Nada del otro mundo / Nothing out of this world by Teresa Moro

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Nada del otro mundo Nothing out of this world Teresa Moro




© de la presente edición: Blur Ediciones, S.L. © de las ilustraciones: Teresa Moro (teresamoro@gmail.com) © de los textos: Ángel Mateo Charris y Teresa Moro © de la traducción: Inge Kooij Diseño: Herederos de Juan Palomo Edita: Blur Ediciones, S.L. Abtao, 25. Interior. Nave C • 28007 Madrid • T 91 434 81 78 • F 91 434 10 27 http://librosdeblur.blogspot.com Imprime: Egraf, S.A. Comunicación Gráfica ISBN: 978-84-612-2259-9 Depósito Legal:


Gracias a Pepe, a mis padres por su hospitalidad, a Charris, a Lilo y a Ingrid que me dieron el cuaderno, a la galería My Name´s Lolita Art, y a todos los que han sabido mirar y apreciar mis dibujos.

Nada del otro mundo Nothing out of this world Teresa Moro



Nada del otro mundo Ángel Mateo Charris – El universo no es más que una maraña de moléculas que están chocando unas con otras. Las formas que vemos sólo existen en nuestras consciencias. –dijo el anciano científico– Los entes distintos son sólo las formas en que decidimos percibirlos1. Sus palabras resonaban por encima del sonido de la televisión desde donde los boxeadores se machacaban ante el público de convalecientes allí reunidos. Uno de los guardaespaldas del rapero orientaba la parabólica por la ventana del hospital para sintonizar mejor la emisora, mientras Tony Soprano –ya bastante recuperado de la bala disparada por los delirios de su tío– escuchaba atento las explicaciones del viejo. Su peculiar enfoque de la ecuación de Schrödinger2, un verdadero demolavanidades, hacía parecer lo informe y la sopa molecular del universo como lo que seguramente es: un complicado galimatías con un orden-desorden interno que nunca llegaremos a comprender del todo. Puño y cara, calzón y cuerpo, blanco y negro serían sólo una tormenta de partículas en suspensión que nuestros cerebros han aprendido a identificar con un determinado código. Una de esas teorías que pondrían al borde del colapso a los creacionistas, pero que a lo mejor iluminaba en parte algunas de las intuiciones de la sabiduría popular. El rostro del jefe del clan mafioso parecía iluminado por una revelación. Desde este otro lado de la pantalla yo también parecía estar descubriendo algo, contemplando un huevo que se resquebrajaba y del que no estaba seguro qué podría salir. Enfrente de mí descansaba un moleskine3 con dibujos de Teresa Moro y empecé a ojearlo como para no perderme en inmensidades y confusión de identidades. Pero sucedió lo contrario, las palabras del ingeniero jubilado me susurraban una nueva explicación a las misteriosas imágenes de la artista: a fuerza de ser utilizados nuestros muebles acaban siendo nosotros, y nosotros, con ellos, nos volvemos un poco más madera, acero, skay, cuero, terminan pareciéndosenos como dicen que ocurre con los perros y sus dueños. Elegimos unos objetos con los que vivir y eso los hace conectarse con 1

Los Soprano, episodio 69. Guión: Diane Frolov & Andrew Schneider.

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La ecuación de Schrödinger, desarrollada por el físico austríaco Erwin Rudolf Josef Alexander Schrödinger en 1925, describe la dependencia temporal de los sistemas mecanocuánticos. Es de importancia central en la teoría de la mecánica cuántica, donde representa un papel análogo a las leyes de Newton en la mecánica clásica. (Wikipedia) 3 Moleskine es un cuaderno de notas con cubiertas de un tipo de tela llamada moleskin, posee además una banda elástica para sostener el cuaderno cerrado y un lomo que permite que el mismo sea abierto completamente. Los Moleskines son fabricados por Modo & Modo, una empresa italiana; que además posee la marca registrada “Moleskine” (Wikipedia).


