Julián alonso poesía en derribo

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Dep. Legal: _______/2014 Edita: Excmo. Ayuntamiento de Venta de Baños (Palencia) Imprime: Zamart Artes Gráficas - PALENCIA Maqueta: Julián Alonso © fotografía de cubierta: Edu Barbero © de los textos e ilustración interior: Julián Alonso © del poema “Cruza a mi lado...”: Jesús Aparicio © Retrato del autor: Rubén del Valle


Julián Alonso DE TANTO AMAR LOS TRENES (Pregón literario de las “Fiestas de Santa Rosa de Lima” 2013 - VENTA DE BAÑOS)

POESÍA EN DERRIBO (Selección personal)


JULIÁN ALONSO. Palencia, 1955. Licenciado en Geografía e Historia, su actividad se dispersa en diversos ámbitos: literatura, creación artística, edición, crítica, conferencias, jurado de premios literarios y de pintura, organización y comisariado de exposiciones y eventos culturales y artísticos, radio, etc. Fue responsable de los programas de Radiocadena Española/Radio Nacional de España en Palencia: “La hora del Rock & Roll”, “Club Medianoche”, “Música y Palabra” y “Voces de Palencia”, programas realizados entre 1986 y 1998 y del “Archivo sonoro de poetas palentinos”. Figura entre otras antologías y obras colectivas en las visuales “Poesía Experimental Española ante el nuevo milenio” (Art-Eragin Vitoria, 1999), “PHAYUM Poéticas Visuales”, Benicarló, 2000, “El


color en la Poesía Visual (Antología consultada)”, Madrid, 2001, “Antología de Poesia Experimental española” 1963-2004 (Antólogo: Felix Morales Prado / Editorial Mare Nostrum) Madrid, 2004, “Poesía Visual Española (Antología Incompleta)” Ed. Calambur, Madrid 2007, “Cinco miradas” Universidad de León 2009 y en los especiales dedicados a poesía visual española de las revistas “Ínsula”, “Zurgai”, “Ánfora Nova” y “Cuadernos del Matemático”, así como en las convencionales “Avalon” (muestra poética en español e inglés (Astrolabio / Universidad de Sheaffield), “Espacio Colectivo (Poetas del grupo Astrolabio)” (Endymión 1996), “La Soledad de un Mundo” (Asociación Colegiada de Escritores, 1999), “Aldea Poética II” (Ed. Ópera Prima, 2000), “19 Poetas (Antología de Poetas palentinos del siglo XX)”. Aretusa (Palencia, 2000), “Al aire nuevo (Antología de Nueva Poesía Española)”. México, 2001, etc. Formó parte del “Grupo poético Astrolabio”, desde 1992 hasta 1996. Ha publicado, entre otros, el libro de relatos “República de los Sueños” (1991), los de poesía, “Diario de Abril” (1992), “Arquitextura” (Premio Provincia de Guadalajara 1993), “Trampas de la memoria” (premio Ciudad de Benicarló), “Pasos en la arena” (Palencia, 2008), y numerosas plaquettes y cuadernillos como “CAFÉ” (1995, junto a L.E. Aute), “Cuando soy el otro” (1996), “El tiempo es un pájaro amarillo” (con Pablo Guerrero) 2002, “Calle Mayor” (2002), “Blues del recuerdo” (2011) (con Ángel Cuesta) “Aunque me veas” (con Javier Arribas) 2011, “En la memoria canta un pájaro” (con Narciso Maisterra) 2012, “Veintitrés haikus” (con Francisco Aliseda) 2012“,


Gestos” (con Fernando Palacios) 2013, “Instantáneas” (con Rubén del Valle) 2013, “Días y nubes” (con Edu Barbero) 2013, “Tras la pared” (con Lola López Cózar) 2014 o los visuales “Collage Poemas” (1993), “Disolución” (1994), “Diez Poemas Banales” (1997), “Disidencias” (1998), el CD-Rom “Golpes de Viento”, que reúne su obra experimental entre 1990 y 2004. Dirige las colecciones “Cuatro Cantones”, “Cero a la Izquierda” y la revista virtual “Papeles de humo”. En 2001 obtuvo el “Premio de Periodismo “Mariano del Mazo”. Fue pregonero literario en las Fiestas de San Antolín 2008 de Palencia y colabora habitualmente con el diario “El Norte de Castilla”. Su obra literaria fue estudiada en el “I Congreso de poetas palentinos del siglo XX”, que en 2008 organizó el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua. Durante el curso 2009-2010, fue coordinador del “Club de lectura de poesía” de la Biblioteca de Castilla y León. Es miembro y vocal de ACyLCA (“Asociación de Críticos de Arte de Castilla y León”), AECA (“Asociación Española de Críticos de Arte”) AVA (”Artistas Visuales Agrupados”) y coordinador literario y de contenidos del proyecto “Soñando Futuros” de la fundación FORCAL. Páginas web:

http://perso.orange.es/juferal38 www.flickr.com/photos/julian_alonso www.issuu.com/aloaloju



