Año 2 2010
Dirección de Redacción: PH, Residencias Anauco Suites, final Av. Bolívar, Parque Central, Caracs. Apartado postal 17.358 correo electrónico: comunapensamientocritico@gmail.com Diseño y diagramación: Nathaly Bonilla Foto de Portada: UN. Extraída de http://www.aporrea.org/actualidad/n146605.html
ISBN: Depósito legal: Impreso en Caracas República Bolivariana de Venezuela * Éste número ha sido publicado gracias al apoyo de la Fundación Centro Internacional Miranda.
¿ Por Qué Comuna? Comuna: Pensamiento crítico en la revolución es una publicación independiente, comprometida con la profundización socialista del proceso Bolivariano. Es un espacio de debate en construcción que privilegia la pluralidad de enfoques sobre las temáticas que aborda. En ese sentido, su contenido no expresa de ninguna forma un pensamiento único y reivindica el carácter diverso y democrático de los cambios iniciados en Venezuela a partir del proceso constituyente, y bajo el liderazgo de Hugo Chávez. Como su nombre lo indica, esta publicación procura contribuir al avance de la construcción del poder popular revolucionario en Venezuela y el continente, desde una perspectiva crítica, sistematizando y analizando logros y nudos problemáticos. Cada número tendrá un coordinador temático designado por el Consejo Editorial. Comuna: Pensamiento crítico en la revolución es una publicación que defiende y promueve la integración de los pueblos que luchan contra el capitalismo. En este sentido algunos de sus números estarán dedicados a esta dinámica revolucionaria. Su publicación tendrá una regularidad trimestral y cada número será monográfico. Los textos a publicar serán solicitados a los autores y se podrán publicar colaboraciones previa aprobación del Consejo Editorial, siempre y cuando los artículos se refieran al plan de la obra. Los artículos publicados en Comuna: Pensamiento crítico en la revolución se ordenarán en estricto orden alfabético por número y la distribución nacional e internacional estará a cargo del Consejo de Redacción.
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Alberto Müller Rojas, Vladimir Acosta, Aram Aharonian, Rubén Alayón Monserat, Víctor Álvarez R., Santiago Arconada, Javier Biardeau, Carmen Bohórquez, Luis Britto García, Miguel A. Contreras, Luis Damiani, Filinto Durán, Fausto Fernández, Eva Golinger, Gonzalo Gómez, Marta Harnecker, Edgardo Lander, Rigoberto Lanz, Vladimir Lazo, Roberto López, Michael Lebowitz, Juan Carlos Monedero, José Luís Pacheco, Miguel Ángel Pérez Pirela, Rubén Reinoso, Mario Sanoja O., Nieves Tamaroni, Iraida Vargas, Ernesto Villegas, Jose Carlos Carcione, Jonathan Montilla.
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Coordinador de este numero: Luis Bonilla-Molina
Comuna es un espacio plural. El contenido de esta publicación puede ser reproducido total o parcialmente citando debidamente la fuente.
Presentación
Nunca había tardado tanto en la redacción de un documento de apenas 30 cuartillas, y esto a pesar de cubrir una materia sobre la cual he trabajado permanentemente desde mi egreso de la Escuela Militar en 1955. En efecto, la mayor parte de su contenido, por no decir la totalidad, está registrada en ensayos, publicados nacional e internacionalmente; planes de lección elaborados para mi actividad didáctica; artículos de prensa; registros de información Político-Estratégica que he mantenido desde 1982; y, fichas de referencia usadas para mis participaciones en foros y conferencias públicas. Incuestionablemente este presenta el esfuerzo investigativo realizado sistemáticamente por más de 50 años, en donde mi participación en el Instituto de Ciencias Políticas de la Faculta de Ciencias Jurídicas y Políticas y en el Instituto Venezolano de Estudio Políticos y Sociales (INVESR), jugaron un papel relevante en la autoevaluación del esfuerzo realizado La razón de este retraso tiene en su origen, entre otras variables, en mi precario estado de salud; en el deber que me he impuesto de escribir semanalmente un promedio de 4 artículos, conjuntamente con presentaciones de radio y televisión, así como la asistencia a foros y conferencias, donde las condiciones arquitectónicas me permiten el uso de silla de ruedas. Pero con todos esos obstáculos, por fin lo terminé, poniéndolo a la orden de aquellos que desean mejorar sus conocimientos para adquirir conciencia de sí. En éste ensayo no sólo es valioso su contenido. Más lo es, el aporte bibliográfico que suministro con la finalidad de proporcionarle al lector instrumentos que le permitan profundizar en el tema. La referencia, cuyo título resalto en letras cursivas, no señala la página donde aparecen literalmente los textos citados. Esto tiene un contenido andragógico. Un viejo profesor me indicó que el conocimiento se puede tener en la memoria, por lo cual es vulnerable por la tendencia al olvido presente en el ser humano, pero que más eficaz es saber donde está. Eso familiariza el trabajo al estudioso, a través del uso de los índices que permiten conocer el contenido del libro o documento, e incluso, la ubicación precisa del concepto que desea internalizar. Adicionalmente aparecen frases y palabras marcadas en negritas que permitirían ir construyendo un lenguaje que exprese los valores socialistas. Eso sería lo conveniente para unificar la semántica revolucionaria. PATRIA SOCIALISTA , O MUERTE Alberto Müller Rojas
Alcabalas, Seguridad y Guerra Asimétrica
Resumen
El presente ensayo, como escrito breve sin el aparato ni la extensión que requiere un tratado, presenta en términos generales la tesis mediante la cual se sostiene que el problema del logro de la paz no es hoy una cuestión que depende de actores políticos localizados temporoespacialmente. Es un asunto dependiente de actores virtuales que amenazan las posibilidades de paz, entendida dentro del concepto de paz positiva adoptado por la UNESCO, que afecta la humanidad en su conjunto. El ensayo reflexiona sobre el cuadro estratégico actual para concluir que la reinante situación concreta nos presenta una realidad mundial sometida a una crisis permanente a través de la aplicación de la doctrina que regula la ejecución de la llamada Guerra de IV Generación. El continúa enseñando las nuevas amenazas que surgen de la situación de ingobernabilidad provocada por esa crisis permanente, y como resultado de la agudización del desbalance entre el género humano y el sistema ecológico. Se continúa con un examen del caso específico venezolano que concluye afirmando que por efecto de las fuerzas de la inercia (conservadoras) se ha venido tratando el tema bilateralmente como si la cuestión fuese un asunto que dependiese de las relaciones bilaterales con la oligarquía colombiana y el gobierno de los EE.UU. En ese contexto se analiza el papel que ha jugado la alcabala como impuesto regresivo que la cultura nacional, no identificándolo como tal, sino lo reconoce por el lugar donde se cobra. En términos generales el cobro de semejante gravamen ha sido considerado como un instrumento de intimidación para la contención de las protestas y rebeliones populares. En este sentido, se concluye sosteniendo que desde el inicio de la Guerra Fría a este impuesto se le enfrentó uno similar que sustituyó el señorío sobre el espacio físico por el dominio de espacios psicológicos. El ensayo concluye exponiendo la tesis que coloca como la mejor respuesta para reducir la incertidumbre existente a nivel planetario la internacionalización de las fuerzas socialistas como poder constituyente que enfrenta el poder constituido en el sistema político internacional.
Alcabalas, Seguridad y Guerra Asimétrica
1.- Introducción Objetivo El objetivo del presente ensayo es describir y analizar el cuadro estratégico actual confrontado por el Estado venezolano. Alcance Considerando el fenómeno de la globalización, que es la expresión capitalista del internacionalismo socialista desde la dimensión espacial, este ensayo tiene carácter planetario, incluyendo el espacio ultraterrestre –aquel que se extiende a partir de la línea donde se extingue la atmósfera- de propiedad común de la comunidad humana, y el espacio radioeléctrico. Desde la perspectiva temporal se cubre el corto plazo (5 años contados a partir del instante actual). Marco Conceptual Básicamente el trabajo se desarrolla dentro del marco que proporciona la Teoría de los Juegos. Esta es una tesis sobre la conducta racional del ser humano y sus agregados frente a sus oponentes, esperando ambos mutuamente comportarse de esa manera; lógicamente. En el campo estratégico –esencialmente pragmáticola racionalidad no la define ninguna concepción ética. Estas están relacionadas con las políticas que en la visión del materialismo histórico surgen de la vida práctica (la praxis). La racionalidad estratégica corresponde a la idea de ganancia/pérdida no en términos únicamente económicos, sino en relación con los objetivos y fines que establece la política (Schelling, Thomas C., The Strategy of Conflict, Massachussets, Harvard University, 1980) Situación La República Bolivariana de Venezuela, constitucionalmente orientada por la visión del humanismo, esta dirigiendo su acción política a través de un consenso popular dentro del marco teórico proporcionado por el materialismo histórico como mejor expresión de ese humanismo. Específicamente lo hace dentro del enfoque plural del llamado Marxismo Crítico. Una concepción fundamentada en la ciencia, la cual desde sus orígenes ha tenido como fin (valor político orientador) el logro de la paz. Así quedó claramente expuesto en la Primera Internacional Comunista (Londres, 1864) y ratificado en los tres intentos subsiguientes. 14
