Los herederos de Daniel Gil
Diseño de cubierta: Yolanda Vinuesa. Fotografía: Sebastián Mera Diseño y realización: Herederos de Juan Palomo Edita: Blur Ediciones, S. L. © de las imágenes y los textos sus autores. © de la presente edición Blur Ediciones, S. L. Imprime: Grupo Marte ISBN: 84-607-8819-9 Depósito Legal: M-41053-2003 Este libro ha sido impreso en papel: Cubiertas: ArjoWiggins Impression Rives Design Extra Blanco 250 g. Interior: ArjoWiggins Impression Rives Design Extra Blanco 120 g.
Enric Satué Enric Aguilera Emilio Gil Eumografic Impreso Estudio Isidro Ferrer Cósmic Manuel Fernández Mario Eskenazi Paco Bascuñán Pep Carrió y Sonia Sánchez
Daniel Desde que Daniel Gil dejara Alianza Editorial allá por 1989, se ha escrito un buen número de artículos sobre él. Han sido textos llenos de emoción que testimonian la admiración que sienten por él no sólo la mayoría de sus colegas sino el público en general. Así, por ejemplo, me gustaría citar un fragmento de uno de ellos, escrito por E.N. en Cuba: “Quien no ha leído, por ejemplo, Mademoiselle Fifí, de Guy de Maupassant, viendo su portada se da por satisfecho anticipadamente, porque la imagen que recibe equivale a todo el libro en sus catorce cuentos. Casi podría decirse que la imagen es perjudicial porque exime al posible comprador de la necesidad de leer ‘realmente’ el libro, puesto que le permite hacer una lectura imaginaria y fugaz”. Y más adelante E.N. señala: “Las carátulas de Daniel Gil dialogan con el espectador-lector. Más que eso, le retan a duelo, como diciendo: ‘¡Atrévete y verás!’”. Lo más llamativo es que con las portadas de Daniel nos hemos atrevido durante muchos años un buen número de personas porque, aunque el reto era grande, el poder de la provocación, su hipnotismo, acabó por subyugarnos de tal manera que nos fue imposible resistirnos. La presencia de Daniel Gil supuso un antes y un después en el mundo editorial español. Un antes de cubiertas en su mayoría impersonales, que oscilaban entre un cierto clasicismo cansino, de tipografía comedida y espacio en blanco entendido no como territorio de expresión sino como mero elemento compositivo, que venía repitiéndose a sí mismo, sin apenas alteraciones desde los años veinte, y una “modernidad” basada en una ilustración que resaltaba una anécdota o un pasaje del libro. Como ha dicho el mismo Daniel: “Hace veinte años, las cubiertas estaban al servicio del contenido del libro (…) Por lo general el editor le deja al diseñador muy poco margen de acción. De manera que yo planteé esta condición: el trabajo debería ser algo creativo y no la prolongación de una imagen del editor. (…) Mi nueva fórmula dio resultado y se convir-
tió en un atractivo más para el libro”; tan atractivo que los primeros libros de Alianza provocaron colas en ciertas librerías. Pero si en Alianza, Daniel Gil disfrutará de una gran libertad de creación, también la empresa salió beneficiada al confiar en él pues la fórmula de trabajo –dejarlo todo en manos de un único diseñador- le confirió una imagen global fácilmente reconocible sin tener que recurrir a fórmulas ya trilladas para dotar de personalidad a una colección o al conjunto de la producción. El talento, o más bien, uno de los muchos talentos de Daniel Gil ha sido el de hacer de cada cubierta un mundo distinto. Daniel es un creador con métodos propios en los que todo cabe, incluso la intuición, como evidencia la descripción de su proceso de trabajo: “no hay proceso mecánico en la creación de una cubierta en el sentido de que existan unas fórmulas. Todo es muy libre. Muchas veces, más que un proceso es un juego, incluso un poco lúdico.” Y aunque tras esta metodología pudiéramos ver un comportamiento artístico, él se siente diseñador y parece