Lecciones de Historia de Chile

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LECCIONES DE

HISTORIA DE CHILE PARA EL USO

D E LAS E S C U E L A S

PÚBLICAS

SANTIAGO DE CHILE I M P R E N T A C E R V A N T E S CALLE DE LA BANDERA, NUM. 73 1887


Es PROPIEDAD


PRELIMINAR

EX.

IDOS

CHILE

H a s t a hoi no ha sido posible fijar con exactitud el oríjen del nombre de nuestra patria. S e gún unos proviene de un a v e que encontraron los españoles en este pais i que era denominada tchili o chili (el tril); según otros nació del nombre de un poderoso cacique, habitante del valle de Aconcagua, llamado Chili. L o cierto es que el nombre ha pasado en esa forma a las lenguas europeas, i que el actual de Chile le ha sido dado por los españoles en la época de la conquista. S u oríjen, como hemos dicho, no está perfectamente averiguado.



LECCIONES DE

HISTORIA DE C H I L E

LECCIÓN

PRIMERA

Descubrimiento i conquista E l continente americano, en el cual se encuentra Chile, nuestra patria, fué descubierto en el año de 1492 por Cristóbal Colon, navegante j e noves (Italia), i bajo la protección de los reyes de España. L a primera tierra descubierta por Colon fué la isla Guanahani (San Salvador), en las B a hamas (Antillas). Descubierto el nuevo mundo, los reyes de E s p a ñ a permitieron a varios de los oficiales de su ejército efectuar espediciones en


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esas tierras. Dos capitanes valerosos i atrevidos, Francisco Pizarro i D i e g o de Almagro, acompañados de algunos soldados, sedirijieron a esplorar el Perú, pais de riquísimas producciones. A causa de haber sobrevenido ciertas desavenencias entre los dos esploradores, A l m a g r o se decidió a emprender viaje hacia el sur del Perú, a un pais que, según noticias, era rico en minerales de toda clase. Ávidos de riqueza, los españoles se enrolaron en número de 500 bajo las órdenes de Almagro, i en julio del año de 1 5 3 5 salieron para Chile. E l viaje fué penosísimo; pasaron, por lo que hoi es la provincia de Atacama, la cordillera de los Andes, travesía llena de dificultades, pues tuvieron que hacerla los espedicionarios abriendo eaminos por la nieve i por territorio completamente desconocido. Pero la constancia lo venció todo, i por fin llegaron hasta la actual provincia de Aconcagua. D i g n a de llamar i a atención es la fuerza de voluntad de los españoles, tanto en la espedicion que vamos refiriendo como en las demas que efectuaron en América. E s a constancia se atribuye a los deseos que abrigaban todos de obtener riquezas inmensas i a que esas espediciones no se hacían de orden superior, sino que


el individuo emprendedor podía hacerlas a su costa i bajo su dirección. Naturalmente, cada cual deseaba obtener de sus trabajos el mayor fruto posible. A l m a g r o permaneció poco tiempo en el terri torio recien descubierto; volvió al Perú atravesando el territorio de Atacama. T a n luego como hubo llegado se renovaron las rencillas con Pizarro, las cuales terminaron con la muerte del infeliz Almagro, el cual fué condenado a la última pena de orden de Hernando Pizarro, hermano de Francisco ( 1 5 3 8 ) . T r e s años después sus partidarios vengaron su muerte asesinando a F r a n cisco Pizarro. Poco antes de este acontecimiento habia salido del Perú, en dirección a Chile, Pedro de Valdivia, capitán español, amigo de Pizarro, con

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soldados. Valdivia hizo su viaje por el desierto de Atacama; a los cinco meses de marcha llegó a las orillas de un rio denominado Mapocho. L a belleza i estension del valle recorrido por este rio i la defensa natural que ofrecía un pequeño cerro al pié del cual se encontraban los españoles, decidieron a Valdivia a fundar una colonia que debía ser la capital del territorio que pen-


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saba conquistar. E l 1 2 de febrero de 1 5 4 1 fundó la ciudad de Santiago, capital de Chile, a orillas del Mapocho i al pié del Huelen (Santa Lucía), en la cima del cual levantó algunas obras de defensa. L l a m ó Santiago a la nueva ciudad, en honor del apóstol de este nombre, patrón de E s paña, i al territorio para el cual la destinaba como capital, dióle el nombre de Nueva

Estre-

madura, en honor de su patria, pues habia nacido

en Villanueva de la Serena,

ciudad de

Estremadura (España). Valdivia creó en la ciudad naciente un cabildo que lo elijió gobernador de Chile, independiente del Perú, A l principio, los naturales del pais soportaron a los invasores sin manifestar propósitos hostiles; pero como recibieran de ellos un trato que no se acomodaba a su situación independiente i a su vida jamas turbada por enemigos estranjeros, se levantaron en masa i se reunieron al sur de Santiago. Valdivia salió a atacar a los revoltosos; al mismo tiempo, Michimalonco, cacique del valle de Santiago, se dejó caer sobre esta ciudad i la destruyó. A p e n a s tuvieron tiempo los españoles para dar cuenta a Valdivia del peligro en que se


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encontraban, a cuya noticia el gobernador regresó a la capital en hora oportuna para salvar a sus compañeros. Después de este suceso tuvo Valdivia que sufrir muchas miserias. Ocupóse primeramente en reedificar la ciudad; pero los recursos le faltaban i hubo de emprender, acompañado de algunos amigos, viaje al Perú en demanda de socorros; a su paso por el valle de Coquimbo fundó la ciu-

dad de la Serena. Con 200 soldados i con el título de gobernador de Chile, confirmado por el representante del rei en el Perú, regresó Valdivia a Chile; con esa tropa comenzó, en 1 5 4 9 , una campaña contra los naturales del sur, llegando hasta las orillas de un gran rio, el Biobío; en su ribera norte i a dos leguas del mar Pacífico fundó la ciudad de Concepción. L o pasó en seguida i fundó las ciudades

de Imperial, Villarrica i Angol o los Confines. Indignados los indíjenas por el avance de los españoles, juntáronse todos bajo las órdenes de Caupolican, valeroso guerrero. Destruyó éste el fuerte de Tucapel, situado donde hoi se levanta la ciudad de Cañete, i esperó a Valdivia, quien, con 50 jinetes, había salido de Concepción al te-


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ner noticia del alzamiento de los indíjenas. Éstos, que tenían terror a los caballos i a las armas de fuego que jamás habían visto, fueron alentados por Lautaro, indio que servia a Valdivia i que se desertó para ayudar a sus compañeros. L o s subditos de Caupolican i Lautaro aguardaban a Valdivia a corta distancia del destruido fuerte de Tucapel, en un lugar conocido hoi con el nombre de Barros negros, a causa de algunos pantanos cenagosos que allí se encuentran. E l i.° de enero de 1 5 5 4 libróse en ese lugar cruda batalla, en la cual fueron vencidos los españoles, los cuales perecieron todos, incluso su jefe el conquistador de Chile Pedro de Valdivia. LECCIÓN

II

L o s indíjenas i los conquistadores de Chile Numerosas investigaciones han comprobado la existencia del hombre en América desde antiquísimos tiempos, sin que haya sido posible determinar una fecha exacta. A l llegar los españoles al continente americano creyeron que habían descubierto un camino corto para la India i que


la tierra que habían encontrado formaba parte de aquel país; de ahí nació el nombre de indios que dieron a los naturales, nombre que se conserva hasta hoi. N o han llegado las investigaciones hasta averiguar de dónde vinieron los primeros habitantes de la América; tenemos sí, de sus costumbres, datos que nos permiten apreciar el estado de civilización en que se encontraban. E n t r e los indíjenas que habitaban el territorio de Chile, aunque tenian todos costumbres semejantes, se distinguían dos clases: pehuenches se llamaban los habitantes establecidos entre el rio Maule i la actual provincia de Valdivia; los que vivían al sur de esta provincia eran conocidos con el nombre de huilliches. L a raza que habitaba la parte norte del territorio, desde el rio Maule, era mas noble; descendía, quizá, de los indios del Perú, que en tiempos mui remotos invadieron el pais hasta el mencionado rio. D e todos estos indios, los que mas llamaron la atención de los conquistadores fueron los araucanos, de la clase de los pe/menches. Ocupaban el territorio que está situado al sur del Biobío, i hasta hoi es reconocido su valor en la


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guerra; aunque ya completamente pacíficos, ha costado inmensos sacrificios obtener su sumisión. Fueron ellos los que presentaron hasta el último momento tenaz resistencia a la conquista española, i continuaron oponiéndola hasta que solo hace pocos años han concluido por reducirse enteramente a la paz. L o s naturales de Chile no se reunían, para vivir, en ciudades. S u lazo de unión era la tribu, formada por varias familias que obedecían a un solo jefe, el cacique. E n la guerra se ponían a las órdenes de un jeneral en jefe, a quien llamaban

toqui. L a s casas de los araucanos consistían en miserables ranchos de paja, donde habitaba cada familia; sus vestidos no eran formados sino por un cobertor de piel de guanaco atada a la cintura. E n la guerra eran sanguinarios i feroces; usaban como armas largas lanzas con afiladas puntas de piedra o hueso en su estremidad, mazas de gruesos troncos, i hondas con las cuales lanzaban certeramente tiros con piedras. T a m bién adherían a las lanzas algunas piedras redondas, agujereadas en el centro, con las cuales daban mortales golpes.


