Alfonso avelino campos mi padre, su legado

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Alfonso Avelino Campos Alfonso Avelino Campos Mi Padre, su legado

Mi Padre, su legado Alfonso Campos Romero Alfonso Campos Romero


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¡PADRE VEN! Ya no hay lágrimas… ¡Ya no hay lágrimas Padre mío! Revuelvo la tierra, miro al Cielo, te busco allende las estrellas. Y nada…!nada me dice de tu presencia! Tu benefactora presencia de mi infancia, la que dio calor. La que inspiró la búsqueda afanosa de vida. Díme: ¡dónde te encuentrooo!! Para acariciar tus manos, las que daban mimos, las mismas que adelantaban mi paso, que aligeraban mi afán de alcanzar tu ágil paseo. ¡Rompe el silencio! Vence la distancia para tenerte en mis brazos. ¡Tú lo podías todo! ¡Nada detenía tu anhelo! ¡Muéstrame tu denuedo, tu carácter, tu bravura para acometer imposibles. Y ¡ven! ¡Ven conmigo! ¡Yo siempre te espero! siempre te esperaré para decirte que: Fuiste luz, que fuiste canto. Que estás en mi corazón y de allí no has viajado. ¡Que allí no has fenecido!! Alfonso Quito, 06 de febrero de 2015

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Exposición

Se acostumbra rendir homenaje a personajes que han desaparecido de la faz de la tierra dejando una luz indeleble. Mi Padre fue un personaje para toda la familia y sus amistades, con muchas virtudes humanas que lo adornaban. Por ello bien merece que, mediante estas páginas rubricadas de inmenso amor y recuerdos perdurables de su esposa, hijos, nietos y bisnietos, brindemos distinción a quien significó un siempre aliento natural, nacido en su peculiar sencilla y noble forma de sentir amor por los suyos. Aquí contaremos su semblanza y cuánto de su legado de paz e intensa pasión por la vida nos ha inyectado durante los 98 años que nos acompañó; muchos de los cuales pudimos palparlos y disfrutarlos con su siempre ejemplar figura. Avelino Campos Ramos fue un hombre expresivo y alegre, dulce y afectuoso que supo conquistar la aceptación de todos quienes lo conocieron. Nos fue siempre grato saber de la consideración y estima que guardaron sus amigos, sus clientes y gente de barrios donde hizo, a través de los años, su vida cotidiana. Para todos guardó su especial respeto y cariñosa amistad. Por esto, y por muchas más razones que conoceremos en este texto que dice de nuestro amor sempiterno, nos congratulamos de compartir con quienes bien le recuerdan todo cuanto estará presente en nuestra memoria y en cada uno de nuestros momentos de familia. Dejamos constancia de nuestro agradecimiento a las personas que estuvieron junto a nuestro padre en sus mejores momentos de vida, también a quienes en sus momentos de padecimiento espiritual que, como todo ser humano también los tuvo, estrecharon su mano con estima para consolarlo y darle su aliento que tantas veces habrá llenado de calor su candoroso corazón. Tengan ustedes la seguridad de que de ninguno se habrá olvidado, y más bien somos testigos de su gratitud y empeño por saludar esas muestras de afecto que para él tuvieron; lo supimos en sus conversaciones, en sus largas caminatas para ir a visitar a quienes bien recordaba con perdurable ternura. Agradecimiento también para nuestros primos mayores que, con su afectuoso recuerdo, nos han dado la oportunidad de trazar la vida y obra de nuestro Padre en cuanto a confiarnos todo cuanto no conocíamos en los años que aún no existíamos en su vida acostumbrada.

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San Andrés

A pocos kilómetros de llegar a Riobamba se encuentra una planicie que está al costado izquierdo de la carretera que va desde Quito, la parroquia de San Andrés, enclave antiguo del cantón Guano en la Provincia del Chimborazo, con una extensión de pocas cuadras de largo, apenas unas diez y no más de cinco de ancho. Desde épocas pre-coloniales se tiene noticias de esta zona donde predomina la agricultura y ganadería y más tarde, con el advenimiento de la conquista española, se instalaron los obrajes para la explotación de lana que era producida en gran abundancia. Grandes zonas de tierra fueron entregadas a los encomenderos que se sucedieron entre Condes, Duques, que cobraban los tributos a los Larga es la historia que se inicia en el siglo XV habitantes y la evangelización estuvo a cargo de los franciscanos. lay sucesión entre las que hall “Los pueblos de San Andrés San Luis, de con caciques, alguna gente española, tienen también diversas fábricas paños, Isabel y telas; Llacta más asíPalla, estas Lucía Ñ mujeresdecomo: como todas las otras se hallan al presente casi abandonadas por la Catalina Sullcaylla, Magdalena Lllacta decadencia del comercio…” 1. Encomenderos y dueños de obrajes Larga es la historia que se inicia en el siglo XVI con la sucesión de de los c caciques, entre las que hallamos mujeres como: Isabel Paeran dueños familias de Llacta Riobamba como lla, Lucía Ñusta, Catalina Sullcaylla, Magdalena Lllacta Pucu. EncoChiriboga, Maldonado, Humanante, menderos y dueños de obrajes de los cuales eran dueños familias …..Me de Riobamba como los Chiriboga, Maldonado, Merino, Palomino, Velasco,Humanante, Díez Flores, Larrea, Villago Palomino, Velasco, Díez Flores, Larrea, Villavicencio, Villagomez, Mancheno, Mancheno, Dávalos. Villavicencio, Dávalos. San Andrés tiene a sus espaldas la deslumbrante figura del nevado Chimborazo que hace de su protector y benefactor por un riachuelo que alcanza sus tierras, que junto a las acequias del lugar, abonan para la producción de papas,

San Andrés tiene a sus espaldas la deslumbran figura del nevado Chimborazo que hace de su 5 protector y benefactor por un riachuelo que alcanza sus tierras, que junto a las acequias de

1 De Velasco, Juan P. / Tomo III .C.C.E., 176


mellocos, habas, maíz, arveja, quinua, cebada, legumbres, etc. Animales silvestres y aves acicalan sus paisajes andinos y, más arriba, cerca a los páramos, conejos y perdices son parte del alimento de sus habitantes. La construcción más notable del poblado es su Iglesia de la cual, el P. Mario Cicala, que visitara San Andrés a mediados del siglo XVIII escribe lo siguiente: “La iglesia es hermosa, bien arreglada y enriquecida con vasos sagrados de plata y muchos otros adornos, ornamentos y objetos eclesiásticos de gran valor. El convento es pequeño, pero con hermosas celdas, me han dado de comer y después me han hecho visitar la iglesia y ver todos sus ornamentos. Vi salir el Viático, y quedé sorprendido y estupefacto de ver con cuánta pompa y decencia lo llevaban por las calles hasta donde estaba el enfermo. Quizás ni siquiera en las ciudades más conspicuas de esta Provincia se ve tanta solemnidad, pero ni aun la mitad. Vi entre otras cosas a un indígena que iba delante de todos cargando con un altarcito portátil íntegramente de plata labrada en bajo relieve, sobremanera hermoso, finísimo y precioso y de mucho valor, con cuatro candelabros hermosísimos de plata, de forma muy artística y fijos en el mismo altarcito, el que con ingenioso mecanismo se plegaba y cerraba. El frontal todo de plata en alto relieve, en gruesas láminas, sobre el fondo de terciopelo carmesí, para que resaltasen más las labores de la plata. Los manteles almidonados y finísimos con encajes muy finos y delicados. Ciertamente que fue una de las cosas extraordinarias que pude ver en esa provincia”2. Desde inicios del siglo XVIII comenzó la instalación de familias mestizas y españolas que llegaban desde Quito, Latacunga y Riobamba, a establecerse en haciendas y estancias de su propiedad.

La Niñez

Su Padre, Fernando Campos, había fallecido unos meses antes de su alumbramiento. Él se dedicaba a las labores agrícolas de sus propiedades desde muy temprano de la madrugada, luego a sentarse por muchas horas al frente de su taller de joyería, pues era un artesano muy conocido en la población y en Riobamba, donde 2 Cicala, Mario, Descripción Histórico Topográfica de la Provincia de Quito de la Compañía de Jesús. Viterbo 1770. Quito 1994

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vendía y entregaba a las joyerías del lugar sus laboriosas joyas. Por su afición musical era también miembro de la banda de la Parroquia. Todo esto sumaba muchas horas de agitación diaria, lo cual causó estragos en su salud. A la edad temprana de 33 años dejó a su esposa Hilaria Ramos y 8 hijos aún en edades menores. Su matrimonio duró apenas 18 años pues se había casado cuando frisaba los 15 años y su esposa 14. (la familia nunca supo su sitio de nacimiento) Vino entonces el trajinar amoroso de Hilaria, mi abuela, con sus apenas 32 años y una carga muy a cuestas para criar y educar a: Arsenio, Dominga, Segundo, Pablo, Manuela, Nicolasa, Alfonso y Avelino. El mayor, Arsenio, había finalizado su educación primaria y ayudaba en las tareas del campo, así como también se hizo cargo del taller de joyería. Fue quien inició a sus hermanos varones en la profesión que legara su Padre. Joven adelantado en sus hechuras, no pudo “dar tiempo al tiempo” y pensó en emigrar tan pronto su Madre tuviera una mejor ayuda de sus hermanos menores. Mientras tanto, el recién llegado al hogar de los Campos –Ramos, era el entretenimiento cotidiano de sus hermanos mayores y el alivio de penas de su dolida Madre. Con apenas 1 año o dos de diferencia entre los niños, todo era juegos y sonrisas pero la abuela Hilaria comenzó a repartir responsabilidades muy propias de sus edades y el “ajuste” de horarios y deberes de casa, agricultura y estudios, ponía un estimulante para saciar las necesidades de tan grande familia. Arsenio, a la edad de 22 años tomo rumbo incierto hacia Guayaquil, quizá influenciado por sus amigos de infancia que habían emigrado a esa ciudad con el anhelo de forjar un futuro más alentador, pues el pequeño poblado no ofrecía más entretenimientos que los largos paseos, la siembra y cosecha, el juego de pelota, y de vez en cuando una corrida de toros en la plaza del pueblo. Uno de sus amigos contemporáneos, César Augusto Naveda Ávalos, había también emigrado unos años antes a Guayaquil y luego de varias vicisitudes, con mucho esfuerzo, ubicarse en Europa donde tras largo bregar consolidó su figura como hombre de sólida personalidad a nivel Iberoamericano, fue el ejemplo que tomara para procurar un sustento de realidad a su brillante anhelo de superación. No conocemos de su labor en Guayaquil y si regresó en poco tiempo a visitar a la familia, pero hay una anécdota que refiriera mi Pa-

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dre y que lo recoge Fabián, nuestro cuarto hermano de la siguiente manera: “En la escuela de San Andrés, como en otras del sistema educativo de ese entonces, se acostumbraba a realizar las llamadas sabatinas al finalizar el año lectivo. A estas jornadas asistían los niños y padres para observar lo aprendido durante dicho periodo en presencia de los delegados de la Dirección de Educación de Riobamba. El mecanismo de estas jornadas consistía en la formulación de preguntas sobre las diferentes asignaturas por parte la profesora como de los delegados a los estudiantes. En aquella ocasión, en reiteradas veces el niño Alfonso Avelino Campos había respondido de forma veraz a las preguntas realizadas a él e incluso a aquellas que sus compañeros no lograron responder. Este hecho lo hizo merecedor de redoblados aplausos de los asistentes, entre ellos de representantes de algunas renombradas familias como los Humanante, los Merino y otros terratenientes respetados en el pueblo. Al terminar la sabatina, la profesora pregunta al niño Alfonso Avelino por su padre para brindarle sus felicitaciones, Avelino, muy orgulloso señala a su hermano mayor que constaba entre el público asistente. Con mucha satisfacción y humildad alzó la mano Arsenio Campos Ramos, el cual se presentó como su hermano. Así, fue felicitado también por los asistentes que lo apreciaban en su terruño”. Quizás este episodio se realiza en 1924, cuando nuestro futuro Padre contaba con 8 años de edad, esto porque recuerdo que, entre las conversaciones que esporádicamente surgían en nuestro hogar, me contó lo siguiente. “Unos pocos años antes de finalizar el ciclo escolar, llegó mi hermano Arseñito a San Andrés y me encontró ya grande y muy “despierto” por lo que le encantaba sacarme a pasear por el pueblo y visitar a sus amigos. En uno de esos días, mientras bajábamos por la calle principal hacia el parque le digo: “Papá, ¿porqué no me compras una moto y una gafas para viajar a Quito? ¡yo quiero ir a Quito!… Mi hermanito me miró, movió la cabeza y me tomó en sus brazos”. Esto de “Papá” tiene también su pequeño, triste y gran momento: Nuestro primo Fernando Alarcón cuenta que su Padre, Segundo Campos Ramos, le confió alguna vez un momento triste que ocurrió en La Loma, sitio hermoso de San Andrés, propiedad de la familia,

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donde Avelinito solía ir a medio día para saborear las frutas que en copiosos árboles crecían dulces y aromosas. Un día, llegó Arseñio, y lo primero que hizo es preguntar por el niño. Le manifestaron que a esa hora iba siempre a La Loma. Se encaminó entonces hacia el sitio señalado y, cuando vio a su hermano menor, subiendo el tono de voz, por encontrarse aún distante, le dijo: Avelinito, ¡ya ven almorzar! Al seguir por el sendero que da hacia la arboleda escuchó al niño que, mirando hacia el cementerio, con voz alta y de imploración decía: ¡Papá…Ya ven a almorzar!!! ¡Papaaaa…Ya ven a almorzaaaaar!!! Esto entristeció mucho al joven Arseñio que se dio cuenta del momento doloroso que estaba viviendo el menor de la familia al reclamar la presencia de su Padre a quien no conoció. Desde entonces le consintió y tomó a su cargo el nombre de Papá. San Andrés se viste de gala en junio para celebrar las Fiestas de Corpus Cristi. Mi Padre nos comentaba sus recuerdos así: “Desde la madrugada se escuchaba que iban llegando de distintos lugares los personajes que acompañaban a los priostes con rumbo a la plaza mayor: danzantes, monos, sahumeriantes, payasos, soldados, chuchumecas, y más disfrazados, bailaban en cada esquina al son de la banda y el sonar de petardos y voladores. Con los primeros rayos del Sol, llegaban a la iglesia donde todo estaba preparado para la misa de gracia. Luego, todo era fiesta en el poblado. Los priostes “votaban la casa por la ventana” y engalanaban de gran forma el festejo. Para el medio día se servían a autoridades y más invitados, grandes potajes de comida, acompañados de sabrosa chicha y licores. Mientras tanto, todo estaba preparado para la fiesta de los toros que iniciaba a las 2 de la tarde”. En uno de esos tradicionales festejos sucede un episodio que Avelinito no olvidaría: Su Madre, estricta como se había vuelto para poder controlar a sus hijos, ordenó varias tareas a todos, el menor debía esquilar varios fardos de lana en ese día. Luego del almuerzo, Avelinito escuchó que una banda se acercaba por la calle de la casa y atrajo su atención por el ritmo con que acompañaba a muchos bailarines que alegremente danzaban rumbo a la plaza. Quedó prendado de la melodía. Previamente, habían pasado por la misma calle los vaqueros que arriaban a los toros hacia la misma dirección. Entonces pensó que la fiesta general estaba por comenzar.