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Obviamente su política es esencialmente pacífica, lo mismo que los objetivos estratégicos y tácticos que de ella se desprenden. En término general, semejante accionar no representa ninguna amenaza para ningún actor político interno o externo, a menos que se considere como tal la asociación organizada de coaliciones políticas sin fines bélicos, nacionales o internacionales, con actores que comparten fines y objetivos. Es un derecho consuetudinariamente reconocido tanto para los miembros de las comunidades políticas como a los pueblos intervinculados que en un movimiento estructurante han venido configurando el actual Sistema Internacional. De hecho tanto los sistemas políticos representados por los Estados nacionales, como la de este sistema planetario, tienen como actores fundamentales instituciones que representan coaliciones de ciudadanos o de pueblos, según el caso, que expresan las contradicciones presentes en estos dos niveles de la organización sociopolítica de la humanidad. Ello ha sido así desde la revolución industrial a mediados del siglo XIX, hasta la conformación oficial de un Imperio a partir de la década de los 80 del siglo XX. Un sistema de dominio, el cual como señaló Lenin, corresponde a la fase de descomposición del capitalismo en la que el librecambio es sustituido por el monopolio y los oligopolios, conjuntamente con el capital financiero. Un buen análisis sobre esa disgregación del Imperio cuyas raíces se encuentran en la Doctrina Monroe, elaborada por John Quince Adams (1823), y fundamentalmente en el Corolario Roosevelt a esa doctrina sustentada en la tesis geopolítica elaborada por el Almirante Alfred Mahan (1904), puede ser estudiado en la obra del historiador británico Paul Kennedy, Auge y Caída de las Grandes Potencias (Barcelona, Plaza y Janes Editores, 1989). Semejante Imperio tiene su polo integrador en el conocido complejo militar-industrial originalmente estadounidense, hoy transnacionalizado. Hablando del tema dice Istvan Mészáros (Más Allá del Capital, Caracas, Vadell Hermanos Editores, 2001) que “Aun en los países en los que la participación directa del complejo militar-industrial en la economía nacional resulta relativamente pequeña (en comparación con los Estados Unidos y algunos otros), la expansión productiva continuada de las economías nacionales concernientes no se puede separar de la importancia global de la producción militarista recién descrita, en relación con la dependencia aparentemente incurable de la economía norteamericana y del complejo militar industrial preponderante dentro de esta última”. O sea que semejante estructura de poder se ha transnacionalizado, actuando autónomamente en el marco del mercado globalizado considerado como ente ordenador más eficaz que la política. Dentro de este concepto de transnacionalización, 15
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el Imperio como lo definen Antonio Negri y Michael Hardt (Empire, Boston, Harvard University Press, 2000) es una estructura desterritorializada sin limites espaciales ni temporales, soporte de una red globalizada de instancias y actores productivos que instaura un orden mundial en el que se instalan y conviven todos los poderes y todas las relaciones de poder existentes en este momento histórico. Su razón de ser depende de su capacidad para mantener esa convivencia. Es decir, resolver o neutralizar los conflictos que se planteen entre esos poderes que allí se integran. En ese contexto le corresponde al Imperio instituir una concepción jurídica basándose en el desarrollo de una teoría y en sus propuestas prácticas. Una tarea hasta ahora no realizada, la cual supone la elaboración de una proposición que ofrece la pacificación de un ámbito espacio-temporal ilimitado frente a unos conflictos localizados y temporalmente limitados, tal como eran concebidos estos en la modernidad. De modo que al carecer de síntesis esta situación paradójica el Imperio se presenta como crisis, especialmente cuando se considera casi por definición la exclusión automática de los pueblos que habitan lo que los propios geopolíticos estadounidenses han llamado el arco de inestabilidad del planeta. Un espacio que como un cinturón nace en Los Andes suramericanos y termina en los archipiélagos de El Pacífico pasando por el África y el sur de Asia, en el cual se incluyen los pueblos que por la práctica del neocolonialismo o la persistencia del colonialismo, perdieron o nunca tuvieron el ejercicio de la soberanía como fuente de poder para actuar políticamente dentro del sistema internacional. De allí que sea explicable que esa situación de crisis se haya planteado en ese espacio como resultado de la resistencia de esos pueblos a perder su sentido de trascendencia histórica. En otras palabras, a usar el presente como base de lanzamiento para proyectar su futuro. Serían, para quienes sostienen la vieja idea del Imperio, pueblos sin porvenir usados como reservorio de materias primas y trabajo alienado para alimentar los poderes que son integrados por ese mercado globalizado. Esa estructura a la cual se refiere Negri y Hardt concretamente configurada por los Estados que integran la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) formada por los 20 países capitalisticamente más desarrollados del planeta, que tienen en su cúspide el Grupo de los 7 + 1 (Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Peino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, EEUU, y la Unión Europea, a los cuales se le añadió Rusia). Pero los conflictos no se han presentado justamente entre los poderes rivales que realmente se han afiliado dentro del sistema imperial, incluyendo las llamadas 16
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potencias emergentes (China, India y, con reservas, Brasil). Se han desplegado en el área de inestabilidad del planeta, espacio en el cual se supone que los pueblos que la habitan carecen de capacidad y voluntad para desafiar el poder instaurado en el Sistema Internacional. En ese sentido el historiador británico, nativo de Egipto, Eric Hobsbaswn (Guerra y Paz en el Siglo XXI, Barcelona, Editorial Critica, 2007) vaticinó para los inicios del siglo XXI un período de guerras agresivas asimétricas -como la de la OTAN contra Yugoslavia, o la de la Federación Rusa contra Chechenia- en cualquier parte del mundo, impulsadas por las naciones que las pueden entablar y que cuentan casi con la certeza de ser los vencedores bajo cualquier circunstancia. Anota que no serán guerras mundiales como las ocurridas el siglo XX, incluyendo la Guerra Fría, a menos que el Imperio y su principal poder de acción, los EE.UU., decidan introducir un conflicto con China, a la cual le añado uno con la Asociación de Estados Independientes focalizada por Rusia. Con respecto a las diferencias entre el pasado, la Guerra Fría, y la actualidad, observó que los gobiernos han venido perdiendo el control del orden público en sus territorios desde hace unos 30 o 40 años. Lo que se ha conocido como ingobernabilidad, un hecho que se ha traducido, muy especialmente en los EE.UU., en un incremento notorio del terrorismo contestatario conjuntamente con la perdida de capacidad de los Estados para controlarlo (Se reportan 338 grupos activos que practican o han practicado el terrorismo contestatario en los EE.UU.). Se puede afirmar hoy en día, y así lo sostengo, que la Federación estadounidense es ingobernable. En consecuencia, se trata de un fenómeno nuevo y diferente. Como tal, indica que dentro de las circunstancias que se crean a partir de esta variación estructural del sistema de conflictos es difícil para las potencias convencer a sus ciudadanos de ir a la guerra para matar o morir como en las viejas guerras del siglo XX. Hoy horroriza a las comunidades políticas cuando ven un pequeño grupo de personas preparado para matar o morir. Desde la guerra de Vietnam hasta las actuales de Irak y Afganistán las grandes formaciones militares no aterrorizan como lo hacen los equipos de fuerzas especiales, grupos paramilitares y partidas guerrilleras, o el miedo a las armas teledirigidas con precisión. El teatro de la guerra, como lo afirman Alvin y Heidi Toffler (Las Guerras del Futuro – La supervivencia en el alba del Siglo XXI, Barcelona, Plaza & Janes Editores, 1994) se corresponde al paso de la economía de la fuerza bruta a la de la fuerza mental, por lo que es absolutamente necesario crear un nuevo tipo de guerra: “Guerra de la Fuerza Mental”. Así el Teatro hoy no se define en términos espaciales cuyo dominio precisa el logro del objetivo político –imponer la voluntad al adversario- sino que es determinado por la influencia 17
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psicológica sobre las masas. Esas masas que hoy vemos aterrorizadas por pequeñas bandas de insumisos o indómitos dispuestos a morir o matar a lo largo y ancho del territorio del Estado. Aparece lo que puede llamarse con propiedad la paranoia de la seguridad registrada por las encuestas de opinión. Para el desarrollo de esta concepción, dentro de la cual, según afirman los Toffler, se muta la práctica para el diseño ortodoxo de estrategias elaborándose toda una doctrina que esta guiando la acción militar a escala internacional. Se trata de una revolución en el ámbito de la polemología explicable mediante la aplicación de una metáfora construida a partir de lo que denomina la física quántica superposición de estados (un momento en el cual un quantum de energía está en “transito” entre energía o materia, o viceversa, Por instantes se puede percibir como materia y en otros como energía, o simplemente no se puede percibir). Y es así como es observable el predominio de la fuerza bruta destinada al control de espacios en la estrategia estadounidense, y mucho menos notoria, hasta hacerse en ocasiones imperceptible la acción terrorista concebida en el marco de esta nueva forma de confrontación que se ha venido identificando como Guerra de IV Generación. Una concepción que se deriva del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano elaborado en 1997 con el propósito de vertebrar un sistema que consagre la hegemonía de los EE.UU. en el siglo XXI. Entre sus diseñadores se encontraban Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz, John Bolton, Richard Armitage y Richar Pele, todos integrantes del círculo de hierro del Presidente Imperial George W. Bush (Vocero del Imperio sin poder de decisión). La formulación de esta doctrina consagró la guerra preentiva (Una acción bélica iniciada ante la posibilidad que en el futuro una potencia pudiese ser una amenaza a la seguridad estratégica del Imperio)1 fue legalizada en el documento sobre estrategia de seguridad presentado al Congreso de los EE.UU. el 20/09/2002. Previamente, la materia había sido debatida (10/7/2002) en la conferencia titulada “El Futuro de la Política Exterior Norteamericana” convocada por el Weatherhead Center for International Affairs de la Universidad de Harvard. Este debate estuvo dominado por dos posiciones extremas: una autoproclamada imperialista que consideraba legitimo el intervencionismo de los EE.UU. en cualquier situación internacional de amenaza; la otra, aislacionista, sostenida en la tesis del balance de ultramar2 la 1 Hay que diferenciar este término de la idea de Guerra Preventiva totalmente legítima. En esta, ante los indicios evidentes de la proximidad de una agresión militar, el potencial atacado se adelanta a la acción del adversario para desordenar su ofensiva. 2 Por cierto la estrategia usada en el marco de las relaciones colombo-venezolanas durante todo el período de la Guerra Fría.
