“Alicante moderno 1900-1960”

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Después de la tempestad, 1944 (Archivo Municipal de Alicante) Fotografía nocturna de la Explanada de Alicante, ca. 1955-1960 (Colección particular)

I M Á G E N E S D E C U B I E R TA Y D E F A L S A S G U A R D A S : F R A N C I S C O S Á N C H E Z O R S ,

I M Á G E N E S D E C U B I E R TA Y D E F A L S D E G U A R DA S : F R A N C I S C O S Á N C H E Z O R S ,




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NIO BRE E J U PT I E M D 3 E DEL 6 DE S 2 AL

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A Diputación de Alicante les presenta en el MUBAG la exposición Alicante moderno 1900-1960. Con esta muestra, el Museo Bellas Artes Gravina de Alicante inicia una nueva etapa con una ambiciosa programación bajo la dirección de Juan Manuel Bonet, escritor y crítico de arte, con una enorme experiencia al haber dirigido el IVAM y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Comisario de innumerables exposiciones y autor de monografías sobre las principales figuras artísticas y literarias del pasado siglo y de autores contemporáneos, en la actualidad es director del Consejo Internacional de la Fundación Vicente Huidobro y asesor de la colección de pintura europea de Bancaixa. Juan Manuel Bonet nos propone, como nuevo programador de exposiciones, una profunda reflexión, un recorrido comprensivo sobre la vida intelectual de la ciudad de Alicante y toda la provincia en el periodo comprendido entre el inicio del siglo veinte hasta la actualidad a través de cuatro exposiciones. La primera de ellas es ésta cuyo catálogo tiene el lector en sus manos, comisariada por el propio Juan Manuel Bonet. Las tres restantes analizarán la trayectoria de los autores de los cincuenta, comisariada por Alfonso de la Torre; la generación setenta-ochenta, por Miguel Fernández-Cid; y, por último, el pulso de la creación más actual, comisariada por Kevin Power. Alicante moderno 1900-1960 pretende demostrar el importante papel que la ciudad y la provincia de Alicante tuvo en el mapa intelectual de la primera mitad del pasado siglo. Un enclave en donde se entrecruzó el talento de numerosos creadores e intelectuales provenientes de distintos puntos geográficos y distinta formación que vivieron la modernidad en el siglo XX. JOAQU ÍN RIPO LL S ERR ANO Presidente de la Diputación de Alicante

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A exposición Alicante moderno 1900-1960 que la Diputación de Alicante les presenta en el Museo Bellas Artes Gravina de Alicante ha sido comisariada por Juan Manuel Bonet, que inicia así su labor como programador de exposiciones de la Diputación. Bonet nos invita a hacer un recorrido temporal por la vida intelectual de la ciudad de Alicante y su influencia en toda la provincia a través de la pintura, escultura, fotografía, arquitectura y diverso material, en su mayoría, inédito. La exposición presenta espacios dedicados a escritores, músicos, arquitectos, a los inicios de las hogueras, a la guerra civil, con el arte realizado en la cárcel, a la provincia vista desde fuera. Valery Larbaud, autor francés que vivió durante la I Guerra Mundial en Alicante, Juan Gil-Albert, Gabriel Miró, Miguel Hernández o Azorín; músicos como Óscar Esplá; pintores como Emilio Varela, Gastón Castelló o Juana Francés; Miguel López, responsable del suelo de la Explanada o el hotel Gran Sol, las imágenes recogidas por el objetivo de Francisco Sánchez Ors, incluidos los retratos que realizó de los intelectuales de los años treinta, y los de Juan Guerrero Ruiz, que fotografió a autores como Salinas, Lorca o Alberti, que visitaban Alicante. La exposición va acompañada por el facsímil de Festa, revista que se editó en junio de 1936 para las Hogueras con cubierta de Emilio Varela y textos de Azorín, Óscar Esplá, Gómez de la Serna, José Guardiola Ortiz, Valery Larbaud o Gabriel Miró, entre otros, y fotografías de Sánchez Ors. P EDRO ROMERO P ONCE Diputado de Cultura

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EXPOSICIÓN

AGRADECIMIENTOS

ORGANIZA

Diputación de Alicante C O M I SA R I O

Juan Manuel Bonet ASESOR A CIENTÍFICA

Juana María Balsalobre C O L A B O R A C I Ó N E N L A R E DA C C I Ó N D E L P R O Y E C TO M U S E O L Ó G I C O

Monika Poliwka C O O R D I N A C I Ó N Y D O C U M E N TA C I Ó N

Área de Cultura de la Diputación de Alicante MUBAG DISEÑO EXPOSITIVO

Área de Arquitectura de la Diputación de Alicante T R A N S P O R T E Y M O N TA J E

Expomed, S.L. Actiu Transport, S.A. SEGUROS

Mapfre Aon Gil y Carvajal

C AT Á LO G O E D I TA

Diputación de Alicante T E X TO

Juan Manuel Bonet TIPÓGRAFO

Alfonso Meléndez F OT Ó G R A F O

Basilio F. Martínez IMPRESIÓN Y ENCUADERNACIÓN

Grafi Print 2009, S.L. C R É D I TO S F O TO G R Á F I C O S

Archivo Municipal de Alicante Diputación de Alicante Museo Ramón Gaya, Ayuntamiento de Murcia © De las imágenes: sus autores © De los textos: sus autores © De la presente edición: Diputación de Alicante © www.ladipu.com ISBN: 9 7 8 - 8 4 - 9 6 9 7 9 - 6 6 - 6 D E P Ó S I TO L E G A L : A - 5 1 7 - 2 0 1 0

Archivo Municipal de Alicante Ayuntamiento de Alicante Caja Mediterráneo Colegio Territorial de Arquitectos de Alicante Fundación Gregorio Prieto Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert Museo de Arte Contemporáneo de Alicante Museo de Albacete Musée-bibliothèque Valery Larbaud-Ville de Vichy Museo de Navarra, Pamplona Museo Ramón Gaya, Ayuntamiento de Murcia Hermanas Aguirre Colección Juana y Javier B. Navarro Blanca Cos Miguel Cos Ricardo Fuente Caamaño Salvador Guerrero Antonio Andrés Pardo Vidal Colección Joserre Perezgil Restaurante Dársena Ana Vázquez de Parga Marietta Vázquez de Parga Y a todos aquellos particulares que han prestado obra o han colaborado para hacer posible esta exposición.


Presentaciones J OAQ U Í N R IP O LL S E RR AN O Presidente de la Diputación de Alicante

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P E D R O R O M ER O P O N C E Diputado de Cultura

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Alicante moderno: de Azorín al Hotel Gran Sol J UA N M A N U E L BO NE T

Catálogo

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FRANCISCO SÁNCHEZ ORS

Después de la tempestad, 194 4 Archivo Municipal de Alicante


Alicante moderno: de Azorín al Hotel Gran Sol J UA N M A NU E L BO NET

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MPIEZO a escribir este texto, en un día madrileño invernal. Hace unos días, estaba en Alicante, frente al mar, y en él no pocos bañistas, y veía brillar en lo alto la silueta vertical del Hotel Gran Sol. Se trata de contar, en una exposición que inaugura una nueva etapa del MUBAG, una época de Alicante, los años 1900 -1960, época en la cual nace una modernidad alicantina de la cual el primer precursor fue Azorín, y que culminaría en ese discutido símbolo de un Alicante turístico que es el Gran Sol. Época para introducir la cual puede valer la fantástica panorámica fotográfica de la capital y de su puerto, en 1925, que se halla en el Archivo Municipal, procedente del archivo Senante-Lamaignere. En el principio fue la literatura, y concretamente la de José Martínez Ruiz (1873 -1967), universalmente conocido por su seudónimo Azorín. Entre su Monóvar natal, y la vecina y ya murciana Yecla, Azorín pasa en esas tierras altas sus años de mocedad. Estudiante en Valencia, «sube» luego a Madrid, como solía ser entonces costumbre entre los provincianos que querían triunfar. Influenciado por lecturas tanto francesas ochocentistas como españolas clásicas, pronto destaca, con su inconfundible estilo escueto, como uno de los nuevos, dentro de lo que él mismo contribuirá a definir como generación del 98. Buena parte de su obra es de tipo paisajístico. Aunque dijo como nadie Castilla y la meseta, una y otra vez volvió sobre pretextos de su tierra, especialmente de la zona de Monóvar y Yecla, que no podemos recorrer sin pensar en él. A finales de los años veinte, Azorín asimiló algunas de las propuestas de la vanguardia, algo que se refleja, entre otras cosas, en el título mismo de una de sus novelas de aquel tiempo: Superrealismo

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(1929). Presentísimo en la prensa, sería uno de los pilares de Abc y de Blanco y Negro, en los cuales colaboraron muchos pintores e ilustradores del entre-dos-siglos, entre ellos el alcoyano Emilio Sala, fallecido en 1910, muy estimado por Juan Ramón Jiménez, y muy bien representado en el MUBAG. Gracias a la CAM, la casa natal de Azorín en Monóvar es hoy sede de un museo, en el cual, junto a algunos de sus retratos (por, entre otros, el también noventayochista Ricardo Baroja, el valenciano Genaro Lahuerta, el alicantino Adelardo Parrilla, 1877-1953, y ese gran cronista en negro del Madrid del arrabal que es Francisco Sancha, otro de Abc y Blanco y Negro), se conserva su riquísima biblioteca, que como no podía ser de otro modo refleja la diversidad de sus lecturas españolas y extranjeras –hay bastantes «libros amarillos» de procedencia francesa–, lecturas tanto clásicas –nadie como Azorín supo devolver vida a la literatura española de todos los tiempos– como modernas, además de su relación con lo más granado de la literatura española y también latinoamericana de su tiempo. Discutido a menudo por sus opiniones políticas, Azorín en cambio constituye una referencia estética ineludible en la modernidad española, un faro del que encontramos un eco en buena parte de los mejores escritores que han venido después, e incluso en algunos artistas. Estoy pensando sobre todo en paisajistas, que el de Monóvar tenía ojo de pintor, aunque también le rendirá tributo, más cerca de nosotros, el siempre recordado Eusebio Sempere. «Mi ciudad está traspasada de Mediterráneo». El otro gran fundador de la modernidad alicantina, es obviamente Gabriel Miró (1879 -1930), nacido en la capital, en la céntrica calle Castaños. Como Azorín, al que debió no poco, quien también creó un alter ego en la figura de «Sigüenza», vivió la mayor parte de su vida fuera, sucesivamente en Barcelona y Madrid, aunque durante los años veinte, y motivado por la enfermedad de su hija Clemencia –también escritora–, pasara largas estancias veraniegas en Polop de la Marina, en una masía alquilada, Les Fonts, frente a Aitana. Más todavía que a Azorín, a Miró, sobrino del pintor alcoyano Lorenzo Casanova, lo identificamos con los paisajes de su tierra, como ya lo hiciera el poeta premo-

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Azorín y Gabriel Miró, Monóvar, junio de 1927

Retrato de Gabriel Miró por Luis Garay en la portada de ‘Sudeste’, julio de 1930

dernista malagueño Salvador Rueda, durante un tiempo morador, por cierto, por aquellos años, de la isla de Tabarca. Sus «novelas líricas», especialmente las dos del ciclo de Orihuela / Oleza –cuyo punto de partida son sus años de interno en el Colegio de Santo Domingo de esa ciudad–, o su libro de andanzas alicantinas Años y leguas (1928) –recordemos que Miró fue Cronista Oficial de la Provincia– son morosos y paisajísticos a más no poder, y constituyeron un modelo para muchos que vinieron después, tanto en su propia tierra (Julio Bernácer, Juan Chabás, Juan Gil-Albert, Miguel Hernández y Ramón Sijé, Vicente Ramos y el resto de los jóvenes que en 1945 lanzaron la revista Sigüenza, el Eusebio Sempere que lo homenajea en una carpeta editada en 1978 por la Galería Italia), como fuera de ella (Benjamín Jarnés, José Ballester en la vecina Murcia donde él y otros colaboraron en el homenaje póstumo de Sudeste, Francisco Valdés, o ya en la posguerra, Pedro de Lorenzo). Azorín, por lo demás, aunque de estilo siempre más contenido que el del benjamín, fue un gran admirador de aquél del que dijo aquello tan expresivo de que Gabriel Miró «es como una montaña, como un río, como un valle de la provincia de Alicante». También en el caso de Gabriel Miró, tenemos la suerte de que su biblioteca se conserve reunida, en este caso en la sede principal de la CAM, de nuevo. Se trata de una biblioteca infinitamente más modesta que la de Azorín, entre otras cosas porque el benjamín vivió muchos menos años que el senior. Pero ahí están los libros y papeles que fueron suyos, y entre ellos los que nos hablan de su amistad con el propio Azorín, Josep Carner, Ramón Gómez de la Serna, Enrique Granados, Juan Ramón Jiménez, Valery Larbaud, Joan Maragall, Eugenio d’Ors o Ramón del Valle-Inclán; con el trío de los grandes poetas modernistas canarios (Alonso Quesada, Tomás Morales y Saulo Torón); y con muchos de los «nuevos», y entre ellos Rafael Alberti, Dámaso Alonso, Julio Bernácer, José Bergamín, Juan Chabás, una Carmen Conde que también estaría presente en el homenaje de Sudeste, Gerardo Diego, Juan José Domenchina, Antonio Espina, Juan Gil-Albert, Jorge Guillén –cuya correspondencia con el alicantino ha sido recogida, en 1970, en el volumen En torno a Gabriel Miró: Breve epistolario, publicado

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por Ediciones de Arte y Bibliofilia–, Benjamín Jarnés, Antonio Marichalar, Joaquín Romero Murube, Pedro Salinas o Claudio de la Torre. Cercanísimo a Gabriel Miró, sobre todo en Aitana, así como al pintor Emilio Varela –del cual enseguida se hablará–, Óscar Esplá (1886 -1976), que compuso a partir de un texto del primero su poema sinfónico El sueño de Eros (1910), y que sería el prologuista, en 1941, del octavo tomo de las Obras Completas, correspondiente a El humo dormido, es el gran compositor de los inicios de la modernidad alicantina. Figura de transición, desde el impresionismo (fuerte influencia francesa) y el nacionalismo musical, hasta una vanguardia al borde de la cual merodea, sobre todo durante los años veinte. Época de su Don Quijote velando las armas, dedicado a José Ortega y Gasset, y estrenado por Ernesto Halffter en el Alicante de 1924, y época de Nochebuena del diablo, de Canciones playeras (sobre poemas de El alba del alhelí) y de La pájara pinta, en los tres casos con Alberti (y Benjamín Palencia, como autor de los decorados, en el caso de la tercera, que no llegaría a terminarse ni a representarse en esa versión), y de otro proyecto no realizado (Auto de la Mari Chiva) con Bergamín y nuevamente Alberti, y de otro proyecto más (Electra electrocutada) apenas esbozado (con Alberti, Bergamín y Palencia, una vez más). Época de su amistad con Jorge Guillén, con Federico García Lorca o con Gerardo Diego, que, pianista ocasional él mismo, lo incluyó ya por aquel entonces en su repertorio, y al cual en 1926 enseñó diversos rincones de la provincia de Alicante. Época de El pirata cautivo, con Claudio de la Torre, y de su participación, con Soledades, en los fastos gongorinos de 1927. Luego vendrían su colaboración con Misiones Pedagógicas, su dirección del Conservatorio de Madrid, su exilio belga durante el cual por su presencia como crítico musical en el diario Le Soir de los años de la ocupación nazi pasaría una temporada en la cárcel, y finalmente, en 1949, el regreso a España. Figura enormemente atractiva, sobre todo en su Sinfonía Aitana, y en sus piezas para piano, y en sus citadas y maravillosas Canciones playeras: «Por allí, por allá, / A Castilla se va»... Figura que siempre necesitó volver a Alicante, a Aitana. Al igual que los de Azorín

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y Gabriel Miró, también el archivo de Esplá es felizmente propiedad de la CAM. La CAM, que cuando era Caja de Ahorros del Sureste de España, había contado con el compositor –y con su amiga la excelente pianista zaragozana Pilar Bayona como «ilustradora» musical– como uno de los conferenciantes de la semana de homenaje mironiano con la cual en 1952 se había inaugurado la Biblioteca Gabriel Miró, creación de Vicente Ramos. Y que volvería a contar con él, en 1961, para una confe-

Óscar Esplá en casa de Gabriel Miró y en Aitana con la Pájara pinta

rencia, publicada aquel mismo año bajo el título Evocación de Gabriel Miró. Fidelidad esplaiana, a quien ya en fecha tan temprana como 1910 le había saludado en un artículo de prensa: en 1952, existe un tercer texto del compositor sobre el escritor, incluido en una preciosa publicación municipal de Polop, titulada El lugar hallado. La música de Esplá –ha escrito su intérprete Antonio Iglesias, tan buen conocedor de su obra, y en general de ese ciclo histórico– es «lo español, y concretamente lo alicantino, en esencia». Sobre La pájara pinta y el resto de los proyectos conjuntos de Esplá y Alberti, remitir al artículo de Eladio Mateos «Las relaciones Alberti-Esplá: en torno a La pájara pinta», aparecido en 2008 en el núm. 53 de Canelobre, monográfico sobre Esplá. Artículo que aclara definitivamente los tres avatares sucesivos de esta obra mítica y rodeada de una cierta nebulosa: un proyecto conjunto no realizado, una Pájara tardía de Esplá, suite orquestal sin Alberti, estrenada en 1955 en el Festival de Música de Granada, y otra de Alberti sin Esplá, con el filipino Federico Elizalde como compositor, el pintor surrealizante sevillano

