Cristóbal ojeda dávila, por alfonso campos romero 3 feb 2011

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AUGUSTO BARRERA GUARDERAS Alcalde del Distrito Metropolitano de Quito MIGUEL MORA WITT Secretario de Cultura del Distrito Metropolitano de Quito GUIDO DÍAZ NAVARRETE Director Ejecutivo del Instituto Metropolitano de Patrimonio TAN CERCA Y TAN LEJOS CRISTÓBAL OJEDA DÁVILA Intérprete del alma ecuatoriana 1906 – 1932 Alfonso Campos Romero Quito, 2011 Instituto Metropolitano de Patrimonio Venezuela 914 y Chile/ Tel: (593-2) 2584-961/ 2584-962 Coordinación editorial y cuidado de la edición: Alfonso Ortiz Crespo Revisión y corrección de textos: Paola García Diseño y diagramación: Darío Vallejo DICIO / 099005199 Supervisión de impresión: DICIO IMPRENTA MMMMMM Impreso en Ecuador Quito, enero 2011 ISBN: 978-9978-366-56-1 Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización de los editores

780.9866 C198t Campos Romero Alfonso Tan cerca y tan lejos: Cristóbal Ojeda Dávila intérprete del alma ecuatoriana, 1906-1932 / Alfonso Campos Romero. Cuidado de la edición Alfonso Ortiz Crespo. --Quito : Instituto Metropolitano de Patrimonio Cultural de Quito, 2011 300 p. ilus., fotos

ISBN: 978-9978-366-56-1 Incluye bibliografía

1. OJEDA DAVILA, CRISTOBAL – BIOGRAFIAS. 2. MUSICA ECUATORIANA – HISTORIA Y CRITICA. I. Ortiz Crespo, Alfonso, ed.


Quito y su mĂşsica 6

Quito, 2011



ÍNDICE Agradecimientos

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Prefacio

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Introducción

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El ambiente artístico en Quito de los años 20`s

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Los primeros años

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En el conservatorio nacional de música de Quito

50

En el arte de terpsícore

58

Cristóbal Ojeda y el pasillo romántico

82

92

Entrevista esclarecedora

Un joven compositor

104

Primer premio mundial

109

La inspiración

112

Loja, el idílico rincón

118

“Alma Lojana”

132

Retorno triunfal

148

¡Adiós hermano!

154

La ruta del éxito

160

“Tan cerca y tan lejos”. Luto en Quito

166

184

Despedida

Fragmentos de mi vida

208

Evocando a Cristóbal Ojeda. Los amigos poetas

222

Catálogo musical

232

Conclusiones

238

Anexo

244

Bibliografía

275

Índice onomástico

280

Índice toponímico

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Música

Cristóbal Ojeda Dávila


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a música es el filtro que hace surgir del silencio un mundo de ruidos más bellos que los de la vida, cambia los valores, saca, aún de las discordias, alegría y belleza. La música es una ilusión adorable a toda una existencia espiritual que no nos atrevemos y no sabemos vivir; pero que adivinamos por las dos puertas del amor y la sinfonía, allí! donde todos los ritmos se equivalen, donde el propio parece móvil porque es eterno. La música antes que un arte, es un elemento y una religión. Se la percibe sin el curso indispensable de la razón; y en esto identifícase también con el amor. Procede como él de lo físico a lo metafísico, sin el intermediario de la lógica; entreabre lo imaginario, libera al espíritu y subyuga a los sentidos. Se ha iniciado la esplendorosa dignificación de la música nacional, de esos cantos populares de nuestra patria que expresan los sentimientos nobilísimos de nuestro pueblo, y hace vibrar al alma nacional de un lado a otro. Tenemos artistas que en su labor de renovación de la música nacional, sin mixtificación alguna desde luego, han alcanzado el aplauso de grandes maestros; tenemos artistas que han dado un gran desarrollo al canto popular, de esos cantos que con sus ritmos, perduran suaves sentimientos, nos trae y deja recuerdos del pasado, conservando el perfume de nuestra hermosa flora, sin amalgamas, ni consorcios que las desvirtúen. Las canciones de un país, encierran su alma, su vida entera y son la verdadera fuente de inspiración de sus artistas. “Volvamos a lo antiguo”, si es preciso, como dijo el inmortal Verdi, y sean nuestras viejas canciones, nuestras melodías ya olvidadas, las que hagan florecer de nuevo nuestro cancionero digno de perpetuarse1.

1. Texto obtenido de entre los papeles de Cristóbal Ojeda.


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Agradecimientos Alfonso Campos


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an transcurrido cerca de 10 años desde que iniciara la idea largamente acariciada de ver plasmada esta obra dedicada a uno de los más grandes músicos que naciera en nuestra patria. No se ha escatimado un largo y tesonero esfuerzo para llevar a las presentes generaciones, un ejemplo de virtudes de un joven ecuatoriano que, pese a las dificultades intensamente adversas encontradas en el espinoso trajinar de su existencia, pudo escribir páginas de gloria para su amado Ecuador. Para que este proyecto se concrete, muchas han sido las personas que lo impulsaron con sus consejos y voces de aliento, y en particular, aquellos que son amantes de la música tradicional ecuatoriana, y no quieren verla relegada y peor aún perdida. Por esta razón dejo constancia de mi profundo agradecimiento a las siguientes personas: Pablo Guerrero Gutiérrez, César Santos Tejada, César Chauvin, Juan Mullo, padre Julián Bravo, Wilma Granda, Ramiro Ávila, Honorio Granja, Carmen de Ojeda y Fanny Ojeda. Mi especial reconocimiento para los ejecutivos del Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de Quito (FONSAL), noble institución creada para preservar lo tangible e intangible de nuestra ciudad; gracias a su trabajo Quito recuerda a los hombres y mujeres que la han glorificado, rescatando del olvido a sus hijos que contribuyeron con sus actos y sus obras a engrandecerla.


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Prefacio

Alfonso Campos Romero


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iene a mi memoria el día que me inscribí en el Seminario de Música Mestiza Ecuatoriana2 en las instalaciones del antiguo Banco Central del Ecuador, allá por 1990. Había crecido escuchando en el ambiente familiar la música de nuestra patria, pero nada conocía sobre los ritmos tan variados que disponemos en el cancionero ecuatoriano. Consideré que esta era la oportunidad para un real conocimiento de las canciones que tanto me gustaban; saber de sus raíces, y el por qué de la inspiración de nuestros autores y compositores que ancestralmente mantenían la raigambre artística de nuestro pueblo; fue mi mejor motivación.

Conocer la herencia musical aborigen en el alegre sanjuanito, el doliente yaraví, el guerrero y festivo yumbo; enterarme de la simbiosis musical que se dio para el nacimiento del albazo, el aire típico, el llamado sanjuán de blancos, el pasacalle, la tonada, y más ritmos del prolífico folclore musical, resultó gratificante. Por fin confirmaba que en este segmento del arte ecuatoriano, también somos ricos, gracias a nuestros hombres y mujeres en las letras, la escultura, la plástica, el grabado, etc. Nació entonces un desbordante deseo de investigar: buscar partituras, grabaciones discográficas, libros, folletos, revistas, etc., que me digan mucho más de la música ecuatoriana. Comenzó así la larga jornada desempolvando documentos que me confiaban en conventos y bibliotecas particulares. Encontrar partituras de música ecuatoriana, muchas de ellas amarillentas y raídas, con títulos casi ilegibles, me producía una profunda emoción. El afán de investigación me llevó a conocer a un gran personaje, el padre Jorge Baylach Planas, sacerdote español de la Congregación del los Hnos. Lazaristas, quien estuvo radicado en el país por más de 50 años, realizando durante este tiempo, una valiosa labor como organista de la Catedral Metropolitana de Quito, compositor, profesor de

2. Seminario La música mestiza ecuatoriana, dirigido por Pablo Guerrero y César Santos. Musicoteca del Banco Central del Ecuador, Quito. 12-16 de Noviembre, 1990.


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música y teología en distintas ciudades del Ecuador. Recogió también cantos sacros ecuatorianos, los mismos que están publicados en sus libros: Ecuador canta al Señor y Ritmos del Pueblo de Dios, en los que constan también sus propias creaciones. Fue un encuentro feliz con el mencionado religioso. Su vocación incansable por trabajar en beneficio de los más necesitados, su amor por nuestra Patria, así como su aporte al desarrollo de la música sacra ecuatoriana, resultó un grato ejemplo, digno de ser imitado. El Ecuador lamentó su triste deceso ocurrido en mayo del año 2000. Fue él quien me impulsó afanosamente para proseguir con el presente trabajo, conciente de que las nuevas generaciones conocen muy poco de los valores musicales ecuatorianos. En 1996, con ocación de celebrar el 90 Aniversario del nacimiento del maestro Ojeda, y gracias al apoyo de la Coorporación Musicológica Ecuatoriana (Conmusica) y el Ilustre Municipio Metropolitano tuve la oportunidad de presentar un avance de la presente obra3, esto significó un aliciente muy grato para profundizar en el conocimiento de todo lo relacionado a la vida y obra de Cristóbal Ojeda Dávila. Inicié entonces la recopilación de todos los temas grabados con la música del maestro, para lo cual acudí a las fábricas de discos Ifesa, Fediscos y también a las radios H.C.J.B. La voz de los Andes, Radio Católica Nacional, Radio Casa de la Cultura y otras, donde conseguí un buen número de interpretaciones gracias a la gentileza de sus directivos. Era también el momento propicio para hacer contacto con quienes habían conocido a Cristóbal Ojeda, sobre todo con sus familiares; tarea que resultó ardua pues pasaron dos años para que localizara a doña Beatriz, la hermana materna de nuestro personaje. Todo se haría más fácil desde entonces. Un número telefónico proporcionado amablemente y hablar con doña Inés Dávila Tinajero, la querida tía de Cristóbal, quien prontamente aceptó una primera entrevista, y después muchas más por el lapso de dos años. Élla

3. Campos Romero, Alfonso. “Cristóbal Ojeda Dávila, Intérprete del alma ecuatoriana”, en: Revista El Diablo Ocioso, No. 3, Conmusica, Quito, 1996.


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significó un profundo aliciente para continuar indagando y cada vez más, entender la personalidad artística de Ojeda; la misma que hoy sale a la luz en este libro que es un emotivo homenaje a quien hiciera tanto bien al arte ecuatoriano. Inés Dávila Tinajero tiene un espacio muy especial en esta obra. A ésta ilustre poeta quiteña se debe que hoy sepamos un poco más de tan insigne compatriota. Fue quien estuvo sólidamente unida al artista, tanto por sus lazos familiares, como por su común amor al arte, al que dedicaron toda su existencia con verdadera unción. Fueron compañeros en la música y el arte dramático, así como también en la poesía, y quizás, fue ella quien iniciara artísticamente al joven que estaba destinado a ser un ídolo. Mi recuerdo guardará afectuosamente a quien me abriera su corazón para verter en estas páginas la lúcida memoria que atesoraba en referencia a su sobrino. Fue una inmensa pena conocerla por tan corto tiempo, pues, la inexorable muerte se la llevó un 18 de mayo de 1997, a la edad de 94 años. Dejo constancia de mi gratitud a la extensa familia del compositor en las damas: Beatriz Dávila Dávila, Alba Molina Espinosa, Laura Barrezueta, y María Mercedes Dávila, quienes me confiaron toda la documentación que celosamente guardaba su tía Inés, la misma que sirvió para enriquecer el presente texto que esperamos llene el vacío bibliográfico de uno de los más destacados artistas ecuatorianos. A este esfuerzo por consolidar el arduo trabajo que nos llevara a desentrañar la vida y obra de Cristóbal Ojeda Dávila, unieron su colaboración, en la última etapa de investigación, la dama lojana Fanny Valdivieso, fallecida en noviembre del 2005 y su hija Rosa Leonor Trueba, quienes aportaron con su vasto conocimiento sobre la época, circunstancias y personajes que recibieron en Loja al compositor quiteño. Quito, agosto 2007


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Introducción

…Un vate enamorado fue el autor de la letra, que ahonda emocionante y en el alma penetra; y un músico poeta, descendiente de hadas, le puso una corona de notas perfumadas. Aurelia Ramos4

4. Ramos, Aurelia. “La Canción de Pierrot”, en: El Telégrafo, Guayaquil, 10 de febrero de 1934, p.5.


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os años iniciales de la música y el teatro ecuatoriano, en lo concerniente al siglo pasado, tienen visos de brillantes compositores y poetas. Se cuentan muchos, cada uno de ellos dio vida a una época fastuosa del cancionero nacional. Destacados músicos como: Carlos Amable Ortiz, Aparicio Córdova, Sixto María Durán, Enrique Córdova, Mario de la Torre, José Ignacio Veintimilla, Salvador Bustamante Celi, José Ignacio Canelos, Segundo Cueva Celi, Francisco Paredes Herrera, Rafael Carpio Abad, Rudecindo Inga Vélez y muchos más, pusieron en alto el nombre del arte musical de nuestra Patria. Entre los más grandes poetas, cuyos textos, nacidos al calor de la onda modernista, fueron tomados por los maestros antes citados para dar nombre y personalidad a la floreciente música popular del Ecuador; debemos nombrar a: Medardo Ángel Silva, Arturo Borja, Félix Valencia, Ernesto Noboa Caamaño, José María Egas, entre otros de gran valía. Compositores, poetas e intérpretes se esmeraban en buscar para la canción nacional una identidad propia. Las melodías que llegaban desde Colombia nos traían el bambuco, pero sobre todo, el pasillo, cuyos compases tenían un ritmo ligero y mas bien diríamos alegre, que era muy disfrutado y bailado en los salones quiteños; de hecho, las primeras composiciones de músicos ecuatorianos en este género tenían esa notable influencia, pero pronto se impregnaría en esta danza, el sentir melancólico y romántico de este pueblo andino. La industria del disco aún no daba sus primeros pasos en el país, por lo tanto, nuestros creadores enviaban sus partituras a las casas disqueras extranjeras, sobre todo de Estados Unidos: Columbia, R.C.A. Víctor, Odeón, Decca y Brunswick, las mismas que tenían conexiones en diferentes países del mundo, como Argentina, Brasil, Italia, Francia. En Alemania, la casa disquera que grababa música de Latinoamérica, era la Bexa Grand Record Germany.


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Los arreglos musicales debían hacerse para bandas, así se denota cuando vemos en las colecciones de discos de pizarra, aún existentes bajo custodia de instituciones y colectores privados, la presencia de bandas militares de Italia, España y Alemania, entre otras. En esta primera etapa de grabaciones de la música ecuatoriana, encontramos la versatilidad de nuestros géneros musicales, pues se grababan pasillos, yaravíes, habaneras, valses, sanjuanitos y los incaico ecuatorianos o aires incaicos, que luego alguien los calificaría como fox incaico. Más adelante, estas casas disqueras tendrían a su disposición orquestas de alta calidad técnica, contando para su dirección con músicos de reconocido prestigio como Tereg Tucci, Cibelli, Madriguera, La Calle, etc.; se marcaría entonces otra etapa para las grabaciones de la música latinoamericana y en especial, para la música compuesta en Ecuador. Un pionero en fomentar las grabaciones de música ecuatoriana fuera de los linderos patrios fue José Domingo Feraud Guzmán, empresario guayaquileño que se encargaba de descubrir a los nuevos artistas y compositores de nuestra música. Al notar la valía de sus producciones, enviaba las partituras para que sean instrumentadas en la casa Columbia de New York, convirtiéndose no solo en el hombre que abría las puertas del éxito a los jóvenes valores de la época, sino también en distribuidor exclusivo en el Ecuador de aquella firma norteamericana en su almacén signado con el número 401 en el Boulevard Nueve de Octubre del Puerto Principal. Amante como el que más del pentagrama nacional, y un visionario del porvenir que esperaba a la música ecuatoriana, José Domingo Feraud deseaba que el continente supiera del innegable valor musical que surgía en nuestra patria, y no escatimaba esfuerzo en volcar sus recursos para representar a la pléyade deseosa de lanzar al mundo toda su acción literaria y compositiva. Así fue como llegó a ser muy difundido el trabajo de Francisco Paredes Herrera, Carlos Amable Ortiz, y otros, cuyas obras las interpretaron los grandes de América: Juan Pulido, Jorge Arbizu, Carlos Mejía, Rosita


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Quiroga, Margarita Cueto, entre otros. Sus voces, enmarcadas en el hermoso sonido de orquestas profesionales, llegaban al país en grabaciones de la Víctor o la Columbia, impresas en discos de pizarra, que eran escuchadas con gran asombro en las vitrolas ortofónicas, allá por los inicios del siglo XX. De esta forma se dejaba perennizadas las manifestaciones artísticas de un pueblo, pues ellas son las más fieles reveladoras de su temperamento y expresan la delicada estructura de su espíritu. José Domingo Feraud no se equivocaba, pues muchos compositores surgieron para hacer florecer la canción ecuatoriana. Así nacían nuevas creaciones de los Canelos, los Inga Vélez, los Herreras, los Cueva Celi y tantos otros. Se podría decir que fue en estos años, teniendo como medio el registro sonoro, como se inició la verdadera época de oro de la música mestiza ecuatoriana, la misma que se extendería hasta los años 60s. Esta afirmación se corrobora si revisamos los catálogos musicales de aquellos años y vemos con admiración, la enorme producción en todos los géneros que identifican a la música del Ecuador. No se trata solamente de cantidad, sino también del elevado tratamiento técnico que daban a la música los compositores, lo que hacía que sus obras sean muy apreciadas en todo el continente. Desde luego, junto a los creadores surgieron también los intérpretes. Ya habíamos mencionado que las primeras grabaciones nos traían las interpretaciones de artistas extranjeros, pero en nuestro suelo patrio, también existían valiosos exponentes que realmente se identificaban con el sentimiento de sus músicos y poetas, y así tenemos que surgían los nombres de Antonio Jijón, “cantante que realizó el número mayor de grabaciones como solista, Pancho Suárez y algunos otros”5. Todos ellos con enormes posibilidades artísticas. Se notaba eso sí la influencia de los grandes tenores y sopranos extranjeros que se presentaban en los escenarios de Guayaquil y Quito principalmente, constituyéndose el Teatro Sucre como el centro de toda actividad artística de importancia en esta última. Aquí deslumbraban al público capitalino figuras internacionales de renombre

5. Guerrero Gutierrez, Pablo. “Grabaciones discográficas”, en: revista Archivo Sonoro, No.4, Conmúsica, Quito, 1996.


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como Carlota Millanes, Esperanza Iris, Estrella Irú, Rhea Taniolo, Rosina Storchio, Irene López Heredia, Alfredo Padovani, Ernesto Vilches, Fernando Soler, entre otros. Conocido es el amor al arte que profesan los quiteños, y dispuestos estuvieron siempre para brindar su cariño a todo exponente artístico que vino en esos años al fastuoso teatro, que para entonces, era el obligado centro de convergencia de la sociedad capitalina ávida de espectáculos que satisfagan su pujante desarrollo cultural. Y no era para menos; a la capital llegaban noticias procedentes del resto de América y Europa, a donde viajaban constantemente sus intelectuales, quienes a su retorno traían los rumores de la civilización y el progreso. ¡Eran los primeros años del siglo XX! Contando un poco de la historia del Teatro Sucre, patrimonio de esta ciudad, y evocando este hermoso sitio donde el protagonista de este libro desarrollara una valiosa etapa en una de sus grandes facetas artísticas, acudimos al testimonio de Celiano Monge quien dice que: “…en 1880 se inició la construcción del mismo. En este año se celebró un contrato entre el gobierno del Gral. Veintimilla y don Leopoldo Salvador por la cantidad de 40.000 pesos, los mismos que subieron a 111.000 una vez concluidos en 1887. En ese entonces Quito todavía no tenía luz eléctrica y el Teatro lo alumbraban con lámparas de kerosene; hacían falta muchas de ellas para toda la función. En 1900 el Gral. Eloy Alfaro dispuso que se realizaran varias reparaciones, para lo que se contrató al mismo arquitecto que hiciera los planos del edificio. Se cambiaría el techo y el cielo raso con armaduras y cubierta de hierro y acero, varió el piso de la platea y se trajo de Europa, mejores asientos” 6. A lo largo del tiempo, varias han sido las intervenciones del edificio que han procurado preservar este valioso monumento al arte en nuestra ciudad, consiguiendo de varias formas mantener abiertas sus puertas en sus ya largos 124 años de existencia. Fue en

6. Monge, Celiano. “Teatro Sucre”, en: La Ilustración Ecuatoriana, Quito, 1909, Año I. No.I, p.2.


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1998 que, finalmente, el Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de Quito (FONSAL), tomó la decisión de realizar una rehabilitación integral que, luego de 5 años, devolvió a la capital el “sólido, grave y hermoso teatro” como lo calificara el historiador Pedro Fermín Cevallos al verlo concluido en 1887. En este Teatro se realizaron desde entonces las largas temporadas de las compañías Lambardi, Del Diestro, Romero-Cousirat, Marcelli, Olave, Henar, Virginia Fábregas, Lola Maldonado, José Saullo, y más tarde, Bracalle, Serrador Carreras, Inés Berutti, Soler-Vera, Estrella Irú y tantas otras. Años más tarde, las compañías quiteñas de arte dramático que nacieran en los años 20, fueron el resultado del Curso de Declamación instituido en el Conservatorio Nacional de Música de Quito. Sus integrantes pasaron luego a conformar la Compañía Dramática Nacional, y ésta a su vez, sería la base para la formación de nuevas escuelas de arte dramático, pues de ella surgieron la Compañía Nacional de Operetas y Zarzuelas que luego tomaría el nombre de María Victoria Aguilera en homenaje a su artista principal, y la del género chico organizada por Rafael Ramos Albuja, llamada Compañía Ecuatoriana de Comedias y Variedades, que tomaron como referencia los trabajos de dramaturgos extranjeros, sin descuidar a los nacionales, extendiendo sus presentaciones hasta más o menos 1930, no sin antes mantener una dura lucha con el poco o ningún apoyo que brindaba el Estado. La competencia artística entre estas compañías dejó grandes logros en la formación de sus miembros. Nombres relevantes asomaron entonces: Marina Moncayo, Marina Gozembach, Eva Raquel Echeverría, María Victoria Aguilera, América Salazar, Tita Merizalde, Carlota e Inés Jaramillo, Marco y Jorge Barahona, Alfredo León, Jorge Araujo Chiriboga, Luis Carlos Carrillo, Telmo Váscones, Jorge Icaza, Humberto Dorado Pólit, Miguel Ángel Casares, Rubén Uquillas y el mismo Cristóbal Ojeda Dávila, entre muchos más, fueron los referentes importantes del teatro ecuatoriano de aquella época.


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El ambiente artístico en Quito de los años

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a ciudad comenzaba a perder el título de “conventual” en aquellos años. Las diversiones aún se las disfrutaba en casa: la hora del chocolate, los relatos de tradiciones y los paseos a los sitios “lejanos” del centro colonial: La Alameda, El Panecillo, Guápulo, El Ejido, eran para los quiteños sus habituales entretenimientos cotidianos. “En las soleadas tardes de Domingo, todo el mundo estaba en la calle. Las salas de cine se llenaban en la matinée, a 0,20 luneta y 0,10 la galería. El Teatro Sucre, abría sus puertas a las más cotizadas compañías de Ópera, Zarzuela, Drama y Revista del mundo. El Gobierno apoyaba estas embajadas de cultura con un subsidio para las grandes Compañías”7.

Vista del Panecillo desde el Centro Histórico de Quito. Foto: Alfonso Campos R.

7. El Quito de los años 20 cuando…”, en: Últimas Noticias, Quito, martes 6 de diciembre de 1966, p.9.


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Para esos años, Quito contaba además del “Sucre”, con cuatro teatros más: El “Edén”, “Puerta del Sol”, el “Popular” y “Variedades”. El Hipódromo de la Carolina, ofrecía a sus numerosos visitantes, las apasionantes carreras de caballos que tanto gustaba a los quiteños, rivalizando en el gusto con las muy concurridas y celebradas corridas de toros en la Plaza “Belmonte”. En cuanto al ámbito musical, se destacan las tradicionales “serenatas” que se habían convertido en lo más significativo de la difusión del pasillo, los pasodobles, los albazos, los sanjuanitos, y el yaraví que hacían brotar el sentimiento de los enamorados. “Las doce de la noche. Las retorcidas calles quiteñas duermen silenciosamente cubiertas por sus irregulares empedrados. Los balcones han cerrado sus visillos y las flores sueñan dentro de sus propias corolas. Arriba, la luna transita lentamente el limpio camino del cielo, esquivando las nubes que le salen al paso. Uno que otro perro, desde el obscuro zaguán, ladra a intervalos. Las casas viejas se han acurrucado bajo sus anchos aleros. Una soledad inmensa ha bajado desde las colinas adueñándose de las pendientes y quebradas. Todo duerme. Un grupo se acerca con sigilo. Casi no se oyen sus pisadas sobre los guijarros. Caminan uno tras de otro, junto a los muros, escondiéndose en la sombra, sobre las aceras desdentadas. Como un susurro se escucha la conversación:-Es en la otra esquina. Maestro prepare el bandolín” 8. Eran muy conocidos los grupos que alegraban el ambiente de las madrugadas quiteñas. La Estudiantina “Santa Cecilia”, la “Lira quiteña” “Los troveros quiteños”. Los nombres de los conspicuos “serenateros” se los sabían todos en la pequeña ciudad: Luis Zambrano, del barrio de la Loma Grande; el “tuerto Tena” de San Roque; Víctor Medina, de Santa Bárbara; César Guerrero, “tocador de Bandola”; Leonardo Barriga; el “sapo Aguilera”;

8. “Apología de la serenata quiteña”, en: Ultimas Noticias, Quito, martes 6 de diciembre de 1960, p.37.


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el “gato Araujo”; Miguel Ángel Casares y Humberto Dorado Pólit, conocidos como “Los Ruiseñores del Panecillo”9. Y muchos más que ponían la nota romántica en la apacible noche quiteña cantando los pasillos de Carlos Amable Ortiz, Francisco Paredes Herrera, Ramón Moya, Cristóbal Ojeda Dávila, entre otros. Los instrumentos que se utilizaban de preferencia eran: el violín, la guitara, el acordeón, la bandola y el bandolín, que era el alma del conjunto. Los dúos vocales eran los que, de preferencia, hacían escuchar las apasionadas canciones dedicadas a la amada.

Vida Social, baile moderno en el hall del Hotel Metropolitano, en: revista Espirales, No.4, año I, Quito, mayo de 1927.

9. Hinostrosa, Víctor. “Los serenatistas a quienes nadie ha olvidado”, en: Últimas Noticias, Quito, sábado 11 de noviembre de 1944, p. 1 y 7.


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En los bares y salones de los hoteles elegantes de la ciudad, como el “Metropolitano”, el “Froment”, el “Bar Royal” y otros, junto con saborear los apetecidos platos criollos y de la “cocina inglesa, francesa e italiana”10 a los que se acompañaba con la famosa cerveza “La Campana” y los mejores licores extranjeros; se disfrutaba bailando los ritmos de moda. “En las grandes fiestas sociales de gala, estaba la orquesta Royal, deleitando con las famosas cuadrillas, los pasodobles españoles, los valses vieneses, las jotas, One Steps, Two Steps y los Valses Boston. Es decir, fue aquella una época de inquietud espiritual11. Otro sitio para escuchar música contemporánea compuesta en nuestro país, era el teatro y el cine. Hasta esa década las películas que se exhibían pertenecían al conocido “cine mudo” y la ambientación a los diferentes cuadros escénicos del mismo la realizaban músicos de la localidad. Estos eran pianistas, vocalistas, conjuntos y orquestas. En el teatro, luego de presentar la obra anunciada, se entregaba al público un número final llamado de “variedades” en el que se incluía artistas que interpretaban tangos, jotas, pasillos, sanjuanitos y albazos de estreno. Las retretas estaban a cargo de las bandas militares acantonadas en la ciudad. Los sitios escogidos para este momento de regocijo general del pueblo eran las plazas públicas: Santo Domingo, la Plaza del Teatro, San Blas, Plaza Grande y la Plaza Bolívar en La Alameda, se abarrotaban de niños, ancianos, jóvenes pretendientes que iban con el afán de disfrutar escuchando las melodías de moda y los ojos más bonitos de las niñas que, para ese día especial, vestían sus mejores galas y su mejor sonrisa.

10. “Hotel Metropolitano” (propaganda), en: Revista La Cantárida. Quito, marzo 31 de 1922, Año I. No. 9, p.232. 11. “La orquesta “Royal” en la época del cine mudo”, en: Últimas noticias, Quito, sábado 28 de octubre de 1944, p.4.


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“En esos tiempos, y aún algunos años después del advenimiento de la luz, las retretas eran muy aparatosas. La sociedad quiteña demostraba más interés por oírlas. Numerosas familias paseaban por la noche escuchando aquellos aire marciales, aquellos fragmentos de zarzuela, aquellos armónicos valses de ocho partes, y después los tonitos”12. La “Fiesta de los estudiantes” fue otra diversión que promocionó no solo el ingenio de los quiteños, también lo hizo con las artes escénicas y musicales. Enlazada a la fiesta de Carnaval, brindaba al público, en plazas y calles “la divina locura de la risa y de la emoción, las luces, las flores y el amor”13. Por la mañana había un variado programa deportivo, en la tarde intervenían en el gran Corso de Flores que desfilaba las calles principales de la ciudad inundándola de serpentinas, confeti y flores. En la noche, la velada galante en el Teatro Nacional Sucre, estaba llena de poesía, discursos alusivos a la fiesta, cuadros de comedia y la magnífica música “a los acordes mágicos, solemnes y litúrgicos de una orquesta”14, ponían fin a un día de sano regocijo. El Conservatorio Nacional de Música y Declamación de Quito fue también la institución que contribuyó para esta etapa de desarrollo musical en nuestra ciudad. Sus conciertos de rigor, esto era cuando se trataba de presentar en público los exámenes de sus alumnos, así como también su contingente en las celebraciones de fiestas conmemorativas de la ciudad o el país, tuvieron gran acogida en la población. De este centro educacional surgieron verdaderos maestros y artistas que aún perduran en la memoria patria. Este es el caso de nuestro biografiado, quien hizo sus mejores galas precisamente en estos maravillosos años de apogeo artístico, cultural y social de Quito.

12. Andrade Coello, Alejandro. “El farol de la retreta”, en: Recuerdos de Quito, Quito, 1934, p.13. 13. “La fiesta de los estudiantes”, en: Diario El Día, Quito, marzo de 1919, p.1. 14. Íbid.



Teatro Nacional Sucre en el presente. Foto Alfonso Campos R.


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Los primeros años

Mis esperanzas risueñas, como las flores de almendro, ¡ay! florecieron qué pronto: mas !ay! tan pronto murieron15.

15. “Cantares Populares”, en: Semanario Dios y Patria, Año 1, No.15, Quito, 1929, p.3.


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uito es la cuna del insigne artista Cristóbal José Enrique Ojeda Dávila, nacido en el barrio El Tejar el 26 de junio de 1906. Lo bautizó el coadjutor Gabriel Vásconez Tobar en la Iglesia de El Sagrario el veinte de agosto de ese mismo año, y constan como sus padrinos José Julián Andrade y Mariana Chiriboga16.

Sus progenitores fueron el Dr. Ramón Amable Ojeda de la Vega y doña Leonor Dávila Tinajero, quienes formaron un hogar donde el arte y las letras siempre estaban presentes en sus más vivas expresiones.

Certificado de bautizo de Cristóbal Ojeda Dávila. Archivo de la Iglesia de El Sagrario. Tomo 52, pag.487. Investigación: R.P.Jorge Baylach y Alfonso Campos.

16. Investigación realizada por el padre Jorge Baylach y Alfonso Campos en el archivo de El Sagrario. Quito.


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Ramón Ojeda de la Vega, nacido en la parroquia de El Quinche el 2 de agosto de 187617, fue hijo de Ezequiel Ojeda, “vecino de los Estados Unidos de Colombia”18 y de Jesús de la Vega. En 1903 egresó de la Universidad Central y ese mismo año rindió su examen de grado, incorporándose al cuerpo de abogados de la República, llegando a ser un destacado jurisconsulto. Desempeñó cargos públicos que le valieron el reconocimiento como un hombre valioso por su entrega desinteresada a las nobles causas del bien nacional. Su búsqueda de vastos y profundos conocimientos lo llevaron a Europa para especializarse en Agronomía, y luego regresar a su patria donde propondría utilizar, con mejores métodos técnicos, las valiosas tierras agrícolas que disponía el Ecuador. Desde entonces, y con tal sentido, comenzó a servir a su país como profesor de Agricultura en los colegios Mejía y Juan Montalvo. Ensayó también en diferentes campos de las letras; sus primeras aficiones lo llevaron a escribir artículos literarios y estudios serios de Jurisprudencia, y no fueron pocas las páginas consagradas a la Agricultura.

Dr. Ramón Ojeda Vega. Nacido en El Quinche cuando su padre desempeñaba funciones militares en esa parroquia de la provincia de Pichincha, tomado de Revista El Ecuador Comercial, 1924, Quito. Archivo Inés Dávila Tinajero (recorte de revista).

17. Archivo Nacional del Ecuador. Incorporación de abogados, 1903. 18. “Poder”,Guillermo y Antonio Paredes a Ezequiel Ojeda, Notaría 5º, Vol.132, Quito, 1887, f.54.


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Leonor Dávila Tinajero fue incansable defensora de los derechos de la mujer; ella contagió a sus hijos el amor al arte y al ser humano. Su vocación católica la llevó a pertenecer a varias instituciones que buscaban beneficiar a los más necesitados. Estuvo siempre junto al doliente, a quien extendía su mano que daba calor y esperanza. Por todas estas cualidades era la invitada especial para las reuniones sociales en nuestra ciudad, en las que dejaba de manifiesto su mensaje universal, el mismo que cobijaba tanto al poderoso, como al desposeído, develando tiernamente su mensaje de amor. Influyó definitivamente en el alma de artista de su hijo, y fue perenne defensora de la propiedad de Cristóbal sobre las varias obras musicales compuestas por él, las mismas que, luego de su muerte, fueron atribuidas a otros compositores. Guardó celosamente todo aquello que se publicó en periódicos y revistas, que demostraban el gran interés que había despertado el compositor. Lamentablemente estos documentos se fueron perdiendo poco a poco, y solo se salvaron algunas de sus partituras y varios recortes de prensa muy valiosos, pues contienen la cronología de las grabaciones de la Casa Columbia de New York, publicada en la prensa de Guayaquil.

Leonor Dávila Tinajero, madre de Cristóbal Ojeda Dávila, nacida en Quito s. XIX, falleció en esta misma ciudad el 17 de marzo de 1960. Archivo Laura Barrezueta Dávila.


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¡Sí! Las raíces genealógicas de Cristóbal Ojeda Dávila están en esta ciudad, que a inicios de siglo todavía mantenía sus límites coloniales: “... al norte concluía donde hoy es el final de El Ejido, al sur estaban las altas murallas del Mesón, al oeste las estribaciones del Aguarico, El Tejar, y al este, en las negras hendiduras que separaba al barrio de San Marcos de su apéndice natural, La Tola”19. Quito y sus callecitas estrechas, de zaguanes de piedra y hueso, balcones de madera tallada y hierro forjado; se alumbraba con débiles faroles que invitaban en sus sombras a continuar contando las clásicas leyendas quiteñas, heredad de siglos pasados. Sus noches estrelladas invitaban a la caminata que llevaba de visita a los barrios y recoletas de la romántica Quito; y claro, había que engalanar la ciudad con las alegres y nostálgicas notas de las canciones de mi tierra. Guitarras, acordeones, violines, saxos, y hasta se debía movilizar un piano para las tradicionales serenatas. Las hermosas quiteñas eran las musas inspiradoras del escogido repertorio, en el que destacaba el reconocido pasillo. Los domingos, El Ejido era el sitio ideal para las expansiones ciudadanas: “allá se iba de paseo, había que llevar pelota, bicicleta, cantimplora con agua que saciara la sed, o, envueltas en grandes pañuelos, iban las naranjas”20. En la tarde, la diversión continuaba en los salones de baile, o en el hipódromo, donde inclusive habían concursos para escoger las mejores parejas que danzaban al ritmo de arpas sonoras, o las orquestas de moda. Allí también se saboreaban “los guisos de la cocina criolla, rociados con ají bravucón, el clásico Mallorca, descendiente legitimo del anís de Terragona, y cerveza templada”21. En La Alameda se veían los últimos trajes de cola, las sombrillas de encaje, la coqueta mantilla de la quiteña cuando paseaba por donde dicen, se iniciaron casi todas las conquistas románticas de aquella época. “Las calles aún eran adoquinadas, por sus pendientes ascendían y resbalaban los viejos coches. Un estilo europeo aprecia filtrarse por los barrotes de la tradición, audazmente importadaipor la juventud dorada”22.

19. Andrade, Raúl. “Quito, monografía del tiempo perdido”, en: Revista Vistazo, No.43, Guayaquil, 1960, p.52-53. 20. Íbid 21. Íbid 22. Ibid


Port贸n de entrada al Parque de La Alameda. Colecci贸n Alfonso Campos R.


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Juventud dorada en la que destacaban sus intelectuales poetas como Arturo Borja, Humberto Fierro, Carlos Endara, Rafael Coronel, Félix Valencia, cuyas lágrimas del alma pintaban este Quito amado que el censo del año 1906 contaba apenas con un total de 50.841 habitantes, entre ecuatorianos y extranjeros: 22.763 hombres y 28.078 mujeres”23. Las calles existentes eran 47: Caldas, Carchi, Galápagos, Oriente, Esmeraldas, Manabí, Olmedo, Mejía, Chile, Bolivia, Mideros, Alianza, Junín, Sucre, Pereira, Bolívar, Rocafuerte, Morales, Salinas, Loja, Nueve de Octubre, Ambato y Calderón, al lado oeste, y al oriente teníamos la León, Los Ríos, Chile, Peña, Montúfar, Araura, Flores, Guayaquil, Vargas, Venezuela, García Moreno, Pichincha, Espejo, Cuenca, 10 de Agosto, Cotopaxi, Yerovi, Imbabura, Selva Alegre, Chimborazo, Quiroga, Maldonado, y Borrero y Sin nombre (sic)24. Las más variadas profesiones se practicaban en la ciudad, habían: alfareros, arquitectos, agrónomos, astrónomos, alpargateros, agrimensores, botánicos, confiteros, cómicos, cerveceros, colchoneros, curtidores, calígrafos, cocheros, dentistas, diplomáticos, ebanistas, entapizadores, escribanos, electricistas, farmacéuticos, jardineros, joyeros, profesores, periodistas, tenedores de libros, tintoreros, telegrafistas, toreros, taquígrafos, etc.25. Es esta ciudad que despertaba al siglo XX, la que recibe a Cristóbal Ojeda Dávila donde sus primeros años transcurrieron llenos de pletórica alegría. En su hogar se respiraba aire de perfecta armonía: atesoró el amor y ternura de sus padres, tanto como el de sus hermanos y más familiares. “tenía un algo muy especial para toda la familia: todos querían verlo, tenerlo, hacerle compañía, era un niño de gran atractivo, había un imán en él”26. Su tía Inés recordaba que cuando Cristóbal tenía ocho o nueve años, ya denotaba su espíritu de artista, pues con su instrumento favorito, la hoja de capulí, solía llenar de música toda la casa: era Cristobalito jugueteando a brincos por los patios y corredores. Esos primeros pasos musicales que inclusive llegaban al vecindario que presagiaba el nacimiento de un artista.

23. 24. 25. 26.

Diario Últimas Noticias, Quito, 9 de diciembre de 1950, p.4. Íbid Últimas Noticias, Quito, 9 de diciembre de 1950, p.4. Inés Dávila Tinajero, entrevista con el autor, mayo 2005.


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Sus años escolares transcurrieron en El Cebollar, tradicional y prestigioso plantel educacional de las Hermanos Cristianos, quienes acentuaron la temprana vocación que demostraba por el arte. Era el niño que se ofrecía espontáneamente para todos los actos culturales que se presentaban en las festividades de la escuela; en él, el drama y el baile estaban bien representados cuando asomaba al escenario. Se había ganado tanta fama entre sus condiscípulos y maestros, que desde aquel entonces ya recibía los halagos que se le brinda a un ídolo.

Cristóbal Ojeda Dávila, alumno de la escuela El Cebollar de los HH.CC. Quito, ca. 1917. Archivo Inés Dávila Tinajero.

Pero, amargo sino para Cristóbal, su propio drama siempre estaría presente. Cuando apenas iniciaba su tierna existencia vino el divorcio de sus padres. “El Dr. Ramón Ojeda, era un hombre intelectual y de gran prestigio, pero en la intimidad de su hogar, era muchas veces violento con sus celos infundados hacia Leonor. Cuántas veces volcaba su furia hacia los niños, sus hijos, lo que hizo tomar a mi hermana esta amarga resolución”27. Finalmente, los niños se quedarían con la madre y don Ramón Ojeda podría verlos cuando así lo deseara.

27. Íbid


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Bajo estas circunstancias, Leonor llevó a sus hijos a vivir donde sus padres, quienes habitaban la casa de la calle Chile No.77, y que fue expropiada en 1956 por el Municipio de Quito para construir la entrada occidental del Centro Comercial Ipiales. Allí vivían don Rafael Eugenio Dávila Rivadeneira y Eudoxia Tinajero Fernández Salvador; abuelos maternos de Cristóbal, y también sus tíos Isabel, Alfonso, José Rafael, María, Dolores e Inés. Su abuelo materno, Rafael Dávila, era un ciudadano de grandes aptitudes oratorias; había ejercido varios cargos públicos y, todo el sueldo que percibía de ellos, lo entregaba a instituciones que prestaban auxilio a personas desamparadas. De 1907 a 1909 fue presidente de la Asociación Artística e Industrial de Pichincha y en un segundo periodo fue el mentalizador y organizador del Primer Congreso Nacional de Obreros realizado en esta ciudad con motivo del Centenario del Primer Grito de la Independencia. En este congreso fue nombrado presidente, designación que llevó con altura en la búsqueda de mejores días para el obrero ecuatoriano. “Inteligente, de amena y variada lectura, posee como nadie el don de la verbosidad; su palabra fogosa y vehemente, es mordaz, convincente. Combatido a veces hasta cruelmente por sus enemigos, han pretendido anular en él todo buen afecto”28. Fue quien primero insinuara la fundación de una Caja de Ahorros y el Monte de Piedad, instituciones que él consideraba convenientes para el bienestar de la clase obrera. Su esposa, Eudoxia Tinajero Fernández-Salvador, dama quiteña, tenía raíces que la emparentaban con el gran poeta guayaquileño Numa Pompilio Llona y varias familias de linaje en Quito. Mujer hermosa, de extraordinario espíritu de bondad, gustaba de la lectura y el arte de las letras, ella misma escribía sus discursos, y dentro del seno familiar, fue precursora de la poesía. Fue por muchos años secretaria de la Asociación de Señoras de la Caridad, institución privada que velaba por los menesterosos y ella, junto a su prima Dolores Jijón de Gangotena que desempeñaba la función de presidenta, realizaron por mucho tiempo una labor encomiable que buscaba hacer menos dolorosos los caminos desventurados de los pobres de esta ciudad.

28. Chiriboga Alvear, Manuel, en: Historia de la Sociedad Artística de Pichincha, Quito, 1917, p. 278.


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Se podría decir que el futuro del recién llegado estaba asegurado, pues sus abuelos y tíos sembrarían en los Ojeda Dávila, el don del bien que mostraron durante sus cortas existencias. En este nuevo hogar, lleno de amor y tranquilidad espiritual se forjarían los más sanos sentimientos de los niños Ojeda Dávila. Laura era una profunda enamorada de la poesía y, a más de transcribir en su álbum a los poetas universales, comenzaba a esbozar versos de su autoría; en ellos transmite su profundo amor a Dios y a la Virgen, aunque se denota su hondo pesar hacia la vida. Fue más bien una niña triste, de extraordinaria belleza, que causaba admiración por su gran nobleza y ternura. Jorge, el segundo hijo de los OjedaDávila, también tuvo inclinación por la poesía y el arte escénico: “joven de gran carácter e inteligencia, su presencia llamaba la atención de las chiquillas”29. Fue el hermano inseparable de Cristóbal; quizás fue quien le iniciara en el baile, pues era un incomparable maestro dando vueltas y vueltas por la sala de la casa al ritmo de las canciones de

Eudoxia Tinajero Fernández-Salvador, abuela materna de Cristóbal Ojeda Dávila. Archivo Inés Dávila Tinajero

29. Inés Dávila Tinajero, entrevista con el autor, mayo 1995.


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moda que se escuchaban en los discos de pizarra; éstas sonaban en la vitrola que siempre estaba ocupada. Don Rafael compraba grandes cantidades de agujas, las mismas que eran consumidas rápidamente. Su casa era la casa del arte pues en ella había muchos melómanos, danzantes, cantantes e intérpretes de variados instrumentos musicales. A sus amigos y familiares les daba gusto llegar de visita; en esa casa siempre había un piano, un rondín, una flauta, un bandolín brotando sus notas musicales, o alguien declamando su más reciente poesía. Los Gangotena, Jijón, Ponce, Sáenz, Gómez de la Torre, Fernández-Salvador, Chiriboga, eran sus más asiduos visitantes, y estaban muy encariñados con sus parientes, que siempre les brindaban cálida recepción30.

Los hermanos, Ojeda Dávila. Quito, ca. 1907. Archivo Inés Dávila Tinajero.

30. Íbid


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En este lugar del Quito antiguo, cerca a la Plaza Grande, a los templos de La Merced, El Sagrario, San Francisco y el Conservatorio Nacional de Música, es donde Cristóbal Ojeda alimentó su imaginación brillante de compositor. Su innato talento artístico que lo llevaría a ser la figura que todos conocían y admiraban en ese rinconcito ciudadano. Quienes aún le recuerdan dicen que, desde muy pequeño, era imparable en eso de practicar la comedia, la música, la poesía. “Yo viví en la casa del escribano Cevallos, que estaba ubicada frente a la de la familia de Cristóbal Ojeda; desde allí oía cuando practicaba en su piano, gustaba de la música cadenciosa, romántica.

María Sáenz de Ashton, prima de los Dávila Tinajero, se vestía como Manuela Sáez, su pariente, para fotografiarse. Archivo Inés Dávila Tinajero.


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Recuerdo también que en esa casa [del escribano] vivían algunos de sus amigos, entre ellos: los Sandoval, los Piedra, y en esa vivienda también organizaban los bailes con los amigos del barrio”31. Cuando en la noche se reunía la familia, el niño Cristóbal entonaba en hoja de capulí o en el rondín, las canciones que tanto le gustaban, y también las que había creado. “Eran tan bonitas, que los mayores de la familia no creían que Cristobalito las haya compuesto; yo peleaba y decía: ¡Él lo hizo! ¡yo lo vi!, ¡él lo hizo!”32. Este ambiente de culto a las artes y al sano convivir familiar, era comentado por un familiar que cotidianamente visitaba la casa de la familia Dávila Tinajero: “Pasan las horas tan pronto y tan sabrosas en tu casa, que cualquiera las echaría de menos. Pero es natural: Leonor es un encanto, Lola un tesoro, Inés un amor y tú, un encanto, un tesoro y un amor, sin contar la gratísima charla de Rafael, quien tiene miel en el torrente de sus locuciones tan sinceras, como llenas de luz y verdad”33. ¡Qué pronto vendrían los días amargos para esta apacible familia! En 1912, fallece a la edad de 14 años su tía Isabel; Cristóbal apenas tenía 6 años y ya sabía la amargura de perder a una de sus protectoras. Luego en 1916 sucede un doloroso acontecimiento, el mismo que marcaría para siempre al futuro compositor: Muere su hermana Laurita, “sensitiva, penetrante, más hermosa y delicada que aquellas flores de un día que en la nieve se levantan...”34.

31. Correa, Jorge. Chofer en la Plaza del Teatro, testimonio oral, 1996. 32. Inés Dávila Tinajero, entrevista con el autor, San Rafael, junio de 1995. 33. Rivadeneira, Enrique. Carta a su sobrina María Dávila Tinajero, Riobamba, s.f. 34. Ojeda Vega, Alejandro. “Laurita”, en: Trasnsparencias, Quito, 1924.


