la carta circular aludida, cuyo orijinal conservamos i que dice así: «Distinguido señor i amigo: Con esta fecha se ha dirijido a Ud. una circular en que se le manifesta el deseo del gabinete, que es también el deseo de S . E. el Presidente de la República, de que todas las autoridades observen absoluta neutralidad en todos los actos referentes a la elección próxima." «Esa circular no es un acto meramente estenio del gobierno, ella obedece al propósito sincero de hacer práctica la libertad electoral, i tengo especial'encargo de S. E. de manifestarlo privadamente a Ud., para que ajuste estrictamente su conducta a esas prescripciones." «El infrascrito confia en que Ud. sabrá dar á esta advertencia la importancia que ella tiene i que secundará eficazmente los propósitos del Gobierno. Saluda a Ud. su afmo. S . , B. Prats.^ Luego, el Sr. Prats conocía «el deseo de no intervención i de absoluta neutralidad del Sr. Bal'maceda; tenia encargo especial de él de manifestar a las autoridades, que debían observar absoluta neutralidad en la lucha electoral." ¿Por qué no fué al Congreso, repetimos, i lo dijo ante el pais, franca i esplícitamente, que así habria arrebatado a los revolucionarios uno de sus pretestos mas graves para lanzarse a la revuelta? O fué cobarde i no quiso la lucha, o fué cómplice. En ambos casos es responsable ante el pais i ante el juicio de la historia, por no haber asumido la única actitud que le imponía su programa de gobierno: esperar el ataque i la agresión del Congreso, esponerle la verdad i el pais le habria hecho un honor que dudamos mucho le sea discernido en la hora de la calma i en que obre el juicio


sereno i no el de la pasión. ¡Con verdad hemos dicho que D. Belisario Prats no era para nadie una esfinje política! Un comité político parlamentario habia redactado con grande acopio de labor i de perseverancia, la leí en que los círculos coaligados del Congreso cifraban todas sus esperanzas de triunfo. La prensa entonaba himnos de alabanza, no solo en favor de la obra magna de perspicacia, sino también en prez i honor del talento i el gran acopio de luces i esperiencia que en dicho trabajo habian manifestado sus autores. ¡Estaban satisfechos, complacidos, triunfantes! No obstante, la lei en proyecto adolecia de un serio defecto: el de inconstitucionalidad. La carta disponía que las elecciones de diputados se hicieran por departamentos; tal era la manera como ella se habia entendido siempre i como constantemente se habían hecho las elecciones en el pais. Sin embargo, la nueva lei disponía que los diputados fueran elejidos por grupos de dos, tres i mas departamentos; i esta elección debia hacerse por voto acumulativo. Ningún departamento sabia quien iba a ser su representante en el Congreso sino después de hecho el escrutinio de la votación, de la cual resultarían ser diputados de los departamentos de mayor población, los que hubieran obtenido mayor número de sufragios. No se ocultaba a los autores del proyecto el defecto de su obra, pero contando con mayoría en el Congreso, su prensa anunciaba arbi et orbi que sena aprobada en esa forma i que le sería enviada al Presidente de la república para su promulgación. Mas, como este magistrado tiene por la Carta la facultad de vetar i habría estado en su perfecto derecho haciéndolo con la nueva lei, ya la prensa de oposición declaraba que el ejercicio de esa facultad que le era privativa, seria una prueba de que deseaba ponerse en pugna con el


Congreso, impidiendo la promulgación de sus sabias leyes; habia, según esto, un nuevo conflicto en perspectiva i una manifestación inequívoca de que no dominaba absoluta sinceridad en los propósitos conciliadores del Congreso. Se decia por entonces sin embozo, que el Congreso deseaba poner todo jénero de trabas al gobierno de Balmaceda, a fin de crearle situaciones embarazosas. Ahora incumbe preguntar: ¿hizo uso el presidente Balmaceda de su prerrogativa constitucional de veto? No. Promulgó la ley tal como se le enviaba, salvo lijeras modificaciones que, antes de su aprobación, se le habian hecho de común acuerdo; i al darle su sanción tuvo cuidado de espresar, que considerándola anticonstitucional, le acordaba su sanción, animado como estaba del propósito de conciliación que permitiera hacer durable la situación creada por el advenimiento del ministerio Prats. Tómese nota de este propósito de franca armonía que dominaba el ánimo del presidente Balmaceda, porque no es el primero que ya llevamos señalado, ni será tampoco el último que venga a probar con hechos indiscutibles que no habia terquedad, ni plan preconcebido de supeditar al Congreso, arrebatarle sus atribuciones i hacer tabla rasa de la Constitución i las leyes: que no era D. José Manuel Balmaceda un magistrado fundido en el molde de los tiranos, sino un mandatario, que como lo demostrará este descarnado pero imparcial relato, no tuvo durante toda su administración sino el esclusivo propósito de engrandecer a su patria, enalteciendo su propio'nombre. El partido conservador, que hasta poco antes habia permanecido al balcón, en el carácter de mero espectador de los acontecimientos políticos, habia comenzado a inmiscuirse solapadamente en ellos, a fin de darles dirección que sirviese a sus propósitos,


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sacando provecho de la profunda división existente entre el partido liberal de gobierno i las diversas fracciones del mismo matiz que figuraban en la oposición. Así, durante las dificultades que precedieron al pacto de arreglo, su prensa, representada por El Independiente, órgano oficial del conservantismo laico i La Union sostuvieron larga i apasionada controversia con La Patria, de Valparaíso, porque los primeros, con abundante acopio de erudición i de sólido razonamiento, aconsejaban al presidente Balmaceda que se echase en brazos del pueblo, porque ese era el único camino lójico i patriótico que le quedaba, ya que los partidos liberales habían probado su ineptitud para el gobierno i su falta de juicio para formar un conjunto serio i armónico en las alturas. La Patria, órgano liberal, enardecido por estos consejos, en los que veia ante omnia un ofrecimiento de sus servicios al Gobierno por parte del partido conservador, que se decia popular i contaba con los inmensos afiliados de las sociedades relijiosas de artesanos, combatió ademas a su adversario, haciéndole el cargo de incitar al Presidente a la dictadura. Esta era una manifestación del desacuerdo que reinaba entre todos los bandos i fracciones de bandos que tenían hogar fuera del gobierno i deja traslucir que sus diverjencias con la autoridad no eran tan notables, que no les permitieran ir a ella i asociarse a sus trabajos, con tal que el predominio de un círculo fuera esclusivo respecto de los otros. Caracteriza ademas este tono peculiar de los círculos de oposición, que mas parecía distancia i desarmonia entre los hombres, su incesante cambio de opiniones en cuestiones de principios jenerales, que no era decoroso fueran apreciados por unos mismos hombres de cierta manera mientras ocupaban las alturas i de otra diametralmente opuesta, al siguiente


dia de haber desocupado los sillones ministeriales. Consecuente el partido conservador en su propósito de adquirir prestijio popular i de aparecer mas liberal que los mas exajerados radicales, habia lanzado en el Congreso por medio de su jenuino representante, el senador Irarrázabal, la idea del establecimiento en Chile de la Comuna Autónoma, que modificaba por completo el sistema municipal que nos rije desde la fundación de la república. En estensos discursos probó el Sr. Irarrázabal la bondad i necesidad de su proyecto i las incalculables ventajas que su aprobación i futura implantación traerían a Chile. El ministro Errázuriz (don Isidoro) combatió con talento i con no menor erudición que el adalid conservador i mas que todo, con argumentación que remedaba al mas serio convencimiento, que esa ley era un absurdo en Chile. No entraremos nosotros a esponer todos los razonamientos del orador liberal; bástanos dejar establecido el hecho que señalamos i consignar ademas, que el Sr. Errázuriz estaba entonces, según nuestra opinión sincera i convencida, en la verdad, porque el proyecto del Sr. Irarrázabal pugnaba con las costumbres del pais; porque las leyes no forman los hábitos de los pueblos i porque muy principalmente, en un pais cuya inmensa mayoría del pueblo ignorante i particularmente el de los campos, está sometido al cura i al hacendado, la comuna autónoma estaba perfectamente calculada para continuar en Chile el feudalismo del propietario de la hacienda, del dueño de la tierra, contra cuyo sistema vienen luchando las democracias i todos los liberales sinceros. El senador Irarrázabal habría sido el primer señor feudal de Chile en sus haciendas que ocupan departamentos enteros de la República. Pocos dias después, el Sr. Errázuriz descendió del poder, por una de aquellas evoluciones a que con


tanta frecuencia estaban dando orijen las desavenencias de los hombres i de los círculos llamados liberales, i unidos entonces a los conservadores, hicieron bandera de combate del establecimiento de la comuna autónoma, para ir a formar séquito en torno del adalid conservador i declarador bueno, útil i aceptable lo que un mes antes se consideraba detestable. El pais, que un mes antes no estaba preparado para recibir la comuna autónoma, fué encontrado apto para su práctica correcta i así, los convencidos adversarios de la víspera convirtiéronse en fervientes adoradores i entusiastas defensores de los principios que habían combatido con todo el vigor de su ciencia i de su talento. Seria de sostener. ¿I porqué no hacerlo nosotros hoi, cuando los combatientes lo dijeron i probaron ayer, que en el poder combatian la comuna, porque amaban la autoridad i la comuna era arma en su contra; que la ensalzaban fuera del poder, porque anhelaban volver a él, porque la comuna, arma contra la autoridad, k s permitiría llegar arriba i cual muleta inútil la lanzarían lejos, tan pronto como hubieran asentado su planta en los blandos tapices de la Moneda? ¡De veras que todo esto que los políticos llaman hábiles evoluciones, solo mereceria de nuestra parte i de las jentes serias, reflexiones de desaliento i falta de fé en los hombres, en la lealtad i sinceridad de sus propósitos! L a severidad i acritud con que seríamos inducidos a estigmatizarlas, no cuadran a la tranquilidad de criterio i de ánimo que debe dominar en este relato i esta es la causa porque en contra de ellas, solo daremos una razón i una condenación severa: ¡el silencio! He ahí la historia breve i descarnada de la Iei municipal que creaba la comuna autónoma en un pais


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que desde antiguo estaba, en mucha parte, sometido a un régimen de inquilinaje que es un verdadero feudalismo de hecho, pero sin el nombre. El espíritu i la tendencia dominante de esa obra de orijen i paternidad esclusivamente conservador, de consecuencias i de porvenir conservador, era arrebatar al Presidente de la República toda la influencia política que hasta entonces habia tenido en el pais i que ejercía por medio de sus legales ajentes: los jefes de provincias i departamentos. Era uno de los últimos golpes i acaso el mas rudo i certero, que se asestaba a la omnipotencia presidencial i que dejaba a las autoridades provinciales sin ninguna de las inmensas atribuciones de que antes gozaran. El alcade, funcionario independiente del poder central, naciendo del voto popular, lo era todo; los intendentes i gobernadores, meros fantasmas, sombras de un poder en decadencia, verdaderos soldados rusos, muertos en la lucha i que, si no yacian en tierra era solo porque aun no habia osados que se atrevieran a empujarlos. Como obra de demolición de todo cuanto nos habia dado grandeza, prestijio i orden durante medio siglo, la nueva lei de municipalidades era obra completa, porque anulaba el respeto i el prestijio del principio de autoridad. ¿Cuál habría sido en este caso la conducta lójica de un presidente de la república que estuviese animado de un espíritu absorbente, tiránico i que tratase de imponer por do quiera su capricho i su voluntad despótica, en contra de toda lei i del Congreso mismo? ¿Cuál habría sido la conducta del Sr. Balmaceda, a quien sus adversarios le atribuían, no solo aquellos malévolos intentos, sino también el de constituirse en dictador perpetuo i domeñar al pais en la persona de sus representantes? Cualquiera creería que en tales circunstancias, una voluntad de fierro,


resistencia tenaz i todo género de trabas habríanse opuesto a la aceptación de una lei que quitaba al poder hasta sus facultades propias conservadoras i de derecho natural; cualquiera creería que un majistrado a quien se pintaba con desmedida ambición de poder i dominado por absorbente delirio de atribuciones, habría usado hasta de su indiscutible derecho de veto, para impedir que la lei en proyecto llegase a serlo en realidad. I sin embargo ¡nada de eso practicó el presidente Balmaceda! ¿Qué hizo? Siempre estimulado por la tendencia conciliadora que le dominara durante toda su administración, sin duda impulsado por una jenial inclinación, que no se sustenta con tanta perseverancia cuando no es sincera, buscó arreglos, discusiones, cambios de ideas, hizo i obtuvo concesiones i cuando ya todo estuvo convenido i aceptado fuera del Congreso, la lei se presentó, seguro de que ningún tropiezo ni conflicto habia de producir, atento a que en la discusión todos habían cedido una parte de sus pretensiones i transrjicio en sus ideas en interés de la común concordia i de la tranquilidad pública. Ejemplos mas notorios de la absoluta inculpabilidad del presidente Balmaceda en las ajitaciones de los círculos políticos; pruebas mas palmarias de que era un mediador i un gran ciudadano que todo le sacrificaba a la paz, ,no seria posible encontrar. Después de esta verídica, exacta i prolija manifestación de los hechos ¿quién seria osado a levantar su voz de odio ó de recriminación para echar en rostro i atribuir al hoi ilustre muerto, la sola i única responsabilidad de las desgracias de la patria? ¿Dónde está la terquedad; dónde el tenaz empecinamiento para resistir i oponer dique violento a las exijencias lejítimas de los partidos i de sus hombres? ¡Ah! Si alguna falta pudiera imputarse al Sr. Balmaceda, habría sido la de haber ces


dido tanto; la de haber siempre tañido el laúd armonioso de la conciliación por medio de patrióticos arreglos, que dieron margen a que se le juzgara débil i sin carácter. Bien lo comprendió él mas tarde i por eso, cuando desde Valparaíso le escribíamos preguntándole si no habría medio de evitar los horrores de la guerra civil que se desataba sobre el pais, él nos contestaba haciéndonos un amistoso reproche, de cuya verdad i certeza nos convencimos entonces i el acontecimiento le ha dado mas tarde toda la razón. «Créalo Ud., nos decia, está pecando Ud. por donde yo he pecado tanto: el buen corazón i los anhelos patrióticos."—Estas palabras dirijidas al amigo en la franca intimidad de la confianza espansiva, son un verdadero poema, si así nos es lícito espresarnos, que condensa en pocas palabras todo el pensamiento i todo el programa político de un hombre digno de que el buril del estatuario perpetúe su nombre i su memoria, para ser guardada en el amor de los pueblos ¡si es que estos fueran susceptibles de amor, i si estuviera probado que el corazón que vivifica ó alienta a las individualidades existe en ese su conjunto que tan enfáticamente se llama el pueblo soberano! Como si siempre i en todos los países i en todas las edades, los benefactores de la humanidad, los que se adelantan a su época i le señalan los derroteros del bien, los que les abren el camino de la libertad i de la fraternidad, como los que rompen las cadenas de la esclavitud, no hubieran muerto en el patíbulo, a manos del verdugo, execrados por sus contemporáneos, u olvidados en oscura i despreciable mendicidad! El partido conservador, dueño de la fortuna i de la tierra, trataba de feudalizar el país a toda costa i en sus reformas insistió en suprimir los sueldos de los intendentes i gobernadores, para que así, las perso-


ñas del elemento social medio no pudieran aceptar esos cargos i pasasen a los hacendados, que así llegarían a ser dueños del poder público i absolutos dominadores en sus feudos. El partido liberal disidente 0 de oposición, acompañaba a los conservadores en estas empresas de predominio en odio a Balmaceda; pero cuando después del triunfo de la revuelta los conservadores han insistido en alcanzar sus deseos, los señores del liberalismo revolucionario les han puesto óbice. ¡Hágase así obra grande i de progreso con hombres inconsecuentes, sin ideas i dominados solo por intereses del momento! Ya vemos cuanto hizo el presidente Balmaceda durante el ministerio Prats, en obsequio de la armonía; esto, sin contar con otras leyes del orden político, que, antes de estos conflictos, había dictado con general aplauso del pais i entre las que figuran: la de incompatibilidades parlamentarias i administrativas; las de jeneracion i nombramiento del poder judicial i otras que seria largo i prolijo enumerar, todas las cuales, a mas de minorar i descentralizar el poder de los presidentes, hacían correcto e independiente el funcionamiento de los poderes públicos. ¡I ese es el majistrado a quien se prestan instintos de tirano! ¡Ese el chacal a quien se pintó mas tarde sediento de sangre i de venganzas! No; el Sr. Balmaceda no fué, ni pudo ser nada de eso i por esto levantamos aquí nuestra voz débil pero justiciera, para lavarlo de la mancha que se ha pretendido echarle i que ojalá la lei moral infrinjida por ellos no caiga un dia sobre los que se han ensañado crueles hasta en su ilustre memoria! Pero, no anticipemos los acontecimientos i la natural hilacion de los sucesos. Apenas dos meses habia durado la vida del ministerio Prats, que subió en alas de la confianza pública, 1 durante los cuales tantas elocuentes pruebas de la


sinceridad i altara de sus elevadas miras habia dado el Presidente Balmaceda, cuando principiaban a diseñarse en el horizonte celajes sombríos i siniestros que auguraban su próxima descompajinacion. ¿Qué era lo que sucedia? ¿Cuáles eran los graves i altos puntos de diverjencia que surjieran? ¿No se habia satisfecho a la oposición en todas sus pretensiones; no se habia arribado en todas las cuestiones de principios a un arreglo decoroso i patriótico; la ley electoral no aseguraba a la coalición el éxito en los comicios públicos, o si no se lo aseguraba, no la habia dejado en condiciones de poder luchar con ventaja contra las influencias oficiales? ¿No habia tenido lugar en toda la república el acto preparatorio electoral de la formación de los rejistros, en cuya oportunidad las autoridades administrativas dependientes del presidente de la República en nada habían intervenido, observando conducta circunspecta i prescindente? Porque, si en uno que otro punto aislado hubo pequeñas incorrecciones, naturales en la aplicación de una ley nueva i complicada en su mecanismo, a ningún funcionario se le pudo imputar propósito deliberado de delinquir, ni menos citarle hechos concretos que probaran acto criminoso. En jeneral, el pais estaba satisfecho. Mas, hubo circunstancias que descorazonaron a los circuios coaligados, circunstancias independientes dela voluntad del ejecutivo i sus ajentes e imputables únicamente a la precipitación i espiritu preconcebido con que se dictara la lei. Muchas circunscripciones i distritos electorales de importancia, que en otros tiempos contaban con facilidades para la inscripción, habían encontrado dificultades insuperables, que muchos no habian podido vencer para lograr inscribirse, desde que la agrupación de subdelegaciones ideada por los lejisladores, conveniente acaso para determi-


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nados fines en una rejion, era completamente inadecuada en otras, como quiera que las rejiones pobladas del centro i sur del pais poseian todos los recursos de movilidad, de que carecían las rejiones mineras i despobladas del norte.—Hubo pues de presentarse nueva lei modificando i ampliando las disposiciones de la primera, en una época angustiada i en la que no fué posible darle sanción. Habia otra seria consideración que los partidos de oposición i particularmente los liberales, hubieron de tomar muy en cuenta. — En el pais, los únicos partidos que habia organizados i con vínculos i relaciones en las provincias eran los conservadores i los amigos liberales de la administración. Los coaligados sueltos, radicales, mocetones, montt-varistas, ricardistas i otros, desde que toda su labor la habian vinculado en Santiago, en las antesalas de la Moneda, donde desde largo tiempo atrás luchaban en guerra de predominio, olvidando de hacerse conocer en el país, como lo hemos dicho en otro capítulo, se vieron faltos de fuerzas efectivas que les permitieran alcanzar el apetecido triunfo. En efecto, estudiados los nuevos rejistros electorales, los múltiples círculos liberales enumerados, habrían tenido una pobre representadon en el Congreso. Era pues necesario abandonar la ley electoral, comuna autónoma i demás elementos de combate i de triunfo acumulados con tanto esmero para alcanzar la deseada victoria. Pero ¿dónde encontrar nuevas armas en momentos ya críticos, por lo breve del tiempo de que podía disponerse? ¿Dónde? En el mismo arsenal tan conocido de todos ellos; en el mismo inagotable venero que desde largos años atrás venían esplotando con éxito prodijioso i por medio del cual, simples nulidades ayer, habian llegado ellos mismos a creerse aristocracia del talento, príncipes de la sangre i los únicos unjidos i miembros de


una clase privilejiada, apta para las funciones de gobierno, con esclusion de cualquiera otra. Esas armas estaban en el gobierno; en las influencias oficiales de los intendentes; en el prestijio que da el poder; en los abusos que impunemente les habia permitido cometer siempre, en los que tan prácticos eran y que también eran los únicos en que tenían fe ardiente i confianza ciega. Nadie es valiente sin sus armas, ni cobarde con sus armas, se dijeron ellos, lanzándose a la conquista de las que siempre les habían pertenecido. Los intendentes de provincia i los gobernadores eran malos desde que, encerrados dentro de la mas estricta neutralidad, i observando las prescripciones legales, miraban impasibles la lucha electoral a que se preparaban los partidos, sin acordar sus favores a ninguno. Tal sistema era sobre todo adverso a los propósitos absorbentes i avasalladores de los círculos de oposición i desde ese momento declararon cruda guerra a los funcionarios públicos, que tan en armonía marchaban con los vehementes anteriores deseos de los círculos políticos; i esa guerra llevóse al seno mismo del ministerio Prats, al que se exijia la inmediata separación de un gran número de funcionarios de confianza i de nombramiento esclusivo del presidente de la República. La prensa daba diario i ardiente testimonio de estas exijencias i habiendo sido llevadas por el señor Prats a conocimiento i decisión del señor Balmaceda, no sufrieron rechazo, sino que se les opuso óbice de cordura de moralidad política i de respeto i consecuencia a funcionarios públicos, envejecidos los unos en el servicio del pais, i otros, aunque nuevos, que revelaban dotes de carácter, intelijencia e ilustración, que no era tampoco posible arrebatar inopinadamente a la administración pública. No hai inconveniente, decía el presidente de la


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República, para que sean separados todos aquellos que hayan delinquido i a quienes se imputan hechos concretos que acusen una infracción legal o un atropello de las garantías electorales en las personas. Eso estaba dentro de los mas sanos i rectos principios de moralidad i de buen gobierno; pero eso no cuadraba a las miras i propósitos de los bandos políticos de oposición. Habian conseguido cuanto apetecían en el noble i amplio terreno de los principios; pero ese no les bastaba, querian ademas dejar solo al Sr. Balmaceda, sin un amigo en la administración, sin un hombre de su confianza: el todo o nada era su divisa. Iban mas lejos aun, porque hasta el cultivo i consecuencia a las relaciones de larga i probada amistad, pretendía arrebatársele al Sr. Balmaceda. Se le hacia un crimen por la prensa i se le reprochaba con increíble acritud i destemplanza de lenguaje, que sentara a su mesa a los amigos de la víspera i de siempre, a los que habíanlo acompañado en todos sus conflictos i lo habian sostenido con su consejo i con su decidida e intelijente labor. I mientras tanto, el ministerio Prats, como si hubiera ido a las alturas en alas del esclusivismo que enjendra el triunfo, i no impulsado por los vientos de la unificación i de la concordia, daba prestijio a esas exajeraciones de la pasión de partido, resistiéndose a fundirse i entrar en el consorcio íntimo i franco con esos elementos de gobierno, que ensanchaban los horizontes de los cooperadores de la admistracion pública i política. I cual lo hacían juveniles ardores, ellos también motejaban al Presidente que cultivase las relaciones de sus amigos de la adversidad i de la fortuna, e insistían en que uno en pos de otro fueran arrojados de los puestos públicos que desde antiguo ocupaban. Para no citar otros muchos ejemplos ¿quién podrá jamas olvidar la destemplanza de lenguaje inusitada en Chile hasta entonces


en documentos oficiales, con que el Ministro de la Guerra D. Federico Errázuriz Echaurren trató al ilustre jeneral Barbosa, envejecido en el servicio de la nación, cubierto su pecho de honrosas medallas conquistadas en guerra estranjera, declarado benemérito de la patria por su heroica conducta en la guerra Perü-Boliviana i su cuerpo cubierto de cicatrices que lo constituían en una noble i querida reliquia para los chilenos que aun conservan el culto por la virtud i el heroísmo de sus grandes servidores? ¿I todo porqué? Porque era un leal i querido amigo del señor Balmaceda i porque al imparcial ministerio Prats principiaba a incomodarle hasta la sombra de todo lo que fuera consecuencia i lealtad al Jefe del Estado. Insistiendo los circuios del Congreso en que el señor Prats obtuviese la salida de los intendentes i gobernadores, estaba el ministerio amenazado de cruda hostilidad, como sus antecesores. Ya no se trataba de cuestión de principios; se luchaba por las personas i se entraba así en el terreno mas arduo, mas arbitrario i mas cruel, porque todo lo desquicia i compromete, empequeñeciendo las elevadas cuestiones de interés público, para convertirlas en una chacota donde la dignidad, la calma i el respeto quedan hechos jirones en las asperidades de la lucha. El ministerio Prats se decidió a dimitir. ¿Estaba en connivencia con el Congreso o temió sus iras? Si lo primero, no era cierta la grandeza que se atribuyó a su nacimiento a la vida política i por tanto, aparecían justificadas las aprensiones que sobre sus propósitos i su duración se hicieron al tiempo de su elevación. En Chile todos nos conocemos i por mas que las conveniencias de la política de actualidad entonasen himnos de alabanza i llevasen hasta el ditirambo la grandeza del ilustre Prats, para nadie era


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una esfinje política.—Si lo segundo, si temió las iras del Congreso, sin luchar antes i sin mostrar al pais con evidente claridad que trabajaba por alcanzar la apetecida no intervención de las autoridades, eso significa que era un jeneral sin fé, un jeneral que a los primeros disparos abandona su ejército i huye. El ministerio Prats solo permaneció en su puesto mientras hubo aplausos, gloria que cosechar; mas, en cuanto la tormenta presentó en el horizonte sus primeros anuncios, desertó, ocultándose tras del pretesto de intervención del Presidente de la república, intervención que no hubo, porque al retirarse, uno de sus miembros, el noble señor José Tocornal, á fuer de caballero e hidalgo, declaró en la prensa que él jamás habia visto de parte del señor Balmaceda un acto que la revelara i que si salían era porque ellos lo querian. El ministerio Prats habia ido al poder para ser juez, para calmar las pasiones i los odios. Como juez debió ser imparcialidad, aceptando toda reclamación justa, i negándose a amparar las destituidas de verdad i de justicia. Debió estar sobre los partidos i sobre el jefe mismo del estado; mas, parece que no se sintió con valor para ser justicia; vaciló cuando llegaba la hora de la prueba i, sin ánimo para contrariar a la oposición en la menor de sus pretensiones, comprendió mal su deber, creyendo que debia ser acusador i centinela o guardián del jefe del estado. Le faltó valor o tenia demasiado cariño por los círculos del Congreso. Pero, sea de ello lo que fuere, ese ministerio nada hizo por la pacificación de los ánimos; el jefe de la nación lo hizo todo, cedió en todo, hasta en cuestiones de principios, como lo hemos demostrado, por conservar la armonía. ¡Lástima grande que el ministerio Prats no hubiera querido sacrificar a la tranquilidad pública una parte, débil siquiera, de la


cómoda situación que le habían creado los acontecimientos para su propio prestijio i su grandeza! Fué lo cierto que por fútiles motivos, porque el intendente de Santiago se resistía a destituir a un empleado subalterno, el ministerio se retiró i la revolución quedaba acordada. Se supo entonces que el intendente no ponía óbice a la salida del subalterno, circunstancia que indudablemente debió impedir la resolución del Ministerio. Esa dificultad habría sido fácil de zanjar, porque el ministro haciendo uso de su autoridad, debió imponer al subalterno i decretar la salida del empleado i aun del intendente, si contrariaba su política. Pero, ¿un motivo tan nimio preparaba los gravísimos acontecimientos que después hemos presenciado? ¿Era él la causa única del abandono de sus puestos de los ministros que dimitían? No. La verdad era que el Congreso imponía condiciones, exijía la separación de empleados i que, de no hacerlo, el ministerio Prats no habría obtenido la aprobación del presupuesto, ni lei que fijase la existencia de las fuerzas de mar i tierra.—Si el ministerio Prats lucha i manifiesta sus propósitos, el país habría podido convencerse que, ni aun esa reunión de hombres que parecian de buena voluntad, era capaz de adormecer los planes del Congreso. ¡La revolución estaba decretada, si no se hacia la entrega incondicional del gobierno! El Sr. Prats era, por desgracia, revolucionario e iba a la revolución. Su conducta posterior así lo probó i no fué noble en constituirse jefe aparente de conciliación quien aprestaba las armas para la lucha. Antes de que el ministerio Prats abandonara la Moneda, buscó todavía el presidente Balmaceda nuevos medios de conciliación para evitar las consecuencias de una situación tan delicada. Propuso organizar un nuevo ministerio, que lo formarían los señores


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Darío Zañartu, Zorobabel Rodríguez, Manuel Amunátegui, Lauro Barros, Fernando Lazcano i Claudio Vicuña. Los tres primeros pertenecían a la mayoría del Congreso i los últimos, aunque amigos del gobierno, solo dos pertenecían a la minoría. No es hora de hacer discusión de personas. Si hubiera habido deseo de conciliación por parte-del Congreso i sus círculos, ese ministerio, en el que estaban representados hasta los conservadores, habría sido una solución pacificadora. Pero, se quería la revolución, el todo o nada, i se desechó la proposición del presidente. Cuando se piensa que el Presidente de la república habia estado incesantemente a la altura del mas noble patriotismo i de la conducta mas jenerosa, solucionando con sagacidad i espíritu conciliador las cuestiones que diariamente se promovían; cuando se recuerda que no hubo una sola cuestión de principios en la que el majistrado no aceptase la solución mas liberal i mas en armonía con la protección debida a los intereses públicos i a los sagrados deberes de su cargo; i cuando, por último, se recuerda que fueron meras cuestiones de personas las que produjeron la desintelijencia i exaltaron hasta el delirio las pasiones de los enemigos de la administración, que mas tarde trajeron tan cruentos i profundos daños al pais; cuando todo esto se trae a la memoria, siéntese el ánimo acongojado, llórase por la suerte futura de la patria i siéntese que los deberes del patriotismo estén tan olvidados.


VIII.

MINISTERIO VICUÑA El abandono que voluntariamente hicieron de sus puestos el señor Prats i sus colegas de gabinete, produjo la formación del ministerio presidido por el distinguido caballero señor Claudio Vicuña, en el cual el presidente Balmaceda no buscó ya ninguno de los elementos que figuraban en el Congreso, sino que llamó a su lado hombres adictos a su persona, a su política i que no llevaran al seno mismo del gobierno elementos discordantes i desunidos. Si el señor Vicuña no era un político de oficio, era sí un honrado ciudadano, ligado a las mas notables familias de la capital i a proceres de nuestra independencia; que contaba con amigos en todos los círculos políticos; cuyo carácter caballeroso e hidalgo no era propio para levantar, ni jamas habia producido, tormentas en torno suyo i quien desde muchos años atrás venia figurando como uno de los senadores mas leal i sinceramente adictos a las ideas liberales. El señor Vicuña era un carácter i durante su ministerio i después de él probó dotes de gobierno sobresalientes i un patriotismo que eleva su personalidad a envidiable altura. Todas las probabilidades favorecian la creencia de que su nombre i su prestijio pudieran ser bandera de concordia. No es esta antojadiza aseveración de cariño i predilección por un antiguo i querido amigo de la infancia. No; porque Julio Zejers uno de los políticos mas exaltados de la última época, que mayor influencia ejercía en las resoluciones de la oposición i cuyo parecer i


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nombre se citaban por do quiera, como la voz de infalible oráculo, publicaba poco tiempo antes un artículo memorándum sensacional en el que pasaba en revista catorce a diez i seis nombres de personajes conspicuos de la capital, que elejidos candidatos a la presidencia de la república, podrían traer la unificación de los partidos i producir la calma í el concierto. El nombre de Claudio Vicuña figuraba en esa reseña con encomio superior al que nosotros hacemos aquí de él; sin embargo, cuando mas tarde fué producida esa candidatura por la lógica natural de los acontecimientos políticos, Zejers i los suyos olvidan lo que poco antes afirmaran. Juzgúese por este •nuevo hecho de la consistencia i seriedad de los propósitos de la oposición i véase si en la mayor parte de sus actos no se ocultaba siempre algo que traicionaba su intransijencia i su plan de contrariar al partido que apoyaba a la administración Balmaceda. Es •también que estaban ya los ánimos en estremo enardecidos para que las medidas moderadas pudieran producir la calma. Se acercaba la hora de las amputaciones dolorosas i el señor Vicuña no carecía tampoco de la enerjia i seriedad de carácter necesarias para ejecutarlas. Su posición independiente, como dueño de cuantiosa fortuna acumulada durante muchos años de asidua labor agrícola, i no ganada en el ajio i en las especulaciones de dudoso orijen, dábanle sobre muchos esa superioridad de carácter que enaltecia su talla política i le permitían obrar con entera independencia. Surjia, empero, de esta combinación ministerial un nuevo conflicto i una nueva complicada situación. El Congreso estaba reunido i funcionaba, no por derecho propio sino en virtud de convocatoria a sesiones extraordinarias, que le habia sido hecha por el Presidente de la república, en virtud de atribucio-


nes propias i facultativas que le concedia la carta fundamental. Esas sesiones podían cesar a voluntad del Presidente, apreciando él mismo en su alto criterio, la necesidad de poner término al funcionamiento, estraordinario del Congreso, como siempre i en todos tiempos habiase procedido por todos los presidentes anteriores, sin que jamas, en lo mas exaltado i ardiente de las ajitaciones políticas, se hubiera atribuido a despotismo i tiranía el ejercicio de esa prerrogativa exclusiva del Jefe supremo del estado. El había sido siempre, i así se lo permitía la carta, el único que prudencialmente apreciaba la oportunidad i conveniencia de clausurar el Congreso, cuando funcionaba estraordinariamente. En las épocas normales de la vida nacional, jamas hubo un caso de escepcion a esta hermenéntica constitucional; i en el único caso práctico, análogo al que analizamos, que se produjo en una presidencia anterior, la del tranquilo, probo i respetado señor Aníbal Pinto, se procedió como lo hizo el Sr. Balmaceda. En el año 1 8 7 9 , el país se hallaba comprometido en guerra estranjera con el Perú i Bolivia; los círculos políticos de la capital se enardecían i a fin de producir ajitacion en la opinión pública i dificultades en el gobierno, de las que esperaban usufructuar en su favor, la Comisión Conservadora pasó nota al Presidente de la república, pidiéndole que, en fuerza de la gravedad de las circunstancias (el vapor Rimac habia caido en poder de los peruanos) i habiendo muchas cuestiones trascendentales de que debería ocuparse el Congreso, venia en manifestarle la urgente conveniencia que habia de que fuera citado a sesiones estraordinarias. El presidente Pinto contestó: que para apreciar la oportunidad de la medida que se solicitaba, cuya calificación le acordaba la constitución, era indispensable que la Comisión Conservadora espusiese cuáles eran


los asuntos de que creía pudiera ocuparse el Congreso. A la nota que en respuesta, envió con este motivo la Comisión al jefe de la nación, el Sr. Pinto contestó: que no creia llegado el caso de una convocatoria al Congreso, porque haciendo uso de sus atribuciones propias constitucionales, él era quien calificaba la conveniencia i oportunidad de la medida. L a Comisión Conservadora guardó silencio i a nadie ocurriósele entonces imputar al presidente Pinto una infracción constitucional, ni menos calificarlo de que ejercía actos tiránicos i de atropello al Congreso, representado por ella, como mas tarde se hiciera con el presidente Balmaceda. I nótese que este ha sido uno de los actos mas serios de acusación i en el cual se ha basado el carácter de reivindicación legal de los fueros del Congreso, que se han pretendido atropellados por Balmaceda; que ha sido casi el único fundamento de una revuelta que necesitaba forjar i dar vida a móviles legales, para esconder tras ellos los verdaderos móviles que la animaban. Mas habia en este caso la consideración de que el Congreso no habia querido aprobar los presupuestos para el año 1 8 9 1 , ni autorizar la subsistencia de las fuerzas de mar i tierra, leyes ambas que no se refieren a la vida política del gobierno i de los partidos, sino a la existencia misma nacional, a la estabilidad social i a la salvaguardia de la seguridad pública, dentro i fuera del pais. Por mandato espreso legal, el gobierno debe presentar las leyes al Congreso al principio de la sesión ordinaria que comienza en Junio i termina con el fin de Agosto; i durante ese período de vida propia, independiente de la voluntad o del capricho del presidente de la República, es deber del Congreso aprobar esas dos leyes constitucionales. El gobierno habia cumplido fielmente con el deber que la carta le impone ¿porqué


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las Cámaras dejaron trascurrir el tiempo i no cumplieron el suyo? ¿Tenian la facultad de suspender el cumplimiento de un mandato espreso é imperativo de la constitución del estado? ¿No habia en este proceder una verdadera infracción legal i constitucional, que revelaba ya en el Congreso el propósito deliberado de buscar pretestos i acumular motivos para oponer trabas a la marcha regular de los servicios públicos i lanzar mas tarde al pais en las vias terribles de la revolución? Ya en otra parte hemos analizado la parte legal de esta cuestión, comentando la constitución i reglamento de la Cámara de Diputados, que en modo alguno la autorizaban para detener su curso, como lo acordó, a esas dos leyes necesarias. Vista la actitud que asumia el Congreso, presentábanse dos caminos al Presidente de la república: 0 clausurarlo en virtud de atribución propia constitucional, o permitir que continuara funcionando. Se optó por lo primero, ya que los caminos de avenimiento, tan buscados siempre por el Presidente, ningún efecto habían producido, i, lejos de calmar las pasiones, las enardecían i exaltaban en progresión creciente. Para clausurar el Congreso debió tomarse en consideración que este alto cuerpo se habia lanzado en vias peligrosísimas, que dia a dia ponian en conflicto la tranquilidad pública i la seguridad de los habitantes. Convertido en verdadero club donde solamente se debatían los intereses i cuestiones políticas de palpitante actualidad, tratados con acritud en la palabra 1 exajeracion i parcialidad en la idea, era un óbice permanente al funcionamiento correcto del poder administrativo, haciendo sufrir al pais en su progreso material i deteniendo el impulso que se deseaba dar al vasto plan de obras públicas en construcción, que


tenían comprometidos cuantiosos intereses particulares i del estado. Era evidente, i así estaba declarado por el Congreso, que no se ocuparía del despacho de las leyes constitucionales, i por mas que sus comisiones estudiaron, después de clausurado, aquellos proyectos, no era su discusión el principal objetivo, ya que, si lo hubieran querido, habrían desprendido la espada de Damocles que deseaban tener •sobre el poder ejecutivo, como arma para someterlo a la voluntad i capricho del Congreso. Otros eran los horizontes, otros los proyectos en perspectiva, i esos, ni se ocultaba a nadie su conocimiento, ni se hacia de ellos un misterio. Apenas se hubiese presentado al Congreso el ministerio Vicuña, habría sido acusado, sin oirlo, como había sido censurado antes el del señor Sanfuentes; i este mismo habría sido también acusado, arrebatando así al jefe de la república un gran número de hábiles i decididos cooperadores, a quienes por ese medio se habría inhabilitado para el ejercicio de funciones públicas. El Presidente mismo iba a ser declarado incapaz de rejir los destinos del pais, según ya habia tratado de demostrarlo en un estenso discurso el diputado Julio Zejers, porta voz revolucionario, i como se hizo mas tarde. La ejecución de estas medidas habría producido ipso [acto un verdadero desquiciamiento social, cuyas fatales consecuencias, todo el mundo hubiéralas imputado a falta de previsión i a culpa esclusiva de Balmaceda. ¡Tal era la exacerbación que las predicaciones de la prensa i el Congreso iban creando en los ánimos! Un ministro de estado que lo fué en esa época aciaga, espíritu sereno i reflexivo, hace a este respecto revelaciones en un folleto que publicó en i 8 q i i que es oportuno conocer. Dicen así: «El que esto escribe, fué uno de los ministros que formó parte 10


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del gabinete que sucedió al del Sr. Prats. Retirado por completo de toda intervención i movimiento político, cansado é impresionado con una situación política tan excepcional, que no podia esplicarse, ni divisársele remedio para atenuar la conmoción que traspasaba el alma del patriota amante del orden i de las instituciones de su país. No pudiendo hacer valer las escusas con que resistía la aceptación de tan honroso cargo, para resolverme, pregunté á S. E. si se convocaba ó no al Congreso a sesiones extraordinarias, creyendo que todavía era tiempo de un avenimiento patriótico; su contestación fué que el Presidente estaba pronto a secundar lo que el Ministerio acordara. Cuando llegó la oportunidad de tratar esta grave cuestión en Consejo de Ministros, tal vez llegué hasta la impertinencia, manifestando las razones que, en mi concepto, apoyaban la idea de la convocatoria i digo que tal vez llegué hasta la impertinencia, porque solo concibo la verdadera amistad entre partícipes que deben atender iguales propósitos de honrados servicios a la patria, siendo franco i exacto en la esposicion de las ideas i principios, sin esquivar verdades, por amargas que sean, cuando ellas nacen de profundas convicciones, i eso hice: era la mejor prueba que pude dar a mis colegas i amigos. Pues bien, a la época en que esto pasaba, el Presidente de la república i otros de mis colegas tenían ya noticias ciertas de los trabajos revolucionarios de la oposición, que procuraba minar i sublevar el ejército; i las esposiciones que se hicieron para combatir mis ideas, eran tan graves, que confieso con toda franqueza, no les di albergue en mi escrupuloso criterio, porque en cuestiones trascendentales de graves consecuencias, sigo siempre el lema de Santo Tomás: «ver para creer". Me retiré del ministerio el 6 de Diciembre i, precisamente al mes cumplido se realiza-


ban los anuncios hechos en Consejo de ministros, estallando una revolución con la sublevación de la escuadra, que fué verdadera sorpresa para el pais. Este acto no fué una resolución súbita de los marinos, pues varios buques del complot se hallaban distantes unos de otros, en puertos próximos, es verdad, pero con paciente sijilo i paulatinamente, lo que exijia largo tiempo empleado, se habian dejado completamente vacíos los almacenes que guardaban los materiales de guerra de la armada, operación que pasó desapercibida de todos. Cuando esto vi i que era cierto que el ejército no secundaba tan siniestros planes, hice justicia a mis colegas i al Presidente de la república. Yo estaba alucinado en mi creencia: la confabulación estaba acordada como ellos me lo habian asegurado: solo la retenia el momento oportuno, esperando que pasara el i.° de Enero de 1 8 0 1 para presentar al público como fundamento de la sublevación, la situación del Presidente en que lo habia colocado la mayoría opositora del Congreso, no dando la lei de presupuestos ni la que fija las fuerzas de mar i tierra, porque el Congreso no habia sido convocado a sesiones estraordinarias; i si tal hubiera sucedido, el escándalo habría sido mayor, pues se habría destituido al Presidente, por simple acuerdo de la mayoría del Congreso, fundándose solamente en que era mayoría autoritaria, pues la constitución no le da tal atribución en ninguno de sus artículos, de la misma manera que no le da atribución para sublevarse i hacer una calamidad pública.® El primer deber de la autoridad, su deber elemental, de derecho natural, es la conservación de la paz, que es seguridad i vida para las personas, garantía de progreso para las instituciones i conquistas de la libertad. L a paz es el primer bien de las sociedades. ¿De qué servirían los ferrocarriles, caminos, puentes,


universidades, escuelas, muelles i demás obras que fomentan la industria, el comercio, i la ilustración jeneral, si el comercio se halla paralizado i en ruinas; si la industria carece de brazos, de reposo, de seguridad; si la juventud i el maestro abandonan las aulas para empuñar el fusil i derramar su sangre generosa en servicio de pasiones e intereses que en sus nobles arranques no alcanza a comprender? Las reformas i los adelantos son el culto ropaje con que los pueblos cubren i destierran la ignorancia, que es la desnudez moral, i son a la paz lo que los trajes a la salud: dad a la mujer que agoniza valiosos diamantes, finísimos encajes, telas preciadas i ella clamará pidiendo solo salud. Dad también a un pais en revuelta i en angustia suprema, vapores, ferrocarriles, puentes i ese pais esclamará: solo quiero paz! Para conseguirla, ningún sacrificio es grande i por eso, el Presidente de la República, comprendiendo que era en el Congreso donde estaba el elemento perturbador que un dia debia arrebatarnos la paz, resolvió clausurarlo i esa fué la primera medida que tomara el Ministerio Vicuña, en cumplimiento de uno de los deberes mas altos i sagrados que impone el ejercicio honrado i patriótico del poder. Mas tarde, oíamos decir al señor Balmaceda, habria sido necesario cerrar el Congreso violentamente; vale mas que esté clausurado por derecho propio legal ejercido por el Jefe del Estado. (Se obró mal procediendo así? Juzgando por las reglas de prudencia, es indudable que esa clausura pudo producir una pacificación en los enardecidos espíritus, si en el ánimo de los partidos de oposición no hubiera estado ya decretada i resuelta la revolución. Se aguardaba el momento i la oportunidad de hacerla estallar i se acumulaban estudiosamente pretestos que le dieran cierta apariencia de legalidad,


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porque aun no se habia perdido el pudor de la honradez. Así es que, clausurado o no el Congreso, la revolución habría venido, desde que habiendo penetrado los primeros los miembros que lo componían en la senda peligrosa del atropello o inobservancia de la constitución i las leyes, hablaban al país con claridad i le señalaban esa misma senda, para que fuera acostumbrándose a sus abismos i a sus escarpadas pendientes, en contra de la perseverante i asidua resistencia del señor Balmaceda para seguirlos en un camino que por tantos patrióticos actos había deseado ahorrar a su patria. En efecto, clausurado el Congreso, la Comisión Conservadora, corporación que reemplaza al Congreso durante el receso de sus sesiones i cuya composición es taxativamente determinada por la constitución, i que la forma un número de miembros de la Cámara de Diputados i de la de Senadores, respectivamente elejidos por ellas, esa comisión comenzó acto continuo a funcionar, no privadamente, como habia sido siempre práctica en Chile, sino en sesiones públicas, en las que sin miramiento alguno se llamaba a la sedición i al trastorno del orden público. El diputado Ladislao Errázuriz, a fin de borrar el respeto i el prestijio del Jefe del Estado, tradicional en Chile, tratábalo allí de bandido i asesino i desarrollaba la peligrosa tesis de que cualquier ciudadano tenia derecho i cumpliría con un alto deber, clavando un puñal en el pecho del noble i conciliador presidente Balmaceda, haciendo coro a la no menos audaz arenga en que el diputado Julio Zejers procuró probar que el Sr. Balmaceda había perdido el juicio i estaba en absoluta incapacidad moral para desempeñar su cargo. ¡I todos ellos habían apretado poco antes su mano de amigos i todos habian penetrado tantas veces a la Moneda en ademan suplican-


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te, demandando favor i honores que se les habían ampliamente acordado! He ahí a donde conduce la política i he ahí la consecuencia i la lealtad que no se practican i no obstante se exijen a los demás! Hizo mas todavía la Comisión Conservadora en el terreno de la inobservancia d é l a constitución i en su propósito de producir una solución violenta i de fuerza. Alteró el quorum legal con que podia funcionar i tomó graves acuerdos que no fueron sancionados, según eso, por la mayoria absoluta de sus miembros; llamó a su seno i permitió inmiscuirse en las discusiones a todos los diputados, formando así un cuerpo que no era contemplado, ni autorizado por la Constitución misma, cuya práctica fiel se exijia, no obstante, al presidente Balmaceda quien jamas habia dejado de ceñir su conducta a sus preceptos. Fué en balde que el diputado Bañados Espinosa i otros amigos del gobierno, que formaban parte de la Comisión, probasen en discursos nutridos de sólida argumentación legal, que todo cuanto se estaba haciendo era anti-constitucional i conducía al país a un abismo de deplorables estremidades; nada se oia ya. Los diputados de la minoría tuvieron que retirarse para no volver mas, desde que en aquel santuario de las leyes i de la representación popular, se les insultaba i vejaba, teniendo cada día su vida espuesta por las multitudes que se azuzaban en su contra. Desde entonces, las relaciones del Gobierno con la Comisión limitáronse a simples acuses de recibo, que aquel enviaba en respuesta a las notas que la última le dirijia. ¡I no era posible salir ya de esa decorosa norma de conducta, porque hai situaciones en que el silencio es la única i mas poderosa arma para combatir a un enemigo injusto i despiadado! La prudencia del adversario lo desespera e incurre en aberraciones que traicionan sus propósitos. El Go-


biemo obró constitucionalmente, no citando al Congreso como lo pedia la Comisión Conservadora. Continuó la Comisión en sus sesiones acaloradas, i su exaltación llegó a tan alto grado, que el mismo señor senador Vicente Reyes, que las presidia, hubo de protestar, anunciando que no volvería a ocupar el dosel presidencial, si no se variaba el rumbo seguido hasta entonces. ¡I el Sr. Reyes no era un partidario del Sr. Balmaceda, sino que figuraba en las filas de los círculos de oposición! Era sí carácter i moderación! Todo esto acontecía dos meses antes de que la revolución de la escuadra estallara i mucho antes del i,° de Enero de 1 8 9 1 , fecha en que según los revolucionarios, se habia salido de la constitución el presidente Balmaceda, pero mucho antes la Comisión Conservadora habia dado el pernicioso ejemplo de •desconocerla i pisotearla. Por este mismo tiempo, turbas formadas por estudiantes del Instituto Nacional, incitados i estimulados en banquetes en los cuales se movían sus pasiones inconscientes promovían desórdenes en las calles de Santiago, como habían sido niños los que en Valparaíso cencerraron al ministerio Ibañez i como ^fueron también niños los que a fines de 1 8 9 0 . hicieron en Concepción manifestaciones adversas al presidente Balmaceda, en la calle i durante un banquete que se le habia dado con motivo de su visita a los trabajos del dique de Talcahuano. Si esas manifestaciones hubiéranse limitado solamente a actos ejecutados por niños pagados, acaso solo revelarían la acción sin valor de los que se ocultaban tras de seres irresponsables, pero, la aprobación escrita que de esos actos incalificables hicieron muchos notables de aquella ciudad, será siempre para ella un baldón i una vergüenza. Porque el señor


Balmaceda era un huésped ilustre que iba a inspeccionar trabajos importantes, que un dia abrirán claro i amplio porvenir al pais i al puerto donde se hallan radicados. No dejaremos de llamar la atención a un incidente que hará amplia luz en esta narración de justicia i de verdad, destinada a ser en lo porvenir obra de merecida reparación en favor del gran ciudadano, cuya perdida deploramos hoy sus amigos i a quien la posteridad bendecirá en sus obras. La escuadra nacional habia conducido al presidente Balmaceda desde Valparaíso a Talcahuano i durante la travesia recibió pruebas inequívocas de la falta de respeto i consideración que se le guardara; pequeños actos que seria nimio relatar, así lo probaban. Antes de su regreso, i esto era público de norte a sur de la república, recibió aviso de que, viniéndose en la escuadra, habia el propósito de secuestrarlo i conducirlo a las islas de Pascua. Burló esta acechanza, haciendo su viaje por tierra. I todo esto sucedia en noviembre, época en que el Sr. Balmaceda no habia infrinjido la Constitución, según sus propios adversarios i acusadores. Quede pues constancia de que en el terreno político i legal, el Sr. Balmaceda no habia dado un solo motivo para que se le tratara con tan marcada injusticia, con tanta destemplanza de lenguaje i con señales tan crueles de un odio que ninguno de sus actos habia podido inspirar! ¡I quede, ademas, constancia de que casi todas las desintelijencias i dificultades de la situación habian venido acumulándose en torno de las personas i sus aspiraciones no satisfechas i no porque hubieran comprometidas cuestiones de principios a que el Sr. Balmaceda hubiera opuesto tenaz resistencia. Abandonemos ya este árido campo de la política, batido por cálido aliento de pasión i de injusticia.


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que esteriliza todo lo grande i lo jeneroso que las almas buenas conciben en el interĂŠs de todos, i mientras llega el momento ingrato de relatar los horrores i estragos de la lucha a que se preparan hermanos, estudiemos en esferas mas serenas i fecundas en bienes, a fin de investigar si en ellas pudo dar margen el Sr. Balmaceda para que se pretenda hacer pasar su nombre a la posteridad con los dictados de tirano, cruel i dĂŠspota abominable, que anticipadamente recojemos i rechazamos, temerosos de que pueda creerse por un instante que los justificamos i toleramos.


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LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA Nada hay mas débil i propenso a la sumisión i al servilismo que la miseria material i la pobreza de espíritu. Intelijencias cultivadas comprenden sus deberes i los practican; conocen sus derechos i reclaman su respeto; cuerpos abatidos i encorvados por la pobreza, mendigan en humillante existencia un mendrugo para no morir; i jamas una palabra de digna altivez salió de labios del que es esclavo de sí mismo por sus propias necesidades i esclavo de todo el mundo porque puede aliviarlas. Para dominar, basta envilecer; porque la ignorancia es esclavitud, es angustia del cuerpo, esterilidad intelectual. El cultivo moral por medio de la ciencia forma los jenios, levanta de la nada al leñador i lo lleva a la Presidencia de una gran nación; el porquero empuña el cetro relijioso del mundo, i mientras los unos ven en torno suyo horizontes oscuros, i la nada, los otros descubren mundos, iluminan los siglos con los rayos de su potente intelijencia: los unos yacen en la ignorada inmensidad del pasado; los otros viven en el mármol que perpetúa su memoria, cada dia iluminada por rayos purísimos de luz material, remedo de la que un dia brotara de su poderoso cerebro. Con grandes lumbreras se forman grandes i poderosas naciones; dan su nombre al siglo en que vivieron i la posteridad recuerda siempre a los que merecieron la gloria de dar el suyo al de Luis XIV. Los tiranos de todos los pauses, de todas las eda-


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des no ignoraban estas sencillas verdades i siempre su primer cuidado fué envilecer al pueblo que dominaban, para ejercer fácilmente sobre él, tiránico imperio. L a Roma de los Nerón, Calígula, Vitelio, no los habría tolerado si la degradación i la ignorancia no hubieran tenido profundo asiento en la masa jene ral de la nación. ¿Cómo podría entonces pretenderse que un mandatario cuya mas viva preocupación fuese la de levantar el nivel moral e intelectual de sus gobernados por medio de la ilustración, tuviera al mismo tiempo la pretensión de constituirse en su tirano, dominador de sus voluntades? ¿Cómo podría imajinarse que quien educa al pueblo es para mejor sojuzgarlo i no darle la aptitud de bastarse a sí mismo siendo libre e independiente en sus actos? ¿Cómo podría concebirse que quien facilita a sus gobernados los medios de subvenir con facilidad a sus necesidades materiales, encorva el cuerpo de los mismos para dejar caer sobre ellos el látigo del verdugo? Jamas, administración alguna en Chile habia hecho mas en favor de la difusión de las luces i por levantar la condición intelectual i material de las clases pobres, no solo respecto del hombre, sino también de la mujer misma. Numerosas escuelas prácticas de aplicación fueron creadas para enseñar la fabricación de guantes, confecciones, cartonería i otras industrias manuales, que ya están dando provecho a numerosas familias a quienes antes no aguardaba otro porvenir que la miseria o la prostitución. Profesores idóneos en todos los ramos fueron contratados en Europa i traídos a Chile, para implantar nuevos métodos de enseñanza, reemplazando los antiguos atrasados que hasta hoi no es posible desterrar por completo. Escuelas prácticas de agricultura fueron creadas


en muchos pueblos que, como Vicuña i otros, gozan ya de sus beneficios. Escuelas prácticas de mineria i normal de maestras dieron a la Serena i a todas las provincias del Norte, medios de instrucción i de provechoso empleo a gran número de jóvenes, que llevarán a sus nuevas ocupaciones, caudal de conocimientos que de otro modo no obtuvieran. Un Instituto Pedagójico establecido en Santiago bajo la dirección de hábiles profesores contratados especialmente en Europa, está formando maestros para los liceos i colegios nacionales, para implantar en ellos el sistema concéntrico de enseñanza. Escuelas normales de maestros i maestras en Santiago, han recibido notables mejoras en sus métodos de aprendizaje i en su material i se les dotó de profesores europeos de reconocida ilustración. Numerosa pléyade de jóvenes fueron enviados a Europa a espensas de la nación, para perfeccionar allí sus estudios i ensanchar sus conocimientos, en la pintura, la escultura, la pedagojia i enseñanza escolar, la medicina, las matemáticas i las ciencias naturales. Un Congreso pedagójico reunía en la capital de la República a todos los maestros e iniciaba una labor de unificación de ideas i de propósitos, propios para producir en el porvenir frutos de progreso i engrandecimiento nacionales. Casi no hubo ájente de ilustración i enseñanza de la juventud que la administración del Sr. Balmaceda no protejiese con amplia liberalidad. Su labor fué en ese terreno grande i fecunda. Ese solo ramo de su administración daría tarea vastísima para formarle un pedestal de gloria, que en balde tratarán de ocultar sus enemigos. Escribimos sin tener documentos a la vista i deploramos que nuestra memoria nos sea


infiel, porque lo poco que dejamos estampado, es apenas un pálido bosquejo de lo mucho grande e interesante que los documentos oficiales nos permitirían revelar. Pero, si en el orden intelectual fué fecunda la obra del Sr. Balmaceda en servicio de la juventud, que es el servicio del porvenir nacional, fué mucho mayor aun en el orden material, en el cual introdujo una verdadera provechosa revolución en las escuelas i colejios. Mas de cien escuelas públicas de vasta i sólida construcción vieron alzarse sus cimientos en la capital, en las cabeceras de provincia i departamentos. Un suntuoso Liceo para niñas se ostenta en Valparaiso i por todas partes aparecen lujosos palacios destinados a recibir cada uno cuatrocientos a ochocientos alumnos de las escuelas públicas, donde se formará la verdadera democracia i la sólida base del progreso futuro de Chile. La ciudad de la Serena veia alzarse con júbilo el majestuoso edificio donde habían de recibirse cuatrocientas niñas que mas tarde serian maestras; dos construcciones para escuelas, ahí, en Ovalle, en Vicuña i por doquiera, darán durante muchos años testimonio elocuente con su mudo silencio, de que no han podido continuarse porque la ola inmoral de la revuelta esterilizó la fecunda labor del gran chileno. Pero mas elocuente aun i mas perpetuo será el decir tranquilo i majestuoso de setenta i tantas de esas valiosas construcciones, que el señor Balmaceda alcanzó a dejar terminadas. L a mano de la pasión i del encono personal no podrá jamas ser tan audaz i criminal, que vaya a caer sobre ese libro abierto, que permanecerá allí durante un siglo mas para que las jeneraciones del pueblo venidero repitan con agradecimiento el nombre de quien hizo tanto por él. Leerá la historia, conocerá la que hoy se está


escribiendo en la prensa diaria con tinte de odio i de crueldad, que malea el criterio de las jeneraciones que se alzan, i cuando recorriendo uno a uno los pueblos de la República, en todos ellos, el labio del anciano i el del niño que se educa le digan: Aquella escuela suntuosa la construyó el presidente Balmaceda; voi a la escuela levantada por él, tendrá necesariamente que esclamar, si aun queda un resto de justicia i de imparcialidad entre los hombres: ¡No: el presidente Balmaceda no fué un tirano, ni quiso serlo! I allí estarán para atestiguarlo la escuela normal de preceptores de Chillan trasformada, la de preceptores de Concepción; la escuela técnica de niñas de Santiago, la profesional agrícola de Chillan, la de artes i oficios de Santiago, el Liceo de Antofagasta i veinte mas de capital importancia. Ni eran solo los edificios, los que habían llamado la atención del presidente Balmaceda; lo fueron también sus elementos materiales de enseñanza; los mapas, los gabinetes de física, que encargó a Europa con profusión, para ellas i para los liceos provinciales. Si hubiera de hacerse un inventario de toda la obra de progreso que en este ramo realizó el Sr. Balmaceda i si esa misma obra hubiera de ponerse en parangón con toda la suma de trabajo intelijente, patriótico i activo realizado por todos los presidentes, sus antecesores, de seguro que inmensa superioridad resultaría en favor de la primera, aun juzgada con ánimo dirijido por soplo de parcialidad contra él. Ni fueron tan solo la enseñanza i construcciones escolares las que recibieron aliento vigoroso de adelanto. La instrucción secundaria, destinada a abrir el camino a las diversas profesiones literarias i científicas, a mas de ser dotada en la capital con un


nuevo liceo nacional, que lleva el nombre del ilustre maestro Amunátegui, se preparaba a entrar en el goce del vasto internado para mil alumnos i el ejército iba a recibir en breve el grande i sólido palacio que se alza al estremo de la Avenida del Diez i Ocho. En la primera de estas construcciones van invertidos mas de un millón i medio de pesos i una vez terminada alcanzará un valor de dos millones. Pero, ni a la una, ni a la otra, que costará otro millón, podrá nadie arrebatarles la gloria de haber sido decretadas i casi terminadas durante la administración Balmaceda. Mañana vendrá otra mano i sobre los estucos de las suntuosas construcciones estampará el nombre de la administración que vea su definitiva edificación; pero eso no amenguará en nada la gloria ni el mérito del Sr. Balmaceda, que pueden descansar majestuosos sobre dos tan sólidos e imperecederos pedestales. ¡I cosa admirable! ¡Fenómeno incomprensible! — Los mismos colaboradores del Sr. Balmaceda en esta grande obra de progreso i rejeneracion social; los mismos que habían puesto su firma al lado de la suya para autorizar como ministros de estado su ejecución, fueron los primeros en lanzarle al rostro cargos de desacierto ¡ malversación porque acometía tan valiosas construcciones. I fueron también a levantar la juventud, i ajitando i alhagando en ella sus nobles impulsos, llegaron a despertar en sus pechos vientos de violenta pasión i de odio contra el señor Balmaceda. ¡I esa juventud que tanto le debiera, fué la vanguardia de la revolución, reclutada en las aulas del instituto nacional i de la universidad i alentada en meetings i banquetes en los que se enardecia inconsideradamente su alma jenerosa! ¡Como si se quisiera que nadie quedase con ánimo sereno para empuñar mas tarde con tranquila conciencia las rien-


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das del gobierno i hacer administración de trabajo i de imparcial rectitud! ¡Si se preguntara a esa juventud por qué odiaba al Sr. Balmaceda i por qué deseaba para él las jemonias i la muerte, acaso respondería solo con vanas declamaciones aprendidas en el club, quizas oiríamos repetir la condenación del ilustre proscrito: estamos cansados de oirlo llamar intelijente, trabajador, amigo de la juventud i ardiente patriota que prepara un gran porvenir para la nación! ¡Quiera el cielo que no se cumplan en nosotros los castigos que las infracciones de leyes morales inmutables hacen caer sobre los pueblos i que, las deslealtades i crímenes contra la justicia, si no nos dispersan un dia i condenan a vivir errantes, cual pueblo maldito, nos sometan al vasallaje de razas mas morales, mas puras i menos dominadas por el espíritu de la exajeracion injusta i de la maldad! ¡A cuan serias reflecciones se presta el triste papel que a la juventud se ha hecho desempeñar en la campaña de odios contra el presidente Balmaceda! Pero todas ellas pueden condensarse en una que f o i m a la esencia de todas: la mala dirección impresa desde veinticinco años atrás a la educación i a los estudios morales en las aulas sostenidas por el Estado. Ln espíritu perverso de maligno proselitismo, Diego Barros Arana, alzó allí escuela de incredulidad, alzó escuela de ateismo i de veneración por aquellos que escarnecieron la verdad i arrebatando del alma en edad temprana los sentimientos mas nobles, sustituyó a Dios por la nada i el acaso; reemplazó el respeto i la veneración por el padre i por la ancianidad, por vientos de menosprecio i por aires de suficiencia inconsciente e inesperta: la familia se ha visto dañada i desechos sus fundamentos sólidos, basados en la . esperiencia del superior, para ser supeditados por


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una vanidad que asombra i cuyos fundamentos se ignoran. Destruida la base de existencia correcta de la familia, predominando en ella el capricho del hijo y burlada la autoridad paterna, todo freno ha sido roto i destruida así la piedra angular en que descansa i sobre la cual principia toda la jerarquía autoritaria, natural ha sido el menosprecio que esa juventud ha hecho, con lujo de ostentación audaz, de las mas altas reputaciones, de los mas nobles propósitos que ha desconocido; i pisoteando ella la primera todo aquello que á Chile dio siempre gloria i prestijio, ha producido el mas grande de los naufragios: el del principio de autoridad. I a esto se llama progreso i civilización i quien inició en las aulas el funesto sistema, quitando a Dios del alma i suprimiendo el respeto a la autoridad, lleva el título de sabio; i este sabio se ha unido mas tarde en íntimo consorcio para continuar su obra de demolición moral, con otro poder social, mas interesado que nadie en la conservación de la idea de orden i de moralidad; i el que niega a Dios va al lado de quienes lo ensalzan i veneran. Contradiciones de tamaña magnitud tienden a desmoralizar i desmoralizan cada dia mas la sociedad, i tarde o temprano tendrán ellas que traer otro naufragio mayor, arrebatando en su precipitada marcha i llevando a su ruina a los hombres que mas debieran, en interés de su propia doctrina, levantar en alto la bandera de la seriedad, del orden i del respeto a la autoridad temporal, que -da aliento i protección a la autoridad relijiosa.

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L A S OBRAS PÚBLICAS Ninguna administración en Chile dio jamás un impulso tan vigoroso i un desarrollo tan amplio a l a s obras públicas de todo jénero. Ellas solas bastan para hacer la gloria de la presidencia Balmaceda i nadie podrá jamás arrebatarle los titulos merecidos al agradecimiento de sus conciudadanos i a la veneración i al respeto que por tantos otros títulos le corresponden. Mañana, cuando la ola de las pasiones políticasdel momento disipe la atmósfera tenebrosa que han tratado de formar a su memoria i a su gobierno, la luz de la verdad i de la justicia abriránse amplio camino de reparadora glorificación i si el mármol no alza majestuoso en los paseos públicos de la capital,, la estatua que el arte i la patria agradecida le deben en cambio, habrá en esa misma capital i en todos Iosámbitos de la república, mil testimonios, grabados' en el granito los unos, en el acero los otros, que no podrán ser suprimidos sin arrebatar al progreso i a la gloria de la patria, sus mas preciadas joyas i sus mas ricas conquistas en las luchas por su engrandecimiento. La canalización del Mapocho es una obra monumental i jigantesca cuyo costo total alcanza a dos millones de pesos. Ella no solo es un atrevido i feliz trabajo material, sino también obra reproductiva, por los valiosos terrenos que ha formado; obra de salubridad pública porque ha hecho desaparecer uno de los focos de pestilencia e insalubridad de la capital, i que durante siglos perpetuará la memoria de su inir


ciador, porque la mas loca de las insensateces no podría jamás soñar en el pensamiento de destruirla o modificarla. Antes de abandonar el señor Balmaceda la Moneda, ya esta grande obra prestaba sus servicios, i cuando sus adversarios lo pintaban encerrado en la casa de gobierno, de temor al pueblo, que decían lo odiaban, él recorría, acompañado solo de un edecán, la magna obra, seguido de ese mismo pueblo que muchas veces lo aclamó reconocido. Las ciudades de Limache, Quillota, Curicó, San Fernando, Chillan, San Felipe, Los Andes i veinte mas, cuyos habitantes carecian de agua potable i sufrían por las malas condiciones de hijiene, vieron a numerosas comisiones de injenieros estudiar las fuentes i surtidores próximos i para cada una de ellas se prepararon prolijos proyectos para dotarlas de agua por cañería. Habían llegado de Europa los materiales encargados para llevar a cabo esas obras i ya muchas poblaciones estaban gozando de un servicio que tanto les beneficia. Coronel, Los Anjeles, Quirihue, Temuco, Tomé, Buin, Collipulli, Linares, Los Andes, Molina, Ovalie, Serena, San Bernardo, San Fernando, San J a vier, Traigen i Santiago, vieron alzarse valiosas construcciones de cárceles i Talca presenciaba una importante transformación de la que poseía. El sistema carcelario de Chile podrá admitir en lo venidero reformas importantes, merced a la incansable i afanosa actividad de un patriota majistrado. cuyo anhelo por el engrandecimiento nacional era tanto, que su nombre quedará por siglos vinculado a todas sus reformas trascendentales. Edificó también una escuela normal de preceptores en Santiago, mejoró notablemente el Observatorio Astronómico, construyó aduana en Valdivia: dejó muy adelantado el palacio del Ministerio de Industria


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i Obras públicas; los palacios para las intendencias de Arauco, Serena, Linares, Talca i Curicó i tantas otras obras que los documentos públicos de que carecemos lejos de la patria, no nos permiten enumerar prolijamente; pero todas ellas i las muchas escuelas, ya construidas o en construcción, representan un valor de mas de diez millones de pesos, en cuya mayor parte fueron a dar pan i bienestar a centenares de familias de artesanos, de contratistas i de injenieros distinguidos, distribuidos por todas las provincias i departamentos de la república i que fomentaron el desarrollo i creación de industrias. ¡Ese era el tirano i el déspota a quien se ha acusado con increible injusticia i acritud! Era un jenio i un redentor que deseaba levantar a la patria por sobre toda grande espectativa. Como jenio debia tener émulos i rencores profundos ¡que no despiertan odios i levanten tempestades las medianías! ¡como redentor debia ser sacrificado! Valparaíso vio continuar la obra monumental de los malecones, obra de ornato, de salubridad i verdaderamente reproductiva, por los valiosos terrenos que forma, conquistándolos al mar. Mas de cuarenta valiosos puentes echados en diversos ríos han facilitado la comunicación entre los campos i ciudades i permitido a la industria, al comercio i a la agricultura desarrollarse con rápido vuelo. Cubrió el país de abundante red de telégrafos, construyó numerosos muelles en los puertos e impulsó con vigor la construcción del dique seco de Talcahuano, obra que servirá a la conservación i reparación de nuestra marina de guerra, que favorecerá e impulsará el progreso de las provincias australes de la república, a cuyo puerto llevará numerosas naves, por las ventajas que aquella grande obra les asegura. N


Los ferrocarriles recibieron muchos puentes definitivos de que carecian con grave daño del tráfico, siendo algunos de ellos monumentales como los del Bio-bio, Laja i Maule, construidos en los talleres nacionales, que recibían así amplia protección industrial, construyendo también para la nación muchas locomotoras en las que el artífice chileno obtuvo bien remunerado trabajo. Los caminos públicos fueron atendidos con particular predilección i se abrieron muchos nuevos, entre los que figura el de la ciudad de la Serena a la Hiquera i muchos otros. A mas de toda esta labor fecunda, bastante por sí sola para hacer la gloria de muchas administraciones, el presidente Balmaceda dio aliento al estudio i ejecución de novecientos kilómetros de nuevos ferrocarriles, algunos de los cuales prestaban ya servicios al pais al espirar su periodo presidencial. Hai en ellos túneles numerosos, viaductos atrevidos como el del Malleco, que estiende sus brazos de acero entre los estreñios de un abismo que se salva a mas de cien metros de altura. Concepción de un hábil ingeniero chileno, fué trabajado en el Creuzot i deja allí testimonio eterno de la incansable labor del patriota magistrado i de su incuestionable amor a su pueblo i a su bienestar. Prolijos seríamos si fuéramos a señalar una a una todas las obras de arte de capital importancia que los ferrocarriles recibieron durante el agitado periodo de la administración Balmaceda. Pero, no haríamos obra de justicia si olvidáramos señalar aquí la protección decidida que prestó al estudio de la formación de un puerto militar en Llico i a la unión de este con la ciudad de Curicó por medio de un ferrocarril, lié ahí una de las concepciones mas felices i mas atrevidas de obras para el porvenir, que los hombres de mañana


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encontrarán preparadas i estudiadas en sus menores detalles, mediante la actividad sin ejemplo del señor Balmaceda. Mas, no era eso solo, pidió al Congreso, pero no llegó a obtener, fondos bastantes para hacer los estudios de un ferrocarril que ligase a la capital de la república con las rejiones salitrales i mineras del norte. Obra de seguridad nacional i de amparo a la industria minera, a que debe Chile gran parte de su engrandecimiento, era la concepción mas atrevida por su grandeza i magnitud i mas previsora como concepción de estadista de vista perspicaz i segura. Ya las pasiones principiaban a ajitarse solapadamente en contra del señor Balmaceda i. sin negarle los fondos que pedia, apenas 400 mil pesos, se aplazó la discusión de tan grandioso proyecto. El señor Balmaceda veia el territorio de Tarapacá aislado del centro del pais'i queria ligarlo a él, desde que solo podia defenderse por mar. El comprendía indudablemente que una nación estranjera con poderosa escuadra podia adueñarse de aquellas valiosas rejiones; pero, jamás pensó sin duda, que en un porvenir no remoto, habían de ser los chilenos mismos quienes, para hacer presión sobre el primer majistrado de la nación i obligarlo a ceder a sus propósitos i aspiraciones políticas, habían de hacer campo de lucha fratricida los territorios mismos donde el común esfuerzo de todos los chilenos escribió con actos gloriosos la página mas honrosa de la historia patria. Los adversarios del señor Balmaceda combatieron la utilidad de esa obra, que también habria permitido estudiar con economía el desierto para arrebatarle sus ocultas riquezas. La motejaron también de un delirio, pero lo cierto ha sido que el hecho ha venido a probar que los temores del señor Balmaceda i sus previsiones certeras, fueron los mismos que los com-


batían quienes se encargaron de darles amplía justificación. Pero, tan grandes obras i tan múltiples por la variedad de conocimientos i de hombres aptos que exijian, demandaban una organización i directores consagrados esclusivamente a su ejecución. A este propósito obedeció la creación del ministerio de industria i obras públicas i la dirección jeneral de ellas, encomendada a una oficina técnica, que también creó el señor Balmaceda. En ella tuvieron ocupación numerosos injenieros chilenos í no pocos contratados en Europa, que vinieron a dar impulso a los trabajos i a comunicar inapreciables conocimientos prácticos a nuestros jóvenes injenieros. Hai dos aspectos bajo los cuales es deber contemplar al vasto plan de obras públicas concebido i llevado a cabo por el señor Balmaceda. El uno es esencialmente político, el otro administrativo; i este último tiene por objeto levantar cargos que la pasión política inescrupulosa formulara sin justicia, ni fundamento contra el presidente Balmaceda. Ocupémonos del primero. Desde mui antiguo en Chile, el partido liberal ha sido indisciplinado i falto de unidad. Ya en tiempo de la presidencia de don Manuel Montt, a quien tan ruda guerra le hiciera, manifestaba sus anárquicas tendencias i sus divisiones intestinas, tanto que, ese distinguido político decía: que era un partido en el que la mayoría de sus afiliados querían ser jefes, no reconocían superioridad i habia tantos jenerales como soldados. Apesar de la lucha encarnizada que el liberalismo sostuvo contra Montt i apesar de los peligros que según ellos mismos, coma su causa i sus personas, no hubo nunca perfecto acuerdo i tuvieron divisiones que los dañaron. En la presidencia del señor Pérez, que los llamó al gobierno, principiaron a manifestar su pro-


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pensión, a la intestina discordia, apesar de que tenían en perspectiva al partido caido, al que trataban de estinguir del gobierno. Mas ostensibles fueron sus divisiones durante la presidencia Errázuriz, las que dominó mediante su enerjia i habilidad política. El presidente Pinto logró mantener unidas las huestes liberales, merced a la necesidad de conjurar el peligro estranjero, que nos venia del lado del Perú r Bolivia; i el presidente Santa Maria, a mas de esta circunstancia, que también lo favoreció; a mas de su indiscutible enerjia i tacto político, agrupó por poco tiempo a los liberales, presentándoles un plan de reformas reolójicas, que no pudo durar tanto que, en las postrimerías de su gobierno, no viera ya a la liberal familia descompuesta en numerosos círculos que luchaban entre sí i que le suscitaron gravísimos conflictos en el congreso, de los que pudo escapar solo por un golpe de mayoría. Dividida profundamente la familia liberal, recibióla el presidente Balmaceda dispersa, i mas profundas que nunca las esciciones, por lo que habian tenido de personales i por lo ligadas que estaban a las aspiraciones a la presidencia de la república, sustentadas por muchos. Para aunarla ya no tenia guerra estranjera, ni habia reformas teolójicas, que él no deseaba renovar durante su administración. Hubo de idear en consecuencia, un vasto plan de trabajos públicos que llamase verdaderamente la atención i ligase á su realización el común esfuerzo de todos sus colaboradores. Pero eso no fué bastante, i mayor que su anhelo de engrandecimiento nacional, fué el que otros tenían de satisfacer aspiraciones de política personal. Vio durante algún tiempo el presidente Balmaceda, que se le prestaba cooperación i que sus amigos del Congreso no trepidaban en concederle recursos para realizar sus vastos planes. Mas, mui en


breve hicieron de ellos arma de partido i esgrimieron contra él el cargo de derrochador, olvidando que todos ellos habían contribuido a su ejecución, ya como diputados o senadores, ya en su carácter de ministros de estado. Obedecia pues a propósitos de unificación del partido liberal o de olvido de sus constantes quejas, la ejecución de tan prodijioso número de obras públicas i de empresas útiles; i bajo este punto de vista, no pudo ser mas hábilmente concebido. El tesoro público tenia ademas un crecido sobrante; era correcto darle útil empleo antes que mantenerlo inactivo, como una espectativa i una tentación de especulaciones peligrosas no imposibles, dada la ardiente sed de oro i especulaciones en grande i a la gruesa ventura que algunos descubrieran. El presidente Balmaceda prefirió emprender grandes obras i lanzar los millones al pueblo, al artesano, al industrial, quienes por ese medio tuvieron trabajo ¡ b i e n e s t a r durante su administración. ¡Ingratos i criminales serian, si no conservasen recuerdo imborrable de gratitud por el hombre i por el majistrado que mas hizo por ensanchar los horizontes de su nivel moral en la escuela, i de su prosperidad material por el trabajo! Con motivo de las obras públicas en construcción, i este es el segundo aspecto bajo el cual es deber contemplarlas, alzóse-grita destemplada acusándolas de innecesarias i aún de derroche i malversación. Bastarianos para justificar al presidente Balmaceda, esponer que los edificios de escuelas, ferrocarriles i demás construcciones, fueron autorizadas por los mismos que las vituperaban, ya en su carácter de ministros de estado, ya como diputados o senadores; que ellos mismos concedieron los fondos i que tuvieron a su cargo, la alta vijilancia de esos mismos trabajos. ¿Cómo consentían entonces el derroche i la


malversación? Lo cierto es que, mientras ocupaban los sillones ministeriales, no se veían aquellas faltas, que solo se percibían desde la oposición i lejos del palacio presidencial. El derroche o mala inversión no podia existir, desde que toda obra se emprendía con sujeción a un presupuesto, a planos previamente preparados por la Dirección de Obras Públicas i en virtud de contratos celebrados con contratistas en pública licitación. A nosotros mismos nos consta, por la injerencia i conocimiento que como intendente de provincia tuvimos en muchas de esas obras, la corrección con que los trabajos se ejecutaban i la serie de trabas i formalidades a que los cootratistas tenian que someterse para percibir una parte solamente de la obra ejecutada cada mes. Pero ¿a qué detenernos en la contemplación de cargos fútiles i vagos que jamas llegaron a concretarse i que, si lo fueran, serian victoriosamente refutados? Por el honor de la alta majistratura chilena, siempre proba, i mas que eso, por respeto a la memoria del mas caballeroso i honrado de los majistrados chilenos, guardamos silencio, seguros de que ni uno solo de los enemigos del señor Balmaceda intentará sustentar cargos que caerían también sobre ellos i sobre Chile. Después de caido el Señor Balmaceda i perseguidos tenazmente sus .amigos, ninguno ha podido ser acusado, ni perseguido por peculados o crímenes de análoga naturaleza. Si alguna observación pudiera hacerse al presidente Balmaceda, seria la de haber acometido tantos trabajos simultáneamente i haber contratado con un solo empresario, la vasta red de ferrocarriles que inició. Pero, si tal resolución puede ser combatida, tiene también razones que la abonan i, sea de ello lo que fuere, esa era una resolución meramente de de-


talle, que fué por otra parte, sancionada en esa forma por el Congreso. ¿Por qué no se opuso a ella, sino que la aprobó unánimamente para combatirla después? El majistrado que realizó una grande operación financiera convirtiendo nuestra deuda para tener una economía anual de dos millones de pesos; que sancionó leyes económicas destinadas a protejer la industria i aliviar la condición del trabajador i la clase pobre; que transó por poco mas de medio millón de pesos reclamos que ante los tribunales arbitrales se hacían ascender a mas de veinticinco millones por los damnificados en la guerra con el Perú i Bolivia; que salvó al país de peligros i temores, transando por poco mas de un millón de pesos las reclamaciones por certificados salitreros, que se hacían ascender a mas de diez; que transó i arregló por ochocientas . mil libras el cuantioso reclamo de doscientos millones de pesos de los tenedores de bonos peruanos i que ademas zanjó prudentemente i con tino patriótico que lo enaltece, el ardiente reclamo que un Ministro de la Francia hacia en favor de Dreyffus, ese majistrado decimos, i lo decimos con noble orgullo de chilenos, no puede jamas ser sospechado del más leve inescrupuloso manejo. Cuando todos estos hechos se recuerdan, ensánchase el alma i siéntese poseída de profunda satisfacción, porque ellos hacen divisar los resplandores de la aurora de la justicia histórica, que llega para un chileno, tan noblemente patriota, tan sabiamente inspirado i por desgracia tan mal comprendido i tan calumniado por sus contemporáneos. ¡Justicia tardía será, pero es justicia reparadora, que llevará bálsamo de consuelo a los suyos, orgullosa satisfacción a quienes lo acompañamos hasta el fin i desagravio a la patria, que malos hijos han procurado presentar ante el mundo co-


lito gobernada por el Ăşltimo i mas perverso de los hombres. No son vanas i declamatorias frases las que reflejan i pintan los hombres i sus propĂłsitos. Son los hechos. Bastan los enumerados en este capĂ­tulo para que la voz de la imparcialidad alce cĂĄntico de aplauso i admiraciĂłn al ilustre chileno, arrebatado en hora aciaga a su familia, a sus amigos i al pais.


