(SELECCIÓN)
PARTICIPANTES Fotografía.-
Pintura.Acacio Puig Amando Cuellas Ángel cuesta Félix de la Vega Fernández Pera Fernando Bergés Goyo Antón Luis Rodríguez Vicente Mateo
Gregorio Antolín María Rosa Alonso Narciso Maisterra (fotocollage) Rubén del Valle
Vídeo digital.Gregorio Antolín
Grabado.-Yegor Kovalchuk
Textiles.Javier Guardo
Escultura.Adolfo Revuelta Antonio G. de la Rosa Luis Alonso
Objetos.Fernando Zamora
Poemas y textos.Bernardo Fuster Carmen Centeno Javier Villán Jesús Aparicio Julián Alonso Manuel Bores Marcelino García Velasco Sara Tovar Música.-
SUBURBANO
LOS PIRATAS DESEMBARCAN EN PALENCIA Hubo un día en que los piratas dejaron de buscar tesoros, hartos de no encontrar nunca aquel definitivo golpe de fortuna que les permitiese vivir como reyes. Por muchos doblones de a ocho, joyas y lingotes que conseguían nunca era suficiente. Asaltaron Panamá, Veracruz, Campeche, tomaron La Habana, Cartagena, Maracaibo… En sus manos cayeron decenas de galeones que transportaban el oro robado a los indígenas por los españoles, pero a pesar de las incontables victorias comprobaron que algo había fallado, pues por más asaltos que lograban y por más que crecía su bolsa, no conseguían encontrar el fin que les hiciese felices. Desesperados, después de cien años de guerra interminable y embebidos por el fulgor de las batallas, habían olvidado por qué un día se hicieron piratas, por lo que decidieron convocar de nuevo al Consejo de Ancianos de Isla Tortuga. La cita se estableció en la mítica playa donde una noche de 1630 constituyeron la Cofradía de los Hermanos de la Costa. Junto a los Ancianos se convocó igualmente a los capitanes de más prestigio. Fue una reunión secreta, para evitar que sus enemigos se reorganizasen aprovechando ese momento de flaqueza y les diesen el golpe mortal definitivo. Fueron muchos los que acudieron a la cita, los vivos y los muertos, los que en su momento claudicaron y acabaron trabajando a sueldo del poderoso y los libertarios, los que empezaron de bucaneros para hacerse filibusteros, y los que empezaron de filibusteros y acabaron de gobernadores y obispos; los que renegaron de patrias, de dioses y de reyes y los que, para engordar la bolsa, aceptaron reyes, dioses y patrias; los lisiados y los enjoyados, los ahorcados, los borrachos y los sobrios, los viejos y los jóvenes: todos tenían algo que contar. Incluso los traidores, que eran muchos, pues hubo un día en que fueron honestos y su experiencia era también valida para sacar conclusiones. Pasaron días y noches deliberando y discutiendo. Se recordaron historias de abordajes y asaltos a puertos y ciudades. Hubo enfrentamientos, se echaron en cara traiciones y fracasos, incluso hubo algún duelo a muerte, pero como parte de ellos ya estaban muertos, no tuvo consecuencias en cuanto al número de asistentes. Entre dimes y diretes se revisó la historia de todos ellos, uno por uno, hasta llegar a una definitiva conclusión: Habían equivocado su objetivo. Se hacía necesario volver a poner de nuevo las cosas en su sitio. ¡Ya nunca más perseguirían tesoros!. La conclusión que salió de aquel encuentro era clara y contundente: el único tesoro estaba en ellos mismos. El gran tesoro era el motivo por el que se hicieron piratas y por lo tanto lo único que podía volver a hacerlos felices: la búsqueda de la libertad. Después de festejar el hallazgo se despidieron tomando cada uno un rumbo diferente, pero con la satisfacción de