Microrrelatos de Amor y Desamor

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Microrrelatos de amor y desamor

Foto: Robert Doisneau

BREVILLA


ÍNDICE

Jacqueline Fresard

Adriana Alarco de Zadra Sergio Astorga Alex Daniel Barril Pía Barros Alejandra Basualto Delfín Beccar V. Sandra Bianchi Mónica Brasca Ana María Caillet B. Guillermo Castillo Mónica Cazón Sandro Centurión Pavella Coppola Cristian Cottet V. Antonio Jesús Cruz Rogelio Dalmaroni Carlos de la Fé Carmen de la Rosa Luciano Doti Mónica Druetta Lilian Elphick Juan Armando Epple Eduardo Escalante Jorge Etcheverry

5 6 8 9 10 12 14 16 18 19 21 23 25 26 27 29 30 32 33 34 35 37 38 39 2


Ángel Fabregat Caro Fernández Denise Fresard Daniel Frini Juan Carlos Gallegos Pablo García M. Eliah Germani Xavier Gómez C. Eduardo Gottfelf Jorge P. Guillén Gonzalo Herta Leandro Hidalgo Luisa Hurtado S. Pedro Guillermo Jara Albin Lainez Santiago Leaño Ada Inés Lerner Víctor Hugo López María Elena Lorenzin Melanie Márquez Juan Manuel Montes Diego Muñoz Valenzuela Patricia Nasello Ester Nievas Mónica Ortelli José Manuel Ortiz Pamela Peralta Javier Perucho Juan Carlos Pozo Marianela Puebla Milton Puga Rogelio Ramos S. Laura Ramírez Cristina Regueira Susana Revuelta Aníbal Ricci

40 43 44 46 48 49 50 51 52 53 54 55 56 58 60 61 62 63 64 65 67 69 70 72 74 75 77 78 80 81 82 84 85 87 88 89 3


Patricia Rivas Nana Rodríguez R. Rita Rodríguez Plácido Romero Álvaro Ruiz de Mendarozqueta Carlos E. Saldivar Alberto Sánchez Argüello Ana María Shua David Slodky Lola Suárez Carlos Suchowolski Eugenia Toledo Eduardo E. Vardé Francisco Vargas Cristián Vila Riquelme Carlos Vitale Juan Yanes Antiprólogo

90 91 92 94 95 97 99 101 103 105 106 107 108 109 111 112 113 116

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* Adriana Alarco de Zadra (Lima, Perú) Hacia Adentro Viví con los ojos hacia adentro, descubriendo amores, pasiones, sueños, defectos, haciendo cálculos, elucubraciones, creaciones. Cuando miré hacia afuera, el mundo había cambiado: hijos crecidos, jardines floridos, tecnología avanzada. Perdí el mundo encerrada en el espejo. Decidí salir y hoy trato de continuar viviendo fuera de él, sin el amor de mi vida. 149.- El Regreso Cuando llegué al pueblo, finalmente pude arreglar los asuntos que dejó pendientes mi marido. He limpiado la pequeña casa y llenado de flores el balcón. Estoy pintando cuadros para adornar las paredes desnudas. Por el resquicio de la ventana escucho el silbido del viento mezclado con su murmullo de aprobación que me hace cosquillas en la oreja. Lo que me pasa ahora es increíble. Lo siento tan cerca a mí que, en la calle, me doy vueltas y me encuentro cara a cara con un desconocido que habla en dialecto con su misma cantilena. Otras veces me apresuro para ver de frente a un alpinista con su mochila que camina como él pero no es él. En el café me sonríen sus ojos pícaros desde un rincón. Me rindo. Tengo que aprender a vivir en este pueblo con el fantasma de mi marido al lado…

Adriana Alarco de Zadra. Nacida en Lima, Perú, de padres descendientes de europeos, creció hablando varios idiomas. Estudió en Perú, en Estados Unidos y en Italia. Trabajó como secretaria, traductora, profesora y directora de un Museo. Siguió a su esposo a los campamentos de trabajo en los Andes así como en otros continentes por lo que a veces se siente extranjera en su propia vida. Le han publicado libros de geografía, de teatro, de ciencia ficción, poesías y cuentos. Es viuda pero sus hijas y sus nietos le dan alegría y serenidad. Cuando se le terminan las palabras, pinta. Los colores le llenan la vida. 5


* Sergio Astorga (México/ Portugal) Prueba de amor Libérame, me dijo. Y lo hice. Limpiamente. Querida Lucy Le escribo esta líneas con la pluma de hueso que encontré entre sus cosas. No sé cómo, ni de qué artes se valió para engañarme de esta manera. Si usted no fuera tan vengativa, entendería que tanto engaño no puede esperar que el mundo no dirá que usted es siniestra. Lo que usted ha hecho es odioso. Lucho en vano contra su imagen repulsiva. Esa prisa por tenerlo todo, de prometer un paraíso. Mis hombros me pesan de tanto remordimiento. ¿Cómo aventarla de mi corazón? Falsa fue su palabra. Su promesa. Me mostró una luz revolcada, turbia. A veces creí que era yo el que me engañaba y melancólico pasaba la noche sin poder dormir. Me siento caído de un cielo. Usted es el mismo demonio. Me dijo llamarse Lucy y ahora sé que su nombre completo es: Lucy Fer. Nunca pensé que usted tuviera tantas personalidades. Lo admito, usted me llegó a conquistar. No sé cómo podré salvar mi alma de esta casi devoción que le profesaba. Debo decir que usted no huele bien y esa rasposa manera de hablar la hace repugnante. No piense que hablo por despecho, aquella noche usted quería acloparse y yo, la verdad, me costaba trabajo entender su prisa, su disforme contorción de su cuerpo, esas uñas pesadas, unguladas, que no dejaban de sonar. Su lujuria no hace mella en mí. Quiero decirle que por fortuna, esa bebida que me preparó la tiré de inmediato cuando me di cuenta del exceso de azúcar. A pesar de todo, lo que me prometió lo sigo considerando. No crea que me mueve el interés pero, un poco de eternidad a nadie le cae mal. Ya no me tiente más. Quedo a su espera como habíamos combinado. Suyo. Uriel Martínez.

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Sergio Astorga. Es de México, de su ciudad, y gracias al tezontle -como primera piedra- el rojo comenzó a retumbar entre sus ojos y el cascabel se escucha por los cuatro puntos cardinales. Actualmente, radica en Porto, Portugal. Estudió Licenciatura en Comunicación Gráfica en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (Antigua Academia de San Carlos). Impartió el taller de Dibujo durante doce años en la UNAM. Ha publicado en suplementos culturales y en revistas tanto textos como dibujos. Ha publicado un libro de poemas llamado Temporal. Gestiona el blog Antojos: http://astorgaser.blogspot.pt/

“Querida Lucy”, de Sergio Astorga

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* Alex Daniel Barril (Valdivia, Chile) Tiempos Dispares El cuerpo de él se instala en la Biblioteca y comienza la sincronía. Sus dedos largos y delgados, con nudillos que crujen por el frio de la Sala, avanzan hacia el libro extrañamente encargado. Su palma toma con fuerza el texto elegido, tratando de sentir esa vibración que solo tienen las páginas imprescindibles, buscando escuchar con la piel las señales de un mandato imposible. Una marca a fuego de complicidad antigua, que lo empuja a leer esas letras urgentes. Al otro lado del tiempo, en una época distinta, una mujer cierra los ojos. El claustro no le impide soñar. La mente de ella vibra al unísono con los dedos largos de él, conectados sin tiempo ni espacio en el mismo propósito, palpar esos tesoros bibliográficos, que siempre le estuvieron vedados sólo por el hecho de ser mujer. Hoy, en este preciso instante puede por fin tocarlos, conectada con las manos de un hombre de otro tiempo. Recorren juntos esos textos antiguos, indagando en su memoria, vinculando heridas, desempolvando cicatrices de batallas vitales, de otros, anteriores, primordiales. Como ellos. Sumergirse en esos libros reliquias, es el acto simple que los salva de la muerte. Pareja en tiempos dispares, sólo ama cuando lee. Humo …si el humo de tu cigarro fuera algo más que humo, para mi sería pasado. Memorias dibujando trayectorias de vida, esquinas, atajos, caminos largos a campo traviesa, tormentas, amores, desamores, arrumacos en medio del tránsito infernal de una ciudad que ya no existe; y todo se desvanecería con el presente de la última pitada a ese cilindro extraño que te aprieta el alma y te sostiene las piernas para no desvanecerte y desaparecer.

Alex Daniel Barril. Periodista, Magister en Antropología. Nace en Valdivia, 1970. Escribe las “Memorias del Caracol” en 2006 (Mago Editores). Ha participado en los talleres literarios de las escritoras Lilian Elphick, Diamela Eltit y Ana María Del Río. 8


* Pía Barros (Santiago, Chile) Pasiones Aunque enraizara los huesos en la tierra, toda mi carne se arrancaría en tu búsqueda.

Conjuros en voz alta (A Paqui) Prepara al amante y lo extiende como otra sábana más para acogerla. Desnuda ya, toma el libro y en voz alta desgrana uno a uno los poemas. Las letras le alertan la piel hasta que los pezones se le encabritan. Se anexan los cuerpos y el sudor y los jadeos y él, trémulo, cree entrar en ella, pero son las palabras las que la convulsan y la estallan. Ella abre la boca, vampiresca, para el beso feroz y final. Él aún no lo sabe, pero desde ahora jamás comprenderá tanto desgarro habitándolo cuando cabalgue otros cuerpos intentando repetirla. Es que ella es portadora y lo ha contagiado: jamás podrá curarse del virus de la poesía.

Pía Barros. Es directora, desde 1976, de los talleres Ergo Sum y de Ediciones Asterión. Ha publicado una treintena de libros-objeto, con material literario ilustrado por destacados artistas gráficos. Por sus talleres literarios, que destacan entre los de mayor prestigio en el ámbito de la literatura, han pasado una infinidad de alumnos. Ha publicado, entre otros: Miedos Transitorios, Ediciones Ergo Sum, 1985; también editado en Uruguay por el sello Yoea Libros, en 1986, y traducido al inglés en 1996). A horcajadas, 1990; Signos bajo la piel, 1994. Ropa usada, 2000; Los que sobran, 2002; La Grandmother y otros, 2008; El lugar del otro, 2010; Las tristes, 2015.

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* Alejandra Basualto (Rancagua, Chile) Gajes del oficio Han pasado veinte años desde la última vez que ella saliera de su consulta cabizbaja. Enamorarse del psiquiatra generalmente tiene desastrosos resultados. Hoy lo encuentra en la extensa fila de los que esperan turno en el Registro Civil para retirar su pasaporte. Ya no tiene nada que perder. Ella desliza su bastón bajo los pies de él, lo justo para que tropiece y caiga de bruces sobre la solera de la calle. Los accidentes suelen suceder cuando menos se los espera. Lástima, el recién jubilado facultativo ya no podrá realizar su tan planificado viaje a las islas griegas. En el Metro La gordita se equilibró en el pasillo y luego se inclinó hacia él sonriendo con toda la boca. Él, de pantalones estrechos y jockey sobre los ojos, no devolvió el gesto. El metro abarrotado de pasajeros me impidió escuchar las palabras que ella le susurró en el oído, pero cuando habló, él lo hizo fuerte y claro: -No puedo amarte. Soy gay. Ella se replegó ruborizada y guardó silencio. Miró a su alrededor temiendo descubrir algún testigo de su vergüenza. Luego se despidió con un gesto y se bajó en la estación Tobalaba. Él continuó impertérrito sin mirar a nadie.

Alejandra Basualto (Rancagua, Chile, 1944). Poeta y narradora. Licenciada en Literatura y egresada de Doctorado en Literatura Latinoamericana, Universidad de Chile. Dirige el taller literario y la Editorial La Trastienda desde 1988. Traducida al inglés, francés, italiano, danés, mapudungún y begali, y publicada en antologías en Chile, Estados Unidos, Canadá, México, España, 10


Francia, Italia y Dinamarca; ha obtenido varias distinciones tanto en Chile como el extranjero. Obras: Los ecos del sol, poesía, 1970, El agua que me cerca, poesía, 1984, La mujer de yeso, cuentos, 1988, Territorio Exclusivo, cuentos, 1991, Las malamadas, poesía, 1993, Desacato al bolero, cuentos, 1994, Altovalsol, poesía, 1996, Casa de citas, poesía, LOM Ediciones, 2000, Antología personal (1970-2010), poesía, Ed. La Trastienda, Santiago, 2010, Invisible, viendo caer la nieve, novela, Ed. La Trastienda, 2012. www.alejandrabasualto.com

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* Delfín Beccar V. (Buenos Aires, Argentina) Romántica paciencia Nuestro primer encuentro amoroso fue a los siete años. De ahí en adelante nunca nos separamos y cultivamos una amistad especial a través de los años, aunque tal vez un tanto deshonesta porque siempre escondimos el pasado. El vínculo que nos unía se mantuvo imperecedero, al igual que mi verdadero sentimiento hacia él. Todo el accionar de mi vida fue pensado en pos de mantenerlo cerca de mí. Ya de grandes mi sueño se hizo posible, su matrimonio fracasó, quedó solo y sin trabajo. No fue difícil convencer a mi mujer de que me permitiera traerlo a vivir a casa, ella siempre fue una buena persona y jamás dejaría que mi amigo de toda la vida quedara en la calle. El amor es así, casi cuarenta años después de nuestro primer encuentro, con paciencia y obstinación, logré convertirlo en mi amante. Vive conmigo y con mi mujer, ¡es un sueño hecho realidad! además estoy tranquilo, en paz... ella jamás sospecharía de su hermano. El viudo enamorado Por las tardes iba al cementerio y tomaba asiento frente a las lápidas ubicadas a la derecha de la capilla. Luego, a los pies de la tumba de su esposa, se lo escuchaba monologar durante horas. Un extraño enamoramiento lo invadía, por primera vez sentía que era escuchado. Un estremecimiento adolescente recorría su cuerpo, pero a su vez lamentaba que aquella conexión con el único amor de su vida llegara tan tarde. Meses después una oscura noticia sacudió el alma del viudo: Aquella difunta a la que él le conversaba y amaba más que nunca no era su mujer. Un error administrativo lo había puesto frente a una desconocida. Todavía se lo puede ver a diario en el cementerio engalanado con un ramo de rosas susurrando frases en la tumba a la derecha de la capilla.

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Delfín Beccar Varlea. Argentino, 35 años. Periodista, Lic. en Comunicación Audiovisual. Escritor de ocasión, con algunos textos publicados en libros de cuentos y revistas especializadas. En su hora un gran entusiasta y promotor del género desde el sitio Web www.minificciones.com.ar (hoy desactualzada) y desde distintos programas de radio.

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* Sandra Bianchi (Buenos Aires, Argentina) Acorazada Volví los pasos hacia atrás para buscar los corazones rotos que había dejado en el camino. Eran de aquellos que me amaron y desdeñé con arrogancia. Encontré fragmentos imposibles de unir (entre tantos amores despedazados no logré armar ni uno). En esos fragmentos, como diminutos espejos estrellados, veía pedacitos de mi historia…como diminutas piezas de un caleidoscopio, veía lo que nunca pudo ser. Con amorosa nostalgia los clavé uno a uno en mi entonces abatido corazón como una forma de tardío reconocimiento. Todavía algunas astillas punzan cuando me entrego a los momentos felices. El dolor ofrece secretas reparaciones, tan extrañas como inútiles.

De un punto a otro Él y ella escriben una carta, larga y minuciosa, como las de antes. Nada de tweets para llegar a otra alma. Al finalizar la pondrán en un sobre, irán a comprar estampillas al correo y sentirán que todo tiempo pasado fue mejor. Con nostalgia depositarán la carta en una urna transparente y, entre el montón, la perderán de vista. Saben que a partir de ese momento comienza un vuelo, el que emprenden sus palabras, en viaje de ciudad en ciudad, de país a país, de continente a continente, con todo lo que quieren decir, con lo que ocultan y lo que callan. Durante al menos una semana las palabras estarán apretadas, casi como en el nudo que oprime sus gargantas, pero latiendo, casi como sus corazones expectantes. Palabra a palabra como un beso a beso, palabra contra palabra como un cuerpo a cuerpo. Ella y él juegan periódicamente esa rutina. Lejanos, solo quieren recuperar un poco de ese tiempo que no vuelve y lanzar botellas al mar que viajan por el aire. La escritura y sus silencios es el único punto de encuentro.

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Sandra Bianchi (Buenos Aires, Argentina). Es profesora en Letras, escritora, crítica literaria y gestora cultural. Actualmente es jefa de edición en Ediciones Santillana. Se dedica al estudio y difusión de la microficción. Además de prólogos y artículos sobre este género, ha elaborado las antologías Arden Andes. Microficciones argentinochilenas (Macedonia Ediciones, edición argentina/Simplemente editores, versión chilena), Cartón lleno (Eloísa cartonera) y la versión argentina de ¡Basta! cien mujeres contra la violencia de género (en colaboración). Sus microficciones están publicadas en antologías, entre ellas, Cielo de relámpagos (Neuquén, 2008), Por favor sea breve 2 (Madrid, 2009), Ecos Narrativos 2 (Canarias, 2009), Velas al viento. Los microrrelatos de La Nave de los locos (Granada, 2010), La música de las sirenas (México, 2014).

