Paseando por la alameda

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PACO MONCAYO GALLEGOS Alcalde Metropolitano de Quito CARLOS PALLARES SEVILLA Director Ejecutivo del Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de Quito FONSAL Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de Quito Venezuela 914 y Chile / Tel.: (593-2) 2 584-961 / 2 584-962.

Paseando por La Alameda Consultor editorial: Alfonso Ortiz Crespo Edición: Sofía Luzuriaga J. de Espinosa Comercialización: Verónica Ortiz Montúfar N4-67. Quito Tel.: (593 2) 2280722

Dirección de arte: Rómulo Moya Peralta / TRAMA Gerente de Producción: Juan Moya Peralta / TRAMA Arte: Amelia Molina Segovia / TRAMA Primera edición, diciembre de 2007 Diseño y realización: TRAMA DISEÑO Preimpresión: TRAMA Impresión: Imprenta Mariscal Impreso en Ecuador TRAMA: Juan de Dios Martínez N34-367 y Portugal Quito- Ecuador Tel.: (593 2) 2 246 315 / 2 255 024 Correo electrónico: editor@trama.ec http://www.trama.ec / www.libroecuador.com

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BREVE RESEÑA DE LA ALAMEDA Alfonso Campos*

Los inicios desde el período colonial A finales del siglo XVI, este sector hacía parte de la extensa planicie de Ananquito o Añaquito. Desde allí, se emprendía camino hacia el norte de la Real Audiencia por senderos de herradura. El ejido norte se extendía desde la Plaza de San Blas hasta la laguna que existía en Cotocollao, comprendidas las estribaciones del los páramos del Pichincha; desde el Batán incluía las faldas del monte Itchimbía hasta la “Carretera Norte”, hoy Avenida 10 de Agosto. 5

Cuando se consolidó la colonización y conforme se realizó la repartición de solares, el Cabildo procuró el señalamiento y protección de extensas áreas que estaban ubicadas en las entradas sur y norte de la naciente villa. Estas fueron destinadas para el pastoreo de animales. Duras batallas legales se produjeron entre Cabildo, colonos e indígenas, quienes reclamaban tierras como propias, o pretendían invadir este espacio denominado “Los potreros del Rey”. Las denuncias se multiplicaban y la solución era una “vista de ojos” que periódicamente realizaban los componentes del Cabildo para “que se remedie y demuelan las cercas hechas en ellas y castiguen a los culpables, se vean los dichos Ejidos en la forma dispuesta por las ordenanzas […]” (sesión del 2 de mayo de 1650). En este contexto, Don Francisco de Sotomayor, Teniente General de Corregidor dijo al Cabildo quiteño, en la sesión del viernes 8 de marzo de 1596, que “ […] el ha comenzado ha hacer en el prado y llano de Iñaquito una Alameda y pidio que de los propios de la ciudad se gaste y pague lo que fuere necesario para la dicha obra”. Se aprobó la ejecución, pero se detuvo por falta de recursos. * El autor de esta reseña (pp.5-35) es escritor biográfico e investigador particular de temas históricos. Contacto: alcampos@gmail.com


La Alameda en el contexto de la ciudad. Fragmento tomado del “Plano guía de la arquitectura de la ciudad de Quito” (Ortiz Crespo, 2004).



Pasarían muchos años para que un segundo proyecto se presentara por el Corregidor Don Ramón Joaquín Maldonado -pariente directo del sabio riobambeño Pedro Vicente Maldonado. Él enarboló la obra definitiva de la antes bautizada “Alameda”. Fue él quien comenzó a dar forma al que sería el paseo preferido de los quiteños, el rincón de una generación romántica que daría sus mejores galas a inicios del siglo XX. La transcripción paleográfica de un segmento de la sesión del Cabildo realizada el 27 de septiembre de 1746, nos hace conocer en detalle las dimensiones y el adelanto de los trabajos hasta esa fecha:

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“[…] Así mismo propuso el señor corregidor, que se hallaba principiando una alameda de árboles de tres calles, que estaban delineadas, la principal de catorce varas de ancho y las colaterales de a seis varas con cuatro hileras de árboles debajo de dos zanjas, para el resguardo de las plantas, la una que solo se renovará por ser de la estancia nombrada el Girón de nuestra señora de Guápulo y la otra, que está abriendo su señoría a sus expensas con la nueva herramienta que ha mandado hacer también a su costa, para que esta ciudad tenga la honesta diversión de este paseo, desde el sitio nombrado Cuchiguico, salida de esta ciudad y que dicho costo, según las regulaciones hechas, será de mil pesos poco más o menos; y dichos señores, acordaron que desempeñándose este Cabildo de las deudas que tenían contraídas, concurriese el Mayordomo de propios con la tercia parte de su costo, auque se haya acabado dicha obra, para resarcir de esta parte lo que hubiese suplido Su Señoría y durante dicha obra para dicho costo”. A partir de entonces, varios fueron los corregidores, presidentes de la Audiencia y alcaldes que se ocuparían de este espacio. Consideramos que en esta etapa de la época colonial -con obras que van desde la aclimatación de árboles y flores, hasta la colocación de columnas y bustos- tuvo destacada actuación el Presidente de la Real Audiencia Don Juan José de Villalengua y Marfil, cuyo gobierno (1784-1790). Entre varias otras obras de este gobierno estuvo la reconstrucción de la capilla de la Santa Veracruz de Añaquito o Belén en 1787. Según varios estudiosos, no fue la primera capilla que construyeron los españoles en nuestra ciudad, señalando en forma


