6 minute read

CAPITULO

INDICE

CAPÍTULO 4 4.0. La Salud Biológica del suelo 4.1. Recapitulación 4.2. Agro-biocenosis y Capital Biológico 4.3. Densidad de enrraizamiento 4.4. La fatiga del suelo 4.5. El proyecto Liberation 4.6. Salud del suelo y biodiversidad 4.7. Micro y macroorganismos del suelo 4.8. Microflora del suelo: las bacterias 4.9. Microflora del suelo: las Algas 4.10. Microflora del suelo: los Actinomicetos 4.11. Microflora del suelo: los Hongos. 4.12. Los hongos Micorrizas arbusculares 4.13. Microfauna del suelo: los Protozoarios 4.14. Microfauna del suelo: los Nematodos 4.15. Microfauna del suelo: los Rotíferos 4.16. Meso y macrofauna del suelo 4.17. Un ambiente favorable para el Capital Biológico CAPITULO 5 5.0. Las pruebas analíticas 5.1. Índice de las pruebas

Advertisement

¿ Quienes somos ? Copy Left 112 113 115 118 119 122 123 126 127 130 133 134 135 140 141 142 143 145

146 147

169 170

Prólogo

Desde las profundidades del tiempo los antiguos mitos continúan a enviarnos imágenes precisas de la realidad que estamos viviendo. Eresictón de Tesalia era un soberbio rey que menospreciaba y no respetaba a los dioses de la naturaleza. El poeta romano Ovidio nos relata en su obra Las metamorfosis la historia de este infortunado rey quien mandó talar un bosque sagrado que formaba un santuario ancestral para Deméter la diosa de la agricultura, protectora de los campos y de las cosechas. Las dríadas que habitaban el bosque corrieron a solicitar auxilio de la diosa, quien – presa de una ira sin precedentes- ordenó a Némesis (la venganza) y a Limos (el hambre) que castigaran este ultraje. La condena fue que el rey tendría que devorarse a sí mismo para tratar de satisfacer su hambre, la cual crecería conforme iba tragando partes de su cuerpo. El ultraje a la naturaleza lo pagó con su vida. Nuestra sociedad contemporánea basada en la ávida destrucción de la naturaleza parece claramente destinada a pagar el ultraje con un castigo similar al de Rey de Tesalia. Dia a día crece nuestra hambre consumista, cavando así una tumba tan profunda que salir de ella requerirá un gran esfuerzo global.

La humanidad está actualmente en el centro de una inmensa fase evolutiva. Simultáneamente, las sociedades de producción rural, las Cooperativas y las empresas agrícolas en general se ven lastradas por decisiones sociopolíticas y ambientales que intentan preservar los logros de una sociedad de corte patriarcal que sigue viviendo de conformidad con clichés económicos e ideológicos que, ahora en el siglo XXI, obstaculizan las necesarias innovaciones sociológicas y científicas que podrían ayudar a preservar la vida. No hemos aún comprendido que la revolución tecnológica llegó para quedarse.

Un poco más de 3 millones de conciudadanos laboran en los campos agrícolas de manera temporal o permanente: son los trabajadores jornaleros que sostienen a un total de alrededor de 1213 millones de mexicanos. De conformidad con la Encuesta Nacional Agropecuaria, estos trabajadores rurales reciben en promedio 294.4

pesos (14 dólares) por día. Es decir, el equivalente aproximado de 2.1 salarios mínimos,(Que actualmente son de aproximadamente 140 pesos/jornada), sin que muchos cuenten con prestaciones laborales. Sus ingresos se ubican entre los más bajos de nuestro país, por lo queles resulta imposible acceder a una vida digna, en la que sus derechos y los de todos sus familiares sean reconocidos, protegidos, promovidos y garantizados. Se observa, con desaliento, que existen aún muchos agricultores que subcontratan jornaleros con condiciones infames de pago. Estos propietarios deben ser individuos cuyas actitudes vitales siguen estando dictadas por la búsqueda de un máximo beneficio económico a costa de una explotación inicua de la mano de obra. La subcontratación abusiva (que indica el colapso moral de los empresarios que las utilizan) conlleva la destrucción de la unidad familiar, afecta la salud de los jornaleros y propicia el éxodo rural a las zonas marginadas de las ciudades. Algunos jornaleros optan por arriesgar la vida tratando de ingresar a la Unión americana. No es posible pretender el desarrollo del campo mexicano si no se eliminan estas prácticas esclavistas, que son el resultado de un bárbaro modelo social basado en la codicia, avidez económica.

