RONDA ~ Itinerario de un caminante
FotografĂa y texto
de Fernando Oliva 1
R
ecuerda que cuando caminas, sólo tus propios dioses te regalan el encuentro con los sueños; el de tu propia sombra perecedera que huye de ti en busca de los recuerdos. No olvides que los puntos cardinales existenciales se superponen, ellos te orientan hacia el itinerario del alma. Camina con los pies descalzos que buscan la verdad y que vuelan por las aceras de la luz.
Hotel Reina Victoria 2
Déjate llevar porque estos lugares con encanto sienten por ti. Evoca aquí sentado el ángel de Rainer Maria Rilke junto a la ventana de este hotel y a su palabra siempre comprensible, que te dirá: quiero ser árbol para mi ruiseñor, aquel ruiseñor que quiso interiorizar la obra del hombre, la del pasado y la del futuro para transformar la realidad en algo sorprendente.
Tajo de Ronda
En los vértigos del Tajo su palabra fue devuelta por el eco después de una pequeña ausencia, aquella que te lleva en sus alas de silencio a la libertad, para poder elegir y escoger tu propio destino. Piensa que nada queda para luego. Él caminó por el borde del corazón hasta su arboleda perdida en la Alameda de San Carlos, donde nos dijo que todo es mar del cual de vez en cuando salen tierras. Vive esta ciudad suspendida en los espacios, casi aérea para sustraernos de la desnudez del paso de la historia. Siente esta Ronda sultana, caprichosa, mimada y encuentra sus sonoros
lugares. Mira las nubes al atardecer desde la cornisa del Tajo hasta que se hagan rostros, aunque el tuyo no aparezca. Busca desde lejos la llamada de esta ciudad neoclásica y sobria del siglo de las luces, la Ronda de la segunda mitad del siglo XVIII aquella que se hallaba en un momento de gran prosperidad, tras el buen gobierno de Fernando VI y Carlos III, aquella que daría paso al Romanticismo. Aquí los primeros viajeros quedaban impactados por la arquitectura, el paisaje, el bandolerismo y la tauromaquia. 3
Plaza de Toros (siglo XVIII)
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Oye el clamor del respetable en su Plaza de Toros construida por MartĂn de Aldehuela, santuario del toreo y de las corridas goyescas con la dinastĂa de los Romero, Juan el primer
torero a pie y a su nieto Pedro Romero (17541839) que instauró el uso de la muletilla y que llevó al toreo a su máxima expresión con su engaño blanco entre la armoniosa arquería
y su barrera de piedra. Entra en su museo taurino dirigido con acierto por José Antonio Guerrero Pedraza, un investigador de la tauromaquia rondeña. 5
El Puente Nuevo (siglo XVIII)
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Imagina como sería Izna Rand Onda sin el Puente Nuevo, una ciudad medieval cautiva de los abismos, con esa profunda garganta horadada por las milenarias caricias de su río de lecho profundo, el Guadalevín. Siente el
rumor de sus molinos de trigo custodiados por murallas y arcos morunos. ¿Qué pasó después del toque de arrebato? ¿Dónde comieron sus últimos panes aquellos rondeños expulsados? 7
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Entra en el palacio musulmán de la Casa del Gigante, contempla la alberca de su patio principal, calma tu sed con el agua clara de la memoria. Fue mansión de rico nazarí que la perdió en el tedeum del reparto. Sus tres arcos evocadores de Granada y el Magreb te llevan a sus estancias con inscripciones cursivas, descansa en sus alcobas y sueña entre los dibujos vegetales de sus atauriques granadinos para que brote dentro de ti la emoción contenida. Encuentra en su entrada un monumento dedicado al humanista Espinel, escritor y músico rondeño que transformó la estructura de la décima y en música por darle a la guitarra su quinta cuerda. Aquí con el dulce recuerdo el Palacio de Mondragón, residencia del rey Taifa de Ronda Abbel Malik, que lo construyó para su adorada gacela y bella jarifa. Patios que se abren con rumores protectores, lugares que apremian al recuerdo, su patio mudéjar es lugar fresco e invita al reposo, su jardín atalaya para que queden unidos los sueños. En sus jardines leí por primera vez siendo un adolescente a Rimbaud y a Baudelaire, solitario en los atardeceres rondeños buscaba el eco de la belleza poética, del amor y de la complejidad del alma humana.
