Número 101 - Album Letras Artes

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Ghirlandaio ◆ Turner ◆ Paisaje norteamericano Albert Von Keller ◆ Pintura alemana ◆ Antonio Colinas


Combate entre el amor y la castidad, 1490. Gherardo Giovanni del Fora

GHIRLANDAIO Y EL RENACIMIENTO EN

FLORENCIA

Museo Thyssen-Bornemisza - Madrid

Jesús Tablate Miquis

E

n Florencia, y gracias al apoyo de los Medici, Marsilio Ficino crea en la segunda mitad del siglo XV la Academia Platónica, editando y comentando la obra de Platón y de Plotino, pero también la de Jámblico -que tituló De mysteriis aegyptorum- y los llamados escritos herméticos –que publicó bajo el título de Poimandres-. Y en 1486, es decir, en el mismo año en que se celebraba la boda de la bella Giovanna degli Albizzi cuyo retrato centra esta exposición, llegaba a Roma con sus novecientas tesis extraídas

de los filósofos de la antigüedad, Pico Della Mirandola. Es en esos años, y en ese ambiente, cuando los artistas comenzaron a integrar en sus obras referencias a la antigüedad clásica, a los dioses paganos y a los misterios esotéricos, cuyas virtudes y enseñanzas buscaban armonizar con las del cristianismo. Las mansiones de las familias nobles florentinas comenzaron a decorarse con asuntos mitológicos. Es el caso, por ejemplo, de la Villa Lemmi, propiedad de Giovanni Tornabuoni, tío de Lorenzo el Magnífico. Con motivo del matrimonio entre su hijo Lorenzo y la bella Giovanna degli Albizzi, encargó a Boticelli dos frescos en los que 26


Ricard Opisso, 1935


Eneas y la Sibila, lago Averno, 1798. J.M.V. Turner. Tate Gallery, Londres

TURNER Y LOS MAESTROS Museo del Prado Federico Echevarría

E

sta exposición, organizada por la Tate Gallery de Londres, la Réunion des Musées Nationaux de Francia, el Musée du Louvre de París y el Museo del Prado, es la más importante dedicada hasta la fecha en España a este pintor sin duda fundamental para la historia del arte, y tiene además el aliciente de ser la primera en la que se considera al artista británico en relación con los maestros que más le influyeron y con los artistas coetáneos con los que compitió. De este modo esta apasionante exposición además de ofrecernos la posibilidad de contemplar una amplia selección de la obra del pintor inglés –se presentan cuarenta lienzos que abarcan desde sus inicios hasta el año antes de su muerte-, nos permite también realizar una fascinante recorrido por la historia de la pintura.

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Ricard Opisso, 1935


Drapeado, 2005 Neo Rauch. Stedelijk Museum, cortesía Eigen Leipzig

PINTURA ALEMANA En la primera década del tercer milenio Ana Rimblas

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unque todavía sea un hecho poco conocido, poco comentado y poco analizado en nuestro país, hace ya algún tiempo que parte de la crítica internacional se interesa en esta nueva generación de pintores alemanes, más figurativa y más preñada de valores estéticos, que, desvinculándose en parte de las tendencias más radicalmente provocadoras de la anterior, mira hacia el futuro apropiándose y reconsiderando las lecciones del pasado y de los grandes maestros –como dejan ver claramente las corrientes historicistas que la agitan-. Entre los artistas más conocidos de esta reciente generación de pintores alemanes está Norbert Bisky. Nacido en Leipzig en 1970, Norbert Bisky está muy vinculado a la historia de la Alemania Oriental, pues es hijo de un conocido político miembro del partido comunista, Lothar Bisky, y es hermano del también conocido periodista y escritor Jens Bisky, pero sobre todo es un joven artista