saber que lo que perseguían ya no era una meta concreta, su objetivo estaba en el mismo viaje, en el hecho de zarpar para navegar y vivir libres. Así, sin patrias, sin amos, sin dioses y sin mapas de tesoros escondidos, fueron deslizando sus naves por mares y océanos con el objetivo de llegar a cualquier sitio para hablar de su descubrimiento. Decidieron contar de uno al otro confín que la acumulación de caudales y doblones solo les llevó al enfrentamiento, a las luchas fratricidas. Así fue como volvieron a hacerse a la mar, para decirnos a voz en grito, que su única consigna es y será: ¡Viva y vive la libertad! Y con ese lema han desembarcado en Palencia. Siempre habrá gente que prefiera a los piratas presos en los libros de historia. No importa, a esos dejarles buscando tesoros que no existen en islas temáticas bajo palmeras de cartón piedra. Dejadles con sus mapas llenos de cruces entre bloques de hormigón. Probablemente allí se encuentren con los piratas renegados, con los que acabaron de militares, de obispos, de gobernadores traidores o de prestamistas, con los piratas-reyes, con los piratas-presidentes de imperios, con los mercenarios y con los lacayos: con los que no acudieron a la cita secreta en Isla Tortuga. Nosotros, aprovechando que están aquí, repararemos las velas, desplegaremos la cangreja en el palo mayor, embarcaremos con ellos -¡todavía estamos a tiempo!-, en un barco sin bandera, para inventar y reinventar la libertad, porque la libertad de nuestros piratas, los que al final decidieron ser eternamente jóvenes y pobres, no es un objetivo, un puerto, un galeón, ni un tesoro escondido en un lugar remoto: la libertad, es una forma de vivir. BERNARDO FUSTER
Que es mi barco mi tesoro, que es mi diós la libertad, mi, ley la fuerza y el viento, mi única patria la mar. “La canción del pirata” José de Espronceda
ACACIO PUIG
AMANDO CUELLAS
ÁNGEL CUESTA
FÉLIX DE LA VEGA
FERNANDO BERGÉS
GOYO ANTÓN
LUIS RODRÍGUEZ
LUIS RODRÍGUEZ
VICENTE MATEO
JAVIER GUARDO
FantasĂa frente a Istambul
JAVIER GUARDO
Atardecer pirata, en el horizonte destellan‌
ADOLFO REVUELTA
ANTONIO GONZÁLEZ DE LA ROSA
LUIS ALONSO
FERNANDO ZAMORA
GREGORIO ANTOLÍN
GREGORIO ANTOLÍN
GREGORIO ANTOLÍN
MARÍA ROSA ALONSO
Jack Sparrow
MARÍA ROSA ALONSO
Título
NARCISO MAISTERRA
Claroscuro - Menta y Calavera
NARCISO MAISTERRA
Claroscuro – Calavera Perfil
YEGOR KOVALCHUK
CARMEN CENTENO BRAVOS como los sueĂąos, rĂĄpidos como la sangre, bellos como la noche, hirientes como el rayo cruzan por nuestras vidas los piratas del tiempo y nos roban las galas y nos dejan desnudos y nos pintan arrugas, canas, dobleces, manchas, imposturas, artrosis, callos y cicatrices. Sin piedad nos abaten, que no gastan lindezas los piratas.
CARMEN CENTENO Si me cuentas un cuento, que sea de piratas, bucaneros, tesoros, velámenes, castigos, venganzas, extorsiones, perlas, sortijas, islas, galeones, destierros, sabor de ron, tormentas, mazmorras, abandonos, noches y recompensas. Si me cuentas un cuento, que sea de piratas, rescates, borracheras, peligros, travesías, amores, desamores, partos, apoteosis, luces, cadenas, sal, horizontes, bramidos, oros, cuerpos, amantes, mascarones y lágrimas. Si me cuentas un cuento, que sea de piratas, mayúsculas, errores, aciertos, desventuras, esquinas, rayos, truenos, espumas, sinsabores, caminos, premios, dudas, humedades, silencio, banquetes, soledad, vientos y libertades. Si me cuentas un cuento, que sea de piratas.
