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La singularidad No. 1
from Alkymia 01: RUTAS
by Alkymia Zine
El paso del tiempo
De Patricio Ventosa Rodríguez
Supongamos, meramente por convención, que el tiempo es una línea de punto A a punto B y que nosotros experimentamos esa ruta como “tiempo”. El viaje que experimentamos los humanos por el rumbo de la vida es el paso del tiempo. Y eso mero voy a reseñar, porque no hay nada como tomar la fundación de nuestro entendimiento sobre el universo y reducirlo a un valor numérico.
Entendemos el paso del tiempo como la base de transformares, comenzares y terminares. Es una prisión para lo sucedido y alas para lo que está por suceder. Es el dolor de la pérdida y el gozo de la pertenencia. Absolutamente nada es permanente, ni lo bueno ni lo malo.
Parece que el tiempo todo equilibra, da y quita. En ese caso, está resuelto, ¿no? Dos estrellas y media de cinco y quedo exento de seguir esta reseña. Pero eso suena muy fácil.
La única forma que tenemos de experimentar el flujo de este río es a través de nuestra consciencia y, específicamente, la memoria. El presente dura apenas menos que un instante; las palabras que acabas de leer ya son el pasado y lo mismo pasará con las que siguen. Lo efímero se muestra ligeramente tortuoso, dejándonos ciegos al futuro y cada vez más ausentes del pasado. Conforme más vivimos, más momentos tenemos que intentar acomodar en el espacio limitado de nuestro cerebro para menos recordar lo que fue y lo que será.
Inevitablemente aterrizamos en otra cuestión: la dilatación del tiempo. No vamos a hablar de la Teoría de Einstein porque me da miedo. En su lugar, hablamos de todas esas veces que, en retrospectiva, nos damos cuenta que cada año transcurre con mayor velocidad que el anterior. O todas las veces que pensamos en como “el tiempo vuela” si te estás divirtiendo. Somos completa y absolutamente impotentes hacia nuestra propia forma de navegar por el tiempo. Parece, incluso, parte de la ironía poética entretejida con la vida humana. Son los momentos en los que más queremos permanecer que nos duran menos. Momentos que ojalá fueran eternos, ¿cierto?
Mi mamá constantemente me recuerda que todo se puede, pero no al mismo tiempo. No está consciente, mi jefecita, que le está dando en el clavo a más de un concepto. Sí, es cierto que al pensar de esta forma se puede llegar a un estilo de vida más balanceado y prospero, pero también contiene una verdad cósmica y matemática. Si el tiempo no tiene un fin obligatorio, absolutamente todo lo que podría suceder va a suceder. En la eternidad del tiempo, todo fue, es y será. Pero el humano no está hecho para ser eterno.
La frase “es sobre el viaje, no el destino” cobra un nuevo significado porque, hablando de vida y muerte, el destino es un poco anticlimático. Pero es el mismo destino que le da sentido al viaje. Gran parte de la belleza de cruzar El Paso del Tiempo nace de que solo vamos a vivir una que otra cosa. Lloramos, dolemos y sufrimos el final, pero sin final no habría llanto, dolencia ni sufrimiento. Son los finales que nos regalan inicios.
El tiempo mata a todo aquello a lo que da vida, abre y cierra heridas, desordena el orden y ordena el desorden, existe y desexiste. Pero dentro de todo este enorme y celestial vaivén, nos permite existir, aunque sea un ratito, para verlo. Eso le suma, aunque sea, media estrellita.