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Receloso pidió a su Madre le dejara ir a ver la corrida de toros, a lo que mi abuela Hilaria se opuso y ordenó cumpliera con su tarea. ¡No lo pensó dos veces! La tarea encomendada le llevaría muchas horas más y, venciendo la tapia de la parte trasera de la casa, corrió hacia la calle principal, brincando al son de las notas musicales de un sanjuanito que aún escuchaba desde unas cuadras abajo, dio alcance a esos benditos músicos y con ellos llegó al escenario de la fiesta. Desde bajo los “entablados” vería cómo los muchachos de su pueblo jugueteaban a los Arsenio Campos Ramos toros bravos que fueron cedidos por los hacendados para llevar a cabo un acontecimiento tradicional de la fiesta. Vio también muchas volteretas de los despistados “toreadores” que, al son de la banda, querían burlar a los toros de los páramos de la Hacienda Chuquipogyo. Se le hacía “agua la boca” viendo pasar los platos de tortillas con fritada, los choclos con queso, las sabrosas empanadas y los caldos de gallina que pedían los parroquianos espectadores de las gradas. ¡Fue su tarde de gloria! aunque ya sediento y con hambre, se dirigió a la casona familiar sin imaginar que su amorosa madre, le tenía preparado un castigo justiciero que tampoco lo olvidaría. Este suceso está muy claro en cuanto a su año de acontecimiento. En algún momento le indagué sobre el nombre del sanjuanito que recordaba fue el que le impulsó a desobedecer a la abuela, me dijo que años más tarde llegó a saber que se titulaba “La Morlaquita”. Averiguado cuándo se compuso el mismo, supe que fue en 1926, siendo su compositor el lojano Salvador Bustamante Celi. Así me puse al corriente que este episodio se suscitó cuando mi Padre contaba 10 años de edad.

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EL SENDERO DE LOS ANCESTROS “Es preferible rodear que rodar” Hilaria Ramos

Por el negocio de la familia que se dedicaba a trasquilar su ganado lanar y vender su producto en los centros de acopio de la Provincia, en muchas oportunidades, su cuñado, esposo de su hermana Dominga llevó al niño de apenas 6-7 años, a esas verdaderas peregrinaciones de muchos kilómetros llenas de sacrificio que significaban una hazaña dada su corta edad. Caminar durante horas y horas “el primer día, el Chimborazo con sus helados vientos quedaba atraaaas”3, desde muy temprano de la madrugada hasta llegar al primer tambo antiguo del camino en horas de la tarde, cuando desmayaba el día, fatigaban hasta el supremo cansancio a la pequeña y delgada figura que se aferraba al pesado poncho de su acompañante para avanzar sin desviarse del sendero. De rato en rato podía subir a una de las mulas que cargaban los grandes fardos de lana que se bamboleaban a uno y otro lado del camino de piedra y arena. Los Tambos eran rezagos de los refugios del Chasqui, correo del incario que aún subsistían, aunque derruidos, para dar acogida a los caminantes. Allí se encontraba un piso de paja, alguna olla para preparar alimento y agua de algún río cercano según me contaba mi Padre. Varias fueron las noches que, mientras pernoctaban en estos espacios ancestrales, escuchaba con entera atención las conversaciones de otros viajantes. Muchas veces se llenaba de alegría con los relatos de valientes que a nada temían en sus largas jornadas por esos desérticos caminos que no dejaban de tener sorpresas para sus transeúntes. Escuchaba también, con no poco temor, de cuando eran objeto de asaltos y hasta muertes por defender sus valiosas cargas. No faltaban también los cuentos y tradiciones que en las mentes de esos osados hombres se habían conservado mediante la tradición oral. Su padecimiento estaba marcado por comer poco durante el camino, el frío penetrante que arrojaba el “famoso Chimborazo”4. Nos 3 Campos Ramos, Avelino 4 Campos Ramos, Avelino

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contaba que su Madre le enviaba en un plato hondo de barro envuelto en una funda de tela, comida preparada que le ayudaría a soportar el largo viaje por lo menos en el primer día. La funda era amarrada entre la carga que llevaba el brioso animal, más, en esa oportunidad, al parecer la abuela no se fijó si había asegurado bien el “cucayo” que se servirían dos personas el momento de rebasar el hambre. Grande fue la decepción cuando en la primera parada de mediodía, con un Sol canicular en sus cabezas, sed y la más cruel hambre, ¡la funda no estaba donde la había acomodado la amante Hilaria! En una de las caídas que sufría a veces el cuadrúpedo por los senderos empinados y resbaladizos, quedó en los estribos del camino la valiosa, grandiosa y sabrosa sazón de la abuela. Había que proseguir cinco o seis horas más hasta llegar al tambo con su pequeño y tierno estómago crujiente. Sólo unas pocas habas que había puesto en su pequeño bolsillo del pantalón las acompañó con agua de algún riachuelo que, al paso, saciaba su sed. Llegar al primer poblado de entrega y emprender el retorno luego de un ligero alimento, debe haber significado muchísimo esfuerzo físico y mental para el pequeño asistente. El deseo de sus mayores para que “se hiciera hombre fuerte”, debe haber mellado en cada uno de esos viajes que tuvo que emprender sin saber el porqué. Algún momento de su conversación con sus hijos diría: “No debieron haber hecho eso, yo era una criatura”. Este momento vívido de su niñez, marcó enérgicamente en su característica disposición para sentirse a gusto cuando agilitaba su paso sin pensar en las distancias que debía recorrer. Cuando éramos su compañía, y notaba decaer el “valeroso” esfuerzo, su voz de ánimo tenía siempre el sutil empuje que hacía sentir menor el arresto por alcanzar su ágil caminar. Las distancias se disminuían en la compañía de mi Padre. Su alegría por disfrutar de una mañana de Sol mientras avanzaba a su destino de visita o entrega de sus trabajos, contagiaba con el rítmico suave silbido de alguna canción que recordaba. Su conversación estaba signada para hacernos notar cuan bella era nuestra ciudad y cómo debíamos amarla.

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RIOBAMBA, la ciudad del recuerdo.

Riobamba, La Ciudad Del Recuerdo.

PapáAvelino Avelinosiempre siemprerecordó recordó con gran cariño ciudad Papá con gran cariño la la ciudad que muchas lo acogió en acogió su niñez. hablaba de hablaba la casa en San que veces muchas veces lo enNos su niñez. Nos Alfonso, pero nunca supimos, o mejor dicho, nunca preguntamos de la casa en San Alfonso, pero nunca supimos, o mejor sobre esa referencia. Quizá se trató de otra propiedad de la familia, dicho, preguntamos sobre esael referencia. Quizá pero su nunca memoria ponía de manifiesto disfrute que, desde esa casa en el tradicional barrio, fue la que permitió conocer se trató de otra propiedad de la familia, pero lasuSultana de los Andes a la cual tenía especial predilección por sus anchas memoria ponía de manifiesto el disfrute que, desde esa avenidas, sus grandes parques y, sobre todo, la apacible cordialicasade en el tradicional barrio, fue la que permitió dad su gente. Allí tuvo sus amigos de y familiares con nostalgia conocer la Sultana los Andesque a laguardó cual tenía especial en su memoria y que, en varias oportunidades, visitó para recordar sus predilección pory juventud. sus anchas sus grandes sendas de niñez Los avenidas, Layedra, Humanante, Ávalos y parques y, sobre todo, la de apacible cordialidad otros, fueron las referencias lo buenas personasde quesuson los riobambeños. gente. Riobamba, la cuna de hombres y mujeres ilustres está situada en la zona centro de los Andes ecuatorianos. Allí nacieron: Pedro Vicente Allí tuvo sus amigos y familiares que guardó con Maldonado, cartógrafo de gran reconocimiento; el P. Juan de Velasnostalgia memoria y que, ende Quito; varias Miguel co, historiadoren que su en sus obras resaltara el Reino Ángel Zambrano; visitó Luis Alberto Falconí; sus Luz sendas Elisa Borja, reconocida oportunidades, para recordar de niñez poeta, pianista, pintora y escultora. Sus músicos y compositores 13


grandilocuente.

cuentan por decenas destacándose: Ángel Serafín Pulgar, Gerardo Arias, Guillermo Vásquez entre muchos más. En la historia ecuatoriana tiene un lugar preponderante cuando en 1830 se reúne el Congreso constituyente para redactar la Primera Constitución Política del nuevo Estado Ecuatoriano tras la separación de la Gran Colombia. Sus hombres y mujeres también tuvieron destacada actuación en los movimientos libertarios de la patria. De pie: Segundo y Pablo Campos con uno de los hnos. Layedra. Su fundación data del Sentados: Alfonso Avelino Campos y su amigo Layedra. 15 de agosto de 1534 Parque Pedro Vicente Maldonado. Riobamba, 1955 en la antigua Ciudad de Liribamba, asentamiento principal de los Puruháes. Pasear por sus aceras de avenidas amplias es realmente encantador. La estructura de sus plazas y las construcciones señoriales le dan toque de sobriedad que confronta lo colonial con lo moderno de manera grandilocuente. Visitar sus lugares emblemáticos nos transporta a un pasado glorioso de historia y tradición. Allí está la Estación del Ferrocarril donde la obra mayúscula del Presidente Eloy Alfaro llegara en 1905; la Basílica del Corazón de Jesús, el Parque Maldonado, la Catedral, el Parque 21 de Abril, el histórico edificio del Colegio Maldonado y muchos sitios más que encantan a propios y extraños, aunque, nadie es extraño en esta hermosa tierra por la calidez de sus habitantes.

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Sus fiestas principales son muy variadas: El Pase del Niño, la fiesta de los Reyes Magos, la Virgen de la Balbanera, del Señor del Buen Suceso, las de San Pedro, entre otras. Quizás algunos de estos momentos festivos tuvieron como espectador al niño que buscaba el buen gusto y diversión porque, su corazón vibraba de entusiasmo en cada momento de vida con afanes que iban más allá de su edad. Por eso, y por los familiares que aún tenía en Riobamba, siempre se expresaba con las mejores frases para la bella ciudad “Sultana de los Andes”. Pero, aquel muchacho de tiernas ilusiones, había ya signado su destino en la ciudad de sus sueños, que pocos años después estaría al alcance de su temprana obstinación.

Quito, El Ensueño

No sabemos el porqué mi Padre señaló desde muy niño el deseo ferviente de conocer Quito. Quizás algún pariente le habrá conversado de la ciudad Capital, y habrá sido esa narración la que aseguro este empeño que a muy temprana edad se realizaría para el gozo de un impaciente romántico. En agosto de 1932, a la edad de 16 años, se trasladó desde la antigua Estación del Ferrocarril de Riobamba a la Capital ecuatoriana. Seguramente era su más largo viaje, y su más espectacular experiencia que él mismo se había forjado. Nos imaginamos el tren ganando kilómetros y votando humo de las ardientes calderas para trepar los cerros y montañas que alcanzarían los paisajes más divinos que deslumbrarían al aún imberbe, Alfonso Avelino Campos Ramos. Seguramente llegó en horas de la tarde a Chimbacalle, la legendaria Estación que estaba ubicada al Sur de la Ciudad. Como si lo estuviéramos mirando nos imaginamos su paseo a lo largo de los coches del tren asomándose a cada ventana para asombrarse con los senderos y paisajes de la Cordillera que los recorría a la velocidad de la poderosa máquina que devoraba las distancias con brío. Ligeramente recuerdo haber escuchado de mi Padre su alojamiento en uno de los hoteles que estaban ubicados alrededor de la Estación. Allí permanecería las primeras horas de su emocionante llegada a lugar que luego sería de su predilección. Comprendemos que su avidez por conocer la ciudad prontamente, encaminaría sus

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primera vista, marcaba novedades por su aglomeración de casas empinadas, con calles estrechas y empedradas que transitadas por gran cantidad de personas pasoseran para recorrer el barrio que, a primera vista, marcaba novedades por su aglomeración de para casas ganarle empinadas, calles estrechas que, apuraban el paso al con tiempo. Había y empedradas que eran transitadas por gran cantidad de personas llegado a Quito, Capital que hacía temblar que, apuraban el pasola para ganarle al tiempo. Había llegado ade Quito, la Capital hacía temblar emoción susque infantes años. de emoción sus infantes años.

Puente de El Machángara, colección Campos

Colección Campos

Al siguiente día tomó rumbo a la a la zona central. Hacía allá llega por la antes llamada carretera de Rocafuerte, hoy calle Alse siguiente día tomó rumbo a la a la zona central. Maldonado. Cruzó el puente del Machángara y se encaminó al Hacía llega porEstamos la antesseguros llamada de Parqueallá de se la Recoleta. quecarretera se habrá detenido unos momentos para admirar el edificio que en 1910 fue Rocafuerte, hoy calle Maldonado. Cruzó el puente del el escenario para la Exposición Mundial que conmemoraba el Centenario delyPrimer Grito de laalIndependencia hoy es el Machángara se encaminó Parque de lay que Recoleta. Ministerio de Defensa. Estamos seguros que se habrá detenido unos Tantas casas, tantos automóviles, tanta gente le habrá sembrado algún desconcierto en su sencilla conducta (Quito para entonces contaba 95.000 habitantes). Pero, estaba dónde él había escogido como su destino para realizar las ilusiones que se había planteado desde aquella conversación con su padre adoptivo, Arsenio, su hermano mayor. Llegó a la Plaza Sucre, hoy Plaza de Santo Domingo y el corazón latía más a prisa. Quería conocer todo, saber todo de cuánto miraban sus ojos: el ruido de los voceadores, el raudo paso del tranvía, la música que vertía con ardor un arpista en la

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esquina de la Iglesia; iban penetrando en su corazón agradecido por estar ¡al fin! En la Ciudad que amaría para siempre. Quizá pensó que hasta allí llegaba la ciudad, pero al seguir su camino, ésta le tenía nuevas y grandes emociones. Caminando más al Norte, las calles iban tornándose más hermosas, con sus casas de dos y tres pisos pintadas de diáfano blanco, con sus adornados patios interiores. Le habrá sorprendido la cantidad de almacenes con múltiple surtido de mercadería nacional y extranjera. Los pasajes que alberCalle Maldonado, subiendo a Santo Domingo. gaban a las tradicionaLe habrá sorprendido la cantidad de almacenes con les “cajoneras” que vendían desde una aguja, hasta artísticos múltiple surtido de toda mercadería nacional y extranjera. adornos para ocasión. Los salones ofrecían comida típica Los pasajes quelosalbergaban a las modelo” tradicionalesque anunciaban su paso “a la carta”, autos “último “cajoneras” que vendían desde Yuna aguja, hasta afanosamente la moda con estridentes bocinas. le sorprendió artísticos adornos para toda ocasión. Los salones de los y las quiteñas: Los caballeros vestían elegantes ternos, ofrecían comida típica “a la carta”, los autos “último camisas almidonadas, corbatas llamativas, sombreros y bastomodelo” queplateados anunciaban ysudorados, paso con de estridentes nes con calzado nítidamente brillante. bocinas. Y lede sorprendió afanosamente la moda de y En uno sus brazos sostenían unlos gran abrigo rodilla, sacones de casimir, carterasde de paño. cuero y, Las en su las quiteñas: Los caballeros vestían elegantes ternos, calzado, brillaban coquetasque hebillas. damas usaban trajes de hermosos colores bordeaban hascamisas almidonadas, corbatas llamativas, sombreros y ta la rodilla, sacones bastones con plateados y dorados, de calzado de casimir, carteras de nítidamente brillante. En uno de sus brazos sostenían cuero y, en su calzado, un gran abrigo de paño. Las damas usaban trajes de brillaban coquetas hehermosos colores con cuellos que bordeaban hasta la billas. Pero su emoción mayúscula surgió al ingresar, por una de sus esquinas a la Plaza de la Independencia, así

Calle Guayaquil, antes carrera Bolívar. Al fondo el PanecilloColección Campos

Pero su emoción mayúscula surgió al ingresar, por una 17 de sus esquinas, a la Plaza de la Independencia, así le dijeron se llamaba esa deslumbrante vista que tenía en su delante. Allí sintió que su sueño de niño finalmente


convertiría en un recordación impresionante en su existencia. le dijeron se llamaba esa deslumbrante vista que tenía en su delante. Allí sintió que su sueño de niño finalmente tenía razón de ser, pues había llegado al corazón de la ciudad que significaría de allí en adelante: su vida, su amor, su familia y el descanso eterno. Luego vendrían los largos recorridos por calles, plazas, parques y barrios de la asombrosa Quito que despertaba más ilusiones, Plaza de la Independencia.- httpwww.skyscrapercity.com que estimulaban la inquietud del recién llegado que, dichoso, dejaba pasar los días sin preocupaciones. Todo transcurría en ámbito de tranquilidad, hasta cuando, sin remedio tuvo que enterarse del acontecer ciudadano. El calor político había exacerbado los ánimos de los bandos que se disputaban el poder en aquel año y, a pocos días de su llegada, experimentaría momentos de extraña y aterradora realidad que se convertiría en una recordación impresionante en su existencia.