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Don Ramón Ojeda, a quien su familia lo recuerda como un hombre duro, no los había dejado tranquilos desde la separación con su esposa; siempre estaba buscándolos, una veces para brindarles su cariño, otras para llevárselos, casi a la fuerza, a diferentes sitios donde trabajaba o tenía sus propiedades, (provincia de Cotopaxi o a la quinta San José que poseía en Iñaquito), en las afueras de la ciudad. Aquí precisamente tuvo lugar el caso que conmovió a los quiteños, pues Laura y Cristóbal habían sido conducidos hacia ese sitio. Días después, el 14 de septiembre, la familia Dávila Tinajero, recibió con gran consternación la noticia del fallecimiento de la dulce y tierna Laura. Como es lógico, hubo desesperación y surgieron por parte de algunos familiares, inculpaciones que llegaban directamente al Dr. Ojeda. Así se regó la noticia, y es de suponer que hubo distorsiones que manchaban el honor del prestigioso abogado y agrónomo. Si bien los hechos sucedieron hace más de noventa años, he constatado mediante entrevistas con varias personas que vivieron aquella época y que aún recuerdan ese acontecimiento triste, la existencia de diferentes versiones: una de ellas cuenta de un suicidio en su propia casa, lanzándose desde el segundo piso al patio. Otra versión dice que le mataron porque fue testigo en un juicio y la parte afectada cobró venganza, y varias otras que no tenían asidero. Por fortuna para la investigación, siempre se cosecharán los frutos cuando de establecer la verdad se trata, y como éste es un acto que atañe en forma directa al personaje de esta monografía, transcribimos a continuación una nota periodística que recoge los hechos, y sobre todo, las declaraciones que rindiera su hermano menor sobre este caso:


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“De la declaración prestada por el niño Cristóbal Ojeda Dávila, de 10 años de edad, ante el Comisario Sr. Jacinto Sánchez extraemos lo que sigue: Refiere que el día miércoles se encontró de muy mal genio el padre del declarante, Dr. Ramón Ojeda V., y que maltrató a su hermana Laura y a él con foetazos; que a las cuatro y media de la tarde salió el antedicho Dr. de la Quinta San José para venirse a esta ciudad, lo que les permitió a los dos hermanos escapar de la quinta. Tomando la dirección de la quebrada en donde les cogió la noche y durmieron en una cueva. Al día siguiente continúa la marcha, notando que habían sido descubiertos por un peón, al que ofrecieron pagarle para que nos los delatara; sería las siete y media de la mañana cuando llegaron a un lugar inaccesible; entonces, advirtiendo que eran seguidos su hermana Laura le ordenó que se asegurara de quien los seguía; era el momento que el niño Cristóbal hacía esta observación, de espaldas para su hermana, oyó la detonación de un proyectil e inmediatamente que regresó, encontró que el cuerpo se desplomaba; acudió y halló a su hermana con unapistola en la mano, arma que la quitó y la arrojó entre las ramas; que con el auxilio de unos sirvientes sacaron con cabestros el cadáver de la quebrada para conducirlo a la quinta. El Señor Comisario hizo las siguientes preguntas al declarante respecto de que si conoció la pistola a lo que contestó que era de su padre, quien la conservaba en el velador; interrogado de que si observó que hubiera tomado el arma consigo cuando salieron de la casa, respondió que no la había visto, a que distancia se encontró de su hermana en el momento del suicidio, preguntóle el Sr. Comisario, a lo que contestó, serían dos varas; preguntó además que si había oído a su hermana alguna vez que pretendía matarse,


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contestó que cuando se quejaba de su desgraciada suerte, unas veces decía que se haría monja y otras que tomaría sublimado y que siempre tenía estas ideas extravagantes tomadas de las novelas que leía; que cuando salieron de la casa le dijo su hermana, que se iban por esa quebrada al Quinche donde vivirían disfrazados de indios”35. Las conclusiones fueron las siguientes: “La muerte se debe a la naturaleza de la herida, se produjo por hemorragia. Sobrevivió a la herida pocos minutos: así lo prueba el enfisema que se señala en el tronco del cuerpo, debido a la introducción de aire por los movimientos y la respiración, estando herido el pulmón y la pared torácica; la herida es producida por proyectil de arma de fuego de pequeño calibre (pistola). El disparo se ha efectuado el fin de semana: así lo prueba la desgarradura del paño del paletó y la incrustación de pólvora en el cáñamo del mismo. El proyectil penetró de adelante a atrás de izquierda a derecha y con una inclinación de arriba abajo; y por último, que es fácil inferirse a sí mismo una herida en ese sitio y con esa dirección”36. Días más tarde aparecía un remitido con el título Brilla la Luz, el mismo que dice lo siguiente: “Con motivo del trágico fallecimiento de la niña Laura Ojeda han surgido comentarios en extremos variados, algunos de los cuales, que por fortuna no

35. “La tragedia de Iñaquito”, en: El Comercio, Quito, 16 de septiembre de 1916, p.1 36. Íbid


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han merecido crédito, podrían herir la reputación del Dr. Don Ramón Ojeda, después de que había sufrido la más cruel de las penas a que puede verse sometido un padre. Felizmente el trágico suceso se ha esclarecido con documentos decisivos, y a ellos se agregaron los que enseguida publicamos, que no pueden menos que llevar a la convicción a todo espíritu sereno y desaparecido”37. Los documentos a los que refiere este remitido, son los de Mariano Peñaherrera E., a quien solicitara la familia Dávila estar presente en la autopsia. Dice en esta carta dirigida al Dr. Ramón Ojeda que: … “por condiciones del disparo a quemarropa y por la detallada relación que me hizo en el anfiteatro, el Sr. Dr. Agustín Pólit respecto de las prolijas y minuciosas investigaciones que se practicaron en el camino recorrido por Laura y en el lugar donde fue encontrado su cadáver, quedé íntimamente persuadido de que ella misma disparó el tiro que le causó la muerte”38. El otro documento se refiere a la comparecencia del Dr. Luis Felipe Borja, solicitada por el Dr. Ojeda, y en ella se habla de la honorabilidad que siempre había conocido en el Dr. Ramón Ojeda, su amigo. Pero un remitido de prensa que da cuenta de una carta dirigida a Ramón Ojeda por Rafael Eugenio Dávila, abuelo materno de la víctima, aclara muy significativamente este caso: “Salido del estado de enajenación en que me puso mi dolor y del que abusó algún perverso; doy a usted la más amplia y completa satisfacción, por todo

37. El Comercio, Quito, jueves 28 de septiembre de 1916, p.3. 38. Íbid.


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lo que pude haber creído yo en este estado, haber dicho alguno de los míos o haber inventado el público malévolo atribuyéndonos a nosotros. Reconozco ampliamente las generosas y abnegadas cualidades de Ud. como padre; después de esto, creo que podemos estar uniformes en el interminable dolor por nuestra Laurita”39. La prensa manifestaba: “Nos complace que haya triunfado la justicia y que aparezca libre de toda mancha, el limpio nombre de un honorable ciudadano”40. Si bien se deduce que no hubo culpabilidad directa del padre de Laurita Ojeda en su trágica muerte, parece que influyó psicológicamente en esa desesperanza que siempre acompañaba a los hermanos Ojeda. Bien conocida era para la familia la excesiva “rectitud” con que educaba a sus hijos, y esa violencia de la que en su declaración trata el niño Ojeda, era continua, lo que llevó a un marcado nerviosismo, que los acompañaría toda su vida. La bondad de su abuelo Rafael dio paso para que, mediante esa carta hecha pública, se dejara en limpio el buen nombre del padre de sus nietos. Así se iniciaba para nuestro personaje su “camino de espinas”. Había presenciado a temprana edad, la desaparición de un ser amado, y ponía a prueba el despertar melancólico de su arte musical. Crea un tango-milonga al que lo tituló Hojas secas el mismo que se dice estuvo dedicado al triste recuerdo de su amada hermana “....aludiendo a unas hojas manchadas con la sangre de su hermana, encontradas cerca del cadáver en un abismo”41.

39. El Comercio, Quito, sábado 30 de septiembre de 1916, p. 4. 40. “Remitido. La última palabra”. En: El Comercio. Quito, sábado 30 de septiembre de 1916, p.4 41. Jurado Noboa, Fernando. “Orígenes de Crsitóbal Ojeda Dávila”, en: Los Rivadeneira, antes y después de Colón, Vol. XXIX, colección Amigos de la Genealogía, Quito, 1987.


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Un año más tarde fallece su abuela Eudoxia, que: “…murió [en 1917] a consecuencia de una pulmonía que contrajo velando de día y noche a la cabecera de una de sus parientes pobres y sin recursos, de suerte que concluyó su vida en el ejercicio de la caridad. Difícil sería celebrar como lo merece su muy cumplida fidelidad, sea para asistir a las reuniones de la Asociación, sea para visitar a los familiares pobres. Con qué celo y atención, así como se recogen perlas, habrán recogido los ángeles los consuelos y lágrimas de conmiseración que derramaba en el seno de los afligidos y la transformaban a ella en ángel de paz y amable visión de la Divina Bondad”42. El poeta Juan Abel Echeverría, decía en su carta de pésame: “... hirió la terrible nueva como un repentino rayo en la serenidad de un día luminoso, pues ignorábamos que hubiese enfermado siquiera, nuestra muy querida prima. Ud. Y sus hijos fueron nuestro pensamiento, reagravándose la pena el considerar lastimero duelo en esa casa, ayer trono de una santa esposa y madre, hoy vacío inconsolable de la muerte...”43.

42. Devriere, Abel. Relación histórica acerca de la “Asociación de las señoras de la Caridad”, Tipografía de la Prensa Católica. Quito, 1925. 43. Echeverría, Juan Abel. Carta enviada desde Latacunga a Rafael Dávila Rivadeneira, Latacunga, 1917.


Laura Ojeda Dávila, el día de su primera comunión. Archivo Inés Dávila Tinajero.


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En el

Conservatorio Nacional de Música de

Quito


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E

n el libro “El canto del Ruiseñor.- José María Trueba, artífice del canto lírico en Quito” (2009), realizamos un esbozo de la historia correspondiente al Conservatorio Nacional de Música y Declamación de Quito, más, al continuar mis tareas de investigación para nuevos proyectos que tratan sobre la música y personajes del Ecuador, tuve la grata sorpresa de encontrar nuevos datos que esclarecen aún más la maravillosa existencia de esta institución, por lo que creo un deber sustancial, incluirlo en esta biografía de uno de sus destacados alumnos. En todos los estudios realizados para conocer la historia de la música en el Ecuador, se ha dicho muy someramente y a grandes rasgos, sobre hechos que condujeron a la creación del Conservatorio Nacional, aquí queremos resaltar varios tópicos que aclaran los primeros pasos que hombres visionarios, amantes del arte y patriotas, realizaron para consolidar lo que hoy es uno de los bienes más preciados en el desarrollo musical del Ecuador. Siempre que leía las primeras noticias de ésta institución, me decían que el gobierno del presidente García Moreno, fundador del Conservatorio el 28 de febrero de1870, compró dos casas que estaban ubicadas en la parte trasera del Palacio para el funcionamiento del establecimiento, pero, nunca se supo a quienes se compraba, cuales eran sus límites, el sitio exacto de su ubicación. Hoy, ya podemos conocer que, las dueñas de las mecionadas casas fueron Mariana Alvear y Alegría Orejuela. Transcribimos un extracto de cada una de las escrituras celebradas en marzo de 1870, ante el Escribano Pablo Iglesias:


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“En la ciudad de Quito, capital de la República del Ecuador, a 25 de febrero de 1870. Ante mí el presente escribano público y testigos que suscribirán, compareció en las casas de su morada la Señora Mariana Alvear i Arteta, viuda del finado Señor Coronel Manuel Zubiría, mayor de edad, a quien doy fe conozco, i dice.- que por muerte de su finada madre la señora Juana Arteta, heredó la casa que actualmente habita, la misma que ha resuelto enajenarla; i viniendo en ello, otorgó: que vende y da en venta real i enajenación perpetua al Supremo Gobierno la enunciada casa, situada en el centro de esta capital, comprendida bajo los linderos siguientes: Por la entrada, calle pública que va a San Francisco i al frente las casas del finado Doctor José Félix Valdivieso; por la trasera con el Palacio del mismo Gobierno; por un costado, con la casa de la Señora Alegría Orejuela; i por el otro, también con la calle pública i al frente el cuartel de Artillería; siendo el precio de ocho mil pesos, pagaderos en el plazo fijo de seis meses, contados desde la fecha, y con el interés del uno por ciento mensual, que principiará a correr desde el día en que la Señora otorgante entregue el predio al Supremo Gobierno”44. En los mismos términos se realizó la escritura con Alegría Orejuela, quien era viuda del Doctor Agustín Yerovi. La casa que vendía al Supremo Gobierno tenía los siguientes linderos: “Por la entrada, con la calle pública que va a San Francisco; por atrás con el Palacio de Gobierno; por un costado con la casa de la Señora Mariana Alvear; i por el otro, con el solar del mismo palacio; siendo el precio de siete mil pesos pagaderos en el término fijo de seis meses contados desde esta fecha, con el interés del uno por ciento mensual…”45. Entendemos entonces que el primer conservatorio de música instalado en Quito, estuvo ubicado en lo que hoy es el edificio donde funciona la Vicepresidencia de la República, claro está que en ese tiempo, las casa compradas tenían apenas los servicios

44. Sección Música 45. Sección Música

de Hacienda. Compra el Gobierno dos casas para el establecimiento del Conservatorio de y otros objetos, en: El Nacional, época II. No. 417, Quito, marzo 30 de 1870. de Hacienda. Compra el Gobierno dos casas para el establecimiento del Conservatorio de y otros objetos, en: El Nacional, época II. No. 417, Quito, marzo 30 de 1870.


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indispensables para dar cabida a la nueva institución musical, pues unos meses después fueron sometidas a una reparación conjuntamente con el Palacio de Gobierno, teniendo que buscar otra morada46. Lamentablemente, y por asuntos de crisis económica, pues se libraba una de esas luchas intestinas por el poder, el Conservatorio fue clausurado en el Gobierno de José Ignacio de Veintimilla. Para luego, después de 23 años (1900), reabrirse bajo el auspicio del Gobierno del Gral. Eloy Alfaro. Es en esta segunda etapa del conservatorio cuando fue inscrito, una vez que finalizara su período escolar a la edad de 14 años, Cristóbal Ojeda Dávila. En 1920, la institución, luego de un largo peregrinaje por varias casas y oficinas prestadas, se encontraba situado en su edificio propio de la calle Cuenca, entre Chile y Mideros, a pocos pasos de la plazoleta de La Merced.

Cristóbal Ojeda Dávila, ca. 16 años. En la casa de sus abuelos maternos. Archivo fotográfico de Inés Dávila Tinajero.

46. Neumane, Antonio. “Oficio al Gobernador de la Provincia de Pichincha”, en: Archivo Nacional del Ecuador, Serie: Fondo Especial/ C. 397/ Vol.1116/ Doc. 8/ Oct.3 de 1870.


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Era la decisión de su madre, quien deseaba apoyar las crecientes virtudes de su hijo en quien sobresalía el amor por la música. La amistad que mantenía la familia con el gran maestro Sixto María Durán (1875-1947), hizo que fuera él quien guiara en forma particular los primeros pasos en el sublime arte que apasionaba al adolescente quien, para aquellos años, ya había creado varios temas musicales sin poder transcribirlos al pentagrama, pero que los tenía guardados en su prodigiosa mente y puestas al oído de sus admiradores en sus instrumentos favoritos. Bajo esta tutela artística de gran valía, el niño Ojeda dió rienda suelta a su inspirada lírica dentro de la composición musical. Asimila vehemente las sabias enseñanzas del laureado maestro, que esculpe en su pupilo, como tallando un fino cuarzo, el arte musical: “…es un alumno aprovechado, será una estrella de la música”47, decía doña Leonor. Ella no se equivocaba, en pocos años más el país hablaría de su hijo. Su tía Inés me relataba en forma efusiva las maravillosas horas que Cristóbal transcurrió en las aulas y patios del conservatorio: serio y muy compenetrado en las clases, y en las horas de recreo, juguetón y bromista con sus condiscípulos a quienes aventajaba por sus condiciones de artista nato, nacido para crear música y danzar maravillosamente a su ritmo. En nadie causaba envidia o recelo, su amistad estaba abierta para todos y muchos querían estar a su lado; sus pláticas no estaban acordes con su edad, pues hablaba de Chopin, Beethoven, Mozart y conocía a los grandes filósofos a quienes leía constantemente. Es digno de anotar que el maestro Sixto María Durán fue la gran influencia del novel compositor en su despertar hacia la música ecuatoriana. Ya hemos visto que su primera composición fue escrita dentro de un género del folclor argentino, esto se debió indudablemente a que en el hogar donde crecía se escuchaba música de los compositores

47. Inés Dávila Tinajero, entrevista con el autor, San Rafael, junio de 1995.


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clásicos y también estaban presentes las canciones del repertorio latinoamericano, siendo el tango y la milonga sus favoritos. Atraibuimos al maestro Durán el encauzar a Cristóbal Ojeda en su pasión por componer música de su terruño, es digno entonces que en estas páginas acojamos a grandes rasgos a quien, con mucha dedicación y cariño, guiara a nuestro protagonista en sus primeros años en el arte. El Dr. Durán era un reconocido compositor, estudioso de la música de América y maestro en la Escuela de Bellas Artes así como también en el Conservatorio Nacional de Música, instituciones a las que dirigiera en varios períodos. Su prestigio ya había rebasado las fronteras patrias. Sus obras tenían como base los ritmos nacionales. En su fructífera trayectoria alcanzó varias distinciones como compositor: cabe destacar su participación en las Olimpiadas de París en 1924, certamen en el que obtuvo Diploma de Honor entre dos mil creadores. El mismo año (1924) envió tres composiciones al concurso realizado en Lima con motivo del Centenario de la Batalla de Ayacucho. Sol de Ayacucho y Sucre Invicto obtuvieron los dos primeros puestos, lo que motivó a la prensa a dirigir elogiosos comentarios para el compositor. Cuatro años después de su triunfo en Lima, alcanzó una nueva presea con su pasillo Colombia en el Concurso Internacional Bogotano. La existencia del artista fue fecunda. Se destacó en el ámbito musical a nivel nacional e internacional, “además sobresalió en el campo jurídico y distinguiéndose como un hombre correcto y justo en sus actos”48. Bien hizo Leonor Dávila en poner en manos de su amigo, el futuro artístico de Cristóbal; era el maestro Sixto María Durán el más idóneo para guiar de una manera efectiva su vocación musical.

48. Guerrero, Pablo. “Sixto María Durán”, en: El Diablo Ocioso No. 2, periódico de divulgación musical, Conmúsica, Quito, 1996.


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Fueron seis años de estudio en el Conservatorio. Gracias a la gentileza de las autoridades del plantel que me permitieron desempolvar varios documentos un poco olvidados en la Secretaría, hoy conocemos esos períodos exactos, así como también a varios de sus maestros, aunque lamentablemente por el consiguiente deterioro o pérdida de los registros de notas, no constan en este trabajo todos sus preceptores. Los datos obtenidos son los que mostramos a continuación49:

Mediante la revisión de varias Actas de Exámenes que se salvaron del tiempo y el descuido, encontramos que Ojeda recibió clases de piano por parte del maestro Luis Tipán; los españoles Abelardo Reboredo y José María Trueba dictaron sus clases de Declamación y Solfeo respectivamente. También fueron sus maestros: Rosario Guerrero y José María Ortí, entre otros.

49. Libros de Matrículas, Archivo de Secretaría del Conservatorio Nacional de Quito, 1920-1926.


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Recuerdo fotográfico del XXI aniversario del Conservatorio Nacional de Música. Archivo famillia Villamarin Beltrán.


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arte de Terpsícore En el


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M

uy difícil habrá sido para un danzarín, en ese entonces, dedicarse a la exposición de su arte. Los prejuicios se extendían hasta bien iniciado el siglo XX, pues era mal visto desde muchos sectores de la sociedad el practicar abiertamente la danza como especialidad:

“Aquellos que al compás de un tango o un fox-trot se ejercitan en realizar con elegancia las figuras de la coreografía moderna sin perjuicio de escuchar con aire contrito las severas catilinarias con que se trata de excluir sus danzas favoritas de los salones mundanos, están lejos de imaginar que San Juan Crisóstomo, San Ambrosio y San Basilio las impugnaron en nombre de la moral cristiana, desvirtuando su primitivo carácter religioso…Las danzas y los bailes serían en sí cosas indiferentes por su naturaleza, pero, dado el modo como se practica ese ejercicio, se inclinan mucho del lado del mal, y por consiguiente, hállanse muy cerca del peligro mismo. Además, cada cual lleva al baile el veneno de la vanidad, y la vanidad es una disposición peligrosa”50.

Con tales opiniones emitidas en la prensa, se tornaba en una verdadera odisea lanzarse en las alas de la libertad que seguramente encontraba en esta práctica nuestro personaje. Sin embargo persistiría, y muchos logros alcanzaría para bienestar de la juventud de su tiempo. Si 1924 fue un año de triunfos para Sixto María Durán, sería también el año para iniciar oficialmente a Cristóbal Ojeda Dávila en otra faceta del arte: la danza. Se reabría el Curso de Declamación del Conservatorio, que lo dirigía el maestro español Abelardo Reboredo, el mismo que desde un inicio se fijó en las buenas cualidades que poseía el elegante y bien parecido joven, que tenía hechuras de gran bailarín. Entonces, junto a una pléyade, entre quienes destacamos a María Victoria Aguilera, Marina Gozembach, Marina Moncayo, Jorge Icaza, su tía Inés y muchos más, inicia una corta pero maravillosa etapa que representaría su más grato recuerdo.

50. “Danzas antiguas y modernas, su significado a través de las épocas”, en: El Comercio, Quito, jueves 10 de mayo de 1923, p.3.


Curso de Declamación del Conservatorio de Música de Quito, en el patio interior del mismo. Entre otros destacamos la presencia de Sixto María Durán (de izquierda a derecha, sexto, segunda fila sentados), Abelardo Reboredo (de izquierda a derecha, séptimo, segunda fila sentados); María Victoria Aguilera (de izquierda a derecha, tercera, primera fila sentados) Marina Gozembach (de izquierda a derecha, cuarta, primera fila sentados), Antonio Aguilera (de izquierda a derecha, segundo, segunda fila de pie), Marina Moncayo (de izquierda a derecha, quinta, primera fila sentados), Enrique Terán (de izquierda a derecha, quinto, tercera fila de pie), Jorge Icaza (de derecha a izquierda, tercero, segunda fila de pie) y Cristóbal Ojeda Dávila de derecha a izquierda, primero, primer fila sentados), foto ca. 1924. Archivo familia Villamarin Beltran.


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Sin abandonar la composición musical, se entregó entero a la danza, esa que siempre vibró en su delgado y ágil cuerpo; en él, el baile brotaba incansable, era el vigor del adolescente que despliega todo el impulso en pos de alcanzar el cielo. Va de concurso en concurso, los domingos exponía su abrasador arte en los sitios obligados del baile contemporáneo: el hipódromo y la plaza de toros. La jota, el tango, el fox-trot, eran admirablemente ejecutados por quien ya era muy reconocido por todos sus coterráneos. En una nota de prensa de finales de 1924, consta este testimonio: “Francamente quedamos encantados al asistir a los bailes populares de la Plaza de Toros, distracción espléndida, ofrecida muy oportuna e inteligentemente por el M.I. Concejo Cantonal. Un honor admirable, un orden, UNICO, al extremo de sorprender a los concurrentes extranjeros, mucha sal, mucha alegría, millares de personas dominando el total ambiente de placer, de ese placer, se puede decir inocente, santo de nuestro pueblo excepcionalmente hospitalario, generoso, ocurrido. Ni una sola nota discordante: algo como ya lo decimos, excepcional: propio de Quito; de esta tierra gentil y hermosa en donde tenemos la suerte de pasar ahora! Pudimos notar allí a la primera Autoridad de Policía, así como también a los señores concejales encargados de la comisión de espectáculos, señores Dn. Mariano Bustamante Pérez, Carlos Mantilla y Ricardo Jaramillo”51. Se trataba de los famosos bailes populares que se realizaban en la Plaza Arenas de Quito, donde había mucho colorido y salía a flote la conocida sal quiteña, para regocijo de quienes acudían a ese centro de diversiones que cobraba su mayor apogeo precisamente en diciembre, por las festividades de Navidad, Año Nuevo, y el apoteósico baile que cerraba la temporada de inocentes el 6 de enero.

51. “Bailes populares”, en: El Día, Quito, jueves 11 de diciembre de 1924, p. 2.


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La nota periodística continúa así: “Ante ellos, para que fueran calificados, se presentan dos grupos de concertistas, pudiendo, en nuestro humilde concepto, asegurar que el primer premio o, más bien dicho el premio de música le corresponde, indefectiblemente, al grupo de la Lira Quiteña. Entre los disfrazados podemos asegurar, sin el menor temor de equivocarnos, que hubo muchos muy bien presentados, pero los que merecen ser premiados son éstos, que recomendamos a la equidad de los señores comisionados: primer premio, a Juan Sandoval Rivadeneira, quien, con su gracioso y muy propio disfraz de Chapulín hizo las delicias del público toda la noche; segundo premio, a los disfrazados espléndidos bailarines, Paulina Mejía, Francisco Piedra; tercer premio, a Hortensia Fierro y Segundo Villacís, pareja que supo captarse la atención de todos los asistentes, tanto por la gracia de sus trabajos como por la delicadeza y propiedad de sus disfraces, y, por último, un cuarto premio para la pareja masculina de Julio E. Vaca y Cristóbal Ojeda, quienes espléndidamente vestidos bailaron como una espléndida pareja de hombre y mujer, sin cometer ninguna falta”52. No conocemos si esta recomendación del periodista fue atendida, pero este fue, quizás, el primer premio que obtenía Cristóbal en los años que se dedicó con mucha pasión al baile contemporáneo. Los siguientes lauros durante su permanencia en el conservatorio los recibiría en los elogios que dieran los especialistas, cuando mostraba su arte en el escenario mayor de Quito: el Teatro Nacional Sucre. Su debut en este hermoso centro de arte, se produce con ocasión de un homenaje que brindara el Curso de Declamación del Conservatorio Nacional de Música, el sábado 27 de diciembre de 1924, a Sixto María Durán, con motivo de su triunfo internacional

52. Íbid


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obtenido en Lima; era el reconocimiento al sencillo y amable director, que una vez más daba honor a la patria. Como cierre de esa velada, se produjo la triunfante aparición de Cristóbal Ojeda Dávila cosechando sonoros aplausos por su acto de baile: ¡El escenario se colmó de luces! Entonces vendría una larga temporada de presentaciones, tanto en los bailes populares, cuanto en las veladas de gala del referido teatro. Mediante notas de prensa constatamos que 1924, fue el año de auge del naciente arte dramático en Quito. En ese año se nota el gran influjo que dejaron las compañías extranjeras que visitaron esta ciudad, y el Curso de Declamación del Conservatorio, bajo la dirección de los maestros Abelardo Reboredo y José María Trueba, busca la ruta apropiada para propiciar lo que después se reconocería como la época de oro del teatro ecuatoriano. Si nos remontamos un poco en el tiempo, vemos que existieron intentos valiosos por enfocar un desarrollo efectivo en el teatro nacional. Ya habíamos manifestado que el promotor de este arte en Quito, era el Curso de Declamación formado en 1900, cuya primera representación teatral la realiza el 24 de mayo del mismo año, pero como siempre, la falta de un sustento económico estable hizo que por varias temporadas se mantuviera cerrado, lo que no fue motivo para desistir en su entusiasmo y más bien creciera el anhelo por las artes escénicas. Agrupados en diferentes centros y sociedades culturales, los quiteños continuaron exhibiendo sus cualidades histriónicas; esto hizo que la presión de la opinión pública prácticamente exigiera se dé una oportunidad a la juventud que deseaba reactivar el arte teatral en la capital, ciudad en la que se sentía un desesperante sopor por la falta de buenos espectáculos que desde años atrás no disfrutaban sus habitantes.


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“…Desde la Compañía Soler nos hemos quedado sin más espectáculos que el cine. Apenas hay en el mundo pueblo más desprovisto de teatro que el nuestro. Se dice que se contenta con el político, en el que a veces se exhiben mojigangas y a veces, grandes comedias”53. “Un año después se pedía: “Vista la notable afición de los jóvenes por el teatro, no estará demás una insinuación al Gobierno a fin de que se reabra el Curso de Declamación en el que se perfeccionaban las relevantes cualidades de algunos aficionados al teatro”54.

Jota Aragonesa. Colección Alfonso Campos R.

Sensible a este clamor del pueblo quiteño, el gobierno de José Luis Tamayo, reabre el Curso de Declamación del Conservatorio. Fruto de esta reapertura es el perfeccionamiento del baile de Cristóbal Ojeda. Si bien es verdad que años antes ya exhibía sus cualidades en diferentes eventos, la conducción del maestro Reboredo dio al artista los matices necesarios para un mejor aprovechamiento de esa virtud maravillosa. Los resultados no se hicieron esperar; ya dijimos de su triunfo en el homenaje a su primer maestro de música, pero eso solo sería el inicio de una nueva temporada ardua y fructífera que llenó de grandes satisfacciones al apasionante mundo de Cristóbal.

53. “El teatro es prueba de cultura”, en: El Comercio, Quito, viernes 22 de junio de 1923, p.1. 54. “En El Sucre. Velada literaria musical”, en: El Porvenir, Quito, junio 13 de 1924, p.4.


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Entonces se comenzó a hablar con gran revuelo del nuevo artista. En los cierres de las veladas de teatro, se acostumbraba el número de variedades y en la misma, era infaltable la presencia del talentoso bailarín. Había que estar sentado en las butacas hasta el fin del programa, pues el esplendor que presentaba la danza de Cristóbal, al que acompañaba la orquesta de la noche interpretando el electrizante charlestón, el tango de moda, o la brillante jota, estremecía, dando un ambiente febril a los concurrentes al Teatro Nacional Sucre. Como era de suponerse los reportajes de prensa no se hacían esperar. El Porvenir, periódico de de Quito, describe una de esas funciones, así: “A las 9,15 p.m. empezó la función amenizada por la Orquesta del Conservatorio que, con el gusto de siempre, supo deleitar a la concurrencia con bellísima música. Se estrenó luego la comedia del autor chileno René Hurtado Borné, titulada La señorita risa, girón de vida de una pequeña niña provinciana que ve desaparecer para siempre su tranquilidad y alegría seducida y burlada por un pescador de corazones. En esta pieza interpretaron admirablemente sus papeles María Victoria Aguilera y Marina Gozembach, cada una en su género. Jorge Araujo [Chiriboga], en el rol de Rogelio, el marido infiel, lo hizo con mucha naturalidad. El acto de variedades resultó lo mejor del programa. Mariano Rojas, en la Romanza ¡Oh Sole mío!, hizo oír su caudal de voz robusta y emitida en una correcta modulación. La Jota Aragonesa, fue bailada primorosamente por Marina Gozembach y Cristóbal Ojeda, y además de la gracia con que la ejecutaron, se mostraron incansables”55. Otro periódico decía entre otros comentarios: “La jota bailada en traje de carácter por la pareja Marina Gozembach y Cristóbal Ojeda, ¡magnífica! Total una muy simpática velada por la que damos el parabién al Director del Conservatorio”56.

55. El Porvenir, Quito, domingo 11 de octubre de 1925, p.1. (fragmento). 56. El Día, Quito, domingo 11 de octubre de 1925, p. 3 (fragmento).


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Tal era el interés que había despertado este segmento de las veladas, que una revista especializada en temas nada artísticos, se hacía también eco de lo sucedido aquella noche en el Teatro. La revista se llamaba El Ecuador Comercial, orientada a temas de Comercio, Finanzas, Industrias, Agricultura, etc., se la editaba en Quito y Guayaquil. Su comentario es el siguiente: “En la función patriótica que se dio el 9 del presente en el Teatro Sucre de la capital, ante un distinguido auditorio, este niño aún, dio una agradable sorpresa en el baile de una jota aragonesa; al extremo de haberse oído expresar a la bella y sugestiva coupletista Estrella Irú; No puede hacerlo mejor; puede presentarse en cualquier otra parte del mundo Por nuestra parte y aún que neófitos en la materia, llevados de la sinceridad no podemos menos que estar con el sentir del artista citado y con el juicio de los críticos de los diarios: El Día y El Porvenir que han publicado entre otras justas frases, las siguientes respectivamente: Magnífico, Primoroso. Además del baile el joven Ojeda es un gran artista y compositor de música. Es, pues, una esperanza.- Adelante”57. En esta nota se hace referencia a la coupletista española Estrella Irú, quien llegara a apreciar mucho a Cristóbal Ojeda. Veía en él a un futuro artista que, en el baile, podría dar muchos lauros a su patria, y además conocía de su valía como compositor. Estrella Irú era una hermosa artista española de amplia trayectoria, había nacido en Bilbao, pero vivió muchos años en Argentina donde realizó gran parte de su trabajo artístico para luego realizar algunas giras por América Latina y Europa. En esa ocasión era la cuarta vez que visitaba Ecuador, anteriormente lo había hecho en 1912, 1916 y 1921, dejando siempre muy gratas impresiones y muchos amigos. Además de impregnar la moda en las jóvenes ecuatorianas, fue una de las grandes divulgadoras

57. “Nuevo artista. Cristóbal Ojeda”, en: El Ecuador Comercial, Año III, No.28, Quito, 9 de octubre de 1925, p.81.


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de las canciones ecuatorianas, haciéndolo por todos los escenarios que visitaba, con gran elegancia y calidad vocal. A su retorno se sorprendió al constatar el despertar del arte escénico ecuatoriano, y manifestó la grata satisfacción que sentía por el surgimiento de varios prospectos llenos de calidad, entre ellos alababa a Cristóbal Ojeda por su elegancia y total compenetración en el arte, lo que lo hacía aparecer como un verdadero profesional pese a su corta trayectoria. Estrella Irú tuvo la oportunidad de sentirlo más de cerca al promisor ejecutante del baile moderno. El 5 de diciembre de ese mismo año, el Conservatorio Nacional de Música y la Dirección General de Bellas Artes, para brindar un cálido reconocimiento a la labor de la artista, organizan una función de gala a la que estaban invitadas altas autoridades del Gobierno, el Cuerpo Diplomático, El Ejército Nacional, la Federación de Estudiantes, etc. En esta velada de gala, Estrella Irú presentaría Salomé del insigne escritor Oscar Wilde, adaptación a escena por Luis Telmo Páez y Miño, ecuatoriano, y la música correspondía a Sixto María Durán, director del Conservatorio. El programa general contemplaba lo siguiente:

Primera Parte:

1.- Sinfonía por la Orquesta 2.- Himno Nacional cantado por Estrella Irú 3.- Palabras del Dr. Sixto María Durán, entrega de la medalla y diploma concedido a la propagandista del arte ecuatoriano Estrella Irú. Entrega de un pergamino del Comité Central de Colonización del Oriente Ecuatoriano, por los comisionados Sres.: Gonzalo Escudero Moscoso y Cap. Luis Herrera Cevallos.


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4.- Estrenos de canciones nacionales por Estrella Irú. 5.- Presentación de una poesía por el Sr. Jorge Icaza. 6.- Tango Apache por la gentil pareja Marina Gozembach y Cristóbal Ojeda.

Segunda Parte: 1.- Sinfonía por la Orquesta 2.- Monumental estreno SALOMÉ, del insigne escritor Oscar Wilde, adaptado a escena, por el Sr. Crnel. Luis Telmo Páez y Miño y música del Dr. Sixto María Durán.

Tercera Parte: 1.2.3.4.-

Sinfonía por la Orquesta Humorada chistosa por Telmo Vásconez Jota Aragonesa por la gentil pareja Marina Gozembach y Cristóbal Ojeda. Varios estrenos por la genial creadora del pasillo nacional Estrella Irú58.

Fue una velada de gran colorido, con magnífica organización, y los participantes no pudieron estar mejor. Entre los espectadores se encontraban los familiares de Cristóbal Ojeda. Esa noche no podía faltar Rafael Dávila, su abuelo a quien no le gustaba que su nieto se dedicara al baile, asistieron también su madre y sus tíos José Rafael, María, Dolores e Inés59. En el pecho de Leonor no cabía tanta emoción Su hijo era una de las estrellas en esa noche de luz y color que despertó gran suceso en la pequeña ciudad. El continuar con su anhelo de vivir para el arte escénico, significaba algunas desventuras para Cristóbal: la oposición constante de su abuelo a que continuara presentándose en el Sucre; “él pensaba como la gran mayoría de personas de aquel tiempo que tenían

58. Programa de mano, obsequiado al autor por la familia Dávila Molina. 59. Inés Dávila Tinajero, entrevista con el autor, San Rafael-Quito, junio 1995.


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un mal concepto de quienes se dedicaban al arte teatral”60. A eso se agregaba la recomendación de su maestro Sixto Durán: “Cristóbal ¡te prohíbo que bailes en el Teatro Sucre! ¡Tú eres un compositor!”61. Cuenta Inés Dávila que: “a hurtadillas nos dábamos modos para asistir a los repasos del Curso de Declamación; fueron mis hermanos Rafael y Alfonso quienes apoyaban a Cristóbal para que continuara en esa su pasión, el baile, y exhibiera su arte en el Teatro Sucre”62. Según testimonio de un personaje de Quito, el ñato Recalde, gran deportista y empresario artístico de esa época, Cristóbal efectivamente actuaba en el cierre de las presentaciones de las diferentes compañías nacionales, en los actos de baile, “casi siempre acompañado por el gran bandoneón de Humberto Jácome Maldonado y el guitarrista Luis Villavicencio….era el tipazo para acompañarle los tangos”63. Al referirse a otro género musical bailado por Cristóbal, Recalde nos decía: “Fue en una ocasión en que se estrenaba una obra del escritor Enrique Garcés, llamada Boca trágica. A la terminación de la interpretación de Marina Moncayo, se bailó la famosa jota que por primera vez vieran los quiteños, jota bailada por este joven…bueno para que le digo ¡Salieron bailando la jota todos los espectadores! Porque había que verlo bailar a este joven”64. Con cierta extrañeza nos manifestó que, tan pronto terminaba su espectáculo se cambiaba de ropa apresuradamente: “Vestía pantalón corto y se acomodaba una gorrita para luego salir fugazmente sin detenerse a saludar con sus amigos”65. El ñato Recalde no sabía que a hurtadillas había abandonado la casa de familia para aquella presentación, y había que retornar prontamente al hogar para no ser sorprendido por su cariñoso pero firme abuelo. Diremos entonces que el atrevimiento significativo de unos pocos, introdujo en las plazas y en los teatros de la ciudad de Quito el baile que hacía furor en metrópolis

60. Íbid 61. Íbid 62. Íbid 63. José (el ñato) Recalde, entrevista al autor, 1996. 64. Íbid 65. Íbid


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como Buenos Aires y París, teniendo como artífice del mismo a Cristóbal Ojeda, quien dominaba también las acrobacias del charlestón, la cueca chilena y la jota aragonesa. Para el Curso de Declamación del Conservatorio Nacional de Música vendría también una etapa nueva y definitiva: se separaba un grupo de artistas que había decidido conformar por su cuenta una nueva agrupación teatral, a la que denominarían Compañía Dramática Nacional, en la que destacaban Marina Moncayo, Jorge Araujo, Marina Gozembach, Marco Barahona, Telmo Vásconez y otros. El debut de esta nueva compañía se realizó presentando la comedia de Felipe Sassone: El amor no se ríe el 22 de diciembre de 1925. La prensa manifestaba: “Fue un triunfo de la Compañía Nacional. Ojalá menudeen las representaciones y con el favor del público, que debe apoyar a todo trance a nuestros artistas, pronto se perfeccionarán y podrán intentar una gira por las poblaciones del sur de Colombia”66. La actividad de la Dramática Nacional fue muy elogiada y sus presentaciones eran muy asiduas en el Teatro Sucre, por lo que su prestigio había alcanzado una justa fama. Es por ello que los contratos para que realizara giras dentro y fuera del país no se hicieron esperar; uno de esos estipulaba su participación en las Primeras Olimpiadas Nacionales, realizadas en Riobamba a mediados del mes de marzo de 1926. Allá fue este entusiasta grupo que junto a los deportistas representantes de Quito, dejara muy en alto el nombre de la ciudad; porque esas inolvidables olimpiadas, dieron cabida tanto a la cultura física, como a la cultura del espíritu. Este acontecimiento tiene mucha importancia en la vida de Ojeda Dávila, y es necesario detallarlo detenidamente por lo sucedido en el ámbito musical ecuatoriano en esos días del mes de marzo, allá en la acogedora ciudad capital de la provincia del Chimborazo.

66. “El amor no se ríe”, en: El Porvenir, Quito, 22 de diciembre 1925, p. 3.


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Habíamos manifestado que del Curso de Declamación del Conservatorio, varios de sus componentes formaron una nueva compañía teatral; a la que se unió Cristóbal Ojeda, y desde luego que formaría parte del grupo que intervendría en las veladas organizadas para matizar de arte el evento olímpico que, como homenaje a los deportistas y delegados de las varias provincias del país y al pueblo riobambeño preparaba el Comité organizador. Conseguir el permiso familiar para que el entusiasmado joven realizara este viaje, tan largo en aquellos tiempos, fue un verdadero drama: se organizó una delegación de la Dramática para que hablara con su abuelo y su señora madre. Tras largas exposiciones y promesas se consiguió aceptaran su partida, no sin antes garantizar que el adolescente “no saldría en las noches, no importa los compromisos sociales que tuvieran que atender sus compañeros, él debía permanecer en el sitio de alojamiento”67. Para ese entonces ya contaba con 19 años de edad, pero no los aparentaba, pues lucía algunos menos por su cara de niño y su menudo cuerpo, además debe haber incidido para esta prohibición la conservadora moral que llevaban con mucho celo los Dávila-Tinajero. La delegación llegó a la “Sultana de los Andes” el viernes 12 de marzo en la noche y desde el día martes 16 se presentan en el Teatro Maldonado, el Club Chimborazo, la Escuela de Bellas Artes, y el Club Nacional68. Como era de esperarse, la Compañía Dramática Nacional obtuvo un sonado éxito en sus presentaciones, las mismas que fueron muy comentadas en círculos periodísticos: “Llegaron al hotel Ecuador, y llenaron de alegría y expansión juvenil los ámbitos de este hotel, cuyo amplio comedor convirtiéronle, más de una ocasión, en improvisado salón de baile […] ¿Es una troupé de jóvenes amateurs o es un conjunto de verdaderos artistas los que componen el Curso?”69. Allí estuvieron derrochando gracia e ingenio: María Victoria Agulera, Marina Gozembach, María y Olimpia Andrade, Elvira Aguilera, América Salazar, María E. Guerrero, Alfredo León, Jorge Araujo, Alfredo Riofrío, Telmo Vásconez, Jorge Icaza, Cristóbal Ojeda Dávila.

67. Inés Dávila Tinajero, entrevista con el autor, San Rafael, junio 1995. 68. “La primera Olimpiada ecuatoriana se acerca”, en: Diario Los Andes, Riobamba, 21 de enero de 1926, p.3. 69. “El Curso de Declamación del Conservatorio obtuvo buen éxito en Riobamba”, en: Diario El Telégrafo, Guayaquil, lunes 15 de diciembre de 1926, p.5.


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Para la noche del domingo 21 de marzo, se había programado un baile de gala que cerraría el certamen deportivo. A este suntuoso baile no podía asistir el joven Ojeda. Sus compañeros y el director del grupo, hicieron cumplir la prohibición expresa. Él, que se había divertido tanto en tan pocos días, hoy no podía estar en la fiesta final, en la que tanto hubiera disfrutado, luciendo su arte en el baile. No podría mostrar a las guapas riobambeñas y jóvenes bellezas de otras provincias, toda su esplendorosa danza; él, ¡el maestro de los bailes modernos!…. sería el gran ausente. Esa noche triste, de gran soledad, el promisorio artista pone en juego su genio compositivo. Su anhelante inquietud fue transformada en música y escogió las delicadas y suaves notas que le sugería el pasillo. Ellas brotaban a raudales interpretando fielmente el sentimiento del muchacho.

Teatro Nacional Sucre, tomado de: Jurado Avilés, J.J (ed.) El Ecuador en el Centenario de la Independencia de Guayaquil. New York, 1920.


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En horas de la madrugada regresaron sus amigos; venían a contarle todo lo que Cristóbal se había perdido en esa inolvidable noche. Él les contaría a través de una guitarra, lo que el arte musical ecuatoriano había ganado, precisamente, esa noche suave y cadenciosamente hizo escuchar una hermosa melodía, a la que llamó Sentirse solo. En ese año, 1926, continuaron sus presentaciones en el Teatro Sucre, había conseguido que su arte sea respetado por sus compañeros y maestros. Era él quien organizaba el número artístico, y las figuras del arte dramático como Marina Gozembach, Marina Moncayo y América Salazar gustosas accedían a interpretar junto al preciado artista, esos ritmos de moda, a los que imprimía toda su personalidad. “El baile es suprema exteriorización de la belleza rítmica. Montalvo, alma de artista, llamó al baile poesía en movimiento. Las cualidades de orden estético que adornan al baile han pasado a ser sociales y de la más sencilla cultura general, ya que saber danzar acredita buen tono y elegante roce con las personas de distinción. Hoy se baila todo: el ritmo interpreta las más famosas obras musicales clásicas y movimientos sorprendentes, en saltos alados, en ondulaciones de ave, en vaivenes ingrávidos, vaporosos. Insignes artistas rusas, norteamericanas, españolas han reproducido por medio del baile la majestad de las estatuas griegas, la hierática actitud de los ritos egipcios, el tumulto de la pasión antigua, las complicaciones de la nerviosidad moderna.[…] Bailando iban los israelitas, al son de laúdes y arpas de oro, delante del arca santa; bailando van las gloriosas artistas en presencia de esquilianas tragedias y óperas inmortales, llámense Salomé, Otelo, Fausto, Parsifal.[…] Hemos visto bailar tangos dramáticos y desgarradores. La pasión


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se desborda en una serie de mudanzas y ritmos muy expresivos, y así es como un simpático joven de alma delicada de artista, ha resultado genial en el baile, Cristóbal Ojeda, en Los Apaches nos proporciona la emoción fuerte del atorrante argentino. Bandido de arrabal que acecha en la sombra, silva siniestramente. Baila su crimen, intenta asesinar a su compañera, la maltrata y arrastra y se entrega después al fuego desenfrenado, con vueltas primorosas y preciosas, que se diría matemáticamente calculadas. Ese baile callejero y tenebroso, habla. ¿A dónde puede llegar la acción sujeta a medida, acompasada? La armonía del movimiento está divinizada por el baile moderno. El joven Ojeda baila bien: formará escuela. Para él sinceras palmas”70. Es la descripción más hermosa que hemos encontrado del espectáculo que ofrecía el artista, cuando brillaba con luz propia en el escenario. Además, ¡Cómo habían cambiado los conceptos de la sociedad! ¿Había conseguido cambiar la crítica hacia “esos bailes desenfrenados; llenos de falta de moral”, expresiones de la gente que prejuiciaba lo novedoso de los bailes de moda? ¿Quizás su elegante y grácil figura impactó en los críticos, llegando incluso a saber apreciar y hasta a pensar que, quien practica esas danzas está en un elegante roce con las personas de distinción? Es posible. Cristóbal podía conseguir todo: inauguraba la moda, luchaba contra las adversidades que perseguía su vida, componía pasillos hermosos, hacía amigos con gran facilidad, exponía sus alcances artísticos que se vislumbrarán más allá de lo que los sencillos hombres pueden obtener. El comentario que vertía el periodista de El Comercio de Quito, se refiere a la velada en homenaje al maestro Reboredo que brindara el Conservatorio Nacional de Música, la

70. “El primor del baile moderno”, en: El Comercio, Quito, miércoles 4 de agosto de 1926, p, 4.


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noche del domingo 1 de agosto de 1926. En otro artículo del mismo Diario, en cambio, se criticaba lo mal preparado que estuvo el programa: “Ese POTPOURRI o mezcolanza artística daba la impresión de un BARATILLO. ¿Quién confeccionó tal esperpento artístico? …Sentimos que haya estado bajo los auspicios del Conservatorio Nacional, quien no debía dar tan desentonada nota”71. Después de un análisis nada halagador de la actuación de los integrantes del grupo artístico, en el que se manifestaba: “lástima de buenos muchachos envueltos en la paliza artística. Naturalmente no tienen la culpa personas tan simpáticas e inteligentes como la Srta. Aguilera, el Sr. Jorge Icaza, la Srta. Salazar, el Sr. Camilo, etc.”72; todos los medios de prensa coincidían en felicitar y elogiar el número presentado por Cristóbal Ojeda esa noche, “¿Los actos de variedades? Debemos decir, en honor a la verdad que la Srta. Aguilera reveló muy buenas cualidades para el couplé, y que principalmente los números de baile organizados por el hábil y entusiasta joven Cristóbal Ojeda salvaron la función del naufragio”73. Había sido una falsa presentación del Curso de Declamación del Conservatorio; quizás no hubo el repaso necesario para llevar adelante esta programación que tenía un loable objetivo: rendir un emotivo homenaje al viejo maestro formador de juventudes; era el agradecimiento de sus pupilos que reconocían haber recibido de Reboredo la savia de su personalidad artística. Reconociendo lo mal que habían representado a su maestro,

7`1. “Teatralerías”. La Función en honor del maestro Reboredo “El Rosario” de anoche”, en: El Comercio, Quito, 2 de agosto de 1926, p.3 72. Íbid 73. “La función del Sucre en honor del señor Reboredo”, en: El Porvenir, Quito, martes 3 de agosto de 1926, p.4.