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Pablo Sebastián como decorador, y el propio poeta como recitante; estrenada esta Pájara albertiana, de un Alberti también sin Palencia, en el París de 1932, en la Salle Gaveau. Esta búsqueda del Alicante moderno, me llevó, también en invierno, hasta Vichy. Tan fantasmagórica ciudad, capital de la llamada «zona no ocupada» durante la I Guerra Mundial, ocupa un lugar en esta historia, porque ahí nació Valery Larbaud (1881-1957), poeta y narrador, que pasaría en Alicante y sus alrededores la mayor parte de los años 1916 -1920, huyendo de la I Guerra Mundial. En Alicante, «Europa con un toque de los Trópicos» y «la ciudad ideal para trabajar lejos de la atmósfera irrespirable de la guerra», el inventor de Barnabooth sería amigo de Óscar Esplá, así como de Germán y Julio Bernácer (1887-1936) –aquél, recordado economista, y este, olvidado escritor de estirpe mironiana, amigo también de Esplá, y de cuya producción destacan Infantilia: Emocionario de la niñez (1929) y Cantos a bordo (1936)–, de un Joaquín Dicenta ya herido de muerte, de Ramón Ferreres, de Higinio Formigós, de José Guardiola Ortiz –que sería el primer biógrafo de Miró–, de Eduardo Irles, de Pedro Salinas cuya finca de El Altet frecuentó. Fundamental fue Larbaud para la difusión en Francia de la obra de Gabriel Miró, del cual ya era lector asíduo cuando lo conoció, fugazmente, en el Madrid de 1923. Todavía más intensa fue su tarea de propagandista de Ramón Gómez de la Serna, su gran amigo español, al cual entre otras revistas tradujo en la dadaísta Littérature. De la especial relación Larbaud-Ramón, nos habla el hecho de que en el retrato al óleo que al francés le hizo en 1921 Paul-Émile Bécat, tenga entre las manos el inconfundible Libro nuevo ramoniano. En relación a Miró, una de las curiosidades que depara el archivo de Vichy es una carta de Giménez Caballero, de 1932, y escrita después del célebre y polémico homenaje en Orihuela. Alicante ocupa muchas páginas del extraordinario diario larbaldiano, en el cual «salen» todos los amigos citados, y otros muchos, y bastantes adolescentes alicantinas («amables rostros de los cuales algunos muy bonitos»), y algún visitante como, en 1920, el gran pianista catalán Ricardo Viñes, al cual acompañó a Elche. En su biblioteca encontramos también un ejemplar dedicado del citado

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Grupo de paseantes por la Explanada a la altura del Casino, Alicante, 1910 Colección Frías Archivo Municipal de Alicante

Superrealismo, de Azorín. Uno de los mejores estudiosos de la obra del francés, el poeta Bernard Delvaille, ha resumido esa relación Larbaud-Alicante, con la fórmula «Alicante, Civitas Larbaldiensis». Relación que encuentra su reflejo también en la obra en prosa, así en las preciosas miniaturas de distintas localidades de la provincia –entre ellas, Muchamiel, cuyo nombre le encantaba al francés–, o en la novela póstuma Luis Losada. Desde que la conozco, siempre le he encontrado un aire muy Larbaud, a una fotografía de un grupo de mujeres de distintas edades, paseando por la Explanada, en 1910; fotografía que también pertenece al Archivo Municipal, procedente del Fondo Frías.

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El citado número esplaiano de Canelobre, incluye un artículo mío: «Óscar Esplá / Emilio Varela: un diálogo (con Valery Larbaud al fondo)». Ahí indico, entre otras cosas, que no me consta que Larbaud conociera a Emilio Varela (1887-1951) y ello es curioso, teniendo en cuenta lo muy amigo que fue este pintor alicantino, tanto de Miró –al que homenajeó en Bodegón de las granadas y el libro sobre la silla: el libro es la edición de Biblioteca Nueva de Las cerezas del cementerio–, como de Esplá, que le dedicaría sus citadas Canciones playeras, que escribiría sobre su obra (para el catálogo de una de sus exposiciones póstumas, la celebrada en 1962 en la Sala de Arte de la Caja de Ahorros del Sureste de España), y que lo había conocido en 1918 a través de Joaquín Sorolla, maestro del pintor en el Madrid de los años 1904 -1907, y que en aquel año que vería el final de la Gran Guerra, visitaba la provincia para pintar El palmeral, perteneciente a su ciclo de la Hispanic Society de Nueva York. Desde que lo descubrí gracias a una conferencia del falangista Manuel Sánchez Camargo editada en 1963 como folleto (Emilio Varela, el pintor de Alicante) por la Caja de Ahorros del Sureste de España, me quedé intrigado por su caso. Sucesivas aproximaciones a su obra, y especialmente la última, este mismo año, con motivo de su magna retrospectiva municipal en la Lonja del Pescado, me han hecho llegar a la conclusión de que se trata de uno de los grandes pintores españoles de su tiempo, y en consecuencia, a desear que algún día deje de ser sólo un producto de consumo local alicantino. Ese deseo ya era el de Sánchez Camargo en su momento, en la época en que lo descubrió y en que lo incorporó (pero esa presencia terminaría siendo póstuma) al Salón de los Once orsiano, demostrando, pese a su ubicación en similares coordenadas ideológicas, un criterio bien distinto del manifestado en 1946 por José Rico de Estasen en Información, aquel artículo tan negativo que motivaría un banquete de homenaje de los amigos, gesto valiente sobre todo teniendo en cuenta que el crítico simultaneaba ese oficio con el de director... del Reformatorio de Alicante. Varela apenas salió de su tierra –su viaje a París, de 1928, acompañando a Esplá al estreno de El contrabandista por los Ballets Espagnols de La Argentina, no fue precisa-

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Emilio Varela, ‘Guadalest’, 1930 Colección Diputación de Alicante

mente un éxito–, y su pintura, regularmente expuesta en el Ateneo, está enteramente centrada en la misma: vistas de la capital y de otras localidades de la provincia, paisajes –con especial insistencia en la Sierra de Aitana–, bodegones, retratos de los amigos y amigas y entre estas últimas de Isolda Esplá, la hermana del compositor (uno de los dos graves retratos que le hizo, fechado circa 1940 -1944, pertenece al MUBAG)... sin olvidar una tendencia obsesiva al autorretrato. Hay una limpieza extrema en Varela, una asombrosa capacidad para captar el alma del paisaje, incluido el urbano. Pintor de la España clara azoriniana, aunque muchas de estas obras, sobre todo las de la posguerra, estén impregnadas de melancolía, esa melancolía patente en un título como Tarde gris y caballito cansado. Obras maestras definitivas: algunas esplendentes vistas de la Explanada con sus palmeras –por ejemplo, la que pertenece al MUBAG, y que presenta la particularidad del retoque tardío de la bandera en ella representada, que inicialmente era la republicana–, del barrio multicolor del Castillo, del puerto visto desde el Ateneo, o desde el Ayuntamiento (la absoluta pureza de Calle de Cervantes y Plaza del Ayuntamiento, circa 1929). Nadie como Varela ha dicho la Sierra de Aitana, y el rosario de pueblos de la misma, y las balsas o albercas, y ciertas localidades de la Huerta, y ciertas masías con reloj de sol, y un Elche con palmeras. Hermosos interiores, también, empezando por los de su propia casa. Encontramos además en su producción un cartel eficaz como el de las Ferias de Agosto de 1926; alegorías novecentistas con su punto de humor y entre las cuales destacan sus decoraciones un poco a lo Xavier Nogués para la nursery de la mansión de Carlos Carbonell; neo-popularismos veintisietistas como sus belenes muy Nochebuena del diablo, uno de los cuales perteneció precisamente a Esplá; algunos contagios de Benjamín Palencia, al cual conoció, según documenta la fotografía, tomada en 1928 en Tabarca, en que les acompaña el músico José Juan Pérez, más conocido como «José Juan», a secas, y creador aquel mismo año de la Orquesta de Cámara de Alicante; algunos boresismos; y, de nuevo dentro de la colección del MUBAG, ese sorprendente bodegón vanguardista «circa 1928 -1929» con papeles, entre los cuales se distinguen un

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Juan Vidal Ramos 20

volumen de la entonces difundidísima edición de Sigmund Freud de Biblioteca Nueva, un número de Cahiers d’Art, otro de La Gaceta Literaria, y otro del diario El Sol. En arquitectura, el nombre coetáneo a los ahora evocados, es Juan Vidal Ramos (1888 -1975), amigo de Gabriel Miró, de Esplá, de Varela, y con casa en Benimantell. Como arquitecto municipal primero (1917-1923), y luego de la Diputación Provincial (1917-1953), Vidal Ramos dejó una obra importante, dentro de la cual destacan, en 1926, el Hospital Provincial (hoy MARQ) y el propio Palacio de la Diputación, edificio emblemático, estilísticamente ya anacrónico en su momento (1928 -1932), sobre todo si tenemos en cuenta que en España por aquel entonces ya estaban construyendo los miembros de la generación madrileña de 1925, o los futuros «gatepacos»... Obra en la cual se mezclan el estilo Beaux-Arts, y el modernismo, y hay que recordar que en Barcelona, Vidal Ramos había tratado a Gaudí. (Siempre de Vidal Ramos, recordemos las mansiones que proyectó para las familias Lamaignère en 1918, y Carbonell, en 1920 -1924.) Pintor singular, por su obra, pero también por su peripecia vital, a la postre dramática, es el navarro Lorenzo Aguirre (1885 -1942). Dividido entre su oficio de policía, y su vocación por los pinceles, fue en Alicante, a donde su familia se había trasladado en 1889, y donde siendo todavía un adolescente fue alumno de Lorenzo Casanova, transcurrió la mayor parte de su vida, salvo una visita ritual a París en 1901, y un episodio madrileño para estudiar en San Fernando. Sus obras de inspiración alicantina están entre las más inspiradas de su producción, así La Cabrita (1923), que está en Pamplona, en el Museo de Navarra; o el luminoso y feliz Bodegón de los pájaros (1924); o Playa de Sant Joan (1928); o El Portet (1930); obras las dos últimas que nos atraen por cómo evocan un mundo entre lo rural y lo urbano, entre lo arcaico y lo industrial. Hay

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• JUAN MANUEL BONET


Lorenzo Aguirre, cartel ‘Alicante’, 1911

Portada del díptico de la exposición de Ramón Gaya en el Ateneo de Alicante, 1935

que recordar además su trabajo como caricaturista –en el Madrid de los años veinte participó en los Salones de Humoristas– y escenógrafo; un cuadro tan singular como El picador (1920); alguna incursión como autor en el campo del sainete, la zarzuela y la opereta; y visiones suburbiales madrileñas como Metropolitano (1932), propiedad de la Caja de Ahorros de Navarra. Y sus carteles; luego me referiré a algunos alicantinos más tardíos, pero además de esos hay que mencionar uno de 1911, todavía convencional, y destinado a publicitar las Fiestas de Invierno, y otro, en 1932, para las de Moros y Cristianos de Alcoy. La última retrospectiva de Aguirre se celebró en 2003, en el MUBAG, y la comisarió José Luis V. Ferris. En su otro oficio, Aguirre trabajó en Madrid, Valencia y Barcelona, alcanzando sucesivamente, durante la guerra civil, los cargos de Jefe Superior de Policía de la capital, y de Subdirector General de Seguridad, y habiendo ingresado, en 1937, en las filas del PCE. Tras refugiarse en Francia –París, Le Havre–, en 1940 fue detenido en Irún, encarcelado primero en Ondarreta y luego en Madrid, y ejecutado. Capítulo interesante en la historia que se trata de contar aquí, es el de las incursiones alicantinas de los vecinos murcianos. Durante los años veinte, Juan Bonafé (1901-1969), Luis Garay (1893-1956) y Ramón Gaya (1910005), pintores aficionados los tres al plein air y devotos del arte de Paul Cézanne, frecuentaron asíduamente la provincia, sobre todo Calpe –donde se alojaban en la Fonda de la Chima, maravillosamente pintada por Garay, y en el interior de la cual los fotografió Juan Guerrero Ruiz, un gran personaje, del cual luego hablaremos–, Altea, y Benidorm. Hermosísimas tanto las acuarelas alicantinas de Gaya –por ejemplo, alguna vista de Altea–, como las de Bonafé, entre las cuales destaca una dedicada a Carlos RuizFunes, extraordinaria, por lo luminosa y lo casi abstracta, aunque represente una ventana en Calpe. Bonafé, en la posguerra, seguiría frecuentando la provincia, y diciéndola inmejorablemente en su pintura, que a la postre terminaría teniendo más que ver con lo corotiano, que con lo cezanniano. Más o menos por la misma época, Altea, que acabo de citar a propósito de Gaya, fue elegido por un gran pintor manchego

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(del pueblo albaceteño de Barrax) e ibérico, Benjamín Palencia (1894-1980) como su «blanco refugio», por decirlo con un título del catalán Diego Ruiz, referido a Sitges. Los cuadros muy «retour à l’ordre» que ahí pinta Palencia durante la segunda mitad de los años veinte, son de lo mejor de su obra anterior a su toma de conciencia vallecana. A la vista está que Altea es entonces para él el equivalente a lo que Cadaqués es para su coetáneo Dalí, pintor entonces apoyado, al igual que él, por Juan Ramón Jiménez. En Alicante el de Barrax frecuenta a Esplá –ya he aludido a La pájara pinta–, y a Varela. De 1960 en adelante, volvería a frecuentar Altea, donde tendría casa, que terminaría sustituyendo por otra en Polop. Recordemos, además, algún otro de sus paisajes alicantinos de ese período, entre ellos uno de Monóvar. Juan Navarro Ramón (1903-1989), natural precisamente de Altea, y formado sucesivamente en Valencia y Madrid –donde tras pasar por San Fernando frecuentó el estudio de Timoteo Pérez Rubio–, fue uno de los adelantados de la modernidad alicantina. Sus primeras individuales tuvieron lugar en el salón del diario Heraldo de Madrid (1929, 1930) –también participó en su Salón de Independientes–, y en el Lyceum Club Femenino (1933). Antes de la guerra civil, en cuatro ocasiones expuso en solitario en Barcelona, entonces su ciudad de residencia, donde escribieron sobre él Rafael Benet, Carles Capdevila, Magí A. Cassanyes, Joan Cortés, Josep F. Ràfols y Josep Maria de Sucre. Por aquellos años, tras haber pasado por aguas varelianas (Alquería, 1929), cultivaba una figuración entre el noucentisme y el realismo mágico, de la cual constituyen buenos ejemplo el Desnudo de 1930 o las Bañistas de 1934. Frecuentó Ibiza, la isla moderna, en cuya capital pintó, también en 1934, un hermoso nocturno, de atmósfera metafísica, al que le cuadra aquello que Benet, al año siguiente, decía de la obra de su autor: «poesía ácida del silencio». La guerra la vivió como combatiente, y como militante del PCE. En 1937 fue uno de los artistas cuya obra –concretamente, su cuadro Te vengaremos– se vio en el pabellón de la República en la Exposición de París. Al año siguiente, recibió el Premio Nacional de Pintura. En la inmediata posguerra, tras regresar tempranamente (1941) del

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Antonio Vercher, cartel para el Patronato Nacional de Turismo, ca. 1929

exilio francés y pasar un tiempo en el campo burgalés de Miranda de Ebro, prosiguió por las sendas que se había trazado antes de la contienda: ver por ejemplo la metafísica vista de Altea (1943), o el intenso Bodegón con señora (1945). Navegó luego por aguas matissianas. A finales de aquella década lo vemos evolucionar hacia una abstracción de raíz surrealista. Ese tipo de trabajos los enseñó en 1949 en una de las salas pioneras de la vanguardia madrileña de la posguerra, la aneja a la librería Buchholz. Más tarde, convertido al informalismo, recibió la atención de críticos como Juan-Eduardo Cirlot, Sebastià Gasch, Joan Perucho, Rafael Santos Torroella, o Carlos Antonio Areán, autor este último, en 1973, de la que a fecha de hoy sigue siendo una de las dos monografías que existen sobre su obra, siendo la otra la que en 1978 publicó Francesc Rodon. Navarro Ramón siguió manteniendo toda su vida, junto a la línea más experimental, otra remansada, mediterraneísta –Areán nos habla de la «calma metafísica a la manera italiana» de esta vertiente de su obra, y también de su gusto por la prosa mironiana–, de la que constituyen perfectos ejemplos cuadros como Paisaje de Altea (1970) o como Interior del estudio (1980), el de Sitges, la localidad donde vivió los últimos años de su vida. Capítulo aparte en esta historia merecen las Fogueres de Sant Joan, que arrancaron en 1928, y que conocieron su apogeo en los años treinta y cuarenta. Remedo de las Fallas valencianas, las Hogueras, cuyo impulsor fue José María Py, presentan la particularidad de haber contado con la colaboración –para las propias Hogueras, o para sus carteles y folletos– no sólo de artesanos, algunos de ellos curtidos precisamente en las Fallas, sino de artistas como Lorenzo Aguirre, Melchor Aracil, Manuel Baeza, Miguel y Adrián Carrillo, Gastón Castelló, Manuel González Santana, Heliodoro Guillén Pedemonti (1863-1940) –pintor, y autor de alguna interesante vista urbana–, K-Hito, Adelardo Parrilla, José Pérezgil, e incluso Emilio Varela, y los murcianos Bonafé, Garay, y Gaya. En cuanto a las Hogueras propiamente dichas, perfectamente historiadas hoy –y asequibles incluso en red, en la página «Alicante vivo»–, mencionar por ejemplo, en 1928 la de la Plaza de Isabel II, titulada Les presidensies de Torrejón, y obra de Lorenzo Aguirre; en 1929,

