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El sistema Denota, un premio sonado A sus 23 años, Rodrigo Pintos es el autor de uno de los trabajos más sorprendentes e interesantes de la última edición de los Laus. Su sistema de notación musical, concebido como proyecto final de sus estudios de diseño, no deja indiferente a quien se toma unos minutos para mirarlo con detenimiento. Texto: Beatriz San Román La representación gráfica de la música es, comparada con la del lenguaje verbal, extremadamente complicada. Sobre las líneas del pentagrama no sólo se representan la sucesión de sonidos (y silencios) que dibujan una melodía, sino también aspectos sutiles como su duración o su carácter. Ésa es probablemente una de las razones por las que el grafismo del sistema de notación musical ha permanecido prácticamente inalterado desde el siglo XVIII. Mientras que las tipografías que utilizamos para simbolizar el alfabeto han variado enormemente desde entonces, las partituras tienen hoy prácticamente el mismo aspecto que entonces. La tipografía y el sistema de notación musical “Denota” ganadores del Grand
Laus Estudiantes buscan un grafismo más acorde con los nuevos tiempos, desprovisto de las reminiscencias caligráficas que remiten a otras épocas. En un ejercicio riguroso y virtuosista, Rodrigo Pintos geometriza y racionaliza el sistema: las cabezas ovaladas de las figuras se transforman en círculos; los trazos curvos de los corchetes en ángulos rectos; las claves se transforman simplemente en la letra que representan; el grosor de las líneas del pentagrama se reduce. Más allá de lo puramente formal, propone aportaciones como la eliminación de las plicas (líneas verticales) en las figuras enlazadas o el cambio de ubicación de las alteraciones (los signos que se colocan
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justo antes de una nota para modificar su sonido y que transforman por ejemplo un Fa en un Fa bemol o sostenido). Sin plicas y con las alteraciones situadas bajo las figuras, consigue un importante ahorro en la longitud de la partitura y, por tanto, en el papel necesario para reproducirla y en el número de veces que se debe pasar página. Por su parte, la tipografía Denota se presenta como una fuente que pueda convivir en armonía con la notación musical.
“De la Bodoni a la Futura” Cuando eligió el tema de su trabajo de fin de carrera, seguramente Rodrigo no imaginaba lo complejo del reto que se estaba
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autoimponiendo; tampoco las gratificaciones que le depararía una vez terminado el curso. Se pedía a los alumnos que desarrollaran un tema en torno a la música. Podía haberse decantado por la identidad gráfica de una discográfica o un proyecto editorial, pero a este gallego radicado en Barcelona, que no tenía ningún conocimiento de solfeo, le van los desafíos. Su primera idea era desarrollar un sistema universal en el que hubiera una correlación entre el espacio gráfico y el tiempo y la altura de las notas. Pronto se dio cuenta de que esa idea era inviable. “Empecé modificando lo actual, y no funcionaba en absoluto: salían partituras kilométricas o empastadas con un montón de información. Y la
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idea de crear un sistema totalmente nuevo, que fuera indescifrable para todo el mundo y que hubiera que aprender desde cero, tampoco me valía. Un universal es algo que se va aceptando con el tiempo, no algo que se pueda imponer de un día para otro”, argumenta con lucidez. A partir de ahí su objetivo pasa a ser simplificar el sistema existente a la búsqueda de una solución gráficamente más neutra o si se prefiere y, en otras palabras, moderna. Estableciendo una analogía tipográfica, Rodrigo lo explica de la siguiente manera: “Si el sistema clásico era la Bodoni, yo lo que quería era diseñar una Futura”. No le resulto fácil. Durante muchos meses sus propios profesores dudaban si sería capaz
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de llevar su intento a buen puerto. Admiraban su ambición pero temían que tal vez no llegara nunca a resolver el reto que se había planteado. “Probé muchos caminos y siempre llegaba un punto en el que me daba cuenta de que no funcionaba. A cada paso que daba, tenía que consultar a algún amigo músico para comprobar la funcionalidad y legibilidad”. Una vez definido el sistema, trató de contrastarlo también con personas que sabían de música pero con las que no tenía una relación personal. La primera reacción era siempre de rechazo. “Les preguntaba si era legible, y al principio todo eran reticencias, aunque luego eran capaces de descifrarlo sin demasiadas dificultades. Tendrías que haber visto la cara que me
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puso la dependienta de la Casa Beethoven, la tienda especializada en partituras de las Ramblas”, recuerda sonriente. Rodrigo describe el proceso como un camino de idas y venidas. “Soy muy cuadriculado en el trabajo, me fijo las premisas y trato de llegar al final, pero siempre aparece un punto en el que tienes que tomar decisiones que te cambian la dirección. En una primera etapa, me centré en la simplificación gráfica y la geometrización de las formas. Una vez hecho esto sigues avanzando, viendo que elementos se pueden simplificar o simplemente suprimir. Como en el caso de las plicas, que interpreté como un añadido formal, algo así como los filetes en los textos antiguos. En la tipogra-
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fía también comencé limpiando al máximo, pero el resultado no funcionaba bien al colocarlo junto a la música, y opté por añadir pequeños detalles que le dieran cohesión al conjunto”. Han pasado los meses y hoy sonríe y disfruta de su primer momento de gloria en la profesión, que aventuramos que no será el último. Rodrigo tiene el tesón, la humildad y el talento para convertirse en un profesional de referencia. Si la claridad con la que expone tanto las premisas como el desarrollo del proyecto encandilan, su humildad resulta desarmante. Se muestra satisfecho con su trabajo, pero pone mucha insistencia en aclarar que no se trata de una solución definitiva. “Hasta donde he lle-
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gado, me parece que funciona, pero no sé qué pasaría con partituras muy complejas. Creo que es un principio y un camino, pero no está en absoluto cerrado ni acabado. Yo mismo lo veo hoy y hay cosas que cambiaría, pero prefiero no agobiarme. Hay que dejar reposar las cosas. Tal vez un día, cuando tenga más tiempo y esté más preparado, vuelva sobre ello. Me planteo si no me he pasado simplificando, si para mejorar la legibilidad no habría que buscar un punto intermedio. Esto no deja de ser un trabajo de estudiante, para hacerlo a nivel profesional se necesitaría que trabajaran mano a mano durante muchos meses un músico y un diseñador. O mejor, un músico diseñador”. l