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días más tarde realizaron un nuevo espectáculo, en el que pusieron todo su empeño, siendo aplaudidos ampliamente por el público y la crítica. Un mes después, la Compañía Dramática Nacional se dividía: “... la decana e iniciadora del arte teatral se dividió en dos agrupaciones que le hizo perder su homogeneidad artística, base fundamental de su celebrada actuación”74. Se comentaba de inmediato la constitución de una nueva compañía que, luego de varias actuaciones como Compañía Ecuatoriana de Zarzuelas y Operetas, tomaba el nombre de una de sus integrantes: María Victoria Aguilera. Esta nueva Compañía estaba representada por los empresarios Ricardo y Enrique Marín; como Maestro Director y Concertador se nombró a José Ignacio Canelos; Director de Escena Humberto Dorado Pólit, primer violín concertino Enrique A. Terán. La nueva compañía tenía un importante número de sopranos, contraltos, barítonos y bajos, de entre los que nombramos a María Victoria Aguilera, María Facciola, Imelda Correa, Antonio Bedoya, Luis A. Cano, José Antonio Aguilera, Luis C. Carrillo y Humberto Estrella. El maestro José María Trueba asesoraba a la María Victoria Aguilera en el campo artístico y musical. Quito contaba ya con dos compañías teatrales, a las que se sumaría más tarde la Compañía de Revistas y Variedades, organizada por el maestro Rafael Ramos Albuja, en la que puso de manifiesto su experiencia recogida en otros países, para poner en escena obras del género chico. En esta Compañía destacamos a los directores de orquesta Rafael y José Ramos Albuja; como director de escena encontramos a Alfredo León; en el cuadro artístico y coral sobresalían Carlota e Inés Jaramillo, Lucila Andrade, Enma Jarrín, Roberto Maldonado, Mariano Rojas, Miguel Ángel Casares. De este valioso conjunto

74. Saá de Yépez, Rosa. “El teatro nacional”, en: El Comercio, viernes 6 de agosto de 1928, p. 3 (artículo escrito el 31 de diciembre de 1927).


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de artistas, destacó nítidamente la presentación de Carlota Jaramillo, quien a más de su actuación lucida como tiple cómica, dejaría ver sus grandes aptitudes para el canto, sobre todo cuando entregaba su apasionada voz interpretando pasillos ecuatorianos, lo que le valdría más tarde ser calificada mediante un pergamino entregado por el Presidente Isidro Ayora y el Concejo Municipal de Quito el 24 de mayo de 1927 como La Reina del Pasillo ecuatoriano75. Estas tres compañías que fueron fruto del crisol que significó el Curso de Declamación del Conservatorio, tuvieron una destacada como fructífera temporada, si bien es verdad que fueron muchos los tropiezos para consolidar una trayectoria estable en su trabajo, no debemos desconocer que fue una etapa de grandes logros para el teatro nacional. No pocas figuras se pueden resaltar de esta época en la que consta también, con mucho honor, la denominada Compañía Nacional de Alta Comedia Moncayo-Barahona, que fuera la que más tiempo de permanencia tuvo, gracias al tesón y profesionalismo de Marco Antonio Barahona. Años más tarde, como Compañía Marco Barahona sería la que diera al arte ecuatoriano nuevos nombres como Gonzalo Proaño, Ernesto Albán, Sergio Araujo, Manuel Guevara, Isabel Gómez, Lastenia Rivadeneira, Olivia Demary, Noemí Jáuregui, y muchos más. Para Cristóbal Ojeda resultó de alguna manera provechosa el que las nacientes compañías se dividieran, pues él era requerido para acompañarlas en diferentes presentaciones y hasta competencias, como la que se suscitara a finales de 1926. Se decía que “…no hay mal que por bien no venga, la disgregación de los primitivos y bien formados grupos, este barajar de elementos, ha traído como resultado el estímulo, ya que algún grupo se empeña en sobresalir, presentándose en mejores condiciones, para rivalizar justamente con los demás y superarlos”76.

75. El Telégrafo. Guayaquil, 28 de febrero de 1928, p.2 76. “Arte y teatro. La competencia artística”, en: El Comercio, Quito, miércoles 29 de diciembre de 1926, p.6


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“Fado Portugués” Artistas quiteños en el Teatro Nacional “Sucre”. Consta desde la izquierda: Cristóbal Ojeda Dávila; Carlota Jaramillo y Telmo Vásconez. Archivo Inés Dávila Tinajero.


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En noviembre debutaba la Compañía Ramos Albuja y el cronista cuenta el triunfo de Carlota e Inés Jaramillo que, recordando los versos de Arturo Borja, hacen escuchar sus “divinas voces que encadenan las voluntades; claras voces que parecen aleccionadas para recorrer los espacios endiosados por las almas de los buenos; notas tintineantes que aligeran la vida de todo grave cuidado, que refrescan las llagas dolorosas del recuerdo que muerde muy adentro con su diente envenenado, que encierran los misterios completos del alma, haciéndonos sentir la atracción de las eternidades y de los vacíos”77. Era la descripción contemporánea que se le daba al pasillo ecuatoriano. Más adelante, se refería a la actuación de Cristóbal Ojeda que, para cerrar la noche, presentara junto a otros jóvenes escoltas, una coreografía que relatada está así: “Una docena de jóvenes pulcramente afeitados, viene a sacarnos de nuestra abstracción. Sin que un pelo se rebele a la simetría del cepillo, se adelantan rítmicamente abriendo calle a una exuberante juventud de muchachas que se yerguen altaneras como estatuas vivientes. De pronto se destaca el encanto moreno de una mujer esbelta y cimbreante que nos hace recordar de las gracias perversas de Astarthea. Grita la música endiablada, las faldas vuelan al viento como oriflamas de impureza y rebeldía, y una nueva Dahut, danza enloquecedora y ondulante en compañía de un Dandy afeitado y lustroso, de corbata fresca y perfecta que se enrosca en un cuello inmaculado, de cabello ondulado, de rostro ligeramente encendido, que le hace adquirir perfiles wagnerianos. Sus modales tienen mucho de aristocrático, pero en el fondo de sus pupilas quietas se adivina un corazón que nunca sabrá erguirse con fiereza de amo”78. Para diciembre, la Compañía Victoria Aguilera invitaba a Ojeda para actuar junto a ellos en una presentación de matiné en el Teatro Sucre. Las tres compañías existentes en la ciudad darían espectáculo a día seguido.

77. “El Debut de la Compañía Ramos Albuja”, en: El Porvenir, Quito, noviembre 3 de 1926, p.2. 78. Jorge Bayron. “El debut de la Compañía Ramos Albuja”, en: El Porvenir, Quito, miércoles 3 de noviembre de 1926, p.2.


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En turno previamente acordado, le tocó actuar a la Compañía Dramática Nacional, esto ocurrió en la noche del sábado 25 de diciembre de 1926. Lamentablemente no le cupo una buena actuación a la decana de las Compañías que presentó en escena La ilusión de un antifaz de Edmundo Niké; una de las causas que se alegó para esta mala presentación, en la que inclusive su estrella Marina Moncayo no demostrara sus cualidades, fue que habían tenido la imposibilidad de efectuar sus repasos en el mismo Teatro, el que se encontraba ocupado toda la semana. De todas maneras el público supo disculpar a esta querida agrupación y “se limitó fríamente a aplaudir cuando al final cayó el telón”79. El día domingo le correspondió actuar a la Compañía que había incluido en su elenco a Cristóbal y sobre la cual la prensa comentaba: “Soberbia la Matiné del domingo. Actuó la Compañía Lírica Victoria Aguilera, como nos concretamos a reflejar la actitud de los espectadores, diremos, en obsequio a la verdad, que aplaudieron estrepitosamente números como la selección de Verdi, tomada del Trovador y Rigoletto, lo mismo que la del Conde de Luxemburgo. Representa un visible esfuerzo que nos regalen con fragmentos de óperas y operetas, La voz de la Sra. Saá gusta, con razón. Del baile apache ya en otra ocasión dijimos lo que sentíamos. El público exigió la repetición de la zamba argentina, ejecutada por la pareja Salazar-Ojeda”80. En esta ocasión, Cristóbal había llevado de la mano al éxito a su amiga América Salazar. Por la noche de ese mismo día, actuó la Compañía Ecuatoriana de Comedias y Variedades, que presentó la comedia de José Francés, “El corazón despierta”. En

79. El Comercio, Quito, miércoles 29 de diciembre de 1926, p. 6. 80. Íbid


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ella se lucieron Alfredo León, Jorge Araujo y Vásconez. A Carlota Jaramillo le hicieron repetir entre aplausos el pasillo “Súplica”. Ésta fue quizás, la última actuación de Cristóbal en el Teatro Sucre. Aunque el “ñato” Recalde, como ya lo detallamos, afirma haberlo visto actuar al final del estreno de la obra “Boca Trágica” de Enrique Garcés, e interpretada por la Compañía Moncayo-Barahona, hecho ocurrido en febrero de 1932. Al parecer, las insinuaciones reiteradas de su abuelo materno y de su maestro Sixto María Durán, se impusieron y lograron que el joven se dedique totalmente a la composición musical, área artística en la que finalmente se hiciera conocer hasta después de su muerte. Cristóbal Ojeda Dávila dejaba momentáneamente el baile artístico para, ahora sí, llenar de melodías el pentagrama musical del Ecuador.

Raúl Ojeda Peñaherrera, el “Chavalillo de América”, primo de Cristóbal Ojeda Dávila. Archivo Fany Ojeda.


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Cristóbal Ojeda y el pasillo romántico ...una inspiración luminosa, un fuego interior, acompañado de ideas, de formas de armonías singulares, que se le van presentando; le fatigan, le impulsan a vaciar en obras inmortales, el ideal que le está exigiendo una expresión concreta y definitiva...81 (Ramón Ojeda Vega)

81. Ojeda, Ramón (padre del compositor). “El Genio en el Arte”, en: Revista de la Sociedad Jurídico Literaria, No. 19, Quito. 1904, p. 48-57.


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n su estudio “El Pasillo en el Ecuador” (1996: 1), Pablo Guerrero manifiesta que: “En las postrimerías del siglo XIX, el pasillo era ya un baile popular en la ciudad de Quito. Su aparición como manifestación musical mestiza se remonta, desde aquel entonces, a por lo menos medio siglo atrás en el país y, quizá, probablemente a la época en que fenecía la Nueva Granada, de la cual formaba parte la que es hoy república ecuatoriana”. Los testimonios e informaciones vertidas por los antiguos cronistas y viajeros que visitaron la región y los antecedentes recogidos por nuestros musicólogos en sus investigaciones, coinciden en ignorar la existencia del pasillo entre los ritmos mestizos y nativos que se bailaban y escuchaban en la etapa colonial. “Antes de la transición al proceso republicano, en el país se conocían y practicaban algunas danzas europeas como el valse, la cuadrilla, contradanza, el minué, paspié, a las que se sumaban los fandangos y ‘bailes sueltos’ de claro raigambre regional: costillar, sanjuanito, toro rabón, amorfino, etc. y por supuesto el yaraví, canción indígena adaptada por los mestizos. Naturalmente que las primeras danzas mencionadas eran bailadas por la clase que se esforzaba en parecerse a la aristocracia europea; sin embargo, los ‘tonos regionales’ eran más difundidos, se escuchaban y producían en clases intermedias y en los estratos bajos” (Íbid)


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Al tratar sobre Las primeras noticias de la presencia del pasillo en el Ecuador, Pablo Guerrero cita a Alejandro Andrade Coello y dice: “….sostiene que el pasillo fue introducido en Quito en el último tercio del siglo XIX, recién en 1877, bajo el gobierno (1877-1882) de Ignacio de Veintimilla (1828-1908), por dos agregados diplomáticos colombianos entre los que se hallaba el conocido poeta Rafael Pombo (1833-1912) y que los primeros compositores ecuatorianos de pasillos fueron los quiteños Aparicio Córdova (184?-ca. 1930), con su pasillo político Los Bandidos, Carlos Amable Ortiz (1859-1937) y un joven de apellido Ramos, autor del célebre pasillo que empezaba con la introducción Son los ayes del alma de un amante....”(Íbid: 3-4). Guerrero aclara: “No conocemos las fuentes documentales o de tradición en las que se basó Andrade Coello para sus aseveraciones, pero es razonable creer que el pasillo en ese año, 1877, se integraba a la música de salón dentro de los círculos administrativos y políticos, sin embargo indudablemente debió hallarse desde mucho antes entre el repertorio musical del pueblo ecuatoriano, a través de las interpretaciones de las bandas militares y de los músicos populares” (Íbid: 4). Son precisamente las bandas militares y los músicos populares quienes, desde 1925, interpretaron al joven creador. En ese año, Cristóbal impregnaría en el pasillo ecuatoriano ese sabor nostálgico y romántico que hoy añoramos. Su inspiración le llevaría a enriquecer el cancionero nacional con dos pasillos que perduran aún en el recuerdo del alma


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ecuatoriana: se tratan de Latidos y Alejándose, cuyas poesías corresponden a Vicente Amador Flor, poeta manabita, y el quiteño Ángel Leonidas Araujo, respectivamente. Estos pasillos, junto a otras composiciones que no conocemos del mismo Ojeda, y que Inesita Dávila no recordaba sus títulos, fueron interpretados por las bandas de aquel tiempo, “las bandas se disputaban en ser las primeras en tocar la música compuesta por Cristobalito”82 y desde luego los músicos populares también lo hacían, sobre todo las estudiantinas, de entre ellas la Santa Cecilia y luego la Estudiantina Ecuador, pues sus integrantes eran vecinos y también amigos del compositor. “Con ellos se veía asiduamente ya que acudían a la misma peluquería, llamada La Perla, que estaba ubicada en la esquina de las calles Chile y Cuenca, en la casa de la Srta. Larrea. Esta esquina se había convertido en el centro de encuentro de los artistas populares de esa parte de la ciudad, y Tobías Ortiz, propietario de ese prestigioso local, era un fervoroso seguidor de la música ecuatoriana y claro, daba cabida a todos los jóvenes del sector, entre ellos, en su gran mayoría, a los intérpretes y compositores que vivían en gran número en ese barrio del Quito colonial”83. 1927 es también el año que empieza a desarrollar su poesía, a la que titula Fragmentos de mi vida. Poemas cortos de los cuales algunos serían musicalizados con posterioridad. Lamentablemente, son pocos los que se salvaron del tiempo y el descuido. Se han recogido testimonios afirmando que con Cristóbal Ojeda Dávila había nacido una nueva forma de crear el pasillo ecuatoriano, en el que se traslucía fielmente el alma triste de la serranía; y, aunque Ojeda pertenecía a la clase social media-alta de esta ciudad, él había crecido amando todo lo que esta tierra brinda: tradición en las costumbres

82. Inés Dávila Tinajero, entrevista con el autor, San Rafael-Quito, 1996. 83. Segundo Taco, entrevista, 1998. Peluquero que atendía a Cristóbal Ojeda Dávila en la peluquería “La Perla” (San Juan).


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del pueblo, sencillez y riqueza espiritual de sus gentes, así como también sabía de su pobreza y desesperanza. “En la segunda década del siglo XX artistas de la naciente clase media, propusieron un pasillo más intelectual y con mayores recursos técnicomusicales. Compositores con estudios académicos promovieron otro tipo de pasillo, sincrético de varias identidades artísticas; por un lado, el pensamiento romántico difundido desde Europa tanto en la literatura cuanto en la música y la pintura; por otro lado, la identidad andina generada en la cultura popular-mestiza que comenzaba a recoger elementos del pensamiento indigenista, y finalmente un cierto “americanismo” que acogía expresiones tanto latinoamericanas (chilenas, habaneras) cuanto estadounidenses (fox, one step, two step). Definitivamente estaba construyendo “lo nacional” en la música ecuatoriana[…]Cristóbal Ojeda Dávila (Quito, 1906-1932) fue una de estas personalidades que otorgaron al pasillo el carácter de género “nacional” símbolo cultural que unificó la Costa y la Sierra. Ojeda optó por los universales del romanticismo: el sentimiento, la pasión, la mujer y la patria, es decir, valores determinantes para dicho contexto. Por otro lado, aportó con sus composiciones a una “universalización” del pasillo, para que además se difunda fuera del territorio ecuatoriano”84. A todo esto habría que agregar el propio tormento de Cristóbal, porque nació para el sufrimiento –según su propia convicción– ese sublime sufrimiento que precisamente en él se encarneció. Guerrero decribe muy bien el romanticismo del compositor, a sus melodías les ponía un toque de cadencia que hacía se las escuchara como salidas de las profundidades del sentimiento:

84. Guerrero Gutierrez, Pablo. “El pasillo-danza y el pasillo-canción: aspectos sociohistóricos sobre el proceso de “yaravización”, en: Memorias y reencuentro. El pasillo en Quito, documentos No.6, Museo de la Ciudad, Quito, 2005, p.31-32.


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“Cuando las manos finas y ágiles de Ojeda tocaban las blancas teclas del piano, parecía que los luceros tiritaban de emoción. Las estrellas pestañeaban embargadas por aquella musicalidad tierna, dulce y delicada y los lagos y los cielos azulosos abrían sus cortinas para dejar llegar aquellas notas hasta el Incredo en ondas y giros cual volutas de nácar. […] Eran tan dulces, tiernas y delicadas sus notas -arpas llorosas- que podía formarse, fácilmente una lágrima, la que recogida en una pluma se podía escribir en el ALMA”85. Alguien que lo conoció de cerca decía: “Fue Cristóbal Ojeda un artista de naturaleza y de temperamento. Recogió en su inspiración toda la exquisita sensibilidad del alma nacional que reflejó con admirable propiedad en sus cadenciosos pasillos y yaravíes que merecieron la reproducción en los discos de la Columbia y recorrienron todas las latitudes transportando la emoción de nuestras serranías, mezcla inconfundible de misticismo y melancolía”86. También se manifestaba: “Sus obras significan la continuación de esa existencia tan sensitiva, nostálgica y soñadora. “Hojas secas”, su primera producción, constituye, si así cabe decirlo, la clave de su vida: Este tango descorrió el velo de sus secretos anhelos y fue la pauta de sus posteriores inspiraciones... El artífice del pasillo, lució sus galas de poeta músico, embebido en la fuente de la inspiración. La bondad de su alma, la nobleza de su corazón, eran los atributos distintivos del joven compositor, y esas mismas modalidades poco comunes, lo distanciaron del mundanal ruido…”87

85. Navarrete Bravo, Luciano.”Alma de artista y corazón de niño, las notas ecuatorianas han estado de duelo”, en: El Comercio, Quito, 30 de agosto de 1933, p. 2. 86. Archivo de Inés Dávila Tinajero, recorte de periódico, s/f . 87. Villagómez, Galo. “Cristóbal Ojeda Dávila”, en: Revista Cantares, año 1, No. 3, editado por Alfonso Dávila Tinajero, Quito, 1945.


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De las grabaciones de música ecuatoriana realizadas en las dos primeras décadas de este siglo, se pueden escuchar los pasillos de ritmo ligero, que los hacía bailables. En esta caracterización encontramos a todos los compositores que antecedieron a Cristóbal Ojeda: Carlos Amable Ortiz, Francisco Paredes Herrera, entre otros, que componían influenciados por los pasillos que llegaban de Colombia. Entonces se hizo más notoria la irrupción del joven compositor que, con los pasillos de carácter melancólico y romántico, se había puesto a la cabeza de las ventas discográficas a fines de la tercera década del siglo XX. Es necesario señalar que el gran compositor azuayo Francisco Paredes Herrera, se había constituido para ese entonces, en el gran maestro de hermosos pasillos que le hicieron merecedor del título de El Rey del pasillo88, por su gran producción en esté género musical. Paredes Herrera, quien para ese tiempo ya se había radicado en Guayaquil, tenía contratos con la RCA Victor y la Columbia, empresas que enviaban en grandes remesas, discos con las interpretaciones de los cantantes de música popular más connotados de Latinoamérica: Margarita Cueto, Hoyos, José Moriche, Carlos Mejía, Juan Pulido y especialmente el dúo colombiano Briceño-Añez, así como también renombradas agrupaciones instrumentales. Todas estas grabaciones se realizaron bajo la técnica de aquellos tiempos: impresión en discos de pizarra o de carbón como mejor se los conocía y que tenían un nuevo sonido ortofónico, que según los productores, quería decir sonido directo, recto; voz natural. Pero intensificada a quinta potencia89, lo que reproducía las notas musicales con alta fidelidad. En esta maravilla del siglo venían impresas las canciones de nuestros compositores y en lo que se refiere al pasillo, se nota que todas las interpretaciones tienen, como ya anotamos, el tempo ligero. Era así como se conocía, para ese entonces, al pasillo ecuatoriano.

88. “Por tu amor”, pasillo de Francisco Paredes Herrera”, en: El Universo, viernes 13 de noviembre de 1931 (recorte conservado por Leonor Dávila Tinajero). 89. El Telégrafo, Guayaquil, jueves 16 de febrero de 1928, p. 2.


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Al escuchar este par de producciones de Ojeda, los pasillos Latidos y Alejándose, grabadas a inicios de 1928, las mismas que llevan el sello de la Columbia norteamericana e interpretadas por el dúo Briceño-Añez, diríamos que no existen diferencias en el tempo en relación a las grabaciones efectuadas con la música producida por Francisco Paredes; debe ser que los intérpretes recibían las partituras y desde luego, daban el mismo tratamiento a todo lo que significaba el género del pasillo. Esto no era aceptado por parte del compositor: “Cuando mi sobrino escuchaba que las bandas o las estudiantinas le cambiaban el ritmo a sus composiciones, sobre todo a sus pasillos, protestaba y les hacía parar, para él mismo dirigirles. Así ocurría en los sitios donde daban las retretas, y el público, al terminar la interpretación, lo aplaudía frenéticamente”90. El pasillo, para Cristóbal Ojeda, debía ser doliente, cadencioso, sentimental, romántico; quizás en él estaba impregnada la magnificencia del alma de la Sierra. “¿Quien que haya demorado en las poblaciones andinas, no ha escuchado una de esas serenatas de pasillos, garabitos y endechas de pastores, que son el lenguaje de los enamorados, y no ha sentido oprimírsele el corazón, conmovido de evocaciones tiernas, tan sugestivas y hondas como la misma pena?....El rondador y el caramillo, el arpa y la guitarra, son los instrumentos que plasman el alma de la sierra, dándole armonioso cuerpo en las formas más tiernas y dulces que la sentimentalidad de una raza puede crear como desahogo espiritual de recónditas tristezas… Solo hace falta el genio que, recogiendo las armonías escriba en el pentagrama el poema completo ; y dándole carta de naturalización en el mundo de la música, resicite el alma de la Sierra”91.

90. Inés Dávila Tinajero, entrevista con el autor, San Rafael-Quito, 1996. 91. Francisco Uribe. “El alma de la Sierra”, en: El Telégrafo, Guayaquil, jueves 16 de febrero de 1928, p.12.


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Estos primeros pasillos de Ojeda que tuvieron gran acogida en el gusto del pueblo ecuatoriano, se enmarcan precisamente en la época en que se da cabida a los poemas de amor y también de nostalgia que brotan del sentimiento de los nóveles poetas ecuatorianos. Varios estudiosos señalan a estos años como los inicios para un proceso de nacionalización del pasillo. Ketty Wong nos dice que 1930 fue el año de este objetivo, cuando el dúo Ecuador, formado por Nicasio Safadi y Enrique Ibañez Mora realizan las primeras grabaciones interpretadas por “artistas ecuatorianos” en el exterior92. Wong señala también que: “En el proceso de nacionalización la radio y la industria discográfica internacional tuvieron un papel fundamental en la diseminación y popularización del pasillo tanto en el ámbito nacional como internacional. En la búsqueda de mercados musicales, las disqueras internacionales comenzaron a grabar las músicas nacionales de diferentes países, con el propósito de introducir sus discos con sonidos familiares a sus potenciales consumidores. Lo que comenzó como una estrategia para conquistar el mercado local fue concebido por los ecuatorianos de principios de siglo [XX] como un reconocimiento internacional del pasillo, y por ende del país. De hecho, las compañías disqueras Columbia y Victor promovieron una imagen muy particular de Ecuador al seleccionar al pasillo, y no otro género, como la música ecuatoriana a ser grabada. Aquí cabe preguntarse si esta selección se debió a parámetros que tienen relación con las preferencias locales, me refiero a una alta popularidad del pasillo entre los ecuatorianos, o si la selección del pasillo se debió a factores externos, como por ejemplo, la tendencia a principios del siglo XX de promocionar canciones de corte sentimental, como el tango y el blues”93.

92. Ketty Wong. “La nacionalización del pasillo ecuatoriano”, en: Actas de III Congreso Latinoamericano de la Asociación Internacional para el Estudio de la Música popular, consultado en: http://www.hist.puc.cl/historia/iaspmla.html 93. Íbid


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Cristóbal Ojeda Dávila, 1926. Archivo Inés Dávila Tinajero.


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Entrevista

esclarecedora


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ara conocer un poco más de cerca esta alma soñadora de Ojeda Dávila, insertamos aquí el interviú con el reconocido poeta colombiano Alfredo Márquez a fines de 1927, año en que fueran creados los pasillos más populares del joven compositor, y que fueran grabados en el exterior a inicios de 1928. Márquez, quien llegara a ser gran amigo de Cristóbal y su familia, tenía conocimiento de las creaciones del quiteño, puesto que su fama de artista y compositor había ya trascendido las fronteras patrias. Él escuchaba en su Colombia la música de este artista, a través de audiciones de Radio El Prado de Riobamba, “las transmiciones de prueba las inició en 1925 y oficialmente las hizo desde el 13 de junio de 1929”94 en las que, tanto las bandas como otras agrupaciones musicales, tocaban las ya conocidas melodías de Ojeda. Esto es, antes de que se grabaran las mismas.

Alfredo Márquez, poeta colombiano y amigo de Cristóbal Ojeda y su familia. Archivo Inés Dávila Tinajero.

94. César Santos Tejada, conversación con el autor.


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Hablando con Cristóbal Ojeda

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“Me obsesionaba la idea de conocerlo, de tratarlo personalmente, y no me engañaba al imaginarlo, como si mi mente loca y ávida por recibir gratas impresiones, se lo había forjado; pues bien comprendía yo, que al entrevistarlo, de sus labios de artista, fluirían las frases satinadas de sentimiento, nacidas de su alma de niño, como fluyen de su mente de músico las sentidas notas que embriagan de tristeza, de infinita tristeza, y evocan los tiempos idos de dolor de cuantos las escuchaban, especialmente en el alma delicada de las encantadoras mujeres quiteñas, cuando reunidas en las noches, en aristocráticos salones llenos de luz y de perfumes, sienten sus producciones, y lloran como él, mezclando con sus tiernas lágrimas de mujer, las ardientes lágrimas del artista. Todo fue cosa de un instante; subir y apoltronarme lleno de optimismo, en el mullido sofá de un “HUPMOBILE” de plaza, el que con rapidez, me condujo por avenidas llenas de gente, que se cruzaban por distintas vías, unas caminando como autómatas, con la sonrisa en los labios y una tragedia en el alma. Un mendigo que imploraba en nombre de Dios una limosna, recibió en una esquina el desprecio mudo demostrado por el indiferentismo de un Potentado de aquellos que trafican en la vida, y que mientras sus arcas se encuentran rebosantes de billetes, se solazan en llevar vacíos sus bolsillos, confiando en el crédito que tienen ante una honradez fingida. Un ventero de Lotería que atraviesa en medio de la multitud y que gritaba a todo pulmón imaginando a todos sordos, anunciaba su número para el sorteo de un premio de dinero, suerte injusta le concede a un ser acomodado. Más allá una señora acompañada de algunos niños, se ve obligada a detenerse por sus exigentes caprichos ante la lujosa vitrina de un almacén que exhibe juguetes para Noche Buena. Poco tiempo después me encontraba en el umbral de la residencia del genio que llegaba a entrevistar. Me hice anunciar por medio

95. Márquez, Alfredo. “Hablando con Cristóbal Ojeda”, en: Revista Perla del Pacífico, Época II. No.VIII, Tumaco, Colombia, febrero de 1928.


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de un criado de esa casa, que muy oportuno salía a las puertas a ver quién llamaba. Un momento después, mientras un sinnúmero de ideas nerviosas cruzaban por mi cerebro, un chiquillo aún, muy bien parecido, de ojos grandes, soñadores, de ojos que encerraban todo un poema de tristeza, se presentó ante mis miradas escudriñadoras, pletóricas de curiosidad, y al interrogarlo yo por el Sr. Cristóbal Ojeda, con una leve sonrisa me respondió; un amigo de usted. Entonces le expuse yo, los motivos de mi visita y él con suma amabilidad y gentileza me insinuó que penetrara en su sala. Entramos en ella, tomó asiento en el taburete junto al mueble que muchas veces había arrancado gruesas gotas de llanto en sus ojos tristes, junto al intérprete fiel de las doloridas quejas de su alma romántica; yo me encontraba a su lado, y él, con franca sonrisa me inspiraba confianza y me brindaba sincera amistad. La sala era sencilla pero artística. Me llamó la atención una preciosa muñeca96 que parecía sentada, como implorando, en un lujoso sillón, juguetes que cualquier niño aspiraría a que ese fuera el legado ancestral del buen viejo Nicolás, en la calurosa y fantástica noche del 24. Al notar el joven artista el interés que me causara esa baby de porcelana, me dijo, con mucha ingenuidad y con una dulce sonrisa que se dibujaba en esos labios: es mía y suya, la quiero tanto, con esas frases se dejó comprender su alma tierna, transparente como el cristal. Él fluía tristeza, ternura, como un ser que vivió siempre lastimado el corazón, con heridas que estaban sangrando.... Creí que debía dar comienzo al interviú… Le interrogué lo que mi espíritu estaba impaciente por saber y le dije: ¿A qué edad se inició en los estudios de música? Y él con una voz acariciadora dulce me respondió: - A los 14 años me sentí atraído irresistiblemente hacia ella, comprendiendo entonces que su amor me abrazaba el corazón.

96. Regalo de Inés Dávila Tinajero.


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Tendría la bondad usted señor Ojeda de indicarme ¿cuál fué su primera producción? - Fué un tango llamado Hojas secas, dedicado a una de mis tías llamada Inés. Fue escrito con lágrimas, una tarde que me hallaba en un bosque donde encontré unas hojas mustias, caídas y pensé en las ilusiones de la vida: un día florecen, tienen la hermosura fascinante de la dicha, pero muy pronto se marchitan, quedando como las hojas caídas, mustias y secas por el llanto. ¿Cuál de sus creaciones la considera usted como la mejor? - Todas las considero por igual porque todas me recuerdan un pasaje de mi vida, un dolor inmenso que pasó, dejando en ellas, empapadas de tristeza, los latidos más angustiosos de mi corazón. ¿En qué género de música se ha especializado? - Especializarme todavía en ninguno, pero he producido algo de música de mi país, aquella que me recuerda los tiempos primitivos de nuestra América. ¿Acaso alguna vez se ha sentido orgulloso de ser un artista? - Mi alma es muy triste, he comprendido mucho la vida, en mi cerebro he formado un mundo de sueños, un mundo lejano a todo lo que sea malevolencia; pero la realidad amarga se ha encargado de despertarme en esos sueños que me apartaban del verdadero mundo y entonces me he vuelto triste y pesimista; pero si en mi mente hay algo de inspiración para poder expresar mis tristezas por medio de ella, más que


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orgulloso, me he sentido feliz, aunque esa felicidad me ha hecho derramar lágrimas muchas veces. ¿A qué se debe que usted, a los 19 años de edad que tiene, produce música tan triste? - A que la vida se manifestó siempre cruel conmigo, desde mi niñez he llorado mucho, a pesar de no carecer de nada de lo material, y yo, como el desventurado Delfín de Francia que preguntaba a su madre María Antonieta: ¿hoy es todavía ayer?, pregunto al destino por qué el ayer lleno de tristeza para mi, vive en cada día que llega, palpitante en mi cerebro, y entonces lloro el pasado que ha dejado en mi alma amargura de llanto, y el presente que siempre me brinda nuevos dolores. ¿Ha sentido usted, en alguna ocasión, tendencia por otra carrera profesional o artística, que no fuera el de la música? - Nunca sentí apego a nada material, y a la música consideré como dice Saint Pierre: mitad del cielo en la tierra. Ella gime, ella llora, ella expresa los dolores más punzantes del alma, y los dos hemos llorado muchas veces, siendo los únicos motivos en que he saboreado un poco de dulzura. Mi padre estaba en París estudiando, y mi madre, mujer inteligente y tierna, comprendiendo la delicada vocación que sentía yo por este arte, hízome ingresar en el Conservatorio Nacional. Yo no he querido por la vida, perder las causas de vivir. De los maestros clásicos antiguos ¿a cuál admira usted? - A Chopin, el músico que llora, lo admiro porque en sus composiciones derrama la amargura y creo que él sentía toda la vida en el alma y toda la nostalgia de ella


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transportábala a sus notas; por eso son agonizantes, por eso son murientes, porque él vivió en una eterna agonía de dolor, sintiendo que cada momento de su vida era un desgarramiento más de su alma. ¿Cuál es el ideal más grande que usted persigue? - La música. ¿Ha salido usted alguna vez fuera de su Patria, o acaso ha sentido deseos de viajar en busca de nuevas impresiones? - Del Ecuador no he salido nunca: pero sí he sentido deseos de viajar para recibir nuevas impresiones, seguro de llevar la misma tristeza en el alma, como dice Horacio: los que cruzan los mares, mudan de clima, no de carácter. He querido estudiar las diversas razas en los diversos caracteres de cada país. ¿Qué es lo que más admira en su país? - Los grandes héroes y los grandes talentos que ha producido. ¿Por qué país latinoamericano siente usted más simpatía? - Por Colombia. Admírola también por sus grandes hombres y genios, Morales Pino, que ha producido obras patéticas, en las que se conoce al artista de alma. Admiro a Calvo por su música sentimental que revela un dolor incurable; generalmente la música colombiana me ha hecho experimentar fuertes emociones.


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¿Cuándo se ha sentido usted feliz en la vida? - He soñado mucho, he creído alguna vez sentirme feliz, mas he comprendido que la dicha es efímera; he anhelado, he formado estrellas de felicidad en mi cerebro y he sonreído algunos momentos, acariciado por pensamientos de futura esperanza, olvidando lo que dice el Cantor de la prudencia: todo el que ama áurea medianía, está libre de cuidados, bajo un techo miserable y no envidia, sobrio, los palacios. Muchas veces el alto pino es agitado por los vientos, se derrumban con más estrépito las altas torres y los rayos hieren las cimas de los montes. Entonces yo he limitado mis sueños, y si antes no he sentido felicidad, tampoco espero sentirla nunca. Horacio lo ha dicho: ¿para qué fatigar el espíritu débil con proyectos eternos? ¿Qué ha sentido usted por la vida, desprecio, amor, indiferencia, o la toma usted como muy placentera? - He sentido un gran pesar de vivirla, aún comprendiendo lo que dice el poeta Persa: ¿has perdido el imperio del mundo? No te aflijas; eso no es nada; ¿has conquistado el imperio del mundo? No te regocijes; eso no es nada; Dolores y Felicidades todo pasa, pasa al lado del mundo. Por eso la vida renuncié siempre, comprendiendo que no merece la pena vivirla. La vida es para mí como dice Platón un día de aturdimiento y una eternidad entera de dolor. De él solo frases hay y su mirar que siente

sé decir, que el timbre de su voz es melodiosa, triste, apasionada; en sus ternura, hay dolor, el habla y su hablado tiene acento de melancolía, mira es dulce, es vago, sus ojos hablan de cansancio, del supremo cansancio por la vida, por la que como él dice, siempre se le manifestó cruel; sus


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manos, al pasar por el teclado, lo acarician; la suavidad es su estilo, la delicadeza su característica, su tocado expresa toda la poesía de su alma de artista, de su alma agonizante, por indefinibles sueños lejanos, sueña.... vive soñando en un mundo ideal, en un mundo inescrutable. Cuando las agonizantes notas de la poesía ejecutada por él morían en la penumbra del salón, saturado de tristeza, sin duda contagiada por él, me levanté de mi asiento, estreché la franca mano del artista, y bajé con dirección a mi hotel, pensando que quien trata a Cristóbal Ojeda, y no comprende su alma, no se comprende a sí mismo. Las seis de la tarde.... La hora del crepúsculo, cuando todas las añoranzas acuden a la mente, miraba yo la llovizna menuda, que convertía al pavimento en un espejo enlutado, y entonces creí que llorábamos los tres: el cielo, el artista y yo que interpretaba a su alma cuando decía: Su música es un llanto nostálgico..... lejano..... sus notas son un canto. que emanan el dolor, porque ellas solo saben. que brotan de un arcano envueltas en tristeza ..... enfermas por amor97 Luego de esta entrevista personal que mantuviera el poeta colombiano con Cristóbal Ojeda, en ese ya lejano diciembre, su amistad con el artista quiteño se mantuvo por

97. Márquez, Alfredo. “Hablando con Cristóbal Ojeda”, en: Mundo al día, Bogotá, viernes 2 de junio de 1933, p.10.


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varios años, prácticamente hasta la muerte de Cristóbal. Alfredo Márquez mantuvo correspondencia con el compositor que muy gratamente recordaba, y además, como era corresponsal de varias revistas del país del norte, se encargó de divulgar el valor artístico que encontraba en el joven ecuatoriano. Cuando en 1932 conociera de la muerte de su amigo, publicó en la Revista Mundo al día un alcance de aquella conversación que mantuviera en Quito cinco años atrás, en la que hace conocer más detalles de la misma y de la que extractamos lo siguiente: “Desde un principio, y de esto ya hace algunos años, las composiciones musicales de Cristóbal Ojeda tuvieron para mi una atracción irresistible. […] Natural de Quito, y miembro de una familia de distinguida posición social, Ojeda a la sombra del alero hogareño y del solar nativo, alimentó desde su más temprana edad que lo capacitara para el estudio, un amor entrañable a la música…… y fue entonces cuando, con el apoyo intelectual y material de su madre, a la que llamaba < mujer inteligente y tierna >, en la justa adoración que le tenía, que ingresó al Conservatorio Nacional, bajo la competente dirección musical del profesor Sixto María Durán. Y cuando encontrándome en la capital ecuatoriana, en mi reciente viaje por tierras del Sur, sentíame satisfecho y quizá orgulloso de estrechar amistad con el joven artista, no sólo por la confianza que me inspirara su sinceridad diafanizada por su nobleza de alma y sus claros rasgos de caballerosidad que denunciaban ser el producto de una severa educación moral, sino también porque su nombre como poeta del pentagrama ya se hacía continental, al emigrar lleno de triunfos, desde los talleres norteamericanos de la Casa Columbia hacia los music halls de los barrios alegres del planeta en las obleas negras manufacturadas con el < Made in U.S.>


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[…]Suena el timbre del teléfono. Lo llaman al Señor Cristóbal, anuncia un sirviente. Había girado el taburete del piano, y a continuación el ambiente de la sala se saturaba de armonía con los preludios melancólicos del pasillo Latidos. Timbra nuevamente el teléfono, repercusión sonora en las campanillas del aparato, y el huasicama insiste:¡Elé! le están pes llamando, niño Cristobalitoo!, a lo que el artista, dando saltos cual si fuera verdaderamente niño, como le llamaba su criado, atraviesa las alfombras del salón. Momentos después, está nuevamente de regreso, apareciendo ante mis ojos escudriñadores la figura elegante del compositor ecuatoriano, quien lleno de alborozo, me comunica el proyecto de un futuro contrato suyo con el señor Feraud, representante en el Ecuador de la Columbia Phonograph Company de New York”98. En su segundo artículo, Márquez nos entrega un dato importante que ratifica lo expresado por Inés Dávila, de que “el compromiso de Cristóbal con la firma norteamericana, para componer música ecuatoriana que sería grabada en el sello Columbia, se realizó a inicios de 1928”. La primera propaganda de prensa que trae noticias con los pasillos Latidos y Alejándose, corresponde a mayo de ese año99. Los sentimentales pasillos que el gusto de los ecuatorianos ya habían hecho populares, hoy serían impresos en los elegantes discos de la afamada casa disquera. Donde había un fonógrafo o una victrola, se los escuchaba con verdadero furor. El nombre de su compositor se regaba rápidamente por todo el Continente.

98. Íbid 99. “Discos Columbia-Acaban de llegar grandes novedades”, en: El Telégrafo, Guayaquil, miércoles 30 de mayo de 1928, p.5.


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Cristóbal Ojeda Dávila, en una entrevista con el poeta y periodista Alfredo Márquez. Quito, diciembre de 1927. Archivo Inés Dávila Tinajero.


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Un joven

compositor solloza Chopin en el piano... Tu mano acariciaba melodiosamente El teclado... Tu frente, bajo del áurea lluvia de tus cabellos daba sensaciones de paz y eucaristía... Por el ambiente anémico flotaba un aroma nostágico de luna que oprimía... Arturo Borja100

100. Borja, Arturo. “Momento musical”, en: Diario El Día, Quito, domingo 1º de febrero de 1914, p.1.


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C

ristóbal Ojeda Dávila “era un joven guapo, suave, dulce y cariñoso”101. Su cabello rubio y ondulado estaba siempre peinado a la moda. “Su tez era blanca, casi transparente, sus ojos grandes y negrísimos y sus labios finos y sensuales, tenía una encantadora sonrisa”102. Era de mediana estatura, su cuerpo fino, de elegante caminar. Gustaba vestir trajes de moda, con camisas y corbatas impecables, y era muy cuidadoso con su calzado. El Dr. Juan Francisco Ontaneda, uno de sus amigos en Loja, lo describe físicamente así: “…un muchacho de unos 18 años, bello físicamente, con una melena artística copiosa, de cabello rubio ligeramente ensortijado; una nariz delicada y ligeramente arremangada, un rostro ovalado…”103 Tenía una facilidad asombrosa para hacer amigos; su conversación amena, variada y versada, atraía a quienes le rodeaban y para él no había pobres ni ricos a quienes escoger, a todos brindaba su calidez por igual. Los amigos se los encontraba en varios sitios de la ciudad, “…pertenecía a varias jorgas de Quito. Una de ellas se ubicaba en la calle Mejía y Flores, allá acudían a la casa de la familia Grijalva, entre otros: Luis Jaramillo, Bolívar León, Galo Plaza, Juanito Pasquel [español], Carlota Jaramillo y Cristóbal Ojeda. La razón era de que en esa casa, el señor Grijalva tenía dos hermosas hijas, a una de ellas le decían la Polinegra, por su gran parecido con una artista que trabajaba en las películas junto a Rodolfo Valentino. Lo cierto es que a estas jóvenes les gustaba mucho el arte musical y se reunían con sus amistades para escuchar el bandolín o el piano, sus instrumentos favoritos. En la planta baja, había una tienda de propiedad del Sr. Prado, joven que acogía a sus amigos, para en su local, repasar la música que esa noche serviría de repertorio para dar serenos, donde había una chica guapa, no faltaba un sereno de estos caballeros, chullas quiteños que vestían muy elegantes”104.

101. Carmen Cruz de Ojeda, entrevista con el autor. Quito, 1998. 102. Inés Dávila Tinajero, entrevista con el autor. San Rafael, Quito, 1996. 103. Ontaneda, Juan Francisco. “Semblanza de Cristóbal Ojeda, un suceso referido de 13 maneras”, en: Rogelio Jaramillo Ruiz, Loja cuna de artistas, Banco Central del Ecuador, Quito, 1983. 104. Carmen Cruz de Ojeda, entrevista con el autor, Quito, 1998.


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En ese mismo sector, a pocas cuadras, en la Chile y Montúfar había otra simpática jorga, la componían entre otros: Los Viteri Lafronte, Benjamín Carrión, Barba, Cristóbal Ojeda y Manuel María Sánchez. “Las jorgas a las que pertenecía Cristóbal eran la flor y nata de Quito”105. Recuerda doña Carmen Cruz que ella le veía también con el grupo de la Plaza del Teatro, a quienes conocían como la jorga del Teatro Sucre, en la esquina de la Flores y Manabí. En esa esquina vivían los Pallares, amigos de Cristóbal y Jorge Ojeda. Nos dice doña Carmen que esto debe ser, allá por 1925-1927. Ella recuerda también que desde que comenzó a escuchar los pasillos de Cristóbal, le parecieron más románticos, gustaba a todos por igual, ya que “se les escuchaba en boca de clase alta y baja de la sociedad quiteña”106. En ese tiempo dice: “a la gente noble le gustaba el vals, el pasodoble, el fox [trot], a la gente del pueblo: los sanjuanitos, los pasillos”107. Cabe anotar que, aparte de las bandas de esta ciudad, fue Carlota Jaramillo quien se encargaría de popularizar las composiciones del joven maestro. En una actuación que tuviera en Guayaquil, en febrero de 1928, es decir meses antes de que llegaran al país las primeras grabaciones con creaciones de Ojeda, la ya conocida cantante y artista de teatro presentaba al público el pasillo Alejándose con letra de Ángel Leonidas Araujo. Pero este joven de físico atractivo, que estaba siempre rodeado de amistades de las más representativas familias quiteñas tenía, como habíamos manifestado, una amplia personalidad que le hacía merecedor del afecto y respeto de sus amigos artesanos, músicos, pintores, poetas que pertenecían a las clases populares; para ellos guardaba la misma consideración que mostraba para sus otros amigos. En una ocasión, Cristóbal se encontraba en un local de lujo en Quito departiendo muy animadamente con varios caballeros de la alta sociedad, en eso ingresó uno de sus amigos del pueblo, Cristóbal al verlo, pronto se puso de pie y estrechó su mano, quienes estaban en la mesa con Cristóbal hicieron un gesto despectivo hacia el recién llegado. De esto se dio cuenta

105. Íbid 106. Carmen Cruz de Ojeda, entrevista con el autor, Quito, 1998. 107. Íbid


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Ojeda y les sentenció: “Si ustedes no saludan con mi amigo, yo me retiro”. No se sabe qué actitud tuvieron en ese momento quienes departían con el joven de carácter cosmopolita. Pero, con las mismas personas se dio una segunda oportunidad, en la que sucedió todo lo contrario: los mismos amigos estaban junto a Cristóbal e ingresó al local quien en anterior oportunidad fue desdeñado. Muy ágilmente, los compañeros del compositor se pusieron de pie y estiraron su mano para saludar con aquel sencillo personaje que se les acercaba, recibiendo las siguientes palabras: “¡Ahora soy yo quien les desprecia!”108. Tampoco en este incidente se sabe como terminó; lo que sí es de suponer que debe haber existido la oportuna e inteligente intervención del amigo que estimaba y respetaba a todos por igual. Cristóbal Ojeda, solía bromear a sus amigos, siempre estaba con la palabra precisa para comentar el acto que hacía festejar a él y a sus amigos, era muy oportuno en sus bromas, sin llegar nunca a ser hiriente. Para hacer más jocosa la ocurrencia, solía poner un tono grave a su voz109. José María Bermeo, uno de los amigos lojanos, y que con su poesía contribuyera a varias de las composiciones del maestro, describió así al joven quiteño: “Jamás encontré plasmado, en hombre alguno, un espíritu más fino, más delicado y sensible que el de Cristóbal Ojeda Dávila. Tan delicado todo él, tan suave y tierno, que su ser entero, físico y moral, parecía nacido conformado por lo frágil, lo evanescente, lo vaporosamente bello, lo escarmentadamente puro e impalpable, con la suavidad incomparable y tersa de la flor, la blancura vaporosa de un jirón de niebla, la tersura suave y acariciante de la alba pluma de un ave delicada, la pureza frágil y delgada de un claro y transparente cristal. Así el ser físico de Cristóbal Ojeda, como el cáliz de una flor, sutil, fino, delicado, para contener las más puras y embriagadoras esencias: las de un alma extraordinaria de artista, pletórica de sentimientos

108. Alba Molina de Maldonado, conversación con el autor, San Rafael, Quito, 1996. 109. Inés Dávila Tinajero, conversación con el autor.