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K-Hito 24

en el mismo emplazamiento y obra del mismo artista, la titulada Barraca de fira, y la de la Plaza del Puente, titulada El futur Benacantil, y obra conjunta de Gastón Castelló y de Paco Hernández; y en 1934 la de Santa Cruz, titulada El bon alicantí, y obra de Varela –más el Romans del bon alicantí simultáneamente lanzado por Irles–, conseguidísima por su mezcla de vanguardismo y delicadeza, una delicadeza que contrasta con la sal gruesa y el déco ampuloso que demasiado a menudo lastra otras de las propuestas. Jienense (de Villanueva del Arzobispo) de nacimiento, pero alicantino de formación –ahí estudió el bachillerato, fue alumno de Parrilla, y empleado de Correos–, el gran humorista Ricardo García de la Fuente, conocido por su seudónimo K-Hito (1890 -1984), pronto se iba a convertir en uno de los grandes del humor español de preguerra. Además de por sus caricaturas e historietas, que entre otros sitios publicó en Abc, es recordado como el fundador, en 1927, del semanario madrileño de humor Gutiérrez. En 1928 el propio muñeco «Gutiérrez» («Jefe del Negociado de Incobrables de la Dirección General de Cuentas Atrasadas») viajó a las Hogueras fundacionales, como lo documenta una película. En la comitiva que lo acompañaba, además de K-Hito, encontramos a Enrique Abellán –redactorjefe de Macaco–, a «Roberto» (Roberto Gómez), a «Karikato» (Cesáreo Villar), y a Antoniorrobles. «Gutiérrez» paseó por la Explanada y por el «incomparable barrio de Benalúa», y cantó aquello de «Da gusto ver / Alicante y su mar; / es un placer / irse a bañar». Siempre recordaría Alicante a K-Hito, que en 1956 sería nombrado hijo adoptivo de la ciudad. El que Bonafé, Garay y Gaya figuren entre los colaboradores gráficos de las Hogueras, se explica por el hecho de que el ya citado Juan Guerrero Ruiz (1893 -1955) fuera, entre 1931 y 1939, el secretario del Ayuntamiento de Alicante, después de haberlo sido del de su Murcia natal, donde lo encontramos entre los impulsores primero del suplemento literario del diario La Verdad, y luego de la revista veintisietista Verso y Prosa. La

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Francisco Sánchez Ors, ‘Juan Guerrero Ruiz en Benidorm’, ca. 1955 Archivo Municipal de Alicante

Memoria del Ayuntamiento de Alicante que, publicada en 1933, e impresa en Modernas Gráficas Gutenberg, detalla las realizaciones del mismo desde la proclamación de la II República, lleva el inconfundible sello tipográfico de quien fuera bautizado por Federico García Lorca como «cónsul general de la poesía». En 1935 fue Guerrero Ruiz el organizador de la individual de acuarelas de Gaya celebrada en el Ateneo, de cuya directiva formaba parte el escritor. En Alicante es donde este inició la publicación de la Revista Hispánica Moderna, dirigida por Federico de Onís desde Nueva York donde era catedrático en Columbia, pero impresa en las mencionadas Modernas Gráficas Gutenberg. A Guerrero Ruiz, aficionado al arte de la fotografía, debemos por lo demás una hermosa crónica en imágenes de Alicante y su provincia. Sus imágenes alicantinas, que merecerían ser recopiladas en un volumen, nos hablan de esas incursiones de sus amigos los antes citados pintores murcianos, en pos de motivos pintables. Algunas sin personajes, de paisajes, de arquitecturas populares, de interiores en los que entra la luz de Levante, son casi como correlatos fotográficos de los cuadros y acuarelas de aquellos. Pero están también sus instantáneas de Gabriel Miró, en 1926, con el enterrador de Polop de la Marina; de Gabriel Miró, cuyo busto alicantino por José Samper, inaugurado en 1935, promovería, así como la atribución a la plaza en la cual está ubicado del nombre del escritor; de Gabriel Miró, cuya primera bibliografía ordenaría en 1936, con Sidonia Rosenbaum, para Revista Hispánica Moderna. Su cámara registra luego las visitas a Alicante, ya en los treinta, de Alberti y María Teresa León –en julio de 1936, camino de una Ibiza donde les sorprendería el estallido de la guerra civil–, de Luis Cernuda –que en 1935 conferenció en el Ateneo sobre Gustavo Adolfo Bécquer–, de Federico García Lorca y su Barraca –en 1932, año en que la programó el Teatro Principal–, de Mathilde Pomès, de Pedro Salinas, de Antonio Sánchez Barbudo, de Miguel de Unamuno... Y está incluso un avión Latécoère accidentado en la playa de Altea, donde lo rodean un grupo de curiosos... y un rebaño de cabras, un Latecoère, uno de esos aviones entre cuyos pilotos estuvo el mítico Antoine de Saint-Exupéry, autor por cierto de alguna hermosa página alicantina.

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A propósito de fotografía, hay que mencionar a un gran artista de la cámara, Francisco Sánchez Ors (1905 -1974), hijo de Salvador Sánchez Lucio, el fundador, en la Calle Mayor, de Foto Sánchez, donde también trabajó Alfonso, el hermano de Francisco. De Sánchez Ors sería, en 1955, el mejor retrato fotográfico que se le tomó nunca a Guerrero Ruiz, sobre fondo del Mediterráneo y de la isla. Retrato que hay que poner junto a alguna luminosa acuarela de la misma época, pintada por Juan Bonafé desde esa misma atalaya. Sánchez Ors fue el gran cronista del Alicante moderno. Fotografió inmejorablemente la arquitectura de Miguel López o la de Luis Albert, de los cuales enseguida hablaremos. Fotografió las fiestas populares: ver el catálogo de la exposición municipal Folklore y tradición popular alicantina, celebrada en 2009 en la Lonja del Pescado. Retrató a los pintores (Emilio Varela, que le hizo un excelente retrato, hoy propiedad municipal, pero también Miguel Abad Miró hecho un dandy, Melchor Aracil camino del frente, Manuel Baeza, Adelardo Parrilla...), a los escultores (Adrián Carrillo), a los compositores (Esplá, pero también el muy esplaiano Rafael Rodríguez Albert, que trató a Maurice Ravel, y del que hay que recordar, en 1934, la mironiana Meditación y ronda, conocida como Obertura de la meditación de Sigüenza), a los intérpretes (el pianista Gonzalo Soriano)... Fotografió maravillosamente Les Fonts, y los paisajes de Gabriel Miró, siendo significativo en ese sentido el álbum de 1952 Imagen y poesía de Alicante, editado por la Caja de Ahorros del Sureste de España, y en el cual una serie de fragmentos del narrador, coexisten con una serie de huecograbados realizados a partir de clichés del fotógrafo, todo ello precedido de un prólogo de Clemencia Miró. Un año antes, Sánchez Ors había sido uno de los fundadores de la Agrupación Fotográfica de Alicante, junto con gente más joven como Eugenio Bañón; participó, entre otras actividades colectivas de la misma, en la llamada «Ruta de los Almendros». Por suerte todo esto –fue también autor de postales– no se ha dispersado, sino que se conserva (alrededor de 30.000 negativos...) en el Archivo Municipal, cuyos responsables son conscientes de que se trata de una colección única, memoria en imágenes de la ciudad y su provincia.

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José Ramón Clemente, ‘El hombre que pescó su sueño’, 1932 Diputación de Alicante

De la fotografía, al cine. La única película de vanguardia de autor alicantino, la muy onírica El hombre que pescó sus sueños, la rodó en 1932 José Ramón Clemente (1912), abogado, y figura secreta en torno a la cual hay que leer la bonita entrevista que en 2004 su directora, Rosalía Mayor, le hizo en el primer número de El Salt. Ahí recuerda Clemente su trabajo en La Barraca, su amistad con García Lorca y con Gonzalo Soriano, sus recuerdos de una conferencia de Ramón Gómez de la Serna en 1933 (ver al respecto, en el núm. 31 de la Revista del Instituto de Estudios Alicantinos, 1980, su artículo «Ramón Gómez de la Serna en Alicante»), su guerra civil y los cuatro años que tras ella pasó en la cárcel. Pero además, obviamente, da pistas respecto a la película, a sus actores (Gastón Castelló y el escultor Daniel Bañuls), y a la influencia en ella de El perro andaluz, de Luis Buñuel y Salvador Dalí. «El argumento –dice ahí– consistía en un pescador que sale a la Albufera con su barca y se queda dormido. En su sueño aparecen mariposas que lo conducen por unos hilos eléctricos hacia una cima. Cuando despierta, ve que no ha pescado nada, pero en la punta de la caña tiene una mariposa y es que no ha podido escapar de su sueño». A propósito de la vinculación de Clemente con el cine, sabemos que en el Ateneo, del cual era secretario, se proyectaron por aquellos años el Napoléon de Abel Gance; Metropolis, de Fritz Lang; el propio Perro andaluz; y por supuesto –según parece, en 1935– su El hombre que pescó sus sueños. Y siempre a propósito del séptimo arte, hay que mencionar, del lado de la extrema izquierda, el hecho de que Nuestro Cinema, la revista del comunista Juan Piqueras, contara con un corresponsal alicantino en la figura de Antonio Blanca. Siempre gracias a Clemente –a su citado artículo de 1980–, podemos rescatar tres greguerías que Ramón Gómez de la Serna improvisó ante las palmeras de la Explanada. La primera: «Gran escoba invertida para barrer los malos pensamientos en el aire antes de que caigan al suelo». La segunda: «Castillo de fuegos artificiales congelados». La tercera: «Bomba inofensiva de palmas». Infatigable, Guerrero Ruiz, al cual siempre hay que volver cuando se habla de un cierto Alicante –como de una cierta

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Murcia–, tuvo también que ver, en su condición de secretario de la Junta Provincial de Turismo, con esa actividad, entonces incipiente allá, y más concretamente, con el Parador de Ifach, en Calpe, iniciativa de Antonio García Sapena. El Parador: casi la primera obra de Miguel López, de estilo entre funcionalista y popularista, amueblado con muebles de la tienda madrileña Arte Popular, de Zenobia Camprubí, la mujer de Juan Ramón Jiménez. Empezó a proyectarse en 1932, y abrió sus puertas en 1935. Al año siguiente, Guerrero Ruiz fotografió, sentado en el suelo bajo sus porches, a Alberti. Pero las mejores imágenes del Parador, vuelven a ser de Sánchez Ors, y están tomadas ya en la posguerra. Salvador Guerrero ha estudiado, en un texto inédito de 2004, correspondiente a una conferencia en la sede de Benisa de la Universidad de Alicante, este y otros paradores –y albergues de carretera–, considerados como ámbito de turismo, de cultura, y en el caso del de Calpe, de amistad. Ya he mencionado en dos ocasiones al arquitecto Miguel López (1907-1976). En la citada memoria municipal de 1933 puede contemplarse su croquis imaginario de la reforma de la Montanyeta. Tras los años de Juan Vidal Ramos, están los años de Miguel López (en alguna ocasión, por cierto, colaborarían), documentados por los catálogos de sendas exposiciones del Colegio Territorial de Arquitectos de Alicante, la primera en 1987, y la segunda en 2008, ambas comisariadas por Andrés Martínez Medina y Justo Oliva Meyer, y centrada la segunda en la obra dibujística, ciertamente deslumbrante. Arquitecto municipal auxiliar, de 1932 en adelante Miguel López hizo colegios (el de Benalúa) y hospitales (Instituto Provincial de Higiene), pero además locales comerciales y bares, y, a caballo entre pre y posguerra, los edificios de apartamentos más modernos y mendelsohnianos de la Rambla de Méndez Núñez, de la Explanada y de la Plaza del Mar, inscritos –sobre todo La Adriática– en el horizonte del funcionalismo, del que se había empapado durante sus años de estudiante en Barcelona (allá fue amigo de Josep-Lluís Sert y miembro del GATCPAC), y del cual en Alicante existe algún otro ejemplo, del valenciano y ya citado Luis Albert, o del entonces jovencísimo Gabriel Penalva. Tas la guerra civil Miguel López seguiría activísimo, primero

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Miguel López, edificio Adriática, Alicante, 1935

en clave todavía funcionalista, luego por breve tiempo en clave imperial como lo exigían los nuevos tiempos, luego en clave Movimiento Internacional. A su debido tiempo hablaremos de algunas de esas obras suyas más tardías. Siempre en relación con el urbanismo de los años republicanos, fue importante, en 1933, el Concurso de Ideas para la Ciudad Turística de la Playa de San Juan, una iniciativa del alcalde Lorenzo Carbonell (y en la sombra, de Guerrero Ruiz), y que terminaría siendo conocida como Ciudad Prieto, por el nombre del entonces Ministro de Obras Públicas, el socialista Indalecio Prieto. En el concurso triunfó, con un proyecto que combinaba funcionalismo y un monumentalismo de ecos metafísicos y novecentistas, Pedro Muguruza, futura figura destacada... de la arquitectura del primer franquismo. La provincia de Alicante, por lo demás, dio, durante aquellos años veinte y treinta, unos cuantos nombres importantes a la literatura española. El primero en destacar fue Juan Chabás (1900 -1954), natural de Denia, localidad que abandonó en 1910 con su familia, con destino a Madrid. Entre postmodernista y ultraizante en Espejos (1921), su primer poemario, durante aquella década frecuentó a Alberti, a Dámaso Alonso, a Max Aub, a Rafael Barradas, a Esplá, a su muy admirado Gabriel Miró, a Gregorio Prieto, que le hizo entonces un buen retrato con un libro de Jean Cocteau entre las manos, retrato que se conserva en la Fundación dedicada al pintor en su Valdepeñas natal. Chabás, además de crítico, fue uno de los principales prosistas del 27, con novelas entre lo mironiano y lo experimental. Encontramos su firma en las principales revistas, y entre ellas en la murciana Verso y Prosa. Comprometido con la causa republicana, viviría la posguerra en el exilio cubano y venezolano. Juan Gil-Albert (1904-1994), natural de Alcoy, a donde siempre volvería en busca de inspiración, a Villa Vicenta, en El Salt, pero residente en Valencia, se inicia asimismo en una línea post-Miró, y de hecho en 1931 publica una biografía de su héroe. «Supo asociar el paisaje de la Comunidad Valenciana –en buena medida gracias al magisterio de Gabriel Miró– a su nostalgia del esplendor y la vitalidad de la cultura griega», ha escrito Guillermo Carnero. Durante la guerra civil, Gil-Albert

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fue uno de los redactores de la gran revista republicana Hora de España; de aquella época data el sombrío y extraordinario retrato que le hizo su amigo Gaya, único colaborador gráfico de la misma. La posguerra la vivió exiliado en México, donde en 1940 lo retrató, espectacularmente, Enrique Climent. Su mejor poemario, Las ilusiones, apareció en el Buenos Aires de 1944. Pronto, sin embargo, regresaría a España, donde aunque iría publicando libros, tanto de verso, como de prosa –especialmente importantes los de carácter memorialístico–, viviría en una cierta penumbra, hasta que en los años setenta iniciaron su recuperación Jaime Gil de Biedma y otros poetas más jóvenes. Asimismo alcoyano y futuro exiliado, mencionemos al narrador Virgilio Botella Pastor (1906 -1996). De la vecina Planes era otro escritor izquierdista, Francisco Ferrándiz Alborz (1899 -1961), ya activo en el Ecuador de los años treinta, y que terminaría su existencia en Montevideo. También valenciano de adopción, Pascual Pla y Beltrán (1908 -1961), natural de Ibi, y formado en Alcoy, donde trabajó como obrero textil, fue otro poeta importante de la generación. En la Valencia de 1931 fundó la revista de vanguardia Murta con el futuro falangista Rafael Duyos y el futuro crítico de arte Ramón Descalzo Faraldo. Militante del PCE y colaborador de revistas como Nueva Cultura –impulsada por Josep Renau– o como Octubre –impulsada por Alberti y María Teresa León–, la suya fue, especialmente durante la guerra civil, una poesía directa y militante. Tras siete años de cárcel, y otros nueve en Valencia, enmascarado como «Pablo Herrera», en 1955 Pla y Beltrán terminaría exiliándose, primero en Santo Domingo, y luego en Venezuela. La gran figura que da Alicante a la literatura española del período central del siglo XX, es sin duda el oriolano y asimismo comunista –durante los años de la guerra civil– Miguel Hernández (1910 -1942), cuyo centenario se celebra este año. Cercano a Guerrero Ruiz, y también a otros escritores murcianos (Raimundo de los Reyes que en 1933 le publicó el fundacional Perito en lunas, los cartageneros Carmen Conde y Antonio Oliver, o la unionense María Cegarra), decisiva fue para el poeta la conexión madrileña, con Ernesto Giménez

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Francisco de Díe, cubierta del primer número de la revista ‘El Gallo Crisis’, Orihuela, 1934

Portada del primer número de ‘Silbo’ con viñeta de Maruja Mallo, Orihuela, 1936

Caballero (que lo entrevistó en La Gaceta Literaria), Federico García Lorca, Vicente Aleixandre, el chileno Pablo Neruda, el argentino Raúl González Tuñón, y Maruja Mallo, entre otros, y a propósito de la última, ni que decir tiene que está clara hoy –han insistido especialmente sobre ella Agustín Sánchez Vidal y José Luis V. Ferris– la inscripción de parte de la obra hernandiana en el horizonte de Vallecas, al cual ya se ha hecho referencia a propósito de Palencia, el inventor, con el escultor Alberto, y a finales de los twenties, de esa poética que tanto se iba a expandir por doquier durante los años republicanos. Pero por supuesto antes que Vallecas en el caso de Miguel Hernández están la provincia de Alicante, y modelos como Azorín y Gabriel Miró. Por lo demás, obviamente el fuego central de su poesía, gran poesía como puede serlo la de sus correligionarios César Vallejo o Blas de Otero, trasciende estas coordenadas, como trasciende las coordenadas de lo social o de lo bélico; a la contra, se nos ocurrirían muchos ejemplos de poetas en que sucede justamente lo contrario, en que lo social y lo bélico, pueden con lo poético. Orihuela, la Oleza mironiana, en aquellos años, fue un centro cultural especialmente activo, como puede comprobarse repasando revistas como El Gallo Crisis, una especie de Cruz y Raya en más tomista (Miguel Hernández terminaría calificándola de «exacerbada y triste», mientras su amigo, simétricamente, calificaba la nerudiana Caballo verde para la poesía, de «caballo impuro y sectario»), con expresiva cubierta rojinegra de Francisco de Díe, o, ya al borde de la guerra civil, en el propio año 1936, Silbo, dirigida por Carlos Fenoll, y donde encontramos hasta versos de Neruda, precisamente, y dibujos a línea de Maruja Mallo. Además de Miguel Hernández –también presente en Silbo– brilla en las páginas de la primera, su principal impulsor, Ramón Sijé (1913 -1935), un talentoso ensayista entre bergaminesco (colaboró en Cruz y Raya) y gimenezcaballeresco, con un poso también de incansable lector azoriniano, como puede comprobarse leyendo su libro póstumo La decadencia de la flauta y el reinado de los fantasmas: Ensayo sobre el romanticismo histórico en España (1830-Bécquer) (1973), editado por José Muñoz Garrigós, autor en 1987 de una

