3 TELETRANSPORTE.
Con los primeros rayos de sol, John Venne se puso en pie para ir al trabajo, como era su costumbre diaria. Salió de aquella cabaña que era su hogar dejando dormidos a su mujer y sus dos hijos pequeños. No volvería a verles hasta última hora de la tarde, cuando su jornada en los campos terminaba y podía regresar a casa. En el pasado, los Crow se habían alzado majestuosos a la orilla del río Yellowstone como una de las tribus amerindias más poderosas del corazón de la tierra que hoy llamamos los Estados Unidos de América. El abuelo de John Venne fue uno de los últimos Crow que empuñaron un arma para luchar contra los invasores de piel blanca que procedían de Europa. Fueron guerreros y cazadores. Como los Apaches, los Navajos, los Cheyennes y tantos otros. Ahora estaban confinados en pequeños espacios de tierra, pequeñas parcelas o reservas donde, al menos, podían regirse según sus propias leyes y costumbres. Por las venas de John Venne corría sangre de bravos luchadores, sin embargo, él no había conocido otro mundo que no fuese la agricultura. Su aspecto, con la piel de color trigueña y el pelo negro y largo hasta casi la cintura, no variaba demasiado del estereotipo que las películas western ofrecían de los indios americanos… Con excepción de los pantalones vaqueros y la chaqueta de cuero negro que llevaba sobre sus hombros. Atrás habían quedado las contiendas entre tribus, el arco y las flechas, la caza de bisontes, o las plumas en la cabeza. John Venne, como sus compañeros de la reserva, eran ciudadanos del siglo XXI. Tenían electricidad en sus casas, agua corriente y televisores. Lo único que John Venne quería era continuar con su tranquila pero reconfortante vida. Desgraciadamente para él, su destino estaba a punto de cambiar. Para siempre. Mientras se llevaba la mano al bolsillo para encontrar las llaves de su automóvil una sombra se cernió sobre él. −Uuuf. –Gimió John Venne tras recibir el fuerte golpe que le derribó. –Pero, ¿qué demonios…? Trató de levantarse del suelo, cuando lo vio.
Más tarde sabría que aquella criatura que se alzaba sobre él respondía al nombre de Devorador de Almas, pero en aquel momento solo pudo pensar que estaba soñando. Aún no debía de haberse despertado y estaba en medio de una pesadilla. Eso era. Aquella grotesca criatura no podía sino ser fruto de su imaginación. Era aterrador, repulsivo… y, sin embargo, hermoso de un modo inconcebible. Rezumaba energía y eso era lo que había ido a buscar a la reserva de indios Crow. −John Venne. –Le dijo con una voz siniestramente melodiosa que ponía la piel de gallina. – Puedo ver a través de tu carne y tus huesos. Observo el potencial genético que hay escrito en tus células y quedo maravillado. >>Es por eso, que he decidido permitirte vivir, pues necesitaré a otros como tú para que me alimenten. Aquel ser extendió su mano y tocó el pecho de John Venne, provocándole un horrible dolor intenso que hizo que se revolviera gritando, pensando que iba a morir. Pero no murió, tal y como había dicho El Devorador. Fue transformado. Su cerebro despertó para hacerse con el poder que ningún mortal había soñado jamás. −Ya no serás llamado John Venne. –Le dijo la criatura. –A partir de ahora se te conocerá por el nombre del arma que tu familia empuñó por generaciones, Tomahawk, pues eso es lo que serás en mis manos: un arma. Encontrarás a otros como tú, y los traerás ante mí, para que mi hambre sea saciada. Y tal vez te permita saciar también la tuya. Menos de una hora después toda la reserva de indios Crow en la que John Venne vivía quedó reducida a cenizas. Todos los hombres, mujeres y niños, casi diez mil personas, expiraron. Del hombre conocido como John Venne ya no quedaba nada, solo un cascarón vacío que andaba y hablaba. En realidad, su cuerpo no estaba vacío. Simplemente se hallaba carente de todo rastro de bondad. Tomahawk había nacido.
