Un día de sol
U
n día de sol, de esos en los que la risa y la carcajada buscan millones de cuerpos para habitar, me encontré con una niña de las más particulares que he visto en mi vida. Caminaba por un sendero rodeado de grandes árboles. Las personas que pasaban junto a ella soltaban una carcajada y parecía que todos se iban más felices y llenos de esperanza después de verla. La niña tenía la cara más graciosa y pulida que he visto y unos cachetes rosados como de muñeca de porcelana, todo en ella era particular, desde su estatura hasta sus ojos y la forma en que se movía. Mientras yo estaba sentada tomando el sol en esa tarde, la miraba a ella y a la gente que se reía al pasar. La escena cada vez llamaba más mi atención. Sin embargo, lo más extraño de todo, era que ella parecía no notarlo, era como si hiciera parte de un mundo desconocido y caminara en medio de una ensoñación. Después de un rato, notó mi presencia y mi mirada que intentaba ser discreta. Me sentí algo frustrada pues pensé que en mí no tenía ningún efecto su presencia, pero estaba equivocada. Cuando se acercó, no pude contener la risa, sentía una extraña emoción y por un momento olvidé todas mis preocupaciones. Se sentó a mi lado y aunque ya la carcajada había cesado, de mi cuerpo se había apoderado una especie de alegría permanente. Me quedé observándola y no pude evitar saludarla a pesar de no conocerla.
“Nos encargamos de descubrir la risa que hay en ellos, a veces parece que la hubieran olvidado...”
- ¡Hola!- le dije- ¡qué bonito día hace! ¿No te parece? Ella se quedó callada un instante, pensé que tal vez no había oído mi saludo así que lo repetí. Sonrió y señaló a un niño que pasaba frente a nosotras.
Luego sólo dijo hola. Su voz era suave…Le pregunté cómo se llamaba y no respondió, en cambió, empezó a contarme una historia como adivinando lo que yo pensaba. - Nací en un lugar no muy lejos de aquí, desde hace unos años mis padres se vinieron a vivir a este lugar, somos de Skatarata, que en tu idioma significa el mundo de las risas. Es por eso que todos se ríen al pasar a mi lado, es como si yo sacara la risa y la alegría que hay en ellos. Le pregunté dónde quedaba ese maravilloso mundo y por qué nadie sabía nada sobre él. - Los humanos no pueden ir allí, en cambio nosotros si podemos venir aquí, puedo contarte dónde queda, pero aún así no podrás llegar. Verás, cerca de aquí, hay un gran árbol que conecta mi mundo con el tuyo, el árbol tiene algo especial, pero son pocos los que lo notan…a ustedes les falta mucho todavía para poder ir, quizás nunca lo hagan, la envidia, la codicia, la soberbia y la avaricia se han apoderado de su mundo llenándolo únicamente de tristeza y preocupación… Le pregunté cómo era ese árbol especial y que podía hacer yo para distinguirlo. - Bueno, no es tan difícil, simplemente debes estar pensando en algo que te haga feliz. El árbol, a simple vista, no tiene nada de diferente, hace falta mirar un poco mejor y saber apreciar los pequeños detalles de la naturaleza, si lo haces, te darás cuenta de que en algunas ocasiones cambia de color y esto es porque puede sentir las emociones de la gente que lo rodea.
De nuevo un grupo de gente pasó soltando fuertes carcajadas… - Cuéntame sobre tu mundo, ¿cómo es? - Bueno, en apariencia toda la gente de allí es muy parecida a mí, somos mucho más bajos que ustedes y conservamos siempre un aspecto de niños. Skatarata, está lleno de colores diferentes y si llegas a ver una lagrima, ésta es sólo de alegría. En realidad, mi mundo no es tan lejano del tuyo, allí las flores y los árboles son los mismos, pero no hay nada de contaminación, ni en la gente ni en la naturaleza. - ¿Y por qué estás aquí? - Mis padres supieron que a este mundo le hacía falta un poco de alegría, así que decidieron venir a vivir aquí. Cada día vamos a caminar a un lugar distinto y llenamos de sonrisas a las personas, nos encargamos de descubrir la risa que hay en ellos, a veces parece que la hubieran olvidado... Estaba realmente emocionada por lo que escuchaba, no podía creerlo, pero confirmaba mis sospechas. En ese momento se acercó a nosotras otro ser extraño, de inmediato supe que debía ser su madre, habló también con una voz muy suave y dijo que era hora de irse. Noté que el día se había oscurecido un poco, ella me miró y otra vez solté una carcajada. Luego, sonriendo, me despedí. Esperaba poder volver a encontrarla en otro día de sol, pero por el momento había cambiado mi vida, nunca la olvidaré. Cada vez que la recuerdo, sonrío, conservo la esperanza de visitar un día ese mundo maravilloso y mientras tanto me aseguro de no olvidar sonreír.