Un ensayo del discípulo recordando al maestro y su lección fundamental: Había en la presencia física de Roland Barthes, llena de calma, tres cualidades mayores que para mí distinguían ya sus ensayos. Cordialidad extrema sin manierismos ni formas vacías, sutileza de pensamiento, inteligencia sorpresiva sin violencia de ningún tipo. Delicadeza era la actitud convertida en manera de ser que transmitían inmediatamente sus gestos. Ella incluía de manera corporal tanto a la sutileza como a la inteligencia y a la cordialidad. La delicadeza era el valor central de su presencia que lo alejaba de toda arrogancia. Esa delicadeza se manifes- taba especialmente en su acogedora voz profunda. Ella por sí sola era capaz de crear un ámbito casi táctil que nos recibía, abrazaba y nos hacía cómplices del recorrido de su pensamiento y de la búsqueda de las palabras precisas, los conceptos, las iluminaciones literarias.