JEANIENE FROST
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TWICE TEMPTED Dos Veces Tentado Salir con el príncipe de la Oscuridad tiene sus desafíos… Las dotes psíquicas de Leila le han estado fallando y ahora no está segura de qué le depara el futuro. Por si eso no bastara, su amante, Vlad, ha estado mostrándose distante. Aunque Leila es una simple mortal, también es una mujer moderna que se niega a aceptar que la traten con frialdad para siempre… sobre todo el guapo y moreno vampiro que sigue sin querer admitir que la ama.
Como elegir entre el amor eterno y una eternidad sin amor... Pronto las circunstancias envían a Leila de vuelta al circuito del carnaval, donde golpea la tragedia. Y cuando se descubre el blanco de un asesino que podría estar más cerca de lo que imagina, Leila debe decidir en quién confiar: el feroz vampiro que aviva sus pasiones como nadie o el torturado caballero que anhela ser algo más que un amigo. Con el peligro siguiendo sus pasos, solo se necesita un desliz para condenarla para toda la eternidad…
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Prólogo Esta no era la primera vez que despertaba cautiva. Ni siquiera la segunda. Necesitaba revaluar mis opciones de vida. A partir de la experiencia pasada, supe que no debía abrir mis ojos ni alterar mi respiración. En vez de eso, tomé inventario mientras fingía que seguía inconsciente. Dolor de cabeza, sin sorpresa, pero además de eso me sentía bien. Mis brazos estaban atados detrás de mi espalda, la presión alrededor de mis manos eran guantes, la presión alrededor de mis tobillos, restricciones. Incómoda mordaza en mi boca, evidentemente. Una vez hube terminado de verificar mi condición física, seguí con los alrededores. El cabeceo y balanceo debajo de mí debían ser ondas, lo que significaba que estaba en un barco. Alguno de mis captores estaba arriba, por las voces, pero uno de ellos estaba en la habitación conmigo. Él no había dicho una palabra, pero años de vivir con vampiros, me había vuelto experta en notar hasta los más imperceptibles sonidos que había hecho. Así que cuando abrí mis ojos, mi mirada se fijó infaliblemente en el vampiro de cabello negro que cruzaba la habitación. La única sorpresa que mostró fue un parpadeo. ―No esperaba que despertaras tan temprano ―arrastró las palabras Eché una mirada a mi mordaza y luego a él, levantó una ceja. Tradujo el silencioso mensaje. ―¿No necesito decirte que gritar es inútil? Rodé mis ojos. ¿Que era esto, el día de los aprendices? Sonrió antes de levantarse de la litera opuesta. ―Creo que no. Por el poco tiempo que le tomó cruzar la habitación y remover la mordaza, también supe de lo que era capaz, el vampiro lucía alrededor de mi edad, pero con su cabello corto, su cara limpia, libre de cicatrices y muy bien afeitada, más el promedio normal, juzgue que tenía menos de cien años. Vampiros mayores que eso tendían a tener más marcas en la piel y por lo general despreciaban los peinados modernos. Pero el aspecto más delator era su mirada. Realmente los viejos vampiros tenían un cierto…. Peso en su mirada. Como si el paso de los siglos dejara una pesadez tangible. Mi secuestrador sin nombre no tenía eso, y si tenía suerte, nadie más en este barco. Los vampiros jóvenes eran fáciles de matar. ―Agua ―dije una vez que la mordaza fue removida. Entre eso y el efecto posterior a ser drogada, mi boca estaba tan sedienta que mi lengua la sentía como un calcetín arrugado.
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El vampiro desapareció y entonces regresó con una lata de coca cola. Tragué cuando el vampiro lo sostuvo en mis labios, lo que significó que dejará escapar un eructo prolongado. Si ese eructo fue dirigido a la cara de mi captor, bueno, no era mi culpa. Estaba atada. ―Encantador ―dijo lentamente. ―Perdí el interés por las formalidades sociales cuando le disparaste a mi amigo con plata liquida ―repliqué sin ningún cambio en la voz―. Hablando de eso, deseo verlo. La boca del vampiro se retrajo. ―No estás en posición de hacer demandas, pero sí, él sigue vivo. ―No deseas llevarme ante él, bien ―dije, pensando rápido―. Asumo que sabes que recojo impresiones síquicas por el contacto, quítame estos guantes y déjame tocarte. Así sabré si estás diciendo la verdad. El vampiro rió entre dientes, el brillante color verde titilaba en sus ojos. ―¿Tocarme? ¿No te referirás a usar ese mortal látigo eléctrico que eres capaz de manifestar para cortarme por la mitad? Me paralicé. ¿Cómo sabia él acerca de eso? La mayoría de la gente que me vio usar ese poder estaba muerta. ―Ese es el porqué de que uses los guantes de goma ―continúo imperturbable―. Por si acaso. ―¿Me dices tu nombre otra vez? ―pregunté, sonando agradable y casual. Esos gruesos labios se estrecharon. ―Llámame Hannibal. Sonreí de regreso. ―Está bien Hannibal, ¿qué deseas que haga? ¿Usar mis habilidades para encontrar a alguno de tus enemigos? ¿Decirte si alguien te está traicionando? O, ¿leer el pasado de algún objeto? Hannibal rió, y pensé que fue más Dr. Evil que glacial, presentimiento suficiente para arrastrarme hacia afuera. ―No quiero hagas nada, pequeña pájaro. Soy solo el chico de las entregas. Ni siquiera sé a quién te estoy llevando. Todo lo que sé es que vales tres veces más viva, pero si intentas algo, muerta sigue siendo una buena paga para mí. Hannibal me hizo un alegre gesto antes de salir del cuarto. No dije nada, tratando de pensar una forma de sacarme de esta situación. No iba a dejar que me entregaran a algún villano desconocido. Buscaría una forma de escapar aunque eso me matara.
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Capítulo 1 Cuatro semanas antes Estaba de pie bajo una cascada de llamas. Bermellón y oro derramándose sobre mí, entrelazándose sobre mi cabello, separándose en arroyos a lo largo de mi cuerpo antes de deslizarse entre mis dedos y caer a mis pies. Las llamas eran tan densas que no podía ver entre ellas, reduciendo mi mundo a una brillante arena de tonalidades solares. Estar envuelta de esta manera debió matarme, pero estaba ilesa. Ni siquiera tenía miedo. Una extraña sensación de nostalgia me llenó en su lugar. Seguí tratando de atrapar una de las llamas pero nunca lo logré. El fuego podía cubrirme de pies a cabeza, pero se las arregló para evadir mi alcance. ―Leila ―me llamó una voz, demasiado débil para discernir quién era―. Vete antes que sea muy tarde. La lógica me urgió a hacer lo que el desconocido decía, pero no quería. Las llamas tampoco parecían querer que me fuese. Ellas seguían cayendo sobre mí, acariciando en vez de quemar mi piel. ¿Ves? Pensé desafiantemente. Ellas no me lastimarían. ―Leila. ―Esa voz otra vez, más enfáticamente―. Vete. ―No ―repliqué, y traté de abrazar el fuego otra vez. Como de costumbre, esas bandas iluminadas se deslizaron de mis manos, pero esta vez, su brillante color se oscureció. Cuando aterrizó en mis pies, parecían cintas hechas de alquitrán. Entonces bruscamente la cascada sobre mí se disipó, dejándome desnuda y temblando en la súbita y abrumadora oscuridad. El miedo volvió mi interior en hielo. La voz tenía razón. Algo malo estaba a punto de ocurrir… No tuve tiempo de correr antes de que el fuego iluminara la oscuridad otra vez. No se vertía sobre mí suavemente como hacía antes, sino que se estrelló contra mí por todas partes. El dolor me embistió cuando las llamas me atacaron con todo su devastador poder, carbonización y quemaduras en cada centímetro que tocaron. ―¿Por qué? ―lloré, solo la traición superaba la agonía que sentía. ―Te lo advertí ―replicó la desconocida voz, a salvo fuera de la pared de fuego―. No quisiste escuchar. Entonces deje de oír, sólo mis propios gritos mientras el insensible fuego continuó aniquilándome. ―¡No! En mi cabeza la palabra aullaba de angustia; en la realidad, salió de mis labios en un susurro. Eso fue suficiente para despertarme, sin embargo, me sacudí horrorizada hasta darme cuenta de que estaba cubierta en sábanas y no
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flamas. El único fuego existente estaba contenido de forma segura en el corazón del otro lado de la habitación. Tomé varias respiraciones profundas para ahuyentar los efectos de la pesadilla. Después de un minuto, mi corazón acelerado tomó un ritmo más normal. Con una punzada de consternación vi que la cama estaba vacía. Ahora no podía dejar de admitir que había tenido la misma pesadilla ayer, pero no me gustó que fuese más y más frecuente, como también dormir sola y despertar de esa forma. Si fuera supersticiosa, me preocuparía que el sueño recurrente fuese un presagio, pero cuando conseguía advertencias del futuro, no venían en forma de vagas metáforas en mis sueños. Solían llegar con recreaciones sin misericordia donde tenía la experiencia sensorial completa de cómo iba a suceder, pero no había tenido uno de esos en semanas. Por mucho tiempo deseé que no me llegaran todas esas impresiones, e imágenes de los peores pecados, por medio de un solo toque, pero ahora que necesitaba esa habilidad, estaba de vacaciones. Ese pensamiento me sacó fuera de las sábanas. Balanceé mis piernas por el costado del colchón y me bajé de la tarima levantada que hacía la gran cama, el cortinaje de la cama eran incluso más impresionante. Entonces caminé directo a la chimenea y me arrodille frente a ella. La mayoría de las llamas habían cesado durante la noche, pero los troncos desmoronados aún ardían. Aparté la rejilla y sostuve mi mano por un segundo, para sumergirla dentro de la madera que se derrumbaba. La punzada de dolor me hizo jadear con alivio hasta que noté que eso venía de un solo dedo. El resto de mi mano se sentía bien a pesar de estar inmersa hasta la muñeca en las brasas que brillaban con vehemencia. Esperé otro momento para estar segura y entonces la saqué. Aparte de una astilla que sobresalía de mi dedo índice y una cicatriz de hace diez años, mi mano estaba intacta, ni un vello chamuscado. Diablos. Seis semanas después, y aún seguía inmune al fuego. Algunas mujeres cogían enfermedades veraneas de sus novios. Eso era leve en comparación a lo que el mío me había dado, inmunidad al fuego que inexplicablemente bloqueaba mi habilidad psíquica de recibir información por medio del tacto. El salir con un “no oficial” Príncipe de la Oscuridad tenía sus consecuencias. Tiré de la astilla, chupando mi dedo a pesar de ser una de las pocas personas en la mansión que no disfrutaba del sabor a sangre. Entonces hurgué alrededor hasta encontrar una larga camisa masculina, estaba hecha de suave cachemira. Probablemente costaba más lo que solía ganar trabajando un mes en el circo, pero había sido tirada al suelo con indiferencia. Nunca había visto a
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nadie limpiar esta habitación, pero tampoco la había visto nunca sucia. Los sirvientes debían esperar como ninjas hasta que saliera para así dejar este lugar impecable otra vez. Ellos no tendrían que esperar demasiado. Tenía que ir al baño, y a pesar de la esplendorosa habitación de mi novio, al baño le faltaba un inodoro. Al ser un vampiro con siglos de antigüedad, no necesitaba uno. Me puse la camisa desechada. Era lo bastante larga para cubrir mi sostén y bragas, aunque nunca me encontraba con nadie en el camino de su habitación a la que era oficialmente mía. El piso que albergaba las dos habitaciones no era utilizada por nadie más. Esta privacidad y elegancia hacia un camino más digno que vergonzoso, al menos. Una vez de regreso a mi habitación, una pequeña versión del verde medianoche y la magnificencia del caoba de tonos claros que acaba de dejar, fui directo al baño. ―Luces encendidas ―dije, agregando―: Tenue. ―Cuando el haz de luz me hizo entrecerrar los ojos. El suave ámbar iluminó el cremoso mármol, destacando su oro y las venas azul-verdoso. El vidrio de la ducha del tamaño de un auto compacto también se encendió, como también el sector del sanitario. La primera vez que había visto todos los adornos de fantasía me había intimidado. Ahora murmuraba por lo bajo cuando me apresuré a la esquina discretamente protegida. ―Cuarenta metros cada mañana porque no añade un inodoro a su cuarto de baño. No es más de lo que gasta cada noche en la cena y él nunca come. Parte de mí sabía que la molestia era para enmascarar mi inquietud acerca del incremento de la cama vacía, pero mi vejiga se retorció como si estuviera de acuerdo. Después de lidiar con esto, iría a la ducha, cuidadosa de tocar solo lo que pudiera con mi mano izquierda. A pesar de que la corriente estuviera apagada por el momento, no había necesidad de freír tuberías accidentalmente enviando una dosis de voltaje a través de ellas. Después de ducharme y vestirme, descendí cuatro tramos de la escalera principal. En la parte inferior de la escalera, había un pasillo de techos altos, columnas de piedra, antiguos escudos y frescos adornados repartidos frente a mí. Solo el jardín interior se mantuvo de parecer el escape gótico de Bill Gates. Y al final del pasillo estaba mi frecuente ausente novio, Vlad. Sí, ese Vlad, pero pocas personas cometían el error de llamarlo Drácula. Su negro cabello estaba del mismo color que sombreaba su mandíbula por la tarde. Las cejas enmarcaban sus ojos que eran una mezcla del cobre y esmeralda, y un suave tejido cubría su cuerpo endurecido de décadas de lucha cuando era humano.
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Como de costumbre, solo sus manos y cara estaban al descubierto. El resto de su cuerpo estaba cubierto por botas, pantalones oscuros y una camisa gris ahumado abotonada hasta el cuello. A diferencia de la mayoría de los hombres bien construidos, Vlad no solía enseñar mucha piel, pero esos trajes a medida hacían alarde de su cuerpo como si corriera con pantalones cortos y una camisa sin mangas. Mi apreciación se vio interrumpida cuando vi que tenía un abrigo colgando de su brazo. Él no solo había salido de la cama mientras estaba durmiendo; también se había ido sin una palabra. Otra vez. ¿Alguna vez has tenido un momento en que sabes lo que no debes hacer… y lo haces de todos modos? No necesitaba mis perdidas habilidades psíquicas para saber aquella verdad. ―¿A dónde vas? ―dije mientras cruzaba el pasillo que era el modo incorrecto de manejar esto, pero es lo que hice. Vlad había estado hablando con su segundo al mando, Maximus, un vampiro rubio que se veía como un vengador vikingo vivo. A mi pregunta dos miradas se fijaron en mí, una gris y cuidadosamente neutral, la otra cobrizo verde y sardónica. Me tensé, deseando poder desaparecer esa pregunta. ¿Cuándo me había convertido en una de esas molestas y pegajosas novias? Cierto, después de decir la razón de por qué Vlad sigue interesado en desaparecer, se burló de mí, mi insidiosa voz interior. ¿Crees que es coincidencia que haya estado actuando distante después de que perdiste tus habilidades psíquicas para espiar a sus enemigos? Inmediatamente después, me puse a cantar Thats the way de la banda KC and Sunshine en mi cabeza. Vlad no era solamente un vampiro extremadamente poderoso que había inspirado la historia más famosa de no muertos en el mundo. También podía leer mentes humanas. La mayoría del tiempo. Sus labios se curvaron. ―Uno de estos días, vas a tener que replantear tus métodos para mantenerme fuera de tu cabeza. Si no lo conociera, me hubiera perdido la ironía que teñía su tono, aumentando su sutil acento y agregando un borde a su refinada voz. Dudaba que alguna vez perdonara al vampiro que me había enseñado a bloquear mis pensamientos. ―Algunas personas consideran esa canción un clásico ―repliqué, reprendiéndome a mí misma por lo que hubiera oído antes de detenerlo. ―Demostrando una vez más que el mundo no carece de tontos. ―Y tú no contestaste mi pregunta ―contrarresté. Vlad se puso su abrigo, esa leve sonrisa nunca dejando su cara.
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―Eso no fue accidental. Mi mano se estremeció como cuando las corrientes subían por ella. Gracias a un incidente con la caída de unos cables de energía, todo mi cuerpo despedía electricidad, pero mi mano derecha era el conducto principal. Si no bloqueaba mi temperamento, podría comenzar a echar chispas. ―La próxima vez que desees despedirme, hazlo como lo hacen los hombres modernos. ―Mi voz era áspera como papel de lija―. Sé vago y di que iras a hacer algunos trámites. Suena más cortes de esa manera. Esa cobriza mirada cambio a brillante esmeralda, la prueba visible de su condición inhumana. ―No soy un hombre moderno. Por supuesto que no, ¿pero no lo mataría ser un poco menos complejo, exasperante y enigmático? ¿Al menos una parte del tiempo? Maximus deslizo una mirada en mi dirección antes de regresar su atención a Vlad. ―Todo estará listo para tu regreso ―indicó, luego hizo una reverencia y se marchó. ¿Qué se supone que significa eso?, se cernía sobre la punta de mi lengua, pero no me gustaría tener la respuesta. Eso no significaba que estaba dejando de ser positiva. Había terminado de preguntarme lo que sus crecientes ausencias hacían por nuestra relación. Si mi ser psíquicamente neutralizado significaba que sus sentimientos por mí habían cambiado, necesitaba decírmelo. Hice una pausa suficiente en mi canto mental para pensar: Cuando regreses, tendremos una conversación. Esta vez, su sonrisa fue lo suficientemente ancha para enseñar sus dientes. Sus colmillos no estaban afuera, pero su sonrisa se las arregló para llevar tonos de amante y depredador. ―Estoy deseando que llegue. Entonces, el lugar en donde se encontraba estaba vacío. Solo las macizas puertas del frente indicaban que había pasado a través. Los vampiros no podían desmaterializarse, pero algunos maestros vampiros podían moverse tan rápido que parecían hacerlo. Suspiré. En los últimos dos meses, que salía con Vlad había demostrado ser tan apasionado y tumultuoso como el cine retrataba. Solo esperaba que Hollywood no tuviera razón sobre el destino de cada mujer que se enamoraba del infame Príncipe Oscuro. La idea era deprimente, pero no iba a sentarme a pensar. En vez de eso, deseaba participar en la más probada y venerable técnica de distracción femenina de todos los tiempos. Corrí escaleras arriba al cuarto de mi hermana.
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―¡Despierta, Gretchen! ―Llamé a la puerta―. Nos vamos de compras.
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Capítulo 2 Esta es la única cosa de Rumania que no ha apestado hasta ahora ―dijo mi hermana mientras dejaba un montón de ropa frente a la cajera. Cerré los ojos, sin saber a quién pedir disculpas primero: a la cajera por la observación de Gretchen sobre su país, o Maximus, que ahora tenía que añadir más bolsas a la media docena que ya cargaba. Esto es lo que pasaba cuando le dabas a mi hermana la tarjeta de crédito de otra persona. Vlad tenía la permanente regla de que las compras de sus invitados fueran cargadas a su tarjeta. Podría reconsiderarlo cuando llegara la factura. Mis intentos de fomentar la frugalidad no habían funcionado, tampoco. Sólo había molestado a Gretchen hasta el punto que dejó de probarse las cosas antes de comprarlas. ―Estoy cansada. Deberíamos regresar ―le dije, cambiando de táctica. La mirada azul de Gretchen se estrechó. ―De ninguna manera. He estado encerrada en el castillo de tu novio durante semanas a pesar de que su enemigo vampiro tiene que estar muerto o Marty y papá no habrían conseguido irse. No señalé que nuestro padre y mi mejor amigo, Marty, eran menos propensos a la imprudencia. Las probabilidades eran escasas, pero si el némesis de Vlad, Szilagyi había sobrevivido, entonces, Gretchen estaba más segura aquí. No podía mantener un perfil bajo si su vida dependiera de ello, como lo había demostrado. Eché un vistazo a la cajera, forcé una sonrisa, y agarré la manga de Gretchen para tirarla hacia mí. ―No hables de ya-sabes-qué en público ―susurré. ―¿Por qué? ―replicó ella en el mismo volumen―. La mitad de la gente de este pueblo sabe sobre vampiros ya que Vlad es el dueño y utiliza a algunos de ellos como aperitivos. En cuanto al resto, Maximus puede hipnotizarlos para que olviden lo que ya saben. Mis ojos vacilaron mientras miraba a la cajera. Ella levantó una mano al vampiro rubio y le dijo algo en rumano. ―No te preocupes, ella es leal a Vlad ―resumió para mí. Entonces su tormentosa mirada gris se posó en Gretchen―. Necesitas mostrar mayor discreción o la persona siguiente que hipnotice serás tú. ―No lo harías ―resopló ella. Maximus se irguió con su metro noventa y ocho, como si su densa musculatura no fuera lo suficientemente impresionante. ―He hecho cosas mucho peores para proteger a mi príncipe. Aún tenía ganas de golpear a Gretchen, pero nadie, ni siquiera un amigo como Maximus, conseguía asustar a mi hermana pequeña.
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―Ella lo entiende ―le dije con frialdad―. Y si no lo hace, yo seré la persona que se encargue de ella. Maximus miró a Gretchen, hizo una inclinación apenas perceptible con su cabeza, y luego se inclinó hacia mí. ―Como desees. Mis mejillas se sonrojaron. Desde que era la novia de Vlad, los vampiros en su línea hacían reverencias hacia mí como lo hacían con él, muy a mi pesar. ―Por favor para, odio eso. Se enderezó, una mínima sonrisa tirando de su boca. ―Sí, lo recuerdo. Cuando su mirada se encontró con la mía, por una fracción de segundo, vi al hombre que había aprovechado la oportunidad de salir conmigo cuando llegué por primera vez a Vlad como una renuente refugiada. Entonces ese familiar velo cayó sobre los ojos de Maximus, y mi cortés y formal guardaespaldas estaba de vuelta. ―Tienen una hora más, si desean seguir comprando. Entonces tenemos que volver a la casa. ―¿Por qué? ―pregunté, primero que Gretchen. ―Debido a que necesitan estar listas para los invitados a cenar de Vlad. No quieren llegar tarde a cenar. Gretchen fue más rápida esta vez. ―¿Invitados? ¿Quién? ¿Por qué no nos dijeron antes? ―No les dijeron porque su asistencia es opcional ―respondió Maximus. Entonces me sonrió ligeramente―. Esperé para decirte porque parecías tener suficiente en tu mente. Vergüenza y resignación se mezclaron en mi interior. ¿Todos sabían que Vlad y yo estábamos teniendo problemas? Por supuesto que sí, le respondí a mi propia pregunta. Con las capacidades auditivas de los no-muertos, probablemente también sabían que Vlad y yo no habíamos tenido relaciones sexuales en una semana, porque había tenido mi periodo. Suspiré. ―Parece que necesito comprar algo después de todo. ―No lo había hecho a pesar de visitar varias tiendas, porque no quería sumar más a la aplastante cuenta que Gretchen había acumulado. Algo que no podía nombrar cruzó la cara de Maximus. ―No es necesario. Vlad tiene tu vestido esperando en su habitación. Primero se va sin decirme a dónde iba. Luego, invitados inesperados a cenar, y ahora un vestido elegido para mí. Mis ojos se estrecharon. ¿Qué pretendía?
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―No vas a siquiera darme una pista sobre lo que está pasando, ¿verdad? ―pregunté a Maximus. Su sonrisa era un poco demasiado tensa. ―Como he dicho, he hecho cosas mucho peores para proteger a mi príncipe.
Una mirada al vestido me dijo que la cena no consistiría en Vlad poniéndose al día con algunos viejos amigos que pasaban por aquí. Era de terciopelo negro, tenía una pequeña cola y un escote en el frente que parecía tener incrustaciones de joyas diminutas de color negro. Tacones negros y guantes hasta el codo con el mismo tipo de incrustaciones forrados con repelente de goma, por supuesto, completaban el conjunto seductoramente extravagante. Me lo probé, no me sorprendió que se ajustara como si hubiese sido hecho con mis medidas precisas en mente. Incluso se las arregló para darme escote, un logro poco común con mis pequeños pechos. Era el mejor vestido que había usado, pero lo habría cambiado y todos los otros caros regalos que Vlad me había dado para cerrar la brecha cada vez mayor entre nosotros. Acaricié la suave tela, deseando que mis habilidades estuviesen de vuelta para saber si esta era su manera de hacer las paces por su reciente frialdad, o simplemente asegurarse de que me viera lo suficientemente bien para estar de su brazo esta noche. Cualquiera era una posibilidad con Vlad. Por eso tenía que enfrentarlo más adelante, sin importar el resultado. Lo último que quería hacer era arreglarme, pero esta era claramente una ocasión formal. Cuando terminé, mi cabello negro y liso colgaba en gruesos rizos y mi maquillaje era sutil, además de barra de labios carmesí oscuro que contrastaba muy bien con el vestido negro y mi piel pálida. Todos estos años en el carnaval del mundo del espectáculo me hicieron diestra en ataviarme a mí misma. También me hizo una experta en ocultar la cicatriz que iba desde la sien hasta mis dedos. Una brillante ola de color negro se cernía sobre esa parte de mi rostro, con más drapeado en el hombro derecho. Me puse los guantes por lo que sólo unos pocos centímetros de la piel de mi brazo mostraban evidencia del accidente que me había dado mis inusuales habilidades. Habilidades que Vlad había atrofiado cuando me envolvió con su aura repelente de llamas para protegerme de la explosión que Szilagyi detonó. El enemigo de Vlad pensaba que me iba a llevar con él, pero sobreviví a aquel
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infierno. Mi supervivencia había tenido su precio. El destino no permitía que nadie se fuera con facilidad. Sacudí mi cabeza para no pensar en el pasado. Luego, sintiéndome todo menos festiva, me dirigí a la planta principal. Vlad estaba esperándome en la parte inferior de la escalera. Su esmoquin negro debería haber sido demasiado severo con su falta de color, pero en cambio, parecía una versión sensual del Ángel de la Muerte. No podía dejar de temblar mientras su mirada me invadía. El esmeralda brilló brevemente en sus ojos, y cuando tomó mi mano, sentí su calor incluso a través de mis guantes. Los vampiros normales se sentían a temperatura ambiente, pero no Vlad. La piroquinesis que lo hacía tan temido entre los suyos, también lo hacía más caliente que la mayoría de los humanos, cuando sus habilidades, temperamento o deseo cobraban vida. ―Te ves encantadora. Su gruñido me hizo saber qué emoción le calentaba ahora, y una vez más me estremecí. Mis sentimientos por él podrían estar llenos de dudas, pero mi cuerpo no estaba en conflicto. Me acerqué antes de darme cuenta, mis pezones tensándose tan pronto como su pecho rozó el mío. Luego algo más abajo en mí se tensó mientras su boca rozaba mi cuello, con su gruesa e incipiente barba rozando deliciosamente mi piel. Inhaló, el aire tocando mi piel como el más suave de los besos en mi pulso cuando lo dejó escapar. Entonces sus manos se cerraron sobre mis hombros, su calor maravillosamente potente. Un simple movimiento de sus dedos empujó mi cabello a un lado, dejando al descubierto el cuello. Di un grito ahogado cuando bajó la boca y dos colmillos duros y afilados presionaron contra mi piel. El oscuro éxtasis de su mordida era sólo superado por hacer el amor con él, y me había perdido participar de ambos recientemente. Sin pensarlo, agarré su cabeza más cerca, casi temblando con anticipación. Él murmuró algo ininteligible y se alejó, con su mirada todavía iluminada de esmeralda. ―Ahora no. Nuestros invitados están esperando. ¡No me importa!, fue mi primer pensamiento, seguido inmediatamente por: ¿Qué hay de malo conmigo? Sí, gente estaba esperando por nosotros, por no mencionar a varios guardias escondidos en este pasillo. Incluso si ninguna de las situaciones anteriores fuera cierta, tenía serios problemas que trabajar con Vlad. Apaciguar mi libido debía ser la última cosa en mi lista de tareas pendientes. ―Cierto ―dije, dejando caer las manos y alejándome. No lo miré, mientras recolocaba mi cabello por encima de mi hombro, cubriendo tanto de la cicatriz zigzagueante como pude. No estaba avergonzada, pero las inevitables
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miradas compasivas de las personas que la veían por primera vez, se habían vuelto viejas. ―Leila. La forma en que dijo mi nombre me hizo levantar la cabeza. Los ojos de Vlad habían cambiado de nuevo a su color caoba, el verde en ellos era ahora sólo el anillo natural que rodeaba su iris. ―No te escondas de nadie ―afirmó, empujando mi cabello fuera de mi hombro―. Sólo los tontos sienten lástima por las cicatrices de los sobrevivientes y nunca debes doblegarte a los tontos. Entonces extendió su mano, sus propias desvanecidas heridas de guerra recorrían su piel como diminutas rayas pálidas. ―Ven. Tomé su mano, ocultando la emoción que constreñía mi corazón con invisibles bandas. Entonces comencé a recitar canciones en mi cabeza, ocultando la idea más peligrosa antes de que lo alcanzara. Esa es una de las razones por las que te amo. No te inclinas ante nadie. Desafortunadamente, ese mismo rasgo también podría separarnos.
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Capítulo 3 Resultó que, reconocí a algunos de nuestros invitados, aunque un montón de caras nuevas también estaban presentes. Maximus estaba sentado a la mesa al lado de Shrapnel, el fornido y calvo, tercero al mando de Vlad. Junto a él estaba Mencheres, el vampiro egipcio de largo cabello negro a quien Vlad describía como su sire honorario, un título que aún no acababa de entender. La rubia esbelta junto a Mencheres era su esposa, Kira. Gretchen también estaba allí, sentada más lejos de la cabeza y viéndose molesta al respecto. Todo el mundo se puso de pie cuando Vlad y yo entramos, lo que hizo aún más extraña la escena. No habíamos llegado tarde, así que, ¿por qué estaba ya todo el mundo en la mesa? ¿No eran los anfitriones de la casa quienes se suponía recibían a los invitados antes de que tomaran sus asientos, no llegar últimos y tener a todo el mundo de pie y en posición firme antes que ellos? Los vampiros, me decidí por enésima vez, tenían la forma más extraña de hacer las cosas. Vlad me condujo a mi lugar habitual en la cabecera de la mesa, lo que causó algunas miradas entre los invitados que no reconocía. Una vez allí, me paré en la silla vacía a su derecha, dudando. ¿Me siento ahora, o espero una señal? ―Me alegro que hayan venido ―dijo Vlad, el tamaño de la habitación no disminuyó el tenor de su fuerte voz―. Sé que algunos de ustedes viajaron grandes distancias para estar aquí. Me esperaba algo más, tal vez un agradecimiento a aquellos huéspedes de lugares lejanos, pero luego se sentó en su silla. Antes de Vlad, nunca había imaginado que el simple acto de sentarse podía verse majestuoso e intimidante, sin embargo, él lo lograba en todo momento. Todos los demás se sentaron, así que yo lo hice también, deseando haber tenido un manual de Etiqueta de los No-muertos para Estúpidos. Por la forma demasiado fluida en que se movían, ninguno de los invitados era humano. Estaba acostumbrada a estar rodeada de vampiros en un ambiente informal; o violento, pero este era mi primer acontecimiento formal. Si meto la pata en algo, será por tu culpa, le dije mentalmente a Vlad mientras mostraba una agradable sonrisa en mi cara. Su boca se torció, la única indicación de que me había escuchado. Luego hizo un gesto a su izquierda. ―Leila, ya conoces a Maximus, Shrapnel, Mencheres y Kira, pero permíteme presentarte al resto de nuestros invitados. Mantuve esa sonrisa agradable durante todo un listado de nombres que esperaba que no se esperara que recordara, porque todos los veintiocho asientos
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en la gran mesa estaban ocupados. La primera vez que había visto el comedor con su chimenea de pared, el techo de tres pisos, y la araña gigantesca, pensé que era una deslumbrante pérdida de espacio, ya que sólo yo y Vlad comíamos aquí. Ahora su tamaño y esplendor resultaba práctico. Necesitaríamos otra mesa si invitaba a más amigos, y a juzgar por las joyas de las mujeres y resplandecientes trajes de los hombres, los presentes estaban acostumbrados al lujo. Yo no lo estaba. Tampoco Gretchen, que se veía tan incómoda como yo. Nuestro padre había sido un hombre de carrera militar, por lo que habíamos crecido en un ambiente modesto que con frecuencia variaba dependiendo de su cambio de lugar de trabajo. Cuando me fui por mi cuenta a los dieciocho años, busqué trabajos que no implicaran tecnología o tocar a la gente; y todos los puestos de trabajo decentes bien remunerados requieren la una o la otra. Si no hubiera conocido a Marty y no me hubiese unido a su acto de carnaval, podría haber terminado en la calle. Sin duda, no habría terminado con Vlad, sonriendo a desconocidos a través de un mar de copas de cristal que los sirvientes llenaban con un líquido rojo oscuro demasiado espeso para ser vino. Esos mismos sirvientes luego llegaron con suficiente comida para alimentar a todos dos veces a pesar de que Gretchen y yo éramos las únicas humanas. Los nervios me habían quitado el apetito, pero comí con entusiasmo fingido, preguntándome cuándo Vlad revelaría el verdadero propósito detrás de esta ocasión. No invitaría a más de dos docenas de personas a su casa sólo para presumir. Vlad era muchas cosas, pero pretencioso no era una de ellas. La bomba detrás de este evento cayó durante el postre. Acababa de poner en mi boca una cucharada de crème brûlée bourbon butterscoth cuando Vlad se levantó y todo sonido se detuvo. ―Gracias a todos por venir ―dijo en el repentino silencio―. Como todos ustedes son amigos o miembros de honor de mi línea, quería que cada uno de ustedes presenciara mis acciones ahora. Luego se colocó detrás de mí silla, apoyando su mano en mi hombro. Me resistí a la tentación de girar para poder verlo. ¿Qué está pasando?, pensé nerviosamente. Hizo caso omiso de la pregunta. ―La mayoría de ustedes saben que Leila ha sido mi amante durante los últimos meses. Además, también arriesgó su vida para salvar a mi gente y demostró una lealtad inquebrantable incluso durante tortura. Debido a su gran valor para mí, ahora le ofrezco un vínculo eterno, si ella acepta. Luego se inclinó, su cálido aliento en mi cuello mientras susurraba sus siguientes palabras.
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―Te has preguntado si me sentía diferente sobre ti, desde que tus habilidades disminuyeron. Que esto sirva como respuesta. Alcancé a ver su mano llena de cicatrices antes de que colocara una pequeña caja de terciopelo delante de mí. Mi corazón empezó a latir con fuerza mientras mi mente se sobrecargaba por el shock y la alegría. En el otro extremo de la mesa, oí jadear a Gretchen. De todas las posibles razones detrás de esta sorpresiva y lujosa cena, no esperaba esto. Las cosas habían cambiado entre nosotros, de la mejor manera posible. ―Vlad, yo… Mi pensamiento coherente y las palabras me habrían fallado, pero mis habilidades motoras no. Con las manos temblorosas de alegría, poco a poco abrí la caja de ébano. Gretchen salió disparada de su silla para venir hacia mí. En algún momento, lágrimas de felicidad deben de haber salido de mis ojos porque el contenido de la caja era borroso. Aun así, pude distinguir un anillo. Una avalancha de felicidad me invadió. No fue sino hasta ahora que me di cuenta de lo mucho que amaba a Vlad y el fervor con el que esperaba que él me amara también. Parpadeé para ver el anillo más claramente… y luego mi júbilo se convirtió en confusión. Maximus cogió el brazo de Gretchen antes de que me alcanzara, pero estaba lo suficientemente cerca como para mirar en el interior de la caja. ―¡Tú tacaño, eso no es un diamante! ―anunció con su falta de tacto habitual―. ¿Qué tipo de anillo de compromiso es ese? Me pregunté el porqué de su elección, también, ya que me di cuenta de que el anillo era una réplica de la herencia que había sido transmitido del padre de Vlad a él. Sin importarme, amaría cualquier anillo de compromiso que me diera. Además, tal vez proponer con una réplica era una tradición de la familia Drácul… ―No es un anillo de compromiso ―respondió secamente Vlad a Gretchen―. Es el símbolo de la membresía de mi línea. Todos los vampiros que he hecho llevan uno. Al oír estas palabras, mi extático revoltijo de pensamientos se cristalizó en una comprensión desgarradora: No me está proponiendo matrimonio. ¡Sólo está ofreciendo hacerme vampiro! Vlad se enderezó y su mano dejó mi hombro. Había oído eso. Con lo que tenía rugiendo a través de mi mente, tendría que ser telepáticamente sordo para no haberlo escuchado. Sabía que debía cantar algo para que no oyera nada más, pero no podía pensar en un solo verso. Mi orgullo me gritó que actuara como si no lo hubiera
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mal entendido, sin embargo, lo único que pude hacer fue apretar la caja mientras mi alegría anterior se convertía en cenizas. Nada había cambiado, excepto que Vlad pensaba que mi humanidad necesitaba una mejora, y había decidido que me informaría con una habitación llena de vampiros como testigos. Miré hacia arriba. Las miradas de los huéspedes saltaron lejos con rapidez, mientras que su cambio incómodo me dijo que Vlad no era el único en descubrir mi mala interpretación. Si no me hubiera sentido como si mi corazón hubiese sido arrancado y flameado en frente de mí, me habría sentido mortificada. La voz Gretchen rompió el silencio cargado. ―¿Quieres que Leila se convierta en un vampiro? ¡Eso es tan escalofriante! ―Maximus ―dijo Vlad. El vampiro musculoso alzó a Gretchen con la mano sobre su boca antes de que pudiera parpadear. Normalmente, dichas manipulaciones a mi hermana me habrían indignado. Por el momento, estaba tratando demasiado duro reponerme para responder. ―Leila ―comenzó Vlad. ―No. La palabra sacó con fuerza todas mis esperanzas rotas. Me levanté, casi volcando la silla, pero era salir de aquí ahora mismo o echarme a llorar, y todavía tenía el orgullo suficiente como para no hacer eso en frente de todos. ―Necesito un poco de aire ―murmuré. Y algunas maquinillas de afeitar para terminar el trabajo que comenzaste cuando tenías dieciséis años, mi odiosa voz interior suministró. Ignoré eso, comenzando a tararear la primera canción que me vino a la mente para ocultar mis pensamientos. Resultó ser Taps. Imagínate. Luego me fui tan rápido como mis nuevos tacones me pudieron llevar.
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Capítulo 4 Fui directamente a la pequeña habitación revestida de goma en el sótano que Vlad había creado para mí. Una vez dentro, me quité el guante derecho. Tan pronto como lo hice, la electricidad saltó de mi mano como hilos chispeantes, como si las emociones que trataba de controlar se manifestaran en rayos de energía en miniatura. Reuní esas corrientes en una cuerda vibrante y entonces la dirigí a la estatua de piedra de la habitación. Su cabeza se desprendió, rebotando en la base en la que estaba soldada. Otro chasquido de corriente y la estatua perdió un brazo. Entonces el otro brazo. Entonces todo por encima de la cintura, pero mi dolor en ebullición, decepción y humillación no disminuyó. A pesar de eso, sentí como que podría volverme nuclear en cualquier momento. No dejé de azotar la estatua hasta que yacía en decenas de pedazos irregulares. Antes de Vlad, sólo había trabajado en suprimir mi poder, igual que había hecho con la soledad que venía de mi incapacidad para tocar a nadie sin dañarlo. Vlad había cambiado todo eso. Me enseñó a convertir mis habilidades en un activo y despertó sentimientos en mí que nunca había pensado que experimentaría. Era más que mi primer amante. También fue mi primer amor, pero me enamoré demasiado profundamente. A pesar de todas las advertencias, me atreví a esperar que un día, él podría sentir lo mismo por mí. Aquí es donde esa esperanza me había conducido: a un sótano, lanzando mis sueños machacados sobre un objeto inanimado. Miré los restos de la estatua y sentí una especie de sombrío parentesco. Como yo, solía ser sólida y completa. Ahora, también como yo, estaba tan destrozada por las emociones destructivas que ninguna de las dos sería la misma. ―Maldita sea ―susurré, y no sabía si me dirigía a mí, o al vampiro del que tontamente me había enamorado. Mi precioso vestido estaba ahora húmedo por mis esfuerzos, pero no me importaba. No iba a volver a la cena. Todo el mundo había descubierto la razón por la que me había ido así que entenderían mi prolongada ausencia. Si no, que se jodan. Me había cansado de ser el entretenimiento de la noche. Agotada, subí los múltiples trozos de escaleras hasta mi habitación, contenta de no cruzarme a nadie por el camino. Con suerte, Vlad estaría hasta tarde con sus invitados y no lo vería hasta mañana. Me daría un poco de la soledad que tanto necesitaba. Por eso gruñí cuando vi que mi habitación no estaba vacía. Vlad estaba junto al sofá, con las manos entrelazadas detrás de él, afortunadamente el
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maldito estuche no estaba a la vista. Su mirada se fijó en mi aspecto sudoroso y desaliñado. ―¿Te sientes mejor ahora? ―preguntó con su franqueza habitual. Ni por asomo. Sólo verle rompió el frágil control que mis ejercicios eléctricos me habían dado. ―Estoy de gloria ―le dije secamente―. De hecho, aparte de la intención de emborracharme hasta desmayarme, nunca me he sentido mejor. Una emoción que no podía nombrar cruzó su rostro. Luego su expresión se volvió de nuevo impasible. ―Me arrepiento de cómo resultó esta noche. Debería haber discutido mi oferta contigo en privado, pero nunca esperé que lo malinterpretaras de tal manera. No sé lo que quería oír después de este fiasco, pero fuera lo que fuera, no era esto ni de cerca. Su férreo autocontrol echó más sal en la herida. Yo estaba apenas controlada, y él nunca me había mirado más frío y sereno. La ira se unió al resto de mis emociones turbulentas. ―El vestido, la cena de lujo, todas tus palabras halagadoras, el estuche. ―Marqué los puntos con los dedos―. En realidad, ¿qué se supone debía pensar? Su bufido me cortó hasta el hueso. ―Cualquier cosa menos eso. Tú y yo hemos estado juntos pocos meses. ¿Sabes lo insignificante que es para alguien de mi edad? Una nueva oleada de dolor hizo mi tono escaldado. ―Sí, tienes casi seiscientos años, pero en el mundo de hoy, cuando dices cosas como "vínculo eterno" antes de dar a tu novia una caja de anillo, ¡por lo general hay sólo un tipo de anillo en ella! ―Durante siglos, a todos los vampiros que he hecho se les ha dado una réplica de mi anillo, ya que es una prueba de la pertenencia a mi línea. Esto es útil si mi gente es capturada por aliados. O enemigos. Le creí, pero no mitigó el ácido que continuamente se vertía sobre mis emociones. ―No lo entiendes ―dije bruscamente―. Tampoco hemos estado juntos mucho tiempo para mis estándares, pero tu desprecio ante la idea del matrimonio muestra cuán diferente valoramos esta relación. Ese es el problema real, y no puedo ignorarlo más. Tenía la boca apretada y las llamas estallaron en la chimenea como si la cáscara se agrietara y se encendiera su ira. No me importaba. Yo era la que había sido emocionalmente fileteada en público y ahora de nuevo en privado. ―Realmente valoro nuestra relación. Nunca he compartido mi alcoba privada con nadie, excepto contigo…
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―Sin embargo, no puedes molestarte en instalar un inodoro ―le interrumpí―. Es como si siguieras indicándome: "Hasta aquí, no más allá" cada vez que puedes. Ahora su mirada ardía esmeralda puro, todos los rastros de cobre se habían ido. ―Ofrecí una solución diferente a ese asunto esta noche. Convertirme en un vampiro en efecto negaría mi necesidad de un inodoro. También aseguraría que me pasaría el resto de una larga vida antinatural amando a un hombre que nunca me querría más cerca que la longitud de un brazo. Vlad era conocido por su crueldad, pero no creía que se diera cuenta de a qué destino cruel me estaría condenando si aceptara su oferta. Parte de eso era culpa mía. Había dejado el enfrentamiento emocional entre nosotros persistir durante demasiado tiempo porque no quería perderlo. El problema era que nunca le había tenido, como esta noche me había obligado a reconocer. A pesar del sentimiento de que mi corazón se estaba rompiendo dentro de mí, mantuve su mirada sin pestañear. ―No se te ocurrió que vería el anillo como una propuesta, ya que no tienes intención de ofrecerme alguna vez un compromiso real. Estuve de acuerdo con eso una vez. Ya no lo estoy. ―No lo entiendes. Su tono de voz era plano, incluso cuando las llamas cercanas aumentaron. ―El divorcio no existe para los vampiros. Las personas pueden cambiar con el tiempo, muy pocos de los míos deciden casarse. Los sentimientos pueden desaparecer, pero una unión vampírica nunca lo hará. Luego, sus manos cálidas y fuertes ahuecaron mi cara. ―Te estoy ofreciendo un compromiso real, un lugar en mi vida para siempre. Incluso si nuestra relación terminara, nuestro vínculo con el otro nunca lo haría. Déjame hacerte un vampiro, Leila, y ver décadas deslizarse como días mientras estás a mi lado. Quería decir que sí. Las palabras temblaron en mis labios, pero las obligué a volver con una respiración entrecortada, inhalando. No me estaba ofreciendo algo diferente, sólo una versión más larga de lo que ya tenía. El hecho de que estaría dispuesta a arrojar mi humanidad como un traje viejo era prueba suficiente de que haría cualquier cosa por Vlad, aunque todavía mantenía su corazón deliberadamente fuera de alcance. No podría vivir así, ya fuera como humana o como vampiro. Si dolía tanto ahora, ¿cómo se sentiría después de décadas de amar a un hombre que me miraba como poco más que una compañera de cama agradable? ―Diré que sí con una condición.
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Él me acarició la cara. ―¿Y cuál es? No me inmuté. ―Puedes leer mi mente así que ya deberías saberlo. Te quiero, Vlad, así que más que los lazos de sangre o la posibilidad de vivir para siempre, quiero que digas que me amas, también. Sus manos cayeron en puños a su lado. ―Hemos hablado de esto. ―Lo recuerdo ―le interrumpí―. La primera noche que dormimos juntos, me dijiste que me darías pasión, honestidad, y monogamia, pero no amor, porque eres incapaz de ello. Lo creí entonces, pero lo llamo mierda ahora. ¿Te acuerdas de lo último que dijo Szilagyi antes de detonar esa explosión? Por su mandíbula como granito, lo hacía, pero no lo iba a decir de forma voluntaria. Continué. ―Szilagyi dijo que me iba a matar con él porque eso te haría daño. Incluso tu peor enemigo podía ver que era más que una amante para ti, pero te niegas a ofrecerme nada más. Hasta que lo hagas, no puedo… Mi voz se quebró, y a pesar de mi resolución, dos lágrimas se deslizaron desde mis pestañas. Las enjugué, obligándome a hablar a través del nudo en mi garganta, dolorosamente apretada por la emoción. ―No puedo estar contigo ―resumí―. Me duele demasiado estar cerca de ti, pero siendo continuamente rechazada. Su expresión cambió a la incredulidad. ―¿Me estás dejando? Por su tono, la idea era más impactante que hiriente. Otro mazazo me golpeó en el pecho, haciendo que más lágrimas se deslizaran sin poderlas reprimir. ―¿Qué otra opción tengo? Sé cómo terminará esto. Con mis habilidades, he revivido a través de incontables parejas. Incluso vi a mi madre dar todo a un hombre que seguía dejándola en segundo lugar y me niego a cometer el mismo error. A pesar de saber que cada palabra era verdad, no podía detener la avalancha de pensamientos que corrían por mi mente. Dime que me amas y me quedaré. Diablos, dime que estarás abierto a la IDEA de amarme y me quedaré. Dime cualquier cosa excepto que me resigne a estar siempre en un distante segundo lugar en la frialdad que mantienes alrededor de tu corazón. No dijo nada de eso. En cambio, dijo: ―No es seguro. Hemos excavado gran parte de lo que quedó de su guarida en la montaña, sin embargo, todavía no hemos encontrado los restos de Szilagyi. Si se las arregló para sobrevivir, vendrá por ti.
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¿Esa era su mayor preocupación? ¿No el final de nuestra relación, sino su enemigo usándome contra él otra vez? Por un momento, no pude respirar por la manera en que salvajemente se desgarraba mi corazón. Pensé que estaba preparada para manejar un rechazo. Estaba tan, tan equivocada. ―Szilagyi está muerto ―me las arreglé para decir con voz ronca―. Incluso si sobrevivió, mis habilidades se han ido. No encontrar gente en la actualidad o ver en el futuro significa que no tendría ninguna utilidad para él. ¡Dime que no es la única razón por la que quieres que me quede!, irrumpió a través de mis pensamientos con toda la vehemencia de mi última esperanza. Sólo mi fuerza de voluntad me impidió decirlo en voz alta. Vlad sólo se quedó mirándome, su mirada cambiando de cobre a verde esmeralda y de vuelta mientras el fuego rugía en la chimenea. Con cada momento de silencio, las lágrimas que no podía reprimir seguían deslizándose por mis mejillas. Luego, cada movimiento cortando como cuchillas a través de mis emociones, caminó a la puerta. Cuando llegó, se detuvo por un momento con la mano sobre la perilla. ¡No haga esto!, quería gritar. Te quiero; ¿no puedes siquiera intentar dejarte amar, también? El fuego estalló tan alto que rompió la reja y lamió la pared, pero todavía no hablaba. Cuando llegó al techo, me dirigí hacia ella con un impulso instintivo de apagar las llamas, pero entonces se desvaneció en un silbido que no dejó nada más que un rastro de humo. Cuando me di la vuelta, Vlad se había ido.
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Capítulo 5 El coche se detuvo en el interior del hangar. Abrí la puerta inmediatamente, sin querer que Maximus o Shrapnel lo hicieran por mí. A unos diez metros de distancia, un reluciente jet de color marfil esperaba. Bajo mi miseria, me pareció una buena cosa viajar de regreso a Estados Unidos en el avión privado de Vlad. Incluso si mis problemas eléctricos desaparecían por arte de magia, si intentaba un vuelo comercial, mi expresión sombría garantizaría ser "seleccionada al azar" para un cacheo. Un joven de cabello rojizo esperaba en la escalera plegable al lado del avión, pero al verme, se precipitó hacia abajo. ―¿Dónde están sus maletas, señorita? ―preguntó en inglés con acento. ―No tengo. ―Sí que tiene ―respondió Maximus, saliendo del asiento del conductor―. Están en el maletero. Sólo la presencia de Gretchen me impedía perder los estribos. ―Te dije que no quería ninguna de esas cosas. Vine con la ropa a la espalda y así es como pretendo irme. ―Te las llevas, órdenes de Vlad ―dijo Maximus en un tono que hizo apurarse al pelirrojo a la parte posterior de la limusina―. Lo que hagas con ellas una vez que estés en casa depende de ti. Vlad no debía querer ningún recuerdo mío estorbando en su casa. En una ocasión me dijo que si alguna vez quería salir de esta relación, me dejaría ir sin discutir. Tuve que admitir que el hombre cumplía su palabra. No sólo no había discutido, no lo había visto desde la noche que dejó mi habitación. Ni siquiera para decir adiós antes de que Gretchen y yo nos fuéramos al aeropuerto. No importa lo mucho que intentara decirme a mí misma que era lo mejor, dolía más que cualquier cosa que hubiera sufrido. ―Está bien ―le dije, forzando una sonrisa para beneficio de Gretchen. Mi caustica hermana había sido inusualmente protectora conmigo los últimos dos días. Me recordó lo cerca que habíamos estado antes del accidente que se cobró la vida de nuestra madre y me había dado mis habilidades. Yo le decía que estaba bien, así que no podía arruinarlo informando a Maximus de que preferiría ir desnuda a torturarme con los recuerdos manteniendo las cosas que Vlad me había comprado. Además, él tenía razón. Podría tirarlos a la basura después. ―Bueno... adiós ―dije cuando Maximus y el otro hombre terminaron de transportar el equipaje desde el maletero al avión. Él sonrió ligeramente.
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―Todavía no. Voy a viajar contigo para asegurarme que eres entregada de forma segura a Marty. Entregada, como un paquete. Una vez más, me mordí la lengua para no perderlo delante de mi hermana. Gretchen resopló. ―¿Qué pasa conmigo? ¿A nadie le importa si consigo llegar a mi apartamento de una pieza? Maximus asintió con la cabeza al calvo vampiro de piel de moka que salió de la parte de delante de la limusina. ―Shrapnel cuidará de ti. Él sonrió, mostrando sus dientes blancos y perfectos. ―Pensamos que Marty no querría volver a verme. Dado que Shrapnel había torturado a Marty una vez, probablemente no. Por otra parte, Marty podría no estar muy contento de verme, tampoco. Mi mejor amigo y compañero de feria me había advertido no involucrarme con Vlad. Parece que le debía una disculpa a Marty. Se la daría, probablemente mientras caía en sus brazos y sollozaba. No había dejado de llorar desde la noche que Vlad se fue. Con Marty, sin embargo, finalmente podía dejar de fingir que no estaba devastada por la ruptura. Él siempre había estado ahí para mí y lo necesitaba ahora más que nunca. Eché una última mirada alrededor, odiando esa parte de mí que esperaba que Vlad se hubiera presentado, diciendo todo lo que se había negado a decir antes. Luego sonreí a Gretchen, preguntándome cuándo sería capaz de hacerlo sin que se sintiera como una mentira. ―De acuerdo, hermanita. Vayámonos a casa.
Dieciocho horas después, Maximus y yo llegamos a Gibsonton, Florida, también conocido como Showtown, EE.UU. El calor y la humedad me asaltaron en cuanto me bajé del coche. Era sólo mayo, pero la temperatura tenía que estar cerca de los cuarenta grados. Maximus salió, también, mirando las casas alineadas como manchas de masa en una línea de montaje de panadería. ―¿Por qué huele a estiércol de elefante? ―Es Betsy ―dije, señalando la casa modular gris―. Sus entrenadores tienen un corral para ella en su patio... Mi voz se apagó al mirar más allá de la línea de casas. Debería haber sido capaz de ver el remolque de Marty ya que éste era el camino más corto hacia el
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parque de caravanas, pero el lugar donde su Winnebago de 1992 debería estar estaba vacío. ―Oh, no ―gemí. De forma instantánea Maximus estaba en alerta, un cuchillo de plata apareció en su mano. ―¿Qué pasa? ―Nada en lo que vaya a ayudar un cuchillo ―dije, maldiciendo para mí misma―. Por una vez, Marty debe haber decidido emprender el camino rápido. Dos cejas doradas se elevaron. ―¿No está aquí? ―No. Debería haber llamado, pero Marty nunca comenzaba la temporada pronto. Además, quería decirle en persona lo que había pasado. Maximus guardó su cuchillo y sacó un móvil. ―Llámalo. Averigua dónde está. Le lancé una mirada hastiada. ―No conoces a Marty cuando está en la carretera. Ya lo estaría haciendo bien si recordara llevar su teléfono, ni pensar en cargarlo o responderlo. Pero no te preocupes. Conozco otra manera de saber dónde va a estar la feria. Después de una breve parada para hablar con algunos de los otros feriantes, Maximus y yo salimos a la carretera de nuevo. Al menos Gretchen y Shrapnel habían continuado el viaje en avión después de dejarnos en Florida. Si pensara que tenía una oportunidad de convencer a Maximus de que me dejara tomar un autobús, lo habría hecho, pero él no se iría hasta que hubiera cumplido con las instrucciones de su señor al pie de la letra. Varias horas más tarde, en un estacionamiento de feria al norte de Georgia, vi una casa rodante con nuestros nombres artísticos de El Poderoso Marty y La Fantástica Frankie pintados en el lateral. ―Ahí ―dije, señalando la caravana. Maximus estacionó tan cerca como pudo. A esta hora previa al amanecer, todo estaba tranquilo en la sección de empleados de la feria. Salí, tan cansada que casi tropiezo con los vehículos, tiendas de campaña y las jaulas por el camino, sin embargo, me sentía aliviada también. Volvía a mi antigua vida donde Marty y yo viajábamos de un estado a otro realizando nuestra actuación. En unos pocos meses, si tenía suerte, mi tiempo con Vlad hasta podría sentirse como un sueño extraño, lejano y no dolería tanto. Impulsada por ese pensamiento, golpeé la puerta del remolque. ―¡Marty, abre! Soy yo. La puerta se abrió tan rápido que me golpeó. Pude vislumbrar una mata de cabello negro tupido antes de que el agarre rápido de Marty me salvara de
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caer. Entonces me encontré envuelta en un fuerte abrazo por la cintura. Me incliné hasta que estuve a la altura del metro veinte de Marty y lo abracé de nuevo con tanta fuerza que la corriente le hizo gritar. ―Lo siento ―jadeé. Se rió entre dientes. ―Es mi culpa. Olvidé prepararme para uno de esos. Entonces Marty se retiró para echarme su primer vistazo real. Inhaló, y su boca se frunció en una línea delgada mientras que el verde envolvía sus ojos castaños. ―Hueles fatal, niña. ¿Qué ha pasado? Sabía que no estaba hablando de que hacía un día que no me duchaba. Los vampiros podían oler las emociones y probablemente le estaba sirviendo un plato de hedor de corazón roto. ―Lo que me habías advertido ―le respondí con un intento poco convincente de indiferencia―. Supongo que soy una de esas personas que aprenden por las malas. Marty suspiró antes de darme otro abrazo, y luego me dio unas palmaditas en la espalda cuando me soltó. ―Nadie ha muerto de un corazón roto todavía, así que sobrevivirás. Ahora ven dentro, parece que vayas a desmayarte. Me sentía así, también. Entonces Marty frunció el ceño, mirando detrás de mí. ―¿Qué está haciendo él aquí? ―¿Cómo crees que ha venido? ―respondió fríamente Maximus―. Ahora ayúdame con este equipaje. Estaba a punto de reiterar que no lo quería cuando alguien apareció en el remolque detrás de Marty. ―¿Quién está ahí? ―preguntó una voz femenina atontada. Si la luz de la luna no hubiera atravesado las nubes en ese momento, la oscuridad me habría hecho perderme la mirada tímida que apareció en el rostro de Marty. Justo después me di cuenta de por qué. Una chica delgada con el cabello largo y negro parpadeó adormilada hacia nosotros, y no podía tener más de veinte años. ―¡Marty, tienes ciento treinta y ocho! ―exclamé antes de darme cuenta de la hipocresía de esa declaración. ―No es lo que piensas, trabajamos juntos ―dijo la chica con una sonrisa vacilante―. Soy la nueva Fantástica Frankie.
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Capítulo 6 Maximus me ofreció manejar cinco estados lejos de Gretchen. Marty se negó y dijo que teníamos que resolver esto. No sabía cómo, pero no estaba dispuesta a involucrar a Maximus en nada más. Le di un abrazo y le dije que estaría bien. Eso era bastante fácil de decir. Tal vez pronto, incluso me lo creería. Marty espero hasta que Dawn, el verdadero nombre de la nueva Fantástica Frankie, volviera a la cama en mi antigua habitación antes de ofrecer su idea. ―Le diré si puede terminar este evento, entonces ella tendrá que buscar otro trabajo. Bill, el hombre escarabajo, podría necesitar una asistente. ―No puedes hacer eso ―dije. El cansancio hacia mi voz aguda―. Ser una carnie1 no es la primera ni segunda opción de una carrera para nadie. ¿Dawn está desesperada, verdad? El asintió con tristeza. ―Síp, además tiene múltiples cargos por hurto. La gente parece olvidar que comer no es gratis. Ella podría pasar un largo tiempo, si la atrapan. Y así venia Marty al rescate de esta chica, dándole un trabajo, un lugar donde vivir y la seguridad de una mirada verde a cualquier policía sospechoso que anduviera alrededor. Había hecho lo mismo por mí cuando tenía la edad de Dawn y estaba un poco más desesperada. No podía tomar la mejor oportunidad que tenía esta chica, sin importar mis circunstancias de mierda. Le sonreí y espere que no pareciese una mueca. ―Mira, no puedes echarla. No te preocupes por mí. Yo, ah, tengo algunas joyas que puedo vender y mantenerme durante un año más o menos. ―Algo bueno de Vlad es que insistió en que me fuera con todo lo que me había dado ―. Mientras tanto, voy a crear mi acto en solitario. Él se inclinó sobre la mesa plegable y agarró mi mano. ―Quédate aquí hasta que hayas hecho algunas reservaciones para este acto. ―No, realmente… ―No discutas ―me cortó, apretando mi mano―. No eres mi hija de sangre pero te amo tanto como a Vera, Dios la tenga en gloria, así que cállate y busquemos un lugar para que puedas dormir. Me reí de eso, conteniendo las lágrimas del pasado que en cambio ahora fueron causadas por la felicidad. ―También, te amo Marty, y siempre he pensado que el sofá es realmente cómodo.
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Carnie: persona de carnaval.
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Ella es bastante buena, pensé una semana después de ver la actuación de Dawn con Marty. Por supuesto, él había hecho algunas de las volteretas más complicadas de su rutina, pero Dawn tenía un buen sentido del espectáculo que superaba sus debilidades acrobáticas. Para el momento final en que había aterrizado en sus hombros, casi pude imaginar que me estaba viendo a mí misma. Nos parecíamos debido a nuestros cuerpos y el largo cabello negro. Aparte de querer protegerla de la ley, no era de extrañar que Marty no se hubiera molestado en cambiar el nombre artístico de Dawn del que yo había usado. Dudaba que cualquier espectador que hubiera visto antes el acto se diera cuenta que me habían remplazado por una más joven y menos electrizante modelo. Había ido a su espectáculo para demostrar que estaba de acuerdo como habían resultado las cosas. Dawn era una dulce chica que necesitaba este trabajo y yo tenía otras opciones. Limitadas, pero no obstante tenía opciones. A partir de esta noche; estaba recuperando mi vida. Ovacionar a Marty y a Dawn era el paso uno. El paso dos era hablar con Edgar. Él era apodado “El Martillo” por sus feroces tácticas de negociación, pero era más honesto que un prestamista promedio. A pesar de las garantías de Marty de quedarme todo lo que yo desease, la caravana realmente era demasiado pequeña para tres personas, incluso si uno de nosotros era un enano. La mayor parte del público se fue mientras Marty y Dawn hacían sus reverencias. Esperé en la sección más alta de las gradas, queriendo evitar el mayor contacto con los espectadores. Usaba los guantes especiales, pero incluso el contacto casual se sentiría como electricidad estática si alguien me llegara a tocar. Ese era el porqué de que llevara mangas largas y pantalones largos, aunque hicieran ochenta grados en la tienda. El sombrero, bueno, eso y mi cabello cubrían la cicatriz de los curiosos espectadores. Cuando vi que no había nadie en la parte superior de las gradas excepto yo y una atractiva morena, me levanté. Ella también lo hizo, sin dejar de mirar hacia el escenario como si esperara que Marty y Dawn reaparecieran. Pero ellos no lo harían, este era el final del espectáculo. Estaba a punto de decirlo cuando la mujer salto de la parte superior de las gradas, con más gracia que una medallista olímpica. Eso, más el salto de treinta metros, me dijo que no era humana. Ella debió darse cuenta que la había descubierto porque me miró con sus ojos cambiando a verde. ―No has visto nada ―dijo ella.
