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Director

Raúl Hernández Viveros

INDICE

Subdirector Alberto Hernández Vásquez Administrador Mario Hernández Vázquez

2) Fidencio González Montes LA SERPIENTE SE MUERDE LA COLA 5) SEMBLANZA, Fidencio González Montes 6) Gabriela .g González, LA PALABRA COMO DIBUJO, ENTRETEJIENDO LITERATURA Y GRÁFICA 8) José Luis Velarde EL DEPARTAMENTO MÁS ALTO DEL BOSQUE 9) María Esther Mandujano García CORPUSCULO LUMINICO, TU NOMBRE 12) Pedro M. Domene, CARVER COUNTRY (PAISAJES DEL REALISMO SUCIO NORTEAMERICANO) 15) POESÍA: Anahid Villegas P. 17) Alicia Dorantes Cuéllar, ROBERTO WILLIAMS GARCÍA 21) Roberto Williams García, EN TEOCELO CON RUBÉN DARÍO 23) David Nepomuceno Limón LA LUZ DE LAS LUCIÉRNAGAS 28) Edgar Aguilar, HORROR VUELTO A CONTAR 29) Heriberto Antonio García, EL FARSANTE FELIZ 31) Carlos Roberto Morán EL CUERPO HUMANO, DE PAOLO GIORDANO. 33) EXCELENTES NUEVOS RELATOS DE LA GRAN NARRADORA ALICE MUNRO 36) Raúl Hernández Viveros, RAYUELA, 50 AÑOS DESPUÉS

REVISTA Cultura de VeracruZ, Año XVI, No. 79, Mayo/ Junio de 2013, es una publicación bimestral. Tel. 012288172809. www.nuevaepoca.blogspot.com / culturadeveracruz@yahoo.com.mx Editor responsable: Alberto Hernández Vásquez. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo 04-2010-081613030000-102, ISSN, en trámite. Licitud de Título: (en trámite). Número de Licitud de Contenido (en trámite). Impresa por Ediciones Cultura de VeracruZ, Altamirano No. 35, Col. Centro, C.P. 91000, Xalapa, Ver. Este número se terminó de imprimir el 27 de Junio de 2013, con un tiraje de 1000 ejemplares. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización del Instituto Nacional del Derecho de Autor. Consejo Editorial Edgar Aguilar, Marco Tulio Aguilera Garramuño, Marco Antonio Acosta, Mario Calderón, Celina Márquez, Mauro MamaniMacedo, Omar Piña, Silvia Tomasa Rivera, Vicente Francisco Torres, Juan Ventura Sandoval. Ejemplar: $50.00, suscripción: 500 pesos. En el extranjero Dls. 30 € Mayo /Junio de 2013

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uando detuvo el taxi para que el pasajero bajara tuvo la impresión de haber repetido ese acto infinidad de veces. Por un momento lo consideró natural, debido a sus veinte años de taxista. Aunque desde esa mañana lo asaltó la sensación de estar ejecutando todos sus movimientos por inercia. Todos los días lo mismo: siempre con la esperanza de encontrar otro trabajo menos monótono y siempre encerrado en su ruta, como si el haberse metido de taxista fuera una condena para toda la vida. Estaba agotado y no tenía deseos de buscar un significado a sus pensamientos.

Fidencio

Prendió la radio. La música también sonaba trillada. La apagó y quiso pensar qué iba a hacer después, al llegar a su casa. No pudo concentrarse. Fuera de los límites del carro todo era difuso. Lo dominaba una apremiante urgencia por llegar a tiempo, aunque no sabía para qué ni a dónde. Adentro del taxi siempre se tiene prisa, fue lo más profundo que pudo pensar. Sumió el acelerador más de la cuenta. Pasó la panadería, el parque, el largo muro donde los estudiantes habían pintado “democracia” con letras rojas. Todas las tiendas estaban cerradas y no pasaba gente. Se sorprendió al intuir que era natural, que en ese tramo nadie subiría al taxi, que invariablemente todas las tiendas tenían que estar cerradas. La nuca le ardía. Trató de indagar el origen de su certeza. Era probable que alguna vez hubiera transitado por esa colonia. Quiso reconocer el lugar, pero le sobrevino una especie de somnolencia. Se sentía como un condenado a muerte que espera en su celda, donde ni el

González Montes

La serpiente se muerde

la cola* *

Cuento inédito.

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pasado ni el futuro tienen validez. “A lo mejor me faltan unas vacaciones”, fue lo único que alcanzó a reflexionar. Tantas vueltas, tanto ir y venir habían acabado por hacerle perder el sentido del tiempo y la distancia. No podía ser otra cosa. No creía que fuera otro el motivo.

velocidad se recriminó no haber hecho algo por esquivarlo. Pudo haber girado el volante, pero se aferró a la misma dirección. “¿Qué estaría haciendo ahí? ¿Por qué no trató de correr?” Infantilmente pensó que no era un ser humano

Tomó la recta donde no circulaba ningún otro automóvil. Iba cruzando una zona de oscuridad, de olvido, como uno de esos momentos en la vida de un hombre en que se está a punto de descubrir algo tan nebuloso como el destino mismo. Sin embargo, entre más intentaba esclarecer el otro lado del misterio, más ambiguo y cerrado le parecía. Se abandonó al deslizamiento de su auto, al viento caliente que emergía de los pedales. Antes de que sucediera, se le reveló la causa de su prisa. Vio al hombre en la carretera, encorvado, con un objeto en la mano como si rastreara algo en el suelo. Hizo el cambio de luces sin tocar el claxon. Tuvo tiempo de pasar el pie al pedal de los frenos, pero sumió el acelerador con más fuerza, como una orden por cumplir. Un segundo antes de atropellarlo tuvo la certeza de haberlo matado desde antes. Después del impacto, el carro saltó blandamente sobre el cuerpo. Miró por el espejo retrovisor: nadie se había dado cuenta de nada. Estaba consciente de que acababa de matar a un hombre. Cuando aminoró la Mayo /Junio de 2013

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sino otra cosa: un animal, otra cosa. No había ningún testigo que lo culpara, pero eso no bastaba para anular lo sucedido. Maldijo haber pasado por ahí únicamente para atropellarlo. No tenía con quién disculparse. Ya nada podía hacer por devolverle la vida. Si no fuera este mundo tan lleno de imposibles, aceptaría que él fuera la víctima. Así era su arrepentimiento, si los actos fueran reversibles. Se le vino a la mente cómo las llantas saltaron sobre el cuerpo, reventándolo. Sintió un dolor agudo, lejano.

propósito. Se iba quedando dormido cuando se sobresaltó por la pesadilla de que alguien pedía auxilio. “¿Y si está vivo?”. Hizo un esfuerzo por olvidar todo pero no pudo. Se levantó silenciosamente, se vistió, se guardó la lámpara en la chamarra y salió. En la esquina paró un taxi.

Rodeó la ciudad para llegar a su casa. Estacionó el taxi en el patio. Se bajó y examinó el carro con una lámpara de mano. El golpe. Un manchón de sangre en la defensa. No acababa de admitirlo. Hubiera podido pitarle y esquivarlo pero no lo hizo. Su esposa y sus hijos no sabían nada de lo ocurrido, como tampoco la familia del muerto sabía que aquel hombre estaba abandonado en la carretera. Se le ocurrió llamar por teléfono a la cruz roja, pero se disuadió con el pretexto de que era demasiado tarde. Buscó una cubeta y la llenó de agua. Pasó un trapo por encima de la abolladura. “Esta es la sangre del hombre que acabo de matar”. Procedía con la cautela de un asesino que está borrando las huellas del homicidio. “Mañana llevo el carro con el hojalatero”, pensaba mecánicamente: “Puedo engañar a mi patrón de que una combi me pegó”. Entró a su casa sin prender la luz. Escuchó los ronquidos de su esposa e hijos. Se acostó solo en el viejo sofá que usaba de cama. No pudo dormir. Solamente el hombre supo que le había echado el carro a Cultura de VeracruZ

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Se sentía como un autómata, ahora más que nunca. Ya no podía dejar de pensar en lo sucedido. Era obligado.

SEMBLANZA Fidencio González Montes

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ació en Poza Rica, Veracruz, el 10 de junio de 1954. Falleció el 4 de Julio de 2012. Narrador. Estudió Periodismo y Comunicación Colectiva en la FCPyS de la UNAM. Egresado del Centro de Capacitación de Escritores de Televisa S.A. En 2010 obtiene el Premio de Literatura Juvenil Gran Angular con la novela El Ritual de la banda. En 2009, finalista del Premio Gran Angular de Literatura Juvenil con la novela Por sobredosis. Becario del Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico de Veracruz en 2012. Obtuvo mención honorífica en el Premio Nacional de Cuento “Beatriz Espejo 2006”. Ganador en II Concurso Nacional de Cuento “Ciudad de Durango 1997”. Becario en INBA/FONAPAS, en narrativa, 1979; del CME, 1983; y del FOECAVeracruz, 1997. Premio Hispanoamericano de Cuento INBA 1982 por Los sonámbulos del bello infierno. Primer lugar del II Concurso Nacional de Cuento Ciudad de Durango 1997. Premio Nacional de Cuento de la Bienal de Yucatán 2007. Colaborador de El Gallo Ilustrado, El Universal, Excélsior, La Brújula en el Bolsillo, Punto y Sábado. OBRA PUBLICADA: “El ritual de la banda” y “Por sobredosis”, Ediciones SM. Cuento: Los sonámbulos del bello infierno, SEP/CREA, 1985. || Arqueros que apuntan al sol, Plaza y Valdés/INBA/DDF/UAM, 1988. || Trágico a medias, CONACULTA, Los Cincuenta, 1999. || Literatura para niños: La última vida de un gato y otras historias, Ediciones Castillo, Serie Naranja, 2000. Tiene múltiples cuentos publicadas en Antologías y obras de teatro representadas en Reclusorios y Casas de Cultura bajo el auspicio de ICCM. 

Una hora después se encontraba en el lugar del percance. Sacó la lámpara y empezó a buscar. No encontró nada, aunque estaba seguro de que ahí había sido el área exacta del accidente. A lo lejos vio el par de luces que se acercaba. No pudo moverse. Entonces se le reveló que su destino ya estaba trazado desde antes, como si ahora más que nunca este acto lo hubiera repetido infinidad de veces. Vio el cambio de luces y sólo alcanzó a enconcharse como única defensa ante el carro que se le venía encima. 

