Cuentos

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LOS TRES CERDITOS Érase

una

vez,

un

lobo

bueno

y

tres

cerditos

malos.

Los cerditos querían matar al lobo. El lobo siempre escapaba de ellos. Un día, el lobo se hizo tres casas para protegerse de los cerditos. Una de paja, otra de madera y otra de ladrillos. Un día, se fue a la casa de paja para escaparse. Los cerdos la derribaron de una patada. Luego, se fue a la casa de madera. A los cerdos les costó derribarla, pero lo consiguieron. Al final, se fue a la de ladrillos. Los cerdos no la pudieron derribar. Los cerdos hicieron un montón de trampas para entrar. El lobo encendió la chimenea. Los cerdos intentaron entrar por ella, pero se quemaron el culo. Los cerdos no volvieron a por el lobo y vivió feliz. Autor: Jorge Arboleya


Pablo Había una vez un humilde y pobre hombre, se llamaba Pablo. Pablo trabajaba de día y de noche aunque solo sea para ganar dos euros, con tal de alimentarse hacia lo que fuera. Un día Pablo participó en un sorteo de lotería en el que se podía ganar diez mil euros. Un mes mas tarde, un número extraño lo llamó diciendo: -Buenas tardes señor, usted ha ganado diez mil euros por participar en un sorteo de lotería disfrútelo, adiós. ¡Pablo no se lo creía, iba a dejar de ser pobre para ser rico! Le había cambiado la vida por completo. Desde entonces vivió feliz con su familia.

Autora: Demi Tanneva


Hace tiempo un señor se casó con una reina y tuvieron una hija llamada Blancanieves. Blancanieves quería matar a su propia madre y se lo ordenó al cazador, pero el cazador como era bueno se lo dijo a la reina y ella se fue corriendo al bosque. Al día siguiente se encontró con unos enanitos que fueron muy buenos con ella. Blancanieves como ya sabéis todos los días le preguntaba a su espejito: -¿Soy la más guapa del reino? Y su espejito le contestaba: - Hay otra chica más guapa que tú en el bosque. Blancanieves de todas las maneras posibles intentaba matarla pero no lo conseguía. Un día se hizo pasar por una anciana que vendía manzanas, la “anciana” le ofreció una y la reina al darle un mordisco se desmayó. Los enanitos cuando llegaron de la mina era demasiado tarde la reina ya estaba desmayada, ellos haciéndose los valientes fueron a matar y lo consiguieron. Un buen día un noble rey pasaba por allí y como le dio tanta pena le dio un beso de amor y se despertó y todos estuvieron felices para siempre.


LO TRES LOS TR LOBIT L ITOS Y EL L CERD RDITO

Eraase una vez uno os lobito os que sse iban de su casa porque eraa pequeñ ña. Los tres se dividieron y constru uyeron casas c en n distintos lugaares y con c maaterialess difereentes. El E primeer lobito o fue a un pajar y po or trabaajar mu ucho, el granjerro le dio o toda laa paja que quiso y con nstruyo su casa de paja .El segundo o lobito se fuee al bossque y le pidió ó madera a un nos casstores yy le dierron todaa la maadera qu ue teníaan .Y el tercer lobito q que eraa el máss listo laa hizo dee ladrillo o. El primer lobito la hizo een una hora, ell segund do en un día y el terceero en una sem mana. YY un bueen día lleego un ccerdo m muy fuerrte y dijo o: ‐Soplare, soplaréé y tu casa derriibaré. A Al primerr lobito,, ¡y la tirró! Paso o lo mismo co on el seegundo y los dos se fueron a a casa d del herm mano y y el cerdo dijo o lo mism mo –Soplaré, ssoplaré yy tu cassa derrib bare. Pe ero la caasa eraa muy resisten r nte. Así que deecidió entrar por la ch himeneaa pero los lob bitos hiicieron sopa arrdiendo y el cerrdo cayó ó sobre ella y n nunca m más volvió a m molestarlos