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Asentí, sin molestarme en decirle que ya sabía acerca de su especie. O del vampiro que había estado bebiendo las últimas semanas para controlar mi energía interior de matarme. Significaba que era inmune a su control mental. Ella se fue y yo continué bajando por las gradas en mi humanamente ritmo, haciéndome una nota mental de decirle a Marty, que había vampiros en la audiencia de hoy. A partir de ahí, me dirigí al estacionamiento para empleados. El remolque de Edgar no estaba lejos del de Marty, pero él deseaba hacer negocios en su lugar. Tal vez le preocupaba que mi amigo vampiro utilizara la mirada verde para que pagase más por las joyas si presenciaba nuestra transacción. Edgar no era inmune a su control mental y él cómo algunos carnie, sabían qué era Marty. Golpeé antes de oír una voz ronca que me invitaba a pasar. Una vez hecho, parpadeé por la luz. Edgar tenía varias lámparas encendidas, lo mejor para valorar lo que tenía dentro de mi bolso. ―Frankie ―dijo, utilizando el nombre que la mayoría de los carnies utilizaba en mí. Sonreí irónicamente al huesudo hombre de cabello cano. ―Una de ellas. Edgar indicó la mesa del comedor. Me senté frente a él y comencé a vaciar el contenido de la bolsa de terciopelo del interior de mi bolso. Esta era la primera vez que me había atrevido a mirar las joyas, y silenciosamente me propuse ser impasible. No funcionó. Cada pieza tenía un recuerdo que desgarraba mi corazón. Cómo se sentían los cálidos dedos de Vlad cuando deslizó la pulsera de rubí y diamante en torno a mi muñeca. Los impresionantes aros de aguamarina que había dicho que hacían juego con mis ojos. Sus labios en mi garganta cuando sujeto el collar de diamantes negros alrededor de mi cuello. Entonces el antiguo anillo de oro con el emblema del dragón… Me congelé, sosteniéndolo en vez de ponerlo en la mesa. ¿Por qué Vlad incluyó esto con las cosas que había preparado para mí? Edgar no pareció darse cuenta de mi sorpresa. Estaba demasiado ocupado mirando las otras piezas a través de una lupa. ―No hay errores en las piedras…excelente mano de obra y diseño… con el grado más alto de oro y platino. ―Miro hacia mí mientras aún sostenía la lupa en su ojo―. Quien sea que haya sido, debiste aferrarte a él un poco más de tiempo. ―Algunas cosas son más importantes que el dinero ―repliqué, aún aturdida por la presencia del anillo. Vlad decía que solo los vampiros de su línea tenían uno de esos. ¿Alguno de sus sirvientes habrá cometido el error de incluir esto con las otras piezas?
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Edgar finalmente noto lo que yo agarraba algo. ―¿Qué tienes ahí? ―Nada. ―Me moriría de hambre en la calle antes de vender esto. Él sonrió. ―¿Tratando de abrir mi apetito con algo que no puedo tener? Buen intento, pero he visto todos los trucos antes… Un rugido ensordecedor lo interrumpió. Entonces el remolque completo se estremeció y las ventanas se hicieron añicos. No tuve tiempo de gritar, antes de que un muro de fuego nos tragara a los dos.
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Capítulo 7 ―¡Tenemos a uno vivo!
Deseé no haber oído la voz. Así no habría sentido el dolor al darme cuenta de su lado perverso. Y de forma adicional a eso, había algo muy pesado que estaba encima de mí y me dolía respirar. Entonces me arrepentí de respirar y oler la esencia de carne quemada que llenaba mis pulmones. Realmente me arrepentí de abrir mis ojos. Un ennegrecido cráneo envuelto en una horrible y pálida manta fue lo primero que vi. Eso me presionaba, aplastando mis extremidades y enviando fisuras de agonía a través de mí. Grité, pero eso surgió como un ahogado suspiro. ―No te muevas ―indicó una urgente voz. Estiré mi cuello lo más que podía. A la derecha del cráneo, detrás de la retorcida manta, había un casco de bomberos. ―Te vamos a sacar de ahí ―continuó, su voz amortiguada por una máscara de aire―. No te muevas. No podía aunque quisiera. Mis ojos ardían, pero antes de parpadear, vi que el cráneo encima de mí no usaba una manta. Lo que lo cubría era demasiado duro y grueso, como plástico… El último vestigio de confusión fue disipada. No era plástico. Era la mesa blanca de acrílico que estaba entre Edgar y yo cuando la explosión ocurrió, lo que significaba que el ennegrecido cráneo pertenecía a Edgar. El fuego debió estar tan caliente que derritió la mesa alrededor de él como una asquerosa cubierta. Eso, decía algo más de la pesadez que me inmovilizaba. ―¿Qué sucedió? ―me las arreglé por decir―. ¿Hay alguien más herido? El bombero no contestó. Pregunté otra vez, pero mi única respuesta fue una máscara de oxígeno sobre mi cara. Entonces afloró la actividad mientras más bomberos llegaban y trataban de despejar los escombros que había sobre mí. ―Se ve como si los muebles se hubieran derretido alrededor de ella ―murmuró uno de ellos, la incredulidad era clara en su voz―. ¿Cómo es posible que siga viva? Yo sabía la respuesta, pero esa era la menor de mis preocupaciones. Marty y Dawn se habían ido a su remolque para cambiarse después de terminar su espectáculo. Y eso era solo unos pocos metros más allá. ¿Y si la explosión los había alcanzado también? ―Mi amigo es un enano ―dije obviando cuanto dolía hablar―. Su remolque no está lejos. ¿Alguien lo ha visto? No hubo respuestas, pero ellos intercambiaron miradas de lastima. Entonces recordé las palabras que me habían despertado. ¡Tenemos a uno vivo!
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Miedo mezclado con dolor me atravesó. Marty era un vampiro, pero no era a prueba de fuego. Solo yo lo era. ¿Y si Edgar no era la única persona que había muerto esta noche? Incliné mi cabeza hasta que moví la máscara de oxígeno parcialmente a un lado. Entonces, olvidando el dolor, comencé a gritar tan fuerte como pude, esperando desesperadamente que estuviera vivo y pudiera oírme. ―¡Marty! ¡Marty! ¿Dónde estás? Fuertes manos forzaron la máscara a su lugar. Alguien dijo que me dieran un sedante. Seguí gritando, aumentando mi angustia ya que solo trabajadores médicos aparecían. Marty debía venir ya. Incluso con todos los otros ruidos, él debería haberme oído. Grité más fuerte en desesperación. ¡Por favor, Marty, por favor que estés bien! De pronto, se despejó un camino donde la gente estaba agrupada alrededor de mí. El alivio se convirtió en confusión cuando recibí una mirada del vampiro que se arrodillo a mi lado. ―Leila, estas viva ―susurro Maximus. Empezó a decir algo más, pero mi oído fallaba y mi boca se sentía algodonada. La última cosa que vi fueron sus ojos cambiando del verde mientras se levantaba y se daba la vuelta.
Para el momento en que desperté, no estaba adolorida. El horrible hedor seguía ahí, como si alguien hubiera hecho un asado y lo hubiera frotado en mi cuerpo. Tosí aliviada, mis pulmones ya no se sentían como puños cerrados. Entonces abrí mis ojos. Paredes de color mostaza vieja encontraron mi mirada. Nada lindo, pero mejor que ese carbonizado cráneo. Me giré, viendo el resto de la pequeña habitación de una sola mirada. Eso hizo que el rubio vampiro en el lado opuesto de la cama se viera aún más grande y más imponente. Tenía demasiadas preguntas, como el por qué estaba desnuda bajo los cobertores, pero mi primera preocupación no había cambiado. ―Marty. ¿Está…? ―No pude terminar la frase. ―Se ha ido, Leila. El tono de Maximus era amable, pero las palabras me golpearon con más fuerza que los cables de electricidad que me habían tocado cuando tenía trece años. Contuve el aliento hasta que terminó en un sollozo. Al mismo tiempo, algo oscuro me rozó, causando que mi mano derecha despertara. Quería hacer algo mucho más que llorar. Quería arremeter a Maximus con todo el voltaje que
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tenía en mí, por decir algo tan horrible que no podía, ¡no podía!, ser cierto, pero todo lo que podía hacer era pelear por mantener el control mientras absorbía la noticia de que mi mejor amigo había muerto. Maximus no trato de consolarme. Cualquiera podía sentir el peligro en mi chispeante mano o a él no le importaba cómo me sentía. Entonces mis sollozos disminuyeron mientras la sospecha atravesaba mi dolor ―¿Qué paso? ¿Y qué estás haciendo aquí? ¡Tendrías que estar en Rumania justo ahora! Su boca se torció. ―No cause la explosión, si es eso lo que estas pensado. Si lo hubiera hecho, te hubiese matado cuando vi que sobreviviste. Que tú estés viva es una prueba de que no estoy detrás de esto. Corriente aún palpitaba en mi mano ―¿Quién está detrás de esto? ―No lo sé. Maximus se levantó y empezó a caminar, difícil ya que sus tres zancadas cubrieron el largo de la habitación. Sus ropas estaban rotas y manchadas de hollín, haciéndome preguntar otra vez dónde estaba el chico siempre listo cuando ocurrió la explosión. ―El bombero dijo que fue un corte en la conexión del gas ―continuó―. Lo llamaron un accidente. Pero como se rompió justo al lado del remolque de Marty. Lo dudo. ―¿Pero por qué alguien querría matar a Marty? ―estallé.
Se volvió con una dura mirada en mi dirección. ―No creo que alguien lo quisiera. ¿La explosión era para mí? De ser así, casi funcionó. A pesar de mi prueba al fuego, estuve cerca de ser aplastada por un muerto. Maximus debió darme algo de sangre para sanarme. ―Si alguien quiere matarme, ¿por qué no solo me dispararon a la cabeza? ―pregunté, la pena haciendo aburrida mi voz. ―Querían que luciese como un accidente. Apreté mis ojos. Las lágrimas no me ayudarían a encontrar a quien mató a mi mejor amigo. ―¿Qué piensa Vlad? Maximus se detuvo y se volteó, con una inescrutable mirada en su rostro. ―No le dije de la explosión, y mucho menos que sobreviviste a ella. ―¿Por qué no? Hemos terminado, pero dudo que este feliz de oír que alguien intento matarme.
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Maximus no dijo nada. Bajo esos duros rasgos y hermetismo, vi una visión de compasión. Y lo entendí. ―No ―dije, en voz baja―. Él no podría. Maximus dejó escapar un sombrío bufido ―¿Ah sí? Tú fuiste quien se hizo tan cercano a él como para humillarlo como nadie más lo ha hecho desde Szilagyi, que fingió su muerte por siglos. Y ya viste cómo Vlad reaccionó a eso. ―¿Lo humillé? ―Si no hubiera estado tan destrozada por la muerte de Marty, me hubiera reído―. Le dije a Vlad que lo amaba solo para que me dejara en claro lo que yo siempre significaría en su vida, que estaba solo unos pasos más arriba que sus compañeras no muertas de cama. ―Verdad ―respondió Maximus sin dudar―. Pero eso es más de lo que le ofrece a cualquiera de sus otras amantes, y sin embargo lo rechazaste. Y luego, lo abandonaste. ―¿Lo abandone? ―repetí incrédula. ―Ninguna mujer jamás ha dejado a Vlad. Cynthiana, su amante antes que tú, incluso trato de seducir a Shrapnel tratando de poner celoso a Vlad después que su relación terminara. ―¿No funcionó? ―no pude evitar preguntar. ―Además de cortar su protección a Cynthiana porque ella uso cruelmente a Shrapnel para su propio beneficio contra él, no le importó. ―¿Cuánto tiempo duro Vlad con ella? Maximus pensó por un momento. ―Alrededor de treinta años. Estaba impresionada. ―¡Eso es tanto tiempo como para ser una vida! Y Vlad salía de esa relación sin una mirada atrás, probablemente a mí ya me habrá olvidado. Maximus me dirigió una mirada antes de volver a su caminata. ―No lo creo. Independiente de lo que siente o no siente por ti, tu doble rechazo lo quemara por años. ¿Lo suficiente para incitarlo a matarme? El pensamiento me hizo sentir como una víctima de ahogamiento que había sido sumergida una vez más. ―Digamos que Vlad quiere verme muerta. Dudo que fuera tan cobarde como para fingir una explosión por un corte de gas cuando pudo haberme matado cuando aún estaba en su castillo. ―Sí, pero entonces tendría que haber matado a Gretchen y a tu padre también, haciendo que todo el proceso tuviera un aspecto muy emocional de su parte. ―Una especie de cansado cinismo en su rostro fue remplazado por piedad―. Ser emocional es visto como debilidad entre los vampiros. Vlad sabe que sus enemigos caerían como lobos si sospecharan de alguna debilidad en él.
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Primero la muerte de Marty, luego la comprensión de que la explosión era para mí, ahora la sugerencia que mi ex novio tal vez esté detrás de esto. Cerré mis ojos. ¿Cuánto más podía tolerar? ―Tu eres la mano derecha de Vlad ―fue lo que dije después de una larga pausa―. ¿No debería informarte si está planeando matarme? Maximus guardo silencio por bastante tiempo, así que abrí mis ojos. ―¿Ahora qué? ―No creo que lo hiciera ― dijo finalmente―. Él sabe que tendría un problema con ello, y, ¿para qué forzar mi lealtad si no necesitaba hacerlo? En su lugar, podría ordenar a alguien que tu muerte pareciese un accidente. Si no hubiera estado ahí, puede que tal vez lo hubiera creído. Regresando a la pregunta ―¿Por qué estás aquí? Él suspiró, regresando a la cama al otro lado de la mía. ―En parte porque deseaba asegurarme que Marty realmente te permitiera quedarte con él a pesar de haberte remplazado con otra chica. Necesitas la sangre de vampiro para mantener a raya tus niveles de electricidad de matarte. Si Marty no seguía proveyéndotela, habría hecho otros arreglos. Pero, por sobre todo Leila, no volví a Rumania debido a lo que siento por ti. Si no hubiera estado sobrecargada de pena, me habría sorprendido. Por cómo estaban las cosas, solo pude reunir un poco de sorpresa. Maximus se inclinó hacia adelante, apartando mi cabello hacia atrás. ―Te lo dije cuando nos conocimos, eres hermosa, audaz y tus habilidades me fascinan. Como también tu coraje, tu lealtad y tu fuerza para abandonar al hombre que amabas porque sabías que él jamás te amaría. Más sorpresas, pero eso era trivial en comparación a mi angustia y la necesidad de vengar a mi mejor amigo y a la joven chica quien nunca tuvo una real oportunidad en la vida. ―Maximus, eres realmente atractivo y estoy halagada, pero no puedo ni siquiera pensar en eso ahora. Se enderezó, con una pequeña sonrisa en su boca. ―Lo sé, pero tendremos esta conversación de nuevo. No discutí, estaba demasiado ocupada imaginando quién estaba detrás de la explosión. Todavía dudaba que fuese Vlad, pero si Maximus pensaba que era posible, no debía lanzar la precaución al viento y descartar automáticamente la idea. Además, incluso si yo tenía razón y Vlad no estaba detrás de esto, dudaba que la noticia de mi supuesta muerte lo remeciera. Él había salido de su camino para demostrar que yo no significaba mucho para él. Me sacudí ese pensamiento antes de que me deprimiera aún más.
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―Necesito un poco de ropa.
Maximus se levantó y rebuscó la maleta en el armario. Entonces saco una camisa y unos bóxer. ―Estos no te quedaran, pero el fuego quemó tu ropa y no he tenido tiempo de conseguirte otras nuevas. ―Esto está bien ―dije aceptando las ropas. Tan pronto como lo toqué, imágenes a color explotaron a través de mi mente. Metí mi ropa en la maleta y la cerré de golpe. Hora de llevar a Leila a casa. Nadie esperaba que dejase a Vlad, sin embargo debía, y pronto estará a un océano lejos de él. Sonreí ante el pensamiento. Pudo rechazarme una vez, pero eso fue antes de comprender que Vlad no podía darle lo que necesitaba. Yo puedo, y finalmente ahora tengo una oportunidad real con ella. ―Maximus ―murmuré de vuelta a la habitación del hotel con sus podridas y amarillas paredes rodeándome una vez más―. ¡Ha vuelto!
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Capítulo 8 Maximus sacó un encendedor, elevando la llama. Sostuve mi mano sobre ella, y de inmediato la retiré con un grito. ―¡Eso duele! Cerró el mechero. ―¿Estás diciendo que durante varias semanas no lo hizo, porque el aura de Vlad te mantuvo a prueba de fuego? ―Eso es. El fuego pasaba sobre mí como lo hace con él. ¿Cómo más explicas que sobreviviera a una explosión que fue tan intensa que destruyó el remolque en el que estaba? Y mató a otro vampiro, no lo dije en voz alta. Si pensaba en la muerte de Marty, empezaría a llorar y no pararía. ―Estar en esas intensas llamas debe haber agotado los restos de su aura sobre ti ―dijo Maximus en tono pensativo. Luego frunció el ceño―. Vlad me contó que tus habilidades psíquicas funcionaban mal. ¿Por qué no me dijo de esto? Suspiré. No quería pensar en Vlad ahora. ―¿Tal vez porque nunca lo había hecho antes y quería mantener su capacidad de mantener a alguien temporalmente a prueba de fuego en secreto? ―Quizás ―reflexionó. No me importaba por qué Vlad no se lo había dicho a nadie. Mi protección contra el fuego se había ido, mis habilidades estaban de vuelta, y alguien que había intentado matarme había asesinado a mi mejor amigo, una chica inocente, y a muchos otros, también. Encontrar a esa persona y hacerle pagar era mi nueva meta en la vida. ―Está bien, recoger impresiones de un objeto funciona. Vamos a ver si aún puedo encontrar a alguien en el presente. Y diciendo esto, acaricié la mesita de noche con mi mano derecha. Mesas, puertas y otros accesorios son áreas de alto tráfico para improntas emocionales. De inmediato, varias imágenes cruzaron por mi mente. Me moví a través de ellas hasta que encontré el hilo más fuerte. Entonces me concentré en él, en busca de la persona en el otro extremo de ese camino de esencia invisible. La habitación del hotel se transformó en una oficina decorada en tonos beige. Un hombre cuarentón estaba sentado detrás de un escritorio, equilibrando el teléfono con el hombro, mientras tomaba una libreta. ―No, eso no es lo que acordamos ―dijo mientras garabateaba―. No me importa lo que su abogado quiera... ¡por el amor de Dios, ya está recibiendo la mitad de mi cheque en pensión alimenticia y manutención de los niños!
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Aunque todo estaba ligeramente turbio como siempre eran las imágenes en el presente, la palabra PUTA en el bloc de notas estaba clara. No deberías haber engañado a tu esposa en moteles cutres, pensé, soltando el enlace y trayéndome de vuelta a la realidad. Maximus se quedó mirándome sin parpadear. ―¿Funciona? ―Sí. Una implacable anticipación empezó a crecer dentro de mí. Ahora podía empezar a cazar a la persona que mató a Marty. Todavía no creía que fuera Vlad, pero si estaba equivocada... ―Maximus, gracias por sacarme de debajo de los escombros, sanarme y traerme aquí. Te debo mi vida. ―Hice una pausa para tomar una respiración profunda―. Pero ahora tienes que irte. Dos cejas doradas se elevaron. ―¿Qué? ―Si Vlad está detrás de esto, no puedo confiar en ti ―le dije sin rodeos―. Puede que yo te guste, pero los dos sabemos que no vas a traicionar siglos de lealtad por un capricho pasajero. Esperaba muchas respuestas. La risa que sonaba como piedras de moler juntas no era una de ellas. ―No me conoces tanto como piensas ―dijo, y luego me agarró la mano derecha. Mi poder respondió, llevándome del presente hacia su pasado. Múltiples heridas me cubrían, pero estaba jubiloso. La Ciudad Santa era una vez más nuestra. ―¡Allah Akbar! ―gimió una voz por encima de nuestros gritos de victoria. Tontos. Si su Dios era realmente genial, no habríamos vuelto a tomar Jerusalén. Los supervivientes de la batalla, la mayoría mujeres y niños, nos miraban con odio asustado. Entonces la voz de mi primo Godfrey sonó. ―¡Hombres de Dios! Destruyan la suciedad que ha ensuciado Jerusalén. ¡Que nadie sobreviva! Me quedé helado. La luz del sol se reflejaba en cientos de espadas cuando los otros soldados levantaron sus armas. A continuación, las espadas cayeron acompañadas de gritos agudos. ―¡Obedece! ―exhortó el caballero más cercano a mí. Él no dudó cuando atacó a los que tenía delante. ―¡Dios lo quiere! ―continuó Godfrey rugiendo mientras se unía a la destrucción―. ¡Hay que limpiar esta ciudad! Una forma se precipitó hacia mí. Por reflejo, lo agarré, mirando hacia abajo la cara llena de lágrimas de un niño, con los ojos marrones muy abiertos mientras sollozaba una petición de clemencia en su lengua nativa.
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De repente, se calló, la sangre brotando de su boca. El caballero a mi lado sacó su espada chorreando de la espalda del niño. ―Tenemos órdenes ―ladró―. No te niegues. ¡Dios lo quiere! Dejé caer el niño sin vida. Entonces, con la mandíbula apretada, levanté mi espada y me dirigí hacia los supervivientes. Volví de ese recuerdo horrible con rastros de electricidad disparando desde mi mano. En algún momento, Maximus se había soltado, prudente ya que ahora quería apuntar esas corrientes sobre él. ―Sé lo que viste ―dijo rotundamente―. Está para siempre grabado a fuego en mis pesadillas. En aras de la lealtad, una vez seguí una orden terrible. Después, la culpa casi me destruyó. No voy a ser ese hombre otra vez. Vlad es implacable al proteger su línea y las bajas en la guerra suceden, pero nunca ha asesinado a mujeres inocentes y niños. Si eso ha cambiado, también lo ha hecho mi lealtad hacia él, pero no por tu bien. Por el mío. Me quedé mirando a Maximus. Había esperado que tuviera un oscuro pecado, la mayoría de la gente lo tiene, sobre todo vampiros de siglos de antigüedad, pero no había previsto lo que me había mostrado. ―¿Cómo pudiste haber luchado en esa batalla y ser cambiado a vampiro por Vlad? ―pregunté finalmente―. ¿No tuvieron lugar las Cruzadas cientos de años antes de que Vlad naciera? Sonrió con fuerza. ―Lo hicieron, pero la Caballería del Templo de Salomón tenía rituales secretos. Uno de ellos involucraba beber sangre en lugar de vino en una imitación de la Última Cena. Para los miembros de los ocho Templarios Originales, como yo, la sangre no era humana, aunque no lo sabíamos. Pensábamos que nuestra mayor fortaleza y curación acelerada venía de Dios. ―¿Fuiste engañado para beber sangre de vampiro? ―resoplé―. He estado allí. ¿Cuándo supiste lo que era? ―Siglos más tarde, cuando me encontré con Vlad. En realidad fue un alivio. Pensé que no podía envejecer porque Dios quería seguir castigándome por derramar sangre inocente en su nombre. Parte de la ira que había sentido se desvaneció. Lo que Maximus había hecho era terrible, pero había vivido con la culpa por más tiempo de lo que podía imaginar. No necesitaba más recriminaciones de mi parte. ―Um... bien. Vaya respuesta trivial, pero demasiado había pasado en las últimas horas. Me froté la cabeza, sintiendo la esencia de Vlad bajo mis dedos. Había dejado huellas por todo mi cuerpo. Dejé caer mi mano, sin querer vincularme accidentalmente con él. Con su lectura de mente, era una de las pocas personas que podían decir cuando estaba siendo espiado psíquicamente. Así era como
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nos conocimos, y en el caso improbable de que hubiera tratado de matarme, no estaba por hacerle saber que había fallado. Los ojos me ardían ante la idea, pero obligué al dolor a retroceder. La supervivencia en primer lugar, y luego los corazones rotos, me recordé con tristeza. ―Tengo que volver a la feria ―le dije a Maximus―. Y no puedes venir conmigo.
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Capítulo 9 ―Me veo ridículo. No me giré, sino que continué a zancadas por los restos del estacionamiento de empleados como si perteneciera a allí. Pasamos junto a algunos reporteros mezclados con la multitud de espectadores. La explosión había atraído tanto a los mirones como a los desconsolados. ―Tú eres el que insistió en venir ―hablé bajo para que sólo me escuchara él―. Por lo menos ya no pareces una reencarnación de Eric el Rojo, lo que es llamativo, por cierto. Una burla. ―¿Y esto no lo es? Ahora sí que le eché un vistazo, cabello negro y espeso cubría cada centímetro de su piel expuesta y cejas pronunciadas que había aplicado con cola y un poco de plastilina. Teniendo en cuenta la falta de tiempo, había hecho un buen trabajo haciéndole parecer como si tuviera hipertricosis, más comúnmente conocida como la enfermedad del hombre lobo. ―No, en una feria no lo es. Mi disfraz era menos dramático. Llevaba una peluca corta rubia que hacía juego con el color de mi barba hirsuta nueva, además de cerca de dos kilos de inserciones de gel para darme la talla doble D que la naturaleza no se había molestado en darme. Mi cintura y las nalgas estaban acolchadas de manera similar, completando una figura de proporciones irreconocibles. Maquillaje de teatro cubría mi cicatriz donde la barba no lo hacía, y gafas oscuras completaban mi look de incógnito. Bueno, de incógnito para una feria. La mayoría de ellas tenían al menos una mujer barbuda. Por la mirada que el policía de barriga cervecera nos echó a Maximus y a mí, habíamos tenido éxito con la elección. ―Les dije a todos ustedes que se mantuvierais apartados ―ladró. Levanté mis tetas falsas más arriba en sus confines encorsetados. ―Mi remolque apenas sufrió daños ―le dije, señalando la caravana que tenía menos hollín―. ¿Por qué no puedo ir a tomar mi bolso? ¡Necesito dinero para pagar una habitación de hotel! ―Te has dado cuenta de la gran explosión, ¿no? Una vez que terminemos nuestro trabajo, todo el mundo puede venir por sus cosas. Hasta entonces, alójate con un amigo. ¿No tiene Lobezno una manada a la que pueda llamar? El oficial se volvió para irse tras su réplica mordaz, pero el gruñido de Maximus lo detuvo. Supongo que se estaba tomando su nuevo disfraz muy en serio.
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―Quieres que... ―comenzó el oficial, sólo para quedarse callado cuando la mirada de Maximus se encendió, hipnotizándolo. ―Vamos a pasar ―dijo en voz baja y resonante. El oficial asintió. ―Por supuesto. Había días en que envidiaba a los vampiros. Este era uno de ellos. ―Qué bueno que viniste. No me gustaría esperar y arriesgarme a que borren todo rastro de la esencia del asesino ―murmuré mientras Maximus y yo nos agachábamos bajo la brillante cinta de la escena del crimen. Incluso con el cabello falso, vi su expresión sombría. ―Yo también. ―Entonces al oficial ahora obediente le dijo―: Camina con nosotros. Si alguien pregunta somos testigos a los que estás entrevistando. Teniendo en cuenta todos los policías, bomberos, empleados de la compañía de gas y demás personal apresurado, teníamos pocos minutos antes de que nos detuvieran. Con nuestra nueva escolta, nos dirigimos al remolque de Marty. Incluso varias horas después de la explosión, el aire era aún espeso con una mezcla de gas, caucho quemado y otras cosas indecibles. Me obligué a no vomitar, pero el impulso era fuerte. También lo fue el impulso de estallar en lágrimas cuando vi la ennegrecida cáscara hueca que nos había servido como casa a Marty y a mí durante años. La mitad de ella se había ido, ya sea desintegrada por el calor feroz o estallada en innumerables trozos. Mirar la cáscara arruinada hizo que la plena realidad de la muerte de Marty me golpeara. Una pequeña y tonta parte de mí había esperado secretamente que hubiera sobrevivido y que no me hubiera escuchado cuando le llamé gritando anoche. Esa esperanza se extinguió tan completamente como su vida cuando la explosión ocurrió. La destrucción fue tan completa, que dudaba que encontraran suficientes restos como para que lo enterrara. A pesar de mi voluntad, un rastro húmedo y caliente se deslizó por mi mejilla. ―No ―dijo Maximus en voz baja―. Este no es el momento. Limpié la lágrima errante y cuadré los hombros. Tenía razón. El duelo vendría después. Ahora, tenía que averiguar quién apagó la vida de Marty. Sin embargo, mirando alrededor, no estaba segura de por dónde empezar. ¿El gran cráter delante de lo que solía ser el remolque de Marty? ¿Por encima de la línea de gas? ―¿Qué has encontrado hasta ahora? ―preguntó Maximus. Me volví, pero la pregunta no iba dirigida a mí. ―El último de los incendios fue apagado hace sólo un par de horas, así que no mucho ―respondió el oficial con voz monótona. Sus ojos marrones claros fijos en Maximus como si estuviera pegado―. Cinco muertos, tres más
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desaparecidos. La compañía de gas lo ha apagado así que estamos comprobando las tuberías. Encontramos algo en el pozo cerca de un trozo retorcido de tuberías… ―Enséñamelo ―interrumpió Maximus. El oficial comenzó a caminar hacia una zona de tiendas de campaña repleta de personas que llevaban chaquetas de ATF. Tiré de la manga de Maximus. ―Hay demasiados ―le susurré. ―Vuelve ―dijo Maximus al oficial, que obedeció―. Obtén el objeto y reúnete con nosotros fuera en la sección este de la barricada. No dejes que nadie sepa lo que estás haciendo. El agente se fue. Seguí a Maximus a la sección de la barricada donde había menos espectadores. Después de diez minutos, el corpulento oficial estaba de vuelta. ―Ten ―dijo, sacando una bolsa de debajo de su camisa. Lo tomé, mis voluminosos guantes de goma disipando cualquier preocupación sobre las huellas dactilares. Esa había sido la siguiente prioridad después de que Maximus comprara todo lo necesario para nuestros disfraces. Entonces levanté la bolsa, frunciendo el ceño. El celofán transparente revelaba algunos trozos arrugados de alambre y lo que parecía ser un trozo de plástico. ―¿Eso es todo? El agente asintió. Maximus me llevó a una cabaña solitaria a unos treinta metros de distancia. Antes de la noche anterior, había sido un puesto de comida. Ahora que estaba vacío, el olor áspero de humo químico sustituía al de las palomitas de maíz, algodón de azúcar y el olor de los pasteles. Me quité el guante derecho con un suspiro. Dejaría huellas en esta ocasión, pero no tenía otra opción. Luego acaricié la pieza de plástico. Lo primero que reviví fue un investigador encontrando este fragmento. A partir de sus pensamientos, sabía que no era de plástico, sino de titanio, un material usado a veces en la fabricación de bombas. Por debajo de eso, tenía una mínima impresión de otra persona cavando en la oscuridad, pero el rastro era demasiado débil. El fuego debía haber quemado la mayor parte del rastro. ―Tenías razón. No parece ser un accidente ―le dije. ―Lo sabía ―murmuró Maximus―. ¿Viste quién lo hizo? ―No. Acaricié uno de los otros cables, decepcionada cuando las únicas impresiones eran las de otro investigador de la escena del crimen. Luego toqué el último alambre y el puesto de comida se desvaneció. Silbaba mientras presionaba los cables en el plástico, entonces usé finos fórceps quirúrgicos para trenzar los extremos alrededor del gatillo. Después de examinarlos, cerré la carcasa sobre el dispositivo y me eché hacia atrás, quitándome la máscara.
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Terminado. Miré con orgullo la bomba. De lejos, mi mejor trabajo. Lástima que nadie apreciaría su intrincado diseño, pero la mayor parte se desintegraría con la detonación. Justo como el cliente quería. Esa imagen se disolvió y estaba de vuelta en el puesto de comida con un enorme vampiro disfrazado de hombre lobo. Le sonreí a Maximus con una frialdad de la que no me había creído capaz. ―Tengo al fabricante de la bomba.
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Capítulo 10 Su nombre era Adrian, y tomó dos días vincularlo para descubrir dónde vivía. Uno de los inconvenientes de la búsqueda de personas en el presente era no estar dentro de sus cabezas. La gente no tenía su dirección tatuada en sus antebrazos, así que determinar su ubicación no siempre era fácil. Adrian tampoco me ayudó ese primer día. En su mayoría durmió. A la mañana siguiente, se dirigió a un local de Starbucks, ordenó un espresso doble, y luego leyó las noticias en su iPhone. Veinte minutos más tarde, Maximus y yo estábamos de camino a Chicago. Él conducía. Caballeroso o controlador, no lo sabía, y después de varias horas, no me importaba. Me había quedado la mayor parte de la noche anterior tratando de determinar la ubicación de Adrian. Por encima del sueño perdido, vincular con alguien por lapsos muy largos de tiempo me drenaba. Había estado determinada a mantenerme despierta en caso de que Maximus cambiara de opinión acerca de compartir la conducción, pero en algún momento entre Atlanta y Chicago, me quedé dormida. Flotaba por encima de un pasillo blanco. Puertas de principio a fin, una ancha, con un teclado numérico de ordenador al que una mujer de cabello rizado se sentó a un lado, las otras tan anodinas como para ser monótonas. Esa segunda serie de puertas se abrieron y Vlad las atravesó caminando. Su abrigo estaba abierto, los lados revoloteando como alas oscuras. Jadeé, tratando de desaparecer en el techo, pero él no pareció notar mi presencia. Continuó por el pasillo a un ritmo que tenía el médico detrás de él corriendo para mantenerse al día. La guardia de cabello rizado se levantó. ―¿Quién es usted? ―Cállate y abre esa puerta ―gruñó Vlad. Él me había adelantado, así que no pude ver si sus ojos estaban iluminados. Incluso si no lo estaban, la violencia apenas contenida en su voz debe haber sido suficiente para la guardia. Marcó unos cuantos números en el teclado y la puerta ancha se abrió. Tan pronto como el médico lo alcanzó, Vlad lo agarró por el cuello, levantándolo sobre sus pies. ―Ahora, muéstrame su cuerpo. Otro gruñido que palpitaba con la promesa de la tumba. El médico asintió con la cabeza tanto como el puño de Vlad alrededor de su cuello le permitió. Vlad lo soltó, y una vez que se enderezó, el médico se apresuró a entrar en la habitación, con Vlad justo detrás de él. Sabía que debía marcharme, pero no pude dejar de flotar hacia la puerta abierta. Antes de que la alcanzara, escuché un crujido metálico y luego la voz áspera de Vlad. ―Ahora vete.
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El doctor salió corriendo de la habitación, con la cabeza pasando por mis piernas mientras su cuerpo brevemente convergía con el mío. Mi estado informe debería haberme preocupado, sin embargo, estaba extrañamente despreocupada. Si estaba muerta, no había nada que pudiera hacer para cambiar eso. Además, mientras no tuviera un cuerpo real, Vlad no sabría que estaba aquí. Floté más allá de la guardia, que estaba acurrucada detrás de su silla, murmurando algo que sonaba como una oración. A pesar de que nadie había sido capaz de verme hasta el momento, solo me asomé dentro de la habitación. Esta tenía varias mesas de metal, un largo fregadero con varios sumideros, y una pared enteramente hecha de lo que parecían ser cabinas cuadradas de acero. Vlad estaba de pie junto a una cabina abierto en la pared. Una plancha sosteniendo una bolsa negra de plástico sobresalía frente a él. Su cabeza estaba inclinada, oscuro cabello ocultaba su expresión mientras abría la cremallera de la bolsa. El fuego lo rodeó desde las manos a los hombros mientras miraba su contenido. Entonces, muy lentamente, esas llamas se extinguieron mientras llegaba a su interior. Ahora sabía dónde estaba. Una morgue, y aunque tenía una buena idea de lo que había en la bolsa, tenía que estar segura. Flotaba por encima, manteniéndome cerca del techo, y miré hacia abajo. Mi primera sorpresa fue lo poco que contenía. Un cráneo, dos fémures, y una columna vertebral compuesta por piezas suficientemente grandes como para que yo lo identificara. Después de eso, sería la conjetura de alguien saber qué eran los otros añicos carbonizados. Mi siguiente sorpresa fue ver a Vlad acariciar los huesos. Él trazó la curva de la columna vertebral, la longitud de los fémures, y luego el cráneo, todo con un toque tan suave que apenas los perturbó. Todavía no podía ver su rostro, pero la luz penetrando a través de su cabello era tan intensa que casi esperaba que quemara los huesos como dos láseres esmeraldas. Mi mayor sorpresa fue oírlo suspirar “Leila” mientras acariciaba los huesos. ¿Pensaba que eran míos? Pero Vlad estaba en Rumania y yo supuestamente había sido volada en pedazos en Georgia… Espera. Vlad había hablado con la guardia y el doctor en inglés. Miré a mi alrededor. Las señales estaban en inglés, también. ¿Había ido Vlad a Georgia, al enterarse de mi supuesta desaparición? Si era así, ¡me hubiera gustado saber lo que estaba sintiendo en este momento! ¿Satisfacción, si de verdad él estaba detrás de la bomba de la gasolinera? ¿O pena, si alguien más la había plantado y pensaba que el contenido de esta bolsa era todo lo que quedaba de mí? Su cabeza permanecía inclinada, ocultando su expresión. ¡Mira hacia arriba, Vlad! Rugí en silencio. Si él sonreía mientras acariciaba los restos, esto confirmaría mis peores sospechas, pero, ¿y si el dolor estaba dibujado en su rostro en su lugar? De repente, levantó la vista, y parecía estar mirando directamente a mí. Eso seguía sin responder mi pregunta. Su mirada era tan brillante que su expresión era borrosa en comparación.
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―Leila. Di un salto, pero no fue Vlad, quien dijo mi nombre. Era la voz de otro hombre, acompañada por un zarandeo fuerte. Salté en estado de alerta, la morgue transformándose en el asiento delantero de un coche. Maximus soltó mi hombro, frunciendo el ceño antes de volver su atención a la carretera. ― Debe haber sido un sueño. Comenzaste a temblar. No lo dudaba. Mis manos todavía temblaban y no dejaba de mirar alrededor del coche como si esperara que Vlad apareciera por arte de magia. Había tenido sueños vívidos antes, pero ninguno se había sentido así de real. Miré mis manos, aliviada de que todavía tenía mis guantes. No sólo mantenían mi corriente dentro, también mantenían mi capacidad para accidentalmente conectar con alguien. No que me hubiera vinculado a alguien en mi sueño antes. Conectarse tomaba concentración, y dormir era la antítesis de la concentración. ―Todavía estás temblando. ¿Estás bien? ―Sí ―le contesté―. No es nada. Ni siquiera recuerdo de qué trataba el sueño. Su ceja levantada dijo, Mentira, más elocuentemente que las palabras, pero no insistió y yo fingí que no había mentido. ―Ahora que estás despierta, vincúlate al bombardero. Estamos a sólo una hora de Chicago. Si él no está en casa, quiero saber a dónde fue. Buena idea. Saqué la bolsa que había amarrado en el contenedor de bebida y luego me quité el guante derecho. Habíamos devuelto la bolsa plástica de evidencia al oficial menos una pieza de alambre. Froté ese cable, pasando por alto las primeras imágenes para concentrarme en la repetición de Adrian silbando mientras hacia la bomba. Su impronta era tan fuerte como antes, pero cuando traté de seguirlo de regreso a su fuente, me fui contra una pared de ladrillos de… nada. Lo intenté de nuevo, concentrándome hasta que el sonido de tráfico se desvaneció en suave ruido blanco. Aunque me concentré con todas mis fuerzas, no pude encontrar nada al final de ese rastro de esencia. ―¿Todavía está en casa? ―presionó Maximus. La frustración se mezcló con un sentimiento de aprensión. ―No lo sé. No puedo verlo. O estoy temporalmente sin energía, o… No tenía necesidad de terminar la frase. Los labios de Maximus se presionaron en una dura línea. Luego pisó el acelerador.
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Las luces parpadeantes, la cinta de la escena del crimen, y el hedor del humo se estaban volviendo demasiado familiar. Habíamos tenido que estacionar a más de una cuadra de distancia ya que la calle donde Adrian vivía estaba acordonada. Aunque no podía ver los números de ninguna casa a esta distancia, apostaría que la de Adrian era la que los bomberos todavía seguían regando. ―Hijo de puta ―espetó Maximus. ―Quien sea que esté detrás de esto no le gusta dejar cabos sueltos ―contesté, mientras que por dentro, maldecía. Dudaba que esto se tratara de un caso de una bomba accidentalmente detonada mientras Adrian trabajaba con ella, aunque estaba segura de que había sido una puesta en escena para parecer de esa manera. Todavía teníamos una oportunidad de ver lo que realmente pasó, pero teníamos que darnos prisa. Aunque si el asesino todavía estaba en la zona, no lo estaría por mucho tiempo. ―Maximus, ve allí y tráeme un hueso del cuerpo. La confusión cruzó por su rostro. Luego sonrió. Eso fue lo último que vi antes de que se alejara a toda velocidad, recordándome a un enorme león, cargando. Menos de un minuto después, oí un disparo y el sonido de una sirena policial. Entonces ya estaba de regreso con un pedazo de algo chamuscado en la mano. ―Vamos ―dijo a la vez. Hice una mueca ante el olor de carne quemada. Si sobrevivía a todo esto, podría volverme vegetariana. El hedor no pareció molestar a Maximus. Metió el trozo en su abrigo y me llevó de regreso a nuestro coche mientras más sirenas se disparaban. La policía probablemente no había visto cada detalle de lo que acaba de suceder, pero por los sonidos, sabían lo suficiente como para alarmarse. Me metí en el coche, aguantando una arcada cuando el interior cerrado hizo peor el hedor. Maximus rápidamente nos alejó a toda velocidad. Después de unos pocos minutos, sacó el pedazo ennegrecido de su abrigo y lo soltó en mi regazo murmurando: ―Aquí. No pude evitarlo, grité. Él pisó el freno, haciendo que la cosa golpeara el parabrisas con un sonido húmedo. Grité de nuevo cuando eso golpeó de nuevo en mi regazo, manchando mis pantalones de hollín y cosas más pesadas, y gruesas. Él miró a su alrededor, una mano en el volante, otra sosteniendo un enorme cuchillo de plata. ―¿Qué tiene de malo?
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―¿Qué tiene de malo? ―repetí, días de dolor y estrés haciendo mi voz chillona―. Dejaste caer una parte de un cuerpo quemado sobre mí sin ni siquiera una advertencia, ¡eso es lo que está mal! Sus cejas se juntaron. ―Pero tú me pediste que consiguiera eso. ―¡Sé que lo hice! Frustrada, saqué mi cabello de mi cara sólo para sentir algo viscoso. Un vistazo a mi mano enguantada fue la gota final. Acababa de regar sustancia viscosa ennegrecida del bombardero en mi mejilla. Arrojé la parte del cuerpo en la dirección de Maximus y me bajé del coche. Mis guantes viscosos fue lo próximo que salió mientras corría hacia la acera más cercana. Luego me quité mi chaqueta, pero antes de que la tirara, la arrugué y froté furiosamente mi mejilla. Mi camisa también tenía repugnantes manchas en esta, así que también se fue volando, dejándome en nada más que un sostén, pantalones vaqueros, y zapatillas de deporte. Corrí por la acera sin ninguna idea real de lo que estaba haciendo o a dónde iba. Todo lo que sabía era que no podía soportar estar cubierta de la sustancia viscosa, apestosa, de mi intento de asesino, por otro segundo. ―¡Leila! Hice caso omiso del grito, no es que importara. Maximus me atrapó en el siguiente segundo, girándome alrededor para encararlo. ―No me toques ―le espeté, el pensamiento racional sustituido por una mentalidad de animal herido―. ¡Lo tienes sobre ti! Su chaqueta y su camisa estaban en el suelo antes de que yo pudiera parpadear. A esta hora, las tiendas alrededor de nosotros estaban cerradas, pero las farolas mostraban cada centímetro de la parte superior de su cuerpo en crudo alivio. Al igual que Vlad, Maximus tenía muchas marcas descoloridas de viejas cicatrices, pero a diferencia de Vlad, su pecho era suave. Sin vello crespo oscuro, solo piel pálida y tensa, estirada sobre los músculos que ondulaban cuando me envolvió en sus brazos. No se estremeció mientras las corrientes se deslizaban sobre él al tocar mi carne desnuda. En su lugar me acercó más. ―Está bien ―dijo suavemente―. Estás a salvo ahora. No me había dado cuenta de lo mucho que necesitaba oír eso hasta que lo dijo. Todo el dolor, la soledad, y la angustia de las últimas dos semanas se sublevaron, buscando consuelo en cualquier lugar en que pudiera ser encontrado. No sé si él inclinó la cabeza o si yo levanté la mía. Todo lo que sabía era que me estaba besando, y por primera vez desde que toda esta terrible prueba comenzó, no me sentía sola y rechazada. Cuando su lengua se deslizó en mi boca, le di la bienvenida. Él me había besado antes, meses atrás, y en ese entonces, había sentido un leve placer pero
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ninguna emoción real. Esta vez, estaba llena con tal dolor de soledad que exploré su boca tan a fondo como él lo hizo con la mía. No importaba que no fuera el hombre que yo amaba. Lo único que importaba era que él estaba aquí. Después de unos momentos, Maximus se alejó. ―Ojala no me preocupara tanto por ti. ―¿Qué? ―pregunté sin aliento. Los vampiros pueden no necesitar oxígeno, pero yo no podía besar así sin pagar un precio. Sus ojos se parecían al semáforo cercano de lo verdes que estaban. ―Estás estresada, cansada y vulnerable emocionalmente. No voy a tomar ventaja de eso, pero si me preocupara menos por ti, Leila… ―Su voz se profundizó―… estaríamos en el callejón más cercano con tus piernas envueltas alrededor de mi cintura justo ahora. El calor debería haber aumentado ante esa imagen explícita. En su lugar, un cubo de hielo de vergüenza se apoderó de mí. ¿Qué estaba haciendo? A pesar de mis acciones, no quería empezar nada con Maximus. Quería encontrar al asesino de Marty, quien esperaba que no llegara a ser Vlad, asesinar a esa persona, y luego llorar por mi mejor amigo mientras ponía mi vida de nuevo en orden. Involucrarme con el hombre que era la mano derecha de mi ex no estaba en ninguna parte de mi lista. Maximus debió haber sentido el cambio porque me dejó ir, su mirada de regreso del esmeralda brillante al gris ahumado. ―Exactamente mi punto ―dijo él, la sequedad grabada en cada palabra. Crucé los brazos sobre mi pecho, deseando no haber tirado mi chaqueta y la camiseta. ―Lo siento. No era mi intención, ah… ―Ahórratelo ―interrumpió secamente. Entonces su voz se suavizó―. Entiendo. Necesitabas sentir algo bueno en medio de todo desmoronándose a tu alrededor, incluso si era sólo por un momento. Los humanos no tienen un monopolio sobre eso, Leila. Los vampiros lo necesitan a veces, también. Luego él recogió su camisa y abrigo descartados, dándome una simple y dura mirada antes de darse la vuelta. ―Pero en este momento, tenemos que volver al coche y entonces tú tienes que averiguar quién mató al que hizo la bomba.
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Capítulo 11 No tomó mucho tiempo encontrar las imágenes que buscaba. Aunque nada estaba más densamente lleno de recuerdos que los huesos de una persona, la muerte no es un espectáculo para todos. Lástima que las imágenes funcionaban como clips de películas dentro de un rollo de película en vez de estar yo misma dentro de la cabeza de Adrian cuando su asesino llamó. ―¿Quién es? ―replicó Adrian al llamado, como si no estuviera mirando hacia el otro lado de la puerta por una cámara de seguridad. ―No estés aburrido, querido ―fue la réplica que recibió. Mis cejas se levantaron. El asesino de Adrian era una mujer. Ella no tenía un acento mucho más bonito que su discurso, pero dudaba que su nacionalidad fuera americana. Adrian minimizó la pantalla antes de abrir la puerta. La mujer entró, usando anteojos oscuros y un pañuelo alrededor de su cabeza. Para empeorar las cosas, lo que podía ver de su rostro estaba borroso. Qué momento para mi visión psíquica de necesitar un descanso. ―Siéntete como en tu casa ―Adrian arrastró las palabras, cerrando la puerta tras ella―. ¿Tienes sed? ―Por supuesto ―ronroneó ella. Ese tono me hubiera gritado, ¡Peligro! Pero Adrian parecía no notarlo. ―¿Qué sería? ―le preguntó. ―Cuando haya acabado, tu sangre ―le respondió amablemente. Él se dio vuelta, sorprendido, y se congeló cuando ella se quitó los anteojos. Aunque su rostro era aún borroso, el inhumano resplandor de sus ojos llegó a través de la claridad. Casi podía ver la voluntad de Adrian siendo robada bajo esa hipnótica mirada. Si no hubiera hecho una bomba para matar a mi mejor amigo, me hubiera apiadado de él. ―Vas a borrar todo registro de nuestros negocios, desde las transacciones bancarias a la cámara de vigilancia de tu puerta ―dijo la mujer. ¡No!, pensé, pero por supuesto eso no cambió las acciones de Adrian. Él fue a su computadora, arrancando un montón de archivos y luego metódicamente los borraba. Incluso borró las copias de seguridad y también los respaldos fantasmas, muy a mi pesar. ―Está hecho ―dijo inexpresivamente una vez que había terminado. La mujer se quitó el pañuelo. Cogí un flash de su rico y oscuro cabello antes de que todo se volviese confuso otra vez. ―Hora de tomar ese trago, querido. Entonces tiró de la cabeza de Adrian a un lado y mordió su cuello. Cuando murió, la visión se terminó, mi frustración creció. Ni una vez conseguí un buen vistazo de su cara.
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―uno sesenta y cuatro, sesenta kilos, cabello negro y un ligero acento que podría ser gales, inglés, escocés o irlandés. Maximus frunció el ceño. ―¿Eso es todo lo que tienes? ¿Una vampiresa que podría ser del Reino Unido? Sabía cuán inútil era esa información. ―Voy a tratar de vincularme con ella otra vez, a ver si funciona mejor esta vez. A pesar de mi disgusto, por segunda vez froté la pieza quemada que Maximus había arrancado del cuerpo quemado de Adrian. Destellos de luces seguidos de una sensación de balanceo, pero cuando me concentre aún más, esas imágenes se desvanecieron y empecé a sentirme mareada. ―¿Leila? ¿Estás bien? ―Bien. Solo un poco mareada ―murmuré, intentando otra vez. Después de un momento, tuve una visión de una mujer que llevaba la misma ropa que la asesina de Adrian, pero eso y el grueso trozo de cabello coloreado de nuez eran el único medio por el cual podía estar segura que era ella. Sus rasgos eran completamente indistinguibles. La pequeña y azul habitación se sacudió, lo cual era extraño. Entonces toda mi atención se centró en lo que ella estaba diciendo. ―… no, no fue demasiado arriesgado… me encargué de eso, querido. Está muerto, poniendo fin a cualquier posibilidad de que esto pueda ligarnos a nosotros. Por como hablaba, debía estar al teléfono. Me quedé mirando el punto borroso que era su cara, concentrándome, pero en vez de mejorarlo, causó una peor confusión. ―Estas exagerando ―continuó―. Incluso si hubiera sospechas, no conducirían a ninguna parte. Independiente que ella le hubiera servido estando viva, es menos peligrosa para nosotras muerta… Traté de concentrarme más en ella, pero entonces mi mareo volvió con una venganza. Me zumbaron los oídos también, y sentí algo húmedo goteando de ellos. Maximus maldijo. Entonces el auto se volvió tan fuertemente que coleó, añadiendo el estrellarse a mi lista de preocupaciones. Sin embargo no era capaz de expresar una queja, y ahora lo único que veía eran grandes manchas negras. Eso no puede ser bueno, pensé, justo antes de que algo duro me golpeara la frente.
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Tuve unos minutos de feliz nada hasta que me di cuenta que me estaba ahogando en un líquido sabor cobrizo. Traté de escupir, pero una mano me tapo la boca. ―¡Traga, maldita sea! Dejarlo no era una opción, lo hice, realizando una mueca cuando reconocí el sabor. Sangre de vampiro. Puré de monedas de un centavo hubiera sido menos repugnante. Abrí los ojos para encontrar a Maximus inclinado sobre mí. Mi cinturón de seguridad estaba fuera y mi asiento estaba completamente reclinado. Al menos se había detenido por completo antes de ignorar la carretera. ―Asqueroso ―dije una vez que finalmente dejo caer su mano. Él no pareció ofendido tanto como aliviado. Ahí fue cuando noté que ambas manos estaban manchadas de rojo, como también el frente de su camisa. No todo esto podía ser de Maximus forzándome a beber su sangre. Toda esa falta de pulso debe significar que los vampiros no sangran mucho cuando son cortados. Añadiendo que el volante había sido arrancado, yo me había perdido algo grande. ―¿Que sucedió? Arrojó el volante a la parte posterior antes de volver al asiento del conductor. ―Comenzaste a sangrar por los ojos, oídos y nariz. Entonces tu corazón se detuvo. Tuve que hacer RCP2 y darte sangre hasta traerte de vuelta. Oyendo como estuve tan cerca de morir debió aterrorizarme, pero todo lo que pude murmurar fue un cansado: ―Este día apesta. La expresión de incredulidad de Maximus me dio ganas de reír, una aún más irracional respuesta, pero, ¿qué se supone que debía hacer? No podía llorar porque eso no arreglaría nada y tampoco teníamos el tiempo para que me meciera mientras me recuperaba, que era la única otra cosa que me parecía atractiva. ―Debo estar usando mucho poder en lapsos muy cortos ―dije―, además, ya no soy a prueba de fuego, pero los restos del aura de Vlad podrían estar jugando con mi sistema. Entre los dos, debería haber adivinado que mi cuerpo no podría manejarlo. Maximus aún me miraba como si no pudiera creer mi indiferencia acerca de mi casi muerte. Lo ignoré, dirigiendo mi atención a cuestiones más importantes. ―¿Que sucedió con el volante? ―Estaba en mi camino cuando necesitabas ayuda ―fue su respuesta. 2
RCP: Reanimación Cardiopulmonar.
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―Bien. ―Forcé una sonrisa que debió estar demasiado ladeada―. Gracias. Es una lástima que debamos conseguir otro auto ahora. Sus dientes destellaron en una sonrisa sin sentido del humor. ―Ese es el último de nuestros problemas. Genial. ―¿Cuál es el peor de ellos? Maximus sacó su celular y lo movió hacia mí. No sonó pero la pantalla se ilumino, mostrando una llamada. ―Esta es la tercera vez que Vlad trata de ubicarme. Debo contestar o sospechará. ―¡No lo…! Maximus alzó un dedo. ―Ni siquiera respires fuerte ―murmuró antes de contestar el teléfono con un breve―: ¿Sí? Me congelé cuando oí la voz de Vlad, esa familiar, cadencia culta me afecto bastante por unos pocos momentos, no respiré. ―Maximus ―dijo mi ex fríamente―. ¿Interrumpo algo? Unos ahumados ojos grises se clavaron en los míos mientras Maximus respondió: ―No, ¿por qué? ―En tono tan casual que parpadeé. Buen mentiroso, anoté para futuras referencias. ―Porque esta es mi tercera llamada. ―Fue la implacable replica de Vlad. Supuse que era demasiado tarde para no considerarlo un sospechoso. ―Dejé mi celular en el auto mientras encontraba a alguien para comer ―dijo Maximus con soltura―. ¿Está todo bien? Incluso si no estuviera a unos centímetros de distancia en un espacio cerrado… aun así habría oído el latigazo de respuesta de Vlad. ―No, todo está mal. ¿Cuándo fue la última vez que viste a Leila? No pude evitarlo, ahogué un audible respiro. Maximus me miró con el ceño fruncido antes de responder: ―La semana pasada, cuando la dejé en el remolque de Marty en Atlanta. No hubo nada de Vlad por un tiempo, me pregunté si estaba hablando en voz demasiada baja para un oyente no vampiro. Entonces Maximus preguntó: ―¿Estas aún ahí? ―Disipando esa idea. ―Sí. Una palabra, forzosamente dura que me estremecí. Algo tenía a Vlad furioso. Deseaba agarrar el teléfono y demandar saber si había tratado de matarme, pero por supuesto, no lo hice. Espere, respirando tan superficialmente como podía a pesar de mi acelerado corazón.
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―¿Por qué preguntas por Leila? ―probó Maximus, aun haciendo un gran trabajo de sondeo y engaño. Otro silencio incómodo. Entonces Vlad respondió: ―Está muerta. ―En un tono tan casual que lagrimas brotaron de mis ojos. Incluso si él no lo hubiera ordenado, no le importaba. Oír la apatía en su voz me cortó en lugares que ni siquiera sabía que tenía. Debí hacer algún sonido porque Maximus frunció el ceño mientras mantenía el dedo en los labios en la orden universal de silencio. Entonces dijo: ―¿Qué? ¿Ahora? ―Con tan creíble impresión que mentalmente lo eleve de Buen Mentiroso a uno Fantástico. ―Una instalación de gas cerca del tráiler de Marty. Me han dicho que murieron dos instantáneamente en la explosión. Me voy a América esta noche para regresar los restos de Leila a su familia. ¡Oh mierda! En medio de todo, había olvidado que Gretchen y mi padre también creerían que había muerto. Comencé una mímica a Maximus para detener a Vlad, pero él puso una mano sobre mi boca, apretándola cuando gruñí. ―Eso es terrible ―dijo, bajando la ventanilla del auto con su otra mano. El ruido del tráfico pronto se fusiono con mis gruñidos, amortiguándolos. Si no me hubiera salvado la vida dos veces en la pasada semana, me habría quitado los guantes y le habría dado energía suficiente para hacerlo brillar, pero todo lo que hice fue pincharlo. Bueno, eso y lo mordí. Se lo merecía. ―Sí, trágico ―dijo Vlad, sonando aburrido esta vez―. Encuéntrame en Atlanta mañana. Vamos a volar a donde Gretchen. ―Eso podría ser difícil ―replicó Maximus, mostrándome sus colmillos mientras yo seguía mordiendo la parte carnosa de su mano. Lo tomé como un “Sigue mordiendo y te muerdo de vuelta”, así que lo dejé después de un furioso final. La frialdad volvió a la voz de Vlad. ―¿Por qué? ―Te dije que estaría revisando a alguna de mi gente mientras estuviera en Estados Unidos. Al parecer un par de los más jóvenes se han aficionado a la alimentación abierta. Tengo que tratar con eso, por supuesto. ―Por supuesto ―Vlad casi ronroneo―. Si no castigas su desobediencia ahora, ¿quién sabe qué traiciones causen en tu contra en el futuro, no? Por como las fracciones de Maximus se endurecieron, también pensó que esos comentarios eran más una advertencia que una instrucción. ―Entrega mis condolencias a la familia de Leila ―dijo, modulándome no hagas ningún sonido.
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Ya que su mano aún estaba sobre mi boca, no podía, pero mi mirada prometió que no habíamos terminado con esto. ―Lo haré ―contesto Vlad. Entonces colgó. Los vampiros no eran aficionados a decir adiós, como aprendí hace algunos años viviendo con Marty. Una vez que hizo una doble comprobación de que la llamada realmente había terminado, Maximus retiro su mano de mi boca. ―No podemos dejar que mi familia crea que he muerto ―fueron mis primeras palabras―. Es demasiado cruel. ―¿Qué es más importante? ¿Su seguridad, o su tristeza temporal? ―replicó, clavándome con una dura mirada. ―¿Seguridad? ¡Ellos no tienen nada que ver con esto! ―Aún no ―contesto sin piedad―. Pero lo estarán, si revelas que estas viva. ¿Crees que pueden engañar a Vlad? Un solo respiro y sabrá que solo fingen dolor. A pesar de su lógica, estaba rota. Mi papá era fuerte, pero no sabía cuánto podría tolerar Gretchen. Ella aún tenía cicatrices emocionales por haberme encontrado después de mi fallido suicidio una década atrás cuando mis nuevas habilidades estaban a punto de romperme. ―Aún no creo que Vlad esté detrás de la bomba. Puede que no le importe que esté muerta, pero si nos apoyamos en su orgullo, él será un infierno de aliado mientras buscamos a la persona responsable. La mirada que Maximus me dio era molesta y compasiva. ―También sería un peor enemigo si te equivocas, y entonces, ¿qué crees que le pasara a tu familia? Golpeé mi puño contra el asiento del auto. Si, lo sabía. Vlad los usaría en mi contra. Incluso si no estaba detrás de esto, el real asesino lo haría, si se filtraba que aún estaba viva. La mejor manera de proteger a mi familia era dejándolos creer que estaba muerta y esperar que algún día me perdonaran por el engaño. Suspiré. ―Ellos van a odiarme por esto. ―Pero estarán vivos para odiarte ―señaló Maximus, y eso es lo más importante. Le lancé una sombría mirada cuando noté algo más. ―Incluso si Vlad no es el responsable, ¿que vas a hacer cuando descubra que le has mentido todo este tiempo? Por la cerrada expresión de Maximus, él ya había pensado en eso. ―Tendré que convencerlo de que no me mate ―dijo, su voz tan expresiva como si estuviera hablando de un juego.
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Cerré mis ojos, golpeada por una repentina e irracional urgencia de rezar. Eso era más fácil de decir que de hacer, y ambos lo sabíamos.
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Capítulo 12 Los ojos verdes de Maximus hipnotizaron a un motorista que pasaba para llevarnos a un Motel 63 en la frontera con Indiana. Una vez allí, me forcé a comer la comida para llevar que Maximus me había conseguido aunque viajar con parte de un cuerpo había matado mi apetito. Después me duché antes de caer rendida en la segunda cama libre. A pesar de haber dormido pocas horas los últimos dos días, estaba completamente despierta, Maximus, por otra parte, pareció caer dormido tan pronto como su cabeza tocó la almohada. Eché un vistazo a la bolsa de plástico en la mesa entre nosotros. Al menos el olor de la crujiente... lo que fuera que contenía de Adrian. No podía arriesgarme a usarlo de enlace a la mujer vampiro de nuevo durante unos días. Necesitaba dosis regulares de sangre de vampiro para continuar viva incluso cuando no estaba sobre utilizando mis habilidades, o haciendo frente a las persistentes secuelas de un aura piroquinética integrada en mí. De nuevo, me encontré envidiando a los vampiros, esta vez por su curación instantánea. Si no fuera humana, podría empezar a rastrear al asesino de Adrian ahora en lugar de dentro unos días. Estar limitada por mi frágil mortalidad era frustrante, pero había rechazado mi oportunidad de cambiar de bando. Con Marty muerto y la ruptura con Vlad, no había otro vampiro en el que confiara lo suficiente para ser mi "maestro". Vlad había estado en lo cierto sobre que era un vínculo inquebrantable. Dudaba sentirme lo suficientemente cerca a otro vampiro para querer esa conexión permanente con él. Aun así, el descanso, alimentación regular y sangre de vampiro debería recuperarme lo suficiente para rastrear a quien quería matarme sin arriesgarme a otra hemorragia o ataque cardíaco. Incluso si abandonaban, yo lo intentaría de nuevo en unos días. La cara bonita del vampiro moreno cruzó por mi mente, trayendo una nueva clase de determinación. Marty y Dawn merecían ser vengados y mi familia merecía estar a salvo. Parar a esa mujer, y quien fuera que la enviara, valía el riesgo. Flotaba en un avión privado de lujo, sabiendo enseguida dónde estaba, en el avión de Vlad. Él estaba sólo a unos metros, llevaba un abrigo gris marengo sobre pantalón y camiseta negros. Era el mismo traje con el que lo imaginaría en la morgue, pero no estaba amenazando a nadie ahora. Sus ojos estaban cerrados, el cabello cayendo sobre sus hombros hasta mezclarse con su ropa oscura.