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y afectos hondos, de insaciables anhelos y románticas saudades. Gustaba de hacer oscilar los brazos al caminar, y, cuando estaba eufórico o entusiasta, le placía castañetear los dedos de la mano, haciéndolos sonar rítmicamente. Era grácil, expedito y ágil. Su faz simpática, de juvenil belleza, destacaba la frente regular, hermosamente despejada, a la que hacía marco un cabello abundante, ligeramente rubio y ondulado, que la cubría en parte, caído hacia un lado. Esto era de notar, especialmente cuando se sentaba al piano y en dulce arrobamiento, ladeaba y movía su cabeza, como en un ensueño, sumiéndose en un éxtasis en el que su mirada, perdida en el vuelo de notas ya se entornaba, lánguida ya se abría como despertando, según el ritmo y las emociones de las suaves melodías. Sus ojos claros tenían una expresión dulcísima y hablaban en la amistad o en el sufrimiento con mansa y encantadora ternura. Cuando tocaba el piano, sus ojos tomaban una expresión adormitada de éxtasis sobrehumano. Su barbilla era ligeramente pronunciada y remataba la espiritualidad y expresión de su boca, en la que sus labios finos, incitantes, terminaban en comisuras intensas, de extraordinaria expresión sensual y sensitiva, en todo su conjunto.” ... Cristóbal fue naturalmente jovial, también y muchas veces juguetón. Con la música, amaba el baile, en el cual era juvenil maestro”110. Carlos Manuel Espinoza, otro de sus amigos lojanos, dijo de él: “Era un compositor de alta inspiración. De pulido y hondo sentimentalismo. Era un pianista inimitable. Ejecutaba con maestría sus propias composiciones. Sus ágiles manos de largos dedos, revoloteaban sobre el teclado con grácil aleteo de ritmos y armonías...”111. “Sus producciones le fluían en forma espontánea, al extremo de escribir algunos de los pasillos en pocas horas y en presencia de sus amigos”112.

110. Bermeo, José María. “Semblanza de Cristóbal Ojeda Dávila, un suceso referido de 13 maneras”, en: Loja Cuna de Artistas, Banco Central del Ecuador, Quito, 1983, p. 92. 111. Espinosa, Carlos Manuel. “Semblanza de Cristóbal Ojeda Dávila, un suceso referido de 13 maneras”, en: Loja Cuna de Artistas, Banco Central del Ecuador, Quito, 1983, p. 94. 112. Vélez, Miguel A. “Semblanza de Cristóbal Ojeda Dávila, un suceso referido de 13 maneras”, en: Loja Cuna de Artistas, Banco Central del Ecuador, Quito, 1983, p. 95.


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Estas apasionadas referencias de personas que en diferentes épocas conocieron al joven artista e intelectual, nos presentan un panorama de lo que Cristóbal Ojeda representó para la cultura del país. Su entrega total hacia el arte, del que fue afanado cultor, se ve reflejada en la abundante producción musical que legara al Ecuador, la misma que desdichadamente no ha llegado completa hasta nuestros días.

Primer Premio Mundial A inicios de 1928 al conocer de un concurso mundial para Compositores Noveles, promovido por el Centro de Artes L´Scala de Milán-Italia, Cristóbal Ojeda prepara una obra que se enmarcaba dentro del género musical clásico. Su compromiso con el país, del cual ya era un ídolo, le exige potenciar su talento compositivo. Se sabe que fue una Suite de Nocturnos lo que envió a los organizadores del mencionado certamen. En ese mismo año, agosto, llega al país una nueva producción grabada en el sello Columbia que ya era exclusivo para las composiciones de Cristóbal Ojeda, es el pasillo Esperando; la poesía pertenece al poeta manabita Rafael Blacio Flor. Su texto manifiesta la congoja de un amor ya ido, y la desesperanza del que espera, con la ilusión del retorno.

Rafael Ángel Blacio Flor, autor del texto del pasillo Esperando. Archivode Inés Dávila Tinajero, (recorte sin fecha).


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Así, dolientes, sentidas, fueron las tres primeras grabaciones discográficas de la Columbia, con las creaciones del nuevo valor de la música ecuatoriana: Latidos, Alejándose y Esperando, pasillos que ya eran conocidos por los ecuatorianos y que iban a enraizarse en su sentimiento. La novedad de tener en casa un disco que permitiera escucharlo cuantas veces se quisiera, hizo que los mismos estuvieran ubicados en los primeros lugares de ventas. Habían entrado en competencia con las grabaciones de Francisco Paredes Herrera, quien siempre tenía en las listas de distribución, innumerables canciones que el público prefería. En estas listas que se publicaban en la prensa escrita (El Telégrafo, El Universo, El Comercio), constaban también las creaciones de Carlos Amable Ortiz, José I. Canelos, Segundo Cueva Celi, José Rudecindo Inga Vélez. Pronto, en ese mismo año, se diría que los pasillos de Ojeda eran los de mayor éxito y en consecuencia los de mayor demanda. Si bien el artista había encontrado en la música, y en su fugaz paso por el mundo del teatro, el bálsamo a su vida de tormento, no disminuirían sus desdichas. Este quizás fue un año de incertidumbre y soledad, pues su padre había comenzado a empeorar en su salud: una enajenación mental comenzaba a apoderarse de su ser. Desgraciadamente, esto perjudicaba directamente a sus hijos, y sobre todo a Cristóbal, pues a él lo perseguía, lo acosaba, con intentos inclusive de muerte113. El desafecto de su padre, a quien él tanto amaba, iba minando las fuerzas por la vida. Hay quien asegura que tuvo dos intentos de suicidio114, pero “su fe religiosa, su madre y la música”, deben haber incidido para continuar por su “camino de espinas”. Es importante aclarar un hecho que se ha venido manifestando por parte de algunos biógrafos de Cristóbal Ojeda, los mismos que relatan sobre el premio al que se hizo acreedor en el concurso mencionado anteriormente. Todos coinciden en que recibió la noticia un poco antes de viajar a Loja, lo cual es inexacto. Su tía Inés recordaba que

113. Augusto Mosquera, entrevista con el autor, Quito, 1996 114. Alejandro Pro Meneses, entrevista con el autor, Quito, 1996


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fue la familia la que se enteró de la gran noticia cuando “Cristobalito ya estaba en Loja, y mi hermana Leonor le comunicó mediante un telegrama que parece no llegó a sus manos a debido tiempo, porque contestó luego de varios meses”115. Esta afirmación fue corroborada al reiniciar nuestra investigación años después del fallecimiento de Inesita Dávila, al encontrar un documento valioso impreso en una revista de arte editada en Quito, y en el que se lee lo siguiente: “La sentida queja del corazón, doliente, el horizonte lleno de tristes sombras y de estrellas, el buril primoroso de diamante que en el gastado corazón penetra… Alejándose el gemido de una alma destrozada, los amores del lirio y la azucena, el silbido del viento entre los sauces, el cisne melancólico, la queja, el perfume y color de las violetas… Esperando el suave remanso del arroyo, el placer y el sentimiento, envueltos en áureo manto de luz y notas, el dulce madrigal que entonan los amantes nocturnos en la reja, el arrullo del turpial en la enramada…Ojos negros. Cristóbal Ojeda acaba de triunfar en un concurso Internacional realizado en Milán y actualmente se halla en Lima, donde permanecerá hasta Noviembre próximo. Arlequín desea a su genial y simpático amigo, días de prosperidad y ventura en la hermosa ciudad de los Reyes”116. Su viaje a Loja, según el mismo testimonio, ocurrió entre mayo y junio de ese año, lo cual quiere decir que, efectivamente Cristóbal no supo la gran noticia, pues del artículo de la revista se desprende que la misma llegó entre julio y agosto de aquel año y para entonces se encontraba en Lima, donde permanecería hasta noviembre.

115. Inés Dávila Tinajero, conversación con el autor, San Rafael, Quito, 1996. 116. Saá de Yépez, Rosa. “De la musa popular”, en: Revista Arlequín, No.11, Año I, Quito, agosto, 1928.


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La inspiración La alta estima que tenía hacia la amistad, fue una de sus grandes virtudes: “gustaba citarse con uno o varios amigos para departir largamente de tantas cosas que tenía en su mente”117. Otro aspecto relevante era la solidaridad. Sufría con el dolor de los más pobres y olvidados, los visitaba en hospitales, hogares de ancianos, orfelinatos, para brindarles su abrazo fraterno. Lo que allí palpaba, lastimaba su corazón; esto era traducido en las notas dolientes de su música: “... mi visita a los cementerios, a los lugares solitarios, a los suburbios, me permite hartarme de tristeza, de melancolía, de filosofía vivida, para sí, sintiendo el alma llorar con lágrimas que no sean fingidas, poder interpretar en el pentagrama de un piano, esos ayes y lamentos que no pueden falsificarse”118. Su tía Inés, nos contaba de esas visitas que muchas veces trasnochaban al compositor: “salía a cualquier hora de la noche, su alma estaba atormentada y necesitaba recorrer los lugares sombríos de la ciudad; iba al cementerio, a veces estaba sentado en una calle o plaza, meditando, sufriendo consigo mismo. Retornaba muchas veces al rayar el nuevo día y se encerraba en su sala donde lloraban él y su piano”119. Pero no todo se volcaba a la música. Cristóbal impregnaba en el papel sus paseos nocturnos, que nutrían su vena lírica. Uno de esos escritos fue fielmente guardado, y aquí lo hacemos conocer. Está mecanografiado y su autor lo tituló:

117. Inés Dávila Tinajero, conversación con el autor, San Rafael, Quito, 1996. 118. “Cristóbal Ojeda Dávila”, en: Abelardo Ortega (ed.) El aviador Ecuatoriano, No.1, Tomo V, Guayaquil, 1931. 119. Inés Dávila Tinajero, conversación con el autor, San Rafael, 1996.


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Cristóbal Ojeda Dávila, recorte artístico de su tía Inés Dávila Tinajero.


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Divagando...


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S

i la melancolía, con su voz llena de amargura, canta su elegía triste al pie de tu ventana, y tu paso fatigado se dirige en busca de consuelo, pero el dolor, siempre el dolor responde a tu llamada, acércate hacia mi, y escucha mi canción llena de amor; entonces, la dulzura acariciará tu frente pensativa; el buscado consuelo, besará cariñoso tu pobre corazón gastado; te transportaré muy alto, donde los sueños sonríen, y duerme lo infinito su misterioso sueño de paz; allí, sentirás más hondo la grandeza de tu Dios, olvidarás dolores y miserias, tristezas y desencantos... nos dice con su dulce voz de cielo nuestra Diosa Universal, la compañera única de las almas sutiles, de los corazones llenos de pesadumbre: La Música. Yo, pensando en ella, caminaba… caminaba en una noche triste, fría, silenciosa, con sabor de cementerio, con soledades de sepulcro... ¿Tendrá destino la luz pensante que arde bajo el cráneo?...Al abandonar las almas un mundo donde el dolor y la tristeza nos persiguen siempre, al dejar un cuerpo, en el cual, el corazón doblegado por el pesar ha exhalado su último suspiro, y en él, unos ojos que encontraron harto por qué llorar, y una garganta que solo profirió gemidos tristes ¿qué encontrarán las almas al dejar estos cuerpos, relicarios de tristeza, silenciosas fuentes de lágrimas?... Cuando la amargura mata la sonrisa leve de nuestros labios, y solos, con el pecho jadeante, con el temblor de un sollozo murmuramos una plegaria, llena de congojas tristes al cielo, ¿cómo lo recibirán allá, esos seres blancos, cristalinos, ya purificados por el hielo de la muerte, a quienes la felicidad les dio su beso y les libró así de la dolorosa tarea de vivir?...


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“ TA N C E R C A Y TA N L E J O S” Cristóbal Ojeda Dávila

¿Llegará al cielo la súplica de los débiles?... Oh!, humanidad que está muriendo siempre y siempre la agonía está matando su pecho entristecido, pues, dejamos de existir tantas veces, como segundos pasan sobre nosotros, porque para morir basta la fragilidad de un minuto... pero yo, siento la sed de morir para no despertar nunca, ansia de eternidad.... Ideas extrañas, pensamientos amargos los que me acosan aquella noche; mas, de ellos me sacó de pronto el melancólico y apasionado canto de un serrucho, tal vez enamorado de lo infinito. Su voz era tan dulce y triste, que creí que también él sollozaba su dolorosa plegaria. David, tañendo su arpa suplicante ante el altar del Señor, murmuraba su oración más sublime, cantaba la elegía de su alma llena de nostalgia. Aquel instrumento, soñador, continuaba su canción triste ... ¿No lo había escuchado yo nunca?... Recordé que lo había oído muchas veces ¿Y por qué no sentí por él, la enorme admiración que sentí aquella noche?... Sin duda, nunca su afirmación afinada, sutil, dulce, acarició así mi oído, conmovió de tal manera mis sentimientos. Jamás oí música en la cual su interpretación delicada y fiel, dejó nada que desear. Debía ser manejado por manos que tenían alma, un alma doliente de artista, por un oído largamente preparado.


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Cuán grande fue la emoción que invadió mi pecho al escucharlo, cómo latía mi corazón emocionado ante aquella sublime, dulce y melancólica serenata nocturna. En ese instante, la Plaza de San Francisco tenía para mí la imponencia de un santuario, la tristeza de una tumba, la grandiosidad de lo sublime. Aquel serrucho que gemía, parecióme el sollozo de un corazón que llora su esperanza agonizante. Mi deseo fue vehemente por conocer aquellas manos maestras, llenas de dulzura. Apuré mi paso y pude reconocer a ese artista melancólico, que confiaba sus cuitas a la noche fría y triste. Era un joven. Tenía la palidez elocuente de los seres que llevan siempre un dolor escondido en el corazón, un sueño eterno en el alma. Sus ojos azules miraban al cielo taciturno, como aquellos ojos que a través del dolor miran una esperanza. José Mateus y su serrucho me hicieron olvidar unos instantes la infinita tristeza de vivir. Cuánto habría dado aquella noche por estrechar sus manos sutiles para el arte y contarle mi admiración; cuánto daría por tener grabado un disco suyo, en el cual, llore como aquella vez un serrucho apasionado, para no cesar de oírlo nunca....

Cristóbal Ojeda D.120

120. Archivo de Inés Dávila Tinajero.


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“ TA N C E R C A Y TA N L E J O S” Cristóbal Ojeda Dávila

Loja, el idílico rincón

-El exilio-

“Cuando retorne llorando decepciones en pos de un seno en donde sollozar. Talvez la muerte todo lo habrá acabado…” Emiliano Ortega


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ue Sixto María Durán quien, conociendo de los insufribles sinsabores que padecía el joven músico, le aconsejara que distraiga su mente alejándose temporalmente de ésta, su querida ciudad. Durán fue testigo de la amistad que en años pasados había labrado Cristóbal con un joven lojano llamado Luis Emilio Eguiguren, quien en Quito estudiaba en la Universidad Central y también era un buen ejecutante del piano; esta afición mutua por el arte musical había unido amistosamente a los dos jóvenes. “Tuve la suerte de conocerlo en Quito en la Universidad Central, época en la que yo era muy aficionado al piano y él alumno del Conservatorio, llegando a realizar hasta veladas íntimas con muchos amigos con el deseo de hacer algo de música en casa de personas muy conocidas en la capital”121.

Entonces Durán escribió a Luis Emilio para que recibiera al compositor en su casa, allá en la tan distante Loja. El entrañable cariño que sentía el maestro Durán por Cristóbal Ojeda, hizo que interviniera directamente en esta resolución de ausentarse al Sur del país, el ya famoso artista que muy bien ganado prestigio tenía en el corazón de los quiteños. Duro, muy duro fue para Cristóbal convencerse de que debía dejar todo ese entorno que había forjado en sus cortos años de dedicación absoluta al arte. Aquí quedarían su idolatrada madre, sus protectoras y amantísimas tías, su noble abuelo. Para este tiempo, su hermano Jorge residía en Chile, a donde viajó dos años antes como funcionario de la Embajada del Ecuador en ese país.

Vista de Loja, 1928. Archivo de Inés Dávila Tinajero, (recorte de revista).

121. Eguiguren, Luis E. “Semblanza de Cristóbal Ojeda Dávila, un suceso referido de 13 maneras”, en: Loja Cuna de Artistas, Banco Central del Ecuador, Quito, 1983, p. 85.


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Fue el lunes 16 de julio de 1928, el día exacto de su partida a Loja122. Lo hizo en el tren ordinario que tenía destino a Guayaquil. Cristóbal, junto con otras personas entre las que se encontraba el capitán Cosme Renella, futuro héroe de la aviación nacional, se quedaría en Riobamba visitando a su tío Enrique Rivadeneira. Atrás quedaban sus amigos de arte y bohemia, pasaría algún tiempo sin verlos, sin deleitarse de su cálida amistad y, a su enamorada María Virginia Ponce123, a quien le prometía un pronto retorno. Es fácil suponer que, en aquella época, realizar un viaje hasta la provincia austral de Loja tendría muchas dificultades. Los polvorientos caminos y los de herradura daban paso a lentos vehículos y en determinados sitios se viajaba a lomo de mula. Dice Luis Emilio Eguiguren que “se requerían 6 días a mula desde Santa Rosa (El Oro) hasta nuestra ciudad”124. Esto hace suponer que fueron más de ocho días los que viajó Cristóbal Ojeda por tortuosos caminos hasta llegar a casa de su amigo, quien ya había sido advertido de la salida desde Quito del joven a quien recordaba con gran simpatía y amistad. Decidió entonces salir a recibirlo: “como yo estaba enterado de su llegada, salí hasta el Pedestal, zona hasta donde llegaban los automóviles primitivos, en donde tuve el gusto de recibirlo y alojarlo aquí en mi casa”125. Al día siguiente sería presentado a los amigos de la familia. Luis Emilio estaba muy gustoso de la presencia de su amigo. Invitó a quienes representaban sus relaciones sociales en Loja, entre ellos estaban poetas y músicos que pronto serían compañeros inseparables del joven compositor. Impactó gratamente en ese círculo social la fácil y fluida conversación del capitalino; su sencillez y nobleza espiritual hacían que rápidamente se incrustara en el corazón de la juventud intelectual lojana. Allí estaban José María Bermeo, joven poeta de sutil pluma; José María Aguirre y Luis Fernando Ayora, de magníficas voces líricas que pronto interpretarían las composiciones del recién llegado; Miguel

122. “Los que viajan”, en: El Comercio, Quito, 17 de julio de 1928. 123. Beatriz Dávila, entrevista con el autor, Quito, 1996. 124. Eguiguren, Luis E. “Semblanza de Cristóbal Ojeda Dávila, un suceso referido de 13 maneras”, en: Loja Cuna de Artistas, Banco Central del Ecuador, Quito, 1983, p 91. 125. Íbid


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Ángel y Marco Antonio Vélez, quienes conformaban un dúo muy reconocido; Ángel Felicísimo Rojas; Eduardo Mora Moreno, otro conocido poeta; Francisco Rodas Bustamante, valioso pianista que llegaría a ser el más fiel intérprete de Cristóbal Ojeda. Ellos y otras conocidas figuras de la sociedad lojana, recibieron oficialmente al maestro, en esta tierra que prometía días de remanso y que servirían para aliviar el tormento que experimentaba. Lo que vendría luego ya solo estaría en manos de Ojeda; su personalidad, su vasta cultura, y el inequívoco valor que dio a sus nuevos amigos, le sirvieron de soporte para comenzar a pensar en el desarrollo de una nueva etapa musical en la apacible y pequeña ciudad que habría de ser su refugio espiritual.

Dr. José María Bermeo, amigo de Cristóbal Ojeda en Loja, autor de varios poemas musicalizados por Ojeda Dávila. Cortesía del Dr. Eduardo Bermeo.

A medida que pasaban los días, más adeptos a su ideal de renovación se iban sumando a su alrededor. Así, conoció a Miguel Chiriboga y su hermano Zoilo, buenos intérpretes; a Juan Francisco


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Ontaneda, cantante y poeta; Ángel Minos Cueva, Aurelio Jaramillo, Vicente Vélez Ledesma, Segundo Cueva Celi, entre otros. Comienza entonces a organizar lo que había quedado trunco en su ciudad natal: ¡su pasión por el baile! Propone a Vicente Vélez y Luis Emilio conformar un trío que correctamente vestido de frac, baile el ritmo de moda ¡charlestón! y también tangos. Con ellos realiza un par de presentaciones en el salón de actos del colegio Bernardo Valdivieso, las mismas que siembran la expectativa en la juventud lojana, ávida por ver y hacer nuevas cosas que trajeran novedad a su apacible vivir. Había que ponerse a la moda traída por el artista de frondosa cabellera, pantalón Charles y camisas de lino a las que estaban siempre sujetas finas corbatas. Además, había que aprender a bailar los ritmos de actualidad, y para ello había que buscar al maestro. Hace pocos años, encontrándome en Guayaquil, tuve la grata oportunidad de visitar al gran escritor lojano Ángel Felicísimo Rojas, domiciliado en esa ciudad desde hacía muchos años. El doctor Rojas perteneció al núcleo de amigos de Cristóbal Ojeda, y al solicitarle nos deleitara con el recuerdo de aquellos años de arte y cultura en su ciudad natal, depositó en mis manos, días después, el siguiente testimonio escrito: “…En la casa solariega de Luis Emilio encontró no solo afecto y reposo sino independencia como para que los amigos frecuentemente le hiciéramos visitas, en pos de escucharle ejecutar [en] el piano la música que improvisaba, y la de nuestras piezas populares favoritas. Para un compositor que sabía hablar en el mágico idioma de la música ¿qué mejor ambiente el que le brindaba la familia de la cual fue gratísimo huésped? En ese sosegado ambiente se dio tiempo para escribir numerosas composiciones y en particular algunos pasillos que improvisaba con una facilidad sorprendente. Por fortuna, un excelente pianista, Francisco Rodas


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tomó a su cargo llevar esa música volandera al pentagrama, es decir registrándola para la posteridad. Pero esto no siempre ocurría, y los sones y melodías objeto de la improvisación se perdían para siempre. No era mucho lo que sabíamos acerca del joven compositor. Conocíamos que había sido alumno del Conservatorio Nacional de Música de la capital, que en esa época dirigía un benemérito suscitador de virtudes y vocaciones musicales, Sixto María Durán, y sabíamos también que había practicado un poco de danza clásica, tanto como los bailes populares en boga en América. Ocasión tuvimos de conocer cómo interpretaba, con habilidad y elegancia, el tango argentino, la cueca chilena, y, desde luego, el tan audaz cuanto revolucionario baile de charlestón, que por entonces hacía furor en Estados Unidos y en Europa. El medio en el cual aterrizó Cristóbal le era más allá que propicio; pues Loja, no solo la ciudad, sino la provincia entera, tenía y tiene una vocación singular para la música. Es una tierra de compositores de música popular, de buenos guitarristas, de esmerados grupos musicales y de excelentes voces para el canto. En la clase media no había por entonces, familia donde las muchachas no tocaran algún instrumento musical, el piano especialmente. Nunca faltaban maestros como Salvador Bustamante, como Segundo Cueva Celi, que no compusieran música y mantuvieran pequeñas orquestas, que lo mismo ejecutaban piezas clásicas como tonadas populares ya sean estas criollas como extranjeras. Había, pues, terreno abonado, y resultaba ideal para un compositor polifacético como Cristóbal, que lo mismo creaba música seria como música popular, lo que entonces ignorábamos, y sigo ignorando, es si compitió con Bustamante en el campo de la música sagrada, en la cual este prestigioso maestro ocupa el primer lugar que, a lo que creo, no ha sido superado.


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Con la irresponsabilidad propia de la adolescencia, algunos de nuestros compañeros, en medio de las frecuentes fiestas familiares (un onomástico, un cumpleaños, una bienvenida, un bautizo, una fiesta religiosa, etc.) le pedían a Cristóbal: “Quiero que escribas un pasillo para mi enamorada”. Cristóbal contestaba: “Primero preséntame a la chica”, y por lo general, inspirado en la joven belleza, componía el pasillo, que pasaba al pentagrama Francisco Rodas, ya con el nombre de quien la había inspirado. A quien nos apasionaba más la música llamada clásica, nos deleitaba oírle tocando al piano fragmentos de los grandes compositores, y, cediendo a nuestros ruegos, nos revelaba las romanzas que había compuesto. Las había muy hermosas. Sólo una de ellas tenía nombre Divagando. Le pedíamos que las titulara, y que las instrumentara por medio del mismo Francisco Rodas, pero tenía para aquello una especie de pudor. Advertíamos que la ejecución de las mismas le ponía algo así como en trance. Más tarde, con nuestros espíritus ya maduros para la comprensión, fuimos entendiendo lo que la creación de sus melodías significaba para el autor, cuando leíamos que Schopenhauer llamaba a la música la metafísica sin conceptos”127. Cuando en octubre de 1996 visité la casa de la familia Eguiguren Burneo, ubicada en la calle Bernardo Valdivieso a pocos pasos del parque Central, me fue grato comprobar que la habían conservado tal cual era en los años de estadía de Cristóbal Ojeda. Su pared frontal tiene, a una altura de un metro veinte centímetros, incrustación de piedra de río, a la cual le dan un revestimiento de barniz, lo demás de la pared es liso, en ella están cuatro ventanas con protecciones de hierro. En su interior hay un amplio patio con bancas, formadas con estructura de piedra, revestidas de cemento; a su costado izquierdo, un pequeño jardín donde aún se conservan un par de arbustos y crecen flores

127. Ángel Felisísimo Rojas, testimonio escrito a petición del autor. Guayaquil, 25 de agosto de 1999.


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de variados colores. Alrededor del patio existen varios cuartos amplios con paredes de adobe y cubierta de tejas. Doña Adriana Eguiguren era para entonces la propietaria, ella me indicó que, cuando llegó Cristóbal, le cedieron el cuarto que está a la izquierda de la entrada, el mismo que tiene dos ventanas a la calle. Frente a este cuarto, se ubicaba la sala de la familia, sitio ideal para la reunión de los amigos de Luis Emilio. Cristóbal y Luis eran buenos anfitriones cuando de entretener se trataba a los muchos visitantes que llegaban asiduamente. Para lamento nuestro, hace poco tiempo, septiembre del 2005, conocí que esa casa fue derrocada por los nuevos dueños, privando de esta manera a la ciudad de un inmueble que debió ser preservado para beneficio de la memoria artística e intelectual del pueblo lojano. Sin embargo, en el nuevo inmueble se conserva la presencia de Cristóbal Ojeda, pues la elegante cafetería del hotel que allí funciona, lleva su nombre. En una de esas muchas noches de reuniones amigables que nos relatan quienes disfrutaron de la amistad de Cristóbal Ojeda, conoció a Adolfo Valarezo, para ese entonces Rector del Colegio Bernardo Valdivieso, quien ya se había enterado de las maravillosas dotes artísticas de Cristóbal a quien le ofrecio el nombramiento de profesor de baile del mencionado plantel, aunque hay quienes aseguran que fue también profesor de música. “Ahí es donde inicia muchas actividades de carácter artístico, tanto en música como en danza presentando algunas veladas, cantando con la colaboración de nuestra recordada maestra Rosita Grimanesa Ortega, a quien se le encargaba hacer la parte coreográfica de la danza”128.

128. Eguiguren, Luis E. “Semblanza de Cristóbal Ojeda Dávila, un suceso referido de 13 maneras”, en: Loja Cuna de Artistas, Banco Central del Ecuador, Quito, 1983, p. 91.


De izquierda a derecha: Vicente Vélez Ledesma, Cristóbal Ojeda Dávila y Luis Emilio Eguiguren, luego de una actuación en el Salón de Actos del Colegio Bernardo Valdivieso. Loja, 1928. Gentileza de Rita Trueba Valdivieso


De izquierda a derecha: Cristóbal Ojeda Dávila, Vicente Vélez Ledesma y Luis Emilio Eguiguren. Loja, ca. 1929. Archivo fotográfico del Dr. Vicente Vélez Ledesma. Quito, 1995.


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Hay varios testimonios de esas veladas llenas de baile de los ritmos modernos y también de danza clásica. Una foto enviada por Cristóbal a su madre en enero de 1929, muestra a Vicente Vélez, Luis Emilio Eguiguren y Cristóbal Ojeda, en los interiores del colegio Bernardo Valdivieso; allí posan vestidos de frac, y con el bastón característico que se usaba para bailar el Charlestón. “Por entonces el colegio Bernardo Valdivieso matriz indiscutible de la cultura lojana, celebraba grandes festivales artísticos el 20 de mayo de cada año, dedicados a honrar la memoria de su fundador y patrono. En estos festivales la nota culminante era la velada literaria musical que se efectuaba en tablados improvisados, a la usanza medieval castellana. Jóvenes poetas recitaban sus propias poesías; ocupaban la tribuna oradores que más tarde destacaron en la vida política y literaria del país; se hacía teatro y voces adolescentes entonaban canciones clásicas y románticas. Estos actos sirvieron de plataforma para la presentación de nuevos valores juveniles de actuación lucida en el escenario de la cultura nacional”129. Esta relación con el mundo intelectual del pueblo de Loja, hace que resurja fuertemente la vocación mayor del joven, la composición musical. Había la producción poética necesaria, que era entregada por sus amigos, existían en esa ciudad buenos vocalistas e instrumentistas, y lo que es más, su cerebro melódico había conseguido restaurar sus neuronas de genio. Así es como en 1929 aparecen nuevas composiciones, todas ellas llenas de gran inspiración, engalanando el cancionero ecuatoriano: los pasillos: Ojos negros, Hacia ti, Soñando en tus miradas, Anhelo; la zamba Yo no sé si te quiero, cuya letra pertenece al poeta colombiano Rafael Pombo y a la que Cristóbal Ojeda hiciera

129. Espinosa, Carlos Manuel. “Semblanza de Cristóbal Ojeda Dávila, un suceso referido de 13 maneras”, en: Loja Cuna de Artistas, Banco Central del Ecuador, Quito, 1983, p. 94.


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unos arreglos para que se ajuste a la métrica musical de su composición. Todas estas composiciones llegaron impresas en el sello con el cual Cristóbal había firmado su compromiso, la Columbia de New York. Había comenzado a inundar el mercado nacional con bellas melodías, nacidas al calor del amor lojano. “...En nuestra pequeña ciudad, Ojeda se sintió en su propio ambiente y en clima especial propicio a sus creaciones ¡cuántas veces lo miré ante el piano, dejando correr su emotividad en un impresionante desbordamiento de notas y lágrimas!”130. José María Bermeo contaba: “Otra ocasión, revisando a su presencia los papeles de mi escritorio, se encontró con dos composiciones inéditas mías: una el soneto que titulé Ojos; y la otra, el poema en cuartetos titulado: Anhelo. Verlos y llevarlos Cristóbal, con el propósito de ponerles música, fue una sola cosa. A la música compuesta sobre el soneto la tituló Soñando en tus miradas, y la otra composición llevó el propio título Anhelo”131. Al mismo tiempo se daba modos para asistir a las invitaciones que solían hacerle llegar para las reuniones familiares o festividades de la ciudad que guardaba con unción sus tradiciones. Uno de sus amigos músicos decía: “Recuerdo perfectamente las tradicionales fiestas de Amable María, -un rincón poblado pintoresco de nuestra ciudad- donde él estuvo invitado y para este tipo de reuniones el señor David Cano llevaba el melodio que era de

130. Mora Moreno, Eduardo. “Semblanza de Cristóbal Ojeda Dávila, un suceso referido de 13 maneras”, en: Loja Cuna de Artistas, Banco Central del Ecuador, Quito, 1983, p.96. 131. Íbid


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su propiedad; deseoso de tocar Cristóbal Ojeda solicitó el melodio para interpretar Vaso de Lágrimas pero no pudo hacerlo debido a que al aplicar sus manos avanzaba a tocar 12 teclas puesto que era un virtuoso del piano y el instrumento improvisado no prestaba esas mismas posibilidades”132. Su espíritu inquieto lo llevó en una ocasión a visitar la parte norte del Perú. Cuentan que salió a conocer Piura y Chiclayo y que por una población que conduce a las mismas sucedió lo siguiente: “...Cristóbal Ojeda por paseo había salido a Sullana (Perú), donde había realizado algunas presentaciones tocando el piano; tanto es así que posteriormente se supo que un señor de apellido Negrini, que era conocido como el mejor pianista de Paita, relató que Cristóbal Ojeda estuvo en esa ciudad y que luego de una corta temporada, había regresado a Loja, dejando verdaderamente sorprendidos a todos, por su manera original de ejecutar su instrumento”133. Las serenatas que Cristóbal y sus amigos llevaron a las lindas chicas lojanas que galantemente correspondieran su amor, fue otra faceta que dejara impregnada en el recuerdo de los lojanos. Los músicos escogidos para estos noctámbulos paseos fueron especialmente: Sebastián Paredes Salcedo, José Cornelio Armijos, Víctor y Segundo Moreno. “En una de las serenatas que me tocó acompañarlo y de las que me gustaba mucho, presencié como compuso a la altura del cementerio municipal y en una hermosa noche de luna el pasodoble Los Cuatro en recuerdo a las cuatro personas que con diversos instrumentos acompañamos la serenata del día aquel y que estuvo dedicada a una respetable señorita de nuestra ciudad”134.

132. Paredes Salcedo, Sebastián. “Semblanza de Cristóbal Ojeda Dávila, un suceso referido de 13 maneras”, en: Loja Cuna de Artistas, Banco Central del Ecuador, Quito, 1983, p. 97. 133. ChiribogaV., Miguel. “Semblanza de Cristóbal Ojeda Dávila, un suceso referido de 13 maneras” en: Loja Cuna de Artistas, Banco Central del Ecuador, Quito, 1983, p.99. 134. Paredes Salcedo, Sebastián. “Semblanza de Cristóbal Ojeda Dávila, un suceso referido de 13 maneras”, en: Loja Cuna de Artistas, Banco Central del Ecuador, Quito, 1983, p. 97.


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Así de espontáneo era Ojeda para la composición: toda manifestación de alegría o tristeza, él la transformaba en su incomparable compañera, la música. “En alguna ocasión le solicité compusiera un pasillo dedicado a mi enamorada Maura Argelia. Al día siguiente me mostró la partitura cuyo título decía Maura Argelia, pasillo por Cristóbal Ojeda Dávila”135. Una serenata y… la bella doncella llegó a ser la esposa del solícito amigo de Cristóbal. José Cornelio Armijos, también recuerda la noche que se compuso el yaraví No me olvides, debe haber sido en 1929 o inicios de 1930, el año en que se grabó y llegó al país en discos Columbia, interpretado por el trío Madriguera. “Este yaraví fue hecho en medio de lágrimas y lamentos en la casa y en el piano del señor Luis Emilio Eguiguren. Reunidos una vez allí y congratulado por nuestra presencia, empezó a tararear, tocaba e iba escribiendo poco a poco y así hasta completarlo. Una vez terminado, y por insistencia de él, tocamos conjuntamente, yo (el suscrito) guitarra: Víctor y Segundo Moreno, flautas; luego de lo cual escuchada la canción nos propuso hacerla oír en una de las tantas serenatas acostumbradas en honor a una persona muy estimada por Don Cristóbal Ojeda”136.

135. Vicente Vélez Ledesma, entrevista con el autor, Tumbaco, Quito, 1996. 136. Armijos, José Cornelio. “Semblanza de Cristóbal Ojeda Dávila, un suceso referido de 13 maneras”, en: Loja Cuna de Artistas, Banco Central del Ecuador, Quito, 1983, p. 97.


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“Alma lojana” ¡Cómo se deslíen las notas del piano! Exponen su pena... mientras una mano con sus dedos hunde, arranca al teclado la Flor Armonía de un recuerdo atado. Eumelia Andrade T.


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Bar Alma Loja, Loja, Ecuador. Foto Alfonso Campos R.


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ste segmento de la labor compositiva de Cristóbal Ojeda Dávila, debió estar inmerso en el capítulo correspondiente al pasillo ecuatoriano, pero hemos considerado que, al tratarse de una de las melodías más conocidas; y quizás la de mayor popularidad durante y después de la existencia del compositor, debemos tratarlo de una manera más amplia. Esta joya musical que ya consta en la antología de la música ecuatoriana merece una historia aparte, incluida donde corresponde. Compuesta a mediados de 1929, en casa de su mejor amigo lojano Luis Emilio Eguiguren, una noche de amistad y bohemia, ha recorrido desde entonces muchos lugares del mundo, porque nadie lo podrá negar: donde quiera se encuentre un ecuatoriano y se reúna con compatriotas, escuchará, o cantará los pasillos considerados de antología, entre ellos Alma Lojana, melodía que lleva a la nostalgia cuando de recordar la lejana patria se trata. Es otro himno que congela la sangre del ecuatoriano ausente. Según Alejandro Carrión, en un artículo escrito en la revista Diners, dice que: “... nunca supo que esa canción, una de las últimas que compuso, cuando la noche lo llamaba desde lejos, haciéndole guiños, se titularía Alma Lojana. El no alcanzó a ponerle título, ni menos aún escogió la letra, ni supuso que tocaría tantos corazones al verterse desde una guitarra. Fue la casualidad la que lo hizo todo, como tantas veces lo ha hecho, propicia y mágica”137.

En dos cosas tenía razón el escritor y poeta de renombre: Ojeda no escogió la letra, había compuesto un pasillo instrumental para piano, y segundo, él no medía cuánto iba a significar para los ecuatorianos, ésta, su nueva formidable inspiración. Pero qué equivocado estuvo Alejandro Carrión cuando decía que “nunca supo que esa canción… se titularía Alma Lojana”. Vicente Vélez Ledesma, uno de los compañeros de Cristóbal en

137. Carrión, Alejandro. “La suerte del juglar”, en: Revista Diners (recorte) s.f. Archivo Beatriz Dávila de González.


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la música, poesía y baile, manifiesta: “Fue una de esas noches, en las que nos reuníamos a conversar, cantar y hacer música. Cristóbal mostraba en ese momento, toda la ilusión por componer algo realmente hermoso e iba traduciendo su inspiración al pentagrama, para luego hacer brotar del piano, las más sublimes notas. Una vez terminada su obra, tallada en lágrimas y sentimiento, hizo escuchar la canción, ¡era un pasillo! Al que él tituló: Alma Lojana, era su más grande homenaje a nuestra ciudad”138. Otro de sus íntimos amigos decía: “Un día se hizo presente Cristóbal en mi cuarto alegre y entusiasta, con júbilo desbordante, para decirme tan pronto como nos saludamos: ‘he compuesto anoche el pasillo más lindo, que quiero ejecutarlo para que lo oigas’. Sin dilación me llevó, de inmediato a la sala de Luis Emilio Eguiguren y se puso a traducir en el piano las notas de ese pasillo, símbolo e interpretación de nuestra sensibilidad, al cual lo denominó Alma Lojana”139. Como se puede notar en estos testimonios, fue el propio Cristóbal Ojeda, quien pusiera el título a su creación, la misma que fue grabada a finales de ese año (1929) por la Orquesta Los Andinos con sello de la Columbia No. 3817140. En esos mismos días ocurre que Pablo Alvarado, primo de la esposa de Emiliano Ortega Espinosa, poeta lojano que en ese entonces residía en Cuenca, llegara ante éste diciéndole: “Voy a poner en la vitrola esta maravilla, oiga con atención, porque no me iré de Cuenca si usted no me da la letra para hacerla cantar en nuestra Loja”141. Vendría entonces todo el caudal del vate que extrañaba a su tierra, y su lírica se basó en aquel título que había dado el maestro Ojeda. Meses después, el poema aparece publicado en el periódico Floración de Loja, y tiene una dedicatoria muy especial:

138. Vicente Vélez Ledesma, entrevista con el autor, Tumbaco, 1996. 139. Bermeo, José María. “Semblanza de Cristóbal Ojeda Dávila, un suceso referido de 13 maneras” en: Loja Cuna de Artistas, Banco Central del Ecuador, Quito, 1983, p. 97. 140. “Discos Columbia”, en: Diario El Universo, Guayaquil, 20 de diciembre de 1929, p.12. 141. Carrión, Carlos Enrique. “El compositor que encontró el alma ecuatoriana, Cristóbal Ojeda”, en: Revista Semana (suplemento semanal), Diario El Expreso, Guayaquil, domingo 12 de abril de 1987, p.6.


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“Al artista Cristóbal Ojeda D., intentando en vano decir con palabras, la nostalgia infinita que encierra ese dulcísimo poema musical.”: I ¡Orillas del Zamora tan bellas, de verdes saucedales tranquilos! ¡Campiñas de mi tierra, risueñas…! ¡Casita de mis padres-mi amor-¡ __Tristeza del recuerdo, me matas__ ¡Casita de mis padres__mi amor__ A orillas del Zamora… II ¡Cómo te añora ¡Sino cruel! Mi corazón! (se repite) hoy, en extraños lares, bogo en los mares de la aflicción ¡Sino cruel! sobre las recias olas, gimiendo a solas, vá mi dolor. ¡Oh dolor! ¿En donde está la madre la buena anciana toda dulzor…? ¡Oh dolor! ¿En donde está el encanto de mi primero, ferviente amor…? III Cuando retorne, llevando decepciones, en pos de un seno en donde sollozar, talvez la muerte todo lo habrá acabado seres extraños mi Loja habitarán, sólo el Zamora conmigo llorará… (se repite) E. ORTEGA Cuenca-Ecuador-1930142

142. Ortega, Eniliano. “Alma lojana”, en: Revista Floración, Loja, domingo 2 de marzo de 1930, p.5.


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De esta manera quedan aclaradas las que se popularizara años más tarde y es la dedicatoria que hiciera Emiliano notas de aquel poema musical que le

dudas que se tejieron sobre el origen de la letra que hasta hoy se la canta. La hermosa novedad Ortega al artista quiteño luego de escuchar las entregara su sobrino.

Otro poema apareció casi simultáneamente a la grabación que contenía el texto de Emiliano Ortega. Atribuida esté a Benjamín Ruiz y Gómez, también lojano, quien la habría titulado Alma Lejana, parece que tuvo aceptación por parte de los empresarios de una casa disquera de Colombia que tenía concesión de la Víctor norteamericana. “Entre 1940 y 1941 se grabaron en Medellín dos versiones de este pasillo pero con el título de Alma lejana. Me atrevo a dar esas fechas porque fue en 1940 cuando comenzaron a grabarse discos en Medellín y ambas versiones constan en un Catálogo Internacional de la Victor de 1941. Uno de esos discos Victor está en mi poder. No aparecen autores es el No. 83597 y lo interpretan Uquillas Pérez. Son ellos Plutarco Uquillas y Alfredo Pérez ecuatoriano y colombiano respectivamente. Tiene al reverso el vals “Oración gaucha” igualmente sin autores. Estos cantantes, en otros discos aparecen acompañados por el guitarrista Leonicio Gómez Ortega, peruano, quien vive aún y realizó una versión posterior de “Alma lejana”143.

143. Restrepo Duque, Hernán. “Carta a Hugo Delgado Cepeda”, en: Revista Semana (suplemento), Diario El Expreso, Guayaquil, domingo 16 de noviembre de 1986, p10


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“ TA N C E R C A Y TA N L E J O S” Cristóbal Ojeda Dávila

El piano en el que Cristóbal Ojeda compuso el pasillo “Alma lojana”. Casa de doña Pepita Valdivieso, Loja.


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Letra de Alma Lojana: No importa que te ausentes de mí Sin darme ni siquiera un adiós, sin comprender que dejas aquí un corazón muriendo de amor. Bien sabes que te quiero mi bien, Con la más loca y tierna pasión, Por doquiera que vayas Seguiré ansioso tus mudas huellas. Nunca jamás encontrarás otro hombre Que te ame tanto como yo te amo, Y que también deposite a tus plantas Todo mi afecto, toda mi alma, toda mi vida. Así soy yo, vivo para adorarte, Alma de mi alma, mujer querida; En cambio tu, con fría indiferencia, De mi te alejas cuando te llamo. Hay ven a mi, no mates con tu ausencia A un pobre ser, que solo sabe amarte, Ven pues, ingrata, con solo tu presencia Seré de nuevo por ti, dichoso al contemplarte144.

144. Delgado Cepeda, Hugo. “Alma lojana y Alma Lejana”, en: Revista Semana (suplemento), Diario El Expreso, Guayaquil, domingo 16 de noviembre de 1986, p. 10.


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“ TA N C E R C A Y TA N L E J O S” Cristóbal Ojeda Dávila

Muchos dicen que esta fue la letra que más se comenzó a escuchar. “Años después el Dúo, Benítez-Valencia, las Hnas. Mendoza-Sangurima, el trío Los Brillantes, Mélida Jaramillo y diversos artistas de otras nacionalidades como Eva Garza145, etc., han cantado y grabado “la verdadera y auténtica letra de este inolvidable pasillo, que dice: “Orillas del Zamora tan bellas/ de verdes saucedales tranquilos/ campiña de mi tierra risueña/ casita de mis padres, mi amor, etc.”146. Por nuestra parte diremos: ¿Por qué “verso auténtico” lo escrito por Emiliano Ortega?147. Acaso su poema tuvo este título original sobre el cual se compuso la música? Si la otra tiene fallas de estructura y canta a diferente motivación, ¿no es también, verdadera y auténtica? Nos atrevemos a decir que ninguno de los dos poemas son los originales o auténticos, puesto que no fueron escritos paralelamente y ex profeso para la melodía compuesta aquella noche inolvidable de 1929. Es necesario aclarar que Benjamín Ruiz y Gómez, alguna vez manifestó que aquel segundo texto no le correspondía, lo que nos lleva a pensar que quizás sea verdad de que en Colombia fue donde le adaptaron este título Alma Lejana correspondiente a una letra totalmente diferente. Así lo dice en la misma carta Hernán Restrepo, al consultar al guitarrista peruano Leoncio Gómez Ortega: “... quien vive aún (1984) y realizó una versión posterior de Alma Lojana -lo corrobora- en dueto con un tal Palacios que se decía colombiano pero era ecuatoriano y se llamaba Washington Palacios. Fue el disco Víctor No. 83602. El Cholito, así lo llamábamos cariñosamente a Gómez, está viejo pero lúcido y me afirma que, efectivamente, el título original se lo cambiaron por conveniencias comerciales y que la letra se la hicieron aquí

145. Íbid 146. Íbid 147. Ortega, Rubén. “Emiliano Ortega, el autor del verso auténtico”, en: Revista Semana (suplemento), Diario El Expreso, Guayaquil, Guayaquil, 16 de noviembre de 1986, p. 12.


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en Medellín. ¿Quién fue? Sospecho que era quien tenía esa misión en la organización disquera Féliz de Bedout e Hijos, concesionarios Víctor, nada menos que el poeta Libardo Parra Toro (Tartarín Moreira), y quizá no lo firma porque poco antes estos señores habían tenido un pleito con el riobambeño Ángel Leonidas Araujo Chiriboga, quien descubrió la piratería de que su Ojeras había sido grabado en Medellín por los Payadores...”148. En esta noticia que enviara desde Colombia, el periodista e investigador musical “muy versado en los orígenes musicales de algunas canciones de dudosa autoría de Colombia y el Ecuador”149 da a entender que, la segunda letra puesta a la música creada por Cristóbal Ojeda, probablemente fue hecha en ese país, quizás, diríamos, sin el tiempo y el estudio necesario sobre la estructura musical del hermoso pasillo, que para esos años, ya estaba muy en boga. El Dr. Rubén Ortega, hijo del poeta Emiliano Ortega, define la estructura musical del pasillo mencionado, de la siguiente manera: “…Originalmente el pasillo fue escrito en do menor, y en partitura de piano, (esta tonalidad no puede manejarla un principiante); en la primera explotó el compositor una serie de golpes ascendentes, empezando por el más agudo y siguiendo hasta el más grave, con una dulzura inusual; para resolver con un re sostenido mayor [mi bemol] regresando a la tonalidad inicial. En la segunda parte que constituye la imprescindible reacción, para evitar la monotonía, destácase nítidamente el do mayor, con los últimos intérpretes ha desaparecido el deseo del autor en cuanto a que se

148. Restrepo Duque, Hernán. “Carta a Hugo Delgado Cepeda”, en: Revista Semana (suplemento), Diario El Expreso, Guayaquil, domingo 16 de noviembre de 1986, p. 10. 149. Íbid


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ejecutara con mayor vivacidad y acelerando un tanto los compases. En la tercera parte hay una sorpresa, viene algo totalmente inusitado y diferente, viene un sol sostenido mayor [la bemol], antes de volver a la tonalidad de inicio. Y así concluye la obra maestra e inmortal del malogrado compositor quiteño...”150. Así, con esta maravillosa melodía, los lojanos adquirían una identidad propia en el cancionero patrio y, por supuesto, estaban felices. Cristóbal era el mimado de la sociedad lojana. En la prensa así comentaban: “Hemos tenido la bella sorpresa de oír en estos días dos de los más grandes éxitos del momento: los pasillos Alma lojana y Soñando en sus miradas del artista Cristóbal Ojeda Dávila, grabados en disco, de modo impecable, por la casa Columbia. Alma Lojana y Soñando en sus miradas como toda la música de este insigne compositor, va marcada con el sello de originalidad de emociones. Ha inaugurado la era del pasillo lento, moroso, en donde la frase musical va cayendo pausadamente, gota a gota, con un temblor de lágrima. I este género de música que triunfa vehemente en sus pasillos últimos Alma Lojana nos parece magistral interpretación de su leitmotiv. Así como la remembranza en, sombrecita de nostalgia, y presentimientos, de Soñando en sus miradas. La armonía disonante, audaz, original, se yergue en el laberinto contrapuntístico, balbuceando una frase musical desenvuelta con esbelta elegancia y arte supremo. I el hilo de la melodía ondula, vibra, se enrosca, idiomas sin palabras, resbalando como un arroyo genuino entre la fronda de un acompañamiento suntuoso, alma adentro, hondo muy

150. Ortega, Rubén. “Emiliano Ortega, el autor del verso auténtico”, en: Revista Semana (suplemento), Diario El Expreso, Guayaquil, Guayaquil, 16 de noviembre de 1986, p. 12. 151. “Los últimos pasillos del artista Ojeda”, en: El Heraldo del Sur, Loja, domingo 19 de enero de 1930, p. 4.


