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Cómo se Vive el Duelo en Cherán Kéri Dora María Niniz Romero

CÓMO SE VIVE EL DUELO EN CHERÁN KÉRI

Dor a M a ría N iniz Rom e r o

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La pérdida de un ser querido es muy dolorosa y más si se trata de un familiar cercano, como la madre, el padre, un hermano o un hijo. Cada contexto tiene sus propias formas y características de llevar el duelo, en las ciudades o lugares rurales no se observan costumbres o rituales fuera del día del sepelio y el novenario, donde rezan el Rosario durante nueve días, pero en las comunidades indígenas no es así, el duelo se vive de una manera muy particular.

En la comunidad de Cherán, cuando fallece un niño o una persona soltera, sin importar la edad, acostumbran tronar cohetes de manera constante desde el fallecimiento hasta el momento del sepelio, estos son considerados ángeles. Los padrinos de bautizo son los responsables de ponerle su último atuendo. Cuando el difunto es del sexo femenino le ponen vestido blanco y manto azul, una corona de azares, un cirio blanco y un rosario, es decir, la indumentaria mortuoria representa a la Virgen María. En el caso de los del sexo masculino se les viste con los colores del Sagrado Corazón de Jesús, una túnica blanca, manto de color rojo, una corona de color dorado, un rosario y un cirio que se coloca entre sus manos. Otro aspecto característico es el adorno de una mesa pequeña, la cubren con una manta blanca y decoran de acuerdo a los colores correspondientes al vestido que portan, se colocan unas varas adornadas con papel en forma de arco en los cuatro lados de la mesa, esta es portada por jóvenes o señoritas, según sea el caso adelante del féretro. Cuando la persona que fallece es adulta y contrajo matrimonio no truenan cohetes ni adornan la mesa. Por lo regular los difuntos duran un día en vela, aunque hay casos en que los velan por dos y hasta tres noches, esto sucede cuando tienen que esperar a un familiar del fallecido que radica en Estados Unidos de Norte América.

Tanto en el día como por la noche familiares y vecinos que acuden a dar el pésame a los dolientes colaboran con algo para los requerimientos, como platos, cucharas y vasos desechables, azúcar, pan y café para ofrecer a las personas durante la noche, también aportan arroz, frijol, chiles rojos secos, aceite, maíz, hojas para corundas y nacatamales, queso o alguna cantidad de dinero en efectivo de acuerdo a las posibilidades de las personas, una vela o veladora que encienden frente al cuerpo del difunto y que van cambiando cuando llega otra persona y enciende su vela. Por la noche se acostumbra dar café con un pedazo de pan, para el almuerzo frijoles con queso, al medio día se hace atapakua, este es queso en chile rojo y silantro que se espesa con masa, acompañado de arroz, tortillas hechas a mano y corundas naturales. Al momento de llevar a sepultar al difunto a los hombres se les da una vela y se colocan al frente formados en dos columnas, después va el féretro con las coronas y ramos de flores, enseguida va una niña o niño portando una imagen de algún santo para proteger el camino del difunto hacia su nueva morada, le siguen las mujeres y familiares, así como los acompañantes. Si el difunto profesaba la religión católica es costumbre primero llevarlo a la iglesia donde se celebra una misa de cuerpo presente, al terminar se le lleva al panteón, cuando forman parte de otra religión se les lleva directo al cementerio. Cuando el cuerpo ha sido sepultado la tumba se decora con los ramos de flores y coronas. Desde el momento en que el cuerpo es trasladado rumbo al panteón, en su domicilio particular deben permanecer encendidos cuatro cirios, uno en cada esquina hasta completar veintidós días, no se deben apagar porque estos iluminan el camino que recorre el alma del difunto a la presencia de Dios, de la misma forma se colocan los ramos de flores, por último, se coloca un manto blanco sobre la mesa donde estuvo el cuerpo. Una de las creencias que se tiene en la comunidad, es que durante el novenario los familiares más cercanos no comen carne de ningún tipo, solo verduras y mariscos, porque el cuerpo del difunto está en descomposición. Otra de las creencias es, que durante los veintidós días no se barre la casa para no ahuyentar el alma del espíritu del difunto que sigue visitando la casa, así como quienes participan en el novenario no deben faltar ningún día y deben sentarse durante los nueve días y cuando se hace el levantamiento de mesa en el mismo lugar. El novenario inicia un día posterior al sepelio, familia y vecinos se concentran para rezar el Rosario, de la misma forma personas voluntarias o familiares colaboran con algún antojito para ofrecer a quienes acompañan cada tarde, como atole de blanco con buñuelos, atole de tamarindo con tamales de harina o de trigo, tacos dorados, atole de arroz o de leche, tostadas, gelatina, fruta, entre otros antojitos, siempre y cuando no contengan carne, pues se tiene la creencia de que si se come carne es como comerse el cuerpo del difunto, por lo que la mayoría de las personas respetan este tiempo. Los antojitos que se preparan cada día se comparten con quienes participan en el novenario y los que se encargan de dirigir el Rosario. Es así que el duelo se vive en compañía, no solo con palabras de aliento para los familiares, principalmente con el apoyo para aportar económicamente o en especie y para ayudar a preparar lo que se requiera durante esos días, pero sobre todo la presencia de vecinos y familiares que en ningún momento dejan solos a los dolientes.