Santa Rosa de Lima - Pregón literario 2013

DE TANTO AMAR LOS TRENES El poeta, unas veces por trabajo, otras por placer, viaja con frecuencia en tren, se ensimisma mirando por la ventanilla, ve discurrir fuera el día y las estaciones, observa a la pareja que se ha sentado frente a él y piensa, como si de un poema se tratara: En el tren, los abrazos son más largos y los besos pueden durar kilómetros. Captamos las palabras que se han dicho cien metros más atrás. Nos parece normal esa carrera del poste de telégrafos que, sin embargo, inmóvil nos ignora cada vez más lejano. Envidia a esos jóvenes enamorados, ajenos a todo y a todos, con ojos sólo para si mismos y recuerda cuando una vez escribió: Soy la Unidad Tranvía, con parada en todas tus estaciones. Abre su cuaderno de viaje y lee: Soy la Unidad Tranvía que circula por ti, recorriendo paisajes de doradas colinas, abriendo las ventanas para que el sol penetre, parando en cada curva, por retomar aliento y seguir el camino, distinto cada día, de tus manos que esperan y me toman el pulso en las tardes febriles.


Santa Rosa de Lima - Pregón literario 2013

Cada estación es familiar y a la vez nueva. En todas dejo completo mi equipaje encontrándolo intacto en el regreso y en todas pierdo una parte de mí que ya me voy borrando y no reflejo en los espejos de la sala de espera. ***************** ¡Cuántas mañanas llego y veo en tus pupilas los sueños incumplidos!. En un intento de hacerlos posibles, me detengo, con estrépito de frenos, para darte mi sonrisa con los buenos días. Tomas siempre lo que quieres, todo o nada, con esa ingenuidad de niña que ve por primera vez el tren y comprende lo que los mayores no podemos apreciar: que está vivo aunque a veces lo disimule. Me preparas a diario el café con leche, no se si desayuno o medicina, para que traquetee y traquetee hasta que de mí baje el viajero que esperas, el que no siempre coincide conmigo. ¡Qué lejano aquel tiempo que ya no sabe si fue suyo! ¡qué lejana aquella mañana en un andén de la estación de Venta de Baños, tras una última despedida velada por el llanto!. Dijo entonces:

Desde la ventanilla veo cómo te alejas en la tarde con la mano agitada. Dos lágrimas furtivas… y reconstruye la situación como algo lejano, paisaje impresionista que tendría algunas consecuencias: Sin previo aviso: "Vamos a ver los trenes",


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dijiste Sin equipaje, sin billete, sin levantar sospechas. Tu espalda por la estación, el contoneo suave de tus breves caderas hacia la vía número dos, andén segundo, grabado en mi retina como último recuerdo. "Unidad Tranvía, procedente de León, destino Madrid, va a efectuar su salida..." Desde esa tarde odio las estaciones.

Pero no es verdad que odie las estaciones. Escribe eso y más cosas en el cuaderno gastado de tantos trayectos, el que nunca le abandona, en el que anota puntualmente sus andanzas ferroviarias como una tarea auto impuesta que le sirve para que las horas muertas del viaje estén menos muertas.

Su pecho se agita cuando relee:


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“Ni una palabra de despedida, ni un beso, ni una mirada. Los ojos en las sucias baldosas grises de aquella estación perennemente en obras. En la vía número dos aguardaba la locomotora, verde elefante herido, con los pulmones traspasados por un asma eléctrico. Una mano se aprieta sobre un hombro. Pasos indecisos. La maleta descarga su peso sobre una plataforma donde el aire comprimido cierra siseando, serpiente del adiós, las puertas correderas y acentúa el silencio. Luego, buscar asiento mirando a uno y otro lado por el sucio pasillo del vagón lleno de pasajeros anónimos y no encontrarlo. Volver a la plataforma, dejar que resbale la mirada de la herrumbrosa marquesina al quiosco de periódicos, de éste a los eternos carteles publicitarios, de allí al puesto de tabaco, al rótulo donde aparece el nombre de la estación y, en un rápido travelling, terminar en el andén donde alguien permanece en el mismo lugar, inmóvil aún, estatua de sal a punto de desmoronarse. Desviar la cabeza con un pinchazo de dolor deseando que por fin el tren arranque. Tratar de diferenciar las conversaciones de alrededor y no comprender nada. Pensar, pensar sin quererlo en los últimos días, en las últimas horas, en los últimos minutos y volver a mirar, sin poder evitarlo, hacia fuera, hacia ese andén segundo donde alguien todavía espera lo que ya nunca va a llegar, alguien que devolverá la mirada con unos ojos húmedos y oscuros como un pozo sin fondo mientras el tren inicia su marcha y cada vez hay más distancia, cada vez más vacío, más dolor, más lágrimas, menos corazón” Y releyendo se encuentra entre las hojas del diario, el papel doblado que le dejó un amigo, donde cuenta una experiencia ferroviaria paralela a la suya, tan paralela que podría ser la misma y se la sabe casi de memoria:


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Pasa por ella los ojos como acariciando unos versos que no son suyos pero podría haber escrito y se los repite en silencio: “Cruza a mi lado sin reconocerme. Ha cambiado, pero sigue siendo tan hermosa como siempre. Pasa dejando en el aire de Octubre el perfume que un día dedicó a mi corazón. Pienso en aquellos días sin obstáculos. Hoy el recuerdo no lleva dolor. En tardes sin prisa solía decirme: “La vida es como un tren que hay que tomar en marcha, pues nunca se detiene”. Al cabo de estos años, cuando aún no he deshecho del todo el equipaje, sigo sin comprender en qué estación me hallo, pero conozco trenes que siempre se dirigen al oeste y otros que conducen a cielos deshabitados.