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Portada de ‘El Clamor de la Verdad’, 1932 32

monumental y meritoria monografía sobre este malogrado escritor inmortalizado por la «Elegía» hernandiana, pero al cual, y principalmente debido a razones o sinrazones políticoreligiosas, los estudiosos de Perito en lunas suelen despachar de modo a la postre injusto. La conexión mironiana de este segmento de generación (al respecto, ver también La generación del 30 en Orihuela, publicado en 1981 por Ana María Reig Sempere), puede comprobarse repasando las páginas de El Clamor de la Verdad: Cuaderno de Oleza consagrado al poeta Gabriel Miró (1932), publicación en la cual encontramos colaboraciones de José María Ballesteros, Julio Bernácer, María Cegarra, Carmen Conde, Miguel Hernández, el gallego Carlos Martínez Barbeito, Antonio Oliver, José María Pina, Raimundo de los Reyes y Ramón Sijé, además de Luis Garay y Juan Guerrero Ruiz en su parte gráfica y fotográfica, respectivamente, y es de observar la fuerte presencia de nombres murcianos. Compositor y comunista, Carlos Palacio (1911-1997), natural de Benisa, amigo de Gil-Albert y de Pla y Beltrán en el Alcoy de su juventud, formado en el Conservatorio de Madrid, crítico musical del Mundo Obrero de la inmediata preguerra, autor de algunos himnos bélicos, y de unas memorias (Acordes en el alma, 1984) absolutamente novelescas (especialmente su relato de los años de la inmediata posguerra, que pasó escondido), es otra figura a la que hay que hacer referencia a propósito de los años treinta, aunque el grueso de su obra lo realizara ya en París, a donde se trasladó en 1950. Años, aquellos treinta, de radicalización política. Años en que en Alicante hay un club deportivo que se llama... Volga, y una Asociación de Amigos de la URSS de la cual son socios –bien que se lo reprocharían a todos ellos, de 1939 en adelante, las nuevas autoridades– Melchor Aracil, Daniel Bañuls, Carlos Carbonell, Gastón Castelló, José Ramón Clemente, Miguel López, los

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Emilio Varela, cubierta de la revista ‘Festa’, Alicante, 1936 Eduardo Irles (dir.), Ayuntamiento de Alicante Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert

músicos José Juan y Rafael Rodríguez Albert, y hasta Varela, que en la posguerra llegaría a estar detenido unos días, y a ser interrogado al respecto. Buena parte de los protagonistas de los años que he evocado a lo largo de las líneas precedentes quedan reunidos por Eduardo Irles –sobre él, merece consultarse el libro que en 1980 le dedicó su amigo Vicente Ramos–, en una esmerada publicación municipal de junio de 1936 titulada Festa, impresa por las inevitables Modernas Gráficas Gutenberg, y cuya reedición facsimilar entregamos al lector junto al presente catálogo. En sus páginas encontramos, juntos, entre otros, a Luis Albert, Melchor Aracil, Azorín –del que se reproduce su retrato por Bernardino de Pantorba–, Daniel Bañuls, Gastón Castelló, Esplá –con el cual Irles tuvo estrecha relación, y que en su ensayo exalta el Misterio de Elche–, el arqueólogo Francisco Figueras Pacheco, José Guardiola Ortiz con una nota sobre el allioli, José Juan con un texto sobre «Canto y danza populares», Valery Larbaud con sus dos prosas sobre Biar y Muchamiel, Miguel López –con la fotografía de uno de sus edificios más emblemáticos, pero ojo también al anuncio de la sastrería y sombrería Aieta, y a ese otro anuncio, en tercera de cubierta, del Parador de Ifach–, Gabriel Miró –otro del que había sido amigo el director de la publicación– a título póstumo, Pedro Muguruza con un artículo sobre el proyecto de la Ciudad Prieto, Benjamín Palencia –con un enjundioso texto auto-ilustrado, en el cual el único nombre propio es el de Gabriel Miró, «vuestro mejor poeta y plástico»–, Ángel Pascual Devesa, Luis Pérez Bueno, Francisco Sánchez Ors –suya es la práctica totalidad de las muchas y magníficas fotografías que incluye la publicación, alguna de ellas reproducida a sangre–, y Varela, autor de cinco dibujos en su interior, y sobre todo de su modernísima y preciosísima cubierta blanquiazul, con toques de verde, que imita un bordado. Más sendos testimonios desde Árgel y Orán –en el segundo caso, un artículo de su alcalde, el polémico abad Gabriel Lambert, futuro PPF y collabo–, más una serie de testimonios breves, de alicantinos expatriados (Rafael Altamira, Carlos Arniches) y de forasteros (entre ellos los hermanos Álvarez Quintero, Catalina Bárcena, Jacinto

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Benavente, Enrique Fernández Arbós, Ramón Gómez de la Serna, Margarita Nelken, Ángel Ossorio y Gallardo, Bartolomé Pérez Casas al que retrata Leandro Oroz, Salvador Rueda él también a título póstumo, Joaquín Turina). Festa: sin duda un festín, y el mejor testimonio de un tiempo alicantino irrepetible. «Paz, piedad y perdón», pedía Azaña en las postrimerías de la guerra civil. Alicante, que sería republicana hasta el final, es el lugar del cautiverio, juicio y fusilamiento de José Antonio

Edificio del Socorro Rojo Internacional, Alicante, ca. 1936

Primo de Rivera. Bombardeos de la aviación italiana con base en Mallorca; uno de ellos, el 25 de mayo de 1938, alcanzando el Mercado central, y causando doscientos setenta muertos. Una vida cotidiana hecha, para los conservadores, de padecimientos: «paseos», chekas, saqueos, clandestinidad del culto católico. En Monóvar, derribo y «ejecución» de la estatua de Azorín, arrastrada hasta el depósito de cadáveres; lamentable historia con nombres y apellidos, consignados en un diario, citado por Vicente Ramos en uno de sus libros sobre la contienda. Un campo de concentración para desafectos al régimen republicano, el de Albatera, inaugurado en 1937, y que inmediatamente después de la derrota de aquél se convertiría... en

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campo de concentración para desafectos al régimen franquista, arengados en una ocasión –lo ha contado Jorge Campos, uno de los ahí recluidos– por un vociferante Giménez Caballero. Por la dirección de Nuestra Bandera, el diario comunista alicantino, que maquetaba el pintor y caricaturista madrileño Ricardo Fuente (1906 -1996), catedrático de dibujo del Instituto de Alicante –y futura figura titular de la infancia del firmante de estas líneas–, pasan varios periodistas de ese signo, entre otros, el puertorriqueño Emilio Delgado, que tiene ficha en el Diccionario de las vanguardias en España. Jesús Monzón, también alto dirigente del PCE, fue durante un tiempo gobernador civil de la provincia; entre sus colaboradoras estuvo la mujer de Fuente, Carmen Caamaño, que luego sería ella misma gobernadora civil, de Cuenca. Constancia de la Mora anduvo asimismo por ahí. En lo cultural hay que destacar, de 1937 en adelante, la acción de la sección local de Altavoz del Frente, con la que colaboraron Miguel Abad Miró, Melchor Aracil, el poeta melillense Gabriel Baldrich, Daniel Bañuls, Antonio Blanca, el pianista y compositor Rafael Casasempere con su Canto a la flota republicana, Gastón Castelló (que realizó grandes retratos de Largo Caballero, Lenin, Stalin, Enrique Líster y otros políticos, así como tareas de escenografía), José Ramón Clemente dirigiendo teatro en clave Barraca o programando películas soviéticas, Manuel González Santana, Irles, José Juan, Carlos Palacio, José Sánchez Bohorquez, Sánchez Ors... Recordar además la presencia ocasional de Alberti y María Teresa León, Manuel Altolaguirre y Concha Méndez, Bergamín, Rafael Dieste, Pedro Luis de Gálvez, Ángel Gaos, Pedro Garfias, Gaya, Gil-Albert, Miguel Hernández, León Felipe, Pla y Beltrán... En 1938 Gabriel Baldrich, Miguel Hernández y Leopoldo Urrutia –que aquel mismo año acababa de publicar en Alicante su primer libro (Romances de un combatiente), y que en la posguerra adoptaría el nombre artístico «Leopoldo de Luis»– vieron reunidos por la delegación alicantina del Socorro Rojo Internacional (SRI), a iniciativa de Antonio Blanca, un puñado de sus Versos en la guerra. Impreso por Modernas Gráficas Gutenberg –cuarta cita de las mismas–, el volumen lo prologa Carlos Schneider, presidente de la sección

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alicantina del SRI, y va ilustrado con dibujos a línea de Miguel Abad Miró, Melchor Aracil, el escultor alcoyano Tomás Ferrándiz –participante en la Exposición de París de 1937–, Manuel González Santana y Manuel Rodríguez Albert, más conocido (sobre todo en el ambiente de las Hogueras) como Manuel Albert. Miguel López, por su parte, proyecta la Casa del Pueblo de Novelda (1937), además de colaborar con la Junta del Tesoro Artístico. Pero pronto todo aquello terminaría. Desde el campo de aviación de Monóvar huyó de España la plana mayor del PCE, con la Pasionaria al frente. Ya en el momento del derrumbe final, el puerto de Alicante fue la ratonera donde quedaron atrapados por la división italiana Littorio, alrededor de 15.000 combatientes republicanos anónimos, aquellos que no lograron embarcar en el Stanbrook, que zarpó rumbo a Orán con casi 3.000 pasajeros a bordo, entre ellos varios de los dirigentes comunistas locales. Sobre este episodio dramático –«en el puerto de Alicante naufragó la República», escribiría Enrique Cerdán Tato– existe abundante bibliografía, y puede leerse, convertido en novela, en Max Aub. La entrada de la Littorio en el puerto, también la fotografió el inevitable Sánchez Ors. Albatera será el destino inmediato de la mayoría de los apresados tras la caída de la ciudad. En el Reformatorio alicantino moriría tres años después, exhausto tras largo periplo por otras de la península, Miguel Hernández, rodeado del cariño de unos cuantos compañeros de infortunio, entre los cuales estaban algunos pintores locales. Episodio recordado en 2004 por la excelente muestra de Juana María Balsalobre para el Instituto Juan Gil-Albert Arte preso: Dibujos y acuarelas en el Reformatorio de Adultos de Alicante (1939-1941): La colección de Ricardo Fuente, donde se vio el trabajo ahí realizado por Miguel Abad Miró, el ilicitano Vicente Albarranch, Melchor Aracil (1906 -1966), Ricardo Fuente –autor entonces, de uno de los más impresionantes de los retratos de Miguel Hernández–, V. Giner, Manuel González Santana, el periodista Renato Ibáñez, F. Martínez Alcover, el escultor Vicente Olcina, Antulio Sanjuán y J. Torregrosa, a los que hay que sumar, para completar el retrato de grupo, al violinista Tomás Aldeguer, a

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Gabriel Baldrich, al pintor Vicente Bautista Belda, a José Ramón Clemente, al actor –y constructor de hogueras– Paco Hernández, a José Juan, a Miguel López, a Sánchez Ors, o a los escritores Miguel Signes, y Torremocha. Si exceptuamos Presos durmiendo la siesta (1939), propiedad del MUBAG, el conjunto de obras carcelarias se conserva gracias a la devoción filial de Ricardo Fuente Caamaño, nacido en Alicante, un par de semanas antes del final de la contienda, y cariñosamente aludido en muchas de ellas. Frágil hilo de vida, en esa época en que los presos ven partir a tantos de sus camaradas, camino del paredón. De las vicisitudes de la posguerra nos habla el hecho de que la sobria, casi pre-minimalista Cruz de los Caídos de la capital la diseñara, al poco de ser excarcelado y depurado, Miguel López, ex-miembro, como se ha visto, de la Asociación de Amigos de la URSS, y que había seguido trabajando para el Ayuntamiento durante la contienda –había diseñado, por ejemplo, los refugios antiaéreos de la ciudad–, y que con él colaborara por aquel tiempo, como delineante, Miguel Abad Miró en su faceta de arquitecto, Miguel Abad Miró también autor de diversos encargos de estatuaria religiosa, y que por lo demás nunca renunciaría a sus ideas comunistas, como bien lo recordamos quienes –como el firmante de estas líneas en la Sevilla de los años 1967-1972– lo tratamos, así como a su hermana Marisa. En 1941-1944 Miguel López reincidiría con el más espectacular y más retórico Monumento a los Caídos de la Vega Baja, este en colaboración con Abad Miró, más, como autor de las figuras, Daniel Bañuls, puestos los tres al servicio de la conmemoración del intento de liberación de José Antonio, por una partida de falangistas que correrían una suerte trágica. Mucho mejores que el resultado final, son los bocetos al carboncillo, de un cierto aire utópico a lo Luis Moya. Sin embargo en 1942 Miguel López sería suspendido en el ejercicio profesional y depuesto como arquitecto municipal, condición que sólo recuperaría en 1948. Su caso es muy similar al de Guillermo Langle en Almería, también sucesivo autor de los refugios antiaéreos republicanos –cuyas entradas fueron luego convertidas... en

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Miguel López, Sanatorio del Perpetuo Socorro, 1942-1948 38

kioscos de bebidas–, y del monumento franquista a los caídos. Pero ambos prosiguieron, al menos durante los años inmediatamente posteriores a la contienda, con su línea experimental, y en el caso del alicantino eso está claro tanto en su proyecto no realizado de modesta Caseta de Baños para la Falange Femenina, de 1940, como en su extraordinario Sanatorio del Perpetuo Socorro, de 1942, o en otro proyecto que se quedó en el limbo, el de un impresionante cuartel de la guardia civil para la vecina Murcia, de 1940, en colaboración con José Luis de León, y de un monumentalismo geométrico casi constructivista y soviético. Imperiales en cambio son, en 1944, el planteamiento de la reforma de la Plaza del Ayuntamiento, en colaboración con el madrileño y también ex-funcionalista Manuel Martínez Monasterio, o en 1949, el edificio de El Ocaso, en la madrileña calle de la Princesa, o algunos edificios religiosos. En cuanto a Sánchez Ors, fotógrafo de la Rambla con la efigie de Stalin, o de la entrada de la Littorio en el puerto, también será él, casi sin transición, quien apenas ocho meses después, documente el traslado, con gran ceremonial, concebido por Dionisio Ridruejo, de los restos de José Antonio de Alicante a San Lorenzo de El Escorial, traslado contado por Antonio Bouthelier y Samuel Ros en su libro conjunto de 1940 A hombros de la Falange de Alicante a El Escorial. A este respecto, recordar lo que, tras referirse a las nuevas condiciones de represión y de censura, indica el historiador Francisco Moreno Sáez en su interesante estudio La cultura en el siglo XX, editado en 1989 por el Ayuntamiento: «Sin embargo, aunque resulte sorprendente, los que alguien llamaría agentes culturales alicantinos fueron, más o menos, los mismos en esos primeros años del franquismo que en los años de la II República o de la guerra civil, exceptuados quienes hubieron de marchar al exilio o quienes, como Miguel Hernández, murieron en prisión. Quienes habían pintado enormes carteles de Stalin o Líster retrataron ahora

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Torre de control del Aeropuerto de Rabasa, 1942-1945

a Franco o a vírgenes y santos; quienes habían entonado cantos épicos en honor de milicianos, cambiaron ahora el objeto de sus poesías y se volvieron hacia la religión, la familia o incluso algunos temas aparentemente más prosáicos, como el ahorro; las mismas obras, con los mismos decorados probablemente, que se habían representado en Altavoz del Frente volvieron a ser representadas ahora en Educación y Descanso; los músicos que habían parecido tomar entusiasta partido por la II República se convertían ahora en amenizadores de las actividades organizadas por los numerosos organismos del Movimiento»... Persistencia, incluso en esa época azul e imperial, del funcionalismo. No sólo en Miguel López. También, y tal como lo ha subrayado Andrés Martínez Medina en su libro de 1998 sobre la arquitectura alicantina moderna, resumen de su tésis doctoral de 1994, en la torre de control del Aeropuerto de Rabasa (1942-1945), hoy integrada al complejo de la Universidad, y obra anónima de las oficinas técnicas del entonces recién creado Ministerio del Aire. O incluso, aunque en más monumentalista, en el Instituto de Enseñanza Secundaria Jorge Juan, obra de 1942-1954 de Juan Vidal Ramos y Julio Ruiz Olmos.