El futuro agrícola de México pasa por un nuevo tipo de organización social que no solo se enfoque a una ciencia y tecnología orientada al bienestar humano, sino -principalmente- a una verdadera justicia distributiva, a un urgente progreso humano que nos aleje de la barbarie y que sea resultado de un crecimiento interior personal. Esta tan necesaria evolución hacia una sociedad más igualitaria y misericordiosa implica no solo una refundación política sino también, en forma simultánea, la vivencia de un "sentido de la vida y de la responsabilidad común" que convoque a todos los ciudadanos. El sistema social neoliberal ha fallado y ante este evidente fracaso, no queda más que aceptar que hay tres oximorones totalmente irreconciliables: ética y neoliberalismo; compasión y neoliberalismo; humanismo y neoliberalismo. El nuevo enfoque social deberá pues privilegiar la ética, la compasión y el humanismo. El gatopardismo (cambiar todo para que todo siga igual) es no solo inaceptable; es suicida.

Pierre Rabhi , escritor y noto pionero argelino de la agricultura ecológica, relata la siguiente leyenda: “Un día se inició un gran incendio en el bosque. Los animales, aterrorizados, contemplaban la tragedia que se avecinaba sin atreverse a hacer algo. Tan solo el colibrí voló de inmediato a recoger unas gotas de agua en su pico para arrojarlas al fuego. El armadillo, molesto por lo ridículo de su intento, le espetó: Colibrí, debes estar muy loco: ¿realmente crees que con esas gotitas de agua podrás apagar el fuego? - Lo sé, lo sé, respondió el colibrí, pero yo estoy haciendo mi parte”.

Los autores de este importante manual científico y técnico sobre valorización y conservación de terrenos agrícolas están también haciendo su parte en la promoción y apoyo de una agricultura nacional sostenible, altamente rentable, competitiva y sin riesgos sanitarios. Al decidirse a redactar este manual de “Capital Biológico del Suelo” , establecieron como objetivo que el contenido debería contribuir al conocimiento técnico de los sectores agrícola y agropecuario sobre la crisis del medioambiente, la importancia de las actividades agrícolas para mitigar la polución global y la forma en que cada productor (al igual que el colibrí de la fábula ) podría contribuir a resolver los problemas de contaminación que afectan a todos por igual. Es una decisión muy elogiosa que dice mucho de su conciencia cívica.

Pero, para realmente lograr mejorar la productividad agrícola y revertir o mitigar el impacto de la agricultura en la crisis ecológica, el campo mexicano requiere de estrategias sociales integrales que permitan implementar sistemas agrícolas justos, equitativos, que sean competitivos y respetuosos del entorno. Son los valores sin los cuales sería muy difícil difundir el conocimiento técnico y científico al sector agropecuario. Por desgracia no podemos tratar de reproducir ningún modelo del pasado; ninguna sabiduría ancestral nos podría servir de guía para llevar una mejor calidad de vida colectiva, tanto rural como urbana. Este es el enorme desafío que estamos legando a las nuevas generaciones. Construir un nuevo humanismo no será para ellos una opción, sino un imperativo.

Los lectores quedarán agradecidos por la forma clara y sencilla en que se explican las transformaciones orgánicas que ocurren en los suelos agrícolas y la importancia de sus propiedades químicas y físicas. Es evidente que los autores conocían e interpretaron muy bien la regla de Schopenhauer: “ El escritor deberá utilizar palabras sencillas para decir cosas complicadas”. En ruta pues hacia una mejor utilización de la tecnología agrícola del siglo XXI y hacia un mejor sistema de justicia social honesto, democrático, con más solidaridad y misericordia; más compasivo con los más desprotegidos. Privilegiar ante todo una nueva convivialidad responsable. Vivir es saber convivir; existir sin destruir.

R. E. M.

This article is from: