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Celebración de la Pasión del Señor
ESTE DÍA PENITENCIAL Y AUSTERO EN EL QUE MORTIFICAMOS NUESTRO CUERPO CON EL AYUNO Y LA ABSTINENCIA, EN EL QUE CONMEMORAMOS LA PASIÓN DEL SEÑOR, LA IGLESIA LO ACOMPAÑA EN SUS ÚLTIMOS MOMENTOS, EN CADA DOLOR QUE SINTIÓ PARA ARRANCAR NUESTRAS VIDAS DE LA MUERTE.
Desde temprano ese día estuvo lleno de mucha emotividad, con la adoración al Santísimo a primera hora de la mañana, para luego recrear el Vía Crucis con las imágenes de Cristo cargando con su cruz, la de Juan y la de María desde la Capilla Virgen de la Encarnación, hasta el Santuario representando las 14 estaciones camino al calvario, y a su crucifixión; a las 14hs meditamos las siete palabras dichas por Cristo estando en la cruz en agonía cuando estaba redimiendo a los hombres con el acompañamiento del coro Ministerio de música Sembrador entre las meditaciones de las palabras, después de la séptima cuando recordamos su muerte, su cuerpo es cubierto y se dio inicio a la segunda parte del Triduo Pascual.
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La celebración de la Pasión del Señor, una celebración diferente en la Iglesia, puesto que se comulga con la reserva eucarística consagrada el día anterior, es una celebración sin altar, en la que entraron en silencio los monaguillos, acólitos, diáco - nos, el Monseñor Zacarías y el Monseñor Meyer quien presidió esta celebración, se postraron ante la cruz antes de iniciar la celebración, y se colocaron a un costado porque ese día todo se centró en la Cruz Gloriosa de nuestro Señor Jesucristo, la celebración se dividió en tres momentos: la Liturgia de la Palabra, la Adoración de la Santa Cruz en la que se fue descubriendo la cruz, y la Sagrada Comunión y como es continuación de la realizada el jueves santo y que culmina con la Vigilia Pascual no recibimos la bendición, al término de la celebración se llevó a cabo el descendimiento de Cristo en la cruz, y se inició una procesión con el Cristo Yacente, con la imagen de la Virgen de los Dolores y de San Juan, por las calles alrededor del templo y al volver al Santuario dentro del templo los presentes realizaron el tupãitu.
En su homilía el Monseñor Enrique Meyer recordó la humanidad de Cristo y como no le fue fácil pasar por los ultrajes a los que fue sometido, aunque finalmente se ofreció libremente por amor a Dios Padre y a los hombres, él sufrió los dolores como verdadero hombre, y por esa sangre derramada por amor, recibimos los frutos de la liberación de nuestros pecados, y de la muerte. Nos pidió que meditemos sobre el verdadero valor de la cruz en nuestras vidas, porque con Jesús esa cruz dolorosa se convierte en instrumento de salvación para nosotros, por eso las cruces que tenemos no son un castigo de Dios, es en esta cruz donde brota la salvación del mundo.
CRISTO NOS RESCATÓ A PRECIO DE SANGRE