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Miguel Abad Miró (1912-1994) estuvo presente en algunos de los Concursos de la Diputación. En el de 1944 presentó una composición inspirada en El rayo que no cesa, de Miguel Hernández, un riesgo, como lo ha subrayado Adrián Espí, que indica que en el siguiente mostró en cambio cuadros de temática religiosa. Dentro de su producción de aquella época hay que destacar la que para mí es su gran obra, el espléndido Hombres solos, que pertenece al propio MUBAG, y de atmósfera entre italiana, y vallecana. Recordemos también Las terrazas (1943), por él donado al Sanatorio del Perpétuo Socorro. En su faceta de arquitecto, hay que mencionar que de su autoría es el proyecto de La Casita de Sigüenza, el chalet de la familia Miró –él era sobrino del escritor– en Polop de la Marina. Tras largos años en Madrid –a donde en 1951 marcharía para terminar la carrera de Arquitectura, que había quedado interrumpida por la guerra civil– y Sevilla, pasaría los últimos años de su vida en su Alcoy natal. Por lo que se refiere a Gastón Castelló (1901-1986), ya he mencionado su colaboración con las Hogueras (de las que fue muy asiduo, y donde practicó un estilo déco, muy imitado por los demás), su actuación en la película de Clemente, su presencia entre los artistas republicanos y amigos de la URSS, y su paso por la cárcel. De su preguerra hay que recordar además sus estudios en Alcoy, siendo todavía un niño, con Fernando Cabrera Cantó; su estrecha relación con Varela; su estancia en París a finales de los años veinte; su papel como decorador, con greguerías pintadas, del escenario (el del Teatro Principal) donde en 1933 actuó Ramón Gómez de la Serna, por cierto que con acompañamiento musical de Gonzalo Soriano. En la posguerra, y tras un breve intermedio argelino, además de seguir colaborando hasta 1950 con las Hogueras –más tarde sería durante unos años presidente de su Comisión Gestora–, Castelló se convertiría en uno de los pintores más solicitados de la nueva situación, decorando –en ocasiones, gracias a la técnica del mosáico, aprendida en 1943, durante una estancia en la Suiza neutral, donde conocería a Joseph Lachat, colega que terminaría residiendo en Alicante durante parte de los años cincuenta– paredes de edificios públicos (por ejemplo, en 1948 -1949, la

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Estación de Autobuses, obra de Félix de Azúa) y religiosos, así como de hoteles y restaurantes. Ecléctico en su quehacer, asimila entonces las influencias más variadas, desde el naturalismo más pompier, hasta el Novecento italiano, versión sindical: ver, en la propia colección del MUBAG, Madre e hijo, que cabe colocar cerca de la muy académica Escena del mercado pintada en 1944 por su colega Rigoberto Soler. En fecha tan tardía como 1964, Castelló realizará un inmenso mosaico de tono épico para la sede del diario madrileño Pueblo, el órgano de los Sindicatos Verticales; mosaico del cual en la colección del MUBAG figura en lienzo preparatorio. Sus biógrafos subrayan lo interesante que fue para él su viaje de 1970 al Nuevo Mundo, durante el cual tuvo ocasión de conocer de primera mano el muralismo mexicano y su retórica. Hermosa, dentro de la línea más mesurada y luminosa de su trabajo, deudora en parte de Varela, su vista del Castillo de Santa Bárbara, otro de los cuadros que lo representan en el MUBAG. Manuel Baeza (1911-1986), orfebre de formación por tradición familiar, y autodidacta, es el nombre clave, en la posguerra, de la pintura alicantina. Ya activo antes de la contienda, su gran época son esos años cuarenta y cincuenta durante los cuales lo retrata Varela (al cual, en su contribución al catálogo de la retrospectiva de 1962, calificará de «pintor químicamente puro»), expone en solitario en Biosca, es profesor en la Escuela Profesional de Arte, y participa en las tres Bienales Hispanoamericanas y en una ocasión (1954) en la de Venecia, así como en los Salones de los Once orsianos (en 1951, en el octavo, ya citado a propósito de Varela), siendo objeto de una de las glosas del maestro en Arriba, titulada «Baeza, valor nuevo», en la cual subraya la deuda del alicantino con el Novecento italiano. Su ciudad natal, «el refugio azul y blanco» al cual se refirió a su propósito Sánchez Camargo, la dijo en cuadros tan inspirados como La Explanada de Alicante (1945). A la hora de hablar de la figuración española de posguerra, Cirlot hablaba de «escuelas regionales de interés, como la de los indalianos o la representada por Baeza en Alicante». Niña con molinete (1954) o Venta de aves (1952-1954), ambos propiedad del MUBAG, están entre Massimo Campigli, y el ruralismo de

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Rafael Zabaleta, otro pintor orsiano, al cual, por cierto, el alicantino trató. Recordemos además escenas de circo, y vistas de un París que visitó en 1953, gracias a una beca francesa. La mayoría de los críticos que se han ocupado del trabajo de Baeza han subrayado su alicantinidad: ver por ejemplo la reseña, en 1979, de su individual en la Galería Altex, de Madrid, por José Hierro, en Crítica de Arte, donde habla de «el Levante mironiano y de Óscar Esplá». De su inscripción en el tejido político-cultural de aquella época puede dar una idea el que en 1965 participara en la colectiva XXV años de arte español, y fuera el artista elegido para ilustrar el capítulo alicantino, a cargo de un Dámaso Santos especialmente inspirado, del volumen coral La España de cada provincia. Al año siguiente a su muerte en accidente de automóvil, Baeza fue objeto de una retrospectiva organizada conjuntamente por el Ayuntamiento y por la Diputación Provincial, y con catálogo prologado por Antonio Manuel Campoy, que hablaba del clima colorista «abisal, de fondo marino», de su pintura, una definición que le cuadra muy bien al cuadro de 1961 propiedad del Restaurante Dársena; recordar al respecto que también José Hierro se refiere, en 1963, en un artículo de Artes, a su cultivo de «la forma diluida, como de sueño submarino». Paul Klee era entonces uno de los faros del pintor, como puede apreciarse ante una obra magicista y de tanta poesía como Pueblo (1965), propiedad de la CAM, o ante Mesa de relojero (1960 -1965), de similar atmósfera. En lo literario, la posguerra alicantina verá nacer revistas como Arte joven (1940), de Francisco García Sempere, con Rafael Azuar, Manuel Molina y Vicente Ramos; como Intimidad Poética (1943-1945), de Manuel Molina y Vicente Ramos; como Tabarca (1944), de José María de Mena, Luis Pérez Cútoli y el periodista Emilio Romero, entonces director de Información, el diario del Movimiento, donde lo había precedido José María Bugella, y donde lo sustituiría Dámaso Santos; como Sigüenza (1945), cuaderno en explícito homenaje a Gabriel Miró, de nuevo de Molina y Ramos, con una nómina de colaboraciones muy de preguerra, destacando las ilustraciones de Abad Miró y las fotografías de Sánchez Ors; como

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Cuadernos Literarios (1946), de José Albi y Joan Fuster, ambos valencianos, pero entonces alicantinizado el primero; como la más longeva Verbo (1946 -1952), de Albi y Fuster de nuevo, más Molina, Ramos y Carlos Talamás (que se separarían al año siguiente), Verbo donde encontramos alguna colaboración gráfica de la entonces exiliada Maruja Mallo y, en

Francisco Sánchez Ors, fotografía nocturna de la Explanada de Alicante, ca. 1955-1960

1952, un fundamental monográfico sobre la poesía surrealista española, con cubierta de Antonio Saura, asimismo incluido en él como poeta; como la ilicitana Estilo (1946 también), de Juan Serrano, y entre cuyos colaboradores figuró el ex-ultraísta Rogelio Buendía, entonces residente en Elche; como Boletín Ifach (1949 -1950), de García Sempere, Molina y Ramos; como Bernia (1951-1952), de Ramos, y en la que pueden leerse consideraciones sobre pintura del coleccionista Antonio Ródenas; como Galatea (1954-1958), de Domingo Carratalá Figueras. Sobre todo esto, merece consultarse el libro de Vicente Ramos –a la vista está que uno de los principales protagonistas del período– Literatura alicantina de la posguerra (1940 -1965) (1967), donde subraya la deuda de todos ellos con gente de una generación anterior, y en primerísimo lugar, con Irles, además de recordar que había sido Molina quien le había presentado,

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en plena contienda –durante la cual la mayoría de los poetas en cuestión publicaron sus primeros versos–, a Miguel Hernández; de mencionar la presencia en la ciudad, de José María de la Rosa, un antiguo de la Gaceta de Arte de Tenerife; de glosar la visita de Camilo José Cela al Alicante de 1951; y de aludir a colecciones promovidas por Molina y por él mismo, como «Leila» a partir de 1943, e «Ifach», a partir de 1948, recordada la segunda por sacar, en 1951, Seis poemas inéditos y nueve más, de Miguel Hernández, hecho sorprendente en aquella España todavía en posguerra, y más si tenemos en cuenta que los ilustradores de la cuidadísima publicación, eran Abad Miró, y Ricardo Fuente, ex-compañeros de reclusión, como ya se ha indicado, del poeta. Ya que he citado a Eugenio d’Ors, hay que mencionar alguna visita suya a Alicante y Elche, y su entusiasmo tanto por las Hogueras, como por el Misterio de Elche. Si lo segundo queda documentado por su edición de bibliofilia del Consueta (1941), y por algún ataque local a cargo de Juan Orts Román, de lo primero nos habla este poemita de circunstancias incluido en el Novísimo glosario y titulado «Fiestas del fuego en Alicante»: Azul del cielo copiado en el azul de la mar. Estrellas reproducidas. En los fuegos de San Juan. Resurrección de la carne. ¿Qué camino tomarás?

Excelentes paisajistas, cada uno con su mirada particular sobre Alicante y su provincia, fueron Manuel González Santana, José Pérezgil, y Juan Bautista Segarra. A Manuel González Santana (1904-1994), que había sido ilustrador de la revista Rik-Rak, empleado de banco y tesorero del Ateneo –donde como Varela devoraba revistas de arte–, ya lo he citado a propósito de las Fogueres y otras actividades republicanas. Se trata de un probo paisajista cezanniano –tiene incluso, él también, unas Bañistas–, muy en sintonía con cierto estilo Escuela de Madrid –en la capital estuvo destinado durante parte de los años 1942-1943, y luego participó él también en las

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Bienales Hispanoamericanas–, y resulta significativo en ese sentido el que en 1960 celebrara una individual en la ya citada Galería Biosca, la plataforma por excelencia de aquel estilo. José Albi, en un texto sobre literatura y arte aparecido en 1953 en el monográfico sobre Alicante y Murcia de la Revista Financiera del Banco de Vizcaya, consideraba a González Santana como uno de los pintores alicantinos más azorinianos, y ciertamente por ese lado es magnífico el más antiguo de sus paisajes del MUBAG, fechado en 1940, y de un clima intimista y recoleto como a lo Francis Jammes. Del respeto de los más jóvenes, habla la entrevista con él que en 1985 publicaron en el núm. 5 de Canelobre María Chana y Javier Lorenzo. En 2004 fue la CAM la que organizó su retrospectiva más completa, que inició su andadura en Villena, donde por razones bancarias el pintor había pasado los años 1951-1971. En el caso de José Pérezgil (1918 -1998), nacido en la localidad albaceteña de Caudete, pero que se trasladó a Alicante con su familia siendo un niño, su precocidad de temprano alumno de Artes y Oficios hace que lo hayamos mencionado a propósito de las Hogueras, y que tengamos que mencionarlo también como participante en alguna colectiva de noveles del Ateneo. Entre otras actividades paralelas a la pintura, se dedicó a pintar cartelones para cines, como Antoni Clavé en la Barcelona prebélica, o más tarde el pop norteamericano James Rosenquist. Ya en la posguerra, como ha podido comprobarse en la retrospectiva Siete motivos, que en 2009 le dedicó el MUBAG, comisariada por Isabel Justo, y que también se vio en el Centro del Carmen, de Valencia, Pérezgil, que concilió su dedicación a la pintura con su labor al frente (1949 -1960) de la Escuela Profesional de Bellas Artes, y que recibió diversos premios oficiales, encontró acentos especialmente felices a la hora de traducir a cuadro, la ciudad –sus clásicas vistas del Puerto y del Castillo– y el campo, otras localidades como Benidorm o Calpe o Altea o Santa Faz o Monóvar, los almendros, las balsas o las salinas –en el MUBAG hay unas de 1956, premiadas en el Concurso de la Diputación, y otras de 1990–... También cabe mencionar sus paisajes de otras regiones de España, incluida Ibiza, o sus visiones de un Madrid en cuya Escuela de Bellas

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Artes había estudiado durante la inmediata posguerra, gracias a una beca de la Diputación. De él José Albi, en el citado texto panorámico de 1953, destacaba su obsesión por la luz, «la luz hecha color y deslumbramiento». Juan Bautista Segarra (1916 -1994), por su parte, del que enseñamos una luminosa vista del Cabo San Martín (1943), cerca de su Jávea natal, vista asimismo propiedad del MUBAG, se formó en Palma de Mallorca y Valencia, en esta segunda ciudad gracias a una beca de la Diputación de Alicante. La mayor parte de su carrera transcurrió en Madrid, donde compaginó la pintura con la escenografía, regresando a su localidad natal tan sólo en 1986. Entre sus murales destacan los del Hotel Palace, de la capital española. Entre los pintores aparecidos en la posguerra, especialmente atractiva resulta la figura del autodidacta Enrique Lledó (1923), nacido en Muchamiel, y el discípulo más directo de Varela, al cual conoció en La Decoradora, de Pepe Mingot. Sobre Lledó, José Bauzá, al cual retrató en 1962, y que es el gran especialista en la obra de aquél, ha escrito cosas muy atinadas. Lledó, por su parte, ha escrito, en 2009, en el núm. 20 de El Salt, unos bonitos recuerdos sobre Bauzá, donde también habla de Baeza, de Xavier Soler, y de Adrián Carrillo. Y ahora, en este catálogo, incluimos junto a los cuadros de Lledó, un texto suyo inédito sobre Varela. Durante mucho tiempo el hoy octogenario pintor, revelado por los Concursos de la Diputación, dividió su tiempo entre su vocación, y su oficio como empleado de banca: un rasgo compartido con González Santana. Él es otro entusiasta de Gabriel Miró, y por lo tanto nada tiene de extraño que guste de representar Aitana, con especial insistencia en los almendros; entre sus cuadros inspirados en la misma, hay uno de 1973, que se titula Aitana: Homenaje a Óscar Esplá; a Esplá, al cual trató, al igual que a su hermana Isolda, ya mencionada a propósito de su retrato por Varela. Sutil siempre, y cándida, y casi siempre feliz –aunque a ratos haga acto de presencia la melancolía– la inconfundible pintura de Lledó. Especialmente hermosas alguna vista de Benisa –localidad donde estuvo destinado–, y algún camino entre tapias. También ha pintado retratos, bodegones como el pre-

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miado Cristal (1957), propiedad del MUBAG, e interiores, algunos de los cuales, y estoy pensando sobre todo en los de la década del cincuenta, poseen una atmósfera matissiana. En 2004 se le dedicó al pintor una antológica municipal, que tuvo por marco la Lonja del Pescado, que comisariaron Juan Manuel Carrasco Baeza y Martín Sanz, y que permitió apreciar la calidad sostenida de su trabajo, la limpieza de su actitud ante el hecho artístico, la verdad de su manera de mirar el mundo. Un forastero que se incorporó en la posguerra a la ronda alicantina, pintando en Altea, Calpe, Jávea y otras localidades alicantinas, es el excelente pintor valenciano Francisco Lozano (1912-2000), también expositor en el Salón de los Once orsiano, y en Biosca. Amigo de escritores –entre ellos, Vicent Andrés Estellés, José Luis Aranguren, Azorín, José Luis Castillo Puche, Gerardo Diego, Juan Gil-Albert, José Hierro, Clara Janés, Pedro Laín Entralgo, el propio Eugenio d’Ors, Dionisio Ridruejo, Luis Rosales, Jaime Siles y Luis Felipe Vivanco–, Lozano se especializó en el paisaje de la costa levantina, y fue para Valencia, algo parecido a lo que Juan Manuel Díaz-Caneja para ambas Castillas, Godofredo Ortega Muñoz para Extremadura, Rafael Zabaleta para la Andalucía del interior o Jesús de Perceval y los indalianos para Almería. La década del cincuenta sería la de su presencia en las Bienales Hispanoamericanas –en la tercera y última, la celebrada en la Barcelona de 1955, obtendría el premio del Uruguay–, y en la de Venecia. El MUBAG posee un cuadro suyo, Lavanderas (1948), por el cual tres años más tarde obtuvo el Primer Premio en el Concurso de la Diputación. Significativo resulta, en 1978, el título de su precioso discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando: Orden y claridad de un paisaje llamado Mediterráneo. Discurso en el cual recrea con la palabra, los escenarios de su pintura, haciendo expresa referencia, además de a los de Valencia, a la provincia de Alicante –de Jávea dice que se trata de «el pueblo más claro y luminoso quizá de todo el paisaje mediterráneo»–, y citando al paso a no pocos poetas –entre ellos, a Miguel Hernández–, y a Gabriel Miró. En 1993 en su ciudad de residencia le dedicó una retrospectiva el IVAM, comisariada por su entonces director, José

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Francisco Yvars, y titulada Francisco Lozano: La invención de un paisaje. Extraterritorial, Xavier Soler (1923-1995), nacido en el barrio de Santa Cruz, y sobre quien hay que leer la monografía llena de detalles exactos que en 1999 le dedicó su gran amigo José Bauzá, es el más raro e inclasificable de los pintores alicantinos aparecidos en la posguerra, parte de la cual la pasó estudiando en Madrid y Granada, ciudad esta última donde inició su carrera artística. Discípulo de Parrilla durante parte de los años 1935 -1936, fue lector de Gabriel Miró y de Marcel Proust, y con el tiempo amigo de Varela, de Baeza –su vecino, desde 1949, en los áticos de La Atalaya, donde también tuvo casa el crítico madrileño Manuel Augusto García Viñolas– y de Esplá, al cual retrató en 1951, y que en 1961 prologaría el catálogo de su individual en la Sala Prisma de Madrid. Brilló sobre todo en lo oscuro, en los interiores, más sombríos, y que constituyeron, por así decirlo, «su especialidad», en los tiempos en que representaba –en un cuadrito que está en el MUBAG– el interior de La Murciana, su pensión granadina, que son también los de Dos enlutadas damas en un sofá y de Tres figuras femeninas conversando y 14 cuadros en la pared, ambos de 1947. Luego vendrían algunas interesantes escaleras, con misteriosas presencias femeninas. El premiado Conversación de ancianas (1954), propiedad del MUBAG, es cuadro de atmósfera ciertamente literaria y fantasmagórica –conversación delante de una mesa con pastas y mistela–, como lo son Interior de una tienda de sombreros, y Sillería –un interior burgués con las típicas fundas blancas recubriendo el mobiliario en ausencia de los propietarios– ambos de 1951 y asimismo en el MUBAG, y otros de este solitario pintor, farmacéutico por tradición familiar. Soler pasó por el París de 1953, donde admiró en directo la obra de Vuillard, Marquet o Dufy, y donde participó en una colectiva en el Colegio de España; expuso, él también, en Biosca; coincidió con Baeza y con Francisco Pérez Pizarro en Arte Actual del Mediterráneo. Luego vendrían su dedicación al paisaje; sus almendros en flor; la influencia del citado Dufy en sus gouaches, tan luminosos, y entre los cuales recordaré los destinados a la portada y contraportada de un

