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GALERÍA URBANA FOTOGRAFÍAS DE FERNANDO MAQUIEIRA
Diseño: Herederos de Juan Palomo Edita: Blur Ediciones, S.L. © de las fotografías Fernando Maquieira (digitalfer@yahoo.es) © de los textos Chema Ribagorda y Eduardo Bravo © de la presente edición Blur Ediciones, S.L. Imprime: Imprimex Fotomecánica: Lucam ISBN: 84-609-2674-5 Depósito Legal: Este libro ha sido impreso en papel de Coydis
FERNANDO MAQUIEIRA Galería Urbana La pared y el muro han sido siempre uno de los soportes preferidos para dejar huella gráfica y comunicarse. Huellas y pintadas en un primer momento, estarcidos y plantillas después, hasta llegar a los panfletos propagandísticos que, tras el descubrimiento de la imprenta, se usaron desde la reforma luterana hasta nuestros días. En la actualidad la señalización del tráfico, motivada principalmente por la soberanía del coche y la publicidad comercial, han acabado por ocupar la calle con un discurso entre caótico e imaginario que, polucionado de marcas, señales y campañas publicitarias, engulle nuestro espacio urbano convirtiéndolo en puro ruido que, de continuo, se convierte en inaudible. Desde finales de los sesenta se ha producido un fenómeno de reivindicación de la calle como soporte popular de comunicación frente al orden constituido por el tráfico y la publicidad. La simple firma caligráfica, que por desgracia todavía hoy algunos creen identitaria y rebelde, da origen a lo que hoy conocemos por graffiti. La impresión que produce la proliferación de firmas que comienza en Filadelfia y continúa en Nueva York, provoca la primera reacción de extrañeza en la gente, que, sin embargo, no reacciona ante la aparición de marcas y señales comerciales que ocupan su territorio. Una firma pintada sobre la pared y repetida por toda la ciudad del estilo de CORNBREAD y TAKI183, alguna de las primeras firmas urbanas, hace preguntarse a los periódicos por su significado. La ausencia de sentido, puesto que no es propaganda ni tampoco es un dibujo, es lo que produce su irresistible encanto. La misma ausencia de sentido que treinta años después trata de provocar el Gigante de Shepard Fairey, con la diferencia de que este estudiante de Rhode Island está haciendo un trabajo sobre la fenomenología de Heidegger cuando hace su primera pegatina, mientras que los
primeros graffiteros, provenientes del gueto, sólo querían dar fe de su existencia en una ciudad hostil. El principio del graffiti es caligráfico. La huella deja un peso que no tienen los objetos reproducidos. Los colectivos marginales de Nueva York que pretenden diferenciarse de la iconología oficial, optan por esta forma de representación que es asociada también a la música hip hop. El metro se convierte en el símbolo de lo underground y además permite trasladar el mensaje por toda la ciudad. Es, por tanto, el objetivo perseguido. La caligrafía da paso a la ilustración, Como se ve en stayhigh149 y su «santo» y colgado fumador. La aparición del spray permite la realización de unos textos cada vez más ornamentados que pasan a ser ilustrados hasta que la propia ilustración toma cuerpo junto al texto. Los graffiteros se llaman a sí mismos writers, escritores; las ilustraciones adoptan el estilo de la caligrafía y, poco a poco, se convierten en auténtica pintura mural. La firma, la etiqueta y una cierta iconología se convierten en señas de autor. La cultura del graffiti se incorpora a la cultura juvenil, y estudiantes de escuelas de arte y diseño como Keith Haring de The School of Visual Arts se autopromocionan y se expresan mediante este nuevo sistema de comunicación. Empieza una nueva etapa en la que el graffiti es perseguido en las calles y aplaudido en las galerías. El sentido revolucionario y subversivo de sus comienzos da lugar al culto de autor. Las nuevas tecnologías, como las fotocopias, permiten la publicación de revistas alternativas sobre el tema. La propaganda americana traslada los hábitos del skate y del rap como modas exportables que van asociadas a estos iconos. Moda y graffiti se dan la mano. La aparición del ordenador ha permitido la autoedición en el sentido más amplio de la palabra y actualmente las planti-
llas, etiquetas y pegatinas pueblan las paredes de iconos cuyo sentido es similar al de la marca comercial. Productos como camisetas o pegatinas se intercambian y comercializan a través de internet, a la vez que se promociona a los autores mediante acciones que son fotografiadas y filmadas. La primera idea expresiva del graffiti ha sido sustituida por una lógica mucho más elaborada. Hablamos ya del Street Art del que Banksy es el principal exponente. El Brandalism, como él califica sus acciones, es el desarrollo de un arte conceptual y comprometido que es expuesto por Saatchi en Londres. Puro postmodernismo, como el uso del concepto de juego por parte de Space invaders. Con la gráfica de este popular juego, ya retrojuego, los