Me he mirado al espejo y no reconocía a aquél que me miraba. Me pareció un extraño -mucho mayor que yo sin duda alguna-; un intruso en mi cuerpo mirando por mis ojos, hablando con mis labios, aventurando hipótesis sobre el paso del tiempo, el muy cretino. Pero a mi no me engaña por más que se disfrace de mi mismo y pise las aceras con mis pies, porque yo sé que es otro: el que usurpa mi cara, el fantasma, el enemigo oscuro de las tardes de lluvia.
AUTOBIOGRAFÍA Mi biografía no es nada interesante: mil batallas perdidas, algunas antes de ser libradas, quizás por cobardía, quizás por timidez o por molicie. Aún no me atrevo a decir el por qué, a reconocer que todo este fracaso dura cincuenta años y alguno más le queda porque ya no hay remedio. Siempre estuve enrolado a ideas perdedoras, pero ¡tan luminosas! que sería imposible no cegarse con ellas. Por eso soy un topo caminando en la noche, a tientas por la vida,
a tientas como un ciego que dice: “¡yo lo he visto!” y nunca verá nada. Así soy yo. Ya veis qué poca cosa. Día a día trabajando en tareas sin ningún beneficio. Lo digo y no me creen porque mi foto sale en el diario local saludando al alcalde o a un escritor famoso, recibiendo algún premio, opinando de algo que a ninguno le importa. Pero ¿ese soy yo?. Mi madre está orgullosa. Se piensa que su hijo es alguien importante y por más que le cuento mis fracasos, me termina diciendo ”Anda, calla. Ya estamos, tu siempre tan bromista”. No hay quien la convenza,
porque para una madre su hijo es lo primero. Pero yo sé que es cierto aunque duela decirlo y no lo reconozca ni enfrente del espejo, para que el falso azogue que sustenta mi vida no acabe desconchado, acaso roto. Aunque siga peleando contra viento y marea, Aunque me venza el sueño mientras otros calculan por mi, otros deciden mi lugar en el mundo. Y seguiré fielmente la predestinación, como un rebaño manso marchando al matadero.
EXAMEN DE CONCIENCIA Viajé junto a Ray Brádbury, por el “País de octubre”. Recorrí los caminos con Jack Kerouack oculto en la mochila. Disfruté los descaros obscenos de Bukowsky. Devoré los aullidos profundos de Allen Ginsberg. Difundí las consignas de Leary y Malcom X. Disputé a William Borroughs un “Almuerzo desnudo”. Grité a coro con Dylan que los tiempos cambiaban. Amé a Norma Jean en un cuadro de Warhol.
Compartí con John Lennon un castillo en el aire. A veces fui un ingenuo, a veces un cobarde. Mi sillón preferido me oyó aplaudir de lejos las proezas del Ché y en las cómodas noches lloré muertes lejanas. He sido, como veis, uno de tantos progres que arreglaban el mundo detrás de una cerveza y sigo siendo ahora un progre trasnochado, un rebelde sin causa contando batallitas. Podríais comprobarlo. Nada me queda ya sino la sensación de una tarea inútil, el vago sentimiento de que aún es posible
una luz a lo lejos y ver, con desencanto, que antes de perder ya habĂamos perdido.
ANIMALES PELIGROSOS Ciertamente confunde su apariencia, su exacto mimetismo que despista al hombre de la calle. La promesa es su arma preferida y su poder hipnótico es algo conocido desde tiempos antiguos, pues no ha evolucionado. Inocula a sus víctimas el virus de la fe y un modo de ceguera por suerte transitoria. Actúa cada día, pero ataca con mayor virulencia en fechas muy concretas y en tiempo de elecciones. No se le conocen depredadores.
En este poema está permitido fumar incluso tabaco, pero no se admite bajo ningún concepto, so pena de excomunión, rezar el rosario. No se reserva el derecho de admisión, pero el caballo y la pistola deben dejarse a la puerta y se prohíbe la tortura. Se anima a todos los asistentes a sonreír y caminar desnudos bajo la lluvia, mas, absténganse curiosos, morbosos, piadosos y otros osos de garras afiladas. En este poema, se permite la blasfemia y la palabra soez pero se proscriben las puñaladas traperas, los tiros por la espalda, las zancadillas y los favores con ánimo de lucro. Es más: quien quiera puede quedarse
con tan sólo aportar un adjetivo, una metáfora, cualquier quincalla a mano. No se admiten propinas, gafas oscuras, dientes de oro ni tarjetas de crédito.
Me refiero a un lugar sin habitantes. Allí los días son grises, del color enfermizo de la decrepitud. Los viajeros creen estar dormidos y sueñan con banderas del color de la sangre Podría confesaros que no soy lo que fui y os estaría engañando. Poblábamos los sábados la esquina del correo. Vimos pasar mensajes que iban sin remite mas, supimos los nombres de las ratas
y todas sus guaridas. Quisimos asaltarlas sólo por amistad, a riesgo de una vida prestada en alquiler a viejos himnos. Miré para otro lado y Roma estaba ardiendo. A veces pongo en duda que fuéramos tan jóvenes. Alguien pedía auxilio y nosotros cantábamos. No cabe más quincalla en nuestros corazones: un vino que es vinagre, pañoletas de fiesta, una baraja donde todo son bastos, calderilla, el oro de los tontos. Hay momentos propicios al recuerdo
a salvo de testigos, en que podría señalar uno por uno, a todos los culpables; elaborar un plan para incendiar el mundo; llamar a cada puerta sin nada que vender, con la mano extendida como haría un mendigo que nunca espera nada. Pero aún no es el día. Corren por la ciudad los coches del desguace -un 127, un Simca 1000llevándose los sueños. Ya os dije que hablaba de un lugar deshabitado.
Este cuadernillo fue impreso en Palencia, el 21 de mayo de 2015, con una segunda edici贸n de cincuenta ejemplares numerados Ejemplar ____/50
Contacto con el autor: julianalonso55@gmail.com