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Xavier Soler, folleto turístico, 1957

folleto municipal de 1957; y el viaje a Japón de 1971, que le hizo volverse todavía más esencial, más amigo de la «casi nada», especialmente en sus marinas. Para conocer mejor a Soler, además de a la citada monografía de Bauzá hay que acudir al volumen coeditado en 2009 por la Cámara de Comercio y la CAM, y titulado Xavier Soler, íntimo, en el cual se facsimila un cuaderno suyo de apuntes en color, glosados poéticamente por Dionisio Gázquez. Ahí, almendros, las palmeras y los toldos de la Explanada, barracas festivas, la playa, casas con algo de vareliano, paseos entre arboledas... Nos quedamos al borde del ámbito de la vanguardia, con dos futuros abstractos, Francisco Pérez Pizarro (1911-1964), que al igual que Eusebio Sempere sería miembro del grupo vanguardista valenciano Parpalló (y en su caso, antes, de Arte Actual del Mediterráneo, y luego, del Movimiento Artístico del Mediterráneo, ambos también con sede en la capital valenciana), y con Juana Francés (19241990), que en el Madrid de 1957 y en compañía de su marido el escultor aragonés Pablo Serrano y de otros artistas, sería una de las fundadoras de El Paso. Del primero, nacido en Barcelona, y presente en las Bienales Hispanoamericanas, enseñamos su obra maestra, La alberca (1952), también conocida como Atisbo de primavera en la alberca, por la cual obtuvo el Premio Nacional de Paisaje en el certamen de la Diputación de aquel año, cuadro propiedad del MUBAG, y que representa una contribución importante a la poética de lo alicantino; para entender la mirada expresionista de su autor, que ha sido certeramente comparada con la del pintor católico francés Georges Rouault, entonces tan en boga, baste con comparar el tratamiento del tema de la balsa, con el de un Gaya en la vecina Murcia. Los años cincuenta fueron los años del tránsito del pintor de su Interior con quinqué (1949) o su Mística del paisaje alicantino (1953) a sus Ritmos espaciales de 1957; una evolución que tiene que ver con la de un

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Manuel Gil Pérez –el fundador de Parpalló– en la vecina Valencia. De Juana Francés, la obra elegida es Figura de hombre (circa 1952), cuadro propiedad del Ayuntamiento, cuadro todavía figurativo e italianizante por el lado novecentista, y que no deja presagiar ni el posterior informalismo de su autora, ni su deriva pop de los años sesenta. Queda por hacer referencia a un último e inesperado habitante del Alicante moderno, me refiero, algunos ya lo habrán adivinado, a Pancho Cossío (1898 -1970). Nacido en Pinar del Río (Cuba) pero cántabro de familia, Cossío vivió el comienzo de los años veinte entre Madrid, y el Santander entre modernista y ultraísta de José del Río Sáinz y Gerardo Diego, el segundo de ellos, por cierto, futuro autor de Visitación de Gabriel Miró (1951), dentro de una producción de circunstancias muy de la posguerra, que también deparó la Égloga de Gabriel Miró y Fábula del Peñón de Ifach (1957), de su antiguo correligionario en ultraísmo Adriano del Valle, otro visitante de Alicante, como lo sería Eugenio Montes. Convertido en uno de los españoles de la «École de Paris», durante la segunda mitad de los años veinte Cossío pintó maravillosos bodegones, y escenas de puerto. En 1932 regresó a Santander para dedicarse a sus dos pasiones de entonces, el Racing, y la Falange. Hedillista durante la guerra civil, regresó a la pintura justo después, y con retratos –sorprendentemente buenos algunos– de José Antonio, de Ramiro Ledesma Ramos, y de una serie de jerarcas del régimen. Fue en esa posguerra cuando cuajó el estilo cossiano de madurez, hecho de gusto por la materia, y de veladuras, siempre con el bodegón –por ejemplo su Florero (1959) del MUBAG– y la marina –sus inconfundibles galernas– como casi únicos temas, aunque en ocasiones siguiera practicando el retrato. A mediados de los cincuenta, Cossío descubrió Alicante y su mar, frente al cual terminaría construyendo, en la playa de la Albufereta, y con Juan Antonio García Solera –el nombre más importante de la arquitectura alicantina de la segunda mitad del siglo– como arquitecto, el edificio Ulises, un moderno y aéreo bloque de apartamentos, del que se reservó los áticos, y donde fallecería. El mar que pintaba Cossío, sin embargo, que por aquel tiempo también frecuentó

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ALICANTE MODERNO: DE A ZORÍN AL HOTEL GR AN SOL

• JUAN MANUEL BONET


Pancho Cossío en Alicante

Ibiza, era más un paisaje interior, un mar hecho de sus recuerdos septentrionales, que el que contemplaba desde su terraza alicantina. Entre sus amigos allá, Xavier Soler, y Bauzá, amigos ambos asimismo de Antonio Lago, y de Benjamín Palencia, con el segundo de los cuales compartían la admiración por Varela. (Es Bauzá quien comenta, con ejemplo al canto, lo muy incómodo que era para los alicantinos, el hecho de que por aquella época, los dos pintores veintisietistas, se hubieran convertido en enemigos el uno del otro.) Salvador Guerrero, ya citado a propósito del Parador de Ifach, me indica, por lo demás, que otro vanguardista de antaño, el inolvidable Fernando García Mercadal, tan amante de la arquitectura popular mediterránea desde sus años romanos, se arraigó por aquellos mismos años en la provincia. En la Torre Ansaldo, ubicada en un paraje de la huerta próximo a la playa de la Albufereta, y por él adquirida y reformada en torno a 1960, encontró su «blanco refugio», él también, que rodeó de jardines por él diseñados. La Carrasqueta / Carretera de Alicante (1966), uno de los dos cuadros del madrileño Francisco Arias (1911-1976), que se conservan en el MUBAG –el otro es Paisaje de Castilla (1952)–, constituye un buen ejemplo del arte de este representante de la llamada (por Sánchez Camargo) Escuela de Madrid, formado en San Fernando, muy apreciado por Juan Antonio Gaya Nuño, y que por esta visión de secarral recibió en Monóvar, el Premio Azorín. Relacionable, dentro de la colección del MUBAG, con estas dos piezas, aunque en este caso fue premiado en el Concurso de la Diputación, es Pueblo de Chinchón (1954), de Agustín Redondela, igualmente nacido en la capital. Años después, otro paisaje de Arias, expuesto en la XX Exposición Nacional de Pintura de Monóvar, se incorporaría a la colección de su Ayuntamiento, y más concretamente de su Museo de Pintura Azorín, iniciativa, como las citadas muestras, del escultor y pintor –recio paisajista– Luis Vidal

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Maestre, que a comienzos de la década del treinta había sido uno de los Independientes de los citados salones de Heraldo de Madrid, y el alma del grupo La Palera, y que fallecería en 1979. En el museo en cuestión hay otras obras de interés, y de idéntica procedencia, de Pancho Cossío (homenajeado en 1964, con asistencia de Gaya Nuño), Manuel González Santana, Antonio Guijarro, Benjamín Palencia (homenajeado en 1966, con asistencia de Gerardo Diego y Francisco Lozano) y Gregorio Prieto, entre otros. Sobre esta historia, ver el libro de Mario Miguel Rodríguez Ruiz Las exposiciones de pintura de Monóvar y El Palera: 1916-1983, publicado en 2001, y en el que encontramos pistas interesantes sobre la vida cultural monovarense de aquellos años (conferencias de críticos importantes, individual de Genaro Lahuerta en 1948, calles Daniel Vázquez Díaz y Rafael Zabaleta); sobre el singular espacio que fue El Palera; sobre otros pintores de allá, como Enrique Cosín, soriano de orígen, y pasado por los círculos de la vanguardia madrileña, y el naïf Higinio Mallebrera; y sobre la presencia en El Palera de Pérezgil o, de 1960 en adelante, del pintor e ilustrador madrileño José Luis López Sánchez, autor durante los años treinta de obras de inspiración entre metafísica y surrealista, y que fue el enlace de los monoveros, con la Escuela de Madrid, cuyos principales representantes, incluidos precursores como Rafael Botí, José Caballero, Cristino Mallo, José Luis Medina, Juan Antonio Morales, Godofredo Ortega Muñoz, José Planes o el propio Vázquez Díaz, concurrirían al certamen. En 1966, consecuencia indirecta de aquel viaje, Gerardo Diego publicaba en el diario madrileño Arriba un precioso artículo sobre «Miró y Esplá», reproducido por Francisco Javier Díez de Revenga, el recopilador de sus Obras Completas, como uno de los apéndices de su contribución al citado número esplaiano de Canelobre. Artículo en el cual tras calificar a Alicante de «una provincia de la más rica, varia, inusitada y personalísima hermosura de paisaje», el poeta cántabro habla no sólo de los dos creadores citados en el título –de Esplá recuerda que lo había conocido en 1922–, sino también de Azorín.

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ALICANTE MODERNO: DE A ZORÍN AL HOTEL GR AN SOL

• JUAN MANUEL BONET


El Realengo fotografiado por Kindel, 1957

En 1968, dos años antes del fallecimiento de Cossío, abría sus puertas, en lugar tan céntrico de Alicante como la esquina de la Explanada con la Rambla, el Hotel Gran Sol, también conocido como Edificio Alonso, un altísimo y polémico rascacielos de treinta plantas de Miguel López (había empezado a proyectarlo en 1962), decorado en sus medianeras por dos inmensos murales verticales mosáicos de Baeza. El pintor ya había colaborado en dos ocasiones anteriores con el arquitecto: en 1952 en el Colegio de Huérfanos Ferroviarios, y en 1958 en la Residencia del Banco de Bilbao en Villajoyosa. También lo había hecho con José Luis Fernández del Amo, para la parroquia del Poblado del Instituto Nacional de Colonización, en Albatera, un proyecto de 1954, a contemplar junto con otro del mismo arquitecto, el de El Realengo, de 1959. Miguel López, por lo demás, había sido, en 1965, el autor, con Francisco Muñoz, del Plan General de Ordenación Urbana de Alicante. Y durante los años cincuenta había sido, co-autor, con Luis Gay y José Pastor, de otro hotel significativo en la Explanada,

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el Carlton. También sobre esta etapa, la del desarrollismo y sus excesos, es imprescindible la consulta de los trabajos conjuntos sobre el arquitecto, de Martínez Medina y Oliva Meyer; en el más reciente, concretamente, se emiten opiniones muy críticas sobre el Gran Sol, aunque también se alude a alguna opinión favorable, como esta de Javier García-Solera, aparecida en Información de 12 de abril de 2001: «el Gran Sol, esa vertical valiente que tanto me gusta, contrapunto cómplice de la gran llanura del mar». Martínez Medina y Oliva Meyer subrayan pertinentemente, por lo demás, que en alguno de sus edificios de mediados de los cincuenta, por ejemplo en el bloque de apartamentos de la avenida Alfonso el Sabio, con su chaflán redondeado, «el arquitecto retoma sus juegos expresionistas de antes de la guerra civil». Muy cerca del emplazamiento del Gran Sol, emblema capitalino de la era del turismo –cuyo máximo símbolo, a nivel provincial, sería, para bien y para mal, la ciudad de Benidorm–, desde 1957 la Explanada lucía nuevo pavimento con olas, que la hermanan con la Praça do Rossio de Lisboa, y sobre todo con el paseo marítimo de Copacabana, en Rio de Janeiro. Iniciativa del alcalde de la ciudad entre 1954 y 1963, el falangista y exdivisionario azul Agatángelo Soler –hermano, por cierto, del pintor Xavier Soler–, y obra, una vez más –al igual que el templete de música, muy streamline, en la propia Explanada– de Miguel López, esta vez en colaboración con Alfonso Fajardo y parece que también con Francisco Muñoz. Alicante-Rio: un viaje que había comenzado en la calma azoriniana, mironiana, esplaiana, vareliana, larbaldiana...

La Explanada fotografiada por Francisco Sánchez Ors, ca. 1960

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Alicante, vista del Puerto, 1925 Colecci贸n Senante-Lamaignere Archivo Municipal de Alicante


o e n t r n e a d c i l A 00 mo60 ca tรก

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lo g o


A D E L A R D O PA R R I LL A

Retrato de Azorín, 1898-1900 Óleo sobre lienzo, 26 x 18 cm Caja Mediterráneo


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J O S É M A R T Í N E Z R U I Z ‘A Z O R Í N ’

J O S É M A R T Í N E Z R U I Z ‘A Z O R Í N ’

La voluntad, 1902

Antonio Azorín, 1903

Barcelona, Imprenta de Henrich y Cª Colección particular, Madrid

Madrid, Viuda de Rodríguez Serra Colección particular, Madrid

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


RICARDO BAROJA

Retrato de Azorín, 1901 Carboncillo sobre papel, 15,5 x 11 cm Caja Mediterráneo

FRANCISCO SANCHA

Caricatura de Azorín Tinta sobre papel, 9 x 8,5 cm Caja Mediterráneo

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J O S É M A R T Í N E Z R U I Z ‘A Z O R Í N ’

J O S É M A R T Í N E Z R U I Z ‘A Z O R Í N ’

Lecturas españolas, 1912

Superrealismo, 1929

Madrid, Imprenta de la Revista de Archivos Ejemplar dedicado a Gabriel Miró Caja Mediterráneo

Madrid, Biblioteca Nueva Ejemplar dedicado a Valery Larbaud Musée-bibliothèque Valery Larbaud-Ville de Vichy

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA

Azorín, 1930 Madrid, Ediciones La Nave Caja Mediterráneo

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ALFONSO

Retrato de Azorín ( 24-II-1948 ) Con dedicatoria de Azorín a Francisco Lozano Colección particular

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


G E N A RO L A H U E RTA

Retrato de Azorín, 1948 Óleo sobre lienzo, 171 x 141 cm Caja Mediterráneo

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GABRIEL MIRÓ

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Del vivir, 1904

La novela de mi amigo, 1908

Alicante, Imprenta de Luis Esplá Colección particular, Madrid

Alicante, Imprenta de Luis Esplá Colección particular, Madrid

Las cerezas del cementerio, 1910

Del huerto provinciano, 1912

Los amigos, los amantes y la muerte, 1915

Barcelona, E. Doménech Editor Colección particular, Madrid

Barcelona, E. Doménech Editor Colección particular, Madrid

Barcelona, Antonio López Editor Colección particular, Madrid

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


GABRIEL MIRÓ

RAFAEL ALBERTI

Años y leguas, 1928

Marinero en tierra, 1925

Madrid, Biblioteca Nueva Ejemplar dedicado a Azorín Caja Mediterráneo

Madrid, Biblioteca Nueva Ejemplar dedicado a Gabriel Miró Caja Mediterráneo

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PEDRO SALINAS

Presagios, 1923 Madrid, Rivadeneyra Ejemplar dedicado a Gabriel Miró Caja Mediterráneo

GERARDO DIEGO

Versos humanos, 1925 Madrid, Imprenta de Amando Sáenz Ejemplar dedicado a Gabriel Miró Caja Mediterráneo

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


JORGE GUILLÉN

Cántico, 1928 Madrid, Revista de Occidente Ejemplar dedicado a Gabriel Miró Caja Mediterráneo

CARMEN CONDE

Brocal, 1929 Madrid, Imprenta Ciudad Lineal Ejemplar dedicado a Gabriel Miró Caja Mediterráneo

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JUAN GUERRERO RUIZ

Gabriel Miró con el enterrador del cementerio de Polop de la Marina, 1928 Colección particular

Gabriel Miró con el enterrador del cementerio de Polop de la Marina, 1928 Colección particular

Juan Guerrero Ruiz y Gabriel Miró en Polop de la Marina, 1928 Colección particular

Pedro Salinas en Alicante Colección particular

Pedro Salinas y Juan Guerrero Ruiz en el puerto de Alicante Colección particular

Gabriel Miró y Pedro Salinas en Elche Colección particular



JUAN GUERRERO RUIZ

Jose Juan, Antonio Blanca, Federico García Lorca y Gastón Castelló en la playa del Postiguet, 1932 Colección particular

Federico García Lorca con varios ‘barracos’ y Pedro Salinas en Alicante, 1932 Colección particular

Juan Guerrero Ruiz y Federico García Lorca en la playa del Postiguet, 1932 Colección particular

Federico García Lorca en la playa del Postiguet, 1932 Colección particular

Juan Guerrero Ruiz y Luis Cernuda en la playa del Postiguet, 1935 Colección particular




JUAN GUERRERO RUIZ

Ramón Gaya

Benjamín Palencia

Colección particular

Colección particular

Ramón Gaya y Luis Garay en la playa de Calpe

Ramón Sijé en Orihuela

Colección particular

Colección particular

Ramón Gaya en Torrevieja

Juan Bonafé pintando en Benidorm

Colección particular

Colección particular 75


JUAN GUERRERO RUIZ

Rafael Alberti, Carlos Carbonell, María Teresa León, Antonio Blanca, Juan Guerrero Ruiz y Miguel Abad Miró, entre otros, en Alicante, VI-1936 Colección particular

Rafael Alberti en Alicante, VI-1936 Colección particular

María Teresa León en Alicante, VI-1936 Colección particular

Rafael Alberti en el Parador de Ifach, 1936 Al dorso, sello de Casa Sánchez, Alicante Colección particular



JUAN GUERRERO RUIZ

Rafael Rodríguez Albert, Luisa Sofovich, Ramón Gómez de la Serna y José Ramón Clemente en Elche en la palmera de los siete brazos, I-1933 Colección particular

Avión Latécoère de la Aéropostale accidentado en la playa de la Fosa, rodeado por un grupo de personas (en el que se encuentra Mathilde Pomès), Ifach, 28-XII-1932

Colección particular

Bodegón en Torrevieja Colección particular DOBLE PÁGINA SIGUIENTE

Callejón

DOBLE PÁGINA SIGUIENTE

Colección particular

Callejón Colección particular

Velador en Altea Colección particular

Velador en Altea Colección particular

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

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Emilio Varela con Benjamín Palencia, José Juan y otros de excursión a Tabarca, ca. 1928 Caja Mediterráneo

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

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E M I L I O VA R E L A

Calle de Cervantes y Plaza del Ayuntamiento, ca. 1929 Óleo sobre tela, 100 x 86 cm Colección Diputación de Alicante

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E M I L I O VA R E L A

Explanada desde el Ateneo, ca. 1930 Óleo sobre lienzo, 95 x 81cm Colección Diputación de Alicante