— 13 — .Respecto de relijion tenían supersticiosas ideas; eso sí que creían en la vida futura: dan testimonio de esta creencia los sepulcros antiguos de los indíjenas, en los cuales se encuentran los cadáveres muí bien colocados, con armas i comestibles para el viaje a la eternidad. E n el Perú se han encontrado numerosos sepulcros de esta especie, en los cuales han estudiado los naturalistas e historiadores las razas que existían en América, i sus costumbres. Cuando los españoles invadieron el territorio de Chile, los indíjenas, que jamás habían visto hombres cubiertos con corazas, cascos i armaduras i montados en caballos, los tomaron por se*res sobrenaturales que formaban una sola pieza con el caballo i que manejaban rayos i centellas, que por tales tenían las armas de fuego. Impusiéronse, pues, al principio los conquistadores con solo su figura, que infundía pavor a los naturales, i así lograron riquezas i las primeras victorias; pero a medida que éstos fueron conociéndolos de cerca, perdiéronles el miedo, i mas tarde, cuando se convencieron de que no eran inmortales, se batían en los combates con estraordinaria furia. Aumentaba el valor de los Noc.

DP. ir. T>E mrn.F.

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— 14 — indíjenas el odio que tenían a los españoles, producido por su insolente invasión i por el malísimo trato que de ellos recibían Como los conquistadores no luchaban sino por el deseo de adquirir riquezas, inventaron el sistema de las encomiendas,

a fin de reembolsarse

de los gastos que hacían i de poder lograr mas pronto sus aspiraciones. Pedro de Valdivia introdujo en Chile las encomiendas,

por las cuales los

indios i sus tierras se repartían entre los soldados, quienes no tenian otra obligación para con los infelices indios que instruirlos en la relijíon, por lo cual se decía que se les encomendaba su alma. Con tal sistema, los indios no hicieron otra cosa que satisfacer las ambiciones de sus amos; el mal trato que se les daba produjo la sublevación jeneral en la cual pereció Pedro de Valdivia. E s t e capitán adquirió su celebridad con la conquista de Chile; siete ciudades le deben su nombre; su administración fué lo mas sabia que podia exijirse en aquellos tiempos i de aquellos hombres, a quienes no animaba otro fin que la ambición d<¿l oro. Murió pobrs, i no dejó a su


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infortunada

viuda, quien vivía en España, otro

legado que la gloria de su nombre. LECCIÓN I I I Continuación de la conquista Con la muerte de Valdivia quedó acéfalo el gobierno de Chile i fué necesario, para evitar los disturbios consiguientes a la vacancia del gobierno, que los mismos españoles reconocieran un j e fe; elijieron a Francisco de Villagran, quien, apenas hecho cargo del mando, continuó la campaña contra los araucanos. E n la cuesta de Marihueno, fué derrotado por Lautaro; en recuerdo de esa acción llámase hoi ese lugar &iesta de Villagran (Lota). E l audaz toqui araucano, orgulloso de su victoria, se dirijió atrevidamente hacia Santiago, adonde habia huido Villagran, i a pesar de que en Peteroa, punto en el cual se encontró con el gobernador, perdió gran parte de. su jente, continuó su marcha i llegó hasta el lugar donde se encuentra situada la ciudad d s Curicó; aquí el


— 16 — ejército de Lautaro fué destrozado i su jefe muerto en la batalla ( 1 5 5 7 ) . Lautaro es uno de los héroes de la guerra de Arauco. A pesar de sus instintos de salvaje, reveló en las circunstancias penosas en las cuales se encontró, una osadía sin igual, un verdadero jénio militar i, mas que todo, un entrañable amor a su patria. Villagran se volvió a Santiago; sorprendióle en la capital la noticia del nombramiento del j o v e n don García Hurtado de Mendoza, hijo del virrei del Perú, como gobernador de Chile.

El

nuevo jefe se dirijió sin perder tiempo a Concepción con el ánimo de continuar con toda actividad la guerra de Arauco. Caupolican, toqui araucano, fué derrotado en varios combates, i don García Hurtado de Mendoza avanzó hasta Chiloé, después de fundar la ciudad de Cañete, que levantó a corta distancia de la actual. F o r m a b a parte del ejército de don García un valeroso soldado que escribió mas tarde esa magnífica epopeya, la historia de la guerra de A r a j c o : don Alonso de Ercilla i Zúñiga, autor de La

Araucana, el mas renombrado de los

poemas españoles. Refiere en él el autor en her-


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.

mosos versos los incidentes casi novelescos de aquella heroica lucha de los araucanos en defensa de su territorio; figuran ahí en primera línea Lautaro i Caupolican, Aunque este poema contiene quizá relaciones que adolecen de inexactitud histórica, los historiadores han tomado de él muchos de los hechos de aquella tenaz lucha. Mientras don García se encontraba en el sur, Caupolican atacó la ciudad de Cañete; pero engañado por un indio que servia al gobernador de la plaza don Alonso de Reinoso, cayó en manos de éste, quien lo hizo sentarse en un palo de afilada punta enterrado en la tierra; murió en ese horrible suplicio. Don García pacificó casi completamente el territorio; en 1 5 6 1 el rei de E s p a ñ a le dio por sucesor a don Francisco de Villagran. Villagran llegó a Chile bastante enfermo, i no pudo dirijir la campaña contra los araucinos, que habían tomado nuevamente las armas i recomenzado la guerra con mas enerjía que antes. E l pobre gobernador murió en Concepción i fué reemplazado por clon Rodrigo de Quiroga. Comienza ya la colonia. Denomínase así la época de la dominación española durante la cual,


— I§ — aueque no del todo concluida la guerra con los araucanos, gobernaron en C h i l e . los reyes de E s p a ñ a por medio de sus delegados i demás empleados de la administración, sometidos en todos sus actos a la soberana voluntad de aquellos i rejidos por especiales disposiciones emanadas también de los monarcas de la Península. Distingüese la colonia de la conquista, en que, durante esta, los individuos se gobernaban sin tutelaje de nadie, emprendían sus campañas por voluntad propia, i no tenian que dar cuenta a nadie de sus actos; i en la época colonial, el rei de E s p a ñ a era todo, nada podia hacerse sin su voluntad i sin la del Consejo de Indias, institución establecida con el objeto de rejir los intereses de las colonias españolas. Terminado el gobierno de Rodrigo de Quiroga, se estableció en Concepción la real atidiencia, tribunal compuesto de un decano, un fiscal i dos oidores. E l objeto de este cuerpo era administrar justicia i gobernar el territorio. L a real audiencia quiso continuar activamente la guerra de Arauco; pero no obtuvo buen resultado en su empresa, en vista de lo cual, la corte de E s p a ñ a suprimió este tribunal i nombró


otra vez gobernador a don Rodrigo de Quiroga. É s t e ordenó la fundación de la ciudad de

Chillan. E n 1 5 9 2 , sucedió a don Alonso de Sotomayor, sucesor de Quiroga, don Martin

García

Oñez de Loyola. E l hecho mas notable de su gobierno es el establecimiento en Chile de los jesuitas; el gobernador era cercano pariente del fundador de esa orden, S a n Ignacio de Loyola. Don Martin García murió en una sorpresa, asesinado por los araucanos, quienes cobraron bríos i destruyeron las siete ciudades que los españoles habían levantado en su territorio.

Después

de este acontecimiento se restableció en Santiago la real audiencia. E n 1 6 1 2 llegó a Chile el jesuíta Luis de Valdivia, con el objeto de estudiar e implantar un sistema mas moderado i suave que el de la guerra tenaz, a fin de pacificar a los belicosos araucanos.

E s t e apostólico

misionero adquirió la

convicción de que la causa inmediata de la sublevación de los indios no era otra que el mal trato que les daban los españoles i sobre todo las encomiendas. T r a b a j ó desde luego por abolir esta


no

institución i tuvo que luchar naturalmente contra la codicia de los conquistadores que estimaban que con semejante medida no adquirirían la fortuna que habían venido a buscar. Viajó el padre por todo Arauco, llevando la convicción con su palabra; pero como nada pudiera obtener, a causa de la resistencia de sus mismos compañeros se volvió a España, donde murió. En

1 6 4 1 , don Francisco López de Zúñiga,

marques de Baides i gobernador de Chile, celebró con los araucanos en Quillin el primer parlamento en el cual se convino en la paz, quedando aquellos independientes; se estipuló que no se fundarían encomiendas i que se aliarían ambos contendores para rechazar cualquiera invasión estranjera. LECCIÓN IY L a colonia N o fué solo la guerra de Arauco lo que perturbó la paz de la colonia después de los sucesos que acabamos de referir. Algunos

aventureros

holandeses se atrevieron a desembarcar en las costas de Chile con el objeto de hacer buenas


presas; aunque no lograron su fin, molestaron durante algún tiempo a los españoles. E l 1 3 de mayo de 1647, la ciudad de Santiago fué arruinada por un terrible terremoto; distinguióse en esta calamidad, por su caridad evanjélica, el obispo don G a s p a r de Villarroel. H a s t a hoi se recuerda con especial procesión relijiosa aquel nefasto dia. En

1 6 5 5 , bajo el gobierno de don x^ntonio

Acuña i Cabrera, los araucanos rompieron la paz de Quillin, i se sublevaron. Fueron causa de este alzamiento dos parientes del gobernador,

que

colocados en altos puestos, trataron a los indios con sin igual torpeza. U n mestizo, conocido con el nombre de Alejo, se puso al frente de los sublevados, derrotó en varios combates a los españoles, i continuó valerosamente la guerra, hasta que murió asesinado por una de sus mujeres. E l gobernador don Ánjel de Peredo hizo la paz con los araucanos en 1 6 6 2 . D e Ios-gobernadores que siguieron, uno de los que merece especial mención fué don J o s é de Manso, conde de Superunda; fundó las ciudades de los Anjeles, Cauquenes, San Fernando, Santa Cruz de T r i a n a (Rancagua), San J o s é de L o g r o -


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ño (Melipilla), S a n Felipe i San Francisco de la S e l v a (Copiapó). A