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* Mónica Brasca (Rafaela, Argentina) Lugares vedados Aunque era época de puertas sin llave y de confiados tapiales bajos, había muchos sitios prohibidos en la casa. No estaban clausurados con pasadores ni por órdenes explícitas, pero una sutil madeja de costumbres cotidianas impedía usar los cuartos para otro fin que no fuera el de siempre. El hábito decretaba que sólo se cenara en el comedor, que se escuchara música en el living, que en aquel rincón jamás se abriera un libro. El televisor congregaba más de lo aconsejable, dejando vacantes otras opciones de encuentro, como el patio en las noches de verano o el hogar encendido en las tardes de invierno. El amor sólo se hacía en la cama. Las variantes no eran bienvenidas. La rutina reinaba en arraigada armonía ahogando la imaginación que, adormecida, esperaba su turno. Un día se atrevió a surgir. Desde entonces, mamá no volvió a ser la misma. Y papá no volvió. Nunca. La elección Todavía joven, todavía hermosa, frente al espejo se prueba alternadamente el broche de perlas y el de brillantes, sobre el sobrio vestido negro. Su imagen debe ser correcta cuando por fin entre en la sala y la acaricien, la indaguen, la protejan todas las miradas. Allí la esperan familiares, amigos, curiosos, su último amante, su abogado, algún policía encubierto, quizás su próximo amor. Y en una improvisada capilla ardiente, el féretro de su esposo, cuya muerte súbita nadie se explica. El de perlas, sin dudas, es el más adecuado. Mónica Brasca. (Rafaela, Santa Fe, Argentina, 1957). Es traductora de inglés y estudió portugués y corrección de textos en español. Es tallerista en el taller virtual de minificciones Marina de Ficticia y participó de varios grupos de lectura y escritura. Por haber obtenido distinciones en diversos certámenes, microrrelatos de su autoría integran antologías de “La Microbiblioteca” Esteve 16


Paluzie, de Barberà del Vallès, Barcelona; de Latin Heritage Foundation, de los EE.UU., del libro “Relatos ilustrados Opticks”, antología del IV Premio Plumier de relato ilustrado, España; del concurso #microcrisis, organizado por La Internacional Microcuentista; del II Concurso de microrrelatos "Pluma, tinta y papel", organizado por Diversidad Literaria; del Primer Certamen Latinoamericano de Literatura “Palabras en el agua”, organizado por cátedras UNESCO y José Martí y por la Universidad Nacional del Litoral de Santa Fe. Mantiene el blog Papeles sueltos.

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* Ana María Caillet Bois ( Córdoba, Argentina) Soledades Entra al bar, está cansada, pide un café y envuelta en el vapor del aburrimiento levanta la vista. Frente a ella se sienta un señor, no lo conoce, pero tiene la certeza de que sus pensamientos son los mismos. Una turbulenta energía se apoderó de ellos y sin mediar palabras salieron. El viento sacudió las soledades y poco después caminaban despreocupados, livianos, como si se conocieran de toda la vida. Boda italiana En una vieja aldea italiana, el calor estrujaba la tarde, los mayores apresurados preparaban la boda. Flores en la mesa, mucha comida y un viejo acordeón sonando despacio. Adentro, en la casa, la novia miraba con angustia su hermoso vestuario y el ramo de flores la alentaba a participar en el juego. De pronto, la niña vio llegara al novio ya entrado en años, en una carreta cubierta de oro. Se puso el vestido, tan blanco, tan níveo, saltó la ventana y corriendo ligero llegó hasta la orilla del río en donde un mozo triste lloraba con un largo mechón de cabellos rubios entre sus manos. El mozo levantó la vista, la vio tan hermosa, la cara encendida, en un fuerte abrazo unieron sus vidas y en una barcaza de madera vieja huyeron felices lejos de la fiesta. Ana María Caillet Bois nacida en Morrison Pvcia. de Córdoba y actualmente vive en Cordoba Capital. Profesora de Nivel Inicial. Ganadora del premio Maestra Ejemplar en el año 1994. Ganadora en el año 2003 del premio Municipalidad de Córdoba en poesía y cuento corto. Ha publicado: Café para dos (junto a Gilberto Castillo, poesía, 2007); Pequeñas Historias (2011). Antologías: Grageas 3 (2014); Antología trinacional de microficciones Argentina-Chile y Perú Borrando Fronteras; Porciones del alma y Microfantasías, de España (2015). Ha publicado en distintas revistas y blogs digitales. 18


* Guillermo Castillo (Guadalajara de Buga-Valle, Colombia) Perpectivas El hombre la abordó en la habitación con agilidad felina porque las artes amatorias no sólo obedecen a un instinto carnal, sino que son una dinámica sexual que permite reflejar miedos, inseguridades, exigencias y necesidades. Cuando sus manos recorrían su cintura, la mujer tuvo que apretar los glúteos, elevar la cadera y ondular sus vísceras para atenuar un intento de disparo rápido. Era la posición del misionero. Acto seguido con la postura del perrito, el atacante confirmó que el sometimiento es excitante dentro y fuera de la cama y, con esa posición, no tenía temor alguno al entrar en contacto con su lado más animal. Entre tanto, la mujer podría aparentar ser reservada hasta darle rienda suelta a los impulsos más atrevidos e insospechados al no tener una sola prenda. Por la certeza de que la inactividad es perniciosa, el hombre acogió la postura del vaquero, pues le encanta que su mujer tenga la firme convicción de pelear por lo que quiere, sin importarle el qué dirán; además, porque no le agradan las cosas fáciles y le gusta tener en la mira todo lo que ocurre a su alrededor; a no dejarse imponer la voluntad de otros y demostrar de qué está hecho y a qué ritmo le gusta hacer las cosas. Lo que no pudo vislumbrar aquel hombre, es que el dolor con cualquiera de las posturas, la carne nunca será señal de obediencia, sino de resistencia y murmuración por sus fantasiosos intentos mentales de ejecutar cada postura. Contracturas Sus manos se desplazan de forma progresiva y extensa sobre los músculos profundos como recurso natural contra la actividad refleja y el dolor de aquel hombre. Poco a poco, bloquea el ascenso por la médula espinal de los impulsos dolorosos, en su camino hacia el cerebro. Al silencio de aquella sala, se suma la música instrumental con sonidos de agua para favorecer aún más la relajación. El hombre la atrae hacia su lado queriendo romper con aquel momento de mutismo. Pero de tan esperado momento, es la joven quien lo saca al hablarle de

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su soledad, de la indiferencia siendo síntoma del desamor de su marido, y de cómo con el pasar del tiempo olvidó que a ella le encantan las flores. El hombre, no dice nada. Su silencio podría confundirse con la frialdad, pero en realidad, es un hombre que tan solo guarda la esperanza que tras sus frases escuchará su señal de reciprocidad. Entonces él, le declarará todo ayudado por el resplandor de su mirada. Pero cierra los ojos, siente sus manos ayudadas por el balsámico olor a naranja en el exacto volumen de su cuerpo. Cuando las envolventes manos de ella vacía sus músculos de toda rigidez hasta dejarlo exhausto, el hombre abre los ojos, quiere por fin decirle que con ella está a salvo, que desde hace tiempo está unido a ella sin tocarla; quiere que su confesión lo descubra todo, pero la mujer se habituó a todo e incluso a ignorar un inconfeso amor.

Guillermo Arnul Castillo Ruiz. Docente de educación básica secundaria. Administrador del blog: http://www.venitecuento.blogspot.com Guadalajara de Buga- Valle. Colombia

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* Mónica Cazón (Tucumán, Argentina) Divide y reinarás Cuando cambiaron la cama ocasional por la cama del departamento de él, creyeron que les había llegado la porción de felicidad que tenían asignada. Comían, jugaban, vivían. Se reconocían en esa pasión repetida y tierna. Gradualmente llegó el invierno y ya la desnudez les incomodaba y la pasión se les escurría en una cena, en reuniones con amigos, en el consabido llenar espacios para no espaciarse. Hasta que un día cualquiera, como aquel día que cambiaron de cama, entendieron que la matemática podía ayudarlos. Pero no. La matemática no los ayudó. Les certificó que se habían sumado las obligaciones, restado las libertades y multiplicado los problemas. Fue entonces como, sin opción, dividieron los bienes. En Zoológico de señoras (2012)

Microquijotadas Os anuncio señores, vosotros sois testigos del recuerdo hacia mi amado. Durante el día, mientras restriego las ropas sobre una tabla. En vuestra aldea, cuando cae la noche y los perros aúllan ¡Oh, cuántas batallas entre gigantes y sus dulces palabras en mis oídos ávidos! Ahora estáis más presente que entonces, mi querido. Insisto en advertiros, señores, este amor es eterno. Mi Quijote de la Mancha, no se mancha. Dulcinea En La previa (2016) Mónica Cazón. Tucumán (1969) Escritora. Prof. en Ccias de la Educación. Se desempeña en la Universidad Nacional de Tucumán. Coordina la Asociación literaria “Dr. David Lagmanovich”. Es Miembro adherente de la Academia Argentina de Literatura Infantil Juvenil de la CABA. Integra 21


numerosas antologías de cuento, poesía, y microrrelatos. Editó a la fecha 13 libros de diferentes géneros.

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* Sandro Centurión (Formosa, Argentina) Alfonso ama a Josefina En el arte de extrañar Alfonso es el mejor capacitado, un especialista en la inefable tarea de extrañar amores imposibles. Su técnica es efectiva por lo simple y contundente. Primero siente un nudo en la garganta, un nudo de esos que sostienen las anclas de los barcos, de esos barcos que suelen llevarse recuerdos, y regresar con esperanzas. Luego, Alfonso agranda el pecho, lo hincha como si fuera un globo, de esos globos que suelen escaparse de las manos de los niños, de los que revientan lejos en la inmensidad del cielo, absolutamente solos. Por último, y recién entonces ocurre el extrañamiento genuino y verdadero que sólo lo padecen los que aman lo inalcanzable. Todo el cuerpo se le inflama y es como si tuviera un mar dentro, un mar de olas embravecidas por el viento, un viento que hunde barcos y arrastra globos. Y es tan inmenso ese mar que corre dentro de Alfonso, que de a ratos se le filtran gotitas de agua de mar por la comisura de los ojos. Instantes Nos enamoramos en un viaje cuántico. Los viajes cuánticos duran apenas un instante, tanto como un parpadeo. Yo hacía el trayecto Marte - Saturno y ella hacía Tierra - Neptuno, la última parada de la línea en aquella época. Todos los días era la misma historia, subía, la buscaba entre la muchedumbre, me sonreía y pum, el viaje se acababa. Pero hubo una vez en que el viaje cuántico duró cinco largos minutos. Hacía bastante tiempo que ningún viaje, sobre todo el subte cuántico, se demoraba tanto. Para todos fue una calamidad. Dicen que aquello se debió a un paro sorpresivo iniciado por el sindicato de droides. Sería uno de los hechos destacados que iniciarían más tarde la revolución de los droides. Sin embargo, para ella, y para mí, fueron cinco minutos inolvidables. Por fin podía observarla en detalle, acercarme y respirar el mismo aire que ella respiraba. Llegamos a cruzar un par de palabras, las necesarias. El servicio se reactivó y antes de que pudiera decir nada más estábamos en Saturno. Nos quedamos en el quantum y seguimos hasta el final del recorrido sacrificando instantes para seguir juntos. Nos bajamos en Neptuno. Tomados de la mano salimos de la estación, y 23


escapamos hacia los deslizadores tubulares. Sólo voy a decir que nos perdimos en una de las tantas cuevas de hielo de Neptuno donde la presión es tanta que el tiempo se detiene, tanto, que un instante puede durar para siempre. Sandro W. Centurión (Formosa, Argentina; 1975) Es escritor y profesor en Letras. Sus últimos libros “Yo también maté a un terminator (Macedonia, 2015); Doble Filo (Imaginante, 2014); “Rinocerontes bajo la mesa (Colección Cultura, 2012). Sus textos han sido publicados en numerosas revistas y antologías narrativas.

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* Pavella Coppola (Santiago, Chile) El próximo martes Roberto mira el agudo pedazo de techo descascarado. No entiende. Sospecha. Es astuto, viene de vueltas. Hizo un trueque. Cambió su vida por el estrecho andamio. Sabe que describir aquél Linares ladino requiere de otra biografía, sospecha de todas esas palabras. Dijo que era española, Torrealba la nombró, recuerda. Su mano la desliza por el desgajado cielo, no hay baratas esta noche, piensa. Se rasca la ingle. Siente un poco de frío. Vendrán sus preguntas. Las deslizará con fuerza. Lo miraré. El próximo martes será un día distinto. Roberto es agudo como el pedazo de techo que analiza, es áspero como ese cemento. Su boca huele a tierra cada vez que, presumidamente y exaltado, interviene en el taller de escritura. Se trata de una mentira, ladrón Roberto, tierra Roberto, áspero hombre de las conjeturas. Se trata de la vida, lumpenesco Roberto. Te lo advertí con mi mirada, agrietado hombre. Te tejí mi primera trampa, divino anticristo, singular armadura terrestre. Pavella Coppola P., 1963. Escritora, artista de la imagen. Imagen y palabra, sus obsesiones. 5 libros publicados, incorporada en varias antologías, sus ensayos teórico/creativos difundidos en Chile y más allá.

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* Cristian Cottet (Santiago, Chile) Así es el amor I Ella lo llora, desespera, da vueltas eperando que llame. Él busca el número, desiste. Ninguno de los dos recuerda por qué fue abandonado. Así es el amor XIII Nadie le avisó que había muerto, así que no se dio por enterado y continuó visitando a la mujer que amaba y el bar donde se le extrañaba.

Cristian Cottet (Santiago de Chile, 1955), es escritor, poeta y antropólogo. Ha publicado los libros de poesía: Amor y rebeldía (1981); Urbanidades (1985); Manifiesto un terrible descontento con ayer (1986); Has recuperado nada (1990); Libro de hechos inevitables (1996); Interpretaciones y testimonios (2002). El año 2005 publica el ensayo-testimonio Carlos Sánchez: La razón de estar gay. En 2009, publica la novela policial ¿Se atreve usted, don Jano? Es director de Mosquito Comunicaciones.

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* Antonio Jesús Cruz (Santiago del Estero, Argentina)

Despedidas I Fue un adiós desigual. Solo ella miró atrás. II Augurando el adiós, el desamor cayó sobre ellos como una filosa espada. III Era el adiós. El amor se había perdido en la sinuosidad de sus almas hasta quedar muerto. IV Fue un adiós doloroso. Después solo quedó una congoja en vuelo.

El poema más bello del mundo Cierta vez, las musas Eratos, Calíope y Talía decidieron usar un mortal para dirimir cuál de ellas era capaz de provocar tal estado tal de éxtasis que lo llevara a escribir un poema insuperable. Bajaron a la tierra una noche de primavera, eligieron a un poeta desconocido y cada una le dedicó un largo instante para tratar de inspirarlo de la manera más profunda pero no pudieron lograrlo porque el pobre estaba borracho de alegría. Tarde, había descubierto el amor y al llegar a su morada ya había escrito el poema más bello del mundo. Antonio Jesús Cruz. Médico, escritor, investigador y periodista argentino. Ha hecho periodismo radial y ha publicado colaboraciones y trabajos en diarios y revistas de varias provincias argentinas (Santiago del Estero, Buenos Aires, 27


Tucumán, Córdoba, Salta, etc.) Comenzó a escribir en 1996 y ha publicado más de veinte libros de poesía y cuento. Participa en numerosas antologías nacionales e internacionales y recibió numerosos premios y distinciones. Ha incursionado en diferentes estilos poéticos (haiku, soneto, copla, métrica libre), novela (es autor de tres novelas inéditas), cuento tradicional y minificción. Sus textos han sido traducidos al portugués, al inglés, al italiano y al francés.

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* Rogelio Dalmaroni (Misiones, Argentina) Otoño en París Con sesenta años y unos kilos de más, aunque aún atractiva, a Josefina le estaba ocurriendo lo previsible, sus clientes de años ya no la llamaban y en La Biela, a donde iba todas las mañanas, ya nadie buscaba levantarla. Acepta la invitación de Pierre para visitarlo en París; un diplomático retirado, viudo, con el que había tenido una relación sentimental en Buenos Aires hace varios años. Se encontraron para almorzar en Le Grand Véfour. Era un luminoso día de mayo. Él estaba envejecido, con 74 años, pero conservaba la pinta y seguía siendo tan agradable como cuando lo conoció. Ella estaba ilusionada, se sentía muy bien con él. Pierre se percató de que la mujer de la mesa de al lado se dejó olvidado su bolso y llamó al mozo para avisarle. Estalla la bomba. Rogelio Dalmaroni. Nació en Misiones en 1953. Publicó formas mínimas en "Final Abierto" en el año 2014.