La Casa del Gigante (siglos XIV & XV) 9
Palacio de Mondrag贸n
Sensual paraje para besarse con el eco de la campi帽a, con el rumor de su fuente en la que florece la sangre habitada, donde pasan de largo las miradas y donde el agua perfumada 10
alcanza la rama que sostiene los lazos misteriosos que hay entre las personas, lazos que nacen mucho antes de haberse conocido.
Palacio de Mondrag贸n (puerta que da accesoal jard铆n)
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Colegio Salesiano Sagrado Corazón “El castillo” 12
Vive Ronda con un corazón abierto y entra en la serenidad que da la dulce memoria. Búscala para comprenderla, entra en su sonoro silencio para viajar con ella. Parada obligada en la plaza de la Duquesa de Parcent, descanso y meditación para entender estas palabras: “ha pasado mucho tiempo, a nadie hablo como al espíritu que habita aquí y mis propias palabras me reconfortan cuando me las devuelve el eco con una acertada respuesta” Contempla el Colegio Salesiano del Sagrado Corazón “El Castillo”, evoca años de juventud, de una adolescencia en eterna primavera llena de miradas inocentes. Mira a la veleta en su tejado que transgrede las fronteras del pasado y que nos orienta como un zahorí en busca de las raíces ocultas, de las verdades y del valor de vivir. Colegio de sumisión aceptada entre el vertical desafío de un tajo con un fondo de montes y caderas ondeantes, balcón al precipicio, jaleando los amores del cabrero con sus cabras. Patios de partidos de fútbol y sobre todo el jardín con los árboles de la alegría, sólo para los alumnos de sexto. Paraíso de mis primeras lecturas, lleno de buganvillas, jazmines premonitorios que susurraban mañanas de amor y en su centro el merendero donde pensamientos ascendían entre trepadoras y mis sueños reñían con la realidad entre madreselvas. Presintiendo ya estos pensamientos. 13
Iglesia de Sta MarĂa (siglo XVII)
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Invoca a los antiguos dioses romanos en el desaparecido templo del castillo del Laurel, acaricia los fragmentos de un pasado tal vez luminoso y recoge el eco de las recitaciones coránicas en la Mezquita Mayor convertida en iglesia por Fernando el Católico, hoy iglesia de Santa María la Mayor. Dios siempre ronda los mármoles aunque la casa cambie de amo. Itinerario de estilos, monumento que alentó antiguos favores celestiales con el misterio del agua bendita, de un mundo inquisitorial. Contempla su galería de miradores, hileras de pórticos para ver lejanos espectáculos: carreras de caballos, justas, juegos de cañas, las primeras corridas de toros y los autos de fe. Las familias enriquecidas con el reparto participaban en esos balcones corridos en torno a la plaza de sus fiestas, posiblemente para ocultar la triste descomposición de aquella sociedad cristiana que desdeñó a la trabajadora y culta judeo-musulmana, obligándoles a abandonar su patria.
