Título: Embarazadas por Sendero Gorro: Cómo los dirigentes senderistas del valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM) embarazan a mujeres cautivas para reproducir niños destinados a la guerra. El revelador testimonio de Teresa, rescatada por las tropas del Ejército en un campamento terrorista en las alturas de Junín.
El reportaje fue publicado en el diario “La República” el 22 de agosto del 2011 Por Isabel del Pilar López, desde la base militar de Pichari. Pichari, La Convención, Cusco. Solo sabe que se llama Teresa. Nunca le dijeron cuál es su apellido, quiénes son sus padres, de dónde viene. Lo único que recuerda es que toda su vida transcurrió en un campamento donde mandaban unos hombres armados. A ella le enseñaron nada más que a obedecer. Por ejemplo, a tener sexo con uno de los jefes de la organización que controlaban el lugar. Teresa, de aproximadamente 22 años, recién supo cuál era su función cuando las fuerzas especiales del Ejército irrumpieron en el campamento donde vivía. Su misión era reproducir más terroristas. Teresa recién ha comenzado a comprenderlo todo. La instruyeron a que si en algún momento los militares incursionaban en el lugar, escapara con todas sus fuerzas y evitara que la atraparan, porque si eso ocurría, le sacarían toda la información y luego la eliminarían. Cuando llegó el momento, no se movió. Los militares la detuvieron junto a una pareja de ancianos, otra joven con problemas mentales y un niño de tres años. Era su hijo. Teresa había sido detenida como parte de la “Operación Gurka”, diseñada para apresar a los jefes de Sendero Luminoso en el valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM). En esa zona inhóspita el veterano senderista Víctor Quispe Palomino , de 51 años, se resiste a abandonar la lucha armada que inició su organización en 1980 y concluyó en 1992, pero que él ha retomado con su propio “ejército”. Teresa conoce las entrañas de la agrupación de Quispe, la lógica de su perverso sistema de funcionamiento, porque ella fue una pieza más. La usaron como una tuerca de una máquina inventada por alguien que pretende crear una sociedad basada en una forma de
esclavitud. Los oficiales del Ejército quedaron sorprendidos con la historia de Teresa, secuestrada desde niña en un campamento senderista y obligada a procrear los hijos de los líderes para que en el futuro tomen la posta y continúen con la guerra. Eso sucede con el propio Víctor Quispe. Es hijo de un dirigente senderista muerto en combate. A su vez, el cabecilla terrorista cuando nació su hijo mayor lo crió en un campamento y lo formó como senderista militarizado, hasta que escapó solo hace unos meses. Teresa mide un metro cincuenta. Su cabello es corto; su piel, trigueña. Tiene unos ojos grandes de color negro en los que asoman sombras de tristeza, sufrimiento y miedo. Cuando le preguntan algo y no sabe qué contestar, mira de forma coqueta, se ríe e intenta decir algo. Sus maltrechas manos reflejan el maltrato que ha sufrido durante estos años en cautiverio. “No recuerdo cuándo me llevaron al campamento. No sé. Yo era solo chiquita, muy chiquita. Cargada me llevaron”, dijo. De acuerdo con fuentes del Comando Especial del VRAEM, que se encarga de las operaciones militares contra Sendero Luminoso, Teresa vivía con su familia en Puerto Ocopa, en Satipo, región Junín. Con engaños la condujeron a una “base” terrorista donde los niños son adoctrinados y adiestrados militarmente. Pero como niña, a ella le dieron otra función: reproducir más niños destinados a ser formados como terroristas. A Teresa la encontraron en un poblado conocido como Carhuamayo, en las alturas de Junín, área aledaña de acceso al VRAEM. “No recuerdo cuándo fue pero en una reunión de los jefes de la organización uno le dijo a otro que había llegado de visita al campamento: „Mira, aquí hay una soltera”, dirigiéndose a mí. „Asúmete con ella‟, le ordenaron. Él se me acercó, lo „atendí‟ y me embarazó”, relató Teresa. Por supuesto, a ella no le preguntaron si deseaba tener un bebé. Solo tuvo que acatar el mandato. LA LÓGICA DEL TERROR Ella lo llama “esposo”. Dice que lo conoce sólo como “Mario”. Inteligencia militar ha determinado que se trata de uno de los lugartenientes de Orlando Borda Casafranca, más conocido como camarada “Alipio”. Teresa sabe ahora que por “Mario” las autoridades ofrecen una recompensa de 500 mil soles a cambio de información que facilite su captura.