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E L C L E R O , LA MUJER, L O S MARINOS Consorcio original, parecerá sin duda, el que reflejan los tres nombres que hai al frente de este capítulo; pero como ese consorcio ha existido en los hechos i fueron esos ajentes los principales que dieron aliento e impulso a la revolución i como fueron así mismo los que durante la administración Balmaceda recibieran mas amplia protección, necesario es contemplarlos en conjunto, por mas que pudiera ofenderse la grave seriedad que afecta el primero, el pudor que la segunda no ha sabido respetar i el orgullo de los últimos. Es un fenómeno digno de ser observado el que tuvo lugar durante la administración Balmaceda: toda persona, toda institución protejida por él, con mui raras excepciones, fueron mas tarde sus mas crueles enemigos. Abundante enumeración de personalidades podríamos hacer en este lugar, si fuere nuestro propósito empequeñecer la causa del Sr. Balmaceda, haciendo aquí lujo de las personas que solo figuraban en la oposición porque habían visto frustrada una quimérica aspiración, defraudadas espectativas que no era dable amparar, no conseguido un empleo, un favor cualquiera, todo lo cual se proclamaba sin embozo, pero que mas tarde fué a ampararse i ocultarse tras la mentida bandera de la defensa de los fueros del Congreso, que se pretendían hollados i desconocidos. Un doctor en medicina que llegó a ser ministro merced al cariño del Sr. Balmaceda, fué después uno de sus enemigos, porque según decía, a su bajada del


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ministerio ya no podia ejercer su profesión, lo que, no obstante, no pasaba de ser una sandez i una preocupación de su parte. ¡Así fueron muchos de sus enemigos ! Ocupémonos solo de las inconsecuencias i deslealtades en grande i que, afectando a una colectividad, no van dirijidas a determinadas personas. Toca la primacía al clero, que tan principal papel desempeñó en la ajitacion i enardecimiento de las pasiones, por medio de la mujer creyente i fanatizada, a la que se hizo abrir campaña de odios i exaltaciones increíbles, que tan mal se avienen con su natural debilidad i sentimientos tranquilos i bondadosos, como se avenian también mal con el carácter i misión caritativa, de paz i de confraternidad que a los primeros impone su sagrado ministerio. ¿Cuáles eran las quejas que el clero i los pobladores de los conventos tenian contra el presidente Balmaceda i su administración? Al advenimiento al poder encontró el presidente Balmaceda a la iglesia chilena sin obispos; los coros desiertos, i sin canónigos; la cuestión cementerios en condiciones que por falta de un acuerdo mantenia tirantes las relaciones entre el poder civil i el eclesiástico; la clerecia misma dividida por consecuencia de aquella tremenda campaña de desprestijio, de intrigas i de acusaciones ¿i por qué no decirlo? de envidias i emulaciones, que se mantuvo tremenda i obstinada en contra de uno de los sacerdotes mas bien inspirados en el espíritu cristiano i cuya noble conducta, su saber, su fama de brillante orador sagrado i su espíritu caritativo, habíanle creado en todo el país aureola de prestijío, de cariño i de sincera veneración. El canónigo Francisco de Paula Taforó era este ilustre chileno, a quien el presidente Santa María presentó al papa como candidato al arzobispado va-


cante de Santiago, después de haber tenido el voto unánime de la Cámara de Senadores i del Consejo de Estado, altas corporaciones llamadas a intervenir en la designación del candidato. ¿Quién habrá podido olvidar la escisión que este acontecimiento produjo en el clero i cuan tremenda fué la obra de desprestigio i de gratuitas calumnias que con saña implacable se dejaron caer sobre el noble anciano i venerable sacerdote, que anticipadamente bajó al sepulcro, cediendo al peso de una guerra tenaz, despiadada i sin cuartel? ¿Quién ha olvidado, ni olvidar podría, que hasta se constituyó en Roma un sacerdote emisario, que era el trasmisor i buzón por donde llegaban a la curia romana, desde la capital de Chile, las reclamaciones que al fin desbarataron la candidatura Taforó? Sin duda que esta conducta del clero santiaguino, que tanto lo dañó en su antiguo prestijio, fué causa para que el Sr. Santa María, herido sin duda en su dignidad de jefe del estado, no volviera a proponer otro candidato arzobispal, ni llenara las canonjías vacantes, ni tampoco otros obispados, creándose una situación de tirantez en las relaciones de la iglesia i el estado. Tocó al presidente Balmaceda calmar esa ajitacion, consiguiendo que se nombrase arzobispo de Santiago al actual señor Casanova, que tampoco se vio libre de los ataques de la clerecía santiaguina, que no dejó de enviar a Roma un emisario de relevantes dotes oratorias, que en esta ocasión no logró perpetuar el estado de entredicho entre el poder civil i la iglesia i hubo de emprender viaje espiatorio de peregrinación a la Tierra Santa, para purificar allí la culpa de su no santa misión. Dos virtuosos sacerdotes, de levantado espíritu cristiano, de ánimo conciliador i justamente estimados por cuantos los conocían, ocuparon las sedes va-


cantes de Concepción i la Serena, donde hoi son •umversalmente queridos i respetados; todas las canonjías vacantes fueron llenadas i habiéndose suministrado por el presidente Balmaceda fondos abundantes para la edificación i refacción de templos, salió la iglesia de su viudedad i era lójico esperar que un espíritu benévolo inspirara a sus representantes con relación al gobierno. Pero, no fué así, i mas tarde, cuando el ardor de la sangrienta lucha recrudecia, fué el clero, fué la mujer católica, ángel del hogar, mensajero de bondad i mansedumbre, quienes mas atizaron la pira donde se acumulaban los combustibles que produjeron la gran conflagración. Pero el beneficio mas importante que el presidente Balmaceda hiciera a la iglesia, fué el arreglo definitivo i satisfactorio de la ya antigua cuestión de cementerios que, así como la de nombramiento de obispos, mantenía tibias i perturbadas las relaciones con el Papa i alarmaba las conciencias de los creyentes. Puso paz i armonía i debió aguardar tranquilo que tamaños beneficios se le tuvieran en cuenta. He ahí otra de las manifestaciones elocuentes de que la administración Balmaceda fué de concordia i conciliadora i que no era el hombre a quien sus enemigos han pintado cruel, tiránico i dominado por sed insaciable de venganza i de odios. Cuando hemos procurado inquirir de quienes tenían motivos de estar informados de los acontecimientos, cuáles eran las causas de queja que el clero tenia en contra del presidente Balmaceda, solo hemos obtenido por respuesta la aseveración de los grandes males que causara a la iglesia en la designación de los actuales obispos. Siempre la cuestión personal i estrecha que, si levantó desecha tormenta contra el dignísimo Taforó, si hizo fracasar el conato de guerra contra Casanova i si despertó inquina voraz contra los


-otros obispos ¿porqué debia aguardarse que fuera menos cruel i audaz contra el señor Balmaceda; contra él, que estaba fuera del gremio cuyos miembros mismos, i los mas conspicuos, eran heridos de •muerte? Mas tarde, cuando la recrudencia de las hostilidades i la ajitacion i propaganda activa de los revolu • •cionarios obligó al gobierno a aprehender i depositar dos o tres de los sacerdotes mas exaltados i que públicamente ostentaban su perniciosa labor, entonces fué cuando mas se hizo notar la injerencia activa del clero en favor de la propaganda revolucionaria; i coincidió también con esa circunstancia el ardor i casi delirio con que la mujer devota se lanzó a la calle pública para llevar por do quiera terroríficas ideas de sangre, de esterminio i de universal degollación, en nombre de lo que se llamaba la guerra santa, porque decían se habían atacado la fé i la relijion, en la persona de quienes la representaban, pero que no eran por cierto los ministros de paz que instituyó Jesucristo. Él habia echado del atrio del templo con látigo infamante a los indignos mercaderes que lo profanaban i acaso hubiera cruzado en Chile su rostro con látigo de fuego para expulsarlos del interior mismo del santuario, donde ya no se predicaba su santa i humanitaria doctrina, toda paz, toda dulzura i amor, •sino la de Satán, toda disturbio, toda acíbar i rencor, como sucedia en nuestros templos. ¡I se pretendía que el presidente Balmaceda atacaba la relijion, porque impedia que sus ministros mismos dañasen la fé por medio de sus increíbles exajeraciones i su conducta, i porque, enviándolos lejos ocultaba al pueblo •la deformidad de ios acontecimientos! Dia llegará, si no ha llegado ya el principio, en •que el pueblo, antes creyente i respetuoso, pensando cuerdamente sobre la propaganda i enseñanzas de la 12


última época, pierda aquella fé, i tornando su respeto en irreverencia i audacia, haga sus primeras victimas en aquellos que tan locamente han minado por sí mismos el mas sólido i único pedestral de su propia autoridad. L a historia i la lójica de los acontecimientos nos hablan desde España i desde cualquier pa¡ te donde se ha obrado como en Chile. Aguardemos. Pasemos a la escuadra. Mientras analizamos su actitud bajo el punto de vista legal, preguntemos ahora a los hechos, a su evidencia i notoriedad, si esa institución nacional llamada a ser la salvaguardia de la bandera i del honor del pais, tuvo como colectividad, algún motivo justificado de queja en contra de la administración Balmaceda, queja que fuera de carácter tan grave como poderoso, que hiciera imprescindible la conducta que asumió. I decimos colectividad, porque mengua mayor i baldón seria para ella, si fueran a discutirse aquí los motivos pequeños i personales, que a ciertos jefes se han imputado como determinantes de su conducta anticonstitucional. Con la plena seguridad de no ser desmentidos i de poder encontrar un asentimiento unánime en el pais imparcial, establecemos desde luego: que la escuadra, que la marina, no tenia un solo motivo de queja en contra del Sr. Balmaceda i su administración. J a más gobierno alguno en Chile, habia trabajado maspor conservarla en un pie brillante de fuerza i de prestijio. En efecto, se gastó en su favor una predilección marcada, elevando su poder a un grado tan alto, que no tememos asegurar que supera a todo lo hecho antes por su grandeza. Un blindado de primera clase que llevará el nombre glorioso de Arturo Prat, dos cruceros de poder inapreciable, el Presidente Pinto i el Presidente Errázuriz, dos torpederas la Lynch i la Condell que


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han prestado importantísimos servicios a la causa constitucional i del orden, sostenida por el presidente Balmaceda, i los escampavías Cóndor i Huemuel, bastan por si solos para duplicar con exceso el poder material de la escuadra, que a su advenimiento al poder recibiera el Sr. Balmaceda. El puerto de Talcahuano ha visto activar los trabajos del dique dársena, que junto con las fortificaciones de dicho puerto estudiadas por injenieros militares, incrementarán notablemente el poder de resistencia de nuestra escuadra i le darán facilidades para sus reparaciones periódicas i estraordinarias. Los antiguos buques que poseíamos han recibido notabilísimas mejoras; se adquirieron grandes cantidades de torpedos i diversos faros de primera clase construidos en las costas, han completado un vasto plan de engrandecimiento de nuestxa marina, que se ha convertido así en la primera de Sud-América. Como si todo eso no bastara, el señor Balmaceda creó dos escuelas flotantes para grumetes, impulsó la conclusión del grande edificio destinado a la Escuela Naval i envió a Europa varias comisiones de aprendizaje, formadas por nuestros jóvenes marinos, porque de nada nos serviría todo el inmenso poder naval acumulado, sino tuviéramos marinos espertos, instruidos i formados en la escuela del honor i del deber. A mayor abundamiento, preocupóse el presidente Balmaceda seriamente de la formación de un puerto militar de primera clase i ordenó los estudios del de Llicó, cuyos planos i presupuestos perfectamente detallados dejó concluidos, para que futuros mandatarios ejecuten una de las obras mas grandiosas i que, una vez realizada, será orgullo de nuestro progreso i seguridad para nuestra escuadra. ¡He ahí la obra del señor Balmaceda en favor de la


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escuadra! ¿Qué sentimiento mayor que el de la gratitud pudo obrar en el ánimo de los marinos para volver la espalda a su jefe único constitucional? ¿Por qué olvidaron la tradiccion de orden i consecuencia que cincuenta años de observancia, nos habían dado grandeza, prestijio, respeto i raudales de gloria? ¿Por qué, con calma paciente i durante un largo periodo de meses persistieron en su propósito, hasta romper por la fuerza la tradición constitucional i la trasmisión legal i tranquila del poder, para entregarlo a su jefe afortunado i victorioso, después de la sublevación? ¡Misterio! Pero, si hai en este aspecto de la cuestión densa nube, no la hai bajo el punto de vista legal, i pronto analizaremos esa faz de la sublevación, seguros de poder probar que la actitud de la escuadra en presencia de un conflicto de poderes, no fué la que la Constitución i las leyes le trazaron. El ejército estuvo en su puesto i rindió culto a sus gloriosas tradiciones del pasado. Pero ¿fué solamente lo espuesto lo que el señor Balmaceda hiciera por la escuadra? No, que también dictó una lei que ¡ojalá jamás lo hubiera sido de la república! Todas las naciones del mundo mantienen á bordo de sus naves de guerra guarniciones del ejército destinadas a prestar servicios militares i a establecer equilibrio entre los dos poderes armados. ¡Sabia disposición aconsejada por la esperiencia i por una prudente i clara noción de lo que puede el poder sin contrapeso de la fuerza, i de los peligros que entraña la absoluta independencia de alguno de ellos! Chile no habia despreciado la práctica de las naciones cultas de la Europa i siguiendo su ejemplo, mantenía de antiguo guarniciones del ejército a bordo de cada nave. Pero, llegó un dia en que la marina creyó que su honor se mancillaba con la presencia de soldados en la cubierta de sus buques; que su lealtad i


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nobleza de sentimientos eran tan altas e indiscutibles, que ni Chile ni el gobierno necesitaban para su seguridad, ni para la conservación del orden, tener guardianes que observasen la conducta i propósitos de los caballerosos marinos, cuya dignidad se sublevaba i era superior a la del noble sajón i del hidalgo francés. No era posible dejar de acceder a pretension que principiaba por afianzarse en nobles propósitos de lealtad i de honor, i la guarnición militar desapareció de abordo de nuestras naves.—Esa sola consideración debiera haber bastado para que la marina no hubiese jamás adoptado la resolución de sublevarse; porque ella era depositaría de un tesoro sagrado de confianza, encomendado esclusivamente a su honor i a su hidalguía. Dejamos establecido de una manera incontrovertible que no habia en Chile al tiempo de estallar la sublevación de la escuadra un solo interés social seriamente herido que aconsejase e hiciera necesario lanzar al pais en la revolución. Habia tal vez intereses políticos, aspiraciones frustradas, conveniencias i consecuencias de partido que impulsaran hacia la oposición, pero de ninguna manera hubo algo que justificar pudiera la apelación a las armas, para desquiciar una sociedad que solo pedia paz, trabajo i absoluta tranquilidad para dedicarse al desarrollo de la industria i el comercio. Porque ¿cuáles eran las libertades de que carecíamos? ¿Estaba la prensa amordazada? Nó, porque su amplia libertad habíase convertido en licencia desenfrenada. ¿El meeting i el uso de la palabra habíanse suprimido? De ninguna manera, porque habia la mayor tolerancia con reuniones de toda naturaleza i hasta se permitieron algunas tumultuarias que alteraban el orden en la calle pública, como ser cencerradas i otras manifestaciones análogas, en contra


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de altos funcionarios públicos. Y cuando se quiso sancionar una ordenanza que reglamentaba el derecho de reunión i que habia sido redactada por consejeros de estado de la oposición parlamentaria, el Presidente de la república renunció a promulgarla, accediendo a la solicitud respetuosa de una comisión de obreros, que hablaban a nombre de sus compañeros. ¿Habíase privado a alguien del derecho de ir libremente por todo el territorio de la república? ¿Habia algún vejamen de carácter jeneral impuesto a las corporaciones o a grupos sociales considerables, que hicieran odiosa e intolerable la permanencia en el territorio de la república? De ninguna manera: todo en Chile respiraba libertad i tolerancia; nadie se quejaba de atropellos, violaciones de sus derechos, ni de su propiedad i a la sombra de este estado de cosas verdaderamente normal el pueblo trabajaba, ganando honrada i abundantemente su subsistencia. Sobraba el trabajo i las ocupaciones útiles; diversas leyes hablan liberado de derechos aduaneros a productos manufacturados i alimenticios de consumo jeneral, que servian casi esclusivamente al pueblo; abundante inmigración estrangera fomentada i costeada por el gobierno, nos traia nuevos elementos de trabajo i de educación de nuestro pueblo, que tanto necesita del ejemplo para olvidar prácticas inveteradas. ¿Recibióse el anuncio de la sublevación de la escuadra con júbilo por las poblaciones en Chile? No; porque un jeneral movimiento de sorpresa i de indignación cundió pronto por todas partes; ni una sola población, ni una aldea insignificante alzó la mas leve voz de aliento i de cooperación durante los ocho meses que duró la revuelta. Y Valparaíso mismo permaneció impasible, cuando el dia de la sublevación presentóse la escuadra engalanada en la bahía, como incitando a que se siguiese su


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ejemplo. Y luego, desairada por el pueblo i viéndose abandonada i solitaria en la bahía, lejos de adoptar la única línea de conducta patriótica que le quedaba, la de rendirse e implorar clemencia para salvar a Chile de mucha ruina i de mucho descrédito, lanzóse como los fenicios a conquistar pueblos comerciales desprevenidos. Y apesar de eso, los marinos de la escuadra no pisaron una sola aldea, por pequeña que fuera, ni una ciudad, ni un solo puerto, sin tener que rendir un combate i derramar abundante la sangre de sus pobladores. ¡Noble protesta patriótica de un pueblo herido inopinadamente en la mas grande i legítima de sus aspiraciones! La del orden. No; esta revolución, iniciada en hora infausta por la marina, no podrá jamas encontrar un justificativo noble, jeneroso, levantado, bajo ningún aspecto que se la considere; ni podia tampoco hallarlo en las consecuencias que ha de enjendrar en nuestro organismo social i político. En nombre del amor jamas desmentido a mi patria yo maldigo i execro a marinos inespertos i desleales que han aniquilado de muerte la envidiable prosperidad de la república i cuyo jefe no ha podido ni sabido después de su triunfo, establecer un gobierno que no sea el de la fuerza, la violencia i la supresión de las garantías individuales i las que amparan la propiedad. Eí capitán Montt es, hoi, reo culpable del crimen de haber ensangrentado el suelo patrio i de habernos hecho retroceder cien años en el concierto de las naciones civilizadas. .¡Caiga sobre él tanta sangre vertida estérilmente! Veamos el aspecto legal de este levantamiento del poder marítimo de Chile i si es posible encontrarle justificativo, siquiera sea en la historia. Los políticos chilenos prendáronse del movimiento revolucionario que dio en tierra con la monarquía brasilera i quisieron parodiarlo. Pero, mientras en el Brasil la es-


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cuadra solo habia contribuido a la revolución, aceptando un hecho consumado, a cuya realización habia contribuido el ejército, pronunciándose en contra de una forma de gobierno; que la habia aceptado el pueblo con su silencio, que era una aprobación tácita, i de la cual no protestó tampoco el emperador don Pedro, a quien afectaba en sus derechos; mientras que en Chile, sublevada la escuadra, sin la cooperación del ejército, que se mantuvo leal al gobierno legalmente constituido i sin contar con la aprobación del pueblo, ejercitaba un acto de verdadera rebelión, mui contrario al que practicó la escuadra brasilera. Si se ha pretendido que habia paridad enambos casos i encontrar justificativo en la conducta de aquella al movimiento de la escuadra chilena, ya se ve que la paridad no existe i que las escusas son inaceptables. Según la práctica de las naciones cultas, la marina no ha sido jamas en ellas un elemento político, sino un ájente de respeto i de prestijio nacional, un elemento de fuerza llamado a llevar con honra labandera de la patria i a defenderla toda vez que se halle en peligro o sea ultrajada por extraños. No de otra manera se habia entendido en Chile su misión,, ni otro habia sido el papel que, desde la independencia hasta ayer desempeñara invariablemente nuestra escuadra, ya sus fuerzas fueran débiles o relativamente poderosas. Nuestra carta fundamental, calculada para robustecer el principio de autoridad e impedir subversiones del orden público dispone: i.°: que el presidente de la república sea el jeneralísimo del ejército i de la marina; 2.° que la fuerza pública es esencialmente obediente i que no delibera. Encerrada dentro del cumplimiento leal i honrado de estos preceptos, la marina no pudo, ni debióiniciar un movimiento sedicioso que era violación


constitucional y desconocimiento absoluto de sus mas sagrados deberes. Dado el caso de que el Presidente constitucional hubiera violado la carta ¿qué deber legal autorizaba a la escuadra para constituirse en juez,de su superior jerárquico, negarle la obediencia i lanzarse a velas desplegadas en la mas temeraria de las sediciones? Si la controversia existia entre el Congreso i el Poder Ejecutivo, lo natural i lójico habria sido que la escuadra estuviese a las órdenes de su jefe, porque ningún precepto constitucional le ordenaba, ni aun indirectamente, que se pusiera en contra del ejecutivo i que amparase las pretensiones de un Congreso, que habia dejado de serlo, porque saliendo de la órbita de atribuciones que le señalaba la carta, dejaba de ser corporación constitucional para convertirse en colectividad revolucionaria, no contemplada por la lei fundamental, que jamas pudo sancionar un absurdo, contrario a su letra, a su espíritu i a la interpretación constante que siempre le dieran nuestros mas hábiles políticos i comentadores. Si se reconociera a la escuadra derecho para echar el peso de su fuerza material en la decisión de las controversias políticas i en la mas delicada i ardua de las interpretaciones constitucionales, socavaríamos en el acto la base fundamental de nuestra existencia social i política, como ya ha acontecido, borrando la tradición legal asegurada por cuarenta años de sucesión pacífica de los mandatarios y jefes supremos, para ser reemplazada por el poder de la fuerza i de la espada victoriosa, que crea siempre momentáneas, pasajeras i efímeras glorias. La escuadra, con su conducta ilegal, dio aliento al congreso para que, saliendo de su esfera constitucional, se convirtiese en grupo sedicioso; le dio el mando de la fuerza, que no le correspondia; deliberó


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la escuadra, saliendo de su papel pasivo i de estricta obediencia, i se colocó en el caso mas estraño, porque se convirtió en juez de su superior jerárquico, declaró que este no tenia razón i la dio toda al Congreso. La marina constituida asi en verdadero juez e intérprete de una controversia constitucional, se hizo mas que el Congreso mismo, desde que éste, ni el Presidente de la república eran los llamados a dirimir la cuestión de atribuciones de ambos, en que hábilmente convirtió la oposición sus pretensiones de dominio político, sino que era el pueblo, por medio del futuro congreso, el que debia pronunciarse, cuando se hubiera entablado el juicio de residencia i acusación, una vez que el presidente Balmaceda hubiese terminado su periodo constitucional como dispone la carta. ¿Pudo la escuadra haberse abstenido de obedecer al Presidente de la república i negar también su cooperación a los que se decían representantes del Congreso? Tampoco, porque negar los respetos debidos al primero, habria sido un acto de sedición condenado por nuestras leyes. Solo un camino noble i leal les quedaba a nuestros marinos, si hubieran deseado probar que procedían obedeciendo a sus convicciones i sin faltar a sus deberes. Ya que se ha sostenido por los mismos jueces que mensualmente percibían sus sueldos después del i.° de Enero de 1 8 9 1 , que desde esa fecha no habia legalmente ejército ni marina, ni empleados públicos, i ya que, la obediencia que a la marina i al ejército impone la carta no puede ser tan tiránica que los obligue a contrariar su conciencia, pudieron abandonar sus naves, i retirarse a la vida privada, para combatir por el triunfo de sus ideas, sin apropiarse furtivadamente las naves de la nación. Porque, en el peor de los casos, estas no serian ni del


Congreso, ni del ejecutivo, sino de la nación, del pueblo representado por todas las corporaciones i autoridades que constituyen la soberanía delegada. En ese caso habría venido la apelación al pueblo, no por medio de la fuerza, sino en los comicios públicos, i entonces los partidos habrian luchado entre si, sin fuerza pública por una ni otra parte, lo que indudablemente habríancs llevado también a un desquiciamiento social, que es a donde se pretendía conducirnos. Esta última solución, de un estado sin elementos para dar sanción á las leyes, habría sido también una cruel aberración, ya que no es posible concebir autoridad sin poder i poder sin fuerza para imponerse. Ni era tampoco la escuadra la llamada a pronunciarse sobre si la deposición del presidente Balmaceda, acordada por alguien que no era el Congreso, era o no constitucional, como no lo era, según lo demostraremos mas adelante. Es verdad que era cómodo para una marina que desea sublevarse que se le diga: ya no tenéis jefe, sois libres. Pero, también habría sido de desear que los marinos se convencieran de que, ya que habia desaparecido la autoridad del presidente Balmaceda, era realmente el Congreso quien debia reemplazarlo i no el Ministro clel Interior o el Vice Presidente del Consejo de Estado. De desear hubiera sido que, abriendo la constitución, se hubieran impuesto de que en ningún caso el Congreso tiene atribuciones ejecutivas i que en ningún caso pasan a él las que corresponden al Jefe del Estado. Pero todo esto habría sido sencillamente anómalo i absurdo en un país gobernado por leyes i no por el capricho de los hombres; habría sido, como en efecto lo fué, crear un poder nuevo desconocido hasta entonces en nuestra patria; el poder de la escuadra que, al mismo tiempo que deliberaba i decidía


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cuestiones políticas, sociales i de hermenéntica legal, apoyaba sus decisiones en el poder de la fuerza que le daban naves inespugnables i cañones poderosos. I venia ella a decidir e imponer en circunstancias que se preparaba una elección popular, cuyos primeros actos se habian verificado, con toda corrección i la que renovaría todos l o s . poderes públicos. Otro gravísimo error i error de funestas consecuencias, porque se arrebató a los partidos la oportunidad de medir sus fuerzas en el terreno legal i tal vez de modificar allí la situación política. La escuadra ha abierto a los políticos inescrupulosos el sendero de futuras funestas aventuras i se ha abierto a si misma horizontes que antes no presumiera, pero que, sin salir de nuestra América, han llenado de luto i de sangre a sus infortunadas repúblicas i de no envidiable gloria a caudillos que, si suben al poder por sobre cadáveres, suelen descender en hora tremenda para ellos. No es difícil inventar pretestos especiosos de mayor o menor dudosa legalidad para promover asonadas, motines, sublevaciones de ejércitos o de naves i autorizar estos actos. El primer paso se ha dado en Chile i los que no crean en la legalidad de los nuevos gobiernos que van a fundarse sobre el triunfo de la fuerza i la destrucción del poder legal por tradición, ya nos dirán en lo porvenir si saben o no aprovechar de la lección recibida. La lójica de los hechos es inconmovible i todo acontecimiento, que siempre es una causa, ha producido en todas partes i en todas las edades, las mismas consecuencias. No las deseamos para Chile, pero, feliz seria si en él se verificase una excepción histórica. Ni ha podido tampoco la escuadra invocar mas tarde, ni en el acto de la sublevación, como lo hizo, que ella obedecía a la necesidad de responder al


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manifiesto del i.° de-enero del Presidente de la república, con el acto de fuerza que ella ejecutaba, queriendo asi dar a ese movimiento, los aires de espontaneidad, nacidos al calor de la conmoción de nobles i jenerosos sentimientos, que en ellos despertaba ese documento. No; porque mas tarde se ha sabido, que lo que se mantuvo oculto i estalló la noche del 7 de enero, habia sido previamente convenido en reuniones secretas, celebradas en Santiago i Valparaíso a fines del año 1890 entre los señores Montt, Valenzuela i algunos otros jefes de buques de la armada i los.señores Echvards, Montt, don Pedro, Irarrázabal i otros caudillos políticos. Allí se estudiaron los principales resortes de un gran golpe revolucionario. ¡I estos acuerdos se celebraban cuando el presidente Balmaceda, según los mismos revolucionarios, aun no habia cometido lo que ellos llaman infracción constitucional, tiranía i dictadura! Jamas este movimiento podrá tener otro nombre que el de conjuración i sedición de una parte de la fuerza pública, que se puso al servicio de pasiones políticas exaltadas i de intereses de partido.


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XII

¿QUIENES HICIERON I PODÍAN HACER L A REVOLUCIÓN? L a organización social, política i económica o de la fortuna, no ha correspondido en Chile desde la proclamación de la independencia hasta nuestros dias al ideal de una república liberal i democrática. Se aniquiló la influencia del poder peninsular monárquico para reemplazarlo por otro que diferia mui poco del antiguo, consistiendo su diferencia solamente en los hombres, ya que se contemporizó demasiado con el sistema caido; i la revolución de nuestra independencia, mas que un movimiento social fué casi de mero reemplazo de unas personalidades por otras. Si mas tarde se estableció en la carta fundamental i se reconoció el principio de la no existencia de castas privilejiadas i el de la igualdad ante la lei, en la práctica jamas han tenido sanción esos principios. No pretendemos que en la vida social sea útil i posible la mezcla de elementos de diversa categoría con educación i hábitos diferentes; pero sí creemos que en la vida política i en las relaciones varias de los individuos entre sí, deberían haber tenido cabida i aplicación aquellas dos piedras angulares de la democracia i de la república. L a igualdad ante la lei se ha entendido siempre en Chile aplicando azotes al roto que roba, i ocultando el nombre del noble caballero que ha salteado. El roto asesino ha ido siempre á un patíbulo igno-


minioso i el caballero al destierro a gozar de la vida para volver al cabo del tiempo a la querida patria. El hidalgo caballero de la ciudad ha podido establecer garitos, bajo el nombre de clubs aristocráticos, en los centros mas populosos de la orgullosa capital, en los cuales de dia i de noche han perdídose fortunas enteras, que se han llevado el pan i muchas veces el honor de las familias; mientras que el roto i el honrado artesano i campesino, han sido perseguidos i aprisionados, cuando se permitían excederse en sus juegos i diversiones de ciertas horas determinadas de la noche, lo que era una continuación de la hora llamada de queda en tiempo de la colonia. En la guardia nacional, el aristócrata, o el que sin serlo vestía levita, llevó siempre la carga fácil i cómoda del jefe que ordena altanero i es obedecido con sumisión; mientras que al pueblo de las ciudades i de los campos tocó siempre el lote pesado del soldado que obedece i se somete. El patrón en los campos, el dueño de la tierra fué siempre verdadero señor feudal i el inquilino simple siervo obediente i dócil, tratado con cruel altanería, sin hogar, sin esperanza de tenerlo, porque jamas se le presentaban las oportunidades de adquirir; i la miserable ración de hambre con que se pagaron sus servicios, lo obligaba a vivir siempre en la miseria de sucio i estrecho rancho. Rarísimos fueron los que surjieran de este triste vasallaje, muerte moral del individuo, paria dentro de su propia patria i orfandad i dolor de la familia que dejara después de sus dias. No ha existido en Chile, como en la República Argentina i otros paises una clase media que establezca relación de continuidad i sirva de equilibrio i contrapeso entre la clase alta i la inferior de la sociedad; ni ha habido, tampoco, en nuestra patria una repartición conveniente de la fortuna que cree esa


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clase social tan necesaria. Nuestro pobre pueblo i sus familias han podido recien ayer penetrar a ciertos paseos públicos, de donde estaban escluidos i a los cuales iban libremente en lujosos carruajes los llamados aristócratas. El poder de la prensa trajo ayer recien esa concesión de justicia, de aprendizaje i de progreso. L a condición de nuestro pueblo ha sido en consecuencia humillante i depresiva de su propia dignidad; mientras que el rico, llamándose a sí mismo aristócrata por el solo hecho de ser acaudalado, ha sido altanero i ha tratado con menosprecio i desden a los verdaderos siervos de la clase baja. L a ilustración de las masas i el anhelo patriótico de algunos gobiernos, particularmente los de don Manuel Montt i Balmaceda, han estimulado poderosamente la aparición del elemento social medio, indispensable para la democratización de nuestras prácticas políticas i sociales, para lo cual fomentaron la difusión de las luces é hicieron surjir a numerosa juventud para que brillara con la luz poderosa de su intelijencia i de su honradez. Pero los elementos de poder, de influencia i de prestigio han quedado siempre en manos de los primeros, quienes en un pais de estrechos horizontes comerciales é industriales, han dispuesto de todos los negocios, de todas las especulaciones, de la tierra i de cuanta pequeña industria pudiera emprenderse. Mantenida esta combinación, ha impedido que el hombre de trabajo pueda independizarse i surgir, porque ha estado encadenado al patrón, al ajiotista, al hacendado. Este sojuzgamiento de las voluntades i de las inteligencias se ha hecho servir también a la política; y al mismo tiempo que alguien se alzaba con su intelijencia, se le oprimía, se le gritaba el advenedizo, el roto, el logrero, si no se sometía. Pero si era dócil instru-


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mentó de ajenos intereses, si vendía su conciencia, era ya eso lo bastante para que las ligaduras de una protección hiriente, humillasen i degradasen su carácter. Orijen de este sistema, ha sido el dominio absoluto que cierta clase ha ejercido sobre todo cuanto se roza con la vida moral i política del pais. En el gobierno ellos eran omnipotentes i disponian de todo: les pertenecian puestos públicos, influencias, honores i hasta derecho casi esclusivo para tomar parte en la designación de los presidentes de la república; mientras que el pueblo carecía de acceso a aquellas rejiones, porque en realidad el pueblo, la clase media ilustrada no existia, o si habia principiado a formarse i surjir, no era en número tan considerable, que pudiera ser peso decisivo en la balanza, sin producir perturbaciones sociales i políticas. Dados estos hechos, no se comprende como ha podido haber en Chile políticos que han pretendido justificar la revolución i culpar de ella al Sr. Balmaceda, porque ese movimiento se operó por las clases altas i dirijentes de la sociedad, queriendo así demostrar cuan grandes serian los crímenes que se imputan a aquel magistrado, cuando los obligó a romper el orden i destrozar la constitución. Olvidan que en Chile el pueblo no es nada, ni nada vale i que es la llamada aristocracia, verdadera oligarquía, la única que tiene en su poder el dinero i las influencias con que se puede subvertir la tranquilidad pública; olvidan también que el pueblo no tenia un solo motivo de queja contra el Sr. Balmaceda, quien siempre procuró su felicidad, dándole ilustración i trabajo abundante; olvidan también que no es en Chile el primero i el único ejemplo de una revolución iniciada, sostenida i llevada a cabo por el oro del poderoso, por la injerencia de las clases dirijentes, del clero, del hacendado, del banquero. ís


Estas castas sociales de Chile, absorbentes, dominadoras, tiránicas i audaces con el pobre, han pretendido serlo también con los gefes de la nación, sobre los cuales se creían con ciertos derechos, por haber contribuido de un modo eficiente i decisivo a su exaltación al poder. Eran los antiguos aragoneses, quienes tácitamente exijian al unjido respeto e inviolabilidad de sus fueros i privilegios i que han lanzado sobre él sus iras i sus venganzas toda vez que ha pretendido emanciparse de ellos i no someterse en absoluto a sus caprichos, acatando sus prerogativas de señores feudales. En este sentido, la guerra de nuestra independencia, no fué en aquel momento una verdadera revolución social, sino una guerra de emancipación. Unas pocas intelijencias cultivadas comprendían todo su alcance: pero las masas, el pueblo en general, no se daba cuenta de que lo que se iniciaba era un movimiento de regeneración, que era a él a quien mas directamente debia amparar i servir en lo futuro. El pueblo cambió de amos i quienes usufructuaron fueron los que continuaron llamándose clase dirijente,. aristocrática i que acaparó para sí todas las ventajas, todas las prerogativas. Mas tarde, cuando vino la necesidad de constituir un gobierno fuerte, que diese respeto i prestigio al principio de autoridad; las leyes i las prácticas sociales tuvieron que sacrificar al pueblo, que era el elemento casi inconsciente de quien los ajitadores se valian para realizar sus planes. Y durante muchos años las leyes fueron calculadas e inspiradas en el propósito único de asegurar el orden, sacrificando a él el triunfo definitivo de las ideas que produjeron la guerra de independencia. El presidente de la república que inició con ánimo resuelto el movimiento de regeneración social fué


D. Manuel Montt, quien fomentando la instrucción del pueblo, levantando su nivel moral i llamando a compartir con él las tareas del gobierno a muchos jóvenes que se distinguían por su moralidad i dotes notables de inteligencia, descubrió los horizontes del porvenir i echó las bases de un partido que le acompañó con éxito durante su administración i que, rompiendo hábitos tradicionales en la política, le enajenó la voluntad de sus antiguos usufructuarios. Fué en eso mas feliz que el Sr. Balmaceda, porque logró desasirse de las ligaduras de sus aragoneses, quienes le exijian sumisión i le pedían arrojase del gobierno a los colaboradores que calificaban de advenedizos, logreros i de ignorados abolengos. Una insolencia i una audacia incalificable se estimaba entonces la de llevar esos jóvenes al poder i sobre su frente cayeron las mas audaces diatribas i las injurias mas denigrantes. Si hoi se abrieran las pajinas de la historia consignada en la prensa i en folletos, acaso se encontraría que hoi se cubre de gloria i de laureles, que se eleva a la categoría de héroes, a los mismos a quienes se negaba entonces el derecho de pisar los salones de la Moneda, lo que hemos manifestado ya en citas del escritor Isidoro Errázuriz. Imputóse también al Sr. Balmaceda por sus enemigos el grave delito, el crimen i loco delirio de levantar i dar aliento a numerosa juventud formada por sus propios méritos i llevarla a ocupar puestos públicos de importancia. Se creia que a ellos solo tenían derecho las personas de familias acaudaladas, de apellidos aristocráticos, cuyo único mérito era el que reflejara sobre ellas la fortuna o la sangre de sus mayores, mientras que los nuevos elejidos solo podían presentar su moralidad, su contracción al trabajo i al estudio. I mientras tanto, ese era uno de los méritos mas considerables que el presidente Bal-


maceda podia ofrecer al respeto de sus contemporáneos i al amor i veneración de las edades futuras. Era él uno de los fundadores de la democracia, que es la ola que sube, la marea que todo lo invade, a la que pertenecerá un dia el cetro i el predominio en la América del Sud, como ya le pertenece en la Argentina; en contraposición a la aristocracia i el gobierno de castas privilegiadas i de familias, que son la marea i la ola que descienden i que al fin caerán en reacción justiciera, porque son la "representación de un siglo que cada dia se aleja mas. ¡Chile dejará un dia de vivir en pleno siglo xvi, cuando sus leyes den libertad al individuo, franquicias a todo el mundo para aspirar i obtener todo lo que sea licito a la honradez, al talento i a la virtud: cuando las buenas prácticas de gobierno sean una verdad i no una contradicción con las leyes escritas, como sucede hoi i sucederá por muchos años, mientras impere el régimen impuesto por el triunfo de la fuerza, del opulento i del ajiotista contra el réjimen de fecunda libertad i democracia regeneradora. Tan ciertas son estas observaciones jenerales, que ellas se verán confirmadas en la trascripción que hacemos en seguida de ideas emitidas en 1 8 5 q en un folleto titulado El Gobierno i la Revolución, que se atribuyó entonces sin contradicción a la pluma de D. Ambrosio Montt. Por ellas se verá que los pueblos, como los individuos, obedecen en todos los actos de su vida social i política a tendencias e inclinaciones que les son peculiares, i que revelan siempre, en análogas circunstancias, su carácter típico i sus procederes siempre semejantes. Esas ideas i observaciones de aquel folleto nos convencerán de que la revolución de 1 8 9 1 no es un hecho nuevo en Chile i que, en su origen, en sus medios, en sus ajentes i en sus propósitos, guarda


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completa analogía con aquel movimiento que en i 8 ^ g comenzó en simple cuestión de sacristía i terminó en una conflagración social, en la que tampoco dejó de tomar parte el clero, ni los elementos de él dependientes, ni tampoco las clases llamadas dirijentes de la sociedad. Bajo ese aspecto, la revolución contra Montt i la revolución contra Balmaceda revelan el espíritu eminentemente aristocrático i anti-liberal que inspirara a sus promotores, i no será ese el menos grave de los cargos que haya de hacerle mas tarde la historia imparcial. « L a oposición al Gobierno ha hablado al fin con franqueza, decia el folleto, es cierto que no nos gusta el personal de la administración; vemos allí falta de antecedentes, defecto de cuna, poca intelijencia, ambición, decimos todavía mas, ansia de lucro. No hallamos funcionarios, hallamos industriales: no vemos patriotas, vemos logreros." ¿No es esto lo mismo que hasta el cansancio han repetido los enemigos del Sr. Balmaceda? Las acusaciones a Montt i a él son idénticas, son de carácter grave i hemos de analizarlas en capítulo separado, para probar su injusticia i su falta de verdad. En otra parte agregaba: «Pero en Chile, pais en que el pueblo es sensato, relijioso, amigo de la lei i del orden; en Chile, donde el sable del caudillo ha sido fundido en espada fiel i leal del soldado patriota i sumiso; (quién ha podido hacer revolución? Lo decimos con asombro i dolor: los revolucionarios en Chile son los hombres i las clases llamados en todo pais del mundo a ser los mas firmes sostenedores del orden." « S i queréis ver a los factores de trastornos, decia el Sr. Montt, no vayáis a los cuarteles ni a los suburbios del bajo pueblo: id a las sacristías, id a los palacios. El conspirador en Chile no es hombre de


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poncho ni de blusa, no es un tabernario ebrio de sangre, no es el hambriento que mina i aborrece la sociedad que no le da pan, no es la soldadesca desenfrenada i tumultuaria, ni hai aqui pretorianos, estrelitz, ni jenízaros: nuestro conspirador anda en coche i viste de seda i paño: tiene tierras, tiene vasallos, tiene millones, tres elementos de orden que él convierte en armas de guerra, de anarquia, de confusión.® «¡Singular e increible fenómeno! En Chile, el des orden se esconde tras del altar; la montonera asoladora se organiza en las tierras del poderoso; el descrédito se forma i se fomenta en las casas de los banqueros. ¡El primer grito de alarma salió del templo, el segundo del Senado! ¿Lo creerá la posteridad? De la catedral, esta casa de Dios, i del Senado, el santuario del orden, han procedido las bombas incendiarias de la guerra civil:—la desobediencia del arzobispo i la mentida i sediciosa amnistia!® ¿Puede haber paridad mas absoluta entre los elementos que prepararon las revoluciones de 1 8 5 9 i 1 8 9 1 ? Hoi también salieron del templo sagrado de la suprema justicia i del santuario del orden i de la lei, las voces de aliento a la jeneral conflagración. ¡I que se venga hoi a decirnos que es en Chile un fenómeno nuevo el que hemos presenciado e imputable solamente a faltas del Sr. Balmaceda! ¡I que se nos diga que la farsa ridicula de deposición del presidente constitucional, no fué un simple ardid i un velo trasparente con el cual los banqueros i dignatarios de la fortuna, cubrieron la vista de los marinos, para lanzarlos al abismo sin que se apercibieran de él, como fué argucia la amnistia de 1 8 5 9 i la tirania i opresión contra el arzobispo! Pero, continuemos la comparación i oigamos cómo el folleto aludido se espresa en orden a la revolución


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de 1 8 5 9 i veamos si la frase correcta i el pensamiento vivo, hiriente i serio de su autor, no parece que mas de treinta años antes estuviera condenando i anatematizando a los revolucionarios i a la revolución de 1 8 9 1 i pasando en revista ayer los ajentes i los elementos que hoi se pusieron en juego; para producir el desorden i el caos durante ocho meses. «Nos seria imposible aplicar, decia entonces, a los trastornos que han ocurrido las palabras ordinarias i de jeneral aceptación." «¿Han sido rebeliones? No: el ejército se ha mantenido sumiso, patriota i leal: el amigo de la lei i del derecho: el brazo del gobierno i de la autoridad." He ahí una condenación de la conducta de la marina en 1 8 9 1 i un castigo inflijido a los pocos militares que en la hora de la solución i antes de ella, vendían su conciencia, traicionaban al majistrado, tendiéndole mano de fiel amigo. ¡Ejecutaban acto de traidora rebelión! «¿Han sido pronunciamientos populares? se preguntaba el mismo escritor. Tampoco. El pueblo armado, es decir, la guardia cívica, ha prestado solícito su fusil en servicio de los poderes legales i constituidos: el pueblo desarmado ha prestado su fuerza de inercia, su inmovilidad, o lo que es lo mismo, su cooperación. Cuando las masas no dicen no, dicen sí: su indiferencia es la ruina del conspirador i del anarquista." ¡Cuan semejante ha sido 1 8 9 1 a 1 8 5 9 ! Si el autor del folleto se hubiera pretendido profeta, jamas habría lanzado a las futuras generaciones un augurio mas exacto en los menores detalles i pormenores, de lo que debia ser la revolución de 1 8 9 1 , reflejo fiel de la de 1 8 5 9 . ¡Tan cierto es que los pueblos, como los individuos se revelan i reflejan en sus actos de todos tiempos!


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I mas adelante agregaba, por último, el mismo autor del folleto que vamos trascribiendo: «¿Cómo llamaremos, pues, ese lamentable desorden que ha producido el conflicto del Arzobispo, la maquinación de la amnistia, la guerra del Norte, las montoneras del Sur, el levantamiento de los bárbaros de Arauco, los sangrientos motines de Valparaíso i de San Felipe, el asesinato del jeneral Vidaurre, la muerte de centenares de ciudadanos, el descrédito de la República en el extranjero, nuestra propia desconfianza i desaliento, i tantas, tantas otras calamidades? ¿Qué nombre daremos a esa perturbación de autoridades i de cosas que desconoce el gobierno de la patria, i hace surjir aquí i allá nuevas autoridades i nuevos majistrados: intendentes, jenerales, jueces, etc.? ¿Cómo calificaremos un estado de cosas que hace de dos oscuros vecinos de Concepción, dos jenerales de la República, dos camaradas de los Búlnes, de los Blanco i de los Garcia? ¿Cómo juzgaremos, por fin, una anarquía que, no contenta con haber desmoralizado el pueblo, asolado las poblaciones, minado i ultrajado la lei, va ahora al viejo mundo a desacreditar la patria echando lodo sobre cuanto hai de mas santo para el hombre i de mas respetable para el ciudadano?® (i). Todo esto hizo la revolución de 1 8 5 9 , descrita por pluma hábil i autorizada, hoi revolucionaria; todo eso lo ha hecho con creces la revuelta de 1 8 9 1 . Porque ha ido mas lejos aun; ha subvertido i condenado todos los principios de honradez i de lealtad, todas las nociones de justicia i moralidad que forman el sólido cimiento de la estabilidad social: la dignidad del hogar, el respeto de la familia, la consecuencia i (1) Aludía á las publicaciones que los Sres. Matta, G a l l o , hacían en Europa i la Argentina en descrédito de Chile.

Isidoro Errázuriz i otros,


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gratitud por los grandes servidores de la patria i la inviolabilidad de la propiedad i de la fortuna privada. Revolcados por el lodo han sido los nombres i reputaciones de jenerales i majistrados ilustres a quienes se arrastró a las cárceles por el delito de lealtad, que siempre fué en Chile i en todo el mundo civilizado la relijion del soldado; i enaltecida, premiada i glorificada la traición i la felonía, premiado el abuso de confianza. Suprimidas de un golpe las glorias i las reliquias mas puras de nuestro ejército i marina, borrándose del escalafón militar una falanje de héroes, cuyos nombres figurarán con honra en otras pajinas de nuestra historia. Asolada la propiedad de la viuda de Robles, cuyo marido muriera asesinado en las ambulancias, siempre respetadas i veneradas en los países cultos; asesinados traidoramente ministros de estado como Manuel María Aldunate que había rendido i entregado voluntariamente un ejército i que su persona misma la había confiado a la custodia, a la lealtad i al honor del vencedor; saqueadas por centenares, a sangre fria con orden i premeditación dirijida, las casas opulentas i los albergues humildes de familias dejadas en la miseria i la orfandad; fusilado mas tarde ese mismo pueblo a quien ya no se podia contener en los desmanes a que se le habia autorizado i dirijido; incendiados durante tres dias por soldadesca incontenible, numerosos hogares i establecimientos industriales de extranjeros i chilenos, de la ciudad emporio del comercio en el Pacífico, i cometidos toda clase de excesos, sin que nada se hiciera para contener a soldados ebrios, que durante tres dias aniquilaron mas de 700 existencias robustas i dejaron centenares de huérfanos i viudas; arrojadas por todas partes las semillas de una honda i durable división social, porque la aristocracia vencedora ha querido ver en sus adversarios vencidos,


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los inquilinos i los vasallos de sus haciendas, á quienes ha tratado con menosprecio i con la punta de la bota. ¡Como si un dia no debieran al fin los perseguidos i espulsados del mundo político i del mundo social, llegar a ser los dueños de los destinos de Chile i los vengadores de la moral escarnecida, i de la lealtad castigada! ¡I que se nos diga que la revolución de hoi es única en Chile, cuando es la eterna guerra entre la orgullosa aristocracia, verdadera oligarquía, i la democracia que pugna por realizar sus destinos! No ha sido la guerra al hombre sino al sistema i a los principios de libertad que proclamaba i de ahí nace el encarnizamiento i el profundo odio de los vencedores, que procuran aniquilar a los vencidos, como los mismos triunfadores de hoi en Lircay, aniquilaron ayer al partido pipiólo, olvidando que la verdad i la justicia son eternas i que el cetro del mundo tarde o temprano será suyo. Por eso dice un escritor profundo: « L a guerra de la Independencia fué la guerra de la oligarquía en Chile, contra el poder del reí de España, mui principalmente el periodo que se llama de la Patria Vieja.® «Después de la batalla de Chacabuco la oligarquía sufrió un quebranto porque las influencias de los personajes arjentinos vinieron a rebanarla por mitad. Pero cuando estas influencias comenzaron a estinguirse, la oligarquía retoñó aunque dividida. Oligarquía fué la que derrocó a O Higgins; oligarquia la que alzó a Freiré; i oligarquia ha sido la que ha hecho todas las revoluciones de Chile, hasta la del cincuenta i nueve, que tuvo por columna una veta de plata, como la de ahora tiene un banco. Y oligarquia fué también la que abatió las revoluciones.® He ahí quienes hicieron i podian hacer la revolución en Chile. Los mismos que la habían hecho


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siempre: para ellos i sin el pueblo. En contra del Sr. Balmaceda se alzó la aristocracia postiza de Chile porque se apartaba de ella buscando apoyo en las clases sociales que permanecían rechazadas de los negocios públicos i que, a haberse afianzado en el gobierno, habrían arrebatado sus influencias, muerto sus grandes especulaciones i sus privilejios a quienes hasta entonces venían usufructuándolos con derecho esclusivo. Hizo también la revolución del 9 1 la desmoralización i falta de plan político i de ideas del partido liberal, ese eterno lacayo i comparsa presto a plegarse a todos los que le ofrecieran algún jirón de poder, algún negocio fácil. Amó demasiado las alturas, i a tnfeque de conservarse en ellas, en mas de una ocasión contemporizó con los principios mas opuestos i gradualmente fué dando vida i aliento a sus enemigos de siempre. Si nuestra historia de ayer no estuviera fresca en el recuerdo de todos, si no hubiéramos visto al liberalismo chileno, mas de una vez, en consorcio íntimo en cuestiones de principios, con los conservadores; si no lo hubiéramos visto ayer, alzando en la comuna autónoma la columna mas sólida del poder feudal de los dueños de la tierra i del partido conservador, bastaríanos contemplarlo ya en disolución, pronto a desaparecer, entregando el dominio de la República, a quienes una vez en el poder, no los llamarán como auxiliares. Partido desmoralizado i corrompido, desaparecerá en sus hombres de hoi, para surjir mañana, viril i potente, sostenido por jeneraciones i esfuerzos mas honrados i virtuosos. Hizo también la revolución i venia preparándola desde algunos años atrás i antes que Balmaceda subiese al poder, la injerencia anticonstitucional i absurda que se venia dando a la cámara de diputados


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en la solución de las cuestiones electorales, a tal estremo, que la cámara i el congreso mismo creyeron que lo eran todo i trataron de avasallar al jefe del estado. Desde que los pueblos hastiados, abandonaban el campo de la política, la cámara de diputados se arrogó la facultad de formar comités políticos i parlamentarios; i se constituía en la directora de la lucha electoral; discernía las diputaciones; i ella misma, que mas tarde debia calificar la legalidad de los actos eleccionarios, era la que se encargaba de prepararlos abusos. Esa era la verdadera oligarquía; allí estuvo el jérmen mas fecundo de desmoralización política i por eso la revolución, que tantas múltiples causas venían preparando desde antiguo, hubo de salir de allí, de ese centro donde todo se trataba i resolvía, ora en secretaria i privadamente, ora en público, donde solo se votoba para salvar las apariencias i arrojar nube de oscuro polvo a los ojos del pais, quien no obstante, no ignoraba nada. No pudieron, nó, los revolucionarios ni sus instigadores de dentro i fuera del pais, ir a buscar al pueblo, porque el pueblo de nada les habria servido. Buscaron a los que tenían en sus manes los hilos de una gran trama i en quienes podía dejarse caer abundante lluvia de estímulos dorados; buscaron a quienes ya se sabian omnipotentes i que se atrevían a mirar de frente i con ademan airado al Presidente mismo de la República, de quien poco antes eran tan dóciles i sumisos servidores. Hizo la revolución el salitre Tarapacá i las fáciles fortunas que algunos hicieron a su sombra, estimulando ademas los apetitos de los que pretendian análogos derechos. «El congreso es un haz de corrompidos®, dice una carta que tenemos en nuestro poder. «Hai un grupo, agrega, a quien trabaja el oro estranjero i que ha corrompido a muchas personas.®


«Hai un hombre acaudalado que ha envilecido la prensa, i que ha envilecido a los hombres." « L a s fuerzas parlamentarias han fluctuado entre vicios i ambiciones personales." «El pueblo ha permanecido tranquilo i feliz. Pero la oligarquía lo ha corrompido todo." «Ha corrompido la escuadra. Felizmente no ha podido corromper al ejército." «El cuerpo político de la clase dirijente en Chile está gangrenado. Ha llegado la hora de la crisis i es necesario amputar las llagas que nos abaten i nos pierden." Así pensaba en los primeros dias de enero de 1 8 9 1 el grande estadista que trazaba aquellas líneas, durmiendo sobre la grata ilusión de que hasta entonces, no el ejército sino los movilizados, no habia sido corrompido i no creyendo en los saludables avisos de prudencia i de esperiencia, que los años nos autorizaban a darle, a fuer de leales amigos, i a riesgo de que nuestra honradez i decidida convicción en favor del orden, fueran mal interpretados i mal comprendida la elevación de nuestro carácter. L a corrupción ganó también al ejército movilizado, a muchos de aquellos en quienes nadie pudo dudar jamas, i fué cierta nuestra predicción cuando en 1 3 de enero de 1 8 9 1 , apenas principiada la lucha sangrienta, decíamos al Presidente de la República desde la intendencia de Valparaiso: «Otro peligro mayor hai aun en la formación de cuerpos de ejército con jentes que se reclutan, que acaso están dominadas por el espíritu revolucionario i que, en muchos casos serán enviados por ellos mismos (los revoltosos) con instrucciones especiales para que vayan á engrosar las filas del orden i destinados a producir mas tarde la revuelta i el caos."—Las primeras fuerzas enviadas a Tarapacá i Antofagasta probaron que


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no discurríamos fuera de la verdad i debieron confundir a los que, dándose por buenos amigos, no conocían el valor de la verdad i atacaban a quien la proclamaba en bien de todos. Tarapacá, el oro i la corrupción realizaron la revolución, i el Perú quedó vengado, inoculando en nosotros la savia que por tantos años habia hecho su desgracia. La revolución, una vez hecha, tuvo impulso poderoso en el clero, en los colejios dirijidos por él, donde se fomenta un espíritu aristocrático contrario al interés de la república i de la democracia, pero que halaga la vanidad de las familias de la capital. Tendencia contraria a la relijíon de Cristo, que pretenden enseñar, que no llama en torno suyo al desheredado de la fortuna, sino que adula i estimula los sentimientos de vanidad i de orgullo de los ricos. Continuado este método con perseverancia inalterable, va formando en la sociedad división marcada de castas i perpetúa el señorío de los unos, basado sobre la abyección i el menosprecio de los otros. La propaganda de los colejios sostenidos por jesuítas, daña hondamente los intereses sociales, porque siendo en sus doctrinas naturalmente intransijentes i esclusivistas, producen, como ya lo hemos visto en los saqueos de Santiago e incendios de Valparaíso, aberraciones solo concebibles en los que no reconocen por patria el suelo en que viven. He ahí quienes hicieron i podian hacer la revolución i he ahí también porqué la hicieron. No busquemos la razón de los acontecimientos en pueriles motivos de carácter del presidente Balmaceda. No, porque el señor Balmaceda tuvo también culpa para que ella se produjese, por su exajerado espíritu de conciliación, su estremado apego a las formas cultas i a las prácticas legales i el conoci-


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miento que los revolucionarios tenían de que jamas procedería en contra de ellos, como no procedió, con la enerjia persistente de un carácter resuelto. Fué enérjico por ráfagas, pero pronto decaía i por eso notábase el contraste con algunos de sus representantes en las provincias, quienes, sin ser bárbaros, tiranos i malvados, como se les pinta, cumplieron con su deber de autoridades en época revolucionaria. Vendrán otros escritores, quienes con mas conocimiento de los hechos i mayores datos que nosotros, presenten todas las especulaciones a que durante largos años, i particularmente en los últimos tiempos, se han prestado las diputaciones, senaturías i otros cargos públicos análogos. Pero el pais no desconoce gran número de insidencias i especulaciones, que son la herencia maldita que nos legara el Perú con el dominio de Terapacá, oríjen inmediato i eficiente de la desmoralización de las clases políticas dirijentes. Allí ha habido un venero de fortuna fácil i de especulaciones a la gruesa ventura, que el presidente Balmaceda cortó en mas de una ocasión, con la enerjia de la mas alta i patriótica firmeza. ¡Cómo no odiarlo, entonces!


XIII

C A U S A S DE L A REVOLUCIÓN No es el acaso leí de los acontecimientos humanos, ni en el orden social, ni en el político. Siempre hai una causa pretérita o presunción de futuras emergencias que los preparan i desarrollan. Investigar, para conocer el factor o factores que agitan el alma de las sociedades i las dirijen al cumplimiento de sus destinos, es penetrar en la incierta oscuridad del porvenir para iluminarlo con los resplandores de la verdad, i leer en el pasado para adquirir la intuición de lo venidero i poder avanzar en sus sendas, dirijiendo i dominando los acontecimientos. L a última revolución de Chile ha sido un suceso grave e increíble, atendido el carácter nacional i la índole de las instituciones, empapadas en el sentimiento del orden i del profundo respeto a la autoridad, robustecidos por la armónica trabazón de los poderes constitucionales creados por ellas. El trastorno profundo i la caida de un gobierno que durante un tercio de siglo habia dirijido sabiamente los destinos de una nación que creció i fué próspera a su sombra, consagrada al cultivo de las artes i de la paz, es un acontecimiento digno de especial estudio. Hai en él enseñanzas, que son consejo i experiencia. #

* *

Si es cierto que en el movimiento revolucionario debieron influir, i en efecto intervinieron, pequeños


i mezquinos ajentes i bastardos intereses, como ambiciones personales, cohechos, traiciones, rencores, deseos de mando i furores de venganza, no es menos •cierto que son esos los factores obligados de toda revuelta, sus resortes naturales, sus ejecutores, pero no el orijen, ni la causa eficiente de la conmoción. L a bala que hiere i mata no se mueve por impulso propio. Siempre hai una fuerza, un brazo animado por pasión ardiente que da impulso a la inercia material, que arrebata la vida al ser que piensa. Dos ejércitos que se baten en fratricida lucha, no son la revolución, como no lo es tampoco el marino •desleal que traiciona a su jefe i deserta su bandera; ni el soldado traidor que rinde su espada por treinta monedas; ni el sacerdote que abandona el altar para hacer propaganda de discordia i exterminio; ni la mujer infame que, olvidando su sexo, derrama llanto, dolor i luto en hogares felices, que torna en mansión de amargura i desolación. La revolución es la causa o las causas mas o menos complejas que necesitan de todos aquellos ajentes, que esplota en su provecho. L a revolución es la idea u orden de ideas que impulsan- a los hombres, que mueven los malos instintos, que aglomeran el combustible que debe producir la conflagración. La revolución es también la fuerza de resistencia que otro orden de ideas i aspiraciones sociales, con justos i lejítimos derechos, oponen a los que buscan su predominio en el trastorno del orden social existente i en la destrucción de las garantías que crean la ley i el derecho, para someterlas al violento capricho de la fuerza. L a revolución es, por tanto, el choque de ideas, de principios, de aspiraciones sociales, políticas o mercantiles, como la tormenta que se desata en el firmamento y desgarra densos i oscuros nubarrones es la lucha de opuestos eléctricos fluidos. 14


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Juzgada la revolución chilena i estudiada en este vasto i noble escenario de los principios, sin dar intervención a las pequeneces i miserias de los actores i ejecutores de los hechos ¡cuánto mas digna i grande no aparecerá la causa de la justicia, donde quiera que resplandezca; cuánto mas deleznable no será el pedestal sobre que se base la triste gloria de quien defendiera la iniquidad o el error, i produjera el descrédito i la ruina de la patria. L a investigación de aquellas causas hace surgir una interrogación lógica, natural, precisa. (La revolución chilena de 1 8 9 1 , fué una revolución social o solo el fruto de momentáneas i pasajeras circunstancias, de pasiones e intereses del momento? Si hubo en juego, como era inevitable sucediera, intereses i pasiones accidentales, no podrá desconocerse que fué una verdadera revolución social; la eterna lucha entre los intereses i estagnaciones del pasado i las esperanzas i resplandores del porvenir, conducidos por el genio del progreso moderno, de la democracia i de la libertad. * * #

Los revolucionarios mismos lo han dicho: ¡la revo-

lución de i8gi

fué la segunda guerra

de nuestra in-

dependencia! Y nosotros reivindicamos para Balmaceda i los suyos el derecho lejítimo de ser los nobles continuadores de las tradiciones de libertad e independencia que sostuvieron Camilo Enriquez, el mártir Manuel Rodríguez, los Carreras i tantos otros que lucharon i rindieron la vida por desasir a Chile de la dominación de los opresores de la conciencia social i política de sus hijos. Balmaceda i los suyos son los continuadores de la obra colosal de San Martín, quien trasmontó los


Andes para ayudarnos a recuperar la libertad material que habíamos perdido i ponernos en aptitud de conquistar la independencia moral, rompiendo las cadenas de toda opresión. Balmaceda representa al pueblo oprimido, que desata las ligaduras del yugo tiránico de los San Bruno i Torquemada. Es el espíritu de Bilbao, condenado en la plaza pública de Santiago i expulsado de Chile para que fuera a morir en tierra extranjera; i expulsado precisamente por los mismos que acaban de sacrificar a un genio e inmolar a un partido entero, que es las tres cuartas partes de todo Chile. * •*

El estudio de los elementos constitutivos de los bandos contendores nos permitirá apreciar estas verdades. ¿Quiénes formaban la falanje revolucionaria? Las clases menos numerosas de la sociedad, las que no producen i viven i usufructúan del trabajo de los demás, como el banquero, rey de la usura, que reúne en sus arcas las amarguras i sacrificios de todos los que viven del esfuerzo propio; el clero-político, clase privilegiada que habita en la tierra, acumula fortuna, ejerce predominio en la familia, la dirije por medio de esposos espirituales, atiza odios por la prensa i otros órganos, prepara el saqueo i esterminio de hogares tranquilos i virtuosos, i habla del cielo solo para invocarlo como talismán que ampare sus estravios; unos cuantos que se dicen aristocracia porque son dueños de tierras heredadas o mal habidas i de grandes casas; i no pocos que surjiendo de las filas del pueblo i mediante complacencias humillantes, quieren parodiar la aristocracia i gozar de sus sonri-


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sas i favores, porque carecen de carácter i de valor para lanzarse al combate de la vida con alma levantada e independiente, sin jenuflexiones ni humillaciones. Entre estos últimos no pocos figuran a título de liberales, que merodearon siempre en todos los partidos i pactaron con todas las ideas i todos los despotismos. También temaron parte en la revolución los ingleses salitreros de Valparaiso e Iquíque i sus abogados, diputados, estipendiados con sueldos exorbitantes. I por último, el conjunto de individuos que formaron el ejército revolucionario, de cerca de diez mil hombres. En el bando que sostenía al gobierno constitucional de Balmaceda, figuraba, puede decirse, la república entera: el industrial, el comerciante, las clases mas numerosas i productoras que constituyen la colmena de Chile; el artesano, el obrero, sin que faltaran hábiles jurisconsultos, publicistas notables de fama reconocida, luchadores i adalides esforzados en las campañas de la idea, majistrados encanecidos en el servicio de la patria, distinguidos literatos e historiadores, militares i marinos ilustres, el pueblo en masa que ofreció su sangre para formar un ejército de 4 0 , 0 0 0 hombres i la inmensa mayoría i casi totalidad del territorio, sus ciudades populosas i las pequeñas aldeas, que obedecían sin protesta i satisfechas al gobierno legalmente constituido. Hé ahí los adalides que formaron en opuestas filas; unos pasiva i otros activamente, en la revolución de 1 8 9 1 . Pero tales adalides son los mismos que lidiaron en la guerra de la independencia i que, desde ella hasta nuestros dias han venido sosteniendo lucha tenaz i persistente de predominio. Tales factores no se forman i surjen en un día; no son hongos sociales o políticos que se desarrollan


ampulosamente en un momento dado para envolver i sofocar el movimiento de un Estado en todas las esferas de la vitalidad nacional. # *

Abramos la historia. Ella nos señalará los puestos i la influencia que en la vida social, política y económica de Chile, han ejercido todos i cada uno de aquellos ajenies. Herencia de la conquista española fué para todos los países sud-americanos la fundación de un gobierno semi-teocrático, en el que el sacerdote i el poder religioso ejercían poderosa i decisiva influencia en el gobierno de los Estados. La España nos daba lo que ella misma tenia. En ninguno de los países sud-americanos de origen español tuvieron el clero i el sacerdote político mayor prepotencia que en Chile. Se concentraba esta influencia particularmente en su capital, cuya vida se movia casi exclusivamente a impulsos de las agitaciones i reyertas de los conventos, durante la era colonial i también en la era republicana, bajo diversa faz, mas vasta i perniciosa. Años de absoluto dominio i poderío al lado de los gobiernos, con los partidos laicos conservadores, los hacian representantes i continuadores de las tradiciones coloniales. Recien en el año 1 8 5 2 , después de haberse apoderado déla dirección de la enseñanza en el Instituto Nacional i cuando parecía que bajo el gobierno de don Manuel Montt, habían clavado la rueda de la fortuna, sufrió eclipse el predominio político-clerical i desaparecieron del cielo terrenal después de una ruidosa cuestión que ajitó profundamente la sociedad santiaguina i dio por resultado la resistencia del arzobispo


Valdivieso a salir del pais, lo que, no obstante, efectuó mas tarde en silencio. ¡Era el primero i rudo golpe asestado por el poder civil al prestigio del clero político, el que, ni olvidó, ni perdonó jamás! En esa crisis de profunda agitación de la capital, el partido liberal se puso de parte del Arzopispo i con este motivo, recordamos que un eminente y patriota hombre de estado, que entonces era ministro de Instrucción Pública, don Rafael Sotomayor, nos decia: «Hemos sufrido una decepción; Montt i yo creíamos que la juventud ilustrada de Santiago era liberal i que, por consecuencia a los principios, habría estado con el gobierno.® ¡Error profundo! Doce años permaneció el clero político alejado de las alturas, hasta que, habiendo empeñado todo su valimiento i actividad en la elección de Presidente que dio por resultado la de don Federico Errázuriz, alcanzaron auge é influencia considerables. Fué entonces cuando uno de sus representantes más conspicuos, el hoi obispo de Martirópolis, abogó en el Consejo de la Universidad en contra de la instrucción de las clases obreras, lanzándose también por aquellos dias excomunión contra el diario El Ferro-Carril porque defendia los principios liberales. Mas, el presidente Errázuriz hubo por fin de alejar a sus incómodos aliados, no pudiendo acceder a sus exajeradas pretensiones de predominio político i cediendo al clamor de la opinión, como habia acaecido en tiempo de Montt. En esta lucha con el poder civil dejó el clero-político un nuevo girón de su antigua gloria i supremacía. El Código Penal, aprobado por el Congreso, le quitó su fuero en materia criminal. Así, los semidioses pasaron a ser simples mortales, habitantes de una república, sin el derecho de entablar recur-


sos de fuerza para sustraerse a la acción de sus leyes. El ilustre presidente Pinto les negó absoluta ingerencia en los consejos i dirección de la cosa pública, salvo la que preceptuaba la Constitución. Jamás se le perdonó. A su muerte, acaecida después de haber bajado de la presidencia, no se permitió celebrar sus funerales en la iglesia metropolitana de Santiago, •cuyo culto paga la nación, ni en ninguna otra. El Estado abrió entonces el salon de honor de la Representación Nacional i allí fué el pueblo a tributar honores al ilustre muerto. Era el reto aceptado por el gobierno. Estas manifestaciones de odio en contra de representantes del poder civil, revelaban la intransigencia característica de los jefes del clero político. Anunciaban los primeros síntomas de una lucha implacable i tenaz i revelaban que el elemento religioso estaba alerta, en guardia i preparado para cruzar sus armas con su natural adversario, que venia arrebatándole una en pos de otra las regalias que recibiera del gobierno de la corona i que constituían su inmensa prepotencia. Surjió la administración de Santa-Maria i durante ella, i siendo su ministro de estado el ilustre Balmaceda, el clero político recibió profundas heridas que lo humillaban i pedian revancha. Un representante papal habia sido expulsado del territorio nacional, porque alentaba al clero-político en su lucha contra las leyes i prerrogativas del estado; se habia establecido, por medio de leyes sancionadas por la representación nacional i por iniciativa del presidente SantaMaria, i su ministro Balmaceda, el matrimonio i el rejistro civil, así como también se habian secularizado los cementerios, arrebatándoles amplia esfera de influencia, de prestijio i de lucro, que hasta entonces


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habían usufructuado con derecho de exclusivo mo nopolio. No era ya posible que el clero-político viviera tranquilo i satisfecho. Los gobiernos liberales que se sucedían en el país le quitaban toda esperanza de ver algún dia realizada su soñada ilusión de una restauración de su prestijio e influencia, tal cual era en la época colonial. Desde el momento que fueron sancionadas aquellas leyes, tanto Santa-Maria como Balmaceda fueron envueltos en un mismo odio. Se decretó su ruina i la revolución. El uno descendia del poder maldecido i el otro ascendía la montaña llevando sobre si sentencia de persecución implacable hasta la muerte. Veamos la historia de ayer, que aun está fresca i palpitante en nuestro recuerdo i lo estará en el de los chilenos. El obispo de Martirópolis execró los cementerios i con gran pompa i aparato se dirijió al de Santiago, acompañado de numeroso pueblo de todas condiciones sociales, dando a aquel acto un esplendor i un ruido propios para alarmar las conciencias timoratas i presentar al presidente Santa-Maria i su ministro Balmaceda, como los jefes de un gobierno de herejes i enemigos de la religion católica. No fué esto solo. La revolución se intentó contra Santa-Maria. Cabos i sarjentos del regimiento Buin i . ° de linea habían sido sobornados bajo la oferta de ascensos i remuneración pecuniaria de 200 i 500 pesos, promesas que se cumplirían un mes después que hubiera dejado de existir el tirano i perseguidor de la fé, según las actas i compromisos que habían firmado los cabos i sarjentos. El presidente Santa Maria descubrió el complot infernal que tenia por objetivo su vida. I, aun cuando el comandante de aquel cuerpo quiso aparecer como el debelador del plan de motin,


haciendo firmar a cabos i sarjentos un documento por el que constaba que ellos le habían dado cuenta i descubierto la conspiración, fué lo cierto que su conducta debió inspirar por lo menos dudas, cuando el experto presidente Santa-Maria lo separó del mando del regimiento, llevándolo a su lado en el carácter de edecán, puesto que, por su naturaleza, parecía inofensivo. Pero en él mismo fué donde el aludido coronel debia mas tarde traicionar al jefe i al amigo, vendiendo al presidente Balmaceda, según consta de las listas de infamia i de traición publicadas por el comité revolucionario al dia siguiente de la victoria. Al mismo tiempo, el clero i partido llamado católico fundaban una sociedad que con el título de «Union Católica* i bajo la presidencia del obispo de A'lartirópolis, estaba llamada i constituida para combatir el principio liberal. En sus grandes fiestas anuales, celebradas con pompa deslumbradora i a estilo pagano, presididas por el Prelado i los grandes dignatarios de la iglesia, los oradores laicos exaltaban la fé de los afiliados, enaltecían el principio del sometimiento de la fé i la conciencia política a la fé i a la conciencia religiosa. Combatían a los que opinan que la conciencia política se regla por la libertad i presentaban al liberalismo como orden de principios herético i contrario a la única moral social i política que era la suya. Al mismo tiempo fundaban el Banco de Santiago, del cual no podían ser empleados sino las personas que frecuentaban los Sacramentos de la confesión i comunión i en él se acumularon los capitales de los clericales i conservadores. Fundando el Banco del Pobre reunieron en él las pequeñas economías del trabajador i clase obrera, a causa de cuya exigüedad eran despreciadas por los demás bancos existentes. Así se aprestaban para tener fondos cuantiosos a su

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disposición el dia del conflicto i de la revolución que preparaban. Fundaron la sociedad llamada de San José i otras análogas, en las cuales se reunia a los obreros bajo la presidencia de un sacerdote. Estas sociedades o clubs político-religiosos que se establecieron hasta en los mas apartados villorios de Chile, tenían por objeto robustecer la fé católica de los afiliados, azuzarlos en contra de las herejías i persecución del tirano de la Moneda contra la religión i tener, como en efecto tuvieron el 29 de agosto de 1 8 9 1 , una falanje fanatizada para lanzarla en eontra de las propiedades de los liberales de gobierno, en nombre del cielo i sus venganzas inconcebibles. Estaban apercibidos para la pelea i jamás dejaron de luchar. Fueron gradualmente conquistando posiciones, desde las cuales hacian fuego contra los partidos liberales, no siempre unidos i acordes en el propósito de combatir i destruir el predominio de los conservadores laicos, unidos a los clericales. Arrojado el clero del Instituto Nacional, fundó colegios en la capital. El jesuíta estranjero, su aliado i cooperador, fundólos también i a ellos llevó, no al pueblo desvalido, sino a los hijos de padres pudientes a quienes, para tenerlos gratos se halagaba en sus vanidades i ¡quién sabe si hasta en sus caprichos i en sus deslices! Otro trabajo astuto i hábilmente preparado por el clero-político fué el de dividir al partido liberal. Se atrajo una parte i la hizo servir a sus planes. De esa manera infligía doble humillación a su tradicional enemigo el liberalismo: arrojaba de la Moneda a su fracción mas poderosa i ligaba a su causa a otra fracción que plegaba su bandera para acordar al cleropolítico una importancia oficial de que hacia mas de treinta años carecía.