Manso sucedió don

Domingo

Ortiz de

Rozas, quien, con la respectiva autorización real, fundó en Santiago la universidad de S a n F e l i pe, base de nuestra actual universidad. L o s estudios que en ella se hacian se ajustaban, naturalmente, al atraso en que se encontraba la colonia. T o m a b a por aquel entonces preponderancia, tanto en la política de la corte como en la de las colonias, la orden de los jesuítas que hemos visto llegar a Chile bajo el gobierno de don M a r tin García Oñez de Loyola. Carlos I I I , rei de España, ordenó, a instancias del conde de A r a n da, su consejero, la espulsion de los jesuítas de sus estados. E n Chile se llevó a efecto esta real orden en 1 7 6 7 , bajo el gobierno de don A n tonio de Guill i Gonzaga. Figuraban entre los jesuítas espulsados dos venerables

sacerdotes,

distinguidísimos escritores: el padre Lacunza i el abate Juan Ignacio Molina, este último es

autor de una Historia civil i natural de Chile; murió en Bolonia (Italia). E n 1 7 8 0 , gobernando interinamente el rejente de la real audiencia don T o m a s Álvarez de


Acevedo nació entre dos franceses i un distinguid o chileno, don J o s é Antonio Rojas, la primera |dea de hacer de Chile un pais independiente. L o s p o b r e s franceses purgaron su descabellada tentativa, uno en el fondo del mar, pues murió cuantío era llevado preso a España, i el otro en un presidio de la Península. Llamábanse estos dos primeros individuos que abrigaron ideas de independencia, Antonio Gramuset i Antonio Alelí andró Berney. I

T r e s años mas tarde tuvo lugar la

\rande:

avenida

el Mapocho, a pesar de los tajamares

lonstruidos para contener sus aguas, salióse de |u cauce e inundó la ciudad. L o s estragos que rodujo fueron de alguna consideración. |

S e encontraba entonces al frente del gobierno

jae Chile el achacoso don Antonio de Benavides, S |juien, no pudiendo atender por sus años los servicios de la administración pública, se habia raleado

de consultores

intelijentes, uno de los

guales, don Ambrosio O'Higgins, fué también Su sucesor ( 1 7 7 8 ) .


LECCIÓN V Últimos tiempos de la colonia.—Administración colonial.—Costumbres. D o n Ambrosio O'Higgins, irlandés de nacimiento, ha sido uno de los mas notables gobernadores de la colonia. Suprimió las encomiendas que existían, arregló los caminos públicos, i, en fin, fué su administración la mas provechosa para Chile. E l rei de E s p a ñ a lo ascendió a virrei del Perú, i le nombró por sucesor en el gobierno de este país a don L u i s Muñoz de Guzman. D e Muñoz quedan aun recuerdos en Santiago, pues fué él quien hizo levantar el edicio que ocupan los tribunales de justicia, restaurar el de gobierno (Intendencia) i concluir el de la Moneda, actual palacio de gobierno. También se introdujo por ese tiempo en Chile la vacuna; fueron los primeros vacunadores frai Pedro Manuel Chaparro i el doctor don Manuel Julián Grajales, cuyo nombre se conserva en una de las calles de la capital. Sucedió a Muñoz el brigadier clon Francisco


— 25 — Antonio García Carrasco, último

gobernador

que rijiera los destinos de Chile antes de la revolución de la independencia, que ya se manifestaba por algunos sucesos preliminares. I

Para adquirir un conocimiento perfecto de lo

í

¡que fué la época colonial de nuestra historia, será necesario que estudiemos, aunque sea Iberamente, las costumbres de aquellos tiempos, juntamente con el sistema de administración

implantado

por los reyes de España. E l jefe superior de la administración era el gobernador; el gobierno local era ejercido por los cabildos; la administración superior de justicia estaba en manos de la real audiencia; de los juicios de menor cuantía conocían los alcaldes de los cabildos. Sobre tocios estos funcionarios estaba el rei de España, quien resol via los negocios relativos a las colonias de América con los informes que le daba un consejo especial denominado Consejo de Indias,

E s t e tutelaje estricto de los

reyes de E s p a ñ a sobre todos los actos de sus subditos de América, ejercido desde tanta distancia i con tantas dificultades para la comunicación rápida, fué la base del atraso de las colonias. E n efecto, no se encuentra en la historia


— 26 — de los países libres época de mayor atraso que la época colonial de las repúblicas

hispanoameri-

canas. F u e r a de la corrupción jeneral de los funcionarios administrativos, que no hacían otra cosa que emplear toda especie de medios para enriquecerse, no existia instrucción pública, industrias, comercio, libertades, ni aun libros. L a s costumbres correspondían perfectamente a ese estado de decaimiento jeneral. N o había espíritu público, porque todos los habitantes adquirieron el hábito de no pensar en hacer mas que lo que pensaba i hacia el rei de España, representado en Chile por su gobernador. L a s escuelas se reducían a unas cuantas, establecidas en los conventos, que abundaban en las colonias; no se enseñaba en ellas otra cosa que lo necesario para que los alumnos llegaran a ser modestísimos frailes. Por lo que respecta a los libros era absolutamente prohibida su introducción en Chile sin que previamente fueran examinados i concedido especial permiso; así, no llegaban sino libros místicos o libros propios para fomentar la sumisión de los subditos del rei de España,


— 27 — Temeroso el monarca de que los estranjeros introdujeran el espíritu de independencia en sus dominios, solo permitió la entrada en Chile a los que obtenian su real permiso. L a s leyes dictadas para las colonias contenían preceptos relativos a los mas pequeños detalles de la vida. Determinaban la hora de recojida, que se anunciaba con una campana a las nueve de la noche en el invierno i a las diez en el v e rano; llamábase esto la queda. Jamas se dio acceso a los puestos públicos a los nacidos en el territorio de Chile: el amor al suelo patrio podia infundirles ideas de libertad. Precisamente estas restricciones odiosas dieron oríjen a la revolución de la independencia. Con semejante sistema de gobierno, se comprende perfectamente el estado de atraso en las costumbres i en la vida intelectual de Chile en la época colonial. Sin escuelas, sin libros, sin libertades de ninguna especie no era posible que el progreso sentara sus reales en esta pobre tierra. E n mas de dos siglos que duró la colonia, no dio Chile un paso de adelanto; en setenta i siete años de vicia independiente se ha colocado, to-


mando en cuenta su población i riqueza, a la altura de las naciones mas antiguas i civilizadas del mundo. LECCIÓN VI Preliminares de la revolución i primeras campañas L o s últimos años del siglo pasado son célebres en la historia por el gran movimiento ocurrido en Europa, i que se conoce con el nombre de Revolución francesa. Desde aquel hecho memorable datan las libertades que poseen las naciones, i deben su oríjen a la lucha abierta que varios escritores de indisputable mérito iniciaron por derrocar las monarquías absolutas, gobiernos sin constitución i sin respeto por el pueblo. Nació en Francia ese amor por la libertad, i llegó hasta la América que jemía bajo el yugo de E s p a ñ a . H e m o s y a visto que en 1 7 8 0 tuvo lugar en Santiago la primera tentativa de independencia. T o m ó parte en este precipitado movimiento don J o s é Antonio Rojas, quien continuó en su patriótica obra hasta que, en

1810,

al saberse en Chile la revolución jeneral de la América, iniciada por aquel año, reunió en su


— 2

9

casa a varios de sus amigos, patriotas como él, i comenzó a trabajar enéticamente por llevar a efecto su idea. Súpolo el presidente Carrasco, i ordenó al instante la prisión de R o j a s i de dos de sus principales compañeros, don J u a n Antonio Ovalle i don Bernardo Vera. E s t a resolución de Carrasco fomentó las ideas revolucionarias, i a tanto llegó el estado de los ánimos, que el presidente se vio obligado a hacer dimisión del mando. F u é entonces proclamado gobernador don Mateo de T o r o Zambrano, quien, dominado completamente por los patriotas, convocó al pueblo a una asamblea con el objeto de determinar la manera de satisfacer las necesidades del pais. T o m ó T o r o Zambrano esta resolución porque el gobierno de E s p a ñ a se encontraba en poder de los franceses, que habían invadido el territorio i puesto en el trono a J o s é Bonaparte, hermano del emperador de Francia Napoleón

I.

L a s colonias no podían estar sometidas a un gobierno estraño, que, por otra parte, no atendería a las colonias porque tenia que preocuparse, en la Península, de la guerra. L a oportunidad no podía ser mejor para los patriotas, i la aprovecharon. E n la asamblea conNOC. D E H. D E C H I L E

3


3

o

vocada por T o r o , presentó éste su renuncia, i se nombró una junta nacional que debia hacerse cargo del gobierno de Chile. E s t a memorable sesión se efectuó el 18 de setiembre de 1 8 1 0 . S e g ú n acuerdo de la junta, el i.° de abril de 1811

debia elej irse por el pueblo un congreso

de diputados; al verificarse este acto en la capital, el coronel español don T o m a s de Figueroa, presentóse en la plaza con parte de la guarnición con el objeto de impedirlo; mas fué rechazado después

de un lijero combate,

tomado

prisionero i fusilado. E l alma del movimiento patriota era doiji J u a n Martínez de Rozas, el mas activo de los miembros d é l a junta; quería reformar el país en corto tiempo, pero era detenido por sus colegas, que deseaban marchar con calma. E l 4 de julio de 1 8 1 1 congreso

nacional.