“En el campamento, varias veces intenté comunicarme con él por una radio de frecuencia baja. Pero, cuando lo hacía, lo escuchaba de mal humor: „¿Para qué llamas? ¿Acaso te he mandado llamar?‟, me decía”, relató Teresa. El Ejército estuvo muy cerca de atrapar a “Alipio” y a “Mario” con la operación “Gurka”, que se produjo el 31 de marzo de este año. Pocas semanas antes, había visita el campamento donde se encontraba Teresa. “Menos de dos meses antes „Alipio‟ y „Mario‟ llegaron al campamento para una reunión con „César‟, el jefe del lugar”, declaró. El campamento en el que se encontraba cautiva Teresa se obligaba a todos a trabajar durante todo el día en cultivos de “pituca” y “fariña” para alimentar a las columnas terroristas. El encargado del lugar era el camarada “César”, más conocido como “El Viejo”, quien también se encargaba de la producción de hoja de coca destinada para el narcotráfico. Su mujer, Nelly, "La Vieja", lo secundaba en sus crueldades con las mujeres y niños. “No conocíamos otra cosa que „pituca‟ y „fariña‟. Nos daban de comer dos veces al día. Una, en la mañana, muy temprano, y luego en la noche. El resto del día trabajábamos solamente tomando agua durante la jornada. Nunca nos daban dinero, ni un sol. „¿Para qué quieres plata? ¿Dónde la vas a gastar?‟, me decían”, narró Teresa. “No sabíamos lo que era ni arroz ni fideos. Es cierto, escuchamos hablar de estos alimentos, pero en el campamento nunca los probamos. Si había algo extra era alguna verdura, maíz o yuca. Es que nosotros éramos parte de la „masa‟, a los que obligaban a trabajar”, añadió. DESPRECIO POR LOS NIÑOS “En el campamento también estaban los „mandos‟. A diferencia de la „masa‟, ellos comen otra cosa. Comen carne, arroz, fideos. Nosotros, si queríamos comer una „pepa‟ (almendra), lo hacíamos a escondidas. Si nos descubría „El Viejo‟, nos castigaba. Nos decía: „La almendra tiene grasa, si la comes, te va a engrasar el cerebro‟. Por eso los niños están todo el tiempo flaquitos. Cuando se enferman, solo usan hierbas. „Con eso es suficiente, con eso se curan‟, nos indicaba „El Viejo‟ o su mujer”, declaró Teresa. Como era de esperarse, en semejantes condiciones de alimentación, salubridad e higiene, los menores de edad morían. Teresa vio a varios quedar sin vida. Morían tanto los pequeños, los bebés, como los “pioneros”, los niños que desde los cuatro años de edad son instruidos en “escuelas populares” con lecciones de Marx, Lenin y Mao.
“He visto que „El Viejo‟ ha enterrado a varios recién nacidos. Pero también a „pioneros‟, a niños un poco más grandes. Por enfermedad, por hambre… Antes que nos rescataran, una niña había muerto. Era una „pionerita‟”, confió Teresa, esta vez sin contener el llanto. Teresa llegó a tener tres hijos del camarada “Mario”. No recuerda sus edades. Con los dedos de la mano, Teresa, que no sabe ni leer ni escribir, saca más o menos la cuenta. El mayor tendría nueve años, el segundo seis y el último unos tres años. “Un día llegó la camarada „Olga‟ y digo que el primero y el segundo ya tenían edad de „pioneritos‟ y que era necesario llevarlos a „estudiar‟. Los mandaron para la selva. Desde entonces no sé nada de ellos. Me quedé con el chiquito”, relató Teresa. Conocida como la camarada “Olga”, es la encargada de la organización de las mujeres y niños de los campamentos senderistas. “A cualquier pregunta que hacíamos „Olga‟, „El Viejo‟ o cualquiera que mandaba respondía: „Estamos en guerra‟”, recordó. Teresa, en varias oportunidades, dijo a sus compañeras que en lugar de estar sufriendo, debían intentar escapar. Dichas palabras llegaron a oídos de los senderistas, quienes la amenazaron. El Ejército la detuvo junto con “El Viejo” y su mujer. Parece una pareja adorable de ancianos, pero es muy cruel. “Está bien que haya caído preso „El Viejo‟. Es la hora que pague porque es el que nos hacía trabajar, no nos daba de comer, nos maltrataba todo el tiempo. Es muy malo”, dijo Teresa. El número dos del Comando Especial del VRAEM, el general de brigada Felipe Aguilar Vizcarra, destacó la importancia del caso de Teresa. “Nos permite conocer las entrañas de una organización terrorista que se sustenta en la esclavitud de mujeres y niños porque se les niega el acceso a la civilización. Los mantienen aislados, marginados, para que no se escapen de la organización”, dijo. “En este campamento la consigna era que las mujeres se embarazaran lo más rápido posible para tener la mayor cantidad de niños. ¿Para qué? Para luego llevarlos a otros campamentos y adoctrinarlos con ideología narcoterrorista, criándolos desafectos, sanguinarios”, explicó el oficial. Sin embargo, el caso de Teresa no es el único. Hay otras mujeres a los que se les obliga a embarazarse por los jefes terroristas.
“A las jóvenes y niñas en edad fértil las conminan a actuar como reproductoras. Es decir, las embarazan forzadamente y, una vez que dan a luz a una nueva criatura, pasan otra vez al „área de reproducción‟, en la que nuevamente son embarazadas. El ciclo termina cuando el útero no da más. Así, cuando ya no les sirven, simplemente, viven en exclusión total”, expresó el general Felipe Aguilar. “La camarada „Olga‟ es la que se encarga de los niños. Por una parte, los secuestra de los pueblos y comunidades nativas, y a los hijos de los terroristas, los concentra en un campamento de adoctrinamiento para convertirlos en „pioneros‟. Esa es su labor”, apuntó. Ahora, para Teresa, la vida es una sorpresa. Ha descubierto, por ejemplo, la alegría. “La camarada „Olga‟ nunca va a salir de allí. Se va a morir en el monte, en su ley. Solo nos enseñaba política y nos obligaba a trabajar. Ahora nosotros estamos alegres. Ella que se muera allá en el monte, yo ya nunca regreso”, dijo Teresa, acariciando a su niño de tres años: “Ella no sabe que yo estoy alegre”.