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

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E M I L I O VA R E L A

Calles y Azoteas del barrio de Santa Cruz, ca. 1932 Óleo sobre lienzo, 121 x 100 cm Colección Diputación de Alicante

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E M I L I O VA R E L A

Carta a Lolita Marí, VII-1934 Manuscrito y dibujo coloreado, 27,7 x 21,7 cm Colección particular

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

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E M I L I O VA R E L A

Bodegรณn cubista de mรกquina de escribir, ca. 1935 ร leo sobre tela, 82 x 66 cm Colecciรณn Diputaciรณn de Alicante

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E M I L I O VA R E L A

Cartel ‘Alicante Fiestas’, 1926 105,8 x 119,5 cm Archivo Municipal de Alicante

E M I L I O VA R E L A

Hoguera ‘Sueño del buen alicantino’, 1934 Colección particular

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

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E M I L I O VA R E L A

Hoguera ‘Sueño del buen alicantino’, 1934 Caja Mediterráneo

Hoguera ‘Sueño del buen alicantino’, 1934 Caja Mediterráneo

Hoguera ‘Sueño del buen alicantino’, 1934 Colección particular

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

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E M I L I O VA R E L A

Carro de caballos, 1928 ร leo sobre lienzo, 44 x 47 cm Caja Mediterrรกneo

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E M I L I O VA R E L A

Exposición del Ateneo, 1936 Caja Mediterráneo

FRANCISCO SÁNCHEZ ORS

Emilio Varela, 1938 Archivo Municipal de Alicante

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

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E M I L I O VA R E L A

El puerto desde una ventana Óleo sobre cartón, 33 x 36 cm Colección Joserre Perezgil

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

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E M I L I O VA R E L A

Retrato de Isolda Esplá e hijo, ca. 1944 Óleo sobre tela, 75 x 69 cm Colección Diputación de Alicante

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ÓSCAR ESPLÁ

Programa de mano del concierto en el Teatro Principal, Alicante, 8-VI-1914 Caja Mediterráneo

Tarjeta de visita a Valery Larbaud Musée-bibliothèque Valery Larbaud-Ville de Vichy

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

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E M I L I O VA R E L A

Cartel ‘Festival Óscar Esplá’ 46,5 x 32,5 cm Caja Mediterráneo

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ERNESTO HALFFTER

Carta a Óscar Esplá, 5-I-1924 Caja Mediterráneo

Carta a Óscar Esplá, 2-IX-1924 Caja Mediterráneo

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


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ADOLFO SALAZAR

Carta a Óscar Esplá, 23-IX-1924 Caja Mediterráneo

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

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R A FA E L A L B E RT I y B E N JA M Í N PA L E N C I A

Carta a Óscar Esplá, VIII-1926 Caja Mediterráneo

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


R A FA E L A L B E RT I y B E N JA M Í N PA L E N C I A

Carta a Óscar Esplá, 1-IX-1926 Caja Mediterráneo

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ÓSCAR ESPLÁ

Soledades, 1929 París, Editions Max Eschig Colección particular, Madrid

Suite de pequeñas piezas, ( 1ª ed.) 1931 Madrid, Unión Musical Española, 1951 Colección particular, Madrid

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


FRANCISCO SÁNCHEZ ORS

Óscar Esplá, 1951 Archivo Municipal de Alicante

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PAU L- É M I L E B É C AT

Retrato de Valery Larbaud, 1921 Óleo sobre lienzo, 109,5 x 89,5 cm Musée-bibliothèque Valery Larbaud-Ville de Vichy

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

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VA L E R Y L A R B A U D

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Fermina Márquez, 1911

Enfantines, 1918

París, Plon-Nourrit et Cie. Ejemplar dedicado a Gabriel Miró Caja Mediterráneo

París, Editions de la Nouvelle Revue Française Ejemplar dedicado a Gabriel Miró Caja Mediterráneo

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


VA L E R Y L A R B A U D

Villa Raspail, Alicante, 1918 Musée-bibliothèque Valery Larbaud-Ville de Vichy

PEDRO SALINAS

Tarjetón a Valery Larbaud, 1-I-1919 Tarjetón a Valery Larbaud Tarjeta postal a Valery Larbaud, 1-I-1919 Musée-bibliothèque Valery Larbaud-Ville de Vichy


GABRIEL MIRÓ

Carta a Valery Larbaud, 1924 Musée-bibliothèque Valery Larbaud-Ville de Vichy

Carta a Valery Larbaud, 1925 Musée-bibliothèque Valery Larbaud-Ville de Vichy

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


GABRIEL MIRÓ

Libro de Sigüenza, 1917 Barcelona, Eduardo Domenech Ejemplar dedicado a Valery Larbaud Musée-bibliothèque Valery Larbaud-Ville de Vichy

El ángel, el molino y el caracol del faro, 1921 Madrid, Atenea Ejemplar dedicado a Valery Larbaud Musée-bibliothèque Valery Larbaud-Ville de Vichy

Niño y grande, 1922 Madrid, Atenea Ejemplar dedicado a Valery Larbaud Musée-bibliothèque Valery Larbaud-Ville de Vichy

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GABRIEL MIRÓ

Carta a Valery Larbaud, 1928 Musée-bibliothèque Valery Larbaud-Ville de Vichy

ERNESTO GIMÉNEZ CABALLERO

Carta a Valery Larbaud sobre Gabriel Miró, 1932 Musée-bibliothèque Valery Larbaud-Ville de Vichy

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


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JULIO BERNÁCER

Infantilia: Emocionario de la niñez, 1929 Madrid, Caro Raggio Editor Ejemplar dedicado a Valery Larbaud Musée-bibliothèque Valery Larbaud-Ville de Vichy JULIO BERNÁCER

Cantos a bordo, 1936 Madrid, Agencia General de Librería y Artes Gráficas Ejemplar dedicado a Valery Larbaud Musée-bibliothèque Valery Larbaud-Ville de Vichy VA L E R Y L A R B A U D

Journal inédit, 1954 París, Gallimard Colección particular, Madrid

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


LORENZO AGUIRRE

Bodegón de los pájaros, 1924 Óleo sobre lienzo, 64 x 69 cm Hermanas Aguirre

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LORENZO AGUIRRE

Playa de Sant Joan, 1928 Óleo sobre lienzo, 79 x 93 cm Hermanas Aguirre

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


LORENZO AGUIRRE

La cabrita o El Portet, 1930 Ă“leo sobre lienzo, 95,5 x 100 cm Museo de Navarra. Pamplona

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LORENZO AGUIRRE

El Portet, 1930 Óleo sobre lienzo, 94 x 99 cm Hermanas Aguirre

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

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HELIODORO GUILLÉN PEDEMONTI

Calle de Rafael Terol, ca. 1930-1935 Óleo sobre cartón, 53 x 45 cm Colección Ayuntamiento de Alicante

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B E N JA M Í N PA L E N C I A

Puerto de Altea, 1927 Óleo sobre tabla, 100 x 100 cm Museo de Albacete

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

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B E N JA M Í N PA L E N C I A

Puerto de Altea, 1927 Óleo sobre cartón, 60 x 60 cm Museo de Albacete

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B E N JA M Í N PA L E N C I A

Bodegón, 1927 Técnica mixta sobre papel, 24 x 20 cm Colección particular, Madrid Cortesía Galería José R. Ortega

JUAN CHABÁS

Espejos, 1921 Madrid, Editorial Alejandro Pueyo Ejemplar dedicado a Gabriel Miró Caja Mediterráneo

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

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GREGORIO PRIETO

Retrato de Juan Chabás, 1922-1925 Óleo sobre lienzo, 85 x 84 cm Fundación Gregorio Prieto, Valdepeñas

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J U A N N AVA R R O R A M Ó N

Desnudo, 1929 Óleo sobre lienzo, 46 x 38 cm Colección Javier B. Navarro

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

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J U A N N AVA R R O R A M Ó N

Nocturno de Ibiza, 1934 Óleo sobre lienzo, 100 x 81 cm Colección Javier B. Navarro

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J U A N N AVA R R O R A M Ó N

Alquería, 1929 Óleo sobre lienzo, 64 x 52 cm Colección Juana y Javier B. Navarro

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

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JUAN BONAFÉ

Calpe, ca. 1928 Acuarela sobre papel, 23 x 31 cm Con dedicatoria a Carlos Ruiz Funes Colección particular

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JUAN GUERRERO RUIZ

Juan Bonafé, José Ballester y Ramón Gaya en la Fonda de la Chima, Calpe, 1927 Museo Ramón Gaya Ayuntamiento de Murcia

Ramón Gaya y Juan Bonafé en la Fonda de la Chima, Calpe, 1927 Colección particular

L U I S G A R AY

La Fonda de la Chima, ca. 1928 Óleo sobre lienzo, 46 x 54 cm Antonio Andrés Pardo Vidal

La Fonda de la Chima, ca. 1928 Óleo sobre lienzo, 53 x 43 cm Con dedicatoria a Juan Guerrero Ruiz Colección particular

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

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JUAN GUERRERO RUIZ

P. de Madariaga, Bonafé y Clotilde Más con la familia Guerrero, San Juan, Alicante, 1938 Museo Ramón Gaya. Ayuntamiento de Murcia

Ramón Gaya pintando a Juan Arturo Guerrero Aroca, 1927 Museo Ramón Gaya. Ayuntamiento de Murcia

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


R A M Ó N G AYA

El Albir, 1929 Acuarela sobre papel, 25 x 32,5 cm Museo Ramón Gaya. Ayuntamiento de Murcia

Altea, ca. 1930 Tinta y acuarela sobre papel, 44,5 x 30 cm Museo Ramón Gaya. Ayuntamiento de Murcia

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JUAN BONAFÉ

Altea Acuarela sobre papel, 23 x 30 cm Colección Blanca Cos

Benidorm, ca. 1950 Acuarela sobre papel, 31,5 x 44 cm Colección particular, Madrid

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ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


JUAN BONAFÉ

Benidorm, ca. 1955 Acuarela sobre papel, 30,5 x 23 cm Colección Miguel Cos JUAN GUERRERO RUIZ

Juan Bonafé pintando en Benidorm, ca. 1950 Museo Ramón Gaya Ayuntamiento de Murcia

133


LORENZO AGUIRRE

Cartel ‘Fogueres de San Chuan’, 1928 153 x 118 cm Archivo Municipal de Alicante

134

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


135


Hoguera ‘Benalúa’, 1928 Colección Senante-Lamaignere Archivo Municipal de Alicante

LORENZO AGUIRRE

Hoguera ‘Les presidensies de Torrejón’, 1928 Colección Senante-Lamaignere Archivo Municipal de Alicante

LORENZO AGUIRRE

Cartel ‘Fogueres de San Chuan’, 1929 153,8 x 118,3 cm Archivo Municipal de Alicante

136

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


137


GASTÓN CASTELLÓ y FRANCISCO HERNÁNDEZ

Hoguera ‘El futur Benacantil’, 1929 Colección Senante-Lamaignere Archivo Municipal de Alicante

LORENZO AGUIRRE

Hoguera ‘Barraca de fira’, 1929 Colección Senante-Lamaignere Archivo Municipal de Alicante

138

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


139

189,5 x 119,5 cm Archivo Municipal de Alicante

Cartel ‘Fogueres de San Chuan’, 1930

LORENZO AGUIRRE


140

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O

153,5 x 78 cm Archivo Municipal de Alicante

Cartel ‘Fogueres de San Chuan’, 1932

JUAN BONAFÉ


141

147 x 79 cm Archivo Municipal de Alicante

Cartel ‘Fogueres de San Chuan’, 1933

R A M Ó N G AYA


142

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O

149,5 x 69,5 cm Archivo Municipal de Alicante

Cartel ‘Fogueres de San Chuan’, 1936

MELCHOR ARACIL


143

165 x 88 cm Archivo Municipal de Alicante

Cartel ‘Hogueras de San Juan’ ( LLAMAS DE MI TIERRA ), 1941

JOSÉ PÉREZGIL


L U I S G A R AY

Folleto Hogueras, 1935 Archivo Municipal de Alicante

K-HITO

Programa Hoguera Orán, 1936 Archivo Municipal de Alicante

144

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


EDUARDO IRLES

Romans del bón alicantí, 1934 Alicante, Imp. Papelería Baño Caja Mediterráneo

E M I L I O VA R E L A

Cubierta de ‘Festa’, 1936 Eduardo Irles (dir.), Ayuntamiento de Alicante Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert

145


JOSÉ RAMÓN CLEMENTE

El hombre que pescó su sueño, 1932 GUIÓN:

146

Daniel Bañuls y José Ramón Clemente I N T É R P R E T E : Gastón Castelló Diputación de Alicante

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O











156

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


MIGUEL Lร PEZ

Restaurante-Bar Ivory ( ALICANTE ), 1934 Lรกpices de colores sobre papel, 37 x 29 cm Colegio Territorial de Arquitectos de Alicante

J U A N G U E R R E R O R U I Z (ed.)

Memoria del Ayuntamieno de Alicante, 1933 Alicante, Modernas Grรกficas Gutenberg Archivo Municipal de Alicante

157


MIGUEL LÓPEZ

Edificios de viviendas ( PZA. DE LOS LUCEROS, ALICANTE ), 1934 Lápices de colores sobre papel sulfurizado, 45 x 45 cm Colegio Territorial de Arquitectos de Alicante

158

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


MIGUEL LÓPEZ

Edificio de viviendas ( C/. JUAN BAUTISTA LAFORA Y PZA. DEL MAR, ALICANTE ), 1934

Lápices de colores sobre cartón, 35 x 40 cm Colegio Territorial de Arquitectos de Alicante

159



Explanada

FRANCISCO SÁNCHEZ ORS

Archivo Municipal de Alicante

FRANCISCO SÁNCHEZ ORS

Explanada Archivo Municipal de Alicante 161


FRANCISCO SÁNCHEZ ORS

Tartana por el puerto Archivo Municipal de Alicante

162

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


FRANCISCO SĂ NCHEZ ORS

Explanada Archivo Municipal de Alicante

163


FRANCISCO SÁNCHEZ ORS

Plaza del Mar Archivo Municipal de Alicante

164

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


FRANCISCO SÁNCHEZ ORS

Rambla Archivo Municipal de Alicante

165


FRANCISCO SÁNCHEZ ORS

Rambla Archivo Municipal de Alicante

166

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


FRANCISCO SÁNCHEZ ORS

Rambla Archivo Municipal de Alicante

167


FRANCISCO SÁNCHEZ ORS

Rambla Archivo Municipal de Alicante

168

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


FRANCISCO SÁNCHEZ ORS

Rambla Archivo Municipal de Alicante

169


FRANCISCO SÁNCHEZ ORS

Parador de Ifach Archivo Municipal de Alicante

170

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


FRANCISCO SĂ NCHEZ ORS

Parador de Ifach Archivo Municipal de Alicante

171


FRANCISCO SÁNCHEZ ORS

Parador de Ifach Archivo Municipal de Alicante

172

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


JUAN GUERRERO RUIZ

Calpe con el peñón de Ifach al fondo Colección particular

Peñón de Ifach ( ALICANTE ), 1927 Museo Ramón Gaya Ayuntamiento de Murcia

Peñon de Ifach ( ALICANTE ), 1927 Museo Ramón Gaya Ayuntamiento de Murcia


R A M Ó N G AYA

Retrato de Juan Gil-Albert (PALABRAS A LOS MUERTO S ), 1937 Óleo sobre lienzo, 101 x 81 cm Museo Ramón Gaya. Ayuntamiento de Murcia

174

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


ENRIQUE CLIMENT

Retrato de Juan Gil-Albert, 1940 Óleo sobre lienzo, 114,5 x 129 cm Colección Diputación de Alicante

175


JUAN GIL-ALBERT

Candente horror, 1936 Valencia, Ediciones de Nueva Cultura Ejemplar dedicado a Juan Guerrero Ruiz Colección particular

Siete romances de guerra, 1937 Valencia, Ediciones de Nueva Cultura Colección particular, Madrid

Las ilusiones, con los poemas de El convaleciente, 1943 Buenos Aires, Ediciones Imán Ejemplar dedicado a José Bolea Colección particular, Madrid

JUAN GIL-ALBERT

Poemas (El existir medita su corriente), 1949 Madrid, Librería Clan Ejemplar dedicado a Francisco Lozano Colección particular

176

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


PA S C U A L P L A Y B E LT R Á N

Huso de eternidad, 1930 Alcoy, Editorial Renovación Cubierta de Juanino Renau Ejemplar dedicado a Azorín Colección particular, Madrid

Hogueras en el Sur, 1934 Valencia, Ediciones de la Unión de Escritores y Artistas Proletarios de Valencia Colección particular

177


MIGUEL HERNÁNDEZ

Perito en lunas, 1933 Murcia, Ediciones Sudeste Colección particular

Quién te ha visto y quién te ve, 1934 Madrid, Cruz y Raya Ejemplar dedicado a Juan Guerrero Ruiz Colección particular

El rayo que no cesa, 1936 Madrid, Ediciones Héroe Colección particular

178

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


MIGUEL HERNÁNDEZ

El labrador de más aire, 1937 Madrid-Valencia, Editorial Nuestro Pueblo Colección particular

MIGUEL HERNÁNDEZ

Seis poemas inéditos y nueve más, 1951 Alicante, Colección Ifach Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert

179


FRANCISCO SÁNCHEZ ORS

Melchor Aracil en el tren, camino del frente, 1937 Archivo Municipal de Alicante

180

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


181


FRANCISCO SÁNCHEZ ORS

Melchor Aracil en el frente, 1937 Archivo Municipal de Alicante

182

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


FRANCISCO SĂ NCHEZ ORS

Melchor Aracil en el frente, 1937 Archivo Municipal de Alicante

183


RICARDO FUENTE

Retrato de Miguel Hernández Lápiz sobre papel, 29,7 x 22 cm Colección particular

184

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


185


GASTÓN CASTELLÓ

Presos durmiendo la siesta, 1939 Acuarela sobre papel, 36 x 57 cm Colección Diputación de Alicante

