Treciembre - Andrés Quintanilla

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ANDRÉS QUINTANILLA BUEY

Treciembre

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Datos del autor: Andrés Quintanilla Buey, nace en Juneda (Lérida), hijo de padres castellanos (Burgos, Palencia), el padre ferroviario, con multitud de traslados, pasa su niñez y parte de su adolescencia entre Cataluña, País Vasco y Galicia, hasta su asiento definitivo en Venta de Baños (Palencia) y más tarde en Valladolid, pero Andrés siempre se consideró palentino de corazón y así se le reconoce. Fundador de la Revista Poética hablada “Juan de Baños” (Palencia), del Grupo Literario y Artístico “Sarmiento” (Valladolid), y de la “Academia Castellana y Leonesa de la Poesía”, cuya junta gestora presidió hasta su fallecimiento el día 3 de julio de 2008. Perteneció a la Academia de Juglares de San Juan de la Cruz y fue miembro colaborador del Instituto de Investigaciones y Estudios abulenses “Gran Duque de Alba”. Correspondiente de la Institución “Fernán González”, Academia Burgense de Historia y Bellas Artes, de Burgos. Hijo adoptivo de Fontiveros - Solar de la Poesía. Obtuvo importantes reconocimientos literarios, entre los que destacamos: En Poesía, el Boscán, Garcilaso, Ciudad de Ceuta, Gustavo Adolfo Bécquer, Ciudad de Valladolid, Ciudad de Martorell, Guipúzcoa, Rosalía de Castro, Fray Luis de León, Marina, Quijote de Oro y Quijote de Plata en Alcalá de Henares, Círculo de Poetas y Escritores Iberoamericanos de Nueva York. En Teatro, el Premio Nacional Tomás Morales del Cabildo Insular de Gran Canaria, el Gonzalo Cantó de Vilaplana del Ayuntamiento de Alcoy, Alicante, el Barahona de Soto en Lucena Córdoba, Festival Internacional de Teatro de Sitges. En Narrativa, el Premio Ciudad de San Sebastián, Casino de Mieres de novela corta, varias Huchas de Plata. Otros Premios en Periodismo. Entre sus numerosas obras, figuran “Instantes”, “La herida”, “Paz en la tierra”, “Rogelio”, “María Soltera”, “El día en que enterraron a Antonio Arana”, “La luz encerrada”, “Las coplas del botijero”, “Desde el jardín”, “Pasión en Granada”, “Secano”, “El grito” y “Llantogría”, en poesía. “Después del atentado” y “La escalera en el aire”, en narrativa. “Los pájaros muertos” y “La muerte en primavera”, en teatro.



ANDRÉS QUINTANILLA BUEY

Treciembre Selección e introducción de José Antonio Valle Alonso Fotografía de cubierta: Guillermo Quintanilla Benavente

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Idea, diseño y dirección: Julián Alonso © los autores Imprime: Edición virtual de “Cero a la Izquierda” Fotografía de portada: Guillermo Quintanilla Benavente Depósito legal:


POETA Andrés Quintanilla Buey, nace poeta, crece en poeta y se consagra en poeta lírico con el máximo galardón de desgarrarse siempre el sentimiento con la bella palabra, la poesía, por la gracia encendida del amor escrito en verso, desde sus primeros poemas editados en INSTANTES, con el alma boca arriba tocando la ternura del cielo, metiéndose en su piel el dolor último de un mendigo gallego, “Hoy he venido, amigo, ha visitarte/ en el silencio de tu paz prestada./ No encontré entre las huellas del camino/ el cansado pisar de tus sandalias./…….. Quisiera hacer perder al verso mío/ toda envoltura humana,/ cerrar los ojos, contener el pulso/ y escribir solamente con el alma……..Tú me dirás, que Dios es impalpable/ y sin embargo, en todo se le palpa./ Que se respira junto con el aire,/ y se puede tocar con la mirada”. Es que Andrés escribía con el alma, con el alma enfebrecida de amor, y el corazón en guardia, siempre con el pecho ardido, y lleno de dolor en la palabra, cara a cara con la herida, esa herida que sangra en ROGELIO de cuando niño, y que le acompañó hasta la mortaja…. Rogelio niño ante la muerte, “La vio desde la calle soleada/ y no se atrevió a entrar… Por vez primera/ Rogelio vio la muerte y supo que era/ distinta de la muerte imaginada. Y recorrió la vida palmo a palmo hasta el gris cansado de las cosas, Y se murió Rogelio, de repente./ A la manera de una mariposa/ al llegar el invierno, de una rosa/ una mañana triste… dulcemente...” Andrés sentía de repente el abrazo fundido del fuego con la nieve, y en un sueño profundo una noche de invierno apareció María, que bautizó Soltera, MARÍA SOLTERA, y, “María se enteró por la corriente/ del río aquella vez murmuradora./ María lo escuchó de [3]