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Motel 6: Es una de las mayores cadenas de moteles, con más de 850 locales en Estados Unidos
y Canadá, operados por Accor Hotels.
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Tenía que ser otro sueño. Ya que nada de esto era real, podía hacer lo que secretamente había deseado estas dos últimas semanas. Floté sobre Vlad y descendí hasta estar a su lado, extendiendo la mano para acariciar su rostro. No sentí la barba en su mandíbula. En cambio, mi mano desapareció a través de su cara. Aun así, tocarlo respondía a una necesidad que me había desgarrado noche y día desde que le dejé. Incluso aunque todo se había ido al infierno y Vlad podría ser la persona de la que estaba huyendo, no pude evitar tocar su mejilla, sus cejas y finalmente sus labios. Una parte de mí lo odiaba por su trato cruel, pero el resto todavía lo extrañaba tanto que dolía. ―Veo que tus poderes han vuelto, Leila. Me aparté, huyendo hacia el otro lado del avión. Los ojos de Vlad todavía estaban cerrados, pero la curvatura sardónica de su boca me dijo que no había imaginado las palabras. ―Esto es sólo un sueño ―declaré, más para mí que para él―. Y estamos en tu avión porque le dijiste a Maximus que estabas volando a América, así que mi subconsciente usó ese detalle. ¿Ves? Nada de qué preocuparte, me tranquilicé. Lástima que no se callara para que pudiera disponer de unos momentos más de solaz. Fíjate que ni en un sueño, Vlad podía ser cooperador. ―Estás con Maximus. ―Una afirmación, no una pregunta. Me encogí de hombros aunque él no podía verlo. ―Eso no es asunto tuyo. Aparecieron llamas, ascendiendo desde sus manos hasta sus brazos. ―Oh, pero lo es. Entonces sus ojos se abrieron y se sentó, mirando alrededor como si quisiera adivinar mi ubicación. Agité la mano hacia los lados, agradecida cuando no miró en mi dirección. Vlad siempre parecía saber dónde estaba antes cuando le espiaba, otra prueba de que nada de esto era real. ―Dejó de ser asunto tuyo cuando te alejaste sin siquiera mirar atrás ―dije, disfrutando la oportunidad de descargar algo de dolor. ¡Gracias, subconsciente! ―¿Me alejé? ―Su resoplido se las apañó para ser al mismo tiempo despectivo y elegante―. Te ofrecí todo y lo despreciaste. He tenido enemigos menos despiadados en su trato. Lo tomé de los hombros pero mis manos le atravesaron. ¡Demasiado para meter algo de sentido en él! ―¿Yo despiadada? Todo lo que quería era que me amaras, pero según tú, ESO era pedir demasiado. Las llamas se apagaron. Bien. No quería soñar con él explotando accidentalmente su avión. ―Palabras. ―Su tono era afilado―. Compartí mi casa, mi cama y mi sangre contigo, te ofrecí un lugar en mi vida para siempre. ¿Qué son las palabras comparado con eso?
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Suspiré, mi ira disipándose tan rápidamente como lo habían hecho las llamas. ―Oh, Vlad, si creyeras eso, me habrías dicho lo que quería oír sólo para apaciguarme. No lo hiciste, lo que prueba que decir “Te amo” significa más para ti que todo lo demás. Sus cejas se unieron como nubes de tormenta. ―Suficiente de esto. Dime dónde estás. Casi digo, "South Bend, Indiana" porque, ¿qué peligro había en decírselo al Vlad de los Sueños? Entonces me paré. ¿Por qué iba a satisfacer al Vlad de los Sueños, tampoco? ―Estoy en la esquina de No es Asunto Tuyo y Jódete. Su puño se cerró bruscamente, golpeando el reposabrazos. ―No me pongas a prueba. Sabes que la explosión de la tubería de gas no fue un accidente. ―Y también sé quién podría haber estado detrás de eso ―repliqué con maldad aunque no lo creía. Sus puños se abrieron y cerraron. Si esto no fuera un sueño, juraría que olía a humo. ―No puedes creer que fuera yo. Otro encogimiento de hombros que no podía ver. ―Maximus dice que tu orgullo podría haber provocado una pequeña venganza por dejarte. Un ruido escapó de Vlad demasiado visceral para ser llamado gruñido. ―Ha firmado su propia sentencia de muerte dos veces, entonces. Incluso imaginariamente, no se podía razonar con él. ―Necesito despertarme. Este sueño apesta. ―¿Estás dormida? ¿Por eso tu voz es débil y no puedo agarrar la mayoría de tus pensamientos? Las alarmas empezaron a sonar. Mejor que esto fuera mi subconsciente siendo MUY creativo. Debió tomar mi silencio como un sí. Vlad sonrió, de una expresión aprensiva a una de exasperante satisfacción. ―No contactas conmigo cuando estás despierta, pero me alcanzas en tus sueños. Eso debería decirte en quien confías en realidad. Comencé a pellizcar mi brazo. Fuerte. Sueño o no, era demasiado molesto seguir hablando con él. ―Piensa en esto cuando te despiertes ―continuó, miel de acero goteando en cada palabra―. Maximus siempre te ha deseado. Desde la explosión, te ha hecho creer que es tu salvador y que no puedes confiar en nadie más. ¿Una feliz coincidencia? ¡Despierta, despierta!, canté mentalmente. En voz alta, dije: ―Maximus no me haría daño, como tú has estado haciendo incluso cuando no era tu intención.
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La sonrisa de Vlad se desvaneció, aunque sus labios se echaron hacia atrás, revelando los colmillos más largos que había visto nunca. ―Voy por ti, Leila. Si te preocupas por Maximus, entonces le dejarás y contactarás conmigo con tu ubicación. Eso le dará una oportunidad de correr. De otro modo, me verás matarle cuando te alcance. ¡No te atreverías!, tembló en mis labios, pero no lo dije en voz alta porque sabía muy bien que lo hacía. ―No sé por qué alguna vez pensé que te quería ―fue lo que solté en su lugar, miedo y rabia haciendo mi tono brutal. Algo relució a través de la cara de Vlad que, en otro hombre, se le habría llamado dolor. Pero eso era imposible. Incluso en un sueño, a Vlad yo no le importaba suficiente para herirle. Eso resultó cierto cuando su expresión se endureció otra vez. ―Te veré pronto ―dijo, asintiendo como despedida. Una oleada de furia me sentó de un golpe en la cama. Mi abrupto movimiento sobresaltó a Maximus, que se despertó mucho más alerta. Todavía estaba procesando el hecho de que mi sueño había acabado cuando él estaba justo delante de mí, grandes manos enmarcando mi cara. ―Otra vez no ―murmuró, cortando su muñeca con un colmillo. ―Para ―protesté cuando sostuvo su muñeca sangrante contra mi boca, pero eso y apretar su brazo no supuso ninguna diferencia. ―Traga ―dijo con severidad. Lo hice, maldiciendo a los vampiros y su prepotencia todo el tiempo. Cuando finalmente retiró su muñeca, le empujé, pero tuvo tanto efecto como una mosca intentando tirar un muro de ladrillos. ―¿Qué demonios? ―espeté. Rozó mi nariz antes de mostrarme su dedo rojo. ―Empezaste a sangrar, no iba a esperar a ver si tu corazón se paraba de nuevo, también. ¿Otro sangrado de nariz? Pero no había estado usando mis poderes... Bajé la mirada. Síp, los guantes estaban todavía puestos, además de que era completamente imposible conectar con alguien mientras dormía. Aun así, las coincidencias se acumulaban. ―Llama a Vlad ―dije, presa de un impulso casi desesperado por probar que estaba equivocada. Sus cejas se elevaron. ―¿Por qué? ―Para ver si él ―amenaza tu vida, te dice que me ponga al teléfono, algo así―, suena raro ―acabé sin convicción. Maximus se quedó mirándome, el escepticismo escrito en toda su cara. ―Es importante ―le dije, agarrando su brazo.
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Después de otra mirada penetrante, se acercó a donde había tirado su abrigo y sacó su móvil. ―Vlad ―dijo después de una breve pausa―. Lo siento, debo haber marcado involuntariamente el último número que me llamó... Esperé reteniendo el aliento, esperando oír mi nombre en medio de una explosión de amenazas. Pero aunque podía distinguir la voz de Vlad en la otra línea, hablaba demasiado baja para que las palabras fueran claras. Después de un minuto, Maximus colgó y se encogió de hombros. ―Sonaba bien. Dejé escapar el aliento en un suspiro que parecía venir de mi alma. ¡Sólo un sueño!, trompeteaba en mi mente. No importa cómo me sentía o mi sangrado nasal espontáneo, si hubiera sido real, Vlad se habría revuelto contra Maximus tan pronto como oyó su voz... Me quedé inmóvil, con las garras de la duda deslizándose por mi columna. ¿Lo habría hecho? Vlad dijo que me apartara de Maximus y luego le contactara. Si Maximus supiera que la mentira sobre mi supuesta muerte se había descubierto, no me dejaría fuera de su vista el tiempo suficiente para que hiciera eso. Vlad también insinuó que Maximus podría estar detrás de la bomba de la tubería de gas. Sí creía eso, ¿arriesgaría la ventaja que le daba mi habilidad de contactar con él en sueños? No. Vlad era astuto hasta el punto de ser un sociópata. Nunca revelaría esa ventaja hasta que fuera demasiado tarde. Naturalmente, había otra posibilidad. Vlad podría no revelar que había contactado con él en sueños sólo para fastidiarme. ―¿Vas a decirme por qué acabo de hacer una llamada de mentira a mi maestro? La voz irónica de Maximus pasó a través de mis reflexiones. Incluso aunque no creía las insinuaciones que el Vlad de los Sueños había lanzado, persistentes dudas me impidieron contestar con la verdad. ―Yo, um, tuve un sueño en el que su avión se estrellaba ―dije, intentando mantener su mirada a pesar de la sensación de tener "¡Mentirosa!" escrito en luces de neón en mi frente. Un gruñido. ―Tienes que superarle. Te volverás loca si no lo haces. ¿Volverme loca?, pensé con tristeza. Todas las señales indicaban que ya lo estaba.
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Capítulo 13 El sudor humedecía mi ropa y mis músculos gritaban, pero continué elevando y bajando mis piernas con un ritmo suave y controlado. Ciento treinta y nueve... ciento cuarenta... ―Tienes que parar. Esto no es sano. Los brazos de Maximus estaban cruzados, sus guapos rasgos fruncidos en una mueca. Le ignoré y seguí levantando las piernas. Unas manos frías se cerraron alrededor de mis tobillos, impidiéndome seguir con mi siguiente serie de elevaciones. ―Lo digo en serio, Leila. Para. Le miré fijamente. ―Suéltame. Su agarre sólo se estrechó. ―No hasta que me digas lo que has comido los últimos días. Solté algo mitad risa mitad jadeo por el esfuerzo. ―¿Debería comenzar con mi mejor amigo volado en pedazos o saltar a la parte donde piensas que su asesino podría ser mi ex-novio? ¿O incluso quizás tú?, añadió mi desagradable voz interior. Traté de ignorar esa voz, pero se estaba haciendo más fuerte. Maximus decía que no sabía lo de mi resistencia al fuego, pero podría haberlo oído cuando estaba viviendo con Vlad. Me había ayudado a encontrar el que puso la bomba, pero, ¿y si fue porque sabía que Adrian ya estaría muerto? Desde entonces, había sido inflexible en que siguiera buscando a la vampiresa, citando preocupación por mi salud. Pero, ¿y si el ataque al corazón nunca sucedió? ¿Y si la única consecuencia de abusar de mis poderes era una hemorragia nasal? ―Algo más te está molestando ―dijo Maximus, soltando mis tobillos. Me senté y cuidadosamente elegí mis palabras. ―El ejercicio me ayuda a mantenerme fuerte y lo necesitaré para vincularme mañana a la vampiresa. Ya he esperado suficiente. Maximus gruñó. ―Algunos días me recuerdas a Vlad. ―¿Qué quieres decir? ―pregunté bruscamente. ―Tu obsesión con la venganza. Lo próximo que querrás será estacarle un palo una vez que la encuentres. La idea era atractiva, pero... ―No es sólo venganza. Mi familia va a tener dianas en la espalda tan pronto como los asesinos descubran que estoy viva. ―Luego cambié de táctica―. Además, sigo teniendo pesadillas donde Vlad nos encuentra. El ejercicio me ayuda a dormir sin tenerlas.
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Todo verdad. Me permití una noche tranquila ayer y me arrepentí cuando el Vlad de los Sueños me dijo que se estaba acercando a mí. No era real, pero me desperté con una hemorragia nasal y una sensación de premonición igualmente, los cuales escondí de Maximus. Su mirada gris se tiñó de verde. ―Hay otras maneras de cansarte antes de dormir. Esta fue la primera vez desde nuestro beso que me había hecho una insinuación; bastante caballeroso teniendo en cuenta que habíamos estado encerrados en la misma habitación durante los últimos tres días. Estaba a punto de rechazarlo suavemente cuando esa voz interior rugió a la superficie. ¡Esta es tu oportunidad! Quítate los guantes y tócale. Si la esencia de la morena está en algún sitio de él, es que es culpable como el infierno. Me quedé quieta. ¿Podría ser tan cruel? Estás nadando con tiburones, espetó esa voz despiadada. O te crecen los dientes o te comen. La mirada de Maximus se hizo más brillante. Poco sabía por qué estaba considerando su oferta. La culpa competía con el frío sentido práctico. Maximus sólo había sido amable conmigo, pero, ¿cómo de bien le conocía? Además, Vlad le había conocido durante siglos, y aun así Maximus estaba actuando a sus espaldas ahora. El rostro de Marty destelló en mi mente, seguido por el de mi padre y el de Gretchen. Alguien había asesinado a mi mejor amigo y le haría daño a mi familia para obligarme a salir. No podía permitirme ser ingenua y confiar cuando por el contrario podía asegurarme. Muy despacio, me quité los guantes. Los ojos de Maximus se hicieron más brillantes, bañando la habitación en un suave resplandor esmeralda. Luego se acercó y se arrodilló, cada movimiento deliberado, como si algo de repente me pudiera sobresaltar. Y podría. Mi corazón latía tan rápido que me hizo marearme un poco. Estaba a punto de jugar una versión sensual de la Ruleta Rusa con un vampiro de casi mil años y dos metros de altura en cuclillas delante de mí. Había una línea muy fina entre la supervivencia y la imprudencia, y en este momento, no estaba segura de en qué lado caían mis acciones. Maximus se acercó con andar lento y leonino. Cuando estaba a sólo unos centímetros de distancia, inhaló y frunció el ceño. ―¿Qué pasa? Malditos los vampiros y su habilidad para descifrar emociones por el aroma. Miré mis manos y de nuevo a él. Las mentiras eran más convincentes cuando se salpicaban de verdad.
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―No quiero hacerte daño, pero no quiero ponerme los guantes de nuevo. ―Me tragué un nudo que no era por completo por el nerviosismo―. Yo... quiero tocarte. Un gruñido bajo envió escalofríos sexys por mi columna vertebral. Antes de volver a respirar, ya estaba en sus brazos. Me besó con una intensidad que brevemente me hizo olvidar mi objetivo. Entonces me puso en su regazo, colocándome hasta que estuve a horcajadas. Un bulto grande sobresalía entre mis muslos. Agarró mis caderas y me apretó contra él, esa dura longitud frotando mi punto más sensible. Me quedé sin aliento, pero con un toque de desesperación. Se sentía bien, pero también... sin sentido. Con claridad repentina, comprendí la diferencia entre la lujuria y hacer el amor. Si yo tuviera sexo con Maximus, disfrutaría de la misma manera que disfrutaba la comida china... con la certeza de que muy pronto, me sentiría vacía otra vez. ¡Maldito Vlad! Incluso en los brazos de otro hombre, el recuerdo de ese vampiro duro de corazón me atormentaba. Aparté la boca. ―Maximus, para. Sus manos se detuvieron, pero le dio a mi cuello un largo y hambriento lametón. ―¿Qué pasa? Para empezar, no eres el hombre del que todavía estoy enamorada. Además de eso, no estoy segura de que pueda confiar en ti. ―Yo... es demasiado pronto. Bajé la cabeza mientras decía las palabras, dejando que mis dedos jugaran sobre sus hombros como si me disculpara. No había rastro de esencias extrañas ahí. Me senté de nuevo con un suspiro, arrastrando mis manos hacia abajo por sus brazos. Una esencia demasiado familiar apareció, haciéndome maldecir a Vlad en silencio otra vez. No sólo estaba en mi piel; en la de Maximus también. Sus manos se deslizaron por mis muslos. ―Demasiado pronto para sexo, quizás, pero hay otras cosas que podemos hacer. Detuve sus manos, bajando por sus brazos para agarrarlas. ―Lo siento. Es, ah, demasiado pronto para eso también. Su suspiro de decepción me hizo sentir culpable. ¡Buuu! Se burló mi conciencia. A esa desviada voz interna no le importaba. Me urgía a agarrar las manos de Maximus con el pretexto de preocupación mientras buscaba trazos de esencia incriminatorios. ―Está bien. ―Mostró una sonrisa torcida―. No voy a hacerme viejo.
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Otro rastro de esencia estaba impreso en su mano derecha, pero no pertenecía a la vampiresa morena o a Vlad. Quien quiera que fuera se sentía muy culpable cuando él, o ella, tocó a Maximus, pero si no era la mujer asesina, no era asunto mío. ―Gracias por entenderlo ―dije antes de retirar mis manos y levantarme―. Yo, ah, creo que me daré una ducha ahora. Ni siquiera necesitaría una fría. Por tercera vez, maldije a Vlad. No era justo que fuera el único hombre que inflamaba mi corazón y mi cuerpo. Allá donde estuviera, esperaba que mi recuerdo todavía le quemara dentro y fuera, también. Maximus también se levantó. Entonces su cabeza se inclinó como si escuchara... y estuve en el suelo, su gran cuerpo protegiéndome de la explosión de cristal. Sobre el ruido de nuestra ventana, le oí gemir. Lo sentí temblar tan violentamente que su agarre se hizo insoportable, pero antes de poder gritar, me soltó. Luego tomó varios cuchillos y saltó. Yo también, el voltaje surgiendo de mi mano derecha con un tiro doble de miedo y adrenalina. ¡Vlad debe habernos encontrado! Esta era la misma forma en que había asaltado una habitación de hotel la primera vez que nos conocimos. Esperaba que el fuego pronto nos rodeara, pero no fue así. En cambio, otra ráfaga de disparos sonó. Maximus me tiró al suelo y me protegió una vez más, pero esta vez, no se levantó cuando el bombardeo se detuvo. Se dejó caer hacia adelante, la agonía desnuda en su cara tan vívida como los agujeros sangrientos en todo su cuerpo. ―Las balas son de plata líquida ―dijo con voz ronca―. ¡Corre! Me quedé horrorizada. Incluso las capacidades regenerativas de un vampiro no serían capaces de expulsar eso, y no sólo casi paralizarían a Maximus, se sentirían como ácido quemando a través de él. Lo empujé de encima de mí, pero no para correr. Para lanzar un haz eléctrico a través de quien intentara disparar con ese veneno de nuevo. Me quité los guantes, sombríamente satisfecha con el resplandor sobrenatural que inundaba mi mano derecha. Entonces las levanté dejando escapar un gruñido. ―¿Quieres matarme, Vlad? ¡Tendrás que venir por mí! Una risa burlona se unió a esta declaración. La puerta no se abrió, voló a través de la habitación para estrellarse contra la cama. Una figura encapuchada apareció en el marco de la puerta, el rostro en sombras, pero alcancé a ver el cabello oscuro. Me puse tensa, mi corazón batiendo incluso cuando la canalización eléctrica en mi mano se hacía más intensa. ¿Podría matar al hombre que amaba para proteger al hombre al que no lo hacía? ―Si quieres que viva, no te muevas.
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La luz de la luna cayó sobre el rostro del hombre con la capa, dejando al descubierto el cabello corto negro, una mandíbula suave y una boca amplia y llena. No era Vlad, descubrí, o nadie a quien reconociera. ¿Quién demonios era? El desconocido sonrió, mostrando los colmillos. ―Tienes preguntas, pero sólo tenemos tiempo para responder a una. ¿Va a vivir o a morir? ―Dedicó un guiño menospreciativo a Maximus, que se retorcía de dolor―. Si quieres que muera, pelea conmigo. Perderás porque no he venido solo y luego te llevaré de todas maneras y le mataré. Ven conmigo por tu propia voluntad, sin embargo, y le dejaré vivir. ―No le escuches ―consiguió decir Maximus. No miré hacia él porque eso requeriría apartar los ojos del desconocido; un error que no cometería. ―¿Por qué debería confiar en ti? ―pregunté con gran sarcasmo. Sus ojos brillaron verdes. ―Porque preferiría no perder mi mejor ventaja sobre ti. Esa sola frase lo decía todo. Quienquiera que fuese, no era estúpido. Tampoco era uno de los hombres de Vlad. Vlad no intentaría utilizar a Maximus como ventaja contra mí. Sabría que era inútil ya que ya me había dicho que iba a matarle. Las sirenas sonaban a lo lejos. El desconocido suspiró. ―Se acaba el tiempo, pajarito. ¿Qué va a ser? Mi mano dolía por la sobrecarga de las corrientes que corrían por ella, pero lentamente, la bajé. Ahora no era el momento. Maximus maldecía entre entrecortados gemidos de dolor. El desconocido sonrió. ―Escuché que eras lista. Esperemos que tu amigo lo sea también. Algo duro se clavó en mi pecho. Miré hacia abajo y vi lo que parecía un dardo saliendo de mí. Cuando volví a mirar al desconocido, mi visión ya estaba empezando a desdibujarse y mis piernas se sentían como si hubieran sido reemplazadas con gelatina. ―Asegúrate de que recoges sus guantes. ―Fue lo último que oí antes de que todo se oscureciera.
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Capítulo 14 Cuando volví en mí, no abrí los ojos ni alteré mi respiración. En vez de eso, tomé inventario mientras pretendía que continuaba inconsciente. Dolor de cabeza, sin sorpresa, pero aparte de eso me sentía bien. Mis brazos estaban atrás de mi espalda. El grosor alrededor de mis dedos eran guantes, la tensión alrededor de mis muñecas y tobillos eran restricciones. La incómoda mordaza en mi boca se explicaba por sí misma. Entonces seguí con el entorno. El cabeceo y balanceo debajo de mi tenían que ser ondas, lo que significaba que estaba en un barco. Algunos de mis secuestradores estaban en la parte superior, por las voces, pero podía decir que había alguien en la habitación conmigo. Así que cuando abrí mis ojos, mi mirada aterrizó en el vampiro de cabello negro que había disparado en el hotel la noche anterior. La única sorpresa que mostró fue un parpadeo. ―No esperé que estuvieras despierta tan pronto ―arrastró las palabras. Mire hacia abajo a mi mordaza y de regreso a él, levantando una ceja. El tradujo el silencioso mensaje. ―¿No necesito decirte que gritar no servirá de nada? Rodeé mis ojos. ¿Qué era esto, el día del amateur? Sonrió antes de abandonar la esquina contraria. El vampiro lucía alrededor de mi edad, pero juzgué que tendría al menos cien años de edad. Los vampiros viejos tenían una… cierta mirada, como si los siglos les dejaran una sensación de pesadez tangible. Mi captor sin nombre no tenía eso y si yo tenía suerte, tampoco ninguno de los otros que estaban en este bote. Los vampiros jóvenes eran fáciles de matar. ―Agua ―dije una vez que la mordaza fue removida. Entre eso y las secuelas de ser drogada, mi boca estaba tan seca que mi lengua se sentía como un calcetín arrugado. El vampiro desapareció y regresó con una lata de Coca-Cola. Incluso mejor. La cafeína me ayudo con mi dolor de cabeza, y mirarlo destapar la soda, significaba que no había manipulado el contenido, por lo que no estaba a punto de ser drogada nuevamente. Tragué saliva cuando el vampiro lo alejo de mis labios, lo que significaba que dejé escapar un gran eructo en el momento que deje de tragar. Si ese eructo fue dirigido al rostro de mi secuestrador, bueno, no era mi culpa. Estaba atada. ―Encantador ―dijo secamente
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―Perdí mi preocupación por las sutilezas sociales cuando le disparaste a mi amigo con plata liquida ―repliqué en un tono uniforme―. Hablando de él, quiero verlo. La boca del vampiro se torció. ―No estás en posición de hacer demandas, pero sí, él sigue vivo. ―No deseas llevarme ante él, bien ―dije, pensando rápido―. Asumo que sabes que consigo impresiones síquicas desde un toque, así que quítame estos guantes y déjame tocarte. Entonces sabré si me dices la verdad. El vampiro se rió entre dientes, pululando un color verde brillante de sus ojos. ―¿Tocarme? ¿No querrás decir usar ese látigo eléctrico mortal que puedes manifestar para cortarme por la mitad? Me congelé. ¿Cómo sabia él acerca de eso? Además de Vlad, Maximus y unos pocos guardias de Vlad, todos quienes me habían visto usar ese látigo estaban muertos. ―Ese es el porqué de esos guantes de goma ―continuó, imperturbable―. Por si acaso. ―¿Cuál es tu nombre? ―pregunté, alegre de haber sonado casual. Sus labios se estiraron aún más. ―Llámame Hannibal. Le devolví la sonrisa. ―Está bien, Hannibal, ¿que deseas que haga? ¿Usar mis habilidades para encontrar a tus enemigos? ¿Decirte si alguien está traicionándote? O, ¿leer el pasado desde un objeto? Hannibal rió, y pensé que fue más Dr. Evil que glacial, presentimiento suficiente para arrastrarme hacia afuera. ―No quiero hagas nada, pequeño pajarito. Soy solo el chico de las entregas. Ni siquiera sé a quién te estoy llevando. Todo lo que sé es que vales tres veces más viva, pero si intentas algo, muerta sigue siendo una buena paga para mí. Hannibal me hizo un alegre gesto antes de salir del cuarto. No dije nada, tratando de pensar una forma de sacarme de esta situación. No iba a dejar que me entregaran a algún villano desconocido. Buscaría una forma de escapar aunque eso me matara. Ese hecho no me detendría. Después de todo lo que había pasado, prefería una muerte temprana luchando, que vivir con más pesar de la que ya tenía.
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Cada diez minutos, uno de mis secuestradores me revisaba. Había visto unas cuatro caras diferentes además de Hannibal, y desde los paneles como paredes, la cama matrimonial, el cortinaje y el tamaño de la habitación, quien sea que los haya contratado tenía mucho dinero. Si no estuviera atada a una barandilla para discapacitados, habría disfrutado viajando en un barco tan bonito. La única ventana tenía las cortinas cerradas, pero por la falta de luz filtrada, debía seguir siendo noche. Imaginando que Hannibal había estado diciendo la verdad acerca de que no había estado tanto tiempo inconsciente. El lago Michigan era el más grande cerca del hotel y era más largo que algunos mares, así que podría pasar un tiempo hasta que llegáramos a nuestro destino. O podríamos llegar en cuestión de minutos. Eso es el porqué de mi concentración, tratando de canalizar todas las corrientes de mi cuerpo en mi mano derecha. Después de varios minutos, la sobrecarga de electricidad comenzó a tomar forma en lo que se parecía a una punta. Esto empujó contra mi guante, buscando la grieta más pequeña para liberarse de su pesada jaula engomada. No existía tal abertura, pero mi objetivo era hacer una. Mejor morir tratando de escapar que humildemente ser entregada a quien me quería viva o muerta. Jamás me habría rendido a Hannibal, pero no había anticipado que sabía del alcance total de mis capacidades, y la vida de Maximus había estado en la línea. Es probable que ya esté muerto, susurró mi asquerosa voz interior. ¡Te entregaste para nada! Mis dientes se apretaron. Cómo odiaba la parte oscura de mí que continuamente me predecía fracaso o inutilidad. Eso me había llevado al suicidio a los dieciséis años, pero no me derrotaría ahora. Redirigiendo hacia mi mano derecha, más corrientes aparecieron. Si esa punta de electricidad se hacía más aguda y lo suficiente fuerte, perforaría a través de la goma y sería libre. Vamos, urgí silenciosamente. Perfora, cariño, perfora. ¿Fue mi imaginación, o la capa de goma alrededor del pico de energía se estaba… abollando? Mi corazón latía con fuerza, por la excitación o por el estrés. No necesitaba un doctor para decirme que tanta electricidad era demasiado peligrosa para mi salud, pero me mantuve concentrada, dispuesta a que aquellas corrientes crecieran y se estiraran. El sudor cubría mi labio superior, mi visión se nublaba y todo mi cuerpo comenzó a temblar, aun así me mantuve concentrada… Luz blanca inundo la habitación y brevemente oí un ¡zzzt! justo antes de que crujiera el suelo bajo mis pies. Miré hacia abajo, tan eufórica como
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ligeramente aterrada de ver un pequeño y asimétrico agujero. Buenas noticias: había roto mi guante. Malas noticias: también podría haber perforado un agujero por todo el bote hasta el casco del barco. No oí ningún paso, pero no tenía la expectativa de que cualquier extraño sonido no fuera investigado. Segundos después cuando el guardia de la espesa barba y el cabello largo y negro apareció en la puerta, de inmediato cubrí el agujero en el piso. Por supuesto, si de ese agujero comenzaba a salir agua a borbotones, estaba muerta. ―¡Tienes que dejarme ir! ―improvisé, golpeando contra el poste, causando más alboroto―. Yo, umh, ¡tengo que hacer pis! El guardia, al cual había apodado Capitán Morgan debido a su look, sacudió su cabeza en disgusto. ―Humanos ―murmuró. Entonces desapareció. Esperé con el aliento contenido, pero no reapareció y el agua no comenzó a salir disparada de debajo de mi pie. Entonces exhalé con alivio y una determinación implacable. Diez minutos más hasta la próxima guardia para comprobarme. Durante ese tiempo, tenía que liberarme y una vez hecho, tendría que matarlos a todos.
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Capítulo 15 Afortunadamente, conseguí soltarme sin perforar más agujeros en el suelo, pero escasamente pude hacerlo sin que me vieran tras la puerta antes de que el siguiente guardia viniera a revisarme. Maldije mi latido de corazón al tiempo que escuchaba esos tenues pasos que se acercaban. ¿Podría el guardia adivinar que no seguía asegurada a la baranda? Si era así, estaba asegurándome mi propia muerte. La advertencia de Hannibal hizo eco a través de mis pensamientos. Muerta sigues siendo un buen día de pago para mí… Nervios y miedo se agregaron al disparo de electricidad en mi mano, haciendo que una pequeña lluvia de chispas saltaran de esta. El aire se sentía sofocante, y capté un olor a ozono. Entonces el guardia se detuvo en la entrada antes de irrumpir a través con un susurro. ―¿Qué? Mi muñeca chasqueó, el arco cruzo a través de él antes de que pudiera pensarlo. El guardia rubio no pronunció otra palabra, pero su boca se seguía moviendo cuando su cabeza golpeo el suelo. El resto de él permaneció de pie por pocos segundos, sus brazos agitándose como si aún tratara de conservar el equilibrio. Estaba muy ocupada para sentirme asqueada. El miedo fue un combustible para aumentar la adrenalina a través de mí, actuando como cables para mi corriente. Eché un vistazo hacia debajo del corredor, no había nadie, y pensé una manera de atraer a otro guardia en la habitación sin despertar sospechas. ―¿Qué estás haciendo? ―pregunté en una estridente voz―. ¡Detente! Quita tus asquerosas manos de mí. Me interrumpí haciendo un sonido como de una bofetada y luego lloré de dolor. Después de eso, hice ruidos de gimoteos irregulares intercalados con lloriqueos de: ―¡No, no, detente! Momentos después, Hannibal murmuró: ―Te dije que no dañaras la mercancía, Stephen. Folla a otra en vez de esta. Mi muñeca crujió tan pronto como Hannibal cruzo el umbral, pero él dio una mirada al cuerpo y golpeo la puerta hacia mí. El látigo de corriente cortó su cintura en vez de su cuello, pero no lo suficientemente profundo. Seguía de pie. ―¡Perra! ―gruño Hannibal mientras algo rojo golpeaba el suelo. Parte de mí estaba gritando horrorizada, pero mi instinto de supervivencia sobrepaso a todo lo demás. Aníbal rió hacia mí, y yo azoté otra chisporroteante corriente hacia él. Esto corto a través de su hombro todo el
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camino hacia debajo de su lado, cubriéndome de un velo rojo mientras él tomaba velocidad al llegar hacia mí. Lo empujé lejos. Él cayó, pero la mitad que tenía su cabeza se desplomo hacia mí. Solo unos pocos centímetros de carne unían su lado izquierdo a su torso, ¿y todavía seguía vivo? ―Perra ―dijo con voz ronca. Abrí desmesuradamente los ojos. ¿Podía hablar también? No quería ver qué más podía hacer Hannibal. Otro estallido de corriente de una larga forma en Y lo hizo caer, pero no tuve tiempo de soltar un suspiro de alivio. Más pasos sonaron en el corredor. ―¿No me invitaron a la fiesta? ―preguntó una entretenida voz. No espere por él para que viera que la “fiesta” había tomado un giro letal. Tan pronto como los pasos se acercaban, azoté un cerrojo en el corredor, golpeando al que parecía el capitán Morgan. Él miró fijamente hacia mí con una extraña expresión en su rostro. Entonces todo al norte de su mandíbula se deslizo hacia abajo, golpeando el suelo con un ruido sordo que hizo eco de su cuerpo momentos después. ―Qué demonios. Una reciente urgencia de adrenalina se disparó a través de mí. El cuarto guardia miro fijamente hacia los restos del capitán Morgan con incredulidad. Entonces desapareció por las escaleras con velocidad vampírica. Corrí detrás de él, desesperación o agotamiento haciendo que mi corazón se sintiese como si fuera a estallar. El vampiro estaba casi en los controles, presionando un botón mientras volteaba a mirar atrás hacia mí. El látigo cortó a través de su rostro, pero estaba demasiado lejos para matarlo. Di otro latigazo hacia él mientras llegaba a la cubierta tan rápido que me caí. Inmediatamente, algo pesado se estrelló contra mí, agarrándome antes de golpear mi cabeza contra la fibra de vidrio. El quinto guardia se había unido a la pelea. Mi visión flotó mientras el dolor ardía en mi mente, pero si me centraba en eso, estaría muerta. En lugar de proteger mi cabeza como instintivamente quería hacer, extendí mi mano derecha contra el vampiro, disparando todo lo que tenía adentro hacia él. Inmediatamente, su peso se había ido. Gateé hacia atrás tan deprisa que casi me salía por la borda, pero agarré la barandilla justo a tiempo. Entonces esperé, mirando alrededor buscando frenéticamente a mi atacante. Nadie se apresuraba hacia mí. Nada se movía, en realidad. Usé la barandilla para ponerme sobre mis pies, mi mente continuaba en alarma mientras las náuseas y el oleaje hacían difícil encontrar mi equilibrio. No había dado otro paso cuando
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tropecé, maldiciendo mi torpeza. Entonces miré hacia abajo… y no pude apartar la mirada. No me tropecé porque siguiera con los efectos secundarios de un golpe en la cabeza contra el casco. Tropecé porque el suelo estaba cubierto de lo que lucía como lasaña. Me tomó unos pocos segundos para traducir el significado. No era lasaña. Eran los restos del vampiro que salto sobre mí. Mientras tanto; el otro vampiro estaba desplomado sobre los controles, marchitándose lentamente como todos los vampiros hacían cuando morían de verdad. Empujé tanta electricidad a mi atacante que había explotado. Estaba indecisa entre reírme de alivio y el deseo de gatear de vuelta a la baranda y vomitar hasta que me desmayara. Había querido matar a mis captores y lo había hecho, y todavía no había entendido el alcance de mis habilidades. Como de costumbre, la vida no esperaba hasta que estaba lista para mostrarme lo que tenía guardado. El sonido de varios golpes tiró de mi enfoque de la terrible vista a mi alrededor. Venían de la cubierta, y cuidadosamente se mezclaron con esperanza. ¿Era Maximus? ¿U otro guardia tratando de atraerme hacia abajo a la misma trampa que yo le había hecho a sus compañeros? Fui a la angosta escalera, mirándola con resignación. Mi cuerpo entero estaba agotado pero la pelea podría no haber terminado. Los chicos malos no tomarían un descanso pero tampoco podría hacerlo yo. No me moleste en deslizarme por las escaleras. Con mi cautela, no podía escurrirme sobre un vampiro que sabía que estaba llegando. Mi única defensa era mi mano derecha, y esta se sentía como una bombilla de luz que estaba a un toque del interruptor para quemar. Los golpes continuaron, desde abajo del suelo a pesar de que estaba debajo de la cubierta ahora. ¿Tendría este barco otro nivel? Me encogí en cada cabeceo y balanceo del barco, anticipando el sexto atacante que se lanzaría contra mí. La única puerta abierta a lo largo del pasillo era la que estaba llena de cuerpos, pero no estaba sola. Los continuos sonidos probaban eso. Buscaba al final del corredor cuando escuché otro golpe vibrando bajo mi pie. Salté hacia atrás, débiles chispas saltando de mi mano, antes de notar el pestillo en el suelo. Una bodega de carga se mantenía asegurada del exterior. Eso descartaba el inminente ataque de un sexto guardia. Otro golpe sonó. Maximus, pensé, haciéndome caer de rodillas de alivio. Halé del cerrojo, tiré de la puerta… y miré fijamente. ―Por favor ―murmuró una chica manchada de rojo. Sus ojos estaban cerrados y más formas ensangrentadas estaban junto a ella.
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Quería levantarla pero no la toqué. Incluso drenada, la vitalidad en mí podía dañarla y ella estaba muy cerca de la muerte. La directiva de Hannibal a Stephen sonó en mi mente. Folla a alguien en su lugar. No había sido la única carga que Hannibal había recogido. ―Todo va a estar bien. La ira hizo que mi voz sonara más fuerte de lo que me sentía. Los ojos de la chica revolotearon abiertos. ―¿Quién eres? ―balbuceó. ―Soy la persona que asesino hasta el último de los vampiros en este bote ―le dije. Después de ver el contenido de la carga, ya no rechazaba mis habilidades. De hecho, estaba contenta de haber hecho esos cinco guardias añicos. Ella sonrió frágilmente, entonces su desvaneció y cerró los ojos. Agité la puerta para obtener su atención. ―No. Necesitas permanecer despierta, y si alguien más está vivo, necesitas despertarlos, también. Dime que lo entiendes. Sus ojos se abrieron, su color azul me recordó a los de Gretchen. Parecían ser los mismos, también. Mi rabia creció. ―Lo haré. ―Entonces empezó agitar la forma más cercana a ella―. Levántate, Janice. La ayuda está en camino. Me levanté, impulsada por una fría determinación. Tan maldito como esto era. Entonces abrí cada puerta en el pequeño corredor. Dos eran almacenes, uno era un baño, y el cuarto… Me apresuré hacia adelante. Maximus estaba en el suelo en una pequeña habitación, cinta alrededor de su boca y algo que parecía un alambre de plata estaba desde sus tobillos hasta su cuello. Este se envolvía firmemente a su alrededor y desaparecía entre su piel en algunos lugares, como si sus movimientos lo hubieran profundizado. Me corte los dedos tratando de quitar el alambre, pero podía ayudar con la mordaza. La arranqué, golpeando su rostro cuando él siguió sin abrir los ojos. ―Maximus, despierta. No hubo respuesta. Si no fuera por el hecho de que los vampiros se volvían una cascara marchita cuando morían, podría pensar que había llegado demasiado tarde. Entonces, con insoportable lentitud, abrió los ojos. Lo miré fijamente con horror. Lo blanco estaba manchado con líneas de gris oscuro. Una mirada más cercana reveló que por debajo de la sangre seca, había manchas similares en su piel. ―Ellos nunca sacaron la plata liquida de ti ―susurré. No hubo respuesta de parte de Maximus. Sus ojos rodaron hacia atrás y se estremeció tan fuerte que el alambre arrancaba trozos de piel. Marty me
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había dicho lo que le pasaría a un vampiro si la plata liquida permaneciera en su sistema el tiempo suficiente. Esto no mataría a Maximus. Le haría algo peor: degradaría su cerebro hasta que se convirtiera en un demente, y una vez que llegara a esa etapa, no habría modo de volver atrás. Aún si cortaba el alambre de él, el veneno real seguiría destruyéndolo desde el interior. Maximus no podía ayudarme a salvar a los humanos moribundos en la bodega de carga. No podía salvarse incluso a sí mismo.
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Capítulo 16 Busqué en los cuerpos de los vampiros. Hannibal tenía el único teléfono móvil, e incluso éste había sido cortado a la mitad con el resto de la parte superior de su cuerpo. Así que gasté varios minutos inútilmente tratando de usar el sistema de comunicación del bote, pero lo sobrecargue cuando maté al vampiro que se desplomó sobre él. Incluso si un 1-900-VAMPIRO existiera, no tenía manera de contactarlos. No veía luces de botes cercanos tampoco, ni alguno hacia el que pudiera dirigirme. El motor estaba frito al igual que el sistema de comunicaciones. Quería gritar de pura frustración. ¡Tenía que haber algo que pudiera hacer! Entonces mi frustración comenzó a desvanecerse mientras la lógica se hizo cargo. Podía esperar hasta que eventualmente fuéramos a la deriva o en camino de otro bote, pero eso podría ser demasiado tarde para los demás. Pero había un vampiro que podía buscar sin la ayuda de la tecnología, y a pesar de todas las razones del por qué no quería hacerlo, a menos que estuviera dispuesta a permitir que Maximus enloqueciera y los demás humanos murieran, no tenía otra alternativa. Me senté en una parte de la plataforma que no estuviera llena de partes de cuerpos. Con la fresca brisa golpeando mi cabello, mantuve mi mano derecha sobre mi piel hasta que encontré una pista de una esencia familiar y la seguí. A los pocos segundos, la plataforma desapareció y me encontré mirando hacia el estacionamiento del Motel 6 en la curva sur. Luces provenientes de tres carros de policía arrojando flashes rojos y azules desde las ruinas del exterior de mi antiguo cuarto de hotel. La mayoría de las ventanas estaban destrozadas y las paredes exteriores estaban picadas de agujeros de balas. Con todos los disparos, el interior debería lucir como queso suizo, también. Entonces noté a la figura de cabello moreno en la esquina del estacionamiento, ladrando furiosamente en su teléfono en rumano. Verlo a él en lugar de mi secuestrador no presagiaba algo bueno, pero si fracasaba con Maximus y esa pobre gente al no tomar esta oportunidad, no podría vivir con eso. ―Cuelga, Vlad ―dije―. Necesitamos hablar. Conmoción paso por su rostro. Él se giró como si tratara de localizar mi ubicación, colgando sin decir otra palabra. ―Leila. Dónde… ―¿Estas admirando la obra de tu lacayo? ―lo corté, yendo a la defensiva―. Si es así, debes estar orgulloso. Hannibal disparo en este lugar con una completa indiferencia hacia las vidas de las personas inocentes, todo para hacer que Maximus estuviera los suficientemente lleno de plata liquida para que no fuera capaz de moverse. Fuego emano de sus manos.
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―No tengo nada que ver con esto, así que dime dónde estás. Ahora. Él podía estar tratando de encontrar mi ubicación en caso de que se hubiera dado cuenta de que me había liberado, pero como le dije a Maximus, si Vlad quería matarme, esperaba que fuera un poco menos cobarde sobre eso. Yo seguía preguntando sobre la cuestión más obvia, aún. ―¿Entonces por qué estás aquí? Apaga tus manos, los policías están en todo el lugar. Para puntualizar mi punto, un oficial de policía se acercó, mirando a Vlad de una manera sospechosa que ninguna persona en su sano juicio haría. ―Tú. Que está mal con tus manos… ―Cierra la boca y vete ―dijo Vlad con un destello de su mirada, aunque apagó las llamas. El oficial se dio la vuelta de regreso al hotel y Vlad continuó como si no hubiera sido interrumpido―. Estoy aquí porque rastreé el teléfono de Maximus hacia esta área, pero no estoy detrás de este ataque. ―Entones tenemos otro problema, porque el vampiro que me raptó sabía cosas sobre mis habilidades que solo tú y unos pocos de tus guardias sabían. Los rasgos de Vlad se endurecieron como diamantes. ―¿Oh? ―Primero lo primero. No estás sorprendido de que este viva, así que en realidad hice conexión contigo en mis sueños, ¿no es así? Sus manos no se encendieron de nuevo, pero brevemente se volvieron naranjas, como si el fuego tratara de liberarse solo pero él lo retuviera. ―Sí. Quizás no necesitas tocar nada físicamente para conectarte conmigo porque hemos compartido la sangre del otro, quizás porque tus poderes son más grandes que lo que te imaginas. De cualquier manera, tus “sueños” eran reales. Suspiré. En el fondo, siempre supe eso, aunque desesperadamente quería negarlo. Claro, eso significaba que tenía un negocio que resolver primero. ―Prométeme que no matarás a Maximus y te diré que es lo que sé sobre mi ubicación. Vlad gruñó algo en rumano. No pude traducirlo, pero reconocí varias maldiciones. ―No tenemos tiempo para juegos ―finalizó él. ―Lo sé ―disparé de vuelta―. Tengo a varios humanos que necesitan atención médica y un vampiro enloqueciendo por veneno de plata, pero dijiste que ibas a matar a Maximus. Así que a menos que jures ante las tumbas de tu padre y tu hijo que no lo harás, no te daré mi ubicación. Oh, y no podrás torturarlo, tampoco ―agregué, recordando el modo ambiguo en que él había guardado la promesa de no matar a Marty. Los ojos de Vlad cambiaron de cobre a verde, brillando con tanta vehemencia que me encontré a mí misma pensando en que si lo dragones fueran reales, tendrían ojos iguales a los suyos. Mi siguiente pensamiento fue que había sido engañada, porque entonces sonrió de esa letalmente agradable manera que había visto justo antes de que quemara a alguien hasta convertirlo en cenizas.
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―En la tumbas de mi padre y mi hijo, yo, Valdislav Dracul, juro no torturar o matar a Rossal de Payen, al hombre que conoces como Maximus. ―Él se detuvo un momento como si estuviera dejando que captara las palabras―. Vamos, Leila. ¿Dónde estás? Vlad era infame por su honestidad, incluso esa sonrisa me hacía sentir como si estuviera pasando por alto algo. Aunque, había hecho lo mejor que podía, y Vlad era la única oportunidad que Maximus y esos humanos tenían. ―Estoy en un bote, y desde que no estuve inconsciente mucho tiempo tenemos que estar en el lago Michigan…
El sol se había levantado hacía tres horas, pero aún no había visto otro bote. De alguna manera, eso era bueno. No podría explicar el desastre en la cubierta a la guardia costera, y eso significaba que el jefe de Hannibal no había descubierto que su “paquete” había matado a sus mensajeros. Estaba debajo de la cubierta, alternando entre vigilar a Maximus e ir a hacer lo que pudiera por las victimas desangradas. Eso no consistía en mucho más que dejar caer las cobijas, un canal de vendas y fabricar curas, y vasos de agua para las personas conscientes. Consideré cortar a Maximus para darles algo de su sangre, pero la última vez que me acerqué, solo un rápido salto lo detuvo de morder un pedazo de mi pierna. O el dolor lo hacía retorcerse instintivamente, o la locura había comenzado. Me encontré rezando a cualquier persona que pudiera escuchar que la ayuda no llegara demasiado tarde. Estaba en mi camino de vuelta de la bodega de carga cuando, de repente, no pude moverme. Era como si un invisible, solido puño me apretara de la cabeza a los dedos de los pies, sacándome el aliento tan pronto me congelé en mi lugar. Pánico gritó en mi mente, pero no podía sacudirme o sacar un aliento. Incluso se sentía como si la corriente en mi interior se detuviera en seco. Un zumbido empezó a sonar en mis oídos, volviéndose más ruidoso mientras los segundos se hacían más largos. Entonces, tan abruptamente como había venido, esa sensación de restricción se desvaneció. Caí hacia adelante, tomando enormes tragos de aire. Tuve que parpadear repetidamente para ahuyentar las lágrimas y los puntos negros en mi visión. Una vez que pude ver claramente de nuevo, miré hacia arriba… y me congelé por una razón diferente esta vez. Vlad se acercaba a mí, el cabello oscuro enredado salvajemente, su barba incipiente le daba a sus rasgos una mezcla de ferocidad y triunfo. Sus
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pantalones y camisa estaban empapados, su color azul claro haciendo que casi se pudiera ver a través de ellos. Parpadeé, preguntándome si no había caído en el borde de la inconciencia sin darme cuenta. Una débil sonrisa atravesó su boca. ―Soy real, Leila. ¿Lo ves? Agarró mis brazos y me levantó. Mis piernas temblaron pero resistieron, y con desiguales trozos de goma que seguían colgando de mis manos, toqué sus muñecas desnudas. El calor me quemó la piel en el mismo instante que la corriente crepitaba en su interior. Oh sí, era definitivamente real. De todos los pensamientos que cruzaron mi mente en ese instante, luce aún mejor de lo que recordaba era lo último que quería que Vlad oyera. Eso no importaba. Su sonrisa creciente me dijo que lo había hecho. Lo deje ir, centrándome en un tema más importante. ―¿Qué está pasando? No puedo moverme. ―Mencheres está conmigo ―dijo, como si eso explicara todo. Mi frente se levantó. ―¿Y? Él dejo caer una mano pero apretó la otra. ―Ven. Seguí a Vlad por las estrechas escaleras. Una vez en la parte superior, vi al vampiro egipcio, también empapado, inspeccionando los restos de mis secuestradores con admiración. Entonces Mencheres se giró, protegiéndose los ojos contra el brillo, del sol de mediodía. ―Mis disculpas por usar mis poderes contigo, Leila. Pensábamos que era necesario inmovilizar al bote entero en caso de que uno de tus captores hubiera sobrevivido. ¿Piensas que no me hubiera dado cuenta si alguien más hubiera tratado de matarme?, pensé cansadamente. ―Uno podría haber saltado sobre la cubierta y esperado a cogerte de improviso. ―replicó Mencheres, recordándome que Vlad no era el único lector de mentes en el bote―. Ese es el por qué nosotros nadamos los pocos últimos kilómetros. Nos notarían menos si estamos debajo del agua. ―¿Así que tú eres la razón para que me sienta como si estuviera recubierta de carbón invisible? El vampiro se encogió de hombros. ―Puedo controlar cosas con mi mente ―dijo, su tono implicando que eso no era gran cosa. Con esa increíble habilidad, Vlad debería tomar a Mencheres para cada misión de rescate. En todos sus ataques, también.
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Un gruñido me hizo mirar hacia arriba. La expresión de Vlad era cerrada, recordándome que esta no era una reunión feliz. ―Gracias a ambos por venir ―dije, mi voz tornándose formal―. La gente herida está en los almacenes de carga y Maximus está en una de las habitaciones de abajo. Otro ominoso sonido vino de Vlad. ―Lo sé. Puedo olerlo. ―Los humanos necesitan sangre para curarse ―dije, ignorando eso―. Y Maximus necesita sacar esa plata de su interior. Ha estado mostrando señales de… inestabilidad mental. Con eso, me dirigí escaleras abajo, Asegurándome de cantar todo lo que me viniera a la mente. Permanecer cerca de Vlad era mucho más duro que verlo en un sueño. Todos los sentimientos que había tratado de suprimir salieron a la superficie con despiadada intensidad, y eso era sólo cómo afectaba mi corazón. Mis manos seguían hormigueando de su breve contacto con su piel, y si sus ropas mojadas moldearan más explícitamente su cuerpo, pronto olería como a colonia de ramera para cualquier vampiro que estuviera a corta distancia. Él se ira pronto, me consolé. Entonces podría esconder de vuelta esas emociones traicioneras para centrarme en la caza del asesino de Marty. Hannibal dijo que no sabía quién lo había contratado, pero una búsqueda en sus recuerdos a través de sus huesos me mostraría si había mentido. Entré en la habitación donde estaba Maximus sin pensar en eso. Él estaba exactamente como había estado antes, pero con una marcada diferencia. Sus ojos estaban abiertos, plata manchándolos como espantosas venas, y estos estaban fijos en un punto sobre mi hombro. Me giré. Vlad estaba en la puerta detrás de mí. Él miró fijamente abajo hacia Maximus, su rostro fríamente inexpresivo. Entonces, casi casualmente, sacó un cuchillo. Los ojos de Maximus revolotearon cerrados, fuera por resignación o insensibilidad. Sin mi necesidad de concentración, un látigo de electricidad se disparó de mi mano. ―¡Me lo prometiste! Vlad hecho una mirada al brillo en mi mano y sus ojos se tornaron verdes. ―¿Me estás amenazando? Su voz rebosaba delicadeza y amenaza. Mi instinto era una mezcla de miedo y resolución. Él podía quemarme hasta la muerte antes de que yo sacara mi látigo, pero no iba a echarme atrás. ―Lo estoy si vas a romper tu palabra. Mi muñeca estaba repentinamente sujetada por un agarre de hierro. Cualquier otro vampiro podría haber sido golpeado hacia atrás por haber
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tocado mi mano derecha cuando estaba completamente cargada, pero Vlad absorbió el voltaje como si no fuera nada más que energía estática. Entonces la soltó, cepillando mi cabello hacia atrás con su mano libre. La que estaba sosteniendo el cuchillo. ―Te lo dije antes, no me gusta que me llamen mentiroso. ―El aliento de sus palabras se sentía como soplos contra mi cuello―. Pero más importante, si decido retractarme, no serías capaz de detenerme. Cegadoramente rápido, él estaba arrodillado frente a Maximus, cortando a través de ese alambre cortante con eficiencia brutal. El cordón de electricidad que había convocado se dobló a sí mismo antes de desparecer en el interior de mi mano como una tortuga buscando refugio en su caparazón. No, él probó que no podría detenerlo aun si su piroquinesis no estaba en la ecuación. Al momento, me sentí igual que lo que era: una mujer que estaba en camino de perder la cordura con criaturas a su alrededor. Todo en una sola vez, la soledad me agobió. No pertenecía al mundo vampiro, pero gracias a mis propias rarezas, no cabía en el mundo humano, tampoco. Me giré sobre mis talones, y me fui de la habitación. No podía hacer nada sobre el ser una paria en cada sociedad que existía, pero como mínimo podía dejarles saber a los aterrorizados sobrevivientes que la ayuda había llegado al fin.
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Capítulo 17 Mencheres y Vlad permanecían muy juntos, hablando en voz demasiado baja para poder oírlos. Aun así, se detuvieron tan pronto como regresé a cubierta. El cansancio me ayudó a contener un resoplido. Ni siquiera intentaban ser sutiles, ¿no?
―Mi socio estará aquí dentro de poco para transportarnos
―dijo
Mencheres. Bien. Había ido a comprobar a Maximus otra vez, ya que se veía en peores condiciones que los humanos, que ya era decir algo.
―Solo déjame en cualquier lugar después de que te ocupes de ellos ―dije echando una mirada intencionada a los cadáveres. No me habían importado antes mientras buscaba un celular, pero algunos llevaban dinero. Lo necesitaría para continuar mi caza de la mujer vampiro.
―Robarles no será necesario. Vienes conmigo. La incredulidad me hizo levantar la cabeza bruscamente. Vlad me dedicó una sonrisa a la vez encantadora y desafiante. Su expresión casi me retaba a discutir. Acepté ese desafío.
―No voy a ir contigo porque mis problemas ya no te conciernen. ―El hielo era más cálido que mi tono―. Así que gracias por la suposición arrogante, pero no gracias.
―Sí me concierne ―respondió, su tono frío tan amable como el mío―. Si no hago nada, después de que alguien intenta explotar y secuestrar a mi antiguo amor, mis enemigos pensarán que soy débil y atacarán a más de los míos.
―No soy uno de los tuyos y no necesito tu protección. Todos los cuerpos en este barco lo atestiguan. La encantadora sonrisa de Vlad nunca decayó. Me puse rígida, recordando que nunca era tan peligroso como cuando sonreía.
―Como quieras. ―Miró hacia la puerta que conducía a la bodega de carga―. Sus latidos son débiles y podrían no vivir lo suficiente para llegar al hospital. Qué pena. Mis puños se cerraron, única señal de la furia que me recorría.
―Prometiste sanarlos.
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―No ―respondió al instante―. Me hiciste jurar no matar ni torturar a Maximus, pero nunca negociaste por ellos. Dejarlos en un hospital es gratis, pero mi sangre viene con un precio. No había pensado negociar por ellos. Vlad, normalmente, no necesitaría ser sobornado para ayudar a víctimas inocentes. Sin embargo, por su expresión, no haría otra cosa más que llevarlos a un hospital si no lo acompañaba, y eso podría no ser suficiente. Solo la sangre de vampiro podría garantizar su supervivencia. Miré a Mencheres, pero el otro vampiro parecía estar fascinado viendo las olas romper contra el barco. ¿En serio?, pensé con disgusto. Su encogimiento de hombros fue mi respuesta. No obtendría ninguna ayuda de su parte tampoco. Una vez más, me encontré maldiciendo las limitaciones de mi humanidad. Vlad me tenía acorralada y ambos lo sabíamos.
―Sánalos y asegúrate de que están a salvo, e iré contigo ―decidí, la mandíbula tan tensa que apenas podía hablar. Sus dientes brillaron, era algo demasiado salvaje para ser llamado sonrisa.
―Sabia elección. Probablemente no, pero si no quería matar a esa gente yo misma, no tenía otra opción. Ya en el helicóptero miré el barco. Estábamos a suficiente altura para que el agua agitada por los rotores ya no fuera blanca. Vlad se sentó adelante con Mencheres, pero yo estaba en la parte trasera con los humanos, tratando de convencerlos de que no lloraran más, que estos vampiros no se los comerían. Mis intentos de consuelo fueron interrumpidos cuando una misteriosa luz azul impregnó todo el barco. Durante unos segundos no supe lo que era. Entonces un destello de color centró mi atención en Vlad. Estaba sentado como si estuviera completamente relajado, con una media sonrisa en la boca, pero sus manos estaban en llamas. Mi mirada voló de regreso al barco. Ahora sabía lo que era esa luz azul. Fuego. Vlad no modificó su posición relajada, incluso cuando el barco explotó con un ¡boom! espectacular que sacudió al helicóptero y llenó el lago de escombros ardiendo.
―Ya nos podemos ir ―dijo al piloto, un vampiro rubio y musculoso al que Mencheres se había dirigido como Gorgon. Cerré la boca con un audible click. Vlad no había preparado el barco con explosivos. Lo había destruido con su poder y aunque le había visto quemar gente hasta la muerte, no había conocido el alcance total de sus habilidades. Puesto que acababa de encender una embarcación de doce metros como si fuera una vela romana, supongo que debería sentirme halagada de que no se riera
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cuando lo amenacé antes. La explosión del barco fue tan devastadora como la de una bomba de gas.
―Mierda ―estallé cuando algo se me ocurrió―. No recogimos ningún hueso de esos vampiros. También había perdido, carbonizada, la parte del cuerpo de Adrian. No es que Hannibal lo hubiera traído con nosotros, incluso si se lo hubiera pedido. Los secuestradores eran notoriamente poco cooperativos.
―Contrataron mercenarios; dudo que sus huesos contengan nada útil ―dijo Vlad. No me pidió que le explicase el contexto tras mi pensamiento sobre Adrian. Debía de haber descubierto por qué Maximus y yo habíamos ido acarreando por ahí un trozo de cuerpo―. Exploté el barco para ocultar la evidencia de lo que hiciste y para enviar un mensaje al hombre que contrató a Hannibal. Ahora tendrá que vérselas conmigo. O la mujer ―añadió reflexivamente. Debió haber leído mis pensamientos también. Entonces Maximus dejó escapar un largo gemido, llamando mi atención.
―¿Por qué no has empezado a sacar la plata? La sonrisa de Vlad se mantuvo, pero se endurecieron sus rasgos.
―Va a requerir cortes amplios. Si lo hago, entonces seré culpable de torturarlo. Gorgon conduce el helicóptero y aunque Mencheres podría sujetarlo, no tienes la experiencia para extraerla correctamente. Tragué saliva. Por mucho que odiara la idea de que Maximus siguiera sufriendo, no quería liberar a Vlad de su promesa de no torturarlo. Tocaba esperar, entonces.
―¿A dónde vamos? ―Por favor no digas que de regreso a tu castillo, por favor no digas que de regreso a tu castillo…
―Está bien ―destellos esmeralda surgieron en los ojos de cobre bruñido―. No lo diré. Por segunda vez en diez minutos, la palabra mierda escapó de mi boca. Vlad solo se rió, el sonido era tan atractivo y despiadado como el hombre mismo.
Mencheres y su mujer, Kira, vivían cerca de Chicago, lo que explicaba la rapidez con la que se había unido a Vlad. Nos detuvimos en su casa primero, lo cual fue un alivio por varias razones. Primero, varios miembros del personal de Mencheres se pusieron inmediatamente a trabajar con Maximus. Segundo, pude
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ducharme y cambiarme el traje de neopreno, demasiado grande, con el que Hannibal me había vestido. Kira, amablemente me prestó uno de sus modelitos y, a juzgar por el lujo de su casa, no tendría ninguna prisa en que se lo devolviera. Apenas había acabado de vestirme cuando ya era hora de irse. Gorgon nos llevó volando a Vlad y a mí a un aeropuerto privado cercano donde el jet de Vlad estaba repostado y esperando. Maximus... bueno, Vlad mantenía su palabra, pero obviamente no lo había perdonado. Ni siquiera tuve la oportunidad de decirle adiós, insistiendo en que solo empeoraría las cosas. No tenía intención de provocar esa brecha entre ellos, pero aun así lo había hecho. Fue solo cuando nos embarcamos en el elegante avión de Vlad que fui completamente consciente de mis circunstancias. Por segunda vez en mi vida, estaba siendo empujada a la casa de Vlad porque un desconocido estaba tratando de utilizarme o matarme, en el orden que resultara más oportuno. Y Vlad solamente me protegía pensando en su propio interés. Habla de déjà vu. Cuando se sentó y me tendió la mano como había hecho en mi primer viaje a Romania, algo dentro de mí se rompió.
―No. Sus cejas se elevaron.
―¿Preferirías derribar el avión si accidentalmente cortocircuitas el sistema eléctrico? No seas infantil, sabes que es esto o guantes, que no tenemos.
―No me importa. Para mi horror, los ojos se me llenaron de lágrimas, había agotado todas mis fuerzas liberándome y matando a mis captores, así que ya no me quedaban más para luchar contra ellas.
―En el pasado mes, he sido rechazada, bombardeada, disparada, drogada y secuestrada, pero preferiría pasar por todo eso otra vez que sostener tu mano cuando actúas como... como si todo lo que pasó entre nosotros no importara. ―Mi voz se quebró―. Tal vez a ti no te pase, pero duele, incluso estar cerca. No puedo pretender que tocarte no será mil veces peor. Mientras limpiaba esas lágrimas traicioneras, me preparé para su burla. O para otra amonestación fría y práctica acerca de que mi condición necesitaba esta acción, pero Vlad no dijo nada. Me miró fijamente, su expresión cambió poco a poco de un cínico desapego a una fijeza casi patológica.