documentada, que fue más bien la de Santa Prisca que se levantó por orden de Gonzalo Pizarro, en el sitio exacto donde fue decapitado su contendiente el Virrey Núñez de Vela. A este hecho se lo conoce como la “Batalla de Iñaquito”, que enfrentó al conquistador y al representante del Rey de España en la búsqueda del dominio de lo que fue el Tahuantinsuyo. La capilla de Santa Prisca formaría luego, parte del entorno de La Alameda, y que, en 1599 fue reedificada por el Corregidor Francisco de Sotomayor. Villalengua tomó a cargo el embellecimiento de ese sitio privilegiado, para lo cual hizo erogaciones personales y construyó una plaza de toros en lo que hoy es la Plaza del Teatro, cobrando entradas para los palcos, producto económico que beneficiaba directamente a las obras que emprendería en el parque. Estas rentas facilitaron la transformación que tendría el paseo cuando se construyó una hermosa portada de tres arcos; además, se colocaron “tres hermosas columnas salomónicas estriadas de piedra, dos coronadas por ángeles y la otra por una figura de la Fama” (Andrade Marín, 2000: 161). 9

Las obras se completarían con el arreglo de la laguna natural y la plantación de árboles y plantas florales. Sin duda, Villalengua había marcado los linderos del sitio más hermoso de la ciudad en aquella época.

Capilla de El Belén. Fotografía de Carlos S. Rivadeneira, en Un siglo de imágenes. El Quito que se fue II / 1860-1960, Quito, FONSAL, 2004.


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Parque de La Alameda. Fotografía ca. finales del siglo XVIII.

“Chuquiguada” en los antiguos planos de Quito Al revisar los planos antiguos de Quito, recogidos en el libro Damero (2007) notamos que la configuración de La Alameda estaba ya estructurada con la forma actual (remitirse a los planos de las siguientes páginas). 11

Se trata de un triángulo cuya punta, parece señalar el asentamiento aborigen de los habitantes quiteños, quienes habrían llamado a este sitio “Chuquiguada”. El investigador Luciano Andrade Marín dice que fue una “denominación en verdad sabia, como sabias son todas las toponimias aborígenes ecuatorianas”. A este sector, los españoles lo llamaron “Girón”, “que en castellano quiere decir retazo triangular de alguna cosa” (2000: 158). Este nombre lo tomaría una quinta de propiedad del Presidente de la Real Audiencia Don Dionisio de Alcedo y Herrera en 1730, quien la compró por ese sector para habitarla mientras se hacían reparaciones en el Palacio de Gobierno, que para entonces estaba bastante deteriorado. En el plano realizado por el mismo Presidente en 1734, se nota claramente la “Chuquiguada” o Punta de Lanza, en ella se encuentra, hacia el lado Sur, una puerta de entrada; en el centro el lago, hacia el norte la capilla de El Belén, a su derecha está dibujada el rollo o picota colonial. El siguiente plano de un autor anónimo francés data de 1736. Se lee“Entrada” a la llanura de Añaquito donde el Virrey Blasco


y Nuñez Vela fue sacrificado el 18 de enero por Gonzalo Pizarro”. Se hace constar el lago y una inscripción que dice: Potrero del Rey. En este plano se anotan los nombres de las calles que abrazan a La Alameda. Estas parten desde la punta misma de la Chuquiguada. La de la izquierda es “Camino de Atacames”; hacia la derecha esta el “Camino de Cartagena”. En 1748, Jorge Juan y Antonio de Ulloa, marinos que acompañaron a los científicos de la Academia de Ciencias de París, publican en Madrid un plano de Quito, marcando el “Potrero del Rey”, la “Laguna que suele secarse” y la “Hermita de la Veracruz”. Siguiendo con la cronología, revisamos un plano de Jean de Morainville que data de 1751. Consta una “charca de agua”, y las inscripciones: “Entrada a la planicie de Aña-Quito”, y, “Campo de batalla entre G. Pizarro y el Virrey Núñez Vela 1546”. Además el “Gran camino de Esmeraldas” y el “Gran camino de Cartagena”.