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* Carlos de la Fé (Las Palmas de Gran Canaria- México D.F.) Forever and ever Llevaban años oyendo la típica excusa de «ahora vuelvo, voy a por mi sombra». Lo oían llegar a las tantas, tropezando por el pasillo como un niño perdido y vomitar como el adulto que nunca quiso ser. Despertó con la resaca por montera, se puso las mallas, encendió la cafetera, se tomó un Alcaselser y leyó la nota sujeta con un imán en la puerta de la nevera: Nunca Jamás. Fdo.: Wendy y Campanilla. Quizá ella, tal vez él El que quiera entender que entienda. Refranero popular Y la que quiera, también. Refranero popular, pero de verdad Se miraban, se querían, sabedlo. Yo lo supe en ese mínimo lapso que tarda el semáforo en cambiar de rojo a verde, desde la banqueta opuesta de Viaducto. No hace falta más —lo sabe cualquiera que haya estado enamorado— para reconocer el amor cuando es tan evidente. Se apapachaban, se besaban e, incluso, se lamían con esa falta de pudor y la valentía y la justificación que te dan los sentimientos extremos. No sé quién empujó, levemente, a quién. No sé si —quizá— ella por la pasión o —tal vez— él por la alegría, pero lo interpretaron como un «vamos, mi

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amor» y —quizá, tal vez, quién sabe— el conductor del camión concluyó que eran nomás un par de inconscientes. Lo único cierto es que ninguno de los dos cuerpos, tres cuadras más allá, completamente destrozados, supieron contestar. Quizá, tal vez, quién sabe, murieron tal y como lo habían deseado: juntos. La mano de ella aún sostenía su correa, aferrada, en un abrazo final. Él se quedó con un mechón de su cabello entre el hocico. Carlos de la Fé. (1970) Publicaciones: Antología del Microrrelato en Canarias, el libro de relatos Maldito Vicio y la novela La Cofradía de la Luz de Gas; Alquimia de fuego, Leyendas, 2001. Lado B, Voz hispana, El dinosaurio anotado, Nocturnario.

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* Carmen de la Rosa (Santa Cruz de Tenerife, España) Luna de miel La primera noche en la suite nupcial la pareja descansa en la cama, aún con los trajes de novios, las manos entrelazadas. Una brisa con olor a salitre ondea las cortinas del ventanal, la luz de la luna tiñe de plata el champán que burbujea en las copas de la mesilla. Cinco pisos más abajo, en los jardines del hotel, la orquesta toca Strangers in the night. En el otro lado de la cama, su joven matrimonio, vestido de chaqué, mira al techo, tiembla de emoción: ¿cuándo irían por fin a consumarlo? Final Acaba la discusión. Esta vez han llegado demasiado lejos. Desayunan juntos, sin mirarse. Silencio. Evitan coincidir en el pasillo. Comparten la cama sin rozarse. Unos cuantos días más, unas cuantas noches, hasta que el hedor del cadáver de su matrimonio se ha extendido ya por toda la casa.

Carmen de la Rosa, Santa Cruz de Tenerife, 1964. Sus microrrelatos pueden leerse en el libro ilustrado “Acordeón” (2015), las antologías: “Somos Solidarios”, “99 crímenes cotidianos”, “Primavera de microrrelatos indignados”, “Ellas”; la revista Fahrenheit XXI, los blogs: Antología Mundial de Minificción, Químicamente Impuro, La cazadora de relatos, Máquina de coser palabras, Brevilla y Lectures d´ailleurs.

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* Luciano Doti (Buenos Aires, Argentina) El galán del metro Aguardó en ese recoveco de la estación del metro expectante ante el inminente encuentro con ella, la mujer que desde hacía un tiempo ocupaba su mente. La flor en sus manos era un arma con la cual pretendía doblegarla. La ocultaba tras su espalda; un arma siempre se oculta. La flor podía ser considerada cursi, pero era el día en que comenzaba la primavera, y lo cursi estaba permitido. Permitido sí, aunque no por eso exento de ser considerado cursi. Cuando la mujer lo vio portando esa arma, sonrió sobradora, burlándose de un detalle tan demodé. Es el siglo XXI, y los galanes ya lucen oxidados. La sombra del amor La relación entre Amanda y Antonio no nació como un amor a primera vista. Él decidió cortejarla ni bien la vio, pero ella optó por hacerse rogar. Sin embargo, las atenciones de Antonio, aunque un poco pasadas de moda, surtieron efecto y ella finalmente aceptó salir con él. De la primera salida al noviazgo formal no pasó mucho tiempo, y para Amanda ya no hubo escapatoria: las atenciones se convirtieron en acoso, en celos injustificados y en una insoportable limitación de su derecho a ser libre. Él se había convertido en su sombra, ¿y cómo se libra alguien de su propia sombra?

Luciano Doti (Buenos Aires, 1977) ha publicado cuentos, microficciones y poemas en varias revistas y antologías. Obtuvo los premios Kapasulino a la Inspiración 2009, Sexto Continente de Relato 2011, Microrrelato de Miedo 2013 y los 2° premios de microficción Mis Escritos 2014 y Guka 2015. En 2016, fue finalista del concurso de microficción #Twitteratura400 de la 42ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

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* Mónica Druetta (Tancacha-Córdoba, Argentina) El mismo amor, la misma lluvia Había sido un amor inmediato, irreparable, intenso, impensado… Había sido un amor de días de lluvia… Había sido un amor clandestino de esos que siempre están destinados al dolor… Carla lo pensaba, mientras caminaba bajo la llovizna por el muelle. Apenas estaba amaneciendo, su insomnio la había levantado de noche aún y había salido sabiendo que era difícil caminar sola por los lugares en que lo habían hecho juntos… Habían pasado dos años desde que Martín se fuera. Él le había dicho “cuando todo termine volveré” y ella se había aferrado a esas palabras como un náufrago … desesperadamente. Empapada de agua y de nostalgia, le pareció verlo sentado en un banco mirando el mar… Caminó hacia allí sin lógica, su corazón dormido galopó y tuvo que apaciguarlo con sus manos, pero no se detuvo… Comenzó a reconocer su perfil, el gesto de pasarse la mano por el cabello y la ausencia con que observaba el mar… Cerró los ojos, rezó pidiendo que no fuera solo una visión, y cuando los abrió, él estaba allí… más delgado, más triste, más humano… Se miraron, se olfatearon, se tocaron y se abrazaron reconociéndose a pesar del tiempo, del dolor, de la ausencia…

Mónica Druetta nació en Tancacha, provincia de Córdoba, en enero de 1963. Es profesora de Lengua y Literatura castellana. Varios de sus cuentos han sido publicados por diferentes editoriales argentinas y españolas.

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* Lilian Elphick (Santiago de Chile) Monstrua I Un brillo. Una luz. Ahora. Un dolor irisado se te ve en los ojos. Así me miras cuando hemos estado perdidos en la noche, lenguajeando, mientras yo te extraño porque te vas y te quedas y ningún beso florece sobre las almohadas. Desgloso tus pequeñas trizaduras: es por ahí que te escapas, sin aristas, desarenado, limpio. Y es ahí que soy la piel ajena que a veces guarda la tuya en forma de mi recuerdo. O el hielo que quema su confesión: ¿Sabías que las palabras pueden manifestarse como un puño? ¿Alcanzarás a cobijarte bajo la sombra de mi mediodía? Poco quiero decir de la añoranza: ritual espejeante; la brutalidad de la máscara.

Venus de los tajos Delicia de perderse en la imagen presentida. Alejandra Pizarnik El espejo no me salvó, lector variable, de estas palabras. Ya quisiera haberte cantado un mugido alegre, enfundada en el lamé de Marilyn, pero (siempre hay peros en las tragicomedias) preferí el más obsceno de los silencios, ése que se abre de piernas para mostrar comunicaciones e imprecisiones. Opté por el cuchillo hundido en mi piel y que antes saboreó Slasher Mary en su acto de rabia. Cada tajo es una escritura y una contemplación. Cada escritura es un modo de decir que no. Cada contemplación es la arruga de una historia venida a menos. Porque los grandes momentos épicos del espejo han sido barridos por la escoba de una desconocida. 35


Aquí está el amor de la neoplasia, la dentellada caliente que vive sola y que muere sola. Aquí está mi ofrenda: Tómala, hunde tus dedos en ella; escarba en cada una de las heridas, agrandando así el espacio entre deseo y poder. Nota: El cuadro Venus del espejo, de Velázquez, fue tajeado por Mary Richardson, Slasher Mary, en 1914.

Lilian Elphick (Santiago de Chile, 1959). Ha publicado cinco libros de microrrelatos. “Monstrua I” y “Venus de los tajos” pertenecen al libro Diálogo de tigres (2011). Dirige la revista Brevilla, junto a Patricia Nasello (Argentina) y Sergio Astorga (México/Portugal).

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* Juan Armando Epple ( Osorno, Chile/ Oregon, Estados Unidos) Razones son amores Alonso Quijano, rechazado por la molinera de la aldea, decidió terminar sus días lanzándose contra el molino de viento. Al verlo tan maltrecho el bueno de Sancho, que algo sabía de amores, le puso unas compresas al destartalado hidalgo, inventó la aventura de los gigantes y lo demás es historia conocida.

Para mirarte mejor Aunque te aceche con las mismas ansias, rondando siempre tu esquina, hoy no podríamos reconocernos como antes. Tú ya no usas esa capita roja que causaba revuelos cuando pasabas por la feria del Parque Forestal, hojeando libros o admirando cuadros, y yo no me atrevo ni a sonreírte, con esta boca desdentada.

Juan Armando Epple nació en Osorno, Chile, en 1946. Se desempeña como profesor de literatura latinoamericana de la Universidad de Oregon y es uno de los iniciadores de los estudios sobre la ficción breve. Ha editado las antologías Microquijotes I y II (2005, 2016) Cien microcuentos chilenos (2002), Brevísima relación. Nueva antología del microcuento hispanoamericano (1999), Para empezar. Cien microcuentos hispanoamericanos (1990) [con Jim Heinrich]. Co-editor de Los mundos de la minificción. Actas de las Jornadas Internacionales de Mini ficción, Universidad de Las Palmas de Gran Canarias, 2008. Valencia, Spain: Advuana Vieja, 2009. Fue editor invitado del número especial sobre el microcuento latinoamericano de la Revista Interamericana de Bibliografía/ Inter-American Review of Bibliography, Vol. XLVI, N.1-4 (1996), que incluye sus aportes "Brevísima relación sobre el cuento brevísimo", pp. 9-17, y Appendix "Breviario de cuentos breves latinoamericanos", pp. 193-311. Es autor de los libros de minificciones Para leerte mejor, Santiago, Mosquito Editores, 2010, y Con tinta sangre, Santiago, Mosquito Editores, 1999. Segunda edición: Barcelona: Thule Editores, 2004.

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* Eduardo Escalante (1942, Antofagasta, Chile) 671 El ojo que mira mira el todo se aburre, el mínimo entusiasma, aprieta los párpados. (entusiasmarse) 673 Enamorarse es un glamoroso escenario: hasta las espinas no clavan, los perros muerden y dejan tatuajes de besos, el corazón tiene una lengua que lame cada gota de sabor. (enamorarse) 679 Los amantes en las noches se pinchan las venas con una lapicera Parker, escriben: soñaré contigo para mañana despertar con tu nombre y pronunciar tus sílabas como un amuleto. (soñarse) 812 En días ordinarios, nunca se esconde en habitaciones de camuflaje, la mirada de cualquiera devuelve una nube que baila, una gaviota que coquetea con el sol, un pez que besa una roca. (mirarse) 901 Los amantes cuando ya viejos, sus ethos dicen ética; se acuestan, ya conjuraron el pathos. Él la mira y le dice: como siempre ahí estás como un regalo, un sueño tangible. (eternidad)

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* Jorge Etcheverry ( Chile, Canadá) Frente a la estación Cada tarde, cuando empieza a anochecer, Penélope se levanta de ese banco en la estación y camina las tres cuadras que la separan de su casa. Mañana volverá al mismo banco, sobre el mismo andén, a la misma hora. Yo la veo pasar cada día a veinte metros de la puerta de la lavandería que da a la estación de trenes. Sospecho que hoy sucederá lo inesperado. Algo en el aire me dice que hoy alguien bajará del tren de las once y la sorprenderá. Hoy sucedió. El corazón me saltaba en el pecho. Atado por años a este trabajo en que me familiarizo con las prendas de esas niñas intocables, entre ellas las suyas, que al entregarme su ropa me revelan sus intimidades, me he convertido en una especie de voyerista, no tan sólo suyo. El día anterior ella había venido a la tintorería a buscar ese vestido trazado de encaje blanco e incrustado de sobria pedrería. Pude ver con el rabillo del ojo la llegada del tren, su breve parada en esta estación pueblerina en que no suben ni bajan pasajeros. Pero hoy, un hombre flaco e impreciso, desgarbado, con un estuche de guitarra, descendía de uno de los carros. Pero no quise mirar más. Esa niña, en la noche Miro ese cuerpo en posición fetal. En nuestro caso la mano izquierda sabe lo que hace la derecha nos decimos, y esa mano sostiene las tijeras y como que queremos llorar y la miramos como desde lejos, y el olor a alcohol emana de ese cuerpo de hombre maduro tan familiar, mi padre. Miro las florecitas rojas en mi camisa de noche. Escucho el aullido de mi madre en el vano de la puerta, contra la luz encendida del pasadizo. Que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, dijo el cura. Que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha. Jorge Etcheverry se inicia en el Grupo América y la Escuela de Santiago, agrupaciones poéticas de los 1960. En Canadá desde 1975, es traductor y doctor en Literatura Comparada. Su último libro de poemas es Cronipoemas (Ottawa, 2010). Su novela De chácharas y largavistas fue publicada en 1993. Es autor de la antología Chilean Poets: A New Anthology, publicada en 3011. Tiene prosa, poesía y 39


crítica en Chile, Estados Unidos, Canadá, México, Cuba, España y Polonia. Es uno de los editores de Split/Quotation – La cita trunca y editor de su edición virtual en www.etcheverry.info. Es embajador en Canadá de Poetas del Mundo. Su Apocalipsis con Amazonas, relatos, fue publicado en 2015.

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* Ángel Fabregat (Belianes, Lleida, España) El reloj de arena Hubo un hombre que amaba tanto a su mujer que el día que murió hizo incinerarla y luego puso sus cenizas en un reloj de arena. Todos sus allegados le preguntaban el porqué de tal locura, a lo que él siempre respondía: —Quiero seguir pasando las horas con ella. Ángel Fabregat (El Cielo en Ruinas, Me Gusta Escribir, 2015)

El hombre invisible A Antonio lo dejó su mujer para irse con un antiguo pretendiente, enriquecido durante la burbuja inmobiliaria. Un tiempo después, perdió el trabajo y se sumió en una depresión, agravada cuando, pasados unos meses, lo desahuciaron. Ayer mismo mendigaba frente a un teatro, donde vio cómo su exesposa y su pareja, abrazados, acudían al estreno de una obra. La mujer lo miró sin hacer ningún ademán. Él pensó: «No me habrá visto, quizá cuando salga». Ángel Fabregat (El Cielo en Ruinas, Me Gusta Escribir, 2015)

Ángel Fabregat Morera nació en Belianes, Lleida, el viernes 13 de agosto de 1965. Empezó a escribir a los diecisiete años. Su escasa obra, en catalán, se centra en la poesía y el relato corto, con los que ha cosechado más de ochenta premios literarios. En el verano de 2012 puso en marcha un proyecto de literatura breve en castellano a través de una página en Facebook que actualmente tiene más de 18.000 seguidores. Algunos de sus microrrelatos publicados en dicho espacio forman parte de El cielo en ruinas.

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Tiene publicado el libro de poesía “Antologia d’un Onatge” (Ed. Columna, 1990).

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* Caro Fernández (Mendoza, Argentina) De tres semanas y media La religiosa joven no estaba bien informada sobre el método aceptado por la Iglesia: rezar tres rosarios después de cada encuentro amoroso no resultó ser un anticonceptivo fiable. Centímetro sexual Se mira una vez más en el espejo y regresa al living. Apaga las luces permitiendo que el reflejo de Luna se mezcle con la música suave. Sirve una copa de espumante, se acomoda en el sofá y, humedeciéndose los labios con el vino, imagina una mujer a quien besar.

Caro Fernández (Mendoza, Argentina). Formó parte de diversas antologías de microficción. Codirige “Triple C, la Cofradía del Cuento Corto”. Publicó “Oíd el ruido de Rotas Metáforas” (Macedonia, 2015). Escribió junto a Leo Mercado “Hacer el cuento, microcrónicas” (Macedonia, 2012) y “Volver a hacer el cuento” (Scherezade, 2015).

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* Denise Fresard (Santiago, Chile) Ni siquiera la traición justifica la falta de virtud Él siempre había sido un traidor pero no tenía el valor de aceptarlo. Como un buen cristiano rehuía sus mentiras, su falta de honestidad. Pensaba mal de sí mismo porque la traicionaba y más la odiaba a ella por ponerlo frente a su limitación. No soportaba verla reír, sentía que esa risa era una burla hacía él. Si hablaba seriamente, él oía un reproche constante. Cuando por las noches ella se acercaba para abrazarlo, él sentía que era una manera de acusarlo. –Eres ridícula le decía- estás gorda, córtate el pelo. Lo insultaba su alegría, su naturalidad y esa maldita ingenuidad que ella tenía, lo cegaba de rabia. Mientras tanto vivía en el mundo de ella, en el seno de su familia, en su casa, dispuesto a criticar, sin ofrecer más que su muda presencia Ella sabía quien era la mujer con la que él se entretenía y lo vio muchas veces torcer la mirada y mentir, justificándose con reproches ridículos. Él nunca dijo la verdad y en su descargo inventó una excusa para acusarla a ella, acusarla hasta la ignominia. Ese fue el recurso más ruin, el más miserable y con él demostró finalmente de lo que era capaz para evitar la verdad. Ella lo expulsó como a una rata. Y como una rata huyó delatando su condición de traidor y cobarde. Con el tiempo ella reflexionaría: no era él el primer mentiroso con el que se cruzaba, pero este sí era el más vulgar. -Por sobre todo le faltó elegancia y estilo.