―No quiero tocarte tampoco. Las palabras me golpearon como una bofetada, pero antes de que pudiera responder, añadió:
―Nadie se siente como tú, así que cada roce de tu piel es un cruel recordatorio de lo que he perdido. Apenas puedo soportar mirarte, porque eres
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más bella de lo que me he permitido recordar, y cuando le quité ese alambre a Maximus y te olí en él, quería matarlo, más de lo que he querido matar a nadie en mi vida, aunque no pudiera, por la promesa que te hice. ―Su voz se espesó―. Ahora siéntate y toma mi mano, Leila. Los pilotos están esperando mi orden para irnos. Lágrimas lentas continuaban deslizándose por mis mejillas, pero por una razón diferente esta vez.
―Te importa. Las palabras fueron susurradas con una especie de desesperada maravilla. No estaba dispuesto a revocar su voto de no amar, sin duda, pero estaba equivocada sobre la apatía que pensaba que sentía. Que él admitiera todo lo anterior era bastante sorprendente; el hecho de que lo hubiera hecho al alcance del oído de sus pilotos era nada menos que asombroso.
―No te preocupes ―gruñó Vlad―. Tengo la intención de matarlos tan pronto como aterricemos. Me eché a reír, algo que no hubiera creído posible cinco minutos antes.
―No, no lo harás. ―Lo haré si repiten algo de esto. Eso sí me lo creía y aunque sabía muy bien todas las razones por las que debería huir de este hombre letal, arrogante y enloquecedoramente complejo, me senté y tomé su mano. Podía fingir que no tenía opción, pero sería mentira. Él podía enviar a uno de los pilotos a conseguir guantes. Demonios, podría haber enviado a alguien a hacer eso cuando estábamos en casa de Mencheres. Ya puestos, yo podría haber traído el traje de goma que mis secuestradores me habían hecho llevar; no es como si las complicaciones de volar fueran una sorpresa para mí. Pero ninguno de nosotros había hecho esas cosas. En el fondo, los dos deseábamos esto, sin importar lo mucho que doliera. Su mano se apretó contra la mía y las corrientes saltaron hacia él como si también lo hubieran echado de menos. Encontré su mirada y algo estalló entre nosotros, no tangible como la electricidad corriendo de mi carne a la suya, pero igual de real. Apenas me di cuenta cuando ordenó a los pilotos despegar y el ruido de los motores no se podía comparar con los latidos de mi corazón cuando apartó mi cabello hacia atrás para acariciarme el rostro.
―Nunca deberías haberme dejado. Extendí la mano también, trazando una línea por encima de la barba, en la mandíbula, antes de pasar a la suavidad de su mejilla.
―No deberías haberme obligado a hacerlo. Sus labios se curvaron en algo que no era del todo una sonrisa.
―Realmente no quieres que te quiera, Leila.
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―¿Es eso lo que te dices a ti mismo? ―le dije mientras dejaba escapar una suave burla.
―Es lo que sé ―dijo, un toque de ira tiñó su tono. ―¿Recuerdas el sueño que seguía teniendo? ―susurré―. ¿El de la cascada de fuego? Finalmente me di cuenta de qué voz me seguía advirtiendo que me fuera. Era la mía y tú, eras el fuego que no podía aferrar sin importar lo mucho que lo intentara. Es por eso que me fui Vlad. Si me hubiera quedado, tu negativa a considerar siquiera la posibilidad de amarme habría terminado por destruirme. Puse un dedo sobre sus labios cuando tomó aire para responder y cerré los ojos.
―No quiero discutir. En este momento, quiero hacer lo que intenté hacer cuando soñé que estaba en este avión hace unos días. Apoyé la cabeza en el hueco de su hombro, colocando mi otro brazo sobre su pecho. Se puso rígido, pero no hizo ningún movimiento para alejarme.
―¿Esto es lo que intentabas hacer cuando viniste a mí esa noche? ―Su voz era áspera. Asentí, preguntándome si estaba enfadado. Es cierto que era una violación de su espacio personal y Vlad era quisquilloso acerca de que la gente lo tocara, pero en mi defensa, pensé que estaba soñando... Su brazo libre se deslizó a mi alrededor y la rigidez dejó su cuerpo. Entonces algo rozó la parte superior de mi cabeza, demasiado brevemente para decir si era su barbilla o sus labios. En algún lugar muy dentro de mí, ese retorcido nudo lleno de dolor empezó a aflojarse. Y de repente, deseé que el vuelo a Romania durara más de doce horas.
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Capítulo 18 O bien los fármacos que me inyectó Hannibal eran de larga duración, o no me había dado cuenta de lo agotada que estaba. Fuera lo que fuese, terminé durmiendo casi todo el vuelo. Cuando me desperté, Vlad había vuelto a su distanciamiento de costumbre. Mejor, me dije. Nada había cambiado realmente, excepto la certeza de que no era la única molesta por nuestra separación. Un pobre consuelo para mi orgullo y de ninguna utilidad para mi aún herido corazón. Pasamos las últimas dos horas en tenso silencio. Una vez que aterrizamos y nos trasladamos a un coche, no podía esperar a llegar a su casa para poder poner algo de distancia entre nosotros. Por supuesto al igual que con todos mis deseos, en vez de la cereza, obtuve una bomba fétida. Había visto su casa muchas veces, pero cuando llegamos y nos bajamos, la vista me cortó la respiración de nuevo. Cuatro pisos de reluciente piedra blanca y gris se elevaban por encima de mí, viéndose aún más imponentes por las torres triangulares que se elevaban desde cada esquina. Tallas ornamentales adornaban cada pilar, balcón y ventana al exterior y gárgolas de piedra vigilaban en lo alto de las torres. La limusina podría caber a través de los doce metros de altura de la casa y los cinco metros de ancho de las puertas, con dragones en las aldabas de aspecto antiguo que no eran necesarias. Tan pronto como nuestro vehículo se detuvo, las puertas se abrieron y permanecieron abiertas, apareciendo un guardia a cada lado. Estaba admirando lo verde que se habían puesto todos los árboles cuando una chica pequeña con el cabello negro largo hasta los hombros se acercó desde la entrada.
―Gretchen ―dije sorprendida, encantada de ver a mi hermana―. ¿Qué estás haciendo...? Mi pregunta fue interrumpida por una sonora bofetada. Aturdida, la miré boquiabierta mientras acunaba mi mejilla.
―¿Cómo pudiste? ―gritó―. ¡Nos dejaste pensar que estabas muerta! Papá y yo estábamos planeando tu jodido funeral cuando él ―hizo un movimiento brusco hacia Vlad―, se presentó para decir que estabas viva y teníamos que volver aquí por nuestra propia seguridad. ¡Entonces no llamas ni una vez y nadie nos dice nada hasta hace diez minutos cuando dicen que vas a llegar pronto!
―¿Papá está aquí también? ―Sí, estoy aquí ―dijo una voz acerada detrás de Gretchen.
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Tragué saliva sintiendo retroceder el tiempo, me sentí como cuando niña esperaba mi castigo. Un hombre delgado con el cabello sal-pimienta apareció en la puerta, su porte erguido a pesar de apoyarse más en el bastón que la última vez que lo vi.
―Cumpliste tu palabra ―dijo mi padre. Pero no me miraba a mí sino a Vlad.
―Siempre mantengo mi palabra ―respondió antes de rodear a grandes zancadas a mi padre y entrar en la sala principal de la casa.
―¿Qué tienes que decir en tu defensa? ―exigió Gretchen. Me volví hacia ella. Abrí la boca y… no salió nada. ¿Qué podía decir? ¿Que no les había dicho que estaba viva por miedo a que Vlad los usara contra mí si él era quien estaba detrás del bombardeo? Había parecido un argumento viable en ese momento, pero ahora perdía su fuerza tomando en cuenta que Vlad se había apresurado a ponerlos a salvo. La culpa me golpeó más duro que la bofetada de mi hermana. No solo había dejado a mi familia creer que estaba muerta. Había dejado que Vlad lo creyera también. Mientras estaba con Maximus dudando de él, Vlad se había asegurado de que mi familia estuviera a salvo antes de buscarme. Las palabras lo siento ni siquiera empezaban a cubrir esto.
―No era mi intención hacerles daño ―lo dije, pero sonó tan inadecuado como era. Gretchen me dirigió una mirada fulminante. Luego giró sobre sus talones y se alejó. Momentos más tarde, me pareció oír un portazo. Eso me dejó con mi padre y los dos vampiros que seguían sosteniendo las enormes puertas abiertas, con rostro inexpresivo. Hugh Dalton me lanzó una larga mirada y luego suspiró.
―Vlad dijo que pensabas que nos protegías con este engaño, ¿es cierto? ―Sí. ―Se me hizo un nudo en la garganta. También sabía por qué lo había hecho. No podía estar más avergonzada.
―Bueno. ―Mi padre me dirigió una sonrisa glacial―. Me gustaría decir algo más, pero creo que la bofetada de Gretchen lo dejo todo cubierto. Intenta tener mejor criterio la próxima vez, ¿de acuerdo? Tragué saliva sintiendo tantas cosas que no sabía por dónde empezar con las auto-recriminaciones.
―Lo haré.
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Un vampiro llamado Oscar me escoltó a la misma habitación donde me había alojado antes de que Vlad y yo comenzáramos a salir. Estaba en el segundo piso, dos niveles por debajo del cuarto de Vlad. La visión de la cama con dosel y encajes, la chimenea de mármol, el enorme armario antiguo y las paredes índigo no debería haber sido deprimente, pero así fue. Meses atrás, la había llamado la Habitación Azul por el color y la impresión psíquica que recogí de la mujer llorando que estuvo aquí antes que yo. Los problemas de su relación se habían resuelto, según descubrí más tarde. Los míos eran irreparables. Era justo después de las diez de la mañana, hora rumana, pero convertido al Horario Vampírico de Greenwich era prácticamente medianoche. Por lo tanto, no hice ningún intento de hablar con Vlad. Me había dormido en el vuelo, pero él seguramente estuvo despierto asegurándose de que mi mano no hiciera un cortocircuito en el jet. Además, no estaba segura de qué le diría. Me di una ducha y me puse un traje que escogí del armario repleto, no me sorprendí al descubrir que eran de mi talla. La casa de Vlad disponía siempre de todas las comodidades. Luego bajé al primer piso, pasando por varias habitaciones magníficas en busca de una en la esquina más lejana al este. Una vez dentro de la cocina, me sentí contenta de ver una cara familiar.
―Hola, Isha ―saludé a la corpulenta y canosa mujer que era una de las muchas cocineras de la casa. Los guardias de Vlad eran vampiros y también los del servicio, pero se aseguraba de que los donantes de sangre humanos que vivían aquí comieran como reyes. Igual que sus invitados. Podría haber ordenado servicio de habitaciones, pero no quería darme aires. Isha dejó de picar.
―Señorita Dalton ―contestó con su pesado acento rumano―. ¿En qué puedo ayudarle? Parpadeé. Había sido “Leila” antes y, ¿era mi imaginación o me estaba mirando de forma muy política?
―No te preocupes. Sólo vine a tomar algo de fruta y queso. Isha bloqueó la parte de delante del enorme frigorífico antes de que pudiera dar dos pasos dentro de la cocina.
―Señorita Dalton, por favor indíqueme dónde le gustaría que le sirvieran el desayuno y estaré feliz de hacer que se lo lleven. Ahora me quedé mirándola con incredulidad. No podía contar todas las veces que me las había apañado sola cuando vivía aquí, normalmente mientras mantenía una conversación agradable con Isha o uno de los otros cocineros.
―No hay problema, ya lo hago yo ―intenté de nuevo.
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La mirada de Isha se estrechó pero sonreía, marcando líneas que demostraban que tenía sobre sesenta años cuando fue cambiada.
―Tonterías, será un placer. ¿Debería enviar un plato a su habitación o al salón de la segunda planta? Su tono no podía ser más civilizado. Igual que sus palabras y, aun así, sentí que estaba siendo reprendida.
―En el salón está bien. Gracias señora... ―Mierda, no sabía su apellido. “¡Llámame Isha, querida!” dijo cuando nos conocimos y nos habíamos tuteado desde entonces. Se giró sin otra palabra, volviendo a su tabla de picar. Más rápido que una máquina, picó una juliana con un montón de verduras, con la luz de la mañana reflejada en su cuchillo. Me fui, pero decidí tomar el camino largo a mi habitación. Había algo que quería probar primero. Mientras paseaba por la planta baja, me esforcé por saludar a cada persona que reconocía. Todos eran impecablemente educados, pero gente que una vez consideré amigos, ahora hacían que Las Mujeres de Stepford 4 parecieran más cálidas. Si tuviera los sentidos de los no-muertos, apuesto que el aroma de desaprobación hubiera obstruido mis fosas nasales. No había que esforzarse mucho para saber por qué. Imagino que había hecho lo imperdonable al romper con su Maestro. Incluso si escucharan mis razones, obviamente pensarían que debería de estar agradecida y aceptar cualquier muestra de afecto que Vlad me ofreciera. Ahora sabía cómo se sentía una bola en una máquina de pinball... todo lo que tocaba parecía rebotar lejos tan rápido como podía. La frialdad de su gente no debería molestarme, pero lo hacía. Mi estómago gruñó, recordándome que no había comido nada en más de un día, pero en lugar de ir a la segunda planta, fui a la pequeña escalera detrás del jardín interior. Luego continué por un pasillo de piedra estrecho y abrí la segunda puerta después de la capilla. El gimnasio. Había pasado la mayor parte de mi infancia en uno de estos, por lo que las poleas, colchonetas, pesas, camas elásticas y barras asimétricas significaban más que el ejercicio. Eran máquinas del tiempo que me transportaban a un pasado sin preocupaciones, antes de que tocara el cable eléctrico caído. Fui a la cama elástica y empecé varias series de giros, pero me recordaron mis actuaciones con Marty. Bajé de un salto y fui a una colchoneta, luchando contra una oleada de dolor.
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The Stepford Wives (Las mujeres perfectas), es una novela de 1972, escrita por Ira Levin.
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Ahí, comencé a hacer la rutina que había perfeccionado cuando tenía trece años y tuve la oportunidad de entrar en el equipo olímpico de gimnasia. Mi cuerpo no estaba en condiciones y además no llevaba la ropa adecuada, pero hice la serie completa de ejercicios de todos modos. Luego otra y otra. Pronto mis vaqueros y camiseta estaban húmedos, pero no lo dejé. Algunos días, si me esforzaba lo suficiente, casi podía oír la voz de mi madre. ¿Quién es mi pequeña campeona? Estoy tan orgullosa de ti, cariño...
―¡Leila! La voz femenina no venía de mi imaginación. Venía de una rubia rojiza al otro lado de la habitación.
―¡Todo el mundo, Leila ha vuelto! ―gritó Sandra hacia el pasillo. Entonces se me acercó con una sonrisa―. ¿Por qué no nos habías avisado? Su felicidad genuina fue como un bálsamo sobre el ardor de una picadura. Si no fuera porque la electrocutaría hasta la muerte, la habría abrazado durante una hora.
―Yo, ah... ―Tenía miedo de que me gritaran o rechazaran otra vez―. No estaba segura de que estuvieran despiertos Terminé la frase sin convicción. Sandra se rió.
―No lo estaba hace una hora, pero hubiera estado bien. ¿Por qué has vuelto? ¿Vlad y tú han… ?
―¡Aquí está! ―gritó Joe, cortando la pregunta de Sandra. En nada de tiempo, me encontré diciendo hola a viejos amigos y conociendo a nuevos residentes, donantes del turno de alimentación de la mañana.
―Ven, tienes que contarnos todo ―comenzó Sandra y luego sonrió―. No quería hacer ejercicio de todas maneras. No podía contarle todo, pero podía darle algún detalle. Además, había una cocina aquí abajo también y, a diferencia de la de arriba, no tenía vampiros que me guardaran rencor.
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Capítulo 19 Después de un par de horas agradables donde me puse al día con Sandra y los demás, regresé al piso de arriba. Allí pasé otro par de horas no-tanagradables con Gretchen y mi padre, intentando explicarles que alguien había colocado una bomba en la tubería de gas y que ese mismo alguien consideraría a mi familia un excelente cebo si él, o ella, se daba cuenta de que había sobrevivido. Mi padre, un ex teniente-coronel, lo entendía y parecía dispuesto a perdonarme. Me pregunté si Gretchen alguna vez lo haría. Por fin, regresé a mi habitación y tomé otra ducha. Una vez limpia y cambiada de ropa, miré por la ventana el cielo oscuro e intenté no preguntarme si Vlad estaría despierto. De todas las personas que estaban enfadadas conmigo, él era el que más derecho tenía de estarlo. A pesar de la forma fría en que había terminado nuestra relación y lo difícil que era estar cerca de él, todavía le debía una disculpa por creer que había estado detrás de la bomba en el circo. La próxima vez que lo viera, pagaría esa deuda. Mientras tanto, me distraje pensando cómo estaría Maximus. No le iba a preguntar al personal y preguntárselo a Vlad equivalía a provocar fluidos inflamables. Sin embargo tenía otra manera de ver si Maximus se había recuperado. Pasé la mano derecha sobre mi piel, encontrando el rastro de esencia que Maximus había dejado. Entonces me centré en él hasta que la Habitación Azul se desvaneció y una completa oscuridad me rodeó. Por un segundo, me quedé confundida. Entonces vi un resplandor verde y oí la voz de Vlad.
―... no era lo que yo quería. Preferiría matarte. Un profundo suspiro.
―Entonces, ¿por qué no lo haces? La voz de Maximus. Aún no podía verlo, pero sonaba sano, para mi enorme alivio. ¿Dónde estaban que la única luz provenía de los ojos de Vlad?
―Leila. ―Mi nombre colgó en el aire estigio5. Después soltó una breve carcajada―. Ella se negó a decirme dónde estaba hasta que prometiera no torturarte ni matarte. Maximus se rió también. Una risa sin humor igual a la de Vlad.
―Olvidó algunas cosas, como prisión eterna. ―Es joven ―dijo Vlad―, y puede no ser eterna. En un siglo o dos, podría superar mi enfado y dejarte salir.
5 Estigio: Perteneciente o relativo a la Estigia, laguna del infierno mitológico. Infernal.
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Algo resonó al chocar y entonces otro destello de verde rellenó la oscuridad. Los ojos de Maximus brillaron lo suficiente para poder ver que su cara estaba presionada contra barras de metal grueso.
―Ella llevará mucho tiempo muerta para entonces ―dijo con voz áspera. El brillo en los ojos de Vlad aumentó.
―¿Lo estará? Ahora sabía dónde estaban los dos y la rabia se disparó en mi interior. Maximus no había vuelto a la casa de Mencheres. ¡Estaba a treinta metros por debajo de mí en las mazmorras de Vlad!
―Leila rechazó tu oferta de transformarla en vampiro. ―El tono de Máximos más duro―. Ha terminado contigo ¿recuerdas? La risa de Vlad estalló, baja pero implacable, como el trueno de una tormenta en primavera.
―Si pensaras eso no habrías mentido sobre su muerte. Debes haber adivinado que le estaba permitiendo dejarme, pero que no le permitía irse. Por eso le impediste ponerse en contacto conmigo, convenciéndola de que podría estar detrás de la bomba.
―Podrías haberlo hecho ―gruñó Maximus. Las manos de Vlad brillaron, cerrándose sobre las de Maximus. Solo los gruesos barrotes de metal separaban sus caras cuando se inclinó.
―Eso te gustaría creer ―dijo suavemente―. De otra forma, me habrías traicionado por nada. Las miradas brillando a juego mostraban cada matiz de un pedernal. Finalmente, la boca de Maximus se frunció y extrajo las manos de debajo de las de Vlad.
―Oh, yo no diría que fue por nada. Mi mandíbula cayó. Su insinuación era clara, como probaban las manos ardientes de Vlad. Una parte de mí estaba ofendida por la falsa insinuación mientras que otra aplaudía a Maximus por marcar un tanto a pesar de encontrarse indefenso. Y de eso me iba a encargar ahora. Encerrarlo en un calabozo contaba como tortura en mi libro, especialmente porque Vlad tenía la intención de mantenerlo allí uno o dos siglos. Vlad ladró algo en respuesta, pero la habitación nadaba a mi alrededor, la oscuridad dando paso a una avalancha de azul mientras perdía el enlace. Después de reorientarme me sentí mareada, no necesitaba un espejo para saber qué era el calor que brotaba de mi nariz. La furia lo hizo irrelevante. Vlad podría pensar que me había superado, pero estaba a punto de demostrarle lo contrario.
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Me limpié la sangre del labio superior y salí de mi habitación, prácticamente corriendo por las escaleras hacia el jardín interior y la escalera de atrás. Bajé los escalones de dos en dos, girando a la izquierda en el túnel, en lugar de a la derecha como de costumbre. Mis pasos resonaban en el espacio cerrado, pero desaceleré en los últimos veinte metros. Tenía un plan para pasar a los guardias y correr hacia ellos no ayudaría. El pasillo se curvaba y estrechaba, con dos guardias al final, delante de una puerta de hierro de un pie de espesor.
―Lo siento, señorita Dalton, no puede estar aquí ―dijo el de cabello rubio rojizo. Entonces frunció el ceño―. Está sangrando. Le di mi mejor mirada de mujer indefensa, esperando que confundiera la rabia que hervía dentro de mí con otra cosa.
―Lo sé, por eso tienes que dejarme pasar. Necesito que Vlad me cure. Podría ser serio. Los guardias intercambiaron una mirada cautelosa.
―Él no la ha autorizado a bajar aquí ―dijo el guardia fornido y pelirrojo―, sin embargo, estaría encantado de darle mi sangre... ―¿No se enfadaría por eso? ―interrumpí, ensanchando los ojos―. ¿Beber tu sangre estando él tan cerca? Los guardias intercambiaron una mirada incluso más cauta mientras por dentro me reía. Eso es. Piensa en lo territoriales que son los vampiros y como, cuando vivía aquí, solo bebía la sangre de Vlad. Para más efecto, me tambaleé y aunque el guardia de cabello rubio me sostuvo, tan pronto como me enderecé, retiró sus manos mientras miraba a su alrededor con aire de culpabilidad. Jaque mate.
―Voy a pedir el permiso para dejarla pasar ―dijo el guardia pelirrojo. Él no era tan fácil de engañar. Seguro estaba casado. En respuesta, me dejé caer totalmente flácida. Como esperaba, no golpeé el suelo antes de que unos brazos fuertes me cogieran. Entonces fui levantada, el viento soplando a mi paso de lo rápido que corría el que me llevaba por el pasillo estrecho hacia el calabozo. Mantuve mis ojos cerrados y mi cabeza caída mientras atravesábamos más puestos de control. Ninguno de los guardias de Vlad quería ser responsable de mi muerte y aun así, estaban demasiado asustados para darme su sangre. Cuando la cuarta y última puerta se abrió, me senté y empujé los brazos que me sostenían. No había necesidad de ponerles fácil el arrastrarme fuera una vez que el engaño se descubriera.
―Déjame bajar ―le dije al guardia, que resultó ser el rubio y no el pelirrojo. No me sorprendí.
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Mis pies acababan de tocar el suelo cuando la voz de Vlad tronó a través de la oscuridad cavernosa que nos rodeaba.
―¿Qué demonios está haciendo ella aquí?
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Capítulo 20 Un resplandor naranja precedió a su aparición, mostrando que el monolito de piedra en el centro no estaba vacío como la última vez que había estado en la mazmorra. Dos vampiros colgaban clavados de las cadenas de plata incrustadas en la roca, un tercero empalado en frente de ellos. Cuando Vlad se acercó, más luz de sus manos llameantes mostraba cuál parte de él, a lo largo del poste de madera, había entrado de primero. ―Eso es enfermizo. ―Suspiré, temporalmente distraída. Él hizo caso omiso de eso, apuntando un dedo flameante al guardia. ―Has comprado para ti mismo algo de tiempo doloroso para pensar, Jameson. ―¡Pero ella está sangrando! ―protestó el guardia, dándome un pequeño empujón hacia adelante. ―Así que vienes y me encuentras ―dijo Vlad fríamente. Las llamas en sus manos desaparecieron mientras se apoderaba de mi mandíbula, volviendo mi cabeza y forzadamente evitando que mirara a sus prisioneros. ―No la traigas hasta aquí sin permiso, nunca ―continuó él, hablándole aún a Jameson, mientras me miraba―. Una semana en el poste te recordará eso. ―No iba a dejar que te tiraras uno de tus habituales actos de desaparición, así que lo engañé fingiendo que me había desmayado ―le espeté, tratando sin éxito de golpear la mano―. ¿Quieres castigar a alguien? Castígame. Él agarró un puñado de mi cabello. Entre eso y su agarre en mi mandíbula, no pude moverme cuando se inclinó, colocando directamente sus labios por encima de mi oreja. ―Te estoy castigando ―susurró―. Sufrirás de culpa cada día que él esté en ese poste. Entonces, tal vez la próxima vez, lo pensarás dos veces antes de engañar a mis guardias. Empujé su pecho en el mismo instante en que mi liberó, así que terminé empujando sólo aire. Vlad se paró a unos metros, casi invisible contra la oscuridad con su camisa gris marengo y pantalón negro. Si no fuera por el resplandor esmeralda viniendo de sus ojos, no habría sabido dónde estaba. ―Ahora, discúlpate por interrumpir. ―No susurró. En su lugar, la orden resonó en el interior cavernoso. A pesar de eso, no pude contener mi bufido. ―Preferiría sangrar hasta la muerte. ―Si fueras cualquier otra persona, esas serían tus últimas palabras. ―De repente, me estaba acordando que el calabozo era un lugar de donde la mayoría de las personas que entraban nunca salía. Había asumido el asalto aquí desde mi punto de vista: iba a quebrar a mi ex-novio de una nueva manera por su
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solapada manera de romper una promesa, y tenía que conseguir pasar a través de algunos de sus compinches primero. Desde la perspectiva de un vampiro, había engañado a guardias altamente capacitados, traicionando a su Maestro, para llevarme a la que se suponía que era la zona más segura de su casa. Que hubiera hecho eso en frente de combatientes enemigos probablemente lo hizo peor. Supongo que el equivalente humano sería perra golpeando a mi ex novio en su boda, mientras le contaba a todo el mundo que tenía un pene pequeño, sin embargo, eso tendría consecuencias a corto plazo. Con el sistema feudal basado en el miedo bajo el que vivían los vampiros, las repercusiones de esto podrían durar durante siglos, y yo ni siquiera podría reclamar ya más la exención de la novia. ―Por fin, empiezas a entender ―dijo Vlad, la ironía fijándose en su tono. Ya no veía el guardia rubio que había engañado para traerme aquí abajo, pero incluso si Jameson se había ido, seguía escuchando. Todos los guardias que había engañado estarían escuchando, y ellos repetirían mis siguientes palabras al resto del personal de Vlad, quienes las repetirían a otros vampiros, quienes eventualmente las repetirían a sus enemigos. Yo podría preferir cualquier represalia que Vlad se viera obligado a repartir tomándola como disculpa, pero esto era más grande que yo. Eso no significaba que estaba pasando por alto lo que él le había hecho a Maximus. Voy a pasar de largo hoy, pero si te niegas a verme después de esto, voy a hacer que me empales con el equipo que escoja, pensé desafiante. Entonces me aclaré la garganta y pronuncié una disculpa que nunca tuve la intención de dar. ―Por favor, perdona la intromisión. No debería haber llegado hasta aquí y lo siento. ―Mi tono era bueno, pero si pequeñas chispas se disparaban de mi mano derecha en señal de protesta, no podía hacer nada acerca de eso. Una sonrisa se dibujó en el rostro de Vlad. ―Te perdono, pero sólo porque dijiste “Por favor". Imbécil, pensé. Entonces me quejé ante el coro instantáneo de "¡Por favor!" mezclado con los gritos por liberación de los presos de Vlad. No me asombraba que estuviera tan enfermo de la palabra. ―Sólo soy misericordioso con una persona al día ―lanzó él por encima del hombro―. Como va el dicho, hoy no es tu día y mañana no se ve bien, tampoco. ―Luego su mirada aterrizó de nuevo en mí―. Ahora, pídeme que te cure. REALMENTE te estás extralimitando, pensé, mirándolo. Enseñó sus dientes en una encantadoramente feroz sonrisa. ―Mi mazmorra, mis reglas. Mentalmente, lo maldije en inglés y rumano, pero en voz alta dije:
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―¿Me darías algo de tu sangre para curarme? ―Otro destello de dientes, ahora con colmillos. ―Ven y consíguela. Me acerqué a él de la misma manera que lo haría a una cobra balanceándose y levantada, con extrema precaución. Estar en cercana proximidad a Vlad era peligroso, sobre todo porque los dos aún teníamos sentimientos el uno por el otro. La extraña suerte de "tiempo fuera" que habíamos experimentado en el avión había terminado, por lo que tocarlo ahora era jugar con fuego, literalmente, y él se había asegurado de que no tuviera otra opción. Si la tienes, susurró mi voz interior. ¡Recibe una paliza en su lugar! Hice una pausa, considerando eso, y Vlad me jaló hacia él. A pesar de mi ira, era la que sentía descargas de electricidad chisporroteando en mí cuando su cuerpo tocó el mío. Por el segundo más breve, cerré los ojos, saboreando la sensación. Entonces los abrí de repente y miró hacia él en desafío. ―¿Vas a darme tu sangre o no? Su sonrisa había desaparecido, reemplazada por labios apretados y salvaje intensidad. Luego levantó su muñeca, la mordió profundamente, y la sostuvo sobre mi boca. No alejé la mirada mientras separaba mis labios, tomando ese cálido líquido, fuertemente aromatizado. Nunca pensé que extrañaría el sabor de la sangre, pero con un trago, sabía que había extrañado la suya. Mis párpados se sentían pesados con el tipo más extraño de dicha, sin embargo, me negué a cerrarlos. Mantenerlos abiertos resultaba casi tan traicionero. La mirada en sus ojos cuando sellé mis labios sobre los pinchazos y chupé envió calor disparado directamente a mi centro. ¿Has extrañado esto, también?, susurró una parte oscura de mí. No fue mi odiada voz interior; esta venía de otro lugar. Un lugar que se sentía como si sólo se encendiera a la vida cuando Vlad estaba cerca. Sus labios se abrieron, mostrando la punta de sus colmillos. ―Pregúntame de nuevo y te mostraré. ¿Una amenaza? ¿Una promesa sensual? ¿Ambos? Humedecí mis labios. Incluso ambas me darían más placer de lo que podía soportar… ―No ―dije, la sencilla palabra haciendo eco de mi vehemencia. Su abrazo era mi droga de elección, y como cualquier adicto sabía, una muestra era demasiado, y mil no eran suficientes. Entonces lo empujé. Algo peligroso ardía en su mirada, pero no hizo nada para detenerme. Varias antorchas se encendieron a la vida,
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permitiéndome encontrar mi camino a la salida sin tropezar o andar a tientas. Una vez que la alcancé, me volví hacia él. ―Quise decir lo que dije. Todavía tenemos que hablar. ―Preséntate en mi salón privado, a las diez de esta noche. De lo contrario, voy a considerar el asunto cerrado. Su salón privado, el mismo lugar que solía cruzar cada mañana, porque unía su dormitorio con mi antigua habitación. Preferiría enfrentarme antes a un pelotón de fusilamiento que ir allí, pero si me negaba, Maximus podía permanecer encerrado en esta mazmorra durante siglos. La sonrisa que Vlad me dedicó antes de que desapareciera en la oscuridad dijo que ya sabía lo que yo había escogido.
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Capítulo 21 Entre en la sala exactamente a las diez de la noche. Vlad estaba en el sofá, dos vasos de vino y una botella de obsidiana frente a él. El televisor estaba apagado, y la luz de la chimenea lanzaba un suave resplandor sobre el color ladrillo del sofá. Recuerdos me asaltaron sin piedad como mi temor. Vlad y yo habíamos pasado muchas tardes relajándonos con una botella de vino en ese sofá. Habíamos hecho otras cosas también. Sin invitación, amablemente se deslizo junto a mí, que no tuve nada que hacer ante el fuego abrazador. Trate de hablar con aspereza. ―¿No sabes por qué pedí hablar contigo, no es así? Él rió, medio gruñido y medio ronroneo entretenido, haciendo un caos de mis sentidos, que mis cabellos se pararon. ―¿Piensas que estoy tratando de seducirte? Que presuntuosa, considerando que nunca permitiría que una ex amante volviera a mi cama. Lancé una mirada a las copas de vino, la luz romántica, y finalmente a él de nuevo. Si Vlad no estaba seduciéndome, entonces estaba tentándome con aquello que yo no podía tener. Me había vestido con un simple vestido marino que llegaba hasta mis rodillas. Su pantalón negro se aferraba a su parte inferior, mientras su camisa blanca contrastaba como nieve sobre su chaqueta de color ébano a medida. La camisa estaba abierta, revelando su garganta y unos cuantos centímetros de su pecho. Sus mancuernillas plateadas destellaron cuando capturaron la luz del fuego, y su largo, oscuro cabello estaba peinado hacia atrás, todo mejorando la luz para sus esbeltos, sensuales rasgos y captando también sus impresionantes ojos. Lo único que faltaba era el caliente maquillaje cubriendo esa parte descubierta de su pecho. Así que ningún tribunal en el mundo podía entender esta cacería sexual. Su sonrisa se amplió. Maldición, olvidé cantar algo para mantenerlo fuera de mis pensamientos. ―Bien, ambos estamos aquí por razones totalmente platónicas y vamos a dejar esto como esta ―dije, odiando como de ronca se estaba volviendo mi voz. ―Bien. Repentinamente él estaba a solo centímetros, poniendo a nivel de mi ojo su cuello y la piel que solo imaginaba untar con chocolate. Tragué. Piensa en la mazmorra y en su promesa rota, no en cuán intoxicante sabe siempre que está cubierto de postre. La imagen de la mazmorra ayudo ―Debes dejar ir a Maximus ―le declaré, mi voz fuerte ahora
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―No. ¿Vino? Parpadeé, enfado cubriendo mi deseo. ―Prometiste que no lo torturarías, pero ser aprisionado en una mazmorra por siglos cuenta como tortura. Vlad saco un vaso y bebió de él cuándo yo me negué con una afilada sacudida de cabeza. ―No, no lo es ―dijo, continuando con ese terriblemente sereno tono―. Desde que tuve mi primera experiencia con ambos, te puedo asegurar que tortura y aprisionamiento son dos cosas diferentes. ―Estas siendo sutil. Sabes exactamente qué te estaba pidiendo que me prometieras. Se encogió de hombros. ―Hago honor a mi palabra según como fue dada. Si quieres más tal vez deberías ser más específica. ―Estaba drogada. ―Y yo estaba siendo coaccionado ―replico, fijando su estrecha mirada en mí―. Muchos podrían considerar eso como una razón para invalidar una promesa. Yo no, y Maximus sabía lo que le costaría el traicionarme. Por ti no le costó lo que debería haberle costado. ―Esto es exactamente lo mismo que hiciste con Marty. ―Estaba furiosa―. Dándome una promesa que después usaras para hacer juegos de palabras con ello, entonces te ofendes porque te llamo mentiroso. Vlad estrelló su vaso tan fuerte que me sorprendí que el eje no se hubiera roto. En ese momento fue hacia la puerta. Cuando la abrió, pensé que iba a ordenarme que me fuera. Al instante, él se fue. ―¿A dónde vas? ―le pregunté. ―A matar a Maximus ―fue la réplica que lanzo al aire―. Si soy un mentiroso, podría obtener algo bueno de ello. ―Espera. Él iba ya al final del pasillo sin tiempo para que corriera y lo alcanzara, pero tras mi frenético grito, se dio la vuelta. ―No puedes elegir los dos caminos, Leila. Ambos, si soy un mentiroso o no, y si no lo soy, entonces no tienes causa para estar llorando por lo que le estoy haciendo a Maximus. La frustración hizo que fuera directo a la yugular. ―Él es la única razón de que sobreviviera a la bomba de gas. ¿Eso no significa nada para ti? Él vino hacia mí con la tranquilidad de un depredador, haciendo que el pasillo se encogiera a mi alrededor. Cuanto más se acercaba, más me alejaba
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instintivamente. No fue hasta que vi los paneles de caoba que me di cuenta que él me estaba maniobrando de nuevo hacia la sala. ―Sí, lo hace. Eso es por lo que perdure el que me dijera que estaba revisando a su gente cuando en realidad estaba acosándote. No perdonaré, sin embargo, sus repetidas mentiras después de la explosión. Esas no fueron para salvarte. Ellas eran para alejarte de mí porque te quería para sí mismo. ―Realmente pensaba que estabas detrás de esto ―murmuré. Vlad rodó sus ojos. ―Tú creías eso, pero Maximus sabía que no mataría a una chica inocente por rencor. ―Él pensaba que tu orgullo herido te haría más homicida de lo normal. ―No, él quería follarte. Su tono incluso se desvaneció, reemplazado por uno que sonaba como maquinillas de afeitar sobre vidrio roto. ―Si él creyera cualquier cosa de lo que te dijo, era solo por aliviar la culpa por traicionarme. ―Sus ojos cambiaron de cobrizo a esmeralda en un pestañeo―. Él te quería desde el principio. Cuando descubrí que estabas viva, me pregunté si lo habías conseguido y que los dos arreglaron la explosión para desaparecer juntos. ―¿Piensas que maté a un montón de personas para fingir mi propia muerte y así poder huir con Maximus? ―Si mi voz fuera más alta el vidrio más próximo podría haberse roto. ―Tú creíste que ordené tu muerte por mi orgullo herido, porque me dejaste. ―Su mirada recayó en mí―. No pretendas ser la parte ofendida cuando también llegaste a la conclusión equivocada. Ante eso, mi temperamento explotó. ―De los dos, ¿quién es más probable que haya matado a esas personas? Su sonrisa fue como la de un tiburón; solo dientes y nada de humor. ―Yo, pero tú deberías de saberlo mejor. Martin, a quien torturé el día en el que lo conocí, me contacto al otro día de la explosión porque sabía que yo no haría eso. Sin embargo, tú, mi una vez apreciado amor, estabas muy convencida sobre dejarme creer que estabas muerta. Apenas escuché la última parte de la frase. Mi mente se agarraba a solo una cosa, conmoción reemplazando el enfado. ―¿Marty te contacto después de la explosión? Pero eso no puede ser… él no estaba… ―No murió en la explosión ―me informo Vlad, sus labios curvándose―. Terriblemente cruel de mi parte dejarte creer que alguien que te importa está muerto, ¿no?
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Rabia colándose junto a una ola de felicidad. Esos dos sentimientos en contraste, eran mucho. Le gruñí a todo pulmón a Vlad. ―Maldito. ―Mientras lágrimas de felicidad brotaban de mis ojos. Me agarró, sosteniéndome a centímetros del suelo. A esta altura, teníamos los ojos al mismo nivel, y la expresión en su cara me hubiera hecho dar un paso atrás si hubiera podido. ―No ―dijo, la palabra cayendo como un martillo―. Tú eres la única que me ha golpeado sin represalia, pero ya no eres más mi amante así que no voy a ser indulgente de nuevo. No tenía la intención de golpearlo. Era verdad que había querido sacudirlo hasta que sus colmillos castañearan, por permitirme pensar que mi mejor amigo estaba muerto, y debía esperar a que contactara a Marty, pero ese deseo se drenó mientras miraba fijamente sus ojos. Su expresión era estruendosa que debería tener miedo, pero algo diferente a miedo se asentó en mí. Incapaz de evitarlo, eché un vistazo a su boca. Lucía muy dura, pero sabía que si me inclinaba unos centímetros, no se sentiría de esa manera... Repentinamente su boca cubría la mía, probando que estaba equivocada. Sí se sentía muy dura. La barba en su rostro era áspera, también, además de que tendría moretones por la fuerza con que me tiró hacía él. Y nada se había sentido mejor. Éxtasis estalló, quemando todo a su paso. Le devolví el beso con tanta fuerza que rasgué mi labio con sus colmillos, sin registrar ninguna punzada. Todo lo que sabía era su sabor, como un vino especiado con la oscuras de las fantasías. Como sus brazos me apretaban mientras su calor quemaba a través de mi ropa. La sensualmente brutal manera en que su lengua se entrelazaba con la mía, y la imperiosa necesidad que tenía de tocarlo tan rápido como mis manos podían correr sobre su cuerpo. Lo necesitaba tanto como las respiraciones que se colaban entre sus besos, pero otra emoción fue más fuerte, dándome la fuerza necesaria para empujarlo lejos de mí a pesar de que todas las células de mi cuerpo protestaron. ―¿Qué estás haciendo? ―logré decir. Su rostro era nada menos que feroz, y si su mirada hubiera sido más caliente, me habría quemado bajo su escrutinio. ―Nunca has tenido sexo enojada. Estoy a punto de mostrarte de lo que te has estado perdiendo. Tras esas palabras, el latido entre mis piernas se volvió dolorosamente intenso. A pesar de eso, lo detuve cuando se abalanzó a besarme de nuevo. ―Dijiste que nunca tomas a una ex amante de nuevo. Su boca descendió a mi cuello con un efecto devastador. ―Ya me has probado que eres la excepción a mis reglas.
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Esos labios de fuego hacían que la presión de sus colmillos fuera mucho más erótica. Sin embargo, un sentimiento profundo cortó entre toda la pasión que hervía en mí. ―No todas tus reglas. Vlad hizo un sonido demasiado fuerte para considerarlo un gruñido. ―No estarás satisfecha hasta que no me tengas de rodillas. ¿Verdad? ―¿Por qué no? ―salió de mí con toda la imprudencia de mi corazón todavía roto―. Me pusiste sobre las mías. Me soltó tan abruptamente que tuve que utilizar el sofá para no perder el equilibrio. Sin su cuerpo pegado al mío, sentía frío a pesar del agradable calor que había en la habitación. ―Te dije que no podía elegir ambos caminos, y eso era verdad para los dos. ¿Me había perdido de algo? ―¿De qué estás hablando? ―Soy Vlad el empalado ―dijo, mordiendo cada palabra―. He sobrevivido durante más de quinientos años porque si alguien se cruza en mi camino, lo mato, y si soy traicionado, obtengo mi venganza. Te dije esto cuando nos conocimos, y a ti todavía te molesta cuando lo hago. ―Oh, no tienes que recordarme cuán despiadado eres ―dije, amargura saltando a la superficie. ―Obviamente lo hago ―replicó. Tomó mi rostro con sus manos intensamente sintiéndose como hierro―. Dices amarme, pero el hombre al que amas no existe. Ese hombre no hubiera sobrevivido años de peleas y violaciones cuando era un niño porque su odio no lo hubiera dejado quebrarse. Ese hombre no hubiera empalado a veinte mil prisioneros para aterrorizar a las tropas porque el miedo era la única ventaja que tenía, y ese hombre podría no haber aprisionado a uno de sus mejores amigos por mentirle por una mujer de la que estaba enamorado. No soy ese hombre. Dejó caer sus manos bajaron y dio un paso atrás, su expresión seguía siendo alarmantemente intensa. ―Ya ves, no me quieres amándote. Quieres la versión que creaste. El caballero, cuando soy el dragón y siempre lo seré. Entonces se fue. En ese momento, a pesar de que lo llamé, no se detuvo. En los segundos que me tarde para llegar al pasillo, se había ido. Las dos ventanas del extremo aun vibrando por su salida a través de ellas.
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Capítulo 22 Bajé al segundo piso, muy molesta por las acusaciones de Vlad, caminé junto a mi familia sin verlos. ―Leila ―espetó Gretchen, quitando mi atención de la sala de estar que acababa de pasar. ―¿Cuál es tu problema? ―¿Cuál es mi problema? ―Risa histérica burbujeó, pero la reprimí―. No sabría por dónde empezar. La mirada de mi padre se posó sobre mí, capturando mi cabello revuelto, mi boca hinchada, y chispeante mano derecha. ―Gretchen, quiero tener una palabra con tu hermana. Ella se encogió de hombros. ―Adelante, no te estoy deteniendo. ―Él quiere decir que te vayas ―dije con cansancio. Esto era lo último que necesitaba, pero lo había puesto en un infierno recientemente, y todos sabían cómo los reembolsos funcionaban. Ella se levantó, murmurando: ―Eres afortunada que Vlad cubrió mis gastos por el año. ―En voz baja. ―¿Qué? ―Gretchen, ve ―ordenó mi papá. Ella lo hizo, dejándome sola con mi padre. Me desplomé en el sofá opuesto a él, notando la diferencia entre ésta sala de estar y la que había dejado. Los colores eran más claros y no había armas o escudos barbáricos sobre la chimenea. Todo de una vez, odié la decoración de albaricoque y crema y la blanca chimenea con la insípida pintura al óleo de un paisaje sobre ella. Este cuarto carecía de complejidad, ferocidad, pasión… Carecía de todo lo que era Vlad. ―Así que está cubriendo los gastos de Gretchen por el año. ―Por supuesto él no me había dicho eso. Vlad raramente mencionaba sus actos atentos―. Eso es muy generoso de su parte. Mi papá miró alrededor con intención. ―Él puede permitírselo. ―Él también puede hipnotizarla para que olvide que lo conoció y enviarla de vuelta a su apartamento sin un centavo ―dije en un tono tajante―. Vamos, papá. Da crédito donde es debido. Esa cabeza de sal-y-pimienta se levantó. ―Lo hago. Él prometió que nos devolvería a nuestras vidas cuando el peligro hubiera pasado y le creo. Pero se rehúsa a prometer dejarte en paz, y
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por cómo luces ahora, ha hecho un buen trabajo en sus intenciones de no hacerlo. Yo era una mujer adulta, pero nunca pensé que alguna vez me sentiría cómoda discutiendo mi vida sexual con mi papá. En este caso, sin embargo, él no tenía nada por lo que preocuparse. ―Esto no es lo que crees. No estamos juntos de nuevo. ―Tú aún estás enamorada de él ―dijo categóricamente. ¡No según Vlad!, se burló mi voz interior. Él cree que estoy enamorada de una versión de él que no existe. Di una profunda respiración. Si pudiera arrancar esa voz, la mandaría a la luna con todas las corrientes que le había lanzado. Pero pensar de esa forma me hizo aumentar a Gollum en el Señor de los Anillos. Pronto estaría discutiendo con mi propio reflejo. ―¿Cuándo el amor ha resuelto algo? ―fue lo que respondí. Mi padre gruñó. ―Eres demasiado joven para estar tan agotada. Levanté mi mano derecha con una risa corta. ―Recuerdas qué veo con esta, ¿verdad? Los peores pecados de todos, así que quizás puedo sólo tener veinticinco, pero no he sido joven por un largo tiempo. Estuvo en silencio por varios minutos. Al final, asintió. ―Supongo que no lo has sido. Luego se inclinó hacia adelante, bajando el volumen de su voz a un susurro. ―Pero, bebé, tienes que mantenerte lejos de Vlad. En mis décadas en la milicia, he conocido todo tipo de hombres duros, pero nunca he mirado dentro ninguno de sus ojos y sentido miedo. Cuando miro a los suyos, es como si alguien caminara sobre mi tumba. Una reacción racional considerando que Vlad no era un soldado promedio, mercenario, señor-de-la-guerra, o a cualquier otra cosa con la que mi papá lo comparara. En muchos sentidos, él era un trozo salvaje de la historia pasando entre nosotros, con todo sólo tenía una respuesta. Aunque era la última cosa que mi padre quería escuchar, era también la verdad. ―No me siento de esa forma cuando lo miro. Luego me levanté, llena de una renovada determinación. ¿Vlad pensaba que amaba a una falsa versión de él porque no podía manejar al completo Drácula? Se lo probaría, y a mi odiada voz interna, que estaba equivocado. ―Buenas noches, papá. Hay algo que necesito hacer.
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Me aseguré de cantar mentalmente la canción más molesta que pudiera pensar en caso de que Vlad hubiera regresado. Lo que estaba a punto de hacer quizás fuera peligroso, pero ¿cuándo mi vida no era un riesgo? Además, las últimas dos veces que había usado mis poderes, sólo había obtenido un sangrado de nariz. También tenía la sangre de Vlad hoy, así que eso disminuía el peligro. En breve, sería ahora o nunca. Una vez en el primer piso, evité el comedor, la biblioteca, y conservatorio por un cuarto que usualmente evitaba. El cuarto de Armas, como yo lo llamaba. Este cuarto estaba solamente en segundo lugar luego de las mazmorras en los recuerdos sangrientos. Estaba lleno con cota de malla, armaduras, espadas, largos cuchillos curvos, mazos, escudos, lanzas, ballestas, y picas, más abolladuras de rodamientos, manchas, y otras evidencias de uso. Incluso estar cerca de ellas hacía que mi mano derecha hormigueara, como si las esencia en esos objetos estuvieran alcanzándome. La última vez que había estado aquí, mantuve mi mano derecha pegada a mi lado porque no había querido saber las espeluznantes historias que los objetos contenían. Esta vez, la extendí, buscando los eventos que habían convertido a Vlad en el hombre que él pensaba que yo no podía amar. La primera cosa que toqué era una larga lanza. Levanté mi lanza con un grito que se hizo eco por miles de soldados detrás de mí. Superados en número o no, preferiríamos morir que permitir que Valaquia fuera conquistada. Luego urgí a mi caballo por la colina empinada, oyendo el tronar de cascos mientras mis hombres me seguían… Esa imagen se desvaneció y fui después por el escudo, tocando el emblema de dragón martillado en el metal. Una nube de flechas oscureció el cielo. Levanté mi escudo y me preparé, esperando a ver si vivía o moría. Una vez que mi escudo paró de estremecerse, me levanté, cortando las flechas pegadas de él con un duro golpe de mi espada. Luego sonreí a pesar de la sangre corriendo por mi frente. Aún no muerto… Mi corazón empezó a correr por esos ecos de batalla, pero no me iba a detener. Acaricié un mazo de apariencia perversa después. Me senté en mi trono, sin mostrar signos de la rabia corriendo a través de mí. Mehmed pensó intimidarme escogiendo a tres de mis ex carceleros para acompañar a su enviado. Estaba equivocado. ―¿Su devoción les impide quitarse los turbantes en mi presencia? ―repetí. Luego sonreí a mis torturadores de la infancia―. Déjenme ayudarles a asegurar que sigan puestos. Sosténganlos. Mis guardias sujetaron a los oficiales mientras traía el mazo y varias largas picas. Luego, mi rabia transformándose en fría resolución, clavé sus turbantes a sus cabezas.
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Después de que el tercero cayera sin vida al suelo, arrojé el sangriento mazo al horrorizado enviado. ―Aquí está mi respuesta a los términos del sultán. Salí de ese recuerdo hacía otro más rápido que los que había registrado cuando toqué el siguiente. Mi visión se arremolinó mientras más imágenes del pasado superaban el presente. Entonces vislumbré a una mujer con un exuberante cabello castaño, pero cuando intenté ver su rostro, se puso borroso. Luego ella se había ido mientras tocaba algo más en mi determinación de ver todo lo que Vlad pensaba que no podía manejar. Dolores fantasmas y malditas emociones dentro de mí con cada objeto nuevo, viniendo tan rápido y violentamente que comencé a perder el foco en lo que era real. Ya no era más una mujer buscando validación sobre sus sentimientos por su ex amante. Yo era Vladislav Basarab Dracul, permutado por mi padre a una infernal prisión política siendo un niño, luego fui un hombre joven, peleando guerra tras guerra para mantener mi país libre, sólo para ser traicionado por mis nobles, la iglesia, e incluso mi propio hermano. Luego fui abandonado por el vampiro que era mi Sir, viudo por una mujer quien me evitaba por mis actos, y aprisionado de nuevo por Mihaly Szilagyi, un vampiro quien deseaba reinar Valaquia a través de mí. Traición, dolor, y muerte fueron mis compañías constantes, con todo no podía permitirles romperme. En vez los usaría para romper a mis enemigos. ―¡Leila! Como si proviniera de muy lejos, oí la voz de Vlad. Lo sentí agarrarme, pero no podía verlo. Mi visión había sido reemplazada con rojo. Vlad llamó mi nombre otra vez, pero su voz se hizo borrosa. Pronto no podría escucharlo o sentirlo. Bien. ¿No podía ver que estaba tratando de dormir? Algo se vertió en mi garganta y la conciencia regresó. A través de una roja niebla, vi el rostro de Vlad. Sentí sus brazos fuertes alrededor de mí mientras su muñeca presionaba en mi boca. ―Leila, ¿puedes oírme? ―preguntó, moviendo su muñeca para permitirme responder. Parpadeé, pero el rojo no dejaba mi visión. Luego le entregué el objeto que aún estaba aferrado en mi mano, vagamente notando que era una antigua corona. ―Estás equivocado ―susurré―. Realmente te amo. Si Vlad respondió, no lo escuché. Una explosión de mareos seguidas por un dolor ciego rasgó a través de mi mente, y luego no sentí nada en lo absoluto.
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Capítulo 23 ¿Se puede estar despierto lo suficiente para escuchar qué pasa a tu alrededor, pero también lo suficiente atontado para no hacer nada ante eso? Porque al parecer durante las siguientes horas, permanecí en un extraño estado de semiinconsciencia, escuchando fragmentos de las voces de Gretchen, de mi padre, de Vlad e incluso de Marty. En un punto de la conversación, empezaron a gritar, pero cuando las cosas se volvieron inteligibles, caí en el olvido de nuevo. Cuando volví, estaba supremamente alerta por dos cosas: el olor a sangre y el sonido de tambores. Entre ese olor y los irritantes buh-boom, buh booms, no había manera de que pudiera dormir, lo que apestaba porque estaba realmente cansada. Con sorprendente reticencia, abrí mis ojos, viendo un brillo pálido y borroso, con varas plateadas encima de mí. ―Dejen de… tamborilear ―chirríe. Algo oscuro bloqueo mi visión. Eso me tomo varios parpadeos antes de que me diera cuenta de que era la cara de Vlad. Su barba incipiente era abundante, y su cabello grumoso y tieso en algunos lados. Tenía la misma desordenada apariencia de las personas después de pasar la noche bebiendo, pero me sorprendía ver a Vlad luciendo como alguien al final de un ataque de tequila. Y, al aspirar, ¿él era el que olía a sangre? ¿Qué era lo que estaba pasando? ―Papá, Leila despertó. Gretchen grito excitada cortando a través del aire. Los tamborileos se hacían más ruidosos, también, su ritmo aumentando como si más gente se uniera a la banda. Yo gemí, cerrando mis ojos. ¡Alguien, por favor, haga que pare! ―Ambos, largo. ―Vlad manifestó―. Esto es mucho para ella ―Ella es mi hija, tú lárgate ―gritó mi padre. Eso hizo que abriera mis ojos. Hugh Dalton raramente alzaba la voz, y ¿a nadie le importaba que esa maldita banda sonara como si golpeara acero a ritmo de tambores? ―Váyanse. Ahora ―chasqueó Vlad, sus ojos destellando verdes. Iba a discutir sobre él usando su control de mentes con mi familia, excepto que tres cosas se hicieron evidentes. Lo primero que pensé eran varas plateadas era altos postes IV, estaba usando nuevos guantes de goma, y una vez que Gretchen y mi papa dejaron el cuarto sin una palabra, el único tamborileo que escuchaba provenía de mi pecho. ―¿Qué está pasando? ―pregunte haciendo una mueca de dolor ante el estallido de mi voz―. ¿Y por qué luces como si hubieras rodado en el piso de un
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matadero? ―agregue, en shock de que mi intento de susurrar también había sido demasiado ruidoso. Vlad me miró fijamente, su expresión cambio de una intratable que le había dedicado a mi familia, a una que solo podía describir como cariñosa. ―Estoy cubierto de sangre por que te estabas desangrando hasta morir en mis brazos y no he podido cambiarme de ropa todavía. Mi boca cayó abierta ―¿Morí? ―grité. Una breve sonrisa revoloteo en su cara. ―No estás gritando. Tienes gran cantidad de mi sangre en tu cuerpo así que tus sentidos están híper-elevados. Eso es por lo que piensas que el latido de tu corazón es un tambor, y que los latidos de tu familia son más tambores. Ojeé los postes de IV de nuevo. Una bolsa con líquido claro colgaba de allí, pero las otras tenían grueso líquido rojo. ―¿Sigues dándome tu sangre? ―pregunté/grité. ―Acabas de salir hasta ahora del coma ―fue su réplica ¿Morí y estuve en coma? ¿Podía este día ser peor? ―¿Cuánto tiempo? ―pregunté, bajando la voz tanto como fuera posible. Él se sentó de vuelta en su silla, golpeteando el reposabrazos mientras su mirada iba de caoba reluciente a esmeralda brillante. ―¿En coma? Tres días. ¿Muerta? Seis minutos, cuarenta segundos. No necesitaba súper sentidos para escuchar la furia en su voz, o para adivinar la razón tras ello. ―Vlad… ―No. La sola palabra reverbero en lo que ahora me daba cuenta parecía una desordenada habitación de hospital. Un desfibrilador con marcas de quemaduras estaba en la esquina, agujas hipodérmicas estaban desparramadas en el mostrador, y una oscura máquina de electrocardiograma estaba junto a la puerta. ―La próxima vez que decidas usar tus poderes de manera excesiva, recuerda esto ―dijo con el mismo duro tono―. Te traeré de vuelta con lo que sea necesario, así que si valoras tu humanidad, no lo hagas de nuevo. Entonces se levantó, dándome un vistazo de la mancha de sangre, arrugada, y decididamente olorosa antes de que se agachara y me acariciara la mejilla. ―¿Y en cuanto a por qué lo hiciste? ―dijo, su voz baja y gutural―, eso lo discutiremos una vez que te hayas recuperado. Otro día de sangre y descanso en cama debería ser suficiente. Ahora, tengo negocios que atender y tú tienes otra visita.
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Marty apareció en el marco de la puerta, su expresión mostrando timidez y alivio. ―Hola, chica. Vlad dejó caer su mano, sin decir otra palabra. Quería que se quedara, pero él probablemente quería una ducha y cambiarse de ropa, y no podía culparlo. Además, tenía a alguien para abrazarme… y pedirle una explicación. ―Ven aquí, Marty ―dije, esperando que fuera solo mi oído supersónico el que hiciera que eso sonara como si lo estuviera gritando. Un bulto se instaló en mi garganta a medida que se iba acercando. No pensé que volvería a ver su baja y fornida figura, de uno veinte de altura o ese espeso cabello negro de nuevo, y cuando uso la silla de Vlad para así poder pararse y abrazarme, no pude detener el flujo de lágrimas. ―Te extrañe, pequeña ―murmuró, palmeándome mi húmeda mejilla―. ¿Y podrías parar con las experiencias cercanas a la muerte? ―Debes decírmelo ―replique, aspirando―. ¿Qué paso? Vi el remolque. Nadie podría haber sobrevivido a eso. Él le dio a mi hombro una última palmadita antes de desenredarse de mis tubos y sentarse. ―Estas en lo correcto, pero no estaba allí cuando la línea de gas estalló. Después de nuestro último acto, estaba caminando de vuelta al remolque con Dawn. Entonces vi a esa mujer al otro lado del estacionamiento, sola, engullendo una caja de helado. Empecé a reírme en medio de una punzada de pena por Dawn. Marty amaba el sabor dulce en la sangre, era algo conocido para mí. ―O sea que tus dulces dientes, o colmillos, salvaron tu vida. ―Mi sonrisa decayó, y no pude ocultar el dolor en mi voz cuando le pregunte―: ¿Por qué no me buscaste después de la explosión? Seguí llamándote a gritos pero no viniste. Solo Maximus lo hizo. Él dejo salir un suspiro. ―Sabía que tú estabas en el remolque de Hammer porque te vi entrar. Pero entonces la explosión… ―Sus rasgos se endurecieron―. Todo lo que estaba en un radio de 50 kilómetros fue destruido. Incluso al doble de esa distancia, la mujer de la que bebí estaba herida. Sabía que eso te habría matado, pero de todas maneras traté de llegar a ti. El calor derretía mi piel antes de que pudiera alcanzar el remolque de Hammer, así que tuve que regresar. En ese momento todos los gritos… la gente estaba atrapada en sus autos o corriendo seguidos del fuego. No podía salvarte, pero traté de salvar a tantos de ellos como pudiera. Después de que las ambulancias se hubieran llevado a los más heridos, me fui. No podía quedarme y ver cómo extraían tu cuerpo.
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Su voz se agrieto en la última palabra. Tomé su mano, contenta con mis nuevos guantes que me permitieron tocarlo sin mandarle corriente. ―Y entonces llamaste a Vlad ―terminé, un trozo cada uno. Marty expulsó un gruñido. ―Él no tomo la noticia muy bien. Me hizo investigar a dónde iban a ser llevados los cuerpos, y entonces saltó en su jet. Le dije que no habría mucho de ti para convertir, pero no me escuchó. ―¿Convertir? ―repetí antes de entender el significado. Los ghouls eran personas que habían bebido sangre de vampiro, después mataban a esa persona e intercambiaban su corazón con el corazón de un vampiro. Desde que estaba en dieta de sangre de vampiro y Vlad sabía que era resistente al fuego al mismo tiempo, él sabía que una transformación era posible, si la explosión no me había arrancado miembro a miembro… ¡Eso era lo que estaba haciendo en la morgue cuando lo vi en la visión! No quería ver mi cuerpo porque estaba apenado o para regodearse, como había pensado. Lo hacía para traerme de vuelta. ―Convertirte en un ghoul ―dijo Marty, no pensando en que ya me lo figuraba. Se encogió de hombros―. Serías la misma, pero frecuentemente, necesitarías comer lo otro, otro tipo de carne. Yo seguía dándole vueltas a este descubrimiento. ¿Vlad habría sabido tan pronto como vio esos huesos que yo seguía viva? ¿O no lo había notado hasta que me había “oído” espiándolo? Y la pregunta más importante: ¿Por qué, si le importaba lo suficiente como para volar al extranjero y correr hacia una morgue para levantarme de la muerte, actuó de forma tan indiferente cuando lo deje? ―Luces pálida, Leila. Me iré, y te dejare descansar. Eso lo oí, pero cualquier otra cosa que dijo después, no la escuché. ―Dormí por tres días, así que no puedes pensar que estoy cansada. Lo estaba, pensé. Aunque, todavía tenía algunas cosas que hacer primero. ―¿Puedes encontrar a mi papá y a Gretchen? Vlad les ordeno salir, pero ahora puedo soportar sus latidos de corazón. Y sus voces. Recordé que todo sonaba como gritos por el momento. ―Por supuesto. ―Marty aclaró su garganta―. Debes saber algo. Cuando tuviste la hemorragia tu corazón se detuvo, Vlad perforó tus arterias con los tubos de infusiones y te inundo con su sangre. En ese momento tomó el desfibrilador y mando choques eléctricos a tu corazón, para que volvieras a la vida. Si eso no hubiera funcionado, hubieras despertado como una no-muerta, y no hubiera habido nada que tu padre pudiera hacer para detenerlo.
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Cerré mis ojos. ¿Fueron esos los gritos que escuché en mi estado de semiinconsciencia? Te traeré de vuelta haciendo cualquier cosa que sea necesaria, Vlad había dicho, y aparentemente lo decía en serio. Le importaba más de lo que él admitía. ¿Había esperanza para nosotros después de todo?