Es bueno recordar, para no repetir, que hubo tiempos en que se repartieron hierros, dolores y hambrunas. Al otro lado, el Ayuntamiento, antiguo cuartel de milicias, temidos calabozos de bandoleros que zozobraron en el infierno de una Andalucía miserable e injusta, en su puerta un escudo recuerda el hermanamiento de Ronda y Cuenca. Orgulloso alzo la mirada ciudad soñada por no haberte olvidado, feliz por ser nómada en tu paisaje urbano, dejándome llevar por tu divina compañía. Hay quien necesita pruebas, a mi me basta con sentirte. Donde andar es válido, entre viajeros que emergen por tus callejas medievales, calles que se abren a la plaza empedrada, insultada por un mundo con prisas; pero tú siempre me acoges con el vestigio de un pasado distinto. Sentimos la alegría de sus antiguos moradores, corazones invisibles que surgen en nosotros. No son nuestros sueños, sino los de ellos; años esperando este encuentro, conjuro mágico para vivir con acierto entre los vivos. Convento de monjas con la mano incorrupta de Santa Teresa, la que el padre Gracián por el siglo XVI separó de sus restos y entregó a la monjas Carmelitas Descalzas, mano que escribió El libro de la Moradas alegoría de las etapas y lugares por donde transita el alma humana. Escudo de la cidudad de Cuenca y de Ronda (año 1975) 15
Convento de Sta Marテュa de los テ]geles. Antigua casa musulmana (siglo XV)
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Convento de Santa María de los Ángeles, donde estaba la antigua medina medieval y la cárcel musulmana. Atento siempre al rumor de sus muros: sin jadeos nocturnos, ni risas, ni sollozos, ni gemidos. Detrás de cada verja y celosía las miradas ocultas de inconfesables pensamientos. Aquí cerca me dijeron que mi sonrisa era seductora, tiempos de sonrisas sin saber quién quiso ir tras ella. Aceras con inquietantes caballetes metálicos, repletos de postales para turistas ávidos de imágenes no vividas, siempre ajeno a mi ley y a mi sangre. Falsas tiendas, engañosos
y absurdos museos de esmerada caligrafía para coleccionistas de imágenes, que sólo coleccionan y renuncian encontrar el rostro del hombre que contempla y mira. Amaneceres en sus calles, Rosarios de la Aurora, paseo sobre una alfombra invisible de pétalos preparando el camino, en fila, con expresión de recato. El alba acariciaba las caras adormecidas de mis compañeros sonámbulos, suben los virginales cantos marianos a través del incensario en busca de las eróticas rosas de mayo.
Alminar de San Sebastian (siglo XIV) 17
Muralla y Puerta del Almocábar (siglo XIII)
Siente la cercanía del Islam en el alminar nasrí de San Sebastián, oye el canto de su último almuédano, acompaña su soledad con el recuerdo y ayudémosle a que siempre se mantenga erguido con el miedo inefable de 18
su propia quimera, para que siga llamando a la oración, a los mercaderes, alfaquís, artesanos y al estudiante sufí que paseó por estas calles su sereno rostro.
Siente a la joven luna, que en mis paseos vespertinos me anunciaba que en cada atardecer se derraman colores que colman de figuras el horizonte. Siempre levité por la amplia escalera que lleva a la Puerta de
Almocábar, al arrabal viejo musulmán, hoy Barrio de San Francisco, por las murallas que defendían a la medina hasta la Puerta de la Exijara que era la entrada a la judería. 19
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Palacio del Marqués de Salvatierra (siglos XVII y XVIII)
Cuántas lombardas, tiros, clarines de guerra pusieron al adarve en lucha, a Ronda en llamas y a Hamet al-Cardí su último alcalde que tuvo que capitular, cuántos corazones lacerados sin nombre fertilizaron la tierra que hoy renacen para reclamar justicia. Allí calles empinadas en busca del río, luz de ámbar entre recovecos medievales, todo se hace grande, aunque todo sea inasible. Aquí el Palacio de Salvatierra, casa árabe, que formó parte del conjunto de casas del reparto en la Ronda conquistada, restaurada posteriormente con fachada barroca y forja rondeña. En su fachada principal unos grotescos indios, tal vez incas, de una España ya colonial que ocultan su desnudez y sacan sus lenguas en actitud de burla. La burla posibilita otro encuentro, una experiencia nueva creada con la memoria para poder vivir en ella y con el olvido para poder vivir con la distancia suficiente. En su interior que se distribuye en torno a un patio porticado hay que descubrir un caleidoscopio de secretos visibles e invisibles. El origen de esta familia se remonta a los Reyes Católicos, ellos concedieron a Vasco Martín de Salvatierra la casa mudéjar que existía para su reconstrucción. 21
Palacio del Rey Moro (siglo XVIII)
Antes un conjunto de casas árabes, ahora La Casa del Rey Moro. La Duquesa de Parcent compró el conjunto de casas y las unificó, dándole al nuevo edificio 22
una gran homogeneidad; mujer de altos vuelos que mandó traer al mejor diseñador de jardines de Europa, Forestier. La Duquesa desarrolló una importante labor social en la ciudad.