Amor de insecto

La Mantis Religiosa es el más cruel de los animales sobre la tierra. Vive para aparearse y en ese acto, asesina a su pareja comiéndole la cabeza. Sin embargo, una vez decapitado, el macho se aparea mejor, gracias a un pequeño cerebro ubicado en la parte posterior de su cuerpo. Mientras ella lo

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devora, él persiste en su afán reproductor, sin otra preocupación que la de perpetuar sus genes sobre la tierra. Denise Fresard se ha especializado en la investigación y edición de documentos, textos e imágenes de valor histórico y patrimonial. Sus micro cuentos han sido publicados en medios digitales, en la antología, “73 cuentos acuarenta años del golpe” y en la antología “Microquijotes 2” publicada por la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE). Es autora del libro de micro cuentos “El país que huye” (2014), de la monografía sobre el fotógrafo Antonio Quintana “Antonio Quintana 1904 – 1972” (2007), y del Libro “Una Revisión al Rostro de Chile” (2005). “Retrospectiva de Antonio Quintana” (2007) en el Centro Cultural Fundación Palacio la Moneda, entre otros proyectos.

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* Daniel Frini (Berrotarán-Córdoba, Argentina) El viaje del alma de Juan Benítez Se encontró sumergido en un mar de un color azul profundo, espeso, pegajoso, absorbente al estilo de las arenas movedizas. Intentó mantenerse a flote, nadar con la esperanza de llegar a alguna isla ignota; pero no pudo. Tres minutos después estaba muerto. Ahogado. Su alma se desprendió de su cuerpo y comenzó a elevarse. Conforme subía, miró hacia abajo y no vio su cuerpo. «Estoy demasiado alto para verlo», se dijo; aunque también se sospechó hundido en esa gelatina oscura. Siguió subiendo. El mar parecía, ahora, un anchísimo río cuyas orillas blancas enmarcaban una quieta corriente. Después y más arriba vio las curvas y meandros del cauce, las islas, las pequeñas bahías. Subió aún más. El río dilatado se le antojó un arroyo enrevesado entre idas y vueltas inciertas. Una eternidad después y todavía ascendiendo, alcanzó la plenitud de la iluminación, el saber que es parte del anhelo infinitamente viejo; y el conocimiento lo golpeó en la boca del estómago con puño formidable. Vio el nacimiento y el fin del cauce. Vio el texto de la vida escrito en tinta azul y una cursiva de cuidada caligrafía (¿la letra de una deidad?) sobre una blanquísima hoja blanca. Comenzaba con una mayúscula esmerada y terminaba, claro está, en un punto final. Su mar, su río, su arroyo, su texto era una sola palabra: «Adiós.» Un pequeño imán sostenía el papel en la puerta de la heladera, donde lo dejara colgado Iris antes de irse, para siempre, de su lado.

La brújula herida De haber sabido que esa era la última vez que la veía, hubiese guardado el enojo y le hubiese dicho cuánto la amaba. Ella hubiera sonreído y soltado la manija de la puerta. Pero no. Ella salió del bar y dobló a la derecha. Durante los treinta y ocho años siguientes, hasta su muerte, lo persiguió la imagen de un mechón de cabello movido por el viento; que fue rubio, al

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principio, y que, sobre el final de su vida, era casi como un trazo de caligrafía china. Un año después del episodio del bar, lo buscaron para un trabajo, con la promesa de un diez por ciento, y le dieron una Smith & Wesson. Su inexperiencia le costó un guardia, un policía y veintidós años en prisión. En alguna pelea, perdió la vision del ojo derecho y la movilidad de la pierna izquierda. Cuando salió, viajó al sur, a trabajar como peón en una estancia, cerca de Coronel Gregores. Algunas veces la amaba; las más, la odiaba. La lloró una y mil noches. Nunca más supo de ella. Murió un anochecer, entrando al invierno.

Daniel Frini. Escritor y poeta argentino. (Berrotarán ―Córdoba, Argentina―, 1963). De profesión Ingeniero, fue redactor y columnista en varias revistas, colabora en varios blog y e-zines (Químicamente Impuro; Ráfagas, Parpadeos; Breves no tan Breves; La Oveja Negra; Axxón; Micrópolis; miNatura; Plesiosaurio: Insolito e fantástico; Pegasus). Publicó “Poemas de Adriana” (2000, Ed. Libros en Red, Buenos Aires) y “Manual de autoayuda para fantasmas” (2015, Ed. Micrópolis, Lima, Perú). Sus obras fueron galardonadas con varios premios y traducidas a varios idiomas. Participó como jurado en varios concursos. Es coordinador del Taller Literario Virtual “Máquinas y Monos” de la revista digital “Axxón”. Blog personal: http://danielfrini2.blogspot.com.ar/

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* Juan Carlos Gallegos (Guadalajara, México)

A pesar de todo Recordó el consejo que había leído alguna vez: que si estaba en un café y le gustaba una chica que estuviera sentada mesas allá no tenía que guardárselo, y que podía ir hasta con ella y decírselo. Así que se atrevió y fue a decirle qué guapa le parecía, a pesar del pudor, a pesar de que la chica estuviera con el novio a un lado proponiéndole matrimonio, a pesar de dejar hablando sola y sorprendida a su esposa en la mesa, a pesar de ser también mujer.

Final amargo Todo era miel sobre hojuelas. Él muy dulce, ella, Dulce. Les dio un coma diabético.

Juan Carlos Gallegos. Guadalajara, México, 1983. Maestro en Estudios de Literatura Mexicana por la Universidad de Guadalajara. Autor de La rubia despampanante y otras microhistorias (Effictio, 2014). Doble ganador y cinco menciones en el concurso mensual de minificción de www.lashistorias.com.mx

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* Pablo A. García Malmierca (Salamanca, España) Desde el fondo de un vaso Todo su amor cabía en un vaso de agua. Un día el deseo en forma de otra mujer hizo que se derramase por el suelo, quiso recogerlo con el pliegue de su falda pero la humedad le deshizo el peinado. No pudo soportar tanta vergüenza y decidió no volver a salir a la calle. No quería que nadie la viera toda empapada. El vaso nunca se pudo volver a llenar, hasta que un día, víctima de la dejadez, apareció roto en la esquina de un mueble olvidado.

Pablo Malmierca (Pablo A. García Malmierca). Poeta zamorano, afincado en Salamanca. Autor del poemario "dD", Piediciones, 2016. Incluido en la antología "Anóminos 2.3". Difunde su obra a través de las redes sociales: pagmalmierca.wordpress.com o en su facebook. Interesado en las relaciones poesía música, musica sus propios poemas: https://soundcloud.com/pabloantonio-garc-a-malmierca

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* Eliah Germani (Concepción, Chile)

Invierno No sabía que aquella lencería se la había puesto para él, a esa hora no podía darse cuenta, el seguro confort del matrimonio y la obviedad del día transcurrido no auguraban otra cosa que un buen sueño. Buenas noches, le dijo sin mirarla, apagó la luz, se envolvió en las sábanas y se acomodó en su rincón de la cama.

El beso La foto fue tomada en una esquina de Barros Arana, de espaldas a la plaza. La encontré parecida a “El beso” de Doisneau, ese beso que, después se supo, había sido posado. Este beso, en cambio, era un beso de corazón. Yo nunca le habría pagado a un detective por una fotografía posada. Porque esta era una pareja de verdad. A él lo veía por primera vez. Ella era mi mujer.

Eliah Germani, autor de “Volver a Berlín” (RIL Editores, 2010, Premio del Consejo Nacional del Libro de Chile en la categoría de cuentos inéditos) y de “Objetos Personales” (RIL Editores, 2015). Microrrelatos publicados en la antología “Puro Cuento” de Marco Antonio de la Parra (El Mercurio Aguilar, 2004) y en la revista de literatura Hispamérica (USA, 2013). “El beso” fue incluido en la edición de “Concepción en 100 palabras. Los mejores 100 cuentos” (2013).

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* Xavier Gómez C. (Valladolid, España) No era gata... A él le sedujo su elegante porte, el felino movimiento de sus gestos. Su mirada inteligente, llena de promesas... Juntos recorrieron las calles y conocieron las piedras. Exploraron las luces y las sombras. Sintieron el calor y el frío, se impregnaron de la misma lluvia. Cerraron por igual sus ojos ante el brillo cegador, dilataron sus pupilas en la misma negrura. Compartieron sus pelajes, retozaron febrilmente sobre la hierba fresca, sobre la arena, sobre el mar encrespado de sus existencias. Unieron cuerpos y esencias, se regalaron ronroneos y maullidos bajo la luna llena. Cazaron juntos los momentos, soñaron islas y caminos. Se apropiaron de templos, montes y veleros. Alcanzaron las mismas cimas, recorrieron los mismos llanos... Ahora contempla moribundo su propia sangre, cuyo brillo fenece al sol de primavera. Y se pregunta, atónito, de dónde surgió aquel zarpazo.

La piedra El aire le pareció gélido aquel domingo inesperado, cuando ella desapareció de nuevo.

Xavier Gómez Cacho, nacido en Valladolid un mes de octubre y afincado en Barcelona hace más de media vida. Licenciado en Historia, editor, ex-docente, lector voraz y curioso por casi todo. Autor de algunas obras relacionadas con la Historia y el Arte.

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* Eduardo Gotthelf ( Buenos Aires, Argentina) Constancia Cuando me lo contaron, hace veinte años, llevé todas sus cartas de amor al fondo de casa y les prendí fuego; no quise guardar recuerdos. Todavía arden.

Eduardo Gotthelf (Buenos Aires, 1945), vive en la Patagonia desde 1974. Cursó estudios universitarios en Santa Fe y Mendoza. Sus trabajos están recogidos en antologías, revistas y publicaciones diversas. Publicaciones: El sueño robado y otros sueños, (Cuentos cortos), 1995; Cuentos Pendientes, (Minificción) 2007; Principio de Incertidumbres, 2009 y Paraísos Paralelos, 2012.

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* Jorge P. Guillén (México-Canadá) Irremediable Te cuento: cuando llego a la cita ya me espera, con su sonrisa tan característica. La miro con disimulo. Me hace las preguntas de rigor y conversamos. Yo quisiera decirle que estoy muriéndome de amor por ella, pero, conociéndola, creerá que no es más que una infección de garganta o quizás un resfriado. Y si espero una carta de amor, acabo con una nota ininteligible para una capsula de penicilina tres veces al día. Los amantes Alguien viene a golpear la puerta de la alcoba. Adentro, un hombre calvo y regordete yace entre las piernas de su amante, a quien, con la mano, le tapa la boca para que no haga ruido. Un enorme y pesado anillo de rubí centellea en la luz de la intimidad de la recámara, que queda en total silencio. Afuera vuelven a tocar suavemente, y al no haber contestación, se oyen pasos alejándose. Con la actividad interrumpida debido al temor de ser descubiertos, los dos permanecen quietos en la cama, hablando en murmullos. Su excelencia el Cardenal, sin la túnica roja, es blanco como la nieve. A él se abraza en profunda crisis de fe el párroco Gómez, la cabeza descansando en el pecho de aquel, lleno de arrepentimiento y en silenciosa oración por la salvación de sus almas.

Jorge P. Guillén. El autor ha tenido la buena fortuna de haber publicado un cuento en la Revista El cuento. Revista de imaginación. También participó en la antología de Alfonso Pedraza titulada Minificciones de "El cuento, revista de imaginación", publicada por Editorial Ficticia. Ha ganado un par de veces el concurso del taller de minificción de Ficticia. Vive en Canada desde hace casi treinta años. Su mejor logro hasta el momento es haberle hecho creer a su ahora esposa que era escritor.

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* Gonzalo Herta (Ciudad Real, España)

Ósculo de tornillo Ella me besó y caímos en aquella práctica durante todo el día. Luego ese día se nos preñó demasiado, abultaba como una semana y al cabo de repetirse y reblandecerse cumplimos inconscientes un mes seguido de ósculo diurno y oscuro. Por no hacer otra cosa, el péndulo del tiempo marcó el trimestre y seguimos besándonos con sustraída entrega, brazos caídos, pies enraizados. A veces yo abría un ojo y tras el ventanal veía algún pájaro cortar el cielo con su vuelo. Nos entregamos sin pensarlo, sedientos de proteínas, escorados de deseo y poco a poco surgió el entendimiento del vals en su lengua. El beso de marras ya iba cumpliendo los seis meses desde el insospechado inicio (me sonaban las tripas de puro hambre). Ella seguía empeñada en recorridos suculentos y yo la seguía y le azuzaba nuevos tirabuzones. Cuando la hoja del octavo mes cayó al suelo, separamos nuestros cuerpos. Se oyó un ruido sordo como de ventosa al desincrustarse. Entonces ella me miró famélica, entumecida. -Creo que me equivoqué al besarte –me dijo temblorosa, como el susurro de la nieve en deshielo–. Apenas, Manuel, apenas te conocía. Tras ocho meses de voluntaria reclusión, vacilé de quién era aquella casa. Los muebles, las baldosas, su piel: todo era ya tan familiar... Decidí levantarme yo. Me abotoné la chaqueta –afuera estaba gobernando el invierno–, me encajé el sombrero y me dirigí a la puerta, no sin antes darle mi último beso de despedida.

Gonzalo Herta nació en La Mancha literaria (1977). Ha publicado prosa y verso en cinco países diferentes.

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* Leandro Hidalgo (Mendoza, Argentina)

Primer desamor Una vieja vecina le ha dicho a mi madre que me mande al Jardín de Infantes, que me va a hacer bien. Yo sigo resistiéndome. Sé que después uno es arrancado súbitamente de su señorita y se sufre el primer y más largo desamor. Ningún niño de cuatro años enamora verdaderamente a una mujer de treinta y pico.

Amor dimensional No puedes saber mi amor lo que yo siento, ni puedo saber yo lo que tú sientes, porque no conoces otro estado más que la vida, ni yo otro más que la muerte.

* “Primer desamor” y “Amor dimensional”, corresponden al libro Capacho, Ed. Macedonia, Buenos Aires, 2010.

Leandro Hidalgo. Mendoza, Argentina, 1981. Sociólogo. Docente. Colabora con columnas de opinión en medios gráficos. Publicó “Instantáneas100 fotos” (2005), “Capacho” (2010), y “Grado –microficciones sobre la Historia Argentina” (2014). Web de autor: www.capachobonsai.blogspot.com

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* Luisa Hurtado González (Madrid, España) Náufragos Anoche, tras un matrimonio de quince años, durante la cena, se confesaron el uno al otro que no se habían querido nunca. No hubo gritos ni dolor, nadie sintió alivio. Poco después, uno de ellos movía su mano sobre la mesa para tocar la del otro y empezaron juntos a mitigar la soledad y el frío, como habían hecho siempre. Miembro fantasma Lo habíamos intentado todo y nada había funcionado, de modo que cortamos por lo sano. Sin embargo, a día de hoy, aún lo siento unido a mi cuerpo y el dolor de su ausencia sigue sin calmarse. Mis amigas dicen que es normal, que eso es porque mi cerebro aún tiene un área dedicada a ese miembro amputado, que he de tener paciencia, que tengo que acostumbrarme. Y yo sólo sé que, sean éstas sensaciones fantasmas o no, si llego a saberlo antes, hubiese preferido que siguiéramos siendo pareja y que él estuviese a mi lado. Luisa Hurtado G. Ha publicado relatos y microrrelatos en múltiples antologías. Tanto en soporte papel como son entre otros: “La presión” y “Los meteoros” (AEMET, Ministerio de Medio Ambiente), “PervertiDos” de la Editorial Traspiés y “DeAntología, la logia del microrrelato” de la Editorial Talentura; como en soporte digital: “Grandes Microrrelatos de 2011” y “Destellos en el cristal. Antología de microrrelatos sobre espejos”, antologías elaboradas por la Internacional Microcuentista; o “Eros Gourmet”, “Tratado de de Grimminología” y “Triple Ceis (666). El número de la bestia microrrelatista”, elaboradas en el seno de Triple C. Del mismo modo, ha publicado en revistas digitales u otros blogs como son: la desaparecida Pseudònims, la revista digital miNatura, Periplo, la Esfera Cultural, Químicamente impuro, Breves no tan breves, Micro-Leituras (en portugués) o Lectures d’ailleurs (en francés). 56


Ha autopublicado dos cuentos infantiles, “La brujilla Carlota” y “Los amigos de Carlota”, y una novela de ciencia ficción, “Risak”, disponibles en Bubok. Por último, desde 2010, es autora y responsable del blog “Microrrelatos al por mayor”.

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* Pedro Guillermo Jara (Valdivia, Chile) El candado del amor Amorosamente escribimos nuestros nombres dentro de un corazón, colgamos y cerramos el candado en la baranda del puente Pedro de Valdivia. Amorosamente nuestras manos dejan caer la llave al río mientras nos besamos. Un mes después el buzo táctico se asoma desde las aguas del río y se aferra al costado del bote. Entre borbotones me grita: —¡Jefe, no puedo encontrar la llave de su candado, lo siento! Consternado muevo la cabeza y el candado queda colgado en la baranda como mudo testigo de nuestro fracaso. Re encuentro Después de 14 mil años, en un terminal de buses del sur de Chile, él y ella se re encuentran. La última vez que se vieron fue muy temprano, en Beringia. Ella no lo pudo seguir pero le entregó el cuenco de barro con el fuego. Sus miradas se cruzaron y ambos alzaron sus manos en señal de despedida mientras él arrastraba un trineo, su arco, las flechas, su lanza cruzada en la espalda, el fuego sagrado y su cuerpo protegido con cueros de reno. Juan Aliwenko, de pie, cargando una mochila, espera el arribo del bus. Es de mediana estatura, de amplia caja torácica, piel oscura, cabello grueso, ojos negros; viste de jeans, una parka, bototos, envuelto en su solemnidad ancestral. Aiko Tanaka desciende desde el bus. Es menuda, cabello corto, erizado, de varios colores, tez amarilla, de gafas. Una cámara fotográfica pende desde un costado y arrastra una maleta con ruedas. Mientras avanza por el pasillo, a la distancia, descubre a Juan Aliwenko. Su andar se hace más lento. En el cruce entre ambos Aiko detiene su marcha un par de segundos. Sus miradas se entrecruzan, se observan. Los 14 mil años retornan al punto de origen en un resplandor de luz que los envuelve. Aiko Tanaka le pide fuego. Juan Aliwenko le enciende el cigarrillo.