Andrè Phillipe había regresado hasta el momento que llamamos presente desde un tiempo futuro no muy lejano. Su nombre había quedado atrás hacía mucho y los que le conocían tan solo le llamaban MindBlow. Los que le conocían habían muerto, o más bien, no habían llegado a existir todavía. Era un “prodigio”, es decir, un ser humano con la capacidad de poner en marcha el 90%
de su cerebro. Un tanto por ciento que permanecía desactivado para la mayoría de la gente. Al lograr activar ese porcentaje de capacidad cerebral podía llegar a hacer cosas prodigiosas. Él tenía el don de la telepatía, pero había otros muy diferentes. MindBlow conocía a Tomahawk de aquel tiempo futuro del que había venido. Eran enemigos y habían combatido durante años. Ambos tenían equipos con los que pelar y había sufrido bajas en uno y otro bando por igual. Tomahawk se convertiría en un criminal peligroso, un asesino sanguinario. Si MindBlow hubiese sabido lo que se estaba forjando al otro lado del océano tal vez hubiera podido impedirlo. Tal vez hubiera podido salvar a John Venne del horrible destino que iba a desatar, o tal vez hubiera podido acabar con él antes de que se convirtiese en amenaza. Pero no lo sabía. Conocía el momento en que se enfrentaría con Tomahawk por primera vez y se prepararía para él, pero en aquel instante MindBlow ignoraba todo lo que podría haber evitado. Su prodigiosa mente estaba ocupada reviviendo recuerdos, sucesos que aún no habían acontecido. Había reunido un equipo de jóvenes como él, “prodigios” con dones o poderes sobrehumanos. En un principio, iban a formar parte de un equipo entrenado por la INTERPOL para enfrentarse a una amenaza emergente a la que conocían como MasterFist. Pero esa amenaza nunca apareció. En su lugar surgieron otras. Muchas. El equipo que Andrè había reunido, Assault, se enfrentó a todas. Y perdió. El mundo perdió. Por eso MindBlow volvió con ayuda de Cronos, el “prodigio” con el don de viajar en el tiempo, a esta época. Para tener una segunda oportunidad. Iba a reunir otra vez al equipo original e iba a enfrentarse a las amenazas que surgieran contando con la experiencia que ya tenía. Esta vez saldría bien. Pero para reunir al grupo que iba a volver a formar primero necesitaba la ayuda del hombre que había ido a buscar. Se llamaba Julius McNamara y tenía el poder de desplazarse en el espacio a cualquier lugar del planeta que pudiese imaginar. Podía teletransportarse y MindBlow le necesitaba para encontrar a sus futuros compañeros. De modo que se plantó delante de la puerta de aquel tipo junto a su compañero Cronos. −¿Qué es lo que vamos a hacer? –Preguntó este último. −¿Vamos a llamar a la puerta y a decirle que se venga con nosotros? Hola, tío, ¿qué tal? Somos MindBlow y Cronos y necesitamos tu poder para juntar a los muchachos otra vez.
−En este momento ni siquiera sabe que tiene poderes. –Explicó MindBlow. –Y no los llames “muchachos”. Te recuerdo que tú nunca fuiste parte de Assault. −¿Qué? –Exclamó Cronos fingiendo sentirse ofendido. –Vaya… creía que ahora que te había traído hasta aquí podríamos ser amigos, Andy. MindBlow frunció el ceño al oír aquella expresión. Hacía años que nadie le llamaba “Andy”. Pero Cronos había dado en el clavo. ¿Qué se suponía que iba a pasar ahora? MindBlow y él habían sido enemigos y ahora eran los únicos dos supervivientes de un tiempo apocalíptico que iban a tratar de impedir que llegara. ¿Los convertía eso en aliados? Tal vez trabajasen juntos durante un tiempo, pero MindBlow pensaba tenerle vigilado y sabía que Cronos haría lo mismo con él. −No vamos a pedirle que se una a nuestra causa, Frank. –Explicó MindBlow llamando al timbre de la casa. −Entonces, ¿qué? Julius McNamara abrió la puerta para descubrir quién tocaba a su puerta y MindBlow se abalanzó sobre él, empujándole al interior de la casa mientras le explicaba a Cronos su plan: −¡Vamos a secuestrarle!
Algún tiempo después, poco menos de una hora, Julius McNamara abrió los ojos, sintiéndose desconcertado. −¿Dónde… dónde estoy? –Preguntó. Estaba tumbado sobre su propia cama, tan confuso que ni siquiera reparó en los dos hombres que se alzaban de pie cerca de él. No recordaba cómo había llegado hasta allí, ni dónde se encontraba, ni siquiera era capaz de recordar su propio nombre. −¿Le has borrado la memoria? –Preguntó Cronos sin llegar a creérselo. −Así es. –Respondió MindBlow de forma seca, sin atisbos de remordimiento. −Tío, sé que este tipo era un gusano. Mala gente que, cuando descubriese su poder, no iba a hacer nada por el bien de la humanidad. –Murmuró Cronos. − Pero todavía no sabía que lo tenía, ¿no? O sea, ¿le has hecho pagar por lo que hizo en nuestro tiempo, pero que todavía no ha hecho aquí? −No. –Volvió a contestar MindBlow. –Le he hecho pagar por lo que ya ha hecho en este tiempo, incluso sin poderes. Mucha gente conoció a Julius McNamara cuando activó su poder de teletransporte y comenzó a robar bancos y a cometer violaciones sexuales. Pero lo que poca gente sabe es que antes de descubrir que era un “prodigio”, este cerdo ya era un pederasta consumado.