JAVIER VILLÁN UN CORSARIO EN EL CANAL DE CASTILLA I La noche era oscura y aborrascada y desde la misteriosa nave no se distinguía luz alguna en los pueblos próximos al Canal de Castilla. Caía un temporal impropio de los primeros días de Septiembre, y la llanura de Tierra de Campos semejaba un inmenso mar nebuloso y temible. Desde la llanura tampoco se vislumbraba nada del canal. Y eso permitió que un bergantín de pequeño calado, arriadas la velas y a golpe de silenciosos remos, se acercara a las proximidades de la capital de los vacceos. Nadie advirtió nada. Pero avanzada la mañana y encalmado el proceloso cielo, en las cercanías de Grijota, los lugareños advirtieron, fondeado, un bajel en el que ondeaba una bandera negra, una bandera corsaria. Y, junto a la enseña pirata, dos pendones, reproducción exacta de dos cuadros de Caneja: La verónica y Mujer peinándose. A la misma hora y en plena procesión del santo, San Antolín, el Corsario Negro desfilaba por la calle Mayor con su marinería. Tocado con un chambergo y envuelto en un elegante ferreruelo negro iba al frente de su pequeño ejército, lobos de mar vacilantes al andar sobre suelo firme. La tropa filibustera era más feroz de apariencia que de intenciones. Iba ciega de Vega Sicilia y cuando se agotó tan delicioso néctar la tomó con el clarete de Cigales y el verdejo de Rueda, que tampoco les parecía mal. Los dos desfiles se encontraron frente a frente; El Corsario Negro conminó a los fieles a dirigirse a la Fundación Caneja, sin que valieran de nada las protestas de Heliodoro Gallego, Corregidor de la noble ciudad de Pallantia. “Soy tan gentilhombre como vos y no admito más réplica que la espada, señor Corregidor”, dijo el Corsario. Y ya en la Fundación el corsario exigió a todos los palentinos juramento de vasallaje a la obra de Caneja.
JAVIER VILLÁN
II Visto como iban las cosas, don Heliodoro Gallego asentía jubiloso: “en tratándose de Caneja, todo vale. Sean ustedes bienvenidos a esta Fundación; vamos al noble Ayuntamiento y se les honrará como merecen”. De todo ello tomó nota el licenciado Rafael del Valle, historiador y cronista de la provincia. Y contra todo ello protestó el señor presidente de la Diputación, y algunas autoridades de la Xunta de Castilla y León, pretextando que los bucaneros incurrían en desafuero. Lo cual levantó las iras de El Corsario Negro y más aún de su lugarteniente Morgan. “Rayos y truenos que os pasaré por la quilla de mi barco el Rayo, si no cerráis la boca, lenguaraces”; clamó con voz de trueno. De no mediar el Corregidor, allí mismo los hubiera prendido y, cargados de grilletes, llevado a la sentina de su nave. Pero se contentó con exigirles juramento de que, a partir de entonces, aumentarían sus subsidios a la Fundación, para más honra y gloria de Caneja y de Pallantia. Lo cual fue celebrado por Heliodoro Gallego que dijo a Rafael del Valle: “tome nota, vuecencia”. Y éste la tomó en espera de su cumplimiento.
JAVIER VILLÁN III A todo el mundo sorprendió que los piratas tomaran Pallantia y nadie halló razones para el suceso. Mas, puesto a investigar por orden del Patronato de la Fundación, Rafael del Valle, al cabo de algunas semanas, evacuó el siguiente informe: 1.- Que durante su exilio de París, Caneja y su mujer, Isabel Fernández Almansa conocieron una noche en la Coupole a El Corsario Negro, conde de Ventimiglia y a sus hermanos, El Corsario rojo y El Corsario Verde, antes de que estos fueran ahorcados en Maracaibo . 2.- Que estos señores del mar, especialistas en temerosos abordajes, se enamoraron sin remedio de la belleza de Isabel. 3.- Que, caballeros y nobles sobre todo, ante el ceño fruncido de Juan Manuel por sus requiebros y galanterás, depusieron toda esperanza. 4.- Que Isabel y Juan Manuel prometieron invitarles a sus posesiones de Pallantia y León, tan pronto pasara la era del Sangriento Dictador, cosa que a los piratas les llenó de júbilo. 5.- Que, al discurrir los años y no recibir noticia del pintor ni de su esposa, a la que habían nombrado condesa del Mar Embravecido, El Corsario Negro, superviviente del feroz Van Guld, gobernador de Maracibo, puso proa a la Tierra de Campos a donde llegó por una intrincada red de canales y rios. 6.- Que el bucanero creyó ver en Isabel, la reencarnación de Honorata, bellísima condesa flamenca, gran amor de su vida e hija de su más fiero enemigo, el traidor Van Guld. El Patronato de la Fundación Caneja aprobó el informe, aunque lo mantuvo en secreto. Pero desde entonces, todos los años el dia de San Antolín, El Corsario Negro se pasea por la calle Mayor rodeado de la admiración de los palentinos.