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Gabriela .g González

La palabra

como

dibujo, entretejiendo

literatura y gráfica*

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uando partió mi padre tan prematuramente a ese infinito silencio que es la muerte a sabiendas que aún tenía coloridas ganas de vivir y en mente mil historias por deshojar, el duelo se acumuló de tal manera que era necesario vomitar ese tumor de lágrimas para no enfermar el alma y echar de menos su eterna ausencia. Un día como cualquiera, aunque más asoleado de lo normal, una hermosa libélula apareció repentinamente entre los destellos que se colaban por la ventana de mi cuarto. Sus inefables alas transparentes hechizaron estos ojos de palmera y obedecí a su belleza construyendo urgentemente un barquito de papel, y me subí. Aún con fuertes vientos de tristeza me lancé al navío. Cargué a mi embarcación su archivo inagotable de historias que en su juventud escribió de puño y letra con plumas y plumines de colores que han carcomido el tiempo desde hace más de 30 años. Un bello tesoro. Son hojas atiborradas de su letra que más que palabras parecen líneas dibujadas, texturas que transmiten en conjunto, una serenidad tan

inquietante que vale la pena rescatar y compartir. Yo no sé escribir como lo hiciera mi papá, no veo el mundo con ojos de escritora, no sé estructurar una novela ni tampoco vibran las antenitas de mis oídos con las conversaciones cuando me subo al metro o a cualquier transporte. Describir el mundo a través de la Literatura, no es nada fácil. Mi interpretación del cosmos es a través de la vista, del color, de la imagen. Fidencio González, “el maik” (como lo llamábamos en casa) me dejó la semillita del Arte en las venas para poder reconocer el aspecto artístico de sus letras, recuperándolas a través de las Artes Plásticas con todas las variantes gráficas posibles. Próximo desembarque y objetivo: retomar las palabras superando la tendencia a considerar la escritura como un lenguaje únicamente verbal. Los manuscritos originales son cambiados de contexto, explotando su textura y respetando el carácter gestual de las mismas para transmitir su potencial gráfico e icónico.

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Homenaje a mi padre y amigo el escritor Fidencio González Montes (1954-2012) Cultura de VeracruZ

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que pude desarrollar desahogadamente una Arquitectura muy personal de la palabra. Intervenir su escritura es como abrazar su alma, el mundo que dejó inconcluso; es remendar (literalmente) su vida, redimir su muerte. Es saberme cerca de él charlando de nuestros proyectos en horas reposadas, es escuchar aún sus ocurrencias que provocaban huracanes de risas, sus horas de café, su emoción por la cantada y los golpeteos al tambor. Es estar de “fiesta” todos los días cuando me pongo a trabajar en este proyecto. A un año de su deceso justo cuando voy viento en popa como capitán de nuestro barquito de papel sobre el mar de sus palabras, aquélla libélula que repentinamente apareció en mi habitación, hace unos días se detuvo en el último puerto justo en la parte final del libro de mi padre, “Por sobredosis” y me detuve a leer: “De la libélula que era me transformé en un halcón de alas majestuosas. Al remontar el vuelo divisé que entre las rocas de las laderas por donde planeaba había nidos, muchos nidos de diferentes tamaños y colores y no de paja. Allí me detuve e instintivamente empecé a escarbar con mis garras de halcón para horadar un hueco y echarme. De repente me iluminó un rayo intenso de luz fosforescente que me produjo un sueño hipnótico, y me dormí profundamente”. (González: 2009; 108) A mí también me alumbró en ese instante un rayito de luz. Entendí el mensaje y desde entonces, la libélula desapareció. 

Le platiqué mi proyecto un mes antes de su partida y emocionado contestó: “Nunca pensé que uno de mis hijos hiciera algo con el tambache de cosas que tengo. La niña trompuda y pajonuda, ¡quién lo iba pensar! Deja que me sienta mejor y te voy las voy a regalar”. Esa mejoría jamás regresó. Los tomé sabiendo que mi padre estaría orgulloso de lo que haría con todos esos “papeles” que tenía guardados en los rincones de su estudio. Son manuscritos que voy interviniendo con dibujos, cabellos, costuras, tejidos, litografías, telas, etc. Las palabras abandonan su significado de lectura y se hilvanan de manera que adoptan una naturaleza visual capaz de sostenerse por sí mismas, entretejiendo ambas disciplinas artísticas, Literatura y Gráfica. Su vida y la mía en un mismo espacio. Eduardo Galeano cuenta que cuando escribe las pequeñas historias las va tejiendo, "la palabra texto viene del latín ’textum’ que significa tejido, o sea que quien escribe, teje. Partiendo de ésta idea, mi proyecto “La palabra como dibujo. Entretejiendo Literatura y Gráfica” es como una “continuación” de sus novelas y cuentos a través del tejido, de las costuras, de la línea, del Dibujo en sí para construir una simbiosis visual entre ambas disciplinas. Y es gracias al Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico del Fondo Especial para la Cultura y las Artes del Estado de México 2013, Mayo /Junio de 2013

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afirmaba que el extraño era un superhéroe retirado por culpa de la gordura que no podía controlar. Los mellizos López aseguraban que el hombretón era un hombre pequeño. Un tipo flaco que cada mañana se colocaba el equipamiento necesario para alterar su imagen por completo. El más pecoso de los López decía haberlo visto trepado en un andamio para ponerse los accesorios con los que conseguía el aspecto terrible con que amedrentaba a todos en el edificio. Yo reía al escuchar las historias sin confesar nunca que las revelaciones de los López me llenaban de horror. A veces no dormía de tanto pensar cómo un hombre diminuto se convertía en un gigante, en un asesino, en un oso. Aún recuerdo cómo callábamos al verlo aparecer en la esquina. Era retroceder en el tiempo a los días en que los humanos enfrentaban osos con las armas ridículas de la prehistoria. Nuestros antepasados carecían de ubicación satelital, cañones de mira telescópica o equipos de batidores arreando a la presa hasta que resulta imposible fallar el disparo. En la actualidad ya no tiene chiste matar osos, pero en aquel pretérito sitio era invencible y nosotros nos alejábamos entre gritos horribles para buscar refugio en algún rincón del pensamiento. El sitio donde aguardaban otros miedos como la cima de la montaña sugerida por el hombre trepado en un andamio para transformarse en oso. Entonces bastaba verlo tomar un salmón con una sola garra para dudar de la propia cordura.

José Luis Velarde El departamento más alto del bosque

P

ocos hubieran pensado que en el undécimo departamento del undécimo piso habitaba un hombre que parecía un oso, pero bastaría verlo tomar un salmón con una sola garra para dudar de la propia cordura. Uno miraba la mano propia sin encontrarle parecido a la mano gigantesca del hombre que solía cruzar el pasillo bamboleándose. Era como si se adentrara en la montaña más que en un edificio céntrico de finísimas personas de modus vivendi irregular. Esa fórmula mágica con la que se representa la pobreza. Al regreso de la escuela nos arremolinábamos afuera para verlo llegar. No era extraño contar historias de crímenes cometidos en el departamento más alto del bosque o en las calles inmediatas. Nadie podía comprobarlas, pero de tanto repetirlas aún se cuentan algunas como si fueran ciertas. Bien podrían ser una serie de mentiras, pero nosotros evitábamos el aburrimiento. Miguel, uno de mis amigos, decía que el gigante no era oso y que sólo se trataba de un luchador al que había visto combatir en la Arena Olímpica, pero ninguno de los otros niños podía confirmarlo. Ni siquiera los que nunca faltábamos a la lucha. Desde entonces pocos creen en Miguel, ahora convertido en vendedor de puerta en puerta. Esa historia tenía poco en común con la relatada por Martín, quien Cultura de VeracruZ

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María Esther

y en el eco se expanden.

Mandujano García Corpúsculo lumínico tu nombre

CORPUSCULO LUMINICO, TU NOMBRE.

que flamea en llama de la tarde mientras el sol pinta mariposas

Corpúsculo lumínico, tu nombre

de luz en el recuerdo.

que flamea en la llama de la tarde, en el rondel de patos que pizcan desmemorias y apacible laguna los bordea.

Tu nombre que gravita entre las alas táctiles de colores volátiles, destellos entre frondas.

Tu nombre que verbera entre mis labios -

parpadeante lucero. tremolante suspiro.

Tu nombre, que es guarida y espejo, luz ardiendo en el pecho cuando fonéticos gramemas se liberan, saltan al aire Mayo /Junio de 2013

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YA NO TEMO A LA SOMBRA

TARDEANDO EL HORIZONTE

Ya no temo a la sombra

Luce el mar su sonrisa de espuma.

Porque esconde la luz en su regazo, hoy lo sé, luego de haberme herido su penumbra.

Tardeando el horizonte un niño silba el aire. Su silueta pequeña y musical

Más le temo a luz, que abrupta,

BRinNcA , S a L tA, JuGueTeA en la pupila.

retadora,

atisbando en el ojo de la tarde, salta,

Marinas lejanías acechan.

tigre de la sorpresa,

Sirenas encantadas.

con su manto de noche

Lobos de mar que aúllan soledad,

sobre el alma.

espejismos de tierra, monstruos del agua.

leve pluma D a N za N t E, mientras el mundo abre su boca hambrienta.

Nota del silbido que silba el aire.

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EL ARCOÍRIS

ALBOREAR A la manera de Juan Gelman.

retuerce de belleza el horizonte

Alborear cuando nimban las tardes

y la pluma del ala del ángel se ilumina,

su tersura.

desparrama la claridad sobre los ojos

Cuando enmudece la luz arrebolada de

y el bien y el mal se abrazan.

pájaros y estrellas

De su ritual de amor nace la vida.

mientras cae la pluma de Satán

Bellea la verdad.

para hacer un incendio libertario.

Las nubes alborean

Todos los continentes libertan

cuando nimban las tardes su tersura,

donde nimban las nubes su arcoíris.

con su luz en la llama.

Arrebolado el cielo. Arrebolada el alma sedienta. Mayo /Junio de 2013

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aymond Carver ―cambió —en palabras de Tess Gallagher—nuestra visión del mundo‖, contó mejor que nadie la vida cotidiana de los norteamericanos. Nunca debemos pensar en él como un escritor fácil de leer, sus narraciones resultan toscas, aunque, en ocasiones, se empeña en probar que las personas desgraciadas e insensibles tienen, también, sus sentimientos. Su proceso narrativo fue siempre el inquebrantable esfuerzo por transformar la percepción humana, pensando que lo que uno no es capaz de hacer no puede verse de otro modo; si consideramos este hecho desde una distancia prudente, ese problema que llega a preocuparnos tanto, puede ocupar «su lugar» en medio de esas otras cosas que nos ocurren a diario. Esta es la filosofía que inunda los relatos de un Carver cuya esencia literaria misma de funde con la herencia del realismo americano. Un cambio de estética propició que en los 70 y 80 se abominara el exceso de un postmodernismo y el experimentalismo en favor unas formas realistas caducas, aunque renovadas que ensayarían los más destacados escritores que empezaban a publicar por entonces: Barthelme, Wolff, Mason, Beattie, Ford, Robinson, Adams, McInerney, Walker y el propio Carver, inmersos en la búsqueda de un mundo diario como si de una entidad cambiante y fabulosa se tratara, un espacio cuya descripción exigía una definición de «realismo» lo bastante flexible como para acomodar todas las reivindicaciones de los objetivos realistas que plantearon escritores tan distintos como Robert Coover, Joyce Carol Oates o Toni Morrison. El minimalismo se convirtió en la perfecta excusa o el disfraz para la ironía, una forma de exposición tersa, rígidamente controlada, que convive con el estilizado y meticulo estilo esculpido por el norteamericano Hemingway y el ruso Chejov, y permite la construcción económica de escenas de gran viveza, de profundidad emocional, sin requerir un revestimiento intrusivo e inapropiado. Buena muestra es la colección de cuentos de Carver, De qué hablamos cuando hablamos de amor (1981), considerada la obra maestra de dicha actitud, enfática en las tramas ligeras, el desarrollo elíptico de conflictos dramáticos y la recreación