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He ahí los motivos porque el clero entró a la lucha i la fomentó, llamando también en su auxilio a la mujer para que dominase la conciencia política del esposo i de los hijos, poniéndola en pugna ó de acuerdo con la conciencia religiosa, según los casos. No se combatía, pues, a Balmaceda, sino al presidente liberal, que mantenia todas las reformas hechas en las leyes políticas, para ponerlas en harmonia con los progresos de la ciencia social moderna. Cualquier otro presidente habría sido combatido por el clero, en habiendo encontrado la oportunidad de hacer predominar la idea político-relijiosa sobre el principio liberal i el poder civil que lo aceptaba como su oriflama. Pero a Balmaceda se le combatía con mayor odio i encarnizamiento que a ningún otro, porque él había sido el mas esforzado adalid en favor de la reforma civil. Esa reforma estaba encarnada en él: hé ahí la verdad. Aquello de tirano i dictador no pasa de pueril patraña, arma de combate que se ha disipado en la conciencia universal, tan pronto como los primeros rayos de verdad luminosa han clareado el escenario de aquella pelea en que se debatian dos grandes colosos: el poder civil i el predominio de la potestad religiosa sobre la conciencia política. Balmaceda era el espíritu nuevo, era la democracia de mañana triunfante de su adversario, no aniquilado ni destruido, sino reducido a los justos i necesarios límites para que no trabe la marcha social, quedándose Dios con lo que es de Dios i César con lo que es de César. Tenemos fe profunda en este resultado; porque un partido como el clerical conservador que abandona el campo glorioso donde se debaten i analizan las ideas, para lanzarse en el terreno ardiente de la guerra de esterminío i en la revolución, es un par-


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tido que no tiene fe ni confianza en sus armas; es un partido que se pierde ante la conciencia pública. Las ideas no mueren i desaparecen porque se mate a quienes las sustentan. No, porque la sangre de esos héroes del propio convencimiento cae sobre la tierra como rocío fertilizante, que multiplica la buena semilla. * * *

L a revolución ha pasado; pero la revolución no ha terminado. Balmaceda solo vive en el amor de sus adeptos i en la esperanza de su inmortalidad. ¡Y no obstante, la lucha entre los dos principios en pugna muestra ya síntomas inequívocos de nueva aparición! Están en el poder, dueños absolutos de la situación, i sin embargo, el conservantismo clerical no está satisfecho de sus amigos liberales de ayer, porque no encuentra en ellos la suficiente docilidad para acceder á todas sus exijencias, no obstante que ya han cerrado numerosas escuelas públicas i de enseñanza técnica, en las que el pueblo recibía útil aprendizaje, propio a sacarlo de su atraso. Pronto pedirán que las escuelas normales de mujeres vuelvan a ser regentadas por monjas, para hacer desaparecer el sistema liberal de enseñanza implantado por Balmaceda por medio de profesores europeos. Las exijencias crecerán. Porque las luchas de principios i de sistemas opuestos no mueren, como mueren i pasan los hombres que las sustentan. Ya la cátedra sagrada, que un dia-fulminó el esterminío i degollación, principia a llorar sus desgracias i proclama que la religión no ha sacado del gran cataclismo todo el fruto que de él se esperaba i que tanta sangre ha costado a Chile. Así lo dicen i predican en el santuario. Vendrá una nueva ruptura o el sometimiento mas


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o menos ostensible del principio de libertad. Porque la idea político-religiosa no se somete jamas: tiene vida eterna que dice recibir del cielo, sustentada por raza inconmovible desde Roma. #

* *

Otro elemento social que formó parte de la falanje revolucionaria fué una fracción de los poseedores de tierras heredadas i que veia en las reformas jenerales iniciadas por el gobierno liberal de Balmaceda, la emancipación del inquilinaje o esclavitud del labriego por medio de la instrucción teórica i práctica, profusamente difundida. Tal inquilinaje no es otra cosa que los pecheros i encomiendas de la época colonial, que hasta hoi doblan la rodilla ante el amo para desasirle la espuela. Estos amos altaneros, despóticos con sus inquilinos, a quienes esplotan i niegan todo derecho, hasta el de propiedad i de libre conciencia, porque envían por manadas, cual siervos, a las urnas electorales, serán siempre los sostenedores de toda tiranía i de todo despotismo, como lo fueron bajo la dominación española, cuya faz querrían acariciar bajo la república. Son los aliados naturales del clero político, plaga funesta que aun ha de traer a nuestra patria muchos dias de consternación, de vergüenza i de dolor, cuando se renueve la lucha en forma sangrienta contra los que, siendo representantes de un Dios de paz, arman, no obstante, ejércitos de hermanos contra hermanos, olvidando que el maestro anunció que su reino no era de este mundo i colocó la oreja en su lugar al centurión, para que se supiese que por su causa i por sus discípulos no debia derramarse sangre. Ya, desde aquellos tiempos i cuando el maestro no habia volado al cielo, habia amigos celosos que


maleaban la doctrina más santa, más justa i humanitaria. ¿Qué estraño que suceda después de diez i nueve siglos, durante los cuales aquellas enseñanzas han ido ganando todos los corazones, todas las intelijencias, a medida que los encargados de predicarlas parecen empeñados en su desprestigio? *

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La usura se ejerció desde el principio en Chile, particularmente en su capital, bajo un carácter vergonzante i oculto ¡tan excesivos eran i tan crueles los réditos que cobraba! Los usureros eran conocidos i despreciados los avaros sin alma i sin conciencia que, ocultos i furtivamente especulaban con las lágrimas i miserias de la viuda, con los vicios i desvarios del hijo de familia i con la locura de los ancianos, ya que no era posible que la industria pudiera vivir ni buscar aliento i prosperidad con capitales prestados a interés desmedidamente fabuloso. Mas, hacia el año 1 8 5 0 a 5 2 , los usureros, que ejercian su oficio furtivamente i como ocultándose de las miradas de la sociedad, aparecieron en público i se fundó un primer Banco, amparado por la ley. Fueron tan pingües sus utilidades, que pronto surjieron otros establecimientos análogos, bajo diversas formas i denominaciones. Muchos, lejos de ser el porvenir de las familias, fueron su ruina i desolación, pero en cambio hicieron la fabulosa fortuna de sus fundadores i administradores. L a casta despreciable de los usureros pasó asi a ser aristocracia del dinero i a tener asiento, como jamas lo habia tenido antes, en el Congreso, Consejo de Estado i otras corporaciones constitucionales. Su influencia fué poderosa, se dilató por todo el país, llegando a dictarse leyes protectoras de las so-


cicdades bancarias, las que arrebatando a la Nación la regalía de emisión de moneda de curso legal, la entregaban a los Bancos. Mas tarde, por medio de sus agentes en el Congreso, diputados i senadores en su casi totalidad accionistas de los Bancos, obtenían por asalto nocturno la leí que les permitía pagar en tiras de papel inconvertible i depreciado, lo que el pueblo depositante les habia entregado en oro. Se salvaron los senadores i diputados banqueros, amagados por una bancarrota, pero treinta millones de pesos que el comerciante, el agricultor, el industrial, el obrero i la viuda les habían entregado en oro, desaparecieron para enriquecer a los banqueros, quienes desde entonces han podido jugar a su capricho al alza i baja del cambio. El país ha llegado ya a una deplorable situación. L a fortuna particular está toda en poder del banquero, ya por hipotecas o cualquier otro orden de compromisos. Los consumos han encarecido exorbitantemente i el pobre pueblo consumidor paga con ímprobo trabajo, el lujo i las concupiscencias de la clase que se da el titulo de rejeneradora i la única noble i digna de ser chilena. En estas condiciones, los Bancos, sean pertenecientes a una sola familia, lo que es peor, sean constituidos por acciones que suscribe el pueblo i pronto pasan a poder de la aristocracia del dinero, han llegado a ser en Chile un peligro i una amenaza constantes. Peligro i amenaza, porque en un pais pobre, de estrechos horizontes comerciales, de industria naciente i casi nula, la acumulación de inmensas fortunas en pocas i privilejiadas manos, amaga la independencia del estado civil; mata los elevados alientos de las resoluciones inspiradas por el bien de la patria; establece como único móvil de las resoluciones del estadista el sórdido interés i la convenien-


cía privada, i derrama por toda la sociedad los jérmenes de una desmoralización i disolución que son las precursoras de los grandes cataclismos i de la decadencia de los estados mejor constituidos. El ilustre presidente Balmaceda veia estos males i junto con deplorarlos buscaba los medios de hacerlos desaparecer. Un Banco de la Nación era la medida salvadora que habia consignado en un proyecto de lei que presentó al Congreso Constituyente. Ese proyecto devolvía al Estado las prerrogativas que gradualmente se le habían arrebatado para entregarlas a los banqueros, constituyéndolos en peligro social i político. He ahí porqué el gremio de banqueros, representado particularmente por dos acaudaladas familias, .hizo suya la revolución i la amparó i fomentó con todo el poder de sus millones. Esa fué una de las causas mas poderosas de la revolución, después de la inmistion del clero-político. Movimiento de banqueros, hecho para amparar sus intereses; sostenido por un Congreso en cuyo seno habia muchos de los llamados representantes del pueblo, que estaban a sueldo, recibian propinas considerables, perdón de sus deudas, cuentas corrientes« en descubierto ú otros cuantiosos favores de manos de los jefes de los Bancos privilejiados. No pocos congresales eran accionistas de estos Bancos. Apenas triunfante la revolución, un nuevo Congreso elejidó bajo la presión de las bayonetas i habiendo mas de diez mil ciudadanos perseguidos, desterrados o encarcelados, se apresuró a dictar diversas leyes que son otros tantos privilejios, onerosos para el pueblo i clases trabajadoras, ya que aseguran pingües ganancias a los Bancos, durante muchos años, si antes no se pone término al sistema rejenerador.


El Estado queda, pues, sometido de nuevo al tutelaje bancario i la raza 'judia dominará por largos años mas en Chile, habiendo para lograrlo, envilecido a la representación nacional i dominado al gobierno mismo, por medio de ministros de Estado que son sus ajentes ó los dueños mismos de los Bancos. Casi todos los frutos de la revolución redundan en beneficio del banquero i dañan la industria i el trabajo. Véase si no era justa i rejeneradora la causa sustentada por Balmaceda i sus amigos, quienes a toda costa trataban de dar aliento i vida fácil a las fuerzas productoras del país, libertándolas del yugo de antiguos i exijentes dominadores que las esquilman i empobrecen: el banquero exijente amparado por la lei, reemplazando al antiguo despreciable usurero. Balmaceda i los suyos eran, pues, los insurjentes de la colonia. Eran el espíritu nuevo que se ajita i reacciona para encerrar en justos límites a quienes pretenden constituir un estado dentro de otro estado. Sin contacto i acaso sin intereses comunes con el clero-político, se encontraron en la misma senda, persiguiendo el fin de aniquilar a un adversario común, i avanzaron sin trepidar, los unos en busca de revancha i reacción, los otros en pos del vellocino de oro, ídolo oculto de los primeros. Era aquella una revolución social, la revolución de la independencia no consumada en Chile en todo su vasto alcance i que hoi volvía a renovarse, no para destruir un poder tiránico i opresor, que no lo habia, slnó para hacer predominar sobre los intereses eternos de la democracia i de la libertad, las conveniencias de círculos reaccionarios mas o menos numerosos é influyentes de la sociedad, los mismos que en la era colonial estuvieron del lado del rei i la dominación española. 15


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¡Santa i justa causa la del egrejio repúblico que consagró toda su vida al servicio intelijente de la patria i que a ella i a sus amigos les sacrificó la mas preciosa de las existencias! Sacrificado por la democracia, es el apóstol de una idea que jamás morirá porque es emanación del cielo i porque el sacrificio es símbolo de redención. * *

Otro elemento intervino también como factor en la contienda civil chilena. Elemento espúreo, venal é interesado, cuya injerencia jamás será bastante enérjicamente condenada i reprobada. Nos referimos a los ingleses de Valparaíso i Tarapacá, quienes por primera vez dieron en tierra chilena el pernicioso ejemplo de hacerse partes en nuestras luchas civiles, poniéndose al lado de los revolucionarios. Ua inglés que ha llegado a ser millonario, especulando en sociedades salitreras en Tarapacá, pretendió ser el arbitro de la producción del salitre, The king of nilrate, de la vida industrial de las rejiones salitrales, i de Iquique mismo, que es su capital. A su lado formó toda la colonia inglesa de aquellos lugares, ligada íntimamente con la de Valparaíso por relaciones fáciles de explicarse. Se trataba nada menos que de formar allí una verdadera factoría inglesa, una dominación estranjera mercantil, una especie de India Sud América que mas tarde ¿quién sabe cuántas complicaciones había de traernos? Vasta iba siendo ya la falanje de los confabulados, con ramificaciones en la capital de Chile. Habia allí abogados que recibian sueldos de treinta mil pesos anuales, amen de muchas otras cuantiosas dádivas suplementarias. 1


Los balances publicados de la sociedad de North consignan ese sueldo a favor del abogado que indican, con mas, trescientos mil pesos para gastos secretos. Estos abogados penetraban al Consejo de Estado, tenian asiento en el Congreso, que hoy preside alguno de ellos, i eran los defensores de los intereses de North en todas las ramas del poder público. Llegóse hasta pretender violentar o preparar para una violencia, la conciencia noblemente honrada del eminente Balmaceda, halagándolo con presentes que él supo desdeñar con digna caballerosidad, no aceptándolos para sí, sino para la nación, a cuyas oficinas i establecimientos públicos los envió. Lo cierto era que los salitreros no ocultaban sus aspiraciones a conocer las opiniones del presidente Balmaceda en orden a los monopolios i privilejios que anhelaban para hacer negocios pingües durante largos años. Pronto se les presentó la ocasión. Hacia el año de 1 8 8 8 , el jefe de la nación hizo una visita a los territorios salitrales de Iquique i allí esplanó en un brindis sus ideas i su pian en orden a la producción del salitre. No agradaron a las conveniencias inglesas, porque contrariaban sus planes, favoreciendo el interés nacional. Ese discurso se envió a Londres por el cable, incontinenti, i así se declaró la hostilidad inglesa contra el presidente Balmaceda, hostilidad que mas tarde tornó en simpatía i protección a los revolucionarios. Otro funesto error i delito de lesa patria de los revolucionarios, de hacer servir el elemento extranjero, interesado i meramente mercantil, contraponiéndolo a Tos permanentes i vitales intereses del pais. El resultado es que, después del triunfo de la re-


vuelta, las propiedades salitreras pertenecientes al Estado, están siendo esplotadas por particulares habiéndose hecho desaparecer sus linderos i destruídose los planos, demarcaciones i títulos que los gobiernos de Santa-Maria i Balmaceda habian hecho acumular con inmenso i prolijo trabajo. ¡Ocultemos con velo denso tanta miseria i tanto cúmulo de mezquinos intereses puestos en juego para dañar la prosperidad creciente de nuestra patria! Pero regocijémonos porque llega el día en que la luz principia a precipitarse a raudales sobre los actos administrativos i la conducta siempre noble, patriótica i desinteresada del mas grande de los presidentes de Chile. El defendió los intereses mas vitales de su pais; veló incesantemente por la honra nacional; fué equitativo i justo i la magnanimidad presidió sus actos de mandatario. L a historia, la justicia i su patria agradecida acordarán un dia las recompensas públicas a que le hacen acreedor sus merecimientos. *

* *

Por último, aquel mismo territorio de Tarapacá, aislado del resto de la república i sin poder recibir oportunos auxilios del gobierno constitucional de Balmaceda, cayó en poder de los revolucionarios, que lo apetecían desde tiempo atrás. Paralizados los trabajos de sus minas i salitreras, los obreros debieron enrolarse como soldados en el ejército de la revolución. La población obrera de esas regiones es advenediza i formada por los individuos que en el centro de la república no pueden vivir por sus hábitos desordenados. Casi no son ni ciudadanos activos; muchos han escapado de las cárceles o de las persecuciones de la justicia.


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Cohibidos por la necesidad i falta de trabajo, luciéronse soldados i pelearon. Pero no tenian idea política, lo que se comprueba recordando que esos mismos soldados se sublevaban en Santiago, un mes después de haber entrado, al grito de: ¡Abajo la junta de gobierno! ¡Viva Balmaceda! Esos batallones fueron disueltos i enviados al Norte sin armas. ¡Con verdad puede decirse que la revolución no tenia pueblo! Era, como éste decia en su jenial espipiritualidad, la revolución de los futres.

Fué una confabulación del despecho; de rencores i deseos de revancha largos años preparados i reprimidos; de mercaderes i usureros que manchaban con su presencia los nobles alientos del pais. Todas las escorias de una civilización i estado social ya pasado, que la civilización moderna condena, unidas a las escorias que al presente pretenden alzarse sobre las ruinas del derecho i de la libertad. * *

Dígase ahora si la revolución chilena de 1 8 9 1 , por sus causas i por los ajenies que en ella intervinieron, no fué la continuación de la guerra de la Independencia, cuyo verdadero carácter de revolución social no lo tuvo en 1 8 1 0 . Cuando haya desaparecido toda tirania, todo vasallaje i la igualdad ante la lei deje de ser vana fórmula, entonces el imperio del gobierno del pueblo por sí mismo será una verdad. Tan cierto es que ha sido el pueblo el que ha luchado contra sus antiguos amos i dominadores, que éstos, después de su triunfo, han tratado a los vencidos considerándolos como sus siervos, sin respeto ni consideración, como no se trata a los vencidos de pais estranjero conquistado. Aparte de los saqueos,


que han sido el mas audaz desconocimiento de las leyes de la guerra, de la magnanimidad del triunfador i de la humanidad, se ha arrebatado a las familias de militares su montepío acordado por leyes preexistentes; a los empleados públicos administrativos sin ingerencia en la política, sus empleos conquistados por largos años de importantes servicios; a los inválidos del trabajo sus jubilaciones concedidas por supremas disposiciones anteriores al comienzo i triunfo de la revolución. E-n suma, se ha hecho tabla rasa de todo cuanto pudiera significar consideración, respeto, siquiera lástima, ni aun el mas elemental miramiento por los individuos i el bando político a que pertenecen. Se ha creado una clase de parias e ilotas que, reducidos a la condición de cosa, no los oye la justicia, para ellos no hai leyes protectoras que los amparen en sus derechos i vagan por las ciudades en condición de miserables pordioseros. S i l o s que así han procedido no son los dueños i señores de vidas i haciendas; si no son los señores feudales que recobran sus antiguos dominios i con ellos sus siervos, a quienes tratan como a esclavos, no sabríamos qué otro nombre darles, ni a quiénes pueden recordar en la historia, si no es a los dominadores de las razas indíjenas por medio del látigo i el grillete. Las teorías sociales i políticas que- se han sostenido a raiz del triunfo de la revuelta, como son, la facultad deliberativa reconocida a la fuerza pública, que siempre fué tenida en las naciones cultas como esencialmente obediente, como lo ordena la constitución chilena; las recompensas i recomendaciones especiales acordadas a los traidores que hacían un doble papel i vendian a sus jefes; el desconocimiento de los actos de un gobierno serio, legalmente consti-


tuido i la falta de cumplimiento de actos i contratos celebrados al amparo de leyes preexistentes i bajo la égida protectora de ese mismo gobierno reconocido i en relaciones amistosas con las naciones civilizadas; la disolución de un ejército que dio glorias i fortuna a la nación, i cuya lealtad al gobierno de Balmaceda era la garantía mas sólida de la paz interior, bajo cualquier gobierno; i de la seguridad exterior del pais; la teoría onjinalísima, si no fuese grotesca, de que un gobierno organizado se haga revolución a sí mismo; la inmoralidad de elevar a la presidencia de la República al jefe victorioso de la revolución, ayer oscuro capitán de nave de guerra que se alza contra su jefe constitucional: todo, todo está evidenciando que, si no hai en Chile, pais que fué siempre sesudo i cuerdo, una profunda desmoralización social, hai por lo menos una perversión de criterio, que sin duda ha sido una de las causas mas poderosas i activas de una revolución que hace retroceder al pais muchos años en la senda del progreso i de liberalismo que con tanta seguridad recorría. La causa de la democracia ha sido, pues, vencida. ¿No estaba Chile preparado para hacerla triunfar? Por hoi dominan todos los elementos sociales que son opresión i no redención. Vasallaje de la conciencia política a la fé religiosa, que es muerte ele toda iniciativa intelectual; vasallaje del inquilino al amo, que es servilismo i esclavitud por la miseria; vasallaje de la industria i de la agricultura al banquero, señor de tierras cuya renta recibe sin trabajar; vasallaje de todo el pais al banquero, que juega al cambio i empobrece la nación, encareciendo los consumos. ¡Balmaceda fué vencido; la causa del pueblo cayó con él! ¿Cuántos años mas dominarán los nuevos amos? ¿Durante cuánto tiempo la democracia yacerá


aniquilada? ¿Podrá reabilitarse por sí misma o necesitará del esfuerzo i cooperación de otra poderosa democracia que la auxilie para desasirse de las ligaduras con que se la ata al poste de la dominación de sus amos de ayer i de sus opresores de hoi, como un dia necesitó valeroso, estraño esfuerzo material para recuperar la independencia perdida? ¿O por ventura hoi-, después de tres cuartos de siglo de vida independiente, la condición moral i social del pueblo chileno, sus preocupaciones, sus hábitos de pasiva obediencia al patrón, al amo, han sufrido mui poca modificación? ¡Problema considerable! Si así fuera, Balmaceda se habría anticipado a su época i su figura se agigantará mas en el porvenir. Con razón anhelaba él tanto ilustrar al pueblo i hacerlo apto para cumplir sus deberes cívicos i sociables. Su ardiente aspiración fué tronchada. Malos liberales lo abandonaron i hoi esponen al pais a caer bajo la dominación esclusiva de elementos de poder que reaccionarán contra las conquistas liberales. Los errores políticos no los pagan solo quienes incurren en ellos. Gravitan mas vigorosamente sobre la nación, que jamas muere i no sobre los hombres que pasan i desaparecen. En esa dilatada vida nacional, pueden la democracia i la libertad caer abatidas pero no vencidas. Mas, al fin, brillarán con luz propia. El espíritu de Balmaceda flotará en su programa de ideas i aspiraciones. Habrá un dia en que el pueblo entero lo hará suyo para entrar en posesión de todos sus derechos. La revolución de la independencia quedará entonces consumada en sus efectos sociales. El mundo civilizado ha hecho ya oir su voz. Su


veredicto enaltece i glorifica al noble magistrado que se llamó José Manuel Balmaceda. L a voz de Chile serále también favorable i lo aplaudirá unánime en dia aun oculto entre los pliegues de velado porvenir. Tengamos fé. L a justicia al fin resplandece í triunfa.


XIV

LA CUESTIÓN PERSONAL Ya dijimos que tomaríamos en cuenta los cargos dirijidos a la administración Balmaceda, alegando que sus adeptos no eran príncipes de la sangre, si es lícito espresarse así, en una república americana donde se blasona de liberalismo, donde la lei no reconoce clases privilejiadas, ni títulos honoríficos, ni heráldica, ni blasones; pero, donde no hai hijo de vecino, por mas liberal o harapiento que sea, que no se pretenda emparentado con el gallo de la pasión i descendiente de los mas nobles caballeros de la caballería andante. Don Quijote tiene algunas de sus costillas depositadas en muchas ciudades de Chile, pero donde está el grueso de su esqueleto u osamenta es en Santiago. Necesitamos también tomar en consideración el cargo de logreros i especuladores atribuido a toda la falanje de hombres honrados que acompañaron al presidente Balmaceda hasta el último instante de su patriótica administración. Ardua i peligrosa discusión es la que debe tomar por base a las personas para aquilatar sus méritos i deméritos; pero, al ser llevados a este terreno, olvídese el temor de que pudiéramos ser intemperantes i agresivos i que por un momento desconozcamos los respetos que se deben a los hombres i a los lectores imparciales, para quienes escribimos i cuya opinión consultamos i acataremos. Suponemos, i esa es la verdad, que los partidos


de oposición, mas tarde revolucionarios, no atacan de logreros i advenedizos a los hombres que hasta i 8 g o acompañaron al presidente Balmaceda en su laboriosa administración i que este cargo solo se dirije a todos los que leales a la bandera liberal, continuaron enarbolándola en las horas de prueba i de peligro, i probando una consecuencia tanto mas sincera i digna de respeto, cuanto que afrontaba peligros i sinsabores sin cuento, sin mas espectativa que la de la ingratitud, las cárceles, también el patíbulo i la muerte cruel en celada ignominiosa i traidora. Hasta principios de 1 8 9 0 , todos los liberales habían permanecido mas o menos agrupados en torno del gobierno, buscando los unos el predominio de sus influencias personales, marcando los otros el paso i aguardando que llegara para ellos la hora del sacrificio i de la patriótica labor. Si estos últimos eran turba famélica, logreros, especuladores de baja lei i desconocidos, cuya sangre no corría azul i aristocrática por sus venas ¿cómo es que los últimos marcharon unidos con ellos, durante cuatro años; cómo organizaron a su lado ministerios i los consideraron falanje digna de codearse con ellos, quienes a sí mismos se discernían el título de nobles e hidalgos? ¿Por qué estraordinario fenómeno solo a última hora vinieron hombres tan perspicaces i atinados a comprender que iban en mala compañía i que, aquellos amigos leales del presidente Balmaceda i de la idea liberal democrática eran un ato de imbéciles? ¿Por qué no lo denunciaron antes al pais i aguardaron la hora undécima, cuando ya habían perdido toda esperanza de que las influencias oficiales se pusieran al servicio de ninguno de los bandos contendientes? ¡Ah! Fuerza será confesar que, o todos eran iguales en sus procederes, en su sangre i en sus antecedentes sociales i de intelijencia i honradez, i, por consi-


guíente probos i honrados, o que todos eran turba de especuladores, de aspirantes, sin títulos í antecedentes para buscar el apoyo i consideración de sus conciudadanos. Imposible seria aceptar esta última hipótesis, que daria triste i deplorable idea de nuestro pais i de sus hombres públicos i llevaría a todas partes desventajosa idea de lo que somos. L a s exajeraciones de partido, olvidar suelen hasta el respeto i veneración debidos al nombre inmaculado de la patria, que no temen arrastrarlo por el lodo, perpetuarlo odioso i menospreciado en el esterior, a trueque de conquistar efímeros i pasajeros triunfos, victorias de vanidad i venganzas de ocasión. Lo cierto es que, no solo durante la administración Balmaceda, sino en las anteriores, todos habian marchado en fraternal consorcio, en cuanto era posible de círculos que olvidan las ideas para combatir en pro o en contra de las personas i que, si al advenimiento del año 1 8 9 1 , hubo muchos que se separaron del Sr. Balmaceda, no fueron pocos los hombres importantes por su saber, por su honradez i por su fortuna, que continuaron prestándole su valioso continjente de prestijiosa cooperación, como la habian prestado a las administraciones anteriores, en unión de los disidentes de la última hora. No habia desdeñado el Sr. Balmaceda, i hartas pruebas dio en los numerosos ministerios que organizó durante su gobierno, el concurso de los hombres notables por su ciencia i por sus antecedentes políticos i sociales i aun la de muchos que pretendían serlo, en lo que se hizo un verdadero mal. Es pernicioso alzar a quien no tiene títulos para vivir en la altura i no respira bien el aire lijero de la montaña. Culpa no fué del Presidente, si al llegar a los ministerios no lograron entenderse i se dispersaban, porque acaso no les guiaba un interés común jeneral,


sino el predominio de intereses particulares. Jamas podrá imputarse con justicia i con verdad al Sr. Balmaceda la idea esclusivista de gobernar con un determinado círculo de personas, ni mucho menos la de escojer, inservibles e inescrupulosos. Si así fuera, el argumento haría fuego contra los mismos que esgrimen esa arma, porque ¿cuál de ellos no fué ministro, consejero de estado, amigo i confidente del presidente Balmaceda; cuál de ellos no conoció su pensamiento íntimo i cuál no vio cuánto sacrificio i cuánto gasto de abnegación i fuerza de voluntad no hiciera para gobernar con todo el partido liberal unidor Pero, llegó el año TSCJI, i los políticos dividiéronse en hombres de revolución i anarquía i en hombres de deber, de sacrificio i de orden. Los primeros se decretaron, como ya lo venían haciendo desde antes, el honroso dictado de aristócratas, honrados, lumbreras intelectuales, flor i nata de la cultura chilena, emblema de la virtud sin mancha i de la grandeza sin mancilla, cubierta con ropaje de blanco armiño i de majestuosa púrpura, símbolo de esplendor. A los otros se les dejó el degradante papel de esbirros, corchetes asalariados, verdugos, ignorantes, venales i descreidos, turba multa de famélicos, asesinos, verdugos crueles, con otros epítetos no menos graves i denigrantes. ¡Lástima grande que la víspera hubieran marchado todos unidos i que no se reconocieran! Pero, estudiemos qué había de verdad en todo esto i detengámonos un instante para ver si es posible, lójico i racional establecer una división tan marcada entre los hombres; si hai en Chile una raza especial reproductora que solo produce la virtud, la honradez, el honor i la lealtad i si hai otra falanje que enjendra todo lo contrario; i si en la vida social o política las cosas se organizan de tal manera,, que siempre los 1


unos van hacia un lado del horizonte i los otros se agrupan naturalmente en el opuesto. L a verdad es que, eliminadas todas las exageraciones, todas las intransigencias, no faltan en todos los partidos, en todas las agrupaciones, hombres de levantadas miras, de propósitos sanos: ni faltan tampoco en ellas malvados i especuladores, que usufructúan en provecho propio de las situaciones aciagas i dolorosas de la patria, como especula el terrible i cruel avaro con el dolor i la miseria para aumentar su fortuna. ¡Lote es ese terrible imputable a toda la humanidad! No necesitamos nosotros señalar aquí dónde están los malvados i los corrompidos especuladores sin lei ni principios que figuraron en uno i otro bando. Parécenos que cada uno de nuestros lectores chilenos están en este momento señalando i pasando en revista los nombres de muchos de los que, de uno i otro lado, fueron siempre tenidos como mercaderes de la política i usufructuarios de las situaciones que ella crea. Esa es lei de h humanidad, es regla inherente a la condición i aspiraciones del hombre. No imputemos a nadie, ni a ningún bando el derecho esclusivo de poseer a los malos i así seremos justos, imparciales i se nos creerá. Mas fácil será nuestra tarea tratando de manifestar dónde estaban i quiénes eran los buenos que desde la hora del peligro i del sacrificio acompañaron hasta el fin al Sr. Balmaceda. Aquí si que no tendremos embarazo para citar nombres propios i hacer algunas comparaciones que restablecerán la verdad, sin herir por eso la susceptibilidad ni el honor de nadie. Empero, para proceder con cierto método i hacer una esposicion mas clara i comprensiva, estudiemos qué es en Chile lo que se llama aristocracia i quiénes la componen, cuál es su orijen, cuáles sus blasones,


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cuál su heráldica i antecedentes. El título de caballería es uno de los mas pregonados en nuestra República, sin duda como un legado de la madre patria; casi no hai partido de oposición que no principie por discernirlo a sus parciales, negándolo a los adversarios, i con esta hábil estratejia esplotan la sencilla inocencia de muchos necios quienes, a cambio de ser o parecer hidalgos, se enrolan entusiastas en las filas de la oposición. Ser caballeros, codearse con caballeros es una aspiración jeneral entre nuestras multitudes i reciben la investidura con tanta facilidad i tan sin gasto de aderezos, ni yelmo de Mambrino que se van presurosos a la deseada cofradia. Pero, repetimos ¿qué es i qué significa esa decantada aristocracia i caballería? ¿De cuándo datan sus títulos, cuándo se edificaron sus castillos i cuál es la jenealojia de sus ilustres antecesores? Es una aristocracia de ayer, una aristocracia que seria desconocida en España, de donde presumen derivar acaso sus títulos i ejecutorias de nobleza. Un hábil escritor chileno, crítico sagaz i pensador profundo, estudiando este mismo tema decía en 1 8 5 9 : « L o q u e e n Chile pudiera llamarse nobleza es una distinción de cuna i de fortuna que tiene estos diferentes oríjenes: ^Seis u ocho títulos dados por el reí de España en el siglo XVIII; ® Quince o veinte mayorazgos de valles i montañas que durante la monarquía valían algunos óbolos i hoi, gracias a la República, valen centenares de miles o millones de pesos; ''Seis u ocho jenerales ilustres, los mas de ellos nacidos en provincias; Unos cuantos presidentes i ministros notables, por su patriotismo, su talento o sus grandes servicios; )}


"Una docena, por fin, de mineros enriquecidos por un alcance afortunado; "De manera que la aristocracia de Chile se descompone así: Aristocracia de títulos abolidos i olvidados, orijinaria de la capital; que nunca fué a Jerusalen, ni vistió cota de malla, ni se puso celada, ni enristró lanza; "2. Aristocracia de sable, notable por haberse batido contra la monarquía: orijinaria de Penco, no de la capital; "3. Aristocracia de barreta: orijinaria de Chañarcillo i de Tres Puntas, nombres totalmente desconocidos en la heráldica de ambos mundos." Examinando la atinada cuanto exacta clasificación del purista escritor, solo tenemos que observarle que, con el trascurso de mas de treinta años, ha sufrido sustanciales modificaciones, desde que en la primera categoría solo contamos en el dia con un solo título de nobleza, un marquesado, que ni siquiera pertenece al partido liberal sino al conservador, no obstante que no faltan centenares de necios, solamente en Santiago, preciso es decirlo en homenaje a la verdad, que incesantemente se ocupan de rejistrar mamotretos i revolver bibliotecas, para descubrir en ellas trasuntos de lejanas i olvidadas grandezas de antaño, que en el dia nada valdrían. L a aristocracia de sable que habia peleado contra la monarquía ha desaparecido por completo. Los años borraron sus últimas reliquias. Solo han quedado los nobles héroes de la guerra de 1 8 7 9 que ninguno por cierto reivindica para sí el título de aristócrata, sino el de noble i leal soldado, fiel a su deber i respetuoso de la lei. La aristocracia de barreta, orijinaria de Chañarcilio i de Tres Puntas voló al cielo. De aquellas ári0

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das rejiones solo nos queda un espécimen, mezcla indescifrable de profeta i de idiotismo ensimismado; fósil i trasunto de pasadas edades, injertado por obra de exaltaciones inconcebibles en una época que no es la suya. Símbolo del atraso empecinado, pasa entre nosotros por representante de la idea nueva, que nadie ha podido comprender, en sus raras e intelijibles elucubraciones. Pero reemplazando a la aristocracia de culero, ha surjido entre nosotros otra mui mas temible i estúpida. Audaz, altanera, insolente, pretende dominarlo todo, someterlo todo a su capricho i a su despótica voluntad. ¿Para lograr sus fines se necesita corromper? No vacila en lanzar veneno mortífero para lograrlo. ¡I la corrupción penetra en la familia, en la sociedad civil, en la sociedad política, mata la conciencia moral del individuo, pervierte su criterio, endiosa i ennoblece el vicio, levanta su rostro insolente e idiotizado, va hasta el Gobierno, penetra en la sociedad relijiosa i creyendo que ya es todo i que todo lo puede, aspira a los mas altos puestos que en Chile correspondieron siempre al mas moral i virtuoso, al mas sabio, al mas digno i patriota. Esa nueva aristocracia es la del oro, grande i único enemigo permanente, que reside en Tarapacá i tiene sus representantes en la capital de la república i otros supremos alentadores mas allá de los mares. El banquero, el ajiotista, el usurero que acumulan millones, el verdadero logrero que mata la industria i envuelve en miseria i lágrimas a la familia, ese es el nuevo Dios, la nueva aristocracia, la insolente avasalladora de cuanto la rodea i que aspira a dominar sin contrapeso en los destinos de Chile, tratando de canalla insolente a quienes no le rinden culto. Triste seria el porvenir de Chile si esa hubiera de ser para siempre su aristocracia i la clase directora 1G


de sus destinos. No: porque hai otra que es mas noble que todo' aquello, es la aristocracia del porvenir i la forman los hombres de talento, los estadistas, la juveotud moral i estudiosa, los profesores i escritores de reputación i los hombres del pueblo que, sepan surjir mediante la buena conducta i el estudio. El talento debe suplir a la cuna, porque el mérito no está en la sangre sino en la intelijencia que crea i produce. Descartado pues el falso oropel de la mentida aristocracia basada en la valia de méritos ajenos, estudiemos la realidad i partiendo de la base indiscutible de que en todos los bandos políticos hai hombres buenos i malos, probemos que el bando que apoyó hasta última hora al S r . Balmaceda, no tiene por qué avergonzarse, ni del número, ni de la calidad de las personas, ni por su fortuna, intelijencia i posición social. Analicemos, siquiera sea rápidamente, el personal del Senado de la República, que se elijió para reemplazar al que, violando la constitución, se lanzó a velas desplegadas en el camino de la revuelta. Don Francisco Solano Astaburuaga, antiguo, liberal, justamente respetado i querido en todos los partidos. Ministro diplomático en Estados Unidos, representó á Chile con brillo i envejecido en el servicio de altos puestos públicos, fué también muchas veces senador de la República i hoi vive en honrada medianía, dando prueba de que no fué un logrero, ni un especulador. Don José Maria Balmaceda, liberal probado, que no ocupó puestos públicos rentados porque poseía fortuna, ¡ se dedicaba al cuidado de sus intereses, perteneciendo a una familia justamente aceptada en. toda la sociedad santiaguina. El jeneral Orosimbo Barbosa, noble tipo de caba-


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llero por el corazón, por su lealtad i por su valor. Reliquia querida de la epopeya de 1 8 7 9 i héroe de Chorrillos i Miraflores, a quien la patria agradecida declaró benemérito. Lauro Barros, diputado liberal en varias legislaturas, miembro de distinguidas familias i hermano del narrador histórico del mismo apellido. Carácter tranquilo, profundamente honrado, el Sr. Barros fué siempre respetado por todos i justamente enaltecido su mérito i sus especiales conocimientos en materias económicas, por las que tiene especial predilección. No fué jamas empleado público, pero sí Ministro de Estado. Rafael Casanova, hermano del actual arzobispo de Santiago. Carácter profundamente tranquilo i benévolo, desempeñó durante largos años cargos judiciales i últimamente era ministro jubilado de una de las cortes de justicia. Siempre fué liberal i habia figurado antes en el Senado de la República, junto con los actuales triunfadores. Miguel Castillo, caballero independiente por su fortuna, que no desempeñó jamás ningún puesto público, que figuró siempre en el partido liberal al lado de los actuales triunfadores i que en varias lejislaturas anteriores, habia sido también senador de la República. Carlos Correa i Toro hijo de la condesa del mismo apellido, de antigua i distinguida familia santiaguina, de ilustres abolengos, como gusta a los revoluciona-' ríos, liberal antiguo i probado. No desempeñó jamas puestos públicos rentados; era un hombre independiente por su fortuna i en varias lejislaturas anteriores habia desempeñado también el honroso cargo de senador. Adolfo Eastman, caballero honorable, serio, respetado siempre por su moderación i espíritu benévolo i


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sereno. Ligado a varias de las familias mas distinguidas de la capital, como los Urmeneta, Quiroga, Mackenna. Poseedor de una cuantiosa fortuna, tiene también no común ilustración, formada por la lectura i repetidos viajes a Europa. Perteneció siempre al partido liberal i ocupó muchas veces un sillón en el senado de la República. Saqueada su casa i destrozado su valioso ajuar, salvando la vida milagrosamente él i su esposa. José Manuel Encinas, rico hacendado del sur de Chile, desde largos años atrás residia en la capital, donde desempeñó siempre el cargo de senador. Dos veces millonario, era también liberal, en cuyo partido figuraba desde 1 8 5 1 . Hombre recto, no tiene, lo mismo que los anteriores, una sola mancha, ni transfugio en su vida política. Su casa fué saqueada i destruido completamente su moviliario. José Francisco Gana, sobrino del antiguo jeneral del mismo nombre i jeneral él mismo, pertenece a una distinguida i antigua familia de Santiago. Recibió su educación militar en la escuela de Metz; se distinguió de un modo sobresaliente en las batallas de Chorrillos i Miraflores, fué varias veces ministro de la guerra, senador de la República; perteneció siempre al partido liberal i.posee carácter benévolo, recto i justiciero. Siempre ha sido altamente estimado en Chile. Su casa fué asaltada i saqueada. Javier García Huidobro, miembro de una antigua i distinguida familia de la capital, justamente estimada por sus virtudes, el Sr. Huidobro es un hombre liberal, independiente por su fortuna i no medró jamás a la sombra del presupuesto o en especulaciones con el Gobierno. Domingo Godoi, ministro diplomático de Chile en el Ecuador, fué durante largos años juez del Crimen en la capital, de donde pasó al ministerio del Interior


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después del i.° de Enero de 1 8 0 1 . Lo mismo que sus hermanos Santiago i Joaquin, es tenido en Chile por hombre de carácter i de no escaso talento. No posee fortuna i fué saqueada totalmente su casa. Adolfo Ibañez, un self-made-man que figura desde el año 1 8 5 4 0 5 5 . Juez de Letras, Ministro de Corte, Fiscal, Ministro de Estado varias veces, representante diplomático en el Perú i Estados Unidos, senador de la República en muchas lejislaturas, en todos estos puestos dejó huellas luminosas de que no en balde habia pasado por ellos. Orador liberal, defendió siempre con brillo i erudición poco comunes las cuestiones que tomó a su cargo. Como abogado goza en Chile de alto aprecio i no pertenece a ignorada familia. Fué saqueada su casa i perdida su rica biblioteca. Prudencio Lazcano, miembro de respetable i antigua familia de la capital, cuyo padre fué ministro de Estado i senador en la administración de don Manuel Montt, heredó con cuantiosa fortuna, los méritos de su projenitor. El hijo desempeñó con acierto i tino intelijente la Intendencia de Santiago, el Ministerio de Industrias i Obras Públicas i fué encargado de negocios de Chile en Estados Unidos. No tenia casa en Santiago i a eso debió no ser saqueado. Guillermo Mackenna, miembro de una de las familias mas justamente queridas i populares en Chile, fué varias veces diputado, ministro de Estado e intendente de Santiago. Carácter sereno i sagaz, sabe hermanar la prudencia con la enerjia. Perteneció siempre al partido liberal. Su casa fué saqueada. Juan E. Mackenna, primo del anterior. Verdadero carácter de hombre de estado, fué varias veces ministro, diputado i tenia el mérito de haberse labrado una cuantiosa fortuna, mediante su trabajo inteligente. Es abogado, fué secretario de Intendencia de


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Valparaíso, cuando muí joven. Pertenece al partido liberal. Saqueada i destrozada su casa i muebles. Alfredo Ovalle Vicuña, ligado a dos antiguas familias de Chile, cuyos mayores ocuparon el primer puesto en la sociedad civil i en la eclesiástica, nieto de presidente i sobrino de arzobispo, que gozan de universal i cariñoso recuerdo por su virtud, Ovalle Vicuña no habia figurado antes en puestos públicos, pero perteneció siempre al partido liberal i personalmente es un cumplido caballero. En las discusiones en que tomó parte en el senado, dio señales de sano criterio i buen juicio práctico. Su casa fué completamente saqueada i destrozados sus muebles i lujosos adornos. Su posición social era independiente; su fortuna formada en las minas, así se lo permitía. Ismael Pérez Montt, de familia mui conocida de la capital, de honradez a toda prueba. Abogado de nota, perteneció siempre al partido liberal i fué diputado al Congreso en muchas lejislaturas. Desempeñó con incansable laboriosidad el Ministerio de Instrucción Pública. Está ligado por su matrimonio, a una familia honorable i antigua de Santiago. No posee fortuna i fué saqueada su casa. Jorje Rojas, antiguo diputado, senador i miembro del partido liberal; es poseedor de una cuantiosa fortuna formada por medio del trabajo. Desde 1 8 5 0 descubrió i explotó en Coronel un rico manto carbonífero que posee hasta el presente i que le proporciona pingüe renta. Es uno de los fundadores de la industria hullera en Chile, la que es provecho para él, grandeza para el pais, fomento para las industrias i facilidades para la navegación. Su valiosísima casa de Santiago fué saqueada, destruido i robado totalmente su rico i lujoso moviliario i ocupada por un batallón cuando la Junta de Gobierno entró a la capital, siendo de


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advertir que el Sr. Rojas no habia cometido acto alguno de exaltación política. Enrique S . Sanfuentes, hijo de un hombre ilustre como escritor, como político liberal i por su honradez i probidad sin tacha, formó una gran fortuna en especulaciones de bolsa i actualmente poseedor de grande hacienda i productivo viñedo. P'ué diputado i Ministro de Estado en varias ocasiones. Se dio a conocer i estimar por su laboriosidad intelijente i aparte de otras dotes sobresalientes de carácter, por su consecuencia a los amigos, circunstancias todas que le formaron un gran partido propio que deseaba elevarlo a la presidencia de la República. Creemos que su casa no fué saqueada, porque vivia en el campo. Manuel Serrano Vázquez, hijo de un antiguo liberal, oriundo de Concepción, que combatió en las luchas de nuestra independencia, el hijo perteneció también siempre al partido liberal, del que recibió muestras de inequívoca distinción. Es abogado de nota, cuya profesión ejerció siempre i fué también profesor distinguido de derecho. No tiene una sola mancha política en toda su vida i sus adversarios lo respetan i aprecian. Adolfo Balderrama, self-made-man. Médico distinguido, poeta i literato de nota, profesor eminente, diputado a varios lejislaturas, senador en otras, Ministro de Estado, miembro de la Universidad, siempre figuró con honor en el partido liberal i todo lo ha debido a su talento, a su laboriosidad i a su honradez. Oriundo de la ciudad de la Serena, hijo de un médico notable i ligado por matrimonio a una familia distinguida i opulenta de Santiago, pertenece en primera línea a la aristocracia del talento. Poseedor de la mas rica biblioteca médica i del mas completo gabinete de instrumentos de cirujia, acumulado i es-


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cojido durante veinte años de paciente selección, todo eso fué saqueado, destruido i perdido para la ciencia i para la humanidad que sufre, el dia en que la libertad i el réjimen constitucional se nos entraran por las puertas, anunciándonos la nueva era i los nuevos símbolos que en lo venidero serian característicos de la civilización chilena. ¡Ingratos! ¡Y nos resistimos a reconocer tanto beneficio, grandeza tanta! José Miguel Valdez Carrera, descendiente de héroes i de mártires, nieto del fundador del partido liberal en Chile, cuya memoria no se ha borrado aun ni se borrará tal vez del recuerdo i del cariño de los que pelearon en América por la libertad, por la justicia i porque al fin luzca el dia en que ellas imperen sin contradicción en esta tierra donde tantos crímenes se cometen invocando su sacrosanto nombre. No necesitamos decir mas como presentación pública de Valdez. El ha figurado siempre en la mas distinguida sociedad santiaguina, ha sido diputado i presidente de la cámara como representante del partido liberal. Ministro de Estado en varias ocasiones, figuró siempre al lado de los que se separaron de él para ir a formar en las filas del desorden i de la revuelta. Su casa fué saqueada i asaltada, destruidos sus valiosos muebles, recien venidos de Europa, i arrojados a la calle desde los balcones, riquísimas telas i objetos de arte numerosos. ¡Otra manifestación mas de la nueva era i otro signo de la flamante aristocracia encabezado por don VValdo, Altamirano, Julio Zejers, Canto i demás! José Antonio Valdez Munizaga, hacendado millonario de la Serena, habia sido en otras lejislaturas senador liberal. Se le creia dueño de cierto prestigio en el gobierno, pero mas se dedicaba al cuidado de sus valiosos intereses. Era un verdadero político filántropo, porque su misión era la de amparar a los


que habian hambre i sed de justicia. En su provincia era uno de los caballeros mas prestijiosos i que contaba con mas numerosos amigos. Se le creia un baluarte del principio de autoridad. Manuel Valledor, rico hacendado i poseedor de estensos viñedos en la provincia de Aconcagua, ligado a antiguas i respetables familias de la capital, hizo varios viajes a Europa i posee vasta erudición i sentido práctico. Carácter modesto, corazón i alma de brillante engastado en oro finísimo, juzga sin pasión, discute sin encono i es uno de los miembros mas sanos i mejor intencionados del senado balmacedista. Jamás fué aficionado a política, pero pudo brillar en ella si lo hubiera querido, con mas luz i mas honradez que muchos de nuestros actuales rejeneradores. Sus bienes están confiscados i sus propiedades sometidas a la vijilancia de un interventor fiscal. José Velasquez, jeneral de división, uno de los jefes mas distinguidos i prestigiosos del ejército chileno. Hizo con brillo la última campaña del Perú i por medio de un hábil plan estratéjico derrotó sin derramar un gota de sangre, un poderoso ejército situado en posesiones inespugnables i se apoderó de la histórica i belicosa ciudad de Arequipa. Militar ilustrado i valiente, ocupó varias veces un asiento en la cámara de diputados, como miembro del partido liberal i tomó parte con lucidez en la discusión de muchas leyes importantes. Es una gloria chilena i un modelo de militar pundonoroso, sagaz i no adocenado político. Como jefe de Estado Mayor en la batalla de Tacna se le atribuye mucha parte en la gloria de esta acción de guerra. Aniceto Vergara Albano, abogado notable, miembro de una distinguida familia de Talca, relacionado ventajosamente en Santiago, ha sido desde mas de treinta años atrás, un luchador incansable en el mee-


ting, en la prensa i particularmente en la tribuna parlamentaria, i constantemente ha ocupado un asiento en la cámara de diputados, al lado de los liberales mas convencidos e ilustrados. Orador fácil i abundoso, tenia por él grande estimación el eminente hombre de estado, señor Santa-Maria, i habiéndolo enviado el presidente Balmaceda en el carácter de Ministro Plenitenciario de Chile en España, volvia a reasumir su cargo de Director de la Caja Hipotecaria, del cual lo ha exonerado la aristocracia reinante, por el delito de balmacedismo. Príncipe de la palabra, pertenece el Sr. Vergara a la aristocracia del talento. No posee gran fortuna, pero ha sabido conquistarse honrosa e independinte posición social. Ha sido amigo, i luchó siempre al lado de los que hoi dominan en el gobierno, por el derecho de la fuerza. Nemesio Vicuña, hermano del inolvidable Benjamín. No es una lumbrera, como él mismo lo ha dicho en el Senado, lo que prueba su carácter i rectitud de juicio. Liberal por principios i por familia, sus antecedentes de todo jénero son limpios i no tiene una mancha política. Fué saqueada su casa. Ricardo Vicuña, primo hermano del anterior i hermano de Claudio, candidato presidencial. Carácter afable; de no escasa ilustración, simpático i atrayente por sus modales i fina educación, desempeñó con tino la intendencia de una provincia del sur de la república, cuyos habitantes le manifestaron su aprecio i distinción, por medio de valiosísimos obsequios que fueron totalmente destruidos en el saqueo de su casa. Intendente jeneral del ejército i armada, fué laborioso i activo en el desempeño de su cargo, que demandaba incesante laboriosidad. Vicente Sanfuentes, abogado de nota, uno de los liberales mas antiguos de Chile, porque desde 1 8 4 8 i siendo mui joven aun, figuró en la cámara de dipu-


tados, donde reveló enerjia de carácter i firmeza de convicciones. Fué muchas veces diputado i senador, siéndolo también por seis años, del senado que pretendió deponer al presidente Balmaceda. En este carácter fué el único senador balmacedista que se presentó a la primera sesión que celebró ese cuerpo después de su triunfo, para espresar sus ideas i protestar de la revuelta. Aunque achacoso por los años i enfermedades, conserva aun la enerjia indomable de los hombres sinceros, partidarios de los principios i no esclusivamente de los hombres. Pertenece a una de las familias mejor relacionadas i numerosas de la capital. He ahí, el senado de la república que apoyaba en masa la política del presidente Balmaceda i que trabajó con él hasta el último momento, para salvar el principio de autoridad de un tremendo naufragio. Allí estaba representada la ciencia, el talento, la posición social, la fortuna, la honradez, la consecuencia a los principios i a las leyes del deber. I si se quiere mas aun, no le faltaba abundante la sangre azul, ni los abolengos ilustres. Juzgúese ahora de la verdad de las aseveraciones de los que sostenían lo contrarío i juzgúese ademas, que ninguno de esos hombres era solo, porque todos tenían parientes, amigos i relacionados que cooperaban a su acción. Ahora parecería la oportunidad de hacer una breve reseña de los méritos i deméritos de los senadores que pretendieron la deposición del presidente Balmaceda. Pero, semejante trabajo, a mas de que podría presentar estos apuntes con mancha de parcialidad, pues muchos no querrían ver en nuestras apreciaciones el reflejo de la verdad, seria ademas inconducente. No estamos analizando hombres sino hechos, no hacemos obra de polémica ardiente, sino de razonamiento frío i severo; i si hemos pasado en


revista a todos los miembros del senado balmacedista, manifestando algunos de sus méritos principales, ha sido solamente para levantar un cargo: el de soledad i aislamiento que se imputaba al presidente Balmaceda. No obstante, si no habría conveniencia, ni ínteres alguno lejítimo en pintar hombres i caracteres con rasgos mas o menos favorables o adversos, hai sí conveniencia i derecho de hacer algunas observaciones jenerales relativas a toda la corporación. El senado que inició la revolución, no era un cuerpo en cuyo seno dominase la unidad de ideas i propósitos. Era una mezcla abigarrada de bandos políticos: ocho montt-varistas, tres conservadores, tres radicales i seis liberales, sin contar ocho o nueve liberales adictos a la administración Balmaceda, que ni siquiera conocieron las confabulaciones de los conjurados, a quienes no se les citó, no se les oyó, ni se discutió con ellos la pretendida deposición del presidente Balmaceda, a la que se dio por ese procedimiento, mas el carácter de una confabulación, que el de una resolución madura i reflexivamente tomada. Mientras que, los veintinueve del senado balmacedista, eran todos liberales antiguos i probados, todos hombres notables por su ciencia, por su fortuna, por su posrcion social, i a quienes, por consiguiente, no podia aplicarse el calificativo de logreros i especuladores con los dineros del estado, que la oposición les da i que acaso habría entre los de ella muchos a quienes mas propiamente les cuadrada tal apodo. Habia en el senado que hizo el aparato de deposición del presidente Balmaceda no pocos de aquellos a quienes él, en virtud de un acto de magnanimidad, llamólos a compartir las tareas de la administración desde las primeras horas de su gobierno. Puede pues tachárseles, o de que no correspondieron a la nobleza


de alma con que se les trató, o de que fueron al gobierno llevando en su pecho el acíbar de la derrota que sufrieron en sus aspiraciones a la presidencia. En ambos casos, no son los hombres que pueden levantar su voz para hablarnos de pureza de intenciones, de jenerosidad i desprendimiento, ni para menospreciar a los que sostenían al ilustre americano. Habia ahí, en esa misma corporación, alguien que iba por plazas, por cementerios i por doquiera que habia de pronunciarse un discurso, alardeando de profundo amor a la libertad i que no obstante, en los puestos públicos que habia desempeñado, ora como intendente de provincia, ora como ministro de Estado, habia violado todos los derechos i garantías electorales i pisoteado la libertad del sufrajio. Habia sido ademas débil i abyecto servidor de los poderosos, cuyas órdenes obedecia silenciosamente. No vaciló él mismo en declararlo asi ante el senado de la República; lloró ante él su antigua arbitraria conducta i cual Magdalena Política, derramó lágrimas abundantes para implorar el perdón de sus pasadas fechorías. Movia las fibras de su corazón según era la orden que recibia de lo alto, lo que motivó la réplica de Isidoro Errúzariz, quien le dijo que lloraba cuando el Presidente le ordenaba jemir i se exaltaba cuando le daba orden de exaltación. El mismo dijo un dia en pleno senado, que no habia tenido voluntad propia para dar su voto, ni aun en favor de sus amigos de la universidad, si el Presidente no se lo ordenaba; pero prometió que en lo sucesivo iba a tener carácter i dignidad. No eran, pues, estos los hombres que podian acusar de servilismo i abyección a los hombres que componian el senado que apoyó por unanimidad a la administración Balmaceda. Habia también allí, en el senado revolucionario, un grupo de hombres sin principios que no conocían


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mas táctica política que la de su conveniencia individual i de lojia. Jeneralmente de poco valer personal, sarjieron a la vida pública merced al inmenso prestijio que les diera una administración progresista, dirijida por jenios. Estos cimentaron la prosperidad de Chile sobre la base del orden i el respeto al principio de autoridad i sus discípulos, dóciles i obedientes durante la vida de aquellos, alzáronse contra la doctrina de los maestros, trastornando por completo la base del partido que les habia dado notoriedad. Inconsecuentes en materia de orden i de administración, en el último tercio de su vida destruyeron la obra a que se les llamó a cooperar. Tales hombres no son políticos-de alta escuela, sino acomodaticios instrumentos i oportunistas u hombres de ocasión. No podían estos tampoco alegar prestijio, ni pretender arrebatar el de aquellos que siempre habían permanecido leales a sus ideas i a su bandera. Siempre fueron un escollo i continuarán siéndolo, porque no son partido, ni responden a ninguna necesidad social. Son un apéndice que se injerta o injiere en uno u otro bando, según lo exijen las conveniencias del momento. Son un residuo político. Habia ademas un elemento numeroso en ese senado, al que se ha pretendido dar tan inmenso como inmerecido prestijio, pero que no merece otro calificativo que el de nulidad, precioso lastre con que cuentan i de que disponen siempre todos los aspirantes, los conspiradores i los que necesitan buscar peldaños en que asegurar su ascenso a las rejiones del poder. Esa es turba multa que se mueve al setentrion o al medio dia, al ocaso o al naciente, según sean los vientos que la impelen cual globo frájil de lijera tela. Ni faltaban tampoco allí sacristanes, síndicos de monjas i de conventos e individuos que gozaban de


cierto prestijio por sus especulaciones mei cantiles, que aprovechaban de esa misma situación para ajitar por debajo de cuerda al sanhedrin revolucionario del senado. Pero, sobre todos descollaba una figura triste, poseedora de cuantiosa fortuna, que arrojaba su oro por sobre aquella situación i movia los hilos de la revuelta, con el poder májico de sus millones. No era la ciencia, ni la virtud, ni el mérito en ningún sentido. Era sí, la ignorancia esplotable i esplotada, que abria sus cofres para ayudar a la revuelta. Se le subió un dia a la montaña i se le señaló una banda tricolor, símbolo de la majestad suprema de la nación, e hízosele creer que podia tomarla. Se queria reemplazar los méritos de los Errázuriz, Santa Maria i Balmaceda, por el prestijio que da un puñado de monedas. ¡Y él lo creyó i pensó que en nuestro pais la corrupción habia llegado a tal estremo, que era ya posible que el saber, la ciencia, la virtud i el patriotismo, fueran supeditados por las dádivas i jenerosidades de millonario que habia principiado a serlo al nacer. Sin ideas políticas, vino a la vida de los partidos en el radical, que no esplotó como debiera sus cuantiosos bienes, porque entonces era puro i hacia voto de pobreza i de rotería. Mas tarde fué halagado por el montt-varista, mas astuto i calculador, que fué quien lo elevó a la montaña para tentarlo, para lograr asi disponer de su inmensa fortuna. Se hizo pues corifeo, aparente o real, de ese círculo, i desde entonces ha pasado a ser uno de los hombres mas prominentes de Chile. Ahora es, de eso que se llama aristocracia, i es fama que mediante su jeneroso desprendimiento, la revolución adquirió sus mas valiosos cooperadores. Una gran fortuna puede ser un inmenso bien o un funesto mal. Espíritus superficiales que no meditan


sobre el mérito moral de los actos humanos, miran solo el oropel i el brillo esterior i se rinden a los resultados inmediatos. Esos son los que caen i se desmoralizan i pierden a los estados; ellos, por desgracia, son los mas. Mui pocos resisten al halago de un sonido metálico bien timbrado i en este sentido, las enormes fortunas son un inmenso mal en paises pobres, que no tienen industrias, que les falta trabajo i en donde los hombres carecen de independencia. Al oro débese en gran parte el triunfo de la revolución chilena i en el senado revolucionario habia representantes de las fortunas perniciosas, que son calamidad para los paises pobres, sin industria, ni vida individual independiente. Y al hacer el análisis i la comparación de otros hombres i de otras corporaciones, no vengan los liberales disidentes i revolucionarios, no vengan las luminarias aspirantes a la presidencia de la república a hacer fuego contra el presidente Balmaceda presentando como sus enemigos a notables personajes del partido conservador, porque eso es negar el poco número i valia de sus propios hombres, porque eso es precisamente un timbre de honor i de consecuencia en él. Porque Balmaceda, como los presidentes Pinto i Santa María, hacia política esencial i netamente liberal i no contaba, ni contar debia, con el apoyo i cooperación del centro conservador. ¡Lo estraordinario es que los llamados liberales fueron a dar a éste preponderancia i triunfo! Si venimos a la cámara de diputados ¿qué mayores méritos poseian los revolucionarios José A. Gandarillas, Vicente Dávila, del Campo, Julio 2° Zejers, Préndez, Nolasco Reyes, Ladislao Errázuriz i demás falanje de oradores sin palabra, de estadistas sin ciencia, de insultadores procaces; ¿qué mayores méritos tenian que Eulogio Allendes, Balmaceda, Da-


niel i Rafael, Ballesteros, Rafael Zenteno, Ruperto Ovalle i tantos otros que seria largo enumerar, todos de hoja limpia de servicios al partido liberal, miembros de distinguidas familias, abogados los unos, ingenieros los otros? ¿Qué mas valen Mac-Iver, Koenig, Bannen como oradores i hombres de saber que Julio Bañados, Cabrera Gacitúa, Blanlot i otros? ¿Invocan aquellos títulos de nobleza i aristocracia? Chile entero sabe que tal pretensión despertaría estridente carcajada. Asi es que, no se argumente en contra de los segundos, de que no pertenecen a ilustre familia porque el hombre vale i engrandece su nombre con sus propios actos i es mas meritorio quien lo alza a encumbrada cima desde abajo, que quien recibe antecedentes i ajenos méritos que aprovechar i que no sabe conservar. ¡Insensatos! diremos a quienes asi discurren, ya que seria hiriente llamarlos necios. ¿Xo veis que os condenáis vosotros mismos: no veis que condenáis a la juventud entera de Chile, que no tiene abolengos, ni sangre ilustre? ¿No comprendéis que aniquiláis la democracia, la virtud, el trabajo, la ciencia i que dais a vuestra revolución el único carácter que ha tenido? El de aristocrática, necia é infundada. ¡Pobre Chile, pobre república, si os acompañase en estas sendas i si la juventud intelijente que se educa é instruye batiese palmas en torno vuestro i condenase a perpetua oscuridad i ostracismo al mérito sin escudos de armas, sin dorados palacios, sin antepasados de incomprensible e ignorada heráldica! Tenemos historiadores i Balmaceda no poseía uno solo, dicen los revolucionarios. Nos citan como tal al cronista Barros Arana, que mas fué Claudio el Imbécil, que era historiador, enorme sabio, que en todos los actos de su vida pública ocultó el criterio. 17


Contra él nosotros opondremos un solo nombrer José Toribio Medina, que ha estudiado todos los archivos americanos en España; que ha vivido años en las bibliotecas europeas; que ha publicado i se ocupa aun de llevar a cabo obras de investigación histórica que inmortalizarán su nombre; que no es un sectario a todo trance, en lo que aventaja el otro, i a quien el mismo Barros Arana rinde ya culto de admiración i de respeto. Son todos pobres los que en los empleos públicos acompañan a Balmaceda, se decia aun, para fundar la oposición i mas tarde la revolución i queriendo hacer comprender que son especuladores que usufructúan de los dineros del estado. ¿Quemase, por ventura, que hasta ese último recurso se arrebatase a la pobre juventud sin fortuna, que procura adquirir posición holgada para sí i para sus padres? ¿Toda debe ser acaparado por los jóvenes llamados de familia i ha de continuar la costumbre de que el padre tenga chacra, haciendas, casas, lujo i coches en Santiago, empleo bien rentado en la Moneda, diputaciones, senaturías, honores i todavía mas: para uno, dos i mas hijos destinos que les procuren dinero para el bolsillo i recursos para satisfacer sus vicios? No se quiere que los pobres sean jueces de letras, intendentes, gobernadores, sino todo para los ricos, para los predilectos de la fortuna! ¡ S e quiere cerrar todas las puertas a la pobreza honrada i se hace una revolución invocando la rejeneracion del pais! Se quiere la rejeneracion en el sentido de protejer única i esclusivamente los intereses i prerogativas de una mentida aristocracia, que deriva su mérito de haber gozado de las influencias i caricias del poder! ¡Cuan faltos de criterio i de juicio serian el pueblo i la juventud desheredada de la fortuna, si aplaudieran i siguiesen a los que van por ese ca-


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mino de retroceso, opuesto a las tendencias del siglo en que vivimos i a la natural inclinación de la naturaleza humana! Se quiere suprimir la juventud pobre, cuyas escaseces la hacen jeneralmente morijerada en sus costumbres, estudiosa é ilustrada, respetuosa i tranquila i se desea reemplazarla por la juventud dorada i aristocrática de la capital, de ordinario disipada, que no estudia porque no siente necesidad de hacerlo; que como aristocracia con dinero, vive jeneralmente en el restaurant, en el club; que tiene ancho campo para seguir la carrera de la disipación, del vicio i de la orjia, i que, como lo decia don Ambrosio Montt en 1 8 5 9 en su libro titulado «El Gobierno i la revolución®: «los jóvenes de la llamada aristocracia chilena se ocupan en estarse adobando durante el dia i pasar la noche en los estrados o los espectáculos; que van a los campos con lazo en mano i gruesa espuela en el pié, montados en apero de pieles de oveja, esos nobles dandies i leones fastidiados de la holganza voluptuosa de la capital.® Tan ciertas son las pretensiones de los revolucionarios coaligados en contra del poder constituido, de acaparar para sí todos los empleos, que ya, apenas triunfante la revolución, principia una acalorada polémica entre « L a Patria® de Valparaíso, diario que se dice liberal i «El Porvenir® de Santiago, que se titula conservador, en la que estos piden empleos para los suyos fundándose en la igualdad ante la lei, que garantiza la constitución; i combatiéndola aquella, i acusándola de pretender una parte del botin, no habiendo contribuido el partido conservador sino en pequeña parte al triunfo de la revuelta. Esto está probando los jérmenes de disolución i desarmonia de los que subieron al poder, no en nombre de principios e ideas, sino para satisfacer intereses i aspira-


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ciones de lucro. La polémica que sostienen es agria i destemplada. Volviendo al cargo de pobreza hecho a los funcionarios públicos que acompañaban al señor Balmaceda, nosotros sostenemos que el empleado público no puede ser rico en Chile, sino ha ido con fortuna al empleo, porque las rentas que se pagan apenas si dan para vivir i no para acumular. Los empleos no procuran fortuna. Los pobres solo pueden llevar a ellos un capital en honradez i talento, ¡importante i valiosa fortuna que entregan por completo i gastan en beneficio de la nación, i en remuneración de la cual perciben una escasa renta! Es eso lo que acontece en todos los empleos particulares; se da dinero en cambio de servicios intelectuales i a nadie se ocurrió jamás sostener que eran logreros i venales los que hacen tan lejitimo uso de sus facultades, de su saber i de su laboriosidad. Solo una exajeracion inconcebible i absurda del espíritu de partido puede lanzar cargo tan inconsistente i fútil en contra de una administración. I si a esos empleados pobres se les acusa de peculado i malversación ¿porqué no se ha señalado el robo i la defraudación; porqué no se ha señalado el hecho concreto i háse reducido todo a exajerada declamación dirijida a producir efecto en momentos de pasiones políticas exaltadas, cuando nadie discute, sino que odia e increpa? Si los empleados eran ladrones o venales ¿dónde están las fortunas formadas, las haciendas compradas i los grandes palacios levantados con el producto del robo i del abuso? ¿Dónde están los grandes descubrimientos de crímenes i peculados pue se han encontrado después de triunfante la revolución, habiéndose establecido con ese objeto esclusivo, tribunales arbitrarios ad-hoc que juzgaban sin sujeccion a lei ni a constitución? Ni la


decantada violación de correspondencia se ha probado i ahora estamos viendo que los tribunales de justicia van absolviendo a los acusados i declarando no haber prueba alguna. No hai un solo caso de condenación por hecho concreto. ¡Los grandes crímenes de que se acusaba a la administración Balmaceda i sus colaboradores, vanse evaporando a medida que rayos de luz disipan la densa nube de odio que no podia ser eterna en el horizonte de nuestra patria! ¡Decir grandes crímenes no es probar su existencia! Ni son los empleados, los jueces, los intendentes i gobernadores los que pueden cometer ese jénero de abusos, porque siempre hai espectadores i celosos vijilantes de todos sus actos, que no les permitirian lanzarse en terreno tan peligroso. No conocemos un solo caso de funcionarios públicos que en los últimos tiempos incurrieran en tan feos delitos í sí sabemos de algunos que, a la mas lijera sospecha, fueron removidos de sus puestos por el señor Balmaceda. Seria mas fácil conocer el número de los empleados públicos inescrupulosos que sirvieron a la administración Balmaceda, i a todas las de Chile, produciendo los nombres de los honrados, porque no podría hab^r vacilaciones. Es mas fácil hacer grandes negociaciones i acumular fortunas en transacciones que se escapan a toda pesquisa i se ocultan a los ojos del vulgo, en grandes reuniones de oradores que hablan de patriotismo, de sinceridad de convicciones, de moralidad administrativa, para ocultar tras esas palabras el verdadero móvil interesado que las inspira, cual la impúdica mujer cubre con rejio manto i las flores que roba a la inocencia, la corrupción material i el vicio moral que la corroen. Alli, en esas reuniones, está la oligarquia que se dice aristocracia; alli está


su santa-sanctorum i no seríamos nosotros quienes, en esta hora de suprema calma de nuestro espíritu i cuando deseamos llevar al ánimo de nuestros lectores la justicia de una causa, viniéramos a impulsar la primera fuerza que descorriese el velo que cubre no pocos negocios que permanecen ocultos. Andan sí en documentos públicos, en los boletines de sesiones de nuestra cámara de diputados revelaciones i acusaciones que todo Chile conoce, enéticamente combatidas por Walker Martínez en la cámara i que hoi ha echado al olvido, yendo de bracero al lado de los que ayer estigmatizaba como ladrones, según sus propias palabras en el congreso de Chile. No hacemos obra de polémica agresiva; discutimos, narramos, i moralizamos sobre acontecimientos que pertenecen ya al dominio de la historia. A otros con mas voluntad i mas tiempo que nosotros, tocará hacer la historia de nuestros cuerpos colejiados de los últimos tiempos, a la manera que Suetonio hizo la de la vida privada de los emperadores romanos. Abundante material encontrará, estamos seguros de ello, para descubrir deformidades morales i vicios que hasta hoi ignora i ni malicia el sencillo pueblo i el inconsciente aplaudidor, que solo divisan el oropel de los trajes, el estuco de los grandes palacios, la prosopopeya insolente de los que van muertos por dentro i pretenden dar lo que no poseen: virtud, justicia, rejeneracion social e imparcialidad. Si buscamos en la municipalidad de Santiago por ejemplo ¿qué tacha podia ponerse a los caballeros Pablo Silva, Felipe Santiago Gandarillas, el joven e intelijente A^azquez Grille, a Luis Vicuña Subercaseaux, Jorje Astabumaga, Eduardo Machenna i a todos i a cada uno de los veintitantos que componían esa corporación, muchos de ellos miembros de familias distinguidas, honrados i liberales todos, i


muchos formados merced a sus propios méritos? ¡I se dirá que el presidente Balmaceda no tenia a nadie; que no lo apoyaba un solo hombre de valer e importancia! Es cierto que no contaba con políticos -gastados i desprestijiados, a quienes solo quedaba un nombre que hacer servir en los mercados de esportacion; pero, en cambio i al lado de muchos de los antiguos i buenos elementos que mantenían el honor de la bandera liberal, se agrupaban las nuevas huestes del liberalismo honrado del porvenir. Preguntaríamos ademas ¿con quién estuvieron sino con Balmaceda los ilustres i valientes jenerales de la guerra contra el Perú i Bolivia, que se llaman Amengual i Velazquez, héroes de Tacna i de todas partes; que se llaman Gana, Barbosa, Valdivieso, Alcérreca i otros que no recordamos; con quién estuvieron todos los coroneles, con escepcion de los que, traicionando sus deberes, se lanzaron en el camino de la revuelta, i de un estranjero advenedizo traído por Balmaceda o Santa María para instruir al •ejército i no para enseñarle el camino de la deshonra i del baldón, que él hace caer sobre Chile, cargando las palas coloradas que ennoblecieron los Bulnes, los Cruz, los Vidaurre? No nos trajo, no, ese jeneral la ríjida disciplina alemana, ni la obediencia que hacen la gloria i la fuerza del grande ejército jermánico. ¡Mas noble i mas leal fué siempre nuestro ejército •con sus jefes chilenos i patriotas! ¿Qué mas valen los jenerales revolucionarios Urrutia i Gorostiaga (Huamachuco) que todos los que antes hemos enumerado? Los revolucionarios dicen hoi que sus jefes, Canto, Iiolley, son semi-dioses, héroes incomparables, mui superiores a Las Heras el valiente, al pundonoroso Aldunate. Mas grandes i agrejios que los guerreros que nos dieron la independencia los ha declarado la


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estratejia política de los triunfadores i las exijencias i necesidad de justificación de la revuelta. ¡Gocen en paz i respiren el perfume i el aroma embriagador del incienso abundante que se les quema en las gradas del trono de gloria convencional levantada por sus enemigos i acusadores de ayer! ¡gocen i halaguen el oido con el murmullo de ardientes alabanzas que hoi les dirijen los que no ha mucho enlodaban sus nombres en la tribuna parlamentaria! Pero, no turbemos tamaña dicha, glorias tan puras, i dejemos que volviendo la calma, se haga la historia i entonces, revolviendo archivos, será el señor W a l k e r Martínez, serán otros mas, quienes vendrán a prestar sus discursos de la cámara de diputados, sus ardientes acusaciones, sus cargos, su valiente indignación contra héroes de hoi cuya espulsion se pedia antes al gobierno para devolver la tranquilidad a los hogares i a la sociedad entera de Santiago, justamente alarmada. ¡Lójica i moralidad política de los partidos i de sus héroes i semi-dioses! (A dónde habéis volado? ¿A dónde será dado encontraros? ¡Lástima grande que los héroes de hoi tengan que caer mañana, poniendo a un lado la acusación i condenación del juez de ayer, i al otro el ditirambo i la glorificación de hoi, hecha por el mismo juez convertido en adorador! I si ni en uno ni en otro bando figuró Baquedano, dejémoslo en negra oscuridad, ya que no fué franco, ni amó a su patria i le fué indiferente su ruina o su gloria. Un hombre colocado en la altura a que lo llevó la suerte, no se pertenecía i no tenia derecho a quedar al balcón, aguardando que viniese gloria barata o soñando acaso en algo que jamas le llegaría. (I los marinos? (Qué mas valen todos los sublevados que los que permanecieron fieles a Balmaceda: cómo pueden significar mas que el almirante Juan José Latorre, gloria i reliquia preciosa de la patria,


cuyo solo nombre despierta en todo corazón chileno respeto i veneración mezclados de cariño? ¡No i m porta que ignominiosamente se le haya borrado del escalafón militar; él habrá reido de ellos; pero, si queda en los chilenos un resto de buen sentido i si conservan la memoria de la gratitud por los eminentes servicios que Latorre prestara a la patria, en hora de peligro supremo (i cuando otros se ocupaban de la intriga), llegará la hora en que armado de justa indignación i sublevados sus jenerosos sentimientos de amor a la patria, hoi insultada, castigará a los profanadores de la justicia i arrojará del santuario de la majistratura suprema a quienes inmerecidamente la ocupan. No; no estaba solo en la marina el Sr. Balmaceda, que también lo acompañaban Williams, el caballeroso i distinguido contraalmirante Viel; capitán de navio López, Policarpo Toro capitán de fragata, que cayó prisionero en los primeros dias de la revuelta, Linch, Campillo, veinte mas que habia en Europa, el denodado Fuentes, Garin i el valiente Moraga. Dígasenos ¿quiénes eran superiores en cantidad i en méritos? Conocemos personalmente toda la provincia de Coquimbo, i podemos asegurar que cuanto hai allí que algo represente en la sociedad como ciencia e ilustración, en la majistratura i en el foro; como fortuna, como valer industrial i como familia, pertenecía ardientemente al Sr. Balmaceda. Los Cavadas i Gorroño, los Piñeira i Peñafiel, Marines, Solar, Vicuñas, Torres Pinto, todo era allí balmacedista ardiente i apasionado. I cuando las cárceles de Santiago i las cárceles de las cabeceras de provincia i departamentos i de las últimas aldeas de la república, principió a llenarlas la revuelta triunfante; i cuando les nombres de los


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perseguidos principiaron a publicarse, comenzó el .pais a apercibirse de cuánta era la valia i el número de las personas que sostenían el gobierno del señor Balmaceda. I si así no fuera ¿porqué tanto empeño en aniquilar a tanto leal amigo, a tanto distinguido ciudadano? Si fueran pocos e insignificantes concluirían por sí mismos. Pero es ardua empresa borrar del corazón i del amor de medio Chile el recuerdo querido del hombre grande a quien solo pudo aniquilar la traición de los judas que la víspera del sacrificio, aun le tendían la mano del amigo, le daban consejo, que él recibía bondadoso i confiado. Fué en Chile noble acto el del ilustre jefe que pidió al gobierno le permitiera agregar a su apellido el de Leal para distinguirse de un traidor, i desde entonces Vidaurre Leal fué símbolo del honor i la caballerosidad militar. Pero hoi, las ideas de moralidad, de dignidad, de decore i lealtad han cambiado: al dia siguiente de la traición, el infame pide que su nombre sea trasmitido a las jeneraciones venideras con un dictado que no es el de Leal. Cuatro dias después de triunfante la revuelta, el comité revolucionario de Santiago publicaba una lista de 26 jefes i oficiales que habian obligado su gratitud personal, desempeñando al lado del gobierno Balmaceda, comisiones i dando noticias a los revolucionarios ¡haciendo el papel de traidores! (1). I desde

(1) Con el carácter de permanente, dice un diario chileno, publicaremos en nuestras columnas, la nota que va a continuación, para satisfacción de las personas en ellas recomendadas i como un ejemplo de lo que es el honor i la lealtad entre nosotros. Señor ministro de la Guerra: Cumplimos con nuestro deber al poner en conocimiento de U . S. la nómina de los jefes i oficiales que durante los aciagos dias de la Dictadura prestaron su concurso a la causa de la revolución, cumpliendo o estando dispuestos a cumplir las órdenes de la Junta Ejecutiva. A muchos de ellos exijimos que conservasen sus puestos que trataron de abandonar, con el propósito de utilizar el poder que estaba en sus manos a fin de hacer mas eficaz su cooperación; i a otros exijimos también que, venciendo la natural repugnancia de servir aparentemente a la Dictadura, desistiesen de los propósitos de ir a enrolarse en el


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el día 28 de agosto de 1 8 9 1 , supo Chile, lo supo el mundo, lo sabrá la historia que había 26 traidores mas, que habia un centenar que los acompañaban, pero que sobre todos descollaba Fernando Lopetegui, edecán del presidente Balmaceda hasta última hora, íntimo de su hogar, a quien se distinguía con particular cariño i quien alardeaba de lealtad i abnegación hasta el sacrificio. Lopetegui era también jefe de una división en Concón i su conducta estuvo acorde con el papel que le reconoció la junta revolucionaria. ¡Solo así pudo ser, no vencido, sino entregado, el disciplinado i valiente ejército de lejendaria memoria, que dio independencia a Chile, glorias, poder, fortuna i respetabilidad esterior a la patria! Hai posiciones inespugnables que solo puede dominarlas la traición. I el traidor nunca falta. El nombre de Fernando Lopetegui será siempre en Chile sinónimo de vergüenza. Imitando a Vidaurre Leal, sus desgraciados descendientes, si los tiene, debian pedir que por decreto se les permitiera cambiarlo. Pero, si debe borrarse el apellido de sus descendientes que viva el de los judas. Que vivan los infames, autores de las desgracias i deshonra de la patria, del llanto i la miseria de ejército constitucional, porque juzgábamos en esos momentos mas titiles sus servicios conservando sus puestos. Podemos dar a U , S., esplicaciones sobre los servicios de cada una de las personas que indicamos, anticipándonos a manifestar a U . S. de nuestra parte que en el rol que les ha tocado desempeñar, cada uno de ellos ha obligado nuestra gratitud personal. V i r j i n i o Sanhue^a José Antonio Soto Salas A r t u r o Marin Emilio A r t u r o Ferreira Eleuterio Dañin Alejandro Bininiclis Aníbal Godoi Francisco Ahumada Fernando Lopetegui Abel Habaen

Juan de la Cruz Salvo Eujenio V i d a u r r e Manuel F. Soto Saldivar Gregorio Silva Amador Moreno Cesáreo Muñoz José Agustín Echevarría Lorenzo Campos Juan Ortega Jerman Fuenzalida

Enrique Muñoz Godoi Emilio 2.0 Sotomayor A g u s t í n Prieto Tobías Barros Zenon Villareal Nicolás Yavar Belisario Campos Alberto Novoa G .