Neo Rauch (detalle) 38


Ricard Opisso, 1935


Desnudo en la playa, 1874

ALBERT VON KELLER EL SUIZO OCULTISTA Kunsthaus Zürich Joaquín Lledó

C

asi un siglo después de su muerte Albert von Keller regresa al mundo de los vivos. Por supuesto, los escépticos, los radicalmente racionalistas, argumentan que no es el propio Keller, en carne y hueso, quien regresa del mundo de las sombras, que son sólo sus proyecciones, sus alucinaciones, en definitiva, que lo que regresa, dicen, son sólo imágenes. Pero esto, aun siendo en parte cierto, supone olvidar algunas cosas. En primer lugar, que lo que regresa ahora a nuestro mundo pueden ser, como dicen los escépticos, sólo imágenes, pero que éstas son el fruto y la huella de la carne y el hueso de Keller, puesto que fueron creadas por su mano. Y en segundo lugar –y esto es sin duda lo más importante- olvidan que Keller dedicó gran parte del tiempo que pasó entre nosotros al espiritismo, es decir, a comunicarse con el más allá, y que es de esto en definitiva de lo que hablan estas imágenes que ahora regresan a nuestro mundo.

Nacido en Suiza, Albert von Keller se instaló muy pronto en Munich, una ciudad que se había convertido en la segunda mitad del siglo XIX en uno de los destinos preferidos de los jóvenes artistas centroeuropeos. Pero Keller, además de interesarse en las corrientes artísticas que se creaban en esta ciudad, también se interesa en los fenómenos paranormales. Frecuenta al psiquiatra Albert “Baron” von Schrenck-Notzing, que se interesaba en el sonambulismo e investigaba los efectos que la hipnosis causaba sobre el rostro y el cuerpo de sus pacientes y que mantenía relaciones con algunos de los más famosos médiums de la época, como, por ejemplo, la legendaria médium italiana Eusapia Palladino o la entonces muy admirada Madeleine Guipet, que danzaba en trance hipnótico; dos personajes a los que por cierto Keller retrató. En cualquier caso, el pintor, que también participó en numerosas sesiones de espiritismo, estaba fascinado por los personajes femeninos experimen46



Paisaje, escena del último mohicano, 1827. Thomas Cole. +

ECOS DE ARCADIA

Idealización del paisaje Nacida a mediados del siglo XIX la llamada Escuela del río Hudson fue el primer gran movimiento de la pintura norteamericana. Aunque vinculada con el romanticismo europeo y muy influenciada por los grandes paisajistas del barroco tardío, (Poussin y Claudio de Lorena entre otros) la Escuela de Hudson sobre todo estuvo influenciada por los grandes escritores y pensadores norteamericanos de la época, como Ralph Waldo Emerson o Henry David Thoreau, que insistieron en la necesidad de afirmar la independencia cultural del joven país, lo que llevó a los pintores de esta escuela a considerar el paisaje genuinamente americano como la meta y el objetivo de su trabajo. En sus lienzos el paisaje está, impregnado de una atmósfera mística, algo que evoca al mismo tiempo la naturaleza virginal del nuevo continente y la panteísta Edad de Oro de la Antigüedad clásica. Los bosques, lagos, ríos y montañas evocan una dimensión más sutil y más bella que la realidad.

Paisaje norteamericano siglo XIX Gonzalo Pernas Frías

Jesús Tablate Miquis 54


Ricard Opisso, 1935


Magazine

Literario LIBROS

E N S AY O

N A R R AT I VA

PENSAMIENTO

TRES TRATADOS DE ARMONÍA Antonio Colinas En estos textos que a veces participan de la intensidad del poema en prosa (así en su parte final, “Geometrías del fuego”), hay sobre todo una visión especial del mundo: la que nace de la mirada de piedad, de aceptación. Lo dice el epígrafe sufí que los precede: el mundo es un libro abierto que el ser humano simplemente debe leer para estar en armonía consigo mismo y con todo, para alcanzar la plenitud. Pero el ser humano no sabe o no quiere aceptar esa mirada, ponerse en sintonía con el mundo que le ha tocado vivir y en él buscar con naturalidad la plenitud de ser en estos tiempos en los que “todo vale” y en los que el pensamiento y el sentimiento se atomizan.