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Pedro Guillermo Jara es microcuentista, radicado en Valdivia, Chile. Su últimas publicaciones La bala que acaricia el corazón, Nanonovela, Valdivia, 2010; Kasaka, Autoedición, Valdivia 2011; Patagonia Blues, Ediciones Kultrún, Valdivia, 2013.

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* Desangelado Albin Lainez (Argentina) -¡Embustero!-, ante mi estampa de hombre hecho y derecho, conciente de sus obligaciones para con la sociedad, ella espetó el ¿insulto?. Comprendí que su desengaño obedecía a la añoranza por aquellos tiempos en que mudé de ropas, credenciales, aspecto; para cubrirme de transparencia y devenir en ser volátil, impulsándome dentro de la ciudad sin clemencia, a fuerza de alcohol, nicotina, e imaginación hasta el borde del sacrificio. –Somos como el río que siempre está de paso pero nunca es el mismo-, respondí quizás como un intento de excusa ante lo inevitable. No hubo caso, su mente etérea era incapaz de aceptar que ya no fuera ese ángel que la sedujo mientras las canciones apuñalaban cielos y los dedos en V hurgaban narices galvanizadas. Dio media vuelta sin decir palabra, y cobró altura. Sus alas azotaron mis lentes de horario completo. Intuí que no volveríamos a vernos. Y abandonando las dudas ante el hecho consumado, seguí el camino que me lleva al puesto de trabajo, donde tampoco soy bien visto.

Albin Lainez. En el año 2012 publicó un cuadernillo de poemas titulado “Alrededor Infinito”, en 2014 hizo un libro artesanal de treinta hojas y tapas de cartón pintadas a mano que lleva el nombre “Esta Errancia”. También en 2014 fue distinguido con el primer premio en poesía en el concurso organizado por la Municipalidad de Esteban Echeverría, provincia de Buenos Aires, Argentina, gracias a lo cual se editó su libro de poemas titulado “Fractales”. Actualmente coordina un taller místico-literario y tiene en preparación un nuevo volumen de prosa poética.

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* Santiago Leaño (Bogotá, Colombia) Todo es relativo Esa mañana se despidieron con un beso en los labios, acordando encontrarse al atardecer en la esquina de siempre para tomar un café y contarse los detalles del día. Él salió apresurado para completar una jornada entera de maniobras y ella se sentó a tejer la bufanda que le había prometido. Él abordó su nuevo avión de combate a reacción y aceleró todo lo que pudo. Ella prefirió tejer la bufanda muy despacio para no perder los puntos. El reloj de él, obediente a la ley de la relatividad universal, empezó a girar un poco más despacio a medida que su nave aceleraba al límite. El reloj de ella siguió girando como siempre. Al atardecer, luego de la agotadora prueba de miles de kilómetros, él la encontró puntual, en la esquina prometida y la besó en los labios, mientras ella se había cansado de esperarlo y se marchó. Pre divorcio Cuando él no está, ella siente que ha estado en su vida desde mucho tiempo antes de conocerlo, pero cuando lo mira entrar por la puerta, después de todo un día de trabajo, es como si lo viera por primera vez. Al rato vuelve a sentir que él ha estado en su vida demasiado tiempo y en la noche se pregunta cómo será dormir con un desconocido. Al verlo salir al día siguiente, siente un alivio que le dura poco; sólo hasta que lo comienza a extrañar.

Santiago Leaño. Bogotá, Colombia (1963). Ha publicado en Letras de Chile, Antología ¨Archipiélago¨ del Taller La Trastienda y Revista El Malpensante.

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Ada Inés Lerner (Buenos Aires, Argentina) En la casa Ya nadie repite su nombre, ¿para qué? su nombre sólo para ella existe. Un rumor de hierba la nombra, la nombra mientras Eva espera. Es una esclava mientras espera un tiempo de vértigo en el silencio. Todos han partido: no hay pájaros que al amanecer abran las ventanas, sólo resisten Eva y sus sueños. Esa casa, desde donde partió para casarse. A pesar de la oposición de Madre. Esa casa, donde la sombra de Madre se desliza por los corredores, atraviesa las puertas y reparte un desvelado tufillo a exilio temprano. La sombra de Madre. Porque Madre no se ha ido. Eva lo siente. Agobiadora la mirada de Madre. Los reproches de Madre. Los controles de Madre: Eva no aguarda con las manos ciegas, sus oídos no temen las visiones ni tampoco los olvida el llanto. A veces, sólo a veces, Eva se permite un ademán leve que dispersa la nostalgia. Los pasos del amor, claro, se han perdido entre el polvo y la tristeza. Eva imagina los rumores que pueblan los otros cuartos, desvelan los espejos y vuelcan el vino en dos vasos. Eva oye los susurros de los recuerdos del amor que ella aguarda: existen, estarán vivos mientras sean recobrados minuto a minuto por el mismo suspiro. En esa casa donde nadie repite su nombre Eva espera el destierro final, algún día. Ada Inés Lerner (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Ha publicado La Cuadra de las Viudas, Cuentos; y El hombre de mis sueños, Cuentos, Audio libro y en papel con música e imágenes alusivas. Colabora con diversas revistas literarias: Oestiario, Revista Nuestro Lugar, Con mi voz en la red, Diario NCO La Matanza y diversos blogs amigos .

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* Víctor Hugo López (Santiago, Chile) Conocerse 3 Si no fuese por ese glamour, nadie mas te observaría, entonces podrías ver los ojos que te persiguen. 35 Ella palpaba nerviosa las ramas, encontraba húmeda o reseca la bolsa de papel marrón, venían hojas amarillas de cuaderno, escritas por ambas planas, trozos de sacos harineros que tenían marcado labios gruesos con zumo de mora o frutilla, mientras leía y olía cada hoja, acercaba las marcas a su boca. El dejaba ocultas las cartas los domingos, antes de irse al Internado, atravesando el pueblo de extremo a extremo. De eso hacen cuarenta años. Con tranquilidad cada mañana ella enciende la pantalla plana pulsándola con el dedo índice, él está esperando, conversan, juegan deformándose las caras y cambiando los contrastes de colores. Él aumenta el volumen de la voz, para despedir a la hija que va saliendo a clases, aprovecha de mirar las líneas en la pared, con que se va marcando el crecimiento del hijo, ella le observa la herida por el accidente de la bicicleta, acerca la boca a la pantalla enviándole un beso. El reza quedándose dormido en el otro extremo del planeta.

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* María Elena Lorenzin (Argentina, Australia)

En una plaza pública una mujer en actitud de espera Pasan las horas, los minutos, los días, los años y la mujer sigue allí de pie como una estatua. Es casi parte del paisaje cotidiano. Los niños se le acercan con curiosidad. La mujer no se mueve, solo sus ojos siguen a la tropilla de críos cuando le gritan vieja bruja. Corren como corría aquel a quien espera. Ya no los ve, se han evaporado. Zapatos ajados se retuercen por las raíces que han comenzado a crecerle. La mujer no se inmuta. Firme, segura, sabe que es la mejor opción.

Viajeros -Me gusta, pero no me meto. Soy muy corta, si ella no ataca, yo no voy a hacer nada. ¿Te das cuenta? - Si la quieres, anímate de una vez. ¿Cómo es ella? ¿Tienes fotos? - No, no me he atrevido. Todo no se puede. El amigo la escucha mientras saca un mapa de la ciudad. Se nota que no son de acá. La mujer, una joven que pareciera contradecir lo dicho, se acomoda en el asiento del tren que va deborando distancias. Él la mira. Por la familiaridad, da la impresión de que se conocen de hace mucho tiempo. Sin embargo, hay algo que queda colgado entre los dos. Ese espacio que tal vez anduvieron juntos mucho antes de que ella descubriera la otra ruta.

María Elena Lorenzin. Nació en Argentina. Reside en Australia. Publicó Microsueños en la ed. Asterion.

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* Melanie Márquez Adams (Guayaquil, Ecuador) La foto El cuento de amor a distancia ha surtido efecto, calmando los rumores acerca de su orientación sexual. La foto de la modelito de segunda bajada de Google, se exhibe ahora rimbombante en el portarretrato de plata que adorna su escritorio. Sintiéndose por fin parte del grupo, disfruta del desayuno junto a sus colegas, antes de dar inicio a la convención de ventas en aquel balneario en el extranjero. Los silbidos y giros de cabeza masculinas, anuncian la llegada de las modelos del evento. No alcanza a escapar. Sus compañeros de trabajo ya están señalando a su novia. #MujerQueBusca Chica soltera de 18 años busca chico guapo, alto, detallista y sensible para un romance épico. #PríncipeAzul Chica soltera de 25 años busca hombre educado, atractivo y ambicioso para una relación romántica. #HombreIdeal Mujer soltera de 35 años busca hombre trabajador; estable económicamente y emocionalmente para una relación seria. #HombreMaduro Mujer divorciada de 45 años busca hombre respetuoso para una relación honesta. #HombreFiel Mujer solitaria de 65 años busca hombre de buen humor para una relación de compañía. #HombreQueEscucha

Melanie Márquez Adams (Ecuador, 1976) creció en la costeña ciudad de Guayaquil. Escribe para La Nota Latina de Miami y sus relatos han sido publicados en la revista mexicana Minificción, en la revista El Beisman de Chicago y en la antología bilingüe Nos pasamos de la raya/We crossed the line (Editorial Abismos). Su poema «Eclipse en Morristown» aparecerá publicado este otoño como parte de la antología Imanimam (Aunt Lute Books,) una celebración de la

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obra de Gloria Anzaldúa. Adams reside en Tennessee y enseña español a estudiantes universitarios. Actualmente se encuentra editando una antología de textos de autores andinos en los Estados Unidos.

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* Juan Manuel Montes (Mendoza, Argentina) Jugar a ser eternos Ella despertó, se ajustó la bata y en pantuflas caminó silenciosa hasta la cocina. Él apareció veinte minutos después, afeitado y con el nudo de la corbata a medio hacer. Ella se secó las manos con el repasador y le acomodó la corbata. Se dieron un pequeño beso. Él se sirvió un poco de leche en su té y ella trajo dos tostadas en un plato. Hablaron de cómo habían dormido y de lo que deberían hacer durante el día. Luego, en la puerta de la casa, ella lo despidió con otro beso y él se hundió en la oscuridad del mundo que aún no amanecía. Antes de perderlo de vista, lo extrañó un poco, pero se volverían a ver a las siete cuando ella regresaba de su trabajo y él preparaba la cena. Mediante esta misma rutina ya habían transcurrido dos años, o quizá setenta. Con el paso del tiempo, cada vez diferenciaban menos los días y sin darse cuenta la vida se le convirtió en una jornada liviana y perfecta. Muy tarde o muy temprano, comprendieron que el amor puede ser eterno.

Reencuentro Él, pensando en cientos de cosas, atravesaba las mismas cuadras aprendidas durante años de rutina. Habían pronosticado lluvias y quizá granizo. Ella volvía de un trámite que le había llevado toda la mañana. Estaba enojada con el tiempo perdido. Hubo un trueno y dos relámpagos. El granizo cayó en seco sobre la calle como si se rompiera un collar de perlas. Ella se guareció debajo de un alero. Él llegó hasta el mismo refugio cubriéndose la cabeza con su maletín. Ella, lentamente, se sacó el pelo de la cara, mientras que él bajó su portafolio. Se miraron dándose cuenta. Sintieron que el recuerdo les apretó muy fuerte todos los órganos vitales. Por unos instantes no volvieron a respirar. Detrás de ellos el granizo se aletargó y rebotó amortiguado hasta detenerse a medio camino entre el cielo y la tierra. Él la miró a través de los años, se sorprendió de que ella hubiera cambiado, de que hubiera 67


envejeciendo tanto como él. Ella lo reconoció por la forma de sus ojos y por el lunar en su mejilla. Ninguno supo cómo reaccionar, se quedaron tan estáticos como el granizo. Desde el fondo del cielo cayó una gota de lluvia. Una sola gota se abrió camino a través del granizo y al deshacerse contra el suelo, reventó la burbuja temporal en donde todo se había petrificado. Rápidamente los dos bajaron la vista y siguieron de largo. Se susurraron adiós y escaparon debajo la lluvia, quizá para ocultar sus lágrimas.

Juan Manuel Montes. Escritor, profesor de Grado universitario en Lengua y Literatura por la U.N.Cuyo. Miembro de Triple-C (La Cofradía del Cuento Corto) y de “La trampa: escritores independientes”. Ha publicado en 2008 La soledad de los héroes, y en 2012 Relatos desde Liliput; sus textos aparecen en diversas antologías como: Con la literatura no se juega (2012), Brevedades (2013), El mundo de papel (2014), Antología Trinacional de minificción “Borrando fronteras” (2014) y Minimalismos (2015).

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* Diego Muñoz Valenzuela (Constitución, Chile) De monstruos y bellezas El monstruo llora frente al espejo de la feria de diversiones porque su imagen se deforma y adquiere una apariencia grotesca. La hermosa muchacha con ojos de océano mira divertida su figura horripilante en el mismo espejo. Ella descubre a su príncipe azul en el espejo. Él cruza una mirada de amor con la maravillosa monstrua. Se enamoran perdidamente, y desde ese instante viven felices, juntos: la bella, el monstruo y el espejo. El paseo matinal Pasaba por ahí todas las mañanas, con las manos nerviosas, ocultas en los bolsillos de su abrigo raído. La observaba en silencio, hasta olvidaba el hambre por momentos mientras le enviaba imágenes alegres, celos, sufrimientos. Concentrábase en ese aire altanero, en esa distancia suya, en sus ojos perdidos a lo lejos. Nunca pudo desalentarlo su indiferencia, tampoco esa distinción tan lejana a su propia miseria. En ocasiones ella sentía la calidez de su mirada; quizás hasta alguna vez quiso responderle, sonreírle o derramar alguna lágrima. Pero hay tantas, tantas cosas prohibidas para un maniquí encerrado en su vitrina. Pero él sobrevivió todo ese tiempo gracias a ella. Diego Muñoz Valenzuela (Constitución, Chile, 1956). Ha publicado once libros de cuentos y microcuentos, incluyendo dos libros ilustrados de microcuentos, y cuatro novelas. Se distingue como cultor de la ciencia ficción y del microrrelato. Libros suyos han sido publicados en España, Croacia e Italia. Obras suyas han sido traducidas al croata, francés, italiano, inglés, ruso, islandés y mapudungun. Premio Consejo Nacional del Libro en 1994 y 1996. En 2011 el autor fue seleccionado como uno de los "25 secretos literarios a la espera de ser descubiertos” por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara para celebrar sus 25 años de existencia.

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* Patricia Nasello (Córdoba, Argentina) Subversivos Aún mi sangre no había conocido su primera luna cuando llegaron los magos. —Irás con ellos a Babilonia —sentenció mi madre, quien, al ver mis ojos llenos de miedo, con el mismo tono que empleaba para prometerme tortillas de miel, agregó: —Te instruirán en el arte de la escritura. Iba por mi cuarta luna cuando el más viejo me tomó por esposa ordenando que, según había sido enseñada, describiera el dominio tiránico al que las estrellas someten nuestros destinos. Ciego, pasa la yema de los dedos sobre la tabla de arcilla pero su ancianidad sólo le permite reconocer algunos signos. Desconoce que afilé la caña para grabar las historias que dictaba mi imaginación. Será informado y sin duda deberé destruir mi trabajo. No me inquieta, cierto narrador, joven piel de sándalo, ya está sembrando mis mundos en los oídos del pueblo. La faja Escucha el informe médico, sostiene su mano y, si está despierto, miente: —Pronto volvés a casa. Deja una faja limpia que la enfermera usará para sostener el vientre recién operado y se lleva la sucia, la misma que luego, en su casa, enjabona y refriega con especial dedicación puesto que hoy, reuniendo fuerzas a pesar del mal que lo consume, él ha contestado “gracias” a su mentira. —Bastante generosa soy, cuando hace años que estamos separados — razona en voz alta.

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Si alguien preguntara a los hijos, responderían que no fue su padre quien decidió que debía marcharse. Junto con el agua de enjuague, la sangre de él corre por las manos de ella. Patricia Nasello (Córdoba, Argentina, 1959), obtuvo el título de Contadora Pública por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC, 1983), profesión que nunca ejerció. Publicó el ebook NOSOTROS SOMOS ETERNOS (microficciones) Ediciones Libros al Albur, Seviilla, España, 2015 y el libro de de cuentos breves y microcuentos “El manuscrito”, edición de autor, Córdoba, Argentina, 2001. Editora de contenidos de MICROFILIAS, Revista Electrónica Trimestral de los Géneros Breves en Español. Publica la editorial LIBROS AL ALBUR (Sevilla, España). Miembro, junto a Lilian Elphick (Chile) y Sergio Astorga (México/Portugal) del Comité de Redacción de BREVILLA, Revista de Minificción. Posee trabajos publicados en periódicos, revistas culturales y antologías de cuentos tanto en su país como en el extranjero. Edita los blogs “Patricia Nasello microrrelatos” (textos propios), "Piedra y nido" (antología de microrrelatos) y “REY ARTURO, el hombre, el mito” (análisis de los núcleos históricos y literarios que disparan —dan nacimiento y nutren— la leyenda artúrica). Coordinó talleres de creación literaria desde el año 2002 hasta el 2012 inclusive. Algunos de sus microcuentos han sido distinguidos con traducciones al inglés, francés, rumano e italiano.