“La Guerra De Los Cuatro Días”

Una desgraciada circunstancia política atravesaba el país en aquel fatídico agosto de 1932 La anunciada descalificación del elegido Presidente Neptalí Bonifáz, quien era acusado de ser ciudadano peruano, dividió al país en dos bandos irreconciliables: Los Bonifacistas, a quienes se les denominó los compactados defendiendo a su líder, y al frente quienes defendiendo la

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dignidad nacional, no querían permitir que un extranjero asumiera el mandato de la nación. “Correrá sangre” anunciaba el personaje involucrado, y ¡vaya que así sucedió! Cuatro días de balas y muerte que ensombrecerían a la ciudad Luz de América. Los militares de los regimientos: Artillería “Bolívar”, el Batallón de Infantería “Constitución”, el Regimiento de Caballería Yaguachi, y el Batallón “Manabí” junto a la Policía, enarbolaron la defensa de la ciudad al conocer que se alistaban varios contingentes militares desde otras provincias de país, para atacar a Quito y hacer respetar la constitución. Desde el Sur de la República vanzaban la unidades “Carchi”, “Montúfar”, “Chimborazo”, “Sucre”, “Chimborazo” y “Yahuachi” a las que se sumaron cuerpos de voluntarios civiles y la policía de Guayaquil así como también civiles de Latacunga. Por el Norte se acercaban las unidades “Pichincha” y “Calderón” combinados con una brigada miliciana del Carchi. Todo este grupo de ataque sumaban más de 2.700 hombres que se enfrentarían a 800 defensores de Bonifaz y la ciudad de Quito. Desde el Panecillo y otras lomas, a balas de cañón, se detenía a las fuerzas invasoras pero, tras lucha feroz, finalmente los constitucionalistas que buscaban una nueva elección presidencial, ingresaron a la ciudad con alto costo de vidas de uniformados de lado y lado, y de civiles que apoyaban y otros que no a los Bonifacistas. Y, ¿dónde estaba nuestro personaje en aquellos momentos? Alfonso Avelino había conseguido por esos días, un poco antes de la refriega, ingresar de aprendiz a un taller de joyería que estaba ubicado en una casa justo al frente del Cuartel de Artillería, lo que hasta hace poco fue el Cuartel del Regimiento Quito en la calle Montúfar, entre Manabí y Esmeraldas. Allí tuvo que quedarse junto a su maestro, Alfonso Araujo, la noche del 27 de agosto cuando el movimiento de soldados y policías iban y venían de cuartel en cuartel preparando las adhesiones que llevarían a defender la ciudad del eminente ataque de las fuerzas militares constitucionalistas. Todo estaba intrincado aquel día, las noticias ponían en nervios a la población y todos buscaban sus casas temprano. Al caer la noche, el dueño del taller consideró prudente quedarse a pernoctar esas horas en el

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sitio, para en la mañana salir, según se presenten los acontecimientos. Así sucedió y fue una decisión que poco ayudó para descansar las horas que faltaban para iniciar la mañana siguiente. Las voces de ¡Altooo! ¡Quién vaaa! a cada momento, no permitía una tregua para el sueño. Así fue toda la noche y mucho más fue en la mañana del 28 cuando comenzó la trifulca intestina que ocurrió el Cuartel de Artillería. La sublevación de la tropa ante los oficiales que querían desertar para unirse a las fuerzas que ingresaban a Quito, fue el detonante que prendió el escenario de violencia y desorden. Mi padre y su maestro asomaban sus ojos por las hendijas de la puerta para saber que ocurría en la calle y los ingresos al Cuartel. Avelino, atónito, escuchaba las ráfagas de metralla que punzaban sus oídos. Vio como los de la tropa sacaban a puntapiés a sus superiores hacia la calle, con insultos de ¡traidores a la patria! ¡enemigos de Quito! ¡tales y cuales! De pronto, la quietud y emoción que le había causado llegar a su ciudad anhelada, se veía alterada con estrépitos y voces jamás escuchadas en sus tiernos años. Y un dolor inmenso le acompañaría en días posteriores cuando recorrió el desolado Quito viendo llevar en carretas a los muertos y heridos que cobró la lucha fratricida. “Cuatro días de lenta agonía, mudas sus campanas, sus templos vacíos, sus calles desiertas, sus habitantes tristes, sus heroicos defensores luchando cara a cara con la muerte y todo su séquito de desgracias. Solo la descarnada (la muerte) se ha paseado en carro triunfal, segando vida en flor y dejando hogares yertos y fríos por la súbita ausencia de un padre, de un hermano, de un amigo, de una madre …” 5. Sin embargo la sangre de tantas víctimas caídas, aún seguía descolgándose por las calles y plazas de la querida ciudad. Hombres, mujeres y niños de todos los estratos sociales habían dejado de existir y nada consolaría a sus deudos. Muchos de ellos no intervenían en política, les importaba la suerte de la ciudad, del país. Sufrían por 5 Semanario “Dios y Patria”. Quito, 1932

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los momentos difíciles que tenían sus familiares y amigos, por la pérdida infructuosa de vidas humanas. Quito y sus soldados, policías y civiles, se defendió del ataque durante 4 días valientemente, pero la superioridad numérica de los atacantes exigió un armisticio que declaraba ni vencidos ni vencedores ante la faz de la Nación dado el valor de unos y otros, cuyos sobrevivientes firmaban la paz ante delegados del cuerpo consular de Quito. Para Alfonso Avelino se iniciaba una nueva etapa triste que le tenía reservada en sus inicios de ciudadano de Quito. El poco dinero que trajera se había terminado y las necesidades de alimentación como también de hospedaje acrecentaron, pues el niño no sabía que en la ciudad grande todo era gasto oneroso. Pasó penalidades profundas hasta llegar al punto de pedir le dejaran lavar la vajilla de algún salón a cambio de algún alimento que saciara brevemente su sed y apetencia. Él tenía todo a la mano en el hogar de su Madre, pero su empeño por estar en la ciudad que amaba desde mucho tiempo atrás, le trajo sin pensar en la aventura que significaría el no tener la experiencia necesaria para afrontar un nuevo mundo lleno de adversidades.

“En Quito Me Quedo”

Bajo esas circunstancias y, mientras tomaría bríos su estadía, pensó que debía visitar a su hermana Manuela que desde hace pocos años vivía ya en la ciudad. Receloso como era, no quiso importunar el hogar de quien siempre mostró para el niño una especial predilección. Quizás al conocer de la insana rectitud que mostró siempre su cuñado, no tomó como primera opción alojarse en la casa de la calle Alpahuasi que muy cerca se encontraba de la Estación de Ferrocarril en Chimbacalle. Más, las condiciones no estaban para pensarlo mucho y, aunque costaba dejar de lado el receloso momento de solicitar alojamiento momentáneo a Manuela y su esposo, dirigió sus pasos hacia el barrio que lo vio llegar hace pocos días, quizá 30, según contaba mi Padre. Manuela era una mujer ejemplar, fuerte, voluntariosa, de trato amable y muy cariñosa con los suyos. Siempre estaba al frente de los quehaceres de la casa, pero esto no le quitaba tiempo para hacer tratos de negocio, o visitar unos momentos a sus familiares

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cuestión de días para que retomara gran fuerza su espíritu de aventura que estaba ya latente y, cuando Manuela le insinuó que pensara en el y amistades. En su hogar siempre estaba listo, según las horas, el regreso, puesalmuerzo en Quito ola merienda situación económica desayuno, para quienno llegara aunque sea por estaba de lo mejor para un pequeño como él, un “ratito”. Su arte culinario era singular en sabor, color y aroma. Alfonso Avelino le entre respondió, “nosusquerida Y si alguien llegaba tiempos, manjares eran de golosina para cualquier paladar agradecido. hermana en Quito me quedo”.

Aquí, bajo el cuidado amoroso de su hermana, reparó su delgado cuerpo y las fragilidades del alma que estaban afectando al recién llegado. Fue cuestión de días para que Quito, 1932- Colección Campos retomara gran fuerza su espíriSu salida del hogar de los Sanafria-Campos estuvo tu de aventura que estaba ya latente y, cuando Manuela le insinuó marcada por la en poca que que pensara el comunicación regreso, pues enofrecía Quito su la situación económica no estaba de lo mejor para un pequeño como él, Alfonso Avelino le respondió, “no querida hermana en Quito me quedo”. Su salida del hogar de los Sanafria-Campos estuvo marcada por la poca comunicación que ofrecía su cuñado Carlos. La rigidez con la que moldeaba a sus hijos, disgustó muchas veces al sensible joven que los visitaba. En varias ocasiones intervino retirando a sus sobrinos de las manos castigadoras, lo cual disgustaba sobremanera a su cuñado. Fue en una de esas ocasiones de ímpetu en la que tuvo que actuar con fuerza, porque le dolía tanto como a sus sobrinos, el escarmiento que recibían. Eso marcó la despedida de Alfonso del amparo cariñoso que le brindó su hermana. Regresó en búsqueda de su primer protector, su maestro de joyería que sin pensarlo dos veces lo acogió y entregó su afecto al sencillo operario que aprendía rápido sus enseñanzas. Tal es así que lo dejaba por muchas horas a que atendiese solo a sus clientes mientras él se dedicaba a otros menesteres económicos.

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Fue así como se inició una etapa de progreso en su vida habitual. Su maestro era muy honrado en su reconocimiento por los trabajos que confiaba a su alumno, y los fines de semana “hacía cuentas” para entregar los dineros que correspondían al buen artesano. Contaba mi Padre que en las primeras semanas ya pudo comprar ropa para reponer la poca que poseía. Enseres de casa, pues ya pudo alquilar una habitación en San Marcos. Calzado, un reloj, unas gafas y guardar, en una cajita, los primeros centavos que gastaría en su alimentación diaria. Así transcurrieron los meses, pero las sorpresas no se dejaban esperar por mucho tiempo. Por alguna razón, su maestro levantó su taller y se despidió de su fiel operario. Allí se iniciaba otro trayecto amargo para quien, según mi Padre, cumplía 18 años. Había transcurrido un año y medio desde su llegada, y más eran los sinsabores los que habían acompañado su feliz estadía. Feliz porque estaba en la ciudad de sus ideales, más no porque la paz había sido duradera en su noble empeño. Decidió entonces aceptar un trabajo duro que le ofrecían para ser parte de los que abrirían los primeros intentos para abrir una carretera que abriera paso para comunicar Quito con Santo Domingo de los Colorados. Empacó en una pequeña maleta lo que consideraba indispensable y se embarcó en el transporte de la empresa que contrataba sus servicios en lo que sería una nueva aventura y un nuevo episodio de pesadumbre que, al parecer, le acompañaba como sombra en cada una de sus propensiones. Fueron dos meses de pala, pico y azadón los que destrozaron sus manos y la maleza del sub-trópico se encargó de su ropaje. Sin paga alguna y con una alimentación diaria paupérrima, regresó a su Quito: delgado, pálido, deshilachado, casi un fantasma que abrazó su hermana Manuela una noche cualquiera, cuando fue a atender el delicado golpe que escuchó en la puerta de su casa. Días después se alegraría al recibir a su hermano Alfonso que llegaba desde Riobamba con su joven esposa. Prontamente hablaron con Segundo, su hermano mayor que con su esposa, Dolores Alarcón, también se establecía en la ciudad y ubicaba su taller en la calle Maldonado y Quijano. Su hermano ofició de dueño del taller en forma cordial, amena y sus clientes los repartía para la atención de sus hermanos en forma directa.

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Luego de un tiempo, con prudencia y agradecimiento, Alfonso y Avelino consiguieron para sí, una tienda en la calle Rocafuerte, un poco más allá del Arco de Santo Domingo e iniciaron sus labores en su propio taller. Transitaron los años y una etapa de tranquilidad económica disfrutaba al fin nuestro bien amado personaje. Se iniciaba la época de acoger amistades que, en el Quito de finales de los años 20s, e inicios de los años 30s resultaba realmente fácil.

Quito Y Sus Esparcimientos

La Alameda, El Panecillo, Guápulo, El Ejido, eran para los quiteños sus habituales entretenimientos cotidianos. “En las soleadas tardes de Domingo, todo el mundo estaba en la calle. Las salas de cine se llenaban en la matinée, a 0,20 luneta y 0,10 la galería. El Teatro Sucre, abría sus puertas a las más cotizadas compañías de Ópera, Zarzuela, Drama y Revista del mundo. El Gobierno apoyaba estas embajadas de cultura con un subsidio para las grandes Compañías”.6 Para esos años, Quito contaba además del “Sucre”, con cuatro teatros más: El “Edén”, “Puerta del Sol”, el “Popular” y “Variedades”. El Hipódromo de la Carolina, ofrecía a sus numerosos visitantes, las apasionantes carreras de caballos que tanto gustaba a los quiteños, rivalizando en el gusto con las muy concurridas y celebradas corridas de toros en la Plaza “Belmonte”. En cuanto al ámbito musical, se destacan las tradicionales “serenatas” que se habían convertido en lo más significativo de la difusión del pasillo, los pasodobles, los albazos, los sanjuanitos, y el yaraví que hacían brotar el sentimiento de los enamorados: “Las doce de la noche. Las retorcidas calles quiteñas duermen silenciosamente cubiertas por sus irregulares empedrados. Los balcones han cerrado sus visillos y las flores sueñan dentro de sus propias corolas. Arriba, la luna transita lentamente el limpio camino del cielo, esquivando las nubes que le salen al paso. Uno que otro perro, desde el obscuro zaguán, ladra a intervalos. Las casas viejas se han acurrucado bajo sus anchos aleros. 6 “El Quito de los años 20 cuando…” En: “Últimas Noticias” Quito, martes 6 de diciembre de 1966, p.9

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Una soledad inmensa ha bajado desde las colinas adueñándose de las pendientes y quebradas. Todo duerme. Un grupo se acerca con sigilo. Casi no se oyen sus pisadas sobre los guijarros. Caminan uno tras de otro, junto a los muros, escondiéndose en la sombra, sobre las aceras desdentadas. Como un susurro se escucha la conversación: Maestro prepare el bandolín.”7 Eran muy conocidos los grupos que alegraban el ambiente de las madrugadas quiteñas. La Estudiantina “Santa Cecilia”, la “Lira quiteña” “Los troveros quiteños”. Los nombres de los conspicuos “serenateros” se los sabían todos en la pequeña ciudad: Luis Zambrano, del barrio de la Loma Grande; el “tuerto Tena” de San Roque; Víctor Medina, de Santa Bárbara; César Guerrero, “tocador de Bandola”; Leonardo Barriga; el “sapo Aguilera”; el “gato Araujo”; Miguel Ángel Casares y Humberto Dorado Pólit, conocidos por los “Los Ruiseñores del Panecillo”. Y muchos más que ponían la nota romántica en la apacible noche quiteña cantando los pasillos de Carlos Amable Ortiz, Francisco Paredes Herrera, Ramón Moya, Cristóbal Ojeda Dávila, entre otros. Los instrumentos que se utilizaban de preferencia eran: el violín, la guitara, el acordeón, la bandola y el bandolín, que era el alma del conjunto. Los dúos vocales eran los que, de preferencia, hacían escuchar las apasionadas canciones dedicadas a la amada. En los bares y salones de los hoteles elegantes de la ciudad, como el “Metropolitano”, el “Froment”, el “Bar Royal” y otros, junto con saborear los apetecidos platos criollos y de la “cocina inglesa, francesa e italiana”8 a los que se acompañaba con la famosa cerveza “La Campana” y los mejores licores extranjeros; se disfrutaba bailando los ritmos de moda. En las grandes fiestas sociales de gala, estaba la orquesta Royal, deleitando con las famosas cuadrillas, los pasodobles españoles, los valses vieneses, las jotas, One Steps, Two Steps y los Valses Boston. Es decir, fue aquella una época de inquietud espiritual. 7 Hinostrosa, Víctor. “Los serenatistas a quienes nadie ha olvidado”. En: “Últimas Noticias”. Quito, sábado 11 de noviembre de 1944, p. 1 y 7 8 “Hotel Metropolitano” (propaganda). En: Revista “La Cantárida”. Quito, marzo 31 de 1922. Año I. No. 9, p.232.