El

mismo año, don J o s é

se reunió el primer 1 5 de

noviembre del

Miguel Carrera, joven

militar, preparó un motin que dio por resultado la disolución de la junta de gobierno, que fué reemplazada por otra de la cual se hizo jefe el mismo Rozas, que se encontraba en Concepción, no quiso aceptar un puesto en esa junta, i, por el


— 3i

contrario, insinuó a sus amigos del

Congreso

atacaran a Carrera, lo que obligó a éste a disolver aquel cuerpo. E s t a s rencillas podían perder la causa de la revolución; pero Rozas, hombre de mucho patriotismo, celebró un convenio con su competidor. N o se condujo bien Carrera con Rozas, pues lo hizo prender en Concepción i lo envió a Mendoza, donde falleció. F u é Rozas un enérjico carácter, un patriota de corazón i el padre de la revolución de nuestra independencia. Carrera gobernaba solo; hizo promulgar la primera constitución chilena; fomentó las ideas de libertad por medio de la prensa, haciendo publicar, bajo la dirección del padre

Camilo

Henriquez, el primer periódico de Chile, LA AURORA. L a revolución de Chile no podía continuar sin que el virrei del Perú, a quien estaba sometido el pais, tomara medidas de represión. E l virreí Abascal nombró al brigadier don Antonio Parej a para sofocar el movimiento

revolucionario.

E l jeneral español desembarcó, a fines de marzo de 1 8 1 3 , en Talcahuano, con 2,000 hombres. Carrera salió a su encuentro.

En

Yerbas-


— 32 — Buenas, siete leguas al sur del Maule, trabóse el primer combate entre una avanzada de 500 patriotas i el ejército de Pareja. A pesar de su poco número, aquéllos lograron con su audacia vencer i dispersar al enemigo, que se refujió en Chillan. Pareja, enfermo de fiebre, murió; i se hizo cargo del mando de su ejército don Juan

Francisco

Sánchez. Carrera sitió a Chillan, pero un crudo invierno dispersó sus soldados; después de sufrimientos inmensos se vio obligado a retirarse sin haber logrado ninguna ventaja. Animado Sánchez, envió tropas a perseguirlo, i lo alcanzaron en el Roble, a orillas del rio Itata. A pesar de la desorganización que el sitio de Chillan habia producido en el ejército patriota, se batieron los soldados con incomparable denuedo. Distinguióse en esta batalla por su heroico arrojo el coronel don Bernardo O'Higgins,

a quien se debe

principalmente el éxito de la jornada. Carrera no habia sido feliz al frente del ejército; el sitio de Chillan fué para él el principio de su caida. L a junta de Santiago resolvió quitarle el mando, lo que en efecto hizo. Don Bernardo O ' H i g g i n s fué colocado al frente de los soldados de Chile,


— 33

Carrera, al volver a Santiago, cayó prisionero en manos de los españoles, juntamente con su hermano Luis, i fueron conducidos a Chillan Mientras se desarrollaban en el sur los acontecimientos que hemos referido, otros de diversa naturaleza pasaban en Santiago. L a junta cambió la bandera española por la tricolor, creó escuelas, la biblioteca nacional i el primer establecimiento de instrucción: el Instituto N a cional. LECCIÓN VII Continuación de la guerra de la independencia MUÍ a tiempo se hizo O ' H i g g í n s cargo del ejército patriota, pues, apenas había tomado el mando, le llegó la noticia de que el brigadier español don Gabino Gainza habia desembarcado en el sur con tropas que traia del Perú para seguir la guerra. E l jeneral español despachó inmediatamente un cuerpo de tropas, al mando de uno de sus subalternos, el cual llegó hasta T a l c a i se apoderó de la ciudad. A l tenerse en Santiago conocimiento de este hecho, levantóse el pueblo, destituyó a la junta de gobierno í procla-


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mó director supremo al coronel don Francisco de la Lastra. E l ejército patriota se encontraba fraccionado; una parte, con O'Higgins, permanecía en Concepción; i el resto, a las órdenes del coronel irlandés don Juan Mackenna, cerca del rio Itata. E l 20 de marzo de 1 8 1 4 , Gainza atacó a Mackenna en su campamento; pero el coronel patriota lo obligó a retirarse. Poco duró la gloria del triunfo, porque a los pocos dias fué derrotado en Cancha-Rayada, cerca de Talca, un cuerpo de tropas patriotas que se había enviado desde Santiago con el objeto de ocupar aquella ciudad. L a capital había quedado indefensa; Gainza avanzaba rápidamente para ocuparla; O'Higgins, temeroso de que llegara a efectuar su plan, emprendió también

precipitada

marcha, pasó al

brigadier i lo esperó en Quechereguas; Gainza quiso adelantarse, pero todos sus esfuerzos fueron inútiles; O ' H i g g i n s le opuso enérjica resistencia, le impidió el paso i lo obligó a encerrarse en Talca. E n este estado estaban las hostilidades, cuando llegó del Perú un comodoro ingles, Mr. J a m e s Hillyar, para intervenir como mediador.

Sus


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buenos oficios fueron aceptados por el director supremo don Francisco de la Lastra, i se firmó un tratado a orillas del Lircai. E s t e resultado no agradó a la mayoría de los patriotas, que vieron perdida la causa de la independencia de Chile; los ánimos fueron poco a poco exaltándose, i la presencia en Santiago de don J o s é Miguel Carrera, que se acababa de fugar de su prisión en Chillan, concluyó por provocar una revolución. Carrera depuso a Lastra i se constituyó en jefe de una junta de gobierno; O'Higgins no reconoció esta junta i avanzó para volver las cosas a su anterior estado; Carrera le salió al encuentro; pero ambos contendores, al saber que habia desembarcado en Talcahuano el coronel español don Mariano Osorio con refuerzo de tropas, se reconciliaron para salvar a la patria. O ' H i g g i n s se encerró en

Rancagua.

E l nuevo jefe del ejército español llegó a esta ciudad con 5,000 hombres i le puso sitio. E n los dias i.° i 2 de octubre de 1 8 1 4 , Osorio atacó la plaza. L a defensa fué heroica; después de inútil resistencia, O'Higgins, al frente de un pequeño grupo de valientes, abrióse paso por el medio de las filas enemigas i emprendió la retirada.


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36

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E s t e memorable hecho de armas es un timbre de gloria para aquel bravo jeneral, que durante treinta i seis horas peleó como un león, dando ejemplo de audacia i de bravura a sus valerosos soldados, que caían todos en sus puestos. Inmenso fué el desaliento que produjo la noticia en Santiago, i no quedó otro partido para los patriotas comprometidos en la guerra, que tomar la fuga i dirijírse a Mendoza. A s í podrían escapar de las venganzas de Osorio. M a s de dos mil personas atravesaron los Andes, protejidos por los restos del ejército de Rancagua. Gobernaba

entonces la provincia de C u y o

(Mendoza) el jeneral arjentino don J o s é de San Martin. Cuando llegaron los emigrados chilenos, concibió S a n Martin el proyecto de formar un ejército para salvar a Chile, donde los españoles tomaban cruel venganza de todos los patriotas. Mientras esto se hacia, el hábil coronel chileno don Manuel Rodríguez, organizó

algunas

montoneras que dieron mucho que hacer a los españoles. S a n Martin, ayudado por O'Higgins, organizó en Mendoza el ejército de los Andes. T o d o lo


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dispuso, a todo atendió, i esto sin recursos i sin elementos, que solo obtuvo con grandes sacrificios. Por fin, logró reunir 3,000 hombres, i con ellos se dirijió a Chile por la cordillera de los Andes, viaje penosísimo que levanta a grande altura a San Martin, quien dirijia la espedicion, i a sus soldados que soportaban tantas fatigas. Al tener noticia de esta marcha, el gobernador de Chile, que a la sazón lo era don Francisco Casimiro Marcó del Pont, ordenó a sus tropas que, bajo las órdenes del jeneral don Rafael M a roto, esperaran al ejército de S a n Martin en la cuesta de Chacabuco. O'Higgins, con la vanguardia, llegó el 1 2 de febrero de 1 8 1 7 frente al ejército de Maroto; bastóle al bravo jeneral una impetuosa carga a la bayoneta para obligar a Maroto a emprender la fuga. L a batalla de Chacabuco abrió a los patriotas las puertas de Santiago. A l siguiente dia entraban en la capital. Don J o s é de S a n Martín fué elejido director supremo; pero habiendo renunciado, recayó la elección en don Bernardo O'Higgins. É s t e dispuso que una pequeña división, al mando del coronel don Juan Gregorio de las Heras, mar-


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chara a Concepción para batir al coronel español don J o s é Ordoñez. L a s H e r a s obligó al jefe español a refujiarse en Talcahuano, i O ' H i g g i n s salió al mismo tiempo de Santiago con refuerzos, para obligarlo a rendirse. Mas los patriotas fueron rechazados (6 de diciembre de 1 8 r 7). E s t e descalabro i el desembarque en Talcahuano del jeneral Osorio, que volvía del Perú con 3,400 hombres, no desanimaron a los patriotas. Por el contrario, O ' H i g g i n s espidió en Concepción, el i.° de enero de 1 8 1 8 , un decreto por el cual disponía la inscripción en un libro de todos los individuos que quisieran la independencia, i en otro la de los que no la desearan. Habiéndose llenado de firmas aquél, O ' H i g g i n s juró, el 12 de febrero, la independencia de Chile,el mismo dia se proclamó en toda la república. Pocos dias después, O ' H i g g i n s fué sorprendido por Osorio en Cancha R a y a d a i completamente derrotado. E l vencedor avanzó hacia Santiago, pero S a n Martin lo esperaba en la llanura de Maipo, a tres leguas de la capital. E l 5 de abril se encontraron los dos ejércitos, i tuvo lugar en ese dia una de las batallas mas memorables de la inde-


pendencia de América. L o s españoles fueron derrotados en toda la línea. LECCIÓN V I I I Fin de la guerra de la independencia Aunque la victoria de Maipo aseguró la independencia de Chile, O'Higgins i S a n Martin juzgaron, con razón, que mientras existiera en el Perú la base de la dominación española, correría peligro la suerte de la libertad de Chile. Esto indujo a ambos caudillos a llevar una espedicion hasta el Perú, para ayudar a su libertad. Inmensas eran las dificultades con que habia de tropezarse en la ejecución de un proyecto de tanta magnitud. Sin elementos de ningún jénero, armóse, sin embargo, la primera escuadra nacional que, puesta a las órdenes de clon Manuel Blanco Encalada, se estrenó con la captura, en Talcahuano, de la fragata española María Isabel i de cinco trasportes con tropa. E s t e suceso introdujo el desaliento en las pocas fuerzas enemigas que quedadan en el sur. El coronel don Ramón Freiré fué comisionado