Carlos Walker Marline^, Gregorio Donoso Carlos Lira, Pedro Donoso Vergara.


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quince mil familias para que sufran ellos las torturas de su alma i de su conciencia. Si alguna vez fuera licito bendecir una revuelta criminal en sus fines i en sus medios de acción i de triunfo, lo seria hoi, porque nos ha dado a conocer todos los malvados, todos los venales, los traidores é hijos del crimen. Queriendo premiar a sus cómplices los puso en la picota de la ignominia i publicó sus nombres ensalzándolos con el titulo de traidores. Somos duros con ellos i deploramos que nuestra pluma no tenga mas enérjicos acentos para estigmatizarlos, porque el castigo del traidor es de interés i de moralidad universales. Es el ser mas pernicioso, mas detestable i que mas daña el éxito de toda causa. ¡Judas no encuentra justificación, ni ante la conciencia misma de los mas encarnizados adversarios de la doctrina de su maestro! El oro de los ricos formó ese falanje. ¡He ahí su obra! El bien i la justicia no enjendran el crimen. La revolución fué crimen porque corrompió i mató todo jérmen de moralidad, pervirtiendo en Chile las nociones de probidad que eran su patrimonio i son la norma de conducta en toda sociedad culta. He ahí el papel que han desempeñado las personas, quienes por un sarcasmo incomprensible, al mismo tiempo que se degradaban en sus hechos, trataban de ennoblecerse proclamándose los héroes de la aristocracia i de la sangre azul. I ya que tantas veces hemos nombrado esta aristocracia i que la hemos descrito en sus menores detalles, vicios i preocupaciones, digamos una vez por todas i para dar remate a estos apuntes de carácter personal, que es el mayor de los absurdos pretender que era aristocracia i nobleza pura la que combatia a Balmaceda. No, porque en Chile no la hai i no se fué toda la jente de un lado para dejar del otro a los plebeyos. En Chile todos


— 2Óg — nos conocemos i no sabemos como nos probarían abolengos ni heráldica los Waldo Silva, Prendez, Altamirano, los Marta, Mac-Iver, Koenig, Walker Martinez, Castrito, Bannen, los Montt a quienes en este terreno hemos presentado descritos en otra parte por la diestra pluma de Isidoro Errázuriz. ¿Cuál seria la prosapia de Julio Zejers, cuál la de José Besa, Edwards i cien mas que hoi van pregonando por el mundo su limpio linaje? Mas cuerdos i mas en la verdad estarían si, no abjurando de sus méritos propios, se proclamaran hijos de sus propias obras i de su talento, los que lo tuvieran, que esa es la única i lejítima aristocracia, que no le faltaba tampoco al partido que apoyó a Balmaceda. Así obrarían mas cuerda i sabiamente, porque no provocarían un dia la risa de la patria, que vio salir al uno de la pobre choza de un marinero de Constitución; al otro de las canoas de pescadores de Chiloé; al de mas allá de las oscuridades de la cueva de un santero i a algunos de ellos envueltos en las nébulas de dudoso oríjen, no pocas veces espúreo, que es lo único de común que pueden tener con las aristocracias de todo el mundo. He ahí la verdad i sí un dia llegó la revolución a convertirse en guerra de castas, no fué ese su origen sino el predominio de unos hombres sobre los otros; los miembros de una misma familia que se dividieron, pretendiendo deberes i derechos esclusivistas los unos, sosteniendo sus fueros i los mismos derechos los otros. Cúpole al señor Balmaceda defender i tener por cooperadores a los últimos i esa es la mayor parte de su gloria i de su prestijio.


S E G U N D A PARTE

ENERO i . ' D E 1 8 9 1 Asomó puro i brillante en las elevadas crestas del majestuoso muro de granito, el sol que viniera a marcar un nuevo año i a ser mas tarde mudo testigo de un completo trastorno en la vida de este pais, cuyo azulado 1 tranquilo cielo venia cruzando hacia mas de treinta años, para dar vida solamente a un pueblo de héroes en el trabajo. La prensa continuaba ajitando las pasiones i predicando con afán la revuelta, que preparó durante todo el año 1 8 9 0 . La prensa no era, ni representaba la opinión pública, ni era la espresion de los deseos del comercio, de la agricultura, de la mineria, del trabajador, ni de ningún interés serio i respetable de la sociedad. Era solo el eco de dos o tres ricos, con cuya fortuna la habían dominado desde años atrás, siendo los dueños únicos de los grandes diarios de Santiago i Valparaíso, que servían esclusivamente a los intereses de sus sostenedores. Voces siniestras principiaban a estender el sordo


rumor de que la revolución estallaría el diez, el quince, el veinte del aciago mes de enero. ¿Quién la haría? ¿Serian los pueblos? ¿Cuál de ellos daría la voz de alarma? ¿En nombre de que principio grande, noble, generoso se enarbolaria el trapo rojo de la discordia para agrupar en torno suyo al pueblo chileno? Nadie lo sabia, ni nadie creia en la loca aventura, ni descubría los móviles i causales que se invocarían; ni se descubrían tampoco quienes serian los caudillos prestijiosos que pudieran llevarla a cabo. ¡Tan arraigada era la creencia de que en Chile eran imposibles las revoluciones i tan fuerte el sentimiento de respeto a las autoridades legalmente constituidas! ¿Se sublevaría el ejército? ¡Delirio! decían todos. Cuarenta años de lealtad i respeto a la lei, lauros inmarcesibles de gloría conquistados en guerra estranjera, no se borran en un instante de insensatez i de locura temeraria. Nadie dudaba del ejército; se veia en él una garantia i nadie se engañó. Traicionaron los movilizados. ¿I la marina? ¿Quién se animó a dudar; quién imajinó que fuera el arma fratricida de que se valieran la exaltación i la pasión política? Por mas que se la sindicara de preparada a la revuelta, el gobierno mismo, o lo ignoraba, o no lo creia, porque no tomó medida alguna de previsión, ni nada anunció a las autoridades políticas de Valparaíso. Pero, el i . " de enero de 1 8 9 1 habia llegado sin que el Congreso de la república hubiese querido dar a la nación dos leyes necesarias, indispensables para su vida de pueblo culto; que eran el orden, el respeto de la propiedad, la garantia de sosiego i de segura tranquilidad para la familia: por primera vez en su vida de pueblo culto, Chile no tenia presupuesto, i se quería que no tuviera ni ejército, ni marina. Así


lo quería el Congreso, se negaba a darlos i lanzaba al país fuera de la leí común de las sociedades civilizadas, porque no tenemos conocimiento de un caso análogo en ningún otro pais del orbe. ¿Sabe el pueblo de esta nación que se dice adelantada lo que eso significaba; se dio entonces cuenta del alcance inmenso, terrible i de lamentables consecuencias que tenia tan loco estravio i empecinamiento de las pasiones de partido, de los negocios de partido, de las especulaciones que surjen i crecen a su sombra? ¡Ah! Nación sin presupuesto, sin ejército, sin fuerza pública, vale tanto como hogar contristado, sin pan, sin luz, sin vida, sin guia, ni timón, lanzado al acaso i a merced de crueles amarguras. Obligad a un jefe de estado a dirijir una nación sin aquellas dos leyes i tendréis: suspendidas las pensiones de las viudas, que son herencia sagrada de mártires i de héroes; miles de empleados públicos sin sueldo i sin pan para los suyos; la miseria i el hambre en todos los hogares; los servicios públicos paralizados i sufriendo muerte i ruina el comercio, la industria i todo el mecanismo nacional; los hospitales cerrados i el dolor i la muerte ostentándose en las plazas i en las calles públicas; las policias dispersas, las ciudades oscuras i el pillo i el malvado aprovechando la propicia ocasión; las cárceles abiertas, el ejército disuelto, ¿quién puede concebir cuánta escena de robo, de impúdica violación, de crueles asesinatos, robos i depravaciones de todo jénero, no trendrian que sucederse? ¿I quién contendría el torrente; quién le opondría robusto dique una vez abiertas todas las válvulas i lanzada la nación en los peligros sin cuento de una situación tan absurda, tan contraria a la moral i a los sentimientos nobles que deben animar a los que tienen la misión de dirijir a los pueblos i salvaguardiar sus intereses, el honor de la familia, la


vida, la inocencia, la virtud i la tranquilidad común? No hai lei que autorice este salvajismo. I el Congreso decia que obraba en nombre de la lei de las leyes: la Constitución. Pudo el Congreso ser loco i criminal; pero no le era dado exijir que todos lo siguieran en su pérfida i temeraria empresa. Teníamos a la cabeza del gobierno un grande hombre, patriota, que quiso salvar a Chile de los horrores a que se queria conducirlo i cumpliendo con uno de sus mas altos deberes, lanzó al pais un manifiesto en que dijo: cumpliré con mi deber, salvaré a Chile, la posteridad me juzgará. ¿A eso es a lo que se ha llamado dictadura? ¡Santa i bendita sea i vengan siempre en Chile i en todos los países, dictaduras que nos salven de los grandes peligros i no permitan que su nombre pase deprimido a la historia, sin que hubiera habido uno siquiera de sus hijos, que protestara i salvase su honor! Al decir que el presidente de la República, don José Manuel Balmaceda cumplía con el mas sagrado de sus deberes, manteniendo el orden en la república, es porque a mas de obedecer a un principio de la lei natural que ordena la conservación del individuo i de las sociedades, observaba también lealmente el articulo 72 de nuestra carta fundamental que dice: «Al presidente de la República está confiada la administración i gobierno del estado: i su autoridad se estiende a todo cuanto tiene por objeto la conservación del orden en el interior i la segundad estenor

de la república; guardando i haciendo guardar la constitución i las leyes." Nótese que el Presidente no solamente tiene el de-

ber de guardar, sino la obligación de hacer guardar la Constitución i las leyes; i que el Congreso las ha-

bia infrinjido, negándose a dictar en época oportuna, durante el periodo ordinario de sus sesiones, dos 18


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leyes que no son políticas, sino la base de la existencia de la nación, como sociedad civilizada i como obligada que está a parecerlo, en presencia de los numerosos estranjeros que buscan en Chile el amparo i la protección de sus instituciones. Nótese ademas, que según el inciso 1 6 del artículo 73 de la Constitución, es atribución del presi-

dente de Chile: (.(.disponer de la fuerza de mar i tierra, organizaría i distribuirla, según lo hallare por conveniente.^

¿Dónde estaría entonces el alzamiento del presidente Balmaceda en contra de la Constitución i las leyes al continuar disponiendo del ejército i de la marina en virtud de sus privativas atribuciones? ¿Dónde la facultad del Congreso, que la Constitución no consigna en ninguna parte, para organizar divisiones navales, arrebatando al presidente de la República sus elementos i agentes constitucionales? ¿Dónde la facultad deliberativa de la marina para sustraerse a la acción de su jefe legal, que podía or-

ganizaría i distribuirla

según lo hubiera por conve-

niente i someterse a un poder i forma de gobierno que no estaba reconocido, ni sospechado por la carta? Es sencillamente absurdo sostener la legalidad i corrección de los procedimientos del Congreso i de la marina que obraron, no como poderes e instituciones constitucionales, ya que se salieron de lo terminantemente estatuido por ella, sino como alzados en contra de esa misma leí suprema, que tenían el deber de acatar. Obraron todavía inconstitucionalmente, i sus actos eran nulos desde que asi lo declara la Constitución cuando dice: (.(que ninguna magistratura ni autoridad puede ejercer otras atribuciones que las que espresamente le están acordadas por la Constitución i las leyes i que todo acto en contrario será nido?'*


Mientras que Balmaceda obró dentro de la esfera clara i neta de sus atribuciones, disponiendo del ejér-

cito, distribuyéndolo según lo hallaba por conveniente i atendiendo a la conservación del orden, atribuciones

todas del poder ejecutivo, que en ninguna parte da al Congreso.


II

LA GRAN F A R S A I E L GRAN CRIMEN Las dos de la mañana del día 7 de enero aun no habían pasado cuando sintiéronse en la bahia de Valparaiso en noche oscura i silenciosa, como era negro i sijilosamente preparado el acto que se cometía, dos cañonazos a considerable distancia. El jefe de la provincia apercibióse en el acto del hecho i acaso fué uno de los pocos que de él tuvieron conocimiento i esperimentó sorpresa, porque no se lo esplicaba. Momentos después, el Comandante de la artillería de Costa, Coronel Francisco Pérez, le anunciaba que la escuadra se habia sublevado: que a esas horas habían estado en su cuartel el clérigo Salvador Donoso i el joven diputado Cornelio Saavedra Rivera a comunicarle que al dia siguiente estaría en conmoción i pronunciada toda la república: que Valparaiso mismo secundaria el movimiento i que invocaban sus sentimientos de humanidad para que no obrara con su fuerza en contra del pueblo, lo que equivalía a pedirle pasiva cooperación. El dia anterior el clérigo Donoso con dos sacerdotes mas habian estado a ofrecer sus servicios, asegurar cooperación i saludar al Intendente de la Provincia, que lo era el que esto escribe, i que hacia pocos dias se habia hecho cargo de ese alto puesto. ¡Así principiaba la revolución! Se lanzaban los embustes i se procuraba el engaño por aquellos mismos que hacen profesión de propagar la verdad i de dar al César lo que es del César i a Dios lo que es de Dios. El Coronel Pérez fué noble i leal soldado. Fué


hasta el último, uno de los mas leales i esforzados adalides de la causa de la Constitución i por ello sufrió prisión cruel i prolongada. No hacemos historia narrativa de todos los acontecimientos; esponemos solo hechos sin sus detalles, para deducir las consecuencias lójicas que de ellos se desprenden. Por eso, bástanos decir que, tomadas las medidas necesarias de precaución, el Intendente de Valparaíso anunció al presidente de la República lo ocurrido por medio del siguiente telegrama: Valparaíso,

enero, 7 de

i8gz.

Anoche ha salido la escuadra sin orden. JOAQUÍN VILLARINO.

De esta manera supo el gobierno, supo el pais la perpetración del acto mas inaudito e innecesario, mas pernicioso a la prosperidad de Chile i que venia a desmoralizar i desquiciar los fundamentos mas sólidos de la sociabilidad de la nación. L a luz del nuevo día encontró a Valparaiso tranquilo, continuando en sus cuotidianas labores i deteniéndose apenas para inquirir lo ocurrido. L a escuadra no estaba ya en la bahia; había ido a Quinteros para celebrar el triunfo i saludar su nueva bandera; pero a las once del dia entraba nuevamente al puerto, empabesada i en son de triunfo, como llamando al pueblo en su ausilio i pidiéndole cooperación para su obra. El pueblo permaneció aun tranquilo i no hizo la mas mínima e insignificante manifestación que, directa o indirectamente, pudiera revelar su propósito de secundar la actitud de la escuadra. Muchos dias permanecieron alli los marinos i el pueblo persistió en su conducta, hecho que anotamos i sobre el cual llamamos la atención, para que


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se comprenda cuál era el aislamiento en que estaba la escuadra i la ninguna cooperación que alcanzara en aquella ciudad, que solo vive del comercio i del trabajo, por mas que durante un año se la hubiera venido exaltando i acostumbrando al desorden, al asesinato, al robo i falta de respeto a la autoridad i a la propiedad privada, por medio de huelgas producidas i aconsejadas por la oposición i que luego se atribuian por ella misma al gobierno. ¡Como si él desorden, las calamidades públicas, los saqueos favorecieran a los gobiernos i no fueran siempre, como en ese acto, el negocio i la conveniencia de una aglomeración de círculos políticos, que a toda costa trataban de convulsionar al pais i derrocar al gobierno legal. El pais supo lo que ocurría, por una nota que Waldo Silva, vice-presidente del Senado, fechada a bordo del blindado Blanco Encalada, pasó al intendente de Valparaíso, anunciándole que el Congreso habia depuesto al Excmo. presidente Balmaceda con fecha i . " de enero, que habia formado una delegación de tres personas que lo representaban i encomendado al capitán de navio Jorje Montt, la jefatura de una división naval. Llama la atención que fuera un segundón sin representación política, como toda su vida lo fué Waldo Silva, quien asumiese la representación del Senado, siendo solo vice-presidente; pero esto se esplica porque el Sr. Vicente Reyes, que era su presidente, se negó a entrar en la revolución, no porque aprobase la política del señor Balmaceda, sino porque su desaprobación no iba tan lejos que justificara una apelación a las armas para correjir errores que, en su concepto, podian ser de mera apreciación i que se evitarían con solo hacer valer los recursos constitucionales, dentro del orden legal.


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Llama también la atención que, diciéndose los alzados de la escuadra, los amparadores de la Constitución, principiaran por pisotearla, creando una forma de gobierno desconocida por ella, fraccionando la república i entregando el mando de la fuerza de mar i mas tarde el gobierno de la nación, á un soldado subalterno de ínfima categoría del Jefe Supremo de la República. Debe saberse ademas, que el Congreso no se reunió para acordar la farsa de deposición del Presidente, sino que se fué de casa en casa solicitando la firma del estraño documento que la acordaba; que muchos diputados i senadores no quisieron firmarla i que, si mas tarde apareció suscrita por una gran cantidad de ellos, fué cuando ya el triunfo de las armas había hecho desaparecer todo temor, todo escrúpulo del ánimo de los revolucionarios. Y entonces, los mismos que se habían negado a estampar sus firmas, fueron solícitos a implorar que se les permitiera hacerlo, lo que sé les debió conceder sin esfuerzo, como un medio de dar prestijio i hacer bombo a un acto del Congreso que no habia tenido lugar. Y aun en el hipotético caso de que el Congreso se reuniera clandestinamente i fuera del augusto recinto de sus sesiones, donde el pueblo tenia costumbre de verlos i la leí les ordena agruparse, aun en ese caso no habría sido el Congreso el que funcionaba, sino una agrupación de individuos conspiradores que, so capa de defender la constitución, principiaban por minarla i socavarla por su base. La sublevación de la escuadra i la deposición del Presidente Constitucional de Chile, según se anuncia en los documentos que mas adelante insertamos, hecha por el Congreso el dia i d e enero; i la aceptación del capitán de navio Jorje Montt, fueron producidos para sostener actos anticonstitucionales i ab-


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surdos, que no se dieron a conocer al pueblo en época oportuna; ni discutieron sus representantes; ni se pusieron en tabla en el Congreso; ni informaron acerca de ellas las comisiones de ambas cámaras, como sus reglamentos ordenan se haga hasta con los asuntos menos trascedentales; ni la prensa pudo discutir acontecimiento tan considerable; ni apercibirse la nación de lo que pasaba para haber hecho valer sus razones en pro o en contra e inclinar la balanza en el sentido que conviniera a sus vitales conveniencias. Todo fué oculto, negro, tenebroso, como si se temiera la luz para producir un hecho que se ha querido rodear de aureola de grandeza, de prestijio i que acusaba noble heroísmo en sus ejecutores i que en verdad, patrañas a un lado, no ha sido sino una sublevación precedida de una confabulación i de una conjuración vulgares, rodeadas artificiosamente i con maña, de ciertas esterioridades destinadas a dar ánimo a los tímidos i matar los escrúpulos de los que necesitan que se les presenten pretestos, especiosos o no, fundados o no, para transijir con su conciencia, con la verdad i con la justicia. Los documentos a que venimos refiriéndonos son los siguientes: DEPOSICIÓN DE BALMACEDA Acta suscrita por la mayoría del Congreso

Nacional.

Nosotros, los representantes del pueblo chileno en el Congreso Nacional, teniendo en consideración: i.° Que los numerosos delitos cometidos por las autoridades administrativas contra el poder electoral de la República para falsear la espresion de la voluntad soberana del pueblo en las elecciones, han


sido amparados i protejidos por el Presidente de la República i sus Ministros, desoyendo las representaciones de la Comisión Conservadora i haciendo, por lo tanto, suya la responsabilidad de los funcionarios culpables, conforme al precepto contenido en el número 2 . del artículo 49 de la Constitución del Estado; 2. Que las policias de seguridad, confiadas al Presidente de la República para custodiar el orden i resguardar los derechos de los ciudadanos, han sido empleadas en organizar i dirijir turbas asalariadas del populacho para promover los mas vergonzosos i criminales atentados contra el orden público i para atropellar los fundamentales derechos de los ciudadanos, llegando a ser dicha fuerza una constante amenaza para ellos 1 desapareciendo asi el fin primordial del establecimiento de la autoridad; que el Presidente de la República i sus .Ministros se han hecho sordos a los gritos de la indignación pública i a las constantes reclamaciones del Congreso i de'la Comisión Conservadora por aquellos actos, que las autoridades han dejado impunes, asumiendo asi su responsabilidad; 3. Que la única reparación de los últimos i dolorosos atentados contra la libertad de reunión ha sido la promulgación de la ordenanza de 20 de Diciembre último, que es una nueva i audaz violación de los derechos de reunión i petición garantidos por el inciso 6.° del artículo 1 0 i por el inciso 6.° del artículo 27 de la Constitución, incurriendo al mismo tiempo con ella el Presidente de la República i sus cómplices en una usurpación flagrante de una atribución esclusiva del Congreso consignada en dicho inciso 6.° del artículo 2 7 , i que es el único que puede dictar estas leyes escepcionales, pero de duración transitoria que no puede esceder de un año; 0

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4-° Que el Presidente de la República ha violado constantemente la fé pública, oficial i solemnemente empeñada en varias veces por medio de sus Ministros; $.° Que el mismo funcionario ha dilapidado los caudales públicos, disponiendo de ellos fuera del presupuesto, creando empleados i comisiones remunerados con fondos nacionales sin intervención del Congreso i usurpando asi una atribución esclusiva del Poder Lejislativo consignada en el inciso 1 0 del artículo 28 de la Constitución; 6.° Que el mismo funcionario ha desconocido i violado las atribuciones fiscalizadoras del Congreso i de la Comisión Conservadora, haciendo caso omiso de ellas i burlándolas en lo absoluto, con abierta infracción del inciso 1 . ° del artículo 49 i demás artículos de la Constitución que constituyen al Congreso fiscal i juez de los altos funcionarios administrativos; " 7.° Que por causa del desconocimiento de estas atribuciones el presidente de la República intentó, no ha mucho, cambiar la forma consagrada por nuestro gobierno manteniendo un Gabinete censurado por las dos ramas del Congreso i a quien éste habia negado las contribuciones i llegó basta gobernar sin ellas, causando al Fisco pérdidas injentes i a la nación las perturbaciones mas graves; 8.° Que clausurando el Congreso porque se oponía con varonil firmeza a la invasión de los derechos mas preciados del pueblo faltaba a su palabra, empeñada para sancionar leyes pendientes i necesarias para garantir aquellos derechos; o.° Que sin hacer mención de muehas otras violaciones de las leyes i garantías individuales el Presidente de la República ha llevado últimamente este sistema de desgobierno i de ruina legal i social hasta


el punto de disponer de los caudales públicos i mantener las fuerzas de mar i tierra sin autorización alguna del Congreso, usurpando abierta i escandalosamente las atribuciones esclusivas del Poder Lejislativo de la nación, único a quien confieren estas facultades los incisos 2." i 3 . del 28 de la Constitución, los cuales establecen que «solo en virtud de una lei se puede: fijar anualmente los gastos de la administración pública i fijar igualmente en cada año las fuerzas de mar i tierra que han de mantenerse en pié en tiempo de paz i de guerra®: 1 0 . Que todos estos actos han venido produciendo una alarma profunda en la sociedad, una completa desmoralización administrativa i una perturbación desastrosa en los negocios económicos, comprometiendo gravemente el honor de la nación; 1 1 . Que todos estos actos, i las declaraciones del DIARIO OFICIAL, vienen comprobando de una manera evidente la maquinación fraguada i consumada por el Presidente de la República contra las instituciones fundamentales del Estado; que todos estos actos que revelan el plan proditorio de minar el edificio político levantado por el esfuerzo 1 sacrificios de varias jeneraciones, para alzar sobre las ruinas de la soberania del pueblo los caprichos de un señor absoluto, para desquiciar i anarquizar asi una sociedad constituida, un pueblo sumiso i tranquilo que solo reclama la paz i el orden legal, constituyen, no un crimen cualquiera, sino el mayor de todos los crímenes que puede cometer un mandatario; 1 2 . Que poniéndose con estos atentados en abierta rebelión contra el orden constitucional, el Presidente de la República ha incurrido en el crimen de alta traición contra el Estado i queda iuera de la lei que ha jurado solemnemente guardar i hacer guardar; 1 3 . Que si los majistrados violan abiertamente 0


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la majestad de las leyes que constituyen la base necesaria del orden social, sus mandatos son nulos i sin ningún valor, como espresamente lo establece el artículo 1 5 1 de la Constitución, i en tal caso no solamente existe el derecho sino el deber de resistir en defensa del orden público, deber que incumbe a todos los ciudadanos, i mui especialmente a los poderes constituidos; 1 4 . Que es atribución esclusiva del Congreso, establecida en el inciso 4 . del artículo 27 i en el artículo 65 de la Constitución, declarar cuando por enfermedad, ausencia ú otro motivo grave, i cuando por muerte, renuncia ú otra clase de imposibilidad absoluta el Presidente de la República no pudiera ejercer su cargo; 115. Que los crímenes mencionados, i de que se ha hecho reo el actual Presidente de la República, no pueden constituir un motivo mas grave ni una imposibilidad que lo haga mas indigno e incapaz de continuar en el ejercicio de su cargo. En mérito de las consideraciones precedentes, nosotros, miembros del Senado i de la Cámara de diputados de Chile, invocando al Supremo Juez del Universo en testimonio de la rectitud de nuestras intenciones, con objeto de restablecer el réjimen constitucional, asegurarla tranquilidad interior, atender a la común defensa i afirmar los beneficios de la libertad i de las leyes, en nombre i por autoridad del pueblo que representamos, solemnemente declaramos: i . ° Que el Presidente d é l a República, D. José Manuel Balmaceda, está absolutamente imposibilitado para continuar con el ejercicio de su cargo, i, en consecuencia, que cesa en él desde este dia; 2. Que están igualmente imposibilitados para reemplazarlo en su cargo sus Ministros del Despacho 0

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i los consejeros de Estado que han sido sus cómplices en los atentados contra el orden constitucional, I, en consecuencia, designamos a D. Jorje Montt para que coadyuve a la acción del Congreso, a fin de restablecer el imperio de la Constitución. Santiago, Enero i." de 1 8 9 1 . Ramón Barro Luco, diputado por Valparaíso. —José A Candarillas, diputado por Freirina. MI. J . Irrazával, senador por Talca. M. Recabárren, senador por Concepción. —Edo. Matte, diputado por Santiago. Waldo Silva, senador por Atacama. —V. Blanco, diputado por Santiago. M. Concha i Toro, senador por Santiago. —Z. Rodríguez, diputado por Santiago. —-Ladislao Errázuriz, diputado por Concepción i Talcahuano. E. Altamirano, senador de Valparaíso. —C. VValker Martínez, diputado por Maipo. José Clemente Fádres, senador por Santiago. —David Mac-Iver, diputado por Constitución. —Joaquín Walker M., diputado por Santiago. Luis Pereira, senador por Talca. J . Rodríguez Rozas, senador por Atacama. —Enrique Larrain Alcalde, diputado de Lontué. —Vicente Davila Larrain. —Benjamín Vergara E., diputado por San Felipe. —Luis Errázuriz E., diputado por San Felipe. —Abrahan Koenig, diputado por Copiapó i Chañara!. —Valentín del Campo, diputado por Cachapoal. —Máximo del Campo, diputado por Elqui. —Julio 2.° Zegers, diputado suplente por San Javier.


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—Ismael Valdes Valdes, diputado por San Bernardo. —José F. Valdes C , diputado por Linares. —Enrique Cazotte, diputado suplente por Tarapacá. — P . Nolasco Prendes, diputado por Constitución. —Antonio Edwars, diputado por Copiapó. Miguel A. Varas, senador suplente de Coquimbo. —Carlos Besa, diputado por Castro. —M. Cienfuegos, diputado por la Victoria. J . E. Rodríguez, senador por Curicó. —Nolasco Reyes, diputado suplente por Coelemu. —Luis M. Rodríguez, diputado por Ancud. —V. Aguirre V., diputado por la Ligua. —Gaspar Toro, diputado por Tarapacá. —Jorje Riesgo, diputado por Caupolican. — P . Bannén, diputado por Lautaro. Eleodoro Gormaz, senador por Santiago. —G. Urrutia, diputado por Collipulli. —Julio Zejers, diputado por Linares. —Demetrio Lastarria, diputado por Rancagua. — F . Carvallo Elizalde, diputado por Coquimbo. —Ricardo Pérez, diputado por Osorno. —Juan N. Parga, diputado por la Victoria. —D. Trumbull, diputado por Concepción i Talcahuano. —Rafael ErrázurizUrmeneta, diputado por Ovalle. —José A. Silva P . , diputado por Talca. —A. Gandarillas, diputado por Curicó. —Bernardo Paredes, diputado por Bulnes. Manuel Amunátegui, senador por el Nuble. —Javier Vial Solar, diputado por San Fernando. —E. Fernandez A., diputado por Lontué. —José María Diaz, diputado por Casto. Rodolfo Hurtado, senador por Aconcagua. —Valentin Letelier, diputado por Talca.


— F . A. Concha C , diputado por Caupolican. Cornelio Saavedra, senador por el Nuble. —E. Mac-Clure, diputado por Traiguén. Rafael Montt A., senador por Biobio. —M. R. Lira, diputado por Parral. •—Hernán Echeverría, diputado por Lautaro. —Enrique Mac-Iber, diputado por Santiago. — J . Manuel Infante, diputado por Santiago. —G. Letelier, diputado por Temuco. —Manuel F. Valenzuela, diputado por Curicó. —Cornelio Saavedra R., diputado por Lautaro. —Luis F. Puelma, diputado por Valparaiso. Pedro N. Marcoleta, senador por Biobio. —Pedro Montt, diputado por Petorca. —Isidoro Errázuriz, diputado por Valparaiso. —Agustín Montiel Rodríguez, diputado por Mulchen. —Alberto Edwards, diputado por Valparaiso. — J . de D. Vial, diputado por Santiago. Patricio Larrain A., diputado por la Victoria. NOTA CON QUE FUÉ ACOMPAÑADA EL ACTA PRECEDENTE. Valparaiso, Enero 6 de

i8gi.

El Presidente de la República en un manifiesto dirijido a la nación, ha declarado que, no pudiendo gobernar de acuerdo con el Congreso Nacional como la Constitución lo ordena i como lo han hecho sus antecesores, ha resuelto mantener las fuerzas de mar i tierra sin autorización lejislativa i hacer los gastos públicos sin lei de presupuestos. De este modo i por primera vez en Chile, el Presidente de la República se ha colocado fuera del réjimen constitucional, ha renunciado la autoridad lejí-


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tima de que estaba investido i ha querido asumir un poder personal i arbitrario que no tiene otro oríjen que su voluntad i otros límites que aquellos que los acontecimientos puedan señalar. En tan grave emerjencia al Congreso Nacional corresponde tomar a su cargo la defensa de la Constitución i adoptar todas las medidas que las circunstancias exijan para restablecer su imperio. En el desempeño de tan augusta misión, el Congreso Nacional debe contar con las fuerzas de mar i tierra, porque éstas solo tienen razón de ser al amparo de la Constitución, i no seria posible que quisieran perder la lejitimidad de su existencia para ponerse al servicio de un réjimen dictatorial implantado por móviles esclusivamente privados del Presidente de la República. Cincuenta i siete años no interrumpidos de organización constitucional i una larga tradición de sacrificios hechos i de glorias alcanzadas en servicio de la patria, marcan al ejército i a la armada de la República el camino del deber, i les obligan a resistir, como contrario a su propia honra, todo atentado que se proyecte o ejecute contra el código que sirve de base a las instituciones nacionales i que da orijen a los poderes públicos. Cumpliendo el Congreso Nacional con los deberes que la situación presente le impone, ha tomado los acuerdos que se espresan en el acta anexa a esta comunicación, i al mismo tiempo ha conferido a los infrascritos autorización suficiente para presentarse a la armada i demandar de ella que coopere, en la esfera de acción que le es propia, al mas pronto restablecimiento del réjimen constitucional. En tal virtud, los infrascritos disponen que se organice una división naval para hacer comprender al Presidente de la República que la armada obedece á la Constitución i que, por tanto, es indispensable


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que se dicte sin demora la lei anual que autorice su existencia. Se dará a reconocer como jefe de esta division al capitan de navio D. Jorje Montt, i los infrascritos quedan embarcados para atender al desarrollo que pueda tener este movimiento en defensa de la Constitución de la República. WALDO SILVA,

Vice-presidente del Senado, RAMÓN BARROS LUCO,

Presidente de la Cámara de Diputados. Al señor capitán de navio D. Jorje Montt i a los señores jefes i oficiales de la armada.

ACEPTACIÓN DE D. JORJE MONTT

Valparaiso, Enero 6 de 1 8 9 1 . — E n vista de las consideraciones espuestas en el oficio precedente, acepto la designación que se hace para la organización de una division naval que quedará bajo mis órdenes, para cumplir las disposicianes que se adopten por los señores delegados del Congreso Nacional. Póngase la presente resolución en la orden del dia, i el oficio de los señores delegados, a fin de que lleguen a conocimiento de los señores jefes, oficiales i equipajes de la division naval. Anótese.—JORJE MONTT.

Antes de entrar en consideraciones jenerales respecto de los actos a que debia dar orijen la actitud irregular del Congreso i la marina, i las consecuen19


cías de ellos, séanos permitido protestar de la manera mas categórica i desmentir las aseveraciones contenidas en los dos primeros considerandos del acta del llamado Congreso, las que no son otra cosa que la repetición falsa i antojadiza de las aseveraciones de la prensa revolucionaria, que jamás produjo hechos concretos, ni logró llevar al ánimo de nadie el convencimiento de la verdad de lo que decia. Nadie vio jamás en el estilo exaltado de la prensa, sino la táctica de revolucionarios que preparaban por sí mismos las causales de una revuelta criminal. No era posible que la falta de decoro i moralidad política fueran llevados a un límite tan estremo, que a toda una nación i al mundo entero que contemplaba los acontecimientos, se le dijera: hacemos revolución porque nos viene en mientes; porque conviene a nuestros intereses políticos i porque a toda costa queremos el poder, queremos Tarapacá i deseamos ser los esplotadores de la inmensa fortuna pública i del cuantioso presupuesto nacional. No menos falsos i antojadizos son los cargos contenidos en los considerandos que siguen hasta el 6. inclusive. I ya que en un documento que se supone emanado de un alto cuerpo que se decia constitucional, que se dirijia a la nación i al mundo civilizado para justificar su actitud bélica, que rompía el orden constitucional de un pais siempre respetuoso de sus leyes; ya que no se produce un solo hecho concreto justificativo, negamos nuevamente la verdad i la existencia de esos motivos. Mas aun, llamamos la atención a la falta de seriedad i a la adulteración de la verdad cuando se dice: que el Presidente habia dilapidado los caudales públicos, aseveración inaudita i no justificada por ningún acto de la administración Balmaceda. I dado caso que el cargo de dilapidación fuera cierto, caeria sobre los que lo formua


lan, quienes como diputados, senadores i ministros de estado autorizaron los gastos públicos, hicieron la inversión i aprobaron las cuentas respectivas durante cuatro años de la administración Balmaceda. No es nuestro trabajo de naturaleza que nos permita entrar en investigaciones i rectificaciones de hechos i acusaciones que carecen de fundamento. Bástanos contestar con un desmentido, porque cuando más tarde haya quien tenga valor de esponer hechos, no faltará quien recoja el guante i refute victoriosamente la calumnia. Deslealtad, inconsecuencia i falta absoluta de sentimiento moral hai en el cargo que espone el 7 . considerando. No es posible llevar mas lejos el desconocimiento ele las leyes del honor, de la dignidad i de la consecuencia, que siempre se guardan entre si los hombres cultos que viven en la sociedad civilizada. Es cierto que durante dos meses habia permanecido en el Gobierno el ministerio Sanfuentes, que habia sido censurado sin oirlo i apenas se presentó al Congreso, como ya hemos relatado en otra parte; es cierto también, que durante esos dos meses, se buscó una solución i un arreglo para salvar el conflicto, lo que silencia el manifiesto del llamado Congreso; i no es menos cierto que al fin mutuas concesiones hechas por el Gobierno i el Congreso dieron por resultado la elevación del Ministerio Prats, que debió ser de paz i justicia. Este acontecimiento que llenó de júbilo al pais, espectador intranquilo i pasivo de estacóntienda, produjo calma entre los contendientes i dio la manifestación mas espresiva de que el presidente Balmaceda, no era un intransijente, ni tenia interés en dominar al Congreso. El Presidente no trataba de avasallar al Congreso: queria solamente conservar incólume el derecho i la prerrogativa esclusiva que le concedia la Constitu0


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cion, de nombrar o remover a su voluntad a los ministros del despacho (1), que eran sus secretarios de confianza. I esto era tanto mas justo, desde que la falta de esa atribución era incompatible con la responsabilidad que la misma Constitución le imponia por sus actos en el juicio de residencia que podia seguírsele solo en el año siguiente al de la espiración de su periodo constitucional de cinco años. El Presidente era depositario de un legado constitucional que lo habiau tenido todos sus antecesores i que era su deber mas alto entregarlo incólume a sus sucesores. No quería avasallar, pero tampoco era decoroso que fuera avasallado; no quería imponer, pero tampoco podia recibir imposición, cuando ella llevaba implícitamente envuelto el decoro del hombre i la alta dignidad del puesto de representante de la nación, que no le era lícito permitir que fuera mancillado. I esto es tan cierto, que después de pasado el conflicto escribía a su amigo el intendente de Coquimbo con fecha 1 3 de Agosto de 1 8 9 0 lo que sigue: « L a batalla se ha peleado i el desenlace ha sido honroso. Chile ha ganado después de la tremenda prueba. S u crédito i su prestijio se han enaltecido.® «Los círculos parlamentarios no han venido al Gobierno i hemos resistido la tormenta con la enerjia aconsejada por el deber i la gravedad de los peligros que me rodearon.® «Hoi la atmósfera es serena i procuraremos aprovecharla para realizar el mayor bien posible.® Estas ideas espresadas libremente en la intimdadde la confianza al amigo, revelan todo el pensamiento del Sr. Balmaceda i ponen en evidencia cuan grande (i) A r t . 73.—Inciso 6.°—«Son atribuciones especiales del Presidente de la República: Nombrar i remover a su voluntad a los Ministros del Despacho i oficiales de sus secretarias, a los Consejeros de Estado, a los ministros diplomáticos, a los Cónsules i demás ájentes esteriores, a los intendentes de provincia i a los Gobernadores de plaza.»


era su alma i cuan inspirada estaba en el espíritu del bien i de la felicidad de su patria. Lo cierto es que él quedó sinceramente satisfecho de la solución alcanzada, que habia traido al escenario político al ministerio Prats. El Congreso también lo comprendió así: ese ministerio satisfacía a todos, daba a todos garantías, ponía término a una situación difícil, preñada de peligros i en consecuencia, el poder lejislativo sancionó la lei de contribuciones que mantenia suspendida , mientras no se formara un ministerio de su agrado. El iris de paz habia asomado en el horizonte, los enemigos habíanse reconciliado i el Congreso renunció a la acusación que tenia preparada contra el ministerio Sanfuentes i fue mas lejos aun,, porque no admitió ni siquiera a discusión i rechazó por unanimidad de votos la que en hora intempestiva presentara el diputado Francisco Puelma Tupper. ¿Cómo entonces viene ese mismo Congreso a fundar un cargo al Presidente de la República i encontrar fundamento para lanzarse en la revuelta en hechos que habian tenido de parte de ese mismo Congreso la mas amplia aprobación? ¿Cómo puede concebirse que cuando dos amigos, dos corporaciones han llegado a entenderse i reconciliarse respecto de cuestiones que los dividían, se vuelva mas tarde sobre esos mismos hechos i se inculpe por lo que la reconciliación había cubierto con velo de olvido i justificación? Entre muchachos o adolescentes seria simplemente un pueril proceder; entre hombres i ante la faz del mundo, es proceder de malvados. Así son todos los fundamentos de la revuelta. La circunstancia de que el Congreso no hubiera querido aprobar la lei de presupuestos, ni la que renueva las fuerzas de mar i tierra, no era falta imputable al Presidente de la República, porque, como poder colejislador, solo entra a funcionar i ejercitar sus


atribuciones, promulgando u objetando la lei, después que el Congreso ha ejercido las suyas, que en este caso abandonó. Por consiguiente, ni aunque mas tarde se hubiera formado juicio de residencia al Presidente, no se habría podido inculparlo por una falta que no era suya i que tampoco estaba incluida en la Constitución entre las causales de ese juicio. La práctica también abonaba la conducta del presidente Balmaceda, pues muchos presidente, i aun él mismo, gobernaron mucho tiempo sin esas leyes, sin que a nadie le ocurriera jamas pretender que estaban depuestos o dejaban de ser presidentes. El mismo capitán Montt no tenia presupuestos aprobados el i . " de Febrero de 1 8 9 2 i no por eso abandonó la Moneda para ir a esperar en su casa que el Congreso le diera esa lei, que fué la misma que él habia invocado para insurreccionarse contra su superior jerárquico. Veamos lo que dicen los hechos: «Hoi dia i . ° de Enero de 1 8 9 1 , decia el presidente Balmaceda en su manifiesto de esa fecha a la nación, me encuentro gobernando a Chile en las mismas condiciones que 'durante todo el mes de Enero i parte de Febrero de 1 8 8 7 ; sin lei de presupuestos i sin que se haya renovado la lei que fija las fuerzas de mar i tierra." «Todos los presidentes desde 1 8 3 3 hasta la fecha, con exepcion de uno solo, hemos gobernado la República durante años, meses o dias, pero siempre por algún tiempo, sin leí de presupuestos i sin la que fija las fuerzas de mar i tierra." «Nadie habia creído hasta ahora que los presidentes constitucionales de esta nación culta i laboriosa, nos hubiéramos convertido en tiranos o dictadores, porque en los casos de omisión voluntaria, neglijencia u otro motivo, para cumplir el Congreso con el deber constitucional e ineludible de concurrir opor-


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tunamente a la formación de las le^'es de presupuestos i que fijan las fuerzas de mar i tierra, continuáramos, en obedecimiento a un mandato fundamental i espreso de la Constitución, «.administrando el Es-

tado i estendiendo nuestra autoridad a todo cuanto tiene por objeto la conservación del orden público en el interior, i la seguridad estertor de la República.^

«Toda la política de la coalición^ agrega mas adelante el mismo Presidente, ha estado dirijida en la última época a demoler las instituciones i apoderarse del gobierno de la Nación.® «Solo así se esplica la alarma esparcida para ajitar los espíritus porque la mayoría del Congreso no ha cumplido con el deber de aprobar las leyes de presupuestos i que fijan las fuerzas de mar i tierra.® «Es de todos conocido el hecho de que todos los Presidentes de Chile, menos uno, han gobernado por algún tiempo sin lei que fije las fuerzas de mar i tierra.® «Lo mismo ha sucedido con la lei de presupuestos.® «Hubo algún tiempo durante la administración Prieto, en el cual no hubo lei de presupuestos.® «En los años 1 8 4 8 , de 1 8 5 0 i 1 8 5 1 , de la administración Búlnes, las leyes de presupuestos fueron promulgadas después del i . ° de enero.® «En la administración Pérez, la lei de presupuestos de 1 8 6 4 se promulgó el jg de enero; la de 1 8 6 7 el 8; la de 1 8 6 9 el 2; la de 1 8 7 0 el 1 6 ; la de 1 8 7 1 el 10 del mismo mes. Así es que en cinco años de la administración Pérez se gobernó por algún tiempo sin lei de presupuestos.® «En la administración Erráyuriz la lei de presupuestos de 1 8 7 2 se promulgó el 1 1 de enero; la de 1 8 7 3 el 4 i la de 1 8 7 6 el 3. De manera que el señor Errázuriz se encontró también por algún tiempo en situación idéntica a la del señor Pérez.®


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«Durante todos los años de la administración Pinto, la lei de presupuestos se dictó con posterioridad al dia i.° de enero. En 1 8 7 7 se promulgó el 27 de enero; en 1 8 7 8 el 2 1 ; en 1 8 8 0 el 6 i en 1 8 8 1 el 2$ del mismo mes.® «En 1 8 8 2 la lei de presupuestos se promulgó el 1 3 de enero; en 1 8 8 3 el 2 2 ; en 1 8 8 4 el 1 9 : en 1 8 8 9 el 23 i en 1 8 8 6 el q de febrero, o sean cuarenta dias después del i . ° de enero. El señor Santa-María gobernó hasta por mas de un mes sin lei de presupuestos.® «Por último el 1 4 de febrero de 1 8 8 8 promulgué la lei de presupuestos, siendo ministro de Hacienda don Agustín Edwars. De modo que yo he gobernado a Chile durante cuarenta i cinco dias sin lei de presupuestos.® ¿Porqué, nos preguntamos, lo que no habia sido causa de deposición presidencial i de revolución, durante todas las administraciones anteriores, vino a serlo en la presidencia del señor Balmaceda i a última -hora? ¿I por qué. ipso-facto, desde el 1 . de Enero gobernaba fuera de la lei, porque al Congreso, que era el verdadero culpable de omisión en el cumplimiento de sus deberes, se le antojaba no dictar una lei necesaria para la vida social, a fin de que el Presidente cumpliera con el suyo de promulgarla? ¿Qué lei promulgaba el jefe del Estado, si el Congreso no se la enviaba; si ademas, habia acordado no discutirla? Lo justo, lójicoi honrado habria sido que, pensando el Congreso que la lei de presupuestos era necesaria desde el i . de enero, se hubiera reunido, discutídola i enviádola al Presidente de la República para su promulgación, ya que también sostenía que podia convocarse i reunirse por derecho propio i que asegura haberlo hecho para acordar lo que se ha llamado deposision del Presidente de la República. Quien se c

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cree con derecho para lo mas, lo tiene para lo menos, i si el Congreso no aprobó los presupuestos, fué con el esclusivo objeto de forjar pretestos, falsos o no, para apoyar en ellos el crimen de la revolución. Lo que se queria eran motivos para engañar al pais i al mundo civilizado. La realidad era que se queria el poder a todo trance, con sus honores i empleos; la conducta de los revolucionarios triunfantes lo prueba. L a prolija esposicion que hemos hecho en la primera parte de este trabajo nos escusa de entrar en mas latas consideraciones respecto del documento de que nos ocupamos, considerado en sus detalles, mucho mas, desde que la virulencia de su lenguaje i la exaltación de ánimo que revela de parte de quienes lo redactaron, le quita todo mérito de imparcialidad i no podrá menos que ser desfavorablemente juzgado por todo el que lo lea con criterio desapasionado, sin necesidad de que nos esforcemos en estudiarlo. Las aseveraciones que no se fundan en hechos se contestan con un simple desmentido o una negación. Hai otro jénero de consideraciones a que se presta ese documento i el llamado congreso que lo dio a luz, consideraciones de no menor valia, porque descansan en principios jenerales que destruyen por su base todo el deleznable andamio sobre el cual se ha pretendido fundar una revolución, que mas tarde produjo el saqueo, el incendio, el asesinato aleve i la traición. Las resoluciones del Congreso en Chile i creemos que en todo el mundo, se dividen en dos categorías principales: o son leyes, o simples acuerdos. Las primeras son de obligatoria observancia i conocimiento para toda persona que habite el territorio de la república, i para ello ha establecido la constitución procedimientos que hacen imposible la ignorancia de lo que el Congreso lejisla para la jeneralidad. El Congreso no lejisla solo, necesita la concurrencia del


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Presidente de la República i del Consejo de Estado, que revisan la lei; puede objetarla el primero i la promulga o no, según sea o no conforme a los preceptos constitucionales. No hai por tanto leí sin que en su discucion i sanción haya intervenido el jefe del Estado (i). Los acuerdos que toma cada cámara o ambas reunidas solo obligan a sus miembros i se refieren jeneralmente al réjimeninterno de esos altos cuerpos. Los acuerdos del Congreso pueden ser públicos o secretos. No se concebirla la existencia de una lei secreta; que se haya discutido en secreto; que no la haya conocido la prensa, que no la conociera ningún otro poder público; que no la sancionara i promulgara el Presidente de la República. Si la resolución del Congreso fué acuerdo, no era obligatoria para el pais, sino para sus miembros. Es una simple opinión de charladores. No fué lei, porque no cumplió con ninguno de los requisitos que la Constitución establece para que lo fuera. . El Congreso no es en Chile una corporación que posea vida eterna; su vida propia solo dura tres meses. Fuera de allí vive de prestado i solo a merced al beneplácito del Presidente de la República (2). El Congreso no puede citarse a sí mismo; no le reconoce la carta el derecho de reunión por acto propio. Solo en casos especiales i determinados, como el de hacer trabajos preparatorios para las sesiones públicas, se reúne i acuerda el nombramiento de presidente i secretarios provisorios según su reglamento (1) Son atribuciones especiales del Presidente de la República:—Articulo 7 3 — I n ciso I . Concurrir a la formación de las leyes con arreglo a la Constitución; sancionarlas í promulgarlas. (2> A r t . 43 de la C o n s t i t u c i ó n : — E l Congreso abrirá sus sesiones ordinarias el dia I . de junio de cada año i las cerrará el i.° de setiembre. Es atribución del Presidente: A r t . 73.—Inciso 4 . Prorogar las sesiones del Congreso íiasta 50 dias. 8

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interno. Fuera de las sesiones ordinarias, que duran tres meses, no puede el Congreso reunirse i lejislar sin la venia del jefe del estado, quien no comete delito, ni acto de tiranía, ni dictadura, porque no ejecuta en sentido afirmativo una perogativa que le es propia i que, como tal, solo a él incumbe calificar la oportunidad i conveniencia de usarla, como hemos visto que se hizo por el presidente Pinto, cuando no citó al Congreso apesar de que lo solicitaba la Comisión conservadora. L a Constitución solo autoriza un caso, no para que el Congreso se cite a sí mismo por derecho propio, sino para que continúe funcionando según su artículo 47 que dice: « L a Cámara de diputados continuará sus sesiones sin presencia del Senado, si concluido el período ordinario hubiesen quedado pendientes algunas acusaciones contra funcionarios que designe la parte 2.° del artículo 2 9 , con el esclusivo objeto de declarar si ha lugar, o nó, a la acusación." Y no habia acusación pendiente de ninguna naturaleza,- ni funcionaba la cámara de senadores, ni la de diputados para que hubieran podido tener lugar la continuación de sesiones que no existian. El 1.° de enero de 1 8 9 1 el Congreso de Chile no funcionaba por derecho propio, ni estaba citado a sesiones estraordinarias, por consiguiente, su acta de deposición del presidente Balmaceda, aparte de que no fué, ni pudo ser lei, no fué tampoco acto de Congreso, sino de una reunión de individuos que se hablan juntado con un fin proditorio, como pudieron hacerlo para danzar o beber, sin que por ello el pais, el ejército o la marina estuvieran obligados a danzar o beber con ellos i como ellos. Fué una reunión de conspiradores, quienes exhibiendo su título de congresales pretendían paralojizar a las jentes i paralojizarse a sí mismos.


3°°

Las leyes, i particularmente las constituciones de los estados tienen por objeto, no solo garantir los intereses de la sociedad, la vida i derechos de los individuos, sino también crear ciertas corporaciones i un mecanismo armónico entre ellas para hacer efectivos i permanentes aquellos justos propósitos. Ninguna Constitución como la de Chile, de 1 8 3 3 fué inspirada en un pensamiento mas resuelto de orden, en una concepción mas clara de la necesidad de prestijiar la autoridad i de armonizar todos los ajenies de gobierno creados por ella misma. Ni uno solo de los muchos i mui hábiles comentadores que ha tenido i maestros eminentes de derecho público, le han desconocido en su letra i en su espíritu ese propósito claro i sistemático. Siendo asi ¿cómo puede concebirse dentro de esta o de cualquiera otra Constitución, la existencia de uno de sus resortes destinado a ser desconcierto, desorden, revuelta, caos? La Constitución es la vida, es la armonía, el concierto i cualquiera que escudándose en ella, destruya estos bienes sociales, viola la Constitución, se sale de ella i deja de ser la corporación creada para impedir la anarquía. El Congreso dejó pues de serlo para entrar en la categoría de club de conspiradores i su acta de deposición era nula i de ningún valor. Ningún acto estaría mas propenso a producir un desquiciamiento social que la deposición de un presidente de Estado i por eso no ha podido ser producido sin que su promulgación se hiciera en conformidad a la que rige para las leyes. La simple enunciación de este hecho descubre el absurdo i la inconstitucionalidad de la pretensión de querer deponer a un presidente a quien, obrando constitucionalmente, debería habérsele impuesto la degradante misión de firmar él mismo su propia vergüenza i humillación,


que serian la deshonra i la degradación de la propia patria, porque el jefe de un estado, es el estado mismo, es el representante de su pais en el esterior i el primero entre los primeros en el interior. Hai un absurdo mayor aun en la pretendida deposición del presidente Balmaceda; es mas que absurdo, porque seria una iniquidad, aun en el caso de que no fueran falsos todos i cada uno de los fundamentos consignados en un documento que pasará a la historia como prueba de las terribles inconsecuencias en que incurren los hombres cuando no se inspiran en el espíritu de rectitud i de justicia. Es además, una prueba de la terrible tiranía que ejercen i han ejercido siempre los cuerpos colejiados i las mayorías, cuando se atribuyen facultades administrativas, judiciales o de gobierno. En efecto, nuestras leyes i las de todos los países, por poco iniciados que estén en las nociones de la vida culta, dan a todo criminal, garantías de que será oído i que sus alegaciones serán escuchadas i tomadas en cuenta al decidir respecto a su suerte i de los cargos que se le hicieren. Ninguna lei se hace para condenar inocentes i toda lejislacion toma las mas prolijas i numerosas precauciones para que en ningún caso pueda hacerse caer su condenación sobre la cabeza de un inculpable. Y precisamente al Sr. Balmaceda no se le oyó, ni se le citó a juicio, ni sabia él que se habia tomado en su contra una resolución tan estrema como arbitraria. ¿Puede cometerse una mas monstruosa aberración? ¿Con que todo criminal tiene garantías, se le oye, alega, espone hechos, aduce pruebas, cita códigos i solo a un presidente de la república, a la personalidad mas alta i respetable, al primer dignatario de un pais que se llama culto i en las postrimerías de un siglo que se precia de haber alcanzado inmensas conquistas, se le negarían i no tendría ninguna de aquellas preciosas


seguridades? Eso es sencillamente absurdo; no se comenta; basta esponerlo para que el mas negado comprenda que el acta del Congreso es el documento mas triste i mas incomprensible. Mas resaltará todavía la aberración del procedimiento i la falta de sano criterio, de razón, de justicia del llamado Congreso, si se observa que, habiendo una controversia entre él i el Presidente de la República, no era ni uno ni otro el llamado a constituirse en juez de su propia causa, fallándola como lo hizo, faltando a todas las reglas mas elementales de procedimiento. Pero fueron mas lejos aún los conspiradores i revolucionarios del Congreso, atribuyéndose una facultad o atribución que la Constitución no les dá, ni prevee tampoco, ni establece reglas para el caso de una deposición presidencial, que no está contemplada en ella. La constitución de Chile, tan lejos ha estado de instituir la pena de deposición, que ha establecido, sin escepcion, ni cortapisa alguna, que la duración del periodo presidencial sea de cinco años, en cuyo tiempo, la persona del jefe de la nación será inviolable, a fin de asegurar el orden i el respeto al principio de autoridad que fué el objetivo primordial i casi único de los constituyentes de 1 8 3 3 (1). I tan cierto es esto, que solamente contempla el juicio de residencia, para el año siguiente al de la espiración del periodo presidencial, consecuente siempre con el anhelo de que en ningún caso la persona del jefe de la nación pudiera ser ajada u ofendida con desdoro de su dignidad i prestijio, ni hubiera por esa causa per-

(1) Art. 52 de la Constitución. El Presidente de la República durará en el ejercicio de sus funciones por el término de cinco años; i no podrá ser reelejido para el periodo siguiente.


turbaciones sociales. Para ese juicio, establece la constitución las reglas a que debe someterse i fija todo el procedimiento circunspecto i serio que debe observarse, sin que se niegue una sola garantia o respeto en la defensa del acusado ( i ) . I si para este juicio de residencia i acusación, que no envuelve la gravedad, ni ninguno de los peligros de una deposición, se señalan hasta los motivos o causales poderosas porque un Presidente puede ser residenciado, ¿cómo es que esa Constitución tan juiciosa i tan sabiamente concebida, no dá una sola regla, ni establece tribunal, ni aun nombra la palabra deposición que envuelve tan

(i) A r t . 74 de la Constitución. E l Presidente de la República puede ser acusado solo en el año inmediato después de concluido el término de su presidencia, por todos los actos de su administración, en que haya comprometido gravemente el honor o la s e g u ridad del Estado, o infrinjido abiertamente la Constitución. Las fórmulas para la acusación del Presidenta de la República serán las de los artículos 84 hasta el 91 esclusive. A r t . 84. Admitida a examen la proposición de acusación, se nombrará a la suerte, entre los diputados presentes, una comisión de nueve individuos, para que dentro de los cinco dias' siguientes, dictamine sobre si hai o no mérito bastante para acusar. Art. Só. Presentado el informe de la comisión, la Cámara proc derá a discutirlo, oyendo a los miembros de la comisión, al autor ó autores de la proposición de acusación i al Ministro o Ministros i demás diputados que quisieran tomar parte en la discusión. A r t . 87. Terminada la discusión, si la Cámara resolviese admitir la proposición de acusación nombrará tres individuos de su seno para que en su representación la formalicen ante el Senado. A r t . 88. Desde el momento en que la Cámara acuerd-- entablar la acusación ante el Senado, o declarar que ha lugar a formación de causa, quedará suspendido de.sus funciones el Ministro acusado. ( i como el Presidente no puede ser acusado sino en el año inmediato después de concluido el término de su presidencia, según el art. 74, es evidente que no pudo ser depuesto, porque no se hallaba en el caso de los Ministros, que pueden ser acusados, aun estando en el desempeño de su cargo.) La suspensión cesará si el Senado no hubiese pronunciado su fallo dentro de los seis meses siguientes a la fecha en que la Cámara de Diputados hubiere acordado entablar la acusación. A r t . 89. E l Senado juzgará al Ministro procediendo como jurado i se limitará a declarar si es o no culpable del delito o abuso de poder que se le imputa. La declaración de culpabilidad deberá ser pronunciada por los dos tercios del número de Senadores presentes a la sesión. Por la declaración de culpabilidad, queda el M i n i s tro destituido de su puesto. (Pero n o e l Presidente como ya se ha visto antes.) El Ministro declarado culpable por el Senado será juzgado con arreglo a las leyes por el tribunal ordinario competente, tanto para la aplicación de la pena señalada al delito cometido, cuanto para hacer efectiva la responsabilidad c i v i l , por los daños i perjuicios causados al Estado o a particulares. A r t . 90. Los Ministros pueden ser acusados por cualquier individuo particular, por razón de los perjuicios que éste pueda haber sufrido injustamente por algún acto del ministerio: la queja debe dirijirse al Senado i este decide si ha lugar, o no, a su a d misión. A r t . 91. Si el Senado declara haber lugar a ella, el reclamante demandará al Ministro ante el tribunal de justicia competente.


peligrosa idea i que pugna abiertamente con el espíritu i la letra de ese código fundamental? No; no hai en Chile deposición presidencial; no es procedimiento constitucional i quien lo ejerza, no solo se atribuye facultades que no tiene, sino que se coloca él mismo fuer a de la lei. ¡I sin embargo, el llamado Congreso, invocando el nombre del Juez Supremo, en quien no creia, tomó con el corazón lijero una de las mas serias determinaciones, violó los mas obvios principios de jurisprudencia, comprometió gravemente los mas serios i vitales intereses de la república; arrojó en el porvenir nacional las semillas mas perniciosas, por ser desquiciadorasi anárquicas, i dividió a la familia chilena en bandos irreconciliables, con odios i prevenciones profundas! Fué mas lejos aun, porque instauró la mas terrible de las tiranías, la mas cruel e injustificable de las dictaduras: la tiranía i la dictadura de los parlamentos, la tiranía de los muchos, siempre irresponsable i por lo mismo cruel, vengativa i audaz en sus procedimientos, como ya lo están probando los tristes acontecimientos que hemos presenciado. L a Constitución solo se pone en el caso de una imposibilidad del Presidente de la República por causas personales, para poder continuar en su puesto, como serian enfermedades, que tenga que ponerse al frente del ejército, fuera del territorio nacional u otra análoga. Al Congreso seria entonces a quien debiera presentarse para que acepte la renuncia o causales de imposibilidad de hecho i se proceda en conformidad a la Constitución, llamando a reemplazar al Presisidente al funcionario que ella indica, quien ordenaría se practiquen nuevas elecciones. El considerando 1 4 del acta de deposición invoca como atribución esclusiva del Congreso la de calificar los motivos de imposibilidad del Presidente de la República para v


continuar desempeñando su cargo, en conformidad al inciso 4 . del articulo 27 i al 65 de la Constitución (T). Realmente, esa atribución corresponde al Congreso, pero los motivos de imposibilidad, no son de deposición, sino de subrogación pasajera, momentánea, están taxativamente espuestos en el código fundamental i para el caso de una imposibilidad absoluta, es siempre el Presidente quien debe esponerla para que el Congreso la estime. El ejercicio de la facultad del Congreso de calificar la imposibilidad no es absoluto, sino correlativo a la previa manifestación de esos, motivos por quien los esperimenta. I el Congreso solo resuelve en caso que hubiere duda sobre la imposibilidad, duda que no se habla manifestado por nadie, ni habia motivos para abrigarla. Por otra parte, esos motivos son de un orden material, como seria el de estar el Presidente al frente del ejército o de la armada, por enfermedades u otros análogos i en manera alguna por causas provinientes de infracciones legales, porque de ellas no debe cuenta, ni es enjuiciable, sino después que cesa de ser Presidente i solo durante el año siguiente a aquel en que descendió del mando. Nótese que los artículos citados no suponen que la nación esté en vida anormal o de revuelta, sino en la plenitud de su vida ordinaria i que, imposibilitado el Presidente por causas previstas i no forjadas al ca0

(1) Atribuciones del Congreso. A r t . 27. Inciso 4 . Declarar cuando en los casos de los articulos 65 i 69 hubiere lugar a duda, si elimpedimento que priva al Presidente del ejercicio de sus funciones es de tal naturaleza que deba precederse a nueva elección. A r t . 65. Cuando el Presidente de la República mandare personalmente la armada o cuando por enfermedad, ausencia del territorio de la República u otro grave motivo no pudiere ejercitar su cargo, le subrogará el Ministro del despacho del Interior con el t í tulo de Vicc-Presidente de la República. Si el impedimento del Presidente fuere temporal, continuará subrogándole eí Ministro hasta que el Presidente se halle en estado de desempeñar sus funciones. En los casos de muerte, declaración de haber lugar a su renuncia, u otra clase de imposibilidad absoluta, o que no pudiere cesar antes de cumplido el plazo que falta a los cinco años de la duración constitucional, el Ministro Vice-Presidente, en los primeros diez días de su gobierno espedirá las órdenes convenientes para que se proceda a nueva elección de Presidente en la forma prevenida por la Constitución. 0

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pricho, pueda procederse a una elección i ser reemplazado en conformidad a la Constitución por el ministro del despacho del Interior con el título de Vice-Presideníe

de la República

i no por ninguno de

sus subalternos. Nótese también que en ningún caso quiere la Constitución que la República quede sin su jefe supremo o alguien que lo reemplace i que el Congreso faltó a la Constitución abiertamente, invocándola para establecer procedimientos que ella no autoriza en ninguna parte, pues a nadie que no sea el Presidente constitucional lo faculta para crear divisiones navales. El Congreso no es poder ejecutivo,, solamente lejisla; i saliendo fuera de su órbita legal de acción, quedó fuera de la lei. El derecho de la fuerza no lo reconoce nuestra Constitución, no lo reconoce Constitución alguna del mundo, porque seria enormemente absurdo que la lei fundamental, ideada para dar vida i orden a la sociedad, consignara allí mismo i autorizara los elementos corrosivos que debieran arrebatarle el orden i darle la muerte; valdría tanto como si la lei sancionase el suicidio i estableciera reglas para hacer imposible o intranquila la sociedad conyugal. Se habia cometido, según lo vemos, un acto verdaderamente de revuelta i de fuerza, disolvente del pacto social, porque uno de los cuerpos creados por él se lanzaba fuera de la Constitución, arrebataba al jefe de la nación sus elementos naturales de poder i respetabilidad, i constituyéndose en justicia, en lei i en ejecutivo, asumia para si todo el poder público, i negaba de hecho la existencia de una lei que él mismo desconocía en la práctica. No habia pues constitución i era el Congreso quien daba el primero i por primera vez en Chile el ejemplo mas pernicioso i que está llamado a ser orijen funesto de trastornos en lospaises americanos.


¿Qué tocaba hacer al Presidente de la República, obrando constitucionalmente, en presencia de una situación tan grave como comprometida? Una revuelta, un motin de cuartel, un alzamiento de escuadra, por hábiles i especiosos que sean los argumentos que se preparan para cohonestarlos, serán siempre revuelta, motin, alzamiento, i producen desórdenes, intranquilidad social, perturbaciones graves. La constitución impone al Presidente el deber de impedir la perpetración de todos esos males i por eso lo faculta para que entienda en todo lo que atañe a la conservación del orden i la seguridad del estado, guardando i haciendo guardar la Constitución. Luego era su deber hacerla guardar al Congreso ( i ) . ¿No era un desorden i un desorden que podia comprometer la seguridad del estado el que acababa de cometerse? Indudablemente que sí; luego el Presidente no tenia otro camino que tomar que el cumplimiento estricto de su deber primordial: salvar la sociedad, salvar al pais. Puede decírsenos i se ha dicho hasta el cansancio, que el Presidente constituyó un poder de hecho; pero (era otro el que pretendían establecer la escuadra i los conspiradores? Entre un poder de hecho que solo era la continuación legal de una autoridad constitucional i otro poder que se ¡eneraba a sí mismo i que solo se apoyaba en la fuerza (cuál era mas respetable, cuál mas digno i mas serio? Entre un poder de hecho que contaba con el pais entero que obedeció sus mandatos desde el primer momento i no dio vida a ninguna manifestación hostil, i un poder aislado en medio del océano, que necesitó conquistar pueblos a ( i ) Constitución. A r t . 72. A l Presidente de la República está confiada la administración i gobierno del Kstado: i su autoridad se estiende á todo cuanto tiene por objeto la conservación del orden público en el Interior; i la seguridad esterior de la República, guardando i haciendo guardar la Constitución.


sangre i fuego para imponerse con el derecho de la victoria ¿quién, volvemos a repetirlo, era mas noble, mas respetable, mas serio? L a respuesta no es dudosa. I no se diga que al presidente Balmaceda se le obedecía porque tenia el ejército: no, porque en los primeros momentos de la sublevación i durante mucho tiempo, apenas si habia fuerza bastante para las necesidades del servicio. Valparaiso, Santiago, Concepción, Serena, Talca i todos los pueblos principales de Chile, estaban desguarnecidos; sus autoridades pudieron ser tomadas en el momento que se hubiera deseado, si los pueblos hubieran sido participes en el movimiento i entonces habría sido una verdadera revolución i no un motín. Esa tarea habría sido fácil en el primer puerto de la república, fácil en todas partes, ya que el motín pudo obrar en tierra como lo hizo en el mar: naciendo en el silencio i oscuridad de la noche, cuando todos, pueblo i autoridad, descansaban tranquilos i confiados en que un asalto sijiloso i aleve no vendría a perturbarlos en su estado de orden i trabajo i en six aspiración a conservar tan inapreciables bienes. Pero, hai todavía otras observaciones de hecho i de derecho que hacer a los documentos del llamado Congreso, de su delegación i del capitán Montt. En efecto, mientras que con fecha i . ° de enero se decía imposibilitado el presidente de la República para continuar ejerciendo su cargo í se le declaraba cesante, se declaraba también la imposibilidad de reemplazarlo en su cargo a los ministros del despacho i a los consejeros de estado, quienes según la Constitución debian ser sus sucesores legales. Rota la Constitución en su base fundamental ¿qué escrúpulo podía detener ya a los conspiradores para lanzarse en todo jénero de violaciones de hecho i de derecho? ¡I sin embargo dicen al capitán Montt, en su nota de 6 de


enero, que el Congreso Nacional tenia a su cargo la defensa de la Constitución! Destituyeron al Presidente de la República el i de enero i todavia con fecha 6 del mismo, siguiendo siempre sus inconsecuencias, continúan tratándole como tal, en la nota que pasan al capitán Montt para comunicarle un acontecimiento que desde largo tiempo atrás tenian convenido con él; i después depuesto todavia dicen: «que disponen se organice una división naval para hacer comprender al Presidente de la República, que la armada obedece a la Constitución.® ¿Si estaba depuesto el i . ° , cómo era presidente el 6? ¿I si era presidente, cómo pudo el capitán Montt obedecer a otros que no fueran su jefe constitucional? El capitán Montt, sin mas antecedente ni justificación que la nota de dos caballeros que habian sido respectivamente Presidente i vice de las Cámaras de Diputados i Senadores, acepta para sí i ante sí la responsabilidad, i haciendo uso de una autoridad que no le corresponde, porque era la autoridad delegada de su jefe constitucional el Presidente de la República, impone a sus subalternos, i en una simple orden del dia basada en la ríjida disciplina de buques de guerra, echa la base de la insurrección. ¡Quién sabe cuántos de los subalternos, habrianse venido a tierra, si la estrictez de esa misma disciplina no les mantuviera amarrados a la cubierta de sus naves! ya que ninguno de los jefes lo habría hecho, por estar comprometidos en la celada que se tendía a la buena fé i a la confianza del jefe de la nación. ¡I a eso se ha llamado i se continua llamando gobierno constitucional! Así se hizo surjir un nuevo procedimiento de gobierno en una nación que durante mas de medio siglo, no habia desconocido los senderos del respeto a la lei i a la Constitución, que observó invariable-


mente, castigando siempre i sometiendo a la obediencia a todos los que habían osado insurreccionarse. ' No; ese no era mas que un poder de hecho i subversivo del orden constitucional. La Corte Suprema, con fecha 23 de octubre de 1 8 9 1 declaró, pronunciándose sobre un recurso entablado a favor de D. Juan Rafael Allende, «que la Junta que ha asumido provisionalmente el poder de la República, a consecuencia de la caida del Gobierno de Balmaceda, ejerce un poder de hecho, etc.®

En 1 2 de octubre de 1 8 9 1 , se pidió dictamen por la Junta de gobierno, a los abogados Fabres, Zejers, Gandarillas i Letelier, respecto de la solución que debia dar a algunas cuestiones de gobierno. Los asesores eran de la confianza de la Junta, porque participaban de sus ideas, i habían preparado la revolución i cooperado a su triunfo. Entre otras opiniones emitieron las siguientes: «No siendo por estos motivos la Excma. Junta de Gobierno un poder constitucional, ni existiendo en la República poder alguno estrictamente ajustado a la Constitución, etc.® I'mas

adelante agregaban: «Creemos por éstas consideraciones que la Junta de Gobierno, sin ser un poder constitucional, es la única que puede ser considerada con derecho a gobernar al pais, etc.® I todavia mas: los mismos abogados decían en su informe: «Mientras eso no suceda, la Junta de Gobierno que no

puede ajustar sus actos a la Constitución,

etc.® «A

nuestro juicio, decían aun, como lo hemos espuesto antes, el-gobierno de hecho i provisorio tiene por su naturaleza, etc.® Si esto se sostenía por un cuerpo' de abogados, que no podía ser sospechoso sino de cariñosa parcialidad en favor del nuevo gobierno que era su obra; si esto se decia, después que el triunfo de las armas los constituía dueños i dominadores del pais que acaba-


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ban de conquistar; si la Junta de Gobierno era un mero poder de hecho, anti-constitucional i que no po-

día ajustar sus actos a la Constitución,

¿qué seria el

fantasma de poder que surjió el 7 de enero abordo de la escuadra, representado por un subalterno del Presidente de la República? ¿Qué eran ese poder i la junta de gobierno que por sí i ante sí se organizó en Iquique, cuando aun tenían frente a frente al Presidente Constitucional de Chile, a la república entera que obedecia a éste, al ejército i todo el mecanismo administrativo de la nación, trabajando por debelar la revuelta i volver a Chile la paz que anhelaba? No eran poder, ni junta de gobierno, sino revolucionarios; i revolucionarios sin razón i sin justicia, por eso es que jamas han querido aceptar este dictado, que es honroso cuando se defienden ideas nobles, jenerosas i es triste cuando envuelve en los pliegues de su bandera ambiciones personales, venganzas i odios mal reprimidos. I sin embargo, ese poder de hecho, anti-constitucional i que no podía ajustar sus actos a la lei después

del triunfo, declaraba, antes de él que en Chile no habia ejército, no habia marina, no habia presupuestos, incitaba a la desobediencia al soldado, entraba a saco en el Banco Nacional de Coquimbo i arrebataba de allí, 9 0 , 0 0 0 pesos pertenecientes a la nación; obrando a viva fuerza, reunía unos pocos soldados, se apropiaba caballos i bienes de particulares, para ir a Tarapacá, lanzar de allí a viva fuerza a los depositarios de cuantiosa fortuna pública, amparándose en una pretendida declaración del Congreso, que ni se hizo, ni pudo hacerse i que solo vino a firmarse cuando ya el triunfo habia hecho desaparecer todo temor del ánimo de los criminales. I no obstante, se negaba al Presidente Constitucional de Chile, el derecho a conservar el ejército, a


reunir una marina, a hacer gastos públicos en conformidad a un presupuesto anterior, que habia tenidola sanción lejislativa, atribuciones que le habrían correspondido aun en el caso mas desfavorable para él, si hubiera sido solamente un poder de hecho, igual al de sus enemigos. I ellos, que subvertían el orden i amagaban la seguridad nacional, se atribuían prerrogativas que negaban a qaien debían obediencia i respeto legal i que llevaba sobre su pecho la banda tricolor, símbolo de la suprema majistratura. I el Presidente de la República era declarado tirano i dictador, mientras que no lo eran los que, asumiendo un poder dictatorial i tiránico, porque solo nacia de un capricho i de una celada tendida en hora afortunada para ellos, ejercían la peor de las tiranías, la mas detestable de las dictaduras: la de tres irresponsables. A su juicio no eran tales, cuando aumentaban en un 70 % el sueldo de sus tropas; pero si era tirano, dictador, malversador de fondos públicos, el Presidente que los aumentaba solo en un <¡o '/«en conformidad a una antigua necesidad sentida i espresada en el congreso mismo en un proyecto de lei. Antes del triunfo eran revolucionarios, después del triunfo poder de hecho, anti-constitucional i que no obraba, ni obrar podia, en conformidad a las leyes, estando a las declaraciones de sus propios alentadores i amigos. ¿Para esto se hizo un movimiento que sacudió mas tarde toda la sociedad chilena, que comprometió todos los intereses i que a estas horas, conocido ya en todo su alcance, en todas sus consecuencias, tiene sobre sí el peso de la condenación universal i el estigma de la reprobación de las naciones cultas? ¡Tristes consecuencias! ¡Pequeñas satisfacciones de la vanidad i del odio! Mucho mas pequeñas aun, si se contempla que no han logrado su objetivo principal, que era amenguar el nombre i la reputación de


Balmaceda, haciéndolo pasar a la posteridad, con símbolos de oprobio, que hoi ya se convierten en aureola de gloria i de grandeza para él. Porque la revolución triunfante es ya la revolución perdida i desprestijiada i Balmaceda sacrificado, es el mas grande de los presidentes de Chile, glorificado.


III

TIRANO I DICTADOR La idea de tiranía envuelve jeneralmente la de opresión i terror, así como la de dictadura, la de arbitrariedad i abuso. No ha habido tiranos, sino han podido usufructar por largos años i acaso por toda su vida, de las ventajas que ofrece una dominación absoluta. Para eso se ha necesitado, ademas, que el tirano posea un carácter duro, tenaz, abusivo i cruel; que tenga placer en ejecutar actos de rigor en las personas i en sus bienes i que cuente por largo tiempo con la impunidad, ya por el envilecimiento de la sociedad, ora por la complicidad organizada i durable de una inmensa mayoría del cuerpo social i sus instituciones civiles i militares. Fundar una tiranía sin esa base es crear obra deleznable, obra de un dia, construida sobre movediza base de arena; i no hai hombre tan insensato o tan depravado que, por el placer de sentirse el tirano de un dia se comprometa en tan peligroso empeño. En empresas tan vastas i odiosas, que están llamadas a producir sus consecuencias en largo trascurso de años, no se embarcan mandatarios a quienes la leí fija un plazo perentorio para que desempeñen las funciones públicas; ni se tiraniza cuando ese plazo llega a su término i los hombres, no solo por el amor innato de la gloria, sino también por un sentimiento de natural egoísmo, aspiran a descender del poder llevando la lejítima satisfacción de haber merecido el aprecio i bendiciones de sus conciudadanos. Nadie funda tiranía, que es


ardua empresa, para que de sus ventajas aproveche otro mandatario i sirva a otros intereses. Esa es la lei de la humanidad i necesario seria no acodar ni juicio, ni buen sentido, ni buen puesto i noble carácter al mandatario que obrase de opuesta manera. Otro tanto puede decirse de la dictadura, que envuelve siempre serias responsabilidades, porque lleva en si misma la apropiación de toda la suma del poder público i es preciso que el mandatario se vea compelido por mui graves deberes de responsabilidad, de bien público, de dignidad i de conciencia para lanzarse en esa senda. Pero, si las tiranías son por lo común odiosas o crueles, como lo indica su propio nombre, no así las dictaduras, que jeneralmente han operado inmensos bienes en los países que las tuvieron. La idea de dictadura es de ordinario la de salvación en aflictiva circunstancia, durante los días que arrecian las tormentas i ajitaciones perturbadoras. Siempre que una calamidad social o política ajita los ánimos, sin que los recursos ordinarios que prefijan las leyes sean bastantes a dominarlos, nace instintivamente la idea de dictadura que es la de salvación. Asoma en todos los labios la espresion: ¡nos hace falta un hombre! I ese hombre, si aparece, es la salvación, porque es el dictador.. L a dictadura no es la tiranía, como no lo es tampoco la del piloto resuelto que contiene la amotinada tripulación de su nave i salva a las mujeres i a los niños, imponiendo con la fuerza de su voluntad i el acierto i unidad de sus medidas. Las facultades que las constituciones de los estados establecen i reglamentan para circunstancias excepcionales i estraordinarias de peligro, son verdaderas dictaduras i no por eso son crimen, ni tiranía, como no lo fué el gobierno constitucional de los últimos meses del presidente Balmaceda, quien se empeñaba en salvar a la república.