Cuando termina el novenario, es decir, a los nueve días se prepara atole negro que se hace a base de cabello de elote, canela y masa azul, también hacen nacatamales, estos son unos tamales muy delgados que se rellenan con atapakua de carne de cerdo condimentado con hierba buena y espesado con masa, también se prepara corundas, tortillas y albóndigas en churipo o caldo de res acompañado de repollo según la costumbre de esta comunidad. Vecinos y familiares llevan canastos de fruta, refrescos, pan o con lo que voluntariamente pueden colaborar, esto se colocan frente a altar donde estuvo el cuerpo del difunto como una ofrenda para él, que se repetirá cada día de muertos y en el aniversario de su fallecimiento, retomando de esta manera las tradiciones ancestrales purhépechas. De la misma forma en trece recipientes se colocan sobre la mesa los nakatamales, el atole, el churipo con albóndigas, los tamales y tortillas, representando a los doce apóstoles y a Jesús Cristo. Este día por lo regular, el rezo del Rosario inicia al medio día, para terminar a la hora de la comida y todos compartir los alimentos que se prepararon. Los rezanderos se encargan de distribuir a todas las personas participantes la fruta, las ollas con el atole y el churipo con albóndigas, los nakatamales, las tortillas y las corundas entre las personas que rezaron el novenario y los familiares más cercanos, la fruta, los refrescos, las gelatinas, o el pan que se colocó en ofrenda al difunto también se distribuye entre los rezanderos, los asistentes al novenario y entre todos los acompañantes que colaboraron con algo o que realizaron los alimentos como agradecimiento por su acompañamiento a la familia.

Cuando se cumplen veintidós días se realiza el levantamiento de mesa, para ello se adorna con flores, uinumo, que es el pelo del pino y una hoja del tipo helecho que le llaman pescadillo, los cuales dejan un aroma especial que elimina todo olor a cirio. Nuevamente, además del atole, nacatamales, albóndigas, tortillas y corundas, se hacen unos tamales de sal que les llaman jaguakatas, estas corundas se preparan con una capa de masa y una capa de frijol con chile rojo. De la misma forma que cuando termina el novenario se colocan las ofrendas nuevamente sobre la mesa, se reza el Rosario, se van apagando los cirios que permanecieron encendidos de acuerdo a las indicaciones de los rezanderos y de la misma manera se comparten los alimentos y las ofrendas. Al terminar de ingerir los alimentos, de inmediato se procede a recoger todo lo que se utilizó en los veintidós días, los candeleros y el crucifijo se entregan de manera inmediata al lugar donde fueron rentados. Así mismo, recogen las flores, los adornos, la manta y la mesa, es decir, todo lo que se utilizó y adornó el lugar, todo se llevan al cementerio y se colocan en el lugar del sepulcro. Se barre la casa, se recoge toda basura y ese día se tira lo acumulado en los veintidós días. De esta manera concluyen las actividades luctuosas, donde familiares y vecinos han estado presentes durante estos días, dando una palabra de aliento a los dolientes y haciendo más llevadero el momento, mientras quienes se quedan se resignan ante la pérdida y ausencia de su ser querido.

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