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o

por O ' H i g g i n s para destruir esos últimos elementos del rei de España. Apareció entonces a sostener el pabellón de E s p a ñ a un guerrillero, chileno de oríjen i hombre de .sanguinarios instintos, Vicente

Benavi-

des. L o g r ó al principio obtener algunas ventajas, ayudado por los araucanos, con los cuales celebró alianza; pero en mayo de 1 8 1 9 fué derrotado por Freiré, i huyó al interior de la Araucanía. A principios del año siguiente ( 1 8 2 0 ) , la escuadrilla chilena, a las órdenes del audaz marino ingles lord T o m a s Cochrane, se apoderó de Valdivia, plaza fuerte mui bien guarnecida i último baluarte de los españoles en el continente. E l 20 de agosto del mismo año, esta ya gloriosa escuadra salia de Valparaiso con rumbo al norte. L l e v a b a a S a n Martin i 4,000 soldados que marchaban a trabajar por la libertad del Perú. E n el Callao, Cochrane, con increíble audacia, capturó la fragata española Esmeralda. S a n Martin proclamó, el 28 de julio de 1 8 2 1 , la independencia del Perú. Disensiones que sobrevinieron entre los jefes chilenos i entre S a n Martin i Bolívar, libertador


— 41 — de las repúblicas del norte, obligaron a aquel j e neral a renunciar al mando del ejército. R e g r e s ó a Chile i de ahí se dirijió a Europa. Entretanto, se desarrollaban en Chile importantes acontecimientos. Benavides hizo de nuevo su aparición a fines de 1 8 2 0 , i aunque fué derrotado por F r e i r é i obligado a esconderse en sus guaridas de la Araucanía, volvió, a mediados de 1829, a emprender sus correrías. E s t a vez fué derrotado por el coronel clon Joaquín Prieto, jefe de las fuerzas que guarnecían a Chillan, i perseguido por el capitán clon Manuel Búlnes. Para escapar de los patriotas se embarcó para el Perú en una frájil chalupa; pero fué entregado por sus mismos acompañantes i ahorcado en la plaza de Santiago: justo castigo de las crueldades q u e c o metió con los patriotas que caian prisioneros i con el anciano jeneral don Andrés de Alcázar, a quien hizo asesinar cobardemente en una sorpresa. L a política ocupaba también y a la atención de los patriotas. Carrera no podia conformarse en la República Arjentina con el gobierno omnímodo de O'Higgins, i en Chile había también individuos que deseaban una constitución. Carrera


incitaba a sus amigos de Chile para que llegaran a obtener esa constitución i para que O'Higgins, su antiguo rival, bajara del poder. Carrera reunió algunos soldados i trató de pasar a Chile; pero derrotado cerca de Mendoza por tropas partidarias del gobierno de Buenos Aires, que ya había logrado derrocar, fué tomado prisionero i fusilado en la plaza de aquella ciudad ( 1 8 2 1 ) . O ' H i g g i n s continuó gobernando con mano firme, i atendiendo a todos los ramos del servicio público. Estableció una escuela militar, levantó mercados, formó paseos públicos, entre ellos la A l a m e d a de las Delicias (Santiago), fomentó la agricultura i dio facilidades para el desarrollo del comercio i la inmigración de estranjeros. A pesar de estos trabajos, todos querían una organización republicana i nó el poder absoluto que tenia en sus manos el director supremo. E n

1 8 2 2 dictó

el director una constitución, que fué mal recibida, por cuanto dejaba en sus manos todo el poder público. E x a s p e r a d o s por fin los ánimos, estalló primeramente un levantamiento en Concepción, capitaneado por Freiré, i luego otro en Santiago.


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E n la capital, se reunieron los mas caracterizados vecinos el 28 de enero de 1 8 2 3 , e invitaron a O ' H i g g i n s a tratar con ellos acerca de la suerte de Chile. Presentóse el supremo director, e inmediatamente se le dijo que no cuadraba la forma de gobierno establecida con la independencia del estado i la soberanía del pueblo, i que para llegar a establecer la república bajo bases estables era necesario que dejara el poder. A q u í se reveló O ' H i g g i n s tal cual era: un gran patriota. Después de algunas observaciones que hizo acerca de la legalidad del acto, se sacó del pecho la banda, signo del poder, i la depositó en manos de una junta provisoria compuesta de don J o s é Miguel Infante, don Fernando Errázuriz i don Agustín Eyzaguirre. A l poco tiempo de trasladó al Perú. E l 3 1 de marzo de ese mismo año fué elejido director supremo el jeneral don Ramón Freiré. LECCIÓN IX Los padres de la patria L a historia de la guerra de la independencia es la vida de los hombres "que lucharon por ella.


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T o d o individuo que ama a su patria debe conocer hasta los menores detalles de la vida de aquellos que pelearon por la libertad. Nosotros no podremos estudiar sino brevemente sus biografías, por cuanto este trabajo se limita a los rasgos jenerales de nuestra historia. Doble importancia tienen esas biografías: al mismo tiempo que conocemos mas de cerca a los padres de la patria, adquirimos nociones de los caracteres i aspiraciones de todo un pueblo, de lo cual son ellos el reflejo.

J o s é Antonio Rojas.—Nació en 1 7 4 3 . F u é hombre de fortuna; viajó por Europa, donde adquirió conocimientos que el atraso en que se encontraba Chile en la época colonial le habia impedido poseer. A su vuelta, trajo ocultamente algunos libros que eran prohibidos en Chile porque contenían doctrinas en favor de la libertad de los pueblos. L o hemos visto figurar en 1 7 8 0 en una conspiración en compañía de dos franceses; su elevada posición lo libró del castigo aplicado a sus dos compañeros. E n 1 8 1 0 fué uno de los mas animosos promotores de la revolución; en su casa reuníanse los personajes mas importantes de la causa de la libertad. T i e n e la gloria de haber


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sido uno de los iniciadores de nuestra independencia, a la cual contribuyó con su fortuna i su persona. J u a n Martínez de R o z a s . — N a c i ó en Mendoza en 1 7 5 9 . Pasó a Santiago i obtuvo elevados puestos en la universidad de S a n Felipe. E r a uno de los hombres mas ilustrados de su tiempo. Siendo intendente de Concepción don Ambrosio O'Higgins,

Rozas fué nombrado su consultor.

E n este puesto comenzó a trabajar secretamente por la independencia de Chile. Ocupó un lugar en la junta del gobierno nacional elejida en 1 8 de setiembre de 1 8 1 0 i fué desde entonces el alma de la revolución. Luchó enérjicamente por llegar cuanto antes a una resolución definitiva; pero no encontraron aceptación sus ideas en los ánimos un tanto timoratos de los miembros del primer congreso nacional ( 1 8 1 1 ) . Pronunció algunos discursos políticos de notable mérito. Carrera, director supremo, lo desterró a Mendoza en 1 8 1 2 . Murió este gran patriota en febrero de 1 8 1 3 . J o s é Miguei Carrera.—Nació en Santiago en 1 7 8 5 . MUÍ joven pasó a España, donde se incorporó en el ejército. Encontróse en la CamN n c . I)F. U. ni! CHII.S.

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<5

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paña contra Napoleón i se distinguió en ella por su viva intelijencia i por su audacia. T a n pronto como supo que Chile había dado el primer grito de independencia, trasladóse a su patria, donde se hizo el jefe de la revolución. Después de la derrota de Rancagua huyó a Mendoza i desde' ahí pasó a Estados Unidos en busca de elementos para continuar la lucha. E n i S 1 6 regresó a Buenos Aires con algunos buques i oficiales; pero se envolvió en un movimiento político contrario al gobierno que existia en la Arjentina i que sostenía la misma política de O'Higgins, quien gobernaba en Chile. L o s partidarios del director supremo trataron de impedir a toda costa el paso de Carrera a su patria, en la cual seria un peligro para el gobierno dominante. Después de algunos combates, fué vencido, tomado preso i fusilado en Mendoza (4 de setiembre de 1 8 2 1 ) . Carrera fué un valeroso defensor de la causa de la independencia de su patria; pero su ambición le impedia ser subalterno, i quería siempre dominar. E s t o lo llevó al patíbulo. Sin embargo, sus yerros no son parte a amenguar la gloria de su nombre, ligado a los mas importantes acontecimientos de nuestra emancipación política.


Camilo Henriquez.—Nació en Valdivia en 1 7 6 9 . A los quince años de edad se incorporó, en Lima, en la congregación de los padres de la Buena Mueríe. Entregóse completamente al estudio; su amor a la libertad lo hizo caer en manos de la Inquisición, terrible tribunal fundado en E s p a ñ a para perseguir a los herejes, como sospechoso de tener en su poder libros prohibidos. S a l v ó de esta persecución i se trasladó en 1811

a su patria para ayudar la causa de la

revolución. Durante el gobierno de Carrera publicó LA AURORA, primer periódico dado a luz en Chile. Sostuvo en sus columnas que la dominación española pugnaba hasta contra la naturaleza humana. E n 1 8 2 2 fundó E L MERCURIO DE CHILE. Murió en 1 8 2 5 . Camilo Henriquez ha sido uno de los caracteres orijinales de la revolución. Sacerdote i soldado, orador sagrado i periodista, combatió en todas estas condiciones por la causa de la libertad.