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Descubre a veces, que el paisaje se atropella y es todo una especie de flashback, como si narrase la vida de otro que fue él, cuando con el ímpetu de la juventud montaba en el tren como quien doma un caballo salvaje. También su cuaderno lo cuenta y rememora: “Subíamos al tren como quien sube a un raro tiovivo. La estación discurría al principio despacio para ir cogiendo poco a poco velocidad. Entrábamos después en el desfiladero de edificios que flanqueaban las vías. La ciudad parecía huir, perdiéndose a nuestras espaldas a una velocidad cada vez más frenética hasta que las ventanas se superponían unas a otras y eran ya la misma ventana repetida a diferentes alturas, a la que se asomaban mujeres y hombres que parecían muñecos desmañados. Se alejaba la ciudad, estela de farolas prendidas en la noche. Así, llegábamos al campo. Los postes del telégrafo nos decían adiós en su rápido morse de cables destensados y los grajos eran mil piedras negras al amanecer que apenas distinguíamos con las primeras luces. Más allá, hasta el horizonte, un río de surcos, un mar de girasoles que teñían los ojos de amarillo, el manchón verde de un bosque indefinido, como foto borrosa del álbum de recuerdos. Los coches trataban de alcanzarnos desde la carretera paralela. Se esforzaban remontando un asfalto que corría hacia atrás y no lo conseguían. El tren siempre llegaba primero, atropellando el paisaje, barriendo el viento a sus costados, engullendo los campos y las casas, el tractor, la autopista, los pasos a nivel para, tras el vagón de cola, devolverlos intactos aunque siempre tuviéramos la duda de mirar hacia atrás y no ver nada sino un hueco, el vacío y dos eternas vías perdiéndose a lo lejos. Pero era ilusión. Nuevamente las cosas volvían a su sitio, se


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detenía el mundo cuando la locomotora, despaciosa, iba perdiendo fuerza y quedaba parada en andenes vetustos de estaciones que cambiaban de nombre a lo largo del trayecto hasta que llegábamos a la nuestra. Allí, antes de bajar, mirábamos a uno y otro lado como no creyendo en la mágica concreción de aquel paisaje de vértigo y luego bajábamos precavidos, asentando con cuidado los pies en el suelo, para cerciorarnos de que pisábamos tierra firme. Así seguíamos hasta abandonar el vestíbulo donde se despachaban los billetes descubriendo por fin que la realidad volvía a rodearnos.” Sueño o realidad, realidad o deseo, deseo o sueño, como sueño le parece a veces el episodio que narra en un poema, cuando muy joven una chica se le acercó en el vagón de tercera de un tren expreso y le dio por primera vez conversación y compañía sin pedirle nada, sin que le pidiera nada, hace ya tanto tiempo… Busco el rostro de entonces y no lo encuentro ¿cómo eras? ¿cómo era tu voz que aún imagino alegre, decidida, dispuesta a la sonrisa?, ¿dónde tu convicción, dónde ese empuje para comerte el mundo? ¿Por qué un día te fuiste sin decirnos adiós y ya no regresaste?. A veces, tu fantasma me sorprende indefenso y me entran unas ganas inmensas de llorar.


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No sé lo que me pasa. No recuerdo tus ojos ni cómo sonreías, pero yo estaba solo aquella tarde y viniste a mi lado y hablamos de la vida y te vencía el sueño y apoyaste confiada tu cabeza de diosa en mis rodillas de mortal asustado. Rememoro aquel viaje en un tren de tercera como un día feliz. Aún conservo tu peso, aún recuerdo tu nombre, que no nombro, después de tantos años. Mucho ha viajado desde entonces, muchas estaciones de paso y para quedarse, muchas vivencias plasmadas en el mismo gastado cuaderno, mucho ir para regresar, ser otro para ser el mismo, mucho volver a una vieja reflexión: Y cuando llegas, unas veces es tarde; otras muchas, te pasas de estación o, casi siempre, nadie te está esperando.


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Y seguir adelante, notando siempre bajo los pies el familiar traqueteo del suelo del vagón, afianzándose en su viejo amor por todos los trenes, por el tren que siempre se detiene en el nudo ferroviario de su corazón, porque… De tanto amar los trenes,

su corazón se aleja en la distancia, donde ya no consigue alcanzarlo. Y hoy recala de nuevo en Venta de Baños, la estación de tantas veces, la del bar Sandoval, donde tomó tantos cafés que perdió la cuenta, la de bajar con la mochila para acercarse andando a la Trapa o al soto de Tariego a pasar el día con los amigos, la del San-Gar donde vio tantas actuaciones memorables, la del Rosumar, con la mejor música entonces de toda la provincia, donde en lugar de Gloria Gaynor o Julio Iglesias se escuchaba a los Doors, a Janis Joplin o a Jimi Hendrix, la del chocolate del Café Español, la del andén de tantas conversaciones y donde le contaron muchas cosas que también apuntó en su cuaderno viajero, como aquella historia de una reina camino del exilio que paró allí a descansar en una noche triste: “Qué estación es esta?, Venta de Baños, majestad, ¿y de qué le sirve tanta majestad a una reina sin corona?, respondió Victoria Eugenia cuando ya el tren arrancaba camino de Hendaya mientras ella, desde la ventanilla, saludaba con lánguida desgana a los curiosos que ocupaban el andén y los primeros trabajadores ferroviarios se frotaban las manos de frío y se preparaban para iniciar una nueva jornada entre raíles, traviesas, vagones y máquinas de vapor que le daban a la estación el aire misterioso de una ciudad con niebla. Eran las primeras luces de un 15 de abril, corría el año 1931, el rey Alfonso XIII había partido la misma noche del 14, en coche,