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Otro sitio para escuchar música contemporánea compuesta en nuestro país, era el teatro y el cine. Hasta esa década las películas que se exhibían pertenecían al conocido “cine mudo” y la ambientación a los diferentes cuadros escénicos del mismo, la realizaban músicos de la localidad. Estos eran pianistas, vocalistas, conjuntos y orquestas. En el teatro, luego de presentar la obra anunciada, se entregaba al público un número final llamado de “variedades” en el que se incluía artistas que interpretaban tangos, jotas, pasillos, sanjuanitos y albazos de estreno. Las retretas estaban a cargo de las bandas militares acantonadas en la ciudad. Los sitios escogidos para este momento de regocijo general del pueblo eran las plazas públicas: Santo Domingo, la Plaza del Teatro, San Blas, Plaza Grande y la Plaza Bolívar en La Alameda, se abarrotaban de niños, ancianos, jóvenes pretendientes que iban con el afán de disfrutar escuchando las melodías de moda y los ojos más bonitos de las niñas que, para ese día especial, vestían sus mejores galas y su mejor sonrisa. “En esos tiempos, y aún algunos años después del advenimiento de la luz, las retretas eran muy aparatosas. La sociedad quiteña demostraba más interés por oírlas. Numerosas familias paseaban por la noche escuchando aquellos aire marciales, aquellos fragmentos de zarzuela, aquellos armónicos valses de ocho partes, y después los tonitos”.9 9 Andrade Coello, Alejandro.- “El farol de la retreta”. En: Recuerdos de Quito. Quito, 1934, p.13

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Fue en este ambiente cálido de emociones que crecería aún más el amor por esta ciudad. Alfonso Avelino sintió siempre que su espíritu estaba para cosas mayores de las que disfrutaba en su tierra natal. Mirando con real regocijo a tantos exponentes de música, nació su perseverancia para aprender a tocar el bandolìn. Para esta sublime misión contrató al maestro Bermúdez, director e instrumentista de la Estudiantina Santa Cecilia que hacía el deleite de los quiteños y ecuatorianos a través de la Radio HCJB “La voz de los Andes” todos los días en horario nocturno. Humberto Bermúdez Peñaherrera, gran bandolinista quiteño vio mucho potencial en su nuevo alumno. Imprimió en él todo el sabor romántico que del instrumento andino puede brotar. Avelino no tardó mucho tiempo en congeniar con su nuevo instrumento y de él, hacía brotar expeditas, las notas musicales de los pasillos, albazos, pasacalles, y sus adorados sanjuanitos. La farándula de Quito a mediados de los años 30s, dio a mí futuro Padre, la oportunidad de conocer a muchos artistas de la época. Con ellos, en muchas oportunidades ofreció serenos a las chiquillas elegidas para ser despertadas en las madrugadas con las románticas canciones de moda. Allí conoció a quien sería su amigo de siempre: Moncayo, un distinguido ciudadano guayaquileño a quien tendría por su compañero de aventuras por muchas décadas. Con “el mono” Moncayo , así le conocían todos en Quito, formó un dúo de guitarra y bandolín de prestigio que intervenía en los salones, bares y hoteles de la Capital. Cuenta Vicente Sanafria, sobrino, que inclusive llegaron a ser contratados para una participación musical con alguna melodía de carácter religioso en una película dedicada a Mariana de Jesús, la Santa quiteña. Fabián nos cuenta que alguna vez les escucho comentar que cuando intervenían artísticamente en los salones que a finales de los años cuarentas se instalaron el sector de La Carolina, donde la atracción principal era el Hipódromo; los dueños de esos establecimientos les pagaban también para que dieran clase de bailes modernos a las damitas que acudían a divertirse los fines de semana. Éste gran amigo instaló una relojería en el barrio La Victoria, y no desperdiciaba la ocasión de servir a sus clientes recibiendo también trabajos de joyería que pasaba para las expertas manos de

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su amigo. El “Señor Moncayo”, como nosotros siempre lo tratamos, fue una persona simpática y de muy buen carácter. Su afable sonrisa, su cálida salutación y sus bromas llenas de “sal quiteña” hacían que sea muy bien recibido en cualquier lugar. Largos fueron los años en que se citaban para recorrer la ciudad e ingresar a los restaurants para hacer remembranza de los tiempos idos. Sólo la vejez de sus cuerpos los separó y no volverían a verse por varios años. Mi padre sintió mucho dolor cuando supo de su partida final hace poco tiempo.

Dos Momentos De Padecimiento

Al llegar el año 1941, un grave conflicto de límites entre Ecuador y Perú, ponía a las dos naciones frente a frente en la frontera limítrofe del Sur de nuestro País. El patriotismo emergía y la juventud se aprestaba a defender la patria pese a las malas condiciones de un ejército maltrecho que disponíamos para la defensa. Alfonso, que era mayor con dos años de diferencia para Avelino, decidió enrolarse en las filas que marchaban hacia la frontera. El amor por su Nación le llamaba a una entrega ejemplar y no escatimó sufrimiento por dejar a su esposa, dos hijos y hermanos, en el afán de sentirse útil en esos momentos difíciles. Lo despidieron una madrugada de lluvia cuando, unido a la tropa, se embarcó en el tren que los llevaría hasta Guayaquil y de allí por carretera hacia la Provincia de El Oro. Varios días después, llegaron sus primeras letras dando cuenta de los ataques de la artillería y aviación peruana y de la valiente respuesta de los pocos elementos de tropa que se encontraban en el frente de combate. En una segunda carta prácticamente se despide, pues un presentimiento le traía nostalgia por su familia a la que no volvería a ver. Nunca supieron de su triste destino, aunque siempre estuvieron atentos a las noticias del gobierno para conocer si se encontraba entre los heridos o muertos que se reportó luego del conflicto. Noticias les llegaban de conocidos quienes manifestaban que estaba prisionero en suelo peruano; otros decían que lo habían evacuado hasta Santa Rosa junto a otros heridos para ser atendido. Este malhadado momento fatídico afectó al corazón de Avelino que, una vez más, sentía como golpeaba duramente la vida que había

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escogido con tanta esperanza y muy lleno de entusiasmo. Sin olvidar el sacrificio de su hermano se propuso acudir en cuidados a sus pequeños sobrinos y así lo hizo durante un buen tiempo. Poco período después, otro suspiro sacudiría al sufrido Avelino. Se había enamorado de una joven coterránea suya que concibió una niña a quien, su padre inscribió con el nombre de Lupe, pues su madre dejó de existir el momento del alumbramiento. Sin poder atenderla debidamente, acudió donde su hermana Manuela quien le prodigó sus cuidados y creció con la debida manutención de Avelino. Al pasar los años, mi madre, que se enteró tardíamente del acontecimiento, la acogió con cariño hasta cuando conoció y casó con Bolívar Samaniego procreando 5 hijos.

El Bandolín, Su Escapatoria Sentimental.

Con este instrumento que lo compró allá por el año 1940 en el taller de Eduardo Didonato, un gran maestro de la flauta de pan que, al retirarse como profesor del Conservatorio Nacional de Música, estableció un taller de instrumentos de cuerda. En 1942 renacía el dúo con su amigo “El mono” Moncayo y nuevamente, luego de sus labores cotidianas y por pura afición, estarían en los sitios más románticos de la ciudad para elevar sus canciones que llegaban al corazón de la juventud quiteña. Fue Vicente Sanafria, nuestro primo, quien, a la edad de diez años acompañaba al dúo, llevando el bandolín y aprendiendo cómo los serenateros quemaban las horas de elogio al cancionero latinoamericano, esparciendo en la madrugada quiteña, los sonidos del bolero y el pasillo principalmente. Las horas noctámbulas se enriquecían con las canciones del dúo que entregaba su alma en cada nota musical. Nos contaba Vicente que: “era otra cosa escuchar a mi tío entonando su bandolín, su inspiración marcaba otra connotación a la música sobre todo nacional. Cerraba los ojos e imprimía cálidamente su pasión en las cuerdas de su instrumento, dando cadencia e ingenio en cada estrofa de la canción”. A decir de Alicia, hermana de Vicente, “cuando mi tío cogía su bandolín en las reuniones familiares, se prendía la fiesta con su incomparable forma de tocarlo. Los sanjuanitos, albazos, pasa-

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calles revoloteaban el ambiente y todos salían a bailar con el mejor de los gustos. Cuando realmente estaba cansado, mi padre, Carlos, ponía a funcionar su tocadiscos y seguía el festejo con música que emanaban los discos LP., así el tío Avelino también podía disfrutar del baile general”. Años más tarde, cuando su profesión https://laterrazadelsoto.wordpress.com/2012/03/22/lassustraía toda su serenatas-en-sancti-spiritus/ atención para manutención abnegada a instrumento, dando cadencia e ingenio en cada favor de su familia, confirió el instrumento a su sobrino que haestrofa de la canción”. bía sido fiel compañero de sus aventuras artísticas trasladando el hermana valioso de bandolín. Acon decirapego de Alicia, Vicente, “cuando mi tío cogía su bandolín en las reuniones familiares, se prendía la fiesta con su incomparable forma de tocarlo. Los sanjuanitos, albazos, pasacalles

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Mercedes…El Amor “Con el pecho henchido, rebosante de placer, Seré tu marido y tú mi linda mujer. Así los dos viviremos en un nido de ilusión. Yo te colmaré de mimos, tú serás mi adoración”.10

Fue en ese mismo año (1942) que supiera de la existencia de una hermosa niña en un poblado del Cantón Pedro Moncayo. Su ex-maestro y ahora amigo, Alfonso Araujo le invitó a que conociera Tabacundo, parroquia en ese entonces del Cantón Cayambe, Provincia de Pichincha, situada a cuatro horas de viaje por caminos polvorientos de la época. Le indicó previamente que allí existían muchachas muy guapas y en la familia Romero Jarrín, dos chiquillas se destacaban por sus melenas rubias y ojos claros a quienes les decían las “gatitas”. Tabacundo era una población agrícola y ganadera por excelencia. Llena de tradiciones y de gente apacible que tiene muy enraizado el amor a la familia y su tierra. Por los años 50s, las familias más representativas emigraron a Quito y al exterior. Entre sus hombres y mujeres han existido siempre

Mercedes Romero Jarrín ca. 1960 Las flores que crecen en su suelo, se ha dicho siempre, son las más hermosas de Mundo

Fue en este precioso paraje donde mi Padre fijó sus ojos y su empeño para cimentar un matrimonio al que 10 Segmento de la letra de un Sanjuanito ya estaba preparado. Un fin de semana llegó en compañía 31 de su amigo al parque central de la población. Medio día de Sol radiante y enseguida a


poetas, músicos, intérpretes, escritores, que han brillado en la cultura ecuatoriana. Fue en este precioso paraje donde mi Padre fijó sus ojos y su empeño para cimentar un matrimonio al que ya estaba preparado. Un fin de semana llegó en compañía de su amigo al parque central de la población. Medio día de Sol radiante y enseguida a pernoctar en la casa de los nuevas amistades. Luego de un ligero almuerzo, el dueño de casa Invitó a su invitado a conocer la joyería que había instalado en el lugar. Pasó Avelino y le dieron asiento cerca a la puerta del local. Le dijo su amigo: “Luego de poco pasarán las niñas Romero rumbo a la capilla de la Iglesia, todos los domingos a la misma hora van allá porque pertenecen a la Cofradía del Corazón de Jesús” le dijo Araujo. Larga sería la espera para el viajante, la avidez de saber a quien quería ser presentado le habrá cobrado no poco nerviosismo, pero ya estaba allí y quiso envolverse de paciencia. Conversación va y viene con su anfitrión, pero, la mirada siempre atenta mantenía en la vereda del frente por donde le dijeron aparecerán Mercedes y Rosita, las hermanas más guapas del pueblo. La impaciencia comenzaba a dar frutos sobre la conversación que ya no tenía la coherencia del inicio. Cuando, a las 15h00 exactamente, pasaban elegantemente ataviadas, las “gatitas” que aceleraron el corazón del joven extraño. Sólo eso pudo percatarse aquel día. Se lamentó el tener que regresar a Quito debido a que el último carro que partiría, perteneciente a la cooperativa de don Avelino Cahueñas, salía a las 5 pm. y debía despedirse de los amigos con la consigna de volver a la siguiente semana. Previamente contó con sigilo a su amigo, el interés que en él había despertado Merceditas, comprometiendo al coterráneo de la niña, su promesa de hacer algo para un encuentro “casual” en días venideros. Habrá sido una semana de intensa emoción privada que alargarían las horas y los días del seducido joven que esperaba impaciente el encuentro que nadie sabía cómo ocurriría, y más aún si habría correspondencia a su presencia afectiva. Llegado el día, muy temprano se dirigió a El Ejido, desde donde salían los buses para la parroquia Tabacundo. Llegó y fue de inmediato al encuentro de Araujo quien ya esperaba su visita. Le tenía

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noticias halagadoras, pues los domingos temprano la niña Mercedes Romero Jarrín pasaba al sector del Parque La Banda a visitar a uno de sus hermanos mayores. Ahora el tiempo pasaría más a prisa. El momento esperado que significaba un desaire o una apacible esperanza, llegaba aprisa por el nerviosismo almacenado en esos días. De pronto! La voz del dilecto amigo sonó quedamente: “ya viene” y Avelino se apresuró a la puerta del local. El señor Araujo saludó cuanto antes a Mercedes y, seguidamente, presentó al recientemente llegado de Quito que extendía su mano para estrechar la de la bella chiquilla que no sabía si saludar o seguir los pasos que habían sido detenidos brevemente. Su formación y porte elegante le dijo que extendiera su mano y aceptara con cortesía la salutación del desconocido que mostraba hechuras de caballero. Un breve intercambio de palabras y Mercedes siguió nerviosamente su camino. Este efímero encuentro no respondía mayormente a las ilusiones de Avelino. Como dijimos anteriormente, él ya contaba con 25 años de edad y Mercedes apenas llegaba a los 15. Quizá el porte pequeño y delgado de mi Padre, hacía que aparente mucho menos en años, pero sí fue de preocupación para él la corta edad de mi futura Madre. Más, no podía olvidar los buenos modales y la singular presencia de aquella niña. Recuerdo que en los días posteriores acrecentaron sus desvelos por saber más de la amable damita. Vino entonces el viaje semanal que, en muchas ocasiones sería un ir y venir sin esperanza alguna. No era fácil el acercamiento a la señorita que, desde el único encuentro de semanas anteriores, era acompañada de sus hermanos o padres. Entonces sólo podía admirarla de lejos, en la iglesia o distante en el parque o camino a su casa. Aunque en algunas ocasiones si tuvieron un intercambio de miradas. Resultaba cansado el ida y vuelta de todo un día teniendo labores tempranas el día lunes. Avelino tenía mucho trabajo por el prestigio que se había ganado en cuanto al cumplimiento y calidad de sus obras. Eran ya varios meses que atendía a la Fuerzas Armadas con su exacto trabajo de miles de escarapelas que figuraban en los uniformes de los soldados de las divisiones asentadas en Quito. Y, aunque tenía operarios, su presencia garantizaba una entrega periódica de calidad.

