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CIUDAD DESARBOLADA
Jorge Gutiérrez Reyna
No conocerás el árbol. No escucharás jamás estos secretos verdes que hoy susurra en el oído de los vientos ni sabrán tus manos de la áspera caricia de los troncos que custodian las orillas del camino.
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No habrá en tu patio rama en que se posen el canto colorado de los cardenales, el dulce fuego de manzanas en agosto, una sombra que acalle el ladrar de la canícula, ni alturas donde no pueda trepar el veneno sin pies de la serpiente. Te costará imaginar debajo del asfalto las raíces de una antigua ciudad de rugosas columnas, bóvedas sonoras de pájaros y soles.
Verás a través de los cristales de un diorama unas criaturas mudas, armatostes de plástico, madera y de nostalgia, tal como vemos ahora a los cautivos bisontes que añoran la amplitud de las praderas. Escucharás historias increíbles de otro tiempo en que manadas de nogales fatigaban el bosque en busca del don de las corrientes. El árbol para ti estará plantado en el polvo remoto de la biblioteca, florecerá en los párrafos extraños de un curioso tratado de mitología.
Tal vez al hojear un libro viejo envidies a ese que una tarde escuchó el viento volar entre las hojas e intentó sembrar en sus palabras los susurros, secretos que jamás escucharás, del último árbol que habitó sobre la Tierra.