Manuel Rodríguez.—Nació en 1 7 8 6 . E s uno de los soldados mas simpáticos d e la revolución, por su injenio i su audacia, que lo hicieron tomar parte en aventuras casi novelescas. Como


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secretario de Carrera, distinguióse por sus oportunos consejos. Después de la batalla de Rancagua huyó a Mendoza; pero volvió luego i organizó montoneras que no dejaban tranquilos a los españoles: un día aparecia en una parte; al siguiente, sin que nadie lo sospechara, se encontraba lejos de ahí. Cuando mas sobresalió Roclriguez por su enerjía, fué después del desastre de Cancha Rayada. L o s habitantes de Santiago eran presa del pánico; Rodríguez levantó los espíritus, se hizo cargo del gobierno, dio órdenes i volvió la calma a los patriotas temerosos. Organizó el escuadrón Húsares

de la

muerte i con él contribuyó a la victoria de Maipo. Habiéndose hecho sospechoso por su amistad con Carrera fué enviado preso a Ouillota, i en Tiltil, los soldados que lo custodiaban, lo asesinaron alevosamente (26 de mayo 1808). E n ese sitio se levanta un modesto monumento a su memoria.

Bernardo O ' K i g g i n s . — H i j o de don A m brosio O'Higgins, nació en 1 7 7 6 . F u é enviado por su p a d r e a Inglaterra, donde hizo sus estudios. Volvió a Chile en los primeros dias de la revolución. L o hemos visto tomar parte princi-


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pal en casi todas las batallas i portarse en ellas con singular heroísmo. Rancagua es una de las pajinas mas gloriosas de la vida de O ' H i g g i n s . E s t e ilustre patriota no era solo un valiente soldado i un distinguido jeneral; dio también pruebas de ser un hábil administrador. L a s discusiones a que dio lugar su política, quizá demasiado enérjíca, concluyeron con su abdicación del mando supremo. S u s palabras en este acto manifiestan el temple de su alma. Resistióse al principio a entregar el mando en manos de ciudadanos que no tenían poder de los demás habitantes para pedírselo; pero una vez que se le dijo que a su elección habia concurrido menor número que el que tenia en ese momento a su vista, entregó el poder. A l hacerlo lamentó no se le hubiera dejado tiempo para consolidar las instituciones del país, i terminó así: " S o i ahora un simple particular; podéis hablar sin inconveniente. Quiero conocer los males que he causado, las lágrimas que he hecho derramar. Acusadme. Si las desgracias que me enrostráis han sido, no el efecto preciso de la época en que me ha tocado ejercer la suma del poder, sino el desahogo de mis malas pasiones, esas desgracias no pue-


S

o

den purgarse sino con mi sangre. T o m a d de mí la venganza que queráis; no opondré resistencia. A q u í está mi pecho, u E l pueblo gritó. " ¡ N a d a tenemos contra el jeneral O'Higgins! ¡Viva O'Higgins!n i le hizo una manifestación tan entusiasta, como que en ese dia obtuvo el mas grande de sus triunfos. A los ocho dias salió para el Perú, donde murió en 1842. Sus restos fueron trasportados a Santiago en 1869. LECCIÓN X L a república hasta el gobierno de don José Joaquín Pérez Con el gobierno de Freiré empieza el progreso de la república. L o s últimos restos del poder español se habían concentrado en Chiloé, i allá fué personalmente el director supremo en 1826. Obtuvo dos victorias que terminaron con la dominación española en Chile. L a organización de la república bajo bases sólidas era asunto de g r a v e consideración i que necesitaba ser resuelto a la mayor brevedad. S e habían y a dictado varias constituciones,

pero


ninguna estable. L a s opiniones se encontraban divididas; unos querían la república federal, con gobiernos independientes en cada una de las provincias en que se dividiría el pais i otros aspiraban por la república unitaria, rejida por un solo poder supremo. E s t o produjo discusiones que Freiré no pudo evitar i que juntamente con las tirantes relaciones con el poder eclesiástico, cuyos representantes no eran ajenos a la idea de volver a la dominación de la España,

lo

obligaron a hacer dimisión del mando, el 8 de julio de 1826. Siguiéronse varios gobiernos que apenas duraban en el poder i que inútilmente por dar una constitución

trabajaban

a la república.

El

mismo F r e i r é fué elejido presidente el 1 3 de enero de 1 8 2 7 ; pero tuvo nuevamente que renunciar, el 2 de mayo del mismo año, entrando a reemplazarlo el jeneral don Francisco Antonio Pinto, quien ejercía las funciones de vice-presidente. B a j o este gobierno promulgóse la constitución de 1828. F u é aceptada ésta por los amigos de Pinto i Freiré, por el partido liberal; pero muí mal recibida por el partido conservador. E l 1 0 de setiembre de 1 8 3 1 se hizo cargo del g o -


— 52 — bierno el jeneral don Joaquín Prieto, conservador reconocido que había levantado armas contra la constitución de

1828 i que había

logrado

vencer a Freiré en Lircai, el 1 7 de abril de 1 8 3 0 . E l poder habia caído en manos del partido conservador, el cual, por medio de su jefe

don

D i e g o Portales, ministro del interior, dictó una nueva constitución en 1 8 3 3 . E s t a leí fundamental es la que hoi nos rije con las variaciones que le han sido hechas posteriormente por el partido liberal, i que han sido exijidas por el progreso del pais. B a j o el gobierno de Prieto emprendióse una campaña contra el jeneral don Andrés de Santa Cruz, quien unió bajo una sola confederación

el

P e n i i Bolivia i amenazaba a las naciones vecinas. S e hacían los preparativos para esta espedicion cuando Portales, que la organizaba, fué asesinado. S u política le habia atraído numerosos enemigos. Inspeccionaba en Quillota el ejército espedicionario, i fué tomado prisionero por sus mismos soldados. Conducido a Valparaíso, lo hizo fusilar el oficial que lo custodiaba. E l ejército espedicionario del Perú, a las órdenes del jeneral don Manuel Búlnes, volvió a


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Chile victorioso. L a paz estaba asegurada; no habia y a qué temer por el norte. L a tranquilidad de la república fué bien aprovechada: las industrias, las letras i las ciencias recibieron en esos tiempos algún impulso. E n 1840 llegaron a Valparaíso los primeros vapores, i se inició la construcción del ferrocarril de C a l dera a Copiapó. Por esa época se crearon también el arzobispado de Santiago i los obispados de la Serena i de Ancud. Prieto terminó su gobierno en 1 8 4 1 , i fué elejido para sucederle el jeneral don Manuel Búlnes. L a constitución de 1 8 3 3 disponía que el presidente gobernara por cinco años; pero podía ser reelejido por otro período de igual tiempo. Aunque durante el gobierno de Prieto llegaron a Chile distinguidos hombres de letras, bajo el de Búlnes aumentó notablemente el progreso intelectual del pais, gracias a los trabajos de su ministro de justicia, culto e instrucción pública, don Manuel Montt. E s t e notable estadista convirtió la Universidad de San Felipe en la actual Universidad de Chile, de la cual fué primer rector el sabio venezolano don Andrés Bello. E l ministro Montt


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trajo a Chile otros ilustrados profesores que propagaron los últimos adelantos científicos i que han contribuido poderosamente al progreso intelectual de la república. E n 1846, la España reconoció la independencia de Chile. E n 1 8 5 1 terminó el gobierno de Búlnes; sucedióle su antiguo ministro don Manuel Montt. A p e n a s hecho cargo del mando estalló una revolución orijinada por cierto autoritarismo que y a en el ministerio habia manifestado el nuevo presidente i porque subia al poder en brazos del partido conservador. Sangrienta fué la lucha; el 8 de diciembre libróse en Loncomilla una terrible batalla entre las fuerzas del gobierno, mandadas por el jeneral Búlnes, i las de los revolucionarios, dirijidas por el jeneral don J o s é María de la Cruz. Después del combate firmaron ambos jefes un convenio que trajo por consecuencia la paz. Ocupóse entonces Montt en el progreso de su patria. Fomentó en grande escala la instrucción pública; promulgó el Código Civil, obra de clon Andrés Bello; creó, inspirado por su ministro i amigo don Antonio Varas, la Caja de Crédito


— 55 —

Hipotecario; edificó la Casa de Orates, tendió telégrafos i, en fin, bajo su administración

dio

Chile un paso inmenso en el camino del progreso. E n 1858 se agriaron nuevamente los ánimos i se produjo otra revolución. Vencida en todas partes quedaron,

sin embargo, sus jérmenes

hasta que, elejido en 1 8 6 1 presidente de la república don J o s é Joaquín Pérez, comenzó un gobierno de conciliación. LECCIÓN

XI

Desde el gobierno de don José Joaquín Pérez hasta el don Aníbal Pinto.—Guerra con el Perú i Solivia. E l nuevo gobierno fué recibido con aplauso. E l anterior se había conquistado odios implacables que supo acallar la política conciliadora de Pérez. E n 1 8 6 3 se inauguró el ferrocarril de Santiago a Valparaíso, iniciado por don Manuel Montt i construido por el incansable contratista norteamericano don E n r i q u e M e i g g s , constructor de casi todos los ferrocarriles del Perú.