nosotros, digamos que la batalla molecular de la que hablaba aquel tipo podía hacer que nos identificásemos más con ellos. ¿Y qué pasaba con esos objetos comunes que compartíamos con el resto de la humanidad en salas de espera de aeropuerto, autobuses, clínicas odontológicas...? ¿No escondían ellos nuestro retrato como especie? ¿No seríamos todos un poco cachivaches que el tiempo arriconará en algún almacén? Los pensadores del diseño se están dando ahora cuenta del componente emocional de los objetos 4, algo que ya intuíamos el resto de los mortales sin necesidad de verlo por escrito. Hay muebles alegres y lámparas deprimidas, jerseys a los que amamos y carteras a las que no podemos renunciar aunque se nos deshagan entre las manos. Hay sillas antipáticas y vajillas con complejo de superioridad, ceniceros autistas y teléfonos con graves trastornos de personalidad. Al pintor Manuel Sáez, otro gran observador de lo inanimado, le oí hace poco en una entrevista: – Yo le atribuyo a determinados objetos, o a casi todos, un comportamiento psicológico 5. Y eso es lo que nosotros, espectadores enredados en códigos visuales y asociaciones de ideas, anhelamos encontrar en estos mobiliarios cotidianos que Teresa Moro pone en nuestro punto de mira. Ahí están siempre, pero es cuando la artista los caza y los cuelga disecados en sus papeles cuando percibimos su presencia. Objetos de polvo en suspensión que, flotando en el agua, habían venido a posarse en un cierto orden en las páginas del moleskine. Y a su vez –en el interminable juego del reflejo de los espejos y la potencia de diez– sus imágenes incluían casi siempre otro de esos cuadernos de tapas negras. Y pensé en el libro que recoge estas palabras descansando en alguna de tus mesas, sobre una mecedora o una estantería y como creerías estar viendo una imagen digna de ser pintada por Teresa6. Si en ese momento en tu televisor apareciera una escena del capítulo 69 de Los Soprano pensarías que eres un tipo especial y que el universo te regala estos pequeños milagros. Pero la voz del científico volvió a poner orden en el asunto: – ¿Pero es que no has entendido nada? No es magia, son sólo ondas electromagnéticas y choques de partículas. Nada del otro mundo. Seguramente las ideas, esas pequeñas descargas eléctricas, también van flotando en el ambiente, saltando de unos a otros aunque nuestro desmesurado ego nos haga creer que son sólo nuestras, pequeñas hazañas de una mente privilegiada. Alguno de esos anticiclones de partículas me había 4 Norman, Donald A.: El diseño emocional. (Por qué nos gustan (o no) los objetos cotidianos). Ed. Paidós. Barcelona, 2005. 5 6

Entrevista a Manuel Sáez en Arte10TV.

Momentos de lo infraleve, que diría Duchamp. Hay artistas que necesitan que caigan las torres gemelas para ponerse en marcha y otros que se especializan en el susurro y en el momento fugaz de un parpadeo, en el suspiro de un tresillo insomne.


llevado de Los Soprano a la Moro. Tal vez estaba sentado en una silla cargada de pensamientos o tal vez el arte sea eso: un acumulador de energías y de ideas, una especie de antena para que jueguen nuestros sentidos e intelectos, o un sillón para que reposen nuestros discos duros. Y entonces me acordé –no intentando ya encontrar explicaciones racionales a los vaivenes de mi extraño funcionamiento cerebral– de El cielo sobre Berlín7 de Wim Wenders, donde personas anónimas absortas en sus pensamientos y preocupaciones reciben consuelo de seres angelicales que el director alemán identifica con austeros personajes de negros abrigos según cierta estética de los ochenta. ¿Y si Wenders hubiera escuchado la música y no reconocido el instrumento? ¿No serán los ángeles esos bancos de metro, esos asientos de coche los que susurran tranquilidad en los atascos, esos taburetes de bar los que ahuyentan las oscuras angustias del suicida? Y si no lo son comparten con ellos su condición de invisibilidad. Así llamó Teresa Moro a una de sus exposiciones –Los invisibles– aludiendo a la doble condición de estos objetos, pasando desapercibidos entre las idas y venidas de nuestra vida cotidiana y cargados a su vez del rastro imperceptible de sus ocupantes, temporales amantes de moléculas en frotación, espectadores de fabulosas colisiones de galaxias subatómicas bajo la luz de un neón parpadeante o una pared desconchada. James Gandolfini 8 seguía intentando encajar la teoría de Schrödinger entre el sexto y el séptimo asalto. O tal vez sólo estaba calculando las ganancias de las apuestas en el caso de que ganara uno u otro combatiente. El viejo por el contrario parecía feliz, perdido en su universo de números y espacios infinitos.