Estudiemos a la luz de estos principios jenerales la llamada tiranía i dictadura del presidente Balmaceda. Qué Chile no estaba preparado para aceptar una tiranía, lo sabia el presidente Balmaceda i lo sabia tanto mas, desde que él habia hecho durante su gobierno esfuerzos poderosos para levantar su nivel moral i alejarlo del peligro de ser dominado por la despótica voluntad de nadie. Lo hemos visto: habia educado e instruido al pueblo, le habia dado bienestar material, abiértole horizontes de luz i de redención social. (Concíbese que al final de su gobierno quisiera deshacer rápidamente toda su obra i trastornar los fundamentos mas sólidos sobre los cuales habia cimentado su reputación de hábil político i majistrado que profesaba la relijion del progreso i del engrandecimiento de su patria? Poseía el señor Balmaceda una grande i noble aspiración; por poco que se le tratara se descubría en él un deseo ardiente de engrandecer a la nación i de fundar sobre ese engrandecimiento el pedestal de su propia gloria. Era aspiración noble i sus obras la han revelado sin contradicción. Loco delirio seria que al fin de su gobierno deseara cambiar de rumbo i lanzarse en la via opuesta, borrando toda la obra inmensa moral i material hecha durante su administración. Es él mismo quien va a hablar. Cuando apenas iniciado el movimiento revolucionario, un deseo de paz i no el desconocimiento de la justicia de la causa que defendía el señor Balmaceda, que contribuíamos a sostener con débil continjente de luz pero mui grande de consagración i patriotismo, nos impelió a escribirle preguntándole si no habría algún medio de evitar a la patria los horrores de la guerra civil, sin mengua por cierto, de sus prerrogativas constitucionales i de su decoro, él


nos contestaba: «Yo he querido a mi patria mas que todos mis enemigos. Busqué todos los medios de producir la concordia, i no encontré sino injusticias, calumnias i la revolución. Si hoi no salvamos el principio de autoridad, si no probamos prácticamente que los revolucionarios en Chile marchan inevitablemente a su ruina, si no salvamos el presente Chile estará perdido en lo porvenir.® I luego agregaba: «¡Qué tengo yo que esperar! Pero prefiero morir, cien veces morir, antes que abandonar el timón i que imprimir a los hombres i a esta época el sello del respeto a la autoridad. ¡Está pecando V., nos decia, por donde yo he pecado tanto! el buen corazón i los anhelos patrióticos. Hago honra a sus sentimientos i ellos me endulzan un instante la vida, porque todavia hai hombres que creen que los demás se les parecen.® Un hombre que así piensa i escribe, no es un tirano; no está instigado por sentimientos malévolos i el deseo de crueles venganzas. Rebosa en su pecho la amargura por los desencantos sufridos, pero no profiere tina queja contra nadie, como no se la oímos nunca en el seno i en el abandono del trato íntimo. ¡Qué desahogo mas noble, mas grande i mas jeneroso que el que encierra la inspirada esclamacion: «.¡Amé a mi patria mas que todos mis enemigos!** Aun

en ella revela toda la bondad característica de su alma; no va hasta hacer a s u s enemigos la ofensa de que no amaban a su patria; reivindica solo para si el derecho de haberla amado mas que todos. No se despotiza por amor a la patria; siempre son sentimientos bajos, odio a la humanidad, depravación de carácter, sentido moral pervertido los ajenies inspiradores de la tiranía. Era en el señor Balmaceda un sentimiento profundo de sus deberes, la obligación de salvar el principio de autoridad, de salvar a Chile a quien creia per-


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dido en lo porvenir, sino dominaba la revuelta, el único móvil que, aun con sacrificio de cien vidas, si las hubiera tenido, se habría inmolado por no abandonar a los vaivenes de un incierto i peligroso acaso la suerte futura de la patria. ¡I estaba en la verdad! Hoi el porvenir de Chile está envuelto en denso manto de oscuridad i la nave del estado avanza por bajíos ignorados que pueden ser un peligro i una catástrofe a cada hora que se avanza en el porvenir. Obraba el señor Balmaceda, no en sentido de sus conveniencias personales o de lo que habría sido su tranquilidad egoista, sino en bien de su patria: tal era su conciencia íntima. No imponía su voluntad, ni hacia su capricho, sino que era un mártir del deber, que fué hasta el sacrificio. Tal proceder, si no encuentra justificación en la conciencia de los enemigos del señor Balmaceda, hallará por lo menos en ellos respeto i el juicio de la posteridad, que ya ha principiado para él, lo admira. Apenas trascurridos dos meses después de la caída del señor Balmaceda, la opinión del mundo, espresada por el órgano de la prensa de todos los paises cultos, le ha dado toda la razón i el concepto público de muchos paises que antes le eran adversos, hoi ha cambiado por completo. Ha bastado para ello que el sacrificio de un hombre i la conducta de la revolución triunfante, descorran el velo que ocultaba al mundo la verdad. Seriamos largos i prolijos si fuéramos a trascribir aquí las opiniones que los diarios de la República Argentina, Brasil, Perú i otros paises, han publicado espontáneamente en favor del señor Balmaceda i la nobleza de su causa. Eso no hace a nuestro propósito. Estudiamos aquí solamente el carácter del hombre para descubrir si pudo ser un tirano cruel i sanguinario, como lo pintan sus enemigos. Veamos lo que respecto de su carácter i tendencias,


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que no eran las de un tirano, dice Tomás H. Nelson en el Heraldo de Nueva York de fecha 2 de Setiembre de 1 8 9 1 . — T e r r e Haute, Setiembre i . ° d e 1 8 9 1 . — Tomás H. Nelson, de esta ciudad, antiguo Ministro de los Estados Unidos en Chile, dijo hoi: « L a caida de Balmaceda se confirma oficialmente según telegramas que nuestro gobierno ha recibido, i se ha fugado, según se dice. Lo siento. El partido del Congreso se encontraba en el poder cuando yo estaba en ese pais, i por supuesto me sentía interesado por el buen éxito de mis amigos. Al menos así los consideraba.® «Mis convicciones, sin embargo, están al lado de Balmaceda. El representaba el pueblo en contra de la aristocracia. El pueblo estaba con él. Los ricos i los privilegiados formaban al lado de los congresistas.® «Pero se preguntará: ¿se ha enriquecido grandemente Balmaceda con los dineros públicos? Absolutamente. El era bastante rico antes de subir al poder.® «Pensad en el hombre mas honrado que haya en esta ciudad, en el hombre que consideréis como un ideal de honradez. Está bien, ese hombre no podría considerarse mas severo que Balmaceda en su integridad. Habría espuesto su vida por no cometer una indignidad.® «El era un verdadero reformador, pero pretendió llevar a efecto sus reformas con demasiada rapidez.® «Procuró la completa separación de la Iglesia i el Estado i algunas otras reformas, pero el pueblo no estaba preparado para ellas.® «Era Balmaceda un atento i elegante caballero, i al llevar adelante sus reformas ponia en práctica una mano de acero cubierta con guantes de seda.® Julio Bañados Espinosa que lo conocía i trataba en la profunda intimidad de una amistad acrisolada en la fidelidad constante hasta en el infortunio, se ha


espresado en un articulo necrológico en los términos siguientes: « L a historia dirá si este gran ciudadano, que murió por una gran causa, que luchó por una idea jenerosa, que nada persiguió para sí, que si por un momento se hubiera dejado llevar por su egoismo e interés personal habria lanzado el poder al caos i que baja del gobierno con su fortuna quebrantada i mucho menor que la que tenia cuando subió a él; la historia dirá, lo repito, si merece o nó el bien de la patria, si supo o nó defender sus verdaderos intereses, i si sus adversarios tuvieron o nó razón i justicia para hacerlo morir en la desesperación de un deber cumplido hasta el sepulcro." « L a suerte de las armas le fué fatal." «Organizó el mas grande ejército que ha tenido Chile, trabajó como término medio mas de doce horas diarias durante los ocho meses de la revolución, son incalculables las noches que pasó en vela, soportó con la resignación de un filósofo i de un justo todas las injusticias humanas i jamás se oyó una queja, una injuria de sus labios contra sus adversarios: he aquí su perfil moral durante la revuelta." «Y este hombre, modelo como esposo, como hijo i como padre; sin un vicio, con benevolencias que llegaban a la ternura i solian confundirse con la debilidad;—es puesto en la cruz del mártir." Pudo agregar, que jamás en la sociedad del señor Balmaceda se habló de otra cosa que de los intereses públicos, que eran su constante preocupación i el tema de sus mas inspiradas disertaciones i también olvidaba el Sr. Bañados, al espresarse así, que un hombre justo fué puesto también en la cruz del martirio; que Lincoln, libertador de una raza, murió asesinado; que Colon, salvador i redentor de un mundo, murió en estrecho i oscuro albergue i que la injusticia i la ingratitud hirieron aquel poderoso cerebro.


El necio orgullo o la ignorancia de los mas, siéntense anonadados en presencia de almas e intelijencias superiores i quieren suprimirlas para engrandecerse a sí mismos. La virtud, el saber, la grandeza de alma, las voluntades superiores son la oscuridad i el ostracismo de las medianias i ¡las medianías conspiran -contra la virtud i contra el saber, contra la moralidad i contra Dios mismo! como el criminal suprimiría su conciencia acusadora. La humanidad ha sido por todas partes i en todas las edades siempre lamisma: comete crímenes, injusticias, ingratitudes, envia al cadalso a los justos, a quienes remite enseguida al juicio de una posteridad que la condena a ella misma i alza monumentos que glorifican la memoria de aquellos a quienes sus contemporáneos mas vilipendiaron i escarnecieron. Y en efecto, ninguno de los actos notables de la vida del Sr. Balmaceda dejó de revelar las cualidades eminentemente grandes i nobles de su elevado carácter. Ahí está su renuncia o retiro del mando de la República inspirada solo en el sentimiento de «haber cumplido el deber elemental de mantener el principio de autoridad; i en la honradez i el patriotismo de un mandatario que le aconsejan no prolongar una lucha que no puede mantenerse con espectativas razonables de éxito.® El hombre que obra por capricho i empecinamiento de carácter no abandona su empresa en esas condiciones; lucha, resiste, reúne nuevamente sus huestes i llena de luto i sangre la patria por largos años. ¡Cuántos ejemplos no hemcs tenido en América, para no ir a buscarlos a otra parte, de caudillos personales que no han cedido ante ningún obstáculo i quienes no han sesgado en sus intentos de dominación, por mas que el pais les manifestara su desagrado! Melgarejo i Daza en Bolivia; los Monagas en Vene21


zuela; Piérola en el Perú, todos trabajaron por su persona i por su causa. El Sr. Balmaceda no fué caudillo personal, fué representante de ideas i de principios que en su conciencia de hombre i de majistrado creia salvadores, sino eran pisoteados; i que traerían la ruina i descrédito de la nación, si por desgracia el éxito de la contienda les era adverso. Sostenía el Sr. Balmaceda, i con él cuantos tienen conocimiento de la historia i de las necesidades de la vida en sociedad, que la grandeza de los estados está en razón directa del orden de que gocen que es el desarrollo armónico de todos sus intereses. Y no quería él que en su poder viniera a romperse, al menos con su asentimiento, la gloriosa tradición de orden que habia sido prestigio i respetabilidad esterior, prosperidad i riqueza en el interior. Veia a Prieto, a Bulnes, a Montt, sosteniendo como él el orden i haciendo sacrificios porque la República no fuera lanzada en precipicios i en aventuras locas; sabia que sus ilustres antecesores en el mando, obrando como él, habian recibido ya la justificación de la historia i no queria que el juicio de la posteridad le fuera adverso, como lo habria sido, obrando en sentido contrario. Abrigaba el Sr. Balmaceda la convicción profunda de que el triunfo de la revolución, que traería por primera consecuencia el naufragio del principio de autoridad en Chile, seria el punto inicial de nuevas perturbaciones, porque una vez echado fuera del carril ordinario este pais acostumbrado al respeto profundo a la autoridad, seria difícil contener los instintos de un pueblo falto de educación. Y rota la sucesión inflexible de sesenta años de legalidad, pocos serian los meticulosos i pacatos que continuaran acordando a^a autoridad de hoi el mismo acatamiento i respetuoso prestijio que acordaban a la autoridad de ayer.


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Jamás tuvo duda, ni vacilación en su convicción arraigada, sustentada en sólidos e inconmovibles fundamentos de derecho i de sentido común, de que la mayoría del Congreso, que habia proclamado la revolución, estaba fuera de la Constitución, de las leyes i de las prácticas tradicionales de nuestros gobiernos, pretendiendo arrebatar al Presidente de la República sus atribuciones propias, esplícitamente consignadas en la carta fundamental. No era posible que el Sr. Balmaceda retrocediese, en presencia de convicciones tan serias como justificadas i compelido a cumplir con deberes sagrados impuestos por su elevado cargo. Su conveniencia personal, egoista, mezquina si se quiere, habría estado en arrojar lejos el mando para ir a buscar en la silenciosa tranquilidad del hogar la paz de que no disfrutara en las alturas i junto con ellas la condenación de la historia i de sus contemporáneos mismos. El, obrando en contra de su conveniencia personal, no vaciló: siguió el camino único que le trazaba el deber i fué hasta el sacrificio i la inmolación. ¡Y todavía sus adversarios sostendrán que era un tirano, que abrigaba planes caprichosos de dominio personal! ¡Como si la existencia, el don mas querido, el anhelo constante de todos los cuidados i predilecciones del hombre, pudiera lanzarse al abismo de ignorada inmensidad por una quimera dudosa; por el triunfo de mera tesis académica, una nada, un humo vano! L a ambición, el predominio personal son como la esperanza, el último sentimiento, la última de las pasiones que se estinguen en quien se siente dominado por ellas. El que no tuvo jamás otro norte ni guia en su paso por la vida que surjir él solo por sobre todo i a despecho de todo, no rompe por si


mismo bruscamente lo único que puede ser su salvación i el éxito de sus aspiraciones: la vida. Mientras que, el hombre de deber, el que trabaja por un principio, por el triunfo de ideales de grandeza, mira todo eso por sobre su persona i la sacrifica a lo que cree la verdad i la justicia. He ahí el orijen del mártir. Muere el hombre, pero la idea surge i el sacrificio de la vida testifica la sinceridad i la honradez de la convicción. ¿Habría hecho lo mismo alguno de sus adversarios: Pero ¿qué tirano es ese; qué ambicioso de poder, de mando es ese que, obligado por su propio deber a asumir i echar sobre sí todo el peso del mando, prepara por si mismo rápidamente los medios de desprenderse de él; que antes del plazo estipulado por la lei llama al pueblo, único juez en la contienda, para que se reúna, elija sus lejítimos representantes i falle; que somete todos sus actos a su estudio i deliberación, después de hacer amplia manifestación de los fundamentos de su actitud i de su conducta en presencia de la revolución? ¡Y no se diga que impuso su voluntad i que los pueblos obedecieron! Nó; porque las elecciones que jeneraron al Congreso de 20 de Abril, se hicieron con amplia libertad i votaron en ella mas de los dos tercios de los ciudadanos inscriptos en los rejistros electorales. Lo menos que podría concedérseles es: que se hicieron como se habían practicado todas las que tuvieron lugar en las épocas anormales de la República. Pero ¿á qué insistir mas, si los enemigos mismos del Sr. Balmaceda, sabian mejor que nadie i lo confesaban en la confianza íntima, que no era un tirano; que no tenia dotes, ni carácter de tal? Ninguno de ellos se habría atrevido a lanzar al pais en el abismo de la revuelta, si hubieran creído que al dia siguiente de estallar, el Sr. Balmaceda dejaría caer sobre 1


ellos mano inflexible de acero i que ninguna consideración ni respeto se les guardaría. Sabían que era benévolo, jeneroso i magnánimo i contaban con esas prendas características del hombre para atacar al majistrado. Ninguno de sus actos lo revela mas en la grandeza de su alma que la carta que dirijió al Ministro Argentino Uriburu la víspera de su sacrificio innecesario, pero que le era impuesto por la delicadeza esquisita de su carácter i porque ya creía llegada la hora de ofrecer su vida en holocausto a la amistad de los que padecían por él i le habían acompañado hasta el fin. Y decimos sacrificio innecesario, porque no impidió las persecuciones a sus amigos i porque nada habría sido mas hacedero que su salvación, si él hubiera sido capaz de imponer el mas leve desagrado a sus jenerosos amparadores. ¿Se temia que turbas asalariadas asaltasen la casa inviolable del Ministro Argentino? La Junta de Gobierno, por parcial é injusta que hubiera sido, creemos que jamás habría consentido una violación que seria una ruptura i una guerra con una nación amiga; i el señor Uriburu, presentándose en el pórtico de su casa, que era su propia patria, envuelto en los pliegues del azulado pabellón, habría salvado al Sr. Balmaceda o traído al dia siguiente la invasión en masa de Chile por la República Argentina, que no habría tolerado el ultraje. Pero el Sr. Balmaceda no quiso indudablemente imponer ese sacrificio a su amigo i amparador. .Su carta al Sr. Uriburu así lo dice. Hela aquí: Sr. D. José de

Uriburu.

Santiago, Setiembre 1 9 de 1 8 9 1 . Mi querido señor y amigo: Como lo hemos hablado y Ud. lo sabe, necesito dar desenlace á la situación en que me encuentro.


No debo prolongar por mas tiempo el generoso asilo que me ha prestado en momentos que recomiendo á los mios como aquellos en que he recibido el mayor servicio en la vida. L a exacervacion de mis enemigos es capaz, si se descubre mi residencia, de extremidades que evitaré aun con el mayor sacrificio que puede hacer un hombre de ánimo entero. Sabe Ud. que he desechado el camino de la evasión vulgar, porque lo estimo indigno del hombre que ha regido los destinos de Chile, sobre todo para escúsar la mano de la revolución triunfante. Por eso habia decidido espontáneamente ponerme á disposición de la Junta de Gobierno, esperando que al fin imperasen en amparo de todos la Constitución y las leyes. Acusados y procesados, presos ó fugitivos todos los gefes y oficiales del ejército, todos los Senadores y Diputados, los municipios, el poder judicial, los funcionarios públicos de todos los órdenes de servicios, y arrastrado yo, que solo soy justiciable ante el Congreso, á la justicia representada por jueces especiales y partidarios de la revolución para responder con nuestras personas y nuestros bienes de cuanto hemos hecho en el gobierno, como si no hubiéramos sido gobierno, se ha implantado la arbitrariedad en forma que he perdido toda esperanza de que se obrase con justicia. «Visto el espíritu y tendencia de la revolución hecha gobierno, no queda mas camino que prolongar el asilo, lo cual no debo ni puedo hacer, ó el sacrificio. ¡Ojalá este alivie á mis amigos de las persecuciones que se les hace, creyendo así abatirme y ofenderme mas vivamente a mí." « S e a piadoso con el hombre que cae a los golpes del infortunio. Como bendigo á Ud. y su señora,


espero que mis hijos los bendigan también y siempre.® «Pida á Arrieta que es bueno y está cerca de los mios, que cumpla con las obras de misericordia sin ceremonia ni acompañamiento alguno.® «Que Ud., su esposa y mis hijos sean siempre felices.—Suyo. /. M.

Balmaceda.

P . S.—Cuento en todo caso con que Ud. cumpla el encargo intimo y de honra que le hice anoche para las personas que Ud. sabe. Vale. Obra de carácter diverso de la nuestra, acaso esplicará algún dia frases de este histórico documento que se presta á estudio y consideraciones graves. ¿Porqué el señor Balmaceda, estando en un asilo inviolable no vio otra salvación que la evasión ó el sacrificio? ¿Porqué no podia prolongar el asilo, cuando numerosos asilados de alta importancia han podido prolongarlo durante meses en la Legación de Estados Unidos de Norte-América y últimamente salvarse? ¿Valen menos los derechos y prerrogativas de la legación argentina que los de cualquiera otra nación del orbe, por grande y poderosa que sea? El señor Uriburu, Ministro Argentino en Chile, dando cuenta á la Junta de Gobierno del lúgubre acontecimiento que habia tenido lugar en su casa, decia: «Agregó el señor Zañartú que el asilo que solicitaba para el señor Balmaceda seria de muy breve término, teniendo presente las medidas adoptadas de acuerdo con el señor Jeneral Baquedano, y que seria á la vez un medio de propender á la pacificación del pais y á la tranquilidad de la capital.® ¿Cuáles fueron las medidas acordadas con el jeneral Baquedano? El pais no las conoció entonces, ni las


conoce todavía, apesar de que eran de carácter tal que le traerían paz y tranquilidad. El jeneral no ha hablado; sus labios ni siquiera han balbuceado palabras que las espliquen; ni ha habido importunos que lo hayan compelido á salir de su mutismo. ¡Inconvenientes de confiar á mudos los secretos i la solución que exijen del hombre palabra, intelijencia y carácter! ¿Ha podido alguien imponer silencio á aquella frase típica, á aquella palabra martillo que hiere el oido desagradablemente? Ha habido falta á compromisos, complicidades, acuerdos, debilidades, móviles y propósitos ignorados que no es posible conozcamos? ¡Quién sabe! Lo cierto es que el señor Balmaceda era una reliquia para la República, para sus amigos y para la historia, que con su desaparición súbita pierde revelaciones y secretos importantes, que han bajado á dormir con él el sueño eterno del olvido y acaso para esconder muchos crímenes, muchas fealdades morales. Habia intereses vitales de la nación vinculados á la noble existencia del Excmo. señor José Manuel Balmaceda ¿por qué no se puso celo afanoso en conservarla? ¿Habia también exaltaciones y personas interesadas por algo mas que el odio político en su desaparición? He aquí lo que seria digno de ser estudiado y de investigación histórica. La honra nacional aconsejaba que se hubiera dado amplio campo de justificación i defensa a quien ocupó el mas alto rango en la jerarquía civil de la República. L a historia juzgará mañana con severa reprobación i negará la decantada civilización de un pueblo, donde un presidente caido baja al sepulcro declarando que ha perdido toda esperanza de que se obrase con

justicia.

Pais sin justicia es pais de salvajes, es horda; i cuando el ilustre mártir lanzó a la faz de la nación i al rostro de la Junta de Gobierno acusación tan tre-


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meada, nadie, ni aun la prensa, alzó la acusación, ni le dio importancia: reconoció el hecho. Ha quedado en pié el cargo, como prueba del espíritu i de las tendencias de la revuelta hecha gobierno. Mas digno, mas noble habría sido para este pais, que tanto decanta en todos los tonos del mas exajerado ditirambo, sus grandes virtudes y su adelantada civilización, siempre que se presenta ocasión, por baladí que ella sea; mas jeneroso habría sido, decimos, dar todas las facilidades, todas las garantías de justificación i de prueba al presidente caido. I ellos, que se decían redentores i que venían a restablecer el imperio de la constitución i de las leyes, jamás debieron pensar en violarla, arrebatando al presunto reo a su juez natural, el Congreso, para pretender entregarlo a jueces especiales i partidarios de la revolución.

¿Te-

mían por ventura, que el Sr. Balmaceda, yendo a la barra de los acusados en el Congreso, en un amplio proceso, que habria tenido también por juez i por testigo a la nación entera, hallase en ella la absolución i la justicia que merecía? ¿Estaban o no seguros de su culpabilidad? Si lo primero, mientras mas tranquilo, legal, recto i justiciero hubiera sido el proceder seguido, mas clara habria resultado la culpabilidad de Balmaceda, i la revolución triunfante tendría en ella misma su justificación, hoy puesta en duda i negada con violencia. Si lo segundo, quedan esplicadas las irregularidades i precipitación i hasta la verdadera negación de justicia de que el señor Balmaceda se queja. Era necesario prestar maliciosamente al Sr. Balmaceda las cualidades características del tirano para tratarlo con tanta injusticia como crueldad. No hai ejemplo en el mundo de un estravio tan grande del criterio moral i de la justicia. Méjico juzgó i oyó a Maximiliano antes de llevarlo al patíbulo en el que


se castigaba en América un crimen; los Carreras fueron juzgados i sentenciados antes de ir al cadalso. ¡Solo Manuel Rodríguez i Manuel María Aldunate fueron asesinados alevosamente! La sangre de Balmaceda caerá sobre los que lo empujaron al sacrificio, como ha caido condenación sobre los criminales que asesinaron al patriota i al ministro rendido. No; el hombre a quien juzgamos no fué tirano, ni quiso, ni podia serlo. Ya lo hemos dicho en otra parte, i ahora agregamos que su mas perfecto retrato mora! está hecho por él mismo en las hermosas frases con que terminó su discurso inaugural del Congreso de 20 de abril de 1 8 9 1 . «Próximo a dejar el poder, dice, volveré a la vida privada como llegué al Gobierno, sin odios i sin prevenciones, estrañas a la rectitud de mi espíritu e indignas de un jefe de Estado.® «Es cierto que pocos gobernantes han tenido que sufrir como yo, agravios mas inmerecidos i mas gratuitas inculpaciones. Nunca he perdido por esto la serenidad de mi espíritu i la perfecta tranquilidad de mi conciencia. Estoi acostumbrado a afrontar las injusticias de los hombres.® «Después de los furores de la tormenta vendrá la calma, i como nada duradero puede fundarse por la injusticia i la violencia, llegará la hora de la verdad histórica, i los actores del tremendo drama que se consuma sobre el territorio de la República, tendrán la parte de honor, de reprobación o de responsabilidad que merezcan por sus actos.® «Descanso tranquilo en el favor de Dios, que preside los destinos de las naciones i que vé distintamente el fondo de nuestras conciencias. El se ha de servir alumbrar el patriotismo de los chilenos i trazar a vuestra sagacidad i sabiduría los senderos que conducen al afianzamiento del orden i a la solución final


— de las desgracias i de la contienda que hoí dividen a la familia chilena.® Si estas frases no revelan la plácida tranquilidad de conciencia de un justo, son por lo menos, las de un hombre bueno i de un grande hombre. Siempre noble i equitativo; no hace un solo reproche, no acusa, no recrimina; solo pide justicia para todos, i llora las injusticias i la amargura derramadas sobre su alma. Ve ademas el fin de las obras que nacen sobre pedestal de injusticia i de violencia; parece predecir su irremediable término, haciendo lucir la esperanza de mejores dias en todos aquellos corazones que no han perdido aun la noción del bien i que no desesperan de la rehabilitación de las sociedades por sí mismas, por el impulso de las reacciones, una vez que la calma de las pasiones aquieta las tormentas que su desenfreno habia producido. Tamaña grandeza no tuvo correspondencia en los levantados caracteres de la que se dice aristocracia rejeneradora de la capital de la República; de la que ultraja al pueblo porque no tiene sangre nobie i que burla i ríe de él, haciéndole representar farsas grotescas que en su ignorancia no alcanza a comprender. Al dia siguiente del sacrificio del Sr. Balmaceda, caricaturas grotescas acompañadas de versos inmorales, hacían mofa de la muerte de un hombre ilustre i se repartian profusamente por todas las calles de la capital. Carteles abundantes anunciaban que en Santa Lucia tendría lugar una representación teatral, en la que figuraban como personajes, el ilustre muerto, su dignísima esposa, su santa i virtuosa madre, los jenerales Barbosa i Alcérreca, inmolados en cumplimiento de un alto deber i los porteros de la Moneda ( i ) . (i) T u v i m o s en nuestras manos uno de esos innobles impresos i no abrigando entonces la idea de hacer esta publicación, no lo tomamos para insertarlo aquí.


L a autoridad permitió estas manifestaciones, que no eran un hecho aislado i revelan el estado social i moral de un pueblo. Hasta los salvajes se descubren reverentes o medrosos en presencia de un cadáver; ante la terrible majestad de la muerte enmudecen en todo el mundo las pasiones i ante el silencio de la tumba calla para siempre el aguijón del odio i de la envidia. Solamente en la que se llama aristocrática Santiago, que tanto blasona de nobleza i cuya dirección revolucionaria fué llevada por el sacerdote católico i por la mujer devota, se olvidaron lastimosamente las prácticas mas elementales de todo pueblo que se dice culto i cristiano. La prensa reveló también su encono profundo i en ninguno de los artículos que sobre el sacrificio de Balmaceda se publicaron por aquellos dias, se leyeron otras frases que las de la mayor exacerbación de ánimo. Estudiando mañana los historiadores en la prensa diaria, los caracteres de esta revolución, darán fácil esplicacion a todos los acontecimientos que hemos presenciado i al orijen mismo de la revolución, atribuyéndolo a un estado incomprensible de perversión de criterio i del juicio moral. Solamente El Ferrocarril, en medio de su delirio de justificación de la revuelta i de estigma de fuego para el Sr. Balmaceda traicionó su propósito i dejó escapar las únicas dos palabras ¡tremenda desgracia! aplicadas a la inmolación del Sr. Balmaceda. ¿Cómo? ¿Es tremenda desgracia la desaparición de un tirano que avergonzaba a la República? ¿Es tremenda desgracia la desaparición de un monstruo que oprimía, que robaba e insultaba a la sociedad? ¿Es tremenda desgracia el sacrificio de aquel cuya cabeza se venia pidiendo en todos los tonos i por todos los exaltados? ¿Es tremenda desgracia el sacrificio de


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un gran ciudadano en odio de quien la cátedra sagrada habíase convertido en tribuna popular i que se había pedido a la doctrina católica sus mas eficaces resortes de influencia para condenarlo i perseguirlo, como entre otros lo hizo en la Catedral el presbítero Muñoz Donoso? Tal confesión arrancada involuntariamente a la conciencia por el clamor de la justicia es toda una revelación. ¡Cuan criminal i depravado seria el alcance de esas dos únicas palabras, si ellas fueran el dolor del alma que esclamaba ¡qué tremenda desgracia que se haya escapado al poder i a la saña de los revolucionarios una victima mas que estrangular entre sus brazos, asociada a los Aldunate, los Garin, León Lavin, Sanfuentes i tantos otros que cayeron victimas de su confianza i de su hidalguía! Pero, ¿a qué estendernos en mayores consideraciones para borrar el cargo de tirano, cruel i rencoroso, atribuido por la revolución al presidente Balmaceda, cuando ella lo emplea solo como un recurso para mantener unidas sus heterojéneas huestes? Porque una revolución que no ¡tiene un programa de ideas; que ha asociado a su empresa los propósitos políticos mas opuestos i los hombres mas irreconciliables entre sí, está herida de muerte, lleva en su propio seno el jérmen de su disolución, porque sus miembros se mostrarán sin cesar los dientes, acechándose sin tregua. No habiendo idea jenerosa i noble que los acercase, la revolución inventó el odio, vínculo que los une hasta hoí. ¿El presidente Balmaceda no se somete á nosotros, dijeron, no obedece a los mandatos de la oligarquía? Pues entonces, guerra a muerte a ese hombre i a cuantos lo rodeen. Declárasele por eso tirano, verdugo i se trabaja por mantener vivos los odios i las venganzas, a fin de impedir que la razón recobre su


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imperio. Porque ¡ai de los partidos coaligados en el poder el dia que se disipe la atmósfera, en mucha parte ficticia, de odio que se esplota en contra de Balmaceda i aparezcan los únicos odios, celos i envidias verdaderos, que son los de los hombres que se vijilan e intrigan en el poder! Al tiempo de ponerse en prensa esta segunda edición llega a nuestras manos un preciso folleto, escrito con mesura, dignidad i elevación de miras, por el distinguido chileno Juan E. Mackenna, que desempeñó el cargo de ministro de Relaciones Esteriores durante la presidencia del Excmo. Sr. Balmaceda; que conoció el carácter de este eminente americano; que lo trató en la intimidad cordial de amistoso compañerismo de patrióticos sentimientos i que tanto en la hora del infortunio como en la de la prosperidad no le negó la advertencia, ni el consejo, aprobando o desaprobando sus actos de gobierno. Hombre de juicio recto i de sereno criterio, el Sr. Mackenna tiene derecho a ser escuchado, i escuchado con respeto. Por eso, i porque nuestras apreciaciones sobre muchos hechos importantes encuentran valiosa corroboración en la palabra severa i justiciera del Sr. Juan E. Mackenna, sentimos verdadero júbilo insertando, antes de terminar este capítulo, los párrafos siguientes, que tomamos del folleto ya citado. En ellos se verá, que nada hemos exajerado, ni al hablar del carácter i tendencias políticas del excelentísimo Sr. Balmaceda, ni de la injusticia con que se hizo revolución en contra de su gobierno, ni de las aberraciones en que han incurrido los alzados que se apoyaron en la fuerza de la escuadra para restablecer el imperio de la Constitución que ellos, i nadie mas que ellos han subvertido.


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Hé aquí esos párrafos: Mis IMPRESIONES,

dice el Sr. Juan E. Mackenna.

«Cinco dias después de elevado a la presidencia de la República de Chile el Sr. D. José Manuel Balmaceda me escribía él la siguiente carta: ^Santiago )}

2y de Setiembre de

1886.

Señor D. Juan E. Mackenna. 5)

Iquique.

^Querido amigo: ®He recibido su carta con el agrado de viejo compañero político i amigo personal. No la habia contestado antes porque he estado bajo el peso de una correspondencia tan numerosa, que no me ha sido materialmente posible despachar. ^Hoi correspondo a su cariñoso saludo con una contestación que será tan franca como en nuestras horas de amistad o disidencias políticas. S a b e usted que he sido un político sin pliegues i que he estimado siempre la franqueza como una cualidad necesaria con los amigos i con los adversarios. ® ¡ Cuan Lo celebro que mi abierta oposición a que usted figurara como diputado por Valparaíso i el aviso que le di por amigo común, le evitara mezclarse en esa jornada, i le trajera su riqueza i tranquilidad personal! ^Merece usted la suerte encontrada en Tarapacá, porque la ha buscado honradamente i con espíritu varonil. ^Principia para mí la hora de la acción i de la responsabilidad. Espero sobrellevarla cumpliendo la lei i haciéndome el primer servidor de mi pais.—GoM


bernar es servir, i esta divisa ha de ser fecunda en la labor patriótica que a todos nos espera.

»No escuse usted ni el consejo de amigo, o la advertencia del adversario, si puede hacer insinuaciones útiles, u objeciones racionales i dignas de su patriotismo.

"Soi su amigo de siempre.

J . MANUEL BALMACEDA."

«I bien, noble amigo, cuyo espíritu descansa en las rejiones invisibles, he querido dejar grabadas estas impresiones al hijo que lleva mi sangre i mi nombre, asociar en ellas tu defensa a la mia, enlazada en el curso de estos apuntes, porque no obstante los errores que pudiera haber en nuestro camino i la diversidad de apreciación en los actos de la vida, habia algo de común que mutuamente nos reconocíamos: la lealtad debida al caballero i al amigo—el amor sin límites por nuestro pais! "Ambos la hemos llevado mas allá de la tumba o del destierro, para que en medio del naufrajio universal de abandonos, de ingratitudes i de traiciones, se encontrase de cuando en cuando un oasis que diera alivio al espíritu fatigado... "Siempre fui fiel a la consigna de la amistad i a los deberes que ella impone, i en este mismo relato quedan marcados mis consejos, mis advertencias, hasta mi severidad para correjir actos que se apartaban de la línea de mis ideas i de mi conducta. "Podrá haber habido errores durante la administración del Sr. Balmaceda, pero, esos errores nunca tuvieron otra causa en él que su BONDAD y su PATRIOTISMO.

"Nunca, tampoco, esos errores fueron causados o preparados por él, sino por efecto de las situaciones


en que, las pasiones políticas o la maldad de los hombres, lo colocaban. " S e le negó el derecho de nombrar a su voluntad a sus ministros de Estado, siendo una de sus atribuciones indiscutibles la facultad de hacerlo. De aquí se orijinó: los votos de censura, el aplazamiento de las contribuciones, el jérmen de la revolución por el Congreso. "Convoca al Congreso a sesiones estraordinarias para la aprobación de los presupuestos i lei que fija las fuerzas de mar i tierra, i éste se limita a hacer política i a tomar medidas dilatorias para amarrar al Ejecutivo en el desarrollo de los acontecimientos. ' " S e reúne la Comisión Conservadora, i esta corporación, a nombre del Congreso, predica la desobediencia a las autoridades i la revolución. "El Congreso inventa un nuevo sistema de Gobierno Parlamentario, que jamas habia existido en Chile, para encadenar en sus redes al Ejecutivo i anular sus facultades. "El presidente de la República resiste i exije el respeto de la Constitución. ''¿Quién es, entonces, el responsable de los acontecimientos? "(El que se mantiene en su puesto exijiendo la observancia de las instituciones del país, para que pueda continuar la marcha de la administración pública; o los que, acumulando vanidades, rencores, negocios, ambiciones i fomentando todas las malas pasiones, llevaron los acontecimientos hasta producirse un cataclismo nacional? " S i las exijencias del Congreso de 1 8 9 0 , que preparó i que hizo la revolución, se hubieran hecho durante la administración de Pérez o Pinto, de Errázuriz o Santa María, los dos primeros con carácter mas reposado se habrían limitado a sonreír i a decir con 22


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cortesía a los que iban a anunciarles la instalación de un nuevo Gobierno Parlamentario en Chile, que dejasen de la mano esas colejialadas i esos candores. "Por eso el primero mantuvo al ministerio Tocornal durante años contra todos los votos de censura del Congreso de aquellos tiempos. "Mas, si esas exijencias se hubieran hecho a presidentes como Errázuriz o Santa María, de caracteresmas enteros e imperiosos, anunciándoles alguna embajada de parlamentarios que ellos, como presidentes, no podrían en lo sucesivo nombrar sus propios ministros, esos dos hombres de Estado se habrían limitado a señalar la puerta a los delegados parlamentarios que iban a llevarles una nueva que envolvía solo una simple candidez... "Pero, por desgracia, tocó el espenmento al presidente Balmaceda, hombre lleno de dulzura i de bondad, carácter sin hiél, que no tenia otra ambición que unir a todos los hombres que lo habían elevadoi procurar dar gusto a todos ellos. "¡Su

BONDAD LO PERDIÓ!

"Principiaron a echar raíces las exijencias, principiaron a crecer nuevas ambiciones, a formarse círculos i pequeños cónclaves, cada cual con pretensiones separadas; i el desenfreno de las pasiones se produjo en el Congreso. "Todo, todo por efecto de bondad de carácter del presidente Balmaceda, por no conocer bien, por efecto de esa misma bondad, la malicia o la maldad de los hombres, agrupados por diversos móviles e intereses para llegar cada cual a su fin, unos al poder, otros al predominio de su partido, otros al negocio i muy pocos al bien de Chile. " ¡ S l J BONDAD FUÉ SU CRIMEN!

" S e le llamó dictador o tirano, porque hizo lo posible por sofocar una revolución que principiaba a


desquiciar todas las instituciones del pais, encargado como estaba por la Constitución de guardar el orden público, como el primero i el mas sagrado de sus deberes, base primordial de la misma

Constitución.

"I este tirano daba salvo-conductos para que los jefes de la revolución se fuesen tranquilamente al estranjero, i atendía día a dia, hora a hora, a la solicitud, a los empeños de sus amigos para poner en libertad a uno, para aliviar la condición del otro, para llevar un consuelo a un tercero, en medio del enlace de familias, de parentescos i de amistades que hacia todo mas amargo. "I este tirano fletaba vapores i vaciaba las cárceles para que todos los enemigos fuesen a engrosar las fuerzas de la revolución. "I este dictador permitía hasta banquetes en las cárceles públicas, de los reos políticos detenidos en ellas, para que improvisasen las arengas de venganza. "I cuando la revolución entró triunfante a la capital, todos i cada uno de sus caudillos, encontraron sus casas, sus clubs, sus imprentas, sin saqueos i sin horrores! "Hubo males i desgracias irreparables, sin duda, porque la prudencia no es patrimonio de todos en los hechos que están fuera de nuestro alcance, pero, en una época tan anormal i durante una revolución no preparada por él. bien pueden repetirse a su nombre las palabras de O'Higgins: «¡NADIE PODRÍA CON JUSTICIA DEMANDARME CUENTA DE MALES QUE SOLO HAN SIDO EL RESULTADO DE LAS CIRCUNSTANCIAS EN QUE SE HA ATRAVESADO!"

"¿Quién, qué presidente de Chile obró como él, renunciando a todas sus simpatías de candidatura oficial, dejando aprobar la lei electoral que el Con-


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greso tuviera a bien, dando cuanta garantía se estimaba necesaria para que la elección de su sucesor pudiese ser hecha según la voluntad nacional o la fuerza de los partidos en lucha? "¿Hubo alguien que hiciera antes que él algo parecido? "¿En qué época hubo una labor mas estraordinaria por el progreso de la República, diseminando las riquezas nacionales en grandes obras en todas las ciudades i rincones del pais, con igual equidad i justicia? "¿En qué época, desde el descubrimiento de Chile, habia sido el pueblo mas feliz, mas considerado, mas lleno de recursos, que llevaban a todos los hogares el bienestar del trabajo impulsado en todas direcciones con vigor incansable? "¡Oh noble amigo! En mi soledad ¡cómo recuerdo tus afanes i tus angustias! ¡Cuántos fueron tus sufrimientos por la patria, solo comparables al amor sin límites que por ella esperimentabas! "¡Cómo puede ser mal hijo el que adora a su madre, vive para ella, se sacrifica por ella, i se despide de la una i de la otra con un último adiós de cariño i de patriotismo sin fin!... "Quiera el cielo, cuyos tesoros de misericordia son inagotables, haber tomado en cuenta el móvil de tus acciones, i haber perdonado con esa bondad qaae fué el distintivo de tu vida, la crisis que el alma sufre cuando los desengaños hacen de la existencia un tormento!... « L a posteridad, ha dicho alguien, no es el sumidero de nuestras pasiones: es la cuna de nuestros recuerdos. No debe conservar mas que perfumes!" " ¡ S i , amigo amado! " ¡ L a posteridad cubrirá de flores tu tumba i levantará un monumento a tu memoria!"


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Estudiemos ahora los actos de la administración Balmaceda que durante el periodo revolucionario se han calificado de tiránicos, i veamos si en los cargos que se le hacen hai mas justicia, atribuyéndolos, como se ha hecho, a depravación de carácter, encono contra la sociedad o espíritu malévolo.


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IV

ACTOS DE TIRANÍA Se abusa de ordinario en las repúblicas de América, pero mas principalmente en Chile, del significado i del alcance de la palabra tiranía, a tal estremo que los actos mas lejítimos de las autoridades constituidas, son calificados de tiránicos i se les da mayor significación i alcance del que tienen. Un celo exajerado por los fueros de la libertad, cierto espíritu patriotero que llega a los lindes de lo ridículo, por su exaltación, i la falta de educación i conocimiento de las prácticas de la vida libre, son de ordinario las fuentes de donde dimanan aquellas exajeraciones ocasionadas a estravios de criterio i de procedimiento mucho mas perniciosos cuando se mezcla la pasión política i los intereses que forman su obligado cortejo. L a educación política de las masas hecha por la prensa exajerada de partido en épocas de ajitacion electoral i las predicaciones maliciosamente adulteradas del meeting, en donde mas se alhaga las pasiones que se habla a la intelijencia, han creado un código especial, que acuerda a los ciudadanos i les asegura que poseen caudal innumerable de derechos, pero en el cual brillan por su ausencia absoluta, los deberes. Actos de tiranía son considerados, muí particularmente en Chile, toda manifestación lejítíma de autoridad que limite el ejercicio de algún derecho. No se conciben sino derechos absolutos, sin sujeción a deber correlativo. La libertad de reunión debe ser tolerada, aun cuando ella coarte el libre tránsito por la


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vía pública u otros daños peores, que son otro derecho tan importante como aquel i ¡ai de la autoridad que pretenda ponerle cortapisas! La prensa no reconoce limites en su procacidad i caen bajo su terrible imperio, no ya solamente la vida pública de los majistrados, sino también la privada de los individuos i de sus hogares. Ninguna prensa es en Sud-América mas procaz i grosera que la de Chile. Va haciéndose endémico este mal. La palabra encuentra absoluto derecho de chavacaneria en la irresponsabilidad e inviolabilidad del diputado; i en el meeting no reconoce limites la insolencia i el desden por los mas obvios deberes sociales. En una i otra tribuna se discute jeneralmente a coces, de lo que dan testimonio numerosas sesiones de lo que ha dado en llamarse nuestro Parlamento, Congreso Nacional, según la Constitución. En Europa i en muchos paises de América, la policia es inviolablemente respetada. Un desorden cualquiera es inmediatamente reprimido i caen por centenares i por miles los detenidos en las prisiones, sin que el hecho pase de ser un acontecimiento policial que apenas si se comenta. En no pocas ocasiones la fuerza pública reprime los tumultos i caen muertos i heridos. En Chile, este pais que pretende i desea gozar de una libertad salvaje i sin restricciones, esos serian actos de tiranía, que elevarían el tono de la prensa al mas alto grado de exaltación. Se iría mas lejos, porque la política del gobierno jeneral se pondría en tela de juicio i hasta el Presidente de la República i sus ministros habrían de soportar los mas duros cargos, sin economizarles, por cierto, los dictados de tiranos, verdugos i sayones. A falta de ideas, los escritores lanzan dicterios i groseros insultos. ¡Y asi dirijen la opinión pública i la educan para las prácticas de la vida libre!


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Estas reuniones tumultuarias de la calle pública, de algún tiempo a esta parte vienen siendo formadas por niños inconscientes, a quienes partidos i hombres inescrupulosos lanzan en aventuras, ya que ese es un medio de producir exaltación, conservando sus verdaderos autores la irresponsabilidad porque ellos no aparecen como actores. Logran otro propósito no despreciable: ajitar a la sociedad e interesar al padre i a la madre en las malaventuras que soportan sus hijos. Consienten con ánimo lijero, pero perverso i criminal, en que sus niños vayan al meeting; que se presenten en todas las manifestaciones ruidosas de la política; los incitan a no perder una sola de esas escenas del jénero trájico i aun consienten que se presenten allí armados, para reprimir, como ellos mismos dicen, los avances de los tiranos. Pero, eso si, los imajinarios fantasmas i tiranos deben permanecer impasibles e inmóviles en sus puestos, soportando lluvias de piedras, balas aun, dicterios e insultos de todo jénero, que brotan de labios de bien educada aristocracia. Los niños alborotadores tienen derecho a todo; pero... ningún deber que cumplir. ¡Ai de la policía, ai del gobierno si a aquella le viene en mientes acometer con látigo en mano a los amotinados imberbes! ¡Qué crueldad, qué acto tan bárbaro i salvaje de despótica tiranía! Si por desgracia alguna bala disparada al aire hiere a algún tumultuario, ya la tiranía ha llegado al último limite, aunque el plomo saliera de pistola juvenil, i entonces, no solo el Presidente, sino también sus ministros i todos los intendentes son una jauría de fieras, verdugos, desalmados i lo peor de todo, la última razón: no son caballeros sino rolos. ¡Atrepellar a niños .que no saben lo que hacen! ¡Matar a un ánjel! Si era un dechado de virtudes i una esperanza de la p a t r i a en flor no abierta aun; crisálida envuelta en frájil capullo.


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He ahí la señal para que todas las mamáes entren en campaña; i asi, la política pasa, de ser un negocio de muchachos a un acontecimiento de faldas. I esos mismos ánjeles i crisálidas habian estado haciendo actos de hombres, aplaudidos por papáes i mamáes, que eran los verdaderos niños. Así se va a las revoluciones; así se enardecen los ánimos. Pero, así se hace un mal gravísimo a estos paises jóvenes, en los cuales van creando una falanje de políticos i políticas a la violeta que de todo hablan, sobre todo discuten, sin conocer a fondo ninguna materia; que asi combaten una medida de gobierno, que ha demandado largas horas de estudio, meditación i consulta, como presentan planes de gobierno i de política jeneral, madurados por la irresponsabilidad o lainesperiencia. He ahí la que fué en 1 8 0 0 tarea de la juventud estudiosa, que no estudiaba, en Santiago i Concepción. Preparaba la revolución: eran sus precursores, bajo la éjida protectora de la mamá i del papá. Concretemos ahora estas materias i analicemos los actos de tirania atribuidos al presidente Balmaceda. Uno de los actos llamados de tirania, acaso el único que antes de estallar la revolución produjo mayor estudiada exaltación i que dio tema para manifestaciones, discursos lúgubre patrioteros, telegramas de condolencia, escritos los unos en necio i los mas con tinta de adulación, fué la muerte casual del niño Isidro Ossa. De una muerte sensible deplorable, porque al fin se trataba de una criatura; de un suceso propio para despertar tiernos sentimientos, llegó a hacerse algo grotesco, por las exajeraciones e intemperancias de criterio a que se le sometió. Las cosas pasaron como sigue: Tenia lugar un meeting a que habia convocado, según creemos, el partido conservador, que a él pertenecía i no a otro el niño Ossa; asistió a él numerosa juventud, que debia ser de la aristocracia.


Había allí jefes exaltados, algunos Maratt i ciudadanos Neion, porque ya principiaban a preparar la revolución, i era natural que llevaran revólver, porque se oyeron disparos dentro del salón i en su vestíbulo, i sobre todo, desde que la juventud ansiaba manifestar que era valiente, que llevaba armas de fuego. A los disparos, si los hubo, o al ruido del desorden, acudió la policia, que parece estaba prevenida para el caso de que hubiera algún desorden en el anunciado meeting, i nunca pudo saberse, si de resultas de los tiros disparados dentro del local del meeting o de uno que se oyó fuera, aunque esto fué lo mas valedero en esos dias, fué herido el infortunado niño Ossa que h u a aceleradamente, no se sabe si de temor, o porque habia pasado la hora que sus padres le tenian fijada para retirarse por la noche. Este fué el hecho inicial de la revolución, porque se organizaron procesiones, entierros, filas de carruajes, en cuyas manifestaciones iban naturalmente todos los representantes de la aristocracia santiaguina, como Altamirano, Koening, Préndez, Silva, Mac-Iver i muchos mas. 1 como punto inicial de la revuelta que se estaba preparando i organizando, no se economizó ningún ataque, ni espresion por virulenta que fuera, al jefe de la nación. Fué su primer acto de tiranía, que según la breve ¡ verídica relación hecha, era meramente casual, deplorable por haber recaído sobre un niño, sobre flor primaveral i que sin duda, ningunos deploraron mas que el mismo Presidente de la República i sus Ministros, desde que ellos, ni lo habian ordenado ni previsto, ni podido evitarlo. Pero la prensa de aquellos dias pugnaba i sostenía que no habia sido casual, i que aquellos funcionarios eran quienes habian ordenado el martirio, como se llamaba a la muerte, que creemos fué instantánea, del joven Ossa. No faltaba quien sostuviese que hasta


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se había ordenado a la bala que fuera a incrustarse en el que mas tarde iba a ser poderoso cerebro de aquel niño. Acaso haya quien crea que hai exajeracion en los detalles que damos ¡tal es su inverosimilitud! Pero, es la verdad que son espresion fiel de lo que acontecía i se decía en prensa i corrillos. Comprendemos el dolor del padre, nos esplicamos la desesperación de la madre cuando recibía en su hogar desolado los restos del querido hijo; nos esplicamos los actos de rabia que en los primeros momentos saldrían de sus pechos, como dulce desahogo de la pasión; nos esplicamos todavía que los criminales que lanzaban a los niños a peligros tan ciertos, tratasen de esquivar su responsabilidad, haciéndola pesar sobre sus adversarios; pero jamás comprendimos, ni nos esplicaremos nunca ese dolor convencional, que durante meses ha hecho farsa de la muerte de un hijo querido, teniéndolo en la picota del ridículo. El dolor no habla; el dolor es mudo. Jamas prestaríamos nosotros los despojos de un deudo querido para servir a pasiones i a intereses políticos, de suyo profanadores de todo cuanto está a su alcance. Para que se comprenda el grado de intransijencia a que los ánimos habían llegado i pueda apreciarse cuan difícil era contener la avalancha que venia, bástenos d>jcir: que habiendo ido una señora, creemos que pariente de la madre de Ossa, aristocracia de la capital oriunda de la de culero de Chañarcillo, habiendo ido a dar el pésame, fué arrojada de la casa, infiriéndole ofensas de hecho, a mas de muchas de palabra, porque la señora que iba a espresar sus sentimientos de condolencia, tenia por esposo a un señor balmacedista. No se aceptaba ni el dolor, ni la amargura que no viniera de fuentes de la oposición de sangre azul. ¡Era cuanto de inaudito podia refe-


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rirse! Lo cierto es: que un viajero inglés que recorria entonces las ciudades de Chile, en tren de turista, anotaba en su cartera de viaje la siguiente observación: « L a aristocracia de Chile araña i maltrata a las personas que ejercitan el delicado acto de manifestarle dolor en medio de sus desgracias." Y un roto decia con aire humorístico: ¡Ve! Los caballeros son iguales a nosotros; sus esposas pelean a moquetes en los salones, mientras que nosotros lo hacemos en la calle! (Esto se enseña en el Instituto Nacional? Una investigación judicial de aquel suceso habría dado su clave i ella habría sido fácil i no tachable por parte de los revolucionarios, como quiera que ellos contaban con las complacencias de mucha parte, acaso la mas grande, de la justicia de la capital. Pero la revuelta estaba ya decidida i lo que se buscaba eran golpes de sensación i de alarma, acusaciones violentas i no decretos de justicia que pudieran abrir paso a la verdad. Llegado el 7 de enero, en presencia de una escuadra sublevada i atendida la exaltación en que estaban los ánimos de los políticos de revuelta, nada era mas natural, i eso es lo que se hace i ha hecho en todas partes, sin esceptuar este rincón del mundo que se llama Chile, que apresar, como medida precautoria, a todos los jefes reconocidos de la revolución, que pudieron haberse a mano. Fué lo que hizo el gobier no, en cumplimiento de uno de sus deberes mas elementales i a eso se ha llamado también actos de tirania i despotismo. (Podría haberse cruzado de brazos el presidente Balmaceda, dejando" obrar a los audaces revolucionarios? Que contesten por nosotros ellos mismos, quienes después de su triunfo i durante ya muchos meses, no cesan de aprisionar i perseguir a sus adversarios, apesar de que están ya completamente aniquilados. Luego, para ser lójicos, tienen


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que reconocer que son tiranos i harto mas tiranos que Balmaceda i si este lo fué por la muerte casual del niño Ossa, harto mas crueles i tiranos serán los que sacrificaron a León Lavin, Aldunate, Sanfuentes i tantos otros. Eso es lo que dice la inflexibilidad de la lójica. Parecia i parece aun, que los revolucionarios se creyeron con derecho a hacerlo todo, a trastornarlo todo i que las autoridades legalmente constituidas debieran observar tranquilas sus avances, porque todo era crimen i tiranía en el gobierno. Los mismos actos ejecutados por ellos pasaban a la categoria de plausibles manifestaciones de los derechos que les acordaba su carácter de revolucionarios. Para ellos, todos los derechos i ningún deber; para la autoridad, todos los deberes, ningún derecho. Mas, antes de abordar la esposicion i análisis de hechos i acontecimientos, estudiemos si el presidente Balmaceda tenia o no facultad para tomar medidas en contra de la libertad de las personas i otras análogas, sin que por ello ejecutase actos imputables a tiranía o despotismo. En esta labor interesante vamos a servirnos esclusivamente de documentos producidos por los adversarios del gobierno legal i de los tribunales mismos de justicia que negaron al presidente Balmaceda lo que mas tarde han reconocido a los revolucionarios triunfantes, incurriendo asi en acto flagrante de parcialidad i de injusticia, que les arrebata todo prestijio i consideración. No dejaremos de notar que por nuestra parte i según lo dejamos sólidamente demostrado en otro capítulo, el Sr. Balmaceda jamas dejó de ser el Presidente Constitucional de Chile i que, en el caso mas desfavorable, no habia razón para no considerarlo como un poder de hecho i como tal, acreedor a las prerrogativas que se acuerdan a los de esta naturaleza.


Sin embargo, en los primeros dias de enero de I8QI, el teniente coronel revolucionario Gabriel Alamos, a quien se perseguía por el gobierno legal por la,participación que se le atribuía en la revuelta, i que mas tarde quedó comprobada de hecho, se presentó a la Corte Suprema, solicitando se le amparase en sus derechos. La corte accedió a la solicitud de Alamos, en vista de consideraciones deprimentes de la dignidad del Jefe del Estado a quien se desconocía el carácter de tal i se sostenía la teoría subversiva i disolvente de que el ejército no existia i que el Presidente de la República carecía de facultades para ordenar la persecución i prisión de Alamos. Pues bien, en una solicitud de amparo presentada por don Juan Rafael Allende al mismo tribunal, este denegó el amparo en sentencia de 23 de octubre de 1 8 9 1 , fundándose en las consideraciones siguientes: « i . ° Que la Junta que ha asumido provisoriamente el gobierno de la República a consecuencia de la caida del Gobierno de Balmaceda, ejerce un poder de hecho i como tal poder de hecho, tiene naturalmente la facultad de tomar las medidas que juzgue indispensables para establecer el funcionamiento regular de las instituciones del p a i s . Este considerando es exactamente aplicable al presidente Balmaceda, que trataba de establecer ese funcionamiento regular, perturbado por la conducta irregular i revolucionaria de los miembros del Congreso. Luego, si la Junta de Gobierno, poder de hecho, tuvo facultad para tomar las medidas que juzgase indispensables para lograr lor- fines indicados, con mucha mayor razón lo tenia el Presidente Constitucional de la República i su conducta fué entonces correcta. Si se la califica de tiránica por esa causa, fuerza será también aplicar el mismo epíteto a la Junta de Gobierno. w

El 2. considerando de la sentencia de la Corte a


dice: «Que en ejercicio de este poder, la Junta de Gobierno ha dictado el decreto de 1 9 del corriente

en el cual se dispone que mientras se restablece el funcionamiento de los poderes constitucionales, los individuos apresados por los delitos cometidos durante la dictadura o por complicidad en ella, no serán puestos a disposición de la justicia ordinaria, salvo aquellos

que nominalmenle se determine. * I en otro considerando agrega: «que la facultad de arrestar i mantener en arresto a las personas, se halla espresamente comprendida entre las atribuciones de que, aun dentro del réjimen legal, puede hallarse investida la autoridad administrativa en conformidad a los artículos 2 7 , parte 6 . i 1 5 2 de la Constitución, en caso de conmoción interior o cuando así lo exija la conservación de la paz o del réjimen constitucional." Por consiguiente, i según la autorizada opinión de la Corte Suprema, ya fuese que ella considerase al Presidente de la República dentro o fuera del réjimen legal, tenia la facultad de imponer restricciones a la libertad personal i de mantener sustraídos a la acción de la justicia ordinaria, a todos aquellos individuos de quienes se temiese que pudieran perturbar la paz pública o el réjimen constitucional, que defendía el presidente Balmaceda. Si ejercitaba un derecho ¡ lo ejercitaba con moderación i prudencia, como lo hizo, no había en ello acto de tirania i despotismo; i si se sostuviera lo contrario, no habria lójica ni consecuencia en no aplicar el mismo criterio á los actos de la junta revolucionaria de gobierno i calificarlos también de tiránicos, despóticos i abusivos, mucho mas abusivos aun, no solo por su carácter de jeneralidad, sino por la circunstancia de ejecutarse después de un triunfo en el que, perdidas las fuerzas mas poderosas del gobierno constitucional del señor Balmaceda, él mismo dimitió el mando i ordenó a las 1

a


autoridades i jefes de divisiones que no habian combatido, que se pusieran a disposición de los triunfadores, lo que se efectuó sin inconveniente i en el acto. No habia por consiguiente al advenimiento de la junta triunfante, ningún temor de perturbación de la paz pública, como aconteció desde el 7 de enero para adelante, lo que hacia casi innecesarias medidas de rigor i de fuerza, contra personas i autoridades que reconocian al nuevo gobierno i le entregaban todos los elementos de poder con que la resistencia hubiera sido posible. En vista de esta conducta de la Junta de Gobierno i de su justificación hecha por la Corte Suprema, la actitud análoga, aunque de mayor moderación i cordura, del Sr. Balmaceda,' queda completamente justificada i libre de los dictados de arbitraria, ilegal i abusiva, que la exajeracion impuesta por las necesidades de la lucha, le ha atribuido con verdadera injusticia. Pero la Corte no se limitó a las consideraciones que hemos apuntado. Va mas lejos todavia, i reconoce a la Junta de Gobierno, «como poder de hecho, que es la única autoridad llamada a resolver si en las circunstancias actuales del pais ha llegado el caso de asumir las facultades que se mencionan en el recordado decreto de 1 9 del corriente®. Y en consecuencia resuelve: que «don Juan Rafael Allende debe quedar en la prisión a que lo redujo el intendente de Santiago i no ser sometido a la justicia ordinaria®. No creia lo mismo esa Corte en el caso del teniente coronel Alamos i negaba al Presidente de la República, a quien daba el carácter de autoridad de hecho i fuera del régimen constitucional, como reconoce también a la Junta, le negaba la facultad de arrestar i pedia que Alamos, que era un jefe del ejército, fuera puesto a disposición de la justicia ordinaria.


Para ello tenia que aceptar i reconocer la ficción de que en Chile no habia entonces ejército i que Alamos era un simple particular. Pero Allende también lo es i en su caso, la Corte obra en contrario. Justicia de balanza china, acomodaticia i obrando según las circunstancias i pasiones del momento, ha dado en sus contradicciones, la base mas eficaz de justificación del presidente Balmaceda, cuyos procedimientos no pueden ya ser tachados de ilegalidad ni arbitrariedad. ¿Qué significa el funcionamiento de las cortes de justicia si no pueden aplicar la ley; si hay leyes i delitos cuyo conocimiento corresponde a la justicia ordinaria i otros que por un simple decreto gubernativo de un poder de hecho, son sustraídos á su conocimiento? ¿Qué significa entonces el restablecimiento del imperio de la Constitución i las leyes, tan enfáticamente anunciado, si solo se observan a medias i si son los mismos altos tribunales los que amparan semejante proceder i lo escudan en fútiles razones? Mas les valiera haber permanecido clausurados, aguardando poder cumplir su augusta misión con entera libertad i con sujeción a todas las leyes; porque de otro modo no hacen sino amparar procedimientos que les arrebatan su independencia i que autorizan vejámenes injustificables. Porque, o impera la Constitución i entonces la Corte debió amparar a los ciudadanos que le pedian su protección legal i justiciera; o la Constitución no existe, i entonces las Cortes debían plegar sus alas e ir a esperar en el retiro, que llegase el momento en qne la justicia pudiera lucir pura, sin ser sospechada de timideces, ni de protección a procedimientos verdaderamente tiránicos i de gobierno personal i arbitrario. Si así no ha procedido, no debe olvidarse que los que de ese modo obran hoi, fueron los mismos que declararon 23


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ayer en una resolución judicial, que no habia ejército, ni gobierno, ni presupuestos i que, no obstante, eran los primeros que iban a cobrar mensualmente sus sueldos á la tesorería de la nación i quienes, habiendo declarado que no habia lei, continuaron aplicándola. Harto mas prudente i respetuoso del poder judicial fué el presidente Balmaceda, quien, a fin de no colocar a los tribunales de justicia en situación equívoca i de desprestijio i no obligarlos a dar fallosirrisorios o inconsultos, suspendió pasajeramente sus funciones i solicitó mas tarde del Congreso la aprobación de esa medida. Hoi las cosas pasan de diversa manera: se reconoce la existencia de un gobierno de hecho; se proclama el restablecimiento del imperio de las leyes i de la Constitución; se abren los tribunales para que las apliquen; de una plumada se les arrebatan susmas preciosas atribuciones i a los ciudadanos sus garantias ¡i las cortes continúan funcionando, perciben sus rentas i no se creen cómplices de un engaño que se hace a la credulidad i buena fé del pais, haciéndole creer lo que no existe! De estas aberraciones i contradicciones hai ya muchas en el breve período de tiempo recorrido por el nuevo gobierno. Se principió por hacer enorme aparato i levantar polvareda contra las que se llamaban emisiones fraudulentas de billetes, hechas por el presidente Balmaceda, no obstante que habian sidoacordadas por el Congreso i en conformidad a las leyes preecsistentes. Se entablaron jestiones para perseguir a los presuntos reos del presunto delito de falsificación o circulación de moneda falsa i aún se aprisionó al Director de Contabilidad, Sr. Manuel García Collao, i las emisiones iban a recojerse. Pero, i aquí está el quid, los bancos, i particularmente el


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Nacional, pusieron el grito en el cielo, porque tal medida los sorprendia con seis millones de pesos en sus cofres. Hubo entonces de reconocerse la legalidad de la emisión Balmaceda; los billetes quedaron en circulación, pero ¡el Sr. García Collao no sale aún de dura i estricta prisión! Se acepta i se beneficia de las ventajas que produce un acto que se cree criminoso; mas, se condena i castiga a quien proporcionó los medios de usufructuar de él. Por eso hemos dicho tantas veces que con esta rejeneradora revolución, se han subvertido todas las nociones de justicia i de sano criterio que antes, en nuestro candor, creíamos útiles i necesarias. Lo lójico habría sido que, reconocida la legalidad de las emisiones, se hubiera declarado la inculpabilidad del Director del Tesoro, cuya intervención se redujo a dar cumplimiento a una lei dictada por autoridad competente: el Congreso. Hecha esta breve pero necesaria digresión, volvamos al tema que nos hemos propuesto desarrollar en este capítulo. Creemos que la lenidad con que se procedió desde los primeros momentos por parte del gobierno i sus representantes en las provincias fué causa de que los principales autores i fomentadores de la revolución, sus verdaderos jefes no fueran aprehendidos; que todos o la mayor parte, salieran al estranjero, ora por su propia voluntad, ya con salvo conducto del mismo gobierno, como sucedió mas tarde con Edwads, Montt, Subercaseaux, Altamirano i algunos otros que, comprometidos bajo fianza o su palabra de honor a no tomar parte en la revolución, fueron al estranjero a ser sus mas eficaces cooperadores. Todos sabemos como se trata en la guerra a los que faltan de esta manera a sus leyes, que en ese caso son las del honor. Sin duda que estas desaparecerán


tratándose de una revuelta y sobre todo cuando los revolucionarios se decretan honores de aristocracia, lábaro con que se cubren i se han cubierto siempre muchas iniquidades. En los lugares de detención gozaban los reos políticos de todo jénero de comodidades, compatibles con la necesidad de impedir que continuaran dañando la tranquilidad pública. No se ponia óbice a que recibieran las visitas que tuvieran a bien i hasta banquetes i otras fiestas análogas celebraban, como sucedió al tiempo de despedir al clérigo Salvador Donoso cuando partía al estranjero, i a quien el gobierno envió a Talcahuano, junto con otros de sus compañeros, en tren espreso i en el coche presidencial, según se supo entonces. ¡Qué diferencia con las prisiones hechas por los revolucionarios después de su triunfo! Los detenidos solo recibian visitas en dias i horas determinadas i la prensa dio testimonio de que muchas semanas fueron suspendidas esas pequeñas concesiones, por medio de avisos que publicaban los jefes de las prisiones. Otros complicados en la revolución tenían su casa o Santiago por cárcel, no saliendo así de las medidas contra la libertad personal permitidas por la Constitución en caso de conmoción interior. Pero, no faltó alguno que, habiendo solicitado encarecidamente ir a Buenos Aires por motivos de salud, abandonó a Santiago para ir a las riberas del Plata a darla de proscripto i de mártir i trabajar por la revolución i que mas tarde entablara inmoral litijio al señor Claudio Vicuña, cobrándole injusta suma por pérdida de un año de estudio de abogado en completo descrédito. Fué mas lejos la administración Balmaceda, enviando a Iquique a todos los detenidos que habia privado de su libertad, para que fueran allí a servir


a su causa. Entonces el país, que habia estado ere-, yendo que las cárceles estaban atestadas de prisioneros, pudo convencerse de que apenas si eran unos setenta, en su mayor parte jóvenes exaltados o personas que, careciendo de antecedentes i hábitos de trabajo, creian clavar la rueda de la fortuna i se enrolaban en las filas de la revuelta. Este acto de magnanimidad de parte del gobierno Balmaceda i muchos otros que merecieron la crítica hasta de sus mismos amigos, iban demostrando i quedarán como una prueba histórica inconmovible del espíritu eminentemente bondadoso que dominaba en la administración jeneral respecto de los revolucionarios. Mas, de todo hacían capítulo de acusación sus exaltados adversarios. Imputábanle a tiránico despotismo las pesquisas que se hacian para inquirir el paradero de algunos comprometidos en la revuelta, cuyos trabajos perturbadores del orden se denunciaban. ¡I aquello se llamaba batidas contra inocentes, crueldades inútiles! ¡Como si mas tarde la revolución triunfante no hubiera de hacer, con menores motivos de justificación, mayores batidas i pesquizas en las que se escudriñaban barrios enteros, sin esceptuar amigos, ni enemigos! Abrigaban y aun abrigan la cómoda teoría de que todo acto de los revolucionarios es lícito, noble, grande, patriótico; pero los del gobierno constituido eran fruto de tiranía, de arbitrariedad despótica i crueldad inaudita. No tenemos la loca pretensión de sostener que todos los actos ejecutados por los subalternos al cumplir órdenes de sus jefes fueran atinados i correctos. Pero, sí pensamos que la conducta jeneral i las medidas ordenadas por el jefe del estado, obedecian a un plan de benévola corrección i en manera alguna a propósito criminal i dañado. Por eso mismo es que, cuando un acto cualquiera salia del diapasón


jeneral que a todos los inspiraba, era notado por el contraste que en el momento revelaba. Si aun en la vida ordinaria de las sociedades, cuando todo su mecanismo está encuadrado dentro de un réjimen normal, suelen los ajentes del poder público dar indicios de arbitrariedades i falta de respeto a las personas i a las garantías de que deben gozar, ¿cómo es posible concebir que esos actos no se repitan en época de efervescente ardor político, en plena revuelta, cuando se han desatado todos los vínculos que mantenían la existencia armónica de los pueblos? ¿Cómo es posible pretender que habiéndose quitado súbitamente los diques que contenían el torrente, éste corra plácido i tranquilo, sin arrebatar en su marcha, ni un débil arbusto? No, porque eso ha sucedido en todos tiempos i en todas las revoluciones habidas en el mundo. L a revuelta trae consigo, en primera línea, la pérdida de las garantías individuales i no son los que la contienen i tratan de hacerla morir al nacer los culpables, sino los insensatos que la provocan i que luego se espantan de sus consecuencias. Revolución sin abusos es inconcebible, como tampoco dejan de cometerse en mas reducida escala en las épocas normales. Jamas la libertad prosperó a la sombra de la violencia; la libertad i los progresos de la civilización, fruto son de la paz. Cada revuelta hiere mas garantías i mas derechos en un dia que los conquistados en muchos años de vida ordenada i libre. I luego, las libertades perdidas no renacen al tercero dia; cávase para ellas honda fosa, de la que solo surjen gobiernos de fuerza, de sospecha i de pasiones, sea que no haya caído el gobierno llamado opresor i tiránico, sea que quienes traían la vida i la resurrección en la punta de las bayonetas lleguen al poder.


Mucho se habló i todavía se continúa haciendo atmósfera de odio después de la victoria, en contra del sistema de propinar azotes a algunos revolucionarios, •que se supone existió durante la revolución. Sostenemos con la evidencia de un conocimiento íntimo, que no fué ese un resorte aconsejado por el Sr. Balmaceda, ni por el gobierno i que, si algunos pudieron emplear un procedimiento inadmisible, tratándose de delincuentes políticos, su conducta no fué aprobada. Si se dieron azotes, fué ello un abuso imputable solo a escentricidades de carácter de quienes los ordenaron, o acaso, a venganzas personales aisladas, que encuentran fácil desahogo dentro de un orden de la sociedad desquiciada. Lo cierto es: que no se ha justificado ningún caso concreto i que, para producir efecto, se ha pretendido señalar los nombres de las víctimas i aun manifestar sus trajes ensangrentados, a manera que los abogados romanos presentaban las víctimas a los jueces para moverlos a compasión. Pero tal procedimiento no pasa de ser un recurso de oratoria gastada i de pésimo gusto, que habría producido efecto solo en criterios prevenidos. Pero ese procedimiento ha hecho fuego contra sí mismo: nadie ha creído, porque siendo el azote un castigo que infama a quien lo recibe ¿quién seria el insensato que lanzase su nombre a la befa i escarnio públiccs, dando aire de vida a lo que todo hombre de honor oculta como secreto de reserva inviolable? I si así lo hicieron ¿no seria esa una nueva manifestación de la ausencia i perversión del criterio moral, que venimos anunciando como uno de los agentes mas poderosos de la revuelta? El Intendente Mira de Copiapó, hizo dar unos cuantos azotes, en 1 8 5 1 , a dos personajes que habían ultrajado por la prensa a su santa madre i a su -esposa, modelo de virtud; i el mayor castigo que les


impuso fué el de publicar él mismo el hecho al dia siguiente, como medio de aplicarles la mayor pena: la de la infamia. La sociedad entera justificó entonces la actitud del Sr. Mira ¡Cuántas madres, cuántas esposas habrían podido levantarse en este último tiempo, para reclamar que se hiciera con muchos infames aristócratas de la capital lo que se hizo en Copiapó en 1 8 5 1 ! No negaremos, nó, que se dieron azotes durante la revolución. L a lei autoriza en Chile la flajelacion, para reprimir faltas que los soldados cometen en los cuarteles, i es mui probable que esa pena se aplicara durante la revuelta, como se aplica constantemente en las épocas normales. Si a esto se ha referido la acusación contra la administración Balmaceda, no cae sobre ella ni sobre los jefes militares que la ordenan, sino contra los lejisladores que no la suprimen, para reservarse una arma que esplotar en épocas de revolución. Conocidas las observaciones jenerales i los hechos concretos que preceden, réstanos ahora recordar, que a los pocos dias que la revolución entró triunfante a Santiago, el Ministro Isidoro Errázuriz condensó en una nota que pasó a les promotores fiscales, todos los actos de tiránico despotismo ejecutados durante la administración Balmaceda i que exijian una pronta investigación para castigar a los culpables. Esos hechos eran los siguientes: Asesinato del joven Isidro Ossa. Matanza de Lo Cañas. Fusilamiento de dos sarjentos del rejimiento 7.° de línea. Fusilamiento de Ricardo Cumming. Fusilamiento de los raptores de una torpedera. A esto se reducia toda la enorme crueldad i la tiranía, condensada por mano hábil i oficial i sobre esos hechos se pedia investigación i castigo.