FN FIN


EL LOBO Y EL CORDERO

El solitario cordero había estado sufriendo hambre y sed durante todo el día. Por fin, llegó a un arroyo y bebió ávidamente. Mientras lamía el agua limpia y fresca, se preguntó dónde y cuándo podría conseguir su cena, algo que lo llenara, pero, si era posible, que también fuera sabroso. Un par de conejos le servirían, desde luego; o quizá un pavo joven y gordo. Lo mejor habría sido un lobo, un lobo hermoso y tierno. Los finos labios del cordero se contrajeron vorazmente, con solo pensarlo. Un repentino ruido o sobresalto. Al mirar, le costó dar crédito a sus ojos, porque a unos pocos pasos estaba exactamente el alimento que soñaba. El más incitante y delicioso de los lobitos que habría podido imaginar un cordero. Vadeaba inocentemente el arroyo, a tres o cuatro saltos de allí. Si el lobo lo hubiese mirado en ese instante y hubiera visto sus dos filas de brillantes dientes, quizá hasta hubiese podido creer que el cordero le sonreía. Pero esto habría sido un lamentable error. Y un error que el lobo no cometió. Al oír las primeras palabras del cordero, empezó a temblar. No sabía que el cordero estaba allí. ¡Ajá! ¡Miserable animalito! ‐gruñó el cordero‐. Conque es lo que haces… ¿eh? Estas revolviendo y ensuciando el agua que quiero beber… ‐ ¡Oh, no; de veras que no! ‐dijo el lobo‐. ¿Cómo podría revolver el agua que bebes, si estoy tan lejos de ti? ‐ ¡No discutas conmigo! ‐replicó con tono brusco el cordero‐ Ahora, ya veo quién eres. Eres el malévolo animal que dijo habladurías y desagradables mentiras sobre mí, hace un año. Las delgadas patas del lobo temblaron, mientras trataba de responder. ¡Oh, no, señor! Usted debe estar equivocado ‐replicó‐. Yo no pude haber dicho esas cosas tan poco cordiales sobre usted, porque entonces aún no había nacido. Los inexorables ojos del cordero se contrajeron y se acercó más al lobito. ‐ De nada te servirá balar estúpidas excusas ‐ dijo con aspereza ‐. Si tú no me mentiste sobre mí, fue tu indigno padre. De todos modos, la culpa la tiene tu familia. ‐ Pero, por favor, buen señor cordero ‐continuó con voz lastimera el lobo‐. Supongo que usted no… ‐¿Qué no? ‐grito el cordero, acercándose más aun‐ y, de cualquier modo… ¿Cómo te permites tratar de disuadirme para que no te emplee como cena? Y después de decir estas palabras –por qué un matón siempre usa cualquier pretexto para conseguir lo que quiere –, dio dos grandes saltos y, cayendo sobre el lobo, lo mató inmediatamente.


LOBITO ROJO

Una mañana, la madre de Lobito Rojo, le dijo a Lobito: MADRE: Llévale esta cestita a tu abuelita. LOBITO ROJO: Vale mamá. MADRE: Ah hijo, y no hables con desconocidos.

El lobito iba feliz hasta que se encontró a Caperucita Negra. CAPERUCITA NEGRA: Hola lobito, ¿A dónde vas? LOBITO ROJO: A llevar esta cestita a mi abuelita. CAPERUCITA NEGRA: ¿Te puedo acompañar? LOBITO ROJO: Mi madre me dijo que no hablara con desconocidos.

Lobito se fue corriendo, pero Caperucita Negra le siguió sin que se diera cuenta. Caperucita Negra llegó antes que Lobito y encerró a la abuela loba en el armario y se hizo pasar por ella. De repente entró Lobito y vio a su abuelita rara: LOBITO ROJO: Abuelita, que orejas tan pequeñas tienes. ABUELITA‐CAPERUCITA: Es para no oírte. LOBITO: Que ojos tan pequeños tienes. ABUELITA‐CAPERUCITA: Es para no verte. LOBITO: Que boca tan pequeña tienes. ABUELITA‐CAPERUCITA: ¡Es para comerte algo mejor! Caperucita Negra se comió a Lobito y a su abuela loba. Después, un cazador disparó a la barriga de caperucita y salieron Lobito y su abuela loba y fueron felices.



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