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cual postulaba que los EE.UU. no deben intervenir, sino enfrentar una contra otra a potencias regionales para que se controlen o se eliminen entre sí. Por supuesto se impuso la primera línea como ha sido fehaciente. Lógicamente ambas posturas son unilateralitas y están basadas en la aplastante superioridad militar norteamericana, sin considerar para nada ningún tipo de coalición ni consenso. Una demostración de la arrogancia del poder sobre la cual advirtió en senador Fullbright. Para su desarrollo previeron la formula 4+2+1 (4 lugares en los cuales EE.UU. ejercería poder disuasivo; 2 guerras simultáneas; 1 ejercicio del poder vinculado a la capacidad de cambiar gobiernos). No obstante sería un error considerar que esta orientación estratégica nace con el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano. Tiene sus raíces en la Doctrina Monroe, que sustentó la idea del panamericanismo a través del Corolario Roosevelt, y en su versión actual mediante el Corolario Kennan que extendió el ámbito de la seguridad imperial a todo el planeta mediante una estrategia de contención al comunismo. Sostiene George F. Kennan en su obra (Las Fuentes del Comportamiento Soviético, Nueva York, Foreign Affairs, 1947) que el régimen soviético es expansionista por naturaleza y que su influencia debe ser contenida en las áreas de interés vital para los EE.UU. Y así se desarrolló una praxis de doble acción que combinaba la disuasión mediante la destrucción mutua asegurada, con un efecto paralizante en la dinámica internacional con rasgos equivalentes a la guerra de trincheras de la I Conflagración Mundial, con una estrategia indirecta que el polemológo francés André Beaufre (Estrategia de la Acción, Buenos Aires, Pleamar, 1973), bautizó como una praxis total en el modo indirecto. Al respecto Stanley Hoffmann (Primacy or World Order – American Foreign Policy since the Cold War, New York, Mc Graw Hill Book Co.,1980) señala que “a nivel global se establecieron 3 estructuras: Primero, por ensayo y error se desarrollaron gradualmente reglas del juego entre los dos superpoderes, ansiosos de prevenir su contencioso de una degeneración a un holocausto mundial. Una de esas reglas informales fue el no recurrir a armas atómicas uno contra el otro o los otros aliados (aunque la amenaza a utilizarlas no se excluía y servía como un instrumento estabilizador). Una segunda regla fue el evitar enfrentamientos militares entre sus fuerzas armadas. Esto significó que su juego de la gallina debía finalizar con la retirada de uno de los jugadores y no en un combate: las crisis podrían conducir a derrotas pero no
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a guerras3. Una tercera regla fue el lento (y para América) penoso aprendizaje de las guerras limitadas, no entre los principales adversarios, sino entre uno de ellos y los aliados o clientes del otro, guerras cuyos objetivos, medios y alcances tenían que ser calculados de manera tal que se evitaran los riesgos de escalada, aun sí estas restricciones producen una clara victoria o un arreglo rápido imposibles. Posteriormente surgió el principio del control de armas nucleares entre Washington y Moscú. Al parecer estas reglas se siguen aplicando en la actualidad. Pero como afirma Manus I. Midlarsky (On War – Polítical Violence in the International System, Nueva York, The Free Press4) “Para entender el rol del poder en relación con la violencia política – una aproximación que puede haber sido ignorada por Clausewitz y otros- es necesario considerar su desarrollo conceptual previo y sus aplicaciones empíricas. Ciertamente, el concepto de poder ha sido tradicionalmente una preocupación primaria en el estudio de las políticas; sin embargo, por un tiempo apareció como si el concepto hubiese caído en desuso como foco específico de investigación. Su renacimiento contemporáneo se ha realizado principalmente de las manos de aquellos cuyo propósito sería su cuantificación y aplicación sistemática”. En ese sentido, sus reflexiones continúan afirmando que en el estudio de las políticas se ha pensado que el “quantum de poder” es una unidad apropiada de medida para sistematizarlo como foco de análisis, lo que posibilita en consecuencia el tratamiento matemático de la política. Dentro de esas deliberaciones establece la necesidad de diferenciar entre el poder como atributo del poder como ejercicio. Es este último el que despierta interés político y estratégico, pues es este el que permite reducir la incertidumbre que genera la acción de los actores políticos. En otras palabras, es el mecanismo que optimiza la seguridad estratégica de un actor dentro del juego político que se desarrolla en el sistema internacional. Sin embargo, es posible la sobreestimación del poder por parte de un actor en un instante histórico dado, lo que representa la aparición de un nivel de incertidumbre en cuanto a su seguridad estratégica. Fue semejante incertidumbre la generadora de las crisis regionales y locales que marcaron la aplicación de la estrategia de acción indirecta durante la Guerra Fría. Y es esa misma sensación de inseguridad la que esta provocando las crisis regionales y locales que 3 A esta circunstancia se le puede atribuir el despliegue de bases avanzadas de los EE.UU. a lo largo y ancho del planeta y de sendas fuerzas de tarea navales, lideradas por un portaviones, que incluyendo fuerzas de desembarco se desplegaron en los océanos del planeta. El objeto de tales despliegues era el permitir una rápida movilidad estratégica que garantizase su presencia en los sitios de crisis. 4 Se omite la fecha de edición de la obra por cuanto el ejemplar consultado es una copia fotostática del original que carece de este dato.
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caracterizan el momento actual. Es la inconsistencia del status que la soberbia les impuso lo que produce la frustración que los inclina al ejercicio del poder como medio para buscar una seguridad estratégica inalcanzable. Ciertamente, como se anotó, la percepción determinista del Imperio sobre el fin de la historia esbozada por Francis Fukuyama (El fin de la historia y el último hombre, Barcelona, Editorial Planeta, 1992)5 desató la soberbia imperial sobre la cual hizo alusión el senador J. William Fulbright (La Arrogancia del Poder, México, Fondo de Cultura Económica,1976), considerando que la superioridad militar y económica de los EE.UU., su principal agente de acción en el contexto internacional, garantizaba la seguridad total de su estructura. En este orden de ideas, la primera contradicción experimentada por la política imperial sustentada en la tesis de Fukuyama se planteó como consecuencia de la crisis existencial de la Alianza Atlántica. Realmente la derrota del comunismo cosificado en la URSS y el Pacto de Varsovia, eliminó la razón de ser de la OTAN cuya existencia estaba condicionada por la amenaza representada por las posibilidades de agresión armada a los países centroeuropeos en proceso de integración. Por ello no puede asombrar que la crisis mundial provocada por los actos “terroristas” del 11 de septiembre de 2001 condujesen a una declaración de guerra dos días después contra ese actor político, también desterritorializado como el Imperio, que aparece como sustituto a la amenaza militar que había representado el mundo comunista asociado dentro del Pacto de Varsovia. La posibilidad del inicio de un proceso de pacificación abierta por los últimos resultados de la Guerra Fría, implicaba un total debilitamiento del complejo militar-industrial base económica del Imperio, pero así como se necesitan blancos tangibles para la fuerza militar “terrorista” como las Torres Gemelas de Nueva York, el Imperio igualmente demanda de objetivos físicos para utilizar su poder. Por ello la acción militar se dirigiría contra aquellos Estados que “protegiesen el terrorismo internacionalizado”, los denominados “Estados delincuentes”. En concreto con esta decisión se engañaba la opinión pública interna en relación con la impotencia del Estado para controlar este nuevo tipo de violencia que tenía ya varios antecedentes. Un hecho que la nueva administración continúa utilizando dentro de política interna. Ello tendría según el criterio del complejo militar-industrial un efecto secundario positivo al provocar la unificación de los países de la Alianza y del pueblo norteamericano ante una amenaza común dirigida contra el mantenimiento del mercado global 5 Es de hacer notar que Fukuyama filosóficamente se adscribe tanto a las concepciones de la dialéctica hegelianas como marxistas
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como instrumento de implementación del orden internacional. No obstante, el cansancio y el costo material y político de la prolongada Guerra Fría no sólo en los países europeos, sino incluso internamente en los EE.UU., condujo a una escisión en las posiciones mediante la cual a la postura belicista del Vicepresidente Dick Chaney, respaldada por Lewis Libbi, Subsecretario de Defensa, y representantes conspicuos del complejo militar-industrial que agregó los países de la corriente atlantista de la Alianza (Inglaterra y España principalmente), se le enfrentaba la postura de los países que conformaban la corriente europeísta de la Unión Europea6, y curiosamente en el marco político interno, el Secretario de Estado Colin Powell. Se materializaba así una situación innovativa que se intentó solucionar mediante la convocatoria de la reunión de Praga celebrada la tercera semana de noviembre de 2002. En la anteriormente citada reunión se acordó el mantenimiento de la OTAN sobre la base del hecho mediante el cual ella permite canalizar la energía del Imperio multilateralmente, con lo cual se anula su autocracia. Correspondió esto a una decisión que implicaba la asignación de nuevos roles a esta estructura de orden internacional. Y fue así como se le fijaron tres tareas básicas: una, proveer un foro para europeos, estadounidenses y rusos, a fin de discutir materias estratégica de interés común (proliferación nuclear, “terrorismo”, defensa misilística, la solución de situaciones internacionales como la que se presentaba en esos momentos en los Balcanes, manteniendo la presencia yanqui en Europa; dos, proveer un mercado único de armamentos y tecnología de defensa; y, tres, impulsar la interoperatividad de las fuerzas miliares de sus integrantes, ya sea como fuerzas de paz, ya sea en acciones de guerra (procedimientos operativos comunes, estándares técnicos compartidos y reglas correspondidas para empeñarse en combate (engagement). A esto hay que añadir el reciente acuerdo para el establecimiento del Consejo OTAN-Rusia, en el cual se incorporan los Estados nuevos que integran la OTAN (Lituania, Estonia, Eslovenia, Eslovaquia, Bulgaria y Rumania). Con todo esto la Alianza Atlántica, cuando se considera la heterogeneidad de sus miembros, deja de ser una coalición militar para convertirse en un foro político. Pero aun en ese encadenamiento la guerra – y lo que en cierta forma representa 6 Efectivamente, en el seno de la antigua Comunidad Económica Europea, hoy Unión Europea, se habían venido desarrollando dos corrientes, una que privilegiaba la acción diplomática sostenida principalmente por los mayores países industrializados del viejo continente (Alemania, Italia y Francia), frente a la corriente belicista estimulada por el poderío yanqui. Dos manifestaciones tuvo la primera corriente: la llamada “ostpolitik” formulada por el Canciller Alemán en 1970, y la declaración del Presidente Francés Charles De Gaulle, que la antecedió (2/11/59) mediante la cual el mandatario expuso que la OTAN había dejado de ser una alianza al convertir los países europeos en subordinados, tomando la decisión de retirar las fuerzas francesas de ese aparato militar y asumir unilateralmente la defensa de su país.