JESÚS APARICIO CAÍDA Y ASCENSO DEL GARFIO I.Vigilante, erguido en el balcón de popa, con un brillo asesino en la mirada, supervisaba el orden de las filas a la entrada de clase, haciendo restallar en el silencio del patio la cadena de plata del silbato. Cabizbajos, cada cual en su puesto, resignados y atentos, como los galeotes condenados a galera perpetua, nadie osaba enfrentarse al capitán y, encadenados por parejas en los pupitres, iniciábamos una boga lenta hasta ponerse el sol. El Garfio, ese era su nombre, e Incógnita y Temor sus apellidos. Toda la tripulación conocíamos su leyenda sombría, y que no hay pirata más peligroso que el que, varado en tierra, se rebela a su suerte.
JESÚS APARICIO CAÍDA Y ASCENSO DEL GARFIO II.Abandonado en tierra por culpa del motín de una tripulación ingrata piensa, con un brillo asesino en la mirada, mientras contempla el sol ponerse tras los montes de la isla desierta, que la vida es un continuo ocaso y que pierde quien hace de sueños su bandera. Siempre habrá un buen trabajo para quien nunca tuvo miedo ni de su propia sombra: Chulo de puticlub, árbitro de segunda regional, prefecto de primaria.
JULIÁN ALONSO “¡A navegar! que el viento ya te espera calle adentro.” (Bernardo Fuster)
Abandona la casa, no te quedes anclado en el país de la costumbre. Toma lo justo para la partida: un libro de Salgari o acaso de Jack London o de Stevenson y sal a navegar mares remotos. “¡A navegar!.” Deja sobre la mesa los recuerdos y no le des a nadie explicaciones, di tan sólo: "Me voy al Helesponto, a Samóa, a Fidji, a una playa salvaje del Mar Rojo. “¡A navegar! que el viento ya te espera calle adentro. ¡A navegar!”
y que te marque el rumbo la estrella más dispuesta a la aventura, que en la imaginación hay mares donde rompen las olas - suavemente como en verdes manglares de Paumutu; goletas, derivando a la aventura; viejos cargueros con bodegas llenas de especias orientales y de plata. Y tesoros. Y capitanes locos persiguiendo ballenas asesinas.
JULIÁN ALONSO Un vaso de buen ron sobre la mesa, Una mujer sentada en mis rodillas, Un galeón surcando las Antillas, Una puta con aires de princesa Mil modos de romper una promesa Un ¡Diós! para ahuyentar las pesadillas, Cañones prestos en las escotillas Apuntando directos a la presa. El mapa de una isla tan secreta Que no tenga ni nombre ni camino El timón que gobierna la goleta Los odres rebosando de buen vino. Y ¡hacia la libertad!, única meta, Donde nos lleve el viento del destino.