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Capítulo 24 La Dra. Natalie Romanov era el médico en la casa de Vlad, y a diferencia de los otros miembros de su personal, no era nada agradable. Cuando le pregunté en broma si era su primera paciente este año, pensando que un doctor no podría ser llamado mucho en una casa de vampiros, Natalie replico que monitoreaba a todos lo humanos de Vlad para asegurarse de que estaban lo suficientemente saludables para alimentarlo y asistía a las víctimas de tortura desde que era una experta en manipulación neuromuscular. Bueno, yo pregunté. Después de que se fue, mi papá y Gretchen vinieron a verme. Les pedí disculpas por Vlad poniendo su golpe mental en ellos, lo cual no altero a mi padre en nada. Gretchen, particularmente satisfecha, se veía más fascinada que enojada. ―No quería irme, pero mis piernas me llevaron fuera de la habitación de todos modos. ¿Él puede hacer que haga lo que quiera, no es así? ―Sí ―dije, odiando que los rasgos de mi padre se endurecieran como si fuera a tragar un vaso molido. En ese momento el murmuro algo bajo su aliento, sin mis súper sentidos, nunca hubiera podido escucharlo. ―No, él no está usando control mental en mí. Por un lado, toda la sangre vampiro que bebo me hace inmune a esto. Por el otro, si lo hubiera hecho, no habríamos roto, porque podría haberme hecho creer que estaba encantada con todo lo que había entre nosotros. Mi padre me miró fijamente, la sospecha dando paso a la convicción en su rostro. ―Qué me escuches prueba lo peligroso que es ese hombre para ti. Te está cambiando a algo inhumano. Dejarlo ha sido la decisión más inteligente que has tomado. Gretchen se encogió de hombros. ―Después de ver como actuó cuando ella casi muere, empiezo a entender por qué está con él. ―Entonces su voz se endureció―. Y en serio, Leila. Esta es la segunda vez ahora. Cerré mis ojos, la culpa asaltándome. Sí, esta era la segunda vez que Gretchen me veía balancearme al borde de la muerte, pero a diferencia de mi intento de suicidio a los dieciséis, esto había sido un accidente. Esto no hacía que el miedo disminuyera. De muchas maneras, el accidente con el cable de electricidad puso a Gretchen en medio del infierno, mucho más que a mí, lo único es que ella no tuvo las gratificaciones extras. ―Lo siento ―dije, abriendo mis ojos.
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Otro encogimiento de hombros mientras ella actuaba como si no le importara. ―Ten a tu novio agregando dinero a mi cuenta de terapia para mantener mi cuenta de gastos. ―Tú no tomaras nada más de él, y ya no es su novio. ―Mi padre uso su voz de teniente coronel. Eso usualmente conseguía obediencia inmediata por parte de Gretchen, pero esta vez, pasó desapercibido por ella. ―Estoy teniendo en cuenta eso, y si no es más su novio, alguien debería decírselo. Tú viste como enloqueció cuando ella casi muere. Y no se movió de su lado hasta que despertó. ―¿Vlad no se movió de aquí en los tres días completos? ―Estaba estupefacta. Ella asintió. ―Como una de sus gárgolas de piedra. Mi padre le dio a Gretchen una mirada tal que, si ella hubiera sido alguien más, eso hubiera sido el preludio de un puñetazo. ―Es suficiente ―ladró. ―No, no lo es ―dije bruscamente―. No tienes el derecho a callarla nada más porque a ti no te gusta la verdad. Sin importar los problemas que Vlad y yo hayamos tenido, ha sido un amigo fiel que ha salvado mi vida, y la de ustedes, la de Gretchen más de una vez, así que como mamá solía decir, si no puedes decir nada agradable… Cierra la puta boca, finalicé. Mi padre se levantó, sus labios débilmente oprimidos, con el ceño fruncido mientras cojeaba a la puerta. ―Estoy contento de que estés mejor, pero no quiero que tu hermana se vea atrapada en este inframundo de muertos vivientes, y no importa cómo lo disfraces, porque eso es lo que es. No replique porque la ira podría hacerme decir algo de lo que me arrepentiría. No pedí las habilidades que me hicieron un imán de secuestradores para los muertos vivientes, y atraer a mi familia al peligro porque ellos representaban una buena carnada para los chicos malos. Mi papá sabía eso, aunque seguían echándome la culpa aún de todos modos. Gretchen espero hasta que él se fue antes de hablar, también. ―Wow. Eso fue bastante egoísta de su parte. Por una vez, mi pequeña hermana y yo estábamos completamente de acuerdo.
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Capítulo 25 Con la ayuda de Gretchen, tomé una ducha, alegre de lavar el resultado de tres días de estar en coma y en resumen muriendo. Luego tomé un bol de sopa y una siesta, despertando para otra revisión de la Dra. Romanov y más visitantes como Sandra, Joe, y los otros humanos de los que me había hechos amiga pasaron. Por la mañana, Marty y Gretchen volvieron a venir. Incluso mi padre trajo libros, así tenía algo que hacer aparte de mirar el goteo de mi intravenosa, pero la persona que más quería ver nunca se apareció. La mañana siguiente, el Dr. Romanov anunció que estaba lo suficientemente bien para dejar la enfermería. Estaba emocionada. Estar atrapada en una pequeña, y sin ventanas, habitación mientras la intravenosa de suero-y-sangre-de-vampiro podría haber curado mi cuerpo a las mejores condiciones, pero era como el infierno en mi mente sobre estimulada. ¿Por qué Vlad no había vuelto? Había pasado tres días a mi lado cuando estaba en coma, pero ahora que estaba mejor, ¿yo ni si quiera garantizaba hacer correr la corriente? Quizás él sólo estaba preocupado que podría perder su arma psíquica, se burló mi voz interior. Cállate, espeté en respuesta. Vlad no me había pedido extraer la impresión de ningún objeto desde que regresé. Verdad, había pasado la mayor parte de ese tiempo inconsciente, pero eso no significaba que él sólo se preocupara por mis habilidades. Mi antipática pequeña voz interior podría susurrar todo el veneno que quisiera. No me alejaría del hecho que algo todavía ardía entre Vlad y yo. En cuanto al por qué me había evitado en las pasadas veinticuatro horas, intentaba averiguarlo. Cuando dejé la enfermería, fui a mi habitación, tomando una ducha luego de liberar mi electricidad reprimida en el pararrayos que Vlad había colocado afuera de mi ventana. Luego fui al antiguo armario, abrí las puertas, y miré. Vacío. Ni siquiera permanecía una sola percha. Luego fui a las cómodas, abriendo cada una con creciente incredulidad. Hasta el último punto de ropa se había ido. Si no fuera por las toallas y la bata en el baño, estaría desnuda. Apreté esa bata a mi alrededor y tiré la larga borla en la puerta. Luego de un par de minutos, el vampiro de aspecto albino llamado Oscar apareció. ―¿Cómo puedo ayudarla? ―preguntó con una inclinación. ―¿Sabes qué ocurrió con las ropas en esta habitación? ―Sí. Esperé, pero cuando no dijo nada más, apreté mis dientes y lo intenté de nuevo.
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―¿Y no están más aquí porque? Un lento parpadeo. ―Porque usted no se está quedando aquí por más tiempo. ¿Qué? ―¿No lo estoy? ―repetí en caso que hubiera caído en un breve coma y lo oyera mal. ―Eso es correcto ―dijo él con otra inclinación. ¿Vlad me estaba echando? Claro, él estaba enojado porque había usado excesivamente mis poderes, pero no podía creer que hiciera algo tan drástico. ¡Te dije que a él realmente no le importabas!, se jactó mi voz interior. ¡Cómeme!, le rugí de vuelta. ―¿Dónde está ahora Vlad? ―pregunté, esperando que mi excesivo sentido de la audición hiciera la pregunta sonar como un chillido. ―En su habitación. Me aparté de Oscar con un murmurado: ―Gracias. ―Antes de marcharme hacia las escaleras. Luego subí, sosteniendo la parte baja de mi bata junta así no deslumbraría a nadie. Nadie pasó en la escalera. El largo pasillo en el cuarto piso también estaba vacío. Tomé el desvío a la izquierda, preparándome para la pelea que tenía por delante. No iba a dejar a Vlad hacer esto. Teníamos demasiados negocios sin resolver entre nosotros. Entré en su habitación sin tocar. Él nunca ponía seguro a su puerta, probablemente porque cualquiera que entraba sin su permiso estaba tentando a la muerte. Ya había muerto una vez esta semana, así que eso no iba a detenerme. ―Necesitamos hablar ―dije. Afortunadamente, las luces estaban prendidas así que él debería estar despierto. Aunque estaba determinada a tener esta conversación, Vlad no era el Sr. Sol cuando recién despertaba. Cerré la puerta, mi mirada pasando alrededor. Su habitación estaba dividida en cuatro secciones: la mini-biblioteca, como yo llamaba a la parte con sofás y estantes de libros de pared-a-pared; el dormitorio; el baño; y su armario. Vlad salió de ese armario en pantalones y chaqueta de color de las nubes de tormenta. Su camisa de seda pura era unos tonos más clara, como lo era el grueso, y largo pañuelo que colgaba con elegancia casual alrededor de su cuello. Debí encontrarlo antes que hubiera terminado de vestirse porque sus pies estaban desnudos, lo que hizo su acercamiento incluso más silencioso de lo usual. Levanté una mano. ―Antes que digas nada, escúchame.
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Sin esperar a ver si él aceptaba, seguí adelante. ―Te conozco, al verdadero tú, y aunque no me gusta todo porque tienes una maestría en tortura medieval, sin mencionar una renuencia a admitir sentimientos más allá del afecto o lujuria, lo que cualquier psiquiatra te diría que tienes problemas con el compromiso… ―una respiración profunda para la próxima parte―. Aún te amo, Vlad. A ti, el dragón, no el imaginario caballero, y no te estoy dejando echarme porque yo… yo creo que me amas, también. Estaba sin respiración por decir muchas palabras con tan poco oxígeno entre ellas. A través de mi empático sino elocuente discurso, Vlad seguía acercándose a mí. La esencia de canela, picante, y humo llenaba mi nariz. Esta debía ser su esencia natural, algo que no había notado antes que mi nariz recibiera sus mejoras. Lo miré fijamente, deseando tener sus habilidades lectoras-de-mente porque su expresión no me daba nada. Todo lo que deduje buscando en su rostro fue que su barba estaba de nuevo en sus ensombrecida longitud de las ocho en punto y sus ojos de cobre derretido estaban rociados con esmeralda. ―Estás en lo correcto ―dijo él por fin, su tono repleto con cosas que no podría nombrar. ―¿Sobre qué? ¿La tortura excesiva, problemas con el compromiso, o la otra cosa? Su sonrisa era tentadora y aterradora, como ser azotada y descubrir que disfrutas del dolor. No pude detener el escalofrío que corrió a través de mí mientras miraba al hombre que aún tenía un tan peligroso agarre sobre mi corazón. ―Todo ello. Él se apoderó de mí mientras hablaba, una mano enredándose en mi cabello mientras la otra se extendía a lo largo de mi espalda. Su calor era nada en comparación a sus labios cuando los presionó en mi garganta. ―¿Sabes lo que sucedió la última vez que amé a alguien? ―gruñó contra mi piel con tal violencia templada que mi escalofrío se convirtió en un estremecimiento. Asentí. ―No, no lo sabes. ―Otro gruñido letal―. Sólo sabes cómo murió ella. Déjame decirte cómo vivió… con miedo. Mis acciones la horrorizaban, como te horrorizan a ti. Mis enemigos la explotaron, como te explotaron a ti, así que fue más que un ejército armado lo que hizo que se lanzara de nuestro techo. Fui yo. Él se había asegurado de decir esto cuando sus colmillos estaban en mi garganta, como si necesitara un ejemplo literal de cómo de precaria sería la vida si estuviera con él. En respuesta, mis brazos se levantaron, entrecruzándose alrededor de su cuello. Uno a la vez, tiré de mis guantes. Luego hundí mis
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manos en su cabello, dejando surgir la electricidad a través de él mientras lo sostenía más cerca de mi cuello. ―Yo no soy ella. Estaba satisfecha que las palabras vibraran por mi vehemencia. Quería que fuera capaz de sentirlas tan bien como oírlas. ―Eres el hombre más aterrador que alguna vez he conocido, pero no estoy asustada de ti. En cuanto a tus enemigos, déjalos venir. Los sobreviví una vez y lo haré de nuevo. Su risa atormentó mi cuello, caliente, áspera, y más sedosa que cualquier material cubriéndolo. Luego levantó su cabeza, y su mirada sostuvo la mía prisionera mientras me hipnotizaba. ―Deberías estar asustada. Muy asustada. Antes, te dije que si querías terminar las cosas entre nosotros, te dejaría ir, pero, Leila ―su voz se profundizó―, mentí.
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Capítulo 26 Las palabras sonaban como una amenaza, sin embargo, fui incapaz de detener la sonrisa que tiraba de mi boca. ―¿Eso significa que ya no estás tratando de echarme? Él se giró, mirando hacia la entrada de su armario. ―Mira. Con una mirada inquisitiva, fui hacia el armario. Sí, aún era del tamaño del remolque en el que había vivido con Marty, y sí, aún pensaba que el sistema automático que movía sus atuendos a lo largo con el accionar de un interruptor era genial. ¿Así que, qué era…? Mi aliento contenido coincidió me arrastraba hacia él, sus brazos rodeándome desde atrás. ―¿Eso responde tu pregunta? Lo hacía, había completamente malentendido las declaraciones de Oscar, “Usted ya no se está quedando más aquí.” Pensé que se refería a la casa de Vlad. A lo que se refería era en esa habitación. Toda la ropa que había tenido en mi armario y cómodas estaban aquí, los sujetadores ocupaban la sección que una vez usaron las corbatas de Vlad. Incluso cuando había estado en su vida como novia, ninguna de mis cosas había estado aquí. Habían estado en la habitación contigua donde dormía a veces, también. Vlad no podía haber sido más claro sobre quererme de vuelta, pero en su forma usual, había asumido porque quería algo, era eso. Si íbamos a arreglar las cosas, eso tenía que parar. Me di vuelta, tratando de refrenar mis agitadas emociones. ―No puedes mover mis cosas a tu cuarto sin hablar conmigo primero. ¿Qué si no quiero tomar las cosas tan rápido? Un bufido escapó de él. ―Estuviste a punto de morir para probar que soy el hombre que amas, sin embargo ¿esto es excesivo para ti? Levanté mi mentón. ―Sólo se requiere una persona para amar, pero se requieren dos para hacer que una relación funcione. Si vamos a intentarlo de nuevo, se necesita más que tu manera o tu súper-manera, Vlad. Sus manos se deslizaron por mis brazos mientras me miraba en una forma que me hizo pensar en los gritos eufóricos y la sangre chorreando de acero. La posesividad era tan trivial en comparación. ―No quiero intentar nada, quiero que te cases conmigo.
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Pensé que había estado sorprendida antes. Ahora realmente sabía lo que la palabra significaba. Por varios momentos, estuve convencida que no lo había oído correctamente. La sonrisa de Vlad tenía un toque de salvajismo. ―El amor es una terrible debilidad. Les da a tus enemigos el blanco perfecto, nubla tu juicio, te hace imprudente… y eso es en un buen día. Sus manos continuaron acariciando el camino a mi cintura, su calor apenas se reducía por el material de mi bata. ―En un mal día ―siguió, su voz tornándose dura―, puede destruirte. Nunca quise someterme a eso de nuevo, así que sí, te mantuve lejos. Y casi te dejo ir para probarme a mí mismo que no significabas más que mis amantes previas. Y luego llamó Marty, diciendo que habías sido asesinada. Su agarre se apretó dolorosamente antes de que me liberara, sus manos apretándose en puños a sus lados. ―No me preocupaba por nada entonces. No aplastar a mi enemigos, proteger a mi gente, o cómo exasperantemente estabas esperando que me comportara como un hombre moderno, como si pudiera hacer caso omiso de medio milenio de vida, basándome en tu capricho. Ese último comentario era injusto, pero lo abordaría más tarde. ―Luego fui a la morgue y vi que esos huesos no eran tuyos, oí tu voz de nuevo en mi cabeza. ―Sus ojos se cerraron―. Y una vez más, nada más importaba. Su boca se torció mientras abría sus ojos. ―Luego, por supuesto, descubrí que saliste corriendo con Maximus porque pensaste que era el que trató de matarte. Me enfureció, pero estaba determinado a encontrarte. Una vez que lo hice, me enfadaste no menos que antes, aunque al pasar un par de días, me di cuenta que era muy tarde. Vlad ahuecó mi rostro mientras me miraba con una intensidad que hacía latir mi corazón como un martillo pilón. ―Te amo, Leila, y nada más importa. Nunca pensé que la alegría podía ser una sensación física, pero no estaba imaginando la corriente que se extendía desde la cabeza a los dedos de los pies. Mi garganta contraída, mi pecho expandiéndose, y mis dedos hormigueando. Mientras tanto, algo roto hace mucho en mi alma parecía reintegrarse a su lugar, y aunque no lo sentía físicamente, era igual de real , y poderoso. ―También, te amo, Vlad. Habría dicho más, excepto que su boca quemó la mía con un beso tan apasionado, que no podía respirar. Era incluso difícil pensar más allá del ferviente, revoltoso mantra de ¡teamonecesitoquererte!
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Levantó su mano e, increíblemente, me detuvo cuando comenzaba a desabotonar su camisa. ―No hay tiempo para eso ―murmuró. Estaba incrédula. ―¿Tienes cosas más importantes que hacer? No las tenía. De hecho, si mis pezones se pusieran más duros, la tela se rompería donde mi bata rozaba sobre ellos. Miró hacia abajo como si juzgara por sí mismo y un áspero ruido se escapó de él. ―No más importante, pero ambos vamos a estar muy ocupados hasta la ceremonia esta noche. ―¿Ceremonia? ―¿Qué ceremonia? La sonrisa que me destelló era en parte de diversión y parte salvaje. ―Nuestra ceremonia de matrimonio. Estuve dividida por un segundo cuando pensé. Todo esto es un sueño. Tenía que serlo, porque él no acababa de decir que nos casaríamos esta noche. ―Yo no acepté eso. Su sonrisa se desvaneció. ―¿Estás diciendo que no? ―No. Er, no, no, pero no, ya sabes… Sabía que no tenía sentido, aunque mi mente estaba girando con alegría, conmoción, e incredulidad. Al mismo tiempo, la parte racional de mí espetó, ¡Contrólate, Leila! Una que balbuceaba y que mágicamente se había transformado en una belleza sureña del siglo diecinueve, abanicándome mientras jadeada. ―¡Es todo tan repentino! Me di una sacudida mental y lo intenté de nuevo. ―Sé que mi malentendido con la cosa del anillo antes nos llevó a la ruptura, pero como dije entonces, no era sobre pescar una propuesta. Era sobre ti estando abierto al amor… Él rió, lo que me detuvo en la mitad de la oración porque no era su sensual risita o incluso la desdeñosa, su risa de me burlo-de-ti-con-misuperioridad. Era algo nuevo, y si tuviera que etiquetarla, tendría que decir estás dentro ahora escrito en todas partes. ―¿Qué pensabas que pasaría cuando hiciste que me diera cuenta que me había enamorado de ti? ¿Qué querría salir más? ¿Estar comprometido para estar comprometido? Otra risa que mi hizo poner la carne de gallina a pesar del calor de su cuerpo. Luego su risa se esfumó y se inclinó hasta que su boca estuvo a milímetros de la mía.
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―Como si me conformaría con nada menos que hacerte completamente mía, tan pronto como fuera posible. Estaba tan cerca que sus rasgos eran una mancha, aunque sus ojos nunca fueron más brillantes. Cerré los míos y no hizo ninguna diferencia. Aún podía ver los suyos a través de la protección de mis párpados. ―Soy tuya ―susurré, y no fue sólo una declaración. Era una promesa. Mientras hablaba, me froté contra él, ansiando más de sus manos en mí. Por un abrasador par de segundos, él cumplió, besándome con tal intensidad que mis rodillas se doblaron. Cuando comencé a desabotonar su camisa de nuevo, se apartó, sus labios se curvaron en una sensual sonrisa cruel. ―No a menos que te cases conmigo. Mi boca cayó abierta. ―¿Estás usando el sexo como chantaje? Esa sonrisa se ensanchó. ―¿Quién te dijo que jugaba limpio? Mis labios se torcieron pero esto era demasiado serio para bromear. ―Sí quiero casarme contigo, Vlad. Esta noche es muy pronto, pero… ―¿Por qué? Ninguna pizca de humor coloreaba la pregunta. Con retraso, noté por qué estaba tan serio. Con ese conocimiento, mi belleza sureña previa a la guerra estalló a la superficie. ―¡Porque todo esto es tan repentino! Luego de una explosión que incluso Scarlett O’hara habría despreciado, traté de explicar de una manera más elocuente. ―Quiero que nuestra boda sea especial. No tengo un vestido, tú no tienes padrino, y en vez de flor, tenemos cadáveres en los postes decorando la fachada de la casa. ―Las flores están en camino, igual que mi padrino, tres costureras están listas para hacer cualquier vestido que desees, y los cadáveres haré que los bajen ―replicó sin perder el ritmo. Si tenía costureras esperando más las flores y un padrino en camino, él no estaba sólo serio sobre querer casarse esta noche. Él lo estaba planeando. Un tira y afloja colosal crecía dentro de mí. Amaba a Vlad y quería pasar el resto de mi vida con él; no tenía dudas sobre eso. Su arrogancia y complejidad me llevarían a una pared, además que nunca me acostumbraría a su hábito de empalamiento; no tenía dudas sobre eso, tampoco. ¿Podría un largo compromiso cambiar algo de lo dicho? No, pero el dicho “Casada con prisa, tiempo para arrepentirse” era famoso por una razón… ―¿Mencioné que honro la costumbre de pagar un precio por la novia? ―preguntó en un tono casual, como si su mirada no se estrechara mientras
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escuchaba mis pensamientos―. En caso que no estés familiarizada, un precio por la novia es donde el novio otorga un regalo a su nueva esposa ―siguió―. El regalo se supone que debe ser un reflejo del valor que el novio le da a su novia. Debido al valor que tienes para mí, no importa lo que pidas, si está en mi poder para conceder, será tuyo. Me endurecí al empezar a escuchar su descripción, insultada que Vlad pensara que podía superar mis preocupaciones con dinero. Luego él acarició las palabras al final de la oración hasta que brillaron tan claramente como la manzana que la serpiente le ofreció a Eva. ¿Qué pensaba él que quería? Me amaba, ese había sido mi más grande deseo, y no recordaba cantar “Chica Material” alrededor de él últimamente… La comprensión cayó. Cualquier cosa en su poder para conceder, no importa lo que sea. TÚ, DESPIADADO diabólico hombre, pensé, espantada y admirándolo al mismo tiempo. ―Déjame adivinar, ¿no pagas a menos que me case contigo? Una astuta sonrisa curvó sus labios. ―Correcto. ―Realmente no juegas limpio cuando se trata de algo que quieres, ¿cierto? ―dije. Sus ojos brillaron. ―No tienes idea. Una promesa y una amenaza. Eso describía mi decisión ahora, la que sostenía la esperanza de una increíble felicidad tan bien como el potencial para un corazón roto irreparablemente. ―Me dijiste que quieres casarte conmigo ―dije, con voz gutural por todas las emociones crecientes―. No me preguntaste. Probablemente no lo había notado. Para él, no habría mucha diferencia entre las dos, y eso ejemplificaba muchos de los problemas en nuestra relación. ¿Ves? No puedes casarte con él ésta noche o ninguna otra noche, ¡ustedes dos NUNCA durarán!, espetó mi voz interior. Vlad miró hacia mí, cobre tragándose su mirada hasta que no quedó ningún rastro de esmeralda. Luego, su expresión la misma mezcla de desafío e invitación, lentamente se arrodilló ante mí. ―Leila Dalton, mi único amor verdadero, ¿me harías el honor de convertirte en mi esposa? Pude haber llevado a Vlad a arrodillarse al final, pero en muchas formas, él nunca se agacharía. Sabía eso tan seguramente como sabía que siempre lo amaría, y eso sólo me dejaba una respuesta. ―Sí, Vlad, me casaré contigo. Esta noche.
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Mi odiada voz interna nunca me había guiado correctamente antes. Estaría condenada si empezara a escucharla ahora.
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Capítulo 27 Ahora sabía en qué había estado Vlad ocupado ayer cuando no había venido a verme: preparándose para una boda sobre la que yo no sabía nada. No había bromeado sobre las costureras, las flores y todo lo demás. Su personal iba tropezándose a velocidad borrosa, colocando decoraciones, haciendo suficiente comida para un ejército a juzgar por el caos cerca de la cocina, y sacando tantas velas que el condado de al lado sufriría pronto de escasez de cera. A diferencia de la frialdad que había experimentado antes, la gente de Vlad era ahora todo sonrisas, y si una persona más se inclinaba ante mí, esperaría que una tiara brotara por arte de magia de mi cabeza. Pero antes de elegir un vestido o alguno de los otros puntos en mi lista de Cosas Urgentes por Hacer, tenía que hablar con mi familia, incluso con el vampiro con el que no compartía lazos de sangre. Vlad se sentó junto a mí en el Salón de Tapices. Imágenes de la vida medieval, batallas y naturaleza estaban tejidas intrincadamente en las enormes cubiertas de las paredes. El techo tenía cajas interiores talladas en diseños que reflejaban escenas de las tapicerías. El efecto era impresionante, pero no creo que mi padre lo apreciara en ese momento. Él me miraba con el mismo horror que había visto en las caras de la gente justo antes de ser ejecutados. ―¿Te vas a casar con él esta noche? Gretchen, por una vez, fue más cortés. ―Eso explica por qué todo el mundo está corriendo como si tuvieran el culo en llamas. La cara de Marty estaba cuidadosamente en blanco, pero su mirada iba de Vlad a mí de una forma que difícilmente podría describirse como feliz. ―¿Por qué la prisa? ―preguntó Gretchen. Entonces miró a mi cintura―. No estás embarazada, ¿verdad? ―Los vampiros son incapaces de dejar embarazadas a humanas ―dije. El alivio cruzó la cara de mi padre pero yo era ambivalente. Incluso si Vlad fuera humano, sabía desde que era adolescente que no podría tener hijos. Ningún bebé podría sobrevivir al alto voltaje de mi cuerpo. Entonces el gesto de mi padre se endureció. ―No puedes esperar que dé mi bendición a este error desastroso. Las palabras iban dirigidas a mí, pero Vlad respondió. ―No le insultaría pidiéndosela. Ambos conocemos su desaprobación y ambos sabemos que no me importa. La opinión de Leila es la única que importa y ha dicho que sí. Mi padre lanzó una mirada calculadora a los elementos de plata de la bandeja delante de él. Vlad le dirigió una sonrisa encantadora.
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―Nunca lo lograrías. Durante un segundo, no entendí. Entonces mi boca se abrió. ―¡Papá! ¡No estabas pensando en estacar a mi prometido con un cuchillo de plata! Marty saltó sobre mi padre. ―Hugh, necesitas calmarte ―murmuró mientras lanzaba miradas cautelosas a Vlad―. Vamos a dar una vuelta, ¿eh? ―Eso no es necesario, no le mataré ―dijo Vlad en el mismo tono que la mayoría de la gente usaba para hablar sobre el tiempo. ―Esto es demasiado retorcido ―murmuró Gretchen―. Voy a tener a Drácula de cuñado. Ignoré eso, todavía mirando fijamente a mi padre. ―No esperaba que esto te hiciera feliz. Esperaba que no te volviera un homicida. He vivido con un vampiro durante años, ¿recuerdas? No son tan diferentes a nosotros. ―¿Crees que me opongo porque es un vampiro? ―espetó mi padre―. Si te casaras con Marty, te daría mi bendición porque es un buen hombre. Él… ―un dedo apuntó en dirección a Vlad―… no lo es. Suspiré. ―Viste los cadáveres en el jardín, ¿verdad? Mi padre dejó escapar un sonido de burla. ―Como si no lo supiera antes. Te lo dije, Leila, puedo leer a la gente y, sin duda, Vlad es la persona más violenta que he conocido. ―Tienes razón. Vlad no se había movido de su posición relajada, ni había perdido su sonrisa afable. Hizo un gesto con la mano a Gretchen y Marty. ―Ustedes dos están resignados a esta boda, así que dejen la habitación. Gretchen se levantó, echando una mirada de reojo a mi mano. ―Todavía no hay anillo de diamantes. Esto es lo que pasa cuando no te haces difícil de conseguir, hermanita. Giré los ojos. ―Si quieres ayudarme a diseñar el vestido, reúnete conmigo en la biblioteca dentro de media hora. Marty me dirigió una larga mirada. ―Espero que sepas lo que estás haciendo, muchacha ―dijo. Luego siguió a Gretchen fuera de la habitación. Miré de nuevo a Vlad, percibiendo que mi padre y él estaban participando en un concurso de miradas. Los ojos de Vlad eran de su color normal cobre profundo, pero incluso sin el realce vampírico, Hugh Dalton no tenía ninguna posibilidad.
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―Papá, sé que tienes ciertas opiniones sobre Vlad, pero una vez que llegues a conocerlo, estoy segura... ―empecé, sólo para que la risa de Vlad me detuviera. ―Eso no ayudará porque tiene razón. Soy un hombre violento y siempre lo he sido. Cuando tenía la mitad de su edad y era humano, invité a los nobles locales a mi casa a una fiesta. Mientras todavía tenían comida colgando de sus labios, los maté a todos y la consideré una noche excelente. ―Demasiada información ―murmuré. Hizo caso omiso de eso, encontrándose con la mirada azul áspera de mi padre. ―Esto es lo que no sabes: nunca soy violento sin motivo. Esos nobles habían traicionado a mi padre, dejándolo ciego y enterrado vivo. Algunos de ellos lo habían encerrado en su tumba por sí mismos, aun así vinieron a mi casa sin miedo porque me subestimaron. Usted no lo hace, que es una de las dos razones por las que le respeto. Luego se inclinó hacia delante, su sonrisa se desvaneció. ―La otra razón es esta: la lealtad. Usted ha visto las riquezas que poseo y el poder que ejerzo, sin embargo, nunca ha pensado en utilizar a sus hijas para conseguir esas cosas para sí mismo. ―Eso no es lealtad. Se trata de ser un padre ―rechinó mi padre. ―Mi padre nos entregó a mi hermano pequeño y a mí a su peor enemigo a cambio de seguridad política ―dijo Vlad rotundamente―. He visto cosas aún peores en estos siglos. La paternidad no es por lo que valora a sus hijas más que al dinero, el poder o incluso sanar su pierna, lo que puedo hacer. Es la lealtad y espero que la honre más ahora después de la pérdida que sufrió cuando la traicionó antes. No sé lo que me sorprendió más... Vlad diciendo que podía sanar la pierna lisiada de mi padre o que le echara en cara su antiguo adulterio. Vlad lo sabía por la culpa que yo todavía acarreaba por la muerte de mi madre. Le conté a ella lo de las cartas incriminatorias que encontré en la bolsa de mi padre porque estaba enfadada por trasladarnos lejos de mi entrenador para irnos con papá a Alemania. A los trece años, me preocupaba más entrar en el equipo Olímpico que el corazón roto de mi madre. Cuando ella lo dejó nos fuimos a casa de mi tía, donde murió intentando ayudarme después de que tocara una línea eléctrica caída. Mi padre también parecía aturdido, pero luego se levantó, golpeando con el extremo de su bastón a Vlad. ―Cómo te atreves. Las palabras temblaban de ira. Vlad ni siquiera parpadeó.
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―Me atrevo porque no quiero malentendidos entre nosotros. Soy todo lo que piensa que soy, pero amo a su hija, y lo que amo, lo protejo con toda la violencia que hay en mí, la que, como ha adivinado, es considerable. El silencio cayó cuando Vlad dejó de hablar. Incluso su personal debía haber detenido sus frenéticos preparativos porque se podía oír un alfiler caer en la habitación de al lado. La cara de mi padre permanecía con líneas duras mientras yo estaba ocupada en un debate interno. Podría haber dejado fuera a toda la gente que había matado... ¿Por qué? Una búsqueda en Google habría revelado la misma cosa. Bien, pero sacar lo de la infidelidad de papá... ¿Fue maleducado mientras remarcaba su argumento? Este es Vlad el “Empalador”. Su argumento normalmente viene al final de un largo palo. Sí, pero los dos van a ser familia... ¿Oíste a Vlad describir a su familia? Ni siquiera llegó a la parte donde su hermano pequeño intentó matarle. Y así una y otra vez. Como me temía, me había transformado en Gollum. Lo que al final dije después de unos segundos fue esto: ―No te culpo por estar enfadado, papá. Si mi hija me dijera que se iba a casar con el Príncipe de la Oscuridad no-muerto, me asustaría también. No tiene que gustarte ni aprobarlo, pero no puedes pararme, y espero... ―Tragué para liberar el nudo que de repente tenía en la garganta―. Espero que estés en mi boda. Entonces me acerqué a él y besé su mejilla antes de dejar la habitación. Lo que fuera que mi padre, Gretchen o Marty decidieran hacer, tenía una boda para la que prepararme.
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Capítulo 28 En algún momento, estuve segura de que despertaría. No era la chica que tenía un exquisito vestido hecho a mano con rapidez para su boda por algo parecido a su hada madrina. Era la chica que perdió a su madre antes de que pudiera realmente llegar a conocerla. Aquella cuyos sueños se habían aplastado, cuya familia albergaba resentimientos, la que no podía tocar a nadie sin arriesgar sus vidas y la que se ahogó en la oscuridad por todos los pecados que sus habilidades le obligaron a vivir. Esa no se parecía a la chica del espejo. Mi vestido tenía un corpiño color crema solapado en el busto para aumentar mis modestas curvas. Debajo, una falda de gasa de múltiples capas tenía embutidos racimos de encaje y diminutas perlas. La chaqueta bolero de encaje dejaba mi escote al descubierto, pero abrazaba mi cuello y hombros antes de descender en mangas tan finas como telarañas. Llegaban a mis dedos, con racimos bordados que ocultaban mi larga y zigzagueante cicatriz. Mi cabello estaba levantado, con un broche de diamantes por debajo del moño. El broche sostenía un enorme velo catedral, con más adornos de perlas. El frente del velo estaba actualmente echado hacia atrás por si necesitaba algún retoque final en el maquillaje. No, la chica del espejo no parecía haber sufrido de soledad, aislamiento o un flujo de imágenes de los peores actos que las personas se infringían unos a otros. Ella parecía feliz. Se podría atrever incluso a usar la palabra bendecida. ¿Acaso era extraño que me costara reconocer que era yo? Gretchen apareció en el reflejo. ―No se te ocurra llorar durante los votos. Arruinará tu maquillaje. El comentario de mi hermana trajo una pizca de realidad en estas circunstancias irreales, pero estuvo bien. Estaba aquí, con un vestido de satén sin tirantes de color amatista que mostraba las curvas para las que yo necesitaba un drapeado creativo para duplicar. El cabello negro por los hombros estaba recogido, añadiendo un aire de sofisticación y su maquillaje de ojos negro le hacía parecer mayor de sus veintidós años. ―Estás increíble ―le dije. ―No ―dijo, su voz suavizándose―. Tú lo estás. Entonces me sorprendió abrazándome. Bajo la laca y la leche hidratante, me llegó su aroma a limones y espuma de mar. Inhalé, sabiendo que nunca volvería a cruzarme con ellos sin pensar en mi hermana. Me dejó ir con un bufido. ―¿Acabas de olerme? Avergonzada, asentí.
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―Toda la sangre que me dio Vlad puso a toda marcha algo más que mi oído. Otro bufido. ―Te vuelves más rara cada día, ¿sabes? ―Entonces miró alrededor, pero las tres geniales costureras se habían ido―. Bueno, ¿huelo bien? No puedes pedir, sobornar o robar perfume en este lugar. ¿En una casa de gente con sentidos olfativos hiperactivos? No lo dudaba. El perfume sería como mazas para los vampiros. ―Hueles bien ―le aseguré. Sonaron golpes en la puerta. Gretchen la abrió, mostrando a Marty. Vestía un esmoquin negro que debía ser recién hecho porque él no tenía ninguno y le sentaba como un guante. Sus pobladas patillas estaban recién cortadas y su espeso cabello negro peinado hacia atrás, añadiendo un toque disoluto a su apariencia formal. ―Es la hora ―dijo. Entonces se quedó mirando―. Guau, chica. Las dos ―añadió apresuradamente. Me giré para que Marty pudiera ver mi vestido entero, con cuidado de no tropezar. ―Todavía no puedo creer que Sinead, Frances y Bertrice hicieran esto en seis horas. Esos vampiros cosen tan rápido que casi incendian los hilos. Mi voz se apagó cuando alguien más apareció detrás de Marty. Hugh Dalton también llevaba un esmoquin, y su cabello negro grisáceo estaba recién cortado. Las líneas de su rostro parecían más marcadas, pero sus labios apretados se suavizaron un poco cuando me miró. ―No importa lo que piense acerca de esto, Leila, eres mi hija, por lo que no vas a caminar por ese pasillo sola. Tragué saliva. Gretchen susurró: ―¡El maquillaje de ojos! ―Y me dio un codazo, pero sus ojos tenían un nuevo brillo, también. Hacía mucho tiempo que no habíamos hecho nada juntos como una familia. Marty tomó a Gretchen del brazo. ―Vamos, guapa. Te voy a mostrar dónde ir. Ella le dio a su cabello un retoque final y entonces me sopló un beso. ―Te veo pronto, hermanita. Se fueron los dos. Mi padre continuó mirándome. Entonces dejó escapar un suspiro que parecía venir de muy dentro. ―¿Está segura de que quieres hacer esto? ―Estoy segura ―le dije con voz firme.
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Me tomó del brazo. Mis actuales repelentes guantes de marfil sólo llegaban hasta mis muñecas por lo que absorbió una corriente, sin embargo, ocultó su mueca de dolor detrás de una sonrisa forzada. ―Temía que dijeras eso.
Casi no reconocía la tercera planta. Los muebles de siempre se habían ido y las oscuras paredes estaban cubiertas de seda blanca. Más seda colgaba de los techos, creando un elegante efecto de abombamiento. El vestíbulo tenía flores situadas alrededor de las antorchas de piedra blanca que habían sido separadas con escudos pulidos entre ellas. Esos escudos recogían la luz del fuego y la reflejaban, bañando el pasillo entero con un resplandor dorado. El olor a mi sensible nuevo olfato le hacía el aire más pesado y más dulce. Caminar a través de él era como atravesar un túnel encantado. Marty y Gretchen entraron por las puertas principales del salón de baile. Mi padre y yo les seguimos, y cuando aparecimos en la entrada, sonó música de órgano, arrebatándome un jadeo. No fue la nueva apariencia del salón de baile lo que me dejó sin aliento, aunque el pasillo formado por pilares inmensos de rosas blancas y enormes candelabros antiguos decorados con cientos de velas, habían transformado la habitación en un paisaje de ensueño gótico. Fueron todas las caras que se giraron hacia nosotros. Debía haber dos mil personas, un mar de esmóquines negros rotos ocasionalmente por toques de color de las mujeres en trajes formales. ¿Había invitado Vlad a toda la ciudad?, me pregunté con incredulidad. Ese pensamiento se desvaneció cuando eché un vistazo al novio. Vlad estaba solo en una plataforma blanca elevada, con un dosel de vides entrelazadas al hierro que se alzaba varios metros por encima de él. No llevaba esmoquin. Cómo le gustaba destacar. En contraste, su chaqueta de ébano tenía gruesas cuerdas trenzadas alrededor de sus hombros, me recordaba a lo que los reyes usaban en las ceremonias oficiales. Era abotonada hasta arriba, el alto cuello marcando la fuerte y cincelada línea de su mandíbula. Su pantalón era también negro, pero la capa que cubría sus hombros y se amontonaba a sus pies era escarlata. Sus bordes estaban adornados con armiño y una gran cadena de oro la mantenía cerrada, un colgante de oro y azabache del tamaño del puño de Vlad colgaba del centro. En resumen, estaba magnífico.
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Caminé por el pasillo, apenas notando a nadie más. Incluso la presión de la mano de mi padre se desvaneció. El cabello de Vlad estaba peinado completamente hacia atrás, revelando sus ligeros picos de viuda. La ausencia de las oscuras ondas hizo que sus rasgos delgados, cejas fuertes y altos pómulos fueran mucho más llamativos, y sus ojos de color cobrizo parecían penetrar en mi alma. Ven a mí, ordenaban silenciosamente. Incluso si quisiera negarme, no creo que pudiera. Estaba a unos seis metros cuando el fuego se deslizó hasta el dosel de hierro, serpenteando a través de todas esas vides talladas. Mi padre se detuvo, apretando su agarre para retenerme. ―Leila... ―Está bien ―dije. Nunca temería al fuego estando cerca de Vlad. Entonces permití que mi brazo se deslizara del agarre de mi padre, caminando esos últimos metros sola. El dosel seguía encendido pero ni una chispa perdida caía al suelo. En el momento en el que subí a la tarima y tomé la mano de Vlad, el hierro se había aclarado por la intensidad de las llamas, hasta que parecía que el dosel de metal encima de nosotros se había convertido en oro fundido. Decir que siempre recordaría este momento sería insuficiente. Estaba tan deslumbrada que me tomó un segundo darme cuenta de que la tarima tenía escaleras por detrás, también. Un hombre de cabello gris con una larga túnica blanca subió hasta nosotros. Luego se hizo la señal de la cruz mientras entonaba algo en latín. Una vez que terminó, todos se sentaron a un unísono casi perfecto. Este tipo de coordinación me dijo que la mayoría de nuestros clientes tenían que ser vampiros. ¡No tenía ni idea de que tenías tantos amigos!, deslicé a través de mi mente antes de que me diera cuenta cómo había sonado. La boca de Vlad se arqueó. Entonces, ¿el ministro, oficiante? comenzó a hablar en inglés, así que finalmente le entendí. ―Queridos amigos ―dijo con un fuerte acento italiano―. Estamos aquí para presenciar la unión de este hombre y esta mujer en los lazos del santo matrimonio. Con mis habilidades, había revivido un montón de bodas. También había revivido bastantes divorcios para saber que los votos que estábamos a punto de hacer tenían más del cincuenta por ciento de posibilidades de fallo, pero eso no me intimidaba. Me había enfrentado a peores probabilidades antes, y Vlad bien valía la pena la lucha. Él sonrió ante eso: sabiendo, desafiando y, oh, tan sensual.
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―Sin peleas ―murmuró―. Ahora es para siempre. Esta primera ceremonia es sólo para que tú y todos los demás también lo sepan. ¿Primera ceremonia?, me pregunté, pero entonces el oficiador dijo: ―¿Puedo tener los anillos? ―Y me quedé helada. Con toda la actividad del día, había olvidado que no tenía anillos. ¿Ahora qué? Para mi sorpresa, Gretchen subió a la tarima escoltada por Mencheres. El egipcio de largo cabello debía ser el padrino de Vlad. Le pasó algo a Vlad, y mi hermana tomó mi ramo mientras presionaba algo dentro de mi mano. Miré hacia abajo, aliviada de ver bandas de oro retorcidas formando un anillo de aspecto inusual. Entonces la curiosidad me hizo mirar fijamente la mano cerrada de Vlad. ¿Qué clase de anillo me daría? ―Pon el anillo en su mano ―dijo el oficiador―. ¿Tomarás, Vladislav Basarab, a esta mujer, Leila Dalton, como tu esposa...? Las palabras se convirtieron en ruidos borrosos cuando vi el anillo de oro ancho que Vlad deslizó en mi dedo, un dragón enjoyado estampado en su superficie. No necesitaba que Vlad me lo dijera para saber que no se trataba de una réplica. Podía sentir palpitar las esencias de los antiguos príncipes que se lo habían puesto antes que yo, Vlad incluido. No me había dado un anillo de diamantes ordinario. Me había dado el sello real de la línea Dracul, modificado para adaptarse a mi dedo. No escuché terminar al oficiador, pero Vlad dijo: ―Lo haré. ―Primero en inglés, entonces en rumano. El rugido inmediato de la audiencia me sacó de mi estado de shock. ¿No se supone que la celebración venía después de que ambos dijéramos nuestros votos? Entonces fue mi turno, y deslicé el anillo en la mano de Vlad mientras decía los votos de amarlo, honrarlo y respetarlo. Ningún rugido sonó cuando acabé de hablar. De hecho, el lugar se quedó en absoluto silencio cuando el oficiador dijo que si alguien objetaba nuestra unión, debía hablar ahora o callarse para siempre. Para mi alivio, ni mi padre ni Marty dijeron nada. De otra forma, alguien en esta multitud a favor del novio podría haberlos silenciado "para siempre" en ese momento. Entonces vinieron las palabras que nunca había pensado que oiría, marido y mujer, seguidas de un beso que abrasaba el alma y que nunca olvidaría. Esta vez, los aplausos fueron ensordecedores.
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Capítulo 29 Descubrí quiénes eran el noventa y cinco por ciento de los invitados mientras aceptaba sus felicitaciones. Los miembros de primera generación de la línea de Vlad, lo que quería decir vampiros a los que había transformado él mismo. Aparentemente, su linaje era tan extenso que incluso su enorme casa no podía albergar a todos los vampiros que su gente había transformado también. Dada su variedad de acentos, los descendientes no-muertos de Vlad provenían de todas las partes del mundo. Debían haber dejado todo para correr hasta aquí esta noche. Por otra parte, podrían haber tenido miedo de no hacerlo. No me imaginaba a Vlad tomando "no me apetecía" como una razón aceptable para perderse su boda. Debido al gran número de invitados pase las primeras tres horas con mi mano enguantada siendo besada y oyendo nombres que nunca recordaría. La siguiente hora consistió en pequeños bocados de un festín tan grande que la ciudad cercana podría comer de las sobras durante días. Entonces vino una avalancha de brindis, hasta que tuve que aparentar beber o arriesgarme a caer borracha en mi propia boda. Gretchen no tenía tales preocupaciones. Había pasado la etapa risueña y avanzado hasta la fase de ¿es la habitación la que gira o soy yo? Mi padre se quedó cerca, observando a cada hombre no-muerto que la miraba dos veces. No había ofrecido un brindis, pero todavía estaba aquí. El gigantesco reloj dio las dos de la mañana cuando Vlad se levantó y me tendió la mano. La tomé, sorprendida por los aplausos que siguieron. ¿Era esa la señal para Nos vamos de aquí? Eso esperaba. Mi energía estaba empezando a decaer y no quería gastar la que me quedaba aquí, por muy increíblemente lujosa que fuera la recepción. Vlad se rió bajo. ―Créeme, no lo harás. Luego me levantó en sus brazos al son de más aplausos y las risas conocedoras de unos cuantos. Ni siquiera tuve oportunidad de decir buenas noches antes de que saliéramos del salón de baile y subiéramos las escaleras. Entonces el pasillo se convirtió en un borrón que culminó en la puerta cerrándose con decisión detrás de nosotros. Yo no era la que había llevado a alguien más de cien metros en menos de cinco segundos, y aun así mi corazón empezó a saltar. A una velocidad diferente a la anterior, Vlad dejó mi cuerpo deslizarse sobre él, tentadoramente centímetro a centímetro, hasta que me colocó sobre mis pies. Todo el tiempo
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mirándome con una intensidad que hacía que las palabras parecieran insultantemente triviales en comparación. Olvidé las miles de personas con oído supernatural una planta debajo de nosotros. No me importaba que en algún lugar, una vampiro y otros aspirantes a asesinos hubieran descubierto que estaba viva y que me había casado con Vlad. Bajo el peso de su mirada, todo eso desapareció hasta que no hubo nada más excepto nosotros dos. Vlad desenganchó la cadena de oro que sostenía su regia capa escarlata, cayó al suelo con un ruido sordo. Saqué el broche que sostenía mi velo y desenrollé el cabello del moño. El espumoso encaje cayó a mis pies al mismo ritmo que mi cabello se derramaba sobre mis hombros. Sus manos se entrelazaron en esa masa oscura antes de deslizarse hacia abajo a los broches ocultos en mi espalda. Lancé un suspiro cuando el encaje y la gasa fueron reemplazados por el toque abrasador de sus dedos. Entonces intenté quitarle la chaqueta, pero mis guantes eran demasiado engorrosos. Me los quité, incluso antes de poder tomar el anillo que salía con ellos, Vlad lo hizo. El verde brillando en sus ojos mientras lo deslizaba en mi dedo desnudo. Luego su mano bajo por su pecho, abriendo los botones como por arte de magia. Sólo tuve un segundo para ver su camisa debajo antes de que también se hubiera ido y estuviera desnudo de cintura para arriba. Bebí la vista de su pecho musculoso con la capa de vello oscuro y numerosas cicatrices. Vlad parecía lo que era, un guerrero que había hecho su camino a través de batallas que habían matado a hombres menores. Desnudo, no disminuía su plena masculinidad y su peligro inherente. En cambio, aumentaban, y no me gustaría que fuera de otro modo. Un gemido se me escapó cuando extendí la mano y puede tocar su dura y caliente carne. Deslizó el vestido por mis hombros y bajó cada manga por mis brazos, dejándome en corsé, bragas y medias de seda. Ni siquiera estaba desnuda, pero cuando su mirada se deslizó sobre mí, me sentí más expuesta de lo que nunca había estado antes. Vlad parecía mirar más allá de mi piel en los lugares de mi alma que nunca había compartido con nadie, y en ese momento, los reclamó como suyos. Y lo miré con la misma posesión. Lo que fuera que hubiera hecho, donde quiera que hubiera estado antes y quienquiera que fuera en el futuro, era mío. Si todavía tenía escudos en ciertas partes de su corazón, los derribaría o los explotaría hasta abrirlos. Puedes tener todo de mí, le dije silenciosamente, pero tomaré todo de ti a cambio. Su sonrisa fue sensual y desafiante, un reto a que mantuviera esa promesa. Entonces me tomó en sus brazos, su piel desnuda enviando ondas de
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calor hasta mis entrañas. Me levantó, pateando el vestido caído mientras su boca se cerraba sobre la mía. Él sabía a champán y la sangre se derramó cuando picó su lengua con un colmillo. El dolor estalló cuando después picó mi lengua, aunque su sangre la sanó casi instantáneamente. El sabor a cobre aumentó y, cuando me retiré con aversión instintiva, su agarre se apretó. ―Creía que “todo de mí” incluía compartir la sangre del otro. Poniendo a prueba mi voto ya. No esperaba menos, pero si pensaba que ondearía la bandera blanca, estaba equivocado. ―No te guardes nada. Lo sentí sonreír sobre mis labios. ―No pretendía hacerlo. Entonces me levantó, llevándonos no a la cama, sino a la chimenea. Me puso sobre la alfombra de piel gruesa delante de ella, sus ojos nunca dejaron los míos mientras me quitaba los zapatos y las medias. Alcancé sus pantalones, pero sostuvo mis manos, sujetándolas por encima de la cabeza mientras desabrochaba mi corsé. Mi respiración se aceleró mientras caía, dejándome nada más que la ropa interior. El hambre en su mirada hizo que mis pezones se endurecieran, y cuando lo dejó caer más abajo, casi podía sentir mi sangre acelerándose. El deseo se apostó en todas las partes que quería que tocara mientras mis entrañas parecían palpitar con pulso propio. Había pasado demasiado tiempo desde que lo sentí dentro de mí. No quería esperar ni un segundo más. Intenté empujarlo dentro de mí, pero el agarre en mis muñecas se apretó. ―Todavía no. Yo no estaba de acuerdo, y él podría tener mis manos sujetas, pero mis piernas no lo estaban. Enganché una alrededor de su cadera y froté la parte inferior de nuestros cuerpos juntos, un grito se me escapó al sentir su gruesa y dura carne. Su risa baja fue a la vez erótica y amenazante. ―Disfrutarás lamentando eso. Su boca bajó entonces, su caliente y húmeda lengua haciendo que mis pezones hormiguearan con sus rápidos lengüetazos. Soltó las muñecas para acariciar mi espalda antes de quitarme la ropa interior bajándola lentamente por mis piernas. Cada vez que alcanzaba sus pantalones, sin embargo, me bloqueaba con una risita. Una vez que las bragas desaparecieron, me apretó de nuevo, su cuerpo cubriendo el mío. Tuve unos pocos momentos para deleitarme con su peso, la sensación de sus músculos y la forma sensual en que el vello de su pecho rozaba mis pezones antes de que su boca se cerrara sobre mi pecho. Chupó hasta que los hormigueos se convirtieron en palpitaciones y cuando sentí alargarse sus colmillos, me arqueé en silenciosa invitación.
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El placer siguió a la momentánea picadura en menos tiempo del que me llevó gemir. Entonces el calor se propagó, debido al efecto de las pequeñas gotas de veneno de sus colmillos. Succionó más duro antes de agarrarme y ponerme encima de él, cambiando a mi otro pecho. Tiró de él con fuerza, haciéndome que lo agarrara con creciente urgencia. Dejé mis piernas deslizarse hacia abajo hasta que me senté a horcajadas, y cuando la dureza dentro de sus pantalones rozó mi clítoris, las chispas se dispararon desde mi mano en una avalancha de sensaciones. Mordió al mismo tiempo, inundando mi pecho de calor y haciendo que mi pezón quemara eróticamente. Mi cabeza cayó hacia atrás mientras un sonido animal salía de mi garganta. Vlad agarró mis caderas, moldeándome más cerca. Entonces se arqueó hacia delante, aumentando la fricción mientras sus colmillos penetraban más profundamente. El doble asalto de placer fue demasiado. Grité mientras miles de terminaciones nerviosas se estimulaban a la vez. Ese grito se convirtió en un gemido mientras el éxtasis se apoderaba de mí, transformando la necesidad en dulce liberación. Mi pulso, que antes atronaba, pareció detenerse mientras la languidez caía sobre mis miembros, haciendo que los sintiera más pesados. La boca de Vlad dejó mi pecho después de un lametón final. Se deslizó en un rastro ardiente sobre mi hombro y mi cuello antes de besarme, presionándome de nuevo contra la piel sedosa. Esta vez, apenas noté el sabor cobre en su boca. Estaba demasiado centrada en la forma en que su lengua acariciaba la mía, la sensación de su duro pecho contra mis pezones demasiado sensibles y el deseo que se encendió de nuevo cuando se quitó los pantalones. Abrí las piernas, gimiendo cuando tomó mi muslo y se lo puso contra la cadera. Una deliciosa expectación provocó qué mis músculos internos se apretaran, poniéndome incluso más húmeda. Cuando llegó abajo y sus dedos invadieron mis profundidades, lo agarré y me arqueé con más exigencia que invitación. Su risa terminó en otro beso ardiente. Esos dedos entraron más profundo, intensificando el dolor que me hacía moverme contra su mano. Mi respiración venía en jadeos apagados mientras continuaba besándome con mayor fiereza. Entrando voraz en mi boca con los labios y la lengua. Entonces, su mano detuvo su sensual tormento y se deslizó debajo de mis caderas, levantándome. Estaba más que preparada, pero era grande y había pasado mucho tiempo. Mis paredes internas se estiraban mientras se movía más profundo, y cuando toda su extensión empujó dentro de mí, se me escapó algo parecido a un sollozo.
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Su mano dejó mi cadera para enredarse en mi cabello, el pulgar acariciando mi mandíbula. Su beso cambio también, igualando su lentitud mientras comenzaba a retirarse. Mi cuerpo no se había ajustado plenamente todavía, pero envolví mis piernas alrededor de él y le envié una única y ferviente orden. No pares y no te retires. Hizo un sonido. Más duro que un gemido, más primario que un gruñido. Entonces empujó hacia delante mientras sus colmillos se enterraban en mi garganta. Ambos sitios se encendieron con el azogue del dolor seguidos de un placer fundido y abrumador. No tuve oportunidad de gritar antes de que otro empuje/mordisco enviara más sensaciones rompedoras a través de mí. Mis uñas arañaron su espalda cuando la electricidad que no podía controlar entró en él. Sólo le hizo agarrarme más fuerte mientras continuaba moviéndose con esas embestidas entusiastas y duras. Cuando me di cuenta de que había dejado de morderme, no me importó. Podría haber seguido bebiendo hasta que no quedará nada. Siempre que se sintiera así, le daría la bienvenida. Mis sentidos se agudizaron mientras el placer seguía creciendo. El aroma a humo y especias de Vlad nunca había sido más intoxicante. Su cuerpo era abrasador, sus musculosos muslos eran más duros que la piedra contra los míos y su boca voraz con todo lo que tocaba. Me sentí perdida en él y cuando los increíbles espasmos me sacudieron de dentro hacia fuera, me invadió la más extraña clase de vulnerabilidad. Él lo quería todo de mí y eso era lo que le había dado. ¿Significaba eso que no me quedaba nada? ―No ―murmuró, la voz espesa por la pasión―. Me tienes a mí, y te amo. Entonces me besó, moviéndose más rápido y la realidad se hizo borrosa una vez más. Cuando su clímax surgió poderoso a través de él, no podía recordar lo que me había preocupado. Perderme a mí era ganarle a él, y viceversa. Eso bien valía la pena cualquier precio.
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Capítulo 30 Ayer, me desperté en la enfermería aún cuidando de un roto corazón. Hoy, me desperté en la cama de Vlad como la señora Drácula. Qué diferencia hizo un día. ―Si te presentas a alguien como la señora Drácula, voy a morderte de manera que no vas a disfrutar. Sonreí sin abrir mis ojos. Algunas cosas no cambian, como Vlad estando de mal humor cuando despertó primero. ―Estoy temblando de miedo. ―Como debes estar, y yo he estado erguido, mi adorable esposa. Ahora abrí mis ojos. Vlad estaba vestido, para mi decepción, sentado en una silla con un iPad en su regazo. Se levantó y se acercó a mí, la expresión tan seria que me tensé. ―¿Qué pasa? ―Sólo leyendo algunos correos ―dijo mientras sus dedos brillaban a través del pequeño teclado. Entonces él lo levantó para mí. Alguien en esta casa me ha traicionado. Aspiré una bocanada de aire. Una sonrisa irónica retorció su boca mientras escribía algo más y lo levantó de nuevo. Aparte de Maximus, eso es. Dejé eso aparte. ¿Cómo lo sabes?, pensé. Escribió más rápido. Empecé a sospechar cuando mi personal rastreó el teléfono celular de Maximus a ese hotel, pero Hannibal me ganó al llegar allí. Tú dijiste que Hannibal sabía detalles acerca de tus poderes de los que solo estaban al tanto los miembros de este hogar. Como prueba final, un correo que Mencheres acaba de enviar confirmó que se filtró más información incriminatoria que sólo podía venir de alguien de aquí. Yo no había olvidado el conocimiento demasiado preciso de Hannibal, pero ser secuestrada, morir, estar comatosa, y casarme con Vlad, todo en menos de una semana, lo había alejado como mi prioridad. No para Vlad, obviamente. ¿Sabes quién es? Una rodada de ojo precedió a su siguiente frase. ¿No estaría torturando a esa persona ahora si lo supiera? Cierto, y si bien los detalles de mis habilidades podrían accidentalmente haber llegado a los oídos equivocados, decirle al jefe de Hannibal, donde Maximus y yo estábamos, no era un inocente resbalón de la lengua.
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Entonces, el significado de los mensajes escritos de Vlad me golpeó. Crees que quien hizo esto está en esta planta. Los vampiros tenían una gran audición, pero la habitación de Vlad estaba mejor aislada que la mayoría. Además, su casa estaba siempre llena de gente, lo que significaba un montón de ruido de fondo. A menos que él pensara que el traidor estaba muy cerca, Vlad no tendría que escribir en lugar de hablar. Y sólo su personal más confiable tenía habitaciones en esta planta. Hice una mueca. Lo siento. No me compadezcas, escribió él con la rapidez del rayo. Compadece al hombre que va a morir una muerte terrible, una vez que descubra quién es. Probablemente compadecería a esa persona entonces, pero en este momento, teníamos que encontrarlo. Levanté mi mano derecha con un propósito sombrío. Te ayudaré a eliminarlo. Vlad me miró fijamente, su expresión fría cambiando a una inescrutable. Cuando vi su respuesta escrita, la leí tres veces, y aun así no podía creer lo que decía. Siempre y cuando tú sigas siendo humana, no lo harás.
Bajé las escaleras estrechas a la mazmorra, los guardias que yo había tenido que engañar antes ahora se inclinaban ante mí mientras pasaba. Marty iba delante de mí, dos cimitarras curvas de plata unidas a su cinturón. Los cuchillos llegaban a sus rodillas, haciéndole parecer casi cómico, pero yo sabía lo rápido que era Marty. Vlad también lo sabía. Es por eso que Marty era mi guardaespaldas ahora. Yo no había querido que Vlad me acompañara por más razones que la pelea que acabábamos de tener. Había sabido que nuestro matrimonio sería tumultuoso, pero no había previsto que el entrenamiento empezara a menos de veinticuatro horas después de que dijéramos que sí. ¿Qué es lo que estabas diciendo acerca de la diferencia que hace un día?, mi maldita voz interior se burló. La ignoré y seguí caminando, moviendo la cabeza hacia el guardia que nos dejó pasar a través de la entrada. Una vez dentro, las antorchas proveyeron suficiente luz para que yo pudiera ver a dónde iba. El grillete anclado al monolito de piedra estaba ahora vacío, como estaban los postes en frente de este.
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Lo que fuera que quería decir, no estaba segura y no quería preguntar. ―Por aquí ―dijo Marty, tomando el pasaje a la derecha. No me había aventurado a esta parte de la mazmorra antes, y cuando vi la siguiente cámara, nunca quise regresar. Las antorchas revelaban máquinas antiguas y de alta tecnología, completas con accesorios espeluznantes que desafiaban incluso a mis impulsivas habilidades imaginativas en cuanto a su uso. Hacían a la parte de la mazmorra con los postes de empalamiento parecer tan benignos como una sala de espera. ―Escalofriante, ¿no es así? ―gruñó Marty―. Cuando eres un preso, lo primero que ellos hacen es darte el gran recorrido. Luego estás esposado a esa pared de piedra para pensar en lo que viste. Lo siguiente es el poste, donde se inicia una ronda de preguntas. Si no contestas a su satisfacción, vienes aquí para más incentivos. Miré alrededor con un estremecimiento. ¿Por qué alguien de la gente de Vlad lo traicionaría, sabiendo que terminarían en este pedacito de infierno si eran atrapados? Por otra parte, yo estaba aquí para ver a alguien que había hecho exactamente eso. Marty me llevó más allá de la escalofriante sala de máquinas a otro pasillo estrecho. Éste no se abrió a una gran antecámara. En su lugar, una cadena de celdas fue cortada en la roca. La mayoría eran tan altas como Marty, dejando para esos desafortunados lo suficiente para ser incapaces de pararse. Esta parte de la mazmorra era más fría, también. Mi falda turquesa colgaba hasta mis tobillos y tenía una camiseta de manga larga, pero debería haber tomado un abrigo, también. Mientras pasaba las celdas más pequeñas, nada se movía en ellas. Al igual que el resto de la mazmorra hasta el momento, parecían vacías. Tuve que preguntar. ―¿Sabes dónde están los presos? Marty abrió la boca, pero otra voz se le adelantó. ―Vlad los ha ejecutado a todos en honor de su boda. El tono de Maximus era más duro que los muros de piedra que nos rodeaban. Tragué saliva y luego la seguí hasta el final del pasillo, donde las últimas pocas celdas eran de tamaño normal, por lo menos. ―Que magnánimo. No estaba siendo sarcástica. Preferiría la muerte a experimentar todo lo que este calabozo tenía que ofrecer, y si alguien perjudicaba a Vlad lo suficiente para terminar aquí, la muerte era la única salida. Bueno, casi la única salida.