Pedro M. Domene CARVER COUNTRY (Paisajes del realismo sucio norteamericano) Cultura de VeracruZ

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personajes, pero cuya vida se debate en continuos interrogantes. «El minimalismo —en opinión de Lindsay Abrams— supone un menoscabo de lo humano, una ruptura de los sistemas conceptuales, una pasividad literaria ante la confusión moral existente». Carver Country Cuando se cumplen veinticinco años de su prematura muerte en 1988, su vigencia e importancia como escritor no ha dejado de crecer durante estos años, once libros de relatos y poemas lo sitúan como uno de los más influyentes e importantes escritores norteamericanos del siglo XX. Anagrama, editora de los libros de relatos en España, publica Carver Country (2013), donde se nos muestran los paisajes por los que deambuló en vida el malogrado escritor. El volumen, formado por textos de Raymond Carver y fotografías de Bob Adelman, muestra una buena colección de quien fuera el ―oficioso‖ fotógrafo del movimiento de los derechos civiles a mediados de los 50, que Adelman tomó para ilustrar los textos escogidos: pasajes de algunos de sus relatos, poemas y entrevistas donde se aprecian y recogen las numerosas descripciones de lo que fueron los escenarios de su agitada vida. En realidad, podríamos hablar de un álbum, que incluye dos piezas fundamentales porque muestran el significado pleno de la filosofía que ha iluminado la publicación de esta curiosa obra: una carta inédita del autor al propio Adelman, escrita en diciembre de 1987 y un epílogo para la ocasión de quien fuera su compañera los últimos años de su vida, Tess Gallagher. En la extensa carta a Adelman, describe como era su infancia en Yakima, y en sus palabras se aprecia a un Carver entrañable que siente una profunda añoranza por aquellos tempranos años de inocencia, los lugares de pesca junto a su padre, o la gente del lugar, sus tíos y excusada que tantas cosas saben sobre la niñez del cuentista. Paralelamente,

meticulosa de caprichosos patrones lingüísticos locales, al tiempo que ofrece una estética realista. La narración minimalista elabora sus resonancias a partir de la simplicidad del significado, su estructura hace del todo algo más que la suma de las partes. Los significados de una narración lineal y sencilla, son verosímiles y los personajes de estas historias, relatos o novelas, se ven acosados por una variada gama de problemas —personales en su mayoría—, que los vincula a una realidad percibida por los lectores en el mundo. Esta tendencia crea una inquietante atmósfera que se traslada a esos Mayo /Junio de 2013

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algunos poemas y algún relato en la revista Esquire, hasta que aparece su colección, ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? (1976), no el éxito de crítica y de lectores, pero los meses que siguieron a su publicación los pasará en el hospital hasta que decide ingresar en Alcohólicos Anónimos, y el 2 de junio de 1977, convencido deja de beber para siempre; conocerá, entonces, a la poetisa y narradora, Tess Gallagher, con quien convivirá los mejores años de su vida, y formalizó su matrimonio pocos meses antes de su muerte. En poco más de diez años aparecen sus mejores relatos en el libro, De qué hablamos cuando hablamos de amor (1981), y un reconocimiento público; Catedral (1983) lo consagraría como el padre del «realismo sucio» y uno de los escritores que mejor retomará la tradición norteamericana del relato breve. Los últimos días de su vida, Carver, los pasó contemplando desde el porche de su casa, su jardín de rosas, un hermoso motivo que daría lugar al título de una hermosoa selección de sus relatos, Tres rosas amarillas (1989). 

las fotografías captan los paisajes de la zona, y los lugares que tuvieron especial significación en la vida del autor y otros que sirvieron de marco escénico a algunos de sus relatos más famosos. Casi al final de la carta, Carver le asegura a Adelman que verá cientos de cosas que también le apetecerá fotografiar (…) Y lo más probable es que yo las reconozca cuando las vea. La participación de Tess Gallagher resulta conmovedora y afectada, nos dibuja al Carver más frágil y, al mismo tiempo, más escritor. El alcoholismo que convirtió su vida en tragedia, es tratado con cierto rigor; trata de reflejar el lado más humano del escritor, y es verdad que en este extenso-pequeño homenaje, ella lo consigue. Una interesante cronología cierra el volumen, para curiosos en datos biográficos. Carver minimalista Raymond Carver (Oregón, 1939-Port Angeles, Washington, 1988) llevó una vida de continuo desplazamiento por la geografía norteamericana durante parte de niñez y juventud. Su padre se pasó la vida buscando un buen empleo, fue alcohólico y estaba arruinado cuando, su hijo, se casó a los dieciocho años con Maryann, que tenía dieciséis y esperaba un niño. La pareja vivió casi veinte años de trabajos ocasionales, mientras Carver empezaba a escribir relatos y poemas. En 1967 trabajaba en una librería, acababa de licenciarse en Artes, y obtuvo una beca para la Universidad de Iowa, donde conoció al novelista John Gardner, de gran influencia para el joven narrador que, por entonces, se debatía entre el alcohol y la sintaxis. Aunque había publicado Cultura de VeracruZ

Carver Country; textos de Raymond Carver y fotografías de Bob Adelson; Barcelona, Anagrama, 2013, 198 págs.

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Anahid Villegas P.*

ENTONCES Cante quien piense que vivo alegre, ría el que sepa que soy feliz, búrlese quien crea que soy un fracaso, enorgullézcase el que sueñe que he triunfado, dígalo fuerte el que me olvidó y que jamás llore si muero algún día, porque mi mundo gris se acabará entonces porque mi mundo gris ya se terminó.

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Nació en Acayucan, Ver., 25 de mayo de 1992. Cultura de VeracruZ


LLUEVE Llueve! Y veo escurrir las gotas sobre mi ventana. Llueve! Mi vida está seca, pero llueve. Llueve! Y cada gota que cae golpea mi rostro. Llueve! Llueve en el invierno y tú no estás aquí.

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Lo único que sé, es que no soy sabio. Trato de catar la vida en todos sus aspectos. Es como el vino. Así debe uno de llevarla. Porque el tiempo es como un patín donde te subes y te lleva. No se tiene conciencia de él, pero es el latir de la tierra, de las cosas. Vivo todos esos momentos. Roberto Williams García

¿Q

uién fué? Para mi fue un Maestro. Un maestro querido y admirado, que nos dio clases allá… en los lejanos días en qué cursábamos “La Prepa Juárez” de la capital veracruzana. El tiempo se deslizó con esa gran velocidad con la que suele huir. Como tiene la mala costumbre de hacerlo siempre. Tiempo atrás, durante una comida xalapeña lo volví a encontrar. A él, a mi maestro, y mi amigo: al antropólogo Roberto Williams. Luego de charlar y de recordar tiempos pasados me preguntó si aún escribía. Su pregunta me llenó de asombro. En verdad no la esperaba. Pensé que nadie podría recordar esa efímera etapa de mi vida; ni siquiera yo misma. Pero el maestro, insistió en que volviera a hacerlo. Le prometí pensarlo. No volví a verlo y el tiempo voló. Reitero la pregunta: ¿Quién fue el Maestro Roberto Williams? Difícil me resulta pensar que los veracruzanos, los universitarios y los amantes de la historia prehispánica de nuestro país, no sepan quién fue él. La nota periodística por la que me enteré de su fallecimiento, relataba fielmente el traslado del féretro hasta el Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana, cita: «A las 12 del día -del pasado 27 de junio (del 2008)-, la carroza fúnebre llegó al Instituto. El Maestro Williams, etnólogo, antropólogo, académico, escritor y figura emblemática de la antropología, falleció a las 3 horas de la madrugada… El copal, las flores blancas y la música huasteca enmarcaban el lugar. Deudos cercanos, amigos, personalidades del mundo de las artes y

Alicia Dorantes Cuéllar

Roberto Williams García Mayo /Junio de 2013

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las letras, y alumnos, se dieron cita para despedir a Williams. El ataúd se colocó al centro y fue flanqueado a intervalos por sus hijos, quienes de manera espontánea fueron relevados en estas guardias de Honor por personas para quienes el Maestro significó mucho en sus vidas.» El Dr. Corzo, Secretario Académico de la UV, señaló: «La comunidad universitaria perdió a uno de sus académicos más distinguidos, quien fuera uno de los pioneros de la antropología como disciplina, formado dentro de la escuela de vanguardia de su momento. En la Universidad Veracruzana no sólo ayudó a formar cuerpos académicos y a conformar generaciones que se han distinguido. Se jubiló, pero siempre mantuvo con la Universidad una relación estrecha. Debemos reconocer que la UV hoy es lo que es, gracias a académicos como Roberto». Roberto Williams nació en el año de 1925 en la ciudad de Tampico, Tamaulipas: aunque a personas como él, no debemos circunscribir su nacimiento a un sitio, a un pueblo, a un estado. No, ellos son universales. Hijo de padre inglés y madre mexicana, creció entre el mar y las palmeras. Llegó a Xalapa a estudiar a la Normal Veracruzana “Enrique C. Rébsamen”, cuna de ilustres maestros. Trabajó una corta temporada al frente de un grupo, en una escuela de San Andrés Tuxtla, para partir pronto merced a una beca, a la Escuela Nacional de Antropología e Historia, en la ciudad de México. Viajó con su hermano Jorge, y con otro titán de la antropología en Veracruz, don Alfonso Medellín. Ya como antropólogo, el maestro Williams trabajó en el norte del Estado de Veracruz con las comunidades totonacas. Se interesó de manera especial en el estudio de Pisaflores, zona multiétnica y multicultural, habitada por tepehuas, otomíes, totonacas y nahuas. Estudió a las culturas mazahua, matlanzinca, chichimeca y pame. A su regreso a Xalapa, trabajó en la creación del Museo de Antropología. En el 2007 Sergio González Levet, lo entrevistó con motivo de haber recibido la Cultura de VeracruZ

medalla Gonzalo Aguirre Beltrán. Cito: «Hay una pregunta que sé que debo hacer, aunque le trato de dar vueltas, e irremediablemente caigo en ella: ¿cuánto tiempo tiene de investigador? Y Williams me contesta seguro: “Creo que ya me pasé de la raya, es demasiado. Empecé realmente en 1945, en 1980 me jubilé. Con la jubilación aproveché la circunstancia de poder tener una renta y con ella pude dedicarme al trabajo, pero ya con mayor libertad... o no dedicarme porque también de pronto uno flojea”. Y remata la frase con una gran verdad: «Realmente en los conocimientos nunca hay que quedar satisfecho, siempre hay que continuar. Lo importante es que se realice la investigación y que se adquiera conocimiento». Raúl Hernández Viveros, editor de la revista Cultura de VeracruZ y autor entre otros libros de La mitología de Roberto Williams García, investigación que basa en los diferentes textos que el antropólogo publicó a lo largo de su prolífica vida en la revista La Palabra y el Hombre (de quien el propio Williams, dijera: “revista que transmite el quehacer, el intelecto, testimonio acumulativo de ensayo, reflexiones y creaciones literarias. No es revista de pandereta, frívola, sino académica, reflexiva, de trascendencia, en cualquier momento se pueden consultar sus números o leerlos al azar y se abrirá un cofre de pensamientos plasmados y de sentimientos intemporales). Pues bien, Raúl Hernández Viveros escribe al día siguiente del sepelio, un sentido artículo en donde relata: «Quiero comentar que durante varias décadas compartí muchos días de diálogo constante y creador con Roberto Williams García, por lo cual a este artículo pensaba ponerle el título de “Adiós amigo y colega”. Fueron miles de noches que en nuestras casas, tuvimos la oportunidad de compartir veladas extraordinarias de una lucidez infinita. Desde que me incorporé al Instituto de Antropología de la UV, se consolidó una profunda amistad.» 18