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hacia el puerto de Cartagena, en tanto la reina y los infantes tomaban el tren camino de Francia y allí empezaban las muy pronto frustradas esperanzas de un mundo mejor para un país cansado de sufrir en silencio. Sueños rotos de los que también Venta de Baños sabe mucho, porque con la niebla se fueron, en un vagón destartalado, las derruidas paredes del edificio que da nombre al pueblo, la antigua briquetera, hoy felizmente convertida en centro cultural, la azucarera, que dejó el regusto amargo de un desmantelamiento apresurado y salvaje a mayor beneficio de la especulación sin alma, la fábrica de esperanzas que se llamó Cementos Hontoria y que hoy, languideciendo por la crisis, después de cambiar de nombre y de dueños, afronta un futuro incierto que amenaza con hundirla. Pero todo lo que cae, anota, se puede volver a levantar y no es este un pueblo que se quede parado esperando una lluvia que no llega o cae a destiempo, sino algo dinámico y esperanzado en un porvenir mejor y posible a poco que se haga un esfuerzo. Por eso, a rey muerto rey puesto, unos se van pero otros llegan y las bases sólidas de un nuevo futuro industrial ya se están plantando de nuevo. Huelen a café, a dulce, a galleta, a patata frita, a sueños de niño, a esperanza de hombres y mujeres que quieren seguir en su pueblo y por eso, porque son y quieren seguir siendo de aquí, nadie los mueve y se mantienen en una lucha continua contra las adversidades de la crisis, porque saben que resistir es vencer y que tienen el futuro al alcance de la mano. Basta con extender los brazos para tocarlo y no dejar que se vuelva a escapar en un tren renqueante. Aquí –he tenido ocasión de comprobarlo- se sabe mucho de trenes, de los que llegan y pasan de largo, de los que paran para que unos bajen y otros suban, de los que se llevan esperanzas, pero también de los que traen ilusión y progreso. A esos es a los que no debemos dejar


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escapar, porque en ellos viaja el mañana de este pueblo de resistentes y el de todos aquellos que quieran compartir anhelos y proyectos para un mundo mejor, de los que siempre regresan a la eterna estación de paso, como el nómada que lleva su patria en sus zapatos, pero de vez en cuando se detiene allá donde el viajero siempre es bien recibido. Por eso nuestro protagonista cierra ya el cuaderno y da paso a este pregonero, que os desea que la fiesta no termine con unos pocos días de celebración, sino que sea continua, prolongada en el día a día, en las madrugadas para acudir al trabajo, en el humo de las fábricas, en la risa de los niños que han de nacer al calor de nuevos y mejores tiempo, en las conversaciones de las cafeterías y los parques después de una jornada en la que cada vecino de Venta de Baños se sienta útil a su pueblo y feliz de vivir en él, en la justa esperanza de los jóvenes, de que un mundo mejor es posible y no hay crisis que dure eternamente si nos empeñamos con todas nuestras fuerzas en que termine más temprano que tarde. La felicidad es un tren que hay que coger en marcha y en Venta de Baños se sabe muy bien cómo hacerlo.



POESÍA EN DERRIBO (Selección personal)



Poesía en derribo (selección personal)

Arquitectura, arquitextura, arquiternura, textura, ternura, templo, epidermis, arco de media piel, de medio punto. Friso, arquitrabe, mano, dedos lentos de amor que se deslizan por el barroco altar de tu edificio. De “Arquitextura”


Poesía en derribo (selección personal)

La tarde se ha marchado sin aviso. No se ríen las piedras de la iglesia con esa risa antigua que tu sabes y el plátano más grande del paseo ha dejado caer su última hoja. Alguien cruza la calle y no me importa. De “Arquitextura”


Poesía en derribo (selección personal)

“…sólo el mar de tu oculta geografía, ese mar aún plagado de misterios…” (Luis Eduardo Aute)

Acaso sea el sueño ya pasado de algún tiempo perdido y ese mar, que a ti también te moja, no tenga apenas islas, ni gaviotas, ni barcos tenues donde rompe el agua, pero yo allí los veo, navegando por tu océano interno, casi dulce, del eterno fluir de tantos ríos como en ti desembocan cada día. De “Arquitextura”


Poesía en derribo (selección personal)

Nunca va a atardecer si no lo quieres; si allá, en tu corazón, siempre es de día y no hay nubes que pasen ocultando la luz de la mañana; si nada te golpea, si la carne, trasciende de ser carne y se sublima en otro cuerpo amigo que te espera; si sigues sonriendo a los recuerdos que llaman a tu puerta, inesperados y te inundan de lágrimas felices. De “Trampas de la memoria”


Poesía en derribo (selección personal)

Caja de las sorpresas tu sonrisa, se asoma y el mundo se hace limpio, se hace luz, música.