trabajar a gusto con las constricciones que le impone el encargo; afirma ser: “un artista sin inspiración; la inspiración me la da la cubierta, que es lo que me pone en movimiento. Posiblemente, si tuviera que hacer una obra creativa pura, al margen del diseño, no haría nada de lo que hago”. Y es que para él, el diseño va más allá de una profesión con la que ganarse la vida porque es una herramienta poderosa con la que hacer o incidir en la cultura. Por eso es muy crítico con los que pretenden instrumentalizarla: “El poder margina a los buenos diseñadores porque son incómodos, descubren su debilidad y separan las apariencias del contenido”. Consciente de ello, ha escapado siempre a cualquier manipulación mientras contribuía a abrirnos nuevos horizontes intelectuales y, al mismo tiempo, a gratificar nuestra mirada. Raquel Pelta
De justicia Este no es un libro sobre Daniel Gil. Evidentemente, porque sería mezquino despachar la relevancia de su figura y su ingente trabajo con esta escasa edición de bolsillo –aunque digna, eso sí– . El libro de Daniel se hará, y entonces habrá que aunar esfuerzos para que sea espléndido. No en vano, habrá de quedar como manual de oficio para las generaciones que vengan. En la espera, me pareció que si muchos somos los que hemos reconocido la admiración que tenemos por sus piezas, por su persona, y lo novedosas que nos han resultado la metodología y plasmación que descubrió y cultivó en los lenguajes gráficos, era de recibo que al menos unos pocos extendiéramos esa confesión de parte al ámbito de lo público (publicado). Y el modo de hacerlo entendí que podría ser este pequeño libro. Estos amigos que prontamente respondieron a mi solicitud han realizado un trabajo de análisis no ya sólo del trabajo de Daniel, sino del suyo propio, para seleccionar unas pocas piezas –cada uno por sí merecería un libro– a lo que se añade el ejercicio de generosidad y humildad que supone reconocer dónde están las raíces de lo que cada uno hace, máxime en esta profesión donde el ombliguismo parece condición indispensable para ser considerado. Es un error, con el que condescendemos demasiadas veces. No he querido obviar –ha sido la duda hasta el final– la posibilidad de enfrentar las piezas de estos “herederos” con algunas de Daniel. La mejor o peor elección de éstas me corresponde a mí, con lo que de subjetivo tiene; ellos ni siquiera lo sabían, se enterarán al leer estas líneas, y espero que no les moleste. Con ello además, cumple
este libro una segunda función: acercar una pequeña parte del trabajo de Daniel a quienes no lo conocen y reclamar, una vez más, la enésima, la imperiosa necesidad de recoger y editar de un modo digno y sistematizado el enorme legado cultural y profesional que este maestro nos ha dejado. Por último, quiero dejar patente mi admiración y respeto por Daniel. Yo también me considero un “heredero”, y si no he querido incluir también alguna pieza mía no ha sido por falta de ganas. No se puede estar en misa y repicando, y he de decirlo, a la vista de las piezas de mis amigos, las mías afearían la muestra.
Alvaro Sobrino Editor
Gracias a Enric, el otro Enric, Emilio, los eumos, Isidro (¡enhorabuena!), Helios y Victoria, Juan y Laura, Mario, Paco, Pep y Sonia; a Beatriz Santomé, también a Alfonso Meléndez y a Raquel Pelta, con quienes comparto la pasión por Daniel, y por lo mismo a Marcelo Leslabay; a Mari, el contrapunto de Daniel; a Yolanda, que desde el principio se reservó el privilegio de la cubierta; a Diego Ortiz, Diana Ruiz y Edu Bravo por su apoyo en la recopilación de la obra de Daniel; a Alberto y Paloma, de la Cuesta de Moyano, por lo que me ayudan a perseguir los libros de Alianza antes de que se pierdan. Y gracias, sobretodo, a Daniel.