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hondo, dejándola inmensa en, un mundo de sonoridades, de recuerdos, de felicidades excitantes...”151. Eclosión física de sus amigos que en esta nota periodística mostraban, a nombre del pueblo lojano, su agradecimiento al genial compositor. ¿Quién mejor que ellos para conocer y decir del valor de la motivación e inspiración de Ojeda Dávila? ¡Así! con un pasillo que los lojanos lo cantarían eternamente, devolvía a esta tierra las horas de intensas emociones que ella le había brindado. Alma Lojana quedaría impreso en el corazón de sus ciudadanos para siempre! De esta manera comenzaba a despedirse Cristóbal de la cálida ciudad y su gente. Es posible que cuando compusiera este pasillo, ya le había llegado la noticia del fallecimiento de su padre, el motivo doliente que le había llevado a esas lejanas tierras ya no existía, y pronto comenzaría a pensar en el retorno. El fallecimiento del doctor Ramón Ojeda, su progenitor, ocurrió en junio de 1929, pero desde meses atrás Cristóbal expresaba a los suyos el deseo de volver: “un momento de dolor martiriza mi alma, y aquí solo vivo una vida de recuerdos tristes”152. José María Bermeo relataba así, un capítulo de la vida de su amigo: “Durante su permanencia en esta ciudad, luego de haber residido por unos meses en casa de Luis Emilio Eguiguren, pasó a alojarse en casa de la Señora Balbina Moreno de Sánchez, mujer digna, amable y de gran bondad, que acogió a Cristóbal con consideración y generosas atenciones. Tiempo después, salió de la casa de la Familia Sánchez Moreno, y fue a

152. Cristóbal Ojeda Dávila, carta a su madre. Loja, s.f.


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habitar un cuarto en el segundo piso de la casa de Lastenia Valdivieso de Armijos, (entre Sucre e Imbabura), donde residió hasta su vuelta a Quito. Al final de su estadía en Loja, Cristóbal pareció algo enfermo de soledad y cansado de aislamiento, sin el calor del propio hogar materno. Por eso, notaba yo que a veces, estaba él inclinado a tomar un partido para el cual no tenía vocación. Sentía la necesidad de acogerse a alguien, de tener un amparo, un refugio hogareño, un cariño de mujer, pero en esta ciudad no consagró a mujer alguna lo que se llama el verdadero amor. La única espiritual pasión de Cristóbal fue la música. Como todo grande artista que se debe exclusivamente a su ideal, Cristóbal amó la independencia, la libertad”153. ¿Estaba cansado de deambular por varios sitios de la ciudad? ¿La gente se cansa pronto de prestarnos atenciones? ¿Era la delicada personalidad de Cristóbal la que no quería ser molestia para sus amigos? Más bien debemos pensar que extrañaba ponderablemente a sus seres queridos. Él se comunicaba poco con su familia. Alguna vez Leonor, su madre, se quejaba a una de sus hermanas: “Cristóbal no me escribe, se contenta con hacerme un telegrama de vez en cuando, avisándome que está bien; en el último me dice que ya desea regresar”154 y a sus tías se conformaba con poner un telegrama que decía solamente: “Recordándote siempre. Cristóbal”155. En una postal enviada a su tía Inés, se mostraba más explícito:

153. Bermeo, José María. “Semblanza de Cristóbal Ojeda Dávila, un suceso referido de 13 maneras”, en: Loja Cuna de Artistas, Banco Central del Ecuador, Quito, 1983, p. 97. 154. Leonor Dávila Tinajero, carta a su hermana María, Guayaquil, 1929. 155. Crsitóbal Ojeda Dávila, telegrama a su tía María desde Macará, Loja, septiembre 8 de 1929.


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“…aquí paso un poquito triste recordando la hermosa vida de Quito y dolores martirizan mi alma, y aquí solo vivo una vida de recuerdos tristes, y me siento muy solo porque no tengo el calor de familia, ni siquiera del pariente más lejano, pero en fin, yo creo que nunca debemos mirar al dolor como a un enemigo nuestro, sino como a un amigo triste que ha de acompañarnos en el camino de la vida”156.

A inicios de 1930 había decidido su retorno. Su madre, sus tíos y abuelo, eran insistentes en comunicarle su disconformidad con su ausencia. Para todos, Cristobalito había estado mucho tiempo fuera del hogar. Regresar, comenzó a ser su obsesión. Según algunas personas, se conoce que Rosario Carrión Mora, “mujer adorable y encantadora, culta y exquisita, verdadera encarnación del alma lojana”157, fue la joven que inspiró muchas de las creaciones de Cristóbal en Loja. Aunque también se dice que “Guillermina Moreno Mora fue la verdadera enamorada de mi hermano, durante su estadía en Loja”158. Guillermina era considerada “La más guapa lojana”159, además de sus dotes intelectuales. Como vemos, el artista no solo hizo grandes amigos, compuso música, exhibió su arte, sino que también enamoró corazones de bellas lojanas. Estuvo cerca de contraer matrimonio con Rosario Carrión, pero más pudo su espíritu de libertad, su amor por el arte y prefirió emprender el regreso a su añorada Quito; el mismo que lo hizo a inicios de marzo de 1930. En su recorrido visita Cuenca, donde tenía familiares por parte de su madre. Las familias Núñez del Arco y Andrade Dávila estuvieron gustosas de recibir a su pariente a su paso por esa ciudad. Se detiene

156. Cristóbal Ojeda Dávila, Postal, Loja, s.f. 157. Carrión, Alejandro, “Cristóbal Ojeda Dávila autor de “Alma lojana”, en: Revista La Calle (recorte s.f), Archivo Inés Dávila Tinajero. 158 Beatriz Dávila, conversación con el autor. Quito, 1996. 159. “Fotografía”, en: El Heraldo del Sur, Loja, Septiembre 8 de 1930.


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luego en Riobamba, donde vivía Enrique Rivadeneira, su cariñoso tío abuelo, que siempre había reclamado su presencia en la Sultana de Los Andes. Desde esta ciudad escribe una carta dirigida a su amigo José María Bermeo, fechada el 14 de marzo de 1930160, la misma que entre otras cosas dice: “…minuto por minuto de todo corazón, doy gracias a Dios y a los amigos que no me dejaron casar; yo creo que la belleza más grande que tiene el hombre es la libertad, cuantas cosas bellas puede realizarse en la vida, cuantas ilusiones y esperanzas cruzan la mente del hombre soltero; se ha dicho ya mil veces que toda realidad es miserable, que lo que se obtiene no es ni la sombra de lo que se deseaba y que del amor lo único que vale es la ilusión, y el hombre que se casa creo yo que mata la ilusión y su vida; para el pájaro encerrado, el mundo solo es una jaula; pero para el pájaro libre, el mundo es la belleza con todas sus canciones y armonías. En este sentido, me tienes de parabienes”161. Su última escala sería Guayaquil, donde se encontraba su madre por asuntos de trabajo. Allí trata personalmente con José Domingo Feraud sobre nuevas grabaciones que se harían de su música.

160. Cristóbal Dávila Ojeda. Carta a su amigo José María Bermeo, Riobamba 14 de marzo de 1930. 161. Íbid


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El “Septeto Lojano”, cuyo fundador fue el destacado músico y compositor Salvador Bustamante Celi. Loja, años 20´s, tomado de: Jaramillo Ruiz, Jaramillo, Loja cuna de artistas, Monografía sobre la Provincia de Loja, Banco Central del Ecuador, 1983. Constan algunos amigos de Cristóbal Ojeda. De izquierda a derecha: Segundo Puertas Moreno, Segundo Cueva Celi, Manuel Torres Vega, David Pacheco Solís, Francisco Rodas Bustamante, Salvador Bustamante Celi, Sebastián Valdivieso Peña, Serafín Alberto Larríva, Antonio Eduardo Hidalgo y Segundo Silva.


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Retorno triunfal

“Su alma aún vaga por los rincones de su predilección, porque como todo quiteño, amó a su ciudad natal.” Alfonso Dávila Tinajero


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Y

a todos estaban enterados pues, desde Guayaquil, Leonor Dávila puso un telegrama a sus hermanas, comunicando la llegada de su hijo a esa ciudad, ellas se encargaron de comunicar a los familiares y amigos ¡Pronto Cristóbal estaría en Quito!

Sus tías prepararon el recibimiento, y para ello contaban con las señoritas Piedra, que vivían frente a su casa y que tanto habían extrañado a Cristóbal. También comunicaron la buena noticia a las Srtas. Grijalva, a sus compañeros de bohemia: Prado, León, Plaza, Pasquel, los de la Estudiantina Quito y muchos más. Todos querían estar presentes en la fiesta que se ofrecería al querido amigo. ¡Habían esperado tanto ese momento! Su tía Inés recordaba que habían pasado unas veladas inolvidables “con muchas lágrimas y regocijo”. Sus amigos y familiares querían saber en esas noches las experiencias de Cristóbal en esos dos largos años de ausencia. “Cristobalito vino enfermo desde Loja, estaba muy delgado, su pelo no tenía la misma belleza, sus ojos no tenían la brillantez de siempre, estaba muy demacrado, se notaba un resquebrajamiento en su cuerpo y en su alma”162.

Los cuidados y atenciones que prodigaron sus tías y su abuelo, pronto restablecieron al maestro. Entonces, vendrían los asiduos encuentros con los amigos que mostraban su admiración y respeto para su idolatrado compañero de aventuras en el arte y en la sana bohemia. Había retornado quien más les alentaba para hacer cosas nuevas, sembrar nuevos horizontes y, desde luego había que mantener en Quito las tradicionales serenatas. El piano de su casa sonaría más asiduamente, con nuevos bríos, pero con más dulzura, más ternura en sus notas musicales. Las creaciones de sus colegas iniciaban las sesiones musicales en su estudio y en sus manos se escuchaban más hermosos los pasillos de Francisco Paredes Herrera, en especial El alma en los labios, así como Vaso de lágrimas de Segundo Cueva Celi.

162. Inés Dávila Tinajero, conversación con el autor, San Rafael, 1996.


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“Todo era motivo para componer una nueva canción, cuando en su cerebro surgía la melodía, no importaba donde esté, él se mostraba alegre o triste y hacía sonar sus dedos como castañuelas. Sabíamos que estaba por surgir otra de sus vivencias musicales”163. Así nació el pasillo Heridas que fuera estrenado por la Orquesta Quito en la sincronización de la película Guayaquil de mis amores que se presentara en esta ciudad en octubre de 1930. Como elogio a la amistad, compone y envía a Loja, una romanza titulada Despedida la misma que dedica a Francisco Rodas Bustamante, quien fuera su mejor intérprete en aquella ciudad. Esto acontece a finales de 1930. Mientras tanto, paralelamente a la llegada de nuevas grabaciones, entre ellas Último Recuerdo (habanera), y No me olvides (yaraví), en versiones instrumentales de la Orquesta Madriguera, se pone a disposición del público los novedosos rollos de pianola que traen las composiciones de Ojeda; esto hace que su popularidad llegue a la cúspide. Quito no había olvidado al carismático joven artista. Ya antes de su llegada, ocho partituras suyas, de entre veinticinco que contenían temas musicales ecuatorianos, compuestos por Sixto María Durán, Francisco Paredes Herrera, José Ignacio Canelos, Nicasio Safadi, José Rudecindo Inga Vélez, fueron enviados a Estados Unidos, por solicitud de la Miami Bathing Pageant Inc. Para el conocimiento de la historia musical de país, hacemos constar la mencionada lista, en la que se insertan los variados ritmos de la época, y cuyos textos y música aún podemos escucharlos con la nostalgia del pasado feliz que tuvo nuestra música.

163. Íbid


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Informa el diario El Telégrafo: “El avión postal que en las primeras horas de la mañana de hoy saldrá para el norte, lleva a Miami, para ser tocadas en el curso de las fiestas de aquella elegante playa norteamericana, las siguientes piezas:


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“ TA N C E R C A Y TA N L E J O S” Cristóbal Ojeda Dávila

Esta música la hemos enviado a solicitud cablegráfica de la Miami Bathing Beauty Pageant Co. Inc”164.

Las bandas militares continuaban entregando en las retretas, toda la producción maravillosa del compositor. Ahora sus intérpretes sabían cómo le gustaba que tocaran sus obras, y así lo hacían, cadenciosas y dulces brotaban sus notas, mientras el maestro se paseaba de un lado al otro de la plaza, con sus manos entrelazadas hacia atrás de su cintura, siguiendo paso a paso la armonía de las notas musicales que había creado una nueva melodía del cancionero patrio. En noviembre 30 de ese mismo año, la Estudiantina Ecuador incluye en un concierto que ofreciera en el Salón Coliseum de la Plaza España, en San Blas, el pasillo Acuérdate de mí. Para entonces, comenzaba a tener cuerpo la idea de viajar a hacer efectivo el premio acreditado en Milán-Italia. Su madre insistía en que viajara y permaneciera en esa ciudad el tiempo necesario para que hiciera uso de la beca que estaba esperándole; le aconsejaba también que se casara con Rosario Carrión, quien por dos ocasiones había venido a visitarlo en ese año, y con ella fuera a ese lugar de Europa donde otro destino le deparara. Más Cristóbal estaba enamorado de todo lo que hacía “No madre, aún no estoy listo para ese compromiso”165, era la respuesta del artista que, entregado estaba más que nunca a la fuerte pasión que llevaba en su sangre, ¡la música!

164. “Música nacional enviada a Miami”, en: Diario El Comercio, Quito, 19 de febrero de 1930. 165. Inés Dávila Tinajero, conversación con el autor, San Rafael, 1997.


Cristóbal Ojeda Dávila, 1927. Archivo Inés Dávila Tinajero.


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¡Adiós, hermano!

“No te reprocho nada, o a lo más mi tristeza, Esta tristeza enorme que me quita la vida, Que me asemeja a un pobre moribundo que reza A la Virgen pidéndole que le cure la herida.” Arturo Borja


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omo siempre en la vida de Cristóbal Ojeda Dávila, paralelo a sus triunfos y momentos de remanso emocional, vendrían los duros golpes que martirizaban su alma.

Es conocido que, por aquellos tiempos, la juventud se había embebido en la vida y obra de la entrañable generación decapitada. Con ella, los jóvenes aprenderían a sufrir en forma “elegante” y literaria. Arturo Borja, Medardo Ángel Silva, Ernesto Noboa Caamaño, Arturo Fierro, fueron los adalides de la nueva forma de expresión romántica; varios de ellos heredaron de sus hermanos poetas del Viejo Continente el uso de la morfina y esto aquí se puso de moda, sobre todo en los adolescentes de la clase alta. Todavía se ignoraba el alcance maligno del veneno, y muchos pagaron caro su atrevimiento.

Asi sucedió con Jorge Ojeda, hermano mayor de Cristóbal. Fue un hombre serio, tenía sangre de artista, era el bailarín consumado de la familia: “siendo aún muy joven, acompañó a un conjunto de ballet extranjero que estaba de paso por Quito, e invitado estuvo para realizar una gira por el resto de Sudamérica”166. Era quien todo lo hacía fácil, también el que trataba de dar valor cuando Cristóbal mostraba alguna flaqueza espiritual. Joven que hacía suspirar a las quiteñas, pero él no estaba para imitar a Don Juan, llegaba eso sí a mostrarse elegante y caballeroso con las damas; disfrutaba con sentirse atractivo. Asiduo lector de Borja, Silva y sobre todo de Noboa, de quien llegó a ser su amigo, fueron ellos quienes influenciaron en su inicio de bosquejar sus pequeños escritos que decían de su infinita ternura, pese a la coraza de hierro que aparentaba a su alrededor.

Jorge Ojeda Dávila. Santiago de Chile, ca. 1926. Archivo Inés Dávila Tinajero.

166. Beatriz Dávila, conversación con el autor, Quito, 1996.


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“ TA N C E R C A Y TA N L E J O S” Cristóbal Ojeda Dávila

Cuando apenas contaba veinte y tres años, (ca.1926) fue a Chile donde habían sido contratados sus servicios en la Embajada del Ecuador en ese país. “Allí adquirió ese lamentable vicio, dicen que le aquejó alguna enfermedad que le hacía sentir mucho dolor, y alguien le aplicó morfina para calmar su tormento”167. Diríamos que la cura fue letal, porque desde entonces, este alcaloide no lo abandonaría nunca. No se sabe el año de su retorno, pero se conoce que estuvo algún tiempo en casa de su abuelo Rafael, viviendo junto a Cristóbal, su abuelo y sus tíos. Para 1931 era otro ser, había minado en su cuerpo el maldito vicio, que en determinados momentos ponía en riesgo la estabilidad de la apacible familia Dávila-Tinajero. Pero su familia lo amaba y sufrió mucho cuando abandonó la casa para habitar un departamento en la García Moreno y Loja; hay quien dice que allí vivía con una dama, sin embargo, este mundo sombrío en que moraba, continuaba afectando a sus congéneres y sobre todo a Cristóbal quien, a pesar de ello, lo consentía todo y lo trataba con mucha paciencia. El compositor no llegó a molestarse, inclusive cuando en una de esas noches perdidas Jorge destruyera parte de sus creaciones en el estudio de la casa de sus abuelos, una de esas noches en que Cristóbal, sentado frente al piano, desgarraba las notas musicales que eran transcritas al pentagrama. Allí se perdieron para siempre varias de sus obras. No fue Jorge el destructor, fue el maldito veneno el que nos privara de las vivencias musicales del intérprete del alma ecuatoriana. Fue también la posión infame la que lo llevara al camino sin retorno un 16 de junio de 1931:

167. Alba Molino de Maldonado, conversación con el autor. San Rafael, 1996.


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“A las 3 de la tarde, el señor Comisario Tercero Nacional en compañía de los médicos de policía, concurrieron a la casa del señor Elías Mena, situada en la intersección de las carreras García Moreno y Loja, con el objeto de levantar el cadáver del joven Jorge Ojeda, de 28 años de edad, soltero, que se presumía se había suicidado en un cuarto independiente del predio… Efectivamente cerca de la cama encontraron el cadáver ya demacrado como que la muerte había ocurrido el día anterior…La autoridad encontró el cadáver de Ojeda a corta distancia de una jeringuilla y una ampolleta desocupada de clorhidrato de heroína. Además, el cadáver se hallaba en un tanto en la parte del cuello pues, se supone que estuvo desinfectando la jeringuilla en una vela y como la acción de estupefaciente le produjo la muerte, se inclinó el cuerpo hacia la llama”168. Es de entenderse que, para Cristóbal y su familia, este duro golpe que asestaba la vida, significó sentir una vez más el derrumbe de muchas ilusiones. Ilusiones que ya estaban un poco muertas al conocer el avance peligroso de la enfermedad de su hermano. Una vez más, su dolida pluma vierte para Jorge la siguiente despedida:

En la tumba de mi hermano

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Jorge: Tú que triunfaste de todo, y que siempre llevaste en tu corazón la valentía y la generosidad más grandes, ahora estás envuelto en el negro impenetrable de la muerte, durmiendo silencioso tu sueño de paz,

168. “Ayer fue encontrado el cadáver del joven Jorge Ojeda”, en: El Comercio, Quito, miércoles 17 de junio de 1931. p. 2. 169. Ojeda Dávila, Cristóbal, en: El Comercio, Quito, lunes 22 de junio de 1931, p. 3.


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“ TA N C E R C A Y TA N L E J O S” Cristóbal Ojeda Dávila

en la fría soledad de un sepulcro....... Como todas las grandes almas, saboreaste callado la amargura suprema de ser incomprendido, y solo, con aquella mirada triste que revelaba todo el dolor de tu vida, se te veía por los lugares más sombríos, como si quisieras consolar tu pobre corazón cansado, con el retiro, y con la tristeza misma .... ¡Quién había de pensarlo ... ! Talvez cuando la ilusión besaba cariñosa tu frente y amaba la esperanza de una vida mejor .... talvez cuando creíste que el destino cansado ya de atormentarte mataría todos los dolores agudos que decían sangrar tu alma incomprendida, te llegó la muerte, y en breves instantes te separó para siempre jamás, de este mundo donde todo es pequeño, donde la alegría no existe..... ¡Pobre hermano mío…! La naturaleza forja muy pocos seres como tú, y sin embargo, jamás supiste lo que era goce; siempre llevaste en tu pecho noble y blanco, la esencia refinada de todas las melancolías … fuiste grande, y por eso recibiste tu patrimonio de dolor sobre este mundo… ¡Hermano del alma!: que contigo duerman todas las pesadumbres que hicieron tu existencia sombría, no importa que estos pobres seres que


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te quisimos tanto, vivamos siempre agonizando de pesar, pero duerme tú en paz, que nadie turbe tu tranquilo sueño final … Tal vez te creyeron malo, porque como todo ser humano, fuiste débil, y quisiste matar esa angustia sin nombre, que siempre fue tu compañera, y porque para saborear la sensatez y la verdad se necesita tranquilidad de espíritu, y tú nunca la tuviste; pero en cambio poseíste cualidades raras que no todos supieron comprenderlas … ahora estás purificado ya por el hielo del sepulcro, y en vida lo estuviste también, porque el dolor vivió siempre contigo, y el dolor es fuego que purifica las almas … Duerme … hermano noble; quería decirte tantas cosas, pero las palabras no pueden expresar sino a medias los sentimientos del corazón … recibe este ramo de flores tristes; él se marchitará muy pronto, pero sus cenizas te dirán que yo viviré para llorarte siempre. Cristóbal Ojeda Dávila Quito, junio de 1931

Cristóbal Ojeda Dávila-izquierda- junto a su hermano Jorge. Quito, ca. 1920. Archivo Inés Dávila Tinajero.


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“ TA N C E R C A Y TA N L E J O S” Cristóbal Ojeda Dávila

La ruta del éxito “Cuando el espíritu está en temple, cuando la fibra creadora se pone en tensión, cuando la intuición musical llena el sentimiento, no le doy rienda suelta, por el contrario, sofreno el impulso y voy en pos de los campos propicios para encontrar el estado de ánimo que requiere el pasillo.” Cristóbal Ojeda Dávila170

170. Flautín, “Cristóbal Ojeda”, en: El Aviador Ecuatoriano, Guayaquil, 1931, p. 10


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u estrella luminosa, ¡la música! que él sabía escribirla en pedazos sangrantes de infinita ternura, sería el paliativo ante el infinito dolor. Y, ¡oh contradicción musical! es un sanjuanito, género alegre de la Sierra ecuatoriana, el que nace para felicidad del pueblo, pero inclusive, en este ritmo festivo, Cristóbal muestra la inmensa tristeza del momento; lo hace con cadencia, lo hace alegre y festivo, pero a la vez triste como su título: Penas mías, y junto a él llega otra canción, cuya partitura fue enviada meses atrás, es el pasodoble Sangre ecuatoriana. En el anuncio de la Columbia se decía: “En el campo del ARTE ECUATORIANO ya hemos conquistado muchos éxitos, que bien podemos decir LAURELES obtenidos en titánica lid de esfuerzos. Como un triunfo para el Ecuador, podemos señalar el viaje de arte del DUO ECUADOR a los Estados Unidos que marcó una época artística fuera de los linderos patrios, haciendo como avanzada de ARTE NACIONAL. Hoy tenemos que agregar nuevos éxitos al collar de perlas musicales que componen el repertorio Columbia, cuyos nombres van a continuación: SANGRE ECUATORIANA, pasodoble por Cristóbal Ojeda .- Orquesta Madriguera. ÚLTIMA CANCIÓN DEL SUICIDA, pasillo cantado a dúo.-Guty Cárdenas-Añez PENAS MÍAS, sanjuán de Cristóbal Ojeda.- Orquesta Madriguera”171. Los intérpretes de Cristóbal Ojeda tenían ya otras piezas musicales para arrancar a sus instrumentos y voces todo el conjunto mágico que él vertía en su música. De entre muchos de aquellos intérpretes, nombramos a los artistas ecuatorianos: Imelda Correa (Cello y mezzo-soprano), Rosa Acuatías (soprano), Inés Costales (piano), Leonidas Pallares (barítono), Alfredo Carpio (piano), Dúo Páez-Villavicencio. Todos ellos estaban siempre deseosos de conocer las nuevas obras de Ojeda, su amigo. Ellos y las bandas, así como las estudiantinas se encargaron de divulgar lo que Cristóbal en sus horas de inspiración, entregaba para enriquecer nuestro pentagrama.

171. “Música nacional, enriquecen nuestro repertorio”, en: Diario El Universo, Quito, viernes 23 de octubre de 1931, p. 3.


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En el mismo anuncio, se elogiaba a estas nuevas joyas ecuatorianas: “PENAS MÍAS sanjuán de exquisitas y cadenciosas melodías y el pasodoble SANGRE ECUATORIANA, de arrebatadoras notas que incitan a la danza, son DOS NUEVAS composiciones de alta inspiración, reveladoras del genio artístico del ADOLESCENTE QUITEÑO, CRISTÓBAL OJEDA DÁVILA. Invocar el nombre de Ojeda Dávila, es señalar un emblema de originales notas para nuestro arte musical, cuyo enorme y justo prestigio está consagrado por todos los devotos del divino arte de Mozart, dentro y fuera del ECUADOR. El simbólico nombre de Ojeda grabado en los DOS NUEVOS DISCOS COLUMBIA, nos trae a la memoria sus últimos exitazos: YO NO SE SI TE QUIERO, zamba; HACIA TI, y SENTIRSE SOLO, pasillos, NO ME OLVIDES, yaraví y otros que sería inmensamente largo enumerarlos”172. En ese año, desde Guayaquil solicitaba mediante una carta a su tía María, le envíe una partitura que el empresario Feraud Guzmán despacharía a New York para ser musicalizada. “…Hazme la fineza de hablar en el Conservatorio con Défaz, y decirle que me de copiando sin equivocarse ni una sola nota, la habanera Noche de lágrimas, pero que me la envíes el sábado sin una falta porque el Sr. Feraud está vehemente por mandarla a grabar enseguida…” Solicitaba a José Défaz, condiscípulo en el Conservatorio hasta 1927, para que copiara claramente y sin equivocarse, una nueva canción ecuatoriana que meses más tarde llegaría grabada con la interpretación del Trío Madriguera.

172. “Música nacional, enriquecen nuestro repertorio”, en: Diario El Universo, Quito, viernes 23 de octubre de 1931, p. 3.


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En esos mismos días, en otra carta, encontramos un dato curioso e histórico. Cuenta que salieron a recibirle: “Luis Emilio Eguiguren, Francisco Paredes Herrera, los de la Casa Columbia y otros amigos más. Procuran distraerme bastante, toda la gente que me va conociendo aquí, parece que me va teniendo simpatía y más aun, cuando saben que soy el que trabaja en discos”173. Cristóbal tuvo la oportunidad de conocer al compositor de El alma en los labios, pasillo que era interpretado magistralmente por él en el piano. Además, nuevamente se encontraba con el gran amigo que le recibiera tan afectuosamente en Loja: Luis E.Eguiguren. Momentos de grato placer disfrutaría Cristóbal Ojeda, que en esos días visitaba a su madre quien continuaba trabajando en la empresa de correos de esa ciudad. Al finalizar 1931, el país obtenía un nuevo triunfo en el ámbito musical. La barcarola Atardecer indiano, enviada para un Concurso Internacional de Música realizado en LimaPerú, obtenía el primer lugar: “aplausos y felicitaciones al señor Ojeda; éste se suma a otros premios que ha conquistado en otros concursos internacionales”174. La tía del compositor, doña Inés Dávila, mencionó en una de nuestras conversaciones, que fueron algunos los lauros internacionales conseguidos por su sobrino, pero desgraciadamente no se tuvo el cuidado de guardar sus noticias. Su gran conocimiento musical había llegado a un elevado sitial artístico. Ya toda Latinoamérica conocía de sus destacadas dotes. Así transcurría la vida del talentoso y culto ídolo nacional: primeros lugares en ventas de sus discos, sano disfrute de su fama que en ningún momento envanecía su ego, muchos grandes amigos que le rodean de respeto y consideraciones; él, como es su característica, rinde en ellos, el culto a la amistad. Todo el entorno es natural para un

173. Cristóbal Ojeda Dávila, carta a su tía María. Guayaquil, s.f 174. “La semana, dentro y fuera de la República”, en: Dios y Patria, Quito, 18 de diciembre de 1931, p. 192.


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hombre joven que había cumplido recién los veinticinco años; pero, en Cristóbal Ojeda moraba, como ya conocemos, la infinita tristeza, ese yo atormentado que siempre estaba minando su espíritu y que no le dejaba en paz, ni en sus momentos de disfrute. “Siempre pensaba en su final. Por más que en ese día hubiera recibido las mejores noticias, o, haya disfrutado con sus familiares y amigos, por las tardes, al llegar la noche, se le notaba su angustia de vivir. Sus compañeros eran: papeles, tinta, el piano y muchas lágrimas”175. En una corta entrevista que concediera a un reportero de Guayaquil, a donde viajaba constantemente para visitar a su madre, podemos apreciar como el artista vivía estos momentos: “Tres golpes en la puerta de cuarto de hotel. ¿El señor Ojeda? -Ordene Ud. Pero ¿Ud. es … ? -No me encuentra como me había imaginado ¿verdad?, no es usted el primero, para la mayoría, debo tener más años y más cuerpo de los que en realidad tengo.- y desde luego, - otra FACHADA. Sin embargo, tratando de conocerlo por sus producciones, me lo había supuesto en muy diferente empaque, y es, lector querido, que me he topado con un Ojeda diminuto, menudo, casi adolescente, -que a simple vista- no parece capaz de crear esas producciones gigantes, robustas, que tanto éxito han logrado. ¿Cómo trabaja Ojeda?

175. Inés Dávila Tinajero, conversación con el autor. San Rafael, 1997.


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-Cuando el espíritu está en temple, cuando la fibra creadora se pone en tensión, cuando la intuición musical llena el sentimiento, no le doy rienda suelta, -por el contrario- sofreno el impulso y voy en pos de los campos propicios para encontrar el estado de ánimo que requiere el pasillo Es entonces… que mi visita a los cementerios, a los lugares solitarios, a los suburbios, me permite hartarme de tristeza, de melancolía, de filosofía vivida, para así, sintiendo llorar el alma con lágrimas que no sean fingidas, poder interpretar en el pentagrama de un piano, esos ayes, lamentos que no pueden falsificarse ……. Pero entonces ¿Ud. sufre? -Lo bellamente sentimental, lo romántico de verdad, no hacen sufrir a los enamorados del ideal. Yo mas bien gozo, cuando el llanto de mi yo, lo traduce una canción nacida de una tristeza real. Ese es Ojeda, el trovador quiteño que fuera reconocido como el mejor de la capital, pese a la envidia de los vejestorios que le discutían el galardón, solo por sus pocos años y su cara de niño. << El aviador Ecuatoriano>> que se honra publicando las producciones siempre aplaudidas de este maestro de nuestra música autóctona, se complace en ofrecer hoy la silueta de Ojeda y Yo no se si te quiero, su última bella composición. Cuando salimos del hotel, ya no nos equivocamos, ese pequeño, es el gran Ojeda” Flautín176

176. Flautín, “Cristóbal Ojeda”, en: El Aviador Ecuatoriano, Tomo V. No.1, Guayaquil, 1931, p. 3.


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“Tan cerca y tan lejos” Hermano, si me río de la vida y sus cosas notarás en mi risa cierto rezo de angustias, sentirás las espinas que hay en todas las cosas, comprenderás que casi mis flores están mustias.* Arturo Borja


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na desgraciada circunstancia política atravesaba el país en aquel fatídico agosto de 1932, año en que se perdería trágicamente la preciosa vida de uno de los exponentes artísticos más valiosos que nacieron en Ecuador. Los hechos sucedieron así, en esos cuatro días que la historia no deja olvidar.

La anunciada descalificación del elegido presidente Neptalí Bonifaz, quien era acusado de ser ciudadano peruano, dividió al país en dos bandos irreconciliables: Los Bonifacistas, a quienes se les denominó los compactados, defendiendo a su líder, y al frente quienes defendiendo la dignidad nacional, no querían permitir que un ciudadano acusado de extranjero asumiera el mandato de la nación. “Correrá sangre” anunciaba el personaje involucrado, y ¡vaya que así sucedió! Cuatro días de balas y muerte que ensombrecerían a la ciudad. “Cuatro días de lenta agonía, mudas sus campanas, sus templos vacíos, sus calles desiertas, sus habitantes tristes, sus heroicos defensores luchando cara a cara con la muerte y todo su séquito de desgracias. Solo la descarnada se ha paseado en carro triunfal, segando vida en flor y dejando hogares yertos y fríos por la súbita ausencia de un padre, de un hermano, de un amigo de una madre …¡Oh! Cuántos cuadros tristísimos has contemplado, grandiosa Quito. En tu solar querido. ¡Cuántos ayes de corazón por el dolor has escuchado, invicta Quito”177.

Sensación de tragedia por todos los rincones de la estrujada ciudad. Todo esto, luego de la votación que ratificaba la voluntad del épico pueblo: Bonifaz al destierro, y el país a escoger un nuevo presidente que recoja las aspiraciones de sus conciudadanos.

177. “Cuatro días horribles”, en: Semanario “Dios y Patria” (recorte), Quito, s.f. Archivo de Laura Barrezueta Dávila.


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Sin embargo, la sangre de tantas víctimas caídas aún seguía descolgándose por las calles y plazas de la querida ciudad. Hombres, mujeres y niños de todos los estratos sociales habían dejado de existir y nada consolaría a sus deudos. Cristóbal y su familia, habían pasado esos siniestros días resguardándose en su casa ubicada en las calles Chile e Imbabura. Aunque ellos no intervenían en política, les importaba la suerte de la ciudad, del país. Sufrían por los momentos difíciles que tenían sus familiares y amigos, por la pérdida infructuosa de vidas humanas.

Casa de la familia Dávila Tinajero. Consta en la parte baja a la derecha, la esquina de las calles Chile e Imbabura, en: Boletín de la Embajada de Ecuador en España, Madrid, diciembre de 1953, año I, No.9.


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Esquina de las calles Chile e Imbabura. A la derecha consta la casa de dos pisos perteneciente a la familia Dávila- Tinajero. Esta casa fue expropiada en 1956 por el Ilustre Municipio de Quito, para construir la entrada al Centro Comercial “Ipiales”. Archivo Inés Dávila Tinajero (recorte).


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Cristóbal, en especial, estuvo muy atribulado aquellos días. A su madre le confesaba: “Estoy aplanado mamá, no puedes imaginarte lo que sufro al considerar la desgracia que llenará de luto tantos hogares, cada descarga suena tétricamente en mi corazón”178. Para el artista, amante de las expresiones más sublimes del ser, esto de la lucha fratricida resultaba incomprensible: entre los soldados que sitiaban la ciudad y los que la defendían, también estaban sus amigos, los músicos, los directores de bandas que tantas veces ejecutaron su música para deleitar a su pueblo. Hoy enfrascados estaban en cobrar venganza, con el odio encrespado por las pasiones. Él, que hasta unos días antes había escuchado en su mente el dictamen sublime que le diera su cerebro, para plasmar en música llena de ternura y anhelos infinitos para que sus compañeros de arte le interpretaran, los veía trabarse con fiereza en pos de matar para no morir. Sus últimas composiciones estaban esperando a que solo él las acariciara, ¡como sólo él sabía hacerlo! Pero su piano ya no sollozaría aquellas noches de rugir de balas y gritos doloridos.Las partituras de sus pasillos Amor lejano, Bajo cenizas, Esperanza, Flor de un día, Moriré en tus brazos y muchos más que compusiera en ese año, estaban guardadas en un baúl de recuerdos. Unos pocos meses atrás, la prensa se ocupaba una vez más de sus creaciones. Era un elogio excelso al Ser Supremo que fue elevado al cielo en la voz sonora del órgano y un dulce violín en la Basílica de la Merced de Quito. “Por grata coincidencia tuvimos ocasión de acudir, en uno de los días pasados, al estreno de una preciosa composición musical religiosa, cuando acudimos a tributar nuestro homenaje a Dios, en la Basílica de La Merced. En medio del fervor con que la devota concurrencia asistía al sagrado culto,

178. Dávila Tinajero, Leonor. “Sentimental relación de una madre al ver asesinar a su hijo en su propio hogar por los compactados”, en: Diario El Universo, lunes 26 de septiembre de 1932, p. 6.


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impresionó a todo el mundo las místicas y dulcemente melancólicas notas con que el solemne órgano y el sensible violín hicieron vibrar las naves del santo recinto, y luego las delicadas voces del coro femenino, entonó una plegaria al Señor llena de unción y amor. […]Si la música sagrada ha sido establecida para alabar a Dios y excitar la piedad de los fieles, nos dijimos entonces a nosotros mismos, con que virtud especial cumplía estos altísimos fines esta preciosa composición y su sentida letra. Pues, mientras las notas se desgranaban melodiosamente, nuestra mente se elevaba insensiblemente a las purísimas regiones del cielo, y nuestro corazón latía más vehemente de amor hacia nuestro Divino Salvador. […]Al terminarse la ceremonia, impresionados como nos hallábamos, no pudimos contener el deseo de conocer al inspirado autor de esa verdadera maravilla del arte de Beethoven y Mozart. Nos acercamos a uno de los Padres de La Merced y averiguamos por el nombre del autor. Cual no sería nuestra agradable sorpresa, cuando se nos manifestó el nombre de nuestro genial y adolescente artista Cristóbal Ojeda Dávila, tan conocido y admirado en nuestra patria y aún en el exterior, para gloria del arte ecuatoriano por sus tiernas composiciones que hacen el delirio del público. […]No nos atrajo grandemente la atención, en verdad, porque nuestro artista quiteño no podía menos que inspirarse, o mejor dicho superarse, a la luz esplendorosa, suavísima e inmaculada de la Deidad Divina, de cuyas fuentes han bebido tantos y tan eminentes compositores mundiales y nacionales: la inspiración, la belleza, el sentimiento y la armonía. Tanto la música como la letra de esta insuperable Plegaria al Señor, que así se llama dicha composición, son pues obra maestra del joven Cristóbal Ojeda Dávila. […]Llenos de admiración felicitamos de todas nuestras veras al joven artista, añadimos nuestros aplausos a los delirantes y merecidos que le han prodigado


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siempre el público para sus composiciones profanas, y esta vez con mucha mayor razón, puesto que se ha elevado a las alturas infinitas para pulsar las cuerdas de sus sentimientos. Y esperamos que pronto tendremos el inmenso placer de admirar algunas veces más sus nuevas inspiraciones de este género, el más grande, el más noble, el más inagotable y sublime.” C.H.M.179 ¿Había un recogimiento espiritual en esta ofrenda superior que lo hacía presentir la llamada del Señor?, quizás hasta Él llegaba, como lo había hecho desde niño, ¿para pedirle poner fin a su tormento? Seguramente encontró consuelo en ésta, su Plegaria al Señor, que aquella tarde interpretaron en el augusto templo. Luego surgiría otro canto religioso que dedicaba a la Virgen María. Inagotable resultaba su inspiración artística, parece que en Cristóbal Ojeda el tiempo apremiaba y se apresura en plasmar su genio en más y más composiciones musicales que el tiempo se encargaría de guardarlas con amor. Crea más pasillos, pero también valses, un aire típico, un albazo, otro sanjuanito, un pasodoble; en fin, todos los géneros son representados con su sello creativo muy auténtico. Y, como si se tratara de un reconocimiento público final, apenas a siete días antes del trágico suceso en el que falleciera el maestro, la prensa de Guayaquil comentaba: “Muchos son los proyectos que se presentarán al Congreso actual con el fin de que se dicten leyes para proteger y fomentar la industria del Ecuador. Estamos convencidos de que los Legisladores conociendo la trascendencia económica que producirán en nuestro beneficio las aprobarán y darán favorables e inteligentes disposiciones para el mejor éxito de ellas. Pero,

179. C.H.M. “Piadoso homenaje de ritmo y armonía”, en: Diario El Debate, Quito, viernes 11 de marzo de 1932, p. 2.


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entre tanto proyecto es realmente sensible que haya pasado inadvertido uno de los órganos que están íntimamente ligados a nuestro progreso, y por qué no decirlo, con el grado de cultura. El arte, debe también tomarse en cuenta. […] Compositores de música, cuyas piezas han merecido la atención y felicitaciones en otros países, pero, entre nosotros ni siquiera se las ha conocido. Allí está el doctor Durán cuyas obras han sido premiadas y aplaudidas por severos críticos internacionales; el adolescente e inspirado Cristóbal Ojeda Dávila, artista que ha concurrido a diferentes concursos internacionales y en los cuales ha sido laureado con premios de alta significación, formándose una destacada personalidad fuera de nuestras fronteras. Vemos desfilar a Francisco Paredes Herrera con su inagotable inspiración; a un Inga Vélez que se ha hecho conocido por sus autóctonas producciones incaicas; a un Julio Cañar que lleva al pentagrama las notas lloronas de una raza que fue fecunda de sentimientos; un Cueva Celi que teje delicados y sentimentales pasillos con sus notas de alta inspiración y así muchos, muchísimos compositores de música que viven una vida de olvido y abandono, perdiéndose en el cementerio de la más fría indiferencia…”180 Esta última aseveración no era el caso de Cristóbal Ojeda, él siempre era noticia y el país estaba orgulloso de la gran labor que desplegaba a favor del arte, poniendo en alto el nombre de la patria. En todas partes su nombre era sinónimo de esperanza y fe en el porvenir de la música ecuatoriana. Mas ¡qué pronto se desvanecerían estas ilusiones! Ningún lugar de la asolada ciudad estaría libre del odio y la venganza. Inclusive la casa de los Dávila-Tinajero, su familia, cuya nobleza de alma puesta al servicio del prójimo, no fue muralla para los que, aquel desgraciado día, saciaron su sed de sangre en una víctima inocente.

180. “La Música Nacional y el Congreso”, en: Diario El Universo, Quito, martes 23 de agosto de 1932, p. 1.


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Ante las varias versiones de los hechos que se suscitaron en la casa de la calle Chile No. 77 e Imbabura, y que se han repetido constantemente en los ensayos biográficos dedicados a Ojeda, hacemos conocer íntegramente, una carta de Leonor Dávila de Ojeda, enviada al señor H. O. Alvarez, representante de la Casa Columbia en Guayaquil, la misma que aclara íntegramente el suceso: “Muy recordado señor Alvarez: Quisiera tener un lenguaje especial y expresarle con palabras nunca oídas lo infinito de mi dolor; pero cuando el pesar es tan hondo, cuando el alma está saturada de amargura, no hay expresión que pueda definirlo, y solo el corazón llora su llanto desolador y eterno. La muerte, cobarde y cruel me arrebató el tesoro de mi vida, por mano del asesino infame y despiadado, y hoy se goza en la tortura de mi agonía. Me parece que aún no me despierto de la horrible pesadilla, y la visión de la escena trágica, me pone loca de desesperación. Desde la noche del día martes habían disparado muchos tiros contra las ventanas de la casa, con el pretexto de que vivía allí el Teniente Vizuete y que él hacía fuego del balcón de su cuarto; mas como este señor salió desde el sábado por la mañana con su familia; ni siquiera nos apercibimos de que el ataque era directo a nuestra casa, creyendo que por estrategia habían elegido un puesto. Nos hallábamos en unas habitaciones del piso bajo por creerles más seguras y defendidas, cuando el rato menos pensado quedamos en tinieblas, porque nos habían cortado la corriente de luz, y también lo atribuimos a la casualidad ¡tan inocentes estábamos de la infame asechanza!, lo único que nos preocupaba era la situación de la ciudad en esos


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momentos tan álgidos y desastrosos, y lamentábamos impresionados sin emitir siquiera ninguna opinión política. El más consternado de todos era mi Cristóbal, que por su natural temperamento y sensibilidad, sufría más intensamente.”Estoy aplanado mamá, me dijo esa noche, no puedes imaginarte lo que sufro al considerar la desgracia que llenará de luto tantos hogares, cada descarga resuena tétricamente en mi corazón” y como que su alma exageradamente cariñosa y tierna, presintiera la dolorosa separación, no podía alejarse un minuto de mi lado, prodigándome toda clase de ternuras. A las seis de la mañana del día miércoles oímos disparos de fusil dentro de la casa; Cristóbal, yo y unos sirvientes habíamos dormido en el piso de arriba, y mi papá y mis hermanas en el de abajo, donde pasamos el día anterior. El notar que subían, salió apresuradamente Cristóbal, y yo tras él, a ver lo que pasaba. Nos encontramos con tres celadores de Policía armados, que buscaban a Vizuete; mi hijo procuró calmarlos y les invitó que registraran las habitaciones; convencidos éstos de que nada había en la casa, se retiraron. Aterrado entonces Cristóbal me manifestó la idea de salir inmediatamente de allí por el peligro que corríamos; se vistió para salir a la calle instándome que yo hiciera lo mismo y bajó donde mis hermanas para convencerlas que debíamos ir donde alguna familia amiga. En ese momento, las seis y media, se presentó otro grupo de policías con un compactado; hombres fieras, que desde la calle venían haciendo disparos, y al atacar la casa con la mayor ferocidad y sin oír ninguna razón, dispararon contra mi hermano José Rafael, salvándole un pequeño movimiento que hizo, pasando la bala por encima de su cabeza. Entonces entró, dice él a refugiarse, en su habitación, donde había mujeres, tres niños, el menor de tres años, y mi Cristóbal que se había parado en la puerta del cuarto interior


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y se preparaba para salir, por ver si los convencía como a los primeros; pero estos desalmados seguían haciendo fuego sin piedad, y sin darle tiempo de pronunciar una palabra, dispararon de nuevo, cayendo mi hijo bajo el plomo asesino de estos malvados sin convicción ni ley. ¡Se regó la sangre más inocente, se tronchó una vida preciosa llena de esperanza! La herida abierta en mi corazón de madre, no se cicatrizará en la tumba, y la noche de mi vida será para llorar siempre la ausencia del hijo más tierno y cariñoso… La escena que se siguió… ya podrá adivinarla Ud. Yo estuve arriba en mi cuarto como le dije antes, Inesita y Lola habían subido también; ninguna podíamos salir ni saber en ese instante lo que había pasado, porque las balas se cruzaban arriba y abajo, es decir pudieron victimarnos a todos. Apenas me di cuenta de que Cristobalito no estaba conmigo, salí a llamarlo y al ver que no acudía, bajé apresuradamente a buscarlo. La primera a quien vi., fue mi hermana María y le pregunté dónde estaba mi hijo, a lo que me contestó con un verdadero alarido, precipitándome al lugar donde se hallaba inerme, bañado en su propia sangre. La herida era en el labio superior y le había atravesado la masa encefálica y sin embargo, su carita no estaba desfigurada. No podía creer que estuviera muerto. Loca de dolor caí de rodillas, le tomé sus manitas que aún estaban calientes, besándolas y moviéndole le gritaba que se levantara… Es esto un sueño?… Le he contado la realidad de lo que aconteció?… Créame, señor Alvarez, que hay momentos en que me parece que voy a perder la razón. La participación de Uds. en mi dolor me enternece, llenando mi alma de profunda gratitud. Cómo no creerle sincera cuando mi hijo le profesaba el cariño más intenso y profundo, y Ud. supo pagarle con igual afecto?