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lo mismo: las misiones de paz- pende como un mecanismo contrario a la paz considerada como un derecho humano esencial. No se puede pensar esta circunstancia referida a casos específicos en particular. Tiene que estimarse dentro de la totalidad del ámbito humano. Es una amenaza planetaria debido a la interdependencia de las formaciones sociales que hizo posible la globalización del mercado. Un hecho que impuso la cultura de la modernidad que transformó al ser humano de ciudadano en simple productor y consumidor. Pero esa cultura no ha sido universalmente aceptada. Ella se ha impuesto únicamente en las élites sociales y económicas de los pueblos. Las masas se han mantenido con variaciones en algunos casos significativas, dentro de las culturas de las civilizaciones que actualmente coexisten en el sistema internacional. Arnold Toynbee (Estudio de la Historia, Buenos Aires, Emecé Editores, 1953, Tomo I) encuentra 5 civilizaciones presentes en la actualidad histórica: la judeo-cristiana u occidental; la cristiana ortodoxa; la islámica; la hindú; y, la sínica o del lejano oriente. Esta idea de civilizaciones para Toynbee no es el producto de un encuadramiento mecánico por razones de raza, idioma, o vecindad. Ella responde a tres criterios bien definidos: La existencia de un Estado universal (un Imperio); La presencia de una Iglesia universal; y, finalmente lo que el define con el complejo término de wölkerwanderung (Viaje o migración de los pueblos), generalmente identificándose a las poblaciones dispersas en otros espacios del planeta, no encuadradas en una civilización, como bárbaros o un vocablo equivalente. Estas al incorporarse al Imperio aceptando los valores éticos de la iglesia dominante se configuran como el proletariado interno de ese conjunto civilizatorio. En ese marco, en la actualidad se puede admitir el surgimiento de una nueva civilización en el espacio que identificamos como Nuestra América. Esta en proceso de formación un Estado Universal, la Unión Suramericana de Naciones; una iglesia con pretensiones universales, la Teología de la Liberación; y, su conformación es el resultado del viaje o migración de los pueblos. Es la presencia de este cuadro lo que ha permitido ubicar la actual conflictividad dentro de la concepción de la guerra entre civilizaciones, donde necesariamente tiene que incluirse este conjunto humano que José de Vasconcelos identificó como raza cósmica (La Raza Cósmica, Obras Completas, México, Libros Mexicanos, 1956) Así la humanidad hoy en día se mantiene en un estado de guerra dentro del cual el Imperio ha tratado de aplicar al máximo su poder, que como se comentó supone la disuasión simultánea en 4 lugares, específicamente frente a la civilización cristiano ortodoxa, la islámica, la hindú y la sinica; la ejecución de 2 guerras, y el desmontaje de un régimen de gobierno, el caso de Honduras. Los resultados 23
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como se pueden constatar han representado sendos fracasos. Continúa la proliferación nuclear conjuntamente con el “terrorismo contestatario”; las guerras de Afganistán e Irak representan causas perdidas; y la desestabilización del gobierno hondureño, aparentemente exitosa hasta ahora pero que aún no se ha consumado. Y en ese particular la decisión ya no está en manos del Imperio, le corresponde al Consejo OTAN-Rusia. No obstante este fiasco, los riesgos de guerra no han desaparecido. Evidentemente el mantenimiento del poder constituido a escala global en manos de la Alianza Atlántica es un desafío frente al cual se colocan las restantes civilizaciones aunque las aspiraciones del mundo capitalista se limiten a la primacía abandonando sus ambiciones hegemónicas.Y en ese marco el fenómeno bélico continuaría expresándose como lo ha hecho hasta hoy fundamentalmente con el poder blando, aun cuando lo aparente en ese proceso de superposición de Estados, sea el uso del poder duro. Un hecho que evidencia que la amenaza a la paz mundial continua es la resolución aprobada por el Consejo de la OTAN-Rusia del 3/12/09 de reforzar la capacidad militar de la Alianza en Afganistán. Es la Guerra de IV Generación la que esta en curso. Para el desarrollo de esa Guerra de IV Generación, como es la práctica de las fuerzas conservadoras, se diseñó una doctrina que contrasta actualmente con la idea de teoría que sostiene el socialismo científico. Ciertamente corresponde el concepto de doctrina a una enseñanza magistral que se imparte como una verdad absoluta. Disiente esta noción de la idea de teoría por cuanto esta responde a un conocimiento que tiene un valor relativo de acuerdo al paradigma orientador del desarrollo científico en un momento dado de la historia. Sostiene Thomas S. Kuhn (The Structure of Scientific Revolutions, Chicago, The University of Chicago Press, 1970), que la ciencia normal entendida “como investigación basada en uno o más logros científicos, logros que alguna comunidad científica reconoce por un tiempo como proveedores de fundaciones para su práctica posterior” son los que corresponden a los textos que se popularizaron a principios del siglo XIX que “exponían el cuerpo de la teoría aceptada, ilustraban muchas o todas de sus aplicaciones exitosas y comparaban estas explicaciones con observaciones y experimentos ejemplares”. Es dentro de esta tesis que la palabra paradigma adquiere un significado que lo hace equivalente al concepto de doctrina antes expuesto. Es decir que la ciencia se presenta como un dogma, de una manera determinista. Así se puede hablar usando indiferentemente los términos doctrina y teoría como si fuesen sinónimos. De allí que cualquiera podría referirse, por ejemplo, al materialismo histórico como una ciencia o como una doctrina, pues su planteamiento era un artículo de fe 24
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de la misma naturaleza que los dogmas religiosos. No hacerlo se consideraba como apostasía o traición. Eso fue lo que creó el severo fraccionamiento experimentado por los movimientos socialistas. Pero afirma Kuhn “que es necesario considerar el problema que le proporciona el título a su ensayo”, definiendo las revoluciones científicas como “aquellos episodios progresivistas no acumulativos en los cuales el viejo paradigma es reemplazado total o parcialmente por uno nuevo incompatible”. Es el caso de la teoría del caos fundamentada en la física cuántica y la teoría de la relatividad principalmente que antagoniza la visión newtoniana de la física aceptada por la “comunidad científica” establecida. Agrega el profesor de filosofía e historia de la ciencia del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) que tales situaciones son equivalentes a las revoluciones políticas pues representan la disconformidad de una fracción minoritaria de la comunidad científica que las impulsa con la reacción correspondiente del sector mayoritario. Es decir, que su dinámica se realiza en el marco de una lógica dialéctica donde se admite que la verdad científica es relativa y corresponde en cada caso al paradigma que orienta la práctica de la investigación en un instante dado de la historia. Es una mecánica que sustituyó el viejo determinismo científico por el emergente posibilismo. Dentro de ese cuadro es donde aparece la doctrina de la Guerra de IV Generación como expresión del concepto de la ciencia establecido por las fuerzas conservadoras. La doctrina de esta Guerra de IV Generación, establecida en el Manual de Operaciones Decisivas Rápidas (ODR, en sus siglas en inglés) tiene como fin el logro de una victoria expedita mediante el ataque a la coherencia de la habilidad del enemigo para combatir. Para este fin emplea las ventajas asimétricas en conocimiento, precisión y movilidad a objeto de crear el máximo shock psicológico en el objetivo de la acción. Con esta orientación prevén una estrategia que hace uso completo de operaciones de información sobre las capacidades políticas, económicas y militares del adversario para simultáneamente influirlo, intimidarlo y coaccionarlo. Estas operaciones tienen como hilo conductor el concepto de operaciones de efecto base. Una idea definida vagamente mediante la cual se encamina la acción a concentrarse sobre todos los elementos del poder nacional del oponente, no solamente la fuerza militar, para lograr resultados políticos. Los blancos pueden ser: un objetivo o estructura física; una ubicación geográfica; una red o sistema; parte del espectro electromagnético; y, una persona, grupo, organización o población. En esta acción se concentran en la posibilidad de obtener puntos de palanca en entidades con influencia política en la sociedad objetivo (liderazgo militar, opinión pública y diversas instituciones económicas y religiosas). Todo 25
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basado en el concepto de la crisis permanente en el sistema internacional. Es este el cuadro actual dentro del cual se desarrolla la existencia del sistema internacional. Una estructura que mediante la legitimación de un derecho de injerencia por parte del poder establecido planetariamente, ejercido a través de las instituciones de orden supranacionales, conjuntamente con la revolución científico-tecnológica, lograron borrar los límites de los Estados y anular su soberanía. En esto se sintetiza el cuadro estratégico actual en el cual la antítesis esta materializada por las fuerzas antiglobalizadoras con una tendencia manifiesta a la internacionalización, que han venido fortaleciendo la idea del Estado revolucionario.
2. Las nuevas amenazas a la seguridad estratégica La amenaza a la seguridad estratégica del planeta no es nueva. Es de la misma naturaleza de la que estuvo presente durante la Guerra Fría: el temor a un holocausto nuclear que destruyese la vida en la tierra. Lo innovativo de la actual situación es la proliferación del armamento nuclear y sus medios de envío en abierta contradicción a lo establecido en el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares de 1968. Efectivamente este acuerdo internacional estipula7 que “cada Estado poseedor de armas nucleares (para el momento EE.UU., URSS y China) se compromete a no traspasar a nadie armas nucleares u otros dispositivos nucleares explosivos ni el control sobre tales armas o dispositivos explosivos, sea directa o indirectamente, y a no alentar ni inducir en forma alguna a ningún Estado no poseedor de armas nucleares a fabricar o adquirir de otra manera armas nucleares, u otros dispositivos nucleares explosivos, ni el control sobre armas o dispositivos explosivos”. Más aún, “cada parte del tratado se compromete a celebrar negociaciones de buena fe sobre medidas eficaces relativas a la cesación de la carrera de armamentos nucleares en fecha cercana y al desarme nuclear y sobre un tratado de desarme general y completo bajo estricto y total control internacional”. Pero tal compromiso no fue compatible con la idea expresada por el General Beaufre sobre la acción indirecta como estrategia total para dinamizar el desarrollo de la confrontación bélica entre los superpoderes. Se trataba de una noción que envolvía el concepto del balance de poder en ultramar. Fue así como durante 7 Efectivamente el Tratado no ha sido derogado, y por lo tanto tiene plena vigencia. De hecho es el instrumento legal que emplea la Comisión Internacional de Energía Atómica, creada por ese Tratado como instrumento de control y verificación para ejercer esas funciones en los casos de Irán y Corea del Norte.