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Entre estos antiguos planos de Quito, encontramos uno en el que por primera vez se anota la Chuquiguada con el nombre de Alameda, cuyo autor es anónimo, y fue editado cerca de 1810. En él se incorpora más información: constan varias edificaciones, destacándose el portal edificado por el Presidente Villanueva, y también escenas cotidianas de los paseantes. Además están ordenadas las hileras de árboles, las columnas salomónicas, una de las cuales está ubicada donde luego se edificaría el Observatorio Astronómico. “También constan dos kioscos: uno frente a la Esquina de la Virgen y otro frente al Belén, cerca al actual churo” (Andrade Marín, 2000: 162). Los planos posteriores, ya en la época republicana, hacen referencia al sitio con la denominación de Paseo de La Alameda. Notamos el cambio de nombres a las calles aledañas: Calle de Santa Prisca y luego Calle Guayaquil, a la antigua Camino de Esmeraldas, así como también, Guanga-Calle, luego Calle Chili (es decir Caspicara), a la anterior Camino de Cartagena. La primera vez que se hace constar en un plano al Observatorio Astronómico, es en 1875, plano que fuera elaborado precisamente por su constructor y primer Director, el Padre Juan Bautista


Menten; y, luego en 1883 por el francés Édouard André, en una copia del plano de Menten. Notamos que, en ninguno de estos planos antiguos, el triángulo es desfigurado. Todos procuran señalar los avances que a través del tiempo se dieron en los diferentes gobiernos y que, a su tiempo, tanto españoles como los aborígenes le dieron un nombre “muy apropiado para este triangular retazo de tierra que ya (los españoles) lo encontraron dibujado con el trillo de los indios en el campo de Iñaquito” (Andrade Marín, 2000: 158).

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La Alameda con el Observatorio Astronómico, de Pedro León, 1944. MAAC.


Plano de la ciudad de Quito, por Dionisio Alcedo y Herrera, 1734, Archivo General de Indias, Sevilla. En la publicaci贸n del FONSAL, Damero, 2007.



Arriba: Plano de la ciudad de Quito, por un autor an贸nimo franc茅s, 1736, Dibujo a tinta en la Biblioteca Brit谩nica. En la publicaci贸n del FONSAL, Damero, 2007.


Abajo: Plano de la ciudad de Quito, por Jorge Juan y Antonio de Ulloa, 1748, Impreso en Madrid. En la publicaci贸n del FONSAL, Damero, 2007.


Plano de la ciudad de Quito, por Jean de Morainville, 1751, Academia de Ciencias de Par铆s. En la publicaci贸n del FONSAL, Damero, 2007.



Arriba: Plano de la ciudad de Quito, an贸nimo, 1810, Museo Municipal. En la publicaci贸n del FONSAL, Damero, 2007.


Abajo: Plano de la ciudad de Quito, por el Padre Juan Bautista Menten, 1875. En la publicaci贸n del FONSAL, Damero, 2007.


EN LA ÉPOCA REPUBLICANA … el encantado recinto donde se dan cita las estrellas del cielo y de la tierra ( en El Diarito, 19 de abril de 1899).

El Jardín Botánico Con la llegada del botánico inglés Guillermo Jamenson en 1832 constituye un momento importante para esta etapa de desarrollo de La Alameda. Él trajo desde Europa semillas de plantas que la Facultad de Medicina, y propuso al gobierno de Juan José Flores la formación de un Jardín Botánico dentro del parque. Con la llega del sacerdote jesuita italiano Luis Sodiro -uno de los profesores contratados en 1870 para dirigir la Politécnica fundada por el Presidente García Moreno- se consolida la existencia del Jardín Botánico. La muerte del mandatario aplaza los planes, pero en 1887, con el apoyo del gobierno de Caamaño, se cumple su deseo y el de la ciudad.

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Frente a la actual Avenida Gran Colombia, Sodiro procuró dotar a La Alameda de plantas del extranjero para lo cual solicitaba sus semillas, pero sin descuidar las plantas nativas. Se dice que recomendaba le trajeran “lo que más pudiesen” de los bosques del apagado volcán Pululahua, que está ubicado en el sector noroccidental de Quito.


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Observatorio Astron贸mico en La Alameda. Fotograf铆a ca. 1920.


Observatorio Astron贸mico.Imagen tomada de El Ecuador en Chicago (1894: 262).

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Monumento a la Misi贸n Geod茅sica Francesa inaugurada el 10 de agosto de 1913.


Las retretas En el gobierno de Ignacio de Veintimilla, La Alameda regresaría a ser propiedad municipal, pues se proyectaba la construcción del Teatro Nacional. Se intercambió entonces La Alameda por un terreno que el Municipio tenía en la antigua Carnicería, a un costado de lo que hoy conocemos como la Plaza del Teatro. A Veintimilla se deben las tapias que cerraron el paseo, y a su sobrina Marieta, varias obras de embellecimiento. Desde ese momento, las retretas tomaron protagonismo. En efecto, en esta suerte de fiestas nocturnas, tropas de diferentes armas recorrían las calles con faroles y música. Las bandas militares acantonadas en Quito, se extenderían al norte de la ciudad, y sería la costumbre presentarlas en las plazas del centro para el deleite de los vecinos. Encontramos una relación de estas retretas en un diario de finales del siglo XIX:

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“Llamó la atención una pieza de música , que tuvo en una de sus partes un solo de silbo, prolongado, que endulzó los oídos de las simpáticas señoritas que escuchaban la retreta; dejaba escapar en sus acentos el solo como un remedo, las gratas modulaciones del enamorado ruiseñor en la enramada, hasta el punto de inquietar los corazones juveniles que iban y volvían en paseos por los costados de la plaza. Vistoso y poético se presentaba el lugar: las niñas dando sus vueltas acompañadas de parientes y amigos, lucían elegantes vestidos; los focos de luz eléctrica alumbrando con espaciosa claridad tan bellos rostros; alrededor de la luz, girando esas mismas parejas, atraídas como las mariposas que en ella perecen; con esa misma avidez, con ese mismo afán, con esa misma inquietud. La alegría, el gozo, las sensaciones de placer, el amor exuberante pintábase en los rostros y de cuando en cuando se marcaba más, cuando alguna nota se pronunciaba y hacían estremecer los corazones, como los pétalos de de la tierna flor mecida por el viento. A la hora de costumbre desfilaron las bandas, con dirección a sus cuarteles. Las niñas se retiraron llevando un mar de ilusiones en su mente, un mundo de risueñas esperanzas en el corazón” (El Progreso, 1899: 3).


“Un pedacito de Versailles” Los informes de los ministerios son una fuente clave para descubrir la importancia que una obra tuvo en su tiempo. Así, durante el gobierno de Antonio Flores, La Alameda y sus jardines se revelan como puntos de inversión centrales.

Quito. Interior de La Alameda. Imagen tomada de El Ecuador en Chicago (1894: 356).

Las obras son fáciles de constatar ya que diferentes historiadores atribuyen que el Presidente “se apasionó por hacer de La Alameda un pedacito de los jardines de Versailles en Quito” (Andrade Marín, 2000). Para lograrlo, contrató a los horticultores Henri Fusseau, francés, y Santoliva, italiano, que estaban en el Ecuador desde hacía años. Santoliva falleció al poco tiempo; los remanentes de agua de la finca de Fusseau –en el sector del antiguo Banco Central- continuarían trabajando por La Alameda, surtiendo a sus dos fuentes ornamentales.

Vista del Kiosko y las lagunas de La Alameda; al fondo la Iglesia de El Belén. Finales del siglo XX.

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Antonio Flores terminó por cercar toda La Alameda con tapias, y la portada principal se adornó con verjas, construyendo una casi similar en la parte posterior. En este gobierno, Leopoldo Fernández Salvador, el contratista para la construcción del Teatro Sucre, desempeñaba el cargo de “Designado”; fue él quien realizara el arreglo de la laguna, dividiéndola en dos. En cada una de ellas formó una isla, en el medio construyó un puente. La novedad fueron en esos días, los botes de recreo, que daban ‘rienda suelta’ a los marinos de agua dulce. Formó también un jardín zoológico con animales de la fauna ecuatoriana.

28 Postal iluminada de la laguna en La Alameda.

Pero lo más hermoso fue el trabajo de Fusseau que se esmeró por complacer el buen gusto del Presidente: “Los jardines y avenidas nuevas y desconocidas plantas florales y árboles ornamentales, entre ellas cipreses esmeradamente cortados, presentaban un aspecto gratísimo, encantador, jamás visto, bajo la hábil e infatigable mano del viejecito casi enano, de blanca barba, con rastrillo al hombro, Don Enrique Fusseau que era como el gnomo mágico de la bellísima Alameda en esos días” (Andrade Marín, 2000). A todas estas obras hay que agregar el decidido impulso que se dio a la Exposición Nacional. En efecto, el 26 de mayo de 1892 se hizo una erogación de 50.000 pesos que atenderían, entre otras cosas, al ornato de las instalaciones que constaban en la Alameda: los kioscos, luz de faroles que iluminaron las murallas y la portada, construcción de salones y salas de diversión. El Presidente en su discurso de presentación de la Exposición, aprovechó la oportunidad para “declarar abierto el


Observatorio Astronómico, el cual comenzó en 1873 pero ha sido concluido, arreglado y provisto en este año, conforme a las necesidades de la ciencia moderna y a las indicaciones de la experiencia” (El Telegrama, 1892). En esta solemne apertura de la Exposición Nacional e inauguración del Observatorio, se escucharon composiciones musicales de Ascencio Pauta (“Marcha triunfal”) que la instrumentara Carlos Amable Ortiz; así también las oberturas “Nueve de julio” y “Exposición Ecuatoriana” de Aparicio Córdova, interpretadas por las bandas militares, la orquesta de profesores y la banda de los Talleres Salesianos. Para 1893, el Cabildo había facultado construir kioscos en la plaza Bolívar. En este contexto, autorizó al Presidente del Concejo para que mande a construir los kioscos sujetándose al plano levantado por el arquitecto Francisco Schmit (El Municipio: 1894). El Concejo Municipal, en sesión del 21 de febrero de 1895, acuerda que se “emprenda la obra de la fuente de la Alameda con arreglo a los planos y presupuesto presentado por el señor Francisco Schmit” (El Municipio: 1895: 1). En ese mismo año el Ilustre Concejo recibe una carta de Henri Fusseau: “Las angustiosas circunstancias del Tesoro público han obligado al Supremo Gobierno a suspender todo trabajo y por consiguiente también se ha suspendido el de los jardines de La Alameda. En tal situación, y para atender a los gastos de conservación y cultivo de los referidos jardines, varios caballeros de esta ciudad me han ofrecido contribuir con erogaciones voluntarias, pero esto no basta y además es muy contingente; por lo tanto me veo en el caso de rogar a la Ilustre Municipalidad de Quito, para que contribuya con una erogación semanal de 10 sucres para el referido objeto y solo mientras dure la actual situación económica del Gobierno, pues sería muy sensible el que por falta de cultivo se pierda un jardín que es el único paseo de esta ciudad y que además a costado algún dinero y no poco trabajo […]” (El Municipio, 1895: 6). En ese mismo mes, julio de 1895, la Municipalidad contesta a Fusseau otorgándole 24 sucres mensuales hasta que termine la crisis política y económica. En marzo de 1896 encontramos a Henri Fusseau trabajando en el embellecimiento de la Plaza de la Independencia.