Enric Satué
Daniel Gil / El diseño gráfico Recuerdo aquellas tardes en el estudio de Daniel, en la Alianza Editorial de la calle Milán, como secuencias visualmente resplandecientes. Y no es que no se pusiera el sol, como en los tiempos gloriosos de Felipe II, pero se ponía muy tarde y doraba nuestras tertulias a la californiana, esto es, cálida y cinematográficamente. A mí me parecían soleadas física y metafísicamente, y no me extrañaría, recordándolas ahora, que Daniel las diseñara para la ocasión. En fin, esos encuentros tenían lugar entre 1987 y 1988, durante el proceso editorial del primer libro que me publicó la Alianza de Javier Pradera y Daniel Gil, cuyo comprometido título acabó en un lacónico —aunque expresivo— El diseño gráfico.
Cuando llegó el delicado momento de proyectar la cubierta el sol estaba un su cénit y, presa sin duda de una temible insolación, Daniel me invitó generosamente a diseñarla. Algún tiempo después, le llevé unos croquis orientativos que observó con atención. Tanta, que los incluyó al dossier de producción de la cubierta con hidalga condescendencia y, a la siguiente visita, atendiendo a su llamada («Ven, tengo algo») me mostró «la foto» sin más preámbulo. Fue increíble. Jamás había pasado por una experiencia semejante y aquella fue especialmente enriquecedora. Como pueden suponer, nada tenía que ver con mis sugerencias, aunque quise creer que su versión —esplendorosa como los atardeceres del estudio— era un ejemplo edificante de aquel dudoso intercambio de ideas que los creativos publicitarios llaman, a lo grande, «brainstorming». Daniel concibió magistralmente una naturaleza muerta, digamos a lo Wittkover. Ya ven, a mí, que andaba a vueltas con una imagen representativa del diseño (quizá un fragmento de un cartel histórico o un valiente «collage» con varios de ellos ilustrando etapas, especialidades, técnicas o estilos), no se me ocurrió la posibilidad de desplazar el simbolismo del sujeto al objeto. Y eso que acababa de leer el libro La escultura: procesos y principios, publicado en Alianza Forma (la colección que iba a sacar mi libro), en el que Rudolf Wittkover justificaba brillantemente el papel interactivo que juegan los instrumentos en la formación de los estilos artísticos. Y exactamente eso hizo Daniel con mi cubierta para El diseño gráfico. El blanco de fondo de la naturaleza muerta hace referencia al papel, nuestro primer desafío y nuestro mejor aliado, y es la esencia de un paisaje profesional —el nuestro— sobre el que se recorta, vibrante y emblemático, el embrión de una marca comercial histórica (Lucky Strike) dedicada a los entendidos en interpretación de imágenes y enaltecida por la intervención innovadora de un diseñador de talento (Raymond Loewy). Cierra la eufórica composición el utillaje de la particular jardinería que cultivamos, discretamente pintada de blanco y confundida con el fondo, como si se tratara de un ins-
trumental aséptico, vagamente quirúrgico: lápiz, pincel, portaminas, tiralíneas y «cutter». En pleno trance premonitorio, Daniel advirtió genialmente que el fin de esas queridas herramientas estaba cercano. Y antes de ponerse el sol las coló en la historia del diseño por la puerta grande o, mejor dicho, por la portada de El diseño gráfico. Desde los orígenes hasta nuestros días. Como en una película de Alan Rudolph (con Jean-Luc Godard el más diseñador de los cineastas, un director que fue al diseño de los ochenta lo que Peter Greenway ha sido al arte plástico de los noventa), Daniel apagó rutinariamente el último cigarrillo de la jornada laboral contra el cenicero «Copenhague» de André Ricard, se asomó distraídamente al «plató» para ver si todo estaba en orden (y a fe que lo estaba, porque la naturaleza muerta de la que obtuvo la impecable —e implacable— fotografía pareció resucitar en la penumbra, saludando al maestro desde su agrupación totémica entre «grises» y «morandis») y salió finalmente a la calle, donde recibió en pleno rostro el último rayo del sol de celuloide que nos había acompañado, radiante y castellano, durante toda la tarde.
Enric Satué
P. S. Puesto que El diseño gráfico se viene reeditando constantemente, desde su primera edición en 1988 (y ya lleva diez), quizá sea la única cubierta de Alianza Editorial con un diseño auténtico de Daniel Gil que se mantiene en el mercado. Lo cual vendría a añadir, a un libro de historia, una cubierta histórica. Bingo.