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ese período se alentó y se indujo el desarrollo de armas nucleares en estados como la India, Pakistán, Israel y Sudáfrica, para dentro de esta idea neutralizarse o destruirse mutuamente sin el compromiso directo de las superpotencias en colisión. En esos años se habló de la posibilidad de estructurar una Organización del Atlántico Sur, y se tuvo conocimiento del inicio de investigaciones, en el área de la física nuclear, en Argentina y Brasil, con miras al desarrollo de armas nucleares. Así las cosas, la proliferación de estos instrumentos bélicos se ubicó dentro de la estrategia para la acción desarrollada durante la Guerra Fría. No es un problema generado por la coyuntura actual marcada por la Guerra de IV Generación. Lo que hace novedosa la cuestión en este momento es el fenómeno de la ingobernabilidad presente fundamentalmente en los países capitalisticamente desarrollados. Un fenómeno que contrasta con la creciente gobernabilidad de los Estados contestatarios. Es en ese marco donde la amenaza del “terrorismo contestatario” se utiliza como instrumento para intentar producir la cohesión interna y externa de los defensores del capitalismo. En otras palabras, es el mecanismo que se emplea para el mantenimiento del poder establecido en lo que se concibe como un Estado planetario, en el cual la función distributiva se centra en las corporaciones transnacionales. Pero hoy esa capacidad de acción no la tienen sus accionistas, ahora llamados elegantemente inversionistas, la ostentan los miembros de las burocracias que las dirigen. Ellas, en interacción con las burocracias públicas, incrementan el poder de la empresa privada transnacionalizada, bajo su control directo. Escribe John Kenneth Galbraight (La Economía del Fraude Inocente – La Verdad de Nuestro Tiempo, Barcelona, Editorial Crítica, 2004) que el título de su obra “aparentemente es una grave contradicción: ¿Cómo puede un fraude ser inocente? ¿Cómo puede algo inocente ser al mismo tiempo fraudulento? Responder a estas preguntas es importante porque aunque el fraude inocente y legítimo tiene un papel indudable en la vida privada y en el discurso público, quienes participan en él no lo reconocen explícitamente como tal. Insistimos en el hecho de que estos no experimentan sentimiento de culpa o de responsabilidad”. O sea, que ellos consideran sus actividades para la defensa del Imperio, no sólo como legítimas sino también como legales. Dentro de ese marco, la protección del orden constituido es su deber y su derecho. Se trata de proteger una institucionalidad, materializada dentro de ese Estado planetario, en estructuras como la ONU, la OEA, el FMI, el BM, y en general todas las organizaciones especializadas establecidas en la Carta de las Naciones Unidas, incluyendo el Consejo de Seguridad y el Consejo Económico y Social, 27
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conjuntamente con las organizaciones no gubernamentales (ONG) creadas bajo el amparo jurídico de ese sistema internacional. Es mediante estas estructuras como se construye el concepto de Sociedad Civil. La asociación de los intereses de un conjunto de corporaciones privadas, conformadas como OONNGG, que acumulan la plusvalía obtenida, a fin de lograr una autonomía con respecto al Estado, identificado como la Sociedad Política. Por su propia esencia, una estructura excluyente, pues segrega, especialmente a la fuerza laboral, sin capacidades de acumular plusvalía, de la posibilidad de participación en las decisiones de este conjunto que expresa el poder real del Estado Tal postura representa un absoluto, que como lo define Istvàn Mészáros (El Desafío y la Carga del Tiempo Histórico, Valencia, Vadell Hermanos Editores, 2008) para las fuerzas neoconservadoras, es imposible de relativizar mediante la negociación política explícita, como también resulta un absoluto para las fuerzas revolucionarias, la necesidad de vencer de manera permanente todas las formas de dominación y subordinación estructural, no solamente de la variedad capitalista, sino otras como las religiones, influyentes en amplios sectores de la población. Así no hay alternativa sino la guerra como forma de violencia organizada8 que expresa lo que en la teoría de los juegos constituye una negociación tácita. Dentro de estas circunstancias adquiere gran valor explicativo y prospectivo la tesis sostenida por el historiador británico, de nacimiento egipcio, Eric Habsbawm (Guerra y Paz en el Siglo XXI, Barcelona, Editorial Crítica, 2007). Sostiene este miembro de la Academia Británica que en la actual fase del desarrollo capitalista globalizado se estaría socavando el orden público y por añadidura el Estado-nacional, incluso de modo más grave, la viabilidad de la propia democracia liberal representativa (en mi opinión la Ley Patriota vigente en los EE.UU. de hecho materializa esta afirmación). Dice que, de este modo, la desaparición de la URSS no ha significado el arribo de un nuevo orden mundial sino más bien 8 Define Karl von Clausewitz (De la Guerra, Buenos Aires, Ediciones Mar Océano, 1960) este fenómeno social como “un acto de fuerza para imponer nuestra voluntad al adversario” añadiendo que, “para lo cual recurre a las creaciones del arte y de la ciencia”. Considerando que este acto no excluye la cooperación de la inteligencia, “el que usa la fuerza con crueldad, sin retroceder ante el derramamiento de sangre por grande que sea, obtiene una ventaja sobre el adversario, siempre que este no haga lo mismo. De este modo uno fuerza la mano del adversario, siempre que este no haga lo mismo y cada cual empuja al otro a la adopción de medidas extremas cuyo único límite es el de la fuerza de resistencia que le oponga el contrario”. Esta última idea responde a lo que se ha llamado en este ensayo “escalada”, y así vista su definición, ella revela el concepto de guerra total, en el sentido que le da Beaufre en la obra que hemos citado previamente. En el marco de esta definición no tiene discusión el hecho relacionado con los fines de la guerra (destruir o neutralizar las fuerzas del adversario, ocupar su espacio (hoy el ámbito psicológico de la población blanco) e imponerle su voluntad. Algo sólo posible mediante el terror que se despierta en una de las partes, como consecuencia del temor a su destrucción general. De modo que toda agresión violenta que conduce a la guerra es en esencia un acto terrorista.
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la emergencia de un desorden estable, en medio de una propensión imperial de imponer de modo unilateral, y por medio de la fuerza, no sólo su hegemonía, como expresión de su poder real, sino su visión del mundo, como una suerte de pensamiento único. Todo ello, en medio de una creciente oposición de otras potencias emergentes como la Unión Europea, China e India (a mi juicio el autor no distinguió las actitudes diferentes entre la corriente europeísta y la atlantista que están presentes en la Unión Europea) sino por ubicuos y evasivos actores no estatales, como el terrorismo islamita, el crimen organizado y la piratería, con una inédita disponibilidad de armamento sofisticado, antaño reservado a los Estados. Allí da respuestas a 5 temas: la naturaleza de la guerra y la paz en el siglo XXI; el pasado y porvenir de los imperios; la naturaleza cambiante de la idea del nacionalismo; la prospectiva de la democracia liberal; y, los desafíos planteados por la violencia criminal y el terrorismo político. Es en este marco en donde avizora la proliferación de conflictos bélicos en la primera parte de este siglo. Naturalmente, de llegarse a una hecatombe nuclear en el cuadro de una guerra considerada como total, la destrucción de la vida en el planeta (no sólo la humana) sería una realidad. Sin embargo, como lo señala Clausewitz, en la relación estratégica interviene la inteligencia humana. De modo que es altamente probable que, así como se establecieron por un proceso de aprendizaje reglas para evitar este holocausto de la energía orgánica durante la Guerra Fría, hoy se establezcan normas para sortearlo en la contemporaneidad. Pero lo que no aparece tan claro es la ocurrencia de un proceso similar para lograr acuerdos en lo relativo a los fenómenos asociados a lo que se conoce como calentamiento global. La dificultad en este caso radica en el alto grado de politización que tiene el tema. Para el poder constituido, el mantenimiento del proceso metabólico de crecimiento del capital representa un absoluto, descartando automáticamente, sobre la base de su invalidez por no corresponder a la realidad, los modelos matemáticos usados para hacer las proyecciones, mientras para las fuerzas revolucionarias también lo es, por generarle un alto grado de confianza las proyecciones científicas que anuncian semejante incremento. Una acentuación que elevaría la temperatura del planeta desde los 0,6 ° C de la actualidad, a los 2,5 ° C previstos para el año 2050. En ese sentido el chileno Fernando Mires (La Revolución que Nadie Soñó o la Otra Posmodernidad, Caracas, Nueva Sociedad, 1996) sostiene que una revolución es la integración -en el sentido matemático del término- de varios procesos revolucionarios, de los cuales escogió arbitrariamente cinco: la microelectrónica; el feminista; el ecológico; el político; y, el paradigmático. De modo que para este profesor 29
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de la Universidad de Oldenburg (Alemania) “la revolución que nadie soñó” es más que la suma de los procesos que se desarrollan dentro de ella. La describe como la punta de un iceberg cuyas profundidades no imaginamos. Sostiene que, “afirmar que estamos en medio de una revolución es quizás nadar contra la corriente en un océano tormentoso. Pues, a primera vista, no hay nada que pueda aparecer menos revolucionario que los tiempos que estamos viviendo”. El Malestar de la Modernidad (Taylor, 1995) quiere efectivamente significar que estamos en un período que muchos denominan posmodernidad, caracterizado por el sinsentido de las cosas, en cuyo interior deambulamos sin objetivos colectivos, ausentes de toda historicidad. Es como viajar sin ruta, ni plan, ni destino. Pero –la pregunta es valida- ¿No ha sido esa una característica de los procesos revolucionaros? Un quiebre histórico profundo, eso es una revolución: produce desconcierto, desorden, perplejidad y, una reacción casi instintiva es refugiarnos en nosotros mismos o en los restos de una individualidad que sentimos amenazada por fenómenos que no alcanzamos a comprender. Así se explica que el tono predominante entre muchos intelectuales “posmodernos” sea no sólo melancólico, sino, a veces, francamente depresivo. Algunos me recuerdan a Poncio Pilato quien, según cuentan, fastidiado en la calurosa y provinciana vida de Jerusalén, escribía a un amigo de Roma “Aquí la vida es insoportable. No pasa nada”. En ese mismo momento pasaba, frente a su ventana, montado en un burro, un hombre flaco llamado Jesús. Mires sostiene que “las revoluciones son procesos históricos, y esto quiere decir textualizados por historiadores, personas que, entre otras cosas, tienen la tarea de establecer límites entre un período y otro. En la vida habitual, en cambio, esos límites no se ven, de modo que si los cruzamos no nos damos cuenta de que estamos viviendo una revolución”. Es por esto que en nuestra realidad la vida continúa sin alteraciones para la mayoría que inocentemente se mantienen como productores y consumidores, y no como ciudadanos, en el marco de la cultura reaccionaria impuesta por los neoconservadores desde los años 70 del siglo pasado. Hablando concretamente de la revolución ecológica, señala que “la revolución que nadie soñó en este campo posee signos que hoy son documentos y documentos que actualmente son libros”. Dice que ya para 1992 el actual ex candidato presidencial Al Gore, en aquel momento Vicepresidente de los EE.UU., publicó un libro titulado La Tierra en la Balanza: La Ecología y el Espíritu Humano9 que 9 Al momento de redactar este documento no dispongo de este texto, y aun cuando dediqué un tiempo considerable en busca de los datos bibliográficos de la obra en Google, no pude obtenerlos. Por ello me disculpo ante los lectores.
