Número 111 - Album Letras Artes

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ALBUM Nº 111

N 5,5€

American chiefs Bregenz. Voralberg

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◆ ◆

111 Angelica Kauffman ◆ Sorolla Rafael Argullol ◆ Tim Walker


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Balsa del jardín de la casa Sorolla, 1918

SOROLLA,

JARDINES DE LUZ

Museo Sorolla, Madrid Ana Rimblas Mira

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ras su estancia en el Palacio dei Diamanti de Ferrara, donde pudo verse desde el 17 de marzo al 17 de junio de 2012, y tras su paso por el Museo de Bellas Artes de la Alhambra en Granada, en el que ha permanecido desde el 25 de junio al 14 de octubre, esta maravillosa exposición de la obra relacionada con los jardines del genial pintor valenciano llega ahora al lugar más representativo de esta faceta de la pintura del artista íntima y de algún modo realizada al margen de

su obra principal, pero no por ello de menor importancia-: el Museo Sorolla de Madrid, es decir, llega a la casa y al jardín creados por el propio Joaquín Sorolla. La exposición se centra en la obra que el pintor realizó durante el último periodo de su vida, momento en el que se hallaba sumergido en el reto de acabar los grandes paneles de las regiones de España encargados por la Hispanic Society. Para estructurarla los comisarios han elegido dos grandes ejes temáticos, por un lado la pintura realizada 32


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Estudio de la posluminiscencia de la naturaleza, 1891, Museo de Arte de la Universidad de Princeton

AMERICAN CHIEFS Adams y La Farge en el Pacífico Sur Gonzalo Pernas

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n agosto de 1890, John La Farge y Henry Adams guiaron sus pasos hacia el Pacífico Sur para no regresar a sus Estados Unidos hasta el otoño siguiente. De esta manera, Artista y literato hicieron sus particulares y tardíos honores al viaje exótico europeo. Si el dieciocho fue entre otras cosas el siglo de las incursiones orientales –adjetivo que tenía un significado mucho más amplio que el que hoy se le asigna-, la segunda mitad del diecinueve fue para bastantes intelectuales norteamericanos el de la visita a los otros paraísos. Este es el contexto histórico en el que Melville escribió The Encantadas o en el que Frederic Church se encaminó –paleta en mano- a Sudamérica para repetir el itinerario de Humboldt. La Farge y Adams, descendiente directo de dos presidentes, accedieron así al selecto club de los americanos de artes y letras que conocieron

y quisieron inmortalizar la otredad de las culturas no occidentales. Buen conocedor de la etapa orientalista de Delacroix, viajero diplomático, parece que a La Farge le sedujo la idea de alistar a Adams y teñir así sus viajes de un cierto oficialismo que sin duda encontró también en la literatura expedicionaria de Bougainville y James Cook, entre otros. Además y ya en el plano de lo práctico, Adams llevó consigo la primera Kodak portátil (1888) y un encendido afán por registrarlo todo: La Farge podría terminar de desarrollar sus proyectos en el estudio, al regreso, y combinar el plenairismo con el trabajo de taller propio del paisajista tradicional. Pero las aportaciones del literato fueron mucho más allá cuando escribió sobre el carácter quijotesco de la misión de La Farge: lo que verdaderamente buscaba no se podía pintar: atmósferas 40


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Autorretrato, 1775. National Portrait Gallery. London

ANGELICA KAUFFMAN Bajo La égida de Minerva Museo de Arte de Bregenz Jesús Tablate Miquis

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acida en 1741 en Chur, en el cantón suizo de los Grisones, la vida de Angelica Kauffman estuvo desde el primer momento vinculada a la pintura y al Grand Tour. Acostumbrada a viajar desde su infancia siguiendo los frecuentes traslados de su padre, el pintor Johann Joseph Kauffman, tuvo sin embargo una educación esmerada. Su madre la formó musicalmente -tenía Angelica una excelen-

te voz y aprendió a tocar el violoncelo-, y su padre, que muy pronto fue consciente de su gran talento, apoyó y fomentó su vocación de pintora. Así, como la diosa, nació Angelica en los sueños de su padre ya armada con los útiles de las artes y tuvo como cuna un taller de pintor. Dicen que con solo 9 años ya pintó al pastel, en el estilo de la pintora veneciana Rosalba Carriera, su primer retrato. En cualquier caso, a los 12 pintó 50