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U n suceso doloroso tuvo también lugar en ese año. E l 8 de diciembre se incendió el templo de la Compañía, situado en la parte que es hoi plazuela del Congreso. M a s de 2,000 personas perecieron en ese siniestro. L a paz esterior fué también turbada bajo el gobierno de Pérez. Habiéndose declarado una guerra entre E s p a ñ a i el Perú, por cuestiones que no es del caso esponer aquí, el gobierno de Chile se declaró en apoyo del Perú ( 1 8 6 5 ) . E s t a guerra no podia declararse con mayor importunidad. Chile no contaba con elementos de ninguna especie; sin embargo, el patriotismo reemplazó la falta de elementos. L a captura de la Covadonga, goleta española, llevada a cabo por la Esmeralda, la corbeta que mas tarde inmortalizó su nombre en íquique, levantó aun mas los ánimos. L a escuadra española tomó venganza bombardeando el puerto de Valparaíso, completamente indefenso entonces. L a guerra no podia continuar porque la distancia a que se encontraba la E s p a ñ a le hacia poco menos que imposible su sostenimiento. Terminaron las hostilidades, i cinco años mas tarde se firmó en Washington un tratado de


— 57 tregua indefinida; en 1884 se firmó en L i m a el tratado de paz definitiva. Reelejido Pérez en 1866 continuó su gobierno fomentando las industrias i la instrucción pública, i en 1 8 7 1 le sucedió su antiguo ministro don Federico Errázuriz. L a presidencia de Errázuriz fué el resultado de la unión de un grupo del partido liberal con los conservadores. E s t a heterojénea fusión no podia ser duradera, i bien pronto principiaron síntomas de descomposición

que

concluyeron

por hacer efectivo el rompimiento de la alianza. Produjeron este rompimiento varias

reformas

político-relijiosas iniciadas por los liberales. Después de este hecho, el gobierno de Errázuriz se manifestó enteramente liberal i quizá el mas liberal de los que hemos tenido. Muchos progresos debe Chile al gobierno de aquel esclarecido ciudadano. L a escuadra se aumentó con los dos blindados que poseemos; el ferrocarril del sur, que solo llegaba hasta Curicó, fué prolongado hasta Angol i Concepción; en 1875

se celebró una esposicion internacional,

construyéndose para este objeto el palacio que se levanta en la Quinta Normal de Agricultura.


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53

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E l 18 de setiembre de 1 8 7 6 subió a la presidencia de la república don Aníbal Pinto. T u v o éste, desde luego, que luchar con una crisis comercial i poco mas tarde con un conflicto sobre límites con la República Arjentina, que tomó alarmantes proporciones a principios de 1879. Mas, encontrándose

Chile amenazado por el

norte, abandonó por entonces las negociaciones. Bolivia pretendía la propiedad absoluta del territorio de Antofagasta, i violando un tratado espreso de 1866, impuso contribuciones estraordinarías sobre el salitre, que se esporta en gran cantidad por el puerto de Antofagasta.

L a gue-

rra fué inminente: el 14 de febrero desembarcó en Antofagasta un cuerpo de tropas chilenas, para hacer respetar los derechos de Chile. N e gados por Bolivia, la cual fué amparada por el Perú en sus pretenciones, declaró Chile la guerra a los dos países, el 5 de abril del mismo año. N o estaba Chile preparado para un conflicto de las magnitudes que debia tomar el que se iniciaba; pero la actividad de todos preparó un brillante ejército, bien armado i equipado en un tiempo relativamente corto. Reunióse ese ejercí-


. — 50 —

to en Antofagasta, i mientras se "organizaba, la escuadra iniciaba sus operaciones en el mar. Habiendo establecido el bloqueo de Iquique, quiso el almirante don J u a n Williams Rebolledo atacar los buques peruanos en la bahía del C a llao. Para mantener el bloqueo dejó dos de sus buques, los mas viejos de la escuadra: la corbeta Esmeralda, mandada por el capitán de fragata don Arturo Prat, i la Covadonga, por el de corbeta don Carlos A . Condell. A l amanecer del 21 de mayo dejáronse caer sobre estos dos buques los blindados peruanos Hueseare Independencia. A n t e tan formidables enemigos, toda resistencia por parte de los chilenos seria inútil. L a Covadonga tomó rumbo al sur perseguida por la Independencia; la Esmeralda se quedó en la bahía batiéndose con el Huáscar. L a s balas de la Independencia hacían enormes estragos en la pequeña goleta que seguía huyendo al sur bastante cerca de la costa. A l pasar por frente a Punta Gruesa la Independencia, buque de bastante calado, encalló en una roca. L a Covadonga, completamente averiada, volvió en el acto e hizo fuego certero sobre la fragata

peruana hasta

que, viendo por el norte el humo del Huáscar, se


6o

dirijió a Antofagasta adonde llegó con la noticia de su gloriosa jornada. Mientras tanto, la vieja Esmeralda

libraba

desigual combate en la rada de Iquique. H e c h a pedazos, con la máquina completamente inutilizada, flotaba sobre las olas a merced del enemigo, con la bandera chilena al tope i sin dejar de disparar sus cañones. Cansado Grau, comandante del Huáscar, de tan porfiada resistencia, dirijió la proa de su buque hacia la corbeta para destrozarla con el espolón. Arturo Prat comprendió la maniobra, i apenas chocó el blindado con su buque se lanzó sobre la cubierta del Huáscar, gritando " ¡ A l abordajelu M a s , el monitor se retiró tan pronto que apenas pudo seguirlo el sarjento del batallón de Marina J u a n de Dios Aldea. L o s dos cayeron

como héroes en la cubierta del

Huáscar. A l segundo choque, imitaron el ejemplo del heroico Prat el teniente don Ignacio S e rrano i doce de sus soldados. L a corbeta comenzaba a hundirse. A l tercer espolonazo perdióse en el fondo del mar sin arriar su bandera. E l valeroso guardia marina don Ernesto Riquelme disparó el último cañonazo, al mismo tiempo que se sumerjia entre las d a s .


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i) i

—•

E s t e glorios o hecho de armas ha s ido honrado con un s oberbio monumento que s e levanta en Valparaíso. E n s u cúpula s e ha colocado la es­ tatua del héroe de la jornada, el inmortal Prat. LECCIÓN X I I Continuación de la guerra.—La paz.—Gobierno de don Domingo Santa María.—Gobierno de don José Manuel Balmaceda. Después de es te acontecimiento, la s

fuerzas

de la es cuadra peruana quedaron dis minuidas en un poderos o buque. E l Huáscar comenzó una guerra de correrías

por los

puertos

chilenos ,

echando a pique lanchas de desembarque i bom­ bardeando los

puertos

indefens os . L o s buques

chilenos procuraron en vano dar caza al monitor peruano, has ta que, por fin, cayó, el S de octubre, en manos de los blindados chilenos Blanco En­ calada i Cockraue, frente a la punta Angamos , al norte de Antofagas ta. L i b r e el mar de enemigos , comenzó la guerra terrestre. L o s peruanos habían juntado sus tropas en Iquique. E l ejército chileno, a las órdenes del КОС. D B H . D!I CIIIXE

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— 02

jeneral don E r a s m o Escala, se embarcó en A n tofagasta el 28 de octubre, i el 2 del mes siguiente se apoderaba de Pisagua, puerto situado al norte de Iquique. E l 19 del mismo mes, una división de vanguardia del ejército chileno derrotó completamente en San Francisco al ejército peruano, mandado por el jeneral don Juan Buendía. L o s restos de ese ejército se concentraron en el pueblo de Tarapacá, donde fué a atacarlos una división chilena. Libróse aquí, el 27, un sangriento combate, en el cual murieron heroicamente el comandante del batallón 2 .

0

de línea

don Eleuterio Ramirez, muchos oficiales de este mismo cuerpo i del batallón Chacabuco. Después de esta acción, todo el territorio de Tarapacá quedó sometido a Chile. E n febrero de 1880, reorganizado el ejército, se embarcó en Pisagua i se dirijió a Pacocha para emprender en seguida campaña sobre T a c na, ciudad que servia de cuartel jeneral al ejército aliado del Perú i Bolivia. Antes de marchar, el jeneral en jefe del ejército chileno don E r a s mo Escala, fué reemplazado por el jeneral don Manuel Baquedano.


E l 26 de mayo dióse una batalla cerca de T a c na, i el ejército perú-boliviano fué derrotado; el 7 de junio la plaza fuerte de Arica, último baluarte de la alianza, cayó en poder de los chilenos después de un crudo combate que solo duró cincuenta i cinco minutos. E l ejército se acantonó en T a c n a i comenzó a ser aumentado a fin de llevarlo a Lima. A fines de diciembre de 1880, se encontraban 25,000 hombres acampados al sur de esta ciudad. E l 23 de ese mismo mes tuvo lugar en la capital del Perú un movimiento revolucionario que dio por resultado poner al frente de los destinos de esa república, con el título de dictador, a don Nicolás de Piérola, antiguo caudillo conservador. E s t e jefe colocó sus tropas frente a las chilenas, en unas alturas que se levantan a dos leguas de Lima. E l 1 3 de enero de 1 8 8 1 , al amanecer, el ejército chileno atacó al peruano en sus inespugnables fortificaciones; después de cruda batalla, en la cual los soldados chilenos tuvieron que luchar tanto con el enemigo como con la pesada arena del desierto que les hacia mas difícil la ascensión


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i con las minas que estallaban a sus pies, la derrota era completa en la línea peruana; la bandera chilena flameaba en todas las alturas. E l 14, el ejército chileno i la reserva peruana pasaron a la vista; el 1 5 renovaron el ataque en el campo fortificado de Miraflores, mas cerca de Lima. E l heroísmo de los chilenos dióles de nuevo la victoria. E l 17, el ejército vencedor entraba en Lima i el 20 la bandera tricolor era izada en el palacio de los virreyes, que fué ocupado por el jeneral en jefe como soberano del Perú. A fines de marzo volvió a Chile el ilustre B a quedano con parte de su glorioso ejército. Poco tiempo mas tarde se hizo cargo del mando, i del gobierno supremo del Perú el contralmirante don Patricio L y n c h , quien se habia distinguido en Chorrillos i Miraflores como jefe de la i . dia

visión chilena. E l 18 de setiembre del mismo año se hizo carg o de la presidencia de la república don D o mingo Santa María, sucesor de don Aníbal Pinto. E l nuevo presidente trató desde luego de lleg a r a la paz con el aniquilado Perú; mas, toda tentativa fué al principio inútil, por cuanto no


- C o existía en aquel país ningún gobierno organizado. L a ocupación continuó; varias espediciones chilenas recorrieron todo el interior del Perú. E l 1 0 de julio de 1 8 8 2 , un destacamento chileno que resguardaba el pueblo de Concepción, i compuesto de una compañía del batallón Chacabuco, mandada por el capitán don Ignacio

Carrera

Pinto, fué sorprendida por una gruesa montonera.