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Mires considera más trascendente que el informe publicado en 1972 por el Club de Roma sobre la materia. Para él no es solamente el quiebre teórico en los discursos políticos lo que hace eminente esta obra. Es su dimensión programática, traducida en lo que el propio Gore llama “un Plan Marshall para salvar el planeta”. Dice Mires, glosando al Premio Novel de la Paz, que esa es una “tarea que nos incumbe a todos en tanto habitantes del planeta”. Y así concluye, afirmando que la variable distintiva del proyecto organizativo propuesto, que compromete, dentro del Protocolo de Kyoto, a los países más industrializados y, específicamente a los propios EE.UU., también le atañe al alma misma de cada individuo, pues es allí donde ha anidado la lógica posibilitadora de la destructibilidad, colocada sobre otros principios éticos y políticos. Añade Mires, interpretando a Gore, “la destructibilidad frente a la naturaleza sería en este sentido una destructividad inter-social y por último interhumana. Por ello es que se considera que esta revolución es parte integral de la “revolución que nadie soñó” dentro de la cual esta inmersa la humanidad inconcientemente. Dice Mires, “las bases de la teoría político-ideológica de Al Gore son antropológicas. Según su opinión, las relaciones agresivas que mantenemos con el medio ambiente son producto de un desequilibrio existencial entre el ser humano y el contorno natural. A su vez, ese desequilibrio opera como consecuencia de una disociación entre persona y naturaleza. Esa disociación, al producir relaciones de desequilibrio con el medio ambiente, al ser autorizada, se traduce en una disociación espiritual o psíquica”. Es por eso que escribe Gore “que la restauración del equilibrio ecológico de la tierra depende de algo más que nuestra capacidad para restablecer una equivalencia entre la enorme avidez de la civilización en busca de recursos, y el frágil equilibrio de la tierra; eso depende además de nuestra capacidad para restablecer el equilibrio entre nosotros mismos. Por último debemos reencontrar en nosotros mismos entre lo que somos y lo que hacemos”. En ese sentido, afirma el estadounidense que así como hay familias disfuncionales, incapaces de integrar sus miembros, la sociedad humana, hoy también es disfuncional, pues, siendo una realidad escindida (naturaleza/sociedad), no encuentra las condiciones para mantener la integridad de la modernidad, como civilización con aspiraciones universales. De allí que pretenda hacerlo por la fuerza. En ese marco, él se convirtió en una referencia internacional difundiendo la idea de la revolución ecológica como parte de una revolución integral. De modo que consistentemente con este planteamiento, especialmente hoy, después del fiasco de la Conferencia sobre el Ambiente convocada por la ONU en 31
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Copenhague, a este líder político le correspondería la articulación de un movimiento global que impulse sus planteamientos. Para él ello sería una prueba de su honestidad. Demostraría que su proposición revolucionaria no fue únicamente un discurso dentro de una contienda electoral. Y al parecer esto es lo que ha sido, pues nadie ha oído su voz para asumir el compromiso de usar su prestigio político, y la naturaleza de su discurso, para articular esa revolución ecológica que forme parte de la integral que demanda la crisis histórica actual. En ese sentido, sostengo que este papel le corresponde al líder de la revolución boliviana, Evo Morales. Efectivamente, fue este gran hombre, símbolo de la civilización andina originaria, quien propuso el 4 de octubre del 2007 (Discurso ante la Asamblea General de la ONU) el reencuentro con sus raíces, mostrando el respeto debido a la madre tierra –la PACHAMAMA. Dice Morales, para ubicar el problema, “el mundo tiene fiebre por el cambio climático y la enfermedad se llama el modelo de desarrollo capitalista”, para después hacer un breve análisis –dentro del limitado tiempo para las intervenciones de los jefes de Estado y de gobierno- del cuadro ambiental actual, todo achacable al modo de producción capitalista; y, luego continuar asignándole una obligación a los aborígenes de todo el mundo y a los humildes y honestos. Dice, “Hoy los pueblos andinos y el mundo estamos convocados para convertirnos en vanguardia de la defensa de la naturaleza y de la vida”. Pero no se queda solamente en el ámbito del pensamiento, finaliza con una proposición para traducir el pensamiento en acción: “tenemos que crear una Organización Mundial del Medio Ambiente con fuerza vinculante y disciplinar a la Organización Mundial de Comercio empeñada en llevarnos a la barbarie”.
3.- El caso especifico venezolano Las amenazas que enfrenta Venezuela en la actualidad no difieren en mucho de las que hoy tienen los países que configuran el arco de inestabilidad. Y ahora, hasta la propia China; potencia que observa un rearme de Taiwán, como contrario a todos los acuerdos bilaterales alcanzados mediante las negociaciones explicitas entre esta gran potencia asiática y el Imperio. No obstante, siempre, desde la Guerra Fría, ha estado presente la disuasión ejercida sobre Beijing por el Comando del Pacífico, que con sus organizaciones hermanas (El Comando del Norte, el del Sur, el Europeo y, el Central), operando en todos los espacios del planeta, alcanzaron la hegemonía en la conducción de la política exterior yanqui. Dice Dana Priest 32
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(The Mission –Waging War and Keeping peace with America’s Military, New York, Worton & Company, 2003) que “mucho antes del 11S la dependencia del gobierno de los militares, para adelantar su política exterior, ha venido creciendo “de facto”, progresivamente, de una manera imperceptible. El cambio fue incremental, y ni siquiera puede calificarse como <<una aproximación>>. Los militares simplemente llenaron el vacío dejado por una Casa Blanca indecisa, un Departamento de Estado atrofiado, y un Congreso distraído. Después del 11S, sin embargo, se aceleró dramáticamente la tendencia con la guerra en Afganistán y las probables operaciones militares usamericanas. Sin dudas la pretendida reforma de su política de ultramar está siendo eclipsada por los nuevos pactos militares enfocados hacia la cooperación en la lucha antiterrorista y la inteligencia”. Y semejante litigio no se ha podido resolver con el uso de grandes formaciones militares. Este, que se podría denominar como poder duro, ha venido siendo sustituido por el que se califica como “blando”. Por el contrario, el éxito se ha venido alcanzando dentro del marco de la Guerra de IV Generación, usando como estrategia las llamadas Operaciones de Influencia. Este tipo de maniobras consiste en la ejecución de acciones indirectas, realizadas en sustitución o complemento de acciones directas yanquis emprendidas por fuerzas convencionales. En ellas se mezclan las habilidades de la CIA, las de las fuerzas especiales, las de los servicios de inteligencia de las fuerzas militares, la DEA, etc., dentro de los pactos castrenses, mediante los cuales, como lo afirma la periodista Dana Priest, se conducen las acciones hacia el logro de la cooperación en la “guerra antiterrorista” y en materia de inteligencia estratégica. Ellas incluyen actos de sabotaje, y otras acciones similares a empresas del país objetivo situadas en otro país; atentados a vehículos de transporte aéreo, marítimos y terrestres; y a otras acciones análogas que permitan evitar una acción directa de Washington. La idea hace más importante la inteligencia que las armas. Como lo dicen los esposos Toffler en la obra ya citada, hacia lo que ellos denominan “guerra de la fuerza mental”.En nuestro caso, la inteligencia yanqui coloca nuestra conducta, concurrentemente con la de Cuba, como una amenaza seria para su seguridad estratégica. Así, quien fuese jefe de inteligencia, Juan Negroponte, considerado en la era de George W. Bush como el “zar de la inteligencia estadounidense”, creó el cargo de Director de Misión para los Embajadores de esa federación, en los países estimados como enemigos, entre los cuales ubicó a Venezuela y Cuba. Ello con la finalidad de coordinar los esfuerzos de inteligencia en ambas comunidades políticas. Manifestó que “estos esfuerzos son cruciales ahora, pues los legisladores en el 33
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Congreso se han concentrado en los desafíos que representan Cuba y Venezuela para la política exterior de los EE.UU.”. Una afirmación mediante la cual aparecemos con el mismo nivel de peligrosidad que han tenido Corea del Norte e Irán durante la era neoconservadora. Se trata de una maniobra ejecutada dentro de la estrategia imperial ya mencionada del balance de poder en ultramar. Una praxis de diversión10, para romper la posibilidad de la internacionalización, desarrollada por el gobierno venezolano, a partir de la convocatoria de la II Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la OPEP, celebrada en Caracas el 26 de septiembre (11 días después de los trágicos acontecimientos del 11S). El objetivo deliberado de este foro fue el logro de precios justos para los hidrocarburos. Pero en su agenda se incluyeron otros temas como la pobreza, la deuda externa, la situación internacional y las desigualdades sociales, tal como lo anunció el propio Presidente Chávez. Fue un memorial considerado como una provocación adicional para el gobierno de los EE.UU.; hiperpotencia que reaccionó designando al Estado venezolano como “un país no confiable”. Este cuadro incrementa la conflictividad colombo-venezolana hasta convertirla en una posibilidad con una alta probabilidad de ocurrencia. De hecho, los sucesos ocurridos, especialmente a partir del golpe de Estado del 2002, realizado en contra del gobierno revolucionario, son indicadores de la disposición del gobierno colombiano, para actuar en el marco de la política imperial, a fin de orientar la acción hacia la colocación del conflicto como un asunto bilateral. Y en cierta forma han alcanzado su objetivo. La fuerza de la inercia (conservadora por excelencia) ha resucitado el nacionalismo, especialmente dentro de la burocracia gubernamental venezolana, haciéndole el juego a los intereses imperiales. Es así como se puede afirmar que el enemigo más peligroso de la dinámica revolucionaria venezolana, está representado por el burocratismo presente en la conducción de la coalición política, materializada en el PSUV. En la realidad, el fracaso de las tentativas revolucionarias, como la soviética y la mexicana, han tenido como variable dominante ese comportamiento de los administradores del poder público. De hecho, semejante burocracia nacional ha torpedeado permanentemente la transferencia del poder a las organizaciones sociales de base (centros comunales y comunas). La derrota en el referéndum aprobatorio de la reforma constitucional, fue una acción en gran parte originada por la abstención de gobernadores y alcaldes, conjuntamente con la de su clientela política, en aquella batalla electoral. Un 10 El Dr. Federico Fircshknecht (La Estrategia, Buenos Aires, Edición Mimeografiada de la Escuela de Guerra Naval, 1986) define esta estrategia como el empleo de los fines de un actor político sobre los medios de un adversario.