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Pero un día salido de lo normal, llegó su amigo y, luego de una breve conversación sobre el tiempo, la política y el trabajo, fue sorprendido con una ¡gran noticia! Merceditas visitó la joyería en Tabacundo para una adquisición de alguna joya y al despedirse había preguntado por él. Bastó la notica para emprender, no solamente los viajes semanales, sino para signar su deseo ferviente de llegar al corazón de su nueva ilusión. Siete fueron los años que transcurrieron entre cartas, viajes y encuentros vigilados. Con el pasar de los años, Avelino fue aceptado en la casa de los Romero-Jarrín. Rafael, Rosita, Lucila, Gonzalo y Julio, hermanos de Mercedes, pasaron a ser afectuosos amigos de quien mostraba ternura y apego a la gentil familia de su pretendida. Ahora ya sus viajes eran de regocijo con más personas y amigos que le brindaban atenciones. Una serenata con el fondo de bandolín, guitarra y voces del pasillo “Noche de luna”, marcaría una razón de encuentro inolvidable. Un dia de 1949, siempre recordarían los tabacundeños una fiesta formidable que se realizó con moAlfonso Avelino Campos (1974) tivo del matrimonio de una de sus Alfonso Avelino Campos (1974) queridas vecinas. Conversando con mi Madre, hace pocos días, me confió lo siguiente: “Como ya era bien recibido en la casa de mis padres, una noche, Avelinito acudió con su amigo Moncayo para pedir mi mano en matrimonio.

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Mi padre (Abraham) todavía no estaba muy confiado, quizá era porque él estaba muy enfermo y su apego a mí era lo que le hacía tener alguna resistencia. Mis hermanos y hermanas si quisieron que me casara y ayudaron para que mi Padre aceptara finalmente mi compromiso. Mi Madre (Mercedes) siempre mostró su afecto a mi futuro esposo. Aquella noche se fijó una fecha posterior que pasó rápido por los preparativos. El matrimonio se realizó en un solo día: el Civil por la mañana y la ceremonia Eclesiástica por la noche. Ese día mi familia “votó la casa por la ventana”. Lamenté mucho que mi Padre no estuviera en ese momento junto a mí porque falleció un Un lugar aparte merece haber tenido la muy tiempo antes. Hubieron muchos invitados del pueblo y otras partes, preciada oportunidad de crecer como familia todos familiares y amigos. Fue un día maravilloso e inolvidable”. junto central a los Corral López, Centeno Corral, Corral Al día siguiente, en el parque del poblado, familiares y amiNeira; ellos se convirtieron en verdaderos amigos, gos despidieron a la pareja que emprendían su viaje al hogar que hermanos, tíos, sus tías coterráneos y abuelos de recibiría en Quito a la muy queridahermanas, chiquilla que quienes, como fruto del amor de nuestros padres extrañarían.

El Hogar…La Felicidad

llegaríamos años más tarde.

Una tarde de lunes llegaron a Quito y se dirigieron al domicilio que había arrendado Avelinito para recibir a su esposa en la casa ubicada en la calle Quijano No. 226 y Ambato del barrio San Sebastián, cuyos propietarios eran la familia Corral - López que recibieron a la pareja como a sus propios familiares, pues mi padre había anunciado su Jóvenes de la Flia. Corral López que fueron amigos confidentes de mis padres. matrimonio y cuándo De izquierda a derecha: Mario, Miguel Ángel, Héctor y Bolívar. llegaría su joven amada. Días de esparcimiento y Con ahínco iniciaron, a finales de 1949, el camino de visitas a conocer la familia, serían los subsiguientes queque, llenaban serio de cristalizar todos los anhelos en papel carta, sentaron a lo largo de su noviazgo.

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de intensas emociones a los recién casados. En esta casa solariega de nuestra ciudad fue donde mis padres forjaron el porvenir de la familia que hoy representa el cúmulo de su amor en hijos, nietos y bisnietos que siempre hemos recibido su amoroso ejemplo de virtudes. Allí, en ese barrio histórico que está ubicado en el centro de la Capital, sus primeros días, meses y años de aprendizaje familiar, se desenvolvió lleno de sólida comprensión, responsabilidad y amor que nos trasfirieron día a día. Un lugar aparte merece haber tenido la muy preciada oportunidad de crecer como familia junto a los Corral López, Centeno Corral, Corral Neira; ellos se convirtieron en verdaderos amigos, hermanos, hermanas, tíos, tías y abuelos de quienes, como fruto del amor de nuestros padres llegaríamos años más tarde. Con ahínco iniciaron, a finales de 1949, el camino serio de cristalizar todos los anhelos que, en papel carta, sentaron a lo largo de su noviazgo. Mi padre en su taller de joyería y con mucho trabajo por desarrollar, solicitó la colaboración de dos jóvenes que conoció en el barrio y depositó en ellos la confianza para el cumplimiento de sus compromisos artesanales. Andrés y Alfredo provenían de la parroquia Amaguaña y pronto se ganaron el afecto de mi madre quien los acogió como si fueran sus familiares. Ellos fueron una gran ayuda para la pareja pues, con bondad en su carácter y afán de servicio, no solamente a sus labores que los llevarían a ser buenos profesionales, sino también de todo cuanto podía necesitar mi Madre para desenvolverse como ama de casa. Aprendieron pronto, y en los años que fueron compañía para mis padres y luego para sus hijos, dejaron un profundo sentimiento afectuoso que hasta hoy ha perdurado con Andrés, que aún vive y, con mucho honor y capacidad trabaja con sus hijos en la misma profesión. Llegó al taller de mi padre cuando apenas tenía 17 años y su recuerdo lo manifiesta así: “Me llegaron a apreciar mucho, siempre me sentí como uno más de la familia. La señora Clemencita (Mercedes) y el maestro, fueron como mis padres en esta tierra. Siempre estaban preocupados de nosotros para que nos sintamos bien. Don Avelino era cariñoso, tranquilo, pero eso si, recto en el trabajo, no le gustaba quedar mal. Como pareja se llevaban bien y

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jamás vi que castigaran a sus hijos. En cuanto a la labor de joyería éramos especialistas en collares de oro que engastaban valiosas esmeraldas. Recuerdo que cada uno de ellos llevaban 15 esmeraldas por lado. Los gafetes para la seguridad los trabajábamos nosotros mismos. Hacíamos cruces con incrustaciones de perlas o esmeraldas, también botones con 4 esmeraldas en el par. Pero lo que también hicimos mucho fue con las Mariquitas que se vendían por docenas. Estas eran muy llamativas por los variados esmaltados que llevaban con gran adorno. Había otra joya muy hermosa que su señor padre realmente debió patentar por la técnica que usaba en ellas; a estos botones los llamó Pensamientos y se elaboraba en grandes cantidades. Supe que años atrás se le conoció a Don Avelino por sus trabajos para el ejército, pues elaboraba junto a un hermano, las escarapelas que llevaban todos los soldados. Al solicitarle nos confíe algún anécdota con mi padre nos cuenta lo siguiente: “Resulta que su Papá procuraba atender a sus clientes con la prontitud y esmero que ellos le pedían. En algunas ocasiones tuvimos que trabajar hasta la madrugada pues al siguiente día había que entregar en algún lugar de la ciudad o en la joyería de la Sra. Eudoxia Granda. Si había ofrecido para ese día, pues ese día, aunque sea a media noche o primera hora del siguiente, ya estaba golpeando la puerta del interesado o interesada. Pasó, entre otras oportunidades, que terminábamos de pulir, enjoyar las piedras preciosas y abrillantar a las dos o tres de la mañana, y el maestro se alistaba para ir a dejar a la persona dueña de las joyas. Así había quedado comprometido debido a que varios de sus clientes llevaban joyas al exterior y al siguiente día estaban ya en el Aeropuerto para embarcarse. En esa ocasión, y dado en que en todo tiempo a existido los asaltos, sobre todo a esas horas, decidimos acompañar a Don Avelino para también quedarnos tranquilos de que no le pasara nada y las joyas de alto valor lleguen a su destino. Doña Clemencita, que nos atendía hasta una alta hora con café o el sabroso arroz que preparaba con estofado de carne en su propio jugo y ensalada de tomate, nos despidió esa madrugada incluyendo un poco de risa en su semblante. No podía ser de otra manera ya que, para dar protección efectiva a su esposo, nos ideamos que nos vistiéramos de policías, esto aprovechando que su hermano,

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un oficial del Regimiento Quito, había dejado encargando dos de sus uniformes recién lavaditos. Bueno, para que le cuento, fue toda una tarea que nos pusiéramos los uniformes dado a que don Rafael, el policía, era alto y fornido y nosotros pequeños y delgados. Allí tuvo que poner todo su conocimiento la señora Clemencita, en el manejo del hilo y la aguja. De todas maneras las bastas entraron y ajustaron las botas que también nos resultaban grandes. Pero la verdad es que fuimos caminando con garbo como verdaderos policías y nadie sospechó nada. Llegamos con los primeros rayos del Sol al Aeropuerto donde ya estaba esperando los clientes con la paga en la mano y el agradecimiento por la puntualidad conocida del maestro”. En cuanto al dominio que tenía sobre su instrumento favorito, Andrés nos cuenta que “Don Moncayo le visitaba las tardes cuando ya se desocupaba de sus labores en la relojería y daba gusto escucharles tocar sanjuanitos, albazos y los pasillos antiguos. Don Moncayo tocaba muy bien la guitarra y don Avelino tenía una manera muy propia de sacar la dulzura de las cuerdas de su bandolín que verdaderamente me hacía extrañar mi tierra”. Al año del matrimonio llegó la primera alegría del hogar, un niño a quien bautizaron con el nombre de su padre. El padrino de su bautizo fue el más afectuoso de los tíos de nombre Pablo, con quien se harían más agradables las noches de amenas conversaciones cuando visitaba a su ahijado y hermanos. Dos años después llegó Estela y con diferencia de un año Laura. Cuando nació Fabián pensamos que cerrábamos el número de la familia. Jovencitos ya, pensamos que, con mis padres, seis éramos suficientes, más no siempre es lo que uno piensa y 10 años después de Fabián llegó Patricio, dos años más tarde Ramiro. Fueron los hermanos que alegraron el ámbito familiar y nos educaron mediante las tareas de ayuda que debíamos prestar a Mamá, para que crezcan como quisimos y aprendiéramos la lección para, en el futuro, también ser padres. La familia había crecido y las obligaciones también, así que, pese a la oposición de mi Padre, Mamá decidió trabajar para lo cual se valió de las amistades que prontamente ayudaron a ubicar a Merceditas en una institución particular. Debía hacerse cargo del barcomedor del Convento San Carlos.

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Carlos.

Así lo hizo durante un año, pero sus conocimientos y afán de progreso le llevaron a solicitar un trabajo más procedente y consiguió emplearse en una dependencia del Ministerio de Gobierno en la que laboró por más de 35 años mostrando su ca- De izquierda a derecha: Laura, Estela, Fabián, Papá Avelino, pacidad y probidad. Mamá Mercedes y Alfonso Merceditas se merece Así lo hizo durante un año, pero sus en este capítulo en que honramos la memoria de mi Padre, un esconocimientos y afán de progreso le llevaron a pacio en el que, nosotros, los hijos, le gratificamos con amor por todo cuanto hizo para levantar la moral en varios momentos arduos que también tuvimos que pasar. Cuando Papá comenzó a bajar el ritmo de su trabajo por la decadencia de su profesión, fue Ella quien puso todo el empeño y fortaleza para que sus hijos no sufrieran insuficiencias de todo cuanto ya habíamos estado acostumbrados. Nos pidió solamente que, paralelamente a nuestros estudios, ayudemos en casa, en las horas posibles, con la atención a los más pequeños y así lo hicimos. En cuanto a recordar las vivencias que junto a ellos tuvimos en los largos paseos que nos conducían a visitar a las abuelitas, donde disfrutábamos los tres largos meses de vacaciones, diremos que fue para regozijarnos viajando, unas veces a Riobamba, otras a Tabacundo, donde la diversión llegaba hasta la extenuación con los primos y tíos que allí nos recibían. El campo, las cosechas y los manjares con que nos atendían, viven aún en nuestra memoria. Muchas veces quisiéramos que el tiempo retorne y, de la mano de nuestros mayores, recorrer nuevamente los amplios boscajes y los caminos que nos llevaban a parajes divinos llenos de sol, agua de río, frutas silvestres y el cantar de pajarillos. Quisiéramos también tomar la mano de Papá para ir a los parques donde nos enseñaba a correr, respirar aire puro, trepar un árbol, rodar sus niveles. Que nos apure porque en la Plaza Belmonte ya

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que nos llevaban a parajes divinos llenos de sol, agua de río, frutas silvestres y el cantar de pajarillos.

estaba por iniciar una corrida de toros que, según él, sería muy buena y tocaría la Banda Municipal. Las visitas de fin de semana también están en el recuerdo. Para entonces, varios familiares de Mamá también vivían en Quito, así que podíamos escoger a quienes veríamos len esos días, o a su vez invitarles a que en nuestro hogar se desarrollen las agradables tertulias del sábado por la tarde que finalizaban con una taza de Constan en primera fila: De izquierda a derecha: Alfonso, chocolate, queso y sabroso Estela, Mamá Mercedes y Fabián. pan que vendía don “Perico” Atrás: Papá Avelino y Laura. en la tienda del barrio. Quisiéramos también tomar la mano de Papá para El entretenimiento principal irde a los parques donde nos a correr, esas reuniones era,enseñaba sin lugar a dudas, escuchar las hermosas melodías que interpretaba mi padre en su querido bandolín. Unas cuantas vueltas de baile y la despedida que prometía volver a verse la próxima semana en casa de algún emocionado aspirante. Podemos decir con exaltación que fue magnífico nacer en el hogar que nuestros padres radicaron en la bella Quito. Ellos nos dieron todo cuanto un ser humano anhela para los suyos, pero lo que más recordamos y agradecemos, fue su paciencia, su consentimiento y el amor que nos prodigaron.