7 El Cielo sobre Berlín (Der Himmel über Berlin). 1987. Película de Wim Wenders protagonizada por Bruno Ganz y Peter Falk. 8

Actor que interpreta a Tony Soprano en la serie Los Soprano.



Nothing out of this world Ángel Mateo Charris – The universe is just one big soup of molecules bumping up against one another. The shapes we see exist only in our consciousness. –the elderly scientist said– Their separate entities is simply the way we choose to perceive them1. His words resonated above the sound of the television where boxers were thrashing each other in front of a convalescent audience. One of the rapper's bodyguards held the satellite dish out the hospital window to fine-tune the channel while Tony Soprano –pretty much recovered from the bullet fired from the delusions of his uncle– listened carefully to the explanations of the old man. His unique approach to the Schrödinger2 equation, a real vanity-wrecker, made the universe seem the anarchic molecular soup that it surely is: complicated gibberish of internal order and disorder, which we will never fully understand. Fist and face, shorts and body, white and black to be just a storm of particles in suspension that our brains have learned to identify with a particular code. One of those theories would bring the creationists on the verge of collapse, but it perhaps partly illuminated some of the intuitions of popular wisdom. The face of the boss of the mafia clan looked as if illuminated by a revelation. On the other side of the screen I also seemed to be discovering something, contemplating an egg that is about to hatch without being sure what might emerge. In front of me lay a Moleskine3 with drawings by Teresa Moro. I started to leaf through it to avoid losing myself in the immensities of confusion of identities. But the opposite happened, the words of the retired engineer whispered a new explanation for the mysterious images of the artist: by the force of use our furniture ends up being us, and we end up being our furniture, we become a bit more wood, steel, patent leather, as they say happens to dogs and their owners. We chose a few items with which to live and that connects us to them. We could say that the molecular battle mentioned by that engineer could make us identify more with the objects. And what happens to those objects which we all share –the rest of humanity– airport waiting rooms, buses, dental clinics...? Do they not 1

The Sopranos, chapter 69. Script by Diane Frolov & Andrew Schneider.

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Schrödinger equation, developed in 1925 by Australian physician Erwin Rudolf Josef Alexander Schrödinger, describes how the quantum state of a physical system changes in time. It is as central to quantum mechanics as Newton's laws are to classical mechanics. (Wikipedia).

3 Moleskine is a kind of notebook bound in a cloth called moleskin. It also includes an elastic band to hold the notebook closed, a sewn spine that allows it to lie flat when opened. Moleskines are manufactured by Modo&Modo, an Italian company that also owns the trade mark “Moleskine” (Wikipedia).