aquella aurora.../ ...dejando de ser niña de repente./ ¡Qué breve fue el instante del encuentro/ y qué breve la voz con que se oía/ nombrar entre la sed de la llanura!…/ Ella la repitió venas adentro,/ sintiendo que en el pecho le nacía,/ casi sin darse cuenta la ternura”. Y porque cantar, cantar, Andrés cantaba al relente, y templaba el corazón con el rumor de la fuente, LAS COPLAS DEL BOTIJERO, “Porque somos así, dominadores,/ hombres a raja tabla, de una pieza,/ rebeldes al dolor y a la tristeza,/ altivos, ignorantes, soñadores./ tremendamente pobres, y creyentes/ -que Dios es cosa aparte- ; porque estamos/ al cabo de la calle y cuando hablamos/ lo hacemos con el alma entre los dientes./ Porque somos tan hijos del secano,/ tan hechos a la helada, al sol que tuesta,/ sabemos más o menos lo que cuesta/ ser español y encima castellano”. A Andrés, yo sé que en el hondón de la quimera se le encendía el amor que le abrasaba las entrañas, y sonreía en versos profundamente heridos cargados de ternura. EL DÍA QUE ENTERRARON A ANTONIO ARANA, “Antonio, analfabeto hasta muy tarde,/ enfermo desde niño de ternura,/ rendido enamorado de los lirios,/ amigo de los perros y del agua/ y ateo sabe Dios por qué razones,/ amaba a España tanto, con tal fuerza/ amaba a España, acaso sin saberlo,/ que tuvo que morirse./ El día que enterraron a aquel hombre,/ a aquel amigo mío, Antonio Arana,/ España estaba alegre. Amanecía”. Y sonreía Andrés con la ternura llena de paz sencillamente, y nos dejó sus versos, tan de nosotros, para encender en nuestra alma, la llama del amor en el olvido. SOLOS Para Araceli. “Y nos quedaremos solos,/ comiendo amor, como cuando/ teníamos la costumbre/ de entendernos sin hablarnos/ ninguna palabra, solos./ Y siempre, siempre, encontrándonos”. José Antonio Valle Alonso

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Andrés Quintanilla Buey

EL TREN DE LA VIDA Es difícil saber en esta hora cansada, de indeciso claroscuro, dónde voy y por qué. Y hasta es posible que ni el alma conteste a la pregunta. Mi tren no se detiene ante la alarma que hace sonar mi pulso, apenas pulso. Mi tren sin estaciones, corre, corre, con prisa de regreso inesperado. No huyo de nada, porque si examino el álbum de las cosas ya vividas sólo encuentro sonrisa entre las hojas. ¡Por qué camino entonces? La respuesta quizá esté en ese instante con que escriba la página del centro, que está en blanco. De “INSTANTES”

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Treciembre

DOMINGO DE ESPERANZA Hacia la calma azul del viejo puerto, como estrenando senda, van mis pasos. Hoy es domingo y tengo la mañana repleta de canciones y de pájaros. Las casas tienen hoy la cal más viva, que están los pescadores a resguardo. Hoy es domingo y Dios se nos derrama sobre los hombres y sobre los barcos. Hoy es domingo... Rocamor, al fondo, llamándome, esperándome, esperándonos. A un vuelo de gaviota. Casi toco su aliento dolorido con mis manos. Pero es domingo y Dios nos aconseja que pasemos el día perdonándonos. E imagino la Roca, toda llena de abrazos españoles y británicos. Que hoy es domingo solo y no me acuerdo de la desesperanza de ayer sábado. De “LA HERIDA”