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SIGLO XX Los primeros años del siglo pasado transcurren sin mayor actividad en lo que respecta a obras en La Alameda. Quizás lo más destacado se inicia en 1900 con la noticia grata de que aún se escuchan las retretas de los cuerpos militares acantonados en Quito, recuerdo de Marieta de Veintimilla. Los repertorios tienen un marcado interés por la música europea, aunque esporádicamente se programa entre los números ofrecidos al público temas de autores ecuatorianos. Otro dato importante es la toma de posesión al cargo de Director del Observatorio Astronómico por parte de Francisco Gonnessiat, al mismo tiempo que presenta un informe para ayudar a la segunda medición de un arco del meridiano en el territorio ecuatoriano (Ministerio de Hacienda, 1900). En 1902, el Presidente Leonidas Plaza asigna una partida de 5.000 sucres para la conservación de La Alameda, sumando 500 sucres más, una vez agotados estos recursos (Escuela Politécnica Nacional, 2005). En ese mismo año se hace cargo del mantenimiento y cuidado Modesto Sánchez Carbo. 30

En febrero de 1906, el comerciante quiteño José París Moreno instala en La Alameda un ferrocarril en miniatura para entretenimiento de los visitantes. Cabe recordar que la obra cumbre de Eloy Alfaro estaba por concluirse con la llegada a Quito que se venía anunciando con antelación.

1906 también es el año en que la Escuela de Bellas Artes ocupa el Kiosco, herencia del gobierno de Antonio Flores. Pero quizás el año que más renovación se encuentra en los inicios del siglo XX, es 1907, pues se contrata a Henri Fusseau, hijo, para la conservación y cuidado de La Alameda, tal como lo hiciera su padre. A él le debemos “El Churo, este popular mirador que fue comenzado con los desechos de la tierra del desbanque de la Calle Sodiro, y fue creciendo en altura poco a poco a fuerza de chambas, como crecen los volcanes a fuerza de lava” (Andrade Marín, 2000: 164). En este mismo año se llama a un concurso de ofertas para la construcción del muro y verjas; propuestas desechadas por considerarlas sobrevaloradas. En un segundo llamado que se extiende por ocho días, se convoca a licitadores para la colocación de “ochocientos metros de verja de hierro en el contorno del paseo La Alameda. El valor pagará el Gobierno”(El Imparcial, 1907: 2).


Para ese mismo mes, septiembre de 1907, los trabajos están adelantados, y llegan 60 bultos de verjas.

Antigua calle Chili que luego será llamada Gran Colombia. Fotografía de inicios del siglo XX.

En octubre de 1907, se colocan en La Alameda los bancos de piedra que estuvieron situados en la Plaza de la Independencia. Adornan y son útiles al pie de la portada (El Imparcial, 1907: 3). En 1910, Eloy Alfaro festejó en La Alameda la fiesta patria del 10 de Agosto. Lo hizo con fuegos artificiales, vistas de cinematógrafo y festejos venecianos. En ese mismo día se inauguraba el “Bar Club de La Alameda” propiedad del Comandante Ramírez, en el kiosco del paseo público. En uno de los diarios capitalinos de 1915, se encuentra la noticia de un quiteño que gastó un real en el tranvía, para visitar y constatar los adelantos del parque que estaba dirigido por Manuel Elías Monje. Así, dice que en la portada encuentra a los guardianes: el inválido de cara triste y al eterno “taita” Jara gritando como un condenado y “dos viejas estantiguas” (sic), “que no recuerdo haberlas visto antes y que son los nuevos cerveros (sic) de ese nuevo jardín encantado”. En el interior ve “una fuente o pileta, en forma de empanada o cosa parecida, y en la que se mira esa gran obra, de aspecto funerario que disqué representa a Don Eugenio Espejo. Luego se ven por todas partes muros de mampostería, que circundan a varios árboles, de aspecto de reductos o fortalezas; otras fuentes o piletas de formas así mismo caprichosas y raras, propias de la imaginación de un poeta, como es el director.” Admira las grandes plantaciones de amarantos, tréboles, gramas y otras plantas, y constata que el kiosco está siendo refaccionado. Otro artículo, ya de 1930, da cuenta de “Los domingos en Quito”, y nos dice:

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“La carrera Guayaquil que conduce a La Alameda y al parque de Mayo parece ya un trasunto de las grandes avenidas de las capitales europeas. Es ensordecedor el bullicio que forman los tranvías, los autobuses, las motocicletas, las bicicletas, los coches, los caballos y los mismos transeúntes. La Alameda- oh, La Alameda!- pide un cronista de pluma ágil y poética para ser descrita con su aspecto característico.Parejas de enamorados que flirtean, familias que van a respirar el aire embalsamado, enfermos que sienten renovadas sus fuerzas […] ”(El Comercio, 1930: 3).