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ciudades: Juchitán y Tehuantepec». Ambos historiadores coinciden en que no se puede entender ni Veracruz, ni Oaxaca modernos, sin la presencia indígena. En este tenor escribió también “El mito del trueno viejo", que trata obviamente a cerca de El Tajín, así como de la recuperación y registro del Señor de las Limas, pieza maravillosa que custodia el MAX. ¿Qué nos hereda el maestro Williams, además de lo ya citado? Me han dicho que hasta ahora muchos de sus artículos periodísticos se encuentran dispersos, especialmente en las páginas del Diario de Xalapa y Punto y Aparte; “sus colecciones de fotos hechas con una mirada antropológica”, casetes con entrevistas a indígenas contando leyendas, fragmentos de historias de vida e interpretación de cantos. Este material tendrá que recopilarse para su estudio y divulgación: ardua, pero agradable tarea para quien siga sus pasos. Fue además un apasionado de la música mexicana: de Lara, de José Alfredo, de Álvaro Carrillo, de Claudio Estrada, entre otros muchos compositores. Por años acarició un proyectó, aunque partió sin verlo cristalizado. Decía: «El sol debe otra vez volver a ser un espectáculo. Hace tiempo, tal vez desde 1924, que se ha querido hacer en la zona totonaca una fiesta del sol. Y creo que se puede hacer en Zempoala. Estoy empezando a trabajar en un guión para teatro, que podría presentarse dentro de un año, durante el solsticio de invierno». Continuaba: «El espectáculo en Zempoala podría tener también una representación de esa zona, la primera en ser destruida por los españoles. El Señor de Zempoala pensó que los españoles lo iban a ayudar en contra de los aztecas, y no fue

Además de ser pionero en el campo de la antropología y de la historia en el país, en especial en nuestro estado, maestro y amigo, fue autor de infinidad de libros y textos: “Los tepehuas” y “Yo nací con la luna de plata” crónica del Puerto de Veracruz de la que el poeta oaxaqueño, narrador, ensayista, orador, e historiador Andrés Henestrosa, recientemente desaparecido, apuntó: «una así debiera escribirse de cada ciudad mexicana, de cada pueblo; una así quisiera escribir para mis dos

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así, porque Cortés nada más lo utilizó. Así es la historia.» Tiempo atrás alguien le preguntó en qué estaba trabajando, a lo que contestó: «En un estudio de una comunidad totonaca. Hace 50 años me tocó ir a Landero y Coss, un pueblo totonaca, en donde tomé fotografías de chozas gigantescas y de la vida cotidiana de la gente que va al campo. Era una comunidad remota en la montaña, de Naolinco para arriba, que empezaba a transformarse. Actualmente, es una población casi sin jóvenes, porque se fueron a Estados Unidos. El pueblo ya no tiene ese aspecto campirano y montañoso de antes y ves alguna opulencia. Las calles están pavimentadas, hay cuatro o cinco casetas telefónicas y están directamente comunicados a Estados Unidos. Con los datos que tengo, haré un estudio comparativo. Podré cotejar la información que tengo y agregarla como un seguimiento de una comunidad». En esa misma ocasión, se quejó de que la investigación hoy día “está muy débil” y con ese hablar sencillo tan propio de él, agregó «confío en el empuje de los jóvenes que están saliendo de las escuelas, a los que les pide que “entren con más entusiasmo a la investigación y a la difusión, porque si ellos no presionan, las autoridades no se preocupan. Si hay empuje, quiere decir que la juventud está pensando en la antropología, en las investigaciones, y si no, quiere decir que anda en otras ondas». El hombre que era capaz de señalar: «El ruido de la lluvia cae sobre las tejas, la ciudad se lava, se siente el olor a tierra mojada. Esa es una típica tarde veraniega de Xalapa». O de referirse a la Xalapa que conoció a su llegada, siendo un estudiante: «Nada se movía, ni una hoja, todo era calma y hermandad. Un buen vecindario, en el buen sentido de la palabra». Como antropólogo dijo: “El mundo indígena nos llena de color. Tenemos el sello indígena en la palabra, en la comida. Es una gran herencia”. Cultura de VeracruZ

Luis Ayala relata acerca de alguna de sus charlas: “Azul” es tema preferido del Maestro Roberto Williams… y lo canturrea acompasado por la lluvia que golpea las tejas meciéndose en recuerdos en la adormilada silla. Azul... como una ojera de mujer, como un listón azul, azul... de amanecer”. Agrega: “El escritor, merecedor de premios y reconocimientos, lector de novela negra, fotógrafo, además uno de los antropólogos más destacados del país, dice estar sorprendido de todo. Y es que la humildad es una constante en Roberto Williams; minado un poco por una enfermedad, el Pirata sale del mal y entra a la convalecencia. “Que se lleve el tiempo necesario y entrar en carnes para estar listo. Ya preparo la monografía de Coatzacoalcos y la historia de su ferrocarril”. Con el Maestro Williams, siempre me unió una grata y respetuosa amistad. Poco antes de que él partiera, visité Camarón y le envié unas fotografías que me parecieron bellas. Atardecía en el Mausoleo, y sol se filtraba ente los árboles; el Maestro a cambio de las fotografías, me devolvió las siguientes palabras: «Las fotos de los tilos erectos, son habitantes de un panteón simulado como lo es el panteón de CamaroneCamarón. La hora del atardecer, translúcida en los árboles, proporciona un ambiente de misterio al lugar... Roberto Williams» Para quienes de antropología saben, Roberto Williams García junto a José Luis Melgarejo Vivanco y Alfonso Medellín, fundaron las bases de la antropología veracruzana. Gracias Maestro. Gracias por todo lo que en vida dio y que hoy, en el hueco que deja su ausencia... se magnifica.

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Roberto Williams García

inmediata queda una casona cuyo interior me asombra. Un zaguán lleva al patio estando a mano izquierda la estancia o recibidor bajo techo inclinado, que se recarga en unas columnas que miran al patio. Precisamente junto a una de esas columnas se tomó la fotografía al poeta nicaragüense, y en esa instancia se ha colocado una placa que testimonia que estuvo de visita el 10 de septiembre de! año del Centenario del Grito de Dolores que cabe recordar se emitió el 16 de septiembre de 1810. En esta casa fue recibido y ahí fue fotografiado, Y en mi visita puedo decir que la casa casi está a la altura de la poesía de Rubén Darío. Monumento de arquitectura popular con techos altos, y amplia distribución de cuartos. En la estancia estuvimos leyendo, o estuvieron los jóvenes jalapeños leyendo un librito de Rubén Darío de los publicados por Aguilar. Pero mientras los jóvenes estaban dedicados a la lectura y en espera de otros, surgió la invitación por parte del dueño de la casa, José Antonio Sánchez Vicuña, para ver el traslado de un arco floral desde el lugar de su confección hasta la fachada del templo donde quedaría como adorno. Unos sesenta hombres metidos bajo el armazón trasladaron el arco macizo siendo contemplado por la gente en las orillas de las banquetas. Apenas el arco queda afianzado en la fachada del templo suena la Diana con chinchín y resuena el aplauso de reconocimiento a la proeza de izar a fuerza bruta y de manera sincronizada el enorme arco. Ahí queda como ofrenda del pueblo a la iglesia. La puesta del arco ocurre en la víspera del ultimo domingo de enero dedicado a !a fiesta del Santo Entierro de un Cristo milagroso que también este sábado, por primera vez, participó en la procesión yendo en la caminata, antes que el arco. De regreso a ia casa concluimos la visita mirando los cuartos del fondo, y otros laterales, siendo lo más atractivo la cava. Una escalera de caracol nos permitió llegar a la parte

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En Teocelo con Rubén Darío

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n grupo de amigos literatos fuimos a Teocelo con el deliberado propósito de tomarnos una fotografía en el mismo sitio donde fue retratado Rubén Darío en 1910, cuando estuvo solamente un día. Este propósito obedeció a que un día de enero nació hace ciento treinta años. Como es sabido Rubén, Darío llegó a las fiestas del Centenario pero no asistió a ellas porque apenas había desembarcado supo que en su país había cambiado de gobierno, quedó sin vínculos. Entonces decidió pasar del puerto de Veracruz a la ciudad de Jalapa para saludar al poeta Salvador Díaz Mirón a quien no encontró en la ciudad de las flores, y entonces le pasearon por varios rumbos, llegando a la población de Teocelo, porque tal vez ésta era terminal de un ferrocarril de vía angosta con proyecto de construcción hasta Córdoba para enlazar el centro de la provincia veracruzana. Teocelo debe haber tenido cierto atractivo que ahora cabe descubrir. El trayecto de Jalapa a Teocelo, actualmente por carretera, se cubre en media hora. Todavía la población no está muy maltratada en su arquitectura popular. La calle que lleva a la casa donde se hospedó el poeta, es una ligera cuesta que concluye en el parque, e

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Publicado el 30 de enero de 1997, en Punto y Aparte.