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Maximus quedó a la vista cuando me acerqué. En algún momento desde la última vez que lo había visto, le habían sido dadas ropas nuevas, pero su cabello todavía estaba rojizo de toda la sangre seca en este. Él se inclinó contra sus barrotes, sus ojos grises se iluminaron de verde. Luego miró el anillo en mi dedo enguantado y su boca se curvó hacia abajo. ―Diría que felicidades, pero ambos sabemos que estaría mintiendo. Apoyé mis manos contra los barrotes. ―Teniendo en cuenta dónde estás, no te culpo. ―No es por eso. Rápido como una serpiente atacando, tenía mis manos entre las suyas. Entonces sus dedos se cerraron, impidiéndome alejarme. ―Después de su ruptura, pensé que Vlad seguía obsesionado contigo porque tú terminaste las cosas. Luego trajo a Mencheres a la embarcación, a pesar de que buscar ayuda de otro maestro para rescatar a su pueblo lo hace parecer débil. Ahí fue cuando lo supe. ―¿Supiste qué? ―Que él te amaba ―dijo Maximus en el mismo tono que la mayoría de las personas utilizan para entregar una noticia terrible. Mi boca se arqueó. ―Sí, me lo dijo. Incluso si él no quería, proponerlo hubiera sido una gran pista. Maximus hizo un sonido áspero, liberando mis manos para voltearlas en un círculo pequeño. ―Estás idealizándolo, pero ahora estás atrapada. Él no permitió que su primera esposa lo abandonara. ¿Por qué crees que ella saltó de ese techo? ―Debido a que pensó que él estaba muerto y un ejército se dirigía a arrastrarla a la cautividad. ―Incluso Wikipedia sabía eso. ―¿Así qué dejó a su pequeño hijo para enfrentarlos? ―preguntó Maximus, dándose vuelta. ―No lo creo. Él era el mundo de Clara. No dije nada, absorbiendo dos hechos que no había sabido antes. En primer lugar, Vlad nunca me había dicho el nombre de su primera esposa, y la historia lo había olvidado. Pero el otro detalle fue más significativo. ―La conociste. Una sonrisa sombría se dibujó a través de sus labios. ―Era uno de los guardias que Clara trajo con ella a la casa de su nuevo marido. Las palabras de Vlad el día anterior resonaban en mi mente. Mis acciones la horrorizaban, así como te horrorizan a ti... Fue más que un ejército que avanzaba lo que la hizo arrojarse desde nuestro tejado. Fui yo...
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¿Tiene razón Maximus? ¿La primera esposa de Vlad se había suicidado porque la muerte era la única manera de que pudiera escapar de él? Tomé una respiración profunda. ―Sean cuales fueran sus razones, yo no soy ella. Conozco el lado oscuro de Vlad y puedo manejarlo. Maximus suspiró. ―¿Puedes? Las cicatrices en tus muñecas muestran que la oscuridad te rompió una vez antes. Me puse rígida. ―Si tú piensas que Vlad es una persona tan horrible, ¿por qué te has quedado con él todos estos años? Su risa sonó hueca. ―No entiendes. Amo a Vlad y con mucho gusto moriría por él. Pero cada vez que él ama algo, termina destruyéndolo. No puede evitarlo. Es sólo su naturaleza. Marty me lanzó una mirada dura. Claramente, él tenía las mismas preocupaciones, pero todo lo que dijo fue: ―Haz lo que viniste a hacer. Me quedé mirando a Maximus mientras golpeaba los números en el teclado fuera de su celda. El calabozo podría parecer medieval, pero tenía todas las comodidades de una cárcel moderna. Los barrotes desaparecieron en el suelo de roca con un suave chasquido. Maximus no se movió. ―¿Qué es esto? ―Mi valor de novia ―le dije con frialdad―. Vlad me dijo que nombrara cualquier cosa que quisiera. Elegí tu libertad, como él sabía que haría. Maximus siguió sin moverse. Barrí hacia fuera mi brazo. ―Si estás esperando por una alfombra roja, no incluí eso. Muy lentamente, él salió de su celda, mirando a su alrededor como si esperara que cuchillos de plata llovieran sobre él en cualquier momento. Con el objetivo cumplido, me volví sobre mis talones y me alejé. ―Ya que probablemente no te voy a volver a ver, gracias por salvarme la vida. Ahora estamos a mano, así que buena suerte con el resto de la tuya. ―Espera. Dedos fríos se hundieron en mi hombro. Me volví, iracunda ante sus predicciones sombrías, sacándome de golpe mi guante derecho. ―Suéltame o usaré esto. Maximus dejó caer su mano, una mezcla de frustración y empatía pasando sobre sus facciones.
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―Leila, si hubiera sabido antes cómo se sentía Vlad realmente por ti, no habría tratado de… ―¿Convencerme de que él podría estar detrás de la bomba? ¿Mentirle sobre mí estando viva? ¿O seguir tratando de dormir conmigo? ―Todo ello ―respondió de manera llana―. Pero tú todavía necesitas tener cuidado. No lo conoces tan bien como yo. Él tiene razón, no lo conoces, susurró mi odiosa voz interior. Me di la vuelta otra vez. Si yo estaba enojada con Vlad o no, no iba a escuchar ningún descrédito más sobre él. ―Él te está dejando salir de aquí, Maximus. Apuesto a que no viste venir eso, así que tal vez tú eres el que no lo conoce tan bien como crees.
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Capítulo 31 Con todos los invitados a la boda la noche anterior, la casa debía haber estado bullendo con gente, en cambio, todo se veía normal, lo cual era un alivio para mí. No estaba para hacer charla social con cientos de extraños. Contrario a la opinión popular, no sabía qué podía y qué no podía manejar. Aunque pensándolo era una humana rodeada de vampiros que habían dormitado por mucho más tiempo de lo que yo había vivido, ese era el mejor de mis juicios. ―Gracias Marty ―dije cuando alcanzamos el pie de la escalera―. Voy a volver a mi habitación ahora. ―¿Directamente? ―preguntó mirándome de soslayo. Yo esperaba que él no pudiera oler la mentira cuando dije: ―Por supuesto. Otra mirada de sospecha fue mi respuesta, pero se fue. Mientras me apuraba por la gran escalinata, la canción Ice, ice baby retumbaba fuera de mi cabeza. Deja que Vlad trate de forzar su camino a través de eso para oír mis intenciones reales. Aun así no tenía mucho tiempo. Pronto Vlad se daría cuenta que mi visita de despedida con Maximus terminó hace veinte minutos. Fui directo al cuarto piso, pero en lugar de dirigirme a mi nuevo dormitorio, elegí el pasillo donde nunca antes había entrado. Alguien en este piso, el traidor ha tenido que dejar un rastro de esencia. Entonces jalé mi guante derecho y tracé levemente mi mano por el primer pomo de la puerta que pasé. Imágenes de Oscar inundaron mi mente. Así como el espigueo de que el vampiro albino estaba cansado cuando entró en su habitación. Solté el agarre, haciendo un rápido inventario de mí misma. No cansancio o sangrado por la nariz, bien. Mi poder no había tocado la zona de peligro, vamos al siguiente. Le tocó el turno al antiguo cuarto de Lachlan, sin usar desde que había sido asesinado en una emboscada por Szilagy hace meses. Después de otra saludable revisión, todavía no exhibía ninguna señal de alerta, así que me sentía lo suficientemente segura para tratar en el tercer pomo de puerta. Éste era el cuarto de Maximus, y una profunda soledad estaba en ese toque que tomó la punzada de mi enojo fuera de sus atrevidas predicciones. ¿Fue esa parte, la razón por la que le mintió a Vlad sobre mí? ¿Por qué estando con la mujer equivocada era mejor que pasar otra dolorosa noche solo? Solté mi agarre. Cualesquiera que fueran las razones de Maximus lo hecho, hecho estaba y no tenía tiempo para ponderar el por qué. Fui a la tercera puerta, pero antes de que pudiera tocarla, se abrió. Shrapnel me miró, la sorpresa crecía en sus facciones. ―Leila, ¿qué estás haciendo?
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Escondí mi mano detrás. ―Uh, yo… ―La puerta de Maximus se abrió para mi sorpresa, pero no era él. Una hermosa pelirroja salió en su lugar. ―Te dije que nos viéramos en la tercera puerta Leila ―dijo ella, mostrándole a Shrapnel una brillante sonrisa―. No es que no sea fácil perderse en este enorme lugar. Yo la conocía hace meses. Vlad cuenta con ella como amiga, lo cual es él por qué fue una de nuestras invitadas a la boda, pero por mi vida que no podía recordar su nombre. Aun así, le di a Shrapnel un encogimiento de hombros a modo de disculpa y me apegué a la excusa, metiendo mi mano en el bolsillo de mi chaqueta. Él correría inmediatamente por Vlad si supiera lo que estaba haciendo realmente. ―Lo siento, puerta equivocada. Entonces la pelirroja dijo: ―¿Lista? ―Mostró otra encantadora sonrisa. ―Seguro. ―Su imagen perfecta de muñeca Barbie corrió a mi memoria. Cierto, su nombre era Cat y estaba casada con Bones, el vampiro que me dijo cómo bloquear la lectura de mente de Vlad cantando mentalmente. Así fue como Cat ha sabido que estaba a punto de ser atrapada por Shrapnel. Ella podía leer mentes también, y su ayuda me demostraba que podía ser confiable. De otra manera podría haber dejado que Shrapnel me atrapara. Gracias, le mandé decir. Ella hizo una señal en el aire con la mano ―No puedo esperar a ver el cuarto de comunicaciones ―dijo, como si continuáramos con la conversación que habíamos tenido antes―. Está en este piso, ¿no es cierto? Esa pregunta fue dirigida a Shrapnel, quien se estaba retirando. ―Sí, pero solo se permite personal autorizado. Cat, resopló ―¿La esposa de Vlad no se considera “autorizada”? Shrapnel abrió su boca… y nada salió. Ahora que estaba casada con su jefe, no podía tener por seguro si algo estaba fuera de los límites para mí. Cat tomó mi brazo silbando por la ocurrencia que le vino, y entonces nos dirigimos charlando alegremente. ―Apuesto a que Vlad tiene las cosas de más alta tecnología disponibles para proteger a su gente, así que la sala de comunicaciones debe darte grandes ideas de lo que quieres en software activado por voz. Eso era todo lo que podía hacer para no besarla. ¿Dónde podría haber dejado el traidor el más fuerte rastro de su esencia? En el cuarto que debimos usar para localizar la señal del celular de Maximus. Cat debió haber estado
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escuchando mis pensamientos esta mañana para saber exactamente lo que estaba buscando. Controlé mi sonrisa con esfuerzo. ―Grandioso, me enferma no poder usar nada de las cosas de tecnología. ―Entonces me volví hacia Shrapnel―. ¿Por dónde dices qué es? Esos generosos labios se apretaron en desaprobación, pero dijo: ―A la izquierda al final de este pasillo, después la primera puerta en el segundo pasillo a la derecha. ―¡Gracias! Tan pronto como Cat y yo salimos de su vista, la detuve. No necesitas ir más lejos, pensé rápidamente, si Vlad se da cuenta de que me ayudaste a hacer esto, se va a enfurecer. ―Eso es por lo que Bones está empacando ahora mismo ―dijo con una pequeña carcajada, entonces su voz bajó y me dijo en corto―. Pero tú no detengas tu mejor arma solo porque usarla es un riesgo. Vlad me lo dijo una vez. Él solo está muy metido en eso del modo Macho Sobreprotector ahora para recordarlo. ―Diste en el clavo ―dije secamente rodando un ojo. ―Tengo un montón de experiencia con eso. Una noche deberíamos intercambiar historias detrás de unos tragos, pero sé más lista de lo que yo fui, Leila. Conoce tus límites, y cuando los alcances, pide ayuda. ―Créeme, no estoy buscando saltar a la tumba. La mirada que me dio me hizo preguntarme si había juzgado mal su edad. Parecía que cargaba el peso de siglos aunque pensaba que Cat era recientemente no--muerta. —A veces la tumba te encuentra a ti, lo busques o no. No dije nada, una vez más cubriendo mis pensamientos con el único éxito de Vanilla Ice. Aún si esto me llevaba un paso más cerca de la tumba, lo iba a hacer. Hasta que encontrara al traidor nadie en esta casa estaba seguro, y menos yo.
El cuarto de comunicaciones se veía como una versión más pequeña de algo que tendría la NASA. Una docena de estaciones de mando de computadoras estaban esparcidas alrededor de un enorme mapa mundial con múltiples puntos indicando las casas de seguridad de la gente de Vlad. Otro mapa interactivo podría ser arreglado para grabar cosas fuera en el aire y una imagen en 3D era una recreación de esta casa. Justo ahora, todas las líneas estaban en verde. Si alguna de ellas se volvía roja era la indicación de una brecha de seguridad.
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Cuando Cat y yo abrimos la puerta sin anunciarnos, el área para ese cuarto se volvió roja. Entonces así como Shrapnel, el equipo de Vlad decidió que ellos no querían ser los que me dijeran que necesitaba un permiso mayor que el de mi anillo de boda en el dedo y regresó al verde. ―Mira esto, Leila ―dijo Cat, señalando la pantalla cercana a ella―. Las diferentes secciones en esta red de seguridad indican que se ha revisado por intrusos en los terrenos, y unos treinta metros debajo del suelo también. ―Es cierto ―dijo el técnico del monitor con expresión de sorpresa. Asintió animada. ―Diseñé un sistema similar para mi antiguo trabajo. Me coloque junto a Cat, pretendiendo estar fascinada con los detalles de seguridad. En realidad tocaba una pluma y la agarré en el bolsillo de mi falda. Entonces nos movimos a la siguiente estación, donde tomé un clip. Para el momento que terminé de fingir interés en cada estación de trabajo, la bolsa de mi falda estaba llena de cosas robadas. Cat me ayudó colocando su cuerpo para cubrir lo que estaba haciendo, pero solo pude tener la esperanza de que si algún empleado de ojos agudos hubiera visto algo, solo comentara que era cleptómana. Ahora haciendo una drástica retirada, usé cada minuto robado a la media hora arreglada para la liberación de Maximus. Con suerte, para el momento en el que Vlad se enterara en dónde estuve realmente, ya tendría alguna prueba física a través de mis visiones para ver si entre los empleados de esta área estaba el traidor. ―Esto ha sido grandioso, gracias ―le dije al grupo cuando nos íbamos. Una vez en otro pasillo, le di a Cat una sonrisa de agradecimiento―. Te la debo. Ahora vete de aquí. Ella sonrió ampliamente. ―Le acabas de dar una navidad anticipada a mi marido, ya sabes. Vlad una vez se burló de Bones por su sobreprotección diciendo que tal vez se debió haber casado con una chica dócil que no se alejara demasiado de la cocina. ―Entonces me envolvió en un rápido abrazo antes de separar su mejilla―. ¡El Karma es una perra! ―dijo sobre su hombro, en el siguiente parpadeo, Cat se había ido. Todavía estaba sonriendo sobre eso cuando di vuelta en la siguiente esquina, y casi corro justo hacia Vlad. Ice Ice Bay, too cold!, sonó en mi mente mientras le daba a él mi más inocente mirada. ―Hola, Cat justamente estaba haciéndome compañía hasta que regresaras. ―Miró en la dirección que ella desapareció antes de regresar su atención a mí. ―Mil cuatrocientos treinta y uno. Yo parpadeé.
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―¿Qué es eso? ―El año en que nací, lo que no es como notarás, ayer. Reprimí un gemido, me atrapó: ―Vlad yo… ―Aquí no. ―Me interrumpió, tomándome del brazo. Entonces me condujo abajo del salón y a nuestro cuarto menos románticamente que la noche anterior. Una vez que la puerta se cerró detrás de nosotros, comencé a alegar en mi defensa. ―Mira, he estado siendo cuidadosa, ¿ves? No hay sangre, no hay problema. Vlad se incline hasta que su boca estaba cerca de mi oído. ―Antes de que Maximus saliera de esta casa, no te había pagado tu regalo de novia todavía. Pudiste haber elegido usar tus poderes para encontrar al traidor en lugar de su libertad. ―Eso no es justo ―susurré, mi voz igual de baja. Un ligero beso precedió a su respuesta. ―Nada en esta vida lo es. Lo empujé, mandando el siguiente mensaje con mi mente porque estaba muy enojada para mantener la voz baja. No puedes esperar que no haga nada cuando mis habilidades pueden encontrar al traidor que está filtrándole información a Hannibal Y probablemente ayudó a la persona que voló el carnaval también. Vlad cruzó sus brazos sobre su pecho casualmente. ―Cuando podría matarte en cualquier momento, si puedo. ¡Estoy bien!, le solté mentalmente. ―Estabas bien también en el momento en el que tus poderes te causaron una hemorragia y casi mueres en mis brazos. Habló en ese tono de látigo con el que los vampiros de siglos de edad se escudan. Todo lo que hizo fue agregarle más a mi creciente ira. Oh, ¿pero está bien si me desangro de muerte en tus brazos mientras me conviertes en vampiro? Ni un asomo de vergüenza coloreó su tono cuando dijo: ―Sí. Mi espalda se tensó por orgullo. A menos que me encierres en este cuarto, no puedes detenerme de usar mis poderes para encontrar al traidor. La mirada que me dio me dijo que cometí un terrible error. ―No te atrevas ―dije en voz alta. Cerró el espacio entre nosotros, con esa encantadora sonrisa lobuna que nunca dejó su rostro. Entonces sus brazos me rodearon. Yo permanecí rígida a pesar de las cosas que me hacían reaccionar al sentir su cuerpo. En serio, Inténtalo y habrá serias consecuencias.
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Sus labios acariciaron mi oreja otra vez. ―¿Aprisionar a mi nueva esposa en nuestro cuarto? Sería una caricatura de Drácula andante. Él no se iba a rendir fácilmente, eso era el por qué no relajaba mi rígida postura aun cuando estaba acariciando sensualmente el lóbulo de mi oreja. ―Pero si usas tus poderes otra vez ―murmuró―. Te cubriré lo suficiente con mi aura para sofocarlos por meses. !Hijo de puta! Por todo lo que sabía, lo estaba haciendo justo ahora. Lo empujé, pero él no se movió esta vez. ―Estas a salvo por el momento, y tienes razón, no puedo detenerte de hacer lo que sientes que debes hacer. Pero entonces haré lo que deba, y tú tampoco podrás impedírmelo. Usando las palabras con las que yo una vez lo reté contra mí. Ahora, decidió actuar como un hombre moderno. Su boca se deslizó por mi quijada, mostrando la delgada curva de sus labios. ―Ten cuidado con lo que deseas, ¿no es lo que dicen? Antes de que pudiera contestar, me besó con tal cruda carnalidad que respondí a pesar de mi frustración, la furia le dio el borde a mi lujuria y lo agarré lo suficientemente fuerte que tiré de su cabeza hacia abajo y lo besé de vuelta. Una risita vibró contra mi boca antes de que me tirara al piso y rasgara mi falda en un simple movimiento. ―Parece que vamos a tener sexo furioso después de todo.
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Capítulo 32 Horas después, me levanté, envolviendo la sábana alrededor de mí como si fuera una enorme toalla. Un bufido divertido sonó desde el otro lado de la cama. ―Es un poco tarde para la modestia. Mi vejiga rogaba menos charla y más caminar al baño más cercano. ―No es por ti. Es en caso de que tu personal decidiera limpiar la sala cuando estoy atravesándola. ―Supongo que no notaste la nueva adquisición al baño esta mañana. ¿Nueva adquisición? Entré al baño de mármol negro, que no había usado desde temprano porque me había duchado en mi ducha antigua por costumbre. En el espacio que solía abarcar la enorme bañera y ducha de vidrio ahora estaba un brillante inodoro negro. Tal artículo innoble, sin embargo su presencia era como ser sorprendida con un cuarto lleno de rosas. ―Vlad, es… ―Se supone debes usarlo, no componer sonetos sobre ello. Cerré la puerta del baño. Podía burlarse todo lo que quisiera, pero estaba conmovida por el gesto de cualquier manera. Unos minutos después volví, cabello peinado y dientes cepillados, también. El inodoro no había sido la única nueva adquisición. La mitad de la vanidad del mármol estaba ahora surtido con todo lo que podría alguna vez necesitar. ―Tu gente debe haber estado locamente ocupada ayer. ―Noté. ―No fue puesto ayer ―dijo él sin abrir sus ojos. La luz del fuego a través de su cuerpo, convirtiendo su pálida piel en una cálida de color ámbar. Volví a la cama y tracé el surco en su pecho antes de seguir hacia abajo a su duro, plano estómago. ―¿Lo hiciste cuando estaba en coma? Sus ojos permanecieron cerrados. ―Lo tuve todo hecho el día después que me dijiste que te ibas. Me quedé sin palabras, pero ni mente no. ¿Qué? ¿Por qué? No actuaste como si me quisieras de vuelta. ¡Me evitaste por días y ni siquiera dijiste adiós antes que me fuera! ―Pensé que cambiarías de opinión. ―Sonrisa sardónica―. Mi orgullo no me permitía creer que realmente te fueras, así que modernicé el baño mientras esperaba porque te disculparas. Un sonido estrangulado se me escapó. La boca de Vlad se curvó hacia abajo.
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―Imagina mi conmoción cuando abordaste aquel avión. Luego razoné que en una semana o dos, te darías cuenta lo mucho que me extrañabas y regresarías. Así que esperé otra vez, pero la única llamada que recibí fue de Martin diciéndome sobre la explosión. Una vez que noté que no habías sido asesinada… había acabado de esperar. Estoy viniendo por ti, había dicho él la primera vez que hablamos luego de eso. Había pensado que fue un sueño, y luego después supuse que estaba manteniendo su reputación como un formidable protector de su gente. Lucía como si uno hubiera subestimado al otro. ―Nunca preguntaste por qué ofrecí convertirte en vampiro. La declaración me sorprendió con la guardia baja por más razones que el abrupto cambio de tema. Vlad abrió sus ojos, los anillos de esmeralda rodeando sus iris cobre casi brillando. ―No estoy cambiando el tema, de hecho. Tragué para aliviar el bulto que crecía en mi garganta. ―Pensé que era porque estabas preocupado porque mis poderes me matarían. ―Esa es una razón. No la principal. Trazó la cicatriz desde mi sien hacia mis dedos antes de hablar. ―Antes ofrecí eso, y si tus poderes te matan ahora, tienes suficiente de mi sangre para ser traída de vuelta como un ghoul. No serías menos inmortal, así que ese no es el porqué. ―¿Entonces qué es? ―pregunté suavemente. ―Por una, la mayoría de los vampiros no reconoce nuestro matrimonio. ―¿Qué? Sonrió levemente ante mi tono. ―Los vampiros sólo honran un voto de sangre en frente de testigos, y debes ser un vampiro para tomar ese voto. Mi gente te considera mi esposa porque dije que lo eras, pero en la sociedad vampírica, no lo eres. Ahora que lo mencionaba, Marty me había dicho la misma cosa años atrás cuando por primera vez le pregunté sobre su especie. También explicaba el comentario de Vlad sobre ser esta nuestra primera ceremonia. ―¿Quieres cambiarme a vampiro para hacer de mí una mujer honesta? Qué caballeroso ―bromeé. ―Normalmente no me importan las opiniones de otros, pero sólo te será concedida protección con seguridad en mi mundo como mi esposa legal. Eso me preocupa, sin embargo no es mi razón principal. Vlad acarició mi mano. Mis corrientes fueron apagadas por toda la electricidad que había liberado haciéndole el amor, así que sólo una débil
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crepitación se mantenía. Eso no se comparaba con las sacudidas que sentía ante la repentina intensidad de su mirada. ―Desprecio el discurso floreado desde que aquellos que lo usan son usualmente culpables de las peores traiciones después. Eso y el tipo de vida que he vivido me han hecho incapaz de decir las palabras bonitas que mereces escuchar, sin embargo si te hago un vampiro, sentirás mis emociones tan claramente como oyes tus pensamientos ahora. Luego él atrajo mi mano a su pecho, colocándola sobre su corazón. ―Nunca convertí a ninguna de mis amantes previas porque no quería que sintieran cuán poco me importaban. Te amaba, y sin embargo me dejaste porque no podía verbalizar mis emociones. Eso probablemente pasará de nuevo, pero si pudieras sentir lo que significas para mí, Leila. ―Su voz se profundizo―. Las palabras no importarían. Su corazón estaba silencioso debajo de mi mano. Había estado de esa forma por siglos, aunque Vlad estaba más vivo que cualquiera que conociera. También era el hombre más complejo que conociera, así que el pensamiento de pelar sus capas a través de la conexión a sus emociones me llenaba con un voraz anhelo. Quería conocer sus sentimientos, sus secretos, y todo lo demás que lo convertían en el hombre que amaba. Pero por mucho que quería eso, no era suficiente para hacerme decir sí. Toqué mi propio pecho. Los latidos firmes debajo de mi mano me mantenían viva, aunque no se tratara de la suma de vivir. Mis habilidades me habían enseñado eso. En vez, los latidos del corazón sólo eran la suma de la humanidad. Amor y odio, pasión y dolor, fuerza y tropiezos, desesperación y perdón, eso era vivir, así que la verdadera pregunta era, ¿cómo quiero vivir? ¿Como una humana que necesita beber sangre de vampiro? O ¿Como un vampiro que necesita sangre humana? Ambas venían con su parte de dolor y felicidad, aunque cuando pensé en mi futuro, sólo veía un camino correcto. Me giré encima de Vlad, cepillando su cabello negro así podría ver cada matiz de su expresión cuando le diera mi respuesta. ―Ésta palabra importa. Sí, Vlad. La respuesta es sí.
Vlad se había ido cuando desperté, pero no fue una sorpresa esta vez. Antes que me quedara dormida, él había dicho que tenía una reunión con Mencheres esta mañana para comenzar a apretar la soga alrededor del traidor. Desde que Vlad ya tenía todas las llamadas, textos, y e-mails monitoreados, además que su personal no estaba autorizado para irse, bajo el pretexto de
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continuar con las celebraciones de la boda, no podía imaginar cómo había tomado medidas más drásticas, pero debía tener un plan. Lo averiguaría una vez que hubiera vuelto. Hasta entonces, tenía algunos asuntos propios de los que me tenía que ocupar, como contarle a mi familia sobre mi decisión. No iba a tomar el paso a los no-muerto hoy, pero tampoco veía ninguna razón para retrasarlo por meses o años. Entre mis habilidades además de vivir con dos vampiros diferentes, era poco lo que no sabía sobre en lo que me estaba metiendo. Diablos, comparado en cómo mi accidente había cambiado mi vida, convertirme en un vampiro ni siquiera sería la más grande transición que hubiese alguna vez sufrido. Salí de la cama, mi pie atrapando algo suave mientras me dirigía hacia el baño. La camisa de Vlad. La atrapé luego de una patada hacia arriba y luego comencé a recoger las otras ropas esparcidas alrededor del cuarto. Quizás estuviera acostumbrado a tener sirvientes que limpiaran luego de él, pero yo no lo estaba. Cuando tomé mi falda turquesa, sin embargo, el bulto en su bolsillo me hizo detener. Mi alijo robado aún estaba ahí. Cuando Vlad arrancó esto de mí, pensé que el contenido se habría dispersado. Sintiendo los artículos a través del material me llenó con la misma tentación que Pandora debe haber experimentado cuando abrió esa caja. ¿Era la identidad del traidor la que estaba encerrada dentro de esto? O ¿eran estos artículos la puerta para que perdiera mi mortalidad más pronto de lo que pretendía? La idea de comer la ocasional comida de “carne humana” como un ghoul no era atractiva, pero ¿cómo podría rehuir de vengar las muertes de todos en el carnaval además de proteger a los que estaban aquí? No había sufrido ningún efecto perjudicial por usar mis poderes ayer. Quizás aún tenía mucha de la sangre de Vlad en mí que contrarrestaban el daño que mis poderes causaban. Por ahora, de cualquier forma. Había otra razón por la que no podía esperar. Cambiar a vampiro podría extinguir mis habilidades psíquicas completamente. Por lo menos, podría ponerlas fuera de servicio por un largo tiempo. Esta quizás fuera la única oportunidad que tendría de descubrir quién había traicionado a Vlad antes de que cualquier otro resultara herido, o peor. No puedo detenerte de hacer lo que sientes que debes, había dicho Vlad, mientras me advertía sobre lo que él tenía que hacer si es que lo descubría. Di una larga, lenta respiración antes de quitarme mi guante derecho. Debía. Luego hundí mi mano desnuda dentro del bolsillo. Imágenes me sobrepasaron mientras tocaba todos los artículos de una vez. A través del tipo
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de avance rápido recreando a varios miembros del personal, una persona sobresalía, y era la última persona que esperaba ver. ¿Qué estaba haciendo Sandra ahí?
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Capítulo 33 Vlad me dio una mirada de tal sospecha que, si yo hubiera sido alguien más, habría esperado que hubiera seguido un interrogatorio. ―¿Quieres ir de compras? ―repitió. ―Sí ―dije, y era la absoluta verdad―. Vamos, nada de lo que estoy usando siquiera me pertenece… ―Lo hacen, esas ropas son nuevas. ―Me interrumpió. ―Y tú hiciste todo para nuestra boda escogiendo tu propio anillo. Incluso si no quisiera comprar un par de cosas para mí, cosa que quiero, también quiero comprarte algo. Si vas conmigo, no será una gran sorpresa, ¿cierto? Eso me hizo ganar otra mirada de qué-estás-realmente-buscando, pero mis pensamientos estuvieron de acuerdo con mis palabras y mi expresión no podría haber sido más inocente si la hubiese tomado prestada de un ángel. ―Vamos, eres dueño del pueblo al que vamos ―añadí―. No es como si quisiera tomar prestado el jet para una rápida excursión a París. Por su expresión, estaba sopesando sus recelos contra el tiempo de prueba que a las mujeres les gustaba estar de compras. ―Guardias te acompañaran ―dijo al final. ―Por supuesto. Estoy llevando a Gretchen y Sandra, también. Ondeó una mano, los humanos no le preocupaban. Sonreí interiormente, pero continué pensando en nada más aparte de ropa, zapatos, lencería sexy. Por el ensanchamiento de sus fosas nasales, lo último lo complació. ―Tendré a tu escolta lista para partir en veinte minutos. ―Luego se inclinó, su barba rozando mi mejilla mientras murmuraba―: No te preocupes por conseguirme algo. Tú eres todo lo que quiero. No retuve mi sonrisa esta vez. Y dices que no eres bueno con las palabras bonitas. ―No tardaré mucho ―prometí. Veinte minutos después Sandra, Gretchen, y yo nos apilamos dentro de la parte trasera de la limosina. Condujo Shrapel, desde que Maximus se había ido, él pasó a ocupar la posición de la mano derecha de Vlad. Oscar manejó la escopeta, y cuatro guardias más nos siguieron en otro vehículo. ―¿Qué pasa con el séquito? ―preguntó Gretchen. Me encogí de hombros como si no tuviera idea. ―Como la esposa del voivode, se esperan los guardias ―dijo Sandra. ―¿Qué significa voya-voda? ―preguntó Gretchen, pronunciándolo. ―Príncipe, básicamente ―respondí―. Voivode era el título de Vlad en esos días. Mi hermana inclinó una sonrisa hacia mí.
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―¿Así que eres una princesa ahora? ―No ―dije al mismo tiempo que Sandra dijo: ―Sí. ―No ―repetí más firmemente―. Ya me he inclinado a eso. Si alguien me llama Su Alteza, mi cabeza podría explotar. Sandra rió, sus dedos peinando su cabello rubio fresa. ―Si fuera una princesa, insistiría en ello. Y en una corona. ¿Lo harías?, pensé fríamente, pero sonreí como si fuera una broma. ―Los rumanos están acostumbrados a la realeza. Los americanos, no tanto. La limusina se inclinó mientras comenzamos a descender por la colina. Miré afuera por la ventana a tiempo para ver la punta de la mansión desaparecer detrás de árboles y rocas. No veríamos mucho más aparte de esas dos cosas por los próximos treinta minutos. Este era el único camino que se dirigía al pueblo, y nadie excepto la gente de Vlad lo usaba. Gretchen continuaba charlando sobre cómo si yo fuera una princesa, eso la haría famosa, también. Como la hermana de Kate Middlenton, Pippa. No me molesté en decirle que nadie fuera de los realmente viejos vampiros rumanos o la gente de Vlad lo consideraba un príncipe. ¿Por qué estropear sus sueños más pronto de lo que debía hacerlo? Esperé hasta que estuvimos a mitad de camino entre la casa de Vlad y el pueblo antes de hacer mi movida. No había hecho nada antes en caso de que Sandra hubiera estado en el cuarto de comunicaciones porque un miembro del personal estuviera hambriento. Si Vlad supiera que tenía la más leve sospecha sobre ella, hubiera empleado sus métodos para encontrar la verdad, y no podía hacerle eso a una amiga cuando podría obtener los mismos resultados sin cicatrices emocionales o físicas. Así que una vez que Vlad estaba demasiado lejos para leer mis pensamientos y Sandra no podía escapar con Shrapnel yendo a exceso de velocidad en las curvas con la indiferencia usual de un vampiro por el terreno escarpado, sonreí a Sandra, quité mi guante derecho, y puse mi mano en su brazo. El grito que dejó salir ante el voltaje corriendo dentro de ella se perdió bajo las nubes instantáneas de imágenes. Me acababa de dormir cuando el sonido de mi puerta cerrándose me sobresaltó despertandome. Una sombra oscura contrastaba contra las paredes rosas de algodón de azúcar, y cuando se acercó, la luz de la luna reveló un vampiro, lo reconocí de inmediato. ¿Qué estas haciendo aquí?, mi voz era más gruesa por la somnolencia. No estoy en el horario de alimentación esta noche.
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Él no habló, pero continuó acercándose hacia mí. Por alguna razón, el miedo se coló a través de mis emociones. Eso no tenía sentido. Vlad no se presentaría ante nosotros para ser tratado por enfermedad y yo había alimentado a este vampiro muchas veces antes. Con todo cuando él alcanzó la cama, retrocedí, un instinto muy profundo en mis huesos invalidando mi lógica. ¡No de nuevo! Quería gritar, aún no sabía porqué. Luego el terror y la culpa crecieron, ambas sensaciones asquerosamente familiares y arrolladoras. Antes que pudiera hablar, un brillo esmeralda me cegó. De una vez, mis preocupaciones desaparecieron. Mientras el vampiro susurraba instrucciones, me encontré a mí misma asintiendo. Por supuesto yo transmitiría su mensaje, y tenía un mensaje para él, también… El grito de Gretchen me tiro de vuelta antes de que las últimas imágenes se desvanecieran. Por un momento, estuve suspendida entre la mentalidad de Sandra y la mía. Es por eso que no reaccioné cuando el vampiro en el asiento de en frente levantaba un pequeño dispositivo aunque sabía lo que era. Había visto uno de esos antes, y aunque no era más grande que un teléfono celular, su presencia significaba muerte. Luego los últimos lazos con la memoria de Sandra se soltaron. Luz blanca cubría mi mano mientras yo lanzaba corriente hacía el asiento del frente, pero era muy tarde. Shrapnel presionó el botón del detonador el instante antes que mi látigo cortara hacia él. El subsiguiente ¡boom! sacudió la limosina, pero no explotamos. El auto detrás de nosotros lo hizo, y la repentina bola de fuego reclamó mi atención por un par de costosos segundos. Lo suficientemente largos para que Shrapnel tirara del volante a la izquierda, apuntando nuestro vehículo directo a la barandilla protectora antes de salir del auto. El grito de Gretchen mientras nos precipitábamos por el acantilado fue la última cosa que oí antes de que todo se volviera negro.
Sangre. Su sabor sazonó mi boca mientras su esencia cobriza colgaba en el aire. Tragué, esperando que el dolor radiando a través de mí desapareciera, pero no lo hizo. Ahí fue cuando me di cuenta que no estaba tragando sangre de vampiro para sanar. Era la mía. Forcé a mis ojos a abrirse aunque se sentía como si navajas hubieran reemplazado mis párpados. Luego lo que vi me hizo olvidar el dolor. Gretchen colgaba encima de mí, su cabello negro escondiendo su rostro, gotas rojas cayendo hacia los vidrios aplastados que me rodeaban. Sandra también estaba
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suspendida por su cinturón de seguridad, su sangre corriendo en un grueso rastro. Entre nosotras había una gruesa rama de árbol, de todas las cosas, sus hojas salpicadas con carmesí. ¿Por qué no estamos muertas?, fue mi primer pensamiento, seguido inmediatamente por ¿dónde está Shrapnel? Me senté derecha, tratando de no gritar del dolor. Una mirada al frente de la limusina mostraba que el asiento del conductor estaba vacío. El lado del pasajero no lo estaba. El rostro pálido de Oscar tenía una expresión de conmoción que incluso su rápidamente piel momificada no podía borrar. Él también estaba suspendido al revés por su cinturón de seguridad en la limusina volteada, la empuñadura de un cuchillo de plata enterrada en su pecho. Me tambaleé hacia el cuchillo, enviando más arcos ardientes a través de mi cuerpo. Se sentía como si mis costillas, clavícula, y brazo izquierdos estuvieran fracturados, además tenía más cortes de los que podía contar por todos los vidrios rotos. Con todo, era afortunada. Sin las bolsas de aire de enfrente y al lado, estaría muerta. No había estado usando cinturón de seguridad desde que quería agarrar a Sandra en caso de que intentara cualquier cosa. Poco sabía que el peligro provenía del asiento delantero, no del de atrás. Se me escapaban gruñidos de agonía mientras me levantaba del vidrio roto en el asiento delantero de la limusina. Una vez ahí, vi a través del parabrisas quebrado que un árbol nos había detenido de descender por el acantilado. Esas eran buenas noticias. Las malas noticias eran los parpadeos anaranjados lengüeteando por debajo del capo. Tiré del cuchillo del cuerpo de Oscar, con la intención de cortar el cinturón de seguridad de Gretchn y Sandra, cuando ruido desde afuera me hizo congelar. Alguien se estaba acercando, y no era lo suficientemente ingenua para pensar que eran rescatadores. Lamí la sangre que cubría el cuchillo tan rápido que corte mi lengua, pero antes de que el dolor estuviera plenamente registrado, desapareció. En los segundos que me tomó lamer el otro lado, todo mi cuerpo dolía menos. Para el mismo tiempo Shrapnel arrancó la puerta del lado del pasajero, yo estaba agachada en frente de Gretchen y Sandra, sosteniendo el cuchillo en una mano mientras la electricidad crepitaba en la otra. Él inmediatamente saltó lejos a varios metros, con el cuerpo tenso para esquivar cualquiera cosa que le dirigiera . ―¿Por qué? ―escupí. La mitad de su camiseta y chaqueta colgaban en andrajos, la mancha roja de una cortada mostrando donde mi látigo había penetrado. A pesar de la severidad de la herida, no lo había matado. Sólo lo había retrasado hasta que sanara lo suficiente para venir y terminar el trabajo.
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―Porque ahora lo sabes ―dijo con una voz dura. ―No quiero decir esto ―dije, un movimiento de mi cabeza indicando la limusina arruinada―. ¿Por qué traicionaste a Vlad? ―No intentaba hacerlo. Ahora su voz era casi un susurro. La desesperación pasaba a través de sus rasgos moca, seguidos por una cansada determinación. ―Nada de estos se suponía debía suceder. ¿Crees que quería matar a mis amigos en ese auto? Nunca quise matarte, pero no tengo opción. Alcé mi mano derecha más alto. ―Mueve un músculo y te cortaré por la mitad de verdad esta vez. Estaba demasiado lejos para intentarlo ahora, pero si se acercaba, estaría en el rango. No me atrevía a arriesgar debido a la pendiente inclinada, además que dejaría a Gretchen y Sandra desprotegidas. En cambio, esperé a que él arremetiera con su rapidez inhumana, pero mientras los segundos pasaban y Shrapnel no se movía, comencé a sospechar. Seguro, él sabía que no estaba engañándolo, pero no tomaría mucho en que las noticias del estrellamiento llegaran a Vlad. Él tenía que saber eso, ¿por qué no estaba al menos intentando…? Luego el viento sopló un nocivo humo en mi dirección. Una vez que lo olí, entendí. Shrapnel no tenía que moverse para matarme. Todo lo que tenía que hacer era esperar a que el fuego alcanzara el tanque de gasolina.
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Capítulo 34 ―Si corres ahora, quizá lo logres antes de que Vlad llegue ―dije cambiando de táctica. No podía liberar a Gretchen y Sandra y pelear contra Shrapnel antes de que el carro explotara. Los dos sabíamos eso. ―Ya es tarde. Tú no moriste en el choque y me va a tomar mucho tiempo sanar antes de que llegue. ―Otra vez sonaba más cansado que malvado. Incluso suspiró como si cargara más de lo que podía soportar―. Ahora todo lo que queda es asegurar tu muerte. ―¿Qué te hice? ―le solté, esperando que alguien en la mansión hubiera visto el humo y la ayuda viniera en camino. ―Es lo que harías si vives. ―Su mirada se posó en mi mano derecha―. Mi muerte es algo cierto, la de ella no. Ella. Tomé mi última oportunidad de hacerlo correr o cargarme. ―¿Quieres decir la bonita morena vampiro? ―dije, apostando que era sobre la misma mujer que vislumbré en mi visión―. Odio decírtelo, pero ella fue encontrada hace días, Vlad ya tiene gente cazándola, nosotros solo no sabíamos quién era el traidor. ―Mentiras ―silbó Shrapnel. Se acercó un paso y yo contuve mi respiración, ¡vamos solo un poco más cerca! ―¿Cómo puede ser mentira? Ella es como de uno sesenta y cinco, más curveada que yo, cabello delgado castaño, con un cadencioso acento… ¿quieres que continúe? No podía, pero el olor a gasolina subía así como mi desesperación. Me debatía entre darle una descarga a pesar de la colina empinada y su increíble velocidad. Entonces él se acercó un paso más. ―¿Cómo rompiste su hechizo para encontrarla? ―Oh, eso fue fácil ―dije pensando que era endemoniadamente bueno que Shrapnel no fuera un lector de mentes porque no tenía idea de qué estaba hablando―. ¿De dónde crees que tengo todo este cabello negro lacio? Soy una cuarta parte Cherokee y mi abuela era una poderosa curandera. Nos enseñó a mi madre y a mí toda clase de trucos místicos, así que el hechizo de tu pequeña perra no era suficiente para la magia que yo conozco. Excepto por la parte de un cuarto Cherokee, el resto eran todo mentiras. Mantuve mi respiración esperando que Shrapnel no se diera cuenta. ―¡No hables de ella de esa manera! ―gruñó. Tomó otro paso más cerca y esa fue mi oportunidad. Exploté hacia él, descargando toda la electricidad que pude en un látigo que brilló como un
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relámpago. Se lanzó para evitarlo, pero aún con su velocidad no fue suficiente. Aquél electrizante cordón lo atrapó en la cadera y continuó su camino a través. Sus piernas cayeron como ramas de árboles talados, lanzando el resto del cuerpo hacia delante con un impulso. Terminó cayendo encima de mí, su peso me sacó el aire. Antes de que pudiera empujarlo me golpeó mientras sus colmillos trataban de morder lo que estuviera suficientemente cerca. Grité ante el brutal doble asalto. Ser casi cortado por la mitad no disminuyó la ferocidad de Shrapnel, al contrario, se veía casi demoniaco en su determinación por matarme. Un duro golpe cayó en mi caja torácica cortando mi grito, el salvajismo del dolor robó todo pensamiento, descargando un instinto de supervivencia ciega. No estuve consiente de tocarlo y mandar una corriente hacia él. Todo lo que supe fue que su peso repentinamente se fue y yo era transportada a un valle decrépito. Las luces de la calle estaban rotas, pero no las necesité para ver que caminaba hacia un estrecho sendero entre los edificios. ―¿Mataste al que hizo la bomba también? ¡Cuando vas a dejar de tomar tan imprudentes riesgos! ―Mi bramido atrajo varias miradas, no me importaba. La mayoría de los vampiros evitan los lugares de los desamparados. Ellos huelen demasiado para ser comida apetecible. ―No fue demasiado riesgo. ―Fue lo respuesta ecuánime de mi amante ―. Tuve cuidado de eso querido. Su muerte terminará con cualquier posibilidad de que nos rastreen a nosotros. La furia hizo que apretara el teléfono, me forcé a relajar mi mano para no romperlo y terminar con nuestra llamada. ―Si no lo hubieras usado para matar a Leila, no hubiéramos tenido necesidad de ocuparnos de él. No te hubiera dicho dónde estaba si hubiese sabido lo que intentabas. Si Vlad no cree que la explosión fue un accidente, no descansaría hasta encontrar a sus asesinos. ―Estás exagerando ―dijo ella, y el aburrimiento en su tono de voz me golpeo como un balde de ácido―. Aun si sospecha, no llegara a ningún lado. Lo que podría haber valido la pena, ella es menos peligrosa para nosotros muerta. Mi risa fue dura. ―Un día me dirás la verdadera razón por la que no quieres que Vlad sepa lo nuestro. Hasta entonces, el único motivo que veo que tienes para matar a Leila son celos. Intenté que la acusación la picara, pero no había anticipado el veneno en su respuesta. ―Mis razones no importan. Lo que importa es que tú fuiste el que me dio su localización. Él te matará por eso, querido y eso solo después de años de torturarte. A menos que eso suene atractivo, no tienes más opción que mantener esto en secreto. Colgué, me sentí igualmente desesperado del conocimiento de que ella tenía razón. Vlad respondería solo de una forma por mi parte en la muerte de Leila, y no se
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detendría ahí. Le haría lo mismo a ella, y por encima de mi furia no podía permitir que eso pasara. La amaba, y si mintiendo la mantendría a salvo, entonces mentiría. El callejón se disolvió y esperaba caer dentro de mi propia realidad, pero sin siquiera intentarlo, me conecté con la cómplice de Shrapnel. Por una fracción de segundo la vi, vistiendo un traje de falda y reclinada en un sofá con un Martini en su mano. Antes de que pudiera enfocarme en su cara, sus facciones se volvieron borrosas, dejando nada más que una burbuja rodeando su lustroso cabello castaño. Entonces una ola de mareo me asaltó, como si algo me hubiera golpeado en la cabeza con una dos por cuatro. Solté el enlace, regresando al presente dónde estaba acurrucada de lado, tosiendo entre jadeos torturados por recuperar el aire. La sangre goteaba de mi boca y la presión de mi pecho crecía hasta que era insoportable. Esto no fue por los golpes que Shrapnel me dio. No, reconocí este dolor. Mis habilidades habían golpeado la zona letal, y el único vampiro lo suficientemente cerca para curarme me quería muerta. La frustración me hacía querer aullar por lo injusto de todo esto. Solo tenía que usar mis habilidades en Sandra, para ver si era culpable o inocente. No tenía intención de presionar a Shrapnel por su peor pecado, y mucho menos vincularme con la perra que había empezado todo este lío con la bomba en el carnaval. Ahora esas cosas me matarían. Un gemido me hizo abrir los ojos. A través de una neblina roja, le eché un vistazo a Shrapnel. La corriente que le lancé lo había lanzado cerca de tres metros y medio. Le faltaban ambos brazos además de sus piernas, y su piel se veía como carne que hubiera pasado por un molino. A pesar de todo el daño causado por la corriente, todavía estaba vivo, entonces su cabeza dio la vuelta hacia mí y nuestros ojos se encontraron. Un dejo de sorpresa paso a través de la niebla de mi conciencia desvaneciéndose No esperaba ninguna empatía de su parte, pero no estaba preparada para la mezcla de alivio y orgullo de su expresión, el alivio tenía sentido, me quería muerta, y por el terrible dolor en mi pecho, pronto obtendría su deseo. ¿Pero por qué orgullo? No tenía nada que ver con mis habilidades sobrecargándose para poner los clavos finales en mi ataúd… Demasiado tarde, me imaginé. ¿Cómo pudiste romper su hechizo para alcanzarla?, había preguntado Shrapnel. Pensé que se refería a que la vampiro morena había preparado algo mágico para evitar que tuviera una vista clara de su cara si la vinculaba, pero era más que eso. El hechizo también trataba de matarme.
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Capítulo 35 ―¡Leila! La voz de mi hermana atravesó la agonía que me hizo querer estar en posición fetal y morir, lo que sea que doliera menos. Gretchen. Sonaba preocupada, penetró a través de mi dolor, seguido por la siniestra memoria. La limo estaba quemándose. Me puse de rodillas, un grito gorgoteante escapo de mí. A través de mi vista que estaba comenzando a obscurecerse, capté un vistazo de color naranja. Las llamas se habían extendido más arriba del vehículo. Podrían alcanzar la fuga de gasolina en un segundo. Me lancé a la limusina, la sangre salía de mi boca mientras trataba de respirar a través de la casi paralizante presión en mi pecho. Mi visión era demasiado borrosa para encontrar el cuchillo que había tirado, y el dolor me hacía sentir como si estuviera ardiendo. Tal vez lo estaba y no me había dado cuenta de eso. Aun así no podía detenerme. Me enfoqué en los gritos de mi hermana y eran como un golpe de adrenalina, dándome la fuerza para tratar de lanzarme hacia adelante una y otra vez. El lado del carro me golpeó en la cara mientras me tambaleaba hacia ella. Mi visión ahora era totalmente negra y la voz de Gretchen era más débil, pero mi mente seguía funcionando. Con mi mano izquierda, buscaba a tientas hasta que encontré el seguro del cinturón de seguridad. Entonces arrastré mi mano derecha sobre mi brazo hasta que alcancé el seguro, con el último poco de energía que tenía, mandé un rayo de electricidad a través de él. El repentino golpe de peso en mis hombros fue lo más maravilloso que pude haber sentido alguna vez. ―Salva a Sandra ―traté de decir, pero todo lo que salió fue un murmullo ininteligible. Algo me empujó bruscamente, haciendo explotar más dolor en mí. ¿Había regresado Shrapnel?, me pregunté, y entonces nada me importo más que el adorable entumecimiento que empezó a arrastrarse sobre mí. No es bueno, una parte racional advertía. ¡No te desmayes! ¡No vas a despertar! Traté de abrirme paso entre la obscuridad y la felicidad de la disminución del dolor. Se sentía como nadar en arenas movedizas, mientras más me resistía, más profundamente me hundía. Entonces la conciencia me regresó a la brutal sensación de ser arrastrada. Mis costillas se sentían como ramitas que alguien rompió dentro de mí, pero traté de manejar algunas inhalaciones de aire. Eso y la nueva avalancha de dolor espantaron mi maravilloso letargo. Entonces un ruido estruendoso me hizo abrir los ojos, una ráfaga naranja me cegó momentáneamente.
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El fuego había alcanzado finalmente el tanque de gas. A través de pequeñas rendijas que quedaban de mi visión, vi que ahora estaba detrás de unos árboles, sus troncos habían sido alcanzados por los escombros de la explosión cercana. Sandra estaba cerca e inconsciente y Gretchen… Tenía que estar alucinando. Si no fuera así, entonces mi hermana estaba a seis metros, agachada encima de Shrapnel. Tenía el cuchillo con el que él había matado a Oscar y lo estaba clavando en su pecho, y aunque su expresión mostraba que estaba aterrorizada, ambas manos estaban firmemente apretadas alrededor de la empuñadura. ―Ni siquiera pienses en intentar nada ―le gritó. Los ojos de Shrapnel estaban fijos en ella mientras astillas crecían de sus hombros y su cadera se movía. Pronto sus brazos y piernas se regenerarían completamente y el daño interno habría sanado. Estaba por avisarle a Gretchen que él trataría de hacer algo cuando tres formas cayeron cerca de ellos con la velocidad de meteoros. El cuarto aterrizó cerca de mí, sus llameantes ojos verdes y su cabello obscuro ondeaba salvajemente mientras desgarraba su muñeca abierta antes de empujarla contra mi boca. Vlad, alguien debió haber visto el humo después de todo. Mientras yo bebía del profundo corte, los guardias de Vlad capturaban a Shrapnel, uno de ellos removió el cuchillo antes de que él pudiera clavárselo profundamente tomando su propia vida. Entonces mi visión se volvió completamente obscura. Tragué otra vez, pero el dolor que devanaba mi cuerpo no disminuía, al contrario, creció hasta que se sentía como navajas que me rasuraban el cráneo mientras la opresión de mi pecho engullía el resto de mi cuerpo. No podía tragar más, no podía incluso reunir la fuerza para un respiro más. Cuando el frío me envolvió, reemplazando el dolor con su fría caricia, sabía que él había llegado demasiado tarde. ―¡No! El gritó de Vlad me detuvo, pero solo por un momento. Entonces las cadenas internas que nunca antes había sentido se rompieron y salí con fuerza como una bala disparada por una pistola. Ya no estaba rota en el suelo nunca más. Me estaba elevando, y era más emocionante que cualquiera de los sueños que había tenido en el que podía volar. Mi visión ya no era una fea neblina carmesí obscura, en cambio todo estaba bañado en una luz brillante mientras me confortaba el aroma de agua de lluvia y flores que me envolvía. Lo había olido antes, hace tanto tiempo que lo había olvidado, pero ahora sabía de inmediato a quién pertenecía, y entonces la vi. Las vetas plateadas en su cabello negro se veían radiantes, también las pequeñas líneas en su rostro cuando sonrió. Todo al mismo tiempo, la culpa
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que yo cargaba se fue. Ella no dijo nada. No necesitaba hacerlo. Sentí que nunca me había culpado de su muerte y me había perdonado por todos mis demás errores. Corrí hacia ella, pero con su adorable sonrisa, levantó una mano alejándome. Todavía no nena, susurró a través de mi mente. Entonces algo tiró de mí hacia abajo con una fuerza brutal. Su suave esencia se desvaneció, como si fuera un rayo de sol cristalino y yo volara a través de él, y comencé a caer con una velocidad aterrorizante, hice todo lo posible para oponerme con otro tirón implacable. El suelo se aproximaba deprisa y aun así no podía hacer nada para pelear contra la cuerda invisible que sin piedad continuaba jalándome hacia abajo. Cuando aterricé en la rígida superficie el impacto me rompió. Esperé por la fría caricia suave de la muerte, pero no llegó. En su lugar, todo lo que sentía era fuego.
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Capítulo 36 Sangre. Mi boca estaba húmeda con ella mientras su aroma perfumaba el aire, ya no cobriza y nítida, sino embriagadora e intoxicante. Tragué y respiré al mismo tiempo, tratando de llenarme todos los sentidos con el maravilloso líquido que hizo desaparecer el dolor. Por unos momentos, estuve perdida en la saciedad tan completa, fue como bajar y subir una altura increíble al mismo tiempo. Después, como toda altura, revivía a través de mis habilidades, el choque me dejó temblando, sufriendo, y desesperada por otro golpe. Alguien gruñó “Más", en un tono que cabría esperar de un animal rabioso si este pudiera hablar. La respuesta fue un paño húmedo y frío en mi cara que quitó la sangre que había estado lamiendo, y mis ojos se abrieron de golpe por la indignación. Una vez que lo hicieron, todo fue tan brillante y vívido que por un segundo, no pude concentrarme. ―¡Dije más! Registre dos cosas al mismo tiempo. Esa voz salvaje salió de mí, y no había respirado mientras hablaba. Sintiendo pequeñas dagas pinchándome en el labio fue casi redundante. Realmente la hiciste esta vez, se burló mi voz interior. Mis dientes bajaron, impulsando lo que sabía que eran colmillos más profundamente en el labio inferior. Parecía que morir y ser traída de vuelta como un vampiro no había matado mi odiada voz interna. A continuación, el caleidoscopio de colores se convirtió en formas claras y Vlad entró en foco. Su pantalón negro y camisa índigo apestaban a humo y plástico quemado, pero debajo de eso, capture el rico aroma de la sangre, y todo lo demás desapareció. Salté sobre él, en busca de las huellas deliciosas con una urgencia que me tenía desgarrando su piel y ropa con mis nuevos colmillos. Murmuró algo que no comprendí en mi búsqueda de la fuente de ese olor. Una parte de mí estaba horrorizada por mi salvajismo, pero el resto sólo se preocupaba por una cosa. Sangre. La necesitaba. AHORA. Vlad me apartó de un empujón, una mano sosteniendo mi boca que daba mordiscos mientras que la otra mano alcanzaba algo detrás de él. Ese ardor interior había vuelto, me asolaba un dolor tan intenso que no podía pensar en otra cosa que en la necesidad de hacer que se detuviera. Entonces la ambrosia se deslizó por mi garganta, sofocando mi angustia tan a fondo que lágrimas de agradecimiento se deslizaron por mis mejillas. Tragué como si estuviera tratando de ahogarme, mis ojos se cerraron con un alivio tan profundo que pensé que podría perder el conocimiento.
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Después otra cosa se superpuso a través de mi alivio. Ira, seguida por una oleada de la emoción más cruda y desenfrenada que jamás había sentido. Llamarlo amor era comparar una lluvia de primavera con un huracán, y cuando me di cuenta de que esa emoción no venía de mí, sino del vampiro que aún estaba sosteniendo mi mandíbula con mano de hierro, me quedé conmocionada. ―Puedo sentirte ―susurré haciendo que su mirada se tornara más brillante de lo que hubiera visto antes, pero ahora, no me dolía sostenérsela. ―Debido a tu engaño de compras la cual te costó tu humanidad. La dureza en su tono me hubiera hecho estremecer de no ser por la oleada fresca que atravesaba mis emociones. Más rabia, sí, pero nacía del miedo a perderme. No había pensado que Vlad fuera capaz de sentir miedo, sin embargo surgía a través de mi subconsciente junto a una nueva oleada de emoción furiosa y desquiciante prima hermana del amor. Pensaba que su comportamiento controlador se derivaba de la arrogancia, pero más bien esto venía de una necesidad patológica de protegerme. Si no estuviera aún obsesionada con pensamientos acerca de sangre, estaría sorprendida de todo lo que él había consentido al mismo tiempo que esa compulsión rugía dentro de él. En seguida otro dolor paralizante me golpeó, borrando el resto bajo un hambre tan severa que era como estarse muriendo de inanición miles de veces en cuestión de segundos. Me habría derrumbado de no ser por el agarre de Vlad, y antes de que pudiera gritar debido a esa horrible combustión interna, un nuevo trago de ambrosia alejó la agonía. Tragué tan vorazmente como antes, esta vez regresando a mis sentidos antes de que él arrancara los jirones de plástico empapados fuera de mis manos. Bolsas de plasma, me di cuenta mientras lamía mis manos hasta dejarlas limpias, con un impulso que no podía controlar. Qué moderno de su parte. Si la memoria no me fallaba, sería una maníaca enloquecida por la sangre durante varios días hasta que tuviera la fuerza suficiente para no matar a la primera persona viva que se cruzara en mi camino. La idea era deprimente. Luego otro pensamiento tardío me golpeó. ―¿Cómo es que soy un vampiro en vez de un ghoul? Me recuerdo muriendo… Y viendo a mi madre. Eso me aturdió tanto que momentáneamente olvidé lo que estaba preguntando. Ella no había sido un sueño o una ilusión, lo sabía con tanta seguridad como sabía cuál era mi propio nombre. Eso significaba que había algo después de la muerte. Nunca creí en eso porque no lo había visto en las muertes que había revivido, pero tal vez vislumbrar lo que hay más allá tenía que ser experimentado personalmente.
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El agarre de Vlad se soltó hasta acariciar mi garganta en lugar de restringir mi mandíbula. ―Mi sangre no es suficiente para sanarte en este momento. Ha iniciado, sin embargo, el proceso de transformación. ―¿Cómo? Sus dientes brillaron en una sonrisa sin humor. ―En transformaciones normales, te drenaría hasta el punto de morir antes de tenerte bebiendo de mi sangre. Tú misma te drenaste hasta la muerte con tus heridas, y tuviste suficiente de la cantidad adicional de mi sangre en ti que te di apenas como para estar sobre el límite. Luego dejó caer la mano, rabia infundida con angustia rascando a través de mis emociones antes de que continuara. ―Por supuesto que no lo supe hasta después de tu muerte, cuando de repente, comenzaste a desgarrar mi garganta. No recordaba eso, ni tenía ningún recuerdo de ser traída aquí. Lo último que recordaba era ver a Shrapnel arrastrado por los guardias y a Vlad arrodillado junto a mí. ―Gretchen. Está bien, ¿verdad? ―Solamente lesiones menores. Esta vez, el alivio que sentí no fue alimentado por la ingestión hasta tener la panza llena de sangre. ―¿Y Sandra? ―Lesiones más graves, pero se recuperará. No quería preguntar, pero tenía que saberlo. ―¿Shrapnel? Su boca se apretó. ―Donde debe estar. Eso significaba el calabozo, sin duda. Tal vez ahí era donde estábamos también. Esta habitación parecía una versión más elegante de una de las celdas de Vlad debido a que las paredes, el techo y el suelo eran roca sólida sin salida aparente, pero había dos colchonetas apiladas en la esquina cubiertas por varias mantas gruesas. Eso no había sido lo que había visto como norma en los alojamientos de las mazmorras, a pesar de la ausencia de luces fue… Y todavía podía ver perfectamente. Parpadeé como esperando a que eso fuera a cambiar, lo cual por supuesto no pasó. Ninguna luz iluminaba los espacios estrechos, sin embargo, veía cada centímetro hasta las manchas rojas rayando las paredes que olían tan bien que quería lamerlas. Cuando dos pinchazos de dolor se me clavaron en el labio, sabía que mis nuevos colmillos habían surgido de nuevo.