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Todavía me resta algo por contarle. Pero hoy no resisto más; siento que las fuerzas me faltan; recién el domingo pude levantarme de la cama, algunos días he tenido fiebre. Creí escribir hoy mismo al señor Feraud, pero me es imposible. Dígnese saludarlo en mi nombre con cariño e inmensa gratitud, diciéndole que lo haré en el próximo correo, y Ud. reciba, junto con los mejores recuerdos que le envían mis hermanas, el mismo distinguido cariño y alto aprecio que siempre le he manifestado, al considerarlo el amigo más querido de mi adorado hijo.” De Ud. affma. Amiga Leonor Dávila de Ojeda Quito, a 20 de septiembre de 1932181

Pocos días antes, Cristóbal realizó una romería al Santuario de Guápulo. El martes 30 de agosto, a pocas horas de la desventura, el padre Escalante confesaba a Ojeda, y el padre Ortega le daba la comunión en el templo de La Merced. Dos días permaneció el cadáver en el regazo amante de su madre y tías que estaban a punto de convertir la casa del arte en un manicomio. Su abuelo, su tío José Rafael y tres primos aún niños, trataban de dar consuelo a las atribuladas damas. “No podíamos salir de casa para dar cristiana sepultura a mi entrañable sobrino, la guerra aún continuaba y temíamos que pudieran matar a alguien más de la familia. Mi hermana María fue la heroína que puso a sus espaldas el cuerpo rígido de Cristobalito para trasladarlo al Tejar, no quería que nadie le ayude, y pese al ruido ensordecedor de las balas caminó valientemente hasta el cementerio”182. El campo santo quedaba humedecido por el inconsolable llanto.

181. Dávila Tinajero, Leonor. “Carta a H.O. Álvarez Soria”, en: Diario El Universo, Guayaquil, lunes, 26 de septiembre de 1932, p. 6. 182. Inés Dávila Tinajero, conversación con el autor. San Rafael, 1997.


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María Dávila Tinajero, la amorosa tía de los niños Ojeda Dávila. Archivo Inés Dávila Tinajero.


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En la misa de honras se entonó Una plegaria mística al Señor, compuesta por Cristóbal y que interpretaron sus amigos: Ernesto Sandoval, Leonidas Pallares, Hipatia Bucheli y Rosa Acuatías183. Días después, Quito ya había recorrido dos etapas del sacrificio: la muerte y la soledad; el arcano designio se había cumplido. Dolor, quejido, muerte; ya todo estaba consumado! Era hora de contar sus muertos, saber quienes nos dejaron en su camino sin retorno, a quienes los ayes del yaraví despedían en su última morada. Afligidos, los quiteños iniciaban la limpieza de la ciudad. Escombros por doquier, esquinas con olor a muerte, balas de cañón que explotan en manos traviesas siguen matando, guambras jugando a quién recoge más casquillos en plazas y calles. Traslados de cadáveres, unos en Carrozas, otros en esteras viejas, van al mismo cementerio. Ha muerto fulanito, y dizque asesinaron pues al fulanito, ay! … que pena. Es el murmullo de la ciudad entera. El pésame llegaba personalmente, o correos iban cargados de tarjetas ¡Quito, y su enjambre de tragedias! El Debate, uno de los diarios de Quito decía: “…presentamos pésame muy sentido a la familia del malogrado joven e inspirado y notable compositor Sr. Dn. Cristóbal Ojeda, autor de bellísimos pasillos generalmente conocidos y admirados en el país y fuera de él. La muerte del señor Ojeda constituye una pérdida para el arte nacional”184. Se había regado la desgraciada noticia tras la pérdida irreparable. Triste azar del arte, se quedaba sin quién más le amaba y representaba. Lamentos y maldiciones se escuchaban en las esquinas, en los parques, en las peluquerías.

183 Íbid. 184. “Duelo nacional”, en: Diario El Debate, Quito, sábado 3 de septiembre de 1932, p. 4.


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Los comentarios se tejían cada vez: decían que una bala perdida le impactó cuando estuvo en la ventana de su casa espectando los acontecimientos. Otros decían que habían tomado venganza en la familia del Capitán Dávila. Hubo quien comentó que la bala era para el Teniente Vizuete que arrendaba unas habitaciones en esa casa. Parece que esto último fue el móvil, pues, en las dos ocasiones que ingresaron a la vivienda de los Dávila-Tinajero, preguntaron por Humberto Vizuete, era quizás él a quién buscaban para darle muerte; se afirma que era un chulquero que compraba por adelantado los sueldos de los policías, lo hacía cobrando altos intereses que habían arruinado la economía de muchos de la tropa, hombres pobres que acudían a él para saciar las necesidades de su familia, hasta que llegara el sueldo. Era entonces la oportunidad propicia para tomar el desquite en esos días de confusión y pillaje. ¡Mala suerte! vivía en la casa de la familia Ojeda y la segunda oportunidad que ingresaron los vengativos armados, no soportaron no encontrarlo, y, ¡dispararon a mansalva! cobrando la vida de un inocente, ¡el menos indicado!, el más llorado. “Fue un cerebro melódico de alta valía. Sus composiciones musicales llevan como un presagio. Y ambulaba armado de su tristeza, buscando en los rincones de Quito a las notas perdidas. En la pauta escribió con rasgos de clara sinceridad. Y acopló en sus pasillos el poema de las nostalgias. La música llegó a los talleres extranjeros, de donde se esparció en los discos por toda América. Cuantas veces leímos honrosos conceptos extranjeros acerca del arte ecuatoriano, del cual Ojeda fue uno de sus representantes. Demasiado conocidas son para todos sus mejores obras. En el salón elegante como en la vivienda humilde se toca sus composiciones. Bajo el alero de las noches de luna, la serenata hablada en las endechas. Y aún el campesino entona al silbo el yaraví clásico de Ojeda.


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Y un día fatal se truncó su vida. Víctima de un ignominioso ataque, las balas despedazaron la masa encefálica. Como que el plomo artero quisiera saturarse de la armonía allí atesorada. En la tumba fresca del poeta de la música, depositamos el homenaje y el pesar”185. América Salazar, su amiga y compañera de arte, trabajó la artística lápida que adornaba la tumba del maestro. Solo a los seis días, el Comisario Cuarto Nacional y Médicos de la Policía realizaron el reconocimiento y la autopsia al cadáver de Cristóbal Ojeda; y, se levantaba también, el autocabeza de proceso para dar con los responsables del crimen. Uno solo fue el acusado, se trataba de Miguel Obando, un militar que también era músico, pues había participado en varias bandas como la Córdova, Imbabura, Marañón y otras. Parece que con él se cometió un acto de injusticia, fue un chivo expiatorio de los verdaderos culpables. Se dijo que

América Salazar, escultora quiteña, trabajó la lápida de la tumba de Cristóbal Ojeda. Archivo de Inés Dávila Tinajero (recorte).

185. “Cristóbal Ojeda”, en: Diario El Día, Quito, 7 de septiembre de 1932, p. 2,


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Obando había sido herido en la contienda y por su gravedad le endosaron la responsabilidad pensando en que pronto moriría y allí terminarían las indagaciones. Más esto no ocurrió y finalmente en marzo de 1935186, Miguel Obando fue sentenciado a 16 años de reclusión mayor. “¿Quién será el hechor? El legítimo se hallará gozando de la ansiada libertad, y este hecho fue cometido en campaña y como es posible esta tan injusta sanción. Espero de vuestros humanitarios corazones el que se nombre una comisión “militar” para que se cercioren que el que fue reconocido por la sirviente del Señor Cristóbal Ojeda Dávila le iniciaron el sumatorio y él salió libre, mientras el que suscribe se halla expiando delito ajeno. Mi conciencia no me recrimina, el haber cometido este delito por cuanto con la víctima jamás tuve altercado alguno, al contrario guardo una eterna gratitud porque por varias observaciones que a continuo recibo, como de mis antes nombrados maestros, me precio de ser músico, que amo la poesía de las notas”187. Esto decía Obando en una carta en la que apelaba a la clemencia. No se sabe si la justicia se hizo eco de su solicitud, pero sí conocemos que Leonor, la madre de la víctima, veló por la familia del sentenciado; durante algún tiempo acudió en alivio de la esposa, y sus cinco hijos. La ciudad, el país, y en especial sus familiares y amigos no olvidaron nunca al entrañable Cristóbal Ojeda Dávila. Los homenajes se han sucedido desde aquel año poniendo siempre de relieve su alta personalidad y todo el valor artístico que representó para la Patria.

186. Bayardo. “Crónicas populares, la condenación a 16 años de reclusión al celador Miguel Obando”, en: Diario El Debate, Quito, 8 de marzo de 1935, p.2 187. Ángel Obando. Carta al Director del Diario El Comercio, Quito, 1935. Recorte de prensa. Archivo de Inés Dávila Tinajero.


Cuartel de la Artillería “Bolívar”. Guerra de “los cuatro días”, Tomada de revista Nariz del Diablo. Quito, septiembre de 1932, p. 29.

Grupo de artilleros de la “Bolívar”. Guerra de “los cuatro días”, Tomada de revista Nariz del Diablo. Quito, septiembre de 1932, p. 29.


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Despedida “Se haga mi llanto luz. Y en esta hora en que enmudece el labio adolorido, se haga también de música, son para herir el silencio del olvido.” Anónimo


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estos homenajes escritos que a continuación transcribimos, se unen sus amigos músicos de la Estudiantina Ecuador y la que fue creada en su homenaje, la Estudiantina Cristóbal Ojeda; la misma que estaba compuesta por: Rafael Almeida, Miguel Elicio Molina, Jorge Ruiz, José Palacios, Abelardo Almeida y César Humberto Bermúdez. También en 1933 Carlos Pazmiño, integrante de la Estudiantina Ecuador, creó el pasillo titulado Cristóbal Ojeda. En 1950 se forma el Conjunto Cristóbal Ojeda con la participación de destacados intérpretes pertenecientes a la Unión Sindical de Trabajadores Municipales. En 1956 el Círculo de la Prensa, con la presencia de Leonor e Inés Dávila Tinajero, rinde un homenaje literario-musical haciendo “una evocación de la vida del artista que cumplió una época de poesía y que supo llenar toda una época del pasillo ecuatoriano…Cristóbal Ojeda Dávila, según las crónicas de esa época, hizo honor al Ecuador, en los elegantes teatros de Lima y de Colombia. Era una gran promesa artística”188. En 1968, el Departamento Municipal de Educación y Cultura Popular rindió homenaje a Cristóbal Ojeda en la Concha Acústica del barrio La Villaflora; la Banda Municipal, ante gran concurrencia trajo al recuerdo las sentidas notas de los pasillos Hacia ti, Sentirse solo, Esperando, y el sanjuanito Penas mías. En ese mismo programa la Estudiantina de la Sociedad Artística y Cultural Buena Esperanza interpretó otras melodías del maestro. Con motivo de cumplir los 90 años del nacimiento del maestro (1996), el Departamento de Desarrollo y difusión Musical del Distrito Metropolitano de Quito, rindió un homenaje en el teatro del edificio ubicado en el barrio La Loma, con la participación de las agrupaciones musicales pertenecientes a esa dependencia como son: El Coro Ciudad de Quito; el Conjunto Yavirac; la Banda Popular Metropolitana, así como también la Banda Municipal de Quito. A este evento fueron invitadas las alumnas del Colegio Femenino Fernández Madrid, y la presencia de la familia del compositor. La organización estuvo a cargo del Archivo Sonoro de la Música Ecuatoriana.

188. “Circulo de la Prensa rindió homenaje al compositor Cristóbal Ojeda Dávila”, en: El Comercio, Quito, sábado 6 de octubre de 1956.


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Estudiantina Cristóbal Ojeda Dávila. Tomado de Revista La Buena Esperanza.Quito, septiembre 18 de 1942, p.131.


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Ronda de Pasillos Por: Leonardo Rentería Gálvez

Mataron a Cristóbal Ojeda… asesinaron a Ojeda…. Como reguero de pólvora inflamada iba chisporroteando la algazara noticia, resonando en todos los barrios llamando a todos los cantares y haciendo gemir en bordoneos angustiosos de las guitarras. Aluvión de protestas y de suspiros…. Pobrecito Ojeda… qué bandidos, matar a Cristóbal… Como reguero de pólvora incendiada se esparcía la nitica fúnebre: “Cristóbal Ojeda ha muerto hoy”… “lo mataron”… “dicen que son los compactados”… “no los constitucionalistas fueron” objetaban con ojazos abiertos por el asombro y enrojecidos por el llanto un bien enterado y sabelotodo pillete que más de una vez que había cantado las canciones de Ojeda con la jorga de la esquina… Han matado a Ojeda, malditas revoluciones; el plomo fratricida buscó el corazón de un músico para despojarle de la vida… Cristóbal Ojeda Dávila cayó también en los “cuatro días”, cuatro días de incertidumbre y sobresalto en los hogares quiteños; cuatro días de valentía y pujanza en las calles y barricadas. Furia y pasiones enceguecidas de una muchedumbre que con todo, justa o injusta la causa por la que combatían, demostraron una vez más la ardorosidad rebelde de los ecuatorianos… Ojeda Dávila, tendría ya firmada su sentencia, el tribunal mundano entre copa y copa en algunas cantinas o tugurios suburbano lo condenaría, ya la sentencia, fundamentada


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sobre una inocua venganza como se asegura, o porque ya su pasaporte para el viaje definitivo estaba visado por la casualidad malévola del destino. Y como quiera en una y otra forma, fue en uno de los “cuatro días” que estremecieron de pavor y zozobra a la capital cuando mataron a Ojeda. Las melodías ecuatorianas se cubrieron con crespones… silenciaron una realidad del cancionero criollo…. Arrancaron la vida al músico Cristóbal Ojeda Dávila… En una madrugada fría, despidiéndose de los collares luminosos que se encontraban por las idénticas calles quiteñas, Ojeda se marchó a Loja, la hospitalaria austral ciudad de don Alfonso de Mercadillo, lo retuvo largo tiempo obsequiándole motivos que fustigaban su imaginación e inspiración musical, a la lumbre de unos ojazos tentadores, con la angelical entonación de la voz que se reconoce a los habitantes de esa zona, el río Zamora, sus valles, inquietaron sus ferros musicales y halló en los versos de “A orillas del Zamora”, el atractivo que los transformaría en canción. A orillas del Zamora, es la versión original de la letra de la pieza comentada y de Loja no se franqueó en el correo musical la muy interpretada canción que intituló ALMA LOJANA, tributo musical y agradecido a la bella tierra que alentaba sus grandes composiciones. Las callecitas lojanas, empedradas, trascendiendo a españolismo, con transeúntes recatadas y de enigmático supieron del lento caminar de OJEDA. Las celosías de las mansiones sorprendieron la inocente esquivada de un apasionante mirar y los cristales recogieron la primicia de dos sangrantes hemistiquios. El Zamora en sus tersas aguas dibujó más de una vez el rastro de Ojeda y las “Orillas del Zamora tan bellas, de verdes saucedades” invitan a frecuentes divagaciones al que sería su cantor. Un día… ya no lo vieron cruzar más por las callecitas provincianas, el río esperño en vano el minuto


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matinal en que tomaba su placa de la silueta del músico, y cruel en marea eterna quedaron dos comprensibles rayas rojas en algún cristal de ventana. Ojeda recogió nuevamente su tienda de andante y retornó a su Quito. Un día… las lojanitas ya no lo vieron más y no lo verían, solamente les llegaría la noticia cruel y, constantemente las notas y endechas de una canción que ellas mismas inspiraron. Vino una revolución más de las muchas que fomentamos; un día de los cuatro que la pasión cegó a los hombres su destino a Ojeda… La noticia se desparramó por las calles entre el tableteo de la metralla “Maldita sea, dicen que han matado a Ojeda” cuchicheaban los soldados, los voluntarios, los compactados, todos; nadie sabía ni se sabe aún quién fue, combatientes de uno u otro bando, algún enemigo encubierto y trasnochado de la enconada lucha, el móvil aún no es conocido. El Zamora a cuyas orillas cantó Cristóbal Ojeda Dávila, se desbordó de pena y furia, su cantor muerto, maldita revolución… en los cuatro días enlutaron muchos hogares y también a nuestra canción típica: el pasillo; avanzamos de tumbo en tumbo, de progreso matizado con luchas civiles, se presentaron los cuatro días, tenebrosos con minutos diabólicos, rencorosos, la carne humana se amontonaba en las sinuosidades de las calles, tirados estaban los cuerpos inertes, en media vía, en hacinamientos informes sobre las veredas; en los barrios típico del Quito guerrero y heroico, las comadres daban tregua al pasionismo y simpatía por las facciones despectivas y santiguándose religiosamente comentaban la revolución y las posibilidades del triunfo de sus parciales. En un cuarto de bohemia un artista lucubraba melodías, estaría idealizando sus amores, estaría asqueando a la vida en su etapa de REIR LLORANDO, lejos o cerca la venganza


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o lo que haya sido, un destino si se quiere, estaba lista para dar la señal de partida a unos maratonistas portadores de la muerte, se dio, y raudos corrieron para llegar juntos, unidos en una sola línea, cada una creyéndose ganador de la prueba y acreedores al premio; golpearon estruendosamente con la culata de sus fusiles a la puerta del músico, tras esa puerta palpitaba una alma romántica, iban en pos de la vida del artista y en ese momentáneo encierro la canción vernácula musitaba pudorosa, cual doncella seráfica, que en notas que poco a poco iban modelándose en humano ritmo y tomando vida de prodigioso canto, ansioso del angelical ritualismo de labios femeninos o de varoniles voces. Una etapa pasional. Una confesión a lo infinito en el claustro sagrado de su hogareño retiro. Volvieron a sonar recios los golpes, duros, broncos, amenazadores; el corazón de Cristóbal Ojeda, el músico que nada tenía que ver con la revolución, no alternó su ritmo, siempre sereno; allá ellos… la revolución no tenía nada que hacer con él ni él nada con la revolución… en las calles, en los tejados, en las lomas retumbaba el estallido de las granadas, y descargas de fusilerías derrumbaban la puerta allanó el espiritual retiro del compositor la dama de blanco, Misia Guadaña, plomo convertido en balas buscaron ávidos al pecho de Ojeda : cayó sin vida y de su cuerpo aún tibio se desprendieron las postreras notas del pasillo y cogidos de la mano con su mano de artista que elevaba el vuelo al más allá, se alejaron entristecidas a peregrinar inquietas entre los místicos musicales de variado repertorio que nos legó… Mataron a Cristóbal Ojeda… como estampido de cañón retumbó la noticia en las barricadas y trincheras de uno y otro bando… como reguero de pólvora se esparció la lúgubre noticia … Han matado al compositor Ojeda, el de ALMA LOJANA , serían los constitucionalistas? Serían los compactados? Quién sabe, mas, insisto en creer que fue la venganza aleve y cobarde o hasta la equivocación más terrible, pero lo cierto es que


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uno y otro lado se lloró, hubo lamentos y el pasillo se hizo más sufrido… el alma del pueblo quedó en suspenso… Unrietus de angustia y rabia quedó haciendo cabriolas con los pechos para salir convertidos en profundo suspiro. ALMA LOJANA, el pasillo de la lojanía prendido un crespón del propio canto, las callecitas lojanas sintieron ese día, uno de los cuatro nefastos, el silencioso paso del compositor que las recorrió atisbando la celosía y los vitrales donde dos gotas rojas se desprendieron de una indeleble señal que a tiempo se había grabado en ellos. Las bellas lojanitas sollozaron por su cantor asesinado. El Zamora aumentó su cauce y arremolinó su furia invadiendo las orillas, remojando los sitios en los que Ojeda se miraba en las aguas del río… Ha muerto su cantor, el que llevó los rumores de sus hondas, el susurro del viento al cruzar el follaje de los sauces llorones, el trinar de los pájaros, el cariño de una mujer lojana, el alma limpia y emotiva de un pueblo, vertidas en la música de un pasillo transparente. Diáfano y querendón como verdadera ALMA LOJANA. Y no solo fueron los dominios del Zamora quienes lloraron su muerte, lo lloraron los que aman y cantan su música, nuestra sentida música nacional189.

189. Rentería Gálvez, Leonardo. “Ronda de pasillos”. Recorte de periódico. Archivo de Inés Dávila Tinajero.


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Cristóbal Ojeda Las tumbas que aguardan con sus fúnebres ramos. Las tumbas que aguardan con sus lirios morenos; las tumbas que aguardan con sus mármoles fríos, con sus tierras de olvido. Olvido que nunca concluye, olvido sin luz ni palabra. Todos los días nuevas tumbas se abren para guardar en sus cofres de hielo y espanto nuevas vidas que ayer fueron y hoy no lo son. Nuevas vidas con todas sus promesas, con todas sus esperanzas ¡Oh! “el espanto seguro de estar mañana muerto”. Hoy se cumple un año en que una tumba se abrió para recoger los restos mortales de Cristóbal Ojeda. Cristóbal Ojeda el joven artista que cayera al golpe rudo de las balas, del plomo inmisericorde que fundió una vida en la fragua de la nada: En la fragua de la nada se fundió una vida que tuvo alma de artista y corazón de niño. Ojeda pulsaba la lira con arte y maestría; y, al pulsarla, las notas brotaban, las notas vibraban como vibran las noches de luna; como vibran los recuerdos y memorias en las horas de AMOR. Cuando las manos finas y ágiles de Ojeda tocaban las blancas teclas del piano, parecía que los luceros tiritaban de emoción, las estrellas pestañaban, embargadas por aquella musicalidad tierna, dulce y delicada y los lagos de los cielos azulosos abrían sus cortinas para dejar llegar notas hasta el Increado en ondas y giros cual volutas de nácar.


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Musicalidad tierna, dulce y delicada que fluía del hondo de su corazón de niño, de su corazón de oriente, de su corazón de mago, eran tan dulces, tiernas y delicadas sus notas - arpas llorosas - que podía formarse fácilmente una lágrima la que recogida en una pluma se podía escribir en el ALMA. Las producciones de Ojeda muy pronto pasaran las fronteras de la Patria ecuatoriana, como muy pronto pasó su alma de artista en su corazón de niño a las tumbas heladas del olvido. Este joven artista nos ha dejado muchas producciones que hoy se las repite con bastante amor, con bastante cariño. Ellas son piezas musicales de nuestro vivir y sentir nacional. Y no solamente cultivó las notas musicales, sino que ha dejado inéditas unas cuantas poesías que convendría se las haga conocer. Muere Cristóbal Ojeda y las notas musicales de la tierra ecuatoriana se visten de duelo. Hay razón para ello porque los artistas, los escritores, los poetas, los soñadores de la gloria, jamás deben morir. Ellos son a manera de lámparas votivas que iluminan el sendero por donde otros hombres de esta vida deben marchar cargados siempre del maletín de los ensueños a la espalda y atados fuertemente con rayos de luz. De allí que en la tumba de Cristóbal Ojeda que tuvo un alma de artista con corazón de niño deben florecer las siempre vivas junto con el ideal y junto con el AMOR!!190.

190. Navarrete Bravo, Luciano. “Cristóbal Ojeda. Alma de artista y corazón de niño. Las notas ecuatorianas han estado de duelo”, en: Diario El Comercio, Quito, 30 de agosto de 1933, p. 3.


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En la Tumba de Cristóbal Ojeda Dávila Parece mentira que la muerte haya arrancado tan miserablemente la vida de uno de nuestros mejores cisnes: Cristóbal Ojeda Dávila. A los veinte años de edad se marcha del bullicio del mundo dejando recordaciones tan gratas, que en el corazón de quienes tanto supimos apreciarlo, no podrán morir fácilmente, se ha ido para siempre aquel gallardo joven que desde niño sintió latir en su cuitado corazón los mágicos arpegios de la música, se ha hundido un sol en el ocaso; se ha esfumado un astro en el espacio: se ha eclipsado una esperanza que un día no lejano espigaría orgullosamente en la bendita cúpula del Arte. No ha transcurrido muchos días que desde las playas que besaban las riveras del hondoso Guayas, iniciáramos por cartas una correspondencia que debería unirnos en una amistad estrecha y cordial hasta que las garras invencibles del destino lo han sorprendido inesperadamente grabando en nuestros espíritus un amargo paréntesis de dolor.


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Sangre ecuatoriana. No me olvides. Sentirme solo, y muchas otras de sus sentimentales y exquisitas producciones, sabrán consagrar y ennoblecer su nombre. En ellas se evocan fielmente al amigo que con su desaparición deja huellas de blancas expresiones, cual a su paso deja en el piélago el navío: Oh! Cristóbal, hacer la biografía de tu nombre en estos momentos en que el dolor embarga nuestras almas y paraliza las funciones volitivas de nuestro cerebro, sería tarea superior a nuestras fuerzas. Hoy solo queremos dejar en el sarcófago que guarda tu cadáver las postreras frases de nuestro sincero afecto que hasta última hora tuvimos y tendremos para tu persona, con quien las Pareas se han mostrado tan crueles. JUSIMENPAL191

191. Recote de periódico, Montecristi, lunes 7 de noviembre de 1932. Archivo de Laura Barrezueta Dávila.


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Remembranzas artísticas Cristóbal Ojeda Dávila Tal es el nombre escrito en el inclemente epitafio que se devora una de los mejores artistas de la música autóctona, para probarnos lo inestable de la gloria y de las doradas ilusiones y esperanzas, marchitadas al frío de la aurora Se fue Cristóbal, más su sonrisa de arte sigue iluminando con júbilos matinales el alma delicada de nuestros artistas que cual joyel de armonías guarda su música tesoro de belleza y poema inextinguible. El alma del artista es triste, por eso en cada una de sus notas armoniosas, está su gran corazón, pleno de belleza lánguida, dulce y empapada de poesía, adormecida por los arranques de dolor hecho melodía y amor, con sus acordes de modular dulcísimo. Y es por eso que al atardecer un día sereno cuando el sol ocultaba sus destellos, sus ojos soñadores miraron las hojas mustias de un rosal florecido. Al ver las rosas y las hojas secas igual que las ilusiones marchitas al frío del sufrir…..; ya que al nacer éstas murieron, quiso dar el lenguaje propio a sus sentires y con lágrimas de su corazón y de sus ojos, compuso la primera pieza musical llamándola “HOJAS SECAS”. Luego cada una de sus composiciones musicales ha sido episodios dolientes de su fugaz y corta vida


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que fue empapada en una perenne estela de dolor que eleva, sublimiza y engrandece para inmortalizar al artista. Nadie hasta aquí le ha igualado en la forma, expresión y modalidad en cada una de sus producciones. Del pasillo ecuatoriano fue el maestro inimitable de una nueva escuela. Muchos han procurado imitarle otros han plagiado sus obras, y lo peor… algunos le han usurpado sus producciones…. Teniendo el cinismo de anunciar por radio los nombres como creación propia de ellos… No solo compuso el valse, pasillo, tango, romanza, etc., sino que además, a muchas de sus composiciones musicales les dotó de la letra adecuada, melodiosa y cristalina: Joven soñador y visionario, tuvo en la música la caricia de sus ambiciones, cuya visión encantadora y hechizante fueron los deslumbrantes premios conquistados para la Patria en el Concurso de Arte Internacionales, cuyos laureles coronaban sus ensueños y su corazón para arrancar de sus manos, nuevos y acariciadores preludios producidos por el teclado del piano192.

192. Recorte de periódico s.f. Archivo de Inés Dávila Tinajero.


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Cristóbal Ojeda Dávila Parece que fue ayer, cuando la contienda fratricida paseó sus huestes en la muy noble y muy leal ciudad de San Francisco de Quito, llevando a muchos hogares, luto, dolor y miseria. Ah trágicos cuatro días! Y con ellos la prematura desaparición del siempre bien llorado y delicado artista Cristóbal Ojeda Dávila. Murió para el mundo material, pero, vive y palpita en el espiritual. Sus obras significan la continuación de esa existencia tan sensitiva, nostálgica y soñadora. “Hojas secas” su primera producción, constituye, si así cabe decirlo, la clave de su vida: este tango descorrió el vuelo de sus secretos anhelos y fue la pauta de sus posteriores inspiraciones. Cristóbal Ojeda Dávila, pasó por este mundo como una exhalación. Su vida tan corta, pero tan fecunda, dejó un reguero de perfumes musicales inolvidables. El artífice del pasillo, lució sus galas de poeta músico, embebido en la fuente de la inspiración. La bondad de su alma, la nobleza de su corazón, eran los atributos distintivos del joven compositor, y esas modalidades poco comunes, lo distanciaron del mundanal


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ruido, en que, para convivir, hay que ser todo lo contrario y permanecer disfrazado con la careta de la bondad y la sonrisa fingidas, y por eso, porque Cristóbal Ojeda era un ser superior, tenía que vivir en esferas superiores. Su fe religiosa, su madre y la música, fue la trilogía de amor de su vida, triste por vocación, pero con esa tristeza que eleva y sublimiza, porque su espíritu superior no encontraba asidero en la pequeñez de la tierra. Los años con su incontenible marcha nos van separando ineludiblemente del tiempo mismo, y es por eso que digo: parece que fue ayer. El 31 de agosto del año que recurre, día fatal en el calendario de los recuerdos, se cumplirán trece años de la muerte del joven artista. Su alma aún vaga por los rincones de su predilección, porque como todo quiteño, amó a su ciudad natal. Refresquemos su recuerdo repitiéndolo con unción ante su tumba, el título de su último pasillo que compuso: “Tan cerca y tan lejos”… Galo Villagómez193

193. Villagómez, Galo. “Cristóbal Ojeda Dávila”, en: Revista Cantares, Año I. No.5. Quito, 1945, p.16


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Cristóbal Ojeda Dávila Que breve han trascurrido las horas el IV aniversario del fallecimiento del joven y gentil artista Cristóbal Ojeda Dávila. La muerte que les sobrevino por acto criminal de un delincuente que luego cayó en Presidio aplastado por la vendetta pública no ha podido empalidecer en la muerte de los ecuatorianos el recuerdo inolvidable del prematuro Músico y poeta que llegó a ser un ídolo. Los genios no mueren: Su Númen que vibran y pasan inflamando la cielos del arte clareando el azul. dolor, armonía, nostalgia y amor. su corazón.

perdura a través del espacio y del tiempo. Son astros tierra de color y luz; son focos eternos que rielan los Cristóbal Ojeda fue un genio que vertió en sus notas Derrochó a raudales su melancolía a las sonrisas de

Cristóbal Ojeda, auténtico Príncipe del Pasillo Quiteño, condensó en sus arpegios las inquietudes y anhelos del alma americana. Niño aún comienza a llenar los ámbitos de armonía que hiere el alma colectiva y exalta en ella el sentimiento de libración. Nadie sabe quién es el autor de aquellas notas melodiosas y amargas, como el nirvana en las que se advierte cierto fulgor beethoviano la curiosidad inquiere y descubre que todo ello proviene de un niño que ha dado el primer paso hacia la aurora de la adolescencia. Desde entonces, una aureola de admiración nimba la frente del precoz artista, que sigue el curso de una vocación irresistible.


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Hasta que ya dueño de una mejor técnica, siempre hondo, vernacular y sincero, alcanza expresiones espirituales que sintetizan maravillosamente el sentimiento colectivo y superponen y destacan al autor de modo especial. Si la música de cada tiempo revela con exactitud el estado de alma de un pueblo, Cristóbal Ojeda tuvo el poder de expresar en la suya las tremendas angustias y rebeldías vividas por ésta infortunada nación ecuatoriana. En Cristóbal Ojeda hay que penetrar más allá de sus alegrías: hay que sentirle en sus ritmos de arranque lírico, en que el espíritu de rebelión y lucha está marcando el sendero que deberían seguir los hombres que quieren redimirse. La población ecuatoriana amó a Cristóbal Ojeda porque vio en él su mejor intérprete, porque nadie como él, hizo trascender en sus notas admirables las torturadas angustias de un pueblo largamente condenado a soportar el suplicio de Tántalo. Por esto, la mayor parte de sus motivos musicales -que ha alcanzado todos los medios de divulgaciónserán preferidos con igual fervor a través de los niños; por esto, la generación presente y las venideras guardarán el cariñoso culto de su memoria, con el fanatismo con que admiran y veneran a sus santos y sus mártires. Pablo Haber194

194. Haver, Pablo. “Cristóbal Ojeda Dávila”, recorte de prensa, Quito, 1936. Archivo Laura Barrezueta Dávila.


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Cúmplese hoy cuarto aniversario de la muerte del artista Cristóbal Ojeda Dávila Se cumple hoy el cuarto luctuoso aniversario del prematuro fallecimiento del juvenil artista quiteño, Cristóbal Ojeda Dávila, víctima inocente de la intemperancia política que desató la batalla de los cuatro días en las calles de esta ciudad. El furor partidista cegó aquella existencia preciada cuando apenas completaba los 22 años y se iniciaba en la brillante carrera del arte musical, obteniendo merecidos lauros y la admiración de cuantos escucharon las melancólicas notas de sus aires serraniegos. Una bala fatal traspasó su cerebro y acalló para siempre su astro musical. Fue Cristóbal Ojeda un artista de naturaleza y de temperamento. Recogió en su inspiración toda la exquisita sensibilidad del alma nacional, que reflejó con admirable propiedad en sus cadenciosos pasillos y yaravíes que merecieron la reproducción de los discos de la Columbia y recorrieron todas las latitudes transportando la emoción de nuestras serranías, mezcla inconfundible de misticismo y melancolía. Desde muy tempranas horas Ojeda demostró sus raras aptitudes para la música. El ambiente selló su dirección musical. Cuando niño en la hacienda que arrendaba su padre, doctor Ramón Ojeda, en las cercanías de Saquisilí, gustaba ya entonar los tristes sones de la quena y el rondador.


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A los trece años de edad ingresó al Conservatorio de esta ciudad para orientar en forma técnica sus innatas cualidades. Se especializó en el difícil manejo del teclado del piano y siempre supo destacarse como el alumno distinguido y aprovechado. Adelantándose a los años y el aprendizaje, antes aún de dominar la nota, compuso su primera obra Hojas Secas. No se contentó con el piano y a poco andar sabía ejecutar varios instrumentos en el escenario. A la lira acompañó la afición literaria espontánea y tierna. Al propio tiempo que de la música fue el autor de las letras correspondientes, de varias de sus composiciones. Dejó inédito un opúsculo de versos y prosas líricas con el simbólico título de “fragmentos de mi vida”. Fue en suma, un artista de verdad, por cultivo y por carácter, con horizontes de amplias esperanzas para el porvenir. Por desgracia nuestra, muy temprano se truncó su vida y su inspiración. El mundo artístico nuevamente se vistió de luto para acariciar el recuerdo del inolvidable compañero, que cayó en el comienzo de su luminoso camino en (?) de la fatalidad. A.D.T.195

195. Alfonso Dávila Tinajero, recorte de periódico, Quito, 1936. Archivo Inés Dávila Tinajero.


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Cristóbal Ojeda Dávila Se fue cuando aun no se apagaban los últimos fulgores de su aurora. En la mañana de la vida enjarció su barca, desató pulcramente las amarras y, se alejó en su mar azul, intensamente azul, cantando al son de las marinas brisas su eterna melodía con sabor de llanto, de ilusión de nostalgia y de amor…… Se fue pero sobre las tersas ondas quedó su estela blanca como un reguero de luz, y en el éter siguieron vibrando sus cantos como pedazos del alma que dejara prendidos en los espinos de su senda perfumada. Cristóbal Ojeda vive en cada una de sus notas plenas de infinita tristeza de sus pasillos, que tienen la llave de oro del corazón, en donde brotan las fuentes bullidoras del dolor hecho llanto en los ojos que riegan la delicada flor de su recuerdo, conservándola siempre en primavera, fresca y aromosa. Había sentido desde la cuna la dulce influencia de su madre, mujer inteligente y tierna, que despertó en su alma las ilusiones, dormidas, como banda de palomas, en el árbol frondoso de su fantasía. Ante la vida inhóspita y envenenada, él se fingió una senda de paz, de felicidad y de amor, abierta en medio de un mundo lejano a todo lo que sea malevolencia y descrita por dos hileras paralelas de rosales entre cuya ramada colgaran, sus nidos los ruiseñores. Por ahí quiso hacer sus jornadas de ascensión hacia las cumbres, embozándose del sol, vistiéndose de luz y ebrio de paisajes, redimiendo a la humanidad con torrentes de armonía y predicándole el evangelio del Arte, la religión de la bondad y la misión del llanto. Su alma diáfana, de blancura de lirio, pedía ambiente de jardín donde abrir su corola y difundir el perfume. En su cerebro fulgió como una pirotecnia un castillo de ensueños. Pero la realidad le hizo despertar bien pronto para


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abocarle al borde del abismo de la vida y hacerla contemplar en su aridez sombría, en sus zonas bajas y frías, en su desolado espectro de campo santo cubierto de sauces, de tumbas de cruces. Entonces se volvió triste el poeta de la música del dolor en la que encontró la mejor expresión de su propicio ser. No que haya sido un pesimista enfermo, sino que su espíritu superior encontraba tan pobre y pequeña la tierra, tan menguado el patrimonio del mortal, que se sentía triste por vocación, por psicología, por arte. Tenía que buscar una puerta de salida por donde verter esta inefable tristeza. La encontró en el divino Arte, que fue la idolatrada Eurídice de aqueste Orfeo. La música le dio al cabo la felicidad de poder desahogar su corazón. “Si hay en mi algo de inspiración-dijo-, más que orgulloso, me he sentido feliz, aunque esa felicidad me ha hecho llorar muchas veces”. Una tarde de arreboles, cuando el sol moría trágico y grandioso tras el último candil del horizonte en el retiro de un bosque umbrío poblado de armonías, sus ojos, grandes y soñadores se toparon con la tristeza de unas hojas mustias. Se le colmó de angustia el corazón al ver simbolizadas así las ilusiones que florecen y presto se marchitan escaldadas por el llanto, y, abriendo los diques al sentimiento, compuso con lágrimas ardientes su primera pieza musical: el tango “Hojas secas”. Después, cada una de sus creaciones fueron capítulos dolientes de su historia que es preciso oírlas llorando para escribir su biografía. “Todas me recuerdan-dice- un pasaje de mi vida, un dolor inmenso que pasó dejando en ellas, empapados de tristeza, los latidos más angustiosos


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de mi corazón”. En sus pasillos nos ha dejado el alma hecha pedazos y sus ilusiones deshojadas y marchitas; en ellos palpita y se desangra su corazón. Comprendió como pocos aquella fina observación de Pedrell: El campo de acción de la música es el alma, solo el alma”. Por esto, sus composiciones llevan el sello de lo elevado, sublime y tierno, como floración de un espíritu que navega por regiones desconocidas y de un alma que sabe paladear la hiel de la amargura de la vida. Casi nadie le igualó en la forma y expresión que supo grabar en cada producción suya, Y no solo no tiene rival en el pasillo sino también se muestra maestro en el tango, la romanza y el valse. Quito, al desaparecer este genio en tan temprana edad, perdió un cantor sublime, un artista consagrado y una esperanza segura, llena de grandeza y realidades sin cuento. Sin embargo, al irse para siempre de nuestro lado, su separación es casi imperceptible, su ausencia no se la nota, pues está con nosotros, vive con nosotros, en su música, en sus obras y en sus enseñanzas. Tiene muchos discípulos y seguidores. El grupo “Cristóbal Ojeda”, que aparece hoy ante el público es un ejemplo. Joven a quien sonreía la vida hecha promesa, ilusión, amor, y gloria; llevando en la cabeza un colmenar de ideas y de sueños, en su corazón, una fuente de bondades y en sus manos un tesoro de armonías cuando pasaba acariciadoras por el teclado, sin carecer de nada de lo material; amante y amado de una madre singular, por no sé qué misterio fue el genio dulcemente amargado por una secreta nostalgia y sus ojos, grandes como su pena casi siempre estaban húmedos de llanto y vagamente perdidos en una lontananza azul como si esperara la aparición de un ser que amaba con delirio sin siquiera saber su nombre. Por eso que su música, escrita de los quince a los veinte


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y dos años, es un grito y una plegaria, un surtidor de lágrimas irisadas sobre el dormido cristal de su laguna interior festonada de lotos. “La vida se manifestó siempre cruel conmigo-contestó a quien le preguntaba porqué a los 19 años producía música tan triste-; desde mi niñez he llorado mucho”. Chopin, “el músico que llora”, le cautivaba invenciblemente; en la agonía dolorosa de sus notas hay algo, hay mucho del romántico autor de la Marcha Fúnebre. Así, bien se comprende que no tuviera apego a la vida. “La vida renuncié siempreconfesó-, comprendiendo que no merece vivirla”. Ni tampoco el mundo era digno de él. La fuerza expansiva de sus dolores y anhelos rompió al fin, tenía que romper, el ánfora trizada de su corazón. El plomo fatal que le quitó la vida no fue sino el misterio que ejecutó sus deseos, aun a trueque de dejar envenenados de dolor todos los días de su adorada madre…… El poeta del pasillo tuvo una trilogía de amor en su culto; su madre, la Música y el Cielo. Pasó por la tierra como ave emigratoria que se detiene a descansar en el ramaje yerto, y se perdió en el confín del Cielo. Su madre ha quedado señalando con los ojos arrasados la ruta de luz por donde se alejó hermoso y dolorido, esperando en cada momento volver a encontrarlo, porque le siente vivir junto a sí, tan cerca y tan lejos, como el título del último pasillo, que compuso para ella el 23 de julio del año de su trágica muerte. Pero nos dejó su música, que sigue llorando sus íntimos dolores y cantando sus ansias infinitas y sus infinitas ilusiones de hombre…… Con ella nos es dable expresar también nuestros anhelos y consolarnos llorando en aquellas horas sin nombre en que nos conocemos nacidos mas para sentir que para vivir, según aquella sentencia del viejo poeta francés Pirón: ¡ Ay!, para lo que sentimos, ¿Qué importa lo que somos?196.

196. “Cristóbal Ojeda Dávila”. en: Revista La Buena Esperanza, Quito, agosto 21 de 1942.


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Fragmentos de mi vida ...Lo entrego a la inquietud y al desdén de los hombres con alegre tristeza con dolorosa complacencia. Es sangre de mi corazón estremecido, cristal trizado de mi juventud y vino caudaloso de mi espíritu. Hugo Alemán


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Cristobal Ojeda Davila, instantánea en la calle Chile y Benalcázar. Archivo Inés Dávila Tinajero.


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amentablemente fueron pocas las producciones literarias que pudieron salvarse del tiempo, el olvido, la desidia. Según mi recordada interlucutora Inés Dávila Tinajero, con quien tuve enriquecedoras entrevistas de 1995 a 1997, fueron muchas obras que se perdieron tras circunstancias difíciles de la familia. Recordaba que cuando el Ilustre Municipio de Quito, expropió su casa de la Chile e Imbabura en 1956, optaron por deshacerse de muchos enseres que consideraban inservibles, entre ellos cartones, con “papeles viejos”197 que ya no cabían en la nueva morada en la que vivirían los próximos años. Pero hubo un hecho más grave que se cometió cuando un familiar político luego de separarse de uno de sus hermanos hizo, sacó las pertenencias de su ex¬-esposo al patio de la casa y ordenó a un sirviente que las prendiera fuego. Allí, nos decía Inés Davila, desaparecieron para siempre muchas de las producciones musicales y literarias del maestro. Varias de ellas se perdieron antes de ser musicalizadas por su autor, cuando los momentos difíciles que acompañaron a la familia a través de su trajinar doliente, en su mundo de espinas. Esas espinas que impregnadas están en cada una de las producciones poéticas y musicales de Ojeda. Su “Fragmentos de mi vida” se fueron deshilando mientras pasaban los años y los tesoros que celosamente guardaba su madre, fueron desapareciendo, no sólo cuando en una noche de tormento de su hijo mayor, Jorge, fueron destruidos convirtiéndolos en material que fue entregado al basural de la quebrada de “Sanguña” que pasaba por detrás de la casa; sino que también, los familiares a quienes llegó parte de ese archivo amoroso de Leonor, fueron perdiéndose y hasta lo incineraron, quizá para no tener a la mano los tristes recuerdos del personaje más amado de los Dávila Tinajero.

197. Inés Dávila Tinajero, conversación con el autor. San Rafael, 1996


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Flores Tristes ¿Quieres ver la tristeza de los jardines míos? ¿quieres mirar al fondo de mi alma adolorida,? dime ¿no te dan miedo los abismos sombríos y la tumbas calladas donde se hundió la vida? ¿No temes que la blanca floración de tu huerto despliegue su negrura la flor de mi tristeza que las duras espinas de mi árido destino se rieguen en tu senda de alegría y belleza? Almita sensitiva ven y mira hasta el fondo que yo abriré el abismo de mi melancolía y tus ojos curvosos mirarán lo más hondo del inmenso dolor de mi vida sombría. Tan solo veras tumbas y flores marchitas porque murieron todas mis blancas ilusiones al soplo enfurecido de ráfagas heladas y al golpe formidable de traidores ciclones. Bajo el frondaje oscuro de la desilusión voy silenciosamente llevando mi dolor un inmenso vacío sobre mi corazón y un doliente recuerdo de un infinito amor. Por eso hay en mis labios ese silencio eterno es el beso que puso sobre ellas la amargura es el frío infinito que ha dejado el invierno que nevó mi camino con su fría blancura. Cristóbal Ojeda D.198

198. Manuscrito. Archivo de Inés Dávila Tinajero.


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“ TA N C E R C A Y TA N L E J O S” Cristóbal Ojeda Dávila

Esperanza Esperanza: Eres flor, flor que en mis horas tristes y en mis quebrantos tú das consuelo …. Esperanza: Eres flor Flor que envenenas almas cuando tus ojos dicen tristezas dulces y tristezas vagas Para ti yo cantaría la elegía triste para ti yo cortara margaritas muy blancas. Para que tú me recuerdes ya lejos de estas playas, al corazón doliente que a tu belleza canta …

Cristóbal Ojeda D.199

199. Mecanografiado. Poema para pasillo del mismo nombre. Archivo de Inés Dávila Tinajero.


213

Ven Dedicado a Isabel Dávila Ven a la sombra azul de las palmeras, lejos del mundo y sus horribles lazos, loco de amor te estrecharé impacientemente, hasta dormirte en mis ardientes brazos. Ven: hallarás en mí dicha y amores, cuando tu mente en sueños crea, en oasis de palmeras y de flores que al suave aliento de la brisa ondea. Ven: disipa mis lúgubres nojos, ven, alma ven, que en ti mi amor se encierra, y si quieres soñar cierra los ojos, que yo te arrullaré cantándote al oído las estrofas más dulces de mi tierra, y cuando nuestra vida lentamente se extinga como música lejana, enlazados entonces dulcemente dormiremos eternamente en la noche infinita de la nada.

Cristóbal Ojeda D.200

200. Manuscrito. Poema para pasillo del mismo nombre, conocido popularmente también como “Palmeras”. Dedicado a su prima Isabel Dávila. Archivo de Inés Dávila Tinajero.


214

“ TA N C E R C A Y TA N L E J O S” Cristóbal Ojeda Dávila

Flor de un día Va entre sombras y luz mi pensamiento, va entre amor y dolor mi corazón, verte es mi bien, no verte mi tormento, y el verte es ¡ay! Para decirte adiós ser feliz lo que dura una mirada, ser nuestro amor secreto de los dos; y no poder el alma enamorada ir a ti en alas de mi triste adiós. Ser tuyo mi corazón y amando tanto darme solo un relámpago de amor, en este incesante y enamorado canto, solo escuchar la nota del adiós. Mi bien, si me amas tú, si me adivinas, responde en las tinieblas de mi voz; cíñeme así de rosas y espinas, pero dame algo más que tu triste adiós. Cristóbal Ojeda D.201

201. Manuscrito.

Poema para pasillo. Archivo de Inés Dávila Tinajero.


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Para ti

Para ti he vendimiado, vino de mis viñedos, hice para tu gracia una rima otoñal en la milagrería de mis ensueños ledos, para ti nació triste, mi mejor madrigal. Si tú me quieres mucho, yo por eso te adoro yo con mis ojos tristes, tú con tus rizos de oro, pero esta pena oculta, nunca podrás quitarme. Por eso vivo triste, por eso vivo enfermo pero esta pena amarga, nunca podrá quitarme.

Cristóbal Ojeda D.202

202. Mecanografiado. Poema para pasillo. Se lo conoce más con el título de “Viñedos”. Archivo de Inés Dávila Tinajero.


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“ TA N C E R C A Y TA N L E J O S” Cristóbal Ojeda Dávila

Yo no se si te quiero Yo no se si te quiero, tú lo sabrás sólo se que me muero donde no estás y un tirano invisible dentro de mí, murmura es imposible vivir sin ti. Bástame solamente considerar que lo que tu alma siente lo siento al par, si es así como se ama o es amistad mi corazón lo llama felicidad. Llámame como quieras tesoro mío por formas o maneras yo no porfío. Amigo, hermano invoca, o amante fiel Cualquier nombre en tu boca se vuelve miel .