Escucha la canción: puede ser "Yesterday", puede ser cualquier otra o "Ne me quite pas". Todo es lo mismo

menos tú. De “Trampas de la memoria”


Poesía en derribo (selección personal)

Tu vientre se ha curvado en el amor de un hijo al que esperamos con la justa impaciencia y la zozobra de no saber nombrarlo.

¡Y qué hermoso tocar Esa piel, tensa Como un melocotón; dejar mi mano deslizar cuesta abajo, curva abajo, abarcando la vida, tuya y mía que ocultas tras la piel.


Poesía en derribo (selección personal)

Naciste, Adriana, y se paró la lluvia. Se asomó el sol de otoño con su mejor sonrisa sólo para tus ojos asustados que se abrían al mundo; sólo para los ojos de tu madre inundados en llanto de amor inabarcable; sólo para mis ojos, que miraban atónitos tu cuerpo, tuyo y nuestro como miran los niños las estrellas.


Poesía en derribo (selección personal)

OJOS DE MAR Qué estás mirando, Mar, qué imágenes extrañas pueblan tus ojos ciegos, si no sabes aún de olas y caballos, si la luz no ha grabado en tu cerebro el color de las cosas, qué estás mirando, Mar, qué mundo oculto, di, que paraíso, donde nadie penetra salvo tú, que no pones condiciones al hecho de vivir y eres una pizarra donde sólo está escrito ese nombre de agua en que el amor navega.


Poesía en derribo (selección personal)

Único pozo de esta ciudad de arena, acudo a ti para calmar mi sed.

Tu portal se ha poblado de palmeras. De “Pasos en la arena”


Poesía en derribo (selección personal)

Adornaba con versos la arena de la playa por gusto de lo efímero. Las olas los borraban también de su memoria. De “Pasos en la arena”


Poesía en derribo (selección personal)

DRÁCULA En los portales de Baker Street, tras los árboles de Hyde Park, por las esquinas del Soho acecha el cazador furtivo. Su ritual despliega -abanico de niebla y filos de cristal, leves pasos felinos, delgadas manos de jugador de naipes-, el aire es una danza de silencio en la ciudad vacía.

Quienes pueden contarlo aseguran que han visto en sus ojos insomnes el nevado paisaje de los Cárpatos. De “Cuando soy el otro”


Poesía en derribo (selección personal)

"MADONNA" DE FILIPPO LIPPI Eras como de aire, el dulce caramelo al que todos amábamos con ese amor platónico hacia las cosas bellas que no nos atrevemos a tocar.

Más tarde vi tu rostro mil veces repetido en los Ufizzi, pero ya no eras tú; estabas instalada en el recuerdo de esas tardes por la Calle Mayor, de esa risa frágil como cristal que poco a poco se ha ido apagando, perdida entre el alcohol y la desidia.

De “Poemas del perdedor”


Poesía en derribo (selección personal)

Cuando el recuerdo sea una noche de lluvia y sin paraguas, una calle vacía el olvidado nombre adolescente por quien fingiste estar dispuesto a todo y a quien no diste nada, vacíos y anodinos te pesarán los años como losas de hielo. Con ese escalofrío que da el presentimiento, transcurrirá tu vida. Lamentarás no haber quemado naves cuando aún tenías fuego entre las manos que hoy contemplas vacías, porque el tiempo se ocupa de apagar las hogueras, de secuestrar la luz que brilla en la mirada de quien no supo un día alimentarlas.

De “Poemas del perdedor”


Poesía en derribo (selección personal)

CABALLOS DE TARQUINIA (Sarcófago etrusco, s. IV a.C.)

Cómo galopan por la muerte estos caballos!, ¡cómo golpea el viento y se detiene en sus crines de arcilla, en sus alas inmóviles, en las cuencas vacías de sus ojos sin ojos!. El artífice ha muerto. Un fuego ya extinguido perpetuó inasible la huella de sus manos.

Galopan los caballos por las sendas del tiempo. De “Barro en el barro”


Poesía en derribo (selección personal)

LAS MÉDULAS Los montes son de aire, oro, aire de oro al aire dorado de la tarde que levanta la tierra y es de oro la luz ardiendo entre castaños, horadando, galerías, de donde duras manos obtenían del agua luz y oro, oro y luz y agua y aire y manos que son tierra entre castaños. De “Barro en el barro”


Poesía en derribo (selección personal)

SO, WE'ELL GO NO MORE A ROVING Byron

BYRON EN VENECIA En Venecia, en un palacio a orillas del Gran Canal, Byron está escribiendo un poema: “ Entonces ya no vagaremos más tan tarde por la noche, aunque el corazón siga tan amante y siga tan clara la luna...” El suave chapoteo de un remo le distrae. Asoma a la terraza a ver el paso de la góndola y la luna se rompe en mil pedazos. Santa María della Salute flota a la deriva. Vuelve a entrar en la estancia y retoma el poema: “...Pues la espada dura más que la vaina, y el alma agota el pecho, y el corazón tiene que detenerse y respirar