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* Ester Nievas Molina (Granada, España) Casi… Querido casi esposo: Estoy en un tugurio rodeado de montañas desconocidas, donde el amanecer, a pesar de la cálida decoración en madera del local, es frío, sobre todo con las ventanas abiertas. Aún no me he lavado la cara, precisamente hoy que debería estar empolvando mi cutis con suaves productos aromatizados. No huelo precisamente a jazmín, ni he usado la peineta plateada que compramos para recogerme el pelo. He desayunado güisqui y huevos fritos, me apetecía tras esta noche interminable. He dejado la dieta, como supondrás. Sé que estarás herido, sé que no me perdonarás, sé que he sido cruel. Lo sé, pero no quiero comenzar esta nueva etapa sospechando que no soy la diana de tus deseos, que hay alguien por cuyos pliegues quieres perderte, y que no soy yo (he espiado tu móvil, lo siento, me parecerá bien si me llamas hija de puta). Puedes quedarte con todo, con tus cosas, con las mías y con las que iban a ser de nosotros. Eso sí, no busques las ligas, ahora están en poder de un lujurioso y fornido desconocido de las montañas, al que ya he olvidado porque ahora en mi cabeza sólo caben precipicios y frío. Supongo que echaré de menos tus cálidos abrazos en las noches glaciales que me esperan, o quizás no. No sé. Fdº: La casi esposa. Sentimientos de papel Sentada en la esquina más escondida de la cafetería Malvarrosa, doblaba servilletas de papel, en las que escribía un mensaje, que depositaba disimuladamente en las mesas vacías. Esperaba que algún día alguien las leyera y devolviera el depósito a su olvidada mesa de la esquina.

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Ester Nievas Molina vive en la provincia de Granada, España, se dedica a Educación y suele aparecer en las redes con pseudónimo (MA). Tiene un blog en el que escribe para que no ladevoren los lobos.

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* Mónica Ortelli (Bahía Blanca, Argentina) De cómo la luna llena atrae a los amantes En el anochecer reverberante de chicharras, desde lo alto del olmo junto al camino, el loco gritaba: “¡Quiero una novia! ¡Quiero una novia!”, al tiempo que un auto que pasaba reventó un neumático. Del susto por el estruendo, el pobre se cayó del árbol. La mujer que conducía se bajó temerosa y se acercó al desmayado. Dormido como un santo, le pareció el hombre más tierno jamás visto. Cuando él despertó, entre los brazos de ella, era el más lúcido del mundo también. Perfecto fuego Una vez, él le preguntó muy serio de qué color sería la soledad por las noches. Depende del color de la noche, dijo ella, divertida. La soledad no es la misma en las noches blancas que en las noches negras. Se rieron, la vida apenas los rozaba. Inmediatamente después que pasó lo que pasó, a ella se le durmió la memoria. Atónita, como si abriera telones a cada paso, recorría la sala entre palabras de pésame. Al trancazo de la puerta, volteaba buscándolo tras la niebla de sus ojos. Con el paso de los días, el recuerdo se le cosió a las tripas. Llegaron el ahogo, los gritos. Ahora hay veladuras. De repente, la casa está limpia; la comida fría en el plato. Por las noches tiene insomnio. El techo del cuarto proyecta siempre la misma película. Los protagonistas: ella y él, jugando a lo siniestro. El mismo desenlace. El médano recortado por la luz, la antigua casa en llamas, humo gris en el azul nocturno. Cada vez, una espada la traspasa. Si tan solo hubiera cometido un mínimo error. La soledad es incandescente. No habrá más noches blancas. Mónica Ortelli, Bahía Blanca, Argentina. Ha escrito cuentos y minificciones. En la actualidad trabaja en un libro de poemas. Blog: Ni vara ni cuchillo.

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* José Manuel Ortiz S. ( México) Ruptura Me miró desde su altura imponente: los brazos cruzados sobre el pecho y el semblante severo. Cuando comenzó a rascar el suelo con los cascos delanteros, supe que desaprobaba mi elección. —Si ya lo decidiste… —resopló un viento agrio y rencoroso; con la blonda cola espantó las moscas de sus ancas. —Seguir juntos sería una locura —dije con voz suave, quitando a mis palabras la altivez que suele traicionarme. —Entonces, no hay más que decir. ¡Que te vaya bien! El centauro se alejó a retozar con las jirafas y yo volví al estanque de las focas donde, gracias a ser la única sirena, todos me trataban como reina.

Que se me acabe la vida El amor le clavó en el pecho sus colmillos de fiera y, a partir de entonces, respirar le resulta doloroso. El doctor Carmelo Soto le cosió la herida. “Con esto puedo prevenir las infecciones de la piel y del tejido subyacente”, le dijo, “pero de lo otro, Jacinto, ya no tienes remedio”. Para Jacinto, vivir se convirtió en un acto digno del héroe de guerra. Al hacer a diario el trayecto de su casa a la cantina, donde trabajaba de mesero, sacaba fuerza suficiente para cargar con las miradas de plomo de los curiosos tras las ventanas. Y por si aquel avance por trincheras enemigas no bastara para colmar el sufrimiento que Jacinto arrastraba como cruz personal, ahí estaba la mujer de sus sueños, vendiendo tamales de ceniza, con sus ojos de güilota puestos en cada uno de sus pasos. —¡No seas güey, Jacinto! Olvida a esa muchacha —le decía su patrón al verlo llegar con el color violeta oscuro de los enamorados viejos en la frente—. Mejor atiende al borracho de la barra, luego lleva una botella de tequila al compositor solitario que nos observa desde la mesa del fondo.

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José Manuel Ortiz Soto (México, 1965), médico con especialización en Pediatría y Cirugía Pediátrica. Sus últimos libros de minificción publicado son Cuatro Caminos y Las metamorfosis de Diana.

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* Pamela Peralta (Santiago, Chile) Antónimos Al celebrar el primer mes de noviazgo, ella pregunta: -¿Qué te enamoró de mí? Él responde: “Me encanta tu independencia, que tengas opinión sobre todos los temas y la seguridad con la que hablas. Me gusta que cuides tu cuerpo, que te ejercites a diario y que tu alimentación se saludable, hasta he bajado un par de kilos desde que comencé a salir contigo. La conexión que tienes con tus amigas, el lenguaje particular y único que con el que hablan, mientras intentan arreglar el mundo con una copa de espumante en la mano. ¡Cómo disfrutas de la vida! Asumes riesgos y no te detienes hasta conseguir lo que quieres. ¿Sabes? Lo más atractivo de ti, es que no me idealizas como un príncipe azul”. Después de un año de noviazgo, ella pregunta: -¿Por qué estás terminando la relación? Él responde: “Me molesta tu independencia y que te creas una ‘sabe lo todo’”. ¿Cuál es la necesidad de ejercitarse tanto? Ese tiempo podrías dedicármelo. Estoy cansado de tu dieta vegana, no tengo donde invitarte a comer. ¿Es necesario que te juntes tan seguido con tus amigas? Solo hablan estupideces y se emborrachan. Es fastidioso que no tengas ninguna estabilidad laboral, y que siempre emprendas proyectos que a nadie le importan. ¿Sabes? No pido tanto, quiero protegerte, ser indispensable y lo único en tu vida”. Fantasía Certera es la angustia en medio de la garganta e inminente la muerte en el precipicio de tu ombligo. Escurre el deseo y mis piernas contornean tu cuerpo. Sigo subli-amando-te, en secreto, hasta el principio de esta historia. No quiero más metáforas, ni cursilerías literarias a modo de utopías inusuales y perfectas. Ven.

Pamela Peralta, 1985. Ha publicado en antologías de Asterión Ediciones.

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* Javier Perucho (México, México) Cristina por la mañana Llegábamos a la carrera y nos aventábamos y nos acomodábamos para espiar a Cristina mientras se bañaba. No la fisgoneábamos por la grieta de la puerta del baño como lo hace el abuelo de la vecindad. Subíamos a la azotea para verla desde ahí, pues la ventana era larga y ancha y ella no la cerraba. A veces suponía que ella nos veía de reojo, como para enterarse de quién subía, quién se asomaba y quién estaba. Seguramente se divertía mirando cómo se nos caía la baba cuando se enjabonaba los senos, para mí unos perales jugosos y azucarados —así me supieron la única vez que me dejó embrocármelos, pero entonces desconocía que había que succionar, lamber, barrerlos con los labios y hablarles en susurros. Una tarde me enseñó—. Con nadie más se dejó tocar. Sí nos permitió que la contempláramos durante su baño mientras las tardes larguísimas se extinguían entre los cuartos de azotea. Todos tumbados sobre el piso, la mano en la barbilla, en silencio, arrobados por su cuerpo húmedo, en cuyas cordilleras soñábamos cada noche. Nada me perturbaba más que verla enjuagar su cabello, pues se entallaba a la silueta de su cuerpo de tan largo, negro y rizado. Como serpiente se le enrollaba desde la nuca, corría por los senos hasta el vientre y ahí se fundía en la abertura de sus piernas, donde resplandecía de tan negro. Al terminar de bañarse, se barría el agua de su cuerpo con las palmas de las manos, luego se secaba con una toalla, que enredaba a su cabellera, con cuyo extremo se limpiaba la cara. A punto de vestirse, se dirigía a la ventana para cerrarla, desde ahí miraba hacia nosotros por un segundo. Más tarde salía en bata, con sus útiles de baño en una cubetita. Y en lo que trazaba el siguiente paso — sus sandalias repetían plas, plas, plas a cada zancada— miraba de nuevo a la azotea, hacia esos niños que le mendigaban una sonrisa. Ahí nos dejaba pellizcándonos entre nosotros, respirando agitadamente, la cara al sol y la mano en la bragueta. Javier Perucho, Anatomía de una ilusión, presentación de Ana María Shua, Ciudad de México, UNAM, 2016, p. 44. [En prensa.]

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Javier Perucho. Ensayista, antólogo y entrevistador, Javier Perucho es maestro en Literatura Mexicana por la UNAM. Tiene publicados Los hijos del desastre (2000) e Hijos de la patria perdida (2001) (Premio Nacional de Ensayo Literario José Revueltas 2000). Ha sido becario del FONCA en dos ocasiones, ambas en el área de Estudios Culturales, y se desempeñó como secretario de redacción en el mensual de libros Hoja por Hoja. Ha colaborado en los suplementos La Jornada Semanal y Laberinto, en las revistas Milenio Semanal, Tema y Variaciones de Literatura, y Revista de la Universidad, así como en Éxito, suplemento cultural del Chicago Tribune (Chicago, Illinois) y en la revista literaria Quimera (Barcelona). Es aficionado a las sirenas y a las películas de francotiradores.

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* Juan Carlos Pozo (Mazatlán, Sinaloa, México) Enamorada condena Mi amada devora poemas. No tiene límite. Apenas acaba de alimentar su amor de uno y ya quiere más. Se le hincha el alma, le sale por los poros y me cubre todo de su sensualidad. El aroma que entonces despide ella, es combustible que echa andar mi poema: amante que nace en el fondo del alma pura, sube a la aorta y de ahí hasta mi pluma. De mi amor le escribo y ella me ama. Ella me ama y entonces le escribo. Esta eterna fertilización tiene una peculiar cláusula que nos condena: No es posible materializar entre nosotros lo que se diga en el poema.

Nunca pude terminar esa canción Su silencio me gritaba tan fuerte aquí dentro, que recurrí al canto para ver si así podía acallarlo; pero entre nota y nota tronaba en mi conciencia el martillazo de su respuesta ausente; de tal suerte, que me quitó cualquier posibilidad de aliviar con el canto mi pena de amor. Juan Carlos Pozo. Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Nuevo Mundo, en la ciudad de México, un posgrado en Educación en Bethany College, en California, y una credencial especializada en lenguas foráneas de la Universidad de Fénix, Arizona. Actualmente es director del Departamento de Lenguas en la Preparatoria Watsonville High, en Watsonville California, donde da clases de español y literatura.

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* Marianela Puebla (Valparaíso, Chile) Plática inconclusa Hoy que es el día que dejó de ser ayer te llamé telepáticamente y tuvimos una charla futurista recostados en el sofá del amor sólo fue un breve roce de labios mojando una simple palabra tal vez más tarde ese roce recorrió tu cuerpo y el mío a pesar del abismo que nos rodeaba se encendió de súbito el televisor y en su reflejo una pareja que se mordía besaba la pantalla dejando una estela brillante y gemía al mismo tiempo luchando cuerpo a cuerpo como aquel monstruo de dos espaldas sin embargo rápido terminaste en un alarido que apagó el aparato y yo en medio esperando el desenlace la chispa que me haría volar por el universo desflorando la rosa de la ironía pero eso no ocurrió la plática quedó en un prender y apagar la luz correr las cortinas y te dormiste plácidamente mientras yo no podía cortar la comunicación hablando con mi sombra y no sé cómo me quedé dormida con un rictus de desagrado en los labios y con la sensación del control remoto insatisfecho. Se mimetizan Quien espera es ella y se integra a la ventana, se mimetizan. Son sólo ojos observando la distancia, la mudez de palabras que se impregnan en un estallido de luz. Ella y la ventana miran el vaivén del los árboles llamándolas a integrarse en una danza otoñal. Un círculo de hojas enlazadas a un destino se despide de la placidez del verano. Hojarascas circunnavegan una imaginaria lejanía que el cauro ata a su larga cabellera. Ella y la ventana son sólo lágrimas que ruedan sobre la noche y rocío de madrugada. Alguien enciende los faroles del crepúsculo pintando arreboles en el fondo de la mirada. La ventana ruborosa se cubre con la pañoleta del minotauro, y se estremece con el crepitar del corazón de ella. Ambas suspiran, permiten que un dejo melancólico atraviese los cristales empañando por momentos la visión de la calle. Ella y la ventana se visten de noche. Las invaden los astros a lo lejos, guiñen sus luminiscencias y se reflejan en sus abiertos espejos. Hay una presencia apegada a los cristales, un solo aliento que dibuja la somnolencia del momento, un cuadro queda impregnado en la ventana en pos de la única espera.

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* Milton Puga (Rancagua, Chile) Microfauna Veinte años y un día Vio a un hombre en la calle. Le llamó la atención. Caminaba a cierta distancia, adelante, pero le resultaba familiar. Esa mañana ella se sentía muy bien. Plena. Llevaba el vestido de seda. Si no hubiera sido madre de tres hijos, quizá lo habría usado sin ropa interior. Pero vivía en una ciudad de provincia. Antes de perderlo de vista definitivamente, lo reconoció. Le pareció increíble haber estado veinte años casada con él. Viuda negra Era un domingo de verano. Temprano en la mañana. Yo caminaba con mi perro en dirección al parque. Más adelante, bajo la sombra de un árbol, divisé una curva perfecta. Vestida de negro. Parecía esperar algo. Me acerqué. Estaba arreglando el jardín. Sonrió. La reja estaba abierta. La puerta de su casa también. Mi perro se recostó en el prado. Su dormitorio era oscuro y cálido. Cuando abrí los ojos ella me daba la espalda. Tenía un tatuaje en la región sacra. Parecía un reloj de arena. Era de color rojo. Un ladrido me recordó la proximidad del parque, la cercanía de mi hogar y de mi esposa. Ella detesta las arañas. Milton Puga. Rancagua, Chile, 25 de noviembre 1960. Actividad principal: lector que escribe. Desde 2011 reside en Temuco. Un libro publicado: Amanecer, Sudamericana, 2003; doce relatos de ficción. Ha publicado microficción en Brevilla. Fue incluido en la antología MicroQuijotes2, preparada por el profesor Juan Epple y publicada por la Academia Norteamericana de la Lengua Española

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(ANLE), Nueva York, 2015. Dos microcuentos publicados: “Ingenioso hidalgo” y “Triste figura”.

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* Rogelio Ramos Signes (San Juan, Argentina) Amor quirúrgico La primera vez que me rompiste el corazón, me operaron y estuve internado hasta después de las Fiestas. La segunda vez que me rompiste el corazón, escuché que el médico le decía al instrumentista que estaba cansado de idiotas reincidentes. Cuando sientas que es inevitable romperme el corazón por tercera vez, te ruego que lo pienses. Me he quedado sin obra social.

Última conversación —Seré la espada que te defenderá —le dijo la espina a la rosa—, pero soy inválida. Tu color tendrá que acercarme las víctimas. —Seré el espejismo que encandile a los ilusos —le respondió la rosa a la espina, pero no quiero morir sin ser acariciada. Cayó la noche y ninguna de las dos logró dormir. Al día siguiente una mano anónima, con un alicate, decapitó la espina; y la rosa, más excitante que nunca, fue a parar al exhibidor de una florería. Rogelio Ramos Signes (San Juan, 1950). Vive en Tucumán desde 1972. Publicó un libro de cuentos: “Las escamas del señor Crisolaras”; cinco novelas: “Diario del tiempo en la nieve”, “En los límites del aire, de Heraldo Cuevas” (Premio MÁS ALLÁ a la Mejor Novela Argentina de Ciencia Ficción, 1986), “En busca de los vestuarios” (Premio ALIJA, 2005), “Por amor a Bulgaria” (Primer Premio Luis de Tejeda, 2008) y “La sobrina de Úrsula”; tres libros de ensayos: “Polvo de ladrillos”, “El ombligo de piedra” y “Un erizo en el andamio”; tres libros de poesía: “Soledad del mono en compañía”, “La casa de té” y “El décimo verso”; y un libro de microrrelatos: “Todo dicho que camina”. Colabora con publicaciones nacionales y del exterior.