L

a mayoría de los textos de esta obra nacieron en un profundo valle, entre los pinos de una isla del Mediterráneo, Ibiza. A lo largo de treinta años largos fueron surgiendo con lentitud, pero con seguridad. Sin embargo, no siempre el ámbito de la isla ha sido el protagonista de estas contemplaciones. Ya el primer Tratado se cerraba con una serie de textos. “Tratado de signos”, que hacían referencia a otro ámbito. El de la España interior. Esta presencia se ha ido intensificando desde 1998, años en que me despedí temporalmente de la isla con los textos de En las noches azules, recogidos en el Nuevo tratado de armonía. Se cerraba entonces un círculo en mi vida con el regreso a mis raíces, a mis tierras de noroeste. Ahora, el valle en el que continué con mis meditaciones no era un valle de pinos, sino de encinas, y la casa que en él habitaba no tenía los muros blancos sino del color del fuego. Restaurar esta casa de mis antepasados, abandonada, supuso también “restaurarme” a mí mismo en unos días de cambio

Josef Sudek

muy bruscos en mi vida. Pero sobre ambos valles temblaba y tiembla la misma Vía Láctea. Podrá apreciar, pues, el lector cómo a lo largo del Tercer Tratado, la mente y la vida del que escribe va saltando de un valle a otro, de una casa a la otra. Estos dos valles no son en el fondo, sino un mismo valle: el de la vida. En él es donde se da ese viaje decisivo –ineludible para el que desee vivir en la consciencia- a nosotros mismos: el viaje interior. 83

Este útero nocturno del bosque negro, envolviendo el tibio fuego, las llamitas de los hogares dispersos… ¡Qué dulce hoguera la de la casa solitaria envuelta por la espesura del bosque! ¿Puede haber mayor grado de humanidad, de pacífica civilización, que esa luz fogosa ardiendo en el campo amigo, en la noche amiga? y, arriba, el firmamento arrullando esta bondad con un silencio del que, a la vez, emanan mensajes indescifrables.


Magazine Literario El afán de algunos hombres de querer cambiar la vida de los demás, o las de todos, para adaptarlas a su pensamiento enfermo y a costa de crear guerra o terror: desarmonía. Frente a este afán de transformación feroz se halla el de las personas que buscan o mantienen el cambio interior. Esta idea del poder transformador de la vida interior la dejó expresada Gandhi con una frase maravillosa: “Tú debes ser el cambio que quieres ver en el mundo”. Ese orden del mundo, a veces secreto, a veces invisible, pero a la vez evidente, con el que necesariamente debemos sintonizar para estar en armonía. ¿De qué depende? Quizá de simples causas físicas: de la ionización del aire, del coeficiente de humedad, de los ciclos lunares, del cambio y equilibrio de las estaciones, del mayor o menor ardor de la luz, del misterio nocturno… Sólo sabemos que ese orden está ahí, a nuestro alrededor, como un halo, como una trama invisible, y que nuestro equilibrio depende de su equilibrio, y que nuestra armonía depende de su armonía. …/… Las mentes que en el siglo pasado abrieron el campo de lo transpersonal: William James (el hermano de Henry James, con su valoración y recopilación de los fenómenos místicos en nuestro tiempo): Evelyn Underhill (preocupada por lo que ella llama “la ciencia de lo último” o “la ciencia de la unión” en su monumental Misticismo, obra ahora traducida en lengua española); Otto y su mysterium tremendum; Eliade y su mysterium fascinans; Jung (que fue el primero que consolidó científicamente todas estas ideas con su psicología analítica). Luego, Assaglioli, Maslow, Wilber y sobre todo Grof con sus hallazgos perinatales, son algunos de los que han sabido ir todavía más allá, orientando sus obras hacia la totalidad, explicando progresivamente al hombre cósmico, absoluto, en la vorágine de nuestro tiempo. …/… La alta casa en las laderas de la noche. Desde sus terrazas se intuye abajo el rumor de una fuente y, en la lejanía, sucesión de cabos y de calas, brillos como de lágrimas muy cálidas. Más allá, sólo el resplandor de los faros últimos. La luna