spaceinvaders colonizan todo tipo de espacios, no sólo la calle, sino también carteles, objetos, camisetas, pegatinas. Todo el mundo es un territorio en el que jugar, e internet es su interface. La reivindicación del espacio público, vedado a los individuos y privatizado mediante la venta del uso comunicativo a las empresas publicitarias, es otro de los objetivos del Street Art. Recientemente en Madrid asistimos a una acción de este tipo por parte de Stopwars.org, que utiliza la propia publicidad como elemento a deconstruir y reconstruir como mensaje, reocupando el espacio urbano como espacio de comunicación gráfica no publicitaria. Como veis una revolución gráfica se está produciendo en la calle; una calle antiestética quizás, pero que forma parte de la gráfica más actual, con claras raíces en el discurso revolucionario de las vanguardias y en el lenguaje publicitario. Chema Ribagorda
COLECCIONAR MEMORIA Muchos han sido los autores que han hecho hincapié en la cercanía que existe entre la fotografía, el tiempo y la muerte. Desde el instante posterior a la toma, la fotografía es pasado y lo retratado queda muerto. Sin embargo, en el caso concreto de las recogidas en este libro, las fotografías adquieren una dimensión que hasta entonces les era impropia, la de presente y futuro, gracias a que Fernando Maquieira, a través de su labor de recopilación de este tipo de mensajes, consigue hacer vano cualquier intento de autoridades y poderes de toda índole de borrar de las memorias de los ciudadanos la existencia de ese arte callejero. Aliado involuntario de esta revolución silenciosa, Maquieira busca entre las paredes de su barrio, de su lugar de trabajo, de las calles que frecuenta, aquellos cromos que le faltan para acabar esta colección infinita. "Sile... sile... sile... nole (foto). Sile... sile... nole (foto)" parece pensar mientras consigue que la fotografía explote toda su inherente capacidad de apropiación porque quién sabe si esa plantilla que descansa sobre una puerta, la acera o un muro a primera hora de la mañana habrá desaparecido a manos del servicio de limpieza a primera hora de la tarde. Pero Maquieira es mucho más que un mero compilador. Como si de un experto en medicina se tratase, él acoge esas criaturas, las cuida, las mima y las ve crecer, como en esta ocasión, en forma de libro. Sin embargo los finales no siempre son tan felices. También hay momentos trágicos, como esas ocasiones en que por muchos cuidados y desvelos por su parte, las plantillas mueren o caen en el olvido por un ataque de coyuntura, por un infarto de oportunismo o por carencia de universalidad, una especie de vitamina imprescindible para la supervivencia de las obras de arte. Con el paso del tiempo y gracias a su mirada educada en el campo de la imagen fotográfica, el cine, los comics o el diseño, Maquieira ha ido configurando esta "Galería Urbana" de la que es
comisario, expositor, dueño y partícipe. Una galería formada por extraños árboles que trepan por las paredes, calaveras, Vera Miles gritando en la ducha, el taxista Travis dando consejos, la amorosa pareja formada por Pinochet y Thatcher, perros, gatos, ratones, hormigas... imágenes que van mucho más allá de una mera muestra de tipografías, fotomontajes, dibujos, iconos y textos, y se convierten en un pedazo de nuestra memoria, un documento para la historia, o más concretamente y viniendo de la mano de un fotógrafo como Maquieira, un retrato, en este caso, de nuestra sociedad. Eduardo Bravo
FOTOGRAFíAS
expresiones & reivindicaciones
Corredera Alta de San Pablo, Madrid 2003
c/ Sta, Lucia, Madrid 2003
c/ San Mateo, Madrid 2003
c/ Farmacia, Madrid 2003
c/ Luis de G贸ngora, Madrid 2003
Zona c/ Huertas, Madrid 2003
Rotterdam, 2003
c/ Le贸n, Madrid 2003
c/ Fuencarral, Madrid 2003
c/ Libertad, Madrid 2003
Rodalquilar, AlmerĂa 2004
c/ San Onofre, Madrid 2003
c/ Cava Baja, Madrid 2003
c/ San Vicente Ferrer, Madrid 2003
c/ de la Palma, Madrid 2003
c/ Alameda, Madrid 2003
c/ Sta Ana, Madrid 2003
c/ Libertad, Madrid 2003
c/ Fuencarral, Madrid 2003
c/ Sta. LucĂa, Madrid 2004
Corredera Alta de San Pablo, Madrid 2003
c/ San Vicente Ferrer, Madrid 2003
c/ Farmacia, Madrid 2003
polĂtica & elecciones
c/ Fuencarral, Madrid 2003
c/ Luis de G贸ngora, Madrid, 2003
c/ Fuencarral, Madrid 2003
TravesĂa de BelĂŠn, Madrid 2003
c/ Libertad, Madrid 2003
c/ Sta. BrĂgida, Madrid 2003
c/ Fuencarral, Madrid 2003
c/ Sta. Ana, Madrid 2003
c/ de la Palma, Madrid 2003
c/ del EspĂritu Santo, Madrid 2003
TravesĂa de BelĂŠn, Madrid 2003
c/ Gran VĂa, Madrid 2003
c/ de la Palma, Madrid, 2003
c/ Fuencarral, Madrid 2003
c/ Fuencarral, Madrid 2003
c/ San Vicente Ferrer, Madrid 2003
Granada 2004
c/ Sta. Ana, Madrid 2003
c/ del Olmo, Madrid 2003
c/ Salitre, Madrid 2003
c/ Conde de Romanones, Madrid 2003
c/ Valverde, Madrid 2003
c/ Beneficencia, Madrid 2003
c/ AlmadĂŠn, Madrid 2003
Carrera San Francisco, Madrid 2003
Este libro se termin贸 de imprimir en octubre de 2004