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combate destinado a cambiar un ordenamiento territorial colonialista, expresión de la hegemonía de la burguesía, por uno, que dentro de la dialéctica de la lucha de clases, se ubique intrínsecamente en el marco de la Teoría de la Evidencia en Geopolítica Radical ( Jorge Nicolás Ovadía, El espacio de los Geógrafos – Epistemología de la Geografía, Caracas, UCV, 1991). Esta situación corresponde a una burda trampa, destinada a evitar que la repuesta a una acción colombiana contra el proceso revolucionario, esté enmarcada en el internacionalismo. Una réplica que podría manifestarse con la colocación de una amenaza similar sobre el gobierno títere de Honduras. Tal conducta colocaría en alto riesgo los objetivos del Plan Puebla-Panamá, vital para los intereses imperiales relacionados con la integridad del mercado globalizado. Con ello habría una muy alta probabilidad de neutralizar la amenaza real del gobierno fantoche de Álvaro Uribe. Incuestionablemente, la idea del internacionalismo estuvo siempre presente en los proyectos integracionistas de Francisco Miranda (El Incanato) y Simón Bolívar (La Confederación Hispanoamericana), torpedeados en la actualidad por la acción imperialista del gobierno de la Federación Norteamericana, instrumento de acción de ese Imperio virtual del cual hemos hecho referencia en las páginas previas. Semejantes proyectos estuvieron orientados hacia la conversión de Nuestraamérica en lo que el analista argentino Marcelo Gullo (Argentina-Brasil – La Gran Oportunidad, Buenos Aires, Editorial Biblos, 2005) califica como Grandes Interlocutores Internacionales Independientes. Una acción estimulada por la actitud planetaria que ha marcado Chávez con su esfuerzo de internacionalización, sustentado en el poder especial, que según Ray S. Cline (World Power Assessment – A Calculus of Strategic Drift, Washington, Georgetown University, 1975) tiene el país como un exportador importante de petróleo. Es este poder el que nos coloca hoy, junto con nuestra ubicación geográfica, como una potencia desde la perspectiva geopolítica, del mismo modo que el desarrollo endógeno alcanzado por la Capitanía General lo hizo en el pasado (Organización Militar para la Defensa y Seguridad de la Provincia de Caracas, Propuesta por la Junta de Guerra y Aprobada y Mandada a Ejecutar por la Suprema Conservadora de los Derechos del Sr. D. Fernando VII en Venezuela, Caracas, Presidencia de la República, Tomo I, 1970). Estos planes internacionalistas, así como su presencia continua en la vida nacional, han sido siempre torpedeados en el pasado por acciones imperiales de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, y en la actualidad por el Imperio virtual, que tiene como agente al gobierno de la Federación Norteamericana. Esto último, visualizado por El Libertador en 35
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su época, cuando este país no era una potencia. Lo sorprendente en este cuadro es la conducta de la oligarquía colombiana. Tal camarilla obró ilógicamente en el momento histórico en el cual el nacionalismo constituía el pensamiento dominante en los pueblos del mundo transformados en naciones11. Una de las pocas explicaciones plausibles, para aclarar este fenómeno, es la proyección del conocido Síndrome de Estocolmo a la psicología social. En este caso la oligarquía bogotana, por miedo a una escalada del conflicto planteado por la conducta estadounidense con la secesión de su provincia de Panamá, y considerando los beneficios para ella del mantenimiento de la paz, no solamente cooperó con el Imperio, sino que se ha vuelto cómplice de sus intentos de repetir lo mismo en otras regiones del mundo. Así, al menos, lo demuestra su comportamiento frente a acciones de esta naturaleza en Bolivia y Venezuela, y su apoyo público a las llamadas revoluciones de colores, acaecidas en los antiguas Comunidades Políticas, integrantes del Pacto de Varsovia. Dentro de ese cuadro se puede ubicar esta conducta en la categoría psiquiátrica de los desordenes disociativos (Diagnostic Criteria From DSM-III, American Psycchratic Association, 1980). Una situación en la cual la personalidad de cada individuo es compleja e integrada con sus propios y únicos patrones de conducta y de relaciones sociales. O sea, un cuadro mental en el cual la persona considera como reales su propio e insólito esquema de comportamiento y de vínculos con el colectivo, desconectándose así de lo que ocurre en las circunstancias existentes. De esta manera tiene que considerarse como real esta amenaza, aun cuando ella en sí representa un alto riesgo para la supervivencia de esa mafia bogotana, como factor hegemónico, dentro de la sociedad neogranadina. Positivamente, la adopción de semejante conducta, la obligaría a concentrar sus esfuerzos en la ofensiva contra Venezuela, debilitando el poder empleado en la guerra contra el “terrorismo contestarlo”, y la protección del importante negocio del narcotráfico. Unas circunstancias que no serían desaprovechadas por las FARC y el ELN, para actuar en los centros urbanos, en los cuales tal camarilla tiene sus bastiones. Se trata de un hecho carente de importancia para el Imperio. De hecho, en la actualidad, 11 Ciertamente el concepto del nacionalismo –derivado de la idea de nacimiento que ecuaciona la nacionalidad con la ciudadanía- no se puede explicar por la comunidad de lenguaje, cultura, tradiciones, etc., que aparecen de manera aleatoria en los casos más notorios. El único factor común que la aclara es la noción de poder, entendida como capacidad para ordenar una realidad geográfica limitada dentro de un espacio predeterminado. Corresponde a esta concepción la idea conservadora de la competencia, mediante la cual los más poderosos “fagocitan” a los más débiles, para ampliar el espacio y la fuerza de trabajo del Imperio. Se configuran así las conocidas doctrinas de seguridad nacional, reflejo del pensamiento geopolítico, cónsono con la naturaleza de la democracia liberal representativa.
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esa oligarquía neogranadina le representa un alto costo, con una pobre ganancia, considerando su fracaso en el logro de los objetivos imperiales, impuestos por el complejo industrial-militar. Una pérdida derivada del desgaste de la imagen que desean proyectar a escala global, en donde intentan colocarse como garantes de los derechos humanos y del logro de la paz. Por ello es que hoy le están dando una señal clara de esa intención a Uribe y sus seguidores, cuando le reducen significativamente la ayuda militar desembolsada por el Pentágono. Los casos del General Manuel Antonio Noriega, en Panamá, y de Sadam Hussein en Irak, quienes fueron agentes del Imperio en la búsqueda de sus intereses en Centroamérica y el Medio Oriente, respectivamente, deberían ser ejemplarizantes para esa pandilla. Pero aun siendo un peligro real la conducta del vicariato colombiano, el comportamiento de Holanda, metrópolis colonial de las Antillas Neerlandesas (Aruba, Bonaire y Curazao), conjuntamente con la reactivación de la IV Flota estadounidense en El Caribe, representan un mayor riesgo. Efectivamente, desde la propia conquista y colonización de nuestro país, y del resto de los continentes americanos por parte del Imperio español, y otros entes imperiales rivales de éste, han provenido del Mar de las Antillas y el Océano Atlántico. No han sido exitosas las empresas emprendidas contra nuestro país desde espacios continentales. Si bien es cierto que el Imperio portugués tuvo ganancias en la aplicación de su política expansiva en el resto de América, no las tuvo en el caso venezolano. Sin dudas, el cambio en los límites territoriales entre el Imperio español y el portugués, establecidos por el Tratado de Tordesillas, fue una victoria para los lusitanos. El uso que estos hicieron de los Bandeirantes, considerados por los españoles como piratas de tierra, les permitió extender tales límites hasta su situación actual, con unas pérdidas para los españoles, que hoy en día, pudiesen estimarse como considerables. Positivamente, desde la invasión y conquista, realizada por el Imperio Castellano, hasta el Bloqueo Anglo-Alemán de 1902, pasando por el despojo de la Isla de Trinidad en 1789, provinieron del Mar de las Antillas y del Océano Atlántico.Y, ciertamente en la actualidad, como se afirmó arriba, la presencia de aeronaves militares usamericanas durante el golpe de Estado del 2002, adicionalmente a las violaciones recientes del espacio aéreo venezolano, han tenido como origen las Bases Adelantadas yanquis establecidas en Curazao. De este modo, si se considera un riesgo probable una agresión colombiana a Venezuela, también lo es la probabilidad de agresiones provenientes de las Islas Neerlandesas, como una acción indirecta que relevaría a los EE.UU. de una actuación directa sobre nuestro 37
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país. Sin embargo, en nuestro caso contamos con un instrumento importante para nuestros fines dentro del espacio ocupado por este archipiélago: la refinería petrolera de PDVSA. Sí a esa instalación se le da el mismo uso político que se le ha dado a la CITGO en los EE.UU., y a ALUNASA en Costa Rica, se tendrá una palanca para actuar psicológicamente sobre la población beneficiada directamente, e indirectamente, sobre sus clientes de ultramar. Sería una nueva aplicación de las ideas de la geografía radical. De todas maneras la actuación directa o indirecta de Washington contra Venezuela, igual a lo que ocurre con China, constituye un absurdo para el instrumento de acción del Imperio. La interdependencia existente entre los dos Estados es tal que nuestro país no puede sustituir el intercambio comercial con la hiperpotencia, ni ésta puede suplantar sus importaciones desde Venezuela, más aún cuando recibe estas a precio preferencial, pues ellas se realizan a través de la CITGO. Así las cosas las amenazas directas e indirectas sobre Venezuela probablemente sean un “bluff ”, con una baja credibilidad.
4. Las alcabalas como estrategia de seguridad en Venezuela La alcabala, un antiguo impuesto árabe –algabala- cuya razón de ser en ese mundo no está claramente establecida, no ha sido identificada en nuestro medio como un gravamen, sino lo ha sido por el lugar donde este se cobra. Más aun, hoy se equipara también con la idea de Punto de Control12. Lo que si se conoce es el uso dado por el Imperio Español a este tributo, especialmente en sus colonias americanas. Si le buscamos un equivalente moderno al término en Venezuela, el Impuesto al Valor Agregado sería la respuesta, pues el Impuesto sobre la Renta equivaldría al diezmo cobrado por la Iglesia Católica, constituida como el verdadero poder imperial, del cual el Emperador era solamente un símbolo, del mismo modo que el Presidente de los EE.UU. hoy es exclusivamente un emblema del complejo militar-industrial, el poder real detrás del trono. Fue de este modo como se estableció el régimen aristocrático dentro del cual, inicialmente, el rey no fue sino el primero entre pares. Un estado que no cambiaría 12 En la actualidad tales puntos de control son establecidos de hecho para la captura de delincuentes y tienen una corta persistencia, vinculada al éxito o fracaso de la operación. Bajo ninguna circunstancia se emplea como instrumento de intimidación para los viajantes en un espacio determinado. En este orden de ideas la alcabala es un eufemismo para designar la antigua alcabala, con la única diferencia de su movilidad.