Cristóbal Ojeda D.203

203. Adaptación del poema del mismo nombre que pertenece al poeta colombiano Rafael Pombo, fue utilizado para componer la zamba “Yo no se si te quiero”.


217

Yo no se si te quiero

Cuando estoy á tu lado Ya nada ansío Cuanto Dios ha creado Pienso que es mío Todo, todo lo encuentro Donde te veo, Porque tú eres el centro de mi deseo. Bástame solamente Ver y palpar Que lo que tu alma siente Yo siento al par. Sí es así como se ama, ó es amistad, Mi corazón lo llama Felicidad Llámame como quieras, Tesoro mío, Por nombres y maneras Yo no porfío. Amigo, invoca, Ó amante fiel: Cualquier nombre en tu boca Se vuelve miel. Sólo uno hay que mi orgullo Preferiría; Ser <tuyo>, y siendo tuyo Llamarte <mía>. Que un tirano invisible Dentro de mí Murmura: es imposible Vivir sin ti

Rafael Pombo204

204. Poeta colombiano que fue diplomático en nuestro país a finales del siglo XIX.


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“ TA N C E R C A Y TA N L E J O S” Cristóbal Ojeda Dávila

Pobre de mí Pobre de mi para el dolor nacido es mi vida tormento prolongado Nadie ha sufrido lo que yo he sufrido porque soy como nadie desgraciado. Pobre de mí sin esperar venturas, triste vegeto en aparente calma, y al recordar mi historia de amargura, me duele el corazón, me oprime el alma. Pobre de mi las horas que pasaron, horas de luto y de pesares fueron, y las horas que aquellas, me brindaron, saturadas en lágrimas vinieron. Pobre de mi, fatalidad sombría me persigue doquier amenazante y en las horas postreras de agonía es un nuevo martirio, cada instante.

Cristóbal Ojeda D.205

205. Manuscrito. Poema para vals. Archivo de Inés Dávila Tinajero.


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Ayes Atormentado por un doloroso y secreto pesar me quedo aquí solo, en medio de sarcásticas carcajadas, donde los hombres y aquellos corazones endurecidos se alegran del mal de aquellos seres que han sufrido tal vez desde los primeros albores de su existencia, y se burlan y se alegran del llanto, de aquellos desolados corazones que sufren. Tú dulce virgencita, existías aún cuando el martirio y el dolor anegaban nuestros corazones, cuando llenos de angustia y de ternura llorábamos, si llorábamos sin que ninguna criatura piadosa recoja nuestros amargos sollozos. Tú la estrella de mi vida no existes? Me has dejado que yo solo lleve aquella cruz que a los dos nos parecía difícil de llevarla? Mira, ya que a este siniestro lugar he venido a visitarte donde la despedida muerte puso fin a tus dolores, recibí al menos este manojo de rosas que ellas simbolizan la angustiosa tristeza de mi alma.

Cristóbal Ojeda D.206

206. Archivo de Inés Dávila Tinajero.


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“ TA N C E R C A Y TA N L E J O S” Cristóbal Ojeda Dávila

Perenne Fiebre que exaltas el ser, Floración de la memoria, Rubios anhelos de gloria En eterno amanecer; ¿Porqué no se alcanza a ver De donde nace ese sueño Que del alma se hace dueño, Que la inflama y esclaviza, Que luego la diviniza Si no desmaya en su empeño?

Cristóbal Ojeda D.207 Loja, noviembre de 1929

207. Diario El Heraldo del Sur, Loja, domingo 17 de noviembre de 1929, p. 2.


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Solo... Al travez de mis lágrimas miraba los sirios que velaban tu cadáver…… esperanza, tu muerte ha hecho más densa aun la soledad de mi vida, el secreto de mi alegría estaba en ti, tu dibujabas la sonrisa de mis labios; ahora me legas como una herencia fatal, el recuerdo imborrable de un dolor, sin nombre; como un canto triste y lejano, viene hasta mí el recuerdo de tus caricias de madre, y, al verme abandonado, solo, como una paloma en el yermo, corro desalentado en tu busca, te llamo, creo soñar que te miro, pero me despierta pronto la realidad de mi dolor, y la vista de tu nombre escrito con letras de muerte en una lápida solitaria, anega mi alma de un profundo abismo de amargura... En el silencio de la noche, cuando las calles estén cubiertas de luto, y el monótono ruido del mundo se haya extinguido, con mi dolor taciturno, visitaré la tumba en que tu duermes, allí, junto a tu fosa, desahogaré mi corazón en lágrimas, este pobre corazón cansado, gritaré, y mi grito y mis lágrimas, serán desesperados, tendrán la suprema angustia del que nada espera ya, y talvez… esperanza, cuando el sol mate la noche encontrarán un cadáver mas velando tu sepulcro Cristóbal Ojeda D.

208

208. Diario El Heraldo del Sur. Loja 22 de diciembre de 1929, p.2.


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“ TA N C E R C A Y TA N L E J O S” Cristóbal Ojeda Dávila

Evocando a Cristóbal Ojeda -Los amigos poetas-


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E

n esta sección queremos entregar una muestra de los homenajes literarios que, luego de la muerte de Ojeda, sus amigos de arte, vertieron sendas páginas de sublime veneración al artista que acongojados por su temprana partida entregaron para la posteridad.

Sergio Mejía Aguirre, es el recordado compositor del pasillo “Negra Mala” que tanto furor causara en los años 20, que según sus propias palabras es “una queja, un reclamo de amor, el reproche a la ingratitud y el olvido….”209. Nació en Cayambe ca. 1895 pero tempranamente se radicó en Quito, donde ejerció la profesión de fotógrafo. Su iniciativa empresarial hizo que instalara dos hoteles en el sector de la Plaza del Teatro llamados “Guayas” y “Quito”210.

Este sitio se convirtió en el lugar de reunión de poetas, escritores y artistas quienes obtaron por formar el grupo intelectual “Los vampiros”, cuyo nombre probablemente corresponde a sus largas horas nocturnas de bohemia y sus frutos están escritos en periódicos, revistas y cancioneros de aquella época. Sobre todo, la extensa producción de Mejía Aguirre. Amigo de la familia, seguía de cerca la carrera artística de Cristóbal Ojeda y su lamento, tras su fallecimiento, lo hizo llegar en una carta de pésame. Inés Dávila Tinajero, tía materna del compositor, fue quien realmente guiara al naciente artista. Desde los primeros años, ella acompañó a su sobrino en lo que sería un breve caminar por el apasionante mundo que envolviera a Cristóbal. Fue ella quien en muchos momentos, como estudiosa y practicante de la poesía, corrigiera sus obras y quien diera nombre a varias canciones de su sobrino. Insigne defensora de la autoría de temas musicales que se atribuían otros compositores luego del fallecimiento de Ojeda, escribía a las emisoras y periódicos aclarando quien era el verdadero autor de las creaciones que se difundían, -según ella-, falseando a la verdad.

209. Mejía Aguirre, Sergio. “Siluetas populares”, en: Diario Últimas Noticias, Quito, miércoles 6 de diciembre de 1961, p.17 210. Íbid


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“ TA N C E R C A Y TA N L E J O S” Cristóbal Ojeda Dávila

Nos entrega dos composiciones que brotaron en diferentes momentos de su eterno recuerdo. El primero a pocos días de su entierro, cuando no habían cesado las lastimeras lágrimas por la valiosa pérdida y el segundo a 10 años del fallecimiento de Cristóbal Ojeda Dávila. Alfredo Márquez, el poeta colombiano que difundiera la obra de su amigo en periódicos y revistas de las cuales era colaborador en Tumaco, Bogota y otras ciudades de Colombia. En la extensa correspondencia que mantuviera con la familia Dávila Tinajero211, se nota que el recuerdo por su amigo duró muchos años. Su última carta data de febrero de 1961, con la misma nostalgia, con el mismo afectuoso aprecio. Haciendo referencia al poema que aquí consta del poeta colombiano, quien recordara a su amigo y al Ecuador hasta el año en que falleciera decía: “Recuerdo que estos [versos] fueron publicados en Cali y en Tumaco. Los escribí una noche de soledad y tristeza, escuchando lejana esa música de Cristóbal Ojeda, un pasillo sentido como todos los suyos, y ejecutado en Riobamba que radiaba la emisora El Prado”212. Una gran amistad los unió. Mantuvieron constante correspondencia la misma que se prolongó cerca de 5 años. Quizá esta cordial relación se debió a que los dos personajes hospedaban sensibilidades gemelas. Si a Márquez le apasionaba la música del compositor ecuatoriano; a Cristóbal Ojeda le entusiasmaba la lírica del bardo colombiano. En estas dos expresiones hermosas del arte, los dos vertían sus tribulaciones, las mismas que llegaron a hermanarlos. Mientras que César Augusto Aguirre, según Inés Davila, fue amigo de su sobrino por varios años. Perteneció a una de las “jorgas” que frecuentaba Cristóbal Ojeda para departir con sus contemporáneos de la universidad y los grupos del naciente teatro escénico en nuestra ciudad. Su entrañable amistad queda plasmada en estos dos homenajes póstumos de su lírica.

211. El autor pudo ver muchas cartas recibidas hasta 1956 y de las cuales se le facilitó copias, luego del fallecimiento de quien las había conservado celosamente, Inés Dávila Tinajero. 212. Carta de Alfredo Márquez, enviada a Inés Dávila Tinajero.


Inés Dávila Tinajero, a la edad de 15 años. Tía materna y compañera de arte de Cristóbal Ojeda Dávila. Archivo Inés Dávila Tinajero.


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“ TA N C E R C A Y TA N L E J O S” Cristóbal Ojeda Dávila

Columna milenaria A la memoria del inolvidable artista ecuatoriano Cristóbal Ojeda Dávila. Genio de la Armonía, Oficiante divino, cuya vida es permanente explosión de cadencias, luces como el brillante lucero matutino, en la Noche sin luz de las negras conciencias. Clío te dio el tesoro supremo de su gracia, eres un río ingente de rítmicos espasmos; la música serena, de suave aristocracia, nos convulsiona el alma, con nobles entusiasmos. Tus notas son cadencia de incógnito misterio que vibran saturadas de plácida dulzura; parece que expresan tu mágico solterío en ayes palpitantes de tu alma, la amargura. Para ti las almas tiernas se elevan y refinan y en tus sones se inspira el lírico poeta, por ti se calla el necio y medita el prudente ¡Oh poder inaudito del Músico y Esteta! Sergio Mejía Aguirre213 (Músico y poeta ecuatoriano)

213. Mecanografiado y firmado por el autor. Archivo de Inés Dávila Tinajero.


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Cristóbal Ojeda Dávila El Beethoven ecuatoriano, como así lo califican por su genio musical. ¡Qué corta fue tu estadía en esta vida mortal! Fue otro Abel inmolado por una mano homicida …. Y su sangre derramada señaló un pentagrama, que cual nubes de arrebol permanece suspendida en un cielo infinito tachando de estrellas, siendo cada una de ellas una nota musical. Y así al Tedeum cantaron la falange angelical,

por esa entrada triunfal de un mártir más en la gloria y su alma hecha de arpegios de lira, en eterna melodía, quedóse vibrando en el Universo. Feliz tú Cristóbal, que pasaste en la vida Como un trino, un gorjeo y un verso. Cual ave errante alzaste tu eterno vuelo de este mísero suelo, que solo ofrenda dolores … “Tan cerca y tan lejos” fue tu última canción, cerca, en nuestras mentes y corazones, lejos aún de alcanzarte en tu celeste mansión.

Inés Dávila Tinajero214

214. Fue escrito a pocos días del fallecimiento del maestro. Aquí hace constar como le llamaban al maestro en Quito. Archivo personal de la autora.


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“ TA N C E R C A Y TA N L E J O S” Cristóbal Ojeda Dávila

A la memoria de Cristóbal Ojeda Dávila Vivir es morir a cada instante, Vivir es la muerte de los justos, Morir es vivir eternamente, Vivir es superar a los injustos. Inés Dávila T. Muchos inviernos han pasado, y numerosas estrellas brillaron en la noche de mi pena …. Cuántos soles alumbraron la alborada, para luego ocultarse en una tarde congelada! Y es así, al evocar la amarga realidad, cual deshojadas flores acuden a mi mente recuerdos tristes, sabor a eternidad, más como ofrenda se alza altiva la inmarcesible flor de mi corazón; que consagró con delirio a la querida memoria de Cristóbal Ojeda Dávila.

Inés Dávila Tinajero215

215. Según Inés Dávila, lo compusó a los 10 años del fallecimiento de su sobrino. Archivo personal de la autora.


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Esa música No atormentes mi alma, música ecuatoriana, esta noche triste, cansina y de dolor; el llanto que modula tu rondador indiano, avivará mi pena, que a tu pena se hermana: llorar por la quiteña que me negó su amor No atormentes mi alma, música ecuatoriana, con tu endecha sentida de doliente canción; que ya he llorado mucho por lo que fue mi vida; por la que es mi locura, por la que es mi pasión. En esos ojos azules, de un azul impoluto, de un azul azulado, de azulina canción, yo miré los paisajes de la tierra lejana, donde nació tu queja, que a mi pena se hermana, y naciera la ingrata, que me negó su amor! …… Alfredo Márquez216 En Colombia, 21 de enero de 1938

216. Márquez, Alfredo, en: Carta a Inés Davila Tinajero. Tumaco, 1938.


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“ TA N C E R C A Y TA N L E J O S” Cristóbal Ojeda Dávila

A Cristóbal Ojeda, con profundo cariño. Sonó en el silencio sepulcral del cementerio el golpe de la azada que se hundía y en la obscura tumba nueva boca abría poniendo al descubierto el tétrico misterio Cortó insensible, impávido y frío el escalpelo tus entrañas canoras fibra a fibra ahondando más y más el sitio donde vibran la luz del arte, el sentimiento que da duelo. Fue bala amiga la que hirió alevosa tu vida armoniosa, de azul y de infinito? O, fue vengadora, que el Dios Omnipotente cambiando el rumbo hacia prematura fosa hirió en un nuevo Abel, para en tu grito tu inocencia aceptar como el mejor presente…?

César Augusto Aguirre217 31 de Octubre, 1932

217. Según Inés Dávila el autor, amigo de Cristóbal, envió este poema en una carta de duelo a la familia. Archivo de Inés Dávila Tinajero.


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Cristóbal Ojeda D. Fuisteis flor, verso; nacido en el alba del universo

Sois nube, vuelo; en la inmensidad del cielo, sois claridad.

Fuisteis árbol, nieve, alondra, llama, palma, con blancuras en el alma.

Sois perfume, alborada, allá, en el más allá, existencia de la nada.

Fuisteis idea, ritmo; se alzó su voz y fuisteis himno

Sois paz, gozo, anhelo; descorrióse, para ti el vuelo de la eternidad.

Fuisteis dolor, saeta, soñador, fuisteis, aún más: poeta.

Sois viento, nebulosa del dolor …. Por qué no? sois ya sol.

César Augusto Aguirre C.218 Quito, IX- 1933

218. A un año del fallecimiento de Cristóbal Ojeda D. Archivo de Inés Dávila Tinajero.


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“ TA N C E R C A Y TA N L E J O S” Cristóbal Ojeda Dávila

Catálogo musical “Lo bellamente sentimental, lo romántico de verdad, no hacen sufrir a los enamorados del ideal. Yo más bien gozo, cuando el llanto de mi Yo lo traduce una canción nacida en una tristeza real…” Cristóbal Ojeda D.


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Q

uién no ha cantado, o entonado las canciones de Ojeda. Podemos afirmar que desde 1925, el pueblo ecuatoriano siente y ama las creaciones de uno de sus predilectos. Primero fueron los intérpretes populares, sus amigos de barrio, las estudiantinas, y luego las bandas militares las que pondrían en boga las canciones nacidas del alma del artista. Posteriormente, los discos harían escuchar a América Latina sus inspiraciones cargadas de ternura y romanticismo. Largo ha sido el camino desde aquel día que Pablo Guerrero, conociendo mi decisión de escribir la presente monografía de Cristóbal Ojeda, puso en mis manos una lista de lo que hasta ese año (1993), él había investigado y recopilado. Eran 34 creaciones las que constaban en el trabajo de investigación realizado por quien representa uno de los mejores, sino el mejor conocedor de la historia musical del Ecuador. Grave problema el que se me presentaba, pues había indicios de que más creaciones del maestro se habían perdido en la memoria artística del pueblo ecuatoriano. Mediante una larga y profunda investigación, fue muy grato localizar más y más nombres de canciones que constaban en discos, periódicos y revistas que adjudicaban la composición de las mismas al personaje que estudiábamos, quien pese a sus cortos años de vida, había puesto en el pentagrama una obra musical de calidad y no poco número. Resultó satisfactorio acceder al catálogo de las mismas, pues llegué a constatar que todos, o en su gran mayoría, los intérpretes populares del país, habían incluido en sus grabaciones, por lo menos una de las melodías de Ojeda Dávila. Habían escogido para sus repertorios, desde solistas vocales e instrumentales hasta dúos, tríos, conjuntos, orquestas populares, bandas sinfónicas y militares. Muy larga sería la lista de sus nombres, sólo diremos que, al acoger en sus recitales y grabaciones la música de Cristóbal Ojeda, han realizado un justo homenaje a quien respetara y amara el arte y al artista.


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“ TA N C E R C A Y TA N L E J O S” Cristóbal Ojeda Dávila

Escuchar el dúo Benítez-Valencia, a las hermanas Mendoza Suasti, a las Aguirre-Prado, etc., acompañados por conjuntos de alta calidad técnica como las que formaba Luis Aníbal Granja, u otros como los Hermanos Castro, el conjunto Rondador, la Orquesta Nacional, Los Barrieros, entre otros, es vivir todo el sabor nostálgico, triste, y al mismo tiempo festivo que tiene la música de nuestra tierra. Estos y otros artistas que hicieron furor con la música nacional en sus décadas de oro, ponían toda la pasión y conocimiento para elevar el nivel interpretativo de las canciones escritas por nuestros compositores. Escuchar Alejándose, Heridas, o Alma lojana por cualquiera de estos grandes conocedores de la música de la patria, simplemente emociona y gratifica nuestra ansiedad musical. Las canciones de Ojeda que en el decorrer del tiempo han pasado a pertenecer a otros colegas que nada tuvieron que ver en su inspiración, desmienten la realidad del valor intelectual. Así ha ocurrido con varios temas compuestos por él, a quien no le importaba mucho lo que hacían con sus obras, muchos de sus amigos, a los que facilitaba sus partituras para que las instrumentaran; dejaban pasar el tiempo y nunca las devolvían, luego aparecían con sus nombres. Creador nato como era, y sin aún poder escribir en el pentagrama, encargaba a varios músicos para que realizaran este trabajo. Así también se perdieron y cambiaron de nombre para efecto de no pago de regalías, varias de sus composiciones cuando falleció. Tampoco han llegado hasta nosotros muchas de las composiciones escritas por Cristóbal Ojeda, que probablemente fueron destruidas, una vez que malos profesionales se las atribuían. En lo personal, cuánto daría por saber cuál es el pasillo que salió a la luz con otro nombre, cuyo original se llamó Tan mía y tan ajena que fue compuesto por solicitud de su amigo, el Dr. Luis Felipe Borja (hijo).


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Lamentablemente Inesita Dávila, por su avanzada edad, no recordaba como constaba el nuevo nombre que se le dio a ese pasillo, y que lo escuchó cantar años después de la muerte de su sobrino. Ya nunca escucharemos tampoco, la marcha fúnebre que dedicara a su madre, unos meses antes del funesto agosto de 1932; la tituló: A mi madre querida, personalmente el autor se cansó de solicitar la devolución de la misma a N. Obando, otro músico que se enamoró de las creaciones del maestro. En nuestra investigación hemos constatado también que en revistas de hace varias décadas, especializadas en música, se hace constar a Cristóbal como el compositor de Amor lejano y Tu recuerdo; lo curioso es que las letras de las mencionadas canciones, corresponden a dos conocidos pasillos, estos son: Amor grande y lejano y La ventana del olvido respectivamente. Consultada su tía Inés, nos manifestó que la música de los mencionados pasillos fue compuesta por Cristóbal unos pocos meses antes de su deceso. En el segundo caso, parece que Ojeda puso el ritmo de vals a la letra del poeta Carlos Villafañe. Inesita Dávila nos decía que ella intervino en lo del título La ventana del olvido “era un nombre muy largo así que le dije a Cristobalito que mejor estaría si lo llamara Tu recuerdo, como dice una frase de la letra, lo cual le pareció bien.” Nuestra contribución para localizar lo que el pueblo ecuatoriano ha heredado del catálogo musical del compositor, ha sido ardua pero muy placentera. Hoy, el cancionero musical se enriquece con más títulos que estaban perdidos en periódicos, revistas y recortes que atesoraban mezquinos, las noticias musicales de Cristóbal Ojeda Dávila.



Los pasillos de Cristóbal Ojeda al igual que de algunos otros músicos ecuatorianos de esa época son de una estructura más desarrollada, con tres o cuatro partes; esta aseveración la podemos constatar cuando escuchamos Ojos negros, Bajo cenizas, Sentirse solo y otros. Recuerdo que, con ocasión de un Encuentro Nacional de Concertistas de Guitarra, celebrado en Quito, en septiembre de 1995, el maestro peruano Raúl García Zárate interpretó el pasillo Ojos Negros. Al preguntarle la razón de haber incluido en su repertorio de obras clásicas y populares latinoamericanas este pasillo ecuatoriano, indicó que: “Es el pasillo más hermoso que he escuchado; tiene una perfecta elaboración melódica, y consta de tres partes. Me gusta mucho interpretarlo, lo hago en todos los escenarios que visito, sea en América o en Europa”219.

219. García Zárate, Raúl. Conversando con el autor, luego de uno de sus concierto. Quito, 1995.


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Conclusiones


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L

a tarea que emprendiera a través de estos años para investigar lo que fuera una etapa valiosa del desarrollo musical en nuestro país, ha significado finalmente, una hermosa experiencia que va entregando sus frutos para un mejor conocimiento de lo que rerpesentó y significa, preservar los valores artísticos del Ecuador.

Se ha tenido que cubrir varias facetas para establecer un conocimiento cabal de lo que representó para la ciudad y la patria, éste artista soñador que se entregara íntegramente a la sublime acción de hacer brotar su esencia humana en notas musicales. Estas facetas tienen que ver con el conocimiento de la historia musical, no solo de nuestra nación, sinó también universal. Los personajes a quienes pensaba biografiar, practicaban tanto la música europea como nuestros ritmos nacionales. Esto es refiriéndome al maestro español José María Trueba, de quien la bibliografía ecuatoriana ya tiene una edición que puso a disposición del público el Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de Quito (FONSAL) el año pasado y, el músico, compositor, poéta y pianista, Cristóbal Ojeda Dávila, a quien está dedicado este estudio que es un homenaje a su entrega genuina que benefició al arte milenario de la música, la poesía y la danza.


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“ TA N C E R C A Y TA N L E J O S” Cristóbal Ojeda Dávila

No resultaba fácil identificar los ritmos que se componen y practican en esta región de América. Son tantos los que se escuchan en las regiones que componen el territorio ecuatoriano que, debía acudir a eruditos en esta materia. Felizmente, hay instituciones que hacen lo posible por mantener en sus agendas culturales, la oferta de entregar al público el derecho a educarse en diferentes materias que, orientan para una mejor conducción en los proyectos a emprenderse. Así fue cómo escogí el oportuno Seminario que indíco en la introducción de ésta obra. Fue el inicio para congeniar con la música del creador musical que tanto impactaba en mi preferencia. Sus pasillos habían acompañado mi niñez y juventud pero, nada sabía de su extensa producción en otros ritmos que llenaron el espacio artístico de una época. Más tarde conocí que había ganado una ¡Medalla de Oro! para compositores nóveles a nivel mundial. Esto quizás fue el incentivo para que decidiera entregarme a descubrir su trayectoria, la misma que hoy entregamos como un estímulo para que muchos hombres y mujeres plieguen a la hermosa tarea de mostrar al mundo, cuan valioso ejemplo de virtudes nos legaron nuestros mayores. Fue grato también, ir aprendiendo, al paso, los diferentes momentos que tiene la investigación. Los centros documentales que existen en nuestro país, en los años que correspondieron a este trabajo, no facilitaban, muchos de ellos, la documentación requerida pues, o estaban en archivos tan descuidados que no se podía facilitar al


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público, o simplemente se les dificultaba buscarlos; por lo que en muchos momentos fue requerida mi participación personal en rebuscar y encontrar entre papeles amarillentos y en pésimas condiciones, lo que era motivo de la averiguación. Pero esto, lejos de alejarme del proyecto, significó una gran motivación pues, al tener la oportunidad de palpar, ojear, leer de primera mano tan importantes testimonios de la cultura, marcaron la ilusión de llevar adelante la idea de concretar lo que ya se había iniciado. Esto es, desentrañar la vida y obra del personaje escogido. Luego, había que hacer la labor de investigador reservado. Localizar a las personas que darían sus versiones sobre Cristóbal Ojeda Dávila. Esta tarea si que fue de mucha paciencia y a veces resignación. Pasó mucho tiempo para que por fin recibiera noticias de quienes conocieron personalmente al biografiado, o a su vez, darían pistas para el avance de la investigación. Varias de ellas, en forma entusiasta colaboraron para señalarnos el camino que finalmente recorrimos. De entre muchas personas que facilitaron su información valiosa, quiero destacar en forma muy especial y, a más de quienes ya tengo señalado en las páginas iniciales de este libro, a doña Laura de Crespo, quien de manera muy gentil, al conocer que estaba proyectando un texto dedicado a Ojeda Dávila, ordenó se me facilitara el manejo de los volúmenes de periódicos antiguos que dispone la Biblioteca Nacional “Eugenio Espejo”, cuando ejercía la dirección de la misma.


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Todo esto ha servido para descifrar lo que en secreto se mantenía una etapa de la vida artística de nuestra ciudad. Conocer lo importante que fue la producción nacional en cuanto a música, la misma que tenía un alto reconocimiento a nivel continental, ya por los diferentes géneros con que contaba el repertorio, como también por los nombres de sus creadores quienes desde diferentes puntos de la patria, ha satisfecho plenamente el quehacer desplegado y fortaleció la convicción de que se debía continuar con más empeño, buscando al artista que había traído bienestar en las diferentes facetas del arte que practicó con infinita devoción. Conocer claramente que, no sólo fue un admirado y querido compositor de temas que el pueblo ecuatoriano las sentía profundamente, si no que también fue un magnífico intérprete de instrumentos musicales como el rondador, el bandolín, la flauta, el rondín y la hoja de capulí, resulta ciertamente emocionante pues, seguros estamos que en muchas tardes o noches de nuestra ciudad, los dulces sonidos de estos instrumentos amorosamente arrancados por el sentimiento del artista que gustaba trasnochar con sus amigos para visitar los balcones de las quiteñas. Luego, descubrir que, en las noches de veladas realizadas en el Teatro Nacional Sucre, su entrega total a la danza fue muy aplaudida por el público que para entonces, ya conocía de sus composiciones en las retretas que las bandas militares brindaban en las plazas de Quito,


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También ha sido gratificante encontrar, mediante la colaboración de amigos coleccionistas las producciones musicales de Cristóbal Ojeda grabadas hace ya más de 80 años en New York, por la Casa de Música “Columbia” ha significado un hermoso hallazgo que nutre la historia discográfica de nuestros artistas, compositores y poetas que tuvieron un momento muy significativo en el ámbito internacional. Y, finalmente, queda aclarada una etapa importante y nostálgica cuando el maestro fue a reparar su espíritu en la ciudad de Loja, donde tuvo circunstancias venturosas que hicieron madurar sus dones artísticos que quedaron plasmados en bienes musicales y poéticos para la nación ecuatoriana. Lo que hoy ofrecemos a los lectores es la labor de varios años en los que, las emociones gratas han estado presentes momento a momento. La señera figura del artista quiteño finalmente está expuesta a todos quienes disfrutan conociendo las décadas pasadas de nuestra historia, la misma que se va enriqueciendo cuando conocemos cuan importante legado recibimos de personajes que vivieron una etapa maravillosa en nuestra Quito de antaño.


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Anexo Breve genealogía de Cristóbal Ojeda Dávila


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on el objeto de complementar alguna datos que constan en el libro del Dr. Fernando Jurado Noboa Los Rivadeneira antes y después de Colón (1987), donde encontramos que los orígenes naturales de Cristóbal Ojeda Dávila, se remontan al siglo XVIII, haremos un seguimiento desde el capítulo XLXIII, donde al tratar sobre varios familiares de Ojeda dice que, Inés Dávila Tinajero (tía) nació en 1900, siendo el año real 1903, como consta en la fé de bautizo de la Iglesia de El Sagrario220. Laura Ojeda (hermana) se dice nació en 1902. El año verdadero es 1901; Jorge Ojeda (hermano) no nació en 1904, sino en 1903, como se puede constatar en los documentos de Archivo del citado templo y de los cuales poseeo las respectivas copias. Pero, el error más notable que tiene esta genealogía es el dato que según asegura causó un dolor constante en la vida de Cristóbal Ojeda Dávila, es el que atribuye a la muerte de su madre ocurrida (dice) en 1918 cuando (Cristóbal) tenía 8 años. Leonor Dávila Tinajero, sobrevivió a su hijo 28 años, pues murió el día jueves 17 de marzo de 1960, a ella fueron dedicadas varias creaciones escritas por el maestro, una de ellas es la marcha fúnebre titulada A mi madre querida, escrita en 1932, pocos meses antes de su fallecimiento. Con el afán de ingresar más datos a la mencionada genealogía, hacemos constar la información que proporciona el Dr. Fernando Jurado Noboa; en ella notaremos entre paréntesis, lo encontrado en mi investigación, con lo cual pretendo contribuir al esclarecimiento de hechos y circunstancias, esto exclusivamente para beneficio de la memoria Patria.

220. Libro de Bautizos. Tomo 51. El Sagrario. Quito


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RAFAEL DÁVILA RIVADENEIRA, n. en Ibarra el 16 de noviembre de 1856, siendo su padrino el Dr. Amadeo Rivadeneira, en la cuna quedó huérfano de madre y lo crió su abuela Doña Concepción Subía. Muy joven se vino a Quito, casándose en 1875 con Eudoxia Tinajero Fernández Salvador, n. 1859 (murió en Quito el 16 de octubre 1917, sus restos están depositados en la bóveda C, caja No.12 en la Capilla del Santísimo del Templo de San Francisco) hija de Manuel Tinajero Llona y de Juana Fernández Salvador Gómez de la Torre; n. p. de Joaquín Tinajero Guerrero, n.en Quito y de Carmen Llona Rivera, n. en Guayaquil; n.m. del Dr. José Fernández Salvador y López, n. en Quito, notable abogado y de Carmen Gómez de la Torre Tinajero. Fue Presidente de la Funeraria Nacional, Director de la Escuela de Artes y Oficios, Congresista, Superintendente del Panóptico, (Presidente de la Sociedad Artística e Industrial de Pichincha y Presidente del Primer Congreso Obrero, realizado en Quito en 1909). Tuvo casa en Quito en la esquina de las calles Chile e Imbabura, ahora derrocada y que es una de las entradas del mercado Ipiales. Murió a los 80 años el 29 de enero de 1936. Fueron sus hijos: 1. Leonor Dávila Tinajero 2. María, n. en Quito por 1882, m.s. hizo de madre de sus sobrinos Ojeda. 3. Dolores, n. por 1886, murió 5 de junio de 1969, c.c. Nelson Aníbal Núñez Valdez, escritor y astrónomo de quien no tuvo sucesión. 4. José Rafael Dávila Tinajero, n. en Quito por 1890, m. 15 de mayo ( ) c.c. Judith Andrade Bucheli, quiteña, padres de: 1. Oswaldo Dávila Andrade, doctor en economía, c.c. Ligia Molina. 2. Rafael Edmundo c.c. Inés Dávila Anda. 3. Cecilia, Superiora del Monasterio de la Visitación 4. Cap. Alfonso Dávila Tinajero n. en Quito, 19 de noviembre de 1893, m. 21 de diciembre de 1972, ingresó al ejército en 1909, fue instructor de Cadetes y profesor de historia, c.c. América Destruge Lucero, n. en Guayaquil, h.l. del notable historiador Camilo Destruge Illingworth, luego se divorciaron.


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Hijo: (1. Alfonso Dávila Destruge, quien fue Gerente del canal 6 en la década del 70: c.c. Alba Molina Espinosa. C. 2ª c. N. Puyol Hijos:

1. Ione 2. Patricio Fernando 3. María Mercedes 4. Luis Alfonso 5. Miguel Eduardo Alba Molina Espinosa, c. 2o. c. Jorge Jhonathan Maldonado Garcés. 5. Isabel Dávila Tinajero, n. en 1898, m. a los 14 años en febrero de 1912. 7. Inés Dávila Tinajero n. en Quito en 1900 (1903)221, dotada de especiales aptitudes para la poesía, compañera y musa de su sobrino Cristóbal Ojeda. Soltera. (murió en San Rafael. Quito, 18 de mayo de 1997) LEONOR DÁVILA TINAJERO, n. en Quito, por 1878, m. en esta ciudad hacia 1918 (murió marzo 17 de 1960) de 40 (82) años; primero cc. el Dr. Ramón Ojeda de la Vega, n. en El Quinche en 1876, abogado graduado en Quito en 1903, hizo también estudios de agronomía en París; divorció y ff.c. su primo el Dr. Luis Eduardo Dávila Pérez, n. en Ibarra en 1890, abogado. Fueron hijos: 1. Laura Ojeda Dávila, n. en Quito en 1902 (1901)222 murió trágicamente a los 14 (15 años). En su memoria, su hermano Cristóbal compuso el pasillo (Tango-Milonga) “Hojas Secas”, aludiendo a unas hojas manchadas con la sangre de su hermana, encontradas muy cerca del cadáver en un abismo. (informe dado al Dr. Fernando Jurado Noboa, por Blanca Castillo, amiga de la Flia. Ojeda). 2. Jorge Ojeda Dávila, n. en Quito en 1904 (1903)223 notable bailarín, (m. 17 de junio de 1931)224 soltero. 3. Cristóbal Ojeda Dávila. 4. Beatriz Dávila Dávila, n. por 1915.

22`1. Investigación P. Jorge Baylach y Alfonso Campos. Noviembre de 1997 “El Sagrario” Quito. 222. Libro de bautizos. Tomo 51 “El Sagrario”. Quito 223. Ibid 224. Diario el Comercio pág. 3, 17 de junio de 1931
























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C.D. Cristóbal

Ojeda Dávila -Intérprete del alma ecuatoriana-


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E

n 1877 el físico norteamericano Thomas Alva Edison revolucionó la historia del sonido grabado, con el invento de un “cilindro recubierto de papel parafinado”225 mediante el cual, luego de un largo proceso científico, se pudo finalmente impregnar la voz humana, permitiendo de esta manera preservar para la posteridad la cultura de los pueblos. Producto de este descubrimiento son los fonógrafos, que el mismo Edison lo patentara al año siguiente. Este aparato permitía por primera vez, “dictar cartas, imprimir libros sonoros para los ciegos, impartir clases de idiomas, alimentar un archivo de familia, reproducir músicas y recitados, acoplarse a un reloj para marcar la hora de la comida o del despertador, dar ejemplos de buena pronunciación, ayudar a los estudiantes a repetir las lecciones, grabar mensajes por teléfono. Algunas de estas iniciativas las tenemos incorporadas a nuestra vida cotidiana actual, según se ve”226.

La primera grabación musical data del 19 de julio de 1877, una cancioncilla llamada “Mary tenía un corderito”227 y realizada por el mismo Thomas Edison. En los años subsiguientes, las canciones de ópera y zarzuela, realizadas en los grandes teatros del mundo, serían las grabaciones que llegaran a los hogares que tenían la posibilidad económica, (el invento del siglo tenía altos costos) para escuchar “en vivo” a sus divos favoritos. Fue entonces cuando dos visionarios empresarios, también norteamericanos, Eaton y Cromlin, deciden fundar en Washington la Columbia Fhonograph Company228 para fabricar fonógrafos que llegarían a todo el mundo. Vendría luego la industria de discos que era una “mezcla de gomalaca, pizarra molida, hollín y fibra, fácilmente rompibles pero de una sensibilidad mayor. El primer éxito de ventas, quien lo diría, fue una versión del Padre Nuestro”229.

225. Blas Matamoro.- “1895: Discos y gramolas para todos”, en: Revista Scherzo, Año VI, No.58, Madrid, 1991, p. 109. 226, Íbid 227. Íbid: 109 228. Íbid: 110 229. Íbid: 111


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Desde entonces, actores, cantantes, bandas, orquestas y hasta emperadores, dejaron plasmadas sus notas musicales unos, y arengas políticas o patrióticas, otros. Varias fueron las casa disqueras que se fundaron desde finales del siglo XIX, a más de la Columbia de Estados Unidos, en Alemania comienza a funcionar la Deutsche Grammophon Geselschaft (1898) y la Parlophon (1904) que luego pasaría a ser la conocida Odeón. Pocos años después, la calidad de la grabaciones en los mencionados discos, daba como resultado que se pudieran imprimir obras de largo alcance de los más renombrados compositores universales, entonces “los agentes de las casas grabadoras empezaron a viajar en busca de adictos. Y así es como sabemos hoy algo del arte de Pablo Sarasate, Uegene Ysaÿe, Fedor Chaliapín, Adelina Patti, Emmy Destinn, Emma Calve, Lily Lehmann, Ferrusio Busonni, Titta Ruffo, y un largo etcétera”230. En lo que concierne al Ecuador, las primeras grabaciones en “discos de pizarra” o “discos de carbón” como comúnmente se los llegara a conocer, tienen ya una larga historia. Las primeras grabaciones de música ecuatoriana, dice Pablo Guerrero Gutiérrez, corresponden al año de 1912 pues, “Según un catálogo de la fecha se enviaron a Alemania a imprimir un total de 136 discos (272 piezas) que fueron grabadas en las ciudades de Guayaquil y Quito por pedido del comerciante lojano Antenor Encalada(…) Las estadísticas de frecuencia en cuanto a los géneros musicales señalan como de mayor grabación al pasillo, el vals y la canción; se grabaron también, entre otras piezas, el Himno Nacional del Ecuador, dos tangos y una verdulera(…)La lista recoge los nombres de variados intérpretes, algunos de ellos muy conocidos, Nicasio Safadi”El Turco” Safadi y José Alberto Valdivieso Alvarado, conocido con el mote de “El Diablo Ocioso”, y otros que no habíamos consignado sino hasta hoy; es el caso de los cantantes Antonio Jijón, cantante que realizó el número mayor de grabaciones como solista (2), Pancho Suárez y algunos otros”231.

230. Íbid: 112 231. Guerrero Gutiérrez, Pablo. Grabaciones discográficas, en: http://www.edufuturo.com/educacion.php


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Otras empresas disqueras que registraron grabaciones de música ecuatoriana fueron: la RCA Víctor, la Columbia Phonograph, las antes mencionadas casas disqueras de Alemania y también de Italia y España. Esto nos hace notar que los géneros musicales ecuatorianos tuvieron gran acogida dentro y fuera del país, gracias al invento de Edison y a la actitud patriótica de varios visionarios empresarios del país. Uno de ellos es José Domingo Feraud Guzmán, comerciante guayaquileño que fundara en su ciudad la empresa Almacenes de Música J. D. Feraud Guzmán y, desde la cual se distribuyera para todo el Ecuador, las grabaciones de la casa disquera Columbia de New York, en la misma que se realizaron las impresiones de los temas musicales correspondientes al compositor Cristóbal Ojeda Dávila, desde 1928 a 1931 con gran éxito en el favoritismo del público continental. Estas grabaciones las realizaron conjuntos, orquestas y dúos vocales pertenecientes a la mencionada Casa como son: La Orquesta Madriguera, La Banda Columbia, El Trío Madriguera, La Orquesta Ecuatoriana, El Conjunto Los Andinos, el Dúo colombiano Briceño –Añez, entre otros. La presente edición contiene temas musicales de Ojeda Dávila, desaparecido trágicamente en 1932, lo cual permite la difusión de sus creaciones que han pasado a ser de uso público según la ley que trata sobre derechos del autor y que fueron grabadas por la Casa Columbia en los años arriba mencionados. Sin embargo, hemos sido cuidadosos en obtener la autorización de la Sociedad de Autores y Compositores Ecuatorianos (SAYCE), que avala la presente entrega de la música ecuatoriana, con el afán de difundir la excelsa obra del compositor quiteño como un esfuerzo para coadyuvar a la labor que varios artistas nacionales vienen realizando, para que la música ecuatoriana retome el sendero de popularidad con que brilló en décadas pasadas en el ámbito internacional.


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Grabaciones musicales 1. ESPERANDO/pasillo/ música: Cristóbal Ojeda Dávila/ Intérprete: Banda Columbia/New York, 1928/ sello: 3304x 2. LATIDOS/Pasillo/texto: desconocido; música: Cristóbal Ojeda Dávila/ Intérprete: Dúo: Briceño-Añez/ New York, 1928/ sello: 2940x 3. ALEJÁNDOSE/ pasillo/ texto: Ángel Leonidas Araujo/ Intérprete: dúo Briceño-Añez/ New York, 1928/ sello: 2940x 4. SENTIRSE SOLO/ pasillo/ música: Cristóbal Ojeda Dávila/ Intérprete: Orquesta “Ecuatoriana”/ New York, 1929/ sello: 3529x 5. ALMA LOJANA/pasillo/música: Cristóbal Ojeda Dávila/ Intérprete: Orquesta Los Andinos/New York, 1929/ sello: 3817x 6. HACIA TI/pasillo/ música: Cristóbal Ojeda Dávila/ Intérprete: Banda Columbia/New York, 1929/ sello: 3319x 7. SOÑANDO EN SUS MIRADAS/ pasillo/ Intérprete: desconocido/New York, 1929/ sello: desconocido 8. BAJO CENIZAS/pasillo/música: Cristóbal Ojeda Dávila/ Intérprete: Margarita Cueto Jorge Arbizu/ 1931/ sello: desconocido 9. SANGRE ECUATORIANA/pasodoble/música: Cristóbal Ojeda Dávila/ Intérprete: Orquesta Madriguera/ New York, 1931/sello: 4595x 10. PORQUÉ ME OLVIDAS?/pasillo/música: Cristóbal Ojeda Dávila/ Intérprete: Trío Madriguera/New York, 1931/sello: 4563x 11. NO ME OLVIDES/yaraví/música: Cristóbal Ojeda Dávila/Trío Madriguera/New York, 1930/ sello: 4310x 12. NOCHE DE LÁGRIMAS/habanera/ música: Cristóbal Ojeda Dávila/Trío Madriguera/New York, 1931/sello:4161x 13. PENAS MÍAS/sanjuanito/música: Cristóbal Ojeda Dávila/Intérprete: Orquesta Madriguera/New York, 1931


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Bibliografía Andrade Coello, Alejandro. “El farol de la retreta”, en: Recuerdos de Quito. Quito, 1934, p.13 Revista Vistazo, No.43, Guayaquil, 1960, p.52-53. Campos Romero, Alfonso. El canto del Ruiseñor. José María Trueba, artífice del canto lírico en Quito, siglo XX, FONSAL, Quito, 2009. Campos Romero, Alfonso. “Cristóbal Ojeda Dávila, Intérprete del alma ecuatoriana”, en: Revista El Diablo Ocioso, No. 3, Conmusica, Quito, 1996. Carrión, Alejandro, “Cristóbal Ojeda Dávila autor de “Alma lojana”, en: revista La Calle (recorte), Archivo Inés Dávila Tinajero Carrión, Alejandro. “La suerte del juglar”, en: Revista Diners (recorte) s.f. Archivo Beatriz Dávila de González. Chiriboga Alvear, Manuel. Historia de la Sociedad Artística de Pichincha, Quito, 1917. Devrerie, Abel. Relación histórica acerca de la “Asociación de las señoras de la Caridad”, Tipografía de la Prensa Católica. Quito, 1925. Guerrero Gutiérrez, Pablo. “El pasillo-danza y el pasillo-canción: aspectos socio-históricos sobre el proceso de “yaravización”. Memorias y reencuentro.-El pasillo en Quito. Documentos. No.6. Museo de la Ciudad, Quito, 2005, p.31-32 Guerrero Gutiérrez, Pablo. “Grabaciones discográficas”, en: Revista Archivo Sonoro, No.4, Conmúsica, Quito, 1996.


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Fuentes de prensa escrita “El Debate”. Marzo de 1932; septiembre de 1932; marzo de 1935, Quito. “El Comercio”. Septiembre de 1916; mayo y junio de 1923; agosto y diciembre de 1926; julio y agosto de 1928; febrero de 1930; junio de 1931; agosto de 1933; octubre de 1956, Quito. “El Día”. Febrero de 1914; marzo de 1919; diciembre de 1924; octubre de 1925; septiembre de 1932, Quito. “El Expreso”. Noviembre de 1986 (revista semanal); abril de 1987, Guayaquil. “El Heraldo del Sur”. Noviembre y diciembre de 1929; enero y septiembre de 1930, Loja “El Nacional”. Marzo de 1870, Quito. “El Porvenir”. Junio de 1924; octubre y diciembre de 1925; agosto y noviembre de 1926, Quito. “El Telégrafo”. Diciembre de 1926; febrero y mayo de 1928; febrero de 1934, Guayaquil. “El Universo”. Diciembre de 1929; octubre y noviembre de 1931; agosto y septiembre de 1932, Guayaquil. “Los Andes”. Enero de 1926, Riobamba. “Mundo al día”. Junio de 1933, Colombia. “Últimas Noticias”. Octubre y noviembre de 1944; diciembre de 1950, diciembre de 1960, diciembre de 1966, Quito.


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Entrevistas y testimonios Jorge Correa, testimonio oral, 1996. Carmen Cruz de Ojeda, entrevista, 1998. Inés Dávila Tinajero, entrevistas, 1995, 1997, 2005. Beatriz Dávila, entrevista, 1996. Raúl García Zárate, entrevista, 1995. Alba Molina de Maldonado, referencia oral, 1996. Augusto Mosquera, entrevista, 1996. Alejandro Pro Meneses, entrevista, 1996. Ángel Felicísimo Rojas, testimonio escrito, 25 de agosto de 1999. César Santos Tejada, Conversación con el autor. Segundo Taco, entrevista, 1998. Vicente Vélez Ledesma, entrevista, 1996.

Fuentes epistolares Leonor Dávila Tinajero, Juan Abel Echeverría, Latacunga, 1917. Cristóbal Ojeda Dávila, de 1930. Cristóbal Ojeda Dávila, Cristóbal Ojeda Dávila, Cristóbal Ojeda Dávila,

carta a su hermana María, Guayaquil, 1929. carta enviada desde Latacunga a Rafael Dávila Rivadeneira, carta a su amigo José María Bermeo, Riobamba 14 de marzo Carta a su madre. Loja, s.f. carta a su tía María. Guayaquil, s.f postal, Loja, s.f.


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Cristóbal Ojeda Dávila, telegrama a su tía María desde Macará, Loja, septiembre 8 de 1929. Enrique Rivadeneira, carta a su sobrina María Dávila Tinajero, Riobamba, s.f.