L o s chilenos hicieron

prodijios de va-

lor, pero, encerrados por todas partes, combatieron inútilmente hasta que perecieron todos .sin que sobreviviera ni uno solo de

aquellos

héroes. Por fin, firmóse un tratado de paz, el 20 de octubre de 1883, con el gobierno organizado por el jeneral peruano don Miguel Iglesias. É s t e se estableció en Lima; el ejército chileno acampó en Chorrillos, para dejar líbrela capital al nuevo gobierno. Arequipa, que no reconoció este estado de cosas, fué ocupada por una división chilena. Con este acontecimiento, la mayor parte del Perú reconoció el tratado de paz

firmado

por

Iglesias. E n mayo de 1884 se desocupó enteramente el Perú por el ejército de Chile. E n abril


— 6(5 — de ese mismo año, Bolivia habia firmado un tra tado de tregua indefinida. L a guerra dio a Chile la propiedad sin condición del territorio de Antofagasta i de la rica provincia de Tarapacá. L a de T a c n a ha quedado en poder de Chile por diez años, al fin délos cuales se resolverá por medio de una votación popular a cuál d é l o s dos paises deberá pertenecer. D o n Domingo Santa María continuó ocupándose del gobierno interior del pais. L o g r ó la pacificación completa de la Araucanía. Dictó la lei de réjimen interior, la de elecciones, las de matrimonio i rejistro civil i otras administrativas que han de producir benéficos resultados. T e r minó su gobierno el 18 de setiembre de 1886. F u é elejido para sucederle en el mando don J o s é Manuel Balmaceda, cooperador de Santa María en la promulgación de las leyes que hemos mencionado. LECCIÓN X I I I Algunos de los hombres de la república Manuel Búlnes. — Nació en Concepción en 1 7 9 9 . T o m ó parte activa en la guerra de la


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6

7

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independencia. Persiguió i derrotó las montoneras que se formaron por los españoles después de la batalla de Maipo. E n 1 8 3 8 , siendo j e n e ral, se le dio el mando del ejército espedicionario al Perú, donde obtuvo solo victorias; la principal fué la de Y u n g a i (20 de enero de 1839), en la cual derrotó al jeneral Santa Cruz. E n 1 8 4 1 fué elejido presidente de la república; gobernó hasta 1 8 5 1 . Aunque no era hombre ilustrado, tenia especial tino para el gobierno, i supo rodearse de hombres de talento e ilustración; bajo su gobierno se fundaron la universidad, las escuelas normales, la de artes i oficios i otros establecimientos de educación. Manuel Montt.—Nació en 1809. E l primer puesto público que desempeñó fué el de rector del Instituto Nacional. E n 1 8 4 1 entró, bajo el gobierno de Búlnes, a desempeñar el ministerio de justicia, culto e instrucción pública. E n este cargo fomentó la instrucción pública, creando establecimientos de educación. E n 1 8 5 1 fué elejido presidente de la república. L a s obras que emprendió durante su administración fueron innumerables; inauguró los trabajos del ferrocarril a Valparaíso, tendió líneas telegráficas; promulgó


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el Código Civil. A u n q u e turbaron su gobierno disturbios que produjeron dolorosas pérdidas, nos ha dejado también numerosas mejoras. D e s pués de bajar de la presidencia, fué elejido presidente de la corLe suprema de justicia. Andrés Bello.—Don Andrés Bello nació en Caracas (Venezuela) en 17S0. Hizo de Chile su segunda patria, i al progreso intelectual de ella contribuyó con su talento i vasta ilustración. E n 1843 fué elejido primer rector de la universidad, i fué en este puesto donde trabajó con mayor empeño por el progreso de la instrucción pública en Chile. Escribió obras de todo jénero: de gramática, de derecho, de historia, de literatura etc.; sus obras se están publicando actualmente por cuenta del estado. E s t e distinguido sabio, el publicista mas notable de la América del sur, falleció en Santiago en 1865.

Federico Errázuriz.—-Nació en 1 8 2 5 . D i putado i ministro de estado durante la administración de clon J o s é Joaquín Pérez, fué elejido para suceder a éste, i tomó posesión del mando el 18 de setiembre de 1 8 7 1 . Distinguióse en su gobierno por la promulgación de importantes leyes liberales i por la construcción de ferroca-


rriles que hoi prestan servicios inmensos a la agricultura i al progreso jeneral del pais. A él se debe el ferrocarril que recorre todo el valle central de Chile. Errázuriz terminó su gobierno en 1876, i murió repentinamente al año siguiente. Arturo P r a t . — E l héroe del combate naval de Iquique nació en 1848. Desde niño manifestó su cariño por la marina i al mismo tiempo su afición por el estudio. S u vida la dedicó a la patria i a los libros, i así le vemos que, siendo capitán de corbeta, obtuvo en Santiago su diploma de abogado. L a guerra lo encontró desempeñando un puesto subalterno que no le daria ocasión de pelear. Obtuvo uno en el peligro; ya hemos referido cómo supo desempeñarlo. D u rante su vida entera fué Prat ejemplo en el cumplimiento de su deber. Desempeñó comisiones delicadísimas con especial acierto. Con tales antecedentes, cumplió con su última

obligación

mucho mas de lo eme le exijian la lei i el honor. Murió legando a su patria un dia memorable i su nombre, que es una de las glorias mas puras de Chile.


LECCIÓN X I V El progreso de Chile Chile es, de las naciones hispano-americanas, una de las mas adelantadas. Estudiaremos separadamente el estado actual, en el pais, de cada uno de los ramos del progreso humano. Instrucción pública.—Al proclamarse la independencia, la instrucción primaria estaba limitada a seis o siete escuelas públicas; la secundaria o superior no contaba mas que con la universidad de S a n Felipe. H o i existen 862 escuelas costeadas por el estado i 532 por particulares. Asisten a estas escuelas 80,000 niños. Para la preparación de maestros existen la escuela normal de preceptores de Santiago i las de preceptoras de Santiago i Concepción. L a enseñanza industrial se da en la escuela de artes i oficios. T o d a s están dotadas con buen material, i los métodos de enseñanza empleados en ellas son los mas modernos. Para la instrucción secundaria existen en Santiago el Instituto Nacional i en las provincias veinte liceos. Hai, ademas, nq-


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merosos establecimientos particulares, tanto en la capital como en las provincias. E l conservatorio nacional de música, la biblioteca nacional con mas de 6o,ooo volúmenes, i el observatorio astronómico son establecimientos que manifiestan nuestro actual estado de adelanto. S e publican numerosos libros, principalmente relativos a la historia nacional, i los diarios i periódicos, literarios i políticos, se multiplican. Ferrocarriles i telégrafos.—Se

esplotan

líneas de ferrocarriles que recorren, en toda la república, 2,522 kilómetros; de éstos corresponden 948 a las líneas de propiedad del estado, i 1 , 5 7 4 a las particulares. S e proyecta también la construcción de ramales que, partiendo de la línea que recorre el valle central desde Valparaíso hasta Traiguén, una las ciudades que están fuera de aquella línea. L o s ferrocarriles del estado han producido en el año último mas de seis millones de pesos. F u e r a de las líneas telegráficas de propiedad particular, abarcan las del estado una estension de 9,989 kilómetros. D e las líneas particulares, la mas importante es la que une a Valparaíso i Santiago con Buenos Aires, i desde aquí, por el


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cable submarino, con Europa. D e Valparaíso al Callao existe también una línea de cable submarino. E l telégrafo del estado se estiende

desde

Iquique hasta Puerto Montt. L a estension de los caminos públicos, a cuya conservación se provee con fondos nacionales, es de 55,000 kilómetros. Ejército i marina.—-El ejército se compone solo de 5,000 hombres de línea en tiempo de paz. L a guardia nacional es mucho mas numerosa. L a marina consta de once buenos buques, entre los cuales hai dos blindados, un monitor, tres corbetas, tres cruceros i dos cañoneras, todos en perfecto estado. Ademas, tiene una escuadrilla de trasportes i torpedos. E l ejército i la marina están provistos de armas de los últimos sistemas. Comercio e industria.—Los productos importados del estranje.ro han alcanzado en el año de 1 8 8 5 a un valor de 40.000,000 de pesos i los esportados a 51.000,000 de pesos. L a producción del trigo alcanza a 6.500,000 hectolitros, i la de los demás cereales a 2.500,000. L a minería produce 400,000 quintales métri-


ii

eos de cobre; 160,000 kilogramos de plata; 500 de oro; 10.000,000 de toneladas métricas de carbón de piedra i 5.000,000 de quintales métricos de salitre. E x i s t e en Viña del M a r una fábrica de azúcar, i últimamente se han establecido, una en los Guindos, en la línea del ferrocarril del sur, i otra en el Parral. L a s sociedades de agricultura i de minería están encargadas del desarrollo de ambos ramos, i la de fomento fabril, de las industrias. Hacienda pública.—Las entradas en 1886 ascendieron a: Aduanas

$ 23.370,862.36

Otras entradas

11 13.745,208.09

TOTAL

$ 37.116,070.45

L o s gastos alcanzaron a 3 5 . 1 7 3 , 4 4 2 pesos 86 centavos. E l total de la deuda pública es de 83.824,699 pesos 1 1 centavos. Los datos que hemos consignado manifiestan el inmenso progreso a que hemos alcanzado desde


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74 —

la ĂŠpoca de nuestra independencia hasta la fecha. E n solo 77 aĂąos nos hemos puesto a la altura de las naciones mas civilizadas de la Europa, que cuentan siglos de vida libre.

FIN


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