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Andrés Quintanilla Buey

LUZ DE LA TARDE JUNTO A LABASÍLICA DE SAN JUAN BAUTISTA, EN BAÑOS DE CERRATO Tú y la luz de la tarde, en esta tarde de tanta luz. Mis versos y la fuente son más luz en la luz y son más fuente entre la luz bendita de la tarde. DE la tarde de luz, en que la fuente mana luz y más luz para la tarde tan repleta de luz; luz de la tarde reflejada en el agua de la fuente. Deja, Señor, que yo sea la tarde para coger el agua de la fuente y volcarla en mis versos en la tarde. Deja, Señor, que yo sea la fuente que recoja las luces de la tarde para inundar de luz toda la fuente. De “DIARIO QUEHACER”

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Treciembre

A José Luis, dormido junto al mar (Fragmento) AQUÍ ESTOY RECORRIENDO TU SUEÑO PASO A PASO,] hijo. Desde las cuatro esquinas de tu cama, ángeles en pijama dibujan tu sonrisa en azul… Desde el escaso recinto de tu pecho, llega hasta mí el latido de tu corazón nuevo, generoso y pujante. Tu aliento poderoso de hijo de Dios, gigante; tu breve sobresalto, mi pequeño dormido. (¿Qué brisa reidora, qué luz le pone marco a tu blanco silencio; en qué mágica altura estás jugando a lomos de qué cabalgadura, a bordo de qué barco? ¿En qué columpio gritas; en aguas de qué río te bañas; qué pradera mullida estás pisando; las losas de qué acera estás saltando ahora?...) Rabiosamente mío te guardo, te rodeo. Como un can centinela doy vueltas en tu torno; desaprieto los dientes y suelto mi palabra, la la que cuando me sientes escondo sangre adentro para que no me duela. De “AL BORDE DE UN SUEÑO” [8]


Andrés Quintanilla Buey

POEMA DE LA GOTA DE LLUVIA QUE NO QUERÍA SER AGUA No quería ser agua solamente, agua sin más ni más, a la ligera. Caer sobre un tejado, o una acera, y dejarse morir calladamente. No quería ser charco, ni torrente, acaso ni rocío… Una manera de ser y de pensar: Lo suyo era un sueño. Y se soñaba diferente. Un día, al buen tun tun, sin darse cuenta, entró en la nube aquella con fortuna y sucedió el milagro. Y fue granizo. El más madrugador de la tormenta: Cayó sobre el Portal, luego en la cuna, rozó acaso su piel… Y se deshizo. De “AL BORDE DE UN SUEÑO”

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Treciembre

EL PUEBLO Y SU PAISAJE , HOY Un agua que no entiende de oraciones se ha negado rotunda. El sol abraza mortalmente los trigos, despedaza el pan con sed en míseras raciones. Casas desiertas de hombres, con la raza puesta a secar de otras naciones. Mozas solteras, solas, sin canciones, sin sonrisas abiertas a la plaza. Si tú quieres saber, lector amigo, dónde alienta esta pueblo que yo digo de tan escasa lumbre y ruin cosecha, de casas viejas y de torre horrible, te diré que se encuentra en lo increíble, según se mira a Dios a la derecha. De “Rogelio”

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Andrés Quintanilla Buey

LA ERMITA DEL CAMINO Piedra para soñar, para quedarse definitivamente aletargado, viviendo ya por siempre deslumbrado y a pesar de la luz no despertarte. Piedra para besar, para elevarse sobre la piedra misma y elevado hundir el corazón en el sagrado de esta tierra y santiguarse. Bendita soledad, a dos escasos palmos de Dios. Aquí es donde mis pasos me vienen a buscar cuando me pierdo. Aquí lloro más fuerte y más a gusto y todo lo comprendo y no me asusto si surge de improviso tu recuerdo. De “MARÍA SOLTERA”