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Paseantes en La Alameda. Por la vestimenta se podría pensar que la fotografía es de los años de 1920.

El Monumento al Libertador Simón Bolívar Fue desde 1928 que se proyectó la erección de un fastuoso monumento en homenaje a Simón Bolívar. La Sociedad Bolivariana del Ecuador, con asiento en Quito, orientó el proyecto. Numerosos quiteños estuvieron presentes, pues su aporte pecuniario para la gran obra no se hizo esperar; en patriótica peregrinación se acercaban a La Alameda a depositar su contribución, pues el Comité de recolección se ubicó en ese lugar, donde se había determinado colocar el monumento. Pasarían varios años buscando la excelencia en los trabajos que se iban presentado en el gran concurso de carácter mundial que procuró la Sociedad Bolivariana, para lo cual estableció en París los años 1929-1930 el “Comité Simón Bolívar” que estaba compuesto por eminentes hombres de París y Quito.


Previamente la Sociedad Bolivariana difunde a través de sus delegados en Europa “Biografías y elogios vertidos en todos los idiomas, sus proclamas, mensajes y manifiestos circulan profusamente editados, los trabajos del insigne Rodó, del incomparable Montalvo, de Arcaya y García Calderón y del príncipe de la literatura ecuatoriana, Remigio Crespo Toral, se han vulgarizado en Francia, se han reproducido en diarios y revistas, lo cual ha dado margen a críticos extranjeros, para escribir libros y estudios sobre Bolívar, superando, así, en un afán de conocimientos y de empeños mundiales, a todo cuanto una sociedad y un pueblo hubieran pretendido hacer en honor del grande hombre”(El Comercio, 1930: 1). Fue en diciembre de 1929 cuando se proclamaron los resultados del concurso. Se recibieron 154 proyectos pertenecientes a artistas de todas las naciones de Europa y América que fueron exhibidos en el Salón de las Exposiciones en la puerta de Versalles (El Comercio, 1930: 4). El Jurado Calificador estuvo compuesto por el célebre estatuario Aristide Maillol, presidente; Jean Boucher, profesor de la Escuela de Bellas Artes; Gustave Kahn, crítico de arte del Mercure de France; J.B. Mathon, arquitecto, gran premio de Roma: P. F. Berthoud (El Comercio, 1930: 4). Junto a ellos estuvieron los delegados de la Sociedad Bolivariana del Ecuador, señores: José Gabriel Navarro, Pacífico Chiriboga, Dr. Luis Felipe Borja, Dr. Carlos Proaño Álvarez y Cristóbal Pallares Zaldumbide” (Suplemento de El Comercio, 1972: 1). Luego de largas deliberaciones y con la complacencia unánime de la prensa parisina, el primer premio fue para los escultores Jacques Zwoboda y René Letourner y los arquitectos Félix Brunau, René Marouzeau y Louis Émile Galey, todos franceses que presentaron conjuntamente un modelo. También se entregaron segundos y terceros premios, así como menciones honorífocas ( El Comercio, 1930: 4).

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Perspectiva del proyecto ganador para el monumento en homenaje a Simón Bolívar.

Gonzalo Zaldumbide, el gran escritor y poeta y diplomático quiteño escribía haciendo alusión al monumento que se colocaría en La Alameda, seguramente inspirado en el plano triunfador que llegaba desde París: 34

“Del bloque macizo e imponente que aligera su mole con la esbeltez de sus proporciones, arranca el ímpetu de la victoria de Samotracia. Y es placer, no solo de los ojos sino del espíritu, el contraste, resuelto en equilibrio, de la solidez con que ese monumento asienta su gloria en tierra como en un trozo de la misma Cordillera andina, y el arranque con que su símbolo vivo hiende el espacio, las victoriosas alas plegadas ya, porque bastó su impulso sobre el abismo ya salvado, para llegar a la cumbre definitiva. La lógica del sobrio basamento inconmovible y el lirismo de las alas todavía trémulas y siempre prontas al batir infatigable, proclamando están ahí la realidad de su emblema, el de la obra libertadora, concebida por la razón y el cálculo sereno y coronado por el esfuerzo sobrehumano. Monumento digno de la epopeya americana vista al modo de ahora por el arte nuevo, con el ojo despejado de circunloquios y florituras del arte decadente, libre también del convencionalismo ya algo anticuado del arte heroico que ha llenado de estatuas las plazas del mundo y parece haber repetido al infinito la misma nobleza estática del modelo clásico de varietur.