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subterránea. Al principio, solamente compartíamos la mesa redonda, el propietario, el escritor Raúl Hernández Viveros, director de la revista Cultura de VeracruZ, su esposa y yo. La remembranza fue sobre los bisabuelos, quienes se casaron siendo de edad de quince y dieciséis años, y ese acontecimiento lo celebran cada septiembre, ei diez, única ocasión en que se reúne únicamente la familia, ahí en esta casa. Otra reunión anua! ocurre el tres de mayo en finca cercana. El propietario, José Antonio, nos muestra que todas las paredes de la cava están forradas de botellas vacías, porque así la dejaron las visitas con las que tuvo que convivir en el pasado trienio en que desempeñó el cargo de alcalde. En otra pared cuelgan botellas vacías como medias. Por arte de magia parece en sus manos una llena de vino y sirve unas copas que ha tomado de un copero circular situado por encima de la mesa redonda. Única innovación que ha hecho a la vieja cava. Llena las cuatro copas y el sabor me deja sorprendido, tanto que me fijo en la marca, es un Santo Tomas, exquisito, y lo compró en la Comercial Mexicana a 30 pesos. No importa el precio sino que dice que la botella acostumbra ponerla en posición horizontal directamente en el piso, bajo su cama y por eso, tal vez sabe bueno. Imperceptiblemente, llega un joven, y luego, van llegando otro y otro, los que se habían quedado en la estancia, en el recibidor y se logra la magia de la lectura. Se reanuda la lectura de los versos, me toca leer el soneto de Whalt Whitman, que no concluyo por que la penumbra no me da suficiente luz, pero lo hace otro joven. Luego leen el soneto dedicado a Díaz Mirón, y por primera vez me percato del grandioso homenaje a nuestro poeta veracruzano y se aprecia el motivo por el cual Darío viajó a ciudad Cultura de VeracruZ

de Jalapa para conocer personalmente. Me queda como tarea preguntarle a Sol Tlachi si el soneto lo escribió Darlo antes o después de haber estado en esta comarca. Es sólo un detalle. Se perdió tal vez, Sol de haber estado en este ambiente circular en la penumbra de la cava, porque tras la lectura de los sonetos, los jóvenes empezaron a leer sus cuentos publicados en ia revista Cultura de VeracruZ de la cual ya había hecho una crónica que apareció en la sección cultural de El Universal. Un cuento es el del joven en la búsqueda del castillo de sus orígenes, que después de muchas caminatas descubre que se en encuentra sólido en su imaginación. Cada lectura era rubricada por los aplausos; hermandad de escritores. Y Raúl también se improvisó creativo narrando, en forma de cuento, las experiencias de este sábado que llamó mágicas, por haber descubierto otro cuentista y como no iba a ser mágico su tuvimos como meta llegar a Teocelo, a la casa donde Rubén Darío permaneció unas horas. Dentro de la lectura que se había hecho en los primeros minutos de la tarde, advertí el dato de que a los veinte años de edad, o sea en 1888, Rubén Darío publicó Azul, el poemario de su consagración. También me estuve acordando, aunque sin externarlo, el inicio del soneto de Enrique González Martínez: “Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje / que da su nota blanca al azul de la fuente / él pasea su gracia no más, pero no siente / e! alma de las cosas ni la voz del paisaje". Y en cierto tiempo le daba la razón al poeta y al médico tal parte; ahora considero que, aunque cisne, vibraba en el poeta nicaragüense una religiosidad por expresar profundidades con bella alocución. Y pudo permitirse la vanidad de ir a Teocelo a pasear su gracia no más, la gracia de haber sido poeta. 22

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C

David Nepomuceno Limón

uando Patricio era niño, vio por vez primera unas luces que se movían en la oscuridad. Preguntó a sus padres: ―¿Qué son esas lucecitas que vuelan? ―Son luciérnagas ―contestaron los dos. ―¿Y qué son las luciérnagas? ―Son puntitos de luz que les robaron a las estrellas para que no tengas miedo por las noches. Ahora que es un joven, sus sueños le ayudaban a vivir. Durante una temporada, pasaba las tardes dedicado a realizar sus trabajos universitarios para el siguiente día. Era un estudiante que trataba de salir adelante en su primer semestre en la facultad. Había sido educado en los valores morales de la familia, la que a su criterio le transmitía, con amor y ejemplos simples, actitudes de solidaridad y respeto. En la edad de la infancia las manos que lo guiaban lo encaminaban hacia un futuro en que la esperanza se mantuviera en su corazón. Con el paso de los años, se correrían los velos de varias incógnitas; para entonces contaría con el brazo fuerte de la experiencia. Por ahora formaba parte de un pequeño grupo, con el que se había identificado, sin importarle que para hacerlo tenía que acceder a ciertos caprichos, como el corte de pelo, las características de su calzado o vestimenta. Algunos de sus compañeros notaron que era fácil regular su comportamiento, pues su pensamiento se atrincheraba en una vana satisfacción, mientras que en sus manos su destino impreciso se encontraba apoyado por un corazón débil, y junto a él, un espíritu indeciso. En el hogar su comportamiento habitual continuaba. Su temperamento introvertido ofrecía a sus padres el aspecto de una cierta calma, la que poco a poco parecía irse convirtiendo en indiferencia. Su inclusión en el reducido grupo de amigos se convirtió poco a poco en prioridad, ocupando los fines de semana en actividades que ellos mismos

LA LUZ DE LAS

LUCIÉRNAGAS

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se imponían. Lentamente su destino empezaba a quedar en manos ajenas, dejando a la deriva su dignidad y orgullo, mientras la saeta de su brújula lentamente se extraviaba, a medida que sus sentidos sufrían la ausencia de la lógica. Después de una penosa semana de exámenes, Patricio fue invitado a una reunión de varios grupos de la facultad para relajarse de la tensión ocasionada por el esfuerzo realizado. Un convivio y un baile improvisado serían la pauta a seguir durante esa tarde y la noche. Ese día un soplo de simpatía envolvía a todos los presentes, mientras la alegría desbordada les arrebataba sus líneas de pensamiento. Para ellos era uno de esos momentos felices que la vida ofrece para todos, en que se olvidaban del mundo y todo lo que les rodeaba. La felicidad de Patricio era completa. Todos los presentes tenían algo en común: el gusto por las bebidas alcohólicas y la música estridente. Todos se divertían a lo máximo y a su manera, mientras el tiempo insensible transcurría. Después de la media noche el grupo se iba reduciendo al argumentar compromisos familiares de fin de semana. Entre las risas y comentarios de un auditorio mínimo un joven próximo a Patricio hablaba de los padres que se entrometían en los asuntos de sus hijos, y que llegaba el momento en que la incomodidad los hacía rebeldes como un símbolo de libertad ante aquello que los aprisionaba. En esos instantes había más caprichos que razonamiento, pues sólo así podían calmar su alma plena de aspiraciones inquietas. Él mismo, al profundizar en sus pensamientos, enardecido por el alcohol, sólo recordaba las angustias profundas de su corazón.

Alguien del grupo sacó de entre sus ropas unos cigarrillos de fabricación casera. Encendió uno, aspirando el humo con mucho cuidado, como cuidando que no se le escapara el alma, y con una expresión de lasitud. Acto seguido los ofreció a los demás, con una sonrisa de complicidad. Patricio aceptó uno con expresión interrogativa, pero encendiéndolo de inmediato y aspirando el humo, mientras sentía algo nunca antes experimentado. Los valores inculcados por sus padres desaparecían de su geografía mental, ante la fuerza de los impulsos y curiosidad. Su escasa atención dio inicio así a la debilidad de su destino. Las rápidas fumadas iniciaban sus efectos, mientras que, en medio de una completa ignorancia de lo que lo rodeaba, se lanzaba al torbellino de un mundo ignoto. El líder del grupo lo veía con sorna. Le entregó un bote de material industrial y una bolsa de plástico con un poco de ese producto, el que Patricio se apresuró a aspirar con firmeza y sonriendo de una manera triunfal. Él no supo si la bolsa tenía además alguna otra sustancia, pero su acción en el organismo sano y limpio de Patricio empezaba a dar resultados. Al igual que los otros, la sensación de sentirse superhombre era una experiencia al alcance de la mano. Al poco tiempo empezó a quedar atrapado en las redes de algo desconocido. Sentía que las puertas de su razonamiento se iban cerrando para dar paso a un vacío que empezaba a causarle pánico. Las imágenes que se le presentaban eran desconcertantes, en una dimensión sorprendentemente monótona, dentro de un paisaje gris que terminaba en oscuridad. Sentía que no era capaz de rescatarse a sí mismo, dejándose llevar por una experiencia que empezaba a causarle náuseas. Varios fragmentos de su entereza y juventud se disipaban entre la niebla de la noche, provocándole una rigidez en su escuálida humanidad. Su escasa voluntad tuvo

Patricio se introdujo en la charla comentando que así se sentía él, oprimido. También deseaba libertad, pero que por desgracia nunca había contado con el dinero suficiente para realizar todo lo que sus padres limitaban. Mayo /Junio de 2013

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polvo en una noche sin estrellas. Lo que Patricio experimentaba era como una especie de concierto sin instrumentos musicales. Sus pensamientos entraban en un conflicto donde sólo lo irracional tenía armonía. En tanto las drogas hacían sus efectos en los jóvenes, en casa de Patricio todo seguía como siempre. Los integrantes de la familia hacían lo suyo sin prisas, con calma, y muy lejos de la monotonía que a veces se daba en algunos hogares, ya que sus ideales partían de arquetipos que moldeaban sus conductas cotidianas. La felicidad de la familia consistía en la gratificación que le daban los valores de unidad y respeto, desterrando la tristeza para que no endureciera el corazón, aunque de antemano se conociera que las alegrías de la vida siempre habían sido modestas. Por su parte, Patricio jamás encontraría la causa de haberse drogado de una manera tan agresiva. Lo más certero para él sería que lo hizo para demostrarse a sí mismo y a sus amigos de lo era capaz cuando se decidía a hacer cualquier cosa, sin importar la cantidad de riesgos y consecuencias. En pocas palabras, se había drogado como si fuera una diversión pasajera que él podría controlar sin ayuda. Quizá había sido la curiosidad por probar las drogas. O simplemente la acción de hacerlo de modo inmediato y sin explicación alguna, como conducta espontánea. Quizá hubiese una razón simple: sencillamente lo hizo y ya. Las explicaciones a su familia no existirían, pues sólo se dejaría llevar por una única vez. Consideraba que sus convicciones eran lo suficientemente fuertes como para llegar a ser víctima de algo tan sencillo como volver a caer. Patricio siempre estuvo seguro de que sus ideales eran sólidos como el alma de un guerrillero, pero por desgracia él mismo se estaba crucificando, no por amor sino por ausencia del mismo. A ello se agregaba que ese momento la voz de su conciencia se estaba

la idea de navegar de regreso, pero nada lo obedecía. En su mente existían todavía ideas intactas, que rebasaban el espacio de la fantasía con una manifestación limitada de la realidad, pues sentía que se le aflojaban los resortes del alma al captar que su capacidad de entendimiento se iba al piso. Patricio trataba que la pequeña isla de su lucidez no se perdiera en el mar de confusiones en que se encontraba, pero toda era como un susurro en un miedo sin nombre, y su mente ya no era la regla ni la medida de sus acciones. En su interior sólo existía la soledad como identidad propia. El misterio de vivir en la superficie de sus propias experiencias lo había rebasado por completo. Su mente no se planteó la pregunta del porqué de su comportamiento, del porqué iniciarse en las drogas sin medida y de una manera irracional, sin haberle importado sus consecuencias con él mismo y la posible reacción de su familia al enterarse de todo lo ocurrido. Sus valores familiares habían quedado hechos Cultura de VeracruZ