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Treciembre

...Antonio Arana, amigo de los ríos, íntimo compañero de las cosas sin alma, de las cosas que no saben nombrarnos, devolver nuestras caricias, ser nuestras o tenernos; de las cosas que no -piedras- nos saben nunca, nunca, ni frío ni calor, árboles, nubes, caracolas de mar, o caracolas de tierra, qué más da, pero vacías, de las cosas -montañas- que nos duelen, amigo, sin tener por qué dolernos. Mi pobre Antonio Arana, claro en todo, sencillo en la palabra, en el abrazo, rotundo en la tristeza. ¡Cuánta España en ti, sobresaltada y dolorida, Antonio”cuánta España de la buena viviéndote en la sangre, cuánta, cuánta España marinera, labradora, debajo de tu piel, digo tus huesos, digo tu mansedumbre y tus ojeras, Antonio, cuánta España en tus silencios!... De “EL DÍA QUE ENTERRARON A ANTONIO ARANA”

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Andrés Quintanilla Buey

TAL DÍA COMO HOY Tengo para llorar tan solo un alma, tan solo un alma, amor, y no es bastante. Tengo un solo camino y por delante mucha pena que andar y poca calma. Y tengo, amor, tan solo una garganta con mucha furia para un solo grito. Y solo un corazón con el que he escrito un único poema: ese que canta un pájaro cualquiera y que conoces, amor, por la palabra repetida, aquella que otra tarde hallé escondida allá donde dio Cristo las tres voces. Una palabra, amor, que nadie nombra, que solo yo conozco y que te digo desde esta soledad, mientras te sigo como una sombra, amor, como una sombra. De “Llantogría”

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Treciembre

POEMA Y allí estaba el poema, tan mínimo, en cuclillas, detrás de la espesura, llamándome, esperándome, aterido y atónito. No pájaro, no árbol, no rosa, no inquietante misterio, no rocío… Poema Azul y transparente, todo desvalimiento, hueso y piel, pero vivo. Allí, en lo más pequeño del parque, estaba, limpio, como recién lavado, casi al borde dl sueño, ajeno, aunque tan cerca los niños, el aroma punzante de la yerba, los castaños gigantes, los bancos del paseo, la doliente postura de la tarde, la siesta del mendigo, el discurrir del agua, el hambre de la tierra. Junto al pequeño corro de las flores moradas, allí estaba el poema, sabiéndose, sintiéndose. Vivo. Y allí sigue. A la hora cabal, cada jornada, me acerco hasta el poema, le descubro y me tiendo desnudo junto a él. Pronuncio una palabra que quiere ser un nombre y el poema se enciende. De “CAMPO GRANDE”

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Andrés Quintanilla Buey

LA ROSA BLANCA Aquí no hay más palabra que la que arde, ni más color que la que tiene el día. Un solo aroma. La melancolía de esta rosa. Y una verdad: la tarde. Llega Dios a destiempo, en un alarde de extraña compasión y compañía. Me dice: Toma, aquí está la alegría. Y me la entrega para que la guarde. Es una rosa blanca, que me mira como miran las rosas, cuando saben que han perdido su sitio en el rocío. Ya tengo llanto, mientras se me estira la piel del alma, hasta que se me acaben los ojos. Y el amor. ¡Gracias, Dios mío! De “CAMPO GRANDE”

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Treciembre

LO MÍO El caso es saltar, huir de todo lo que no es mío. Yo tengo una casa, un árbol, una esperanza, un destino, una palabra, una gente, una guitarra y un río. Yo soy de aquí. Y aquí sueño, canto y me fotografío. Cuando me alejo o me alejan, pierdo la voz y el camino. Si hiela, me escuece el alma, y si hace calor lo mismo. Yo soy de aquí, formo parte de lo que me mira y miro. Aquí me muero a diario y a diario resucito. De “ARAMBOL”

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Andrés Quintanilla Buey

HOY NO HA LLOVIDO I Hoy no ha llovido, amor, en todo el día. Como cuando se muere un niño tonto, así estaba hoy el cielo, amor; alegre, desesperadamente azul y alegre. He andado mi camino de costumbre -ya sabes: el camino solitario donde suelo ganarme, tarde a tarde, el trozo de ilusión que me alimentay he aprendido a decir palabras nuevas, palabras que no puedo repetirte de tan dulces, amor, en mi lenguaje. Yo no tengo la culpa de ser hombre que no admite más flor que la amapola. Áspero soy, amor, de dentro a fuera, lo mismo que la tierra que me nutre. Y he de hablarte de chopos y de piedras; de páramos, amor, porque es lo mío. Lo mío , de los dos, lo tuyo, nuestro.