llena, al ascender, va saltando de una cala a la otra y enciende en cada una de ellas estanque de plata. Luego, cuando la luna ha ascendido completamente, ya toda la mar es estanque de infinitud. …/… Por ello, la poesía así concebida es un medio ideal de armonía, pues representa a la palabra inspirada, la que, al pronunciarla, armoniza al ser consigo misma, y, a la vez, al ser con el mundo.

Para este valle parece haber sido escrito aquel deseo de Jünger: (Vivir) “en jardines con árboles altos y en terrazas en cuyas paredes sueña adormilada y vigilante la salamanquesa” Y miro una vez más a la salamanquesa que, incansable, va y viene tras el cristal o por el muro blanco, aparentemente adormilada, pero muy vigilante, con los ojos y la lengua dispuestos siempre a atrapar los insectos. Y esos grandes árboles –el eucalipto, los pinos, las sabinas- sobre los que descansan plácidamente las estrellas. Para estos árboles espesos parece también haberse escrito la dulce recomendación de Virgilio en sus Geórgicas: “Por encima de todo, nos plazcan los bosques”. …/… Y sobre esas rocas, un musgo verde y espeso como nunca lo había visto. ¿Es éste el símbolo que debemos desvelar, después de haber ascendido por el sendero de la ladera, entre las zarzas llenas de frutos, pisando en el suelo embarrado los rojos madroños? ¿Está el mensaje de la 84

ascensión en ese musgo que no sabemos interpretar o acaso el secreto está en el rumor del agua, que nos habla sin hablar, que nos da todas las respuestas sin palabras, sólo con sonidos? …/… Despues de dormir el jardín su largo invierno, nuestras manos deben ayudar a despertarlo: podando, mullendo, sembrando, quitando hierbas, esperando una primavera de lluvias. Como despertamos a medida que avanzamos en el conocimiento. Cuando el jardín despierta, como el ser humano, ya no es necesario hacer nada; sólo fiarlo todo a que los ojos descansen en el verdor, a la contemplación. Como en el tiempo de los frutos de la vida. Hay instantes en el límite en los que sólo te puede salvar el Ángel. …/… La naturaleza llena de genios de que habló Thoreau, el universo poblado de dioses en el que creían los filósofos de la Antigüedad, la energía (qi) que todo lo nutre de los orientales, el mundo en “vibración” de Deepak Chopra, la conciencia “cósmica” de Grof; esa conciencia que acaso sea la que nos salve, la de que el mundo es una precisa y preciosa unidad que todo lo interrelaciona, un saber que empiezan a compartir físicos y místicos. El universo concebido como “un gran pensamiento” (que piensa y nos piensa). …/… Ya no es posible el olvido. Hasta el paso del tiempo es como una savia y que vivifica siempre la carne. Como si siempre nos salváramos en la muerte de los besos. La muerte, el amor: al fin la misma cosa, algo muy parecido a ese hilo que tensan los años que pasan y pasan. El sol cae, pero el sol saldrá de nuevo. ¿Siempre? ¿Como tu cuerpo de entre las sábanas? Así, amaneciendo, tu cuerpo, que vence a la muerte que da vida. Aún. ¿Quién soy yo? Hoy como ayer, y quizá como siempre, este firmamento desnudo y hermoso, que enciende nuestras ansias de eternidad, no responde a estas preguntas decisivas. Bibliografía: Tres tratados de Armonía. Antonio Colinas. Tusquets Editores


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