−¡Dios! –Cronos no daba crédito a lo que oía. −¿Y vamos a meter a un pedófilo en el equipo? −Solo el tiempo que le necesitemos para encontrar a mis chicos. Después me desharé de este pedazo de basura. MindBlow se aproximó hacia Julius McNamara, que comenzaba a ponerse en pie. −¿Quién es usted? –Preguntó Julius, inseguro, sin recordar que menos de una hora antes el hombre que ahora tenía ante sí le había golpeado con fuerza, arrastrándole al interior de su propia casa y le había lanzado una descarga de energía psiónica. −Me llamo MindBlow. Y necesito que estés despierto para poder activar tu poder. Una descarga de pura energía mental, invisible a los ojos humanos, se disparó desde el cerebro de MindBlow hasta la mente de Julius McNamara. Recorrió sus sesos con la misma intensidad con que lo habría hecho el fuego o la electricidad. MindBlow podría haber frito el cerebro de aquel hombre en un santiamén, como un pan recalentado en un horno excesivamente caliente, pero en su lugar activó el porcentaje necesario para iniciar sus poderes de teletransportación al tiempo que le inyectaba una serie de falsos recuerdos en su memoria vacía. Ante tal descarga, Julius McNamara cayó de espaldas sobre su cama, jadeando. −¿Qué ha pasado? –Susurró Cronos cuando le pareció que el clímax tocaba a su fin. −¿MindBlow? ¿Dónde estamos? –Preguntó Julius. −¿Te reconoce? –Cronos estaba confuso, no sabía qué había ocurrido. −Ahora cree que ha sido siempre un miembro de mi equipo. Le he introducido en su mente los recuerdos de cualquiera de mis compañeros de Assault. –Le explicó MindBlow. –Cree que hace unas horas estábamos en el futuro y que ha regresado a este tiempo con nosotros. −¿MindBlow? –Volvió a repetir Julius McNamara. −¿Eres tú? ¿Lo… lo conseguimos? −Sí. –Contestó el líder de Assault, hablándole como si hubiesen sido amigos en algún otro tiempo. –Sí, lo hicimos. Cronos nos trajo aquí, el año 2014. ¿Cómo te encuentras? −Confuso. No recuerdo nada desde lo del viaje temporal. −Tranquilo. –Le dijo MindBlow. –Ahora estamos a salvo. Estamos en un piso franco donde nadie nos localizara. Sencillamente, el hombre que se hacía llamar Cronos no salía de su asombro. MindBlow tenía ante sí a un terrible criminal que llegaría a convertirse en un ser superpoderoso y había utilizado contra él todo su poder psiónico sin ninguna piedad. Le
había borrado todos sus recuerdos para reimplantarle otros falsos y así poder utilizarle a su conveniencia. Y cuando toda la primera fase de su plan hubiese concluido y hubiera reunido a los miembros originales de Assault, estaba decidido a quitárselo de en medio. Una terrible duda asolaba los pensamientos de Cronos. Si MindBlow le había hecho eso a ese tipo, ¿qué le tendría preparado a él? Cronos también había sido enemigo del equipo de “prodigios” conocido como Assault y, aunque ahora hubieran tenido que pactar una alianza, no estaba muy claro cuánto tiempo seguirían siendo aliados ni lo que ocurriría después. −¿Puedes ponerte en pie? –Cronos volvió a la realidad y escuchó a MindBlow preguntándole al joven amnésico por su estado. −Creo que sí. –Respondió Julius. −Bien. Escúchame, Julius, necesitamos que uses tu poder. –Le explicó MindBlow. – He captado el grito psiónico de una “prodigio” que necesita ayuda y tal vez podamos introducirla en el equipo. ¿Crees que podrás llevarnos hasta ella? −Seguro, jefe. –Julius sonreía, como si siempre hubiera sido uno más de la banda. – Solo dime dónde quieres que os lleve. −A Bolivia.