Descansa así de la monotonía de los arabescos y excita la imaginación con solo toques breves pero decisivos; masa, volumen, fuerza; y todo lo demás por sobre entendido” (El Comercio, 1930: 3). La ciudad vestida de gala aquella mañana del 24 julio de 1935. Todos convergían camino a La Alameda, había que estar presentes en la ceremonia que inauguraba el nuevo monumento que embellecía la ciudad. Todos querían admirar aquel proyecto que había llegado en 1930 en forma de maqueta, y que hoy se instalaría reemplazando a la vieja y querida portada. “Un gigantesco desfile cívico-militar se realizó desde la 8 de la mañana, colegios, escuelas ‘todo Quito’, en fin, pasaron por La Alameda. Hermosos vehículos representando a las repúblicas libertadas por la espada de Bolívar. No faltaron por supuesto, los discursos, comenzando por el del Jefe de Estado -el Dr. Velasco Ibarra, por ‘rara casualidad’. En tribuna de honor estuvieron el Arzobispo de Quito, Carlos María de la Torre; el Presidente de la Corte Suprema de Justicia, Doctor Vicente Enríquez, embajadores, autoridades. El Doctor Andrés Eloy de la Rosa, Embajador de Venezuela, agradeció, en nombre de su país, por el homenaje” (Suplemento de El Comercio, 1972: 2). Todo esto bajo el fondo musical entregado por la bandas militares.

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Postal del monumento erigido en homenaje al Libertador Sim贸n Bol铆var en el parque de La Alameda.



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EL CONSTANTE REDESCUBRIR DE LA ALAMEDA Los espacios de una ciudad están en constante transformación. La Alameda no es caso aparte. Con la breve reseña trazada en páginas anteriores, se ha visto que la relación de los habitantes con este paseo ha sido prolongada y con diferentes enfoques y usos. Entre los diferentes elementos que hacen de una ciudad un lugar vivo está, justamente, el uso que hacen de ella quienes la habitan. Se perfila aún como un jardín para las parejas, pero ahora también como el último o penúltimo respiro de las personas que van hacia el centro histórico, como paseo de familias o parada turística, en la que los fotógrafos del parque y los ya típicos caballitos son infaltables. En fin, espacio en el que todos los habitantes de Quito y venidos a Quito pueden encontrar un donde que los incluye en el movimiento de la ciudad y en los paseos de quienes la viven. Con el trabajo de rehabilitación realizado por el Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de Quito (FONSAL), los quiteños estaremos nuevamente redescubriendo este espacio y apropiándonos de un patrimonio cultural y natural que nos invita a recorrerlo. 39

La rehabilitación del parque de La Alameda ha sido un proyecto de largo aliento emprendido por el Municipio del Distrito Metropolitano de Quito, a través de la Dirección de Desarrollo Territorial, el Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural y la Administración Zonal Centro. El parque está localizado en el centro de Quito y es uno de los parques emblemáticos, considerado la puerta de ingreso al Centro Histórico desde el sector norte de la ciudad. Cubre una superficie aproximada de seis hectáreas y comprende el espacio delimitado por las siguientes vías: al norte la Calle Sodiro, al sur la intersección de la Avenida Gran Colombia y 10 de Agosto, al este la Avenida Gran Colombia y al oeste la Avenida 10 de Agosto, como se expresa en la fotografía de la página siguiente. Si de entender la ocupación actual de este espacio se trata, se puede decir que uno de los mayores porcentajes corresponde a las circulaciones peatonales. Por esto, gran parte de la rehabilitación estuvo destinada a mejorar las caminerías, que no cumplían de forma eficiente su función o que estaban ocupadas con ventas ambulantes. En efecto, especialmente junto a las lagunas y cerca del Observatorio Astronómico, los vendedores ejercían su trabajo de forma inadecuada. Actualmente, estos importantes


Plano de ubicación.Tomado del informe del proyecto de rehabilitación del parque, elaborado por el FONSAL.

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‘habitantes temporales’ del parque cuentan con áreas que les permiten realizar su trabajo e interactuar con los clientes en mejores condiciones. Por otra parte, una de las actividades más solicitadas ha sido el alquiler de botes en la laguna. Existe una demanda sostenida durante los siete días de la semana, así como también una búsqueda de descanso en esta área verde, finalmente, recuperada para los ciudadanos.

Laguna de La Alameda y botes circulando.Tomada del CD de fotografías del informe del FONSAL, 2007.


Esquema que da cuenta de la rehabilitación de las lagunas y manejo del agua en el parque. Tomada del CD de fotografías del informe del FONSAL, 2007.

Entre los elementos símbolo y emblema del parque están el Observatorio Astronómico, el monumento a Simón Bolívar, el monumento en honor a la Misión Geodésica Francesa, y el infaltable “Churo de La Alameda”, punto de encuentro y de partida para muchos quiteños. Todos estos elementos han recibido atención metódica y esforzada para devolverles el lustre que deben tener para con sus visitantes, esto es los vecinos de Quito.

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En cuanto al espacio verde, este constiuye más de la mitad de la superficie del parque. Por ello fue prioritario elevar las condiciones de uso y mantenimiento que permitan preservar de manera adecuada la vegetación y arborización existente, que en muchos de los casos se remontan a más de un siglo cuando el parque fue considerado el Jardín Botánico de la Ciudad.