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Vista general

BREGENZ Voralberg La perla del lago entre montañas Ana Rimblas & Jesús Tablate

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a encantadora ciudad de Bregenz es la capital del estado de Voralberg, el más occidental de los nueve estados federados que constituyen Austria; una región que tiene fronteras con la Baviera alemana, con dos cantones de Suiza, con Liechtenstein y con el Tirol austriaco, por lo que en verdad puede decirse que está enclavado en el corazón de Europa. Desde la cima, a más de 1.000 metros de altitud, del monte Pfänder, por el que circula un tren panorámico, se puede disfrutar de unas hermosas vistas de las impresionantes montañas suizas, del lago de Constaza, de la bella región alemana de Algovia (Allgäu) y de las cimas del llamado Bregenzerwald, es decir, los bosques de Bregenz, un conjunto de boscosas montañas que forman parte

Bregenz, centro antiguo 58


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Stella Tennant, 2007 Diseño de Peter Jensen

TIM WALKER Cuentos de hadas Robin Muir

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a cita que introduce este libro, en una espiral semejante a la estela de vapor del Spitfire que la sigue, es de Jacques Henri Lartigue, de cuando era joven y la fotografía era en sí relativamente nueva. Pocos se han acercado tanto como este niño de siete años a expresar la naturaleza cautivadora del medio, y con una espontaneidad tan instintiva. “¡Son enormes como ogros!”, escribió sobre las cámaras de planchas de su padre, para proseguir: “¡la fotografía es cosa de magia! Algo mágico con todo tipo de olores misteriosos, cosa un poco extraña y aterradora que aprendes a amar con rapidez.” Él solito se subió a mirar por debajo del paño negro de uno de aquellos ogros, y quedó sorprendido ante los “maravillosos colores” de la imagen que apareció, invertida, sobre el cristal esmerilado. “¡Estaba viva! Casi más clara y encantadora que la realidad que observaba.”

Autorretrato, 2010

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Magazine Literario

INTERLUDIO SOBRE EL ARTE Rafael Argullol He vuelto a estos diez tabernáculos casi por fuerza cuando he intentado poner el arte ante el espejo. Habrían podido ser muchos mas, pero difícilmente algunos menos: He vuelto a ellos como quien vuelve a grutas sagradas donde una día vivió una experiencia inolvidable para bien y para mal o más allá del mal y del bien. En esas grutas se puede vislumbrar el auténtico rostro del arte de igual modo que se vislumbra el auténtico rostro del dios.

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on esto quiero decir que los dos rostros son el mismo? Sí y no. Aunque fueran distintos, están tan íntimamente unidos por la paradoja que a menudo aparecen indiferenciados ante nuestros ojos: el arte es el heredero del dios; el arte es el precursor del dios. Lo que en el fragor de las jornadas cotidianas parece una contradicción insalvable es de una suave coherencia desde lo alto de una montaña o desde el fondo del mar. Ésta es la perspectiva que me interesa y me infunde ánimos, aunque no olvido que no la comparten los mercaderes, los críticos y la mayoría de los que van por los foros llamándose artistas para satisfacer su vanidad y hacerse perdonar su ignorancia. El arte es el heredero y el precursor del dios. Este círculo es de hecho su único territorio, si bien, dada su esencia, se trata de un territorio inabarcable en el que caben todas las culturas, todos los lenguajes, todos los experimentos. El artista verdadero, el que le exige verdad a su arte por más que recurra a todas las estratagemas imaginables, cruza incansa-

Covadonga Sarraluga, 2011

blemente el círculo de un extremo a otro, siempre persiguiendo una meta huidiza, extraviándose siempre en un embrujo. Durante días enteros sólo oye esa clase de preguntas sin respuesta que los hombres excitada y angustiosamente han reservado para sus dioses. Pero hay momentos en que le círculo se deja ver en su magnifico esplendor porque quien mira ha llegado a su centro preciso y tras tantos viajes ciegos entre tempestades de polvo percibe que se acoplan sus sentidos. 85

Son los momentos de la hospitalidad, de la belleza del mundo, cuando sobran las preguntas porque sobran las respuestas. Debemos preservar este delicado poder del arte como si fuera la joya más preciada. Sé que es más popular o más práctico o más conveniente hablar del arte de otra manera y aceptar, democráticamente, que arte es cualquier cosa y en especial lo que afirman los periodistas, los profesores, los críticos, los gestores culturales y los igualadores espirituales.