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Cerré los ojos, sintiéndome abrumada. No había querido esto tan pronto y no sabía si podría soportarlo. Pero lista o no, ahora era un vampiro. Mi mano se deslizó hacia mi pecho a mi corazón. Veinticinco años latiendo, y sin embargo por siempre jamás sería tan silencioso como un tambor que alguien había abandonado. Cuando abrí los ojos, Vlad me miraba. No dijo nada, sin embargo, una extraña mezcla de empatía e implacabilidad ametralló mi subconsciente. Te has ocasionado esto a ti misma, sus emociones parecían trasmitir el mensaje, pero no te enfrentarás a ello sola. Miré de nuevo notando una pequeña cicatriz en su nariz que no había visto antes. Eso no fue lo único. Su piel ya no parecía pálida, sino ligeramente luminosa, como si estuviera cubriendo una luz que llevara dentro. Su cabello no era solo de color marrón oscuro, sino de un rico collage de negro, ocre y castaño. El aire alrededor de él crepitaba con energía, y cuando acarició mi garganta otra vez, su mano se estremeció como si él fuera el que se impregnara con electricidad interior. ―Tú también eres diferente ahora ―dije con asombro. Su boca se curvó, medio burlón, medio divertido. ―Eres un vampiro. Puedes ver los detalles a los que los humanos son ciegos, poderes sensoriales que ellos no entienden, y sentir emociones con más fuerza de lo que ellos pueden siquiera imaginar. Entonces me agarró del cabello y lo uso para tirar de mi cabeza hacia atrás antes de bajar su boca. ―Ahora siente esto ―murmuró. La caricia áspera de su barba y la suavidad sensual de sus labios palidecían al lado de las emociones que salían a chorro a través de mi subconsciente. La lujuria se desgarró través de mí como un fuego repentino, casi haciéndome caer de rodillas. Esto quemó mis terminaciones nerviosas tan a fondo como el hambre que tenía, pero no con el dolor. En cambio, me sentí abrumada por la necesidad de dominar por placer hasta que gritos entusiastas resonaban en mis oídos, y para hacerlo ahora mismo. Mi boca se abrió, enredé la lengua con la suya mientras me agarraba de su camisa. Esta se vino abajo en mis manos tan fácilmente como papel mojado, y luego su calor me hizo jadear cuando me jaló hacia él. Siempre había sido caliente, pero ahora se sentía como una llama encerrada en carne. Él arrancó mi vestido, sujetador y bragas tan despiadadamente como yo había destruido su camisa antes arrojándome sobre la colchoneta más cercana. Gemí cuando su cuerpo cubrió el mío, sorprendida por lo diferente que también era eso. Cada roce de su piel intensifica las sensaciones que me hacían arquearme contra él con demanda primaria. Cada caricia parecía penetrar en las
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partes ocultas de mí que se morían de hambre por su toque. Todo lo anterior se desvaneció en una memoria sin color como las visiones psíquicas que tomaba del pasado. Era como si se tratara de la primera vez que hacíamos el amor, y cuando abrió mis muslos y su boca descendió entre ellos, un brote de éxtasis me hizo gritar. No sé cuánto tiempo me retorcí contra él, el placer me desgarraba en pedazos con cada lametazo abrasador de su lengua. Cuando él se levantó y arrancó la parte delantera de sus pantalones, yo seguía estremeciéndome por el orgasmo, pero al ver que su longitud gruesa se hinchaba la necesidad en mí volvió otra vez. Me deslicé hacia abajo, tirando de él encima de mí. Entonces mi cabeza cayó hacia atrás por la fuerza de su beso cuando su boca reclamaba la mía. Su sabor era más agudo, más salado, y tan explícitamente carnal que me dolía donde estaba húmeda. Su cuerpo era un infierno, y la anticipación corto mis emociones en una franja visceral cuando él se desplazó abajo entre nosotros. Rompí nuestro beso y le mordí el hombro sin pensar, sorprendida por lo natural que eso se sentía. El placer corrió atreves de mí cuando hundí mis colmillos más profundo. Ya fuera el mío o el suyo, no sabía, y cuando tiró de mis caderas hacia arriba para encontrarme con su empuje, ya no me importaba. Dejé de morderlo para gritar cuando su carne ardiente empujó dentro de mí. ¿Se había sentido así antes? No, no se podría. No habría sido capaz de soportar el exquisito apretón de mis músculos internos cuando él se enterró hasta mi clítoris después de que no pudiera llegar más profundo. O el gozo cuando su boca se cerró sobre mi garganta y mordió donde había estado mi pulso. Entonces él empujó hacia adelante, mi garganta aún capturada entre sus colmillos, y la sensación de estar completamente dominada y sin embargo potentemente arrancadas mis inhibiciones. Me despegué de su boca, apenas notando el pinchazo de sus colmillos mientras mi piel se desgarraba. Entonces envolví mis brazos alrededor de él y le mordí en el mismo lugar. El placer sobrecargó mis terminaciones nerviosas desde la conexión hasta sus sentimientos, conduciéndome a un frenesí. Él se movió más rápido, más profundo, su agarre convirtiéndose en marcas, y me vanagloriaba en ello, hundiendo mis colmillos en su cuello para que coincidiera con cada golpe duro. Mis uñas rasgando a través de su espalda, trazando una tersura que no era sudor. El éxtasis creció junto con un dolor interior que exigía más sin importar si era demasiado. Él estaba demasiado caliente, demasiado grande, demasiado rudo y moriría si se detenía. Arranque mi boca de su cuello, jadeando: ―Te amo tanto. ―Justo antes de que otro orgasmo me dejara temblando por su intensidad. A través de los ojos medio entornados vi que la cabeza de
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Vlad se echaba hacia atrás, rayas de color carmesí estropeaban la elegante línea de su garganta. Luego bajó la cabeza y me miró mientras sus ardientes manos acariciaban mi rostro. ―Y yo te amo a ti, mi esposa. No tuve oportunidad de responder. Se deslizó hacia abajo, su boca descendiendo entre mis piernas con una ferocidad apasionada. Yo me arqueé contra él con un gemido que era mitad éxtasis, mitad frustración. Esto se sentía increíble, pero lo quería dentro de mí de nuevo… Todo pensamiento se desvaneció en mi mente cuando sus colmillos sustituyeron la lengua, perforando mi clítoris en lugar de lamerlo. Placer al rojo vivo atacó a través de mí, haciendo disparar la electricidad de mi mano derecha. Humo encrespado se elevó del agujero que perforé en la cama, pero lo único que pude hacer fue aferrarme a las sábanas cuando empezó a succionar con empujes largos y profundos. Su nombre salió de mi garganta en un sollozo ahogado. Otra fuerte succión me tenía gritándolo, y después ya no podía pensar lo suficiente como para hacer eso. Todo lo que podía hacer era sujetarme a él mientras llanto sin palabras era arrancado de mí, y cuando me volteó boca abajo justo después de una última succión enloquecedora, ya ni siquiera podía moverme. Jaló mis caderas hacia arriba, una estocada profunda produjo otro grito ahogado en mí. Mi carne palpitaba y se estremecía, apretando convulsivamente a su alrededor mientras se retiraba. Me levantó, llevándome hacia su regazo. Otro arco de sus caderas hundiéndose en mí otra vez. Agarré sus muslos mientras me mecía hacia atrás contra él, sintiendo sus labios ardientes en el cuello cuando hizo a un lado mi cabello para darme un beso allí. Entonces no hubo nada, excepto el feroz ritmo que me llevó al clímax un instante antes de que llegara él, y los estremecimientos nos conmovieron por dentro y por fuera.
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Capítulo 37 Cuando Vlad me liberó, caí contra el colchón, sin jadear solo porque no necesitaba respirar. Nunca había fumado antes, pero si en esta celda hubiera cigarrillos, hubiera encendido uno en saludable conmemoración. Luego mi estómago se apretujó. Mi satisfacción se desvaneció, reemplazada por un hambre tan intensa que comencé a temblar. Vlad me levantó, empujándome contra el muro con una mano mientras con la otra apretaba números en un teclado numérico que no había notado antes. Una gaveta se deslizó fuera de la superficie de piedra, y un solo vistazo a lo que contenía hizo que mi mente se fuera en blanco por la necesidad. Los próximos minutos fueron un carrusel girando de dolor y alivio. Cuando mi cordura volvió, seguía contra la pared, succionando los restos de una bolsa plástica mientras Vlad observaba. Extendió su mano y me forcé a abandonar la bolsa a pesar de que tenía unas deliciosas rayas carmesí sobrantes. Aun así, no actuaría como un animal un momento más de lo necesario. Él la tomó junto con la otra bolsa a mis pies, depositándolas en la ranura de donde había salido. ―¿Cómo supiste? ―logré preguntar calmadamente Un encogimiento de hombros. ―Es lo mismo con todos los nuevos vampiros. Sexo, furia y violencia dispararan tu hambre. Hasta que puedas controlarla, debes aprender a anticiparte. Eché un vistazo abajo. La sangre salpicó frente a mí de lo loco que destruí las bolsas de plasma, haciéndome lucir como una actriz de una película pornográfica de terror. Tenía muchos días de frenética alimentación sin sentido por venir, por algunas cosas no podía esperar a controlar mi nueva hambre. Fui hacia la cama y me envolví en la sábana. Lo que tenía que decir era demasiado serio para hablarlo todavía desnuda. ―Así que descubriste que Shrapnel era el traidor ―comencé. Un corto bufido me interrumpió. ―No pensé que lo cortarías en pedacitos porque accidentalmente te tiró de un acantilado. Sostuve su mirada. ―Él era el único traidor en tu casa, pero no era el único cómplice. La mirada de Vlad se volvió de un verde brillante. ―Explícate. ―Sandra estaba pasando mensajes…
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No alcancé a decir nada más antes que Vlad girara, presionando una parte del muro que no se veía diferente del resto, pero igual una puerta de repente apareció. ―Waters ―ladró en el espacio abierto―. Aseguren a Sandra inmediatamente. No, grité mentalmente. ¡No es su culpa! Él no respondió. Correcto, ya no podía escuchar mis pensamientos. Había puesto eso y un sexo espectacular en los pros de ser un vampiro. ―Ella no sabía ―dije―. Shrapnel la hipnotizó para que lo hiciera. Lo vi cuando la toqué. Él giró, su expresión no era menos aprehensiva, pero sí agrego: ―Asegúrenla gentilmente, Waters. ―Antes de cerrar presionando otro panel indistinguible―. ¿Qué más viste? No podría decir si el desagrado curvándose dentro de mis emociones era debido a las acciones de Shrapnel o las mías. ―Primero promete que no lastimarás a Sandra. Él cruzó sus brazos sobre su pecho. Con su constitución muscular y la sangre salpicada sobre él por mi alimentación rabiosa, no podría verse más amenazante pero me rehusé a retractarme. ―Promételo ―repetí. ―Tengo otras formas de descubrirlo ―dijo sedosamente. Liberé un bufido siniestro. ―¿Por qué crees que lo hice a tus espaldas? Estoy bien consciente de tus “formas” de obtener información. Es por eso que no voy a someter a mi amiga a ellas si no ha hecho nada malo. Su boca se tensó mientras ecos de su ira atacaron mis emociones, pero eso no era todo. Tan mordaz como un recuerdo agridulce, el pesar flotó dentro de mi subconsciente. Perder mi mortalidad era mi culpa, pero me di cuenta que Vlad se culpaba a sí mismo también. Luego presionó la pared y la puerta oculta apareció de nuevo. ―Está bien, ve ―dijo con un barrido de su mano. Observé la entrada abierta sospechosamente. ―¿No se supone que esté encerrada debido a que mi sed de sangre es una amenaza ahora mismo? ―Sí, pero vienes conmigo para ver por ti misma que Sandra no será lastimada, siempre y cuando no me haya traicionado conscientemente. A menos claro… ―una sonrisa como de tiburón―, que termines arrancándole la garganta tú misma.
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No había esperado regresar al calabozo tan rápido, sin embargo después de ducharme, vestirme, ir a otra alimentación frenéticamente, ducharme y descansar de nuevo, acá estaba. Cuando entramos a la primera cámara del calabozo, el hedor me hizo retroceder. Olía como si alguien hubiera mezclado keroseno, fruta podrida, sangre rancia, orina y excremento de perro, luego explotado todo. ¿Cómo no había notado esto antes? No estaba ni siquiera respirando, pero el olor rancio encontró su camino a mi nariz de todas formas. ―Este lugar apesta. ―¿Los guardias olvidaron echar Febreze? ―preguntó Vlad en fingida indignación. Luego me dio una mirada hastiada―. Es un calabozo, Leila. Se supone que huelan así. Misión cumplida. El hedor podría incluso haber matado mi nuevo apetito. Si el Infierno pudiera echarse un gas, olería así. ―¡Leila! Me giré hacia la voz de Sandra. No estaba encadenada al gran monolito de piedra para mi alivio. En vez de eso, estaba acurrucada en el piso, su expresión tan afligida que de seguro pensaba que nunca dejaría este lugar. Tan pronto como me vio, arremetió contra mí. ―¡Por favor, diles que ha habido un error! Uno de los guardias apareció de la nada, atrapándola incluso antes de alcanzarme. Algo bueno también. Además se había duchado y cambiado de ropas desde el accidente, pero podía oler la sangre seca en sus raspones, costras, y la herida cosida de su cabeza incluso sobre el horrible hedor. Presioné los colmillos contra las encías. Acabas de comer, me recordé, y Sandra NO es el postre. ―Está bien ―le dije―. Vlad solo necesita buscar en tus recuerdos por unas cositas. Estábamos haciendo esto porque él quería que Shrapnel presenciara la exposición de su traición y solo había un lugar donde se iba a quedar. A pesar del desafío a mi control, no me iría hasta que Vlad terminara de probar la mente de Sandra. Yo era lo único que ella tenía, y el calabozo era lo suficientemente aterrorizante sin tener un amigo a tu lado. Vlad podría tentarme acerca de arrancarle la garganta a Sandra, pero nunca me dejaría hacerlo. Además, también quería escuchar más acerca de la vampiro morena con la que Shrapnel se había estado enrollando. Como por qué había estado tan determinada a matarme, para empezar.
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Por supuesto, estar acá abajo significaba enfrentarme cara-a-cara con el lado obscuro de Vlad, y él no había desperdiciado ningún momento en dejarlo salir. ―Deténganlo ―dijo, apuntando a Shrapnel. Tres vampiros de nuevo aparecieron como ninjas, pero a medida que movían las muchas esposas atando a Shrapnel al muro de piedra, sus movimientos ya no parecieron borrosamente rápidos. Antes que la última cadena de plata cayera, Vlad levantó un largo palo de madera y lo atravesó contra la sección media de Shrapnel. Sandra jadeo. Intenté no notar cómo se aceleraron sus latidos tratando de atrapar mi atención. A escondidas, apreté la bolsa de plasma que llevaba dentro de mi chaqueta. Si sentía una punzada de hambre, la rompería a ella, dando a los guardias más tiempo para proteger a Sandra. ¿Qué te parece eso como anticipación? Vlad llevó a Shrapnel hacia uno de los hoyos en la piedra, dejando caer el final del palo como si casualmente pusiera una flor en un jarrón. A pesar de todo, Shrapnel dejó salir varios gruñidos ásperos, pero eso fue todo. Su fortaleza era impresionante, pero mientras más fuerte fuera, más aguantaría mientras Vlad buscaba para descubrir con quién lo había traicionado y por qué. Shrapnel había intentado matarme dos veces, sin embargo no podía evitar sentir lástima por él. Un sorbido devolvió mi atención a Sandra. Su cabeza estaba gacha, largo cabello entre rojo y dorado blindaba su expresión. ―¿Hice algo horrible, verdad? ―susurró―. No lo recuerdo, pero cuando él me tocó en el coche, lo sentí. Quería palmearla para consolarla pero su pulso estaba empezando a sonar como una campana de cena, así que no confiaba en mí para acercarme más. ―Vlad no está enojado contigo ―dije en mi más tranquilizadora voz―. De hecho, vas a ayudarnos a encontrar a la otra persona que te forzó para traicionarlo, y luego vas a detenerla. La ceja de Vlad se arqueó. ―¿Ella? ―Ella ―repetí, mirando hacia Shrapnel―. Y aparentemente, ella es una lanzadora de hechizos.
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Capítulo 38 Shrapnel me miró fijamente y su mirada de obsidiana se volvió brillante por el verde. ―Me mentiste. No sabes quién es ella. Sonaba más sorprendido que enojado, no es que tendría alguna razón para señalar con el dedo el tema de la falta de honradez. ―No lo sabemos todavía, pero estamos a punto ―le respondí con frialdad. Con Shrapnel ahora al alcance de la vista, Vlad se acercó a Sandra. ―Si no fuiste consciente de ninguna de tus acciones porque ellos alteraron tu memoria, te voy conservar sin culparte. Palabras condicionales de consuelo, pero funcionaron. Sandra cayó sobre una rodilla e inclinó la cabeza. ―Tú me sacaste de las calles después de que mis padres me abandonaron. Me diste un hogar, una educación, y la promesa de un futuro mejor. Nunca te traicionaría a sabiendas. La boca de Vlad se curvó con ironía mientras echaba una mirada hacia Shrapnel. ―Entonces tú serías más fiel de lo que dos de mis más cercanos amigos resultaron ser. Ante esas palabras, una mezcla punzante de ira y dolor se enroscó en mis emociones. Hice una mueca de dolor, recordé que las acciones de Shrapnel eran más que las de un vampiro yendo en contra de su señor. Un cuchillo en la espalda dolía mucho peor cuando venía de un amigo. Sandra se levantó y se empujó el cabello a un lado. ―¿Lasă-mă să-? ¡Dovedesc, printul meu6! Vlad agarró su cuello y bajó su boca. Mientras la mordió, algo se levantó en mí que no esperaba. No el hambre, aunque el fresco olor de la sangre hizo que mi propios colmillos bajaran. Ni la preocupación por Sandra perdiendo más sangre ya que ella ya estaba en mal estado. En cambio, tuve la imperiosa necesidad de arrancarla de los brazos de Vlad y luego golpearla con un sofocante látigo eléctrico hasta que nada quedara sino piezas irregulares. Estaba celosa. Qué absurdo. Él era un vampiro, ella era un ser humano que había tenido su mente alterada, y la mejor manera de moverse alrededor de eso era tomar su sangre antes de hipnotizarla. Sabía eso, pero no detuvo la oleada de emociones que hicieron que chispas cayeran de mi mano.
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¿Me permite? ¡Pruebe mi príncipe!, en Rumano.
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Su boca en ella. Su cabeza cayendo hacia atrás en una forma que no denotaba dolor. La línea de su garganta mientras él tragaba… Un chispazo golpeó en el suelo de roca debajo de mi mano. Convirtiéndome en un vampiro que no había gastado mi electricidad interior ni un poco. A la vez, cubrí la grieta con mi pie, como si eso evitaría que alguien dejara de notarlo. Vlad alzó la cabeza, su mirada yendo infaliblemente al lugar antes de que él me mirara. Esperaba una rodada de ojos por mi muestra de celos irracionales, pero en cambio, parecía pensativo. Entonces soltó a Sandra, secando las heridas punzantes en su cuello con su pulgar después de haberlo atravesado con un colmillo. Traté de frenar mis emociones, y las corrientes que mantenían mi mano chispeando, mientras mentalmente cantaba la canción de Sting “Every Breath You Take”. La vida y la muerte siguen pasando, Leila. Mantén tus prioridades enfocadas. ―Entró en su habitación para hipnotizarla ―le dije, en caso de que ese detalle ayudara. Los ojos de Vlad se pusieron verdes mientras miraba a Sandra como si fuera la única persona en la habitación. ―Shrapnel entró en tu habitación ―repitió él, su voz resonante―. Te quería para transmitir un mensaje. ¿Cuál era? ―No lo sé ―susurró ella. ―Sí, lo sabes. El aire crujía, haciendo que los vellos de mis brazos se erizaran. Una onda invisible parecía rodar de Vlad, llenando la habitación con energía suficiente para hacer que mi piel se estremeciera. ¿Qué estaba haciendo? ―Puedes verlo en tu habitación ―continuó Vlad en ese mismo tono vibrante―. Escuchas su voz, incluso ahora. ¿Qué está diciendo? ―Él dice… ―Su rostro se tensó como si se esforzara en escuchar un susurro lejano―. Dile que sus poderes están de vuelta. Ella casi murió usándolos, pero Vlad la revivió y ahora no va a irse de su lado. Voy a tratar de envenenar su alimento si se despierta. Levanté una mirada acusadora en dirección de Shrapnel. ¿Mientras estaba en coma, estaba planeando envenenarme? La rabia rozó mis emociones, pero Vlad no dijo nada y no alejó la mirada de Sandra. ―Ese no fue su único mensaje. ¿Qué más? En el tono monótono que yo había llegado a asociar con las personas bajo la influencia de un vampiro, Sandra relató que Shrapnel le dijo a su cómplice todos los detalles de mis capacidades, mi posición en el carnaval, y mi ubicación en el hotel con Maximus. Incluso afirmó que Maximus tendría que ser
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neutralizado por medidas extremas. Las balas de plata líquida cruzaron por mi mente. No hay nada más extremo que eso. Cuando Vlad le ordenó a Sandra que repitiera los mensajes de la mujer, estos comenzaron como preguntas benignas acerca de mí que parecían más curiosos que amenazantes. Eso cambió después del bombardeo del carnaval. Una vez que sus intenciones reales fueron expuestas, no fue una sorpresa que los mensajes subsecuentes consistieran en variaciones de Mata a Leila. Mátala ahora. Mientras mi ira crecía, la mayor parte de esto ya lo sabíamos, y no necesitaba sentir las emociones de Vlad para saber que se sentía frustrado por eso, también. ―¿Dónde la encontrabas para pasar estos mensajes? ―preguntó él. Sandra frunció el ceño. ―Nunca me he reunido con ella, pero cada dos días, voy a la ciudad a la tienda de libros. Escribo los mensajes y los coloco en La Odisea de Homero. Si La Odisea tiene un nuevo mensaje en espera de ella, lo memorizo, lo tiro, y luego se lo repito a Shrapnel, pero sólo si me pregunta. De lo contrario, nunca lo menciono. Incluso no recuerdo los mensajes. Sandra dijo la última parte como si estuviera repitiendo un conjunto de instrucciones. No hay duda de que lo estaba, y se las habían dado bajo las mismas circunstancias de control mental en que estaba ahora. ―Ve a la tienda de libros ―dijo Vlad sin alejar la mirada de Sandra. Uno de sus guardias se inclinó con elegancia y luego se fue―. Nunca la has conocido, pero ¿él te dijo su nombre? Más de esa energía escalofriante salió de Vlad, hasta que me estaba frotando mis brazos para alejar las sensaciones de hormigueo. ¿Era esto lo que Marty quería decir cuando me dijo que los vampiros podían medir la fuerza de cada uno sintiendo sus auras? Si es así, entonces la de Vlad tenía escrito por todas partes Peligroso: No ataques. ―No creo que se suponga que la conozca. ―Sandra parecía desconcertada―. Pero una vez, Shrapnel la llamó Cynthiana. Los rasgos de Vlad se endurecieron como si su rostro se hubiera transformado en piedra. Claramente reconoció el nombre. Este me sonaba familiar a mí también, pero no pude ubicar dónde lo había oído. Shrapnel cerró los ojos, su expresión mostrando más dolor que cuando Vlad embistió un poste largo de madera a través de su torso. A pesar de todo, Shrapnel seguía amándola, y su peor temor ahora se había realizado porque ella acababa de aterrizar a la cabeza de la lista de más buscados de Vlad. Mi mirada se volvió hacia Vlad mientras el recuerdo encajaba. ―Cynthiana. ¿No es ese el nombre de la mujer con quien saliste antes de mí?
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―Lo es ―dijo Vlad, sin dejar de mirar a Shrapnel. Sacudí mi cerebro para recordar qué más había dicho Maximus. Ella había estado con Vlad por un tiempo ridículamente largo, que yo recordara, y cuando la echó, ella hizo algo. ¿Qué era? Cierto, se citó con uno de sus amigos tratando de ponerlo celoso. El truco más viejo en el libro, pero no había funcionado… Y ese amigo había sido Shrapnel. Miré hacia él. ―¿Cynthiana pensó que si yo estaba muerta, tendría otra oportunidad con Vlad? De ser así, ¿por qué estarías de acuerdo con eso? La amas; lo sentí cuando me vinculé contigo. Shrapnel no dijo nada. Su silencio era una prueba más de sus sentimientos, pero si ella no estaba motivada por los celos, ¿por qué Cynthiana arriesgaría su propia vida por tratar repetidamente de terminar con la mía? Por las razones que fueran, ella había asesinado a un grupo de personas inocentes antes de que su trampa explosiva vinculante finalmente me hubiera matado, temporalmente. La cara de Dawn brilló en mi mente. Ella no merecía morir antes de poder encontrar su camino en la vida. Tampoco lo había merecido nadie más en el carnaval, y los guardias de Vlad no habían merecido volar por los aires debido a que Shrapnel estaba haciendo un último esfuerzo para cubrir sus pistas. Por último, yo no había merecido nada de la basura que había soportado a causa de las intenciones asesinas de Cynthiana. ―Puedes irte, Sandra ―dijo Vlad, con sus ojos oscureciéndose de nuevo a su color cobre normal―. Tu parte en esto está perdonada. Liberada de su mirada, ella parpadeó, luego dijo algo muy rápido en rumano. ―Por supuesto, este sigue siendo tu hogar ―respondió Vlad con impaciencia. Luego hizo un gesto desdeñoso con la mano―. Vete. Un guardia barbudo escoltó a Sandra. Estaba contenta de verla partir. Ella no había hecho nada para merecer estar aquí, a diferencia de los vampiros suspendidos en el alto poste de madera. Vlad miró a Shrapnel. Por un instante, un tornado de furia, frustración, y lamento asaltó mis emociones. Entonces fue como si una pared se estrellara, cortando todo excepto mis propios sentimientos de enojo. Incluso la energía girando procedente de Vlad se disipó. ―Sabes qué pasará ahora ―dijo él, sonando totalmente desapasionado. Yo también. ¡Tráelo!, gruñó una parte vengativa de mí. Entonces me acordé de las máquinas espeluznantes en la siguiente caverna. Vlad no mostraría piedad con el fin de descubrir dónde estaba Cynthiana, pero si yo pudiera enlazarme con la vampiro morena, podría evitarle a Shrapnel algo de eso. Él merecía morir por lo que había hecho, pero si
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mis poderes se habían mantenido a través de mi transformación, podría conseguirle una muerte más rápida y menos dolorosa. Si no lo hacía, al menos lo intenté, ¿yo no era tan despiadada como la perra que había asesinado a sangre fría a varias personas en sus intentos por matarme? ―Vamos a intentar algo más primero. Sólo los ojos de Vlad se movieron mientras miraba hacia mí. ―Ha llegado demasiado lejos para ser engatusado para entregarla ahora. Shrapnel le enseñó los dientes. No una sonrisa. Una advertencia de un depredador a otro. Luego dijo algo en un idioma que sonaba como rumano, pero más gutural. Vlad gruñó. ―No tengo dudas de que me vas a hacer trabajar por esto, mi amigo. ―Entonces me dijo simplemente―. Vete. No vas a querer ver esto. De eso, no tenía ninguna duda, pero no había acabado. ―Él es muy resistente, así que puedes hacer que dure por semanas… o dejarme hacer lo que mejor hago en minutos. Vlad miró mis manos con una pequeña sonrisa dura. ―Es muy probable que tus habilidades no funcionen tan pronto después de tu transformación, si es que regresan. ―Todavía estoy llena de voltaje. El resto tiene que estar allí, también. Y diciendo esto, me incliné y toqué el suelo con mi mano derecha. Nada. Después de unos pocos segundos, un sonido escapó de Shrapnel; medio suspiro, medio risa. A pesar de que sabía lo que significaba su tortura, estaba alegre. Mi boca se adelgazó, mientras tocaba el suelo de nuevo. Aún nada más que fría y desigual piedra. Lo hice una tercera vez, sin embargo, a pesar de que debían estar empapadas en esencia estas rocas, no vi nada. ―Leila. ―Vlad sonaba casi cansado―. No puedes parar esto. Él no se dio cuenta, pero esas palabras solo alimentaban mi determinación. Toda mi vida, se me había dicho, “No puedes.” Primero fue “No puedes competir a nivel olímpico,” pero gané una oportunidad de ser parte del equipo de gimnasia. Entonces, después por todo el daño en los nervios a causa del accidente, fue “No puedes caminar de nuevo,” pero no sólo caminé, me uní al circo como acróbata. Luego fue “No puedes tocar a nadie,” pero conocí a Marty, un vampiro que se convirtió en mi compañero de trabajo y mejor amigo. Luego, más tarde, fue “No puedes pedirme que te amé,” pero ahora yo era la señora de Vlad Dracul, muchas gracias. Miré al suelo de piedra gris. De ninguna manera un pedazo de roca me vencería después de todo por lo que había pasado.
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No lo toqué de nuevo, rastrillé mi mano sobre este tan duro que me corté con los pequeños bordes de la piedra. Entonces me concentré hasta que no escuché las continuas advertencias de Vlad de detenerme o la risa burlona de Shrapnel. Ahí está. No más fuerte que un susurro, mucho más fugaz que un vistazo, pero algo estaba allí, ¡maldita sea! Me concentré hasta que todo mi ser estaba enfocado en la piedra debajo de mi mano, y entonces lo vi. Imágenes gloriosamente horribles de un vampiro calcinado golpeando el piso, con un ruido sordo, donde yo tocaba, su boca abierta en un último grito silencioso. Me levanté, notando sólo ahora que Vlad se arrodilló a mi lado, dándome una mirada de exasperación mientras alejaba mi mano. ―Leila, suficiente… Lo que sea que vio en mi rostro lo hizo dejar de hablar. Muy despacio, me dejó ir. Luego se levantó mientras la mezcla más extraña de orgullo e irritación salpicaba mis emociones. ―La buena noticia es, que te salvas de la tortura ―le dije a Shrapnel―. La mala noticia es, que voy tras tu novia, y ahora su hechizo no importa porque ya estoy muerta.
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Capítulo 39 Quería comenzar la conexión con Cynthiana inmediatamente, pero Vlad dijo que el amanecer estaba cerca. Tomé su palabra dado que no sabía qué hora era. Además, Cynthiana no sabía que las gráficas habían cambiado. Ahora ella sería la única en ser irremediablemente estacada y una vez que el sol diera paso a la noche, la cacería empezaría. Dejamos el nivel más bajo y nos dirigimos a la habitación de seguridad en el cuarto piso. Estaba segura de que varios de los vampiros nuevos estaban viviendo bajo el suelo cerca a la mazmorra, pero Vlad tenía el equivalente a una suite presidencial para vampiros a los que él quería favorecer. Sin embargo, tan pronto como estuvimos de vuelta al nivel principal de la casa, un exceso de sonidos me asalto. El clamor de pasos por encima y por debajo. Numerosos sonidos metálicos en la cocina como si ollas y cacerolas estuvieran siendo usadas para hacer el desayuno. Voces de gente o aparatos electrónicos, y por debajo de todo, el rítmico palpitar de múltiples corazones. Mi estómago se apretó y pequeñas dagas pincharon mi labio. Casi allí, pensé con alivio al tiempo que pasábamos por el jardín interior y nos dirigimos hacia la gran escalera. Todo lo que tenía que hacer era conservar mi hambre de sangre por unos pocos minutos más. ―Leila, gracias a Dios. La voz de mi hermana me hizo gemir ruidosamente. Gretchen corrió escaleras abajo, mirándome aliviada e histérica. ―Sus matones dijeron que estabas bastante herida para nosotros como para verte, lo cual es una mentira desde que te ves genial… ―Otro sonido escapó de mi garganta que hizo que ella se detuviera a mitad de la frase―. ¿Me acabas de gruñir? ―preguntó con incredulidad. Vlad miro hacia mí y entonces sus manos se cerraron sobre mis brazos. ―Quédate atrás ―le dijo a Gretchen severamente. Demasiado tarde. Dolor rasgo a través de mí, tirando de un interruptor en mi cerebro que me hacía incapaz de ver a la pequeña hermana que amaba. En vez de eso, solo veía la cura para mi agonía dentro de un paquete de carne que podía ser rasgado fácilmente. Los pocos siguientes momentos fueron una bruma de lucha seguida por el alivio mientras un imposiblemente y delicioso néctar se deslizaba por mi garganta, extinguiendo la quemazón que hacía que el fuego fuera un alivio en comparación. Después de que tomé cada gota, comencé a darme cuenta de un grito que consistía en la misma pregunta de pánico.
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―¿Qué está mal con ella, que está mal con ella, QUE ESTÁ MAL CON ELLA? ―Nada. La voz de Vlad. Escucharlo despejó la prolongada locura, mientras un sentimiento de calma atravesaba a través de la capa de mis emociones. Él estaba detrás de mí, sus brazos franjas irrompibles que me detenían de lastimarla a ella o a cualquier otro. Me hundí en alivio contra él, la bruma sin sentido finalmente dejo mi visión. Gretchen estaba congelada en el último peldaño de las escaleras, ojos anchos y una expresión tan afligida que creí que se desmayaría. ―Está bien ―le dije. Mi voz era ronca, pero al menos no era un gruñido brutal esta vez. ―¿Está bien? ―repitió―. ¿Cómo puede estar bien cuando acabas de tratar de matarme? No tenía respuesta para eso. Gretchen se sentó repentinamente, como si hubieran tirado de ella, y entonces puso su cabeza en sus manos. ―Ahora lo entiendo. Él tuvo que cambiarte por que estabas demasiado mal como para curarte. Ese es el por qué no nos dejaban verte. A diferencia de su chillido previo, su voz fue un susurro. Calambres de diferentes tipos me hicieron retorcer interiormente. No había tenido la oportunidad de decirle que esto era algo que tenía decidido en el futuro. Ahora lo descubrió cuando intente comerla. ―Yo entendería si…si no puedes lidiar con eso ―empecé. Su cabeza se levantó, su mirada azul brillando. ―No lo entiendes. Tú me salvaste, pero yo no pude salvarte a ti. ―Su voz se rompió y lágrimas se derramaron de sus ojos―. Lo siento. Lágrimas brotaban de mis propios ojos. Ella lucho a través de la muerte de nuestra madre, mis habilidades de pesadilla, mi intento de suicidio, y mi huida cuando pensé que cortar los lazos con mi familia sería lo menor por hacer. Ella tenía sus propias fallas, pero debí saber que ni siquiera esto sería mucho para ella. ―No. Si no me hubieras arrastrado lejos del coche antes de que este explotara, realmente habría muerto. Ante eso, Vlad me soltó. ―¿Jalaste a Leila fuera del vehículo? Gretchen se tensó ante su tono cortante. ―Después de que ella cortó el cinturón de mi asiento, sí. Ella estaba en mal estado y yo estaba asustada de que moverla pudiera empeorar todo, pero eso iba a estallar.
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―Hiciste lo correcto ―le dije, pensando, ¡no la presiones! Antes de recordar que no podía oírme. ―Sosténganla ―manifestó Vlad, asintiendo hacia mí. ―¿Qué? ―jadeé. Eso fue todo lo que obtuve antes de que dos guardias que no había notado me sujetaran, dándome débiles miradas de disculpa mientras me mantenían inmóvil entre ellos. ―Es por la protección de tu hermana ―declaró Vlad, avanzando hacia Gretchen. Ella lucía como si quisiera salir corriendo pero no se movió cuando se le aproximó. ―Tiende tu mano ―le dijo en el mismo tono vigorizante. Vacilante, lo hizo. Vlad la agarró y entonces sacó un cuchillo, su agarre se endureció cuando ella trato de jalarse. ―Vlad ―dije en tono de advertencia. Él no miró hacia mí. Al contrario, pasó el filo a través de su mano, cubriendo la mano de mi hermana con su sangre. ―Bebe ―le dijo―, y sé conocida como una de mi gente. Gretchen le dio a la sangre en su mano una desagradable mirada. Entonces volvió su mirada a Vlad. ―¿No lo soy ya como tu hermana política? Su mirada era de frío placer. ―No en el mundo vampiro. Luego ella me miró a mí. ―¿Cuál es la trampa? Recordé cuando le hice a Vlad una pregunta similar antes de una igualmente irrevocable situación. ―Si haces esto y lo traicionas en el futuro, te matara ―resumí sin rodeos. En vez de parecer intimidada, ella resopló. ―Como si no pudiera hacerlo ahora si lo traiciono. La ventaja es que, si hago esto y entonces alguien se mete conmigo, tendrá que responder a Vlad, ¿verdad? Esmeralda brillo en su mirada. ―Eso es exactamente correcto. Ella miró hacia su mano y la acerco a su boca como si el pensar demasiado en ello la haría perder su coraje. ―Puaj ―dijo mientras lamía la mancha roja en su mano. Cerré mis ojos. Gretchen no era una niña y tomó esta decisión por su propia voluntad. Eso no me detuvo de preocuparme de que estaba dando un
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paso más lejos del mundo humano. Sin mencionar que papá se volvería loco cuando lo descubriera. ―Wow, es como líquido para la velocidad ―murmuró ella. Entonces miró fijamente con asombro como sus rasguños, costras, y cardenales empezaban a desaparecer como si estuvieran siendo limpiado por un borrador invisible. ―¿Qué está pasando aquí? El tono furioso de mi padre cortó el aire como un machete. Me encogí al pensar en cómo me vería, empapada de sangre y contenida por dos fornidos guardias, y ese arrebato de sentimientos hicieron salir mis colmillos. Lo cual, claro, era la reacción incorrecta. ―No ―susurró mi padre mientras miraba hacia mí, horror apretando sus rasgos. Entonces, empezó a bajar las escaleras tan rápido como su agarrotada pierna se lo permitía―. ¿Qué fue lo que le hiciste? ―tronó hacia Vlad. Vlad le disparó a mi padre una hirviente mirada mientras caminaba hacia mí y entonces me recogía en sus brazos, los guardias inclinándose mientras retrocedían alejándose. ―Si dices alguno más de los pensamientos en tu cabeza, te quitaré la habilidad para hablar por una semana. La mandíbula de mi padre cayó. Yo me retorcí en los brazos de Vlad. Esto tampoco era como había imaginado darle la noticia a mi padre. ―Ponme en el suelo, ya no me siento como una mordedora. ―Está amaneciendo ―replicó aún mirando hacia mi padre. ―Está bien, así que estaré cansada, pero eso no significa… Mi boca dejo de funcionar. Lo mismo hizo cada musculo de mi cuerpo. Antes del siguiente latido del corazón de mi padre, estaba completamente inconsciente.
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Capítulo 40 Me vine a despertar tan de repente, que me sobresalté. En un segundo, estaba muerta para el mundo, al siguiente, estaba de pie y hambrienta como el infierno, mi mirada lanzándose alrededor en busca de alimento. ―Ahí ―dijo Vlad, apuntando hacia la gaveta abierta en la pared. Caí sobre la bolsa que contenía, desgarrándola como el tiburón de Tiburón. Cuando había terminado, la sangre goteaba de mi cara, manos y pecho. Sólo me volví consciente de que había empezado a lamerme a mí misma, cuando la baja risa de Vlad rompió el trance inducido por el hambre. ―Debo admitir que esto me da ideas. La vergüenza se impuso, dándome la fuerza para detener la limpieza de mis manos como algún gato loco. Vlad se sentó en el colchón, apoyado contra la pared y las piernas extendidas casualmente. Se había cambiado desde la última vez que lo vi, y aunque su camisa de color morado oscuro estaba impecable, al igual que su pantalón negro ébano, con un olfateo, sabía dónde había estado antes de venir aquí. ―Fuiste de nuevo al calabozo. Su sonrisa contenía más que un toque de severidad. ―Tal vez voy a tener que rociarlo con Febreze después de todo. Me pasé la mano por el cabello después de una lamida final. ―Acordamos que buscaría a Cynthiana de la otra manera. ―Contigo dormida, tuve que matar algo de tiempo. Su voz era ligera, pero una corriente subyacente de mal humor rozó mis emociones. Suspiré. ―Sé que no estás acostumbrado a explicarte, pero así es el matrimonio. No estoy acostumbrada a despertar con un hambre incontrolable, por lo que los dos estamos pasando por una fase de adaptación. Ahora otro tipo diferente de sonrisa curvó sus labios. ―Los tuyos sólo van a durar una semana. Los míos, toda la vida. Me reí con sequedad. ―Si querías una esposa que nunca cuestionara tus acciones, no deberías haberte casado conmigo. Algo más tentó mis emociones, deslizándose a través de ellas como franjas de fuego sensual. Un aroma más cálido y rico llenó la habitación, recordándome las especias a fuego lento y humo de madera. ―Concuerdo. Pero te quiero para algo más que servilismo. Su voz era más gutural, endureciendo las cosas bajas dentro de mí. Tragué saliva, el hambre de un tipo diferente haciendo que mis colmillos se alargaran. Se veía tan bien arreglado en su ropa a la medida, tan relajado
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apoyado contra la pared, pero sus emociones contaban una historia diferente. Podría ser la única con sangre y desaliñada, pero no era la verdadera criatura salvaje en la habitación. Y yo no lo querría de ninguna otra manera. Entonces sacudí mi cabeza para aclarar los pensamientos explícitos que comenzaron a inundarla. Tenía a una asesina que cazar más un padre traumatizado que calmar. Mi tarjeta de baile no tenía espacio para horas de sexo y Vlad no hacía rapiditos. ―Tengo que ducharme ―dije, y sonaba sin aliento a pesar de que no respiraba. Su sonrisa se volvió peligrosamente carnal. ―Después de esto. ―Vlad, realmente, hay tanto que necesitamos hacer… ―¿Recuerdas cuando dijiste que no aceptarías clasificar siempre de segundo para otros? ―interrumpió con voz sedosa―. Yo tampoco. Él estaba a mi lado en un abrir y cerrar de ojos, presionando un botón interno en ese cajón retráctil. Otra bolsa de sangre apareció como si se tratara de una máquina expendedora. Antes de que pudiera hablar, Vlad la aplastó contra su pecho, cubriéndose en riachuelos de color carmesí. La necesidad se levantó con tal ferocidad que aniquiló mi conciencia. No estaba avergonzada por cómo me lancé hacia él. No importaba que él arrancara mi ropa tan salvajemente como yo arrancaba la suya en mi búsqueda de la última gota, y realmente no importó cuando me apoyó en la pared y tiró de mis piernas alrededor de su cintura. Entonces no había nada, excepto el sabor de la sangre en su piel y la exquisita aspereza de su cuerpo sumergiéndose en el mío, una y otra vez, hasta que el éxtasis ardiente a través de mí hizo que me olvidara de mi hambre.
Eran las diez y cuarto cuando salí completamente vestida del baño. Vlad estaba vestido de nuevo y esperando, ya que lo había hecho ducharse en otro lugar. De lo contrario, habría sido incluso más tarde, a lo que él no tenía reparos. Shrapnel no iba a ninguna parte, Cynthiana aún no sabía que había sido descubierta, y nuestra luna de miel ya había sido arruinada lo suficiente, indicó.
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―Antes de que empiece con Shrapnel, tengo que ver a mi papá ―le dije a Vlad―. Está muy asustado. ¿Puedes quedarte cerca en caso de que me golpeé la sed de sangre otra vez? Vlad había estado bebiendo vino, pero ante eso, lo dejó. ―Muchas personas que saben acerca de los vampiros tienen dificultades aceptando la transformación de un ser querido. Esto puede causar sentimientos de miedo, alienación e impotencia. Para alguien acostumbrado a tener el control, como tu padre, esos sentimientos a menudo se magnifican. Sus declaraciones cuidadosamente dichas me pusieron incómoda. Normalmente, Vlad era contundente hasta el punto de la brusquedad. Algo estaba pasando. ―No lo endulces. ¿Qué pasó? ―No quiere verte en este momento, y está insistiendo en irse con Gretchen ―respondió con su franqueza habitual―. Tengo otras casas en donde estarían a salvo, pero me negué a que se fuera a menos que tú estuvieras de acuerdo con esto. Ahora yo tenía fuerza sobrehumana, pero me sentí como si mis rodillas se hubieran convertido en gelatina. ―¿Gretchen no quiere verme, tampoco? ―Tal vez había malinterpretado su actitud antes... ―No, tu hermana fue vehemente sobre su estancia aquí, lo que sólo hizo a tu padre más decidido a llevársela con él. ―Entonces Vlad me dio una mirada cansada―. Él no se da cuenta, pero está tratando de recuperar el control, donde no hay ninguno. Todavía te ama. Si no lo hiciera, su reacción a tu conversión en un vampiro no sería tan emocional. No dije nada, pensando en lo extraña que era la vida. Cuando era una niña, el trabajo de mi padre nos trasladaba de un lugar a otro sin tener en cuenta lo molesto que eran esos trastornos. Ahora era mi situación la que lo mantenía desarraigado de la vida que él había construido. El karma es una perra, había dicho Cat, pero no quería que mi padre recibiera ningún castigo merecido. Quería que fuera feliz, y estuviera a salvo. ―Déjalo ir, pero espera hasta mañana por la mañana. Quiero una oportunidad de hablar con Gretchen primero. Mi voz era suave pero firme. Sabía lo que era tener que irse, aunque sólo fuera para demostrarte a ti mismo que podías. En cuanto a Gretchen, era mejor que se fuera con él. Con mi nueva hambre voraz, no podía confiar en mí misma para estar a su alrededor. Además, las cosas estaban a punto de volverse más peligrosas por aquí, no menos. Entonces me levanté, dándole a Vlad una sonrisa torcida.
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―Ahora, vamos a ver si puedo encontrar a esa perra loca con la que solías salir.
Pensé que volveríamos a la mazmorra y recogería el rastro de la esencia de Cynthiana tocando a Shrapnel, pero Vlad me llevó a la sala de armas en su lugar. Allí, me entregó una daga de plata con un diseño celta en la empuñadura de filigrana. ―Suyo ―indicó él. Me tomó un segundo recordar por qué resultaba familiar. Entonces dejé escapar una breve carcajada. ―Claro que lo era. Toqué esta cuando estaba pasando por tus otras armas. Poco después de vislumbrar a la mujer conectada a esta, empecé a sangrar hasta la muerte. Justo como era la intención del hechizo de vinculación de Cynthiana, aunque no había contado con que Vlad estaría allí para revivirme. O en Maximus haciendo lo mismo la otra vez que su vinculación causó daño letal. Ahora mi propio estado inhumano era todo lo que necesitaba para protegerme. El karma es una perra sonaba muy bien para estas circunstancias. Saqué mi guante derecho y toqué la linda arma. Para mi sorpresa, mi primer instinto fue zafarme. El metal hizo que mi piel picara de una manera que me hizo recordar a la vez que caí en un espacio de hiedra venenosa cuando era niña. ―Se siente... mal. ¿Es por la plata? Su diversión se enredó a través de mis emociones. ―Te acostumbrarás a eso. Todos los vampiros lo hacen. Traté de ignorar lo irritada que el metal hacía sentir mi piel y me centré en la esencia que contenía. Después de unos minutos de concentración, imágenes incoloras se sobrepusieron. Llegamos a mi puerta, pero cuando Vlad empezó a irse después de desearme buenas noches, tomé su manga. ―Espera. ―Entonces saqué el cuchillo de entre los pliegues de mi abrigo y se lo extendí a él primero por la empuñadura―. Para ti ―murmuré. Lo tomó, su boca curvándose en una media sonrisa. ―¿Qué es esto? ¿Un regalo temprano de Navidad? ―¿Necesito una ocasión para darte un regalo? ―le pregunté a la ligera. Él probó la hoja antes de guardarla. ―Perfectamente equilibrada. Gracias, Cynthiana. Es una maravilla.
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Luego se inclinó, sus cálidos labios rozando los míos. Cuando empezó a alejarse, me aferré. ―No te vayas ―susurré contra su boca. Él se echó hacia atrás con el ceño fruncido. ―Uno de mi pueblo está perdido. No voy a esperar hasta mañana para buscarlo. ―Lo siento, por supuesto que no, querido ―le dije, sabiendo bien que no debía señalar que podía enviar a otra persona. Puso el cuchillo en su abrigo. ―Buenas noches, Cynthiana. ―Buenas noches, Vlad. Lo observé irse, ocultando mi frustración con una sonrisa en el caso de que mirara hacia atrás. No lo hizo. Él nunca lo hacía, y sus visitas se habían vuelto poco frecuentes. No había vivido trescientos años sin saber lo que eso significaba. Estaba empezando a cansarse de mí. Mi sonrisa se volvió frágil. Había estado demasiado tiempo sin la protección que merecía y no estaba a punto de perder mi casa al lado de tan poderoso vampiro. Arriesgado o no, era hora de emplear medios más persuasivos para mantener a Vlad conmigo. Si era cuidadosa, nunca sabría la causa de su afecto recién descubierto. Mi vínculo con el recuerdo se disolvió y volví a la realidad para encontrarme agarrando el cuchillo tan fuerte, que había cortado mi mano. Entonces me quedé mirando a Vlad, una sospecha creciendo. ―¿Acaso Cynthiana se mudó contigo poco tiempo después de que ella te diera esto? Su frente se arrugó. ―Creo que sí, ¿por qué? ―Sólo me preguntaba. ¿Sabías que ella estaba en la magia? Se encogió de hombros. ―Sabía que estaba interesada, pero la magia está en contra de la ley vampiro así que una búsqueda más seria no valía la pena el riesgo para ella. ―O estaba más envuelta de lo que aparentaba. ¿Y si no era coincidencia que Cynthiana fuera a vivir con él poco después de que decidiera utilizar medios más “persuasivos” para evitar que él la despidiera? Si era así, entonces no estábamos tratando con un aficionado que incursionó en un ocasional hechizo, sino con una bruja en toda regla que podría ser más peligrosa de lo que incluso Vlad o yo nos diéramos cuenta.
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Capítulo 41 Miré el cuchillo con más cautela que antes. Como un vampiro, otro ataque de corazón o una hemorragia espontanea podría lastimar, pero no sería fatal. Sin embargo, si era una poderosa bruja disfrazada, había la posibilidad de que Cynthiana, tendría preparado un encantamiento letal contra los vampiros, también. ―Mantén un ojo en lo que hago con el cuchillo, ¿de acuerdo? Cuando levanté la vista, los ojos de Vlad, se habían estrechado. Inhaló y luego sonrió como si debiera tomar eso como una advertencia. ―¿Por qué? ―Si tu ex resulta ser más una malvada bruja de lo que creemos, hay una posibilidad de que tenga un encantamiento que me obligue a tratar de estacarme a mí misma, he, he, en el corazón. Mi risilla indicó que no pensaba ni remotamente que eso funcionara. Su cara entera comenzó a ensombrecerse, aunque esa encantadora sonrisa nunca despareció. ―Puedes ser la persona más cruel que he conocido ―dijo en un tono conversacional. ―¿Qué? ―jadeé. ―Mi primera esposa se mató a sí misma. Me tomó siglos recuperarme de eso y amar de nuevo, aun así no ibas a mencionar que podrías ser forzada a matarte a ti misma en frente de mí. Su tono casual desapareció, reemplazado por uno de rabia pura. Eso no era nada comparado con la furia que inundaba mis emociones, abruptamente como una presa repleta y tan enérgica que di un paso atrás. ―Vlad, yo… ―No. Hables. Fuego surgió de sus manos, escalando por sus brazos hasta sus hombros antes de ser una aureola por todo su cuerpo con un resplandor naranja. Pensaría que está tratando de intimidarme, excepto por el torbellino de sus emociones, no puede detener esto. ―He tratado de permitirte hacer lo que sientes porque respeto tu valentía, pero me estás empujando muy lejos. ―Otra llamarada de fuego―. Intenta una vez más el arriesgar obstinadamente tu vida, y juro que voy a encarcelarte. Antes de que pudiera expresar mi indignación ante ese ultimátum, él se desvaneció, sin dejar nada atrás excepto el olor a humo.
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―Hola, chica. Eché una mirada hacia Marty en la puerta de la celda de piedra. Ni siquiera me había dado cuenta que la habían abierto. Me encerré a mí misma aquí porque no quería lastimar a nadie si otro ataque de hambre me golpeaba, además tenía un sistema de entrega de plasma. Ahogar mi frustración con sangre sonaba desagradable en teoría. En la práctica, era tan efectivo como licor y helado combinado. ―Maximus tenía razón cuando me advirtió sobre Vlad ―dije con aire sombrío―. ¿Lo oíste amenazarme con encarcelarme? Una mirada compasiva cruzó el rostro de Marty, lo cual fue mi respuesta. ―No sé qué es lo que voy a hacer ―continué, palmeando el lugar junto a mí en invitación―. Amo a Vlad, pero a veces es tan anticuado. ¿Imaginas su reacción si le dijera que no tiene permitido arriesgar su vida por su pueblo nunca más? ―No escucharía ―dijo Marty, sentándose junto a mí en la cama. ―Correcto. ¿Así que, qué es tan diferente de mí asumiendo algo de riesgo con el fin de cazar a la perra que estuvo cerca de matarme tres veces y tuvo éxito en el cuarto intento? ―¿Es machista? ―ofreció Marty. ―Exactamente. ―-Entonces le eché un vistazo, viendo la ironía estampada en su rostro―. ¿Qué? ―Tú eres la única que se sorprende con esto, pequeña. Te casaste con alguien que está al borde de ser un psicótico, quien supera las circunstancias brutales en las que creció siendo aún más brutal. Agrega el convertirte en un vampiro y siglos de luchas de poder entre no muertos, y tienes el loco bastardo cruel del que te enamoraste. Me dio una palmadita en la rodilla de manera amistosa. ―¿Piensas realmente que alguien así permitiría que su esposa peleara contra sus enemigos por él? Ellos lo llaman Vlad el Empalador, no Vlad el Castrador. Solté un bufido. ―No estoy tratando de pelear con sus enemigos por él. ―A sus ojos lo estás, y peor, estas dispuesta a morir por eso. ―Otra palmadita―. Como ya hiciste una vez, vampirito. Me apoyé en él, inclinando mi cabeza para que descansara en su hombro.
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―¿Qué se supone que debo hacer? ¿Permitirle ordenar cada uno de mis movimientos porque es de la versión medieval de anticuado? No firmé eso. Él soltó una risita seca. ―No, firmaste algo mucho más duro. Matrimonio. ―Sabelotodo. ―Pero mi voz carecía de rencor. En el fondo, sabía que estaba en lo cierto. Casarme con un dragón significaba lidiar con las veces en que exhalaba fuego, pero no iba a renunciar. Estaba en esto por un largo plazo, así que era el momento para dejar de cavilar sobre lo irregular que era el camino, y prepararme para los golpes, manteniendo mi pie en el acelerador. Besé a Marty en la mejilla. ―Gracias. Él gruñó. ―¿Por qué? Te dije que no te involucraras con él y aún no he cambiado mi pensar que esto era una mala idea. ―Gracias por ser un buen amigo. Entonces me paré, llena de renovada determinación. Vlad podría ser un cruel bastardo loco, pero era mi cruel bastardo loco y nosotros haríamos que esto funcionara. ―Desde que estuviste escuchando a escondidas, ¿sabes a dónde fue? Oh, espera, no importa. Ya lo sé.
Descendí por la angosta escalera, arrugando la nariz ante el olor que se hacía más picante. Molesta a un chico moderno y probablemente irá a un bar local. Jode a un vampiro con el hábito de empalamiento y una mazmorra en casa, y no tendrías que usar el cerebro para saber a dónde fue. ―Hola ―le dije al guardia que me miraba cautelosamente mientras me acercaba―. Por favor dile a Vlad que me gustaría hablar con él. El guardia se inclinó, luciendo aliviado de que no tratara de empujarlo para pasar, eso creo. Entonces tocó algo en su collar y hablo en rumano. Ah, lo maravilloso de la tecnología. Necesitaba un traje de caucho que cubriera todo mi cuerpo para usar un cable sin freírlo. Mis nuevos súper sentidos significaban que podía oír la réplica que recibió el guardia, pero como también era en rumano, no lo entendí. ―Por favor espere aquí ―dijo finalmente en un acentuado inglés. No dije nada, preguntándome si Vlad estaba viniendo, o si estaba esperando para ser escoltada por alguien más.
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Casi diez minutos después, Vlad apareció. Una capa de cenizas oscurecía sus ropas, piel, y cabello, lo que era para puntualizar que era imposible ser quemado. El color moreno agregado a su apariencia lo hacía lucir aún más peligroso, como si su expresión no fuera un presagio suficiente. ―¿Que? Una palabra que significaba devolverme por mi camino con esa brusquedad, y el hecho de que no podía sentir ninguna de sus emociones. Enderecé mis hombros y planté mis pies. Si realmente no quería verme, no habría venido. ―Tengo una solución que podría funcionar para ambos ―dije Una ceja se curvo. Lancé una mirada explícitamente hacia el guardia. ―¿Quieres hacer esto aquí? La boca de Vlad se apretó, pero pasó por delante de mí y empezó a subir las escaleras. Lo seguí al cerrado pasillo que era el principal corredor del sótano. Allí se detuvo y me miró. ―¿Qué? Seguía rudo, pero su tono era menos brusco. Cerré la distancia entre nosotros y empecé a cepillar las cenizas de sus ropas. Se tensó, pero no hizo intento de detenerme. ―Por tu humor, no has obtenido la ubicación de Cynthiana por Shrapnel aún. ―Hice notar casualmente―. Él es resistente, además podría haberlo hechizado así que no puede decirte dónde está ella. Sus ojos seguían cada movimiento que yo hacía, aunque permanecía completamente quieto. ―Eso también se me ocurrió. ―Claro que lo hizo. ―Corrí mis dedos a través su cabello para cepillar los residuos en él―. Tú has hecho esto por mucho más tiempo que yo. Su sonrisa era tan fría que hubiera podido convertir vapor en hielo seco. ―Si los cumplidos son tu solución, no te molestes. No usaras su cuchillo para conectar con ella. Ya he dispuesto de él. Continúe limpiando el polvo gris de él. ―Está bien. Su mirada se estrechó ante mi conformidad. ―No tocaras a Shrapnel para hacer conexión con ella, tampoco. ―No lo necesito ―dije de forma ágil―. No puedo hacerlo sin evocar tus técnicas de interrogatorio, gracias. Ante eso, agarró mis manos y me empujó más cerca. ―Para de mentir, Leila. No te rendirás y ambos sabemos eso.
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Su rostro estaba a simples centímetros ahora, su barba oscura de cenizas y sus labios presionados en una dura línea. Miré arriba hacia él, erguida ante la intensidad en su mirada. ―Todo lo que Shrapnel tiene que hacer es resistir por unos pocos días hasta que Cynthiana se dé cuenta de que fue capturado y escape. Él lo sabe y tú lo sabes. Pero ella vivió aquí, así que su vieja habitación debe estar llena de su esencia, objetos con lo que posiblemente no podría matarme a mí misma. Si quieres realmente exagerar para asegurar que este a salvo, encadéname antes de que trate de usar uno de esos objetos para hacer conexión con ella. Ante eso ambas cejas se levantaron. ―¿Encadenarte? Destellé hacia él una pícara sonrisa. ―Vamos, estoy segura de que has fantaseado con eso. ―Más y más cada día ―murmuró en tono siniestro, pero el muro a su alrededor se quebró y pude sentir algo de sus emociones. Seguía enojado, sí. Frustrado, también. Aún más hondo había una pista de apreciación. Si alguien podría entender mi decidida determinación para derribar a un enemigo, ese era Vlad. Entonces soltó un severo suspiro. ―Eso se me ocurrió también, pero en su habitación, podrías ver cosas que no quiero que veas. Furia ciega se disparó a través de mí ante el pensamiento de experiencia mental de Vlad haciéndole el amor a otra mujer. Nunca había sabido si era del tipo celoso, pero claramente tenía algunos problemas. Entonces forcé esos sentimientos de vuelta, remplazándolos con la fría oscura parte de mí. ―Si es así, tendré que superarlo al ver como la matas después. Él miró fijamente hacia mí de una manera penetrante que dimensionó mis palabras en piezas en mí que solo él podía ver. Lo miré de regreso. Si pensaba que no quise decir lo que dije, estaba equivocado. Por último, inclinó su cabeza, el fantasma de una sonrisa en sus labios. ―Da la casualidad que tengo algunas cadenas.
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Capítulo 42 Miré alrededor de la vieja habitación de Cynthiana con cínica curiosidad. Así que aquí era en donde la bruja se quedaba. Como todas las habitaciones en la casa de Vlad, esto era opulento. Esta tenía también un tema obviamente femenino con la decoración lila y crema, cortinas de encaje, delicadas lámparas de cristal, y un balcón que no daba importancia al jardín externo. Flores secas sobre hilos delgados como telarañas adornaban el marco de la chimenea, dándole a la habitación una agradable, fragancia natural. Yo estaba más que contenta porque no olía el aroma de Vlad, bendije a su equipo de limpieza. ―¿Hace cuánto que ustedes dos terminaron? Mi voz era casual, controlando la confrontación que se desarrollaba en mi interior. La Leila maliciosa se regocijaba que Vlad mantuviera a Cynthiana dos pisos debajo de él en el mismo piso que todos los huéspedes. La Leila práctica estaba decidiendo qué elemento tocar por una esencia lo suficientemente fuerte. ―Hace unos pocos años. Le di una mirada hastiada. ―¿Finges que no es lo suficientemente importante para recordarla? ¿Entonces por qué mantuviste su habitación exactamente igual a como le dejó cuando se fue? Él cruzó los brazos, la cadena de plata colgada sobre su hombro traqueteó con el movimiento. ―Si ella siguiera importándome, no me habría casado contigo. Este cuarto permanece sin usar porque tú fuiste mi siguiente amante y dormías conmigo. Miré hacia lo lejos, mi mirada paso a la cama. Fino material se envolvía alrededor de los postes de la cama antes de flotar en el piso en elegante montones. ¿Qué sería lo que vería si tocara esa cama? Cynthiana tiene trescientos años de experiencia sobre mí. Tal vez vería que Vlad lucía más feliz con ella que conmigo. ―Leila. Miré hacia atrás casi culpablemente. En ese momento me di cuenta de que mis colmillos habían salido y estaba apretando mis dientes demasiado fuerte, y había desgarrado la orilla de mi labio. ―Lo siento, no entiendo qué está mal conmigo ―murmuré, chupé mi labio así no gotearía sangre sobre la gruesa alfombra blanca. ―No te disculpes.