Valeria Quiroga estaba muy asustada. Se encontraba en un hospital y no sabía cómo había llegado hasta allí, solo sabía que había deseado estar junto a sus padres y ahora estaba justo a su lado, allí en el hospital. Su madre lloraba desconsoladamente y su padre trataba de consolarla pero tenía el rostro roto por la pena. También estaban los padres de Tomás, el novio de Valeria, y ambos lloraban y se abrazaban en una escena muy dolorosa. Su hijo había sido declarado oficialmente muerto. Valeria no podía creerse que estuviese pasando aquello. Su novio había muerto. Iban juntos en el coche y el vehículo se había salido de la carretera. Había sido un accidente terrible. Pero ella estaba bien, no tenía ni un solo rasguño. ¿O tal vez no fuese así? Valeria estaba acostada en una cama de hospital con respiración asistida. Valeria estaba de pie, apoyada contra una pared, muerta de miedo pero sana y salva, sin entender qué sucedía.
Había dos Valerias y, por alguna extraña razón, sus padres, los médicos y todos los demás, solo eran capaces de ver a la que estaba inconsciente. A ella, la Valeria que permanecía despierta sin un solo arañazo, nadie parecía capaz de poder verla ni oírla. Era como si no estuviese allí. Como si fuese… Valeria había llegado a creerlo. <<Lo soy. Es en lo que me he convertido>>, se decía. <<Soy un fantasma. He muerto y me he convertido en un fantasma>>. Pero no había muerto. Había oído claramente a los médicos hablar con sus padres y decirles que estaba en coma. Había sufrido un terrible trauma cráneo encefálico pero seguía con vida. ¿Despertaría? Eso dependía de la propia Valeria. ¿En qué situación se encontraría cuando despertase? Solo Dios lo sabía. Hablaron durante una par de horas sobre la situación de Valeria pero ella, la que estaba despierta, no pudo entender gran cosa de lo que dijeron. Solo vio a su madre rompiendo a llorar de nuevo. Más tarde, sus padres decidieron regresar a casa. Valeria trató de aferrarse al brazo de su madre y la llamó a gritos. −¡Mamá! Pero sus dedos atravesaron el brazo de la mujer y nadie llegó a escuchar su grito de súplica. Se quedó allí, de pie, observando a sus padres alejándose. Antes había deseado con gran intensidad estar al lado de su madre y lo había conseguido. Como por arte de magia, había aparecido en el hospital. Si volvía a desearlo tal vez consiguiese reaparecer en su casa, volvería a estar junto a su padre y su madre. Pero ahora estaba demasiada asustada para pensar en eso. Sus padres desaparecieron de la vista tras doblar una esquina y ella se quedó allí, como petrificada. ¿Qué había sucedido? No tenía ni idea, pero la aterraba. −Tal vez yo pueda explicártelo, Valeria. –Escuchó una voz a su espalda, llamándola y se giró. Se sorprendió tanto de que aquel hombre negro le pudiese ver que apenas reparó en la cicatriz que cruzaba su rostro. −¿Usted puede verme? –Preguntó ella entre asombrada y agradecida, con lágrimas asomándole en los ojos. −Sí. –Le respondió MindBlow en español, el idioma nativo de la joven. –Y creo poder explicarte lo que te ha sucedido. A unos metros de distancia, Julius McNamara y Cronos observaban a su líder hablándole al aire. Ellos eran incapaces de ver a Valeria pero MindBlow les había asegurado que allí estaba.
−Debe de ser algún tipo de forma astral o psíquica que MindBlow puede ver gracias a su poder psiónico. –Dedujo Julius. Cronos también estaba asombrado del cambio que el hombre que tenía a su lado había experimentado. Forma astral. Poder psiónico. Julius McNamara hablaba como si de verdad supiera lo que decía, como si llevara años siendo un “prodigio” y no solo unos minutos. MindBlow pasaría un rato hablando con la joven, explicándole cómo había sufrido un terrible accidente y que, en el último instante, debido al terror que había experimentado ante una muerta inminente, había conseguido activar su poder. Un poder psiónico que le permitía separar su forma mental y personificarla fuera de su cuerpo físico. La consciencia de Valeria Quiroga había abandonado su cuerpo justo antes del accidente y ahora se hallaba atrapada en el exterior, sin poder volver a entrar en su propia cabeza. De modo que no era un fantasma. MindBlow le prometió que la ayudaría a arreglar su situación y la convenció para que, mientras tanto, les acompañase. Usó sus poderes psiónicos para ayudarla a calmarse y, más tarde, Cronos se preguntaría si no los habría usado también para convencerla de que fuera con él. En cuestión de un par de horas el grupo había aumentado.
CONTINUARÁ…