Gracias Papá…Gracias Mamá!

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Sentados: Estela, Papรก Avelino, Mamรก Mercedes, Patricio y Ramiro De pie: Alfonso, Laura y Fabiรกn

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Un Hombre De Paz…

Le dolía el sufrimiento humano. Siempre renegaba de la injusticia con los más pobres, con los más desvalidos. Cuando se trataba de hacer conocer su posición ante los hechos que le inquietaban, su voz era más clara, sin llegar a la ofensa por más coraje que asumiera. Su filosofía de la harmonía entre seres humanos aventajaba a muchos ilustrados porque era sencilla y decidora su autenticidad. En muchas ocasiones le vi discutir de temas políticos, o circunstancias del país y sabía enrumbar felizmente su conocimiento cabal de sus convicciones. Muchas veces los contertulios quedaban satisfechos de su claridad y extendían su mano de felicitación. Fueron muchas las ocasiones en que “se compraba el pleito” cuando veía ultrajar a una mujer. En otros momentos lamentaba mucho el maltrato infantil. “¡Oiga señora, no sea tan atrevida, el niño no tiene la culpa, usted tiene que educarlo!” se escuchaba en alguna calle de la ciudad cuando cerca a él ocurría algún desafuero sea de madre o padre hacia sus hijos. Las respuestas eran muchas veces agresivas, pero mi padre guardaba la compostura y dejaba que se asienten los ánimos con sus consejos y la tierna caricia en el mentón de los niños. Cuando sus hijos ya crecimos, fue quien puso quietud a nuestros instantes juveniles que querían cobrarse “ojo por ojo y diente por diente”. Sus palabras estaban signadas a contener el instinto temerario que en ocasiones relucía ante alguna discrepancia que parecía muy seria e insalvable. “Ah, hijo, serénate, no todo se puede resolver con gritos o golpes, es mejor la palabra”. Y el agresor, también un chiquillo, salía exculpado. Razón tuvo su nieta Jazmín cuando en su alocución de despedida en representación de los nietos, y recordando los tiempos vividos junto a él manifestaba su felicidad y agradecimiento calificándole como un hombre de paz. Su don muy personal hizo que conquistara muchas amistades. En el barrio era muy halagado por personas que les gustaba su fácil conversación y su delicadeza en el trato personal. Recordamos al Sr. Arturo Aguirre, sastre e intérprete inigualable del Rondador, que paseo su profesionalismo por varios países del Mundo integrando el Conjunto Los Corazas. Era quien confeccionaba sus ternos y se

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visitaban para conocer las novedades de la música ecuatoriana. Un coterráneo suyo, el Sr. Buenaño, de profesión carpintero, “no le aflojaba” (como decía mi Madre) cuando se encontraban en la calle y se dedicaban a una amplia conversación. El Dr. Saltos, odontólogo que vivía a dos cuadras de nuestra vivienda, era quien revisaba y hacía “gritar” a sus hijos mientras emprendían a distancia un diálogo que delataba un ácido momento de la patria. Recordamos también al Sr. Estrella, un mecánico de aptitud que servía a la colectividad con maquinarias importadas de gran eficacia en los trabajos encomendados. El Sr. Estrella fue un gran compañero de luchas políticas de mi padre. Era un caballero de grandes dotes intelectuales y un apasionado amante de su ciudad. Con él, mi padre refrendó su amor a Quito y fue el crisol de donde tomó el valor de la autoeducación. “Fue una persona muy sabia; con las palabras adecuadas aconsejaba a sus nueras y yernos, hijos e hijas, expresando siempre la búsqueda de la paz y armonía entre las personas. Mi esposo y mis hijos nunca podremos olvidar su abnegada dedicación y su amor infinito como suegro, padre y abuelo. Se ganó mi cariño imperecedero hasta el fin de los tiempos”.11

11 Mangui Adum, Faride

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Los Nietos Y Bisnietos

Merece un capítulo aparte el inestimable amor que entregara nuestro Padre a quienes vinieron a endulzar sus días de madurez. Es de mucho elogio su pasión por cada uno de sus nietos cuando ellos venían a incrementar la familia. La ternura de sus brazos y mimos iban acompañados con una cadencia musical que la entonaba con forma de sanjuanito. Desconocemos si tenía letra, pero se notaba que debió haber sido un canto tradicional para recién nacidos. Sacarlos al patio de la casa para que den sus primeros pasos, era su encanto. Relataba cada gesto, cada balbuceo de su nieto o nieta. Siempre bien protegido con suma atención, el retoño de uno de sus hijos parecía entender las lecciones del abuelo, y devolvía con una carcajada grácil, la atención del gigante que los divertía. Cuando ya crecieron para ir al jardín o la escuela, su atención creció más aún. La familia ocupaba una casa de cuatro departamentos, allí se desarrollaron la mayoría de sus nietos y nietas, frutos de Estela, Laura, Fabián y Alfonso. Por su voluntad nos pidió que le permitiéramos llevar a sus nietos a cada uno de los establecimientos donde se educaban. No falló un solo día, no importó que el Sol amaneciera candente o el aguacero quiteño empapara su impermeable porque prefería cobijar con su gran paraguas a los niños y niñas que, cogidos del abuelito por todo lado, se deslizaban por la resbalosa vereda que quedaba estrecha por la cantidad de ágiles gacelas que jugueteaban y hacían preocupar al abuelo ante eminentes caídas que, finalmente nunca ocurrieron. Los jardines y escuelas quedaban distantes de casa, los más pequeños quedaban en el Borja No. 1, allí quedaba en manos de sus maestros(a)s: Jazmín, Ismael, Natalia, Valeria en el Sagrados Corazones y Marisol en la escuela del barrio. Ellos devolvieron en vida de nuestro Padre, su bálsamo amoroso de niños y luego de jóvenes agradecidos. Aquí se reafirmó una vez más el vigor con que fue criado mi Padre en sus primeros años. Para entonces ya contaba con 60 años de existencia. Jamás se quejó del trabajo duro que representaba madrugar todos los días para el mismo trayecto de ida y vuelta, con un recorrido que duraba por lo menos 2 horas. Realmente fue titánica su tarea auto impuesta por la felicidad que en él se edificaba sirviendo y “cuidando a mis nietitos”.

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Constan: (Primera fila) arriba: Juanjo, Valeria, Matías; Natalia, Jazmín, hija;fila) Lasarriba: Natis; Juanjo, Marisol,Valeria, Daniela, Constan:Natalia (Primera Matías; Joel, Brenda; Orlando Jr.Natis; Marisol, Daniela, Natalia, Jazmín, Natalia hija; Las Segunda fila: Ismael, la abuelita Joel,Mateo, Brenda;(con Orlando Jr. Mercedes). Segunda fila: Ismael, Mateo, (con la abuelita Tercera fila: Fabián Jr.; GabrielMercedes). y Karla; Matías, Orlando, Carlos, Valeria; Mateo.y Karla; Matías, Orlando, Tercera fila: Fabián Jr.; Gabriel Carlos, Valeria; Mateo.

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Recuerdos:

“Al hacernos las preguntas de donde vengo, quien soy y hacia dónde voy, sin duda vienen los recuerdos de momentos vividos en mi niñez junto a ti abuelito. Todos los que formamos parte de esta familia te debemos algo, y en especial creo, que los más arrullados por tu encanto fuimos tus nietos. De donde vengo es una pregunta que al parecer no están difícil de contestarla, pero significa mucho si en verdad nos ponemos a remembrar el verdadero pasado de nuestros mayores. Siempre te recuerdo con mucho cariño pero nunca me imagine que solo a tu fallecimiento, descubriría tu verdadera esencia. Siempre reconocí tu talento como joyero, pero, más allá había un hombre con otras virtudes que envolvían sentimientos puros. Ahora entiendo porque a todos de tu descendencia nos fascina la música, tu habilidad por tocar el bandolín inspira profundos sentimientos y orgullo. A primeras horas de la mañana, con el frio característico de nuestra ciudad nos recogías para guiarnos a nuestras escuelas, jamás percibí algún reproche o quejas por hacerlo todos los días, siempre note un especial compromiso y hasta cierto punto una obligación sentimental con cada uno de nosotros. Al transcurrir el tiempo quizás parezca un recuerdo inocente, pero a la vez con la madurez suficiente, el reconocimiento más sincero por tu apoyo y sincero amor. Una habitación con olor a gasolina, llena de herramientas curiosas y de vitrinas llenas de joyas trabajadas con la mano de la experiencia. Apasionadas obras de arte con talento y amor al esfuerzo. Y en ese mismo taller… tardes de boleros, pasillos, pasacalles; en fin, todo era arte en aquella habitación, en la cual sin duda se forjaron tus hijos y parte de tus nietos. Tu familia sigue creciendo, tu apellido trascenderá por el sendero del amor, la sabiduría y la superación. Siempre orgullosos de tu legado sabremos honrar tu memoria”. Ismael Campos Mangui.

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“A mi abuelito lo recuerdo y se me llena el alma de nostalgia por atrapado casi sin movimiento. Transcurrier todo lo que pudo hacer mientras estuve junto a él. Miré y admiré que entre el fuego del soplete y lay delicadeza manos de vehícul varias horas él sólo veíadeelsus pasar de los piel tostada, modelaba no solo las alhajas sino también el albur de sin que nadie se fijara en sus llamadas de auxil nuestras vidas. casualidad, señora que con asumenudo hija lo divisar Si pudiera verlo de Por nuevo le diría queuna lo extraño, pienso cuando me llevaba de su mano a la escuela, y sé cuan y ayudaron para que salga del pohoyo y deroso es el ejemplo de un padre en la vida de sus hijos. Me ensecon paciencia hasta su domicilio. ñó a caminar atenta,encaminaron prudente, a detenerme y admirar la belleza de la vida. Retomar el aliento y continuar a pesar del cansancio. También le diría queSus espero exista un lugarelenbarrio el más allá, donde causar paseos por también la gente escuche sus palabras, y le pediría que abrace a mi padre quien partió primero.molestias en su cuerpo. Fueron dos las ocasion

que trastrabilló y dio con su sensible cuerpo en suelo, lo que le causó varios golpes que los sin hasta bien avanzado su envejecimiento.

Valeria Pazmiño Campos

Su Pausado Atardecer

Hasta cuando cumplió un poco más de 90 años, su contextura y salud le permitía salir de su casa sin cuidado ninguno. Seguía recorriendo grandes distancias que no mellaban su resistencia. Muchas veces llegábamos de visita y, al preguntar sobre la presencia de nuestro Padre, nos contestaba Mamá: “Ya sabes hijito que tu Papá no para en casa”. La Plaza Grande lo acogería hasta bien avanzados sus años. Era su sitio ideal para recibir Sol y escuchar a los jubilados en su nada perdido humor quiteño.

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Luego se dirigía a visitar a su ex trabajador Andrés Caiza que tiene una joyería-relojería en la calle García Moreno y Bolívar. Allí permanecía largos minutos conversando de política y alguna razón que cause risa. Su retorno a casa debió ser un poco penoso pues, luego del recorrido del bus desde La Marín, debía bajarse del vehículo y subir por varias cuadras, muchas veces soportando fuertes lluvias. En alguna ocasión pisó mal y cayó fuertemente en una zanja que estaba en reparación, con tan mala suerte que quedó, hasta más de medio cuerpo, atrapado casi sin movimiento. Transcurrieron varias horas y él sólo veía el pasar de los vehículos sin que nadie se fijara en sus llamadas de auxilio. Por casualidad, una señora con su hija lo divisaron y ayudaron para que salga del hoyo y le encaminaron con paciencia hasta su domicilio. Sus paseos por el barrio también causaron molestias en su cuerpo. Fueron dos las ocasiones que trastrabilló y dio con su sensible cuerpo en el suelo, lo que le causó varios golpes que los sintió hasta bien avanzado su envejecimiento. Su innegable fortaleza hizo que conservara con serenidad el paso de los años. Siempre pensó que pronto se recuperaría de su abatimiento producido por su paulatino retiro de las actividades, que según él, las retomaría en cuanto se sintiera mejor. Jamás quiso aceptar que su fatiga iba creciendo debido a sus largos años de existencia. Cuando lo visitaba me decía: “hijo, ¿por qué será que no reacciono, yo nunca he estado en esta forma, siempre me ha gustado hacer deporte, estar sano”. Contaba ya con 96 años en su sacudido organismo. Días antes de su decaimiento final, coincidimos por asuntos de trabajo con mi hermano Patricio en la ciudad de Riobamba. Allí nos reuníamos por las noches para conversar, entre otras cosas, la frágil existencia que estaba afrontando nuestro padre. Hicimos remembranza de tantos episodios que a través de los años habíamos experimentado con los padres y hermanos. Fue placentero mutuo coincidir que infinitamente fueron más los momentos de complacencia que habíamos experimentado junto a nuestros progenitores, y el deber de protegerlos y mimarlos como lo habíamos hecho hasta el presente. Vino entonces la necesidad de, en alguna manera, compensar lo que

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no habíamos podido hacer cuando nos pidió que le lleváramos a soslayarse con los paisajes de su cuna natal; contaba a cuestas con 95 años de edad y comenzaba a afectarse con los cambios de clima. Decidimos entonces que al siguiente día pasearíamos por los sitios que Avelinito habrá recorrido en su querida Riobamba. Los parques y las anchas avenidas que tanto ponderaba, y luego un ligero viaje a San Andrés antes de retornar a Quito. Ya allí, fue todo en silencio. Llegar a la placita y contemplar la larga calle que conduce a donde existió la casona de los abuelos e imaginar su vida diaria hasta cuando decidió enrumbarse a la ciudad que lo cautivó sin conocerla. Patricio se sirvió de mis recuerdos, pues él nunca había visitado el terruño de nuestro Padre. Sentía yo su vivo interés por saber de todo cuanto habíamos disfrutado sus hermanos mayoArriba: Patricio, en la plaza central de San Andrés. res cuando en verano acudíaAbajo: Alfonso, en el sitio donde estaba la casona de los mos a ese paraje andino que presentaba paisajes apacibles inolabuelos; al fondo: “La Loma”. vidables. Allí nos sucedió algo excepcional: Mientras nuestra conversación subía en entusiasmo, casi al unísono intercambiamos una sensación que la dijimos sin fingimientos: ¡Papá está aquí! Y continué: Está recogiendo sus pasos junto a nosotros, se nos está Arriba: Patricio, en la plaza central de San Andrés. yendo…Patricio asintió resignado. Abajo: Alfonso, en el sitio donde estaba la casona de los Arriba: Patricio, en la plaza central de San Andrés.

Arriba: Patricio, en la plaza central de San Andrés.abuelos; al fondo: “La Loma”.

Abajo: Alfonso, en el sitio donde estaba la casona de los 49 abuelos; al fondo: “La Loma”.

Abajo: Alfonso, en el sitio donde estaba la casona de los abuelos; al fondo: “La Loma”.