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* Laura Ramírez Vides (Buenos Aires, Argentina) Madrugada Escucho a una mujer gritar. El grito es largo y desgarrador, de esos que salen bien de adentro, de las entrañas; profundo. Siento una presencia a mi lado. Me despiertan tocándome el pecho. Un dedo toca la base de mi esternón. Giro mi cabeza al mismo tiempo que abro los ojos. Ahí está parada, mirándome; la veo al amparo de la media luz de la madrugada que entra por las rendijas de la persiana. Me muestra un brazo todo manchado, lo toco, está pegajoso. Me incorporo en un movimiento lento. La miro mejor y su cara parece mal maquillada, con pinceladas burdas que le rodean la boca, impregnan sus mejillas, invaden su nariz. Le pregunto si está bien. Asiente. Sus ojos denotan una sabia serenidad. La tomo de la mano y con calma nos vamos juntas al baño. Empiezo a lavarla, en silencio. La sangre corre despintando ese cuerpo que amo tanto. La ceremonia se interrumpe por mi voz. - ¿Te sangró la nariz? - Sí, mamá. Rota Hacía tiempo estaba raro. Hacía tiempo entraba en estados extraños. Ese día explotó. Él avanzaba; yo retrocedía. No sé qué me decía, no sé qué me gritaba, no sé qué mascullaba mientras caminaba encorvado hacia adelante; yo, inclinada hacia atrás. No entendí o no me acuerdo… Recuerdo haberle preguntado, ya con los hombros contra la ventana: ¿qué vas a hacer? Recuerdo la marea de dolor invadiéndome, inundándome, rebalsándome. La piña pasando a mi lado, sin tocarme. Recuerdo mi estallido. Sus ojos desorbitados. 85


Recuerdo el ruido que hizo mi alma al romperse. Todavía recojo los pedazos. Laura Ramírez Vides. Es traductora y escritora, nació en el año 1966 en Buenos Aires, Argentina. Ha sido publicada en algunas revistas literarias, blogs y forma parte de varias antologías que la enorgullecen, información que pueden ver en mi blog, El patio de la Morocha, donde obras de artistas nacionales y extranjeros acompañan a mis textos.

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* Cristina Regueira (Madrid, España) Reinicio Ya comió carne, pescado, pollo; carne y hueso. Zanahorias y chocolate. Se lavó las manos, enterró los restos. Era lo que tenía que hacer: matar comiendo. Hincó el colmillo en el último pedazo de carne y lo envenenó y lo plantó; tras el placer que sintió, mudó la piel. Ya no esperaría más, no sería necesario porque ya se alojó mansamente en ella. No se pueden obviar.

Cristina Regueira. 1969. Actriz. Monitora de teatro. Realiza algunas dramatizaciones en el trabajo con niños y jóvenes. Escríbe un monólogo sobre Electra (Revisión de Electra . Publicado en las memorias del encuentro de mujeres, en el entorno del FIT (Festival de teatro iberoamericano de Cádiz ).

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* Susana Revuelta (Santander, España) Romance Express —¡Anda! ¿Y esta foto aquí colgada? —Un recuerdo del día que nos conocimos… —¡Pero si fue anoche! —… y la única decente que pueden ver mis padres; en las otras sales a cuatro patas o con el albornoz abierto o… —¿Tus padres? —Sí. Hoy vienen a comer. Pero tranquilo, que son gente moderna. —Bueno. Me llamo Luis, ¿y tú? —Víctor. ¿Quieres casarte conmigo? Estamos genial juntos, ¿para qué esperar? —Nadie me lo había pedido nunca. ¡Sí, quiero! —Bien. Ah, antes de salir, no olvides quitar esos pelos del lavabo, bajar la tapa, tirar de la cisterna, cerrar la pasta de…

Susana Revuelta. Santander (1968). Por peripecias de la vida se lanzó de forma casi temeraria a esto de poner por escrito sus delirios. Comenzó hace unos seis años con el microrrelato y continúa con el formato breve porque corrije mucho y, oye, que eso lleva su rato.

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* Aníbal Ricci (Santiago, Chile) Labios perversos La mala palabra y el rumor enfermaron mi espíritu. Los labios de la mujer que amaba fueron destrozando los diques de mi corazón. El poder de esas palabras, segundo tras segundo, iba ejerciendo su fuerza condenatoria. Fui perdiendo la razón y en las noches necesité palabras proferidas por otros labios, menos agresivos, cargados de mentiras más sensuales. Un artificio placentero que me situaba primero en la fila, gastando dinero a cambio de sexo, pero al menos, no lo despilfarraba oyendo palabras que no merecía. Uno es espermio, cero un óvulo y ocho representa la cabeza y cuerpo de un recién nacido, de espaldas a la madre, con todo el mundo por delante. Uno es cabeza y cuerpo, cero lo continuo y ocho el infinito. Uno es cabeza, cero el aura y ocho el fluir de pensamientos y emociones que suceden a través del tiempo. Uno, una máquina de ideas y sentimientos, cero el vacío del espacio e infinitos los planetas del universo. Uno, cero y ocho conforman un código. Uno es infinito, el vacío es el todo y ese infinito no tiene tiempo ni lugar. Existo en el presente del pasado que nunca termina de ocurrir; existo en el futuro que cambia tras cada decisión. Soy un instante eterno, agua de una ola inabarcable que conforma un océano. Una gota de chispa divina, única e irrepetible, buscando aportar un granito de arena en esta playa solitaria.

Aníbal Ricci Anduaga. Nace en Santiago en 1968. Ha publicado «Fear» (novela), «Sin besos en la boca» (cuentos), «Tan lejos. Tan cerca» (novela), «Meditaciones de los jueves» (cuentos y ensayos),«El rincón más lejano»(novela), «Siempre me roban el reloj» (novela breve),«Reflexiones de la imagen» (reflexiones de cine), «El martirio de los días y las noches» (novela breve), y actualmente prepara un compilado de cuentos de infancia y adultez bajo el título “El pasado nunca termina de ocurrir”. Ha participado de las antologías: "Tren de Aterrizaje"(2005), "Hombres con Cuento" (2012), y "Justos y Pecadores (2014).

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* Patricia Rivas (Santiago, Chile) Abortamos No me había atrevido a decírmelo en todos estos años separados al tajo del destino. Y necesito manifestarlo porque soy fiera en celo cuando se trata de mis crías. La píldora del día después envenenó nuestro primer hijo. Lo comprobé cuando tuve la misma sensación de preñada con mi segundo, vivo. Todo este tiempo he querido mencionártelo, pero el implacable miedo me supera. Los poseo a ambos, en mi corazón.

Yotubeamor Para mi tranquilidad, pude comprobar que SÍ estamos comunicándonos por YouTube. Entro a tu página y descubro todos los días un vídeo distinto que alude nuestra historia íntima/ ilusión en delirio virtual. Atrevida, subí un vídeo declarándote mi fiel amor. Te espero en línea.

Patricia Elena Rivas M. Escritora chilena. Nace en Santiago en 1975. Es Licenciada en Artes Teatrales de la Universidad Arcis y realiza un Diplomado en Pedagogía Teatral en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Publica su libro de microrrelatos Hija bastarda (2009), Editorial Asterión. Integra la Antología ¡Basta! 100 mujeres contra la violencia de género (2011) y la Antología bilingüe ¡Basta!+ de 100 mujeres contra la violencia de género/Enough! 100+ Women Against Gender Violence (2012), Editorial Asterión. Publica el Libro Infantil Ilustrado Bilingüe, de connotación mediambientalista, COF/COUGH (2014), Editorial Ceibo. El mismo año participa como microcuentista en la Jornada Trinacional de Microficción Borrando Fronteras: Argentina, Chile, Perú en la Universidad de Santiago de Chile.

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* Nana Rodríguez (Colombia) La última cena Al comprobar que su destino había sido marcado por sortilegios que le negaban la posibilidad del amor, se arrancó el corazón y lo devoró con vino. De La casa ciega y otras ficciones (2000) Penélope Tejió tantas prendas en el transcurso de su vida, que le salieron músculos en el pensamiento. De La casa ciega y otras ficciones(2000)

Nana Rodríguez minificciones.

Romero.

Colombia.

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Escritora

de

poesía

y


* Rita Rodríguez (Jaén, España) En pocas palabras fortuito, ta. (Del lat. fortuītus). 1. adj. Que sucede inopinada y casualmente. 2. La forma en que lo conoció. melifluo, flua. (Del lat. melliflŭus, que destila miel). 1. adj. Dulce, suave, delicado y tierno en el trato o en la manera de hablar. 2. Él elocuencia. (Del lat. eloquentĭa). 1. f. Facultad de hablar o escribir de modo eficaz para deleitar, conmover o persuadir. 2. Lo que la cautivó. efervescencia. (Del lat. effervescens, -entis, efervescente). 1. f. Agitación, ardor, acaloramiento de los ánimos. 2. Síntoma en el estómago. inefable. (Del lat. ineffabĭlis, indecible). 1. adj. Que no se puede explicar con palabras. 2. Sus cuerpos unidos. ensoñación. 1. f. Acción y efecto de ensoñar (ensoñar: soñar o imaginar) 2. Demasiado bonito para ser real. efímero, ra. (Del gr. ἐφήμερος, de un día). 1. adj. Pasajero, de corta duración. 2. Fin de la historia.

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Rita Rodríguez. Filóloga. Veinte años de experiencia en el sector editorial actividad profesional que compagina con la escritura. Ha publicado textos en antologías y revistas literarias. Finalista del IV Premio de microrrelatos Manuel J. Peláez, cuyo fallo se dará a conocer el próximo 19 de junio.

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* Plácido Romero (España) Canciones de amor El sudor te recorre todo el cuerpo. Te echas un trago de agua. Ya sólo queda aquella canción estúpida, odiosa. Le haces un gesto de complicidad al batería. El público estalla en aplausos. Te acercas al micrófono y recitas el primer verso. La canción está dedicada a una novia a la que dejaste. Veinte años atrás. Veintitrés. Sí, veintitrés años ya. La canción trata, por supuesto, de cualquier novia. Trata, incluso, de cualquier cosa que se deja atrás en la vida, a lo que se renuncia sin razón aparente. Pero el hecho es que trata de aquella novia que, bien pensado, ni siquiera había llegado a ser novia, pues, después de salir cuatro o cinco veces, dejaste de responder sus llamadas, no la llamaste más. Sin motivo. Un día no te apeteció seguir saliendo con ella. Cuando acaba la canción, te sientes exhausto. El público pide más, pero nada más tienes que ofrecer. Quieren canciones de veinte años atrás, de hace tres décadas, cuando era otra persona, una persona muy diferente, alguien más irreflexivo. Y, sin embargo, hay que reconocerlo, hacías excelentes canciones. Sí, magníficas canciones de amor.

Plácido Romero. Ha ganado el VIII Premio de Relatos Entrelibros 2005, el XVI Premio para Escritores Noveles de la Diputación Provincial de Jaén 2006, el IV Certamen de Microrrelatos La Risa de Bilbao (2013), el IV Concurso de Microrrelatos La Calle de Todos (2014) y el II Concurso Ávila Me Mata (2015). Ha publicado relatos en los periódicos Ideal y La Razón. Algunos cuentos míos han sido leídos en los programas La Rosa de los Vientos de Onda Cero, Wonderland de Ràdio 4, El Público de Canal Sur, Érase otra vez de Aragón Radio y La Ventana de la SER.

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* Álvaro Ruiz de Mendarozqueta (Santa Fé, Argentina) Carta Con los nervios con sensación de vidrio me puse a escribir una carta. Si algún sentimiento se desboca como un viajero olvidado; si algún beso se me escapa de la bombilla celosa, no tomes eso como mensaje, ve a lo duradero: los recuerdos. No quiero usar la palabra amor y ves, ya la usé; tómala entre dos dedos con cuidado, sí, te la imaginas frágil pero eso no quiero mostrarte. Escucho tu voz cuando, enérgica, me digas cosas sobre simpleza, claridad. ¿Por qué no decir sólo te quiero? Porque es propia mi agonía de no buscar hasta la extenuación la forma de darte, no ya de mostrarte todo esto que demanda, digamos, algo de elegancia. No tengo fuerzas suficientes. No me animaré a terminarla.

Infinito Caminaron tomados de la mano y en silencio. Recorrieron la avenida arbolada que refrescaba el caluroso atardecer. Ella ya lo había dejado pero él lo supo muchos años más tarde. Él pensó con mucha claridad en ese silencio. No daba para más. Juntó coraje y se lo dijo. Se abrazaron en silencio y dijeron chau. La ternura y la tristeza se mezclaron en un lazo. Se quedó mirando las espaldas de ella que se alejaba para tomar el ómnibus y él siguió caminando. Ese abrazo vuelve una y otra vez en los sueños. Pasaron muchos años y con cada mujer, que despide en algún momento, aquel abrazo vuelve, dulce, perentorio. Álvaro Ruiz de Mendarozqueta. Nació en Santa Fe, Argentina, en 1957. Vive en Córdoba, Argentina. Publicó su primer cuento en la revista SuperHumor en el año 1981. Participó de la convocatoria de la revista El Péndulo que derivó en la creación, en el año 1982, del Círculo Argentino de Ciencia Ficción y Fantasía del cual fue socio fundador. Publicó relatos y artículos 95


en las revistas SuperHumor, Sinergia, Clepsidra, Cuasar, Vórtice, Gurbo, Gestalt, Axxon, miNatura y Puro Cuento. También publicó en el diario El Litoral de Santa Fe y en las antologías Fase Uno, Fase Dos, Grageas 2, Todo el país en un libro. Fue incluido en las antologías Microrrelatos navideños y Fútbol en breve de Internacional Microcuentista. Alción Editora publicó su libro de cuentos ‘El arte de lo efímero’.

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* Carlos Enrique Saldivar (Lima, Perú) De lugares imaginarios Abrazada a mí, una mujer imaginaria duerme. Muy pronto despertaremos; cuando eso ocurra, podremos vernos, amarnos como el día en que nos conocimos, mas no podremos tocarnos, solo habremos de seguir imaginándonos, desde dimensiones lejanas cada uno, porque su mundo no es real, y este, donde me encuentro y que se llama la Tierra, tampoco lo es.

Lo más inquietante Oh, Mariela, qué turbador ha sido este mediodía, que he asistido a tu funeral, te vi inerte en el ataúd y he presenciado tu entierro. Cuánto te amo, preciosa mía, qué tristeza, qué desesperación mirarte sumergida en las entrañas de la tierra. Es más inquietante aun despedirme de todos y regresar a casa, solo, para encontrarte enojada en medio de la sala, gritándome dónde he estado, por qué no llegué para almorzar, y yo, que no tengo respuesta, me acerco a ti, te cojo de las manos e intento darte un beso, mas tú, irritada, no me lo permites, tus labios están llenos de suciedad y vas al baño a lavarte. La suciedad saldrá, tu frialdad perturbadora se mantendrá tal cual, y sobrecogedor es saber que me gustas más así.

Carlos Enrique Saldivar (Lima, 1982). Director de la revista impresa Argonautas y del fanzine físico El Horla. Miembro del comité editorial del fanzine virtual Agujero Negro, publicaciones que dedicadas a la Literatura Fantástica. Director del fanzine impreso Minúsculo al Cubo, dedicado a la ficción brevísima. Finalista de los Premios Andrómeda de Ficción Especulativa 2011, en la categoría: relato. Finalista del I Concurso de Microficciones, organizado por el grupo Abducidores de Textos. Finalista del Primer concurso de cuento de terror de la Sociedad Histórica Peruana Lovecraft. Ha publicado los libros de cuentos Historias de ciencia ficción (2008), Horizontes de fantasía (2010) y el relato El otro 97


engendro (2012). Compilรณ las selecciones: Nido de cuervos: cuentos peruanos de terror y suspenso (2011) y Ciencia Ficciรณn Peruana 2 (2016).