MANUEL BORES Scholia sobre unas líneas de “La voz de Lug”, de Toti Martínez de Lezea “…cuando el yugo del esclavo como un bravo sacudí.” José de Espronceda “La canción del Pirata”
Fui educado en la palabra y la razón, ejercité en mi juventud la música y la poesía. Mi cuerpo consagré al gimnasio y con pie descalzo cada tarde mi sombra perseguí en las suaves arenas del Egeo. Compañeros y rivales me llamaban “la sombra del viento” Partimos una mañana los jóvenes escogidos hacia los juegos atléticos de la dorada Alejandría. Sentados en el banco de madera aunábamos nuestras fuerzas al ímpetu de los remeros, y de nuestro corazón a los labios subía el canto unísono: “Hellas, Hellas, Hellas.” Piratas cilicios abordaron nuestra nave y nos vendieron como esclavos en Egipto. Pasé como moneda de mano en mano hasta llegar al servicio del legado de Roma en Lusitania. Son memoria los vítores en el estadio y la intensa mirada de las muchachas de cabello brillante y ligera túnica de lino. Se suceden ahora los días envueltos en niebla y lluvia.
Se suceden ahora los días envueltos en niebla y lluvia. Con esmero cuido su ropa y abrillanto su coraza. Le descalzo sus cáligas por la noche y froto con vigor su cuerpo tras el baño. Le sirvo vino tibio antes de la cena y espero sus mandatos en un rincón. Paciente escucho sus quejas, oigo adormecido sus desvelos. Sólo las estrellas han visto mis lágrimas, sólo el furioso viento ahoga mis quejidos. Perdura en mi piel la frescura del último beso de quien a la vuelta sería mi mujer. Pero nunca más mi boca pudo decir “agapimou”. He sido testigo de la cólera del romano en su lucha despiadada contra estos pueblos y sus dioses -su barbarie antes ya la conocí: no he de explicar por qué me llamaba ”el mudo” mi señor-. Pero he decidido ser libre. Corro ahora feliz como un atleta hacia los valles secretos de los cántabros. Mis pulmones aspiran anhelantes el olor de la umbría. Y oigo en el bosque profundo un eco sagrado que dice: “Hellas, Hellas, Hellas.” Que Lug y Deva guíen mis pasos.
MANUEL BORES Llegaron un día de invierno y saquearon nuestra isla. Nos quitaron las formas del paisaje, el olor de la hierba y los establos, el sabor del pan sin bregar, el murmullo de los chopos y del río, el fuego en la noche y el resplandor de la nieve bajo la luna, el canto antiguo de las ranas y la melodía cósmica de los grillos. Se llevaron nuestras palabras orear, resnalar, mancar, abasnar y también las cosas: campa y cueto, albarcas y barajones, alpendre, cellisca Tuvimos que olvidar, cambiar unas por otras, aprender otras nuevas: cunacho, tarja, hocino, terraplén, barda, postigo, lagarejo, arreñal
Volvieron años más tarde y expoliaron nuestra vida: el aire fresco en noches de verano, la magia de las luciérnagas, los juegos en los desvanes en tardes aburridas de invierno; el sonido de la lluvia en los tejados, el soplo del cierzo, el oleaje del trigo, la cigarra, el campo, el silencio; el oscuro sabor del vino y el intenso brillo de las estrellas. Sabemos que volverán los corsarios del tiempo. Pero ahora, sólo ahora, cuando ya casi nada nos queda, ahora, sólo ahora, hemos sabido cuán rica era nuestra isla. Y tenemos ese consuelo como un tesoro escondido.
MARCELINO GARCÍA VELASCO LA MUJER PIRATA HACE ya muchos años, cuando el pan no era libre y los niños soñábamos con pájaros y nubes de imposibles aventuras, en las viejas columnas de la calle Mayor amaneció un cartel de cine hiriéndonos los ojos, poniéndole antepecho a las pupilas, descanso a la mirada. Y en él, una mujer, ingrávida, se alzaba sobre el aire de un velero mecido por las ondas del mar, -bien ajustado el cinturón al fin de sus caderas, rotos la blusa y pantalón por donde se asomaba la carne a ver el agua,
la mano izquierda al cielo y la derecha sujetando el sablegritaba firme, alegremente. Y nunca pude saber si nos decía: venid conmigo, o nada más llamaba al abordaje a sus piratas. Os confieso que muchos no vimos la película, por poca edad para los cantos de libertad, o porque las monedas, cortas, de la propina eran insuficientes. Pero mientras duró su culto en la columna, íbamos y veníamos a la cartelera. Y, a pesar de los años, nos vive aún esa mujer hermosa, espada en mano y libre, y a quien llamamos, todavía, con el poder de todas su letras: Jeans Peters.