La Despedida

Fue más o menos un año de su incesante muestra de asirse a la vida. Los médicos no encontraban en su decaimiento una razón de preocupación para un tratamiento que no sea el de aliviar sus dolores de cadera, seguramente por el desgaste de sus articulaciones que ya no tenían el mismo soporte dada su edad. Fue notoria su frustración viendo pasar los días sin ningún viso de mejoramiento. Su entretenimiento era salir a tomar el Sol en el patio de casa por varias horas. Su rostro se iluminaba de gozo cuando nos veía ingresar por la puerta de calle para nuestras visitas habituales de fin de semana. Los meses pasaron fugazmente para nosotros, para él, una eternidad. Los dos últimos meses fueron realmente un suplicio mantenerse en su cama, y pedía le concedan un momento de aire fresco y luz solar fuera de su dormitorio. Con una lucidez aún latente, reconocía a todos sus hijos y nietos que se hacían presentes y preguntaba por los que no. Había perdido su apetito y sólo pedía líquidos, pues sus riñones estaban muy sofocados y nada mejor que aliviarlos con el refresco de yerbas que por tantos años le preparó Mamá. Sus conversaciones ya resultaban repetitivas, quizá quedó en su mente los peores momentos que soportó de enemigos de la sociedad y también de quienes denigraron a la patria. Si meses antes pedía su recuperación y hacía lo posible por alimentarse de alguna manera, llegó un momento en que ya todo sentía el inicio de un final. En una de mis visitas, cuando mi Madre me confió que había estado pidiendo mi presencia durante todo ese día, al ingresar a su dormitorio y escuchar mi saludo, se anegaron sus ojos y extendió uno de sus brazos. Sentí mucho pesar que acompañó a la siguiente pequeña conversación: -Ya estoy aquí Papá, ¿cómo se siente? -Alfonsito, hijo! ya no avanzo. -Pero Papá, debe alimentarse un poco más, me dicen que prácticamente ya no come nada, le dije quedamente. -Y para qué hijo, ya estoy viajando… Dime: ¿Con quién quedará tu Madre? -Con todos Papá, no se preocupe.

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-Quiero que pidas a Dios que ya me lleve. -Le di un beso en la frente y apagué la luz de su lámpara…quería descansar. A la mañana siguiente mi esposa Faride recibió mediante una llamada de mi hermano Patricio, la catastrófica noticia de su deceso. Un manto negro cubrió nuestras mentes, el silencio invadió mi hogar y las lágrimas brotaban anegando nuestros rostros. Prontamente fuimos a la casa paternal, todo cuanto se encontraba en el entorno de la vivienda era irreconocible. Un nubarrón de amargura copaba el espacio ahogando el sentimiento doloroso en cada uno de quienes tocábamos sus frías manos, su rostro pálido y su rictus de expiración que no reflejaba padecimiento. Falleció en los brazos de Fabián, quien en compañía de Patricio, mi Madre, Laura y demás familiares presentes, le prodigaron su atención y amor que no fenece jamás. Paz en la tumba del Padre abnegado, considerado, amoroso e inigualable Ser que el mundo terreno nos confirió para admirarlo y amarlo perpetuamente.

Alfonso Avelino Campos

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Su Mundo Musical

Habíamos indicado que un sanjuanito escuchado cuando Avelinito tenía 10 años, lo emocionó tanto que dejó de lado el encargo de su madre para acudir a una escena de toros y toreadores. Este género musical ecuatoriano, se convirtió en el favorito para sus interpretaciones y también del disfrute de su danza. Recuerdo haberlo visto en muchas ocasiones cuando, sentado en su cajón de trabajo escuchaba en su radio Philco las transmisiones musicales que incluían ritmos ecuatorianos, Y, ¡de pronto! Se levantaba hacia un costado y se ponía a bailar al son de un sanjuanito. Disfrute que duraba un minuto y volvía a continuar su labor. Los pasacalles dedicados a Quito y Riobamba fueron de su predilección; al parecer conocía todas las letras de este ritmo que, en su bandolín, sonaba muy alegre y considerable. Lo mismo podemos decir del albazo y la tonada. Los yaravíes, muy propensos a la tristeza le ponían nostálgico sin llegar a lo patético; pero, disfrutaba del danzante y admiraba la indumentaria y la danza del personaje; decía de él que era “fastuoso recuerdo de nuestros antepasados”. El pasillo le parecía enamoradizo y propio de las serenatas. En cuanto a los ritmos extranjeros como los boleros, rancheras, pasodobles, chacareras, zambas, milongas, valses del Perú y argentinos, los escuchaba como si su mente lo trasladara a momentos gratos que, indudablemente, dejaron hondas huellas de complacencia. Los tangos fueron, en cuanto a este mismo segmento de música internacional, su sensitiva pasión. Carlos Gardel había sintetizado muy hondo su sentimiento. Todas sus canciones las tarareaba levemente mientras trabajaba. Recuerdo que una corta temporada usó sombrero “a lo Carlos Gardel”, quizá su evocación sellaba la admiración por un ídolo que lo “conoció” apenas llegado a Quito en las canciones que irradiaban su voz en todos los salones y restaurants de la ciudad. Pensamos en la ingente pena que habrá mortificado su corazón cuando los noticieros trajeron la fatal crónica del desastre ocurrido en el aeropuerto de Bogotá. El avión que llevaba de retorno a Buenos Aires al famoso cantante sufrió un desastre que terminó con la vida de decenas de pasajeros, entre ellos, Carlos Gardel. Con mi padre conocí dos ritmos europeos: Valses vieneses y

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pasodobles. “No hay como un vals vienés” me dijo alguna vez que sonaba en el radio. Desde entonces procuré escuchar más de este ritmo que me pareció encantador. A la hora de almuerzo, buscaba alguna audición con ese estilo musical que nos parecía muy bien hiciera de fondo para la conversación del medio día. Había nacido en mí el deleite por la música clásica universal. Los pasodobles pienso que estuvieron presentes en el gusto de mi padre desde su primera asistencia a las corridas de toros. Sangre ecuatoriana, de Julio Cañar, era su favorito. Por estas razones que le favorecieron en su larga vida de apreciación exquisita de la música. (sus últimos días estuvo acompañado, a más de sus íntimos familiares, de la música evocadora que sonaba en su pequeño radio de dormitorio) dejamos aquí señaladas algunas de entre decenas y decenas de las harmonías que complacieron su mundo musical: En mi Padre, la apreciación de nuestra música era realmente exquisita. Recuerdo nuestras rivalidades sanas al momento de escuchar música en casa. Papá y Mamá con sus tangos, pasillos, boleros, zambas, valses, etc. Nosotros, profundos seguidores de la música que se denominó de “La nueva ola”. Casi siempre nos ganaban la sintonía radial, pero, cuando salían a cualquier asunto que los llevaba fuera de casa, era nuestro momento de disfrutar a más de medio volumen, nuestros ritmos favoritos. Luego nuestros padres se dieron cuenta de que no podíamos seguir con esas disputas y nos concedían horarios para el disfrute de nuestro gusto musical. Para ganar mi adhesión a “su” música, inició una táctica que en poco tiempo logró resultados: Cuando

MÚSICA ECUATORIANA

En mi Padre, la apreciación de nuestra música era realmente exquisita. Recuerdo nuestras rivalidades sanas al momento de escuchar música en casa. Papá y Mamá con sus tangos, pasillos, boleros,

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sonaba en el ambiente un pasillo, sanjuán, tango u otro ritmo de su agrado, manifestaba: “Escucha cómo suena esa guitarra, realmente está hablando lo que sigue, preparando el canto que se avecina. Oye la dulzura que emite la guitarra, a veces triste, a veces romántica. ¡Es hermoso!” Así me describía también los otros instrumentos de acompañamiento y fui dándome cuenta del porqué apreciaba tanto la música de su preferencia. “Oye… oye, esos violines semejan lamentos, suenan maravillosos junto a las voces de los Benítez-Valencia”. Le encantaba escuchar las grabaciones del dúo de las Hnas. Mendoza Suasti; “Siempre se hicieron acompañar de los mejores maestros, músicos de muchos años de práctica que dulcifican la música ecuatoriana”. Admiraba a cantantes como: Olimpo Cárdenas, Eduardo Brito, Pepe Jaramillo, Olga Guevara, Fausto Gortaire, Hnas. López Ron, Hnas. Mendoza Sangurima, dúo Durán-Valencia, dúo Hnos. Valencia, dúo Strobel Maldonado, dúo Ecuador, dúo Hnos. Miño Naranjo, dúo Hnos. Villamar, dúo Aguayo Guayamabe, dúo Ecuador, etc. Valiéndonos de los recuerdos familiares, señalamos las siguientes canciones que despertaban su faceta artística y sentimental. PASILLOS: Las tres marías/ Noche de Luna/ El alma en los labios/ El aguacate/ Vaso de lágrimas/ Los adioses/ Lamparilla/ Latidos/ Esperando/ Romance de mi destino/ Tú y yo/ Sombras/ Mis flores negras/ Esposa/ Tatuaje/ Invernal/ Como si fuera un niño/ Confesión/ En el campanario/La ventana del olvido/Sendas distintas/ Ya no te quiero, pero no te olvido/ A unos ojos/ Ángel de luz/ Interrogación/ Pasional/ Cenizas del corazón/ Yo sé que volverás/ Al oído/ Madrigal de seda/ Paloma del ensueño/ Mientras tú me quieras/ Flores del pasado/ Te olvidarás de mi/ Opio y agenjo/ Reír llorando/ Lágrimas del alma/ Esperanza/ Para mí tus recuerdos/Sendas distintas/ Honda pena/ En las lejanías/ Oye mujer/ Porqué me haces sufrir/ Vamos linda/ Manabí/ No llores corazón/ Tus ojeras/ Lejos de ti/ Brumas/ Ojos tentadores/ Negra mala/ Al oído/ Sólo penas/ Besándote me despido/ Reproche/ Bajo cenizas/ Al besar de un pétalo/ Corazón que sufre/ Alma lojana/ Hoja seca/ Naufrago/ Cenizas/ Aquellos ojos/ Cho-

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rritos de luz/ Ojos maternales/ Alejándose/ El dolor de la vida/ Amar en silencio/ Pequeña ciudadana/ Serenata/ Al morir de las tardes/ Ojos verdes/ Para tus ojos/ Lagrimas y recuerdos/ Amor que renace/ Noches quiteñas/ Chullita linda/ Rebeldía/ Sabor de lágrimas/ Canto de mi alma/ Amarga dulzura/ Tu duda y la mía/Guayaquil de mis amores/Manabí/ Luciérnaga/ Cuando me miras/ Corazón quiteño/ Amor perdido/ Presentimiento/ Tus promesas/ Corazón que no olvida/ Suspiros del alma/ Angustia de vivir/ Corazón que sufre/ Nostalgia/Rosas/ Adiós mi vida/ Luz de tus ojos/ Una lágrima/Playas del adiós/ Amor grande y lejano/ Ojos negros/ Cantares del alma/Para ti mi recuerdo/ Sangra corazón. ALBAZOS: Arpita de mis canciones/Sólo por tu amor/ Dolencias/ Longa de amor/ Ay no se puede/ Mi dolor/Desdichas/ Grito del corazón/ Destino cruel/ El huiragchurito/El chacarero/Mi palomita/ Volverás otra vez/ La pipiolita/ Amor imposible/Eres mi encanto/Apasionadamente/Tengo vista una paloma/ Si tú me olvidas/Ingratitud/ Al amanecer/ A la madrugada/Cuanto te quiero/ Tormentos/ Cardosanto/Taita salasaca/ Pajarillo/ Anoche estaba soñando/ Sin esperanza/ Grito del alma/ El Puruhá/ Dulce pena/ Taita salasaca/ Azogueñita/ Morena la ingratitud/ Baila cholita baila/ Ingrato corazón/ Dulce mirada/ Por andar bebiendo/ El simiruco/ Ingrato corazón/ A las cinco de la mañana/ Canelazo/Pan de pinllo/ Lo que vale la platita/ El solterito/ Mi dolor/ Tu ausencia/ Virapita/ Rayo de Sol/ Compadre péguese un trago/ Por el camino/ Amaneciendo/ Morena la ingratitud/ Solito/Cumandá/ Sólo por tu amor/ Sufridito/Infortunio/ Avecilla/ Matitas de perejil/ Mi panecillo querido/Las Quiteñitas/Quiteñísimo. PASACALLES: Lindas ecuatorianas/ Chola cuencana/Cuencanita/ Desde el corazón/ Dulce locura/ Chola Cuencana/ Zaruma Urco/Peregrino de amor/Ingrato corazón/ Ambato tierra de flores/Promesas/Playita mía/Perla ecuatoriana/Dulzuras/Madre querida/Que venga mi madre/El chulla riobambeño/Riobambeñita/Venga Conozca el Oro/Las leyes del amor/ Apasionada-

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mente/Por algo me han de recordar/El Chulla quiteño/ El farrista quiteño/ Romántico Quito mío/Ciudad San Francisco de Quito/ Maravillas quiteñas/La tuna quiteña/El paisano/Reina y señora/ El estudiante provinciano/ Viva Quito/Balcón quiteño/Amanecer quiteño/Quiteño de cepa/Quiteño de Quito/Quiteñita/Quiteña encantadora/Calles quiteñas. SANJUANITOS: La morlaquita/ Penas mías/ Siendo triste vivo alegre/Linda riobambeña/El cóndor mensajero/ Chamizas/ Viva la fiesta/Palomita cuculí/El rondador/Muriendo de amor/Ay mi vida/Viva la fiesta/Te vengo a ver/Pobre corazón/ Yuyaringui/Quiereme Ñatita/ En las lomas de Zuleta/ Sin dinero/Toros de pueblo/Recuerdos/ Peshte longuita/Cumbres serranas/Volverás/El capulí/Soy capariche/San Pedro en Cayambe/Huagrahuasi/Santa Rosa y San Ramón/Dichoso corazón/Lindos ojos/El Chiquichay (cuando vengo no más vengo)/Ay mi vida/Esperanza/Vuelve junto a mí/ Floreciente amor/Inconstancia/Me has robado el corazón/Que siga la farra/Al pie del capulí/Sanjuanito compañero/Lunita de amor/Amores hallarás/ Sanjuanito de otro tiempo. AIRES TÍPICOS: La huevera/Sin dinero/Soy solterito/Chola casandera/No llores tu amor/Tormentos/Si no puedo olvidarte/Beta huagra/Tierra hermosa/Arpita de mis canciones/Apostemos que me caso/No quisiera dorarte/Viva la comadre/La rueda de la fortuna/Chinita linda/ El huasicama/Tierra mía/ Para la tierra voy/La vuelta del chagra/No hay como Otavalo/Aldeanita enamorada/Bonita guambrita/ El maicito/Penas y sonrisas/Sin dinero/Esperanza/ ZAMBAS: Yo no sé si te quiero/El maicito/Bandada de recuerdos. YARAVÍES:Puñales/No me olvides/Corazón/Momentos de tristura/Mi cruel destino. TONADAS: Ensueños/Que no nazcan los rencores/Primor de chola/Gemidos del corazón/Yerba buena/ Si el destino me ale-