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Analicémoslos nosotros uno a uno i procuremos restablecer la verdad de las cosas, tan exajeradamente adulteradas por el interés o pasión de partido. Nada diremos del lamentable suceso del joven Ossa, por que lo hemos tratado ya ampliamente en otra parte de estos apuntes; pero sí haremos notar que hasta hoi, ni en ese, ni en ningún otro proceso se ha encontrado delincuentes, ni criminales a quienes castigar. Vengamos a la matanza de Lo Cañas. No sabemos si hubo allí crueldades innecesarias, que no las justificaríamos, si las hubo, ni eran tampoco justificables dentro del pían i conducta jeneral del gobierno de Balmaceda. Pero, lo ocurrido allí puede caber dentro de los límites de un combate rodeado de circunstancias peculiares. Se aproximaba el día en que el ejército revolucionario debia desembarcar en Quinteros i con este motivo i a fin de impedir que el gobierno pudiera operar la concentración de sus fuerzas, que estaban escalonadas a lo largo del ferrocarril del Sur hasta Concepción, los revolucionarios pusieron en ejecución el plan de destruir ferrocarriles i cortar sus puentes i telégrafos, por medio de montoneras repartidas en diversos lugares del territorio. Estas montoneras las componían jente colecticia, que no pertenecía a cuerpo alguno de ejército i que en todas partes del mundo están fuera de la lei i son pasadas por las armas, cuando se las toma con ellas en la mano i en actitud bélica de resistencia i ataque contra las fuerzas regulares. Llegó el i =; de Agosto, dia anunciado por los revolucionarios para el desenlace i los grandes acontecimientos. Una partida de ellos, aprovechando las tinieblas de la noche, aplicó un saco de dinamita al puente de Curimon, en el departamento de los Andes. Otra partida dejó caer dos maletas con dinamita


i sus mechas encendidas en el túnel de San Pedro, en el ferrocarril de Santiago a Valparaíso. Otra partida de revolucionarios cortó las líneas telegráficas al norte i rompió la línea férrea en la Calera. Aun otra partida ataca la línea férrea en Linderos i rompe la línea telegráfica. Otra partida de conspiradores intenta romper el ferrocarril Central en Camarico, provincia de Talca. El puente de Putagan es atacado, quedando muerto uno de los guardianes i otro gravemente herido. Los puentes de Lircai, Panguilemu i Piduco fueron igualmente atacados en el departamento de Talca. Al Collipulli llegó una partida i pudo aplicar dinamita a su puente. L a línea férrea de Melipilla era cortada en diversos puntos. Todo aquello tomó las proporciones de un vasto plan i era la comprobación de que los revolucionarios de Santiago aguardaban el próximo arribo de los de Iquique; que el gobierno legalmente constituido iba a ser atacado en sus propios reductos. Y estos hechos criminales i alevosos contra la viabilidad pública i la seguridad de las personas que trafican por ellas, hicieron tomar resoluciones enérjicas a las autoridades militares, porque contra ellas i contra el éxito de las operaciones que se preparaban iban directamente encaminadas. Súpose que en las afueras de Santiago, en la chacra denominada Lo Cañas, propiedad del caudillo revolucionario conservador Carlos W a l k e r Martínez, se organizaba una montonera, cuyos propósitos eran, no solamente los ya indicados, sino también el de caer sobre la capital en horas avanzadas de la noche, atacar algunas casas pertenecientes a los amigos del orden, sostenedores de la legalidad, i producir alar-


ma i acaso un levantamiento, que distrajese la atención del gobierno i de las fuerzas de que disponía en los momentos mas críticos de la situación. Todos podemos apreciar a cuántos horrores i excesos deplorables dan orijen combates sorpresivos i nocturnos en las calles de una ciudad populosa i cuántas escenas de dolor, saqueos, asesinatos alevosos i actos contra la pureza de la familia no habríanse verificado, si la actividad i el celo del gobierno no hubieran logrado deshacer oportunamente la audaz i criminal montonera de Lo Cañas. La sociedad de Santiago, mil hogares respetables i puros, no saben de cuántos horrores i cuantas lágrimas no fueron libertadas i cuánto agradecimiento deben a la mano salvadora que desvió el golpe que inevitablemente habría caido sobre la vírjen pura e inocente, sobre las esposas i sobre la familia en jeneral, que en toda sociedad culta tienen derecho al amparo i protección salvadora de la autoridad. Se envió a deshacer a todo trance la montonera de Lo Cañas, porque era un peligro social i militar. Al llegar a las casas de la hacienda, los soldados de la lei fueron recibidos a balazos i tuvieron necesariamente que hacer uso de sus armas. Era natural que hubiera muertos i heridos. Cayeron en el combate algunos jóvenes, hijos de familias conocidas de la capital. Las balas no podían distinguir edades, ni pedir la fe de bautismo a aquellos que se batian desde el interior de las casas, sin ánimo de rendirse. Si así pasaron las cosas, nada tendrían de estraordinario ni vituperable; pero, si hubo excesos i crueldades inútiles, volvemos a repetirlo, no es nuestro ánimo justificarlos. ¿Quién fué el criminal e imprudente que reunió i envió allí aquellos jóvenes, aquellos niños, si se quiere, para que hicieran cosas de hombres? ¿Quién faci-


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litó la hacienda i sus casas i quién buscó también obreros que acompañasen a los jóvenes? Ese seria el verdadero autor i culpable de las consecuencias del combate. Si no se quiere que mueran jóvenes, si no se quiere ver segada la existencia de niños que pisan la primavera de la vida, no se les envié a las batallas. Se preparan las catástrofes i luego, los mismos que pacientemente han acumulado los elementos para producirlas, no solo se lavan las manos i sacuden toda responsabilidad, sino que inculpan en absoluto a los que, corriendo los azares de una lucha, llevaban su vida tan en peligro como los vencidos. Al dia siguiente del combate trajéronse a Santiago, lo que todo el mundo pudo ver, cerca de doscientos rifles recojidos en el campo de acción, que parece comprendió las casas de las haciendas de Lo Cañas, Pancul i Santa Sofía, estando a la relación del promotor fiscal revolucionario Román Floridor Blanco, en su presentación al Juez del Crimen de Santiago, pidiendo investigación de los hechos i cuya esposicion no puede ser tachada de parcialidad en favor del gobierno de Balmaceda. De esa misma relación consta: que habia obreros que acompañaban a los niños, i aun cuando no se indica su número, no debia ser reducido. Algunas versiones lo hacen subir a ciento cincuenta. Ni habia tampoco para qué investigar si habian o no muerto obreros; ellos son carne anónima de cañón i poco importa a la noble aristocracia santiaguina lo que no atañe a sus predilectos i de su sangre. Contribuye a corroborar la convicción de que aquella montonera no fué solamente un grupo de niños, como se pretende a toda costa dejarlo establecido, la circunstancia de que las fuerzas que se mandaron a combatirla iban a cargo de los tenientes coroneles Alejo San Martin como jefe, Manuel Emilio Aris i


también formaban parte de la columna espedicionaria los oficiales Eduardo i Arturo Infante, Jorje Porras, Vicente Subercaseaux Latorre, Juan Bravo, de húsares, un capitán Santander, Alejandro Minino Castillo i varios otros, todo lo cual consta del mismo documento antes citado del promotor Blanco. Este mismo inserta la siguiente pieza oficial que manifiesta el procedimiento que se observó con la montonera, compuesta por fuerzas irregulares, que en toda guerra se consideran fuera de la lei. Es un decreto de fecha 19 de Agosto espedido por la comandancia jeneral de armas, que dice así: N. 3 6 5 . Nómbrase un consejo de Guerra que precederá sumariamente i en el término de seis horas a resolver lo que corresponda sobre el castigo que merecen las montoneras i las tropas irregulares armadas para maltratar la Constitución i el respeto a las autoridades legalmente constituidas, i con arreglo a lo dispuesto en el artículo 4 . , título 13 de la Ordenanza General del Ejército, artículo 141 i 1 4 3 del título 8 0 del mismo Código, servirá de presidente del consejo el coronel D. José Ramón Vidaurre i de vocales los capitanes D. Juan Agustín Duran D. Manuel Quesada, D. Arturo Rivas, don Leopoldo Bravo, D. Abelardo Orrego i D. Manuel A. Fuenzalida. Servirá de secretario el capitán don Manuel H. Torres. Anótese i cúmplase.—Barbosa. Según este documento, se procedió con sujeción a las leyes militares que nadie puede ignorar, particularmente los que toman las armas para quedar esclusivamente sometidos a ellas; i consta de la relación •del promotor fiscal Román Blanco que fueron juzgados por el tribunal militar i pasados por las armas los jóvenes Arturo Vial Souper, Carlos Flores, Alberto Salas Olano, Wenceslao Aránguiz, Arsenio Gossen, Ismael Zamudio Flores, Manuel Campino i Santiago Bobadilla. 0


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(Hubo fuera de este procedimiento abusos i crueldades innecesarias? No seriamos nosotros quienes nos avanzásemos a justificarlos. Se ha dicho que muchos otros, a mas de los indicados, cayeron asesinados o cruelmente mutilados; pero nos resistimos a dar crédito a tales apreciaciones de un hecho que se ha tratado de esplotar, moviendo todas las fibras del sentimiento para producir nota alta de exaltación contra el gobierno legal. Fundamos esta opinión en que los jefes de la columna espedicionaria no tenian necesidad de incurrir en procedimientos irregulares; i así como fueron francos para asumir responsabilidad por el fusilamiento de ocho jóvenes, acordado en consejo de guerra ¿por qué no habrían de tenerla para mayor número, cuando ellos abrigaban ademas la convicción de que servían a una causa justa i que salvaban también a la aristocracia de la capital de los horrores de un asalto nocturno verificado por montonera de tropas irregulares? No son antojadizas estas apreciaciones i se desprende lójica i naturalmente de la relación que el promotor fiscal revolucionario, José Benito Fernandez hace en una presentación, que, con mayor acopio de datos, dirije al juez de Letras de la Victoria. «Habré de limitarme, dice, a hacer una relación de los sucesos sirviéndome de los datos que, a juicio de este ministerio, aparecen revestidos de ciertos caracteres de verdad.® «Parece fuera de duda, agrega, que desde dias antes del iq de Agosto se estaban reuniendo en el fundo Lo Cañas algunas personas que perseguían fines políticos contrarios a la Dictadura, la jeneralidad de los cuales, como se vio después eran jóvenes pertenecientes a las mas conocidas familias de Santiago. En la madrugada del dia citado, tropa de infantería i caballería asaltó el fundo de Lo Cañas; dio


muerte a muchas de las personas allí reunidas; redujo a prisión a otras, las cuales fueron juzgadas por el llamado Consejo de Guerra de que antes he hecho mérito, sentenciados a muerte i fusilados en pocas horas e incendiadas las casas del fundo." Esta relación, por mas estudiada que esté en su lenguaje para reducir el acontecimiento a las menores proporciones para los revolucionarios i a las mayores para las fuerzas de la lei, deja ver que hubo allí un verdadero combate, del que probablemente resultó el incendio de las casas del fundo. Al juzgar así no atribuimos al acusador intenciones que no estén claramente espuestas en el cuerpo de su escrito, en el cual pinta con los mas negros colores un hecho aun no bien averiguado i para el cual pide investigación. Del mismo documento de que venimos ocupándonos consta: que «según los datos suministrados a este ministerio, fueron muertos en el asalto de Lo Cañas o fusilados allí mismo 1 8 personas. Salvaron del asalto 1 5 , i 1 4 fueron llevados al presidio urbano de Santiago, siendo de advertir que éstos últimos no pertenecían a la noble aristocracia. Por lo menos habia allí cuarenta i tantas personas, sin tomar en cuenta muchas que huyeron; que han aparecido con posterioridad, según las versiones de la única prensa que habia en el pais: la interesada en justificar los procedimientos de la revolución por la exajeracion de los hechos ejecutados por los soldados de la lei. Después de esta relación, fundada en su mayor parte en los documentos mismos producidos por los revolucionarios, ocurre preguntar: ¿cómo habrían procedido ellos si en las circunstancias mas críticas de su ocupación de Tarapacá, una partida de montoneros, fueran o no jóvenes, se hubiese presentado a cor-


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tar sus comunicaciones i amagar la ciudad misma de Iquique? ¿Cómo habrían procedido, si al tiempo de embarcar sus tropas hubieran descubierto barcos que intentaban impedir sus operaciones bélicas? No lo diremos nosotros; pero en la relación que en breve hemos de hacer de su conducta después de la victoria i en los hechos consumados cuando toda resistencia estaba vencida por ellos i toda fuerza regular sometida a su autoridad, se encontrará indudablemente, sino la justificación de ningún abuso, la convicción de que los actos de fuerza i de violencia habrían sido mucho mas grandes i ejemplarizadores. Mientras tanto, he aquí una relación que de lo ocurrido en Lo Cañas publica La Nación de Buenos Aires, la que tiene por autor al teniente coronel Alejo San Martin, jefe de la fuerza espedicionaria. Dice así: «Lamento muí de veras no deber nombrar hoi a ninguno de los honorables caballeros que presenciaron los hechos que voi a relatar a Uds., pues que temo, con razón, sean ellos víctimas de las crueles persecuciones con que, los que hoi tienen el poder en mi desgraciado pais, están abismando al mundo civilizado.® «Apenas si pongo por testigo de la veracidad de mi relato: a Dios que todo lo ve i sabe que yo no miento; a mi fé de caballero i de soldado, jamas desmentida inter en Chile no se sintió la fiebre revolucionaria, como lo comprueban los anales militares que me cuentan entre los miembros de esa familia desde hace veintidós años, durante los cuales me honro recordando haber recibido aplausos del benemérito general D. Patricio Lynch, quien con su estoica severidad i estricta disciplina me confirió dos ascensos en los cuatro años que me tuvo a sus órdenes en el Perú; i por último, serviráme de credencial


la íntima veneración que he esperimentado siempre hacia el apellido que llevo, no solo por haberlo recibido de un militar chileno sin tacha, sino por venirme de D. José de San Martin, mi tatarabuelo, ilustre americano cuya memoria impone respeto i obliga a la integridad al que lleva su apellido." «Con fecha 1 8 de Agosto recibí orden del infortunado general D. Orosimbo Barbosa, de quien yo era ayudante de campo, para tomar el mando de un piquete de 75 hombres de caballería de línea i 25 infantes, con el objeto de atacar i destruir una montonera que habiéndose situado en el fundo Lo Cañas, espedicionaba por las inmediaciones destruyendo con dinamita los túneles, los puentes, secciones de las vias férreas públicas, líneas telegráficas i efectuando mil otros actos criminales. En esa orden, que en pocos dias mas presentaré orijinal a la dirección del diario de Lid., se me recuerda lo que la ordenanza jeneral del ejército dispone respecto a la manera de tratar a tropas irregulares." «Fuime i arribé a Lo Cañas a las 2 de la mañana del dia 1 9 ; organicé el ataque i avancé... A las 4 i media a. m., la suerte, o mejor dicho la cobardía de los jefes montoneros, vino a entregarme el campo. Huyeron los principales, que eran algunos mozos de familias medianamente acomodadas, i dejaron entregados a nuestro albedrio unos 1 2 0 hombres, poco mas o menos, jente del bajo pueblo, desgraciados inconscientes, que siempre se dejan arrastrar por los bochincheros, esponiéndose a ser victimados, por algo que ni comprenden ni les beneficia." «No ordené, jamas por jamas, la muerte de un solo prisionero; el natural sentimiento de humanidad me arrastró a evitar mayor efusión de sangre, mui a pesar de las disposiciones de la ordenanza militar i harto sensible es que hoi el terror, implantado como 24


arma de gobierno en mi pobre pais, impida a los testigos decir la verdad de lo acaecido." «Con referencia a la torpe especie de haber yo olvidado que soi jefe militar i hombre civilizado, hasta el estremo de despreciar el honor de infelices mujeres, permítame, señor, decirle que basta conocerme para rechazarla como calumnia indigna." «En Lo Cañas tuve de mi tropa tres bajas; de los montoneros hubo doce bajas. Si algún eco ha tenido tal acción, ha sido solo porque esos doce eran todos jovencitos, de apellidos un tanto conocidos; que si hubieran sido individuos anónimos, jeneralmente carne de los combales, no habría nadie siquiera lamentado lo sucedido." «Al siguiente dia 20 recibi orden de trasladarme a Santiago,-etc." He ahí la relación del coronel San Martin, de cuya veracidad él responde i que, como se habrá visto, concuerda con la que hemos hecho nosotros i con las de los promotores fiscales Román Blanco i J . Benito Fernandez, que también hemos estractado, reduciéndolas a la parte que contienen de esposicion de hechos i cercenándoles las apreciaciones enojosas i exajeradas, propias para despertar ardiente sensación. Llega a nuestro poder en los momentos de terminar estas frases un documento serio, que dá mucha luz sobre este tan esplotado asalto de Lo Cañas. Lo tomamos de El Mercurio, de Valparaíso, de fecha 4 de Diciembre de 1 8 9 1 . Es una relación que del suceso hace i de la intervención que en él tuvo i que publicó en Lima el coronel Vidaurre. Creemos que da mucha luz para juzgar con imparcialidad. Helo aquí:


SUCESOS DE LO CAÑAS RELACIÓN DEL CORONEL VIDAURRE (De La Opinion Nacional de Lima del 1 8 Noviembre) Señores editores del Ferrocarril:—En el diario de ustedes, de fecha 22 de Octubre, he leido con sorpresa una querella del ministerio público, en la cual manifiesta el señor fiscal Román Blanco que el infrascrito mandaba en jefe las fuerzas que atacaron la montonera armada que se encontraba en la hacienda de Lo Cañas, de propiedad de D. Carlos W a l k e r Martinez, siendo que en la espresada fecha, 1.8 de Agosto, me encontraba en comisión en la costa de San Antonio, en unión de los coroneles Sres. Ezequiel Fuentes, Julio Garcia Videla, Vicente Ruiz i Enrique Munizaga, el teniente coronel Alvarado, el sarjento mayor Arturo Rivas i varios otros, reconociendo el camino que conduce del espresado puerto a Santiago, por donde se decia desembarcaria el ejército revolucionario, habiendo solo regresado de esa comisión i dado cuenta del desempeño de nuestro cometido en ese dia a la 1 P . M. A esta misma hora, i al presentarme a la comandancia jeneral de armas de Santiago, oí decir que esa mañana habia tenido lugar un combate entre fuerzas del Gobierno i una montonera armada que existia en Lo Cañas, según lo indicaba un parte pasado por el jefe de la fuerza que habia atacado, te-


mente coronel D. Alejo San Martin, al comandante jeneral de armas. Momentos después regresaba de la Moneda el señor jeneral Barbosa, donde habia ido a dar cuenta de lo sucedido, i me notificó que yo habia sido nombrado presidente de un consejo de guerra, en unión con los vocales capitanes Manuel A. Fuenzalida, Abelardo Orrego, Manuel Quesada, Arturo Rivas, Leopoldo Bravo i Juan Agustín Duran, i secretario el capitán D. Manuel H. Torres, sirviendo de fiscal el teniente coronel D. Emilio Aris. Se me manifestó al mismo tiempo que debia trasladarme inmediatamente a la hacienda Lo Cañas para proceder con el espresado consejo a juzgar a los reos prisioneros que habían hecho en la montonera, debiendo evacuar sentencia en el término de seis horas i proceder verbalmente. A las 2 P. M., en cumplimiento de la orden superior que como jefe subalterno del jeneral tenia que obedecer i acatar, me puse en marcha con el fiscal, secretario i vocales nombrados. Me dirijia por el callejón del Traro i a la altura del Zanjón de la Aguada, encontré al comandante San Martin con cien hombres de caballería e infantería que conducían unos cuarenta prisioneros, siendo de éstos solo siete personas conocidas i los demás jente del pueblo. Lo interrogué sobre el motivo por qué llevaba esa jente, i mostrándome una lista de todos me contestó, que eran los prisioneros tomados a una montonera que esa mañana habia sido atacada i dispersada en Lo Cañas. Inmediatamente ordené que fueran conducidos los reos a Santiago i puestos a disposición del tribunal militar, enviando aviso de lo resuelto al señor jeneral Barbosa, con el teniente coronel D. Vicente Subercaseaux. Iban también a la orden del espresado comandante San Martin, las cargas de rifles i municiones tomados en el campo del suceso. A retaguar-


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día marchaba un carruaje con los Sres. Luis Barceló Lira; Luis Infante Tagle i Carlos Lira Ossa, que se me dijo habian sido encontrados en el camino al irse a incorporar a la montonera. Interrogados negaron su complicidad i solo se les quitó los revólveres i municiones que llevaban en el coche, ordenando el que suscribe fueran también conducidos a Santiago con las armas que les fueron encontradas. Me dirijí, en seguida, a la hacienda nombrada para tomar un lijero croquis i todas las averiguaciones que fuera posible al mejor esclarecimiento del suceso. Llegados allí encontramos ardiendo las casas próximas a la puerta i unas a la izquierda que ya empezaban a arder, i que dispuse se apagaran por ser fácil hacerlo. En este punto empecé mis averiguaciones interrogando a un hombre i a una mujer que habia allí, quienes me dijeron que el ataque habia sido como a una legua, en otras casas que estaban al pie de la cordillera i mas o menos a las 4 a. m. Como se me indicara el camino que conducía a ese lugar, resolví llegar allá, i apenas me puse en marcha, divisé hacia ese punto una humareda. Llegado al lugar encontré dos hombres que me dijeron eran arrieros i leñadores de las casas i que estaban ahí, porque los ocupaban en traer víveres i otros artículos a las personas que se habian batido en la noche anterior. Me condujeron ellos mismos al lugar del suceso, que era al pie de un cerrito en una vertiente; lo hice reconocer por mis ayudantes i se encontraron once cadáveres, cuya identidad no se pudo constatar por ser desconocidos de nosotros, con escepcion de uno que fué reconocido por un oficial del 8.° de línea, quien dijo habia sido sarjento de su cuerpo i licenciado por sospechoso. Su apellido era Cabrera. Se encontró también en este punto un sombrero que en el interior tenia el siguiente nombre: V. Borne.


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No pudiendo adelantar mas mis averiguaciones, resolví volverme a Santiago, i al salir de las casas de la hacienda me encontré nuevamente con el comandante San Martin, quien antes de ser interrogado me dijo que le habían ordenado terminantemente de la comandancia jeneral de armas se volviera con los prisioneros al iugar del suceso i los pusiera a disposición del consejo de guerra que debia juzgarlos. En consecuencia, el fiscal comandante Emilio Aris, asumió su carácter de tal i procedió a tomar las declaraciones, principiando por el Sr. Arturo Vial Souper, en presencia de todo el consejo i de varios jefes i ayudantes estraños a él. Debo advertir que solo el fiscal interrogaba a los reos, sin emplear amenazas de ningún jénero o medio alguno que, atemorizándolos, pudiera obligarlos a declarar algo distinto de lo que habia sucedido. Las ocho personas que fueron sentenciadas por el consejo a sufrir la pena que indicaba el fiscal en su vista, declararon su culpabilidad en la montonera, esponiendo que habían ido a ese lugar mandados por el comité de Santiago con el objeto de cortar los puentes del Morro. Pirque i Angostura i varios otros, como también los telégrafos en distintas partes, en los momentos que desembarcaran los revolucionarios en cualquier punto de la costa para impedir que se unieran las divisiones de Valparaíso, Santiago i Concepción; que las armas, municiones, dinamita i demas elementos los recibian del molino Las Aletas: que si hicieron fuego i se defendieron de las fuerzas del gobierno, fué porque así se lo habian ordenado los capitanes que los mandaban, pues estaban divididos en compañías con sus correspondientes centinelas, que no creían ser atacados ni sorprendidos, porque se les habia asegurado que el comité vijilaba también sus escondites, que antes de salir un soldado


del gobierno de su cuartel, ellos lo sabrían: que si sus capitanes habian alcanzado a escapar era porque en el primer momento tomaron los únicos caballos que habia a mano i a ellos los dejaron batiéndose de a pié; i en fin, varios otros puntos que a su debido tiempo revelaré i que quedaron estampados en el sumario que se instruyó. Como se verá, el consejo no tenia otra cosa que hacer sino fallar con arreglo a la vista fiscal que en todo estaba conforme a las declaraciones i a los preceptos de la Ordenanza Militar, fallo que debia ser ademas examinado por el tribunal superior o autoridad que lo habia mandado constituirse como tal. En el curso de las declaraciones se suscitaron en el consejo varias dudas i el que suscribe creyó necesario consultarlas a Santiago. En primer lugar, si el consejo debia solo fallar o aplicar también las penas, como parecía darlo a entender el decreto de formación del consejo; i en segundo lugar, si se remitía en la misma noche, inmediatamente después de concluido el sumario a la capital, para los efectos de apelación u otras, o se entregaba al fiscal para su tramitación. Estas consultas se mandaron por medio de una nota al señor jeneral Barbosa con el mayor don Manuel Escala, i al mismo tiempo se le indicó verbalmente que pusiera en conocimiento del jeneral todo lo que habia visto i oido, en caso de ser interrogado. Después de dos horas volvió el espresado jefe i en presencia del consejo me manifestó lo siguiente: «Fui a la comandancia jeneral de armas i no encontré al señor jeneral: pero habiéndoseme indicado que estaba en la Moneda, me trasladé allá. Efectivamente estaba en los salones de S. E. i en virtud de la importancia del asunto, me hice anunciar i le entregué la nota. Después de un rato salió el jeneral Barbosa


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i me entregó la contestación, ordenándome que cambiara caballo en Cazadores i partiera a escape." Procedí a leer lo contestado delante del consejo i ademas las siguientes palabras que venían al pié de la notaconstestacion del jeneral Barbosa: «Que sean ejecutados inmediatamente todos.—BARBOSA." A primera vista, sin titubear se comprenderá que, tanto la redacción del decreto sobre formación del consejo, como la contestación a mí nota de puño i letra del jeneral, indicaban que debíamos proceder sumaria i verbalmente en el término de seis horas a la investigación i castigo de los culpables. Pero el que suscribe, bajo su responsabilidad, i con el asentimiento unánime del consejo, resolvió hacer desde la iniciación de las averiguaciones un formal sumario por escrito, estampando en él las declaraciones, vista i sentencia, i entregarlo en seguida al fiscal para su tramitación. Efectivamente así se hizo; todas las declaraciones fueron leídas, ratificadas i firmadas por los declarantes, sin variar una coma a lo declarado; se estampó la vista i la sentencia, dando término a su cometido el consejo a las 3 . 3 0 mas o menos de la mañana del dia 2 0 . No obstante retuve en mi poder el sumario hasta las 7 . 3 0 de la mañana, con el objeto de que pudiera darse lugar en Santiago a cualquiera resolución gubernativa que atenuase en parte siquiera la pena que los reos hablan merecido por el grave delito de que se habían hecho culpables i estaban confesos. Aun hice mas: dirijí al señor jeneral Barbosa una carta particular, cuyo contenido a su debido tiempo daré a conocer. Como el público verá, el que suscribe jamas ha tenido participación en el ataque que se hizo a la montonera en la madrugada del dia 1 9 . Ahora, respecto al espíritu que animaba al que


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suscribe i vocales en el delicado desempeño que se nos habia confiado, él se revela, en primer lugar, en que hicimos conducir a Santiago los reos, apesar de habérseme ordenado juzgarlos en el punto mismo del suceso, para así dar lugar a la clemencia, ya que la aplicación de la Ordenanza Jeneral del ejército era inevitable; en segundo lugar, en que habiéndosenos delatado i asegurado que los señores Barceló, Infante i Lira, iban a formar parte de la montonera, no les dirijimos, el que suscribe ni los vocales, ninguna palabra amenazante para atemorizarlos; i aun que estábamos convencidos de su complicidad les manifestamos creer en su palabra, i al efecto fueron conducidos a Santiago, desarmándolos solo de sus revólvers que cada uno llevaba en el coche (esos mismos señores, según versión que he visto en la prensa de Santiago, han confesado que iban a formar parte de la montonera); i en tercer lugar, la actitud asumida por nosotros con todas las personas déla hacienda, a quienes no se les apremió de ningún modo para declarar, no obstante los indicios que dejaban escapar de complicidad. De esto último pueden ser testigos los leñadores que encontramos en las casas al pie del cerro, el vinicultor del fundo, su mujer i otras personas que podian haber sido sometidas a un interrogatorio. Cuando ya el consejo no podia rehuir de desempeñar su cometido, lo hizo con solo los individuos que le fueron entregados como prisioneros por el jefe de la fuerza, comandante San Martin, aplicando en su sentencia las penas que señalaba la Ordenanza Militar solo a las personas que espontáneamente confesaron de plano su complicidad, i dejando en libertad a las que negaron su participación. Con sorpresa también he visto que el señor fiscal en un documento público, como es al que me refiero,


inserto en El Ferrocarril del 22 de octubre, asegura, entre muchas otras inexactitudes, que la montonera no hizo resistencia i solo pretendía huir. Sin embargo, El Heraldo de Valparaíso del 7 de setiembre publica dos declaraciones de testigos presencíales que reproduzco para que se vea claro la manifiesta parcialidad del fiscal. Juan M. Martínez, dice: «En esos momentos nos pusimos en actitud de combate para atacar las fuerzas de la dictadura. Se dispararon descargas de ambas partes: yo firme en mi puesto. A la hora después llegó una segunda fuerza del dictador también de a caballo i solo entonces empecé a disparar mi rifle por intermedio de un bosque; no se veia con la oscuridad de la noche." Y Pedro Pablo Acuña espone: «Minutos después se oyen disparos i la pequeña división quiere dispersarse; mas el valiente capitán los detenia diciendo en alta voz: ¡No se mueve ninguno! i repetía esta frase con tanto mando que ninguno se movia haciendo fuego al enemigo que se acercaba a cada momento. Pero llegó el momento crítico en que tuvimos que retroceder haciendo fuego en retirada, sobre todo mi capitán que no cesó de disparar tiros hasta que mereció escapar." También incurre maliciosamente el señor fiscal en otra inexactitud, talvez con algún estudiado objeto, pues dice en su querella: «Es de notar que no se fusilara a ningún obrero compañero de los jóvenes." Esto no es exacto, señor fiscal; el reo Santiago Bobadilla pertenecia a nuestro pueblo i no era persona conocida. Si con los demás obreros no se ejerció la lei del mismo modo, lo sabrá usted mas tarde cuando se investiguen con serenidad i justicia los hechos; entonces también sabrá cómo, por quién i para qué fueron llevados esos individuos a la hacienda de Lo Cañas. Dejo al público, sin comentario alguno, la aprecia-


ciori de lo asegurado por un funcionario como el señor Román Blanco i las declaraciones dadas por dos testigos ante sus amigos o partidarios. Debo advertir también que la declaración que hacen estos individuos en los puntos que se refieren a la defensa i ataque de la montonera, está enteramente conforme con lo aseverado por el señor Arturo Vial Souper i demás compañeros. En cuanto a lo aseverado por el señor fiscal de que los cadáveres han sido profanados bárbaramente, puedo asegurar que está mui mal informado. Cuando reconocimos los once cadáveres que estaban cerca de la vertiente, no tenían sino las heridas causadas por los proyectiles de rifle i por los sables. Respecto a las ocho personas que fueron ejecutadas por sentencia del tribunal, también puedo asegurar que no fueron profonados sus cadáveres en ningún sentido, pues fui informado por varios de los jefes que presenciaron este acto, que se llevó a cabo con la formalidad i respeto que se acostumbra en estos solemnes casos. Aún mas, el doctor señor Esteves, jefe de la ambulancia que fué a ese lugar, puede, en unión del personal que lo acompañaba, declarar sobre el particular, pues él presenció desde el primer momento lo sucedido i pudo constatar la ejecución. Pero si hubieran estraviado intencionalmente el sumario, conservo en mi poder una relación sustanciada de todo lo sucedido en este delicado asunto, para en momento oportuno presentarla al tribunal que debe conocer en cuestión tan grave. Por ahora solo me limito a la presente publicación para contestar en parte los infundados cargos del señor fiscal reservándome, como lo he dicho, una oportunidad propicia a fin de entrar en todos los esclarecimientos necesarios.—Lima, noviembre i 8 d e 1 8 9 1 . — J . R. VIDAURRE.


Continuemos en la revista de los actos mas culminantes que tuvieron lugar durante los últimos tiempos de la administración Balmaceda i que han merecido los honores de ser calificados de tiránicos o abusivos. Se hallaba anclado en la bahia de Valparaiso el trasporte Imperial, único que poseia el gobierno, i en estas circunstancias, un torpedo lanzado por los de la escuadra estuvo a punto de hacerlo zozobrar. Esta arma era licita, porque la aplicaron los sublevados sin combatir: pero dejó de serlo cuando dos pequeñas embarcaciones, esponiendo las vidas de sus tripulantees i aventurándose en los azares de una lucha desigual, llegaron a echar a pique a un poderoso blindado. ¡Arma canalla! se dijo entonces por el torpedo; ¡arma cobarde empleada traidoramente! ¡Arma que solo puede ser empleada por los seides de la tiranía! I olvidaban que esa que llaman arma canalla está diariamente recibiendo inmensas mejoras i llama la atención de hombres eminentes en la ciencia i en el arte de la guerra; i que, si principian por declararla tal, ciérranse a si mismos el uso i aplicación de tan poderoso elemento de ataque. ¡Arma traidora! empleada por sorpresa i a traición dicen como si la guerra fuese otra cosa que una serie de actos audaces, sorpresivos que no dañan al que vela incesantemente i como si las sorpresas no fueran aceptadas en la guerra como medio lejítimo de obtener el triunfo. Necios son los que para cohonestar su descuido atribuyen su derrota a la sorpresa i no a su inepcia, que no supo prevenirla. No hubo abuso, ni acto criminal, echando a pique un blindado que combatió, que infirió daño a sus adversarios i que, si su perdida fué fruto del arrojo i pericia de los asaltantes, no fué menos la obra de un descuido punible de los asaltados que, en cualquiera


marina del mundo i en tiempo de guerra, habría merecido la condenación de un consejo militar. Es curiosa observación la de que, los únicos tres torpedos aplicados en el Pacífico, lo hayan sido a buques chilenos i por los marinos mismos de Chile. El Loa i la Covadonga recibieron los torpedos de los peruanos, pero encargáronse de aplicarlos nuestros propios marineros i lo mismo sucedió con el Blanco. ¿También fué canalla el arma que emplearon los peruanos, o fueron los culpables los que carecieron de malicia para no encargarse de ser sus propios dañadores? ¡Son mui hábiles nuestros marinos! I sobre todo tienen un talento admirable cuando rechazan el derecho de sus adversarios para usar armas que ellos habían empleado primero contra un buque anclado i lleno de jente indefensa. Compárese uno i otro caso i tendrá que guardarse silencio, porque de la comparación no sale brillante el crédito i la perspicacia de nuestros marinos revolucionarios. Es necesario no confundir el lado sentimental con el aspecto guerrero de este acto. Preferible habría sido, es cierto, que la embarcación no se hubiera perdido; pero mas preferible habría sido que la escuadra no se hubiera sublevado i que no hubiera puesto a' las naves de la nación en peligro de pérdida. Las consecuencias de todo acto son esclusivamente imputables a quien lo ejecuta, como los efectos son consecuencia lójica de las causas que los producen; por eso, quien se lanza en una aventura debe antes medir todo su alcance i todas sus consecuencias. L a pérdida del Blanco fué pues acto lejítimo de guerra, acto de arrojo i de pericia militar por parte de quienes lo llevaron a cabo i reveló descuido en nuestros marinos, descuido punible en quienes se creen los primeros del orbe, no por cierto en la perspicacia para prevenir ataques por sorpresa.


Dolorosa fué la desaparición trájica de Ricardo Cumming; era nuestro amigo i deploramos mas que nadie, acaso, por la sinceridad del afecto que le profesábamos, la loca i temeraria aventura en que se comprometiera. Según la propia confesión de los revolucionarios, consignada en las necrolojias que la prensa de oposición publicó, habia sido uno de los ajentes mas eficaces de la revolución en Valparaíso; su acción no se habia limitado a meros trabajos de propaganda; habia sido acción activa aplicada a empresas de inmenso alcance. El fué uno de los que contribuyó mas eficazmente a preparar la fuga de Valparaíso del vapor Maipo, llevando a los revolucionarios pertrechos de guerra en cantidad considerable, hombres i recursos que el gobierno habia preparado para enviar a las fuerzas que tenia en el norte i que se encontraban separadas por el mar del centro de operaciones. Fué Cumming feliz en esa empresa e hizo un daño moral i material de incalculables consecuencias al gobierno i a la causa de la legalidad que sostenía. Ese acto abrió las pajinas de un libro infame i que hasta entonces se creia cerrado en Chile para no abrirse jamás; creíase que en ellas no se inscribiría un solo nombre, el nombre de un solo traidor, i hubo que anotar allí el del capitán Juan García Valdivieso, quien abusando de la confianza en él depositada por el gobierno, fué a entregar a la revolución los elementos bélicos, los hombres i la nave que en hora infortunada se confiaron a su lealtad. Alentado sin duda Comming por el buen éxito de su primer ensayo de conspirador i corruptor de jefes del ejército, lanzóse en una aventura mas audaz aun. El era sin duda de los que creían que era acto infame el que habia hecho volar al blindado Blanco en un combate desigual para los vencedores; pero, no pensó que era mas inhumano aplicar torpedos trai-


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doramente a tres naves, las únicas que poseia el gobierno legal i que se encontraban al ancla en la bahia de Valparaíso. No iban a ser combatientes los que ejecutasen este acto, no iban a esponer sus vidas; eran seres casi invisibles, quienes llevando preparados los elementos destructores, dejarianlos en las naves para que produjeran sus terribles efectos, después que ellos hubieran puesto sus personas a salvo. Todo estaba ya preparado; las medidas adoptadas por el conspirador i sus cómplices, bien calculadas. El golpe era seguro, pero quiso el cielo que todo aquel plan infernal digno de zulúes se descubriese. El gobierno habria quedado sin naves; en ellas habrían perecido centenares de soldados i de marineros i otras tantas familias quedarían sumidas en llanto i orfandad. Si eso no era cruel; si no envolvía los caracteres mas salvajes; si no era llevar la guerra entre hermanos a los límites mas estremos de felonía, de rencor i de inhumanidad, no sabemos qué actos serian mas acreedores a la condenación de todo hombre tranquilo i de alma bien puesta. Fué lo cierto que sometido el infortunado Comming i sus cómplices conocidos a un consejo de guerra, confesó todo su plan en todos sus detalles. La justicia falló i fué condenado a muerte, cuya pena se ejecutó en él i dos de sus compañeros. He ahí las leyes de la guerra, duras, inflexibles, si se quiere, pero son las que han hecho los hombres i las que en todo tiempo i en todas las naciones del orbe se aplican siempre que se presentan casos análogos al de Cumming. La pasión política i la pasión exaltada del momento ha desarrollado en todos los tonos, la nota de un sentimentalismo especulativo para presentar a Cumming como una víctima del despotismo, que mas lo fuera de su propia impremeditación i falta de juicio moral; pero mañana i en todos tiempos, cuando He-


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gue la reflexion a los ánimos; cuando las pasiones hayan borrado sus asperezas, nadie habrá que no vea en la conducta de Cumming motivos poderosos que, lejos de absolverlo, serán su condenación. La falta es mas grave i envuelve mayor responsabilidad para quien la comete, cuando sus dotes de intelijencia, de educación i el medio social en que vive le imponen deberes mayores i le permiten comprender todo el alcance i todas las consecuencias de sus actos. I Cumming no era un cualquiera, para que se permitiese lanzarse en aventuras peligrosas, que desdecian de los hombres de su condición social. Si lamentable fué la muerte de Cumming, fué mucho mayor su deplorable estravio i la influencia desmoralizadora que venia ejerciendo en los hombres para que cometieran actos criminosos que la sociedad condenará siempre. Hacia ya escuela el procedimiento desleal i artero de procurar que se arrebatasen al gobierno legal elementos de poder i de defensa. El cohecho, que no la convicción de ideas nobles, lo invadía todo i corría a raudales el oro para corromper a infortunados que cedían a los halagos de aristócratas que iban tentando su codicia. Así fué como decidieron a cuatro empleados de una torpedera a huir con ella de Valparaiso para llevarla i entregarla a los revolucionarios de Iquique. Empresa loca, que llevada a cabo con buen éxito momentáneo, dio por resultado la captura de los ladrones que se hablan fugado, llevándose un útil elemento de la defensa de Valparaiso. Habían cometido también abuso de confianza i eran verdaderos desertores en campaña, para quienes, las ordenanzas militares tienen las penas mas severas. El consejo de guerra que los juzgó los condenó a muerte. Tales delitos no quedan impunes en ningún ejército del mundo, ni por ningún código militar i por do quiera reciben el mismo castigo. El traidor es el ar-


ma mas vil, artera i despreciable de que se valen las causas injustas i perdidas en la propia conciencia, para asestar golpes tanto mas seguros, cuanto mas velados i menos creídos son por quienes los reciben i son sus víctimas. Otro de los asesinatos, como se han llamado por la oposición, fué el fusilamiento de dos sarjentos, Mesa i Peña, pertenecientes al rejimiento 7 . de línea, quienes hablaron de sublevar el cuerpo a un cabo del mismo. Este, en cumplimiento de su deber, dio cuenta al jefe del cuerpo coronel Julio Garcia Videla, i habiéndose seguido el hilo del complot se descubrió que se trataba de lo siguiente: El rejimiento se hallaba acantonado en el campamento de Batuco, distante ocho a nueve leguas de Santiago i comunicado por ferrocarril. Durante la noche la tropa se apoderaría de los jefes, los reduciría a prisión o asesinaría i acto continuo se dejaría caer sobre Santiago, para iniciar o secundar allí un movimiento revolucionario. Basta esponer este hecho sin comentario de ningún jénero, para que el menos perspicaz se dé cuenta de la inmensa trascendencia i gravedad de una sublevación que, sin jefes o con ellos, habría sido una catástrofe nocturna para la capital i un serio peligro para la estabilidad del gobierno. Los sarjentos Meza i Peña fueron sometidos a un consejo de guerra i este dispuso que fueran pasados por las armas. Este es otro de los crímenes i actos tiránicos que el ministro Errázuriz ordenó investigar después que la revolución entró triunfante a Santiago. I con este quedan analizados todos los actos de enorme i despótica tiranía que condensó en la nota que pasara a los promotores fiscales para que formaran el proceso de la llamada dictadura de Balmaceda. He ahí trazados a grandes rasgos los hechos culminantes de aquellos dias en que la revolución llenó 0

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de luto al país i le preparó un porvenir incierto i triste. Esos hechos fueron la consecuencia de haber lanzado al pais en la revuelta; de haberlo sacado de su vida normal para lanzarlo en una lucha de desmoralización, porque el oro prodigó el cohecho, corrompió i maleó todos los caracteres i vino a fundar en Chile un nuevo código que elevó a la categoría de méritos i virtudes los actos que hasta entonces habíanse juzgado faltas o crímenes, como lo prueban los estímulos i honores acordados a los traidores i la incitación a cometer tan feo delito. L a grande arma de la revolución fué la compra de las conciencias, contra cuya corriente perversa i corruptora tenia que luchar el gobierno a fin de mantener al pais, dentro de sus antiguas tradiciones de seriedad i de virtud. Sensibles i dolorosas eran las amputaciones que deberes tan altos como sagrados, imponían; pero ellas, mas que la obra del gobierno, fueron fruto de las semillas que hombres inescrupulosos lanzaron a la conciencia de algunos. Nada hai tampoco en esos actos que acuse tiranía o despotismo, que revele el plan de hostilidad sistemática i el propósito de arrebatar a la sociedad i al individuo sus garantías i sus derechos. Ya que el jenio fecundo del Ministro Isidoro Errázuriz no pudo encontrar sino cinco hechos, que ya hemos analizado, para fundar sobre ellos la comprobación de los grandes crímenes de la llamada dictadura i que de tales solo tenían el nombre. Ellos no formaron un réjimen normal sino las excepciones, en una vida que pudo ser mas desgraciada en sus manifestaciones i que se mantuvo, no obstante, dentro de los límites de los acontecimientos mismos que la revolución preparaba i producía. Todos ellos eran la consecuencia inevitable de las provocaciones e incitaciones i del desenfreno con que, por medio de los


hechos mas estremos, se buscaba como llegar a soluciones cada vez mas violentas. . I en efecto, ¿habríase fusilado, ni aun aprisionado a Ricardo Cumming i a sus cómplices si no hubieran quedado convictos i confesos ante un Consejo de guerra de que intentaban hacer volar las naves de la nación, de una manera violenta i sorpresiva? ¿Habrían sido fusilados los sarjentos Meza i Peña del 7 . de linea, si no se les hubiera probado que conspiraban e intentaban la sublevación de su cuerpo? ¿Habríase por fin atacado, disuelto i muerto cierto número de jóvenes, de los llamados decentes, si no se hubieran reunido en Lo Cañas en montonera criminal? No, nada habría sucedido, sin la provocación i ejecución de esos actos, que en manera alguna son tiránicos, sino de común observancia en todo el mundo en las aciagas épocas revolucionarias. No es nuestro propósito, ni seria tampoco posible justificar todos los actos ejecutados por los representantes de la administración del pais. Pudieron algunos de ellos incurrir en abusos; pero, ya hemos dicho que estos no pueden ser imputables sino a las circunstancias mismas a que la revolución arrastró a la república. Lo que sostenemos i hemos confirmado con los hechos es: que la conducta del presidente Balmaceda estuvo tan lejos de ser tiránica i despótica, que sin duda a la falta de esas cualidades fué debido, en mucha parte, el constante ir i venir de los revolucionarios, para preparar dentro i fuera del pais los elementos que les dieron el triunfo. En los primeros dias que estalló la revolución se usó de cierta relativa actividad i enerjia para aprehender a algunos de los cabecillas; pero tan pronto como se creyó dominada la situación se les dieron franquicias que les permitieron trabajar eficazmente en favor de sus pretensiones. Los unos fueron a Iqui0


que, los otros a Europa o Estados Unidos i no pocos a Buenos Aires i Mendoza para hacer propaganda i poner todo jénero de trabas i dificultades a los ajentes i representantes de las autoridades legalmente constituidas. L a acción revolucionaria se trasladó fuera del pais para obrar dentro de él, i todo debido a la lenidad con que el gobierno los trató, dándoles una libertad que mui en breve tornaron en contra de él mismo. No faltaron algunos que violando su palabra de honor empeñada a fin de alcanzar libertad i consideraciones a que no eran acreedores, fueron en la Argentina i por todas partes los mas activos i audaces operarios de la obra de demolición que tenían emprendida. Por mas que se gritara tiranía i despotismo, no los hubo en orden a las personas; porque las revoluciones no se sofocan ni dominan guardando consideraciones a los caudillos, que son quienes mayores daños pueden hacer siempre, i así lo aconseja la mas vulgar prudencia; son los primeros que pierden su libertad, para impedirles dañar a la sociedad i sus mas vitales intereses. El mundo no se sorprenderá sabiendo que la administración Balmaceda aprisionó a los caudillos revolucionarios que pudo; pero si se asombrará de que, por sistema, diera libertad a todos. Seamos justos i no exajeremos los acontecimientos, ni les demos un alcance que no tienen, ni se quiso darles por el presidente Balmaceda i sus colaboradores. Porque, aparte de los combates, no provocados por él, i de atropellos mui determinados, de mínima significancia e imposibles de evitar, se respetó las vidas, los bienes, las rentas i los intereses de los revolucionarios, quienes pudieron volver a sus casas como si regresaran de un paseo. Muchos solo tuvieron que salir el dia del triunfo de la revuelta a las


puertas de sus casas, donde habían vivido tranquilamente en la capital, a sabiendas de la autoridad, que no les infería daño ni persecución. I las imprentas mismas de Santiago i Valparaiso i de todo el pais, que se sosténia habían sido saqueadas i destruidas, dieron a luz los mismos diarios que antes, a las 24 horas después de haber caido la administración Balmaceda. ¡Elocuente desmentido de hecho, dado por ellos mismos, que basta por sí solo para dejar establecida la sin razón de una de las acusaciones mas tremendas i de mayor efecto que con aire de triunfo exhibian los revoltosos. L a fuerza de los acontecimientos impuso el destierro o encarcelamiento de algunos individuos i no se derramó, como ya lo hemos visto, otra sangre que la de traidores que intentaban sublevar Tejimientos i tripulaciones o alzar montoneras en las cercanías de Santiago i otras ciudades, para destruir vias férreas, para pretender asesinar al mismo Jefe constitucional del Estado, a todos sus abnegados colaboradores i para llevar la inseguridad i la alarma a la capital de Chile, confiada a la custodia de honorables mandatarios. Diga lo que quiera la exaltación de partido, siempre quedará en pié el carácter benévolo del presidente Balmaceda, que se revelaba i lo traicionaba en toda circunstancia. Y siempre quedarán también en pié las palabras con que don Eulojio Allendes pone término a su folleto titulado La Revolución de i8gi en Chile, que dicen así: «Sean cuales fueren los errores políticos que pudo cometer el Sr. Balmaceda, nunca se ha vislumbrado ni la venganza, ni el mal espíritu que le haya inducido a la ejecución de sus actos: al contrario, cortes e insinuante en su parte social con todos, lleva su reverencia para con los demás hasta el estremo de ser notable i excepcional


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cualidad en él, la de no ocuparse jamas de los defectos, vicios o malas cualidades de nadie; pues los que hemos estado en la intimidad de su amistad podemos constatar el hecho de no haber abierto nunca sus labios para ocuparse jamas de criticas de baja lei, ni siquiera para rechazar los excesos de elocuencia que sus enemigos políticos empleaban públicamente, obsequiándole desvergonzados calificativos." Esta observación, que sus enemigos la conocían mejor que nadie, nos la hicimos nosotros mismos, apenas principiamos a tratar al Sr. Balmaceda, i nos hacíamos un alto deber de justicia i de homenaje a la verdad de darla a conocer a todos cuantos querían oírla. Lo referíamos un día a un sacerdote, cuando nos encontrábamos asilados en solitario claustro para escapar a las dulzuras del saqueo rejimentado de Santiago; i la referíamos, para'suavizar la odiosidad que en contra de Balmaceda notábamos en el ministro del santuario. Creíamos que aquella era una de las cualidades que revelaban la grandeza de alma de Balmaceda, tan en armonía con la doctrina que es obligado a propagar el discípulo de Cristo. Pero éste intentó atenuar el mérito de aquella virtud i nos dijo: — ¡Ah! todo eso seria estudiado!—Mayor grandeza, aún, le repusimos, saber sobreponerse i dominar los malos instintos que en su contestación le supone. Ser bueno por naturaleza no es gran mérito; hacerse bueno, he ahi la virtud i la grandeza de alma i el carácter superior. Tal era Balmaceda i por eso cooperamos a su obra i por eso respetamos i veneramos hoi su ilustre memoria.


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EL R E V E R S O DE L A MEDALLA No pretendemos justificar el abuso i la arbitrariedad presentando como compensación de ellos otros abusos i otras arbitrariedades mayores, cometidas por quienes impugnaban los primeros. Los hechos* son buenos o vituperables, no por las personas que los cometen, sino por las leyes morales i sociales que con ellos se vulneran. Si vamos a presentar en este capítulo la conducta de los revolucionarios triunfantes, frente a frente de la del gobierno constitucional del presidente Balmaceda, no es por cierto para escudarla en los mayores abusos por aquellos cometidos, sino para establecer su responsabilidad i negarles el ningún derecho que hoi tienen para levantar la voz i gritar ¡el abuso, la tiranía, el despotismo! después que los hemos visto obrar i proceder como gobierno triunfante i omnipotente. Siempre fué tenido por acto de noble i jenerosa hidalguia el del caballero que en lucha leal ha desarmado a su adversario i que, teniéndole vencido a sus pies, le perdona o permite alzarse sin ultimarlo. Casi siempre tan jenerosa conducta reconcilia al adversario o le hace olvidar sus rencores, porque proceder contrario le traería reprobación i condenación jenerales. La saña i el encono que conducen hasta ultimar al vencido, despiertan siempre en favor de éste nobles i jenerosos impulsos de simpatia, como alza reprobación i estigma de vergüenza i menospre-


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cío del vencedor que, tornándose en verdugo, pierde así todas las ventajas que habia adquirido. L a revolución habia vencido en los campos de Concón i la Placilla. L a traición i la deslealtad le habían abierto las puertas de Valparaíso i le entregaban también el gobierno de la república. El presidente Balmaceda, dando el mando i la custodia de la capital al jeneral Baquedano, enviaba al mismo tiempo a todas las autoridades de él dependientes, i a los jefes de división, la orden telegráfica de reconocer al nuevo gobierno que se imponía. Habia hecho gobierno de patriótica honradez i no quería que se derramase una gota mas de sangre, ni se hiciera resistencia al nuevo gobierno que llegaba afianzado e impuesto por la fuerza de las bayonetas i por las que se habían doblegado a impulsos del oro corruptor. No hubo un solo funcionario público que no hiciera honor a la orden impartida por el jefe querido e infortunado. Carvallo Orrego desde Coquimbo ponia a disposición de la Junta de gobierno una división de siete mil hombres perfectamente equipados, que contaba con leales i pundonorosos jefes; el ministro de la guerra Manuel M. Aldunate, telegrafiaba en el acto desde Catapilco a la misma Junta, poniendo a su disposición una división de tres mil hombres, parte de la aguerrida i leal de la Serena; el jeneral Valdivieso, ponia a disposición de la Junta de gobierno todos los elementos navales que estaban a sus órdenes en el rio de la Plata. Ningún obstáculo, ni una sola resistencia encontró la Junta en su instalación en la capital i en el gobierno de la República. Parece que todo el pais i los combatientes mismos sentían ya la necesidad de poner término a una lucha entre hermanos que debia darse por fenecida; i se aguardaba con razón, en vista de la noble conducta de los vencidos, que el nuevo gobierno haría honor a los hi-


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dalgos sentimientos de un ejército i de un partido que lucharon como buenos en tanto que la contienda no se habia decidido. ¡Error! ¡Error profundo! La Junta i el jeneral Baquedano a quien se habia confiado la salvaguardia de los grandes intereses que encierra la capital de la República, la tranquilidad del hogar i el respeto inviolable a la familia, no pensaron que la jenerosidad, que siempre fué cualidad característica del chileno, ni la moderación que fué siempre timbre de orgullo de toda majistratura en Chile, debian brillar después de la victoria. Corrióse en un instante denso manto de olvido sobre todas las gloriosas tradiciones de la República i principió una serie de actos de terror, de pillaje i de asesinatos, que, arrebatando a los habitantes de este pais todas las garantias i toda la tranquilidad de que habian gozado hasta la noche antes, quedaron a merced de acontecimientos, que nadie habia previsto y que siempre serán una mancha i una vergüenza para los hijos de este noble pais, que antes manifestaban la alegría en sus fiestas ó su orgullo de chilenos en el estranjero, atronando los aires con un ¡viva Chile! que ya no seria hoi sino un sarcasmo, porque hoi la esclamacion de dolor es ¡pobre Chile! Pero, no anticipemos reflexiones. Dejemos que hablen los hechos i veamos si era cierto que la revolución triunfante nos traia la rejeneracion i la »libertad y si fué verdad que durante los primeros ocho meses de i 8 q i vivimos bajo el imperio de una tiranía, ó si fué el gobierno que siguió el que vino á implantar el sistema mas audaz de violencia, de atropello brutal e irresponsable i de violación de todas las leyes, no solo de las escritas, sino mas aun, de las del honor i la humanidad, que respetan hasta los salvajes. Ocho meses habian trascurrido para la capital de


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Chile, sin que un solo acontecimiento molestase á los ciudadanos que se entregaban sin zozobra a sus trabajos, i el comercio i el hogar estaban garantidos de ataques i atropellos violentos; la via pública podia recorrerse hasta en las horas mas avanzadas de la noche sin que jamás nadie fuera molestado. Esto sucedía durante la época á que se ha dado el nombre de tiránica i que, si esos frutos dio debiamos todos bendecirla. Porque ¿de qué nos servida poseer suntuosos Dalacios si estuvieran espuestos á ser destruidos, asaltados, incendiados; de qué nos valdría vivir en sociedad si en ella no existieran ninguna de las ventajas que los hombres buscan para sí i los suyos al agruparse y darse leyes protectoras i autoridades que las hagan cumplir i respetar? Mas valiera, si todo eso desapareciese, encastillarse cada cual en su hogar i hacer su propia defensa, prescindiendo de autoridades que no pueden, no quieren ó no saben cumplir con el mas alto i sagrado de sus deberes: el de amparar la propiedad i la vida de los habitantes. Amaneció el 29 de Agosto. El jeneral Baquedano era dueño de la ciudad. L a noche anterior le habia sido entregada por el presidente Balmaceda una fuerza que ascendía a seis mil doscientos cuarenta i seis hombres compuesta como sigue: Rejimiento Zapadores, Jefe Coronel Navarro con 1 0 0 0 hombres. » Imperial, » » Urrutia iooo » » 4 . de línea. » » Marchant i o 16 » Batallón Nueva Imperial, » Silon (traidor) 5 0 0 » Jendarmes de Santiago, Comand.' Fuenzalida 300 » » Concepción, » Salcedo 450 » Húsares de Colchagua, Jefe Coronel Doren 280 » » Campos (traidor) 3 0 0 Rejimiento Concepción, » yi Mayor Maldonado 5o Cazadores, » Ma De varios cuerpos, 250 » Policía, Ruperto Bysivinguer, \ 1 00 0

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6 2 4 6 hombres.


Toda esta fuerza era de moralidad i disciplina sobresalientes. Bastaban estos elementos i eran sobrados para haber garantido a la capital contra todo acto de brutal atropello en las propiedades o en las personas i continuar la tradición de orden i de sosiego público que invariablemente se habia sabido mantener sin violencia bajo el gobierno del presidente Balmaceda i durante los dias mas aciagos de la revolución. El jeneral Baquedano fué impotente para impedir con estos elementos, no solo los saqueos de valiosas propiedades, sino lo que es mas aun, que en el palacio mismo de la Moneda i casi a su presencia, se ultrajase i ofendiese de hecho a un militar de honor, el coronel Jarpa, a quien la patria debia servicios de valia en puestos civiles en Chile i en los militares en la guerra estranjera. Pasando por sobre su propia persona, atrepellando la autoridad suprema de que entonces estaba investido aquel hombre i sin orden de autoridad ni de él mismo, el coronel Jarpa, fué brutalmente estropeado, cargado de grillos i conducido a una prisión. ¿Su delito? El de lealtad i de obediencia i respeto a la disciplina militar i a la Constitución, que le ordenaban obedecer a sus jefes legalmente constituidos. ¡I el jeneral Baquedano no se estremeció de indignación en presencia de un ultraje inmerecido hecho a un compañero de armas i a un militar que con su heroismo en los campos de batalla, habia contribuido a alcanzar los triunfos que son el prestijio .i el respeto social que se acordó al jeneral en jefe del ejército! L a ciudad de Santiago fué entregada al saqueo; pero no al saqueo que suele ser consecuencia de la toma por asalto de una ciudad que se resiste; no el saqueo de un pueblo hambriento i desesperado por falta de trabajo, que nunca lo tuvo en mayor abun-


dancia i mejor remunerado, sino el saqueo premeditado, organizado i dirijido por personas conocidas i de notoriedad en la capital. Formáronse listas de las casas que debían ser invadidas, desmanteladas i arrasadas; lleváronse carros a las puertas de cada hogar; un mayoral tocaba la campanilla i esclamaba:—¡Casa del dictatorial Juan Mackena; quince minutos para su saqueo! Inmediatamente se rompían puertas i ventanas i principiaban a echarse los muebles sobre los vehículos. Los que no alcanzaban a llevarse eran totalmente destruidos, no quedando en ninguna casa vestijio alguno de objeto mueble adherido a las murallas o a los techos, ni aun las cañerias i medidores de gas. Sonaba nuevamente la campanilla i el mayoral gritaba:—¡A la Alameda, casa del dictatorial Adolfo Eastmman! ¡Veinte minutos para su saqueo! I el pueblo, que era el de las cofradías relijiosas de la ciudad, se avalanzaba sobre la propiedad que se le señalaba. Diversas comisiones saqueadoras recorrían la ciudad, todas dirijidas por caballeritos, sino aristócratas de la capital, aspirantes por lo menos a tan señalado honor. El pueblo se sentía tímido i respetuoso al principio i no se atrevía a pasar los umbrales de hogares i palacios que siempre miró con cierto respeto i fué necesario, como aconteció en el club del partido liberal, que los directores del saqueo subieran los primeros i dieran el ejemplo, lanzando a la calle por los balcones los muebles de aquel establecimiento. Santiago entero conoce los nombres de los héroes malditos de tamaños actos de salvajismo, que se llamó el saqueo carlista, por haber intervenido en él tres personajes aristócratas del nombre de Carlos. Asi viéronse desaparecer en pocas horas algunos centenares de palacios suntuosos en donde habian


acumuladas valiosísimas telas, objetos de arte, bibliotecas, galenas de pintura, colecciones mineraló-. jicas i cuanto el refinamiento de la civilización i la ciencia tenían de mas preciado i que hacían el orgullo de aquella ciudad. Junto con ellos corrieron también la misma suerte algunos centenares de humildes casas de empleados públicos o de simples partidarios pasivos de la administración, que perdían en el saqueo las economías de largos años, junto con el pan i el abrigo de sus hijos. Asi fué como la viuda del valiente coronel Robles, muerto i mutilado en una ambulancia después de la batalla de Pozo Almonte en Tarapacá vio desaparecer en pocos instantes todo el ajuar de su casa. ¡Triste ejemplo dado por el encono i la pasión mas incomprensible, cebándose en una débil mujer sin amparo ni culpabilidad, en el ser mas respetable i que hasta la furia del salvaje suele mirar con relijiosa veneración! L a casa de esta señora la vimos saquear en las primeras horas de la mañana; fué conducida allí la cofradía por mano criminal i no pudo alegarse para escusar este hecho salvaje, ni aun la exaltación i el arrebato de pasiones sobreexcitadas. Durante el dia viéronse pasear por la alameda de Santiago gran cantidad de carruajes que se incendiaban i destruían a pedradas, i la capital entera, ayer tan tranquila, era hoi un campo de desolación, de luto i de inseguridad personal. ¡Eran la libertad i la rejeneracion aristocrática que hacían su entrada triunfal a lo canalla i se anunciaban con estrépito caballeresco! ¿Vióse jamás algo, ni siquiera parecido, durante ninguna administración en Chile, ni mucho menos durante la que se ha llamado sin razón, tiranía i dictadura de Balmaceda? De 1 5 a 20 millones de pesos perdidos en los ro-


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bos, saqueos é incendios de las propiedades; centenares de víctimas arrojadas dentro de las cárceles; destruido el ejército i prostituido el honor militar; desmoralizado el pueblo i la juventud, el ejército introducido hasta en el claustro de la solitaria'monja para festejarlo con mundanos festines, han comprometido el crédito i el honor de la República, hasta el punto que un ministro de poderosa nación estrangera, ha debido señalarles el cumplimiento de las prácticas internacionales que siempre hicieron el orgullo i el respeto de nuestra cancillería. El ministro Egan, de los Estados Unidos, recordó a ese gobierno el cumplimiento de sus deberes i justificó la conducta noble i jenerosa del presidente Balmaceda para con los revolucionarios en los siguientes párrafos de su nota de 20 de Octubre al llamado Patriarca Matta: «U. E. evita enteramente, le decía, en la nota a la cual contesto, tomar en consideración las razones irrefutables avanzadas en mi nota, en la cual se prueba evidentemente cuáles han sido los principios i cuál ha sido siempre la política internacional que de una manera permanente e invariable se ha seguido con uniformidad por Chile con relación al derecho de asilo i a las naturales e indispensables consecuencias derivadas de tal derecho." «Esta negativa por parte de U. E. para reconocer principios que forman la historia internacional de las naciones, que sirven para regular sus relaciones entre sí i que llegan a ser i constituyen un derecho obligatorio i un deber para el pais que las ha establecido i practicado, debe escusarme de mayor consideración." Y luego el mismo Ministro Egan, en nota de 1 6 de Diciembre de i 8 q i agregaba: «En época mui reciente (aludia al gobierno de Balmaceda) el gobierno ha concedido salvo conducto a los refugiados que estaban en esta i otras legaciones, bajo


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condiciones mucho mas dificultosas para el gobierno que los prodigaba, mientras la lucha armada estaba indecisa, i cuando los asilados favorecidos con sus salvo conductos pudieron llevar aliento poderoso a la causa de su partido." He ahi al presidente Balmaceda ampliamente justificado por pluma imparcial, independiente i elevada, de los cargos de cruel i despótico con que se ha dicho trataba, a los detenidos politicos. Sin embargo, el gobierno dictatorial del triunvirato o Junta negaba salvo conducto para salir del pais a los asilados en las legaciones, so pretesto de que estaban conspirando. ¿Y cómo si se temia la conspiración no se les dejaba ir fuera del pais que era lo único que ellos pedían? Nó; no habia tal conspiración; lo que existia era un deseo de venganza i castigo político de parte de quienes tenían al frente de las relaciones esteriores a un hombre que debia matar todas nuestras glorias diplomáticas, conquistadas con el jenio de Balmaceda i otros publicistas ilustres, para reemplazarlas por la vergüenza i la humillación. ¡Y en cambio de lo que fuimos solo se nos ofrece: un jeneral alemán i un monumento en Lo Cañas, que acaso mañana será un segundo Lurdes, popularizado i santificado por la ardiente creencia e inmenso prestijio de nuestro arzobispo! Tal vez mas tarde, con el rodar de los años, nuestros nietos adoren en aquella cripta santificada por la sublime virtud del Pastor un nuevo Isidro, i quizás los calendarios cobijen en sus populares pajinas a San Ossa, virjen, aristócrata, mártir i constitucional. No es esta la hora de hacer el inventario de las enormes pérdidas, de los perjuicios sin número que tales excesos produjeron en la Capital, Nosotros, lejos de la patria, apenas si podríamos recordar unos


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cuantos palacios, unas pocas habitaciones humildes asoladas, grandiosas escuelas incendiadas en la Alameda de Santiago. Dia llegará en que la libertad vuelva a abrirse camino entre nosotros, i entonces no faltará quien con ánimo patriótico é intelijente se consagre a hacer el inventario i el avalúo, que será el proceso, de los desastres producidos por aquella jornada infernal; i entonces todo chileno damnificado tendrá derecho a llevar su continjente para formar el inmenso catálogo de aquella obra de criminal devastación. He ahí un útil documento histórico, que será el auto cabeza del proceso que la posteridad ha de tener en cuenta para fallar una cuestión que el exceso de arbitrariedad mantendrá siempre viva i latente en el recuerdo de las víctimas. ¡Esa ha sido en todas partes la obra de los que son o se pretenden aristocracia! Eran las tres de la tarde i aun no podía conseguirse que el jeneral Baquedano, dueño de la ciudad i de numerosa fuerza pública, diera orden para que se contuviera tanto desmán. Oponíase tenazmente a acceder, alegando, según se decía, que era necesario dejar desahogarse al pueblo. Asi mismo lo predicaba en la alameda con cavernosa voz el mentor de la juventud Diego Barros Arana. Al jeneral le era preferible pasear en coche abierto por la alameda de Santiago en medio de dos... coroneles: Fernando Lopetegui traidor, edecán hasta última hora del presidente Balmaceda i Wenceslao Búlnes, empleado de confianza en el parque de artillería. El jeneral Baquedaño, a manera del maestro de escuelas de la petipieza, «¡veia o presidia el desorden i el saqueo, i puesto que él los veia o presidia, no era tal desorden, ni tal saqueo!" Argumento que, si inspira hilaridad en una escena teatral, provoca indignación en una trajedia de la vida en la que se estaban jugando el


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honor i el prestljio de una nación i la dignidad i crédito de un jeneral de división de la República (i). Al fin cedió el jeneral; pero ya era tarde. El pueblo, organizado por la mañana, había visto engrosar sus filas con todos los descamisados del aduar que rodea a Santiago por los cuatro vientos, i estimulados por el incentivo del robo i por el licor, eran casi incontenibles. En las afueras de la ciudad, en la cañadilla, en la calle de San Pablo, en los populosos barrios del sur, no quedó una casa de ajencia o monte de piedad, que no fuera totalmente desmantelada. Harto mas sensibles i valiosas para sus dueños eran aquellas devastaciones, porque a mas de arrebatarles una fortuna, les privaba de un negocio lejítimo, amparado por las leyes i reglamentos especiales.

( i ) Escrito lo anterior i ya en prensa este libro, se publica el Testamento político del ex presidente Balmaceda. E n él leemos el párrafo siguiente: « C o n los ministros presentes acordamos llamar al jeneral Baquedano i entregarle el mando con algunas condiciones. Nos reunimos para este objeto con el jeneral Velazquez i los señores Manuel A. Zañurtu, jeneral Baquedano i Eusebio L i l l o , a quien habia pedido tuviera la bondad de llamar al señor Baquedano a mi nombre.» « Q u e d ó acordado i convenido que el señor jeneral recibiría el mando; que se guardaría el orden público, haciendo respetar las personas y las propiedades; que los partidarios del gobierno no serian arrestados n i psrseguidos, y que yo me asilaría en lugar propio de la dignidad del puesto que habia desempeñado, para cuyo efecto se designó la legación Arjentina, a cargo del excelentísimo señor D. José de U r i b u r u , decano a la vez del cuerpo diplomático, debiendo el general prestar eficaz amparo al asilo i a mi persona, i aun asegurar mi salida al e s t r a n j e r o «Manifesté que en Coquimbo se podrían reunir 6000 hombres í que en ese momento habia en Santiago 4500 hombres, sin contar la policía. Agregué que el sometimiento v o luntario de estas fuerzas requería de parte del general asegurar condiciones convenientes al ejército, que habia siempre procedido en cumplimiento de estrictos deberes militares.» E l pais sabe y el mundo ya no ignora, cómo cumplió el jeneral Baquedano sus compromisos en orden a la seguridad de las personas i salvaguardia de sus intereses. E l antiguo ejército de la república, que en el Perú y Bolívia conquistó para ese jeneral glorias y prestijio, sabrá apreciar mejor que nosotros los servicios y predilecciones de que le sea deudor en las dolorosaí circunstancias porque han pasado, i pasan aún, los gloriosos defensores del orden i del honor de Chile. ¡Con razón permanecía mudo el jeneral Baquedano! {Había faltado á su palabra, i no era posible que él mismo se acusara i se condenara! Era necesario que una augusta voz de ultratumba viniera a decirnos con palabras de verdad, que en C h i l e , una sabia i justiciera Providencia habia, desde antiguo, muerto la palabra en la garganta de quien no habia de honrarla en la mas importante circunstancia de su vida. ¡Nobles veteranos de Chile! ¡En los Angeles, en Tacna, en Chorrillos, en M i raflores obedecisteis a Baquedano e inmortalizasteis su nombre! ¡El os abandonó cuando, soldados de la lei, fuisteis obedientes a la Constitución i observasteis las leyes del honor militar, que respetan todas' las naciones civilizadas! También pronunció en el Senado de Chile una palabra de escusa y atenuación de las faltas de sus compañeros de gloria diciendo q u e : — « S i habían acompañado a Balmaceda, habia sido porque a ello los obligaba el hambre i la miseria.» ¡Noble defensa, que no dudamos se le tendrá en cuenta!

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Nosotros oíamos desde nuestro escondite los alaridos salvajes de aquella jauría de desalmados; pudimos divisar la calle desde oculto rincón i en mucha estensíon solo se veia en los barrios del sur, hombres,, mujeres, niños i vehículos que conducían valiosos muebles, espejos, alfombrados i cuanto acababa de sacarse, entero o destruido, de las casas saqueadas. Mas tarde, i después de muchos dias, al cambiar nuestra oculta residencia, sorprendiónos tristemente la devastación de algunas tiendas i ajencias que encontramos al paso en la mui reducida distancia que debimos recorrer. Lo que por la mañana habría sido hacedero, si las primeras listas de casas por saquear no hubieran salido del palacio de la Moneda i otros lugares conocidos, a la tarde requirió el empleo de la fuerza i mas de quinientos infelices pagaron con su vida su docilidad para acudir al llamado criminal de sus regeneradores i libertadores. Así terminó aquel dia esa siniestra jornada, no sin que durante muchos otros se estuvieran repitiendo en diversos barrios de la ciudad asaltos a casas de comercio, que daban por resultado su total destrucción i también la muerte de no pocos asaltantes. I hasta el Parque Cousiño, el paseo aristocrático de la capital, orgullo de la aristocracia santiaguina que se hace arrastrar en coche, presenció varias veces asaltos i luchas de los soldados triunfantes con el pueblo, en las cuales una cincuentena cayó herida o muerta por mortífero plomo. Aquello era un anuncio para los temerarios que desbordaban al pueblo i de lo que es dado esperar de él el dia que conozca el secreto de su fuerza i que la emplee sin contrapeso en contra de los que hoi mas se han empeñado en hacerlo salvar las barreras del respeto i sumisión en que siempre se le habia tenido.


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• I hasta muchos oficiales del ejército triunfante fueron muertos por sus soldados en sus propios cuar-, teles. L a inseguridad i el desorden reinaban en la ciudad i para colmo de desorganización, en dos. ocasiones subleváronse varios batallones i' salieron por calles i plazas lanzando tiros al aire, introduciendo el pánico en las familias, la incertidumbre en el comercio i en la junta misma de gobierno, que varias veces, oyó gritos de muerte i de cólera de boca.de sus propios seides. Por primera vez las matronas de Santiago que frecuentan el templo i que pedían sangre i esterminio, debieron darse cuenta, si es que podían dedicarse a meditar con tranquilidad sobre la situación, del inminente i terrible peligro en que se encontraban, si esa soldadesca insurrecta rompía los débiles vínculos que la ligaban a la naciente autoridad. ¡Jamás, durante el periodo que ellas llamaban de tiranía, estuvo su honor i el de sus familias a menos distancia de una catástrofe, i Santiago mismo habría tenido que presenciar una calamidad i una vergüenza mas! Mientras tanto ¿qué sucedía en Valparaíso? Vencedoras las tropas revolucionarias en la Placilla entraron triunfantes i sin resistencia a la población. Tres dias i tres noches estuvo la primera ciudad comercial de Chile entregada al saqueo de una soldadesca desmoralizada. Mas de quinientas personas según unos, dos mil según otros, asesinadas en las calles o muertas en luchas insensatas permanecieron durante el mismo tiempo dando testimonio de hechos tan criminales. Manzanas enteras de la ciudad fueron incendiadas i la población se veia todas esas noches iluminada por'el siniestro resplandor de una veintena de hogueras, que se llevaban consigo la fortuna i el hogar de chilenos i estranjeros, sin que hubiera nadie: que se atreviese, ni a recojer los muertos, ni a sofo-


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ear el incendio, por la seguridad que habia de perder la vida en la humanitaria empresa. El estranjero presenció aquellas escenas i pudo ver ' a Chile al desnudo i en estado salvaje, si es que Chile pudiera ser juzgado por la exaltación de hombres estraviados que, una vez lanzados en el camino del desorden, no supieron o no quisieron poner atajo a tamaños desmanes. Basta esta breve i verídica narración de hechos que tuvieron pqr testigo a toda una población aterrorizada de lo que pasaba, para formarse idea de las mil escenas de dolor e inmoralidad que tuvieron lugar en aquellos aciagos dias que el espíritu ciego de partido ha llamado de libertad i que han merecido ya universal reprobación. Imposible seria que acometiésemos la ardua tarea de narrarlas todas: esa misión toca a otras plumas i a trabajos de otro jénero. Compárese todo esto con Lo Cañas, búsquense los motivos que justificar pudieran o siquiera atenuar la entrega a saco i al incendio de una populosa ciudad en la que los rejeneradores revolucionarios decían contar con la unanimidad de la opinion, i se veria si hai paridad entre matar combatientes i asesinar mujeres i niños indefensos en las calles de una ciudad amiga. No abandonemos á Valparaiso sin recordar a Rodolfo Leon Lavia. Era periodista i redactaba El Comercio, de cuya imprenta era dueño. Apenas los rejeneradores tomaron posesión del gobierno de la ciudad, redujéronlo a prisión i al dia siguiente fué fusilado en la cárcel pública, sin forma de juicio i por el delito, según se dijo para esplicar i justificar el hecho, de habérsele encontrado algunas proclamas exaltadas, escritas el dia antes de la derrota. Igual suerte corrió un sujeto a quien confundieron con el capitán Faz. I los que tal hicieron llaman asesinato


al de Comming, es para ellos delito que merece pena de la vida la posesión de proclamas que ni llegaron a publicarse, i no lo es el robo de un buque con toda clase de elementos de guerra, ni el plan para hacer volar tres naves, únicas con que el Gobierno contaba para hacer la defensa de las instituciones. Esto solo se espone, para que se refute por sí mismo. No eran solamente la ciudad de Santiago i Valparaiso las que recibian los beneficios i las ventajas que al decir de los- revolucionarios nos traían en la punta de sus bayonetas. Casi no hubo ciudad, Quillota, Concepción, Talca i unas pocas mas donde los revolucionarios contaban con mayores adeptos, donde no se procediera del mismo modo. Era un plan jeneral i se ejecutaba con admirable precision. Caracterizan esta situación i el sistema de terror i persecución que se implantó en todo el pais desde el advenimiento del nuevo gobierno algunos hechos culminantes. Seremos breves para narrarlos. El Ministro de la Guerra en campaña, Sr. Manuel María Aldunate, apenas recibió orden del presidente Balmaceda de someterse a la junta de gobierno, telegrafió a ésta desde Catapilco poniendo a sus órdenes la division de tres mil hombres que traía de Coquimbo; la desarmó, ordenó las armas, pertrechos de guerra e hizo entrega de todo por inventario, así como también de diez mil pesos en dinero que tenia en su poder para gastos de la division. La junta dispuso la prisión de Aldunate a quien se conducia reo a Quillota con sus compañeros los coroneles Villouta i Garín. Cerca de la estación de la Cruz se les ordenó desviarse del camino i se les ultimó a balazos, dándoles de puntapiés para que rodaran al canal de Waddington. Los ejecutores de este acto bárbaro que no habría palabras con que condenarlo, pasaron a un rancho de las inmediaciones i allí dijeron: que


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dejaban arriba tres perros muertos i que ¡ai del que fuera a recojerlo.s, porque seria fusilado! En boca de

todo el mundo anduvieron los nombres de los ejecutores de esta acción increíble, díjose también quién habia traído de Santiago la orden de ejecutarlos i qué ministro de Estado la habia dado verbalmente, como en el caso de Lavin. (Hízose alguna pesquisa para dar con los criminales i someterlos a juicio? Nada, absolutamente nada. Mas tarde se les premió con ascensos. ¡Siempre los mismos! ¡Manuel María Aldunate i sus compañeros traen involuntariamente el recuerdo del infortunado Manuel Rodríguez! L a posteridad perpetuó la memoria de éste en sencillo monumento de granito consagrado i erijido por el pueblo; mañana los bustos de Aldunate, Villouta i Garin, alzaránse en el lugar mismo del sacrificio i del asesinato alevoso para condenación de quienes lo dispusieron i ejecutaron ( i ) . El coronel Carvallo Orrego tenia bajo su mando en la Serena, una división de seis a siete mil hombres. Púsola a las órdenes del nuevo gobierno; pera exijió garantías para él i sus subalternos las que, no habiéndosele acordado, decidiéronlo a buscar su salvación dirijiéndose al Perú. Fué capturado a bordo del vapor que lo conducía i de allí, cargado de cadenas, llevado a la cárcel penitenciaria. L a Corte Suprema le ha negado hasta su amparo para que sea juzgado en conformidad a las leyes, declarando que en Chile no hai mas lei que la voluntad de la Junta de Gobierno, que es el capricho i la negación de toda garantía. Pió del Fierro, Juan Rafael Allende i el coronel Stephans fueron cargados de hierros en la cárcel (i) Solo Aldunate i V i l l o u t a fueron asesinados alli. A Garin se le mató bárbaramente en la cárcel de Quillota.


penitenciaria. También les negó la justicia de la Corte Suprema el amparo que en conformidad a la Constitución solicitaron para que se les juzgase por la lei común, como paisanos que son los dos primeros i coronel que ha dejado de pertenecer al ejército el último. Solo diremos a los que hablan de la tiranía i despotismo del Gobierno constitucional del presidente Balmaceda, que nos digan si hubo algo que se acercase a este desconocimiento absoluto de todo respeto a la lei, a la dignidad del hombre i si no se ha pisoteado i escarnecido a la civilización, ejecutando hoi actos dignos de los peores tiempos de la ignorancia, cuando los pueblos yacían sumidos en la barbarie i el atraso, ¡I todo esto se hace hoi, en pleno siglo diez i nueve, en nombre i por el triunfo de una aristocracia de dudoso oríjen, que nos enseña al desnudo su carácter i sus tendencias! L a lección está dada i tarde ó temprano debe producir sus frutos: ella es el principio de la revolución social en Chile. La Francia no se regeneró i cortó los abusos de la monarquía i de la aristocracia sino derramando a torrentes su sangre i haciendo caer en jornadas terribles las cabezas de muchos criminales e inocentes. L a España lanzó a sangre i fuego de los conventos a los frailes a quienes creia causantes de sus males. En Chile i durante los saqueos del 29 de Agosto, en la capital, veíanse muchos clérigos mezclados entre las turbas i a los primeros anuncios de la derrota de las fuerzas del Gobierno en Concón, vióseles también de los primeros recorrer las calles, llevando algunos de ellos la cinta roja. Si estos no son anuncios de la gran catástrofe que se prepara para la rejeneracion de Chile, seria esta nación tan estraordinaria, que en ella vendria a verificarse la primera excepción a una lei histórica que no ha dejado de cumplirse jamas inflexiblemente.