Trinidad von Schultz Hermesdort “Duquesa de Parcent” 23
Antiguos jardines de Forestier (1923) 24
Forestier realizó el trazado de sus jardines, arquitecto del paisaje que utilizaba la tradición árabe: “El jardín del Naranjo”. Este privilegiado jardín es un balcón natural que da al Puente Viejo. Al final de estos jardines se encuentra la bajada a la mina, escavada en la propia roca para elevar el agua del río, trabajo que hacían los cautivos cristianos en unos odres de cuero ¡En Ronda mueras, acarreando zaques! Dicen que hay cadenas en una iglesia toledana que recuerda el sufrimiento de estos cautivos. Hay también quien dice que esta mina se horadó a petición de la princesa Galiana a su rey AbuMalik, pues ella quería bañarse sola en las claras aguas del Guadalevín, hoy no tan claras. Aquel caudal impetuoso capaz de separar dos mundos, dos destinos, fue mano tranquila que acarició su cuerpo y le preparó para el encuentro. Camino de los baños árabes nos encontramos con la Puerta de Felipe V, junto a la puerta el sillón del moro, atestiguan que un antepasado de una familia musulmana rondeña expulsada volvía cada año con la llave del silencio de su antigua casa en la mano, se sentaba en este sillón de la melancolía, cautivo de la huida y de las presencias que se ocultan entre las piedras para sucumbir con lágrimas en la evocación de sus abuelos invisibles.
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Arco de Felipe V (1742)
La mirada en su cielo limpio, con sus cipreses recortados entre sonrisas. Cierro estos ojos y aparecen mujeres nazaríes recién salidas del hammam. Baños árabes con sus arcos de herradura, sus tres salas en evocación a las termas romanas, galerías para el goce del alma. Sus tragaluces de estrellas, luminarias de colores que iluminan a los servidores eunucos, ellos llenos de calma aunque han abdicado del amor. 26
Baños Árabes (siglos XIII & XIV)
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Baños Árabes en el Antiguo Arrabal Islámico 28
¿Qué ocurrió con el agua de rosas, con las alegrías y las lágrimas que aquí se derramaron? ¿dónde las ninfas de estas estancias que velaron para que el agua fuera clara como la luz de mis sentimientos? Aquí hay fragmentos de los frágiles cántaros con el perfume que seduce y que nos traen aquellos lejanos corazones que irrumpen con su gozo en nosotros. Somos como aquellos viajeros románticos del siglo XIX, donde Ronda era lugar obligado para concebir la naturaleza y la obra del hombre. Viajeros ingleses y franceses con sus sentimientos románticos, buscando leyendas y mitos, toreros y bandoleros, los hijos de la injusticia, la pobreza y el hambre. Ellos despiertan en nosotros ese deseo de permanecer en silencio para que las piedras hablen, el espíritu del pasado permanece, aunque no hay nada si no es dentro, la mayoría no ve, no pertenece, están lejos. Nosotros mostraremos el milagro de llevarlos dentro, de llevarnos dentro y para que nada ni nadie nos sean extraños.
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A
l fin estás aquí querido espíritu rondeño, siempre que estoy cerca de ti, te tengo. Tiéndeme como siempre generosamente tu mano y continuemos con el júbilo que visten estos encuentros, caminar a solas, atraído por el rumor de la reencarnación de la historia. Busquemos en la memoria para no perdernos, recibir una ciudad que siempre tiende su manto para acogerte. Ella sigue ahí y siempre va a estar con su canción silenciosa, la que permanecerá siempre eterna en mi corazón.
Fotografía y texto
de Fernando Oliva 30