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ja/El desconfiado/ Sinsabores/Papel rosadito/Poncho verde/ Forasterito/Ojos azules/Árbol frondoso/Ven a mí/La naranja/La verbenita/Imbabura de mi vida/Corazón dolorido/Cielo quiteño/ Mi vida y mi amor/Amor de mi linda guambra/Silencio en el alma/ Súplica/Sufriendo y amando/Mi sufrir/Guambra ingrata. VALSES: El árbol de mi casa/ Porqué Dios mío/ El reloj de mi existencia/Dos palabras/ Imposible/Muchachita linda. CAPISHCAS: Alegría del alma/ Vestida de azul. HABANERAS: Van cantando por la Sierra/Noche de lágrimas MUSICA INTERNACIONAL BOLEROS: Dos almas/Amorcito corazón/ Solamente una vez/Ansiedad/ Aquellos ojos verdes/Aunque me cueste la vida/Ayúdame Dios mío/Bésame mucho/Caminemos/Camino verde/Cenizas/Cuando ya no me quieras/Donde estás corazón/Dos almas/En mi viejo San Juan/Es la historia de un amor/Flor de Azalea/Florecita/Júrame/La barca/La última noche/Mar y cielo/Ni que sí, ni quizás, ni que no/Noche de ronda/Noches de boca grande/No me olvides nunca/ Perdóname mi vida/Perfidia/Por amor/Quien tiene tu amor/Quiéreme mucho/Rayito de luna/Reloj/Sabrás que te quiero/Sin un amor/Te amaré toda la vida/Toda una vida/Tres palabras/Triunfamos/Tú me acostumbraste/Tu me has dado a comprender/Una copa más/Un siglo de ausencia/Usted/Vanidad/Niégalo ARGENTINA: Tangos: El tango es un estilo musical y una danza rioplatense, propio de las ciudades de Buenos Aires, Montevideo y Rosario, de naturaleza netamente urbana y renombre internacional. Caminito/El día que me quieras/Madreselva/Nostalgias/Percal/ Mi Buenos Aires querido/Silencia en la noche/Te quiero/Uno/ Volver/Cuartito azul/Por una cabeza/La casita de mis viejos/ Tango apache/Entre tu amor y mi amor/Cambalache/El choclo/ Quiero verte una vez más/Malena/Hasta siempre amor/Malena/

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sencia/Usted/Vanidad/Niégalo

GENTINA: Historia de un amor/Entre tu amor y mi amor/Cómo nos cambia la vida/Lejos de ti/ valses: A finales del siglo XIX se introduce este ritmo musical bailable que lo practican las clases sociales altas que, hasta entonces danzaban las polcas, el chotis y la habanera. A partir de eso el pueblo se identifica con el vals europeo una simbiosis con su manera muy propia adaptando su gusto y sus instrumentos musicales. Así nace un nuevo género que se constituye también en argentino. Quisiera amarte menos/Yo no sé que me han hecho tus ojos/Alma mía/Ofrenda/Lágrimas y sonrisas/Sueño de juventud/Ilusión azul/La vieja serenata/Corazón de oro/Frivolidad Milongas: Los ejes de mi carreta/El arriero/Milonga de mis amores/Así es la milonga/De pura cepa/Milonga brava/Milonga criolla/La milonga de mis tiempos/Milonga de Buenos Aires/Milonga criolla/Milonga sentimental/Milonga que peina canas/De mi arrabal/Milonga del 900/Milonga de mis amores/Milonga celestial/Milonga para Gardel. Zambas: Junto al alero/La candelaria/Luna tucumana/Zamba de mi esperanza/Zamba para olvidar Fox trot: Se va el tren/ /Norma/Soñia/ bailando el fox trot ORQUESTAS: Orq. típica de Juan D´Arienzo/ Orq. típica de Fulvio Salamanca/Orq. Típica de Miguel Caló/ Orq. Alfredo de Angelis/Orq. Francisco Canaro/Orq. típica de Tokio/Orq. Rodolfo Biagi/Orq. Anibal Troilo/ Orq. Alfredo de Angelis/ MÉXICO: La malagueña/México lindo y querido/Amorcito corazón/ Guapango/La cucaracha/La bamba/Cucurrucucu paloma/ Cuando vuelva a tu lado/Piensa en mi/No volveré/ Noche de ronda/Tata Dios/Luz de luna /La cama de piedra/Anillo de compromiso/Farolito

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MÚSICA DEL PERÚ: Cholita no te enamores/ Alma, corazón y vida/Alma mía/Amarraditos /Ansiedad/Cariño malo/ A la huacachina/Cuando llora mi guitarra/Déjala que se vaya/Desde el alma/ El plebeyo/El provinciano/Estrellita del sur/Extravío/Fatalidad/Fina estampa/ Golondrinas/La flor de la canela/Regresa/Fina estampa/Ódiame/Lejano amor/El cóndor pasa/El picaflor/Nube gris/Que nadie sepa mi sufrir/Todos vuelven ESPAÑA: España Cañi/ Doce cascabeles/El ruiseñor/Granada/ El beso/Ni se compra ni se vende/Te quiero/Manolete/Valencia/ Islas canarias/En er mundo/La Virgen de la Macarena/El Relicario/Elgato montés/El toreo/Silverio/Sangre española/Gallito/ Pasodoble Te quiero/ CLÁSICA: Valses vieneses, polcas, Fox trot y Charleston OTROS:/ Linyera/ Corazón, corazón/Candilejas/Mis noches sin ti/ Amor en Budapest/Señorita luna/ Rio Manzanares/Amor se escribe con llanto/Moliendo café/Que bonita va/ CANTANTES EXTRANJEROS: Carlos Gardel/Cuco Sánchez/ Atahualpa YupanquiPedro Infante/Miguel Aceves Mejía/Javier Solis/Lola Beltrán/María Luisa Landín/Pedro Vargas/Los Panchos/Hugo del Carril/Bienvenido Granda/Alfredo del Rio/Carmen del Moral/Soledad del Valle/María de la Fuente/Alberto Marino/Alberto Podestá/Alberto Echagüe/RobertoGoyeneche/ Libertad Lamarque/Edgardo Donato/Argentino Ledesma/Lola Flores/ Conchita Piquer y otros.

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LOS HERMANOS MENORES

Los Hermanos Menores

Querido Papá. La vida te va enseñando, y hoy a dos meses de tu partida, recién escribo la carta que siempre quise la repasaras. No he olvidado viejito de cuando iniciaba mi edad escolar, tú me llevaste, y así lo hiciste por los seis primeros años. Me indicaste por donde debía regresar a la casa, los cuidados que debía tener al cruzar las calles y más cosas que sabías explicar con ternura. Coger tu mano me daba seguridad y, por supuesto…cuando me brindabas una dona era felicidad total. Recuerdas Papá cuando Ramiro y Patricio Campos Romero en la escuela te pidieron permiso para que juegue en la selección de fútbol?... ¡te agradó la Querido Papá. idea! Me veías potencial, me probaron, era bueno, pero no contábamos con que ingresé de a la escuelita mi fecha Lacasi vidasiete te vaaños enseñando, y hoypor a dos meses de tu de nacimiento y así no pudiste verme con el uniforme deportivo que partida, recién escribo la carta que siempre quise representaba a la escuela. la repasaras. Siempre quisiste que estemos ligados a las labores de campo, tenías un terreno por el Comité del Pueblo, y en las vacaciones nos he olvidado viejitotoda de cuando iniciaba llevabas con Ramiro a No sembrar, pasábamos la mañana, te co-mi edad mento que nunca me gustó, y más erallevaste, forzado que gusto, pero escolar, tú me y asícon lo hiciste por los seis ahora entiendo en realidad lo que buscabas. Ya no me acuerdo Papá como se llamaba tu peluquero, ese señor malo que nos cortaba REBAJADITO. Cuando ya terminaban las vacaciones, te pedíamos que nos lleves tarde, casi anocheciendo, para que la gente no nos vea, parecíamos “ovejas trasquiladas”.

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Sabes, por ti decidí peinarme para atrás y hasta ahora no dejo que llegue el mes y ordeno a mi peluquero me corte REBAJADITO. Te cuento que algunos de tus gustos musicales también son míos, por ti he querido siempre los tangos, la buena música ecuatoriana, la música clásica (me acuerdo que en el primer curso del Colegio Mejía me mandaron de deber en las vacaciones a escuchar los conciertos en la HCJB, al medio día) no tenías ningún problema en estar ahí, en tu cajón de trabajo, escuchando conmigo la música de los grandes compositores universales. La vida colegial tuvo sus años complicados a raíz de la política. Imagínate yo en el Mejía y tu simpatizante de León Febres Cordero. Comenzó un distanciamiento triste, no recuerdo porque no estuviste en mi graduación, quizá Fabián lo sepa, el estuvo ahí con mi amigo Antonio, Mamá estaba en cama con yeso pues sufrió una doble fisura de columna, estuvo postrada por un buen tiempo. Pero Viejito, no todo fue confrontación en la vida colegial. Te acuerdas en cuarto curso cuando ya comencé a beber???... eso fue tenaz para Mamá; me retaba, me hablaba, pero tú le decías “no pasa nada, ha de estar enamorado…”. Una noche llegué mareado me acosté, Mamá me habló y pidió que tú me hables también, pero lo que hiciste es llevarme un Alka Seltzer… “descansa Patito” me susurraste. Nuestra reconciliación fue cuando ya salí de la casa para organizar mi nuevo hogar. Conocer tu historia de vida, de donde saliste, como luchaste tus primeros años en Quito, recordar mi infancia junto a ti me hizo entender por fin que, a tu manera, buscabas prosperidad y paz para los tuyos. Recordé que cuando te pedíamos unas palabras en algún brindis o reunión, eras como un hombre instruido. Tu experiencia era grande, te enalteciste de sabiduría que solo los años entregan. Mi querido viejito, en tus tiempos ya de senectud fue difícil entablar una conversación, pero hay que entender que así es la vida. Viene a la mente una tarde que nos visitabas en casa, fuimos a cortarnos el pelo, te llevé de la mano como hace 4 décadas atrás tú lo hiciste, y le pedimos esta vez a la estilista, que nos corte REBAJADITO. Esa imagen Papá me hace poner doble atención a lo que hago y haré por mi Hijo Mateo, a quien considero el segundo Avelino, se parece mucho a ti. En los primeros meses de su existencia, los mi

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sobrina Valeria, tuvo el acierto, cuando vio una foto tuya con Mateo, de llamarles los MININOS. (Algún hijo, cuando aún balbuceaba el castellano y no podía pronunciar Avelino, dijo minino, como llamábamos a nuestro Padre en ocasiones). Cuantas cosas viejito hubiese querido conversarte, mis alegrías, mis penas, ahora desde arriba ya las sabes, mi corazón está con una herida sangrante. Faltas físicamente, pero me alegra pensar que ya descansas, y que sobre todo tenemos un aliado maravilloso que pide por nosotros Pato.

Un Sueño Cumplido

Viene a mi mente un recuerdo que dejó grabado en mi corazón un hecho que se hizo realidad cuando yo tenía diez años. En ese entonces estudiaba con mi hermano Patricio en la escuela Eloy Alfaro, y yo, siempre tenía la ilusión de viajar en tren por todas las cosas que nos manifestaban nuestros maestros en la escuela y cada vez que tenía la oportunidad de conversar con papá le manifestaba sobre este sueño. Pasaron algunos días y luego meses hasta que llegaron las vacaciones. Me desperté y me acerque a saludar a mi padre, y me dice: “como has amanecido te has hecho de día, vaya a desayunar y, por cierto, antes de olvidarme, el día de mañana quiero que prepare ropita que tenemos que realizar un viaje”. Esto me dejo un poco inquieto y a la vez alegre porque no sabía lo que iba a suceder. Al día siguiente, muy temprano él vino a despertarme. Eran las cinco de la mañana y los dos nos preparamos y salimos con alguna prisa. Recuerdo que llegamos a la Plaza del Teatro y nos embarcamos en la línea de buses Colón Camal “ ¿qué frio hace hijito verdad? ¿parece que quiere penetrar hasta los huesos no?” Me dijo. A lo que contesté que sí, pero que más de día esto iba a mejorar. Ese optimismo le gustó a Papá y él, de una manera alegre dijo: “si, y espero que el viaje te guste”. Luego llegamos a la calle Napo y nos bajamos camínanos unas cuadras para llegar a Chimbacalle. De repente apareció una puerta grande con varias escalinatas y yo subía sin darme cuenta que mi sueños en este día se iba hacer realidad. Dos escalinatas antes de llegar y mis ojos divisaron lo que tanto había soñado. Lo único que hice es decirle ¡papá el tren! Sonriente me dijo: “si hijito,

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vamos hay que comprar los boletos en esa ventanilla”. Luego de esto papá me dijo: “quiero que veas algo”. Caminamos unos pasos delante del tren, en él se encontraba una placa y me dijo. “si ves lo que está ahí, lee hijito”. Un poco queriendo que mi padre sepa de mis adelantos en la lectura, le complací y rápidamente leí en voz alta: “Este es el tren del viejo luchador el General Eloy Alfaro Delgado”. Me dí cuenta de lo que mi padre me quería enseñar en esa lectura y mi emoción fue tan grande que lo único que hice fue abrazarle y decirle “gracias papá por haber hecho realidad mi sueño”, luego de este abrazo el me tomo de los hombros y me dijo: “este es su regalo hijito por pasar el año, gracias a usted”. Luego de esta gran emoción los dos subimos al tren y realizamos el viaje que siempre lo llevo en mi corazón porque pase los momentos felices junto a mi papá. Pasaron algunos años de esta hermosa experiencia y con ocasión de que papá enfermó pidiéndome que por favor fuera a entregar unas joyas donde la señora Eudoxía, quien era la persona para quien trabajaba y, cuando me presente ante ella se asombró al presentarle mi nombre. “¿usted será el Ramirito, hijo de Don Avelino? Mire, su papá le quiere mucho a usted y déjeme que le cuente algo que sucedió hace unos años atrás”. Doña Edoxia dejó a un lado el paquete de joyas que yo llevé y me conto que, “hace un tiempo, don Campos vino donde mí y le note un poco preocupado, luego se acercó y me dijo: “Señora Eudocia, ¿me puede hacer un favor? Deseo un anticipo de dinero ya que tengo que realizar un viaje con mi Ramirito, es que él tiene el sueño de viajar en tren y siempre me está diciendo que le gustaría realizar ese viaje, yo no quiero dejarle con esta ilusión”. Sentí una gran alegría por lo que me estaba contando la señora y brotó inmediatamente un sano orgullo por la acción de mi Padre, por que el pensó en que yo cumpliría mi sueño a su lado. Gracias Papá por esa hermosa niñez y plácida juventud que compartí contigo. Vives en mi corazón más allá de la eternidad. Ramiro

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Palabras Finales Con el mejor y amoroso recuerdo hemos trazado una pequeña semblanza de lo que significó para la familia Campos Romero, estar cerca, y sentir la emoción de compartir espléndidamente con nuestro padre, Alfonso Avelino Campos Ramos, los mejores momentos de su benigna presencia. Para nuestra Madre, Mercedes Clemencia Romero Jarrín y nosotros: Alfonso, Estela, Laura, Fabián, Patricio y Ramiro, sus hijos, es de intenso honor dejar plasmado en estas páginas, las más intrínsecas remembranzas que siempre vivirán presentes en cada acto de nuestra existencia. Nuestro objetivo no tiene otra razón de que su sencillo paso por la vida, sirva de ejemplo para las generaciones familiares que presentes están con pocos años de experiencia en el trajinar de vida. Alfonso Avelino se distinguió por ser fiel amante de su familia, un amigo leal y respetuoso, un profesional reconocido. Pero, quizá su mejor virtud se encuentre en el inigualable amor que prodigó, a más de sus hijos y esposa, a los niños y ancianos. Para él significaban el principio y el fin de la raza humana, por lo tanto, les dedicaba sus mejores emociones y servicios. Para él, la sonrisa de un niño era el inicio de vida, el dolor de un anciano el final de la existencia.

Gracias!

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Alfonso Campos Romero - Faride Mangui Adum

Patricio Campos Romero-SofĂ­a Guevara R.

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RamiroCampos Romero-Susana Jรกcome

Laura Campos Romero

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Fabiรกn Campos Romero-Amalia Armijos

Estela Campos Romero-Orlando Meza

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