Otras fuentes documentales: -Biblioteca Ecuatoriana “Aurelio Espinosa Pólit”. Quito. -Biblioteca del Noviciado del Convento de San Francisco. Quito. -Biblioteca de la Casa de Provincial de la Congregación Lazarista. Quito. -Archivo de Secretaría y Biblioteca del Conservatorio Nacional de Música de Quito. -Archivo particular de Inés Dávila Tinajero, San Rafael. -Archivo Sonoro de la Música Ecuatoriana, CONMUSICA. Quito. -Archivo de Augusto Mosquera. Quito. -Archivo de Beatriz Dávila Dávila. Quito. -Archivo particular de María Mercedes Dávila Molina. Quito. -Archivo particular de Laura Barrezueta Dávila. Quito. -Archivo de la Secretaría del Conservatorio José María Rodríguez .Cuenca. -Biblioteca Nacional “Eugenio Espejo” de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Hemeroteca. -Archivo Histórico del Banco Central del Ecuador. -Biblioteca del Banco Central del Ecuador. Fondo “Jacinto Jijón y Caamaño”


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Índice onomástico Acuatías, Rosa, 161 Aguilera, Elvira, 71 Aguilera, José Antonio, 76 Aguilera, María Victoria, 21, 59, 76 Aguirre, José María, 120 Aguirre-Prado, hermanas, 234 Albán, Ernesto, 77 Alfaro, Eloy, 53 Almeida, Abelardo, 185 Almeida, Rafael, 185 Alvarado, Pablo, 135 Álvarez, H. O., 174 Alvear, Mariana, 51, 52 Andrade Bucheli, Judith, 246 Andrade Coello, Alejandro, 84 Andrade, José Julián, 31 Andrade, Lucila, 76 Andrade, María, 71 Andrade, Olimpia, 71 Araujo Chiriboga, Jorge, 21 70, 71 Araujo y Vásconez, Jorge, 81 Araujo, Ángel Leonidas, 85, 106 Araujo, Sergio, 77

Arbizu, Jorge, 18 Armijos, José Cornelio, 130, 131 Ávila, Ramiro, 11 Ayora, Isidro, 77 Ayora, Luis Fernando, 120 Barahona, Jorge, 21 Barahona, Marco Antonio, 77 Barba, hermanos, 106 Barrezueta, Laura, 15 Barrieros, hermanos, 234 Baylach Planas, Jorge, 13 Bedoya, Antonio, 76 Beethoven, Ludwig van, 54 Benítez-Valencia, dúo, 140, 234 Bermeo, José María, 107, 120, 129, 143, 146 Bermúdez, César Humberto, 185 Berutti, Inés, 21 Blacio Flor, Rafael, 109 Bonifaz, Neptalí, 167 Borja, Arturo, 17, 36, 79, 155 Borja, Luis Felipe, hijo, 234 Borja, Luis Felipe, padre, 46


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Bracalle, 21 Bravo, Julián, 11 Briceño-Añez, dúo, 88, 89, 273 Bucheli, Hipatia, 179 Bustamante Celi, Salvador, 17 Canelos, dúo, 19 Canelos, José Ignacio, 17, 76, 150 Cano, Luis A., 76 Carpio Abad, Rafael, 17 Carpio, Alfredo, 161 Carrillo, Luis Carlos, 21 Carrión Mora, Rosario, 145 Carrión, Alejandro, 134 Carrión, Benjamín, 106 Carrión, Rosario, 145, 152 Casares, Miguel Ángel, 21, 25, 76 Castillo, Blanca, 247 Castro, hermanos, 234 Cevallos, Pedro Fermín, 21 Chauvin, César, 11 Chiriboga, familia, 40 Chiriboga, Mariana, 31 Chiriboga, Miguel, 121 Chopin, Federico, 54, 97, 207 Cibelli, 18 Córdova, Aparicio, 17 Córdova, Enrique, 17

Coronel, Rafael, 36 Correa, Imelda, 76, 161 Costales, Inés, 161 Crespo, Laura de, 241 Cruz de Ojeda, Carmen, 11, 106 Cueto, Margarita, 19, 88 Cueva Celi, Segundo, 17, 19, 110,122, 149 Dávila Anda, Inés, 246 Dávila Andrade, Oswaldo, 246 Dávila Dávila, Beatriz, 15, 247 Dávila de Ojeda, Leonor, 37 38, 54, 55, 68, 144, 174 Dávila Destruge, Alfonso, 247 Dávila Molina, Ione, 247 Dávila Molina, Luis Alfonso, 247 Dávila Molina, María Mercedes, 247 Dávila Molina, Miguel Eduardo, 247 Dávila Molina, Patricio Fernando, 247 Dávila Pérez, Luis Eduardo, 246 Dávila Rivadeneira, Rafael Eugenio, 38, 40, 46, 47, 68, 246 Dávila Tinajero, Alfonso, 246 Dávila Tinajero, Inés, 14, 15, 38, 85, 111, 185, 210, 163, 223, 224, 235, 245, 247 Dávila Tinajero, José Rafael, 38, 68, 177, 246 Dávila Tinajero, Leonor, 31, 33, 38, 149, 182, 185, 210, 245, 246


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Dávila, María Mercedes, 15, 38 De la Torre, Mario, 17 Défaz, José, 162 Demary, Olivia, 77 Destruge Illingworth, Camilo, 75, 246 Destruge Lucero, América, 246 Dorado Pólit, Humberto, 21, 25, 76 Durán, Sixto María, 17, 54, 55, 59, 62, 67, 68, 69, 81, 119, 150, 173

Fernández Salvador y López, José, 246 Fernández-Salvador, hermanos, 40 Fierro, Arturo, 155 Fierro, Humberto, 36 Flor, Vicente Amador, 85 Francés, José, 80

Gangotena, hermanos, 40 Garcés, Enrique, 69, 81 García Moreno, 51 Echeverría, Eva Raquel, 21 García Zárate, Raúl, 237 Echeverría, Juan Abel, 48 Garza, Eva, 140 Edmundo, Rafael, 246 Gómez de la Torre Tinajero, Carmen, 246 Egas, José María, 17 Gómez de la Torre, familia, 40 Eguiguren Burneo, 124 Gómez de la Torre, Salvador, 246 Eguiguren, Adriana, 125 Gómez Ortega, Leoncio, 140 Eguiguren, Luis Emilio, 119, 120, 122, 125, Gómez, Isabel, 77 128, 134, 135, 163 Gozembach, Marina, 21, 59, 65, 68, 70, Endara, Carlos, 36 71, 73 Escudero Moscoso, Gonzalo, 67 Granda, Wilma, 11 Estrella, Humberto, 76 Granja, Honorio, 11 Granja, Luis Aníbal, 234 Fábregas, Virginia, 21 Grijalva, hermanas, 149 Facciola, María, 76 Guerrero Gutiérrez, Pablo, 11, 83, 84, Felicísimo Rojas, Ángel, 121, 122 233, 272 Feraud Guzmán, José Domingo, 18, 19, 162, 273 Guerrero, María E., 71 Fernández Salvador Gómez de la Torre, Guerrero, Rosario, 56 Guevara, Manuel, 77 Juana, 246


283

Herrera Cevallos, Luis, 67 Herreras, hermanos, 19 Hoyos, 88 Ibáñez Mora, Enrique, 90 Icaza, Jorge, 21, 59, 68, 71, 75 Iglesias, Pablo, 51 Inga Vélez, hermanos, 19 Inga Vélez, José Rudecindo, 110, 150 Iris, Esperanza, 20 Irú, Estrella, 20, 21, 66, 67, 68 Jácome Maldonado, Humberto, 69 Jaramillo, Carlota, 21, 76, 77, 79, 81, 106 Jaramillo, Inés, 21, 76, 79 Jaramillo, Mélida, 140 Jarrín, Enma, 76 Jáuregui, Noemí, 77 Jijón de Gangotena, Dolores, 38 Jijón, Antonio, 19 Jijón, familia, 40 Jurado Noboa, Fernando, 245, 247 La Calle, 18 León, Alfredo, 21, 71, 76, 81 Llona Rivera, Carmen, 246 López Heredia, Irene, 20 Los Brillantes, trío, 140

Madriguera, trío, 18, 131, 162, 273 Maldonado, Lola, 21 Maldonado, Roberto, 76 Manuel Espinoza, Carlos, 108 Marín, Enrique, 76 Marín, Ricardo, 76 Márquez, Alfredo, 93, 101, 224 Medina, Víctor, 24 Mejía Aguirre, Sergio, 223 Mejía, Carlos, 18, 88 Mendoza Suasti, hermanas, 234 Mendoza-Sangurima, hermanas, 140 Merizalde, Tita, 21 Millanes, Carlota, 20 Molina Espinosa, Alba, 15, 247 Molina, Ligia, 246 Molina, Miguel Elicio, 185 Moncayo, Marina, 21, 59, 69, 70, 73, 80 Monge, Celiano, 20 Montalvo, Juan, 32, Mora Moreno, Eduardo, 121 Moreno Mora, Guillermina, 145 Moreno, Segundo, 130 Moreno, Víctor, 130 Moriche, José, 88 Mozart, Wolfgan Amedus, 54 Mullo, Juan, 11


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“ TA N C E R C A Y TA N L E J O S” Cristóbal Ojeda Dávila

Pólit, Agustín, 46 Pombo, Rafael, 128 Pompilio Llona, Numa, 38 Ponce, familia, 40 Obando, Miguel, 181, 182 Ponce, María Virginia, 120 Ojeda Dávila, familia, 39 Proaño, Gonzalo, 77 Ojeda de la Vega, Ramón Amable, 31, 32, Pulido, Juan, 18, 88 37, 43, 46, 143, 202, 247 Ojeda, Ezequiel, 32 Quiroga, Rosita, 18 Ojeda, Fanny, 11 Ontaneda, Juan Francisco, 105, 121 Ramos Albuja, José, 76 Orejuela, Alegría, 51, 52 Ramos Albuja, Rafael, 21, 76 Ortega Espinosa, Emiliano, 135, 137, 140, 141 Reboredo, Abelardo, 56, 59, 63, 64, 74, 75 Ortega, Rubén, 141 Recalde, José (el ñato), 69, 81 Ortí, José María, 56 Renella, Cosme, 120 Ortiz, Carlos Amable, 17, 18, 25, 88, 110 Rentería Gálvez, Leonardo, 187 Restrepo, Hernán, 140 Padovani, Alfredo, 20 Riofrío, Alfredo, 71 Páez y Miño, Luis Telmo, 67, 68 Rivadeneira, Amadeo, 246 Páez-Villavicencio, dúo, 161 Rivadeneira, Enrique, 120, 146 Palacios, José, 185 Rivadeneira, familia, 245 Pallares, Leonidas, 161, 179 Rivadeneira, Lastenia, 77 Paredes Herrera, Francisco, 17, 18, 25, Rodas Bustamante, Francisco, 121, 150 88, 110, 149, 150, 163 Rojas, Mariano, 76 Paredes Salcedo, Sebastián, 130 Pazmiño, Carlos, 185 Ruiz y Gómez, Benjamín, 137, 140 Peñaherrera E., Mariano, 46 Ruiz, Jorge, 185 Piedra, hermanas, 149 NN., Maura Argelia, 131 Noboa Caamaño, Ernesto, 17, 155 Núñez Valdez, Nelson Aníbal, 246


285

Sáenz, hermanos, 40 Safadi, Nicasio, 90, 150 Salazar, América, 21, 71, 73, 80, 181 Sánchez, Manuel María, 106 Sandoval, Ernesto, 179 Santos Tejada, César, 11 Sassone, Felipe, 70 Saullo, José, 21 Silva, Medardo Ángel, 17, 155 Soler, Fernando, 20 Storchio, Rosina, 20 Suárez, Pancho, 19

Valencia, Félix, 17, 36 Vásconez Tobar, Gabriel, 31 Vásconez, Telmo, 21, 68, 70, 71 Vega, Jesús de la, 32 Veintimilla, José Ignacio de, 53 Vélez Ledesma, Vicente, 122, 128, 134 Vélez, Marco Antonio, 121 Verdi, Giuseppe, 9 Vilches, Ernesto, 20 Villafañe, Carlos, 235 Villavicencio, Luis, 69 Viteri Lafronte hermanos, 106 Vizuete, Humberto, 180

Tamayo, José Luis, 64 Wilde, Oscar, 67, 68 Taniolo, Rhea, 20 Wong, Ketty, 90 Terán, Enrique A., 76 Tinajero Fernández Salvador, Eudoxia, 38, Yerovi, Agustín, 52 48, 246 Tinajero Guerrero, Joaquín, 246 Tipán, Luis, 56 Trueba, José María, 51, 56, 63, 76, 239 Trueba, Rosa Leonor, 15 Tucci, Tereg, 18 Uquillas, Rubén, 21 Valarezo, Adolfo, 125 Valdivieso, Fanny, 15


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“ TA N C E R C A Y TA N L E J O S” Cristóbal Ojeda Dávila

Índice toponímico 10 de Agosto, avenida, 36 Alemania, 17, 18, 272, 273 Alianza, calle, 36 Ambato, calle, 36 América Latina, 66, 233 América, 18, 20, 55, 96, 123, 180, 237, 240 Araura, calle, 36 Argentina, 17, 66 Belmonte, plaza, 24 Bernardo Valdivieso, calle, 124 Bilbao, 66 Bolívar, calle, 36 Bolívar, plaza, 26 Borrero, calle, 36 Brasil, 17 Buenos Aires, 70 Caldas, calle 36 Calderón, calle, 36 Carchi, calle, 36 Cayambe, ciudad, 223


287

Chiclayo, 130 Chile, calle, 36, 38, 53, 85, 106, 168, 169, 174, 209, 210, 246 Chile, país, 119, 156 Chimborazo, calle, 36 Chimborazo, provincia, 70 Colombia, 17, 32, 55, 70, 88, 93, 98, 137, 140, 141, 185, 224, 229, 276, 277 Cotopaxi, calle, 36 Cotopaxi, provincia, 43 Cuenca, calle, 36, 53, 85, Cuenca, ciudad, 135, 136, 145, 279 Ecuador, 11, 13, 14, 17, 18, 19, 32, 51, 52, 66, 81, 83, 84, 85, 90, 98, 102, 109, 119, 133, 136, 141, 147, 152, 161, 162, 167, 172, 185, 224, 233, 239, 272, 273, 276, Ecuador, república del 52 El Ejido, 23, 34 El Oro, provincia, 120 El Quinche, 32, 45, 247 El Sagrario, templo, 31, 41 El Tejar, 31, 34, 177 Esmeraldas, calle, 36 España, 18, 273 España, plaza, 152 Espejo, calle, 36 Estados Unidos, 17, 123, 150, 161 Europa, 20, 32, 66, 86, 123, 152, 237 Flores, calle, 36, 105, 106 Francia, 17, 97


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Galápagos, calle, 36 García Moreno, calle, 36, 156, 157 Grande plaza, 26, 41 Guápulo, Santuario, 23, 177 Guayaquil, calle, 36 Guayaquil, ciudad, 19, 33, 66, 88, 106, 120, 122, 146, 149, 162, 164, 172, 174, 246, 272, 276, 277, 278 Guayas, río, 194 Imbabura, calle, 36, 144, 168, 169, 174, 210, 246 Iñaquito, 43 Italia, país, 17, 18, 273 Junín, calle, 36 La Alameda, 23, 26, 34, 35 La Carolina, hipódromo, 24, La Tola, 34 León, calle, 36, 156, 157, Lima, ciudad, 55, 63, 111, 163, 185 Loja, 15, 105, 110, 111, 119, 120, 123, 128, 130, 133, 135, 144, 145, 149, 150, 163, 188, 220, 243 Loja, calle, 36 Loja, provincia, 120, 147, Loma Grande, 24, 185 Los Ríos, calle, 36


289

Maldonado, calle, 36 Manabí, calle, 36, 106 Mejía, calle, 36, 105 Merced, plazoleta de la, 53 Merced, templo de la, 41, 170, 171, 177 Mideros, calle, 36, 53 Milán, 109, 111, 152 Montúfar, calle, 36, 106 Morales, calle, 36 New York, 102, 162, 243, 274, Nueve de Octubre, calle, 36 Olmedo, calle, 36 Oriente, calle, 36 Paita, 130 Panecillo, 23, 25 Panecillo, barrio, 23, 25 París, ciudad, 55, 70, 97, 247 Peña, calle, 36 Pereira, calle, 36 Pichincha, calle, 36 Pichincha, provincia, 32, 53 Piura, ciudad, 130 Quiroga, calle, 36


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“ TA N C E R C A Y TA N L E J O S” Cristóbal Ojeda Dávila

Quito, Quito,

ciudad, 15, 19, 20, 21, 23, 24, 25, 27, 34, 36, 38, 41, 51, 52, 61, 62, 63, 65, 66, 69, 70, 76, 83, 84, 85, 86, 101, 104, 105, 106, 111, 119, 120, 144, 145, 149, 150, 155, 159, 167, 177, 179, 180, 185, 189, 198, 206, 223, 231, 237, 242, 243, 246, 247, 272, 274, 275, 276, 277, 278, 279 Distrito Metropolitano, 185

Riobamba, 70, 93, 120, 146, 224, 277, 279 Rocafuerte, calle, 36 Salinas, calle, 36 San Blas, barrio, 152 San Blas, plaza, 26 San Francisco, plaza, 52, 117 San Roque, barrio, 24 Santa Bárbara, barrio, 24 Santa Rosa, ciudad, 120 Santo Domingo, plaza, 26 Saquisilí, cuidad, 202 Selva Alegre, calle, 36 Sucre, calle, 36 Teatro plaza del, 26, 106, 223 Tumaco, 224 Vargas, calle, 36 Venezuela, calle, 36 Yerovi, calle, 36 Zamora, río, 188, 189, 191


PUBLICACIONES DEL INSTITUTO METROPOLITANO DE PATRIMONIO, FONSAL BIBLIOTECA BÁSICA DE QUITO 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17.

AL MARGEN DE LA HISTORIA. Leyendas de pícaros, frailes y caballeros. Cristóbal Gangotena y Jijón (1924), 2003. LA LAGARTIJA QUE ABRIÓ LA CALLE MEJÍA. Historietas de Quito. Luciano Andrade Marín, 2003. PÚLPITOS QUITEÑOS. La magnificencia de un arte anónimo. Ximena Escudero Albornoz, 2004. CALLES, CASAS Y GENTE DEL CENTRO HISTÓRICO DE QUITO, TOMO I. Protagonistas y calles en sentido oriente-occidente desde 1534 a 1950, de la calle Egas a la calle Chile. Fernando Jurado Noboa, 2004. EL DERECHO Y EL REVÉS DE LA MEMORIA. Quito tradicional y legendario. Edgar Freire Rubio (compilador) y María del Carmen Fernández (introducción y notas), 2005. IMÁGENES DE IDENTIDAD. Acuarelas quiteñas del siglo XIX. Alfonso Ortiz Crespo, Alexandra KennedyTroya, Rosemarie Terán Najas y Jorge Trujillo, 2005. LA CRÓNICA PROHIBIDA DE CRISTÓBAL DE ACUÑA. Cristóbal de Acuña en el Amazonas. Hugo Burgos Guevara, 2005. LUZ A TRAVÉS DE LOS MUROS. Biografía de un edificio quiteño. María Antonieta Vásquez Hahn, 2005. CALLES, CASAS Y GENTE DEL CENTRO HISTÓRICO DE QUITO, TOMO II. Protagonistas y calles en sentido oriente-occidente, 1534 a 1950, de la calle Espejo a la calle Bolívar. Fernando Jurado Noboa, 2005. CALLES, CASAS Y GENTE DEL CENTRO HISTÓRICO DE QUITO, TOMO III. Protagonistas y calles en sentido oriente-occidente, 1534 a 1950, de la calle Rocafuerte a la calle Portilla. Fernando Jurado Noboa, 2006. TULIPE Y LA CULTURA YUMBO. Arqueología comprensiva del subtrópico quiteño. FONSAL-Holguer Jara Chávez, tomo I, 2006 y tomo II, 2007. FAMILIA, HONOR Y PODER. La nobleza de la ciudad de Quito en la época colonial tardía (1765-1822). Christian Büschges, 2007. EL PUEBLO DE QUITO, 1690-1810. Demografía, dinámica socio racial y protesta popular. Martin Minchom, 2007. ARTE COLONIAL QUITEÑO. Renovado enfoque y nuevos actores. Contiene: Historia del arte colonial quiteño. Un aporte historiográfico, Carmen Fernández-Salvador y El arte en la Real Audiencia de Quito. Artistas y artesanos desconocidos de la “escuela quiteña”, Alfredo Costales Samaniego, 2007. CARONDELET. Una autoridad colonial al servicio de Quito. Carlos Manuel Larrea, José Gabriel Navarro, Jorge Núñez Sánchez y María Antonieta Vásquez Hahn, 2007. MEJÍA. Portavoz de América (1775-1813). Jorge Núñez Sánchez, María Antonieta Vásquez Hahn, Eduardo Estrella, Eric Beerman, Manuel Chust, María José Collantes de Terán de la Hera y Hernán Rodríguez Castelo, 2008. RADIOGRAFÍA DE LA PIEDRA. Los jesuitas y su templo en Quito. Jorge Moreno Egas, Jorge Villalba, S.J., Peter Downes, Christiana Borchart de Moreno, Valeria Coronel Valencia, Alfonso Ortiz Crespo, Adriana Pacheco Bustillos, Diego Santander Gallardo, José Luis Micó Buchón, S.J., Patricio Placencia y Manuel Jiménez Carrera, 2008.


18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27.

28. 29. 30. 31.

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CALLES, CASAS Y GENTE DEL CENTRO HISTÓRICO DE QUITO, TOMO IV. Protagonistas de la Plaza Mayor y de la Calle de las Siete Cruces, 1534 a 1950. Fernando Jurado Noboa, 2008. EL SABOR DE LA MEMORIA. Historia de la cocina quiteña. Julio Pazos Barrera, 2008. Primera reimpresión 2010. EL CAMINO DE HIERRO. Cien años de la llegada del ferrocarril a Quito. Elisa y Ana María Sevilla, Hernán Ibarra, Kim Clark, José Segovia Nájera, José Antonio Figueroa, Eduardo Kingman Garcés / María Augusta Espín / Erika Bedón, Lisset Coba e Inés del Pino Martínez, 2008. CALLES, CASAS Y GENTE DEL CENTRO HISTÓRICO DE QUITO, TOMO V. Protagonistas y calles en sentido sur-norte, de 1534 a 1950, de la calle Quiroga a la Calle Cuenca. Fernando Jurado Noboa, 2009. CALLES, CASAS Y GENTE DEL CENTRO HISTÓRICO DE QUITO, TOMO VI. Protagonistas y calles en sentido occidente-oriente, de 1534 a 1950. Calles Benalcázar, Venezuela y Vargas. Fernando Jurado Noboa, 2009. EL COMISIONADO REGIO CARLOS MONTÚFAR Y LARREA. Sedicioso, insurgente y rebelde. Guadalupe Soasti Toscano, 2009. HISTORIA DE QUITO “LUZ DE AMÉRICA”. Bicentenario del 10 de Agosto de 1809. Jorge Salvador Lara, 2009. CALLES, CASAS Y GENTE DEL CENTRO HISTÓRÓRICO DE QUITO, TOMO VII. Historia de las calles Guayaquil, Luis Felipe Borja y Maldonado. Fernando Jurado Noboa, 2009. HISTORIA Y ARTE EN EL TEJAR DE LA MERCED. María Antonieta Vázquez Hahn y Alfonso Ortiz Crespo, 2010. ARTE QUITEÑO MÁS ALLÁ DE QUITO. Memorias del seminario internacional de agosto de 2007. Gloria Cortés Aliaga, Francisca del Valle Tabatt, Marta Fajardo de Rueda, Carmen Fernández-Salvador, Patricio Guerra Achig, Fernando Guzmán Schiappacasse, Ángel Justo Estebaranz, Alexandra KennedyTroya, María del Pilar López Pérez, Jaime Mariazza Foy, Ricardo Morales Gamarra, Alfonso Ortiz Crespo, Adriana Pacheco Bustillos, Jesús Paniagua Pérez, Pedro Querejazu Leyton, Jannet Rodríguez Nóbrega, Olaya Sanfuentes Echeverría, Suzanne Stratton-Pruitt, Bozidar Darko Sustersic, Rodolfo Vallín Magaña, Laura Vargas Murcia y Gustavo Vives Mejía, 2010. ATLAS ARQUEOLÓGICO DE QUITO. FONSAL - Holguer Jara Chávez y Alfredo Santamaría, 2009. Volumen I: Quito - Píntag. Volumen II: San José de Minas - Guayllabamba, Volumen III: Pacto Lloa, 2010. MUJERES EN LA REVOLUCIÓN DE QUITO. Sonia Salazar y Alexandra Sevilla, 2009. EL MOVIMIENTO ILUSTRADO Y LA INDEPENDENCIA DE QUITO. Carlos Paladines (estudio introductorio y selección de textos), 2009. LA REVOLUCIÓN EN LAS TABLAS. Quito y el teatro insurgente 1800/1817. El teatro insurgente en Quito, María Antonieta Vásquez Hahn. José Mejía Lequerica: “El Celo triunfante de la discordia: preludio alegórico”, Ekkehart Keeding. El celo triunfante, José Mejía Lequerica. Camilo Henriquez: La Camila o la patriota de Sudamérica, Ekkehart Keeding. La Camila o la patriota de Sudamérica, Camilo Henriquez, 2009. CALLES, CASAS Y GENTE DEL CENTRO HISTÓRICO DE QUITO, TOMO VIII, Historia de la calle Flores hasta la calle Los Ríos. Fernando Jurado Noboa, 2010. CALLES, CASAS Y GENTE DEL CENTRO HISTÓRICO DE QUITO, TOMO IX, Historia de las plazas articulares de la ciudad: San Francisco. Fernando Jurado Noboa, 2010. RECOLETA DE SAN DIEGO DE QUITO. Historia y Restauración. Alexandra Kennedy Troya, Alfonso Ortiz Crespo. Edición revisada y corregida, 2010. COSMOVISIÓN ANTROPOCÉNTRICA DE LAS CULTURAS DEL ANTIGUO ECUADOR. Museología, museografía y catálogo del museo Antonio Santiana. Holguer Jara Chávez, 2010.


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OBRAS EN PROCESO DE EDICIÓN Y PUBLICACIÓN • (34) HISTORIA DEL ANTIGUO HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS. Nancy Morán, Jorge Moreno, Silvia Benítez, Cecilia Ortiz (en colaboración con el Museo de la Ciudad). • (35) CALLES, CASAS Y GENTE DEL CENTRO HISTÓRICO DE QUITO, TOMO X. Historia de las plazas articulares de la ciudad: Plaza de Santo Domingo. Fernando Jurado Noboa. • (38) HACIENDA Y OBRAJE. Los jesuitas y el inicio del capitalismo agrario en Quito Colonial, 16001767. Nicholas P. Cushner. Traducción, estudio introductorio y notas, Gonzalo Ortiz Crespo. • (39) CALLES, CASAS Y GENTE DEL CENTRO HISTÓRICO DE QUITO, TOMO XI. Historia de las plazas menores de la ciudad: la plaza de Santa Clara. Fernando Jurado Noboa. • (40) LA ESTRELLA DEL CAMINO. Apuntes para el estudio del belén barroco quiteño. Francisco Manuel Valiñas López y fotografías de Christoph Hirtz. • (41) CALLES, CASAS Y GENTE DEL CENTRO HISTÓRICO DE QUITO, TOMO XII. Historia de las plazas menores de la ciudad: Plaza del Teatro, plazoleta de San Agustín y plazoleta de la Merced. Fernando Jurado Noboa.

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VERSIONES RESUMIDAS • IMÁGENES DE IDENTIDAD, Acuarelas quiteñas del siglo XIX. (Síntesis). Evelia Peralta, 2005. • JOSÉ MEJÍA LEQUERICA 1775-1813, Las ideas políticas de un quiteño en España. Jorge Núñez Sánchez, 2007. • TULIPE Y LA CULTURA YUMBO, Arqueología comprensiva del subtrópico quiteño. (Resumen de la versión integral). Sofía Luzuriaga Jaramillo y Olga Fernández Valdez, 2007.

QUITO Y SU MÚSICA 1. RINCONES QUE CANTAN. Una geografía musical de Quito (incluye CD). Fernando Jurado Noboa, 2006. 2. GONZALO BENÍTEZ. Tras una cortina de años (incluye CD). Adrián de la Torre y Pablo Guerrero Gutiérrez, 2007. 3. EL CANTO DEL RUISEÑOR. José María Trueba, artífice del canto lírico en Quito, siglo XX. Alfonso Campos Romero, 2009. 4. MELODÍA INEVITABLE. Vida y tiempo del compositor Luis Humberto Salgado. Cecilia Miño Grijalva. Partituras transcritas por José Carlos Ortiz. CD con obras interpretadas al piano por Eduardo Florencia. 5. MIL AÑOS DE MÚSICA. Vida y obra del músico Carlos Bonilla Chávez (incluye cancionero y CD). Pablo Guerrero Gutiérrez. MIL AÑOS DE MÚSICA. DVD interactivo. Pablo Guerrero Gutiérrez. MIL AÑOS DE MÚSICA. Partituras para guitarra y piano.


QUITO Y SU MÚSICA TÍTULOS EN PROCESO DE EDICIÓN Y PUBLICACIÓN 6. TAN CERCA Y TAN LEJOS. Cristóbal Ojeda Dávila, intérprete del alma ecuatoriana, 1906 – 1932. Alfonso Campos Romero. 7. NOTICIAS MUSICALES DEL QUITO ANTIGUO. Alfonso Campos Romero.

OTRAS PUBLICACIONES DEL FONSAL • TEATRO NACIONAL SUCRE 1886-2003. FONSAL, 2003. • UN SIGLO DE IMÁGENES. El Quito que se fue II / 1860-1960. Fernando Jurado Noboa y Alfonso Ortiz Crespo (selección fotográfica y comentarios de la colección privada de Ernesto Chiriboga Ordóñez), 2004. • ORIGEN, TRAZA Y ACOMODO DE LA CIUDAD DE QUITO. Alfonso Ortiz Crespo, 2004. • REFORZAMIENTO ESTRUCTURAL EN LAS EDIFICACIONES PATRIMONIALES. (Memorias del seminario taller). José Chacón Toral, Michel Bonete, Gennaro Tampone, Giorgio Croci, Mario Morán P., Patricio Placencia Andrade, Óscar Argoti, Manuel Eduardo León Crespo, Guillermo Gómez Orejuela / Héctor Vega Quinteros, 2004. • LAS TÉCNICAS VERNÁCULAS EN LA RESTAURACIÓN DEL PATRIMONIO. (Memorias del seminario taller). Holguer Jara, Alfonso Ortiz Crespo, Jesús Loor Bravo, Santiago López Ulloa, María Isabel Correa Kanan, José Fernando Muñoz, Patricio Chacón, Peter Widmer, Franklin Cárdenas, Sergio Bermeo Cabezas, 2005. • VIDA, PASIÓN Y MUERTE DE EUGENIO FRANCISCO XAVIER DE SANTA CRUZ Y ESPEJO. Marco Chiriboga Villaquirán, 2005. • DAMERO. Alfonso Ortiz Crespo, Matthias Abram y José Segovia Nájera, 2007. • QUITO. ESCUDO DE ARMAS Y TÍTULOS DE LA CIUDAD DE SAN FRANCISCO DEL QUITO. Pedro P. Traversari (1914), 2007. • GUÍA DESCRIPTIVA BIBLIOGRÁFICA Y DOCUMENTAL SOBRE LA INDEPENDENCIA EN EL ECUADOR. Guadalupe Soasti Toscano, 2007. • LOS AÑOS VIEJOS. X. Andrade, María Belén Calvache, Lisett Coba, Martha Flores, Ángel Emilio Hidalgo, Carlos Tutivén, María Pía Vera. Fotografpías: Álvaro Ávila Simpson, François Laso, Florencia Luna y Jorge Vinueza G., 2007. • PASEANDO POR LA ALAMEDA, (Guía histórica), Autores Varios, 2007. • CATÁLOGO DE PUBLICACIONES DEL FONDO DE SALVAMENTO DEL PATRIMONIO CULTURAL DE QUITO. Fonsal, 2007. • INSURGENTES Y REALISTAS. La revolución y la contrarrevolución quiteñas 1809-1822. Alfredo Costales Samaniego y Dolores Costales Peñaherrera, 2008. • MIGUEL DE SANTIAGO EN SAN AGUSTÍN DE QUITO. Ángel Justo Estebaranz, 2008. • EL VALLE DE TUMBACO. Acercamiento a su historia, memoria y cultura. Lucía Moscoso Cordero, 2008. • COMPENDIO DE LA REBELIÓN DE LA AMÉRICA. Cartas de Pedro Pérez Muñoz sobre los acontecimientos en Quito de 1809 a 1815. Estudio introductorio y compilación de Fernando Hidalgo Nistri, 2009. • EUGENIO ESPEJO PRECURSOR DE LA INDEPENDENCIA. Documentos 1794 – 1797. Carlos E. Freile G., 2009.


• QUITO PATRIMONIO Y VIDA. Obra del FONSAL 2001-2008. Fonsal, 2008. • EXPOSICIÓN DE LIBROS ANTIGUOS EN CONMEMORACIÓN DE LOS 800 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DE LA ORDEN FRANCISCANA. (Catálogo), 2009. • FUENTES PARA EL ESTUDIO DE LA INDEPENDENCIA (CD-ROM). Coordinación Elena Noboa Jiménez, 2009. • DICCIONARIO DE TÉRMINOS DE ARQUITECTURA Y ARTE DE QUITO. Basado en la obra de Darío Donoso Samaniego. Editado, corregido y ampliado por Alfonso Ortiz Crespo, Inés del Pino y María Pía Vera, 2009. • JUAN MAGNIN, DESCARTES REFORMADO. El nacimiento de la ciencia moderna en la Audiencia de Quito (incluye CD-ROM). Estudio introductorio “El precursor de la filosofía moderna en la Audiencia de Quito”, Carlos Paladines Escudero, 2009. • HISTORIA Y LEYENDA DEL ARTE QUITEÑO. Su iconología. Ximena Escudero Albornoz. Fotografías Christoph Hirtz, 2009. • LAS ARTES EN QUITO EN EL CAMBIO DEL SIGLO XVII AL XVIII. Memorias del Seminario Internacional 8–11 de octubre de 2007. Susan Verdi Webster, Alfonso Ortiz Crespo, Germán Téllez Castañeda, Patricio Guerra, María Antonieta Vásquez Hahn, Silvia Larrea Araujo, Carmen Fernández Salvador, 2009. • EL MOLINO Y LOS PANADEROS. Cultura popular e historia industrial de Quito. Contiene: La vida popular, el pan y los panaderos, Eduardo Kingman Garcés y Los molinos de El Censo, Nicolás Cuvi, 2009. • HERNÁN CRESPO TORAL. Varios Autores, 2009. • QUITO CASA ADENTRO NARRADO POR MUJERES. María Cuvi, 2009. • LÍRICA DE LA REVOLUCIÓN QUITEÑA DE 1809-1812. La revolución quiteña de agosto de 1809 y el martirio de agosto de 1810 en los poemas de esos días. Hernán Rodríguez Castelo, 2009. • TRES MIRADAS AL PRIMER GRITO DE LA INDEPENDENCIA. Contiene: Recuerdos de los sucesos principales de la revolución de Quito desde el año de 1809 hasta el de 1814, Agustín Salazar y Lozano. Viaje imaginario por las provincias limítrofes de Quito y regreso a esta capital, Manuel José Caicedo y Cuero. Controversia histórica sobre la iniciativa de la independencia americana, Camilo Destruge. Estudio introductorio de Francisco Salazar Alvarado, 2009. • LA LUCHA POR LA INDEPENDENCIA. Del primer grito a la primera constitución. Plutarco Naranjo, 2009. • ACTORES Y PROCESOS DE LA REVOLUCIÓN QUITEÑA. (Contiene CD-ROM). Bravo, Kléver Antonio; Cordero Íñiguez, Juan; Costales Peñaherrera, Dolores; De Guzmán Polanco, Manuel; Freile Granizo, Carlos; Gómez de la Torre B., Joaquín; Jurado Noboa, Fernando; Latorre, Octavio; Muñoz Borrero, Eduardo; Núñez Sánchez, Jorge; Ortiz Crespo, Alfonso; Paladines Escudero, Carlos; Pérez Ramírez, Gustavo; Rodríguez Castelo, Hernán; Rosales Valenzuela, Benjamín; Salazar Alvarado, Francisco; Serrano Pérez, Vladimir; Soasti Toscano, Guadalupe; Tapia Tamayo, Amílcar; Tinajero Villamar, Patricio, 2009. (Convenio con Multimedios Cientoseis). • HISTORIA DEL ACTA DE LA INDEPENDENCIA DEL 10 DE AGOSTO DE 1809. Gustavo Pérez Ramírez, 2010. • MANUAL DE LA COCINERA, REPOSTERO, PASTELERO, CONFITERO Y BOTELLERO. Juan Pablo Sánz (antes de 1882), 2010. • PRENSA Y ESPACIO PÚBLICO EN QUITO (1792-1840). María Elena Bedoya, 2010. • EL GREMIO DE LOS LUSTRABOTAS, 100 AÑOS DE HISTORIA. Carolina Páez y Soledad Quintana, 2010.


• SOCIEDAD Y POLÍTICA EN QUITO. APORTES A SU ESTUDIO ENTRE LOS AÑOS 1800-1850. Cristóbal Landázuri, Pablo Núñez, Juan Fernando Regalado, Luis Alberto Revelo, 2010. • ÁRBOL AL FILO DEL DESIERTO (Novela). Nicolás Jiménez Mendoza, 2010. • JOAQUÍN PINTO. CRÓNICA ROMÁNTICA DE LA NACIÓN. Adriana Chávez Villacreses, Patricio Guerra, Eduardo Maldonado, Susan Rocha, Ana Rodríguez, 2010. Catálogo resumido de la exposición homónima, en colaboración con el Centro Cultural Metropolitano. • 111 PLATOS POPULARES DEL ECUADOR. Pablo Zambrano y Juan Lorenzo Barragán, 2010. En colaboración con el Hotel Hilton Colón. • BLOMBERG QUITEÑO. Rolf Blomberg, 2011. Libro de fotografía histórica de Quito, en coordinación con Archivo Blomberg.

OTRAS OBRAS EN PROCESO DE PUBLICACIÓN, EDICIÓN E INVESTIGACIÓN • JOAQUÍN PINTO. CRÓNICA ROMÁNTICA DE LA NACIÓN. Adriana Chávez Villacreses, Fernando Jurado, Patricio Guerra, Eduardo Maldonado, Susan Rocha, Ana Rodríguez, 2011. Catálogo de la exposición homónima, en colaboración con el Centro Cultural Metropolitano. • LA CONFIGURACIÓN MILITAR EN LA GESTA QUITEÑA DE LA INDEPENDENCIA (1809–1812). Jorge Núñez Sánchez y Kléver Bravo (colaboración). Íñigo Salvador Crespo (colaboración). • SOPAS, SECOS Y ENVUELTOS DEL ECUADOR. Ruby Larrea. • HISTORIA DE LA EDUCACIÓN Y DEL PENSAMIENTO PEDAGÓGICO ECUATORIANO. Carlos Paladines Escudero, conjuntamente con la Dirección de Educación del MDMQ. • LA MARISCAL. Historia de un barrio moderno de Quito en el siglo XX. Amparo Ponce y Consuelo Mancheno (colaboración). • DEL PÚLPITO AL CONGRESO. El clero en la revolución quiteña. Jorge Moreno Egas. • LLANGANATI EXPEDICIÓN BOSCHETTI–ANDRADE MARÍN. Luciano Andrade Marín. Lisbeth Boschetti, editora. • MAPAHUIRA CEVALLOS: EL PODER DE LA MEMORIA. Pablo Cuvi. • QUITO Y SUS REINAS: LA HISTORIA QUE NO SE HA CONTADO. Alejandra Adoum. • LA FIESTA DE LOS TOROS EN QUITO. Carmen Sevilla Larrea. • LA ESCUELA DE LA GUITARRA QUITEÑA. Pedro Saavedra. • HISTORIA DEL CABILDO QUITEÑO. Javier Gomezjurado. • LA CASA DE LOS ALCALDES. María Antonieta Vásquez Hahn. • HISTORIA DE LA TAUROMAQUIA EN QUITO. Vicente Moreno. • HISTORIA DEL MONASTERIO DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE QUITO. Sylvia Ortiz Batallas. • VIDA COTIDIANA DE QUITO EN LOS AÑOS 1809 Y 1810. María Antonieta Vásquez Hahn. • ESE VIEJO SIGLO XX. Cecilia Ortiz Batallas. • MANUFACTURA TEXTIL Y COMERCIO EN QUITO, EN EL SIGLO XVII. Guadalupe Soasti Toscano. • HISTORIA DEL ANTIGUO BEATERIO. Amparo Ponce. • LOS SEÑORÍOS ÉTNICOS DE QUITO EN LA ÉPOCA DE LOS INCAS. Frank Salomon. • LAS BEBIDAS DE ANTAÑO EN QUITO. Javier Gomezjurado • EPISTOLARIO ENTRE NELA MARTÍNEZ ESPINOSA Y JOAQUÍN GALLEGOS LARA. Nela Meriguet. • EL CHOLERÍO Y LA GENTE DECENTE. Estrategias de mestizaje y blanqueamiento en Quito. Primera mitad del siglo XX. Manuel Espinosa Apolo. • LA REPÚBLICA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. Fernando Hidalgo Nistri.


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CATAGUANGO. Fernando Jurado Noboa. HISTORIA DE LA AVENIDA 24 DE MAYO. Fernando Jurado Noboa. NUMISMÁTICA ECUATORIANA. Ramiro Reyes. EL VIAJERO CÓSMICO. Memorias de su planeta natal. Javier Argüello. HISTORIA DEL BARRIO AMÉRICA. Amparo Ponce. HISTORIA DEL DISEÑO GRÁFICO EN QUITO. María Luz Calisto y Gisela Calderón. HISTORIA DEL BEATERIO. Rayuela, gestión cultural y desarrollo. JORGE SALVADOR LARA: CON LA FE POR DELANTE. Pablo Cuvi. ESCULTURA POLICROMADA DE LA IGLESIA DE SAN FRANCISCO. Carmen Fernández-Salvador, Manuel Jiménez, Judy de Bustamante (fotógrafo). PINTURA DE CABALLETE DE MIGUEL DE SANTIAGO. Rosa Torres, Ángel Justo Estebaranz, Ronald Jones (fotógrafo). CULTURA POLÍTICA Y MOVILIZACIÓN POPULAR EN LA AUDIENCIA DE QUITO DURANTE LA ERA DE LA REVOLUCIÓN (1765-1822). Valeria Coronel. CULINARIA QUITEÑA: LA FANESCA, LA COLADA MORADA Y EL USO DE LAS FRUTAS. Jorge Trujillo. RELATOS DE KIKIRIKITO. Rina Artieda. ÉRASE UNA VEZ EN AÑAQUITO Y TURUBAMBA… María Antonieta Sevilla. LAS HUECAS DE COMIDAS POPULRAES EN QUITO. Manuel Kingman, coordinador.

PUBLICACIONES PERIÓDICAS REVISTA • N.° 1: • N.° 2: • N.° 3: • N.° 4: • N.° 5:

PATRIMONIO DE QUITO Quito, espacio para lo sagrado, junio de 2005. La Compañía de Quito: joya barroca de América, (incluye CD), diciembre de 2005. El San Juan de Dios: el hospital de Espejo, agosto de 2006. Quito: vientos de revolución, abril de 2007. La Ronda vuelve a vivir, abril de 2007.

REVISTA ¡VIVA LA RONDA! (siete números mensuales de junio a diciembre de 2007)

PUBLICACIONES INSERTAS EN PERIÓDICOS • • • • • •

Quito: Semana Santa, abril, 2007 Quito es patrimonio vivo, septiembre, 2007 1809: Vientos de Revolución, agosto, 2007 ¡El ferrocarril llegó a Quito!, junio, 2008 Quito: Joya de América, septiembre, 2008 La revolución quiteña. Bicentenario del 10 de Agosto de 1809, agosto 2009.

ADQUISICIÓN DE EJEMPLARES DE OTRAS EDITORIALES • TERRITORIO O NACIÓN. Reforma y disolución del espacio imperial en Ecuador, 1765-1830. Federica Morelli, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2005.


CATÁLOGO DE FONDOS BIBLIOGRÁFICOS ANTIGUOS, REPRODUCCIÓN DE CDROM PARA UNIÓN LATINA E IILA • Biblioteca Exteriores • Biblioteca • Biblioteca

General de la Universidad Central del Ecuador (BUCE), Biblioteca del Ministerio de Relaciones (DMIM) y Cancillería del Estado, Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa Pólit (BAEP). Nacional del Ecuador Eugenio Espejo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión. del Convento Máximo de San Francisco de Quito.

APOYO A PUBLICACIONES DE OTRAS DEPENDENCIAS MUNICIPALES, EVENTOS Y PROMOCIÓN CULTURAL CENTRO CULTURAL METROPOLITANO Catálogos de exposiciones: Soto a gran escala / Homenaje a la obra de Marcelo Aguirre / El señor de Sipán: esplendor y misterio / Quilago / Procesos / Códigos Arcanos / Jesús Cobo / OZ / Urbana escultura / Colada y Morada / Rostros de Barro y Plata / Platería hispanoamericana contemporánea ADMINISTRACIÓN ZONA CENTRO Colección de la Memoria Histórica y cultural de los barrios de la Zona Centro 3: LA LOMA / 4: SAN DIEGO / 5: LA TOLA / 6: SAN JUAN / 7: SAN MARCOS / 8: SAN SEBASTIÁN / 9: EL PANECILLO / 10: LA VICENTINA Y EL DORADO / 11: LA COLMENA / SAN ROQUE ALCALDÍA METROPOLITANA Resumen de Gestión, Quito Ciudad Metropolitana 1: Quito una ciudad incluyente y solidaria / 2: Quito productiva y competitiva / 3: Quito habitable y armónica / 4: Quito democrática y gobernable / 5: Quito una nueva forma de gobernar MUSEO DE LA CIUDAD • EL RETRATO ILUMINADO. FOTOGRAFÍA Y REPÚBLICA EN EL SIGLO XIX. Lucía Chiriboga y Silvana Caparrini, 2005.

OBRAS DE OTRAS EDITORIALES AUSPICIADAS POR EL FONSAL ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA • EL QUITO QUE SE FUE 1850-1912. Colección fotográfica privada de Ernesto Chiriboga Ordóñez, colección Testimonio N. 1, edición y notas Fernando Jurado Noboa y Alfonso Ortiz Crespo, Academia Nacional de Historia, 2003. EDICIONES ARCHIPIÉLAGO • EN LA TIERRA, QUITO… LA CIUDAD, LA PINTURA. Lenin Oña (prólogo y selección), Jorge Enrique Adoum (textos), Ediciones Archipiélago, 2004.


• …Y EN EL CIELO UN HUEQUITO PARA MIRAR A QUITO. LA CIUDAD, LA POESÍA. Jorge Enrique Adoum (selección), Ediciones Archipiélago, 2004. LA • • • •

PALABRA EDITORES LOS QUITEÑOS. Francisco Tobar García (1981), 2005. QUITO. SUEÑO Y LABERINTO EN LA NARRATIVA. Peter Thomas, 2005. JOSÉ ENRIQUE GUERRERO. El pintor de Quito, Patricio Herrera Crespo y Edwing Guerrero Blum, 2006. COLECCIÓN ESCRITORES DE QUITO 1: La Voz Cordial. Correspondencia entre César Arroyo y Benjamín Carrión (1926-1932), 2007 / 2: Sonata para Valle Inclán y otros ensayos (1914-1936), César E. Arroyo, 2007 / 3: Textos escogidos, Gonzalo Zaldumbide, 2007 / 4: Antonio ha sido una hipérbole, Jorge Fernández, 2007 / 5: Poesía, Julio Zaldumbide, 2007 / 6: Galería de Místicos e insurgentes. La vida intelectual del Ecuador durante cuatro siglos (1555 – 1955), Jorge Carrera Andrade, 2008 / 7: Seis veces la muerte (cuentos) Jorge Icaza, 2008 / 8: Obra selecta, Augusto Arias, 2008.

TRAMA EDICIONES • LA LINARES. Iván Égüez, (edición bilingüe), 2005. • QUITO. HISTORIA Y DESTINO. Gonzalo Ortiz Crespo, 2006. • CONTRIBUCIONES A LA HISTORIA DEL ARTE EN EL ECUADOR. José Gabriel Navarro (1921-1952) cuatro tomos, 2007. • GUÍA ARQUITECTÓNICA DE QUITO. Evelia Peralta y Rolando Moya Tasquer, 2007. FLACSO • DE MEMORIAS. Imágenes públicas de las mujeres ecuatorianas de comienzos y fines del siglo veinte. Ana María Goetschel, Gioconda Herrera, Andrea Pequeño y Mercedes Prieto, 2007. • LA CIUDAD Y LOS OTROS. Higienismo, ornato y policía. Quito 1860-1940, Eduardo Kingman Garcés, 2008. EDITORIAL EL CONEJO • TESTIMONIOS DEL RADIOTEATRO EN QUITO. Margarita Guerra Gándara, 2008. CITYMARKET • 200 AÑOS • 200 AÑOS • 200 AÑOS • 200 AÑOS • 200 AÑOS

DE DE DE DE DE

HUMOR QUITEÑO. Xavier Michelena, 2007. PINTURA QUITEÑA. Xavier Michelena, 2007. ESCULTURA QUITEÑA. Esteban Michelena, 2007. PERSONAJES QUITEÑOS. Vladimir Serrano Pérez, 2009. DEPORTES Y ANÉCDOTAS. Jorge Ribadeneira, 2009.

CASA DE LA CULTURA ECUATORIANA • QUITO EN LA OBRA DE… Quitología y arte urbano, Ecuador siglo XXI. Varios autores, 2010.



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