Poesía en derribo (selección personal)

y el mismo amor tener descanso...” Mira al techo. A la luz temblorosa de las velas el fresco parece cobrar vida. Vírgenes barrocas flotan por el cuarto. En un arrebato de lucidez recuerda a todas sus amantes y recuerda sobre todo a las que no lo fueron, como certeros dardos clavados en su orgullo. Escribe: “...Aunque la noche fue hecha para amar, y el día regresa demasiado pronto, aún así, ya no vagaremos más bajo la luz de la luna”. En un palacio veneciano una noche cualquiera de 1817 es otoño. El poeta sueña con Grecia. De “Barro en el barro”


Poesía en derribo (selección personal)

Paseo por Roma y me persiguen gatos. Gatos tras las esquinas, en los bancos de la Villa Borghese, en las arcadas del otrora teatro, hoy casa Orsini, mojados gatos de Fontana Trevi, gatos viejos rondando el Colosseo, furtivos gatos, dueños de las ruinas en el Foro Trajano, gatos encaramados como estatuas sobre el arco de Tito, oscuros gatos del Castel Santángelo, gatos anfibios de isla Tibertina, gatos persas surcando el Esquilino, ociosos gatos, dueños de las Termas, gatos con negro frac del Quirinal, esquivos gatos de las catacumbas donde sólo ellos reinan, gatos enhiestos de Piazza Navona lustrando sus bigotes, tomándose el café por las terrazas, escaladores gatos de la Piazza Espagna, gatos de la pensión, que te perdonan con su antiguo desdén de dioses sabios. De “Barro en el barro”


Poesía en derribo (selección personal)

PLAZA DE LA CATEDRAL La tarde se desliza desde el reloj antiguo de la torre; saluda al transeúnte, al ocioso del banco, a los niños que juegan, a la estatua sin ojos del sol de tantos días que puntual se pierde tras los yesos reflejos del Pico del Tesoro. De “Estas piedras”


Poesía en derribo (selección personal)

Estas piedras respiran. Ciertamente respiran. Estornudan en las noches de invierno y si el calor aprieta, cuando duermen, roncan con un sonido grave como cuerno de caza convocando a los perros. De “Estas piedras”


Poesía en derribo (selección personal)

Bajo el magnolio, al viento intruso, al sol, a la tarde escribes. Suenan las hojas que olas parecen - tan cerca el mar-. Al cielo sin nubes, al monte -su bosque de eucaliptosmiras. Regresas al papel. Escribes.

De “Estas piedras”


Poesía en derribo (selección personal)

Contempla con minuciosidad el paisaje, el camino que asciende en la ladera, las margaritas brotando en la cuneta, a ambos lados; los insectos, indiferentes a quien pasa. Escucha su zumbido y trata de distinguir: abeja, moscardón, chicharra, grillo. A lo lejos, reconoce el murmullo de la fuente y la figura de un hombre encorvado que bebe agua con las manos. De “Estas piedras”


Poesía en derribo (selección personal)

Aquí los días se confunden. No es cierto que sea jueves. Discurre el calendario como un río de días imprecisos que se vuelven semanas, meses, años y no sé cuál de ellos es hoy precisamente. Nunca pasará nada que no haya sucedido por enésima vez. Mañana será martes. Seguiré atrapado dentro del almanaque mientras pasan las horas en sus barcos oscuros. De “Calles deshabitadas por la


Poesía en derribo (selección personal)

Perseguir el nirvana en una piel ajena, presentirlo posible, escribir largos versos encendidos de amor y de incerteza. No mirar, no saber, no tener nunca seguridad en nada, alejarse despacio una tarde de lluvia y no mirar atrás. De “Calles deshabitadas por la lluvia”


Poesía en derribo (selección personal)

Qué frágil, qué ágil tu corazón cazando la poesía al vuelo como quien coge raras mariposas en un país lejano o lanza un S.O.S. desesperadamente, en busca de su trozo de cielo, de raro paraíso que tanto se nos niega. De “Calles deshabitadas por la lluvia”


Poesía en derribo (selección personal)

EXTRAÑA DANZA AFRICANA Oscuridad y frío, sólo eso. Cuerpo de ola cimbreando en la noche. Imprevisto banquete para insectos nocturnos. Oscuridad y frío. Un cuerpo se adelanta profanando las líneas invisibles del aire, succionando la música. Todos éramos negros. Oscuridad y frío, sólo eso y una danza africana resolviéndose en fuego. Llama azul lentamente extinguida. De “Calles deshabitadas por la lluvia”


Poesía en derribo (selección personal)

Cada mañana limpio mis zapatos. Un pequeño cepillo me ayuda en la tarea de lustrarlos despacio. Los dejo tan brillantes que casi no me atrevo a pasear con ellos. En el bolso llevo un trapito a cuadros para quitar el polvo, lo que hago, con frecuencia, en mitad de la calle. Así todos los días y cuando llego a casa los coloco en su sitio, al fondo del armario.

Duermo pensando en ellos.

Apenas amanece, los saco con cuidado y los vuelvo a lustrar. Un pequeño cepillo...

Puntos suspensivos. De “Calles deshabitadas por la lluvia”


Poesía en derribo (selección personal)

¡Qué tonto eres!. Te proclamas poeta y tu barriga de hombre acomodado lo desmiente.

No tienes una amante clandestina y dulcísima a la que dedicar tus madrigales.

Te estás quedando calvo y no hay poetas calvos, ¿qué sería de las Musas, tan rubias con sus rizos al viento?: no querrían saber nada contigo.

