POEMAS DEL PERDEDOR Julian Alonso
(Selecci贸n)
"Un poema si no es una pedrada -y en la sienes un fiambre de palabras muertas..." Ram贸n Irigoyen
LOLITAS
Se meten en tu vida por la puerta de atrás. Son Bambi, o Minnie Mouse y a tí te gustaría ser como Peter Pan, no crecer, planear y caer sobre ellas. Pueden ser insolentes o tímidas, si quieren, pero saben usar todas sus armas como expertos soldados y tomar al asalto tu frágil corazón. Para marcar distancias te llamarán "señor" y jugarán contigo al escondite. Nunca están si las buscas, mas, siempre dejan pistas: olor a gel de baño,
a perfume discreto, pasos livianos, risas de cristal. Agachan la cabeza con timidez fingida y miran de reojo, el tiempo justo para que t煤 lo notes y comprendas la enfermiza pasi贸n de Nabokov.
TEMPUS FUGIT
Vendería mi alma al mismísimo diablo por ser tu mini short o tu bikini azul, El autobús que cada media hora pasa junto a tu puerta, el libro de latín que aprietas en tu pecho o la fotografía del artista de moda que nunca seré yo; el oso de peluche que comparte tu cama, el cepillo de dientes que, sin pudor, se instala en tu boca de menta; el chico de la moto, que pintó en su cuaderno un corazón flechado con tu nombre y al que siempre sonríes al pasar a su lado; pero, por una sola cosa renunciaría a todo: tener veinte años menos.
El tiempo haría el resto.
CAMARERAS
Como un arcángel leve, se deslizan sin posar en el suelo sus pies de bailarina. A veces, te preguntas si serán de este mundo, si son de carne y hueso, si esos ojos de sueño, que clavan insolentes en tu rostro azorado, son puertas que conducen a paisajes lejanos. Quisieras columpiar en su sonrisa, arder en el incendio de su pelo rojo, cruzar ese desierto de rubias intenciones, irrumpir en la noche, más allá de la noche, de sus negros cabellos, mas, no pueden ser ciertas. Realidad virtual, las tocas y se esfuman entre el humo del bar. Te dejan de recuerdo un plato inoxidable, y un güisqui en vaso alto.
A veces la cirrosis con que acabar tus dĂas.
El altavoz goteaba Charly Parker. Las notas discurrían lentamente en su trompeta de agua. Casi duele el recuerdo junto a un café caliente en esta hora de cielo gris plomizo.
El bar está vacío, con la justa penumbra de una tarde tan triste como otras.
La música no fluye, se detuvo perdida en el recuerdo de unas notas en clave de pasado. El café está frío. Lo tomo como una medicina. Me levanto. En mí sigue goteando Charly Parker.
Para Manolo Bores, Marco Polo perseguidor de maravillas improbables.
Mal que te pese, esto no es Los Ángeles. Ni tú eres Philip Marlowe, ni te sigue en la noche un Packard negro por la Calle Mayor. Mal que te pese, es sólo una ciudad donde no pasa nada, donde no pasa nadie; el pequeño lugar del que escaparse y al que regresarás como al lugar del crimen.
El tedio nos ahogaba. Salimos a beber el viento del deseo. Nos arrojamos juntos a un abismo de oscuras intenciones y cruzaron la noche blancos ríos de semen, blancos ríos de besos, blancos ríos, blancos. Desde entonces sabemos que no existe camino de regreso… que no existe camino… que no existe.
Has apostado todo a la Ăşltima carta y has perdido. Elegiste el dos de corazones. No sabĂas que ella prefiere el as de diamantes.
En tu nombre a caballo hay una fuente de la que ya no bebes, extraviada por un mundo de espejos retorcidos que deforman la vida en cada esquina con raras inflexiones, propias ya de un lugar deshabitado.
Nada es como es sino como se recuerda. (Valle Inclán)
Para mí fuiste Janis cada noche de alcohol y anfetaminas.
Con la camisa negra que nunca te quitabas y esos dibujos sucios, casi infames, prendidos con chinchetas sobre la cabecera como pájaros muertos en la fiebre; con tu terca costumbre de pedir mil pesetas que nunca devolvías y el desamparo triste de tus ojos oscuros.
Janis cada noche a punto de cantarme "Turtle Blues",
a punto de perderte en el naufragio de un sue単o sin retorno.
Janis, aquel invierno loco en tu cuarto alquilado que, al fin, abandonaste sin aviso.
Bloqueada la puerta de salida por un rĂo de besos perentorios, se nos ahogĂł el amor. Llegaron tarde los primeros auxilios y vimos su cadĂĄver partir en la ambulancia. Unos pocos amigos vinieron al sepelio.
Te hubiera dado todo, pero, ¡Dios!, ¡qué cobarde!, nunca pediste nada.
Cuando el recuerdo sea una noche de lluvia y sin paraguas, una calle vacía el olvidado nombre adolescente por quien fingiste estar dispuesto a todo y a quien no diste nada, vacíos y anodinos te pesarán los años como losas de hielo. Con ese escalofrío que da el presentimiento, transcurrirá tu vida. Lamentarás no haber quemado naves cuando aún tenías fuego entre las manos que hoy contemplas vacías, porque el tiempo se ocupa de apagar las hogueras, de secuestrar la luz que brilla en la mirada de quien no supo un día alimentarlas.
Solías silbar cuando estabas triste, "Room to move", de John Mayall y caminar despacio a la orilla del río. Por consolarte decías: "¿Para qué quiero un recuerdo que se empeña en doler?...", pero seguías triste, seguías solo con la luna oculta entre las hojas de los castaños de Indias. Ahora, la tristeza regresa de vez en cuando, como tú, con más canas y no te sirve un blues ni paseas de noche por aquella avenida donde te demorabas como si fuera tu último paseo.
Cultivas los recuerdos aunque duelan a veces, aunque a veces te digas que de nada han servido tantos aĂąos. Y sonrĂes.
"MADONNA" DE FILIPPO LIPPI
Eras como de aire, el dulce caramelo al que todos amábamos con ese amor platónico hacia las cosas bellas que no nos atrevemos a tocar.
Más tarde vi tu rostro mil veces repetido en los Ufizzi, pero ya no eras tú; estabas instalada en el recuerdo de esas tardes por la Calle Mayor, de esa risa frágil como cristal que poco a poco se ha ido apagando, perdida entre el alcohol y la desidia.
RETRATO DE JOVEN DESCONOCIDA
¡Qué lejos tu rostro desvaído que las fotografías me regresan!. Y ahora, cuando intento recuperar tu imagen más y más imprecisa ya no estás, eres un ser extraño, una de tantas sombras en la barra de un bar. El humo te oculta las facciones y tu rostro es de niebla, jirones de un pasado que no sé si es el mío.
NĂĄufragos en la noche, robinsones por los mares del Sur y del deseo, pobres enamorados sin amante cruzando la ciudad a la deriva a punto ya de hundirnos en el lumpen.
Las jarras de cerveza, olas de espuma, nos trababan la voz y la barra del bar era un rĂo de besos y de barcos llevĂĄndose el dolor hacia otras islas.
Vomita la ciudad sus excrementos y es la noche una ciénaga sin fondo donde el suelo confunde los zapatos.
Algo llega de lejos y pensamos: "sólo es un saxo herido en la ventana".
La luz del bar explota hacia la acera como un imán llamando a los borrachos al altar de sonámbulas deidades.
La noche es s贸lo un bar donde el licor es un extra帽o c贸ctel de oscuridad y luna que a veces sirven fr铆o y otras quema en los labios.