186

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


GASTÓN CASTELLÓ

GASTÓN CASTELLÓ

Hombre sentado leyendo

Presos tatuándose, 1940

Lápiz sobre papel, 22 x 16 cm Colección particular

Óleo sobre lienzo 45,5 x 40,5 cm Colección Ayuntamiento de Alicante

187


188

M A N U E L G O N Z Á L E Z S A N TA N A

RICARDO FUENTE

Retrato de Ricardo Fuente, 10-XI-1939

Retrato de Gastón Castelló

Lápiz sobre papel, 29,5 x 19 cm Colección Particular

Lápiz sobre papel, 28,7 x 22 cm Colección Particular

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


MIGUEL ABAD MIRÓ

Retrato de Ricardo Fuente, ca. 1940 Acuarela sobre papel, 30 x 22 cm Colección particular

189


MIGUEL ABAD MIRÓ

Hombres solos Óleo sobre táblex, 100 x 73 cm Colección Diputación de Alicante

190

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


FRANCISCO SĂ NCHEZ ORS

Miguel Abad, 1944 Archivo Municipal de Alicante

191


MIGUEL LÓPEZ

Cruz de los Caídos ( ALICANTE ), 1939 Tinta sobre papel vegetal, 34,5 x 48 cm Archivo Municipal de Alicante

192

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


193


MIGUEL LÓPEZ

Biblioteca junto a la Cruz de los Caídos ( PASEO DE CANALEJAS, ALICANTE ), 1939 Tinta china y rotulador sobre papel vegetal, 111 x 33 cm Archivo Municipal de Alicante

194

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


MIGUEL LÓPEZ

Monumento a los Caídos ( PTDA. AGUAMARGA, ALICANTE ), 1941 Ceras sobre papel de estraza duro, 43,3 x 56,1 cm Colegio Territorial de Arquitectos de Alicante

195


MIGUEL LÓPEZ

Edificio de viviendas ( RAMBLA DE MÉNDEZ NÚÑEZ Y C/ TENIENTE CORONELCHÁPULI, ALICANTE ), 1940-1941

Acuarela y lápices de colores sobre papel de estraza, 72,8 x 52,5 cm Colegio Territorial de Arquitectos de Alicante

196

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


MIGUEL LÓPEZ y MANUEL BAEZA

Hotel Gran Sol Fotografía de Basilio F. Martínez MIGUEL LÓPEZ

Local comercial Nuria ( RAMBLA DE MÉNDEZ NÚÑEZ, ALICANTE ), 1941 Tinta china delineada sobre papel sulfurado, 22,1 x 32,2 cm Colegio Territorial de Arquitectos de Alicante

197


MIGUEL LÓPEZ y JOSÉ LUIS DE LEÓN

Cuartel para la Guardia Civil ( MURCIA ), 1940 Lápices de colores sobre papel vegetal, 24,4 x 55,8 cm Colegio Territorial de Arquitectos de Alicante

Cuartel para la Guardia Civil ( MURCIA ), 1940 Lápices de colores sobre papel vegetal, 27,7 x 36,8 cm Colegio Territorial de Arquitectos de Alicante

198

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O



MIGUEL LÓPEZ

Edificio de viviendas ( C/ BAILÉN Y BARÓN DE FINESTRAT, ALICANTE ), 1940-1941

Tinta china y lápiz difuminado sobre papel vegetal, 116 x 32 cm Archivo Municipal de Alicante

200

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


Atribuido a M I G U E L L Ă“ P E Z

Bar y pista de patines ( PLAYA DEL POSTIGUET, ALICANTE ), 1942 Acuarela sobre papel, 34 x 24 cm Archivo Municipal de Alicante

201


FRANCISCO SÁNCHEZ ORS

Gastón Castelló, 1946 Archivo Municipal de Alicante

202

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


203


FRANCISCO SÁNCHEZ ORS

Manuel Baeza, ca. 1950 Archivo Municipal de Alicante

FRANCISCO SÁNCHEZ ORS

Juan Guerrero Ruiz en Benidorm, ca. 1955 Archivo Municipal de Alicante

204

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


205


FRANCISCO SÁNCHEZ ORS

Rafael Rodríguez Albert, ca. 1955 Archivo Municipal de Alicante


FRANCISCO SĂ NCHEZ ORS

Gonzalo Soriano, ca. 1955 Archivo Municipal de Alicante

207


FRANCISCO SÁNCHEZ ORS

Salinas de Calpe, 1946 Archivo Municipal de Alicante

208

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


FRANCISCO SĂ NCHEZ ORS

Pescadores empujando la barca, ca. 1950 Archivo Municipal de Alicante

209


E U G E N I O D’O R S

El ‘Consueta’ de la Fiesta de Elche, 1941 Barcelona, J. Horta y Cia. Editores Colección particular, Madrid

210

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


GERARDO DIEGO

Visitación de Gabriel Miró, 1951 Alicante [Madrid], Talleres Gráficos Silverio Aguirre Colección particular, Madrid

A D R I A N O D E L VA L L E

Égloga de Gabriel Miró y Fábula del Peñón de Ifach, 1957 Madrid, Ágora Colección particular, Madrid

211


J U A N N AVA R R O R A M Ó N

Retrato de Javier Barrio ( SOBRINO DEL PINTOR ), 1943 Óleo sobre lienzo, 81 x 65 cm Colección Javier B. Navarro

212

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


213


J U A N N AVA R R O R A M Ó N

Vista de Altea Óleo sobre lienzo, 46 x 38 cm Colección Javier B. Navarro

214

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


M A N U E L G O N Z Á L E Z S A N TA N A

Paisaje, 1940 Óleo sobre lienzo, 51,5 x 48 cm Colección Diputación de Alicante

215


GASTÓN CASTELLÓ

Castillo de Santa Bárbara, ca. 1940-1950 Óleo sobre lienzo, 118 x 137 cm Colección Diputación de Alicante

216

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


JOSÉ PEREZGIL

Calle de Viriato con Benacantil al fondo, 1950 Óleo sobre lienzo, 100 x 85 cm Colección Ayuntamiento de Alicante

217


JOSÉ PEREZGIL

Arrabales del Benacantil, 1951 Óleo sobre lienzo, 84,5 x 100,5 cm Colección Diputación de Alicante

JOSÉ PEREZGIL

Almendros de Santa Faz, 1951 Óleo sobre lienzo, 156 x 110 cm Colección Diputación de Alicante

218

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


219


JOSÉ PEREZGIL

Vista del puerto, 1955 Óleo sobre lienzo, 130 x 180 cm Colección particular

220

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


221


J UA N B AU T I STA S E G A R R A

Cabo de San Martín, 1943 Óleo sobre lienzo, 74 x 100 cm Colección Diputación de Alicante


ENRIQUE LLEDÓ TEROL

Interior, 1949 Óleo sobre lienzo, 38 x 48 cm Colección particular

223


ENRIQUE LLEDÓ TEROL

Camino de Santa Faz, 1952 Óleo sobre lienzo, 46 x 55 cm Colección particular

224

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


ENRIQUE LLEDÓ TEROL

Plaza de Benisa, 1953 Óleo sobre lienzo, 61 x 50,5 cm Colección particular

225


ENRIQUE LLEDÓ

Carta a Emilio Varela Transcripción

Querido don Emilio: porque fue Vd. siempre para mí don Emilio. No puedo llamarle de otra forma, aunque quisiera. Nuestras edades no coincidieron; usted era un hombre ya cercano a la muerte, enamorado de la pintura hasta lo más profundo de su ser, inmensamente, exquisitamente sensible. Yo era un joven, y también atraído por la pintura irremediablemente, y con cierta sensibilidad para comprenderla, quizá, de parecido modo al en que Vd. la sentía y amaba. Ese fue el nacimiento de nuestra correcta, sincera, clara y breve, pero constante amistad que cortó fatalmente su muerte. Amistad circunscrita al paseo desde la Decoradora hasta su casa, en la calle de Teatinos, al mediodía, los días que Vd. pasaba por allí y, sentado, a la derecha, frente al escaparate interior de la tienda de pinturas de Pepe Mingot, esperaba casi la hora de cerrar. Muchas veces no hablaba. Permanecía encerrado en un profundo mutismo que ni las afectuosas palabras de Conchita, la esposa de Pepe Mingot, conseguía romper. Otras, las menos, se sentía locuaz, y hablaba vivamente con viejos amigos que tanto le querían: ¿recuerda a Manolo Tormo? Sentía, comprendía perfectamente su pintura. A veces, aceptaba Vd. las frutas que Conchita le ofrecía, recién compradas, porque venía por la tienda después de pasar por el mercado. Recuerdo que Vd. las saboreaba con deleite, y su corazón, creo, se descargaba entonces de la tristeza que en sus últimos tiempos, me parece, le acongojaba permanentemente. Tristeza más triste que cualquier otra tristeza, tristeza asumida, incorporada ya a lo irremediable. Era la desesperación de un hombre que tiene plena conciencia de su valor, de estar tocando la gloria con la punta de los dedos, y no consigue alcanzarla, por más que

226

su esfuerzo, teniendo definido perfectamente su camino, con todas las renuncias que esta elección llevaba. Tal vez sea esa profunda y resignada desesperación un designio de los genios. Recuerdo en nuestro recorrido sus ojos, de un azul tan claro como el del mar y los cielos de Aitana. Sus pómulos prominentes, su boca carnosa, como de una cabeza de Rubén Darío que Vd. hubiera pintado. ¿Cuántos autorretratos se pintó? No importa el número. Todos. Todos sus estados de ánimo se reflejan en ellos, pintados, los de Alicante, a través del mismo espejo: circular, pequeño, con un marco de madera tallada, que colocaba en un lateral interior de su balcón para tener mejor luz. ¿Lo recuerda? No era por narcisismo, que nunca lo tuvo. Era para estar preparado para pintar otros retratos. Su humildad, su respetuosa cortesía, le hacían sufrir cuando lo pintaba. Pero Vd. don Emilio, pintaba bastante más que una fisionomía, que un gesto, que un parecido. Usted pintaba el alma de quienes retrataba, como Eduard Munch pintó una vez el grito, que casi se podía escuchar, de una mujer aterrorizada. Su pincel, querido amigo, acariciaba el lienzo con inmensa ternura, con miedo quizá, sobrecogido tal vez por el efluvio de comprensión que estaba comunicándose, en esos momentos, entre su modelo y Vd. Y para ese miedo, para esa tensión desbordante y emocionada había que prepararse de antemano. Por eso se pintó tantas veces. Por eso pintó a gente que Vd. quería. ¿Y sus interiores? ¿Y sus sencillos bodegones? ¿Y su Alicante? Qué maravilloso cuadro su calle de San Rafael, en Santa Cruz. ¿Y sus paisajes? He recorrido como un incansable peregrino sus sendas de Aitana innumerables veces. Y he mirado por las mismas ventanitas

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


que Vd., y bebido del agua cristalina y recién nacida del mismo Molino, el Molino de Ondara. He parado en casi las mismas sombras que Vd. encontró, y he pisado las mismas piedras y la misma tierra en donde tantas veces Vd. plantara su caballete. Y he visto sus paisajes vivos, con sus pinares y sus olivos más crecidos. Y vueltos a ver en otros otoños y en otras primaveras, y en otros muchos veranos como los que fueron gloriosos para Vd. Y otra vez, ahora, calcinados por los incendios. Y he intentado –descabellado gesto– apagar el fuego con mis manos y la tierra de Aitana, hasta ensangrentarla. Porque quería así salvar aunque solo fuera una pequeña parte de sus vivencias, de sus paisajes. Y he preferido después, contemplando el desastre, que Vd. ya no viniera, que su gloria fue pintar una Aitana virgen, desmelenándose al viento sus pinares, blanqueando sus cumbres por las nieves, brillando al sol sus peñascales, sus runares y sus cortados. El «Peñón Mulero», «Partagat», «El Paset de Sella», «El Pas del Arc», «El Contador», «Tagarina», «El Peñón Divino», «El Pas de la Rabosa», «Les Peñes que Parlen»... Son parajes lejanos en Aitana que Vd. vio y de los que le hablaron Óscar Esplá, Juan Vidal, Ángel Custodio, Micalet, Fernando y Pepet del Molí, Marieta, su hermana y otros muchos. Y otros lugares por los que Vd. pisó y por los que anduvo más frecuentemente por su proximidad: «El Molí», el «Trestellador», «Ondara», «Ondarella», «El Mas de la Mona», «Castell de Guadalest», «Benimantell»... ¿Se acuerda de la torre de su iglesia? ¡Tan destartalada hoy! Qué mal rato pasaría cuando le encerraron allí, en el campanario, sin acordarse de que estaba Vd. pintando la plaza del pueblo, todavía con el reloj enfrente de la iglesia, en una pequeña

torrecita levantada sobre los tejados. Qué magnífica pintura esa. Pintura vibracionista como le decía a Lolita Marí en su carta de un domingo de octubre de 1934. La acompañaba a un pequeño cuadro de almendros en flor, tomado cerca de Muchamiel. «...EL TEMA, LUGAR DONDE FUE PINTADO ESTÁ CERCA DE SU NUEVA ESCUELITA, POR ESTE MOTIVO SE LO ENVÍO, APARTE APRECIARLO YO MUCHO POR SER UNA NOTA DE PINTURA VIBRACIONISTA QUE CREO NO ESTÁ MAL DEL TODO...»

Lolita Marí. Un amor platónico, un amor imposible para Vd. Cosas del destino. Lolita murió tan solo unos días antes que Vd. Y no lo supo entonces. Yo le incluyo al final, ahora, para que goce de nuevo con sus mismas palabras, porque reflejan la nobleza y grandiosidad de su afecto por Lola, las primeras hojas de un pequeño libro de poesía que Vd. precisamente, le dedica el 6 de enero de 1938. Trece años después, el 5 de enero de 1951, cuando la cabalgata de los Reyes Magos pasaba por la Rambla, sus amigos, los hermanos Blanco, estaban tratando de sacar su mascarilla, que ofrecía dificultades por lo crecido de su barba en los últimos días. Emilio Varela Isabel, de 63 años, había muerto ese mismo día. Los tambores y las trompetas y el rumor del gentío resonaban tenuemente en la habitación. Sus hermanas, consternadas, y un pequeño grupo de familiares y amigos, contemplábamos la escena. Era víspera de Reyes, y su alma pura, de niño grande, ese día debió sentirse por fin, tremendamente feliz. Y ahora, nada más. Yo creo que le debía ese recuerdo. Enrique Lledó

227


ENRIQUE LLEDÓ TEROL

Interior con mar, 1963 Óleo sobre lienzo, 81 x 100 cm Colección particular

228

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


ENRIQUE LLEDÓ TEROL

Cristal, 1957 Óleo sobre táblex, 78,5 x 118 cm Colección Diputación de Alicante

229


MANUEL BAEZA

Venta de aves, 1952-1954 Óleo sobre lienzo, 100,5 x 81,5 cm Colección Diputación de Alicante

230

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


MANUEL BAEZA

Muchacha con molinete, 1954 Óleo sobre lienzo, 95 x 66 cm Colección Diputación de Alicante

231


X AV I E R S O L E R

Interior: Sillería, 1951 Óleo sobre lienzo, 81 x 100 cm Colección Diputación de Alicante

232

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


X AV I E R S O L E R

Interior de una tienda de sombreros, 1951 Óleo sobre lienzo, 59,5 x 73 cm Colección Diputación de Alicante

233


X AV I E R S O L E R

Conversación de ancianas, 1954 Óleo sobre lienzo, 184 x 150,5 cm Colección Diputación de Alicante

234

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


JUANA FRANCÉS

Figura de hombre, ca. 1952 Óleo sobre lienzo, 104 x 65,2 cm Col. Juana Francés Museo de Arte Contemporáneo de Alicante

235


Óleo sobre lienzo, 151 x 191 cm Colección Diputación de Alicante

Atisbo de la primavera en la alberca, 1952

FRANCISCO PÉREZ PIZARRO

236



238

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


FRANCISCO LOZANO

Paisaje de Alicante ( PLAYA DE IFACH, CALPE ), 1959-1960 Óleo sobre lienzo, 111 x 177 cm Colección particular

239


FRANCISCO LOZANO

Cala Finestrat, 1957 Óleo sobre lienzo, 100 x 81 cm Colección particular

240

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


FRANCISCO LOZANO

Puerto de Villajoyosa, 1959 Óleo sobre lienzo, 80 x 100 cm Colección particular

241


FRANCISCO ARIAS

La Carrasqueta / Carretera de Alicante, 1966 Óleo sobre lienzo, 97 x 117 cm Colección Diputación de Alicante

242

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O


PA N C H O C O S S Í O

Florero, 1959 Óleo sobre lienzo, 73 x 60 cm Colección Diputación de Alicante

243


244

Acrílico sobre táblex, 155 x 200 cm Restaurante Dársena

Fondo marino, 1961

MANUEL BAEZA




FRANCISCO SĂ NCHEZ ORS

Explanada Archivo Municipal de Alicante


MIGUEL LÓPEZ

Maqueta del Hotel Gran Sol [Fotografía reproducida en el catálogo Dibujos y arquitectura de Miguel López González (1932-1968), Alicante, Colegio Territorial de Arquitectos de Alicante, 2008, p. 242]

MIGUEL LÓPEZ

Hotel Gran Sol ( RAMBLA DE MÉNDEZ NÚÑEZ, ALICANTE ), 1961-1962 Lápiz y cera sobre papel vegetal, 32,6 x 21,7 cm Colegio Territorial de Arquitectos de Alicante

248

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O



MANUEL BAEZA

Mural del Hotel Gran Sol Fotografía de Basilio F. Martínez

250

ALICANTE MODERNO 1900-1960

• CAT Á LO G O




E S T E C AT Á L O G O D E L A E X P O S I C I Ó N

A L I C A N T E M O D E R N O 1 9 0 0 -1 9 6 0 S E D I O A L A E S TA M PA U N 1 6 D E J U N I O D E 2 0 1 0 C O M P U E STO E N L AS FA M I L I AS T I P O G R Á F I CAS E A G L E Y C E N T U R Y E X PA N D E D S O B R E PA P E L R E C I C L A D O C Y C L U S P R I N T D E 1 5 0 G R






Alicante 1900 moderno 1960


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