Sin duda eres buen padre de familia, nunca sales de noche, no pruebas el tabaco ni abusas del alcohol -falso bohemioy te llamas poeta, pobre iluso. De “¿Quién te ha dicho que hables?”


Poesía en derribo (selección personal)

EXAMEN DE CONCIENCIA Viajé junto a Ray Brádbury, por el “País de octubre”. Recorrí los caminos con Jack Kerouack oculto en la mochila. Disfruté los descaros obscenos de Bukowsky. Devoré los aullidos profundos de Allen Ginsberg. Difundí las consignas de Leary y Malcom X. Disputé a William Borroughs un “Almuerzo desnudo”. Grité a coro con Dylan que los tiempos cambiaban. Amé a Norma Jean en un cuadro de Warhol. Compartí con John Lennon un castillo en el aire. A veces fui un ingenuo, a veces un cobarde. Mi sillón preferido me oyó aplaudir de lejos las proezas del Ché


Poesía en derribo (selección personal)

y en las cómodas noches lloré muertes lejanas. He sido, como veis, uno de tantos progres que arreglaban el mundo detrás de una cerveza. Podríais comprobarlo. Nada me queda ya sino la sensación de una tarea inútil, el vago sentimiento de que aún es posible una luz a lo lejos y ver, con desencanto, que antes de perder ya habíamos perdido. De “¿Quién te ha dicho que hables?”


Poesía en derribo (selección personal)

MANOS DE HIERBA Desde abajo nos miran con sus ojos de tierra, que ya no ven la luz. Una muda pregunta pugna por ser sonido, palabra que golpea los dormidos cerebros reproche silencioso dirigido a la nada. Viven en las raíces de los álamos blancos, en sus hojas de plata que tiemblan con el viento y los niños recogen sin saber que en sus manos reposan otras manos enterradas con prisa. Respiran en la hierba de cada primavera, andan con los que andamos por este prado fértil que abonaron sus sueños. Saben que no están muertos, que siguen respirando cuando alguien los recuerda. De “¿Quién te ha dicho que hables?”


Poesía en derribo (selección personal)

Para Teodoro Ceinos que mantuvo viva la llama de la utopía

Hay palabras que duelen al salir de la boca. Palabras como balas o como latigazos, truenos de una tormenta de lágrimas y barro. Pero si dices corazón, yo digo Teodoro.

Hay días en que uno no está para nadie, que estaría encerrado sin moverse de casa, sin salir al trabajo ni coger el teléfono. Pero si dices amigo, yo digo Teodoro.

Hay ideas que alumbran como un bosque incendiado, como un día sin nubes o una luz en la noche.


Poesía en derribo (selección personal)

Ideas que mantienen la llama de la vida. Pero si dices libertad, yo digo Teodoro. De “¿Quién te ha dicho que hables?”


Poesía en derribo (selección personal)

Es verano en el mar de mi memoria y alguien llama a la puerta. Parece un extranjero. Es un extraño del que sólo conservo la vaga sensación de haberlo visto antes. ¿Por qué sonríe?. ¿Por qué me alza en sus brazos y le brillan los ojos como estrellas de nieve?. - “Dale un beso, es tu padre” -escucho que me dicen desde un lugar sonámbulo mientras el agua arrastra mi castillo de arena-. -“Ya me irá conociendo. Toma, lo traje para ti desde un país lejano.” Y la luz que se aviva muy despacio, con la llama insegura del recuerdo. Las olas del pasado me arrastran al lugar oscuro de la casa. Para que nadie vea ese modo de la felicidad al que llamamos lágrimas.


Poesía en derribo (selección personal)

Cuándo empezó a pasar, de qué manera, quién constató el primero lo que empezaba a ser erosión y destierro, aguanieve de frío, lenta demolición de quienes se sabían inmortales y ahora se preguntan en qué vereda fue, en qué curva qué cruce de caminos, que mañana comenzó el deterioro a plantar sus banderas, a surcar con arrugas el mapa de unos cuerpos que atrapaban la luz como quien coge un pájaro y echaban a volar sin miedo a la caída. Quién constató el primero que lo eterno no existe, en qué espejo miró, en qué rostro aterido sintió su propio frío y ya lo supo. De “Todos los regresos”


Poesía en derribo (selección personal)

"Quedará de vosotros lo que queda de los que vivieron antes" Lucrecio

Descubrimos un día que todo es ya recuerdo, que el presente es un roce fugaz, imperceptible; el futuro, aquel aire que acaso trajo lluvia.

Y yo a merced del tiempo a la deriva mi cuerpo naufragado.

Preguntamos entonces qué será de nosotros, si permaneceremos en alguna memoria o seremos ceniza sólo, paja al viento que abonará la tierra, el eco de un sonido perdiéndose en la noche. De “Todos los regresos”


Poesía en derribo (selección personal)

Entre lo pobre, por campos pastoreados expuestos a la lluvia, a los vientos del norte, a la escarcha aterida; donde ya la esperanza ha huido en bicicleta por escapar del hambre, callado, pájaro nuevo que se cayó del nido, abrigado a la sombra de la única encina, con voluntad de fragua, rico en adversidades, espero.