somehow conceal the portrait of us as a species? Aren’t we all knick-knacks that time will eventually stores in some warehouse? The philosophers of design are only now coming to terms with the emotional component of objects4; something that mere mortals like us always felt existed without having to see it in writing. There is cheerful furniture, there are depressing lamps, sweaters we adore, and wallets we can’t get rid of even if they fall into pieces in our hands. There are unfriendly chairs, and crockery with superiority complexes, autistic ashtrays, and telephones with severe personality disorders. In a recent interview I heard painter Manuel Sáez, another great observer of the inanimate, say: – I attach to certain objects, or nearly all, psychological behaviour5. And that is what we, spectators entangled in visual codes and associations of ideas, yearn to find in these daily objects that Teresa Moro fixes our eyes on. They are always there, but it's only when the artist hunts them down and hangs them, stuffed, in the space on paper that we notice their presence. Objects of suspended dust floating in water organised in a particular way that had ended up on the pages of the Moleskine. At the same time, in the endless game of reflecting mirrors and power of ten-all images almost always include one of those black cover notebooks. And I thought about the book that contains these words lying on one of your tables, on a rocking chair or a shelf and I believe I might be seeing an image worthy of being painted by Teresa6. If at the same time your television would show a scene of chapter 69 of The Sopranos you would think that you are something special and that the universe bestows you with these small miracles. But the voice of the scientist re-instates order in the chaos: – Have you not understood anything? This isn’t magic. They are only electromagnetic waves and particle collisions: Nothing out of this world. Surely ideas, those small electric discharges, also float in the air, jumping from one to the other, even though our oversized egos make us believe they are small deeds of a privileged mind. One of these areas of high particle pressure had brought me from The Sopranos to Teresa Moro. Maybe I sat on a chair charged with thoughts or maybe art is: an accumulator of energy and ideas, a sort of antenna to make our senses and intellects play, or an armchair for our hard drives to take a rest. And then I remembered –no longer trying to find rational explanations for the peculiar workings of my brain– Wings of Desire by Wim Wenders7 in which unnamed individuals engrossed in thought and concerns receive consolation of angelic beings which the German director iden4

Norman, Donald A.: El diseño emocional. (Por qué nos gustan (o no) los objetos cotidianos). Ed. Paidós. Barcelona, 2005.

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Interview to Manuel Sáez in Arte10TV.

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“Infra mince moments”, as Duchamp says. There are artists who need the Twin Towers’ collapse to start to work. Others are specialized in the whisper, in the brief instant of a blinking, in the sight of a sleepless three-piece suit.

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Der Himmel über Berlin. 1987. Wim Wenders’ film starring Bruno Ganz and Peter Falk.


tifies with austere characters wearing black coats according to the aesthetics of the eighties. Had Wenders listened to the music but not heard the song? Are the angels not the seats in the tube, car seats that inspire tranquillity in traffic jams, or bar stools that scare away the dark anxieties of suicide? And if they are not, then maybe they at least share the condition of invisibility. That’s how Teresa Moro called one of her exhibitions –The Invisibles– alluding to the dual status of these objects, going unnoticed in the comings and goings of our everyday life and in turn loaded imperceptibly with traces of the occupants, temporal lovers of scraping molecules, audience to fabulous subatomic collisions of galaxies in the light of a flashing neon or a chipped wall. Between the sixth and seventh assault James Gandolfini 8 was still trying to understand the theory of Schrödinger. Or perhaps he was only calculating the profits of his bets in the eventual win of one fighter over the other. The old man, however, seemed happy, lost in the universe of infinite numbers and spaces.

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Actor who plays Tony Soprano in The Sopranos TV series.




















