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quedando en la orilla opuesta. No se daba cuenta del tamaño de su torpeza al entrar al mundo de las marionetas bajo el influjo de una sangre embravecida por las drogas. Pero ante sus ocasionales compañeros siempre se reservó las opiniones personales y sus pensamientos. No participaba en las críticas o cosas parecidas, pero ya estaba sintiendo en su organismo los efectos de lo ingerido, y con la intención de no volverlo a hacer, trató de ver hasta dónde había llegado. En algún rincón de su intelecto se sentía sorprendido de su conducta espontánea. Había sido algo que sin pensarlo dos veces, hizo, y con la intención de que nadie le reclamara o le exigiera una explicación de su proceder. Ni siquiera se le había ocurrido preguntar sobre lo que consumía ni le importó saberlo, pues al principio lo encontraba sumamente agradable. Jamás se había sentido tan bien. Ahora el panorama de su vida se tornaba en una sensación de beneplácito y una felicidad sorprendente. En su interior el sol le prometía un día sereno, una bondad en su noble juventud, aceptando la idea de ser libre entregándose a sí mismo, danzando su alma en el horizonte de la nueva aurora que su imaginación le había obsequiado. Todo era distinto para Patricio. Sus compañeros seguían una plática que parecía no tener sentido. Solamente la imaginación le daba alojamiento, inyectándose con todo tipo de mentiras y sarcasmos. La alegría de vivir se encontraba debajo de los vasos semivacíos. Para ellos qué importaba la droga si el efecto era extraordinario, como un mundo diferente dentro de una maraña selvática urbana. Qué importaban las drogas si el gusto de vivir era inmenso, internándose cada quien en su universo personal. En la lucidez que podía rescatar, Patricio justificaba el comportamiento de sus amigos, dándoles la razón por sus actos, y bajo la consigna de que a nadie debía importarle lo que Mayo /Junio de 2013

cada quien decidiera hacer con su tiempo y su existencia. Ya no había razón para arrepentirse. El presente era el momento para disfrutar todas las sensaciones que pudieran venir, hasta que llegara el fin del efecto, y después continuar con la rutina de todos los días, tomando la experiencia vivida como algo que sucedió, pasó, y ya. ¡Qué distancia tan grande había entre lo que siempre había pensado de su modo de actuar y lo que experimentaba ahora en su propio organismo! Giraba alrededor de una dolorosa decisión que lo hundía en algo inexplicable. En su interior sabía que todo su ser se desmoronaba por completo mientras el tiempo parecía detenido y daba paso al tormento, en el cual ya estaba inmerso. Inconscientemente sabía que una enorme soledad lo aguardaba, jugando con su destino, y que se disipaba en su débil corazón y todo él un espíritu sin aliento. Reconocía que antes en su vida ya había habido algunas gotas de felicidad. Con algunos destellos de inteligencia, los amigos de Patricio decidieron que lo más sensato era retirarse a descansar para desbloquear sus mentes. Sin protestar, como si no tuviesen voluntad propia, uno a uno se fueron retirando en sus autos, con los cuales harían todo un esfuerzo para llegar a sus casas. Patricio salió con uno de sus nuevos amigos. Al poco rato, su brújula interna había dejado de funcionar… Las luciérnagas no volverían a brillar para él.

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combinar piezas de ficción con la recreación de hechos supuestamente reales basados en historias de dominio público. ―¿Quién duerme bajo la cama?‖ (Iván Mourin) es la leyenda del ―coco‖ español llevada a su máximo horror y cruel desenlace. En ―El teléfono‖ (David Jasso) se narran los extraños acontecimientos en el estudio de grabación de una pequeña radiodifusora de Zaragoza. ―El loco del bisturí‖ (Ángel Villán) aborda un thriller acerca de un fantasma que ataca a mujeres en los vagones del suburbano de Madrid. Un enfermo mental convierte un fin de semana de dos amigas en una verdadera carnicería en ―La masía‖ (Pedro L. López). ―La Virgen de la Paloma‖ (Nuria C. Botey) cuenta la misteriosa historia de Susana, glorificada en el lienzo de un sencillo y humilde pintor. El terror se apropia paulatinamente de una altiva porquera, luego de retar a un mozo pastor, al intentar subir a lo más alto de la montaña, y las fatales consecuencias que esto acarrea en ―La estaca‖ (Anna Morgana Alabau). Mención aparte merece ―Mariquilla‖ (Tony Jiménez), donde se refiere la sangrienta resolución de una muchacha ante la rigidez de su madre y la hambruna que azota a un mísero pueblo de la posguerra. Todas ellas historias espeluznantes. 

Edgar Aguilar Horror vuelto a contar

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e un tiempo para acá, con la vertiginosa expansión de las redes sociales, se ha creado en Europa, particularmente en países que a través de los siglos desarrollaron una vasta tradición oral, una suerte de cofradía literaria afín a lo relativo con fenómenos sobrenaturales, episodios de la vida carentes muchas veces de explicación o de lógica, o leyendas que conformaron la identidad de ciertos lugares o de determinados personajes. De algún modo, y gracias precisamente a la red, es que varias de estas historias se han recuperado, reinventado y multiplicado alrededor del orbe, cobrando hoy día un sorprendente auge, sobre todo entre jóvenes cibernautas. Es el caso de España. La Asociación Española de Escritores de Terror es un buen ejemplo del resultado de la complicidad y el gusto por esta clase de relatos, que con el correr de los años han mudado al lenguaje escrito. Es así como en esta afortunada antología que lleva por nombre Legendarium I. Cuentos de fantasmas, asesinos y destripadores (Tombooktu, México, 2012) se retoman temas y motivos populares de diferentes regiones de la nación ibérica, historias que pueden provocarnos más de un sobresalto o escalofrío. Es decir, versiones no ―actualizadas‖ de leyendas españolas, sino vueltas a contar tal como debieron haber sucedido. No obstante, en el prólogo sus compiladores (Javier Pellicer y Rubén Serrano) aclaran: ―Y es que también hemos querido tocar alguna que otra leyenda urbana, esas historias que forman parte del folclore contemporáneo y que, a pesar de contener elementos sobrenaturales o inverosímiles (generalmente emparentados con algún tipo de superstición), se presentan como crónicas de hechos reales sucedidos en la actualidad.‖ ¿Cómo conciliar entonces todos estos elementos? A saber, por medio de un adecuado tratamiento literario. Y es lo que hacen con acierto y destreza los jóvenes autores –rondan los veintitantos años la mayoría– aquí reunidos: Cultura de VeracruZ

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Heriberto Antonio García

El farsante feliz*

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pesar de que su faceta como caricaturista sea más elogiada que sus escritos literarios, The Happy Hypocrite sin duda representa uno de los relatos más agudos y misteriosos de Max Beerbohm. Acantilado Editorial presenta después de una larga espera para los hispanoparlantes, una traducción de este sensacional relato que por más de un siglo se había quedado en el tintero y ahora se exhibe en el español como El farsante feliz. En esta maravillosa obra, se observa perfectamente la osadía de un dandi que intenta conquistar el amor de una joven bailarina del Garble’s. El contexto se sitúa en la ciudad de Londres a finales del siglo XIX, donde la singularidad de nuestro personaje principal es su grado de perversidad o maldad, se trata de Lord George Hell quien es conocido popularmente por los niños como el ―Rey malvado‖. En las primeras páginas de este relato, la descripción de George se ironiza más como un ―genio enamorado‖ que un demonio aferrado a la tiranía. La historia de Lord George y Jenny Mere, la bailarina del Garble’s. Se consagra en que el amor no sólo reside en la atracción visual sino en la diferencia de estatus sociocultural. Por eso, Beerbohm hace alusión como subtitulo ―un cuento de hadas‖, justamente porque es la sátira –de los verdaderos cuentos de hadas– de un hombre que a

Licenciado y Maestro en Filosofía por la Universidad Veracruzana-Conacyt. Es catedrático de pensamiento político clásico en la Universidad Cristóbal Colón y profesor de Filosofía en el Colegio Cristóbal Colón. 1

Max Beerbohm, El farsante feliz, Un cuento de hadas para hombres casados, Trad. de Matías Godoy, Cuadernos, Acantilado, Barcelona, 2012, 62 pp. *

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propio y cuando Jenny descubra el verdadero rostro de George, los dos habrán quedado sorprendidos al grado que él ya no será el mismo y ella estará eternamente enamorada de Lord, más de lo que la misma máscara hubiera deseado. El farsante Feliz es simular lo que no eres a costa de tu felicidad, precisamente es la trama de este relato que se envuelve en un dilema moral; buscas ser sincero con los demás o buscas tu felicidad sin importar que no seas sincero. Octavio Paz, decía que la sinceridad ―puede conducirnos a formas refinadas de la mentira.‖2 La sinceridad tiene un límite y puede llegar a reflejar lo contrario –en algunas veces–. Lo cierto es que, continuamente mentimos casi siempre por conveniencia o por múltiples razones, este es el caso de Lord quien usa la máscara para mentir a Jenny Mere que es un Santo, cuando en realidad es un ―malvado‖ con una sonrisa diabólica. El mensaje de Marx quizás sea ante todo maquiavélico, no importa cuáles sea los medios para ser feliz –siendo farsante o mintiendo– lo más indispensable es finalmente ser feliz. Lord George sabía que la máscara se la podían quitar hasta que él muriera, pero ignoraba que la máscara de Santo –una vez quitándosela se quedará impregnada en su verdadero rostro. No quedo más remedio que aceptar el rostro que siempre deseo, todo por concederle el capricho a Jenny, de sólo enamorarse de alguien que tuviera rostro de Santo. Max Beerbohm deja entrever al final de su relato que uno puede ser traicionado por sus mismos actos, de manera uno mismo termine por desconocerlos e incluso ser un desconocido por uno mismo. Por último, lo que revela El farsante Feliz es que todos sin excepción, usamos una máscara ya sea para llamar la atención de los demás o para ser condenados por la misma máscara –en algunas veces sin darnos–. 

pesar de tener todo, no puede estar con Jenny Mere. Sin duda, Marx fractura la visión universal de los cuentos de hadas, alejándose cada vez más de un acelerado final feliz y acercándose a un enigma entre Lord y Jenny. El rechazo que recibe George de Mere –al no aceptar el matrimonio–, marca la pauta de todo el relato y el desenlace de Lord y su ―rostro falso‖ como apariencia de lo que no es ni será –sólo hasta ese momento–. En efecto, Lord tuvo que colocarse una máscara de Santo para robar el corazón de Jenny, de otro modo sus esperanzas eran nulas para poder casarse con Mere. El significado de máscara de Santo, representa no sólo engañar a Mere o simular que es otra persona sino terminar siendo engañado él mismo; ya que la máscara hará lo Cultura de VeracruZ

2

Octavio Paz, El laberinto de la soledad, FCE, México, 1999, p. 45

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“L

a soledad de los números primos, primera novela que el italiano Paolo Giordano publicó a los 26 años, le generó una impensada popularidad y una fama con la que aún hoy le resulta difícil lidiar. Luego de cuatro años se ha ―atrevido‖ a dar a conocer su segunda novela,‖ El cuerpo humano, luego de diversas vacilaciones y, supongo, con la intención de no decepcionar a sus lectores, que se cuentan por cientos de miles, si no por millones. Giordano ha cambiado raigalmente de tema y situaciones. En vez de centrarse en pocos personajes (una pareja de jóvenes solitarios), esta vez optó por una historia coral, la de un grupo de soldados italianos trasladados a esa verdadera ―tierra de nadie‖ que es Afganistán, donde se libra una guerra impiadosa, que ha duplicado en tiempo la duración de la Segunda Guerra Mundial y cuyo resultado definitivo es hoy absolutamente incierto. Una guerra imprecisa en cuanto a ―enemigos‖ a combatir y que se devela tan feroz como innecesaria. En Afganistán ahora mismo mandan en sus pequeños feudos los llamados señores de la guerra, los talibán (o talibanes) persisten en sus luchas y sus fundamentalismos de extrema crueldad. Todo parece ser armas, drogas y negociados espurios, mientras ―Occidente‖ no ha podido o sabido sentar bases para que esa nación cambie sus perspectivas. En el medio quedan los heridos y los muertos, las acciones inútiles, la sinrazón de la aventura belicista que se vuelve, casi, metáfora de la vida. O, al menos, de un cierto modo de vivir. Todo eso es lo que intenta contar Giordano, con mucho control sobre el relato, como si tratara de no dar un solo paso en falso. No se trata de una ficción pasatista ni intenta el ―facilismo‖ propio del best seller. Por el contrario, el autor ha sabido ―meterse‖ a fondo en las vicisitudes de ese grupo de jóvenes soldados, verdaderamente sorprendidos

Carlos Roberto Morán El cuerpo humano,* de Paolo Giordano.