De “Todos los regresos”


Poesía en derribo (selección personal)

No lo antiguo, no las edades, no los gestos del héroe, los besos -tan fugaces-, no la nieve, no la piedra o la torre, el tiempo, el mar, las manos -no las lágrimasque una vez acunaron la esperanza.

De “Todos los regresos”


Poesía en derribo (selección personal)

Llegaban como llega la luz -cálida y para todosy se marchaban para no volver. Eran el viento fresco, el tacto suave, el sabor dulce, el gozo de los días a su lado y las noches a solas pensando en ellas, pero siempre se iban y no decían adiós. Acaso ni sabían que existíamos, que nos alimentábamos con sus tibias sonrisas de algodón de azúcar. Eran la imagen viva de un deseo incipiente en aquel tiempo oscuro que sólo su presencia de cometa iluminaba. Nunca se despedían. Sufríamos por ellas –ahora puedo decirlopero permanecieron habitando el recuerdo, como el sueño intangible de días muy lejanos. No lamento su marcha porque hizo posible este poema. De “Todos los regresos”


Poesía en derribo (selección personal)

NAUFRAGIO Para mi padre, en el recuerdo.

En las tardes de lluvia y de naufragio te recuerdo a la mesa, con un libro de Dashiell Hammett o Marcial Lafuente. El otoño golpea los cristales

con sus látigos de agua y tu mirada pasa de Philip Marlowe a las calles extranjeras y tristes de Hannover por las que perseguiste, como un paria,

tu pedazo de pan. Sólo alcanzaste fracasos y nostalgia a manos llenas, material de derribo, la esperanza

vana en algo mejor que no era tuyo. Fue un vacío la copa de la vida lleno del largo adiós de los que pierden.


Poesía en derribo (selección personal)

Quién es ese que mira y se conmueve de contemplar su propia decadencia; quién es ese que al fin toma conciencia de que el tiempo ya trajo mucha nieve

y el espejo no miente, cuando leve muestra el reflejo ingrato de la ausencia, los años que pasaron, la imprudencia de no aceptar que el viento se los lleve.

No soy yo, soy un ser imaginario, un hombre que se mira en el espejo, como quien mira tímido a un abismo

y destruye las hojas del diario. Vano intento por no sentirme viejo cuando sé que al final todo es lo mismo.


Poesía en derribo (selección personal)

LA PALABRA FELICIDAD La palabra Felicidad es una palabra avara, celosa de sí misma, esquiva, difícil de capturar. Uno sale a su encuentro con no mucho optimismo, con la esperanza del escéptico, pero esperando, al fin y al cabo. Se sienta junto a la puerta para verla pasar y, si la caza al vuelo, encerrarla en la jaula que forma con sus manos. Deja la casa abierta y sin cerrojos, con un café caliente esperando en la mesa y la sonrisa puesta como un niño con traje de domingo. Pero la palabra Felicidad, ya lo he dicho, no se prodiga mucho. Casi siempre


PoesĂ­a en derribo (selecciĂłn personal)

la vemos caminando por la acera con sus piernas de escĂĄndalo, su cabellera al viento, su risa de Gioconda; pararse a nuestra puerta, mirar, dubitativa, hacia ambos lados, su dedo junto al timbre, a punto de llamar mas, se arrepiente, reanuda el camino sin mirarnos siquiera y duele descubrir -implacable certezaque es a otro a quien busca.


Poesía en derribo (selección personal)

Toco el paisaje con las manos y se disuelve en luz, oleaje del cielo en el pozo insondable del agua que no cesa. Lo de arriba está abajo, lo de abajo es arriba, ¿dónde está el que contempla? ¿en la luz, en la nube arrastrada que pasa y permanece, en el fluir del líquido cristal de la memoria?


Poesía en derribo (selección personal)

UNA REFLEXIÓN SOBRE EL PASO DEL TIEMPO Y UN ABRAZO PARA ÁNGEL CUESTA Qué es el tiempo, Ángel, sino una sucesión de dibujos difusos, desvaídos retratos superpuestos sobre el rostro de un niño, hilera de unos días -anudados como cuerda de presoscuya suma es la suma de lo que ahora somos. Eso es nuestra vida, Ángel: el viejo calendario que cada año se borra y se vuelve a escribir con pluma desgastada, con diferente tinta, con la perseverancia del que persigue un sueño.


Poesía en derribo (selección personal)

HEY, JOE Hey, Joe mira todos esos diamantes brillando sobre ti. Puedes alcanzarlos. Seguro que puedes alcanzarlos con una pequeña ayuda de tus amigos. Lyla vuela ya con Lucy en ese cielo con diamantes azules mientras Janis canta el “Blues de la Tortuga” y Morrison es un jinete en la tormenta. Hey, Joe, la guitarra de Hendrix está ardiendo y Angie llora en su pesadilla de arañas marcianas. “I have a dream”, Joe, tu y yo, en el jardín del pulpo o en el paso de cebra de Abbey Road Podríamos ser héroes “A day in the life”, abrir la puerta de “La casa del jacinto” y entrar de lleno en “La cara oculta de la luna”. Hey, Joe, paseemos por el lado salvaje. Tu y yo, Joe y esa música


Poesía en derribo (selección personal)

que no cambiará el mundo: “It's only Rock and Roll”. Hey, Joe “In girum imus nocte et consumimur igni”. Giramos en la noche y somos consumidos por el fuego.



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