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¿Aceptan la Junta de Gobierno i el capitán Montt la responsabilidad de todos los crímenes, de todas las tropelias, de los incendios, saqueos i violaciones cometidas a su nombre desde el dia que obtuvieron el triunfo de las armas, o las atribuyen a desmanes de sus seides i ejecutores de sus órdenes? Si lo primero, obligada está a guardar silencio i no condenar al presidente Balmaceda, durante cuyo gobierno ni un solo acto fué parecido a los numerosos que hemos presenciado; porque si al presidente Balmaceda se le llama tirano, harto mas tiránica ha sido la Junta, que ha ejercido la tiranía de la peor especie: la tiranía cobarde, que se escuda en la irresponsabilidad del número de quienes la ejercen. Si hubo tiranía de parte de Balmaceda, lo que negamos, ella habría sido franca i noble, desde que asumia la responsabilidad de todos sus actos.—Si lo segundo, si la Junta atribuye a sus seides el malo o exajerado cumplimiento de sus órdenes, forzoso le será aceptar la misma escusa para el Sr. Balmaceda i no imputarle los hechos aislados que pudieran alterar la moderación respetuosa que caracterizó su administración, aun durante los dias mas emargos i ardientes de la revolución. Pero no, la Junta tendrá por fuerza que reconocer que a ella es solo imputable toda la suma de males que cayeron sobre los habitantes de este pais i mui particularmente sobre los amigos i partidarios de la administración caida, desde el dia que ella imperó sin contrapeso en el Gobierno. Porque los hechos relatados forman parte de un sistema de gobierno estudiado i premeditado desde mucho tiempo antes. Su prensa lo decia en Iquique. Iremos a la capital, iremos en Agosto, la cordillera estará cerrada, el mar es nuestro i ninguno podrá escapársenos. Así sucedió en efecto i la gran batida contra las fieras


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balmacedistas se inauguró. Era la policía, la fuerza pública la encargada de apresar a los ciudadanos. Bastaba en Valparaíso, en los primeros dias del triunfo, que se dijese: ¡allá va uno! para que se le aprisionase, vejase i no pocos cayeron arrebatados por la bala traidora. En Santiago eran grupos de jóvenes a quienes se habia dado atribución de aprehender e insultar en las calles a los ciudadanos. L a orgullosa aristocracia aceptó el papel de esbirro i así se vieron arrastrados a las cárceles, siempre en nombre de la lei i la Constitución por cierto, a todos aquellos que tenían un enemigo personal o un empleo que arrebatarles. En nombre de la lei, de la que se hacia escarnio i al amparo de una Junta irresponsable que todo lo toleraba, desapareció toda garantía i sin embargo se proclamaba ¡que estábamos en el reinado i bajo el imperio de la Constitución ya restablecida! A la crueldad se agregaba el cinismo i la burla; i a las sublevaciones audaces de los Tejimientos, revolucionarios se llamaba ¡el deseo de volver al trabajo i a los hogares! Siempre i en todas partes los tiranos fueron iguales: avasallaron en nombre de la lei; Rosas se proclamaba el «Ilustre Restaurador de las Leyes i de la Constitución!" S u s enemigos eran salvajes, inmundos i asquerosos unitarios a quienes se inmolaba en nombre de ellas. Pero esta cruel batida contra los sostenedores de un principio constitucional, vencidos en el campo de batalla por la traición, no se limitaba solamente a la calle pública. L a fuerza armada allanaba manzanas enteras en Santiago, para buscar a presuntos reos de imajinarios delitos políticos i en estas escursiones no escapaban de la violencia, ni los amigos, ni los enemigos del nuevo poder armado. ¡I el réjimen legal i constitucional se proclamaba restablecido! Lo cierto fué que antes de un mes no habia caree-


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les en Santiago capaces de contener a las seiscientas 0 mas personas de todas condiciones sociales llevadas a ellas; i como las cárceles de provincia no eran suficientes para enjaular a tanto tigre balmacedista, principiaban también a remitirse a la capital los presuntos reos de provincia. I no podia ser de otro modo, porque los promotores fiscales recibieron orden escrita, que publicó la prensa, de perseguir a toda persona que directa o indirectamente hubiera servido a Balmaceda durante los últimos ocho meses de su gobierno. No se hicieron esperar las acusaciones, i por primera vez desde tiempos de barbarie que pasaron há ya muchos siglos para el mundo, las listas de proscripción i de enjuiciamiento principiaron a llegar a los juzgados de letras i a llenar las columnas de la prensa diaria. No se limitaban las acusaciones a entablar acciones contra los imajinarios reos, por delitos también de capricho i de ocasión. Iban mas lejos aun. Pedían la prisión de los acusados, la prohibición de enajenar o hipotecar sus bienes raices (no los muebles porque ya habian desaparecido en los saqueos), la de percibir los arriendos que les produjeran sus propiedades 1 la de poder jirar contra los saldos de cuentas en los bancos, la de percibir dividendos de sociedades anónimas i comprometer las acciones que en ellas tuvieren. I todo lo concedian los jueces con un: como se pide. Como premisa o acto preparatorio de estas medidas, la Excma. Junta, como le plugo llamarse, habia mantenido cerrados todos los bancos durante trece dias i en este tiempo se preparó la lista nominal exacta de las personas que algo tenían, ya fuera en acciones de sociedades anónimas, ya en depósitos, ora en saldos en cuenta corriente. Nada, nada escapó a la sabia i cruel previsión de la Junta Excelentísima i mediante tan acertadas medidas, llegó un dia i conti-


miaron meses durante los cuales numerosas honradas familias de empleados públicos, que habían quedado sin hogar por los saqueos, no tenían tampoco los medios de alimentar a los suyos. I a muchas se les arrebataron también sus propiedades, sometiendo sus haciendas a una intervención fiscalizadora, que aunque mas tarde se hizo cesar para unos pocos, fué mediante el pago de crecidas sumas a los guardadores e interventores,' como sucedió, entre otros, al señor Claudio Vicuña. I otras casas, como los suntuosos palacios de la Alambra, la valiosa casa del Sr. Ruperto Ovalle i las no menos grandiosas i ricamente amuebladas del Sr. Jorje Rojas, i de la señora Fernandez de Balmaceda, madre del Presidente, después de haber sido robadas i desmanteladas completamente, pasaron a ser ocupadas por orden de la mui Excelentísima Junta, por fuerzas del ejército revolucionario. Las haciendas de San Jerónimo i L a Punta, de propiedad de D. J . Elias Balmaceda fueron saqueadas i se les robó mas de seiscientos animales, entre vacunos i caballares, vendiéndose muchos de ellos en el mercado de Valparaíso. Esto se hizo de orden de Juan de Dios Aslegui üEulojio Altamirano, quien habia jurado i llorado en el Congreso (por lo que se le llama Magdalena política), no volver a incurrir en actos impropios de la vida libre, ni a conculcar los principios i garantías que en un país culto son debidos a las personas i a la propiedad. ¡Está visto que Altamirano es Magdalena que no llora con verdadera contrición! Estos hechos de saqueo constan de una presentación hecha ante la Corte de Apelaciones de Santiago, por el dueño de las propiedades, pidiendo se le ampare en la posesión de sus haciendas, devolución de los animales e indemnización de daños i perjuicios. ¡Ah! si alguno de estos abusos hubiera hecho escuela durante el gobierno del señor


Balmaceda, ¡cuánta destemplada grita contra la tiranía no habría alzádose en las almenas revolucionarias! ¿Cómo no ha habido hasta hoi, que están triunfantes, ninguna reclamación análoga? Se comprenderá el alcance de todas aquellas prisiones i acusaciones i el número de personas i de familias que por ellas fueron comprendidas en todo el territorio de la república, si se tiene presente que entraban a formar ese número ciento veinte i tantos senadores i diputados; todos los municipales de todas las Municipalidades de la república en número de cerca de mil: toda la majistratura judicial, formada por ochenta o cien majistrados, e ipso-Jacto, la pérdida de sus empleos de todos los empleados del orden administrativo, sin contar los del orden político, como intendentes i gobernadores, que era lójico abandonaran sus puestos, agregando ademas muchos caballeros que habian desempeñado los cargos de ministros i consejeros de Estado. En suma, todos los que directa o indirectamente hubieran servido a Balmaceda, como rezaba la orden excelentísima. A aquella larga lista de perseguidos, tenemos aun que agregar mui cenca de mil quinientos o mas oficiales del antiguo i glorioso ejército de la república, quienes sin mas auto ni traslado fueron despedidos i borrados del escalafón militar, de capitán a jeneral, por el delito de haber cumplido con su deber, guardando obediencia a su jefe constitucional, el Presidente de la República. Todos estos jefes fueron sometidos a juicio ante consejos de guerra formados por oficiales del ejército revolucionario, que ocupaban tan augusto cargo con las manos teñidas aun con la sangre de los combates i que venian a sentenciar i a juzgar a sus adversarios de la víspera. No eran tales jueces, porque eran recusables por la leí escrita i ante el tribunal de su


conciencia i de su propio decoro. I asi no causó a nadie sorpresa que, habiéndose alegado tal excepción ante los consejos i pedídoles se declararan incompetentes, no lo hicieron. Todo fué inconsecuencias i aberraciones en esos juicios: se sostenia que no habia en Chile ejército por no haberse dictado la lei que fijaba su número i no obstante, se juzgaba, como militares a los que habían tomado las armas o ya las tenían de antemano al servicio de la lei i su representante constitucional. Se les decia que no habiendo ejército, no podian juzgar como militares a los presuntos reos; que ellos mismos, los jueces, no eran militares, i no obstante, continuaban en su tarea de aplicarles la lei marcial. S i los acusadores sostenían que los revolucionarios no eran enjuiciables porque habían sido ciudadanos armados en defensa de las leyes, los acusados respondían que se les considerase a ellos en el mismo caso, ya que estaba reconocido que no habia ejército i que ellos entendían haber estado también defendiendo las leyes i la Constitución. I como se dijo por los defensores de los presuntos reos ante los mismos tribunales ad-hoc, no autorizados por ninguna lei, estando ya vijente la Constitución según ellos, «en la tramitación de las causas no se ha seguido ni las reglas mas elementales de procedimiento. En casi todos los casos los abogados defensores han tenido que consultar los antecedentes en las mismas oficinas de los fiscales-; algunos no han contado, ni con el tiempo necesario para sacar en limpio sus alegatos i los han tenido que entregar en borradores inconclusos, pues han sido las citaciones del Consejo solo horas antes de verificarse." «No se ha dado a los reos traslado de las acusaciones, i solo se han conocido por las publicaciones de la prensa, después del fallo del Consejo."


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«No se han recibido a p r u e b a las causas i ni siquiera-se ha citado para oir sentencia." «El tribunal no ha permitido a los reos la satisfacción de comparecer con sus abogados a las reuniones del Concejo, como siempre se habia acostumbrado;" • «Muchos otros antecedentes podríamos acumular, que vician i anulan lo obrado, pero seria tarea larga i hasta enojosa." Tal es lo que se dice en un folleto que contiene la defensa de 1 1 8 capitanes hecha ante el Consejo de guerra. Aquellos no eran jueces sino enemigos; no representaban la augusta majestad de la justicia, sino la vara implacable de la pasión política que caia sobre sus adversarios. I por eso no se estrañó ni se hizo aguardar una sentencia concebida en los términos siguientes: «Declárase, en consecuencia, que dichos reos deben sufrir la pena de inhabilitación absoluta para cargos i oficios públicos, durante seis años, contados desde el dia en que esta sentencia cause ejecutoria." He ahí una sentencia que ni siquiera merece los honores de justicia política, sino los de leí de odio i de persecución ¡fiel espresion del espíritu i tendencias de la revuelta triunfante! I allí también, en el considerando 3.° de la sentencia condenatoria, se invoca, en pleno siglo x i x el ¡derecho de la victoria alcanzada sobre hermanos, en lucha manchada por la traición i por el cohecho! ¡I todo esto se hacia en nombre de la Constitución reivindicada i de la leí vuelta a su imperio! I sin embargo, los grados de coronel, jeneral de brigada i de división, cuyos títulos se cancelaban, no los acuerda el poder ejecutivo, sino la cámara de senadores i por consiguiente, aquel no podia arrebatar derechos ni


empleos que no estaba en sus atribuciones poder conceder. Pero, no fué esto solo, porque se llegó hasta a poner la mano sobre la gloria mas pura de la república, sobre el marino cuyo nombre habia llenado el mundo con sus hazañas, su pericia i arrojo durante la guerra marítima del Pacífico i se borró también del escalafón a Latorre, por el delito de encontrarse en Europa desempeñando comisiones científicas de inspección de las poderosas naves que se construían para Chile i atendiendo los nuevos encargos que el gobierno le hacia. Tampoco habia recibido Latorre el alto puesto que ocupa de ningún partido; le habia sido discernido por el Senado, en representación del país i en recompensa de grandes i estraordinarios servicios. ¿Qué ha habido sobre lo cual no se haya puesto mano audaz de demolición, de esterminio i hasta de inmoralidad? Subvertido el réjimen de disciplina i de obediencia pasiva de la fuerza pública establecido por la constitución, sancionado por la conciencia universal de las naciones cultas i aconsejado por la mas elemental noción de gobierno, ha debido alzarse altares a la traición, i al dia siguiente de la victoria recomendar la junta ejecutiva revolucionaria, en lista nominal, a todos los militares que, estando al servicio de Balmaceda, estaban traicionándolo. I allí vimos con asombro, i la jente sensata del pais lo veria con sorpresa, figurar los nombres de muchos subalternos i jefes, i hasta el de dos edecanes del Presidente, a quienes este trataba con particular predilección. A uno de ellos lo vimos hasta los últimos dias sentado a su mesa i en la intimidad de su familia. ¡Judas no soportó la vergüenza de su traición! ¡Los edecanes Lopetegui i Campos no se han ahorcado aun! ¡Quién


sabe si Balmaceda al leer estos nombres en las listas de traidores se cubrió su cabeza con un manto i resolvió morir esclamando con el ilustre romano: ¡I tú también, Bruto! Háse visto también por la primera vez en Chile que en nuestras guerras civiles un estranjero haya saltado por sobre todos los grados del escalafón militar para ocupar el puesto de jeneral de brigada, que siempre fué discernido a dilatados i notables servicios i a una conducta militar intachable. Se ha recomendado i enaltecido la traición, premiándose con grados i honores a todos aquellos que la habian practicado, pero se ha olvidado que, por mas que en momentos de locura, de pasión i delirio político convencional, se trastornen las nociones de moral i decoro que forman la conciencia de las sociedades i de la humanidad, al fin llega un dia en que recobran su imperio. Entonces, la virtud i el patriotismo son enaltecidos i deprimido i castigado el crimen i la traición. No se borra de la conciencia universal por medio de sofismas i decretos lo que artífice eterno puso allí para que reine el concierto en las relaciones de los hombres que viven en sociedad. L a virtud, como el rayo de luz, pueden ocultarse; pero jamas se llegará a impedir que estén brillantes i ardientes, vivificando la vida material i vigorizando la moral social. Pueden los momentos de vértigo porque atraviesan los pueblos producir sacudimientos que remueven las tranquilas aguas i levantan a la superficie los heces que yacían en el lodo; mas, al fin, todo vuelve a su natural estado. ¿Porqué este propósito sistemático de subversión de los principios de moral i de sano criterio que siempre fueron en Chile la base sólida de su ya pasado prestijio? ¿Por qué tanto empeño en presentar


como criminales a los que ejecutaron actos que siempre fueron premiados como leales i honrados procederes? ¿Por qué aquel vehemente deseo de presentar como héroes i beneméritos de la patria a los q u e se condujeron como lo habían sido los que antes llevaron un estigma cruel de castigo i condenación? ¿Es que han cambiado en Chile las nociones de moral i de justicia o se ha llegado al convencimiento de que todo aquello era vana fórmula, inútil i estorbo? No; nada de eso es posible aceptarlo, porque seria preciso entonces calificar de malvados o inmorales i todavía mas, de torpes, a los que se preparaban las armas mismas que debieran servir a su futura caida i condenación. La verdad es: que lo único que se busca son armas, prteestos i fundamentos para justificar una revolución criminal, que no era requerida, ni por ninguna exijencia social, ni por actos de tiranía, ni por ninguno de los motivos que han obligado siempre a los pueblos a levantarse en masa en contra de sus opresores. Habiendo permanecido el pueblo tranquilo i mero espectador juzgando los hombres i los acontecimientos, invierten los revolucionarios su papel i se presentan como los salvadores i los redentores de una sociedad i de un pueblo que no demandaban salvación, no pedían redención i que, en caso de buscarlas, no seria asiéndose al oropel aristocrático, sino proporcionándoselas a si mismo en la educación, en la instrucción, en el trabajo i consagrándose a la obra de su propia rejeneracion para hacer imposible todo engaño i toda esplotacion de embusteros mentores, cuyas obras nadie podrá olvidar. Presentan como criminales a los que cumplieron su deber i obedecieron las leyes del honor, para asignarse ellos el cómodo papel de vengadores que traen en sus manos la espada de la verdad. 27


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Les hacemos justicia: les queda aun pudor i desean revestir su obra con el deslumbrante ropaje que solo •corresponde a las grandes causas i a las grandes acciones. Sea; pero no se piense que la grita destemplada de la prensa, que hace coro a aquellos propósitos; ni las persecuciones en masa contra los individuos; ni los saqueos; ni los asesinatos aleves; ni el premio a la traición; ni el castigo a la honradez pueden ser bastantes para borrar de la conciencia universal las nociones de verdadera justicia, ni jamás podrán establecer que la traición es la honradez; que la virtud es criminal; que la lealtad deshonra; que el asesino aleve es valiente i heroico; que el incendiario es digno de premio i respeto. Siempre flotará sobre la atmósfera social la condenación de la maldad, la recompensa al bien. I si así no fuera. ¡Cuan triste idea no daría de su decantada cultura i de su adelantado espíritu de progreso una sociedad que se considera ella misma a tanta altura! No podríamos aqui dar aliento de publicidad i luz a centenares de narraciones de actos de crueldad, cuyo conocimiento nos llega de todas partes. Flajelaciones; exhumaciones de cadáveres para profanarlos; paseos en burro de personas notables; encarcelamientos i burlas crueles hechas a militares ilustres i a simples particulares partidarios de Balmaceda, todo eso i mucho mas, formará parte un dia de la historia comprobada de las crueldades de esta época de rejeneracion, que se dilata ya mas de lo que pensaban talvez sus mismos provocadores. ¡No se reparan en un dia, ni en años los estragos que el torrente desbordado vá dejando en pos de sí! No queremos atestiguar sino aquello que pueda ser perfectamente comprobado o que, constando de documentos públicos irrefutables, jamás pueda ser desmentido; i mui particularmente, aquello que vi-


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niendo de las autoridades del nuevo réjimen, dé testimonio del espíritu de intransijencia i sistemática Crueldad que ha caracterizado la revuelta. Hoi que la prensa ha principiado a despertar i que un lijero soplo de enfermiza libertad la permite vivir entre las zozobras del asalto i del incendio, comienzan a llegarnos narraciones de las persecuciones e infracciones de la lei i la Constitución que se han cometido en contra de las personas ( i ) . ( i ) De « L a República», diario que se edita en Santiago tomamos. la siguiente relación de los reos políticos presos en la cárcel, con especificación de los empleos que desempeñaron i demás circunstancias que se espresan: en 22 de febrero de 1892. Salvador Urrutia.—Teniente Coronel, aprehendido en 30 de octubre de 1891,— Tiempo de la prisión 3 meses 20 dias.-—Se le acusa de ser responsable de los desórdenes causados en el choclón conservador de la calle de las Rosas, en 16 de diciembre de 1890. Antonio Cervantes.—Teniente Coronel, lleva un año 4 dias de prisión i 4 meses 4 • dias incomunicado. — Ignora los cargos que haya en su contra. Los vejámenes hachos á este jefe son tan graves i tantos, que por el momento nos limitaremos a decir que durante los 3 meses q u j permaneció preso en Tacna, estuvo incomunicado y se le mantuvo 10 días a pan i agua i el resto con porotos i arvejas cocidas. Todos sus sufrimientos serán publicados oportunamente. En Tacna no permitieron tuviera abrigo ni cania i el alcaide de la cárcel fué desp-dido por haberle proporcionado una payaza. En los 2 meses que estuvo a bordo, permaneció siempre encerrado en las bodegas i a bordo de la Ab/ao lo pusieron en cepa de campaña durante 2 horas i media, tronchándole el brazo izquierdo que tenia i n ú t i l por dos balazos que habia recibido en la batalla de Tacna: cuando se caia en este suplicio, lo pateaba en la cabeza y cuerpo el teniente de marina Julio Barí, y lo vejaron de mil maneras. Tristan Stephan.—Teniente Coronel, preso 5 meses 17 dias, ignorante de los cargos que haya en su contra.—Est¿ jefe ha sufrido muchos é inauditos vejámenes cuya publicación se hará dentro de poco; por ahora diremos solamente que estuvo 4 meses en la Penitenciaria, en celda solitaria, y con grillos durante 2 meses. F u e tomado preso en los V Ü o s i paseado por distintos puntos con grillos y esposas, especialmente en San Felipa, donde lo retrataron vestido de roto i con grillos i esposas. I en Illapel fué puesto en capilla para fusilarlo, actuando para este fin el cura de este pueblo. Hasta hoi, febrjro de 1S93, permanece preso y se le lleva de una á otra cárcel, sin saberse el delito porque se le procesa. Stephan es un verdadero mártir inmolado por la aristocracia, que venga en él su propia cobardia, pues Stephan arreó solo por las calles de Santiago a 300 guapos caballeritos que tiraron sus revolvers de puro valor (vulgo miedo). Liicindo Bysivinger.—Teniente Coronel, preso 4 meses 13 dias, incomunicado d u rante 5 dias. La causa de su prisión haber sido prefecto de policia durante 40 dias. A l día siguiente de estar preso se presentó a su celda don Pedro Maria Rivas i lo insultó i amenazó darle d^ bastonazos a presencia del alcaide señor Valenzuela i de otro caballero. Estuvo 2 meses en la Penitenciaria con los reos rematados, i el Superintendente M o n taner lo amenazó con azotes. E l 7 de enero ordenó el presidente Montt que lo pusieran en libertad: pero el Fiscal Lezaeta Riva no quiso cumplir esa orden, espresándose en los términos mas groseros al mismo Presidente. Luis Leclerc.— Sargento mayor, con 4 meses 9 dias de prisión i de ellos 3 meses 10 días incomunicado. Se le imputa la muerte de Timoleon Lorca. Este jefe fué casi asesinado por Padilla en la batalla de Placüla, cuyo hecho ya ha sido publicado en "La República». Ignoro por qué estuvo incomunicado; sin embargo, durante este tiempo fué i n sultado groseramente por el constitucional Fermín Fuenzalida. Leopoldo Bravo C.~Sarjento Mayor, preso 5 meses 23 dias é incomunicado 3 meses 10 dias. Causa de su prisión por haber sido vocal del Consejo de Guerra de « L o Cañas». Fué tomado prisionero en Valparaíso el 28 de agosto i al dia siguiente conducido con 7 compañeros mas al trasporte Amazonas, donde les quitaron cuanto tenian, sin dejarles


El distinguido i moderado ex-ministro de Hacienda del último ministerio de Balmaceda, don Manuel A. Zañartu, hizo al Congreso Nacional una solicitud de amparo, en la que se .espresa en los términos siguientes: «Manuel A. Zañartu, haciendo uso del derecho conferido por la Constitución del Estado, me presento respetuosamente a U. E., como el poder al cual una reciente elección, precedida de los triunfos de Concón i la Placilla, ha delegado la soberanía nacional, para pedirle se sirva hacer guardar los procedimientos tutelares de la justicia, violados, al parecer, como un castigo por la cooperación prestada al Sr. Balmaceda en sus tareas administrativas i en el afianzamiento del principio de autoridad que, en concepto nuestro, es el establecido por las instituciones del pais i el llamado a asegurar su mas sólido progreso.»

siquiera los pañuelos de narices. La tripulación del buque los insultó de mil maneras, distinguiéndose en vejarlos los mismos oficiales; i la tropa pedia que los entregaran para descuartizarlos; por este motivo los encerraron en los carboneros, donde permanecieron dos dias i dos noches sin agua ni alimento. Estuvo con grillos durante 12 dias. Arturo Rivas.—Sarjento mayor, preso 4 meses 33 dias i 3 meses 10 dias incomunicado. Fué traído con esposas desde Chillan por un teniente La Fuente, de la policía de dicha ciudad, quien cometió de motu-propio este vejamen. Manuel A. Fuen^alida.—Capitán, preso 4 meses 19 dias,--i 3 meses 1 0 incomunicndo. Juan N. Bravo.—Teniente, lleva 5 meses 6 dias de prisión, i 3 meses 1 0 dias incomunicado. Se le acusa de haber formado parte de la tropa del gobierno que atacó á la montonera de « L o Cañas». Estuvo 12 dias con grillos. Litis Faulhac S. — Subteniente, lleva 4 meses 22 dias de prisión í 3 meses 10 dias incomunicado. Las causas de su prisión, las mismas que el anterior. Estuvo 13 dias i n comunicado en Curicó i no le dieron ní comida, siendo alimentado por los mismos soldados, quienes ocultamente le proporcionaban comida. Alejandro Minino C.—Subteniente, lleva 4 meses 22 dias de prisión é incomunicado 5 dias. Se le acusa de haber ido á « L o Cañas» en la tarde del 10 de agosto. Estuvo 2 días con grillos. Juan Bautista Rodrigue^.—Alférez, lleva 3 meses 22 dias de prisión i 10 dias incomunicado. Se le imputa la muerte del cirujano Luis S. Carvajal, en el combate de V a l l e nar. Abordo del vapor Laja le pusieron esposas i en este estado lo desembarcaron en V a l paraíso i condujeron á Santiago. Nicolás Fernande^.— Segundo jefe del cuerpo de jendarmes de Lebu, lleva 4 meses 12 dias de prisión e incomunicado 40 dias. La causa de su prisión haber sido municipal i segundo jefe de jendarmes de Lebu. Pedro N. Rodrigue^.—Alcaide de la cárcel de Lebu, lleva 4 meses 5 dias de prisión i 10 dias incomunicado. Se le acusa de usurpación de atribuciones. Miguel Luis Valdes.—Segundo jefe de la sección de pesquisas, lleva 5 meses 13 dias de prisión, se le imputa prisiones arbitrarias. Estuvo 18 dias con grillos y un o f i cial fué a su calabozo á insultarlo Í hasta le pegó de planazos. José Domingo Olivares, —Comisionado, lleva 5 meses 17 dias de prisión, se le acusa de haber flajelado a A l v a r o Lamas. Estuvo 17 dias con grillos i ha sufrido mil veja-


« L a s violencias han consistido en saqueos, en prohibición de enajenar, retención de bienes_, prisiones, etcétera, etc., a los que se habría podido agregar, respecto de mi, pérdida de vida, sin las consideraciones (imperiosamente reclamadas por el mal estado de mi salud) que debo a los nobles i buenos oficios de una respetable familia.» «Por todos estos motivos, terminaba diciendo, descansando mas que tranquilos en el testimonio de nuestra conciencia, í en el juicio universal consignado en los piincipios del derecho, que han sido escritos para juzgar actos iguales a aquellos de que, en nuestra patria se nos hace un crimen, solo pido que se nos someta a procesos correctos, ante los tribunales de jurisdicción legal apropiada, i que se aplique la

menes en su prisión. Estuvo i dia en la Penitenciaria i lo tuvieron en un banquillo para fusilarlo. Roberto Larrain.— Segundo jefe de pesquisas, lleva 5 meses 22 dias de prisión i se le acusa de hab^r flajelado.—Se le pretendió fusilar en la Penitenciaria i se le paseó por las calles de Santiago montado á la grupa de un soldado de caballería. Lo han tenido 22 dias incomunicado, sin permitirle cama. Lorenzo Riveras. — Soldado del 8.° de linea, lleva 5 meses 27 dias de prisión i 1 mes 15 dias incomunicado. Se le acusa de haber formado parte de la tropa que atacó á la montonera de « L o Cañas». Fué traído de C h i l l a n , diciéndole que solamente se le necesitaba para que prestara declaración. Federico Gons¿ale%.—Soldado de Húsares de Colchagua, lleva 3 meses 6 dias de prisión i se le acusa de lo mismo que al anterior. José León de la Barra.—Comisionado, lleva 4 meses 27 dias de prisión y se le acusa de haber sido ájente de Valdes Calderón. Fué puesto en libertad dos veces por el j u z gado. Pero el fiscal Souper, dio contraorden las dos veces. José. Miguel Saavedra,—-Paisano, lleva 4 meses 1 dia de prisión i ha permanecido 4 días incomunicado. Se le acusa de haber ido a « L o Cañas». Simón Carvajal.—Comisionado, lleva 5 meses 22 dias de prisión i tuvo 70 dias de incomunicación. Se le acusa de haber flajelado. Fué apaleado i pisoteado por un N a v a rrete i una turba en la Plaza de Armas i conducido al cuartel de Bomberos donde lo h a brían fusilado sin la intercesión de D. Ambrosio Rodríguez Ojeda. Fidel La^o.—Comisionado, 5 meses 19 dias de prisión, con 67 dias incomunicado. Sa le acusa de haber flajelado i estuvo 20 dias con grillos. José Echevarría,—Coronel, lleva 4 meses 17 dias de prisión. Se le acusa de haber ordenado prisiones arbitrarias, en apariencia, pero en realidad para satisfacer venganzas personales de Juan Castellón. N i n g ú n juzgado conoce hasta hoi de su causa; pues ni el T r i b u n a l Militar, ni el Juez del Crimen, ni la Corte de Concepción quieren juzgarlo de sus actos como Coronel del Ejército leal, gobernador de Talcahuano e Intendente de Concepción. Solo se le ha tomado una declaración el mismo dia en que se presentó. Se encuentra actualmente en la cárcel de Concepción, después de haber estado preso en el cuartel de Artillería de Santiago. Por mas de quince meses han durado los vejámenes al Coronel Echevarría, haciéndose mofa de todas las garantías individuales i de los respetos i consideraciones debidas a un digno militar, cargado de años i de merecimientos ante la patria i la sociedad. Ignoramos si hoí, en 1893, ha sido puesto ya en libertad.


lei correspondiente, como el único medio de que la libertad, la luz i la justicia se abran paso en esta tierra." El digno i caballeroso coronel Francisco Pérez, dirijia no ha mucho una representación al capitán Montt, hoi Presidente de Chile, haciéndole presente que hacia meses que se le tenia preso, sin habérsele comunicado la causa de su detención; se le narraba las informalidades de procedimiento que con él se habian usado i el mal tratamiento que se le habia dado i continuaba dando en la prisión, no obstante que ya estaba, según se decia, restablecido el réjimen constitucional i apesar de ser el coronel Pérez un digno jefe que conquistó sus grados en la guerra estranjera i que perdió todo el pequeño caudal de treinta años de economías en el saqueo que dejó a su familia en la miseria en Valparaiso. Recién se le ha puesto en libertad bajo fianza, lugar determinado como cárcel i otras exijencias. El ilustre jeneral Velázquez permanece aun aprisionado a bordo de un buque de guerra por.haber tenido la jenerosidad de presentarse él mismo al gobierno para que no se estuviera esplotando su nombre, para hacerlo servir a mentidos planes de revuelta, como pretesto para aprisionar i perseguir a los parias balmacedistas. D. A. Valdes Carrera publica en la prensa de Chile una larga narración de los sufrimientos i persecuciones de que ha sido víctima, dirijida también al capitán Montt i en ella dice: «Fui saqueado, Excmo. señor, tuve que salir de mi casa con mi familia a medio vestir; no solo se me saqueó sino que hasta se destruyó la casa por las turbas capitaneadas por un empleado de la Moneda." «En el saqueo me llevaron también una maleta con cerca de doce mil pesos."


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«Encontrándome con mi familia desnuda i sin hogar, quise irme a mi fundo, donde teníamos de cuanto necesitábamos.» «Pero mi fundo habia sido también saqueado de orden del gobernador Echeverría i mis empleados, en número de cinco, echados del fundo.» «Destruyeron las siembras, echándoles animales, destruyeron mas de treinta cuadras de cercos de alambres, arrancaron mas de cien paltos i chirimoyos, han asolado los montes, sacando mas de cinco mil cargas de leña, arrancaron las viñas i por último se robaron mas de trescientos animales que tenia de dotación el fundo.» En un recurso de amparo de cuarenta.i.dos militar res detenidos en la cárcel i no oido por la Excma. Corte, por estimar inconvenientes los términos de su redacción, se dice lo que indica la siguiente nota (i). (i) Excma. Corte: Los filmantes, detenidos arbitrariamente en la Cárcel Pública de esta capital, a U . E. decimos: que con el restablecimiento de todos los poderes públicos, acaecido el 26 de Diciembre último, los tribunales militares han cesado en sus funciones ilegales, i los fiscales han hecho renuncia de sus cargos, porque han creído que solo después de esa fecha funcionaban ¡legalmente. Como U . E. ha negado lugar a numerosos recursos de amparo contra nuestras prisiones arbitrarias, por cuanto estábamos sometidos a un tribunal militar, habiendo desaparecido dicho tribunal, ocurrimos á U . E., en conformidad al artículo 131 de la C o n s t i t u ción Política en demanda de protección. Hemos clamado incesantemente, i en vano, que nos juzgara la justicia ordinaria. Lejos de pretender rehuir la responsabilidad de nuestros actos, hemos solicitado de U . E. nuestro juzgamiento con arreglo a las leyes de la nación. U . E. proveyó: «.Ocurran donde corresponda-a. Ocurrimos a los señores Jueces del Crimen, i estos se negaron a j u z g a r nos. La Hma. Corte de Apelaciones confirmó la opinión de los Jueces del Crimen. Así nos fueron desvanecidas todas las ilusiones de encontrar justicia i quedamos sometidos al T r i b u n a l Inquisitorial, llamado militar. Los fiscales de ese tribunal, salvo una rara excepción,.no se han ocupado de investigar delitos sino de inferir vejámenes a los que no hemos tenido otro delito que haber sido leales i honrados defensores del Poder C o n s tituido i del orden público, perturbado por los que se alzaron con la escuadra. A l g u n o s hemos sido arrojados a las celdas, sin permitirnos camas durante dias, dándonos por toda comida fréjoles sin aliño: se nos ha negado el ausilio de médico i m e d i cinas a los que estaban seriamente enfermos; las incomunicaciones estrictas en nuestras celdas por dos ó tres meses; los insultos groseros que recibíamos continuamente de los valientes constitucionales, que venían espresamente a darse la satisfacción de injuriarnos, sin respetar nuestra condición de prisiones: las amenazas de fusilamientos, sentados en el banquillo a los amenazados, con todas las formalidades del caso, no faltando' jamás algún S A C E R D O T E , que se prestara a tan digno proceder; el modo indigno i vejatorio como hemos sido conducidos a los establecimientos penales; los grillos i esposas empleados con profusión, i los azotes recibidos por numerosas víctimas, de las cuales se cuenta una entre nosotros que recibió ciento setenta i cinco acotes a bordo del trasporte Bio-Bio, escapando a la muerte por la interposición de don Osear Muñoz, contador de la armada,


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Todos los firmantes de esta solicitud, varonil, respetuosa i digna de los que hasta el último instante defendieron el honor del ejército i de la república, está firmada por jefes que todos ellos son tenientes coroneles o coroneles. L a Corte encontró que no estaba en términos convenientes i la mandó devolver. Por mas que se lea esa pieza interesante, no se descubre en ella una sola frase, una sola palabra de irreverencia, a no ser que el meticuloso tribunal considere falta de respeto que se le informe de los malos tratamientos que se dan a los detenidos en las prisiones, para que, en cumplimiento de uno de sus mas sagrados deberes, deber de humanidad i de lei posipariente de la victima, que impidió se continuara la flajelacion, no kan logrado aba/ir nuestro espíritu. Los sufrimientos han fortificado nuestro ánimo i nos han hecho c o m prender mejor, cuan grande i santa es la causa que defendimos. Consideramos un honor haber sido víctimas de esa causa. La bárbara i tenaz persecución de que hemos sido objeto, ha tenido por fin trazar una linea divisoria entre los contendientes de la revolución del 91. No ha sido suficiente el saqueo de nuestros hogares, la pérdida de nuestros empleos i cuatro meses de prisión: es necesario, para satisfacer las pasiones no ahogadas aun f o mentar esas pasiones de odio, inventando contra-revoluciones. La miseria sé ha representado ya con negros tintes i caracteres alarmantes en varios de nuestros hogares i no tardará en estenderse a todos los demás. Para nosotros, no rijen las leyes chilenas, puesto que hemos merecido ser juzgados por un tribunal especial creado ilegalmente. Se ha dictado, para mayor sarcasmo, una lei de amnistía para la esportacion, cuyos efectos han sido nulos, porque para burlarla se ha calificado de delitos comunes los a c tos ejecutados por los que quiso beneficiar la lei. Si nuestra presencia les incomoda a los vencedores ¿porqué no se decreta nuestro estrañamiento? Así podríamos trabajar y gozar de garantías que aqui se nos niegan. Por última vez recurrimos ante U . E. abrigando la esperanza de que en esta ocasión, U . E. tomará ínteres en ampararnos en conformidad á las leyes. E l dia 26 de Diciembre último, con el restablecimiento de todos los poderes p ú b l i cos, la Constitución i las leyes han recobrado todo su imperio; los tribunales militares cesaron en sus funciones conjuntamente con los fiscales qué han hecho renuncia de sus cargos. Si no estamos, ahora, sometidos a la jurisdicción militar, ¿tendrá U . E. i n c o n v e niente en ordenar se nos ponga en libertad, por no haber sido arrestados por orden de autoridad competente? N o estando ya sometidos a ningún tribunal ¿porqué se prolonga nuestra prisión? Todos nosotros hemos sido arrestados arbitrariamente sin orden de autoridad c o m petente i sin las formalidades legales. E n conformidad a la leí de Diciembre último, U . E. deberá ordenar nuestra libertad. P o r tanto, A U . E. suplicamos se sirva haber por interpuesto el recurso de amparo, en c o n f o r midad al articulo 134 de la Constitución i en v i r t u d de lo prescrito en la lei de 3 de D i ciembre ya citada i ordenar se nos ponga en libertad. Daniel Morón, F. Pére?, Ramón Carvallo Orrego, M. C. Doren, José Antonio Fontecilla, José Antonio Errá%uri%, Ruperto Fuentealla, Tristan Stephan, Pedro Pablo Toledo, Tristan Pla^a, Luis Leclere, José Antonio Cervantes, David Silva Létnus. (Siguen las firmas).


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tiva, les corrija e impida su repetición. ¡Admirable criterio el de hombres constituidos en representantes de la justicia que, en presencia de un denuncio autorizado sobre hechos tan graves, solo pudo percibir un desacato contra sus serias personalidades i no vio la deformidad i los vejámenes que se inferían a personas que no eran delincuentes! ¡Qué diferencia con aquellos tiempos que han dado en llamarse de tiranía e infausta dictadura, en que un intendente de Valparaiso se presentaba a la policía para ordenar que todos los detenidos políticos fueran tratados con toda consideración, ya que no eran criminales, sino personas a quienes se privaba de la libertad en protección de un interés social comprometido: el orden público i que ademas, ponia a muchos en libertad! He ahí procedimientos que por sí solos bastan para caracterizar la tendencia de la revolución triunfante, si no hubiera otros tanto o mas típicos i elocuentes. Se ha acordado por la cámara de diputados la acusación de veintitantos ministros de las cortes superiores de justicia que pertenecieron a la administración Balmaceda: «porque los ministros acusados no opusieron resistencia a la orden gubernativa que declaró la clausura de los Tribunales Superiores de Justicia." I sin embargo, habiendo asistido el dia 2 de marzo casi todos los ministros de esas Cortes a desempeñar sus funciones judiciales, i retirádose en seguida en obedecimiento a la orden Suprema, solo han sido acusados los veintitantos que eran amigos de Balmaceda i los otros permanecen hoi todavía en sus empleos, gozando de los honores de sus sinecuras. Seria lato i fuera del carácter de esta obra analizar los otros capítulos de acusación, que nos conducirían a consideraciones legales que demandan estenso desarrollo.


Bástenos decir que todos los capítulos de acusación son infundados, lo que hace que los presuntos delincuentes, en una publicación que acaban de hacer en Santiago, se espresen así: «El último capítulo de acusación contiene el mas estraño e incalificable cargo que pudiera hacerse a majistrados que han tenido por norma de su conducta el vivir separados de la atmósfera ardiente de la política, i muchos de los cuales han residido en réjiones distantes, tanto de Santiago como de las provincias en que se han ajitado con mas ardor las pasiones violentas de los últimos acontecimientos. Se hace consistir este cargo en que los ministros acusados han cooperado a los actos de una titulada dictadura i en que han aprovechado del crimen cometido por el Presidente de la República, siendo por esto cómplices i encubridores suyos." I este cargo absolutamente vago e infundado, no se basa en hecho alguno concreto, que en realidad no podría encontrarse. Por eso los inculpados se preguntan con tanta razón: «¿Qué actos son esos a los cuales han cooperado los majistrados procesados? ¿En qué ocasión han contribuido a la adopción de las medidas tomadas por el gobierno cesante para debelar a sus enemigos?" No los hai. L a verdad es que ese es un juicio político, impropio para producir la conciliación en la familia chilena. « L a Cámara de Diputados, dicen los inculpados, animada todavía con los ruidos de las batallas, se ha precipitado en la brecha desierta de enemigos, i, empuñando el pendón de las venganzas, ha llenado el pais con los clamores de sus debates, unánimes para ofender, para zaherir a muertos i a vivos, para acusar a presentes i ausentes. Ha forzado las doctrinas constitucionales, no solo en los puntos en que podia caber una interpretación jenerosa, sino en aquellos en que la letra de la carta favorecía evidentemente a los per-


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seguidos; i de este modo ha hecho caso omiso de los plazos i de las prescripciones que los amparaban, i ha suprimido, en sus procedimientos de investigación, trámites que la misma Constitución señala como indispensables ( i ) . » « L a acusación en masa de los ministros de Estado que compartieron con el presidente Balmaceda los azares de la guerra civil durante el término de ocho meses i la acusasion a los majistrados superiores de justicia que funcionaron en agosto último, son la prueba manifiesta de la afirmación que acabamos de estampar. Ella revela a la vez el nuevo plan que el vencedor ha puesto en planta, a fin de hacer efectiva una responsabilidad que se reputa indiscutible contra nombre han alcanzado ( i ) Los acusados son: José Fructuoso Cousiño, abogado desde 1845, i Ministro í Presidente de la Suprema Corte desde 1865.—Manuel E. Ballesteros, abogado desde 1871 que tiene una brillante foja de servicios como educacionista, juez, presidente de Corte i autor de varias obras de jurisprudencia premiadas por la Universidad. — Epifanio del Canto, abogado desde 1852, intendente de varias provincias, juez y Ministro de Corte desde 1870.—Domingo U r r u t i a Flores, abogado desde 1856, intendente, diputado i M i nistro de Corte de 1882.—Pedro José Gorroño, abogado desde 1864. rector de Liceo i Ministro de Corte desde 1878.— Santos Cuvada, abogado desde 1856, juez de letras en 1870 Ministro de Corte desde 1 8 8 0 . — D a n i e l Cádiz, abogado desde 1858, juez en 1867, Ministro de Corte desde 1888.—José Miguel González, abogado desde 1859, Ministro de Corte desde 1888.—Ramón A n t o n i o Vergara Donoso, abogado desde 1859, diputado, juez desde 1866. Ministro de Corte desde 1877, miembro de la comisión revisadora del proyecto de Código de Enjuiciamiento C i v i l . — C a r l o s Boizard, abogado desde 18Ó7. secretario de intendencia, Protector de indíjenas, Juez de Letras desde 1876, fiscal de la Corte en 1 8 8 3 , Juez de Letras de Santiago en 1880 i Ministro de Corte en 1889. — J o s é T i b u r c i o Bisquert, abogado desde 1861, profesor, diputado. Juez del Crimen de Santiago desde 1873, Juez de San Fernando i Ministro de Corte en 1889.—Demetrio Vergara, abogado desde r876, relator de la Corte, Juez de Letras desde 1884, Ministro de Corte desde 1889.—Emilio Crisólogo Varas, abogado desde 1864 profesor, Diputado, Ministro de Corte en 1882, Ministro Plenipotenciario de Chile en Estados Unidos en 1887, fiscal de la Corte en 1890.—Sotero Guardian, abogado desde 1861, Juez de letras desde 1 8 8 2 , M i nistro de Corte desde 1885 i Presidente de la de Talca en 1889.—Horacio Pinto A g ü e r o , abogado desde 1871, profesor, Jefe de Sección de un Ministerio, diputado, Juez de Letras desde 1874, Ministro de Corte en 1888 i Presidente de la de Talca en 1S90. — Luis del Canto, abogado desde 1864, diputado en el mismo año, Juez de Letras en 1S71, Ministro de Corte en 1 8 8 8 . — F i d e l U r r u t i a , abogado desde 1870, Juez de Letras en 1 8 7 o , Ministro de Corte en 1870.—Ramón Escobar, abogado desde 1859, oficial de un Ministerio, secretario de intendencia, diputado en 1870, Protector de indíjenas, intendente, Juez de Letras en 1874, Minstro de Corte desde 1884.—Federico Navoa, abogado desde 1848, profesor, Juez de Letras desde 1868, Ministro de Corte de 1881. — Pedro Roberto V e g a , abogado desde 1872, Juez de Letras desde 1876 hasta 1889 que asciende á Ministro de Corte. ¡He ahí los grandes criminales i los advenedizos que acompañaban al Presidente Balmaceda, todos envejecidos en el servicio de la Nación, en puestos públicos eminentes 1 a quienes se pretende castigar hoi como grandes delincuentes de imajinarios delitos.


en el seno de la honorable Cámara de Diputados. Es digno de recordar aquí, como un signo de los tiempos, que uno de los caudillos de la revolución i promotor a la vez de todas estas acusaciones, nombrado por tanto para proseguir la dirijida contra los jueces ante el Senado, ha declarado en plena sesión que la justicia de este alto cuerpo debe ser implacable contra los acusados.® No debe olvidarse tampoco que, aunque llevados ante el Senado en calidad de reos solo veinte majistrados judiciales, todos ellos encanecidos en la majistratura, «debe tenerse presente que en pos de ellos, como lo dicen con justicia en su defensa, acusados por el mismo delito, queda en el mismo ramo una larga fila de servidores públicos que han sido arrastrados a las cárceles i se encuentran actualmente procesados ante tribunales inferiores, destituidos i vejados, en número tan considerable que casi no hai departamento en donde exista en el dia una administración de justicia correcta i regular. L a jeneralidad de la persecución ha aniquilado, puede decirse, al poder judicial, de suyo independiente, i ha demolido hasta sus bases una institución que era un deber respetar en obsequio a la Constitución, i una conveniencia conservar en beneficio mismo de los devastadores.® Todo esto se afirma i sostiene ante el tribunsl de la opinión pública, ante los jueces mismos i en presencia del mundo civilizado, por veinte caballeros de alta posición social, de reconocida probidad i de elevadas dotes de saber i cultura intelectual. Todo esto se hace por la revolución triunfante, bajo el imperio de una lei de amnistía, que no es un engaño para aquellos a quienes se dice va encaminada a protejer, pero sí una burla a la opinión del mundo civilizado, para hacerle creer que las persecu-


ciones cesaron, i rije ya en Chile, en su plenitud, el imperio de las leyes i de la Constitución i que cesarán las persecuciones. No, no se engañaron los amnistiados, porque ademas que la lei no comprendió ni cobijó bajo su manto de jenerosa protección, a senadores, diputados, ministros i consejeros de estado, ministros de los tribunales superiores de justicia, jenerales, coroneles e intendentes de provincias, se dejó abierta amplia brecha para hacer precipitarse por ella la mas odiosa persecución, so pretesto de castigar delitos comunes, per cuya causa hoy yacen todavia en las cárceles muchos inocentes, o muchos a quienes no ha faltado un enemigo que los persiga. La razón que se ha dado en el Congreso de Chile, para esceptuar del perdón o amnistía a los jenerales, coroneles, intendentes i otros funcionarios de elevada jerarquia ha sido: «que ellos, mejor que nadie, debían conocer la Constitución i saber que el presidente Balmaceda habia dejado de serlo para pasar a ser Dictador: que debían haberla estudiado i ver que Balmaceda era un usurpador." Fué precisamente lo que hicieron los sostenedores de la administración Balmaceda, a la cual le entregaron su tranquilidad personal i hasta sus vidas. Estudiaron la lei i la Constitución i en la rectitud de su juicio, creyeron que la interpretación que ellos les daban i no la de los revolusionarios, era la que se ajustaba, no solo a su letra i espíritu, sino también a la conveniencia del pais. ¿Por ventura los revolucionarios eran infalibles i creen que su interpretación era la única? ¿Para qué nos ordenarían estudiar las leyes, si al mismo tiempo se nos imponía la aceptación de una interpretación ideada por ellos, sin que pudiéramos desecharla so pena de incurrir en delito i en crimen? Tal imposición es el reconocimiento de la mas audaz de las tiranías, porque tiende a matar en el hombre, su facultad mas


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preciosa i que constituye la esencia de la personalidad humana: la libertad de pensar i obrar. El mismo derecho tenemos nosotros, i lo tenemos con razones legales i de sentido común, para decir que eran los revolucionarios quienes estaban fuera de la lei i quienes la interpretaban mal. I tan cierto es esto, que una cuestión de derecho, que debía haberse resuelto en los comicios públicos, fué sacada por ellos de su quicio i dirimida por la fuerza, que siempre es violencia i capricho, cohecho i traición, como en el caso actual. Obra cimentada sobre tales bases no se eleva imponente i majestuosa: tiene que vivir por mucho tiempo entre zozobras, persecuciones i muerte de todas las libertades i garantías. Chile nada ha ganado i sí ha perdido mucho en esta loca aventura. Inquiéranse en buena hora los delitos comunes que hombres criminales pudieron haber cometido; nosotros seriamos los primeros en levantar nuestra voz débil, pero si enérgicamente justiciera i honrada, para que no queden envueltos en polvo de impunidad, delitos cuyo castigo reclama la vindicta pública. Hasta pediríamos una amplia e inmediata investigación, a fin de que se supiera con la evidencia de la verdad el grado de responsabilidad que toca a cada culpable. Tendríamos también entonces derecho para reclamarla igualdad de procedimientos, lema precioso de nuestras leyes fundamentales, i solicitar igualmente la investigación de un gran número de crímenes políticos perpetrados después que la paz se restableció, sobre los cuales la conciencia pública ha detenido su atención, alarmada i sorprendida de que la justicia haya hecho semblante de ignorarlos i que haya enmudecido el poder que debió prevenirlos, o, ya que no lo hizo, que no se haya perseguido o aprehendido a sus perpetradores. No hai ventaja para la


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sociedad, ni para nadie, de que pueda quedar establecido que en épocas de convulsión social producida por las pasiones* políticas, puedan concularse todas las leyes, sin que un correctivo oportuno i eficaz las prestijie i aplique. Justicia e igualdad en el castigo de todos los crímenes; premio para todas las grandes acciones es lo que habríamos apetecido. Pero, la revolución triunfante ha querido obrar de otra manera. Ya se ha visto como. Será juzgada por sus frutos. ¡Y aun aguarda el fallo de justicia que se hace fuera de la patria, una escena de dolor i de sangre, cuyo esclarecimiento vendrá a decirnos si solamente Héctor Várela pagó en tierra estrangera tributo de martirio a su bandera política i a sus convicciones, cayendo a impulsos de la saña implacable de Rosas, o si el suelo de América ha visto por segunda vez reproducido en Salvador Sanfuentes el drama sangriento que desde hace medio siglo viene recibiendo la condenación enérgica de veinte jeneraciones. Aguardemos que la justicia hable i confiemos en que no descenderá, por el decoro de su patria, del alto solio de integridad i prestijio que con razón se tiene conquistado en esta tierra de libertad i democracia que se llama República Arjentina! Un último signo de los tiempos i de la rectitud de criterio que domina en nuestra patria. L a prensa de la ciudad de Concepción, tierra que se llama de libres i caballeros, ha esclamado regocijada: ¡que se felicita de la muerte de Sanfuentes! i que este jamas

creería haber tenido el honor de caer herido de muerte por el brazo de dos caballeros. Bajo el título de un telegrama infamante, un folleto publicado en Mendoza con motivo de la muerte de Sanfuentes dice: El Ferrocarril, decano de la prensa clerical, rejistra en sus columnas i en la sección


«Provincias* los siguientes telegramas: «Señor Domingo Toro Z. cónsul de Chile—Mendoza—Los vecinos de Concepción desean que los señores Castex i Navarro sean defendidos por abogados de reconocida competencia i siendo su honorario de cuenta de este vecindario, dígnese Ud. elejir el abogado que crea reúne las cualidades convenientes.—Pedro J. Bena-

vente-—Rafael Zerrano.—Andres Sanhueza Pacheco. —Andres A. Lamas. Concepción, febrero a de 1 8 9 2 . "

«Señor Pedro J . Benavente. — De Mendoza.— Aceptamos agradecidos jeneroso ofrecimiento vecindario de Concepción. Los distinguidos abogados Bermejo i Rojas harán triunfar la justicia de nuestra causa, confiada a su intelijente dirección.—Castex i Navarro.^

He ahí el asesinato aleve deificado i glorificado por todo un pueblo que se dice culto. ¡Chile se rejenera i sur je a la vida de civilización! Era de preguntar si la Auracania principia en Concepción. ¡Honor a los penquistos! En todo Chile se ha espulsado de todos los clubs sociales, de las compañías de bomberos, del seno mismo de la universidad a sus miembros mas antiguos i honorables por el nuevo delito de balmacedismo. Medio Chile honrado i trabajador vive hoi en la condición de paria, en el triste estado de cosa. L a voz de orden se dio en la capital i las provincias obedecieron. ¡Ah! Estos mismos fueron los que pasearon desnudos por las calles de Valparaiso en un carro de ia basura, los cadáveres mutilados de los jenerales Barbosa i Alcérreca, cuyas cabezas mostraba al pueblo un soldado, mediante el estipendio de unas cuantas monedas. ¡Pobre Chile! ¡Cuánto te han hecho descender tus malos hijos!


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Entraba en prensa esta parte de nuestro libro cuando nos llega una publicación hecha en el diario La República de Santiago, en la que se describen los saqueos de la capital. Damos con ella remate a este capitulo, no solo porque agrega nuevos datos a los que nosotros dejamos descritos, sino también porque corrobora en todas sus partes nuestro propio relato. Nuestra casa fué una de las que escapó a la devastación mediante la hábil estratajema de una distinguida señorita, a la que rendimos aqui culto de agradecimiento i de admiración por su enerjia. Acompañaba desde algún tiempo a nuestra familia i cuando las turbas se presentaron a mi casa, después de haber saqueado la del coronel Roble, que estaba contigua, ella se presentó impávida a los balcones, se hizo oir con voz enérjica, dominó a las turbas i esclamó por fin: ¡No es esta la casa de don Joaquín Villarino; estuvo aqui alojado, pero hace días que se mudó! Al mismo tiempo mostraba a un amigo nuestro i lo presentaba como el dueño de la casa. Durante el dia fueron repetidas veces las turbas a la casa con el propósito de saquearla, pero ella habia abierto los balcones i cada vez que la canalla se presentaba, ordenaba que la servidumbre gritase: ¡Viva la revolución! Jamas olvidaremos tan inmenso servicio, que nos ha permitido no ser saqueados; pero, nunca tampoco se borrarán de nuestra alma, ni de nuestra memoria las angustias porque en.ese dia aciago se hizo pasar a nuestra compañera de la vida, ánjel de nuestro hogar i ventura de nuestra vida.

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L O S SAQUEOS DE SANTIAGO

(QUÉ ES SAQUEO?

No vamos a hacer una crónica detallada de los sucesos vergonzosos de que fué teatro la capital de la República el 29 de agosto de 1 8 9 1 . Semejante tarea seria superior a nuestras fuerzas e imposible de encerrar dentro de los límites estrechos de un articulo de diario. Por hoi solo nos proponemos apuntar unos cuantos datos sobre aquellos hechos por primera vez vistos en nuestro país, a fin de que ellos sirvan de base a estudios serios que mas tarde habrán de llevarse seguramente a cabo cuando se trate de escribir la historia severa e imparcial de los acontecimientos que durante el último año en Chile se han desarrollado. ¿Qué se entiende por saqueo? Nuestro Código Penal no ha definido esta palabra, pero sí otra que significa lo mismo o, mas bien, en a cual se halla comprendida. Dice el artículo 4 3 2 : — « E l que sin la voluntad de su dueño i con ánimo de lucrarse se apropia cosa mueble ajena, usando de violencias o intimidación en las personas o de fuerza en las cosas, comete ROBO.® Los elementos constitutivos de este delito son los mismos que concurren a formar lo que se denomina SAQUEO, pues hai en este último apropiación de cosa mueble ajena, contra la voluntad de su dueño i mediante el incentivo del lucro personal de los que lo llevan a cabo. El segundo no es mas que una variante del primero, mas grave sin duda alguna porque


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se ejecuta en mayores proporciones, con mas descaro, i va rodeado de circunstancias que concurren a agravar considerablemente la responsabilidad de sus autores. Los móviles que presiden la ejecución de cualquiera de estos hechos no pueden ser tomados en cuenta para atenuar la responsabilidad de aquellos que los ejecutan. Toda distinción entre las causas que mueven al delincuente carece de fundamento, porque su criminalidad es la misma cualquiera que sean esas causas; i las víctimas requieren en todo caso i tienen derecho a exijir igual protección, así de parte de la sociedad como de parte de las autoridades. El saqueo no es, pues, mas que una de las especies del jénero que se conoce en derecho con la denominación común de robo, tiene caracteres de mayor gravedad que las otras especies, puesto que a lo menos es mas cobarde, i a él son aplicables las prescripciones de la lei penal que tratan de los robos que se ejecutan en cuadrilla, a los cuales asigna penas mas altas que a los demás. Formación de las lisias.—En vano se ha querido presentar los saqueos como una manifestación espontánea del sentimiento popular herido: ellos son la obra criminal de unos cuantos revolucionarios que no habiendo tenido oportunidad o el valor necesario para hacer algo en beneficio de la causa porque combatían, después del triunfo quisieron saciar miserables venganzas, no ya en las personas sino en los bienes de sus adversarios jenerosos de la víspera. Calumnian vilmente a nuestro pueblo los que le quieren atribuir la iniciativa i organización de los asaltos mas escandalosos que jamas se han presenciado en este país, donde nadie siquiera podia imajinar que hubiese quienes fueran capaces de come-


terlos, mucho menos que alguna vez hubiéramos de presenciarlos con motivo de disensiones políticas. El saqueo de Santiago fué resuelto i preparado en secretos conciliábulos, a la sombra de las garantías de que todos los habitantes de la República disfrutaban aun en medio de la tormenta borrascosa i apasionada que sacudia nuestro organismo, i de las cuales carecemos desde el dia en que triunfara el bando revolucionario, no obstante las protestas que a todos los vientos de la esportacion formula para hacer creer que vivimos en el mas tranquilo i apacible de los periodos porque puede atravesar la existencia de un pueblo. Dos o tres dias después del combate de Concón se reunían en fastuosa casa señorial de la calle de Huérfanos cinco personajes mas o menos encumbrados del grupo constitucional, convocados allí para tratar asuntos de grande importancia. Eran ellos dos clérigos i tres seglares que, a juzgar por la catadura de sus acompañantes, era fácil presumir que militaban también en las filas ultra-montanas. El primero de esos místicos conspiradores habia sido hasta hacia pocos meses capellán de S . E. el Presidente de la República, de quien hiciera brillante elojio en la inauguración de una obra monumental, apenas unos cuantos dias antes de la sublevación de la Escuadra: era el segundo un misionero famoso que, apesar de su condición de estranjero, tiene ganadas las espuelas del mejor preparador de cofradías i hermandades para enviarlas a las mesas electorales. En cuanto a los tres profanos que con estos santos pastores habia, a quienes el pueblo ha designado con el apodo de carlistas, bástenos decir que sus nombres, que son mui parecidos, andan en boca de todo el mundo a causa de la popularidad que los hechos de que nos venimos ocupando i los elevados puestos


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que desempeñan actualmente en la administración pública, les ha conquistado. Después de breve discusión se acordó entre los personajes de nuestra referencia, que dado caso que la causa revolucionaria triunfase en el próximo combate que su ejército habría de empeñar con el del gobierno constituido, se entregaran a saco todas las propiedades de los partidarios de este último, por lo menos de aquellos que desempeñaban cargos públicos de mayor importancia, ya que saquearlos a todos seria empresa de larga duración. Se procedió en seguida a formar las listas por barrios, anotando cada casa con el nombre de su dueño, la calle i el número en que se hallaban situadas ( i ) . Cada uno de los asistentes tomó cierto número de estas listas a fin de entregarlas a los diferentes jefes de cuadrillas, que cuidadosamente se procedería a organizar para que estuvieran listas en el momento dado. Las instrucciones que se acordó impartir a estos jefes, quienes a su vez en ocasión oportuna las trasmitirían a sus cofrades, fueron edificantes i sencillas: llevar todo lo que se pudiera, destruir i arrasar lo demás. Como se cumplieron las instrucciones.—Nadie

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tre nosotros lo ignora. A las ocho de la mañana del 29 de agosto, es decir, a las pocas horas de saberse en Santiago el resultado definitivo de la contienda i la abdicación voluntaria del Excmo. Sr. Balmaceda, los diversos jefes de cuadrillas reunían a sus cofrades en la parte central de la ciudad, llevando consigo las listas

(i) E n esos mismos instantes o con poca antelación, el Ministerio se reunía i acordaba conceder amplía amnistía a los revolucionarios, en caso que la suerte de las armas fuese favorable a la causa del orden, hecho que nos consta de verdad. ¡Qué diferencia i qué contraste!


que en la casa de la calle Huérfanos se les repartiera. A la cabeza de cada una marchaba, por lo jeneral, un individuo a caballo con una bandera en una mano i una campanilla, atavío relijioso, en la otra ( i ) . Se despacharon tres o cuatro para los diferentes barrios de la ciudad, no siendo raro ver en ellas algunos individuos con arreos de militares constitucionales, que entonces solo se distinguían de los verdaderos por el famoso parche rojo del brazo derecho, i aun varios miembros del cuerpo de bomberos que para oprobio de la corporación a que pertenecen tuvieron la poca cordura de vestir de uniforme, como si marcharan a un incendio o a una revista. I si alguien cree que es inexacta esta afirmación, estamos dispuestos a sostenerla, publicando el nombre de los individuos a que nos referimos; aunque quien tal negativa formule no será seguramente Carlos Oliva, bombero de la 2 . compañía, acerca de cuyas proezas en el barrio de Ultra-Mapocho, tenemos sobre nuestra mesa datos mui completos. En su trayecto las partidas saqueadoras se veian considerablemente aumentadas con jente de todas edades i condiciones que acudia al llamado de las campanas que en todas las iglesias de la ciudad los sacristanes con todo entusiasmo tañían. En cantidad de doscientos a trescientos, por término medio, llegaban a la puerta de cada casa, donde el jefe, después de confrontar el número con el que la lista indicaba, daba la voz de ¡alto! ajitando fuertemente la campanilla, para decir enseguida: «Casa del dictatorial Fulano de Tal. ¡A la carga, niños! Sacar cuanto haya i apurarse, porque tenemos mucho que andar." Esto era solo una trascripción de la orden del dia A

(i) Nota del autor. Nosotros los vimos al ir de incógnito en busca de un asilo para nuestra persona.


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que poco antes, estos caudillos menudos de otros mas altos, recibieran. L a s turbas se lanzaban como lobos hambrientos sobre indefensa presa. Ricos mobiliarios, obras de arte de considerable valor, bibliotecas completas i escojidas, el trabajo de muchos años, todo fué arrasado, destruido i robado ignominiosamente. Asi, en los grandes palacios como en las casas de segundo orden, bastaron unas cuantas horas para dejar en ellos un montón de ruinas. Casi todos semejaban edificios en construcción, con techos i murallas únicamente, estando señalados los claros que habrían de ocupar las puertas i ventanas, cuyos maderos i barrotes habian desaparecido por completo. Los muebles se trasportaban en carretones i carruajes de mudanzas, con la misma tranquilidad de quien se cambia de una casa a otra después de haber pagado el alquiler correspondiente. Lo que no se podia o no convenia llevar, se quemaba, i esto ocurrió con centenares de carruajes i otros objetos poco fáciles de trasportar. Concluida la operación de desocupar una propiedad, el jefe de la mudanza gritaba: «A la calle tal, número tantos"; donde, con pequeñas variantes se repetía la cosa; i en esto se pasó todo el dia, hasta que allá en la tarde la policía diera a entender con su presencia en las calles de la ciudad, que habia espirado ya el plazo que al pueblo se concediera para dar desahogo a sus lejítimos enconos, designación con que algunos escritores constitucionales han tratado de justificar los atentados salvajes de que nos ocupamos. Actitud de las autoridades.—El jeneral Baquedano, en nota pasada a la Junta revolucionaria de Gobierno el dia 2 de setiembre para dar cuenta de su administración como Presidente provisorio de la República,


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ha querido escusar la tremenda responsabilidad que sobre él pesa por haber tolerado impasible los saqueos de Santiago, diciendo que no pudo contenerlos por falta de tropas, pues las que quedaron de la administración anterior estaban completamente desorganizadas i sin moralidad alguna. ¡Gratuita é inmerecida ofensa que el jeneral-presidente hizo al ejército de Chile, a ese ejército leal i abnegado de cuyas victorias de otro tiempo fué el primer usufructuario. No habremos menester muchos esfuerzos para demostrar la falsedad de tal imputación. Es un hecho reconocido por todos, que el excelentísimo Sr. Balmaceda puso a las órdenes del jeneral Baquedano seis mil doscientos cuarenta i seis hombres, que el 28 de agosto formaban la guarnición de Santiago, i el único encargo que el ilustre mandatario hizo a su sucesor, fué pedirle que hiciera guardar el orden i tranquilidad del vecindario, a lo cual el jeneral solemnemente i ante caballeros mui honorables se comprometió. En las primeras horas de la mañana del 29 de agosto se presentaron en la Moneda a recibir órdenes del nuevo Presidente los siguientes jefes de cuerpo: Coronel Mateo O. Doren, del rejimiento Húsares de Colchagua. Id. Salvador Urrutia, del Rejimiento Imperial. Id. Leandro Navarro, del Rejimiento de Zapadores. Id. Pablo Marchant, del 4 . de línea. Id. Manuel Jesús Jarpa, comandante accidental de armas. Comandantes Bisivinger, Gómez i Ortiz Olavarrieta de la Policía de Seguridad. Coroneles Belisario Campos i Gregorio Silva, jefes respectivamente, del Rejimiento Concepción i Batallón Nueva Imperial. 0


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Todos hablaron personalmente con el jeneral i a cada uno les contestó estas testuales palabras.

(.(.Vaya Ud. ahí a su cuartel; tenga su tropa lista i espere órdenes ahí. Todo como antes.**

Las tropas permanecieron acuarteladas i en todo el dia del saqueo no llegó orden alguna. El jeneral Baquedano con una escolta de caballería se fué a la cárcel, donde puso en libertad a los pocos reos políticos que en ella habia i a trescientos sesenta reos comunes procesados por los juzgados del crimen i todos los cuales fueron a engrosar las partidas saqueadoras. Pasó en seguida al cuartel de Zapadores, dio a reconocer al nuevo jefe, comandante Alamos, que acababa de sacar de la cárcel, i dispuso que el cuerpo fuera a formarse en línea de batalla frente al Palacio de Gobierno, en el cual pasó encerrado la mayor parte del dia, recibiendo las visitas que iban a felicitarle o haciendo telegramas de nombramientos i destituciones de funcionarios así del interior de la República como del esterior. Cuéntase que cuando el Presidente provisorio regresaba de la cárcel a la Moneda, acompañado del Intendente que para Santiago acabara de designar, pasó por la réjia casa del señor don Claudio Vicuña que en ese instante turba numerosa i fanática arrasaba; al ver lo cual el valiente guerrero de otra época solo se limitó a recomendar al pueblo orden i compostura... Las tropas que habia en Santiago no estaban, pues, completamente desmoralizadas, como en documento oficial el jeneral Baquedano lo aseveró. Mui al contrario, su disciplina i moralidad no dejaron nada que desear. Pruébalo suficientemente el hecho de que el Rejimiento Zapadores, uno de los mas brillantes del ejército, continúa hasta hoi como es-


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taba hasta el 29 de agosto, salvo el cambio de Jefes i algunos oficiales: el Imperial quedó por varios dias al mando de su antiguo i prestijioso jefe, que fué después relevado por el comandante Cruz Daniel Ramírez: el Rejimiento Húsares de Colchagua prestó servicios hasta el 1 0 de setiembre, en que se le mandó disolver; el 4 . continuó aun muchos dias con sus oficiales antiguos, todos los cuales fueron cambiados cuando se dio el mando del cuerpo al comandante Miguel Urrutia a fines de setiembre; la Policía de Seguridad continúa hoi como entonces estaba, salvo el relevo de algunos oficiales i tropa llevado a cabo en setiembre i octubre, i a los cuales aun no se ha ajustado sus haberes. De los cuerpos Concepción i Nueva Imperial parece escusado decir nada, puesto que estaban comandados por dos de esos que se llaman militares de honor, Campos i Silva, jefes cuyo prestijio deja comprender el estado de brillante moralidad de las tropas que bajo sus órdenes se colocaran. Por otra parte, conviene no olvidar que esas tropas que se consideraban incapaces de contener los desórdenes fueron las mismas que desde el primer momento se emplearon en todos los servicios, que plugo atender a los que tenian en sus manos las riendas del Gobierno. Fueron esas mismas tropas las que con la compostura i moralidad propias de su organización, sirvieron para publicar el bando que daba a reconocer al Presidente provisorio de la nación, después de lo cual se retiraron tranquilamente a sus cuarteles, cosa que no habrian hecho soldados licenciosos i faltos de disciplina. El jeneral Baquedano reconoce, pues, en su ya recordada nota de 2 de Setiembre, que nada hizo para evitar i contener los saqueos, i como creemos haber manifestado que las razones alegadas para es0


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cusar su conducta son de todo punto inexactas, queda entonces establecido que a su cuenta i a la de las autoridades que de él dependían, es menester cargar la gloria de aquella jornada. ¡Triste gloria para el vencedor de Chorrillos, que supo evitar los saqueos en ciudades estranjeras i no pudo contenerlos en su propia patria! Por su parte, el comandante de armas jeneral Arteaga, nada hizo tampoco en bien de la ciudad. Dispuso si, el envió de tropas a los lugares que estaba interesado en resguardar, mas no a aquellos por que debió haber empezado. I a este propósito, se nos cuenta, que un amigo del jeneral a quien se le avisó que acababa de ser saqueada su casa, sin que hubiera sido posible salvar siquiera las camas i el abrigo necesario para sus pequeños hijos, escribió a aquel una carta rogándole se sirviera mandar cuanto mas no fuera un soldado, a fin de evitar que siguieran robándose las plantas del jardín, lo único que quedaba, i que prendieran fuego a la casa, como ya se le habia anunciado. Pero tal carta que llegó por conducto seguro a su destino, no ha merecido hasta hoi los honores de la respuesta; mucho menos se vio jamas el auxilio solicitado, hecho que dio por resultado que el saqueo de la propiedad en referencia continuara por tres dias, en menor escala sí, pero al fin de los cuales no quedaron ni el piso i entablados de las piezas, ni los árboles del huerto. ¡Digna conducta del héroe de Tarapacá! L a acción de las autoridades militares i administrativas ha sido eficaz i espléndidamente secundada por los representantes de la autoridad judicial. No obstante que nadie en Chile ha puesto en duda que los acontecimientos del 29 de Agosto revisten los caracteres de crímenes cuyo castigo corresponde a la justicia encargada de salvaguardiar los intereses de


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la sociedad a que sirve i sobre la cual pesa la obligación de perseguirlos de oficio, hasta hoi no se ha iniciado proceso alguno por aquellos jueces que un decreto de la junta revolucionaria de gobierno repusiera en sus funciones con fecha 4 de setiembre. No es ello estraño, con todo, en esos jueces que después de haber sido separados de sus puestos por el verdadero gobierno de Chile a causa de su mal comportamiento, la revolución triunfante los llamó de nuevo a servir cargos, de que ante la lei i la conciencia honrada del pais se habían hecho indignos. Esos majistrados no han tenido tiempo aun de abrir un sumario para esclarecer tamaños delitos, porque todas sus facultades se hallan al servicio de las pasiones políticas, a fin de perseguir a todos los servidores leales de la pasada administración, para lo cual la mas vulgar prudencia les aconsejaba declararse implicados, como ante las leyes naturales i positivas evidentemente lo están. Consecuencias de los saqueos.—La primera de todas es la ruina de quinientas familias, que cuando acaso menos lo imajinaban se han visto privadas de lo que para ellas constituía el fruto de muchos años de trabajo, economías i privaciones de una larga vida, el pan que al dia siguiente habian de dar a sus hijos. Todo en nombre de la lei, en nombre de la Constitución porque dice haber luchado el partido que hoi impera en nuestro pais. Quinientas casas saqueadas representaban para sus dueños la cifra enorme de ocho a diez millones de pesos, sin contar todavía las reclamaciones por perjuicios ocasionados a estranjeros que se hacen subir a otros tantos millones. ¿Contribuirán a indemnizar estas sumas los causantes de la catástrofe? Es fuerza reconocer, sin embargo, que las resultas materiales de los saqueos de Santiago han sido mé-


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nos cuantiosas que sus mismos preparadores se imajinaron, pues hubo muchas casas que figuraban en las listas fatales i no fueron saqueadas, merced a precauciones hábilmente tomadas en el momento mismo del peligro. En unas se desocuparon los departamentos de la calle i se puso a la puerta cartel de arriendo; otras se hicieron aparecer como de subditos extranjeros a quienes la bandera enarbolada de la respectiva nacionalidad les ponia a cubierto de estas venganzas de partidos. Por estos o parecidos medios se escaparon no menos de cien propiedades. L a segunda, i sin duda alguna la mas grave de las consecuencias que acarreará la introducción del saqueo como arma de partido en nuestras luchas políticas, es la corrupción del pueblo que quedará acostumbrado a esta clase de desahogos, que en lo sucesivo prodigará a su arbitrio cada vez que lo estime oportuno o conveniente. Esta arma peligrosa de dos filos, que los revolucionarios han puesto en sus manos puede tomarse contra ellos en época no mui lejana, puesto que le han dicho que debe esgrimirse contra los opresores de los pueblos... El recuerdo de tanta casa saqueada, de tantas familias honorabilísimas arruinadas, quedará imperecedero en la memoria de los que hemos sido víctimas o testigos de estas hazañas constitucionales, que por nosotros conocerán nuestros hijos, a fin de que siempre pueda saberse en Chile quienes fueron los autores o cómplices de los hechos mas vergonzosos que se han verificado en su suelo. I en cuanto a los criminales que los prepararon o permitieron, la reprobación de todo hombre honrado irá siempre con ellos como inseparable compañero; a donde quiera que vayan llevarán tras sí, ademas del remordimiento de la propia conciencia, que algún dia habrá de rebelarse para


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decirles ¡canallas! el peso de la mas merecida, de la mas justa de las maldiciones. Lista de los saqueados.—Imposible ha sido poder formar aun una lista completa de las casas i almacenes saqueados.—Trabajo es este de considerable importancia que oportunamente habrá de llevarse a cabo, a fin de que andando el tiempo se sepa quienes fueron despojados en nombre de la Constitución, así como los que tales despojos llevaron a cabo. Sabemos que hasta la fecha se trabaja en la formación de una estadística completa de los saqueos en la cual figuran las propiedades saqueadas, el nombre de sus dueños, el monto de las pérdidas i también el nombre de los que encabezaron i dirijieron las turbas en cada una de ellas. Entre tanto, i sin tomar en cuenta por ahora noventa i tantas casas de préstamos, publicamos en seguida una nómina de las saqueadas de las que hasta hoi tenemos noticias i la cual completaremos enbreve: D. José Manuel Balmaceda. D. Claudio Vicuña, Compañia. D. Nemesio Vicuña, Montijas, 4 1 . D. Adolfo Ibañez, Agustinas, 1 9 . D. Adolfo Eastman, Delicias, 1 0 0 . D. José Tiburcio Bisquertt, Cerro, 1 2 . D. Alfredo Prieto Zenteno, San Antonio, 115. D. Marco A. Ramírez, Delicias. D. Agustin Correa Bravo, Recoleta, 1 6 5 . Jeneral José Francisco Gana, Montijas, 3 4 . D. José Antonio Silva O., Merced. D. Victor Echaurren Valero, Delicias. D. Adolfo Balderrama, Santo Domingo, 6 6 . D. Julio Bañados E., Santo Domingo, 6 6 . Señora Encarnación Fernandez dé Balmaceda, Catedral, 98.


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D. Daniel Balmaceda, Catedral. D. Rafael Balmaceda, Agustinas, 1 3 4 . D. José Maria Benitez, Catedral. D. Alfredo Ovalle Vicuña, Agustinas, 2 9 . D. Pedro Pablo Figueroa, Eyzaguirre, 1 0 . D. Juan E. Mackenna, Dieciocho, 1 0 4 . Jeneral José Miguel Alcérrecá, Echeverría. D. José Luis Alcérrecá, Echeverría. D. Agustín Alcérrecá, Echeverría. D. José Luis Navas, Martínez de Rosas, 8 4 . D. Ruperto Murillo, Rosas, 7 9 . D. Guillermo Mackenna, Catedral, 1 1 6 . D. Joaquin Oyarzun, Moneda, 1 6 . D. Gregorio Cerda i Ossa, Moneda, 2 2 6 . D. Eloi Cortinez, San Francisco, 6. D. Manuel Aristides Zañartu, Moneda, 6 7 . D. José González, San Pablo. D. Hermójenes Puelma, Andrés Bello. D. José Tomas Avila, Recoleta, 1 6 $ . D. David Silva Lemus, Cañadilla. D. Acario Catapos, Alameda. D. Ismael Pérez Montt, Morandé, 3 8 . Imprenta de Los Debates, Moneda, 1 6 . Librería Latrop, Estado. Panadería de la señora Oyarzun, Esmeralda, 2 3 . D. Domingo Godoi, Rosas, 4 9 . D. José Miguel Valdes Carrera, Agustinas, 1 5 $ . D. José Manuel Encina, Santo Domingo, 5 5 . D. Matías López, Hotel Central. D. José Arce, San Francisco, 3 5 . D. Carlos Sazie, Moneda. D. Manuel Joaquin Díaz, Agustinas, 3 9 . D. Juan S . Risso, Parque Cousiño. Jeneral Orozimbo Barboza, Delicias, 1 8 3 . D. Rafael Casanova, Delicias, 2 1 2 . D. Desiderio Bravo, San Pablo.


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D. Juan Muñoz Délano, San Pablo. Coronel José Antonio Nolasco. D. Julio Sepúlveda. D. Juan de Dios Sepúlveda, Matadero. D. Pedro Nolasco Gandarillas, Agustinas. D. Diego A. Bahamondes. D. Ismael Pérez Tapia, San Francisco. Coronel Hermójenes Cámus. Coronel Ricardo Castro, Catedral. D. Juan Salinas, San Pablo, 1 7 5 . D. Ricardo Fernandez Frías, Matucama. Comandante Carlos Lalanne, Matucama. D. Juan A. Santamaría, Lira, 7 4 . D. Isaías Cerda, Carrascal. Jeneral Santiago Amengual, Manuel Rodríguez. D. Federico Castro S . D. Juan Ábrego C , Avenida Portales. Coronel Manuel R. Baraona, Olivares, 1 5 . D. Antonio Bles Infante, San Pablo. D. Jacinto Chacón, Catedral, 2 0 2 . D. Luis Alcalde I., Catedral. D. Jorje Rojas, Catedral, 1 1 5 . Jeneral José Velazquez, Delicias, 1 7 3 . D. Ricardo Vicuña, San Diego, 1 1 . D. Eulojio Allendes, Delicias, 1 9 0 . D. Manuel José Benitez, Delicias, 2 3 9 . D. Fernando Cabrera Cazitúa. D. Lucio Concha, A. Prat, 4 8 . D. Baldomero Frías Collao, Huérfanos, D. Diego Guzman Z., Santo Domingo, 5 5 . D. Manuel Garcia Collao, Echáurren, 8 0 . D. Eduardo Mardones, Agustinas, 6 7 . D. Calisto Ovalle V., Compañía, 8 9 . D. Agustín del Rio, Serrano, 4. D. Manuel Salas Lavaqui, Delicias, 2 8 3 . D. Aníbal Sanfuentes, Huérfanos, 1 .