Siempre he hecho dibujos sobre papel. Año tras año éstos han ido ganando presencia en mis exposiciones y ahora es habitual que gran parte de ellas se componga de guaches en papel. Me gusta dibujar porque me ayuda a analizar las imágenes rápidamente. La decisión de si valen o no es inmediata mientras que en los cuadros ese proceso se alarga muchas veces inútilmente. El papel también es más sincero ya que no me permite rectificar si me equivoco, por eso es una gozada cuando un dibujo te sale a la primera. Otra gran ventaja de los guaches es que se transportan fácilmente, una virtud nada desdeñable hoy en día y una de las bondades del Arte portátil. Aunque también pinto telas, mi obra nació sobre papel. Enseñé aquellos dibujos en mi primera exposición Viajes y Mudanzas en 1994, casualmente la única de todas las que he hecho compuesta íntegramente por papeles. Aquellos que vieran mis siguientes exposiciones El Tesoro del Contenedor (1995), Poltergeists I y II (1996-97), El Desorden secreto (1998), Muestrario, Fuera de casa y Viviendo en la Casa Magnética (2000), tal vez pensaran que ya no dibujaba y que lo importante eran los lienzos de pequeño y medio formato pues, ni las mencionadas exposiciones, ni los catálogos de esos años hacen referencia a la obra en papel. Sin embargo, en todo este tiempo, lejos de desaparecer, el dibujo ha ido adquiriendo peso en mi trabajo hasta el punto de que, todas las series de acrílicos (he de aclarar que desarrollo mis temas por series), las acompaño y completo con series de guaches. En Parece que no pasa nada (2002) metí tímidamente unos dibujos en el catálogo y, en las siguientes exposiciones, Exclusivos (2002), Wildlife y Los Invisibles (2003), Vida Salvaje (2004) y Safari (2005), las paredes dedicadas a la obra en papel fueron aumentando muestra a muestra. Después de años defendiendo el dibujo, he conseguido que en mi caso –y obviando los dichosos temas económicos– se valore por igual un trabajo en papel que un lienzo. De esta forma, junto a los cuadros que forman parte de los fondos de colecciones como la de Arte Contemporáneo de la Fundación de Fútbol Profesional, Colección Ángel, Colección Unicaja Málaga, Colección Arte Contemporáneo del Museo Municipal de Madrid, Colección de Arte Contemporáneo del Ayuntamiento de Pamplona, Colección Coca-Cola España, Museo Unión Fenosa de Arte Contemporáneo (MACUF), ahora también se pueden encontrar papeles en colecciones tan prestigiosas como las del CGAC o el MOMA. Aun así me quedaba un asunto pendiente: sacar un libro de dibujos que fuera más allá de las reproducciones incluidas en algunos de mis catálogos. Este librito no tiene más pretensión que la de empezar a llenar ese vacío. Un libro que no es “nada del otro mundo” pero que me hace muy feliz por permitirme satisfacer por fin ese viejo deseo. Espero que disfruten de él tanto como yo. Teresa Moro


I have always made drawings on paper. Year after year they gained presence in my exhibitions and now it’s quite common that you’ll find both gouaches and drawings in my shows. I like drawing because it helps me to make a swift analysis of images. Deciding whether they are good enough or not is immediate, with paintings that process can, in many occasions, become unnecessarily long. Paper is also more sincere. Paper allows no rectifications so when a drawing comes out right in the first try the pleasure is enormous. Another advantage of gouaches is that they are easy to carry, a virtue that should by no means be underestimated in the world of portable art. Although I also paint canvasses, my work was conceived on paper. I showed those drawings in my first exhibition Journeys and Moves in 1994. It’s the only show of all that I have done that consisted entirely of paper. Those who have seen my following exhibitions The Treasure of the Garbage Bin (1995), Poltergeist I and II (1996-97), The Secret Mess (1998), Sample Board, Not at Home and Living in the Magnetic House (2000), must have thought I gave up drawing and that the medium and small sized canvasses had more importance because neither shows or catalogues ever referred to my work on paper. However, far from disappearing, drawing has won importance in my work; to the point that all my acrylics series (I have to tell you that I develop themes in series) are complemented and completed with series of gouaches. In It seems that nothing happens (2002) I shyly added a few drawings to the catalogue and, in the following exhibitions Exlusives (2002), Wildlife and The Invisibles (2003) and Safari (2005), drawings gradually covered more and more wall space. After years of defending the drawing, I have achieved, in my case, and not entering in the obvious of the economics of drawings, that canvass and work on paper is valued equally. They now form part of collections of contemporary art as The Foundation of Professional Football, The Angel Collection, The Collection of Unicaja Málaga, The Collection of Contemporary Art of the Municipality of Madrid, The Collection of Contemporary Art of The City Council of Pamplona, The Coca-Cola Spain Collection, The Union Fenosa Museum of Contemporary Art (MACUF), and some papers can also be found now in the prestigious collections of CGAC and the MOMA. Even so there still was something that I needed to be resolved: Make a book with drawings, going beyond the mere reproductions of drawings in exhibition catalogues. This book has no other pretension than that of filling that gap. A book that is “nothing other worldly” but it makes me very happy for simple allowing me to fulfil that desire. Teresa Moro


Este libro se termin贸 de imprimir en julio de 2008




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