Durante los trabajos de rehabilitación del Churo de La Alameda. Tomada del CD de fotografías del informe del FONSAL, 2007.

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Se tomaron las medidas necesarias para cuidar de estas áreas levantando cuadros de las especies arbóreas, sembrando, previendo su protección y preservación a lo largo del tiempo. Demás está decir que no sólo su valor estético ha motivado el cuidado, sino su importante función al contener la contaminación en la última puerta verde antes de ingresar al centro histórico de la ciudad.

El Observatorio Astronómico durante los trabajos de rehabilitación. Tomada del CD de fotografías del informe del FONSAL, 2007.


Por otro lado, como una política constante del Municipio y sus dependencias, la seguridad ciudadana ha sido una prioridad. Seguridad entendida en el terreno ambiental, de esparcimiento y de prevención.

Esquema de distribución de las áreas verdes y otros elementos en el parque. Tomado del CD de fotografías del informe del FONSAL, 2007.

Al haber concluido con esta etapa de rehabilitación del parque de La Alameda, todos los que ahí hemos trabajado, sentimos que entregamos a la ciudadanía un espacio incluyente, en donde se han potenciado las actividades recreacionales y el valor simbólico. Hemos protegido sus componentes a los que consideramos patrimonio cultural y natural de los habitantes de Quito; a los que consideramos derecho y factor fundamental para seguir construyendo una ciudad viva y comprometida con su devenir.

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Vista aĂŠrea del sector de Quito en donde se encuentra La Alameda.Tomada del CD de fotografĂ­as del informe del FONSAL, 2007.



FUENTES CONSULTADAS FUENTES PRIMARIAS Archivo Metropolitano de Historia Libro de Cabildos: 1650-1657. Sesión de mayo 2 de 1650. Libro de Cabildos: 1746. Sesión de 27 de septiembre de 1746. El Municipio, Quito, 5 de mayo de 1894, Año X, N° 165. “Oficios”, en El Municipio, Quito, junio 22 de 1895, Año XI, N° 183, p.1. “Oficios”, en El Municipio, Quito, julio 30 de 1895, Año XI, N° 184, p.6. Archivo Nacional de Historia Ministerio de Hacienda, Vol. 1857-1872, caja 834, f. 159. Ministerio de Hacienda, Despacho de Instrucción Pública, 7 de agosto de 1900. Biblioteca Museo Aurelio Espinosa Pólit “La Alameda”, en El Diarito (semanario), Quito, abril 19 de 1899, Año I, N° 7, pp. 1-2. Biblioteca Nacional Eugenio Espejo “Crónica – Retreta”, en El Progreso, Quito, lunes 25 de mayo de 1899, Año I, N° 43, p.3. “Inauguración de la Exposición Nacional y del Observatorio Astronómico”, en El Telegrama, Quito, mayo 28 de 1892, N° 746, p.5.242. “Licitación”, en Diario El Imparcial, Quito, miércoles 12 de septiembre de 1907, Año I, N° 113, p.2. “Por esas calles”en Diario El Imparcial, Quito, 21 de octubre de 1907, Año I, N° 145, p.3. Biblioteca del Observatorio Astronómico de Quito Escuela Politécnica Nacional, 132 años de Historia del Observatorio Astronómico de Quito, Quito, 2005. Archivo particular del autor de la Reseña Histórica “El triunfo de la Sociedad Bolivariana del Ecuador”, en Diario El Comercio, Quito, domingo 12 de enero de 1930, Año XXV, N° 8.815, p.1. Borja, Luis Felipe, “Informe del Presidente del Comité Simón Bolívar”, Paris, diciembre 2 de 1929, en Diario El Comercio, Quito, domingo 12 de enero de 1930, p.4 Zaldumbide, Gonzalo, “El monumento a Bolívar en Quito”, en Diario El Comercio, Quito, 12 de enero de 1930, Año XXV, N° 8.815, p.3.


“Los domingos en Quito”, en Diario El Comercio, Quito, 3 de marzo de 1930, Año XXV, N°.8.685, p.3. “Tiempos Idos.Cuando se inauguró el Monumento”, en Diario El Comercio (Suplemento), Quito, domingo 30 de abril de 1972, p.2. FONSAL “Proyecto definitivo. Rehabilitación del parque La Alameda”, 2007. “Inventario de la vegetación”, 2007.

FUENTES SECUNDARIAS Andrade Marín, Luciano “La Alameda y el panecillo”, en Historietas de Quito, Quito, Cinco Editores, 2000. Barrera B., Jaime, Crónicas de Max Lux, Quito, Editorial Biblioteca Propia, 1941. Diario de Avisos de Guayaquil, El Ecuador en Chicago, Nueva York, Imprenta de A. E. Chascar y Cia., 1894. 47

Ortiz Crespo, Alfonso Ciudad de Quito. Guía de Arquitectura, Quito-Sevilla, Vols. 1 y 2, plano anexo, Municipio del Distrito Metropolitano de Quito / Junta de Andalucía / Embajada de España, 2004. Ortiz Crepo, Alfonso; Abram Matthias; Segovia Nájera, José Damero, Quito, FONSAL, 2007.



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