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D. Ignacio Silva Ureta, Compañia, 1 5 1 . D. Miguel Silva Ureta, Catedral, 3 0 1 . Coronel Luis Solo Zaldivar, Nogal, 5 7 . D. Alberto Valdivieso Araos, Compañia, 1 7 9 . D. Ruperto Ovalle Vicuña, Compañia, 89. Señora Carmen Ovalle V. de Porto-Seguro, Compañia. Coronel Eulojio Robles. D. Christian Larzon. D. Carlos Boizard, Delicias. D. José Félix Passi, Dardignac, 9 0 . D. Rolan Zilleruelo, Loreto. Coronel Mateo C. Doren, Libertad. D. Francisco Javier Godoi, Tres Montes. D. Ramón Espech, Alameda, 2 5 9 . Coronel Ricardo Gormaz, San Diego. D. Francisco Arrate, Matucana. D. Arturo de Ballesteros, Instituto. D. Jorje Figueroa, Nataniel. D. Mosés Rojas, Marcoleta, 4 4 . D. Samuel Besoain, San Pablo. D. Lorenzo Pérez, Nataniel. D. Manuel Ejidio Ballesteros, Santo Domingo. D. Agustín A. Acevedo, Rosas. D. A. Pérez Barahona, San Pablo. D. Rosauro Rivera G., Cañadilla, 3 6 5 . Coronel Manuel Villarroel, Serrano, $ 5 . Coronel Guillermo Zilleruelo, Serrano, 1 0 . Coronel Demetrio Carvallo C , Cañadilla. D. Romualdo Lillo, Lira. D. Eujenio Poisson, Chiloé. D. José Damián Navarro. Coronel Javier Zelaya. Coronel Exequiel Fuentes, Diez de Julio. D. Ambrosio Valdés Carrera. D. José Ramón Ballesteros. 29


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D- Enrique Soto Moraga, Ejército, 7 5 . D . Ricardo Blest, Cañadilla. D . Felipe Santiago Gandarillas. Coronel Manuel J . Jarpa, Catedral. Coronel Ramon Jarpa, Moneda, 1 9 1 . Coronel Adolfo Silva Vergara, Castro. D . Belisario Vial, Compañía. D . Manuel A. Cruz Leiton. D . Antonio Brieba, Avenidera Latorre. D . Washington Allendes, Copiapó, 1 3 7 . D . Nicanor de la Sota, Cintura. D. P. Candia, Chuchunco. D . Autonio Schianetti, Chuchunco. Santiago, 24 de Febrero de 1 8 9 2 . F. DELORD.

Hoi, después de ocho meses que sonó el último cañonazo en los campos de la Placilla, empapados en sangre jenerosa de hermanos, cubierta su atmósfera con el hálito emponzoñado de la traición; i después aun del sometimiento voluntario de los vencidos, sin que haya resistencia, sino los anhelos de un cansancio profundo i de un ardiente deseo de tregua i de paz; hoi, en estas favorables condiciones, desátase todavía en la querida patria nueva i pertinaz persecución en contra de diputados, senadores i demás personas notables que acompañaron al Excmo. señor Balmaceda en su noble tarea de gobernante. Principian a llegar a Mendoza distinguidos emigrados a quienes lanza afuera la persecución mas injustificable i criminal, pero al mismo tiempo, comienzan también a aparecer en la prensa i en el seno mismo del Gobierno los síntomas de discordia i desarmonia de los que realizaron una confabulación inmoral, estrechada


por el odio, para unir aspiraciones e ideas antagónicas, intereses opuestos que sino hoi, mañana traerán la desorganización i la anarquía en el poder, puesto que en él se encuentran i dominan hoi los mismos que ayer la crearon en la oposición. ¡Dios salve a Chile!


VI

L O S DOS GOBIERNOS EN PRESENCIA DE L A LEY Y E L DERECHO No era un gobierno de hecho i usurpador el del presidente Balmaceda. Lo hemos probado en otra parte de esta obra. Tenia mándate popular i soberanía delegada hasta el 1 8 de setiembre de 1 8 9 1 , según la Constitución. No hai en Chile poder superior a esta, ni autoridad que haya recibido facultad de deponer al jefe del Estado, quien recibe su investidura del pueblo que en él la delega. El Presidente era Jeneralísimo del Ejército, Almirante de la Escuadra, que se alzó en contra de él. Era su deber tratar de reducirla a la obediencia; era su deber salvar el principio de autoridad, salvar a Chile. Dentro de la misma Constitución tenia medios abundantes para hacerse respetar; mas, para salvar todo escrúpulo, un congreso elejido por el pueblo aprobó su conducta. Gobernaba i era obedecido sin contradicción el presidente Balmaceda por dos millones i medio de habitantes i su autoridad se estendia a las nueve décimas partes del territorio, las mas pobladas i ricas. Todas las naciones estranjeras lo reconocían, tenian sus representantes ante él. Representaba la tradición constitucional de sesenta años i habia hecho un gobierno de progreso i de libertad, dando ensanche a todas las manifestaciones lejítimas de la vida pública: la prensa, el derecho de asociación, la libertad de la palabra. Tenia derecho para levantar ejércitos, remover empleados i separarlos de sus puestos, quedando le-


galmente nombrados o destituidos. De aquí se deduce que ninguno de sus colaboradores, ni en el ejército, ni en la marina, ni en la administración pública eran criminales por el hecho solo de cooperar a la acción patriótica i salvadora del Presidente, a no ser que cometieran delito penado espresamente por las leyes preexistentes, según lo establece la Constitución. No habia hecho el presidente Balmaceda la revolución, como lo pretenden los revolucionarios: la combatía i procuraba matarla en Chile para siempre i era el suyo un poder regular e independíente. No se pretenda, no, atribuir a la administración Balmaceda la responsabilidad esclusiva i única de la revolución, procurando después de la victoria, enturbiar el recuerdo de los hechos, a fin de lograr ese intento. Basta traer a la memoria cuatro fechas que son otros tantos hechos culminantes e imborrables, que ningún chileno podrá haber olvidado, ni olvidará jamás. Esas cuatro fechas i hechos se sucedieron unos en pos de otros i señalan quiénes fueron, quiénes prepararon e hicieron la revolución i quién procuró debelarla. Primer hecho.—El día i . ° de enero de 1 8 0 1 , el Congreso Nacional se encontraba clausurado por el ministerio de la Constitución. En forma irregular e inusitada i fuera de sesión, redactó i ha dicho que firmó una acta de deposición del presidente Balmaceda, que hai constancia de que no existia, en mayo de 1 8 9 1 , en el libro de actas de las sesiones del Congreso. Declaró inhábiles a los ministros i consejeros de Estado para que no pudieran sucederle, en conformidad de la Constitución, en el desempeño de sus funciones augustas presidenciales. Dispuso la creación i organización de una división naval, que puso a las órdenes de don Jorje Montt, entonces capitán de navio, para que él, el subalterno del Presidente de la


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República, le hiciera comprender que la armada obedecía a la Constitución i que, por tanto, era preciso que se dictara sin demora la leí anual que autoriza su existencia, leí que el Congreso se había negado a dictar por medio de un acuerdo espreso anticonstitucional i que en hora intempestiva venia a pedirla a S . E. el Presidente de la República. . Segundo hecho.—El dia 5 de enero de 1 8 9 1 , el Excmo. Sr. Balmaceda, con el voto unánime de todo el ministerio, espidió un decreto declarando: que a consecuencia de no haber despachado el Congreso la lei de presupuestos para el ejercicio de 1 8 9 1 i la leí que fija la fuerza del Ejército i Armada, estaba dispuesto i era su deber continuar en el mando de la República sin la existencia de esas leyes i ordenó que rijiera la del año anterior. L a Nación no podia desaparecer ni morir. Tercer hecho.—Al amanecer del dia 7 de enero de 1 8 9 1 la escuadra, que estaba al ancla en la bahia de Valparaíso, se sublevó. Cuarto hecho.—En la tarde del mismo dia 7 de enero, el Presidente de la República, siempre con acuerdo de su Ministerio, en vista de la sublevación de la escuadra, declaró que asumía el poder público en toda su latitud, en cuanto fuera necesario para el restablecimiento del orden público i para someter a la obediencia de la autoridad a las fuerzas de mar que se habían alzado en su contra. En vista de esto, no es posible decir que fuera .el presidente Balmaceda quien proclamó la revolución, ni que fuera él quien infrinjió la Constitución i las leyes. Tenemos, pues, el punto inicial de la revuelta, que dio vida a la Junta de Gobierno de Iquique, al ministerio que ella organizó i a todos los actos que mas tarde se sucedieron. Fué desde el principio un go-


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bierno de fuerza i de hecho, que procuró lejitimarse, tratando por todos los medios posibles de alcanzar el reconocimiento de beligerancia de todas las naciones •que tenían vínculos de amistad con Chile, lográndolo solamente de una de último orden. Se reconocía que no era gobierno constitucional i para alcanzar siquiera las prerrogativas de gobierno de hecho, ejecutó todos los actos que éstos pueden ejercitar. Nombró empleados públicos, organizó oficinas, destituyó empleados, organizó un ejército i estendia su autoridad sobre unos cien mil habitantes que se dilataban en la rejion mas despoblada i árida de la República. I aqui viene lójicamente la pregunta ¿por qué serian criminales, vandálicos i arbitrarios los actos ejecutados por el gobierno constitucional del presidente Balmaceda i no lo serian los de análoga naturaleza del gobierno de hecho revolucionario, como hoi se pretende por la triunfante revolución? ¿Porqué serian criminales los individuos que aceptaron puestos públicos dentro de una administración correcta, como la de Balmaceda; i no cometieron crimen, ni simple delito, los que recibieron análogos nombramientos del gobierno de hecho de Iquique? No lo sabemos, pero si conocemos las leyes que no autorizan para establecer diferencias tan chocantes i tan evidentemente absurdas e inconsistentes. Para tratar estas cuestiones queremos hacer gracia a los revolucionarios, alzándolos i poniéndolos al nivel del gobierno Balmaceda, considerando a éste como un mero gobierno de hecho igual en todo al de Iquique, a fin de que las comparaciones resulten mas claras, i mas evidente la sin razón e injusticia con que se procede, ensañándose contra los que sirvieron hasta el fin a la administración Balmaceda. Era un hecho que el pacto constitucional había sido roto por el Congreso i que las cosas habían lie-


gado a un estado en que los bandos contendientes podían ser considerados como dos belijerantes, que ambos tenían análogos derechos en el territorio sometido a la jurisdicción de sus armas. Habian apelado a ellas para la decisión de la contienda i era por tanto lójico que las leyes de la guerra fueran las que debian aplicarse en el modus-operandi en que se habían colocado los belijerantes. Cuando los enemigos estranjeros, lo mismo que los partidos en lucha, llegan a posesionarse de una estension de territorio, se producen entre ellos i los pobladores derechos i obligaciones, reglados por la civilización, i es entonces la leí internacional la que impera, haciéndola valer con equidad i justicia. Todo procedimiento que de aqui se aparte, para hacer gravoso con sacrificios inútiles el fin primordial de la guerra, que es su término, es tiránico, despótico i debe recibir la condenación del mundo civilizado. El derecho internacional elemental reconoce como principio: que el ocupante bélico de un territorio no puede, por ningún motivo, suspender ningún servicio público necesario para la conservación de la existencia i seguridad personal de los ciudadanos i de la familia. Pueden así mismo los ocupantes ejercer con toda amplitud las atribuciones de gobierno regular, i si esto se concede hasta a los que violentamente se apartan de la obediencia i se levantan contra el Gobierno con las armas en la mano ¿porqué, en igualdad de circunstancias se niega ese mismo derecho al presidente Balmaceda? Para eso se tiene que establecer la ficción de que era criminal, de que habia hecho la revolución, que no habia ejército, marina, tribunales de justicia, administración i mil otras aberraciones inconcebibles, que colocarían al estado que los aceptase en la triste condición de horda, privada de todos los beneficios de la civilización i del estado social.


No importa saber al derecho internacional cuál de los beligerantes u ocupantes de una estension de territorio es el que representa la legalidad. No, porque ésta, cual la justicia, se cierne sobre todos i confia a su lealtad i a su honradez la aplicación correcta i equitativa de sus preceptos. El éxito de la contienda decide ¡por desgracia! de la cuestión que los dividía i si en la práctica de las naciones civilizadas, que han hecho la lei internacional, no se castiga a los ciudadanos del pais vencido ni se les inflije daños personales, no puede tampoco el partido político triunfante, convertirse de belijerante en juez i establecer un sistema de represión i de tiranía que pugna con los principios del derecho, con la equidad i con la justicia. No comprendemos porqué habrían de considerarse actos de cumplimiento de sus deberes, sublimes i heroicos, los de los revolucionarios que se pusieron en armas contra el Presidente de la República i de la Constitución, i no lo serian los de aquellos que, poniéndose del lado de este, en cumplimiento d é l o que ellos en conciencia, creían su deber, ejecutaron actos de desprendimiento i abnegación, esponiendo sus vidas i pasando por todo jénero de sacrificios, que obtienen siempre consideración i aplausos de la conciencia universal. Si criminales i dignos de castigo eran los defensores de Balmaceda, no menos debían serlo sus adversarios; i si héroes fueron estos, no menos grandes i heroicos fueron los amigos de aquel. Tal es la lei de las naciones, que no puede borrarse de la conciencia humana, ni darle soplo de vida o de olvido, según el capricho de momentáneas pasiones. Toda la teoría que hemos desarrollado en este capítulo está conforme con los principios de derecho internacional i las bases aceptadas por los estados cultos para arreglar las relaciones de los belijerantes,


aplicables a la guerra" estranjera i a los partidos (i) políticos en armas, en orden a la obediencia de las pers.onas que. habitan el territorio i por consiguiente no pueden, ser tratados como criminales los que sirvieron al gobierno Balmaceda, ya voluntariamente, ya cómpelidos' por la violencia, lo que jamás se hizo.

I sé ve ademas que hasta corrían peligro

de la .vida

los que faltasen a la obediencia debida. , Ni es menos cierto que.la guerra debe hacerse con .toda enerjia i actividad (2) para cortar la prolongación de .sus horrores i amenguar sus funestas consecuencias sobre el comercio, las industrias i la vitalidad .del pais. Por consiguiente, fueron mui justas i muí lejítimas las medidas tomadas para impedir el abastecimiento de la plaza de Iquique, a fin de hacer mas cara la vida i obligar al enemigo a rendirse por hambre, si fuera posible. (1) « N ú m . 531. Los estados belijerantes son enemigos en el sentido propio de la •palabra. Los ciudadanos de estos Estados, por el contrario, no son enemigos ni entre si ni con el Estado enemigo.» « E l Estado solo es el que emprende la lucha con las armas en la mano contra los estados enemigos, para obligarlos a reconocer ciertos derechos o a renunciar a ciertas pretensiones. Los particulares que no están como hombres, directamente interesados en la lucha no son partes belijerantes, i, por consiguiente, no son enemigos en el sentido verdadero i completo de la palabra.» « N ú m i 539. Cuando una parte del territorio, una plaza fuerte, una ciudad, u n distrito, está ocupado militarmente por el adversario,- esta plaza del territorio queda inmediatamente sometida a las leyes marciales'del ejército que ha tomado su posesión. La presencia de las tropas belijerantes sobre el territorio enemigo, arrastra esta consecuencia de pleno derecho i sin declaración previa.» « N ú m . 54:4. Durante el tiempo que el enemigo ha estado en posesión efectiva de uria parte del territorio el gobierno del otro Estado cesa d¿ ejercer allí su poder.» « L o s habitantes del territorio ocupado dejan de estar obligados a la obediencia, quedan exentos de todo deber hacia el gobierno desposeído, i obligado a obedecer a los jefes del ejército que, de hecho, ejercen el poder militar.» (Bliuitschli, Droit Internatio nal Codifié.) « N ú m . 26. Los jefes del ejército de ocupación pneden requerir a los majistrados i empleados civiles del pais invadido a prestar u n juramento de obediencia temporal, o aun de fidelidad, al gobisrno del ejército -invasor, i pueden espulsar del pais a todos aquellos que lo rehusen. Mas, sea o no requerido el juramento, los habitantes i los e m pleados civiles deben una estricta obediencia al vencedor durante todo el ti.mpo qué quede dueño del territorio del pais, i esto con peligro de la v i d a . » (Instrucciones Americanas.) (2) « N ú m . 17. La guerra rio se hace solamente con las armas. Es conforme a nuestras leyes de reducir por hambre al enemigo armado o desarmado, con el fin de someterlp mas prontamente.» « N ú m . 29. . C o n cuanto mas vigor.se hacen las guerras, mas gana la humanidad porque son mas cortas.» (Instrucciones-Americanas.)


El belijerante puede utilizar todos los recursos públicos con el propósito lejítimo de doblegar al enemigo (i); por consiguiente las rentas nacionales i cuanto esté a su alcance puede usarlo prudentemente, sin faltar a las leyes de la moral i de la justicia. La lei internacional permite i da derecho para castigar (2) hasta con el último suplicio a todos los que

(1) « N ú m . 3. Es permitido al comandante de las tropas, aun en.su propio pais, de recurrir a medidas de rigor cuando las tropas están en presencia del enemigo, a causa de las necesidades imperiosas de esta situación i del deber supremo de defender al país contra la invasión.» « L a salvación de la patria está antes que toda otra consideración.» « N ú m . 10. La lei marcial da en particular al ocupante el derecho de ejercer la policía i de percibir las rentas públicas i los impuestos, ya hayan sido decretados por el g o bierno espulsado o por el invasor.» « T i e n e principalmente por objeto asegurar el sostenimiento del ejército, su seguridad i el éxito de las operaciones militares.» « N ú m . 14. Las necesidades militares, tales como las entienden las naciones ciyili-^zadas del mundo moderno, son.el conjunto de las medidas indispensables para alcanzar seguramente el fin de la guerra i legalmente conformes a las leyes i usos modernos de Ja guerra.» fInstrucciones Americanas.) . « N ú m . 545. Las autoridades militares pueden promulgar ordenanzas jenerales, formar medidas administrativas, ejercer la policía, levantar impuestos i hacer todos los actos análogos pedidos por la guerra o útiles al territorio ocupado i a sus habitantes.» «Ellas deben, hasta el arreglo definitivo de las cuestiones políticas pendientes abstenerse en lo posible de los actos lejislativos que modificarían la constitución del pais i de no abrogar el derecho existente sino cuando motivos premiosos les obligan a ello.» (Blantschli Droit International Codifté.Ji (2) « L o s hombres o las pandillas de hombres que cometen hostilidades, sea c o m batiendo, sea haciendo escursiones para destruir o saquear, sea haciéndose culpables de cualesquiera clase de ultrajes, sin orden, sin pertenecer al ejército organizado, sin tomar una parte permanente en la guerra, abandonando las armas cuando les conviene para volver a sus hogares Í ocupaciones pacíficas o tomando ocasionalmente las apariencias pacíficas i despojándose dt, todo carácter o apariencia de soldado,—estos individuos o pandillas no son enemigos públicos. Si son capturados no tienen ningún derecho a los privilegios de los prisioneros de guerra i deben ser juzgados sumariamente como los l a drones de los caminos públicos o piratas.» « N ú m . 85. Son considerados como rebeldes los individuos que, en un territorio ocupado o conquistado por un ejército se sublevan contra ¿1 o contra las autoridades que él tiene allí establecidas. SÍ son tomados son acreedores a la pena de muerte, ya se hayan insurreccionado aisladamente o en pandillas mas o menos considerables, hayan o no sido empujados a esta sublevación por su propio gobierno. No son prisioneros, ni deberán ser tratados como tales aun cuando hayan sido descubiertos i apresados antes de llegar su conspiración a la sublevación abiertas o a violencias armadas.» « N ú m . 101. Bien que la astucia sea admitida en la guerra como un medio lejítimo i necesario, i aun cuando nada tenga de contrario al honor militar, el derecho común de la guerra permite aplicar aun la pena de muerte a los autores de atentados de un carácter clandestino i desleal contra el enemigo, porque son tanto mas peligrosos cuanto mas d i fícil es guardarse de ellos.» El caso clandestino de Ricardo Cumming. « N ú m . 98. Toda correspondencia no autorizada o secreta con el enemigo es considerada como una traición « L a espulsion inmediata del territorio ocupado será el menor castigo en que i n c u r r i ría por haber infrinjido'esta lei.» (Instrucciones Americanas.) « N ú m . 571. Las personas que emprenden por su cuenta, expediciones militares sin autorización del Estado i ocultan en seguida su calidad de combatientes declarando ser T


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perturben la marcha interior del pais o pongan óbice a las medidas i planes escojitados para dominar al enemigo. Caen bajo esta acción los espías, los traidores descubiertos, los que revelen planes, destruyan puentes, telégrafos, caminos en el carácter de montoneros, etc. El caso Lo Cañas i el de Cuming. Ni aun las mujeres que toman parte en la ejecución de actos (1) como los que dejamos enumerados están libres de ser tratadas con la misma severidad. I cuidado que ellas fueron uno de los ajentes mas activos de espionaje i de cohecho de que la exaltación clerical i frailesca supo aprovecharse i esplotar para el éxito de su causa, sin que una sola recibiese castigo ni daño por la falta que cometía. Harto bien establecida queda en todos los capítulos anteriores la manera como el Gobierno i la revolución hicieron la guerra antes i después de su solución en los campos de Concón i la Placilla para que no podamos decir que no se ajustó la última i sí el primero a las prescripciones del derecho (2) constitucional. L a historia fallará mañana respecto de un punto que aun conserva oculto entre los pliegues de manto de inmoralidad dorada, muchas ruindades, ciudadanos pacíficos, no tienen derecho a ser tratados como enemigos regulares i pueden, según las circunstancias, ser considerados como bandidos. « N ú m . 640. Toda tentativa criminal de dañar al enemigo por medios que no a u t o rizan las leyes i usos de los ejércitos regulares, puede ser reprimida militarmente, i, si el caso es particularmente grave, arrastrarla condenación a muerte de los culpables.» V u e l ve el caso de Cumming. «Ejemplos: propagación de falsas noticias, llamada de centinelas o avanzadas m i l i t a res por personas que no están autorizadas. Se debe en campaña tomar toda clase de p r e cauciones para evitar malaventuras de este jénero i se tendrá el derecho de ser severo para espantar a aquellos que se sintiesen tentados a recurrir a semejantes medios.» (Punischli, Droit International codifié.) (1) « N ú m . 602. Lo mismo que la lei penal, las leyes de la guerra no establecen d i ferencia de sexo en lo que concierne al espionaje, la traición i la rebelión en tiempo de guerra. (2) « N ú m . 52S. Cuando una sola de las partes ha principiado la guerra de hecho o por declaración espresa, su adversario tiene, a partir de este instante, el derecho de aplicar i de invocar ella misma las leyes de la guerra. «Esta regla es la consecuencia de la naturaleza recíproca de la guerra. Pero si no se ha opuesto resistencia al enemigo, i si nos sometemos a sus condiciones, no hai guerra porque no hai belijerantes.»— (Bluntschli, Droit International Codifie.)


muchas traiciones, muchas maldades, que solo puede iluminar el tiempo con luz siniestra de condenación i de castigo. Muchos ejemplos se citan de las mutilaciones i ultrajes que durante las batallas i después de ellas se hicieron a los cadáveres de los soldados i de jenerales ilustres como Barbosa, Alcérreca i otros, infrinjiendo la lei internacional (i) i la lei de humanidad. Hemos relatado muchos de los sufrimientos i vejámenes inflijidos a guerreros que conquistaron sus grados en noble i heroica lucha estranjera. Todo eso pecó por exceso de crueldad i salió abiertamente fuera de las leyes de la guerra que la civilización ha establecido para atenuar sus fatales consecuencias. ¡ C a í g a l a responsabilidad de sus actos sobre los hombres i el partido que las ordenó i ejecutó! Las propiedades de las personas particulares, de los que no fueron combatientes, están asimismo bajo la protección i amparo de la lei internacional (2), que fi) « N ú m . 5 ). U n prisionero de guerra no es acreedor a ninguna pena en su carácter de enemigo público; ningún sufrimiento, ninguna deshonra podrán serle voluntariamente inflijidos por represalia, ni apresamiento, ni privación de alimento, ni mutilación, ni muerte, ni ningún otro tratamiento bárbaro. « N ú m . 71. Cualquiera que hiera intencionalmente al enemigo ya reducido completamente a la impotencia, le mate, ordene matarle, o anime a sus soldados para que lo h a gan, será ejecutado si su culpabilidad queda demostrada. Y a pertenezca al ejército de los Estados Unidos o que sea enemigo capturado después de haber cometido su crimen.»—(Instrucciones Americanas.) N ú m . 542. Los representantes de la autoridad militar tienen el deber de respetar las leyes de la humanidad, de la justicia i del honor, así como los usos admitidos en la g u e rra por las naciones civilizadas. « L a tiranía i el despotismo militar consisten en el abuso de la guerra i en la violación de sus leyes. Cuanto mas superior es el poder militar sobre los ciudadanos armados, tanto mas debe, también, distinguirse por su humanidad i sus virtudes cívicas, « N ú m . 538. Las naciones civilizadas no reconocen hoi a las autoridades militares el derecho de disponer arbitrariamente de la suerte de los habitantes pacíficos del territorio enemigo o de los ciudadanos que hacen parte del ejército enemigo.»—(Bhintschli, Droit International Codifié.) (2) « N ú m . 44. Toda violencia cometida sin necesidad contra los habitantes del país invadido, toda destrucción de propiedad que no es ordenada por un oficial que tenga categoría para este efecto; todo hurto, todo robo o saqueo, aun después de la toma por asalto de una plaza; todo rapto, toda mutilación, todo asesinato de un habitante son prohibidos bajo pena de muerte o bajo otro castigo proporcionado a la gravedad de la i n f r a c c i ó n . » — (Instrucciones Americanas.) « N ú m . 550. Las leyes de la guerra reprueban la violación de la palabra dada al enemigo, las crueldades inútiles, las devastaciones bárbaras, los goces inmorales i los actos 1


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no ha sido respetada sino abiertamente violada por los revolucionarios triunfantes. En vista de las reglas que la civilización ha establecido "para la guerra i que dejamos trascritas, puede asegurarse: que ninguno de los actos de la administración Balmaceda salió de la mas estricta observancia de esas prescripciones i que, ni el fusilamiento de Cumming, que no era combatiente, ni pertenecía al ejército, ni a fuerza regular armada; ni el fusilamiento de los tripulantes de una torpedera que la habían robado para entregarla al enemigo; ni el fusilamiento de los sarjentos Mesa i Peña, que procuraban sublevar un Tejimiento; ni el ruidoso acontecimiento de Lo Cañas, que son todos los actos de tirania, que condensó el ministro Errázuriz en hábil i estudiada nota, han salido fuera de la aplicación de las leyes de la guerra, que lo autorizaban para aplicarlas, desde que a ellas habían apelado los enemigos de la paz pública, quienes debían conocerlas. En cambio ¡cuántas infracciones de esas mismas leyes i de las de humanidad i del decoro mismo no aparecen comprobadas como imputables a los revolucionarios, antes de las batallas i particularmente después de ellas, cuando nadie resistía a su autoridad i en plena paz! Léase cuanto dejamos dicho i compárese con los preceptos enumerados i se verá cuan amplia justificación abona la conducta del presidente

de codicia prohibidos i castigados como crímenes comunes; en una palabra, todo lo que es contrario a las leyes del honor militar. « N u m . 655. Cuando las entregas regulares de víveres, uniformes, armas i m u n i c i o nes necesarias a un ejército, llegan a faltar i que uno debe recurrir a contribuciones f o r zadas, el estado que ha ordenado la requisición está obligado a indemnizar a los p a r t i c u lares i debe entregar a los propietarios respectivos un recibo de los objetos tomados o recibidos. . « N ú m . 661. N o es buena guerra entre naciones civilizadas prometer a los soldados el saqueo libre de una plaza o de un campo para animarlos a dar el asalto. Todo saqueo constituye una violación del Derecho de lentes,»—(Bluntschli, Droil International Codifií.J


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Balmaceda i cuan negras i densas nubes cubren lá victoria alcanzada sobre sus huestes. 1 tódavia nc se olvide que quienes vinieron a constituirse en jueces para perseguir i castigar enemigos personales so capa de hacer justicia, eran ellos mismos culpables i justiciables ante nuestra propia lei penal. «Los que alzaren, dice, a mano armada contra el gobierno legalmente constituido, con el objeto de promover la guerra civil, de cambiar la Constitución del estado o su forma de gobierno; de privar de sus funciones o impedir que entren en el ejercicio de ellas el Presidente de la República o al que haga sus veces; a los miembros del Congreso Nacional o de los tribunales superiores de justicia, sufrirán la pena etc. .Alas, para aplicar i castigar en virtud de esta disposición a los partidarios vencidos de Balmaceda han tenido que pedir amparo a una ficción imposible de sostener en el terreno de la lei i del sentido común. Se han declarado ellos, los que se alzaron contra el Presidente de la República, gobierno legalmente constituido i llaman revolucionario al de aquel en quien residia según el artículo 50 (r) de nuestra Constitución la facultad de administrar el Estado i todas las demás atribuciones que hemos consignado en otra parte para probar cómo, en obedecimiento a la Constitución misma, nadie sino él podia invocar el titulo lejítimo de gobierno constituido. Nadie podia tampoco arrebatarle legalmente ese titulo desde que' no habia espirado el periodo constitucional de cinco años por el cual lo elijió el pueblo, que era el único que le podria retirar, i no lo hizo, la delegación de su poder. El Congreso tenia una parte solamente de la soberanía delegada del pueblo i asi, la Constitución no le (1) U n ciudadano con el título de Presidente de la República de Chile administra el Estado, i es el Jefe Supremo de la N a c i ó n . — ( A r t í c u l o 50 de la Constitución.)


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daba atribución para usar de él fuera de la facultad meramente legislativa. Parece que no se hubiera obrado en presencia del pais i que se olvidara que el mundo nos contemplaba i seguia i estudiaba con interés las peripecias de la revolución i sus fundamentos i oríjenes. Los hechos están ya consumados, espuestos con claridad i la historia imparcial vendrá á juzgarlos. Dentro del cuadro que hemos trazado, amplificado por mayor acopio de datos e ilustraciones, creemos que se encontrará el plan, aunque incompleto, de una historia concienzuda. Notamos que hace falta a estos breves apuntes la esposicion de los grandes negocios financieros i especulaciones frustradas de Tarapacá i otros lugares, a que se atribuye capital importancia en el orí/en i desarrollo de la revolución, i que se dicen ademas detenidos por el brazo honrado del presidente Balmaceda. Tan ardua empresa demanda estudios e investigaciones que no es posible hacer lejos de la patria i si la acometiéramos al través de los Andes, nos espondríamos a incurrir en errores de hecho i de apreciación que dañarían el prestijio a que aspira este trabajo. En ninguna materia puede usarse mas circunspección i rectitud de criterio, ni debe escribirse con mas acopio de datos, que la que dejamos en suspenso para que la traten los que directamente intervinieron, fomentaron o impidieron las especulaciones sospechosas. Llega en hora oportuna para insertar aqui, el siguiente artículo ilustrativo de esta materia, que tomamos de La Reforma, periódico que ve la luz pública en la ciudad de la Serena. Dice así:


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San Juan, Febrero 4 de / 8 9 2 .

Señor editor de La

Reforma: SERENA.

Antes de todo permítame felicitar a Ud. por la actitud noble i levantada de La Reforma, único diario liberal que permaneció en pié, en el naufrajio que acarreó el triunfo de la revolución. Los directorios de Mendoza i San Juan no pueden menos de admirar la valentía de su publicación, que pudo imponerse a las hordas del norte. I desde luego, i una vez que los compañeros han podido siquiera en parte considerarse a salvo de la implacable persecución de sus furiosos enemigos, podremos dar a Ud. algunas noticias, muchas de ellas importantes, i que antes habíamos silenciado por no agravar mas la situación de los correlijionarios, que estaban amontonados en las cárceles. # #

Tenemos, en primer lugar, la noticia segura de que el testamento político de S . E. el ex-presidente de la República, don José Manuel Balmaceda, está a salvo, junto con un grueso legajo de cartas i contratos, en los cuales aparecen como actores principales los prohombres de la revolución. En dichos documentos se prueba de una manera irrefragable i con la firma personal, auténtica, que los jefes de la revolución apelaron a ella, porque el ex-presidente señor Balmaceda no aceptó, bajo ningún concepto, que los dineros del Estado fueran a parar a manos de ciertos privilejiados de Santiago i Valparaiso, los que al verse burlados en sus planes de lucro, apelaron a la revolución. Tres son los puntos culminantes que abrazan los 30


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grandes negociados que fracasaron mediante la enérjica actitud del Sr. Balmaceda: i. La negociación North. Este señor, por medio de algunos diputados de la cámara chilena, habia formado un sindicato para proveer de víveres, agua i combustible a la provincia de Tarapacá; es decir, quedábase todo una provincia a merced de una compañía especuladora. Desde luego, i a primera vista, puede tomarse el peso a esta monstruosa empresa, que no obstante recibió el patrocinio de los señores Zeg'ers, Altamirano, Mac-Iver i Guerrero, i otros caballeros que han sido i son consultores a sueldo de las grandes empresas salitreras. 2. L a negociación Harmand. Este es uno de los mas grandes, por no decir colosal negociado. La casa Dreyffus consignataria del guano del Perú en Europa, debía a esta nación una fuerte cantidad. No pudiendo solucionar sus cuentas, ni arreglar sus créditos con el Ministro peruano en París, hizo la revolución del año 80 en el Perú, que dio por resultado la exaltación de don Nicolás de Piérola, como jefe supremo de la República. Pues bien, entonces, tuvo lugar un arreglo o transacción, por el cual el Perú, acreedor de algunos cientos de miles de soles plata, se declaró deudora a Dreyffus, por 2 2 . 0 0 0 , 0 0 0 de soles plata, mas o menos reconocidos bajo la hipoteca del guano i salitre. Terminada la guerra del Pacífico, i llamados los acreedores a los tribunales arbitrales, los Dreyffus se quedaron callados i no comparecieron, ni dieron señales de vida. Mucho mas tarde, i cuando un conocido senador chileno fué a Francia en representación de la Compañía minera de Huanchaca, se removió nuevamente la cuestión.—Mr. Grévi, ex-presidente déla República a

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francesa i abogado durante muchos años de la casa Dreyffus, empezó a ajitar el negocio, i de acuerdo con el senador chileno i varios otros capitalistas chilenos residentes en París, se dio forma al reclamo, no ya contra el deudor Perú, sino contra Chile, tenedor de los yacimientos salitreros.—El senador chileno, que habia comprado el palacio del actual presidente de Bolivia Sr. Arce, hizo sus maletas i se venia a Chile. {A qué? A ocupar su asiento en el senado, junto con varios otros congresales que estaban en el negociado. Merced a la combinación, fué nombrado ministro de Francia en Chile, en misión especial Mr. Harmand, no obstante haber acreditado cerca de la Moneda un ministro francés, el que resentido del desaire, renunció i se volvió a su pais. Fresco está el recuerdo del célebre discurso de Mr. Harmand, el que se presentó diciendo: «yo no vengo a discutir, sino a que se me pague; se paga o n ó . El Excmo. señor Balmaceda que tenia todos los hilos de la madeja tejida por el Sr. Melchor Concha i Toro en París, impuso silencio a las pretensiones del sindicato por medio de Harmand, i le dio a éste un término perentorio para salir del pais. El asunto causó ruido en el gabinete de Versalles, pues se trataba nada menos que de haber arrojado ignominiosamente a un representante francés.—Pero el gobierno del Sr. Balmaceda envió un emisario especial a Francia, llevando todos los documentos del caso, lo que provocó una reacción favorable en favor de Chile, dando por resultado la destitución de Mr. Harmand, con el caluroso apoyo de la prensa francesa que pedia fuera llevado a los tribunales el ájente de negocios, nombre que dio a su ex-diplomático. ;)


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3. Los contratos relativos al negociado de los ocho millones, que algunos diputados de oposición iban a llevar al bolsillo particular. Todos recordarán que cuando se negó á S . E. el Presidente de la República el cobro de las contribuciones, se inició después un acuerdo por intermedio del señor Alvaro Cobarrubias. Terminadas las negociaciones y arregladas las diferencias, el señor Balmaceda presentó al señor Cobarrubias un contrato entre un ájente y comisionista de Valparaíso señor Montt, i una casa alemana (V. B.), por el que se estatuía que las contribuciones vencidas no serian pagadas, y la lei no tendría efecto retroactivo, merced a un estipendio de un 50 °/ del valor de los derechos: el señor Cobarrubias declaró a S . E. no estar facultado para tratar este asunto sino el de la composición del nuevo gabinete, lo que produjo la ruptura y dio lugar a la publicación en el Diario Oficial de un editorial, en que el jefe de la nación chilena declaraba que no podia permitir que ocho millones, que pertenecian a la nación, pasaran al bolsillo de unos pocos. Esta declaración cayó como una bomba en la cámara de Diputados, pues muchos de ellos, que no estaban en el secreto, se sintieron profundamente heridos en su dignidad. El señor Demetrio Lastarria, que acababa de ser ministro y figuraba en la oposición, hizo presente en la secretaria de la Cámara de Diputados que tomaria la palabra para dar su adhesión sin límites en este asunto al Presidente de la República, pues no quería ser cómplice de un robo tan escandaloso. L a actitud del Sr. Lastarria y de otros caballeros que pensaban como él, hizo fracasar la pilatuna, i los impuestos se votaron desde el 1 . ° de Enero. Habiendo fracasado estos tres grandes negociados, 0

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no quedaba sino el cambio de gobierno i a ello fué la revolución: como corolario, tenemos ya en Chile al hermano de Mr. North, que viene a reanudar las negociaciones de entonces; i que, desde el principio de la revolución tuvo acreditado ante la Junta de Gobierno, a Mr. Trumbull como secretario privado del King

of

Nifrate.

Otros asuntos que habian permanecido en semioscuridad desde el 7 de Enero, han empezado a tratarse ya en la prensa de Buenos Aires, Nueva York i Londres, para dar a conocer los verdaderos móviles de la revolución chilena, i pronto, cuando el jeneral Mitre dé a la luz pública los precisos documentos que han sido confiados a su honor i a su custodia, se tendrá la clave de los móviles de que la oligarquía santiaguina tuvo en vista para hacer el cambio de gobierno que se ha realizado.—I los tontos i los imbéciles que han ido tras la Constitución i han derramado su sangre de buena fé, verán que solo se han batido porque los Edwards, los Matta, los Zegers i demás que dirijian los hilos de los inconscientes fantoches hagan un pingüe negocio, quedando el pobre pueblo al yugo i gozando los gritones de las vacantes que quedaron de los exonerados en masa. *• ** Mui comentada ha sido por la prensa del Atlántico una indiscreción del patriarca Matta, acerca del empréstito interno de los 1 5 millones de pesos.—El señor Váidas Vergara propuso un proyecto para un empréstito de 1 5 millones de pesos, para pagar ocho millones que se debían por la Junta de Gobierno a algunos bancos, después del i.° de Setiembre i el resto para el déficit de 1 8 9 2 . — E l asunto estaba arreglado con la casa de Edwards i con D. José Besa; i


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Como habia sido llevado en secreto, el senado tragaba el anzuelo.—Pero el patriarca Matta, que nunca yerra, hizo la talquina i quedó en descubierto el negocio. . Lo que ha dado asunto a los diarios del Atlántico para comentar este nuevo desfalco de las rentas de Chile, es el siguiente trozo de la sesión de la cámara de senadores de Chile, que según O Jornal do Commercio, es así:

Sesión ?.° ordinaria en 2 5 de Enero de i8g2.— Presidencia del señor W a l d o Silva. . El Sj. Silva (Presidente).—En votación el art. i . ° -—Fué aprobado por unanimidad, absteniéndose de votar el Sr. Edwards. "Al recojer la votación: El Sr. Edwards (Ministro de Industria i Obras públicas).—Me abstengo de votar, señor. El Sr. Silva (Presidente).—Es que S . S . debe votar, porque no habría número. . El Sr. Edwards (Ministro de Industria i Obras Públicas).—Votaré en blanco. El Sr. Matta.—EL SEÑOR EDWARDS HA AUTORIZADO P O R SU P A R T E E S O S CONTRAT O S . (Tableau). El Sr. Edwards (Ministro de Industria i Obras Públicas).—Permítame su señoría, yo no he autorizado ningún contrato de esos:'—solo he dicho que los fondos estaban listos para el empréstito. El Sr. Besa.—Entiendo que la autorización es para contratar el empréstito no solo con los Bancos. , El Sr. Silva (Presidente).—Si, señor. El Sr. Besa.—Entonces voto, señor. El Sr. Besa.—Es jerente del Banco Nacional i, contra la palabra del honorable S r . Presidente del senado S r . Silva, que asegura que se puede contra-


tar con otras personas que los Bancos, tenemos el Mensaje de S . E. el Presidente de Chile, que se acababa de leer en el Senado i que dice: «Artículo único. — Se autoriza al Presidente de la República, por el término de un año, para celebrar contratos de crédito CON L O S BANCOS hasta por la suma de quince millones de pesos. Santiago, 7 de Enero de 1 8 9 2 . — J O R J E MONTT.—

Francisco

Valdés Ver gara.**

{Qué dirán a todo esto los señores constitucionales? El

Corresponsal.


VII

CONSECUENCIAS ¡El capitán Montt es ya Presidente de Chile! Estudiemos el significado de esta presidencia, no bajo un punto de vista estrecho i personal, sino en el elevado i noble de los principios, a la luz de la historia patria i en presencia de la historia americana de la raza de oríjen español. Eso es el único modo de que la catástrofe sufrida nos deje caudal de enseñanzas i de verdades sobre que meditar. Desde luego, la presidencia del capitán Montt llega al mundo político para nosotros i para todo hombre de ideas, con un peca'do insubsanable de oríjen, pues viene a confirmar en Chile una práctica a que hasta hoi habia escapado i que fué la eterna causa de revueltas i pronunciamientos en todas las repúblicas de la América latina i el oríjen del caudillaje que las ha empobrecido, produciendo su atraso, su miseria i su debilidad. Variados fueron los procedimientos de que los revoltosos se valieron para el logro de sus propósitos; ora los pronunciamientos, ora los motines de cuartel, ya las insurrecciones de la fuerza pública. Pero siempre i sin exepcion alguna, si habia un jeneral victorioso, un corónelo un capitanejo, estos se entronizaron como dictadores. Mas, como esta forma de gobierno adquirida por asalto, carecía de lejitimidad, todos los caudillos grandes o pequeños, valiéronse de la omnipotencia que les aseguraba el mando absoluto que habia caído en sus manos para llamar al


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pueblo a elecciones, i siempre salió triunfante de las urnas el caudillo victorioso en los campos de batalla. Todo esto se hacia cuando el bando triunfante gozaba de todas las irradiaciones i ventajas que procura una situación política absolutamente dominada por él: los adversarios se hallaban en el destierro, en las cárceles, o habían perecido en los campos de batalla, en el patíbulo o en oscura i traidora celada. He ahí la historia sud-americana del último medio siglo; historia palpitante, de actualidad puede decirse, que no necesita ser comprobada con recuerdos i citas de nombres i de hechos que deben estar en la memoria de todo el que tenga somero conocimiento de lo que estas repúblicas han sido en su vida política de naciones gobernadas por si mismas. (Vulgo independientes). El pueblo ha servido para justificar todos los motines, todas las sublevaciones. Se iniciaban estos en los cuarteles, en los conciliábulos secretos de conspiradores vulgares i lo que habia sido obra de mezquinos intereses i conveniencias de caudillos i de aspirantes, no faltó nunca argucia de esa plaga de leguleyos que tanto daño ha causado a estos paises, para convertirlo en causa grande, noble, sagrada i de principios, cuya decisión se encomendaba al pueblo soberano. Y este, las mas veces, ni sabia de que se trataba, ni comparecia tampoco a los comicios, que se aseguraba habían reunido a la inmensa mayoría del país elector i por consiguiente, el caudillo hecho rei, se creía a cubierto de todo cargo de ilegalidad i de usurpación del poder. Pero las mas veces no pensaron asi sus adversarios, ellos, los perseguídos, los encarcelados, los saqueados i los burlados en la mofa que se hacia de la nación entera con una elección de fórmula, que no cumplía con ninguno de los requisitos que pudieran hacer perdonar su oríjen


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al caudillo afortunado. Y tras de un pronunciamiento triunfante vino la protesta armada de los hombres caídos i otro nuevo triunfo i nuevo dictador i elección popular hecha en su favor. Y la guerra civil i la inseguridad personal mataron al comercio, esterilizaron las fuerzas viva^ de estos paises, llevando a todo el mundo Ja noción de un desprecio profundo i de un descrédito permanente para ellos. Solamente Chile habia escapado a estas situaciones i a semejante estado de inseguridad política i social. Pero, ya un congreso hizo su pronunciamiento, un caudillo amotinó la escuadra i ese caudillo se hizo dictador dentro de la revuelta misma, porque se impuso a la Junta de gobierno que la fomentaba , i dirijia, i llegó hasta hacerse dueño de los cuantiosos caudales públicos de la porción mas rica del territorio chileno i depositólos en los bancos a su orden. ¡Y haciendo esto se acusó de robo i despilfarro al presidente Balmaceda, que los administró en conformidad a las leyes i por medio de los funcionarios públicos que ellas establecen! No desoyó el caudillo los consejos i las lecciones de la historia americana i se impuso también a los caudillos i partidos de la capital; llamó al pueblo a elecciones i hechas en las mismas condiciones de libertad i respeto al derecho que todas las que en tales casos se habían practicado en la América, por todos los revolucionarios triunfantes, resultó electo Presidente de la República de Chile. No obstante, el capitán Montt pidió todavia veinticuatro horas de plazo para contestar si aceptaba 0 nó el alto honor de ocupar el sillón presidencial i cubrir su pecho con la insignia tricolor, que con tanta honra para Chile supieron llevar don Manuel Montt 1 los no menos ilustres i espertos políticos de preclaros i no ignorados antecedentes señores Pérez, Errázúriz, Pinto, Santa Maria i Balmaceda, todos ellos


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de talla jigantesca por su saber, su patriotismo-, por sus relaciones sociales i de familia i porque siempre hicieron profesión del servicio de su pais. El capitán Montt contestó precisamente a las veinticuatro horas, de lo que le hizo gran mérito un hombre político que desde veinte años atrás viene siendo el vocero de todas las causas, de todas las ideas, dé todas las aberraciones e inconsecuencias i que sirve i ha servido para todo. Dijo el capitán Montt, que hacia el sacrificio de 1

aceptar!

Es cierto que todos los círculos políticos llegaron a ponerse de acuerdo i que, después de una lijera escaramuza, se hizo la unanimidad i todos, némine discrepanti, resolvieron que el capitán Montt era el hombre i el héroe de la situación. Pero no es menos cierto también que el tirano Rosas, que durante veinte años llenó de luto i de dolor a la República Arjentina, elevó mas de veinte veces su renuncia a la sala de representantes i que otras tantas se le rogó, también por unanimidad de votos, que continuase en el mando, para bien de la patria que degradaba i ultrajaba, cubriéndola de vergüenza ante el mundo civilizado. I el tirano contestó cada vez que aquella comedia se representaba: «.que aceptaba el sacrificio que se le exijia . Pero entre bastidores habia tenido lugar otra farsa: Rosas habia enviado emisarios a todos i cada uno de los miembros de la sala de representantes para hacerles comprender que—• ¡ay de aquel que se permitiese aceptarle la renuncia que presentaba! Nuestra noble aristocracia santiaguina habría temblado a la sola idea de no merecer los favores i las sonrisas del caudillo triunfante. Los votos estaban pues, asegurados. Se ha dado el primer paso en la senda que, antes que nosotros, recorrieron las demás >y


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repúblicas de América de orí jen español. ¿Nos detendremos en la pendiente? ¡Misterio! Pero la lójica de los hechos i la lójica de la historia son inflexibles i harto felices seríamos si en nuestra afortunada tierra vinieran a romperse sus leyes, cual la ola embravecida que muere i desaparece en la tranquila playa. A este respecto recordamos que, cuando la aristocracia bursátil de la capital de Chile, arrebató al pueblo en una sola noche veinte i tantos millones de pesos oro, declarando en su propio beneficio, que desde el dia siguiente solo pagaría con tiras de papel lo que habia recibido en oro, sosteníamos a un banquero beneficiado con aquella medida, que principiaba para Chile la era de la decadencia de la fortuna particular i del medio circulante. Decíamos que, cual en el Perú, el cambio llegaría a 3 0 á 2 0 , a 1 5 i se nos contestaba que no: que eso podría suceder en el Perú, pero no en Chile. El acontecimiento nos dio pronto la razón. Se tiene la necia i vana pretensión de imajinar que este es el pais de las excepciones, que no es como todo el mundo i que aquí se suspende el cumplimiento de las leyes políticas, sociales i económicas, que son la sanción de faltas en que se incurre. No; porque el orden moral, como el orden físico se rijen por leyes de armonía que si se cumplen invariablemente, la conservan: pero que, si por desgracia se infrinjen, conducen a los pueblos a las mismas catástrofes i trastornos i solo se levantan de ellas recorriendo la misma via crucis i pasando por los mismos sacrificios. Mas de una vez nos hemos preguntado ¿quién es ese capitán Montt que acepta como un sacrificio la

presidencia de la república? No lo conocíamos i hemos buscado todas las fuentes de investigación que la prudencia aconseja para conocer la filiación del


hombre de ciencia o del político. En todas estas esferas no lo hemos encontrado. Sabíamos de antiguo que era un marino i la investigación imparcial nos ha hecho saber que sobre la cubierta de la nave de su mando sabia conservar una disciplina ríjida i severa i conocía su profesión. No satisfechos aún inquirimos mas, i supimos que fué a Europa en la comisión que Latorre desempeñó allí i que éste lo hizo volver. ¿No esplicaria esto porqué el almirante fué borrado del escalafón apenas el capitán Montt fué omnipotente? Buscamos méritos mayores para un presidente de Chile, i en estas circunstancias, recibimos de nuestra patria carta amiga, que tiene el mérito de haber sido dirijida por caballero que combatió con toda independencia la política del presidente Balmaceda i que no le escusó ni en público ni en privado la sensura acre i concienzudamente convencida. Esta carta tiene pues el mérito de ser la espresion de ideas de uno de los pocos hombres que en la lucha ardiente que acaba de pasar, supo conservar i conserva aun su independencia, sin faltara la consecuencia al partido a que pertenece. Sentimos que la reserva que pide una confidencia amistosa nos impida dar a luz su nombre, pero, como dato ilustrativo, no podemos resistir al natural deseo de hacer conocer algunos de sus párrafos, que dicen así: « L a situación está ya mas o menos normalizada. El caudillo de la revolución se impuso como era natural, a los partidos revolucionarios i ya lo tiene el pais como candidato unánimemente elejido para ocupar el puesto que han honrado Manuel Montt. Errázuríz, Santa Maria, etc., etc. Ello es lójico. Pero es mas ridiculo i vergonzoso para los partidos que han hecho la revolución." «Dicen que es un hecho la alianza nacional-conservadora. Siendo esto así tendrá Montt que gobernar


con ella, pues tendrían conservadores i nacionales unidos mayoría en las dos cámaras. «Ojalá que Dios se compadezca de este pobre pais i lo proteja con sus bienes. Pero con Montt creo será difícil nos venga la bonanza. Es un hombre desprovisto de todas las cualidades que debe reunir un presidente-de Chile i mas aun después del cataclismo que hemos tenido.® Hasta aquí la carta. No nos ha satisfecho, por que no nos trae el conocimiento de los méritos, i las cualidades sobresalientes que atribuíamos en nuestra, acaso injénua sencillez, al favorecido con la presidencia de nuestra patria. I por eso hemos ido aun a otra fuente de investigación; nos hemos trasportado a la época en que la marina de Chile desempeñó en la guerra del Pacífico papel tan importante que cooperó con eficacia al éxito de'las armas i a los triunfos asombrosos de nuestro ejército. I allí se nos presenta el heroico Prat, llenando el mundo con su nombre i escribiendo con su denuedo la pajina mas grande i mas brillante de la historia marítima de la República; encontramos allí a Latorre, sereno i valiente en medio de los combates, ejecutando los actos mas importantes i decisivos en la guerra; se nos presenta Lynch, tan hábil guerrero como esperto político i diplomático aventajado; vemos a Condell, arrojado i sereno, desafiando sobre la cubierta de una débil nave la furia de poderoso adversario a quien sepulta en el océano; encontramos a Thompson en la rada de Arica pagando con su vida su temerario arrojo; se nos presenta Orella, tan valiente sobre la cubierta de su buque, como activo, intelijente i enérjico en la tarea de favorecer en tierra la movilización de tropas i artillería; vemos a Riveros que dirijia con serenidad las operaciones marítimas i limpiaba el mar de enemigos, para que el ejército


pudiera operar en tierra; a Sanchez combatiendo esforzado en Antofagasta contra enemigo poderoso. Solo el capitán Montt dejó de brillar en todos aquellos actos gloriosos, solamente su nombre no se encuentra en aquel palenque i en aquella lucha, en la cual todos los marinos pugnaban por ser grandes i por hacer que sus nombres pasasen a la posteridad con aureola de luz; solamente el capitán Montt tuvo la desgracia de que el Almirante Riveros lo remitiera a Valparaiso a disposición del gobierno, en los momentos mas interesantes para un hombre de mar, cuando iba la escuadra a cooperar a la acción del ejército en la batalla de Chorrillos. ¡Triste lote el del capitán Montt! no brilló en la guerra marítima del Pacífico; fué escluido de ella en uno de sus instantes mas decisivos i la posesión de Tarapacá no le cuenta entre sus esforzados defensores. Su sangre no corrió i su vida no se vio espuesta en defensa de la patria amagada por enemigo estranjero i en peligro de ser destrozada i repartido su territorio entre los vencedores. I no obstante, el capitán Montt amotinó la escuadra, se apropió de las riquezas de Tarapacá, que tanta sangre de héroes habia costado, i en guerra fratricida hirió el corazón de la patria. Lo mismo hacia el Perú cuando era poseedor de la inmensa riqueza que encerraban las islas de Chincha. Las tomaban los caudillos que podían disponer de la escuadra; privaban al gobierno de recursos; esplotaban aquellos abonos, obtenían inmensa fortuna i se iban a Europa o a la presidencia, según la suerte de las armas les fuera adversa o propicia. ¿Tocará al capitán Montt la poco envidiable gloria de preparar para su patria la misma via-crucis que ya recorriera el Perú con mengua de su crédito i de su prosperidad, después de haber echado él mismo honda sima, que dividirá por largos años la antes


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unida familia chilena? ¡Misterio que solo podrá resolver el porvenir! Mientras tanto flota en el derecho público constitucional de Chile un nuevo medio de trasmisión del poder, ignorado hasta ayer i repudiado antes como absurdo e imposible de ser aceptado: el de la fuerza, el del caudillaje que puede abrir las puertas de la Moneda a los Daza i Melgarejos. Basta para ello que cuatro o mas conspiradores se reúnan, que se digan congreso; que declaren no hai en Chile presidente, no hai presupuesto, no hai ejército, no hai justicia: que un marino inocente o no, acepte esas absurdas teorías, que delibere la fuerza a sus órdenes, que interprete la constitución i que niegue obediencia al Jefe Supremo, a quien ésta le manda respetar; que el caudillo afortunado derribe al poder legal i en virtud del derecho de la victoria, que atrevidamente se ha invocado ya, se declare a su turno derecho, justicia i legalidad. I que en virtud de este nuevo código, premie la traición i castigue la lealtad; que desconozca todo lo obrado por el poder legal i sobre sus ruinas levante el imperio de una lei nueva que hasta hoi era ignorada por la civilización. Así se va lejos. Mañana serán las municipalidades de la república, quienes, representantes jenuinos del poder local, que son parcialidades del pueblo soberano que les delega el suyo, las que reuniéndose declararán que no hai intendentes ¿i por qué no, que tampoco hai Presidente, si para ello cuentan con algún batallón o algún jefe que lo comande? I vendrá nuevo conflicto, nuevo trastorno i entonces el soldado, que sabe ya por esperiencia i por las reglas del nuevo código que basta que alguien declare que no es debida obediencia al Jefe del Estado, no vacilará en ir a la revolución i el poder quedando aislado, caerá. Se abrirá la era de las revoluciones.


(Quién nos asegura que mañana no serán las municipalidades las que hagan la temeraria i absurda declaración i que algún jefe ambicioso no se permita aprovechar en su beneficio las nuevas prescripciones del derecho público constitucional de la república modelo? El primer paso está dado; se ha descubierto ya el alcance de una arma de dos filos, que servirá a todos los descontentos, a todos los ambiciosos para realizar sus planes personales. Porque borrada la lei escrita i reemplazada por el capricho, todo cabe dentro de los incomprensibles estravios i delirios de la ambición. Si hubo un jefe desleal i afortunado que con esas solas cualidades llegó a la meta, a donde solo habian alcanzado los mas dignos i los mas sabios ¿quedarán tranquilos i podrán matar sus aspiraciones, los que trabajaron a su lado i pueden sentirse tanto o mas meritorios que él? De aquí al motin de cuartel i al caudillaje no hai distancia que salvar i tal es la historia. Un motivo se hace valer además para la elección del capitán Montt que está consignado en el párrafo de otra carta santiaguina que dice así: « L a elección unánime de Montt para Presidente obedece a la secreta esperanza que cada uno de los partidos abriga de inclinarlo en su favor. Aunque nadie sabe el verdadero color político del individuo, si es que tiene alguno. Y nosotros agregaríamos que la elección de Montt obedece al propósito de que los partidos revolucionarios coaligados no se dividan i combatan al dia siguiente del triunfo. Cualquier candidato, de cualquiera de los círculos, habría traido inmediatamente honda i gravísima escisión entre todos. Y la discordia no les convenia en estas circunstancias. Aplazan la liquidación para mas tarde i mientras tanto, continuará la lucha de influencias i de predo})

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minio dentro de los muros de la Moneda, como la hicieron durante la administración de Balmaceda, contrariando i entorpeciendo su plan de unificación de los círculos liberales. Para verdades el tiempo. Mientras tanto el capitán Montt tiene ya en perspectiva un grave motivo de humillación i desprestijio 0 de lucha i resistencia. Ha aceptado el honroso cargo en nombre del respeto de la Constitución i en nombre también del gobierno parlamentario i de obediencia al Congreso i no para practicar el gobierno popular representativo que es el que ella establece. Conserva, pues, toda la responsabilidad de sus actos, se desnuda de la facultad que para ese fin le concede la Constitución, de nombrar i remover a su voluntad sus colaboradores ministros del despacho, i por otra parte entrega esa preciosa prerrogativa al Congreso. No vá a gobernar; vá a obedecer. Y si tiene dignidad 1 se subleva, ya sabe como caen los presidentes de Chile i que hai solo un paso del Capitolio a la roca Tarpeya. He ahí consecuencias considerables en perspectiva. L a situación no está liquidada aún i tarde o temprano reaparecerá la discordia, i por eso antójasenos el capitán Montt uno de aquellos medicamentos que nada significan; que ni empeoran, ni dan mejoría al doliente i que los galenos suelen emplear para ganar tiempo, cuando ignoran la naturaleza de la enfermedad, para esperar que se presente con síntomas mas caracterizados. Es el ioduro de potasio de la actual política chilena. Vese claro en todas estas evoluciones, que el partido liberal será la bestia ofrecida en holocausto en el sacrificio que se prepara i que no será esa una de las menos serias lecciones i enseñanzas de la revolución. Por eso decimos que la lucha reaparecerá, porque las ideas de libertad no mueren i el absolutismo


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siempre levanta protestas i tormentas. El partido liberal, lo hemos dicho en otra parte, deberá descender para ir a luchar unido, no por personas sino por principios; no por intereses mezquinos, sino por los grandes i nobles de la patria. Si así no procediese, si la cordura no dominase a sus hombres, tendría que someterse, servir de simple auxiliar i recibir los desdenes de los poderosos. Antes que eso debe ir a la oposición, a recibir nuevo bautismo de sacrificio para rejenarse en la desgracia i el ostracismo del poder, si es que el furor de las pasiones dominantes le permite divisar el abismo donde se precipita. Surjen de este cataclismo que ha trastornado todas las ideas de justicia i moralidad social, dos nuevos poderosos belijerantes políticos, que en adelante deberán ser tenidos en cuenta: el clero, los frailes i mui particularmente las comunidades relijiosas estranjeras i la mujer. Aun cuando siempre fué en Chile, particularmente en la capital, elemento político considerable el clero, nunca, jamas como en la lucha pasada tomó parte tan activa i tan descarada, apareciendo en las asonadas, ejecutando actos impropios de la dignidad sacerdotal i convirtiendo la cátedra sagrada en tribuna de desprestijio i de ataque en contra del poder civil, i haciéndola palenque donde se iban a exaltar las pasiones, lejos de predicar la caridad i la mansedumbre cristianas. La mujer abandonando las nobles tareas del hogar, desentendiéndose de la sublime misión de la madre, salió a la calle pública a predicar esterminio, indujo al soldado a la deslealtad, fué al vivac para derramar allí a manos llenas el oro i la corrupción. I mezclándose entre las turbas en la calle pública, las incitó también al saqueo, abandc¿nó la túnica sagrada de la esposa, rasgó el velo santo de la virjen, i olvidando la madre que habia otras madres, les arrebató


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el pan de sus hijos en horas de furia i cinismo que avergüenzan. ¿Olvidarán los partidos caidos quienes fueron sus mas crueles enemigos? He ahí el peligro gravísimo que el clero, la mujer i las comunidades relijiosas estranjeras deben divisar en el porvenir, cuando nuevas luchas, llevadas a cabo en conformidad a la nueva moral social i política, caigan sobre la república. No las deseamos, ni las pedimos para la querida patria, que acaso no volveremos a ver; pero las divisamos como consecuencia lójica de las ideas i de los actos de la última época. Fué para España poderosa, cuyos dominios abarcaban los mundos, principio de una decadencia que aun llega hasta nuestros dias la espulsion de su suelo de los moros, raza trabajadora, que ha dejado en la península monumentos que atestiguan su pujanza i el grado de adelanto a que habia alcanzado. No se reemplazan en un dia ni en siglos, las fuerzas vivas de un pais, que se tronchan i destruyen inopinadamente en un momento dado. La Francia también tuvo que sufrir las consecuencias del Edicto de Nantes. Principia a alejarse de Chile numerosa juventud intelijente i vigorosa, ávida de trabajo i de libertad, que se asfixiaba dentro de la patria, donde la condición de cosa i paria a que la reducen las hostilidades de los revolucionarios triunfantes, no les permitía vencer aquella atmósfera de odios, para dedicarse al trabajo. La República Argentina está recibiendo esa valiosa emigración chilena, a la que se agregan también numerosas familias que vienen a instalarse con el ánimo de hacer de ella la patria de sus hijos. Es posible que el Perú i otros estados, pues nos consta que la corriente emigratoria llega ya hasta Méjico, reciban tan valioso continjente de acción i de trabajo. Chile lo perderá i lo pierde, no porque sea un mal


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elemento, sino porque la pasión exajerada de partido ha cerrado los ojos a la luz i a la evidencia, i parece que cava la fosa en donde han de sepultarse muchos progresos alcanzados i no pocas libertades conquistadas. Pero ¿qué les importa el crédito de la república, qué sus adelantos, qué su grandeza, si para ellos ante todo está su fortuna particular, sus riquezas i sus palacios? ¡Triste ejemplo de esta verdad, que no es una de las menos amargas i deplorables que nos ha descubierto la revolución, i que no es tampoco una de las menores consecuencias i enseñanzas del cataclismo porque estamos aun pasando! En efecto, hijos de Chile han especulado i jugado a la bolsa el crédito de la nación i la túnica de prestijio que la cubria. Se establecieron en Europa dos individuos de la raza maldita que recorre el mundo acumulando oro, i allí, por medio de maniobras depresivas de nuestra solvencia como nación, hicieron bajar nuestros bonos, para adquirirlos a vil precio, venderlos en seguida haciéndolos subir por medio de maniobras que tanto conocen, i acumular así millones. Eso mismo se hacia en el Perú en los peores tiempos de su decadencia moral i política i es lo que hoi copian nuestros prohombres, los que hablan de pureza i moralidad política i social. Esos son los que pretenden rejenerar a Chile. No es una de las menores consecuencias de la criminal revuelta que en hora funesta se provocara, la de haber descubierto a propios i a estraños el secreto de nuestra debilidad. Para los primeros puede ser incentivo de nuevas revoluciones que apellidarán santas i justas; para los segundos, dá constancia de que Chile es pais conquistable, lo que decimos por mas que duela al inconmensurable orgullo i a la desmedida vanidad del chileno.


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Los primeros saben ya cómo se hace i cómo triunfó una revolución en Chile, que es lo mismo que se hacían i triunfaban en el Perú por las Chinchas. La calidad i naturaleza del abono fertilizante es diversa; pero ambos están allende los mares i ambos producen mucho oro i son cebo puesto a la rapacidad i ambición de quienes no se sacian de acumular riquezas. Los segundos, cualquiera nación poderosa que tenga litíjios con nosotros; cualquiera de ellas que codicie a Tarapacá, que las hai, saben que con cuatro o cinco mil hombres tienen mas que de sobra para ocupar aquellas regiones í establecer con plena seguridad trabajos permanentes por todo el tiempo que quieran, que seria para siempre, J harian a Chile un inmenso beneficio, porque le arrebatarían la causa única de las desgracias que ya han comenzado para él i que ¡ojalá pudieran detenerse donde han quedado! En esta terrible emerjencia nos veríamos solos en América, porque nuestro quijotismo nos ha aislado, sin dejarnos amigos en el continente. En todas partes se nos recibirá bien como individualidades, pollos merecimientos propios de cada cual; pero como nación se nos niega toda simpatía. No nos engañemos. Por mas grande que fuera el heroísmo de nuestros marinos, que era seguro irían perdiendo sus naves por descuido i por dormirse frente al enemigo, no podrían impedir el abastecimiento de aquellas plazas. Recuérdese que el patriotismo chileno provehia abundantemente de cuanto habia menester la escuadra española que en 1 8 8 6 bloqueaba a Valparaíso. Sin que la creamos nación de mercaderes, la esperiencia ha probado en la última revolución que el traidor ha aparecido en Chile en abundancia, que ha sido el traidor de la peor especie, porque ha entregado su conciencia por un puñado de monedas i que, por


consiguiente, no faltaría uno que señalase a los invasores el paso de las Termopilas. Chile sin Tarapacá, es Chile sin renta pública, es el Chile pobre i harapiento de la colonia; es Valparaiso tomado, las puertas de la República cerradas. Nuestra vanidad inconsulta puede conducirnos a estos estremos, porque siendo pequeños, nos creemos i obramos como grandes. ¡I todavia se dirá que no era hábil político; que no poseía mirada patriótica de cuerda prevision, el majistrado que proyectaba unir con cintas de acero la riqueza de Tarapacá con la capital de la República. Ese proyecto realizado habría muerto la revolución al nacer, si hubiera habido locos que en esas condiciones la provocaran. De la revolución misma fluye una consecuencia desconsoladora para las instituciones republicanas: para la verdad e importancia del sufrajio popular i para la utilidad i prestijio de los parlamentos o congresos que de él nacen. Si antes de ahora no estuviera desprestijiado hasta el último límite, ya que ha servido para levantar i sostener las tiranias mas crueles, como la de Rosas en la Argentina; para justificar las asonadas i motines de cuartel elevados a la categoría de gobierno, como en el Perú, en el Ecuador i por toda la América latina, bastaría para su desautorización lo que acaba de pasar entre nosotros. En efecto, no fué nuestro Congreso un elemento de gobierno sólido i serio, sino un constante ajitador i demoledor que movió las pasiones, ajitó controversias constantes de odio entre sus miembros i concitó inquina contra el poder ejecutivo, lejos de contribuir a su prestijio i a su respeto, como deber elemental de todos los resortes que las constituciones de los estados crean para conservar la tranquilidad social.


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Ya en 1 8 4 9 - 5 0 nuestro Congreso nos habia dado un triste ejemplo de los peligros i esterilidad de su existencia. Ajitador audaz, preparó también una revolución i siempre e incesantemente, so pretesto de una fiscalización exajerada de los procederes administrativos, nuestros congresos, llamados parlamentos, han mantenido a la sociedad en perpetua alarma, creando con sus exaltaciones una situación ficticia, que no ha correspondido a la real i efectiva del pais. Representantes de los pueblos se dicen, i ademas de que el pueblo a quien representan no los conoce por lo jeneral, ni ellos al pueblo que los elije, de continuo luchan entre si con ardor por cuestiones de intereses propios, mientras los pueblos por cuya conveniencia se dice trabajan, están desmintiendo con su silencio, o esplícitamente, los manejos bizantinos e indecorosos de sus representantes. ¿Qué decir de la verdad del sufrajio; qué de la opinión que tienen los pueblos; qué de su independencia i del respeto que merece a los políticos i a los partidos, cuando a una misma nación se la puede hacer decir dentro de los lindes de la mitad de un año, dos cosas diametralmente opuestas; manifestar dos opiniones contradictorias; dos deseos antagónicos, en una cuestión vital, no ignorada, ni de abstrusa comprensión, a la cual está vinculada la grandeza o ruina del pais; qué significa la glorificación de la revuelta o la consagración del orden; la ruina del derecho i de la justicia, o la victoria de la fuerza que es su muerte? I eso es lo que ha visto Chile: en Marzo el pueblo elejia por unanimidad de votos a sus representantes para que fueran al Congreso a defender al gobierno constitucional, la lei i las tradiciones de sesenta años de la República; i en octubre elejia también por unanimidad los representantes que fueron al Congreso a glorificar i justificar el


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triunfo de la fuerza, contra el derecho i contra aquellas mismas tradiciones. Si esta no es la consagración mas terminante del desprestijio i la inutilidad del sufrajio popular, si no establece que es una mentira i un rodaje desmoralizador, gastado ya i corrompido por el abuso que de él se ha hecho, i por la ignorancia i falta de dignidad de los pueblos que lo ejercitan, no sabemos que otra cosa podria significar. L a política i la ciencia del gobierno de los pueblos, no han clavado la rueda de la fortuna, no han dicho su última palabra. L a monarquía de Roma cayó para dar paso a la República que se creia la perfección; mas tarde los cónsules i los triunviros, luego el imperio, que vivió larga vida, para morir en la inmoralidad i la corrupción. Gobiernos absolutos, gobiernos constitucionales, dictaduras de derecho, dictaduras de hecho; gobiernos de derecho divino; majistraturas de soberanía popular, todo, todo ha sido ensayado. Las primeras esperíencias han alentado para proseguir en ellas; pero no ha habido sistema que al fin no haya sido maleado i abandonado. Pero sobre todo flota una verdad: que no hai gobierno bueno sin moralidad, hábitos de trabajo i respeto en los pueblos hacia sus majistrados i mandatarios. L a Inglaterra vive feliz i próspera en la monarquía; i los EstadosUnidos de Norte América han crecido en nuestros tiempos a la sombra de la República. L a educación del pueblo es lo principal i si la Inglaterra i los Estados-Unidos pueden tener orgullo de contar con el pueblo mas sano e intelijente, no asi Chile i la América que, por mas que duela a nuestro exajerado orgullo patrio, tiene el pueblo de peores hábitos, i que carece de las prácticas de la vida libre republicana. Por lo jeneral ignorante, está dominado por un sentimiento de vanidad que lo daña hondamente. Sobre


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todo, permite que con demasiada frecuencia se jueguen en su nombre farsas a que se da el nombre de elecciones

populares.

He ahí lo que nos falta: educación política, moralidad política, conciencia de nuestros propios deberes i dignidad para hacerlos respetar. Así, i solo así, será posible impedir que se hagan revoluciones a nombre del pueblo, sin que el pueblo las pida, ni las necesite i que en realidad no favorecen sus derechos e intereses, sino los de ciertas clases privilejiadas. Así se impedirá que se" hagan elecciones populares para cuatro audaces, apoyados en la fuerza, para lejitimar los triunfos absurdos de esa misma fuerza, invocando el nombre del pueblo ¡eterno ídolo sacrificado a toda clase de pasiones i ajenos propósitos i eterno inconsciente aplaudidor de cuantas aberraciones concibió la humanidad! Los partidos que eduquen al pueblo i eleven su nivel moral, serán los partidos del porvenir; pero los que en él se apoyen para envilecerlo i hacerlo servir a bastardos propósitos, tarde o temprano serán aplastados por la mole inmensa que pretenden detener en medio de la pendiente. Otras funestas consecuencias principian ya a ser fruto de la criminal revolución. L a empleomanía se dilata por el país, yendo a sus filas ejércitos de aspirantes que pugnan por conquistar hasta el puesto mas inferior, haciendo lujo de servilismo i abyección para lograr por el favor lo que seria solo debido al mérito. Plaga de raza latina, la empleomanía quitará a la industria i al trabajo numerosos brazos i el pais verá en poco tiempo crecer la holgazanería, que tanto daña a los países americanos, por ser causa de empobrecimiento que crea también factores de revueltas i ajitaciones vanas. Diez mil familias quedan por otro lado sin pan i


sin hogar i la miseria se cierne sobre ellas con todos sus horrores. Los antiguos i leales servidores del pais ¿quién sabe si mañana no serán arrojados al socialismo i a la revuelta, que son la síntesis del hambre i de la desesperación que enjendra la miseria? Nuevo elemento de perturbación para el pais, que ha de incrementar en razón directa de la tenacidad de la persecución con que se pretende aniquilar al partido caido. Cien millones de pesos lanzados a la calle, arrebatados al porvenir para sacrificar ocho mil vidas de chilenos en aras ¿de qué? Del odio, que mas tarde producirá catástrofes sin cuento. La obra del progreso detenida por cincuenta años mas i el carro de las libertades que con tanto trabajo habíamos adquirido, atado a un bando político, cuya bandera i aspiraciones flamean en las almenas del pasado, que es su aspiración. L a espectativa de que serán segadas las cabezas que sean necesarias, si tanta persecución i tanta saña, despierta al fin a los que viven hoi abatidos. Sepa el pais, sepan los vencidos, que el partido conservador si llega a dominar el pais, lo dominará por cincuenta años mas i que para sostenerse, asentará su trono sobre charcos de sangre i de cadáveres, si llega a ser necesario. La hora de la resurrección, no la veremos nosotros; pero es útil que los vencidos vayan acostumbrándose a la idea de que su desgracia no es corta, a no ser que las vias de lo imprevisto i anormal en que se ha lanzado al pais, produzcan los heroísmos i las enerjias de la desesperación. La otra consecuencia de la revuelta, entre muchas mas que vamos a silenciar, es: nuestro descrédito, el descrédito de la República. Todo el justo orgullo de Chile, sepultado en ancha fosa, abierta para depositar en ella sesenta años de trabajo, de patriotismo i


de sublimes sacrificios que nos habian hecho espectables i respetados en el mundo. Nuestra honrada notoriedad, doloroso es decirlo, adquiere desde hoi triste celebridad; va a formar en la constelación de todas las repúblicas americanas, cuyos pasos vamos siguiendo, acaso mas lijero de lo que se cree. Departíamos en plática intelijente i discreta con distinguida señora de la sociedad de Mendoza, que asi discurre con acierto en cuestiones sociales como en las de politica americana i ella terminó sus observaciones con la siguiente, que hizo enmudecer los labios de todos los chilenos presentes: «Creían ustedes, dijo, que estaban muí adelantados, pero solo tenían un lijero barniz de cultura i civilización, el cual, habiéndose roto, ha mostrado que por dentro era atraso i barbarie. Así lo prueban las crueldades cometidas por los vencedores de la última guerra civil." He ahí nuestro crédito perdido en el esterior. Sabemos positivamente que muchas casas estranjeras principian a retirar sus capitales de Chile, por la ninguna confianza que les inspira el pais i el rumbo impreso a los negocios públicos. He ahí la desconfianza i nuestro crédito que va perdiéndose también en el interior. Línea roja de abundante sangre i caudal inagotable de odios, separa i separará durante muchos años a los hijos de la noble nación chilena. Hemos terminado la tarea que voluntariamente nos impusimos. Sabemos haber cumplido un deber de chilenos, diciendo la verdad tal cual brilla i habla en nuestra conciencia. Ardua i peligrosa misión es esta en la hora porque pasa nuestro Chile, ya que de allá solo podemos aguardar injusticia, acre recriminación i ¡quién sabe si hasta el sacrificio de la vida! Pero, el deber está cumplido i satisfecha nuestra conciencia, ella nos


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asegura que, dada la esposicion de las poderosas razones de profundo convencimiento que nos asistieron para militar al lado del presidente Balmaceda, podemos desde hoi i pueden también los amigos de causa i de desgracia, a quienes se presenta ante el mundo como caníbales o zulúes, ostentarse por do quiera con la frente alta, serenos i orgullosos, pues probado dejamos ante la faz de los países cultos, que no éramos una jauría de desalmados, sino una fálanje de hombres de bien, que trabajábamos con honradez por la felicidad de la patria i el triunfo de la libertad. íbamos en noble i jenerosa compañía. Teníamos por jefe a un ilustre americano, hijo esclusivo de sus obras, que amaba a Chile por sobre todas las cosas i a quien malos chilenos colmaron de oprobio i de injusticias. Su vida fué de constante labor i por ello no obtuvo recompensa... Decimos mal. L a tuvo mui grande, porque, si hubo malvados i traidores en torno suyo, no ignoró que también lo acompañaban corazones abnegados que hasta el último le rindieron culto'de cariñoso respeto i admiración. Se lo rendimos hoi también, porque el estoicismo i la serenidad de su muerte, la sublimidad del sacrificio de su vida, ha sellado su grande obra de gobierno con el prestijio de la gloria, que solo conquistan los que mueren mártires, después de haber vivido invulnerables por la majestad de su obra i de su vida. Morir por sus amigos, sacrificarse voluntariamente por salvarlos de las persecuciones i de la ruina, no es "morir, es conquistarse la inmortalidad, grabada en el corazón i en la memoria de sus leales; es afianzar su obra i sus aspiraciones de grandeza i de gloria para la patria sobre un pedestal indestructible: el que mañana le erijirán en sus pechos todos los chilenos cuyo criterio no esté maleado por las perniciosas influencias de la corrupción que todo lo invade.


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¡El ex-presidente Balmaceda ha muerto! Pero su espíritu i su obra vivirán; porque todo martirio significa una resurrección; i la resurrección del derecho i de la justicia no puede ser detenida, ni contrariada: el mundo le pertenecerá un dia no lejano. Honra a tu padre i a tu madre, ha dicho la Sabiduría i tendrás larga vida sobre la tierra. El amor i casi veneración del Sr. Balmaceda por su virtuosa i santa madre era para él una segunda relijion i por eso su nombre tendrá larga vida sobre la tierra. ¡Será inmortal! I a este hombre justo, magnánimo, de jigantesca figura moral i política, jamas los revolucionarios de hoi le reconocerán una sola de sus grandes virtudes i sostendrán siempre que fué un tirano o un verdugo de los hijos de Chile. Están en la lójica. El reconocimiento de una sola de aquellas hermosas cualidades del héroe mártir, es el principio de la condenación de los revolucionarios; porque faltando el tirano convencional, cae por tierra todo el deleznable andamio sobre que se pretende basar la necesidad de la revuelta. Pero la posteridad histórica, que suele llegar con pasos de jigante, condenará la revolución en sus móviles, en sus medios de acción i en su triunfo i hará justicia i absolverá a D. Manuel Balmaceda, mártir del deber i de sus convicciones, cuya noble conducta será siempre un ejemplo i una enseñanza para todos los que quieran servir a la noble patria chilena i conducirla por las sendas del progreso, de la justicia i de la rejeneracion social.

FIN


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