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* Alberto Sánchez Argüello (Managua, Nicaragua) Descasarse Recogió en rincones, baños y corredores, todas las lágrimas que había llorado por su muerte. Lo sacó del féretro y le sacudió la naftalina del traje. Lo tomó de la mano para regresarle los últimos treinta años de rutinas y aburrimiento. Le devolvió las frases hirientes y los actos humillantes a cambio de todos los cuidados y comidas que le había preparado con esmero. Tomó los vestidos y regalos de los aniversarios y se los dio junto con las rosas marchitas del jardín. Empequeñeció a sus hijos, hasta lograr meterlos en el fondo de su vientre. Luego quitó de las paredes las fotos y arreglos primorosos de una vida dedicada al hogar. Se limpió las cicatrices de los golpes y vomitó las amarguras de incontables noches de espera cuando él salía de juerga con otras mujeres. Sólo le restó arrastrarlo a la iglesia, invitar de nuevo a todos los amigos y familiares y ante la pregunta del sacerdote responder con voz bien alta: —¡No quiero! Viajar Agatha está haciendo el amor. Se mantiene quieta en la cama, boca arriba, mientras Felipe jadea sobre ella con voz muy masculina, perlando su piel de gotas de sudor. Pero Agatha en realidad no está ahí; se desplaza a kilómetros de distancia. Hace años encontró que esta era su manera de meditar y busca a hombres que se sientan cómodos con su pasividad; hombres que se muevan excitados, mientras su cuerpo simplemente permanece ahí, húmedo, cálido, pero distante, como una muñeca que se mueve al vaivén de la acometida sexual. Agatha estuvo en el país de las orquídeas que recitan a Poe mientras un estudiante de ingeniería civil pretendía ahogarse entre sus piernas; también recorrió las cuevas de los murciélagos que han visto todas las edades de la tierra, mientras un banquero trataba de demostrarle que su pequeño pene era capaz de causarle tres orgasmos. Ahora viaja en el cuerpo de un colibrí, su corazón late rápido junto con él y el cielo se abre sin límites. Esta vez no volverá. 99


Alberto Sánchez Arguello (1976 Managua, Nicaragua) Psicólogo. Incluido en Destellos en el cristal: Antología de microrrelatos de espejos, publicado por la revista digital Internacional Microcuentista (2013) Incluido en antología "Flores de la trinchera" del fondo editorial Soma, Nicaragua (2012). Incluido en "99 crímenes cotidianos" antología de minificciones publicada por La pulga editorial en Madrid España (2015) Incluido en “Viaje a la oscuridad” Antología de cuento breve Lengua de Diablo editorial México (2015). Incluido en “50 demonios” antología de minificción de ArteSano Digital y Penumbria, México (2015).

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* Ana María Shua (Buenos Aires, Argentina) Encuentros clandestinos Es un bar o quizás un restorán. Algunas mesas tienen manteles blancos con servilletas en forma de acordeón, otras están desnudas. Quiero un tostado de queso. De jamón y queso, como todos me corrige él. A pesar de su cabeza de camello estoy segura de que hemos sido amantes. Me gustan los ojos profundos y tristes. En cambio el pelo corto y áspero, amarillento, me confunde un poco. No insisto, con imprudencia. De queso solo. Él sacude sus belfos, indignado, acalorado. Debería regresar al desierto me dice de mal humor. Entonces me pongo a llorar porque sé que todo ha terminado, que no volveremos a vernos hasta el próximo oasis, un poco por culpa de mí terquedad y otro poco porque la vida nos separa. Amores entre Guardián y Casuarina Plaza pública. Guardián enamorado de Casuarina (secretamente, incluso para sí mismo). Recorte del presupuesto municipal. Guardián trasladado a tareas de oficina. Casuarina languidece. Guardián languidece. Patéticos encuentros nocturnos. Con el correr de los días, Casuarina transformada en palo borracho. Murmuraciones en el barrio. Una noche, trágico parto prematuro: vástago discretamente enterrado. Previsible crecimiento in situ de una planta desclasada y rebelde que se niega a permanecer atada a sus raíces pero tampoco quiere estudiar y bebe desordenadamente cerveza sentada en el cordón de la vereda. Ana María Shua. Buenos Aires, 1951. Novelista, cuentista, ensayista, poeta, ha sido traducida a varios idiomas. Es considerada “La Reina de la Minificción” por la calidad y cantidad de su obra.

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En el 2009 publicó “Cazadores de letras. Minificción reunida”, un libro de casi 900 páginas, donde se reúne su obra mínima, tomada de sus libros “La sueñera” (1984), “Casa de geishas” (1992), “Botánica del caos” (2000), “Temporada de fantasmas” (2004), “Fenómenos de circo” (2011).

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* David Slodky (Salta, Argentina) Dibujitos Escuchan nuevamente los gritos. Se miran, calladamente. Vuelven la vista a la pantalla. Jerry sigue escapando alegremente de Tom. Un portazo. Escuchan llorar a mamá. Se ensimisman ahora en el correcaminos que hace beep beep. Se abre la puerta. -Chicos -dice papá -: mamá y yo tenemos que hablar con ustedes. Levantan la vista. Mamá tiene los ojos hinchados. -¿Puede ser después que terminen los dibujitos? –dice el menor.

Suya Cuando la vio, supo que era ella. Sigilosamente, amorosamente, día tras día, fue creando la trama. Una a una esquivó sus descortesías, venció sus resistencias. Cuando ya se hizo imprescindible, cuando por fin le dijo que sí, que ella también lo amaba, nunca más volvió a verla. La guardaría suya, pura, perfecta, para siempre en su memoria, inmune al deterioro del tiempo y a la banalidad de lo cotidiano.

David Slodky. Salta, 1946. Psicólogo. Como escritor, ha publicado: “Las fronteras”. Ediciones del Tobogán, Salta. (cuentos); “Carmen Puch de Güemes. Al encuentro de la heroína”. Editorial Víctor Hanne, Salta. (Ensayo histórico); “Travesía”. La aguja de Buffon Ediciones, Tucumán. (cuentos); “Tres relatos bíblicos y otros cuentos”. Ed El Mono Armado. Bs. As. (Cuentos, cuentos breves y microcuentos); “Parpadeos (minificciones”. La aguja de Buffon Ediciones. Figura entre los autores de distintas antologías de cuentos y microcuentos (“Monoambientes”, “Textículos en el Noa”, etc.) Ensayos, cuentos y relatos 103


suyos fueron publicados en distintas antologías y medios gráficos y virtuales de Argentina, España, Venezuela y EE. UU.

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* Nauta Lola Suárez (1956,Tenerife, Canarias) Para Miguel Bauprés, trinquete, palo de mesana, amuras… …Cuando las pronuncias, las palabras te dejan en la boca un regusto a algas y a sal y tus ojos de pierden en un paisaje de agua y lejanía que no alcanzo a ver… ¿Tienen mis sueños sitio junto a los tuyos en la alta cofa? ¿Acaso mis ilusiones timonean en la misma derrota que tus ilusiones? ¿Son mis deseos algo más pálidas sombras de los tuyos cuando levan anclas? Déjame, al menos, ser el mascarón de proa de tu vida, para arrostrar las olas de la tristeza y convertirlas, para ti, en dulce maresía que te envuelva.

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* Carlos Suchowolski (Mendoza, Argentina/España) Insistencia Volvía una y otra vez al lugar donde siempre nos citábamos. Apostaba porque ella decidiese volver por ahí, fuese por nostalgia o por inercia o por esas obras que se le suele atribuir a la magia y que consisten en hacer retornar a alguien al lugar de siempre... Debo reconocerlo, abrigaba un deseo pigmaliónico de encontrarla cambiada...; cambiada a raíz de un hondo arrepentimiento, es decir, por acción residual de mi anterior insistencia. Pero, lógicamente, dudada de que algo así sucediera más allá de mi imaginación y mis sueños. Ni ella se presentaría allí ni habría dejado de ser la que había sido. No, no podía volver sino para ser la misma y, de haber cambiado, yo nunca lo sabría porque habría desaparecido para mí la que yo había conocido. Las dos posibilidades no podrían ocurrir en simultáneo. Ella no haría, me iba convenciendo a cada paso, lo que yo: seguir siendo el de siempre por haber cambiado, regresar expectante, ilusionado, contento, aunque sólo mediante un subterfugio que no me ponía en riesgo: regresaba, me reencontraba con ella y, por fin, ella me aceptaba como era (¡justamente, ese era el cambio que yo esperaba de ella!), en eso aún insistían mis sueños.

Carlos Suchowolski. Nació el 16 de enero de 1948, en Mendoza, Argentina, nacionalizado español en 1976. Primeros relatos publicados en prensa de Mendoza (Los Andes), tercer premio diario Mendoza en 1968. Premio Editorial Ultramar en 1984. Publicaciones diversas en revistas y revistas-libro, impresas y electrónicas, en Argentina y otros países. Seleccionado en tres ocasiones por la Sociedad Española de Ciencia Ficción, (dos en 2004, una en 2007) para sus colecciones anuales de “los mejores cuentos” publicados o escritos en el año anterior. En 2007, se publica “Una nueva conciencia” por Mandrágora, y, revisada, se reeditada en 2013 en Amazon. Ha completado un segundo conjunto de cuentos (“Cosas perdidas y otras...”), está acabando la corrección de su segunda novela y avanza en nuevas colecciones de relatos y microrrelatos, así como una novela corta para niños y un ensayo.

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* Eugenia Toledo (Temuco, Chile) 40 años en el desierto El primer verano que pasé en Alemania, dos años después del golpe, fue desesperante. Había tenido que dejar mi pueblo de 50.000 habitantes por Hamburgo. Salía a dar vueltas para aprender el idioma en la calle o matar el tiempo. Nunca me atreví a llamarte, porque podría descubrirlo tu familia. En cambio esperaba que tú me llamaras siquiera para saber cómo llegué. Jamás, ninguna comunicación. Una vez en los años 80 seguí por cuatro calles a un hombre que se te parecía, creo que se dio cuenta, porque empezó a correr y me cansé de perseguirlo. ¿Fuiste tú? Quedé sola acá y sola allá. Perdimos el Paraíso. Perdí la paciencia y también perdí el interés. Perdí las ganas. Las ganas de verte. Han pasado 40 años y he llegado. Sin duda el amor se “desempaqueta” con el tiempo.

Eugenia Toledo Renner nació en Temuco. Ha publicado varios libros. Escribe poemas en prosa y poesía narrativa. Enseña talleres de Escritura Creativa.

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* Eduardo E. Vardé (Buenos Aires, Argentina) Dos veces breve Ella quería una novela, yo le di una microficción. Miedo Dos personas se piensan durante una semana. Se han soñado, pero no se conocen. Se han amado, pero no se conocen. Al séptimo día se cruzan en la calle. Una cambia de vereda para no ser vista. La otra también la reconoce y finge no verla.

Eduardo E. Vardé (Buenos Aires, 1984). Estudiante del ISFD No 21, Moreno. Autor de Dos veces breve (2013) y LCDA (2010). Antologado en distintos puntos cardinales. Participante de varios encuentros artísticos. Reconocido en algunos concursos literarios. No reconocido, antologado, ni invitado en otro montón de concursos, libros y encuentros. Solo una ficha más del rompecabezas.

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* Francisco Vargas (Calbuco, Chile) En sepia A los diez años junto a un primo, vimos llorar al vecino. Incendios se habían propagado por toda la región durante el verano, el fuego arrasaba con todo a su andar y nuestras casas feas comenzaron a correr peligro. El hombre de no más de 35 años, no paraba de llorar; cuando nos acercamos, él tenía un conejo en sus manos que acariciaba suavemente para poder apaciguar el dolor del animal, había escapado del fuego y su piel ya estaba extinta, marcas rojas y negras marcaban su cuerpo, miraba al conejo como a un niño. A los minutos llegó una cantidad inmensa de conejos muriendo de sed, uno a uno caían muertos y despellejados. El vecino no paró de llorar hasta que cada conejo dejó de respirar. Corrió hacia su casa, al regresar noté su cuerpo delgado, atlético y moreno, camisa desabotonada y un jeans cortado con hilachas, regresaba con una cámara negra rectangular de rollo, fotografió al primer conejo, después nos hizo tomar a muchos conejos en nuestras manos y nos fotografió repetidas veces, parecía que debía guardar el dolor ahí en la máquina. Fue la primera vez que me enamoré, fue la primera vez que vi la muerte, fue la primera vez que me tomaban una fotografía. Bailar la sangre Pendejoindioculiao, deja esas hojas, no me rayes los cuadernos, me grita, y la saliva estalla hasta mi boca y ciertas gotas se alojan en su barba. Pequeña de pies rápidos, corre bailarina en el arrebato de los puños, el rojo del hombre vigilante, el rojo que se avecina, el verde del uniformado que nos separa de la mami y su amor, todo fulgor y llanto, juicio y Sename. Sin embargo antes siempre está el rito que nos salva. Artista siempre viendo futuro, me lanzo a los brazos del hombre que da el pan y mi madre ciega de harina en los ojos, cerca de la estufa no quiere oír que canto despacio al oído del animal, jamás sabe que en las hojas que dejo bajo su cama le comunico el idioma de las bestias. Pero más yeguapudúguanaca soy, porque mis piernas son largas y su voz a mis costados junto a la barba que raspa

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mis mejillas dice que sería una linda hembra si yo quisiera. Prefiero bailar y ahí gatuna mostrar mis dotes. Shorts ajustados, cds en la radio y el acto está listo, ensayo de salvación. Mi madre sigue en la cocina o en el baño o en la cama que son el mismo cuadro, donde las paredes se crean cuando se cierran los ojos. Ahí estamos uno frente al otro y me extirpan parte del nombre, el hombre que lo ordena dice: ¡ Fran, báilame! Bailo para amar bajo la misma sangre.

Francisco Vargas Huaiquimilla. (Calbuco, Región de los lagos, 1989) Ha sido parte de los talleres de Poesía como también de Artes Visuales en Balmaceda Arte Joven Puerto Montt, al igual que del taller de escritura y creación en la Universidad de los lagos Osorno a cargo de Roxana Miranda Rupailaf. Pertenece al colectivo de escrituras, performance y experimentación Delirantes y participa activamente como editor y tallerista junto a Editorial Cartonera Helecho De. También cuenta con publicaciones en diversas revistas literarias y antologías.

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* Cristián Vila Riquelme (La Serena, Chile) El borrón Si las puertas de la percepción fuesen depuradas, todo se habría de mostrar al hombre tal cual es: infinito. William Blake; El Matrimonio del Cielo y del Infierno.

Ella se despertó con la boca reseca y el cerebro viscoso, sin comprender al principio qué había sucedido. Él dormía plácidamente a su lado, con algunos ronquidos feroces, pero con los ojos y la boca pintados. Se levantó y se encontró con la sorpresa que, a pesar de estar desnuda, tenía puestos los calcetines de él y al mirarse en el espejo vio, incrédula, que alguien le había pintado bigotes. Entonces, luego de lavarse la cara, volvió a la habitación y abrió completamente la cama: comprobó con espanto de inmemoriosa que él seguía durmiendo, y a pesar de estar también desnudo, tenía perfectamente puestos los portaligas y las medias de ella. Sólo que era un completo desconocido, que esa no era su casa y que todo eso tampoco había sucedido ahora.

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* Carlos Vitale (Buenos Aires, Argentina) Es curioso Curiosamente, todo imbécil tiene alguien que lo ama, que, curiosamente, no siempre es imbécil. Cuerpo a cuerpo El cuerpo salva al cuerpo. Y así lo pierde. Salto del tigre Se vanagloriaba de haber tenido a muchos hombres encima, pero al mirarla era irremediable especular con que se habían encaramado a ella para realizar el salto del tigre.

Carlos Vitale (Buenos Aires, 1953) es Licenciado en Filología hispánica y Filología italiana. Entre otros libros, ha publicado Unidad de lugar (Candaya, Barcelona, 2004), Descortesía del suicida (Candaya, Barcelona, 2008), Cuaderno de l'Escala / Quadern de l'Escala (fotografías de Jaume Salvat, ilustraciones de Marc Vicens y prólogo de Carles Duarte, Vitel·la, Bellcaire d'Empordà, 2013), Fuera de casa (La Garúa, Barcelona, 2014) y El poeta más crítico y otros poetas italianos (Emboscall Editorial, Barcelona, 2014).

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* Juan Yanes (Santa Cruz de Tenerife, España) Amar, amasar Confundían el verbo amar con el verbo amasar. Él no decaía en el apremio, ella no cejaba en la urgencia. Entonces, como la masa del pan, cuanto más se amaban más se amasaban. Amalio, amante Venía de un lugar ignoto donde el deseo era más ancho que la voluntad y los besos duraban tanto que parecía que nunca iban a terminar. Juan Yanes, 1947. Escritor y fotógrafo español. Mantiene el blog Máquina de coser palabras. Sus fotografías y textos se pueden apreciar en El oscuro borde de la luz I, II y III. Compiló la antología de híperbreves Cuentos de amor y desamor. Fue publicada en Máquina de coser palabras y en Letras de Chile en 2013; hasta el día de hoy es una de las noticias más leídas.

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RenĂŠ Magritte

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Selección y edición de textos: Revista Brevilla

2016 Editores: Lilian Elphick (Chile), Patricia Nasello (Argentina), Sergio Astorga (México/Portugal).

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Antiprólogo Hablar del amor o el desamor es lenguajear una pasión que ha devorado al mundo. Miles de historias amorosas (pienso de inmediato en “Amor 77”, de Julio Cortázar) han cruzado los puentes de la literatura, resquebrajando sus andamios de tanta pasión. No se trata del “Yo te amo; tú me amas”, de la estructura facilona y olvidable, de la lágrima de cocodrilo y la cebolla picada finita. Aquí, por lo menos, en esta antología, cada microrrelato genera sus propias armas y se defiende de lo cotidiano, recreando mundos que van más allá del amor y sus flechas. Escribir un microrrelato tiene sus dificultades: reducir un sentimiento a unas pocas líneas, causar impacto en el lector/a que deberá armar o desarmar el texto, o que tendrá que aceptar cada palabra escrita con una soga al cuello. Así es la minificción, y el amor no es así. Porque es diverso, heterogéneo, heteróclito, al modo de Ferdinand de Saussure. No podemos definirlo y encasillarlo, amarrarlo al palo de los tormentos o a un bebedero infinito. Amor/Desamor 77. 77 autores/as enviaron sus textos para esta antología; número mágico, número cortazariano. Él debe estar detrás de todo esto. No me queda sino decir que lean hasta saciarse o enamorarse, hasta caer rendidos, hasta el suspiro y la risa, hasta recordar a Oliverio Girondo: se miran, se presienten, se desean… Lilian Elphick (Santiago de Chile, mayo-junio 2916)

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