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Treciembre

II Mas tú sabes, amor, que la ternura no está ni en la palabra ni en el gesto. Está donde la puso Dios un día. Quizás en la mirada; o en el alma, que es eso que tenemos no sé dónde, pero que nos aprieta y que nos duele. Tú lo sabes, amor, porque me esperas. -Ese regreso mío, a sol muriendo, sin palabras, amor, hasta tus brazos-. Me voy a declarar en huelga de hambre hasta que en Navidad cubra la nieve todo lo que anda mal en nuestro mundo. Y no voy a parar hasta morirme. Hasta morirme, amor, hasta morirme contigo, junto a ti, los dos, yo solo; yo solo, amor, contigo; en ti; morirnos los dos sin más ni más… Que hoy no ha llovido, que hoy no ha llovido, amor, en todo el día… Mañana no saldré por los caminos. De “DIARIO REGRESO”

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Andrés Quintanilla Buey

LA EXTRAÑA VISITA I Ya llega un nuevo día. Anuncia la mañana ese rumor que tiñe tu voz cuando me nombras. La niebla empuja y abres a traición mi ventana. El cuarto se me llena de luces y de sombras. Vuelvo a vivir. Apenas me conozco y respiro y apenas sé si es mía la sangre que me riega. Apenas me distinguen mis ojos si me miro; más que en lo que me afirma, creo en lo que me niega. Pero la vida sigue y llega un nuevo día que en vivo me convierte, sacándome del sueño. Me llamas y te escucho sin pena ni alegría: ¡Andrés!…, y es este nombre como un susto pequeño. ¡Ven...! Y no puedo. El musgo me ha crecido y me escuece la piel, como estirada sobre un campo de ortigas. Hay algo en la mañana que no me pertenece. Y no quiero seguirte, ni ni quiero que me sigas.

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Treciembre

II Clarea. Me amanece el sol en mi bolsillo izquierdo; en la mañana no amanece ninguno. Soy dueño de un poema mojado y amarillo que en esta madrugada será mi desayuno. Es un poema blanco, todo quietud y aroma, que forma parte de éste mi propio desaliño y leo con el alma, mientras el día asoma, como se lee un árbol, como se lee un niño. La luz está dejando de ser incertidumbre; poco a poco, en el cuarto van naciendo las cosas. ¿Y afuera? Luz que llega tan sin gracia sin lumbre, ¿recibirá el humilde saludo de las rosas? ¡Las rosas!… ¿Todavía? Agua,tapia, camino, (¿Las mismas qué recuerdo?), aquel jardín, aquella caricia. Y la caliente ternura del espino… D e aquel mágico instante, ¿quedará alguna huella? La niebla. Has vuelto. ¿Cuándo? Y callas y me callo. Quisiera preguntarte y mi alma no se atreve. El día no es del todo. Aún no ha cantado el gallo y tengo mucho frío. Te toco. Y eres nieve. De “ARAMBOL”

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Andrés Quintanilla Buey

TRECIEMBRE Último poema de Andrés Quintanilla Buey, escrito en diciembre de 2007

I ...Y Treciembre no llega; es el mes que no tiene sitio en el calendario, el mes que sobra, el pobre mes vacío, sin días, sin santos, sin domingos. Un mes a lo baldío, en el que nadie ha muerto. O nacido. Qué hueco tan terrible en el tiempo. Qué inutilmente eternas las rosas de Treciembre, qué tonos tan extraños, qué aromas tan distintos, rosas que nadie ha visto, tan solo imaginadas por el poeta, en noches de alcohol y pesadumbre. Loa años, sin Treciembre, son años incompletos, la página no escrita en la historia del mundo. (Cuando Cristo nos nace en Belén, están todas las cosas esperando, los hombres y los ángeles también; y los pastores, cada uno en su sitio; y aquellos dos alientos… Pero Jesús advierte el hueco de una ausencia: falta el cuarto rey mago, el rey que no figura en ningún Nacimiento, el Artabán perdido, el rey desorientado, el hueco doloroso del dulcísimo instante. Peroes real, verdadera, esta historia ignorada).