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La reprobación no coloreaba su expresión, y las emociones que se deslizaron sobre mí eran una reconfortante suave caricia. ―Todos los vampiros son excesivamente posesivos cuando se trata de lo que es nuestro. ¿Podía culpar de mi furia de celos al vampirismo? ¡Hecho! Entonces Vlad comenzó a atar mis muñecas con múltiples vueltas de cadena. Con lo fuerte que él era, dudaba si esto era necesario, aun si Cynthiana había logrado agregar una forma vampiro del haraquiri a su trampa de vinculación, pero si esto lo hacía sentir mejor... ―¿Vas a guardar eso para más tarde? ―bromeé. La mirada que me dio me hizo olvidar cuán desagradable sentía la plata contra mis muñecas. ―Cuando te até, usare seda, y dejare tus manos libres porque amo sentirlas contra mi piel. No sí. Cuando. A pesar de la erótica promesa, ser encadenada en la habitación de su ex debería enfriar mi respuesta. En lugar de eso, sentí el deseo que Vlad usualmente sacaba de mí a lo largo con una urgencia visceral de reafirmar mi demanda de él en el caso de que alguien se atreviera a tocarlo. ¿Demasiado posesiva? Sí, eso era malo. ―Si dejas mis manos libres ―pregunté en una voz gutural―. ¿Cuál es el punto de atarme? Su sonrisa retorcida me afectó mucho más que el calor que barría mis emociones, azotándome con cientos de invisibles, látigos sensuales. Entonces se inclinó, y la suave lija en su mentón raspo mi mejilla. ―¿Por qué decirte si puedo mostrártelo? Cerré mis ojos, tomando un aliento para oler la rica especia en su aroma. Ahora sabía cómo quería gastar el resto de la tarde, pero primero lo primero. Él se hizo atrás, y continuó cubriéndome con cadenas hasta que llegaron a mis codos. Si siguiera teniendo circulación, mis manos estarían adormecidas. Entonces enhebró más plata a través de estos para asegurar mis atados brazos a mi cuerpo con más círculos de plata. Ahora todo lo que podía hacer de la cintura para arriba era contonear mis dedos y morder. Satisfecho, dejó caer los residuos de cadena al suelo y fue hacia la cama. Me tensé, pero todo lo que tomó fue una lámpara de la mesa de noche. ―Cuidadosamente ―advirtió mientras me la ofrecía. ¿Piensa que no he tocado nada elegante antes? Agarré la delicada base de cristal con mis dedos derechos, y se destruyó como si la hubiera estrellado con una palanca. ―¿Qué demonios? ―exclamé
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Él me dio una mirada sarcástica mientras quitaba las esquirlas de mi mano. ―No estás acostumbrada a tu nueva fuerza. Hasta que lo estés, trata todo como si pensaras que es más frágil que el cascaron de un huevo, y de cualquier manera, no toques a un humano. Miré hacia las brillantes esquirlas con una mueca de dolor. Ahora tenía otra razón para no dar a mi hermana un abrazo de despedida más tarde. ―¿Esas flores secas en la repisa eran suyas? ―pregunté, buscando algo que no valiera mucho si lo rompía. ―Sí, ella las recolectó ―replicó Vlad, jaló un trozo del arreglo floral sin cuidado de cómo lo estaba arruinando. Me dije que no era mezquino divertirme viendo algo de Cynthiana arruinado. Ella me mató, después de todo. Acaricié las flores cuando Vlad me las alcanzó. Casi todo de ellas se desintegró al contacto, diciéndome que seguía usando mucha fuerza, pero algo se ensancho en la pila restante. Ahí estas, pensé con oscura satisfacción, y en ese momento todo a mi alrededor cambio. Caminé a través de la pradera, añadiendo flores a la pila de cultivo en mi cesta. El equipo de Vlad estaría feliz de agregarlas al jardín a las afueras de mi cuarto, pero era cuidadosa de no tener todo los ingredientes del hechizo en un solo lugar. Solo en caso de que alguien reconociera el significado de estas flores en particular. El hermoso día de primavera no hacía nada por mejorar mi mal humor. Solo habían pasado seis meses desde el último hechizo, aunque Vlad ya estaba actuando distante de nuevo. Tiré un ramo de lilas, dañándolas en mi frustración. Cualquier otro hombre podría enloquecer irrevocablemente de amor por mí, pero después de siete hechizos, escasamente puedo conseguir que no me deje. El problema, claro, era la misma razón por la que él era un valioso protector. Su poder. Eso fue por lo que trabajé tan duro para llamar su atención en primer lugar, y también el por qué es prácticamente inmune a mis hechizos. No me he atrevido a usar magia poderosa en él. Podía descartar las flores como decoración femenina, pero notaria los ingredientes de magia oscura. Lo que me harían los guardianes de la ley no es nada comparado con su ira si se entera de que he estado usando hechizos en él. Agarré otro puñado de lilas, rehusándome a vivir con las repercusiones de ser cazada. Eso no pasaría siempre y cuando fuera cuidadosa, y además, no tenía elección. La mayoría de vampiros tenían Sire para protegerlos. Otros tenían fuerza suficiente para protegerse ellos mismos. El resto de nosotros, sin Sire con fuerza común, debíamos arreglárnoslas por nosotros mismos. Después de que mi Sire fue asesinado, mis amantes me dieron protección que otros vampiros asumían. Cuando eso no fue suficiente, la magia hizo la diferencia. El día en que me convertí en vampiro, juré que no importaba el costo, nunca estaría indefensa de nuevo. Tuve mi cuota como campesina escocesa
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viviendo bajo las reglas inglesas. Corté esos recuerdos para dar una mirada crucial al contenido de mi cesta. Probablemente más malva haría que el hechizo durara más… Cuando regresé a mi mente, miré hacia las migajas de flor marchita en mi mano, dividida entre rabia e incredulidad. ―¿Sabes qué es esto? Él se encogió de hombros. ―Lilas, amapolas, amaranto… ―Ingrediente para un hechizo ―lo corté―. Lilas para provocar amor, amapolas rojas para verdadero amor, malva para ser abrumado con amor, amapola azul para que lo inalcanzable sea posible, amaranto para amor eterno... ¿Ves a dónde quería llegar con esto? ―Nunca la amé. ―Su voz vibraba con contundencia. Sonreí gravemente. ―Sí, y eso se debía a que eras demasiado fuerte para que su hechizo funcionara completamente. Sin embargo, estuviste con ella durante la mayor parte de tres décadas así que sus esfuerzos no fueron un fracaso total. ―Vlad abrió su boca y… nada. Nunca lo había visto sin palabras antes, pero descubrir que tu libre albedrio fue arruinado puede ser triste para cualquiera. Descubrir esto cuando tienes su nivel de arrogancia puede ser pasmoso. ―Ve si puedes encontrarla ―fue lo que replicó. No quisiera ser Cynthiana ni aun por todo el dinero del mundo en estos momentos. Acaricié la flor marchita de nuevo. El recuerdo de ella recolectándolas era apenas visible ahora, permitiéndome empujar el pasado para enfocarme en la pista de su esencia. Ahí. Como una línea de pesca con ella nadando hasta el final de esta. Me concentré, pero cada vez que jalaba esa línea, regresaba sin nada. Seguí tratando, un reloj interno despiadadamente observando el paso del tiempo mientras continuaba fracasando en encontrar el otro lado. Diez minutos. Veinte. Treinta. Cuarenta. ―Leila, detente. Vlad me quitó los trozos de flor de las manos. Frustrada, vi mientras caían al suelo. ―No sé por qué no puedo verla. Tuve un vistazo de ella antes de que mi condición se volviera un caos. Ahora, no puedo tener ni eso. ―Llevas siendo un vampiro exactamente un día ―dijo Vlad mientras comenzaba a desenrollar mis cadenas―. Cada célula en tu cuerpo ha sido drásticamente alterada. Es notable que seas capaz de usar alguna de tus habilidades tan pronto. ―Notable. Eso y tres cuartos van a darme un dólar. Tengo razón en estar abatida. Aún si la gente de Vlad no suelta una palabra sobre Shrapnel a un forastero, un día, Cynthiana se daría cuenta que algo anda mal e irá a esconderse. Cuando lo haga, serán años antes de que salga a la superficie de nuevo. Seguro, Shrapnel puede romperse
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eventualmente, si Cynthiana no está hechizándolo en no revelar nunca su ubicación, pero estará lejos para entonces. Puedo tener todo el tiempo del mundo para cazarla ahora, pero mi familia no lo tiene. No puedo esperar que ellos estén ocultos por años hasta que podamos cazarla, además si no lo hacen, estarán siendo blancos perfectos. Esto podría ser demasiado tarde. Cynthiana podría estar esperando nuevas palabras de Shrapnel ya… ―Sé cómo podemos capturarla ―dije golpeada por la inspiración―. Envía a Sandra al pueblo para dejar otro mensaje, esta vez diciéndole a Cynthiana dónde y cuándo Shrapnel quiere reunirse. Vlad desenrolló la última vuelta de cadena de mí. ―Ella no es lo suficientemente tonta para caer en ese tipo de truco. ―¿Tonta? Tal vez no. ¿Arrogante? Te apuesto a que sí ―repliqué―. Esta mujer lanzo hechizos en ti bajo tu propio techo, mientras sabía todo el tiempo que la matarías si lo descubrías. Eso es muy arrogante, como ella teniendo dos rocas en un saco para bolas. Sus labios se estrecharon al recordar cómo manipuló su fuerza de voluntad. Continúe como si no lo hubiera notado. ―No me extraña que odie mis entrañas. Tú dijiste que los vampiros eran psico-posesivos. En unos pocos meses, me ofreciste más de lo que le ofreciste a ella después de tres décadas bajo su mágica influencia, además me fui porque eso no era suficientemente. Probablemente tenía a Adrián haciendo esa bomba antes de que Shrapnel le diera mi ubicación. Su boca se curvó, y entonces repentinamente, sonrió. ―Sé que me estás provocando, pero no vas a obtener que actúe apresuradamente por orgullo herido. ―No lo harás ―dije, sosteniendo su mirada―. Pero ella lo haría. Desde que la noticia de nuestro matrimonio debe haberla alcanzado ahora, apuesto que está golpeando una nueva zona roja de rabiosa mujer despreciada. Vlad miro hacia mí. ―Quizás ―dijo finalmente. No podía dejar de mirar a la cama de nuevo. Para ser justos, no debería señalar a Cynthiana por cruzar un demente territorio de celos. El pensamiento de las horas, meses, demonios, años que Vlad había gastado enredado con ella en esa cama me molestaba lejos de pasar por una “posesividad vampírica”. De hecho, mi urgencia de manifestar un látigo eléctrico y empezar a azotar la cama en piezas era tan fuerte, que mi mano comenzó a chispear. Vlad miró hacia mi mano y luego mi cara. Antes de que pudiera decir nada, la cama estallo en llamas. Mi boca se abrió con incredulidad. En los pocos momentos que me tomó acercarme, el marco de madera se desplomó por la extrema temperatura, y
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nada fue salvado de las cobijas, almohadas, colchón excepto una enorme pila de fuego. En vez de esa delicada fragancia floral, la habitación ahora apestaba a espuma de fuego y humo. Las violentamente tiernas emociones que barrían en mí me dijeron por qué hizo eso, y no tenía nada que ver con su furia hacia Cynthiana. Simplemente quería destruir algo que me lastimaba. No dije nada. Ninguno lo hizo. Las palabras eran innecesarias ahora.
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Capítulo 43 Desperté con la misma rapidez que los últimos cinco días, pasando de la inconsciencia a estar en mis pies en tan poco tiempo como me tomo decir, “Buenas tardes”. La única diferencia era que esta noche, mis primeros pensamientos no fueron de hambre. ―¿Se lo tragó? ―pregunté a la vez. Vlad estaba parado en la ranura abierta en la pared. En respuesta, me tendió la bolsa de sangre sobre la que no había saltado primero. Ignoré eso a pesar de que mis colmillos se dispararon hacia afuera y mi estómago se contrajo como si fuera un puño abriendo y cerrando. Cuatro días antes, Sandra le dejo un mensaje a Cynthiana diciéndole que Shrapnel quería reunirse. Al día siguiente, el dueño de la librería, también hipnotizado para traicionar a Vlad, condujo ciento doce kilómetros para hacer una llamada que no se enrutaría a través de la señal de la torre de Vlad. Hoy en el día, mientras dormía, Sandra fue de vuelta a la librería a ver si La Odisea contenía la confirmación de asistencia de Cynthiana. ―¿Lo hizo? ―repetí. ―Sí y no. ―Acarició su mandíbula con una repentina mirada ausente, hacía eso solamente cuando estaba profundamente concentrado―. Está de acuerdo con encontrarse con él mañana a las siete, pero cambio el lugar al metro de Bucharest. Nunca tomé el subterráneo por obvias razones, pero no era difícil darse cuenta del problema. ―Ella escogió la hora pico en un lugar de movimiento. Habíamos escogido una bodega en una ciudad escasamente poblada. Fácil de rodear, un menor número de transeúntes por los que preocuparse. Cynthiana debió habérselo figurado también. Imaginando que Vlad y yo estábamos tras esto. Podía ser lo suficientemente arrogante para venir, pero no era lo suficientemente estúpida para hacerlo sin protección extra. ―Esto presenta demasiadas complicaciones, empezando porque es imposiblemente seguro. ―Me dio una breve sonrisa sardónica―. Varios miembros del gobierno rumano son de mi línea, sin embargo no puedo ordenar que el metro se cierre por completo. Incluso Mencheres no podría congelar a miles de transeúntes y docenas de trenes para cazarla. ―Y si el metro esta repentinamente lleno de vampiros, podría sospechar y huir. ―Suspiré―. ¿Es el seguimiento de llamadas del dueño de la librería el próximo movimiento? Vlad continúo acariciando su mandíbula.
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―Ya fue hecho. Llevo a un teléfono desechable que lleva hacia ninguna parte. Eso deja el metro. ―¿Dijo en qué estación? Él resopló. ―No, pero es obvio. Dejé pasar eso. ―Vlad, si tiene un vistazo de ti, huira. En realidad, después de vivir contigo tres décadas, apuesto que conoce a bastantes de los vampiros de tu línea y tus aliados, así que si entrevé a uno de ellos podrá hacer un conejo de ella, también. Él no disputó ninguno de los puntos. ―Después de mañana, se dará cuenta de que Shrapnel está en peligro. Puse una gran recompensa sobre ella, pero atraparla puede llevar su tiempo. Difícil o no, el metro sigue siendo mi mejor opción. ―Sí ―dije firmemente―. Eso es, pero te estás olvidando de algo importante. Una ceja se arqueó. ―¿Y eso es? ―Yo. ―No de nuevo ―masculló. ―Soy la elección obvia. No sabe cómo luzco o huelo, así que podría estar parada a su lado y no sentiría la más mínima pizca de amenaza. ―¿Por qué debería? Es trescientos años mayor que tú. Su tono era mordaz, pero no iba a permitir que me desviara de hacer esto personalmente. ―Cuando nos conocimos, insististe en que aprendiera a usar mis habilidades eléctricas para pelear, y estabas en lo correcto. Terminaron salvando mi vida cuando me topé con vampiros bastante más viejos que yo. Pero más que eso, tú sigues diciendo “yo” cuando esto no es solo sobre ti. Cynthiana mató a mis amigos del carnaval. Me tuvo secuestrada. Entonces fue su hechizo lo que robó mi mortalidad antes de que estuviera lista para darla. Si fuera el tipo de persona que dejara todo deslizarse, tú no me amarías porque seguro como el infierno ese no serias tú. Su mirada podría haber doblado un láser por su intensidad. ―¿Esperas que olvide mi venganza en favor a ti? ―No ―dije, agregando una sonrisa de reflexión―. Ellos te llaman Vlad el Empalador, no Vlad el Castrador. Todo lo que quiero es ir al metro y encontrarla. Entonces le daré una descarga o la seguiré y te daré su localización. De cualquier manera, tú serás el primero en tomarla y etiquetarla, pero ella sabrá, y así lo haré yo, que ayude a derrotarla.
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Él estuvo silencioso por un largo momento. Entonces dijo: ―Tú nunca has visto su rostro antes. ¡Y un demonio, no! Empecé a sentir una pizca de anticipación. ―No te preocupes. He visto lo suficiente para reconocerla.
No podía recordar la última vez que había estado rodeada de tanta gente. Tal vez era presunción americana que me hacía asumir que un subterráneo de Rumania no estaría más lleno que uno de los carnavales en los que había trabajado; tal vez era que bajo tierra hacía que todo se sintiera más abarrotado. Cualquiera que fuera la razón, mientras cruzaba los catorce andenes del Gara de Nord, tuve que ahogar una sensación de claustrofobia. Al menos no tenía que preocuparme sobre electrocutar a alguno de los transeúntes que me rozaban en el camino hacia o desde uno de los muchos metros que había. Por debajo de mis pantalones casuales de negocios y mi chaqueta tenía un traje de buzo, la goma más densa porque este era normalmente usado para inmersiones en aguas heladas. Una bufanda de seda encubría la base en mi cuello, mientras maquillaje de teatro cubría mi cicatriz. Aparte de los irritantes chillidos que hacía cuando caminaba, los trajes de buzo podrían pasar a ser piezas importantes en mi armario. No había sido capaz de pasar a través de una multitud sin preocuparme de electrocutar a alguien desde que tenía catorce. Si no atrajera atención en exceso, habría abrazado a un extraño solo porque puedo. Claro, había otra cuestión por estar cerca de miles de personas. Mi hambre. De todos lados a mi alrededor, innumerables venas sobresaliendo con el seductor néctar que me tentaba como una droga. Bajo circunstancias normales, iría lentamente introduciéndome en un contacto limitado con humanos para asegurarme que tenía suficiente control para manejarlo. Yendo al interior del metro subterráneo a una hora ajetreada era similar a saltar al fondo a mi suerte. Más de una vez, mis colmillos se dispararon hacia afuera y tenía que poner rápidamente una bebida en mi cara para esconderlos. Buena cosa que Vlad hubiera sugerido comprar una taza de café como apoyo. El desagradable olor a mi alrededor ayudaba a refrenar mi hambre, en realidad. Con el bullicio de la gente y las diferentes secciones de los túneles aparecían diferentes tipos de olores. Algunas partes del metro olían con certeza unos pocos tonos más aromáticos que la mazmorra de Vlad. Mi primer viaje a un baño público casi me hace vomitar.
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Un chillido provenía de un tren que se detenía en la línea M1. Di un sorbo de café y vi la multitud de personas que subían y bajaban, poniendo atención especial a las mujeres. No al cabello grueso color madera o a la piel que dejaba translucir una sombra muy cremosa, más las únicas vibraciones que sentí provenían de las vías. Lance una mirada a mi reloj. Seis y cincuenta y nueve p.m. Tiempo para verificar las siguientes vías en la parada de Basarab. Sí, Vlad tenía una estación de metro con su nombre. No me pregunté porque Vlad dijo que era obvio en dónde Cynthiana esperaba encontrarse con Shrapnel. El sitio de M1 fue hecho en tonos suaves de blanco y gris, pero el M4 tenía paredes naranjas, suelos de granito negro, y luces de neón amarillas. De alguna manera, pensé que era la colorida sección es donde encontraría a Cynthiana. Si esta vivacidad me recordaba a Vlad, era probable que se lo recordara a ella también. Teníamos un reconocimiento hacia él en común, después de todo. Otro chillido ensordecedor anuncio que un tren venía hacia la estación M4. Me recosté contra una de las anchas columnas, mi cabello cayendo sobre mi cara mientras estudiaba a los transeúntes. ¿Podía esa rubia ser ella? No, tenía un grano fresco, algo que los vampiros no tenían. Tal vez la mujer con la gorra de béisbol… no, no con esa deliciosa vena palpitando en su cuello en el momento en que bajaba del tren. Murmuré una maldición mientras mis colmillos se disparaban de nuevo. Ahora sabía cómo se sentía una erección en un adolescente. Fingí tomar un largo sorbo de mi café mientras silenciosamente les ordenaba que volvieran a mi encías, entonces sentí una aura de poder, invisible aún, como una nube de perfume, y viniendo hacia mí. Sostuve el vaso de café en frente de mi rostro mientras buscaba la fuente. Ahí no, ahí no… ahí. Oh sí, habría reconocido ese cabello grueso, color madera de cualquier manera, por no mencionar su elegancia al deslizarse que la hacía ver como una bailarina en medio de una estampida de toros. Con mi mano enguantada, pulsé el cable escondido en mi bufanda y susurré dos palabras en el micrófono. ―Ella está aquí. Entonces miré fijamente, obteniendo finalmente un vistazo completo de la mujer que le había infligido tanto caos a mi vida. Tomando pedazo por pedazo, su rostro estaba lleno de imperfecciones. Su boca era muy ancha, el rastro de su nariz era muy largo, y los pómulos eran muy altos como si hubieran sido realzados superficialmente. Puestos juntos, pensé, era hermosa de una manera que encontrarías difícil de olvidar porque no era hermosa de “linda”, sino la audacia, de tipo llamativo que fuera difícil desviar la mirada.
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Y eso fue por lo que la reconocí aun cuando nuestra reunión previa duro tan solo segundos. No me asombró que Cynthiana estuviera usando un hechizo que no solo hacía imposible localizarla, sino que me bloqueaba de ver su rostro. Ese hechizo no solo nos impedía contratar a un artista para que hiciera un boceto de su rostro. Inintencionadamente, también me había impedido reconocerla como la misma vampiro que había visto en la última presentación de Marty y Dawn la noche de la explosión en el carnaval. Los oscuros ojos topacio se toparon con los míos cuando Cynthiana miro hacia arriba y miró fijamente hacia mí.
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Capítulo 44 Tan casualmente como fuera posible, lancé una mirada a lo lejos, fingiendo sonreír a alguien bajo el sendero peatonal. Solo otro vampiro reuniéndose con un amigo, nada que ver aquí. Cuando pude seguir sintiendo su mirada fija sobre mí, me dirigí en dirección hacia el lugar que había estado mirando, esperando que el fregar de la piel en versión de un tratamiento desodorante al que me había sometido hubiera removido todos los rastros de la esencia de Vlad en mí. Entonces elegí a una persona casual, yendo hacia ella mientras decía: ―¡Hola! ―dije en rumano como si fuéramos viejas amigas. Algo me perforó en la espalda, un duro golpeteo doble que me hizo girar rápidamente, salpicando café a la persona más cercana a mí. Mientras el hombre comenzaba a murmurar maldiciones, otro doble golpeteo me golpeó justo en el pecho. Miré hacia abajo. Líquido plateado rezumaba de dos agujeros en mi chaqueta, pero antes de que mi mente registrara que me había disparado, el instinto tomo posesión. Salté hacia arriba, escaneando la multitud y golpeando el techo del túnel en menos de un segundo. Una pieza de concreto explotó cerca de mi cabeza y me giré lejos tan rápido como pude. La gravedad me llevó de vuelta abajo entre la multitud. Caí sobre unas pocas personas, inadvertidamente golpeando sobre ellos. Tan pronto como golpeé el suelo, los gritos empezaron. No podía ver nada a través del mar de piernas que me rodeaba, lo que significaba que el tirador no podía verme, tampoco. Aun así, no iba a usarlos como cubierta. Balas de plata líquida podían ser peligrosas para mí tanto como eran para los humanos, sin embargo, gracias a la insistencia de Vlad, estaba usando un chaleco antibalas bajo mi ropa. La gente a mi alrededor no tenía esa protección. Empecé a gatear lejos de la multitud, lanzando mi taza de café a un lado después de notar con incredulidad que la había estado sosteniendo todo el tiempo. Mientras gateaba, presioné el cable bajo mi bufanda. No la había visto hacer eso, pero no me tomó poderes mentales adivinar quién me había disparado. ―La trampa fue descubierta ―dije cortamente―. Y disparo balas de plata liquida. Alcancé el final de la multitud y me levanté. Como si atrajera mi mirada, vi a Cynthiana en medio de las aterrorizadas personas, casi casualmente metiendo su arma en su chaqueta. Debió pensar que las balas de plata hicieron su trabajo y estaba muerta bajo la estampida de la multitud. La voz de Vlad ladró a través del auricular.
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―No te enfrentes a ella. Ve a la estación Crangasi. Estaremos allí pronto. Cynthiana giró, de cualquier manera sintiendo mi presencia o escuchando la voz de Vlad sobre el ruido de los transeúntes. Miró fijamente hacia mí por lo que tomó un segundo, aunque se sintió una eternidad. No sé qué me poseyó para levantar mi mano cubierta de café sobre mi rostro, pero lo hice, usando el líquido y el material del guante para quitar el grueso maquillaje que ocultaba mi cicatriz. Cuando vio esto, su mirada topacio oscuro se volvió verde y desnudó sus dientes en un gruñido. ―Tú. Esperaba que fuera por su arma de nuevo. O cargara hacia mí; lucía tan furiosa como yo me sentía. La guiaría lejos de las personas si cargaba, y si disparaba hacia mí, al menos no le dispararía a un espectador. Pero Cynthiana no hizo ninguna de esas dos cosas. En lugar de eso, levantó sus manos y gritó algo en un idioma que no podía reconocer. Como tirados por cuerdas invisibles, todas las personas que huían empezaron a detenerse en sus pasos. Entonces dieron la vuelta y se dirigieron hacia mí, sus manos estiradas como garras y sus expresiones asesinas. Sobre la horda, vi como el gruñido de Cynthiana se convertía en una sonrisa de suficiencia. Entonces corrió por el túnel del subterráneo en la dirección contraria de Gara de Nord. Murmuré una maldición mientras empezaba a caminar a través de la multitud, tratando de no lastimarlos mientras los empujaba lejos. No recibí la misma consideración. Mi cabello era jalado, múltiples puños me golpearon, y era regularmente mordida por una mujer prendida a mi pierna y no podía alejarla a pesar de que la arrastrara al correr. Mi primer intento para usar mi control mental vampírico no funcionó. Lo estaba haciendo mal o el hechizo de Cynthiana era muy fuerte. Logré quedar libre solo después de haber perdido mi chaqueta, bufanda, y varios trozos de mi pantalón cortesía de la chica mordedora. Entonces corrí rápido antes de que el resto de la pandilla se uniera a la aglomeración. Mientras corría hacia la estación Crangasi, apreté el cable cercano a mi cuello. ―Se fue hacia el túnel M1 ―grité, entonces dejé escapar un gemido mientras miraba el fin del cable destrozado golpeando la camiseta antibalas. Alguien debió de haberlo rasgado en dos. Sin vacilar, me giré alrededor y empecé a correr en la misma dirección que Cynthiana lo había hecho. Sin manera de decirle a Vlad a dónde estaba yendo, si no la seguía, ella conseguiría escapar antes de que su gente se reuniera en el metro. Un estridente sonido y una luz cegadora señalaron a un tren dirigido directamente hacia mí. Salté sobre mis pies y sobre el borde de
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concreto del túnel, abrazando las paredes mientras continuaba tan rápido como podía caminar a lo largo de la ancha cornisa. Cuando el subterráneo me pasó, el viento proveniente de la velocidad trato de absorberme en la ruta, sin embargo mis nuevos músculos me sostuvieron a la pared mientras me fijaba. Una vez que se hubo ido, salté hacia abajo corriendo sobre el camino, mi mirada fija iluminando la oscuridad con verde. Si no fuera por mi visión mejorada, podría haber ignorado la ranura en el túnel a través de la vía que marcaba la entrada a otro pasillo. Ninguna luz brilló desde dentro y las paredes estaban mojadas por lo que lucía como una fuga, dejando un profundo y sucio charco en frente de la entrada. Debía ser uno de los muchos pasajes no usados que componen el laberinto subterráneo del metro. Me detuve, lanzando una mirada entre este y el resto del túnel. ¿Si fuera Cynthiana, por cuál camino iría? Viendo una huella de pie en el lodo llevando hacia el pasadizo alegró mi mente. Corrí sobre la vía y entré en la angosta entrada, haciendo una mueca ante el olor que sugería que los indigentes usaban esto como refugio. Ahora no había objetivo en tratar de rastrear a Cynthiana por su esencia, aunque sobre el hedor capté un olor raro a tierra. ¿Era ella? Si era así, necesitaba cambiar su perfume. Corrí más rápido cuando escuché sonidos en frente, casi como un histérico rasguño. ¿Tenía Vlad personas introducidas en el pasadizo del otro lado y la capturaron? El angosto túnel era bifurcado al frente así que no podía ver. Solo en caso de que Cynthiana estuviera esperando con una arma apuntada a mi cabeza, me encorvé así era unos pocos centímetros más baja de lo que esperaba, entonces miré al otro lado de la esquina. Lo que lucía como cientos de ojos brillantes miraban tras de mí. Ese sonido de rasguño incrementó. Hice molestos sonidos de piar mientras una masa de pelaje gris y colmillos cargaban contra mí. ―Tú, perra ―grité bajo el pasadizo. Cynthiana no había acabado con los trucos. Ahora al parecer había hechizado cada rata en estos túneles para atacarme. A pesar de mi repugnancia, empecé a correr hacia ellas. Los vampiros no pueden obtener rabia, entoné mentalmente mientras docenas de roedores se lanzaban contra mí, como pensando que estaba cubierta en carne. Aplasté varios de ellos, mientras seguía hacia adelante, pero solo los que se mantenían acuchillándome con dientes y garras. El dolor explotó en casi cada parte de mí excepto lo que estaba cubierto con mi camiseta antibalas. Algunos caían mientras masticaban la goma del traje de buzo y mordían entre mi piel repleta de corriente, pero más de ellos tomaron su lugar.
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Quería bailar tontamente mientras me zarandeaba de ellas, aunque continúe despejando los horribles roedores que podía alcanzar mientras corría. Si Cynthiana pensaba darme una carga de balas de plata liquida contra mí mientras estaba distraída por los resultados de su último hechizo, estaba muy equivocada. Mi negativa a apartar la vista de lo que había adelante es por lo que los vi. Largas formas abrazando la pared de la siguiente esquina, cubiertos de suciedad que casi se mezclaban con el frío y húmedo concreto. Capté un olorcillo de ese extraño olor a tierra aun sobre el hedor de las ratas y el olor de mi propia sangre y cuando paré de correr, debieron adivinar que los había divisado porque salieron de su escondite. Toda una docena de ellos. Lucían como humanos, pero sus ojos brillaban con un brillo interior que las personas normales no tenían. Ese no era el verde de los vampiros y no tenían colmillos, aunque se movían con una velocidad que solo provenía de una habilidad supernatural. Cuando sus bocas se abrieron obscenamente anchas mientras cargaban contra mí, supe lo que eran. Ghouls, me di cuenta con un sentimiento de hundimiento. Y los ghouls comían personas, incluyendo vampiros.
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Capítulo 45 Con las ratas aún masticándome, me quité el guante derecho. Una fina línea blanca latía de mi mano, cada vez más gruesa, hasta que llegó al suelo. Los ghouls lo miraron sin el más mínimo miedo, algo que no era necesariamente bueno. Si hubiesen sido pobladores de túneles atacándome porque parezco sabrosa, habrían cesado una vez hubiese demostrado no ser una presa fácil. Si Cynthiana había logrado enseñarlos para que hicieran eso, entonces, como las ratas, hubieran continuado viniendo hacia mí hasta que todos ellos estuviesen muertos. O yo lo estuviera. No tenía tiempo para preguntarme cuál era su motivación. Tres de ellos cubrieron la distancia entre nosotros con la rapidez propia de un guepardo. Saqué el látigo y lo moví en círculos, enviando más corrientes en él ya que me pareció sentir la resistencia de los cuerpos. Multitud de golpes sonaron y la oleada de corriente eléctrica a través de mi cuerpo hizo que las ratas abandonaran rápidamente el barco. Entonces saltaron de nuevo sobre mí, justo a tiempo para permitirme ver que había decapitado a dos de los tres ghouls. El tercero estaba tirado en el suelo, tratando de sacar la parte inferior de su cuerpo del enorme tronco bajo el que estaba enterrada su parte superior. Con un rugido, la manada restante de ellos cargó. Giré el látigo a mi alrededor, como si fuese un lazo mortal, la corriente cortando a través de todo lo que se atrevió a entrar en contacto con él. Dos ghouls más cayeron sin vida al suelo uniéndose a una creciente pila de ratas, como la corriente, que subió en mí hasta niveles que nunca antes había manifestado. Chasqueé el látigo hacia otro ghoul que se había acercado demasiado y cayó partido en dos. La manada me rodeó con más cautela ahora pero, por la mirada vacía de sus ojos, no tenían el control de su voluntad. Querían seguir intentando matarme, sin importar las consecuencias. Si no hubiese estado en una lucha a vida o muerte, me hubiera maravillado ante el grado de poder de Cynthiana. ¡”Salpicada” de magia, mi culo! Otros dos ghouls cayeron en pedazos cuando sus embestidas se encontraron con el haz blanco alrededor de sus cuellos. Sólo quedaban cuatro para irme, y gracias a mi nueva fuerza de vampiro, mi brazo no estaba cansado. Más ratas comenzaron a caer sobre mí, de modo que el traje de goma se rompió en muchos sitios, y la electricidad se filtró como el agua por un colador. Los cuerpos de los roedores crujieron bajo mis pies cuando comencé mi ofensiva, embistiendo a los ghouls en lugar de retroceder, mi látigo acuchillando sin piedad a través de ellos y las ratas que todavía venían hacia mí desde todas las direcciones.
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Ahora sólo un ghoul permanecía de pie. Cuando lo tuve a mi alcance, chasqueé el látigo en señal de victoria, pero éste se esfumó donde golpeó. En lugar de atravesar al ghoul, pareció rebotar en él. Miró hacia abajo para confirmar que seguía de una pieza y entonces sus labios se retiraron imposiblemente lejos, revelando una sonrisa como las fauces abiertas de una serpiente. Oh, mierda. Sacudí la mano derecha como para forzar más jugo en ella, pero la cadena colgando de ella solo parpadeaba de la forma que las linternas hacían cuando se estaban quedando sin batería. Entonces giré, lista para correr pero en el extremo opuesto del túnel, nuevos gruñidos hicieron eco, seguidos de una nueva ola de aire con olor a humedad y tierra. Mi camino de fuga estaba bloqueado. El ghoul al que no había podido matar comenzó a andar hacia mí. Aterrada y sin más opciones, comencé a tirarle ratas. Éstas rebotaron en su descomunal marco, ineficaces para detenerle como lo habían sido para mí. Como si quisiera resaltar eso, cogió una, mordiéndole la cabeza y escupiéndola hacia mí. Detrás de él, dos de los ghouls caídos se movieron, uno de ellos saltando hacia mí con una única pierna, el otro arrastrándose a través de una alfombra de ratas muertas, porque no tenía nada por debajo de la cintura. Tendría una oportunidad contra un ghoul. No contra muchos de ellos. El miedo me hizo inmune a los pinchazos de dolor de las ratas que no habían sido electrocutadas, pues seguían mordiéndome por todo el cuerpo. Pronto serían más que roedores dándose un festín a mi costa. A pesar de que nunca había sido más poderosa, todavía era impotente para parar mi propia muerte. Así que cuadré los hombros, pateando las ratas lejos de mis pies. Las haría ganarse su comida. Antes de comerme, tendrían que atraparme. Justo cuando empecé a dar el primer paso, el túnel se iluminó con un resplandor naranja que era un tanto siniestro y lo más agradable que jamás había visto. Entonces la voz de Vlad tronó. ―¡Leila, agáchate! Me dejé caer hasta el suelo, poniéndome cara a cara con incontables ratas, vivas y muertas. En el momento siguiente, un infierno rugió por todo el túnel, cubriendo todo lo que estaba por encima de tres metros sobre el suelo. Cuando el fuego se precipitó sobre mí en oleadas ardientes, me tapé la cabeza con los brazos y empujé mi cara más cerca de la asquerosa masa de cuerpos. Era mejor que estar cerca del fuego lanzado con la fuerza de un centenar de géiseres. Segundos después, unas manos se cerraron sobre mis brazos. Traté de zafarme, pensando que el ghoul que se arrastraba me había alcanzado, pero
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luego me di cuenta de que las manos estaban calientes como un horno. Cuando ellas apartaron mis brazos de mi cabeza, no me resistí, y cuando una bota pateó el enjambre de ratas a mi alrededor, no dudé en sentarme a pesar del rugido constante de las llamas. Vlad se agachó. Exceptuando el perímetro de medio metro a nuestro alrededor, el fuego llenaba el túnel del techo al suelo, tan fieramente que no podía oír nada más que el crujido de las llamas. Entonces me levantó en sus brazos y comenzó a andar a través del abrasador muro naranja y rojo. El muro se abrió ante él como cortinas retenidas por manos invisibles. Mientras andaba, pegué fuerte a las ratas que aún seguían encima de mí, tirándolas hacia las llamas. En el momento en que llegó al final del túnel, donde había una puerta cerrada, había sólo unas pocas a mi izquierda que no podía alcanzar. Vlad abrió la puerta, llevándome a un túnel muy reducido que podía haber sido un pasillo de servicio abandonado. En lugar de estar lleno de llamas, este lugar estaba lleno de gente de Vlad. Bueno, todos menos uno. Cynthiana tenía a cuatro vampiros refrenándola, lo cual podría no haber sido suficiente teniendo en cuenta que su verdadera fuerza reside en la magia. Sin embargo, con una sola mirada, vi por qué Vlad no estaba preocupado de que lanzara algún hechizo sobre sus hombres. Ella no podía pronunciar una palabra. Su boca estaba tan llena de plata que algunos fragmentos sobresalían de sus mejillas. ―¿Dónde conseguiste esa broma? ―pregunté. Él me dejó en el suelo, mandando lejos a las ratas que se aferraban a mi espalda antes de aplastarlas bajo sus pies. ―Fundí algunos cuchillos de plata juntos y se los metí en la boca. A veces, adoro su lado oscuro. ―¿Por qué no esperaste en la estación de Crangasi? ―me preguntó, agarrando mis hombros ahora que todas las ratas se habían ido. ―Ordenó a los pasajeros que me atacaran y entonces uno de ellos rompió mi micrófono. No podía decirte qué camino había tomado así que la seguí. ―¿Por qué? ―preguntó con aún más énfasis. Parpadeé. ―Porque ella estaba huyendo. Su agarre se apretó mientras una ola de frustración y otra, la emoción más fuerte se apoderó de mí. ―Cuando me enteré de que los ghouls iban por ti, lo único que me importó fue llegar a tiempo. ¿Cuántas veces tengo que decirte que significas más para mí que la venganza? Puedo vivir sin derrotar a mis enemigos, pero no puedo vivir sin ti.
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Antes de que pudiera contestar, me aplastó contra él, su boca cubriendo la mía en un ardiente beso. Olvidé que estaba cubierta de sangre, suciedad y pelo de rata. No me importaba que una habitación entera estuviese mirando, ni nada más. Le besé de vuelta con todo el alivio que sentía al estar viva para hacerlo. Ahora que la lucha se había acabado, todo el miedo que había contenido vino de golpe, recordándome lo cerca que había estado de perderlo todo. Vlad tenía razón. Los enemigos iban y venían, las batallas se ganaban o se perdían, pero nada importaba más que lo que teníamos. Todo lo demás era reemplazable. Cuando finalmente se separó, lentas lágrimas caían por mis mejillas. ―Te amo ―susurré. Él las limpió, con una sonrisa sardónica torciendo su boca. ―Yo también te amo, por eso tengo la intención de encerrarte en casa tan pronto como lleguemos. Dejé escapar una risita acuosa. ―No lo necesitarás. Me quedaré allí alegremente. Manoseé mi chaleco antibalas, la única cosa que no había sido masticada o hecha trizas por las ratas. ―Esta fue una buena idea. Debes aspirar a ser un agente encubierto. Cynthiana me echó una mirada y comenzó a disparar. La brillante sonrisa de Vlad me recordó al fuego que tanto formaba parte de él, seductor pero mortal, consumiéndose y sin embargo vivo. ―Fue su determinación para matarte lo que conllevó su perdición. Cuando hechizó a los ghouls pobladores de túneles a ese estado asesino sin sentido, bloqueó la salida detrás de ella, dejándola sin ningún sitio para huir excepto hacia mí. Me volví y miré a Cynthiana con una oleada de frío que no sabía que era capaz de hacer. ―Es hora de llevarla a casa, y espero que tengas una estaca con su nombre escrito.
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Capítulo 46 Algunos de los hombres de Vlad se quedaron atrás para asegurarse de que ninguno de los ghouls que sobrevivieron al fuego se encaminaran a las estaciones del metro y trataran de comerse a los viajeros inocentes. El resto de nosotros regresó a su casa a través de helicópteros. Tan pronto como aterrizamos, lo seguí y al séquito de guardias de Cynthiana hacia la mazmorra. Después de ser cubierta por ratas suficientes para provocarme pesadillas estridentes, podía desear una ducha más intensamente de lo que Midas había codiciado el oro, pero estaba viendo esto pasar. Vlad ordenó encadenar a Cynthiana al enorme monolito de piedra. Luego hizo traer a Shrapnel desde el otro lado de la mazmorra para ser amarrado a su lado. Él había hecho todo lo posible para matarme, pero no podía dejar de sentir una punzada de compasión ante el dolor en su expresión cuando la vio. Cynthiana, por otra parte, no parecía estar en absoluto molesta por la situación de su amante. De hecho, su mirada pasó por encima de él de una manera que sólo podía ser descrita como molesta. ―Realmente él fue sólo un peón para ti, ¿no es verdad? ―le pregunté con repugnancia. No respondió, por supuesto. A pesar de ser capturada, amordazada con plata y enfrentar un futuro verdaderamente horrible, Cynthiana no estaba acobardada. Su mirada pasó sobre mí de la forma que las mujeres perfeccionaron cuando querían arrasar tu autoestima sin decir una palabra, sin embargo, todo lo que hice fue sonreír lo suficientemente amplio para mostrar mis nuevos colmillos. Podía estar cubierta de mugre, sangre y pelo de rata, pero un vampiro de siglos de antigüedad no tenía nada que ver con las miradas de menosprecio que había recibido mientras asistía a la escuela secundaria con una zigzagueante cicatriz, una cojera y la capacidad creciente de golpear a cualquier persona que me tocaba. ―¿Te dije que fue un placer verte otra vez? ―casi ronroneé―. Aunque tú no recuerdas la primera vez que nos conocimos, ¿verdad? La mirada que Vlad me disparó era casi tan sorprendida como la de ella. Luego se acercó a Cynthiana, arrancando la plata de su boca. ―Si pronuncias una palabra de magia, te llenaré con suficiente plata para volverte loca antes del amanecer. Cynthiana miró a Vlad durante un largo y silencioso momento antes de mirar hacia mí despectivamente. ―No sé de qué estás hablando, querida. Nunca te he visto antes de esta noche.
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―No te culpo por olvidarlo. Estabas ocupada mirando a una niña llamada Dawn que estaba actuando bajo mi nombre escénico. Pensabas que era yo, y ese fue el por qué detonaste la bomba justo después de que ella entró en nuestro remolque. Ahora su mirada pasó sobre mí con calculada intensidad. ―Usaste tu cabello y un sombrero para cubrir tu cicatriz ―dijo al fin. ―Hábito. Ahora, vamos a ver cuál es tu peor pecado. Con suerte, eso nos llevaría a quienquiera que fuera con el que estaba trabajando. Llegué hasta ella y retrocedió tanto como sus restricciones le permitían. ―No me toques. No le respondí, pero agarré su brazo con mi mano derecha. Sólo una corriente débil de electricidad se deslizó en ella. Había utilizado la mayor parte de esta en los ghouls que había enviado para matarme. Entonces el calabozo desapareció, transformándose en una habitación que no parecía muy diferente porque consistía completamente en muros de piedra. Parecía familiar, pero lo siguiente que experimenté me hizo olvidar eso. Para el momento en que esos entornos se desvanecieron estaba mentalmente de regreso en el monolito de piedra, quité mi mano. ―Eres una puta enferma ―suspiré. ―¿Qué? ―preguntó Vlad al instante. Me quedé mirando a Cynthiana con odio. ―Ella necesitaba un hechizo contra el fuego, pero no era lo suficientemente fuerte para hacerlo sin cruzar hacia el tipo más oscuro de magia. Y aun así lo hizo. Y esa magia había exigido el más alto precio: el alma de un recién nacido. Había visto muchas cosas terribles a través de mis habilidades, pero nunca había visto algo tan brutal como eso. ―¿Un hechizo de protección contra el fuego? ―repitió Vlad―. ¿Crees que esa era la única defensa que necesitabas contra mí? Ella no dijo nada a eso. Entonces Vlad suspiró. ―Te conozco, Cynthiana. Nunca me enfadarías sin un protector, así que dime quién es. Rehúsate y lo voy a averiguar después de que hayas experimentado más agonía de la que puedas imaginar. Ella apartó la mirada. ―No tengo ningún protector. Él se echó a reír de esa manera escalofriante, sin sentido del humor. ―Si, lo tienes, a pesar de que lo traicionaste porque él quería a Leila viva.
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¿Por qué Vlad pensaría eso? Cada mensaje que Cynthiana envió a Shrapnel después del atentado había sido demandándole que me matara. Entonces recordé lo que dijo Hannibal después de que me había secuestrado. Eres tres veces más valiosa viva. Muerta era la única manera en que Cynthiana me quería, así que Vlad estaba en lo cierto. Alguien más había estado tirando de sus cadenas al menos parte del tiempo. Ella me miró. Con el odio puro que esperaba en su mirada; el miedo, no lo esperaba. Después de la amenaza de Vlad, ¿por qué tendría miedo de mí? Yo ya había hecho todo lo que podía, aunque averiguar su peor pecado había revelado sólo repugnante información, inútil… ―Vlad, espera ―dije, algo acerca de esa sala de piedra persistiendo en mi memoria―. Shrapnel te dijo todo lo que sabía acerca de mis habilidades ―dije lentamente, la idea aún formándose en mi mente―, pero tú sabes más, ¿verdad? Como, por ejemplo, mi capacidad para sentir las esencias de otras personas en la piel de alguien más. Su mirada se amplió mientras su aroma cambiaba a un aroma asquerosamente dulce. Sabía lo que era eso. Lo había olido por toda esta mazmorra. Era el olor del miedo. Vlad lo notó, también. Su expresión cambió, los rasgos cincelados cambiando de helada amabilidad a granito esculpido. ―¿Quién es él? Tres palabras suaves que lograron ser llenadas con toda la amenaza de un millar de gritos amenazantes. Me quedé mirando a Cynthiana, midiendo los picos de odio y miedo en su mirada mientras me acercaba. ―¿Sabes qué acerté a escuchar la primera vez que me vinculé a ti? Le dijiste a Shrapnel, “Lo que sea que ella pueda haber valido para él viva, es menos peligrosa para nosotros muerta”. ―Dejé escapar una breve carcajada―. En ese momento, Shrapnel pensó que el “él” era Vlad, pero realmente querías decir tu nuevo protector, ¿no es así? Él estaba interesado en mí y ya tenías dentro la pista. Entonces miré a Shrapnel. ―Cynthiana volvió a entrar en tu vida justo para el tiempo en que yo entré a la de Vlad, ¿no es así? El dolor arrugó su rostro, pero Shrapnel no dijo nada. Tal vez todavía estaba tratando de protegerla. Lo más probable es que estaba bajo los efectos de un hechizo. Tal vez no había traicionado a Vlad o tratado de matarme por su propia voluntad.
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Una mano ardiente se deslizó a lo largo de mi brazo mientras Vlad se acercó, pero él no me miraba. Su mirada estaba fija en Cynthiana. ―Su protector debe ser poderoso o no te preocuparías por él. También es un enemigo mío o no se atrevería a arriesgarse a mi ira usando a una de mis examantes para secuestrar a otra. Eso deja una pequeña lista. Más pequeña todavía si estaba interesado en Leila antes de que Shrapnel te hablara de sus habilidades. Una lista muy pequeña, por cierto. De hecho, solo podía pensar en un nombre, y aunque no parecía posible, se ajustaba a los hechos, directo con la orden de Hannibal de capturar o matar. Esa no había sido la primera vez que a un vampiro le habían sido dadas esas instrucciones con respecto a mí, y mientras la preferencia de Cynthiana había sido muerta por encima de viva, su protector no estuvo de acuerdo. Lo curioso era, que todo el mundo excepto Maximus y Vlad pensaban que mis habilidades psíquicas se habían ido cuando Hannibal me secuestró. El protector de Cynthiana estaba o bien jugando a que regresarían… o sabía otra razón por la cual yo sería un rehén valioso. Sólo otro vampiro había adivinado cómo se sentía Vlad realmente por mí, incluso antes de que lo hubiera admitido a sí mismo. El mismo vampiro que había intentado utilizar mis habilidades contra Vlad antes incluso de que yo lo conociera. Había sido la razón por la que primero estuvimos juntos, pero Mihal Szilagyi había muerto en un infierno hace meses. ¿Verdad? Di otro paso más. Cynthiana se agitó en sus restricciones, los ojos brillando de un color verde esmeralda y la boca llena de colmillos de pronto mientras escupía amenazas tan virulentas como inútiles eran. ―Cállala y mantenla quieta ―dije en voz baja. Vlad tenía su mandíbula en un agarre irrompible antes de que la última palabra saliera de mi boca. Su otro brazo golpeó en su cintura tan fuerte que escuché varias costillas romperse. A diferencia de la vez que Shrapnel pulverizó mi caja torácica, su dolor duraría unos pocos segundos hasta que sanara. A menos que ella siguiera luchando, así era. Cerré los ojos cuando la toqué, contenta de que mis habilidades me permitieran revivir los peores pecados de una persona una sola vez. Entonces dejé a mi mano derecha a la deriva, buscando otras esencias en su piel. Allí, en la parte superior del brazo. Una fresca, incrustada con la rabia que reconocí al instante como perteneciente a Vlad. Mi mano recorrió más allá, encontrando otra en la parte posterior de su cuello. No reconocí la impresión así que seguí adelante, tocando su rostro mientras ignoraba los ruidos furiosos que ella hacía en su garganta.
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Alguien que la amaba había dejado una huella en su frente, y con una punzada, reconocí la esencia de Shrapnel. Seguí, al no encontrar nada más en la parte superior de su cuerpo. Había llegado a su muñeca izquierda cuando lo sentí. Un hilo con una esencia muy familiar, hecha por alguien tocándola con la suficiente amenaza para dejar una huella permanente en su piel. Dejé caer mi mano y abrí los ojos. ―Es él ―dije, simplemente, cuando encontré la mirada de Vlad. Sus ojos parecían a punto de estallar en llamas verdes y un flujo de lava de ira se vertió sobre mis emociones. ―¿Qué debo hacer para matar a ese hombre? ―murmuró él. Entonces soltó a Cynthiana. Para el momento en que se movió a la parte delantera del poste, su atronadora expresión había cambiado a una encantadora sonrisa y ese flujo de lava de rabia a un glaciar de determinación. ―Cuéntame cómo conspiraste con Mihaly Szilagyi, y puedes comenzar con cómo demonios se las arregló para sobrevivir a esa explosión. ―Creo que sé la respuesta ―le dije, mirando a Cynthiana sin piedad―. Quema algo en ella. Ambas piernas fueron pasto de las llamas. Ella gritó, retorciéndose en sus ataduras. Shrapnel comenzó a gritar también, suplicándole a Vlad que se detuviera. Él no lo hizo hasta que todo, desde sus muslos hacia abajo, estaba cubierto de carne carbonizada y ennegrecida. Mientras yo observaba a Cynthiana empezar a curar con sólo las capacidades regulares que todos los vampiros tenían, la pieza final del rompecabezas cayó en su lugar. ―Tú no trabajaste ese hechizo contra fuego para ti misma. Lo hiciste para Mihaly Szilagyi, el único vampiro que era a la vez tan fuerte como Vlad y tan comprometido a hacerle daño como tú lo estabas. ―Mi mirada se volvió hacia Vlad―. Ese es el por qué él no dudó en desencadenar esa explosión cuando lo habías atrapado en la montaña. Sabía que si lo encontrabas ahí, la única forma en que saldría con vida era si pensabas que estaba muerto. Al igual que lo hizo hace siglos. ―El truco más grande que el diablo alguna vez sacó fue convencer al mundo de que él no existía ―murmuró Vlad, sonando como si lo estuviera citando de memoria. Luego sonrió a Cynthiana―. Ahora, querida ―dijo en su tono más cordial―. Vas a decirme dónde está.
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¡La tan esperada próxima novela Night Huntress ya está aquí! Sigue leyendo para ver un adelanto y descubre lo que Cat y Bones han estado haciendo… Up from the Grave por Jeaniene Frost
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Ignorar un fantasma es mucho más difícil de lo que parece. Para empezar, las paredes no obstaculizan a su especie, así que aunque le cerré la puerta en la cara al fantasma que merodeaba afuera de mi casa, me siguió al interior como cualquier invitado. Con mi mandíbula apretada por la irritación, comencé a desempacar mis compras como si no lo hubiera notado. Demasiado pronto, ya había terminado. Ser una vampiro casada con otro vampiro significaba que mi lista de la compra era bastante corta. Esto es ridículo. No puedes continuar evitándome por siempre, Cat, murmuró el fantasma. Sí, los fantasmas también pueden hablar. Eso hacía aún más difícil ignorarlos. Por supuesto, no ayudaba que este fantasma fuera también mi tío. Vivos, muertos, no-muertos… La familia tenía una manera de meterse bajo tu piel lo quisieras o no. Ejemplo de ello: A pesar de mi promesa de no hablar con él, no podía evitar responderle. ―En realidad, ya que ninguno de los dos envejecerá, puedo hacer esto por siempre ―señale con frialdad―. O hasta que antepongas todo lo que sabes acerca del oscuro funcionamiento de nuestro antiguo equipo. Es para lo que he venido aquí, para hablarte acerca de eso, dijo. La sorpresa y sospecha hicieron que mis ojos se estrecharan. Durante casi tres meses, mi tío Don se había negado a revelar algo acerca de mi nuevo enemigo, Jason Madigan. Don tenía una historia con Madigan, un ex agente de la CIA que había asumido el control de la unidad secreta del gobierno para la que solía trabajar, pero él había estado hermético sobre los detalles aunque su silencio significara que Madigan casi nos hubiera atrapado a mi marido y a mí, y que otras personas inocentes hubieran sido asesinadas. ¿Ahora estaba dispuesto a soltarlo? Algo más debía estar pasando. Don era tan patológicamente reservado que no me había enterado de que estábamos emparentados hasta cuatro años después de haber empezado a trabajar para él. ―¿Qué ha sucedido? ―le pregunté sin preámbulos. Levantó una ceja gris, un hábito que no podía evitar incluso después de perder su cuerpo físico. También llevaba su traje y corbata habitual a pesar de morir con una bata de hospital. Pensé que eran mis recuerdos los que dictaban el cómo Don se me aparecía a excepción de los cientos de otros fantasmas que había conocido. Puede que no haya centros comerciales en la otra vida, pero la auto-imagen residual era lo suficientemente fuerte como para hacer que los demás vieran a los fantasmas de la manera en que se veían a sí mismos. Don había sido en vida la imagen de un burócrata de sesenta y tantos perfectamente acicalado, así que así era como lucía en la muerte.
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Asimismo, no había perdido nada de la tenacidad detrás de esos ojos de color bronce, el único rasgo físico que teníamos en común. Mi cabello rojo y piel pálida venían de mi padre. Estoy preocupado por Tate, Juan, Dave, y Cooper, dijo Don. No han regresado a casa en semanas, y como sabes, no puedo entrar en el recinto para comprobar si están allí. No señalé el hecho de que fue la culpa de Don el que Madigan supiera cómo poner un edificio a prueba de fantasmas. Una combinación pesada de hierbas, ajo, y salvia quemada mantendrían todos los espectros a distancia exceptuando a los más fuertes. Después de que un fantasma casi hubiera matado a Madigan el año pasado, había equipado nuestra vieja base con un suministro abundante de los tres componentes. ―¿Desde hace cuánto tiempo exactamente no los has visto? Tres semanas y cuatro días, respondió. Algunos fallos podía tener, pero Don era meticuloso. Si sólo uno de ellos estuviera ausente por tanto tiempo, habría sumido que estaría en un trabajo encubierto, pero ¿todos ellos? Sí, eso era extraño, incluso para los miembros de una rama secreta de Seguridad Nacional que se ocupa del mal comportamiento de la sociedad de no-muertos. Cuando era un miembro del equipo, el trabajo encubierto más largo que había realizado había sido de once días. Los vampiros y demonios renegados solían frecuentar los mismos lugares solo si eran lo suficientemente tontos como para actuar de tal manera que llamaran la atención del gobierno de EE.UU. Sin embargo, aún no estaba dispuesta a asumir lo peor. Las llamadas telefónicas estaban más allá de las capacidades de Don como un fantasma, pero yo no tenía tales obstáculos. Saqué un teléfono celular del cajón de mi cocina y marqué el número de Tate. Cuando sonó su máquina contestadora colgué. Si algo había ocurrido y Madigan era responsable, estaría comprobando los mensajes de Tate. No había necesidad de ponerlo en sobre aviso de que estaba husmeando alrededor. ―No hay respuesta ―le dije a Don. Entonces puse ese teléfono a un lado y tomé otro celular del cajón, marcando enseguida a Juan. Después de varios tonos, una melódica voz española me indicó que dejara un mensaje. No lo hice, colgué y tome otro teléfono de la gaveta. ¿Cuántos de esos tienes?, murmuró Don, flotando por encima de mi hombro. ―Los suficientes como para darle a Madigan una migraña ―le dije con satisfacción―. Si él está rastreando las llamadas de sus teléfonos, no va a encontrar mi localización con cualquiera de estos, por mucho que le encantaría saber dónde estoy.
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Don no me acusó de ser paranoica. Tan pronto como hubo asumido el control del antiguo trabajo de mi tío, Madigan había dejado en claro que me tendría en la mira. Yo no sabía por qué. Había sido retirada del equipo por entonces, y con respecto a lo que Madigan sabía, no había nada especial en mí. No sabía que al pasar de una medio vampiro a una completa había traído consigo efectos secundarios inesperados. El teléfono de Dave también se fue directamente al buzón de voz. Lo mismo hizo el de Cooper. Consideré buscarlos en sus oficinas, pero estas estaban en el interior del recinto. Madigan podría tener bastantes tomas sobre esas líneas como para localizarme sin importar cuánto hubiera dispuesto que las señales de teléfonos celulares se desviaran. ―Bien, ahora también estoy preocupada ―dije por fin―. Cuando Bones llegue a casa, vamos a averiguar una manera de obtener una mirada más de cerca del complejo. Don me miró con seriedad. Si Madigan ha hecho algo con ellos, esperará que aparezcas. Una vez más, mi mandíbula se tensó. La maldita verdad se me reveló. Tate, Dave, Juan y Cooper no solo eran los soldados junto a los que había luchado durante años cuando era parte del equipo. También eran mis amigos. Si Madigan era el responsable de que algo malo les hubiera sucedido, se iba a arrepentir muy pronto. ―Sí, bueno, Bones y yo tuvimos un par de meses de relativa calma. Supongo que es hora de darle vida a las cosas de nuevo. *** Mi gato Helsing saltó de mis rodillas al mismo tiempo que el aire se cargaba con pequeñas corrientes invisibles. Emociones rondaron sobre mi subconsciente. No las mías, pero sí muy familiares para mí. Momentos más tarde, oí el crujido de los neumáticos en la nieve. Cuando se cerró la puerta del coche, Helsing estaba en la puerta, con la cola larga y negra moviéndosele con anticipación. Me quedé donde estaba. Con un solo gato7 esperando en la puerta era más que suficiente, gracias. Con un silbido de aire helado, mi marido entró. La nieve cubría a Bones, lo que hacía que se viera como si estuviera espolvoreado con polvo de azúcar. Pateó el suelo para desprenderse de los copos en sus botas, causando que Helsing saltara lejos con un siseo. ―Está claro que piensa que debes acariciarlo primero y hacer frente a la nieve después ―le dije. 7
Cat en ingles significa gato o también se utiliza como diminutivo para el nombre de Catherine.
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Unos ojos tan oscuros que parecían casi negros se encontraron con los míos. Una vez que lo hicieron, mi diversión se convirtió en una apreciación femenina primaria. Las mejillas de Bones estaban rojas lo que acentuaba el color de su piel sin defectos, los rasgos cincelados y su sensual boca llena. Entonces se quitó su abrigo, revelando una camisa índigo que se aferraba a sus músculos como si disfrutara de ellos. Los jeans negros estaban ajustados en todos los lugares correctos, destacando el estómago tenso, muslos fuertes y un culo que podría funcionar como una obra de arte. Cuando regresé mi mirada de nuevo a su cara, su leve sonrisa se había convertido en una de complicidad. Más emociones envolvieron mi subconsciente mientras su aroma, una rica mezcla de especias, almizcle y azúcar quemada, llenaba la habitación. ―¿Me extrañabas, Gatita? No sé cómo se las arregló para hacer que la pregunta sonara indecente, pero lo hizo. Habría dicho que el acento inglés ayudaba, pero sus mejores amigos eran ingleses y sus voces nunca convertían mi interior en gelatina. ―Sí ―le contesté, levantándome y acercándome a él. Él me miró, sin moverse cuando lentamente deslicé mis manos para entrelazarlas detrás de su cuello. Tenía que ponerme de puntillas para hacerlo, pero eso estaba bien. Esto nos acercó, y la sensación dura de su cuerpo era casi tan embriagadora como los remolinos del deseo que se enrollaban alrededor de mis emociones. Me encantaba poder sentir sus emociones como si fueran mías. Si me hubiera dado cuenta de que eso era uno de los beneficios que obtenía de convertirme en un vampiro completo, podría haber actualizado mi status de mestiza años atrás. Después bajó su cabeza, pero antes de que sus labios rozaran los míos, le di la espalda. ―No hasta que tú también digas que me has extrañado ―bromeé. En respuesta, me tomó, su agarre con demasiada facilidad sometió mis luchas simuladas. El suave cuero toco mi espalda cuando me puso sobre el sofá, su cuerpo era una barrera que no quería desplazar. Sus manos se asentaron alrededor de mi cara, sosteniéndome con posesividad cuando un verde llenó sus iris y unos colmillos se deslizaron de sus dientes. Mis propios colmillos se alargaron en respuesta, presionando contra los labios que separé con anticipación. Su cabeza se inclinó, pero sólo rozó su boca sobre la mía con una caricia fugaz antes de reírse. ―Dos son los que pueden gastar bromas, cariño. Empecé a luchar en serio, lo que sólo hizo que su risa fuera más profunda. Mi recuento alto de muertes me había hecho ganar el apodo de la Red Reaper en el mundo de los no-muertos, pero incluso antes de los sorprendentes nuevos poderes de Bones, no había sido capaz de vencerle. Toda
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mi pelea solo hizo que se frotara contra mí de la manera más erótica, por lo cual continúe haciéndolo. La cremallera de mi sudadera se corrió hasta bajo sin que sus manos se movieran de mi cabeza. Mi ropa representaba la mayor parte de la práctica con su telequinesis incipiente. Después el cierre frontal de mi sujetador se abrió, dejando al descubierto la mayor parte de mis pechos. Su risa se convirtió en un gruñido que envió deliciosos estremecimientos a través de mí, endureciendo mis pezones. Pero cuando los botones de su camisa índigo se abrieron, su color me recordó los ojos de Tate, y las noticias que tenía que decirle. ―Algo pasa ―le dije en un suspiro. Los dientes blancos brillaron antes de que Bones bajara su boca a mi pecho. ―Cuan cliché, pero es cierto, no obstante. La parte más vil de mí me susurró que podía aplazar esta conversación durante una hora más o menos, pero la preocupación por mis amigos tiró eso abajo. Me di una sacudida mental y tomé un puñado de rizos castaño oscuro de Bones, tirando de su cabeza hacia arriba. ―Lo digo en serio. Don vino y me transmitió cierta información que puede ser inquietante. Pareció tomar un segundo para que las palabras penetraran, pero luego levantó las cejas. ―¿Después de tanto tiempo, por fin te ha dicho lo que ha estado ocultando sobre Madigan? ―No, no lo hizo ―le dije, sacudiendo mi cabeza esta vez de verdad―. Quería decirme que Tate y los otros no han regresado a casa en más de tres semanas. Traté de llamarlos a sus celulares y sólo obtengo correos de voz. En realidad, eso me distrajo de presionar a Don sobre su pasado con Madigan. Bones resopló, la breve bocanada aterrizó en el valle sensible entre mis pechos. ―Bastardo inteligente sabía que lo haría. Dudo que haya sido una casualidad el que te diera esa información mientras yo estaba fuera. Ahora que la preocupación por mis amigos no ocupaba toda mi mente, también dudaba que hubiera sido una casualidad. Don había estado en mi casa lo suficiente como para saber que Bones salía un par de horas cada pocos días para alimentarse. Yo no iba con él debido a que mis necesidades nutricionales recaían en alguien más. Interiormente me maldije. Averiguar si mis amigos estaban bien seguía siendo de suma importancia, pero también lo era descubrir lo que Don sabía de Madigan. Debía ser colosal para mi tío mantenerlo en secreto, incluso cuando nosotros no nos habíamos hablado por meses como resultado de ello. Después de todo, no es solo que yo fuera la única familia que
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Don había dejado, sino que como un vampiro, también era una de las pocas personas que podía verlo en su nuevo estado fantasmal. ―Nos encargaremos de mi tío después ―dije, empujando a Bones lejos con un suspiro de pesar―. En este momento, tenemos que encontrar una manera de entrar a mi antiguo complejo que no implique acabar con los dos dentro de una celda de la cárcel de vampiros.
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AGRADECIMIENTOS TRADUCCION EN FORO AD’ http://foroad.foroactivo.com –NIGHT PRINCE-
Ivonne Cullen.
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