El centro de la existencia

Il corpo umano, Salamandra, Barcelona-Buenos Aires, 2013, 346 páginas. Traducción de Patricia Orts. *

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por encontrarse en medio de un territorio hostil que les resulta incomprensible. Una guerra que a nadie interesa Antes de sumergirse en la novela, Giordano viajó a Afganistán en calidad de periodista, para conocer el lugar y una guerra que en Italia a nadie le interesa, según su propia definición. Eso, a pesar de que son connacionales quienes exponen sus vidas y que sean sus cuerpos y sus mentes los sometidos a experiencias extremas. ―Esta no es una guerra limpia. Ni equilibrada. Sois los blancos. Sois unos ratones en un trozo de queso enmohecido. No tenemos un solo amigo. Ni siquiera los niños con las caras llenas de moscas‖, resume uno de los mandos al pelotón de jóvenes y, por definición, confundidos soldados‖ (p.140). Cuando viajan a la desconocida nación asiática, los jóvenes se cuentan cuentos adolescentes, convenciéndose unos a otros que les esperan días de sexo, drogas y rock’n roll. La realidad es por supuesto distinta, totalmente decepcionante y peor aún de lo peor imaginado. A los soldados que llegan de reemplazo se los ubica en un fuerte abandonado y semi destruido ubicado en el valle de Gulistán, al sur de Afganistán. La base había sido abandonada por marines norteamericanos que ―limpiaron‖ a medias la zona: ―La burbuja de seguridad se extiende por un radio de apenas un par de kilómetros alrededor de la base; dentro quedan todavía bolsas perniciosas de guerrilla, fuera está el infierno‖. (p.41).

pero no ancianas) a una de las cuales deja embarazada. A ellos se les suman el veinteañero cabo Ietri, que sufre su virginidad, el cabo Cerdena (un tipo brutal) y el sardo Torsu, únicamente interesado en mantener comunicación vía chat con una desconocida que le escribe desde Italia. Esos son los personajes centrales del destacamento y de la historia. Sus jefes son el coronel Ballesio, quien sólo quisiera huir del lugar que le ha tocado en suerte, y el capitán Masiero, un hombre impiadoso. Dos mujeres completan la nómina, un tanto desdibujadas por Giordano, aunque una de ellas tomará una decisión que generará el desastre. El detonante de la novela es la inesperada misión de custodiar el traslado de unos camioneros afganos a otro territorio, puesto que han sido condenados por ―colaborar‖ con el enemigo. En mitad del camino el grupo encabezado por René y Egitto queda rezagado y es allí cuando se produce un ataque que genera múltiples consecuencias. En los personajes. Y en la novela.

Los personajes La galería de personajes –todos muy jóvenes- está encabezada por el teniente médico Alessandro Egitto y el subteniente Antonio René, con un extraño (en el sentido de infrecuente) pasado de stripper con múltiples clientes femeninas (maduras, Cultura de VeracruZ

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Carlos Roberto Morán

Las ―ataduras‖ con familiares y conocidos que han quedado en Italia y que esperan sus regresos, se vuelven fantasmas opresivos/obsesivos en Afganistán. Cuando retornen no serán ciertamente los mismos y cada uno de ellos vivirá la experiencia de lo cotidiano de una manera diferente. En tanto allá, en ese ―frente‖ difuso la guerra persistirá como un interrogante irresuelto. Y cada cosa que les ha ocurrido, lo bueno, lo malo y lo pérfido, será aquello que en definitiva los marcará, profundamente: ―Sólo cuando estamos enfermos el cuerpo vuelve a estar en el centro de la existencia‖. Paolo Giordano nació en Turín en 1982 y es licenciado en Física Teórica. Con tan sólo veintiséis años, se convirtió en un verdadero fenómeno editorial al publicar su primera novela, La soledad de los números primos, por el que recibiera diversos galardones, entre ellos los premios Campiello Opera Prima y el Strega, considerado el más importante de Italia. Su novela ha sido traducida a diversos idiomas y llevada al cine en 2010 por Saverio Constanzo, con quien escribió el guión de la película. Ha colaborado con diversos medios de comunicación y por ese motivo viajó dos veces a Afganistán, desde donde escribió sendas crónicas sobre la guerra que allí se viene librando desde hace más de una década. De esas experiencias tomó datos para El cuerpo humano, su segunda novela publicada en Italia el año pasado. Escribe en periódicos y es autor de una veintena de relatos que aún no han sido compilados en libros. Ha publicado varios libros científicos, pero en la actualidad se dedica sólo a la literatura. Sigue residiendo en Turín.

Excelentes nuevos relatos de la gran narradora Alice Munro*

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sto no es un cuento, tan solo es la vida‖, advierte la canadiense Alice Munro al narrar un episodio autobiográfico en Mi vida querida, su más reciente libro. No es un cuento, pero cómo se le parece. Y se le parece porque Munro vuelve relato, literatura, cuanto ―toca‖. Y eso que nos cuenta suele ser sencillamente magnífico. Cuando publicó en 2009 su libro anterior, ―Demasiada felicidad‖, Munro sorprendió al mundo, porque antes había anunciado su retiro definitivo de las letras. Ahora ha vuelto a sorprender por haber retornado con su nuevo libro integrado por diez cuentos y cuatro textos autobiográficos, aunque también ha reiterado en que esta vez sí era ―lo último‖ que entregaba. Sus palabras cobran mayor sentido porque confiesa estar perdiendo la memoria. Comprensible que le ocurra, dado que el próximo 10 de julio cumplirá 82 años. Comprensible, pero también penoso, no sólo por el inexorable paso del tiempo sino por el hueco que

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Mi vida querida (Dear Life), de Alice Munro. Editorial Lumen,

Barcelona-Buenos Aires, 2013, 333 páginas. Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino. Mayo /Junio de 2013

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nos dejará la ausencia de nuevos relatos de esta gran narradora. Grande de verdad, porque ella sí que tiene la ―madera‖ de los grandes, de la que hablara Saer en uno de sus papeles publicados póstumamente. Obras maestras, las ha llamado la argentina Silvina Freira al hablar de los cuentos que integran Mi vida querida, mientras que Ruth Scurr, de The Telegraph de Londres, ha calificado de ―espectacular colección‖ a estas historias. Son, claro está, consideraciones subjetivas. A mí me resultaron excepcionales y sorprendentes por su originalidad. Se pisa en terreno resbaladizo cuando se está ante un relato de Munro, nada es lo que parece ser. El mundo –parece decirnos- es raro, contradictorio, ambiguo, ambivalente también, y sobre ello nos habla con extrema sabiduría, en estos cuentos que parecen novelas condensadas.

sus seres solitarios, entristecidos, muy sensibles, habitantes de un mundo extraño que buscan el amor. Y al que tan pocas veces encuentran. Hay algo de desesperación contenida, nunca explícita (Munro nunca ―grita‖, ni se muestra exasperante, ni –menos- acude al simple recurso de retóricas vacías de contenido), en estas ―novelas rusas‖ que transcurren íntegramente en Ontario, su región en Canadá. Muchas de ellas remiten al pasado, como si la niña Alice Ann Laidlaw (su nombre de soltera) que vivió la pobreza en el campo durante la Segunda Guerra Mundial le estuviera reclamando a la famosa y anciana Alice Munro (su apellido de casada) que no olvidara aquello vivido, que lo exhumara, que lo contara a sus lectores de hoy en día. Hay viajes que separan a las parejas (―Llegar a Japón‖) y que sirven para que replanteen sus vidas. Hay niños que contemplan las vidas ajenas (―Santuario‖) resultando testigos de cambios sustanciales en sus comportamientos. ―Admunsen‖ es de los diez relatos del libro el preferido por su autora, quizás porque fue el más trabajo le dio, (según se lo comentó a Deborah Treisman, de The

El espíritu de Chejov Se cae en el lugar común al relacionar a Munro con Anton Chejov, pero a veces los lugares comunes resultan insoslayables. Tal el caso de estas historias recargadas de nieve que a veces parece eterna, con Cultura de VeracruZ

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muerto en un accidente. En ―Noche‖ el padre de la niña logra desvanecer la obsesión de su pequeña hija (teme querer matar a su hermanita) y que por eso padece insomnio. En ―Voces‖ la niña conoce por primera vez a una prostituta y se vuelve espectadora de una leve escena erótica. En ―Vida querida‖ tropieza con la locura y admite también una falta propia, que la persigue de por vida. Oscuros y pesados recuerdos que pueden ser también traiciones de la memoria. Ella los relata con justeza, sin atajos vacuos ni explicaciones adicionales que intenten justificarla. Es la vida, nos dice una y otra vez, no le busquemos más vueltas. inexorable, pero también humana, ah, tan humana. Cierro este comentario con el final de ―Mi vida querida‖, el texto que da título al libro: ―No volví a casa la última vez que mi madre cayó enferma, ni para su funeral. Tenía dos hijos pequeños, y a nadie en Vancouver con quien dejarlos. No estábamos para gastar dinero en viajes, y mi marido despreciaba las formalidades. Aunque ¿por qué achacárselo a él, de todos modos? Yo sentía lo mismo. Solemos decir que hay cosas que no se pueden perdonar, o que nunca podremos perdonarnos. Y sin embargo lo hacemos, lo hacemos a todas horas‖.