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sino hasta el establecimiento del absolutismo monárquico del siglo XVIII que encuentra su defensor en Thomas Hobbes (Leviatán o la Materia, Forma y Poder de una República Eclesiástica y Civil, México, Fondo de Cultura Económica, 1992). Es Hobbes quien reclama la “plenitudo potestatis”, o sea la soberanía plena, sobre sus súbditos. Un hecho que implicaría la subordinación de los señoríos al Monarca. En esta transformación posiblemente jugó un papel dominante, al menos en el caso del Imperio Español, el empleo de la alcabala en sus colonias. Aquí, como dicen Marx y Engels “las circunstancias hicieron al hombre, en la misma medida que éste hizo las circunstancias”. Y fueron esos acontecimientos los que esclarecen la incorporación de buena parte de los aristócratas al movimiento popular durante la Revolución Francesa. Nada distinto ocurrió en el caso de la Venezuela independiente. Las provincias lograron su autonomía, traducida en la adopción del modelo federal de Estado, por el fortalecimiento de las élites regionales, derivado de su enriquecimiento como consecuencia de los ingresos provenientes de la alcabala. Fue así, como el Presidente de la República se convirtió en el primero entre pares, y la seguridad y defensa del país se sustentó en las milicias estatales que permitían la movilización masiva de toda la población de cada estado, depositario de las armas (un fusil de ordenanza con su bayoneta, una cartuchera con 40 cartuchos, cuatro piedras de chispa y un porta bayoneta por miliciano) Es cierta la existencia de un Ejército Nacional, que le permitía al Presidente ser el primero entre pares. Pero esa formación militar constaría de 3 batallones de Infantería, 2 compañías de infantería supernumerarias y seis compañías de Artillería (Leyes y Decretos Reglamentarios de los Estados Unidos de Venezuela, Caracas, Ministerio de Relaciones Interiores, 1942. Tomo VIII). Elementos necesarios para proporcionarle apoyo de combate a las milicias estatales. Esta fue una situación que subsistió hasta que apareció El Leviatán, Juan Vicente Gómez. Un fenómeno achacable a la boyante situación financiera, producto de la renta petrolera. Fue de esta manera como los caudillos y sus séquitos provinciales se unieron al movimiento popular de resistencia –hay veces pasivo, y en determinados momentos violento- presente en el país desde el mismo momento de la invasión por los españoles, como agentes del Imperio focalizado en la Iglesia Católica. Pero también hay un Leviatán dentro del campo socialista. La idea marxista de la dictadura del proletariado convierte esta figura en Diablo ordenador de una realidad en esencia caótica, como lo afirma Edgard Morin (El Método – La Naturaleza de la Naturaleza, Madrid, Ediciones Cátedra, 1981). Hasta ahora semejante 39
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tiranía ha sido personificada por los grandes hombres, y sus séquitos, que han asumido la dirección del movimiento revolucionario. Y no podría haber sido de otro modo. No existía la capacidad para que las masas participaran directamente en el ejercicio del poder adquirido como consecuencia del hecho revolucionario. Una potestad que hoy es factible por el avance de la nanotecnología y de las comunicaciones. De modo que lo deseable, en cualquiera de los casos, es el reconocimiento de la realidad. Una declaración que concretamente correspondiese al contexto. Y las circunstancias presentes desde la dictadura de J. V. Gómez correspondían a las de una tiranía autocrática o aristocrática. No sería sino hasta 1953, cuando Marcos Pérez Jiménez le cambiase el nombre de Estados Unidos de Venezuela por el de República de Venezuela, correspondiente al Estado unitario generado por la renta petrolera. Pero ya para el momento, la alcabala pasó a ser un impuesto para el beneficio de los órganos de seguridad que las operaban, y no para sostener los señoríos provinciales, como lo habían sido en el pasado. Fue ese el instante fenomenológico cuando emergió el papel de la alcabala como instrumento asociado a la seguridad y defensa de la dictadura, impuesta alternativamente por las tiranías personales y las oligarquías partidistas. Estos espacios no sólo han funcionado en las vías interurbanas, sino que lo han hecho dentro de las propias áreas urbanizadas, convirtiéndose en instrumentos disuasivos –una forma de ejercicio del poder público- para contener o anular la resistencia natural del ser humano a la opresión. Efectivamente, allí se intimidaba a la población circunvecina para contenerla, o eliminarla si se materializase una acción de resistencia activa. Un ejemplo de este tipo de operación fue su uso durante las elecciones nacionales del año 1993. En esa ocasión lograron la contención de la población de los barrios, siguiendo el ejemplo de lo ocurrido durante las elecciones municipales de 1992, cuando el pueblo se volcó en las vías públicas para hacer reconocer el triunfo de Aristóbulo Isturiz como Alcalde de Caracas. Una conducta popular con el potencial de provocar los mismos resultados de materializarse, como en efecto ocurrió, una victoria electoral de Andrés Velásquez. La historia comicial de Venezuela, como le corresponde a casi todos los regímenes presidencialistas, revela que es la figura del Jefe del Estado la que arrastra la elección de los parlamentarios, ocurriendo lo contrario en los parlamentaristas. Por ello no es
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poco probable que la votación para el Congreso Nacional, adelantada en un mes por la oligarquía dominante, fuese mayor, en términos relativos, que la lograda por Velásquez 30 días después13. Ha sido de este modo como el pueblo venezolano ha observado el enriquecimiento súbito de los miembros de los cuerpos de seguridad pública, convertidos en redes depredadoras, no sólo del ambiente físico y ecológico del país, sino también del propio trabajo humano como esfuerzo físico y moral. Como vicepresidente del senado del antiguo Congreso, recibí impotente las denuncias sobre esta situación de personas e instituciones dedicadas a la organización social. Pero llegó el momento de los desaprendidos, únicamente preocupados por sus problemas individuales. La insatisfacción de sus necesidades básicas originó en ellos la pérdida del temor a la capacidad represiva de las alcabalas, abriéndoles las puertas a la rebelión popular del 27 de febrero de 1989 conocida impropiamente como El Caracazo. Digo indebidamente, por cuanto el fenómeno no se circunscribió a la capital de la República. Por coordinación tácita, como lo señala Schelling en su obra ya citada, el suceso se repitió a lo largo y ancho del país. Fue un acto espontáneo, sin dirección política, pues hasta los propios partidos de la izquierda revolucionaria fueron sorprendidos con la acción. No obstante, esa acción encontró dirección política con la rebelión cívico militar del 4 de febrero de 1992. De ella emergió como gran hombre Hugo Chávez, quien por primera vez en Venezuela fue capaz de armonizar las distintas facciones revolucionarias. Pero especialmente al inicio de la Guerra Fría, en la década de los 50, cuando se firmó el acuerdo bilateral de cooperación militar entre las fuerzas armadas neogranadinas y el general estadounidense Edgard Siebert, le salió un competidor al “bájate de la mula” de nuestras alcabalas: la vacuna del Imperio. Pero había una diferencia sustancial entre los dos impuestos competitivos. Mientras que la alcabala venezolana lo cobraba para asegurarse el dominio del espacio físico de su pueblo, dentro de la doctrina de seguridad nacional impuesta coercitivamente mediante el Tratado Interamericano de Defensa (TIAR), la vacuna colombiana no se aplicaba en un punto concreto del área. Su cobro aparecía como una colaboración casi voluntaria, de unas individualidades aterrorizadas por el temor que se originaba en las personas por el precio a pagar por su incumplimiento. Bastaba con la ejecución 13 Hablo de términos relativos por cuanto los niveles de participación en elecciones parlamentarias son mucho menores históricamente que los que se alcanzan con la elección presidencial. Es una percepción histórica, que hace del parlamento un simple altavoz de la voluntad del Jefe del Estado. Un hecho que se ha verificado en las encuestas que miden los niveles de popularidad de las ramas del poder, y de los poderes fácticos como la Iglesia y las fuerzas militares. Curiosamente estos actores políticos normalmente han gozado de la aceptación de la opinión pública por encima de la que hayan podido gozar otros actores sociales.
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de un renuente a su pago, para que el colectivo se acobardase y cumpliese religiosamente con la cancelación del tributo. El Imperio había comprendido que el espacio a controlar no era de naturaleza física, sino psicológico. La mente del colectivo que responde a la economía de la fuerza mental, generadora de la guerra de la fuerza mental. Un tipo de confrontación que establece límites virtuales a lo largo y ancho del país. De allí la presencia paramilitar en barrios y zonas rurales venezolanas, que han sido exitosos al obtener el control de la población del país, que se ha autoencarcelado como consecuencia de la “inseguridad” reinante. De modo que, sí el Imperio lo hace por el uso extensivo del amarillismo en la comunicación pública, la revolución responde de la misma forma, colocando el tema como prioritario, como es el deseo imperial y revistiéndolo con el amarillismo policial. Un hecho mediante el cual aceptamos la agenda política imperial, en perjuicio de nuestro propio calendario.
5. La internacionalización revolucionaria como respuesta estratégica a la globalización Es cierto que inicialmente el proyecto político del líder de la revolución se inspiró en la obra de Anthony Giddens (La Tercera Vía – La renovación de la Socialdemocracia, Santa Fe de Bogotá, Taurus, 1998). Un trabajo que responde al planteamiento del movimiento de los fabianes14. Una interpretación, a mi juicio deformada, de la afirmación de K. Marx, que consideraba como probable la implantación del socialismo en Alemania y Francia, dado el avance del proceso de industrialización existente en ambos pueblos. Un cuadro que llevaba aparejado el planteamiento del antagonismo entre la clase propietaria y el proletariado, como fuerza de trabajo. Y califico como desnaturalizada esa interpretación, por cuanto ella lleva consigo la idea de un proceso de transición hacia el socialismo en un solo país, totalmente antagónico al internacionalismo propuesto en el Manifiesto Comunista. Casi con total seguridad, por haber escuchado y analizado el discurso de Chávez durante la campaña electoral de 1998, puedo afirmar que este planteamiento le resultaba, como así sucedió, altamente conveniente en su propósito de pagar la deuda social del Estado con los excluidos, privados del usufructo de la 14 Un movimiento británico socialista, cuyo propósito es avanzar en los principios de la democracia social, tal como esta se concibió en la Segunda Internacional, originadora de la Internacional Socialista, que hoy incluye los partidos europeos que adoptaron esa corriente.
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renta petrolera. Tal vez pudiese considerarse ese hecho como base para el desarrollo humano, mediante el cual se pudo acumular los medios para financiar el pago de esa pasivo social del Estado. Nótese que incluso se utilizó el vocablo desarrollo, con un valor preciso en el discurso capitalista, cuando siempre he insistido en la idea del ascenso humano. Una noción que incluye el mejoramiento de las condiciones físicas contenidas en la noción de desarrollo, pero también una elevación psicológica del papel contenido en el avance moral de la comunidad en su conjunto. Hay que recordar que el planteamiento desarrollista es en principio amoral, proporcionado por el utilitarismo de su praxis. Pero no podemos ignorar la base geopolítica de su formación profesional. Perfectamente conciente del papel geopolítico de nuestro país, proporcionado por sus condiciones relacionadas con su ubicación geográfica y la posesión de un recurso vital para la humanidad en su conjunto, inició un proceso de internacionalización con la ya mencionada Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la OPEP. Pero más allá de eso avanzó en el progreso de una política favorecedora de la equidad internacional, específicamente mediante la institucionalización de PETROAMÉRICA y PETROCARIBE. Simplemente ampliaciones del llamado PACTO DE SAN JOSÉ, implementado para los países centroamericanos, dentro del marco del SELA. Fueron éstas instituciones, que inicialmente tuvieron resonancia en Cuba, Bolivia y Nicaragua; integrantes del ALBA, desde donde se impulsó la conformación de UNASUR. Y a partir de ello el establecimiento de un movimiento de alcance mundial que abarca todos los sectores y movimientos contestatarios antiimperialistas presentes, gracias a los avances de la informática y de las comunicaciones. Un fenómeno que consolidó la globalización del mercado, pero que hoy está ayudando a construir la internacionalización del proyecto socialista. Es por esta razón que la iniciativa de Chávez para convocar una V Internacional Socialista, configura tal vez el proyecto más significativo que ha formulado en su trayectoria de revolucionario.
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Índice
Presentación
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1.-Introducción .............................................................................14 2.-Las nuevas amenazas a la seguridad estratégica ..........26 3.-El caso especifico venezolano ..............................................32 4.-Las alcabalas como estrategia de seguridad en Venezuela...............................................................38 5.-La internacionalización revolucionaria como respuesta estratégica a la globalización ................................................42