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Magazine Literario

Sin título, 1929 Frantisek Drtikol

No me opongo. Es más: creo que así ha de ser para que estén ocupados en sus labores sin manosear aquella joya. Me he pasado la vida escuchando las ideas que tienen los igualadores espirituales sobre el arte, pero cuando en verdad he sentido la fuerza del arte nunca he percibido el menor indicio de aquellas ideas. Sin embargo, no por esto dejo de agradecer sus palabras, pues para mí han sido como una brújula que me señalara la dirección opuesta a la suya: deja atrás la opinión pública, las condiciones de producción, el mercado, la estructura, la ubicua “problemática”, el enfoque psicológico, el prisma sociológico, el metalenguaje, la hermenéutica, las leyes de la oferta y de la demanda, la teoría, la concepción estética, los ladridos, los aullidos, los gruñidos, los rebuznos, deja atrás todo lo que dicen sobre el arte y algo aprenderás sobre lo que es en realidad pulido de toda ganga. Tenemos que arrancarnos los ojos y las orejas para volver a ver y escuchar. Como tantos otros, estos diez tabernáculos me han ayudado a arrancarme los ojos y las orejas para ver y escuchar de manera distinta, para sentir y comprender en una dirección inédita. Podría citar muchos más. Sin embargo, ninguno ha sido tan importante para mí como el undécimo tabernáculo, aquel que ya está

derruido o nunca ha sido levantado, el que sólo se construyó en una imaginación excitada, el que fue devastado con horrible amor, el que el tiempo ha escarnecido, el ignorado por los demás, el olvidado por todos, el que mata antes de nacer, el demasiado hermoso, el demasiado monstruoso, el que yace en los fondos inalcanzables de la memoria. El undécimo tabernáculo es la montaña sumergida sobre la que se sostienen todos los demás. Tengo la corazonada de que es el paseo espectral el que lleva más lejos. La corazonada, digo, pero podría deciros que es casi una certidumbre, si de desnudar el arte de sus últimas corazas se trata. En el undécimo tabernáculo no hay obras que mostrar o que escuchar. No hay obras. ¿Que hay, entonces? Imaginad un museo construido sobre arenas movedizas. No se me ocurre una imagen más apropiada. Diréis; no se puede construir un museo sobre arenas movedizas. Éste lo ésta. Sus salas son muy especiales. Al recorrerlas lo que suponemos que ha existido se confunde con lo que podría existir y con lo que tal vez existió. La arena es lisa, pulida; pero en su interior están todas las imágenes, todas las palabras, todos los sonidos. El museo que os propongo no es un museo común. En su interior no hay cuadros colgados en las paredes ni estatuas 86

en pedestales. Por consiguiente no son necesarios vigilantes, restauradores, conservadores y ni siquiera público. Tampoco es un lugar en el que se interpreten composiciones musicales, se realicen recitales poéticos o se proyecten películas. Sobran, por tanto, los espectadores, con sus inoportunos carraspeos o los analistas, pavoneándose de sus conocimientos en patéticas batallas, por no hablar ya de los gestores culturales, pues no hay nada que gestionar, o de los políticos, dado que no hay nada que inaugurar. No es un museo de obras; es un museo de instantes. Naturalmente cada uno puede disponer de su propio museo construido en arenas movedizas. Me gustaría guiaros por algunas estancias del mío. Dejaos llevar, por favor, por la sugestión, dejaos envolver por ese crudo y paradójico realismo que nos lleva a percibir lo invisible, lo inaudible, como la existencia más palpable. Bibliografía: Rafael Argullol. Visión desde el fondo del mar. El heroe y el único. Una educación sensorial. El cazador de instantes. Editorial Acantilado.


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