De Daniel Gil
los herederos
Enric SatuĂŠ
Enric Aguilera
De Daniel Gil
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Enric Aguilera
De Daniel Gil
los herederos
Enric Aguilera
Emilio Gil
Creo que la influencia de Daniel Gil sobre mí ha sido más en cuanto al descubrimiento de una nueva profesión y una actitud frente al trabajo que en cuanto a resultados concretos. Me parece que ya he contado que si yo me dedico a esto es por dos personas: Daniel y Pepe Cruz Novillo. En el año 1968, cuando me decidí a investigar qué era esa actividad que a mí se me antojaba apasionante, y que luego pude confirmar que lo era, mis dos vías de acceso fueron ellos. Y, en ambos casos, los dos tuvieron la generosidad de dedicar un tiempo a un chaval que les abordó en sus lugares de trabajo y que miraba admirado cada detalle que descubría en sus respectivos estudios. Coincido con Roberto Turégano, en su intervención en la mesa redonda de homenaje a Daniel en el último “Sign”, en que mi interés por Daniel ha ido creciendo con el paso del tiempo. Su influencia sobre mis propuestas formales, ha sido relativa porque el uso de la fotografía como protagonista del diseño, en mi caso, ha sido también relativo. En todo caso me resulta apasionante repasar las cubiertas de vinilo, que conservo, diseñadas por Daniel Gil en su época de Hispavox y comprobar la validez y modernidad de sus propuestas. Imágenes tratadas, sobre-expuestas, viradas o matizadas. Tipografías que recogían la atmósfera del disco, recuperadas o que se adelantaban a las modas que más tarde vendrían: rellenas, en algún caso, de mezclas de color “imposibles” para las empresas de fotomecánica de la época. Composiciones diferentes, elegantes, equilibradas... Con esos diseños empecé a vislumbrar lo que es el diseño. Emilio Gil
De Daniel Gil
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Emilio Gil
Eumografic
De Daniel Gil
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Eumografic
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Eumografic
Impreso Estudio
De Daniel Gil
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Isidro Ferrer
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Isidro Ferrer
C贸smic
De Daniel Gil
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C贸smic
Manuel Fernรกndez
De Daniel Gil
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Manuel Fernรกndez
De Daniel Gil
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Manuel Fernรกndez
Mario Eskenazi
De: mario Fecha: martes, 22 octubre 2002 15:38 Para: alvaro@visual.gi Asunto: daniel gil
Querido Álvaro, como sabrás, lo mío no es la redacción (ni siquiera hablar), algo así como que no me fue dado el don de la palabra!!! Pero bueno, intentaré comentar lo que ha significado para mí. En primer lugar te diré que no me siento influenciado por él en el sentido “práctico”. Esto quiere decir que no reconozco en mi carrera “amaneramientos” que remitan a daniel (como podría decir que en los '70 sí sentí la influencia “conceptual” de Enric Satué, para mi el primer diseñador español que trabajó con ideas). La influencia de Daniel Gil en mí te la podría resumir, o mejor dicho definir, en el amor al diseño gráfico y a los libros (en su aspecto visual). él es el culpable de que me guste diseñar libros. A mediados de los '60 aluciné con lo que hacía en Alianza. Todas las semanas iba a una librería especializada (en Córdoba, Rep. Argentina), a ver las “novedades de alianza”. Flipaba con la cantidad de recursos que tenía Daniel, eran como un manual de diseño gráfico, y a pesar de la cantidad de libros que hacía, la calidad era siempre soberbia, algo que todos sabemos lo difícil que es de mantener. Y por supuesto, desde entonces quise “hacer” libros. Esa es la influencia de Daniel Gil, algo que le agradeceré siempre. Un abrazo Mario Eskenazi
De Daniel Gil
los herederos
Mario Eskenazi
Paco Bascuñán
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Paco Bascuñán
Pep Carri贸 y Sonia S谩nchez
De Daniel Gil
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Pep Carri贸 y Sonia S谩nchez
Este libro se termin贸 de imprimir en Septiembre de 2003