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Treciembre

II También Treciembre existe. Y tiene días, noches, y campos silenciosos, y silenciosa lluvia, y sus silencios tristes, sus silencios alegres, porque todo es silencio en este mes perdido en el lugar sin gracia de las cosas inmóviles. El sol pone en Treciembre su luz más desmayada, como si acariciara al dormido paisaje, al encogido asombro de las tardes sin pájaros. Qué vírgenes sus hondas cuevas deshabitadas, que nunca han conocido el nido, la aventura caliente de la vida, el prodigio constante de la muerte. Qué inútil la tierra sin caminos, el blanco desconcierto de la nieve sin huellas. Los días amanecen sin saber que amanecen; no hay ojos para verlo, voces para cantarlo, y así las horas pasan sin saber que son horas, ignorándolo todo: la ansiedad o el sosiego, la espera ilusionada, el dolor del olvido. Ninguna fecha, nada, donde anotar un llanto, una traición, un beso, una promesa, el luto por un amor, el ciego placer de una venganza.

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Andrés Quintanilla Buey

III En fin, lo que almacenan los mese conocidos, los meses que se nutren de la vida… En Treciembre existe solamente la soledad a solas, la estúpida belleza de lo jamás tocado. Todo Treciembre lleno de instantes infecundos. Cuánta mudez. Treciembre no es Artabán y nunca podrá encontrar el rastro de un tiempo que no espera, ni quiere repartirse, que vive en la costumbre de lo que siempre ha sido. No obstante, a mí me gusta. Treciembre, me fascina su ausencia irremediable, su desconocimiento de su propia existencia. ¿Albergará Treciembre el verso inencontrado, el verso que mantiene en vilo a los poetas, esa definitiva palabra misteriosa que nadie ha pronunciado? En la quietud terrible de sus montañas vírgenes, de sus pasmadas piedras, ¿se encontrará el secreto? Loa dormidos arroyos, el mar sin peces ni olas, el discurrir callado del aire ¿qué llamada estarán esperando? Y si un día, al mandato de un “levántate y anda” divino, despertara de un coma profundo, ¿cómo encontrarle sitio, cómo alargar los años y reformar el ritmo y alterar la costumbre del mudo?…

Imaginadlo. Callad e imaginadlo

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“TRECIEMBRE”, de Andrés Quintanilla Buey, se editó de manera virtual en marzo de 2018, como número 31 de la colección “CUATRO CANTONES”, colección de mini antologías de poetas palentinos, dirigida por Julián Alonso y editada por “Cero a la Izquierda”

Cuaderno número 10 de la edición virtual

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Títulos publicados: 1.- Tocad su corazón José María Fernández Nieto 2.- Árbol del paraíso Juan José Cuadros 3.- Una palabra menos Felipe Boso 4.- ¿Estás contenta? Cres Sanz Ruipérez 5.- In memoriam Santiago Amón 6.- Versos ocultos Juan Manuel Díaz-Caneja 7.- Paraíso y exilio Jesús Alonso Burgos 8.- Memorias y reincidencias Javier Villán 9.- Fechas retenidas Marcelino García Velasco 10.- Casi una vida - Versos e imágenes Antonio L. Bouza 11- Pasos contados Manuel Carrión Gútiez 12.- Cierta cantidad de silencio Joaquín Galán 13.- Campo a través Fernando Zamora 14.- Sonetos Gabino-Alejandro Carriedo 15.- Ecos del alma Carlos Urueña González 16.- Aire de un tiempo moderadamente vivo Manuel de la Puebla 17.- Palabra o claridad Manuel Bores Treceño 18.- De acá para allá Jesús Aparicio 19.- De niños. Poemas Esperanza Ortega

20.- Como un lento veneno Julián Alonso 21.- Exilio César Muñoz Arconada 22.- Señas de identidad Mariano Íñigo 23.- Micropoemas Ajo 24.- La voluntad del paso Julia Gallo Sanz 25.- Itinerarios Victorino Martínez 26.- En cuatro idiomas Gregorio San Juan 27.- Mientras dure la nieve Amalia Iglesias Serna 28.- Naturaleza accidental Jesús López Santamaría 29.- El desorden del aire Elpidio Ruiz Herrero 30.- Un poco de mi ausencia Pedro Quintanilla Buey 31.- Treciembre Andrés Quintanilla Buey



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