MARCELINO GARCÍA VELASCO EL PIRATA JOSÉ ESPRONCEDA ENTONCES, cuando el tiempo solamente era infancia, el pirata José Espronceda entró en la escuela a salvar a los niños de buena voluntad. Aquellos niños, para andar por el mundo, sólo llevaban en las manos un libro feo y triste que dirigía las respuestas, cerraba las ventanas de los ángeles. Ningún poeta se acercó a sus páginas, que se llenaban con los fríos saberes de Dalmau para la vida. Decía que una tarde, alcanzada la luz de la alegría en la fiesta escolar, un niño, con la voz camino de los cielos, contaba los cañones de las bandas de un temido velero bergantín cruzando el mar mientras en él la luna riela y el pirata en la popa escoge Patria y Dios. Y desde aquella tarde en la que un niño puso, con versos, en la escuela al pirata José Espronceda, nuestros ojos buscaron la luz profunda y brava de la libertad.
SARA TOVAR GRACE O’MALLEY (legendaria mujer pirata del S. XVI) -Kyrie, eleison … Tiemblan los españoles, suplican y rezan, aguarda el mar Caribe su festín de pirata, la Reina del Oeste, en greñas y camisa, empuña sus armas, arenga a sus hombres. -Christe, eleison… Agítase en ceniza, fuego ardiente de antaño, de garfas aguileñas, hollado el rostro enfrenta. Mascarón con vida, quimera del infierno, O’Malley, la irlandesa, es cosa de otro mundo. -Kyrie, eleison …
Mas algo se ha quebrado en su interior de hierro. Como si el mar le hubiera trepado a las mejillas, Por vez primera llora la Reina sanguinaria, que tuvo mano firme para matar un hijo. -…Satanam aliosque spiritus malignos,… Se rinde el español sin presentar batalla, a éxito tan fácil, botín aún más amargo: No hay vino en la bodega que cure tus heridas. Tu cuerpo de mujer, que nadie reconoce, con tierno corazón, llora desconsolada. …in infernum detrude. Amen.
La Reina del Oeste, Grace inmisericorde, tomada por espectro parece aún más temible. Sesenta veces fueron los signos para ella, sus huesos, no su alma, se duelen a la aurora. - Sancte Michael Archangele, defende nos in proelio…
SARA TOVAR CANCIÓN DE AMOR PIRATA
Cinco lunas todas llenas, cuatro popas, tres bodegas, Mary, Bonny, “Calicó”. Las estrellas, trece vergas, la de Rackham la menor. Tres varones en cubierta, en la cama un varón.
Jack por Anny, que ama a Mary, Mary quiere no ser John. Tres piratas, quilla al viento, para un sólo corazón. Cinco lunas todas llenas, cuatro popas, tres bodegas, Mary, Bonny, “Calicó”.
Se dice, acaso por influencia de los ideales románticos, que los piratas, por encima de cualquier otra cosa, perseguían la libertad y ese es también el fin último de esta exposición, porque ¿qué mayor libertad que la de los artistas, que dejan volar su imaginación sin freno y sin condiciones?. Por eso, nadie espere ver en las paredes de la Fundación Díaz Caneja una acumulación de lugares comunes, ni piratas de cartón piedra y tienda de disfraces, porque no los va a encontrar. Encontrará, eso sí, agua, madera y viento: materia prima con la que se fabrican los sueños. Y si alguno se pregunta: ¿los piratas dónde están?, se marcharon navegando en pos de la libertad. Por los mares se han perdido con el viento a navegar, que su tesoro es ser libres y no necesitan más. Pero aunque no los veamos, ellos están aquí y nos observan. Los soñadores, los piratas, los libres.