New Yorker, en una entrevista; nota en inglés). Es una sutil historia de amor, notablemente narrada, excelente de punta a punta. Podría seguir con las restantes ficciones pero, en verdad, no se puede elegir ningún cuento en particular y tampoco reducirlos a pocas palabras. Nunca se sabe adónde conducen las complejas historias de Munro ni, menos, cómo van a concluir. Quizás ni ella lo haya sabido cuando las comenzó a elaborar. Sobre sus historias ha dicho que al realizar los primeros esbozos percibe ―una explosión agradable‖, pero muy a la distancia. Por lo tanto para llegar a ese punto neurálgico y para que también la logre percibir el lector, debe efectuar un largo trabajo que le demanda mucho tiempo, mucha paciencia. Cuatro recuerdos imborrables En ―Finalle‖ Munro advierte: ―Las cuatro últimas piezas de este libro no son exactamente cuentos. Forman una unidad distinta, que es autobiográfica de sentimiento aunque a veces no llegue a serlo del todo. Creo que es lo primero y lo último –y lo más íntimo de cuanto tengo que decir sobre mi propia vida‖. Aunque de manera sesgada su vida ha estado presente en sus distintos libros (y más explícitamente en La vista desde Castle Rock), en estos cuatro bellos e intensos relatos recupera concretos episodios de su infancia que de una u otra manera la han marcado. En ―El ojo‖ la niña Alicia recoge una especie de mensaje secreto de parte de una joven que ha Mayo /Junio de 2013

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Para un lector común y corriente de aquella época de mediados del siglo XX, casi representaba una provocación desafiante por la fina ironía y el sarcasmo de su escritura. Todavía le resultaba más difícil penetrar en las páginas y alternativas estilísticas de Rayuela; debido a que por esta ocasión el lector en general se enfrentaba a una propuesta extraña y complicada: la de ubicar el centro de su propia mándala, que divide lo sagrado de lo profano. Es el recorrido de los círculos mágicos que llevan hasta el encuentro con el inconsciente colectivo, con la finalidad perfeccionar el reconocimiento de lo personal. Toda esta propuesta Julio Cortázar la insertó en Rayuela, fue superada en su libro Prosa del observatorio, publicado en 1977, que concluyó de esta manera: ―donde la conciliación es posible, donde anverso y reverso cesarán de desgarrarse, donde el hombre podrá ocupar su puesto en esa jubilosa danza que alguna vez llamaremos realidad.‖ En nuestros días, tal vez sea más difícil que un joven lector se atreva a encontrar el hilo conductor o la llave que abran las puertas no sólo de la imaginación, sino de la ambiciosa totalidad de una visión filosófica que no tiene mucho que ver con nuestra ideología religiosa occidental, y si se encuentra relacionada con la memoria histórica de los ritos sagrados de los antepasados prehispánicos. Con la aparición de Rayuela, Julio Cortázar entró de golpe al mundo dedicado a los clásicos, se transformó permitiéndose con la escritura bosquejar otras perspectivas desprendidas de

Raúl Hernández Viveros

50 años después

E

n junio de 1963, la editorial Sudamericana dio a conocer la novela Rayuela, de Julio Cortázar. Por supuesto anteriormente aparecieron sus obras interesantes y provocativas. Casi una década después se reunieron en el volumen Relatos, 1972, donde incluyeron los libros Bestiario, Final de fuego, Las armas secretas, y Todos los fuegos el fuego. También en mayo de 1962 apareció su libro Historias de cronopios y de famas. Al mismo tiempo prosiguió con el rescate de sus proyectos novelísticos*.

COSA se pierde entre las palabras hasta dejar al lector con la presión cerebral de que “no hallaste que hubo un casi”, o no viste pero hubo momento en qué”, etc. El misterio se vuelve misterioso, el extrañamiento es la falta de extrañeza, el accidente es su imperceptibilidad (recomiendo lecturas con lupa), a la relectura alerta cae uno en un “¡aquí está!” que está encerrado en su propia duda, es un libro para presentirse, para casi leerse, para acceder a su misterio cerrado, a su ceremonia sin reglas, hemos llegado a una película ya comenzada, y nos cortan uno de tantos finales, presenciamos la fracción de un rito cuya raíz y copa están taladas, pudo haber tenido raíz y copa normales como zapatos y sombrero o bien… pudo haber tenido en su lugar un trozo de delfín y un zipper, o nunca tuvo tal vez nada en el sitio del principio o fin”. Exactamente fue como si fuera la introducción a Rayuela.

*

En Cosmos, 16, 1975, Xalapa, Ver., el prometedor narrador veracruzano Samuel Walter Medina asombró con sus reflexiones: “El misterio sería el que Cortázar propone (en CRONOPIOS) en hallar el mundo circundante, verlo con otros ojos, etc. Aquí el accidente no salta sobre el lector como en anterioridad de sus páginas narrativas, aquí la Cultura de VeracruZ

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planteamientos filosóficos dentro de la estructura narrativa de su obra. Aunque fue continuador de las propuestas de Marechal, Arlt o Borges, pudo perfilar su propia y original creación literaria; es decir obtuvo la empatía y la interacción con la verdadera obra de arte. Desde este hito, su narrativa anterior perfiló en cada libro la aparición de Rayuela, en donde coloca al lector con otras formas de mirar y comprender la realidad. Las palabras toman vida y las imágenes son los recuerdos que testifican que todavía estamos con vida. A Rayuela, igual que como el juego de niños con el mismo nombre, hay que volver las muchas veces que se requiera brincar: leer y releer. En cada acción cognitiva ubicar otras dimensiones poéticas que llevan a la construcción de una propuesta de ideas filosóficas. Otro antecedente que respalda su excelencia literaria, fue su experiencia de traductor. El ejemplo maravilloso de haber pasado más de dos años en trasladar cada uno de los textos de Edgar Allan Poe, le funcionó como una vital adquisición de las teorías y genialidades del insigne escritor norteamericano. Con este conocimiento, Cortázar creo la novela semejante a la vida que balancea la armonía del tiempo y el registro de la memoria. El arte de su narrativa resulta una fuente epistemológica, a través de la creación literaria las palabras construyen el puente a nuestro destino que es darle sentido a la vida. Desde las calles y avenidas de París, revisó las partes de su existencia frente a todo el panorama de nuestro ser latinoamericano. Percibió las profundidades de nuestra soledad, el poder de los sentimientos lo hizo imaginar cualquier detalle de la realidad. Hace varios años Julio Cortázar visitó Xalapa y conversó con muchos de sus lectores. Yo estaba tan impresionado que no tuve fuerzas para Mayo /Junio de 2013

asistir. Sin embargo, Jorge Ruffinelli fue su anfitrión, y otro colega me consiguió la dedicatoria del volumen Relatos. En el centro de la ciudad se advirtió la figura alta y delgada que siempre destacaba con su cara de niño grande. Al poco tiempo se retrató en La Habana con José Lezama Lima, y cuando iban por el Vedado semejaban un Quijote y un Sancho Panza. Creo que fue uno de sus personajes de Rayuela, quien recreó su mundo secreto clandestino y apasionado por el Jazz, el box, el cine, la fotografía y el arte en general. En aquel escenario de París marcó su territorio innombrable y trazó el sendero que lo llevaría hasta el centro de su original mándala. La genialidad de la pregunta; ―¿Encontraría la maga?,‖ planteó el misterio de la vida. En una entrevista se despidió: ―Para afeitarse existe ahora una navaja que no necesita de agua y jabón, es suficiente con nuestras lágrimas para rasurarnos.‖ Todavía lo protegen los cronopios y las famas prosiguen en la búsqueda inútil del reconocimiento. Este año, Alfaguara lanzó la edición conmemorativa de Rayuela. Se advierte la ausencia de un prólogo, donde un especialista hubiera explicado este acontecimiento editorial. La edición del número 20, 1981, de Texto Crítico, recogió reflexiones sobre la visita de Julio Cortázar a la Universidad Veracruzana. Ya existían lazos con la comunidad de escritores de México. En la revista Cambio, el Cronopio Mayor formó parte de la dirección colectiva, 1976. Colaboró con el relato entonces inédito ―La noche de Mantequilla‖. Incluyó además la reseña de Miguel Donoso Pareja sobre Fantomas contra los vampiros multinacionales. Miguel Donoso Pareja señaló en aquella ocasión que: ―En la ficción de Cortázar los personajes (a veces anónimos, a veces con nombres) son chilenos, argentinos, nicaragüenses, ecuatorianos, mexicanos, uruguayos, etcétera, dándonos así el mural de un gran nación cuya primera tarea debe ser, es salir del subdesarrollo…‖ En 1968, escribió Julio Cortázar a Roberto Fernández Retamar que: ―No puedo ser indiferente al hecho de que mis libros hayan encontrado en los jóvenes latinoamericanos un eco vital, una confirmación de latencias, de vislumbres, de aperturas hacia el misterio y la gran hermosura 37

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de la vida…‖, entre otras ideas desprendidas de su carta. Dicha intervención y diálogo lo llevó a visitar varias ocasiones Cuba. Aquellos encuentros se distinguieron por los que mantuvo con José Lezama Lima. La amistad se consolidó en la calle Trocadero de La Habana. Durante estas reuniones brotó el proyecto de realizar una edición completa y no censurada de Paradiso. Emmanuel Carballo invitó a colaborar a Julio Cortázar. Después las consultas fueron a través de cartas originadas por la revisión crítica. Paradiso, apareció en la Editorial Era, 1968, bajo la vigilancia de Julio Cortázar y Carlos Monsiváis, con la revisión del propio autor. Julio Cortázar advirtió que la novela ―vuelve visible por la imagen el universo esencial del que sólo vivimos usualmente instancias aisladas‖. Carlos Monsiváis realizó la presentación y seleccionó los textos y algunos fragmentos de Rayuela, para el disco de la UNAM con la voz de Julio Cortázar. Destacó en sus extraordinarias notas: ―La imaginación formal, el sentido del humor, la selección crítica de las perspectivas que ofrece una mezcla de lo occidental y lo oriental, son algunas virtudes de Rayuela”. Luis Harss en el libro Los nuestros dio a conocer algunas dudas sobre el valor de su producción literaria. ―No me hago ilusión de que podré lograr algo trascendental‖. Luis Harss le contestó: ―Es tal vez el primer latinoamericano que lo ha logrado ya. Es tal vez el primer latinoamericano que ha creado una completa metafísica novelesca‖. Y agregó: ―Rayuela es un nuevo concepto de la experiencia literaria que puede llegar a tener una larga vida en nuestra literatura‖, estas palabras corresponden a 1966. Ángel Rama comprendió que a Rayuela ―puede atribuírsele la calidad de factor desencadenante de las ventas y sobre todo de las reediciones…‖, porque anteriormente los libros de Julio Cortázar permanecieron en sus tirajes originales. (―El boom en perspectiva‖, La novela en Cultura de VeracruZ

América Latina, Universidad Veracruzana, 1986). Otra entrevista incluida en Espejo de escritores, 1985; Julio Cortázar le reconoció a Saúl Sosnowski la influencia de Julio Verne durante el proceso de aprendizaje. ―Me tocó profundamente, porque él me daba por la vía de la lectura todo ese contexto d e maravillosa riqueza planetaria, los grandes viajes de sus héroes, todas sus aventuras en países, en mares…‖ Al morir el 11 de febrero de 1984 en París, Mario Vargas Llosa le rindió estas líneas de admiración: ―Un extraordinario escritor que contribuyó decisivamente al florecimiento de la narrativa contemporánea…‖ ―Un gran prosista, un hombre de imaginación inusitada y una vasta cultura literaria, de extraordinaria calidad humana…‖ José Lezama Lima advirtió sobre la amistad: ―me parece como si los dos hubiéramos estudiado en el mismo colegio, o vivido en el mismo barrio, o cuando uno de nosotros dos duerme, el otro vela y lee en la buena estrella‖, en 1966. Ramón Xirau reflexionó acerca de que Rayuela “multiplica perspectivas y ventanas abiertas a personajes vivos y soñados‖ (―Crisis de realismo‖, América Latina en su literatura, Siglo XXI, México, 1972). Todavía brillan sus obras con la esperanza de haber compartido las reflexiones acerca de nuestra América y la vinculación a las letras universales de Jules Florencio Cortázar Scott, quien nació el 26 de agosto de 1914 en Bruselas.

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