Sueños de Perlas
Celia Salas González
Celia Salas Gonzรกlez
Reseña Celia Salas González, nacida un 08 de febrero en Cartagena – Bolívar. Inició sus estudios en colegio de monjas en el Patrono Sagrada de la Familia y Santa Teresita, en la misma ciudad. Desde niña se inclinó al canto y la poesía, donde tuvo la oportunidad de demostrar sus dotes artísticas como cantante en la emisora Fuente de Cartagena, siendo tan solo una niña. Su mayor pasión es escribir poesías en prosa dedicadas a la vida, al amor, al desamor y a la naturaleza.
Rese帽a Tiene dos hijos Graciela y Carlos Ardila Salas, a quienes ama con intensidad y entreg贸 toda su vida y amor para hacer de ellos unos seres de bien para la sociedad. Es su primera publicaci贸n en poemas 2013.
Mi Ninfa Dedicado a mi hija Graciela María
Yo tengo una ninfa, fruto de mi amor y mi anhelo, fe y esperanza que nace en el mejor amanecer de un sueño, la más linda, la más recta, jardinera de las violetas silvestres de los bosques, eterna caminante de las orillas del rio.
Yo tengo una Diosa, la que levanta mi espíritu caído, la que la lavó la herida de mis alas rotas, la que apartó las piedras de los trotes en el camino, la que retraso mis canas, e hizo eterna mi sonrisa. Yo tengo una Venus Viva. regalo de la naturaleza, regalo en carne y hueso, la más hermosa y más genuina,
Diosa del amor, navegante de las ondas, más hondas del océano; pero esfuma con las espumas.
Mi regalo es sin bruma! con un sinfín de días y noches, y en su calor de brasa muriente, no decaen las fuerzas en las ansias dulces de su boca, los besos sin dolor que matan enojos y congojas,
mi regalo es una estrella que ilumina mi senda, y de sus destellos humildes a mis pies inclinen, hasta el final de los tiempos. Mi estrella es una musa, templo de la divinidad artĂstica, mi mejor poema, mi mejor ilusiĂłn, sonetos de gaviotas, de mariposas, aleteos de colibrĂes, en nĂŠctares de jazmines primorosas bajo un remanso de amor.
Ojos de aurora La calle esta tranquila, el alba aún dormida. Puerta y ventanas bien cerradas, todo en infinita calma. Cantan los pájaros en las ramas y vuelan las mariposas , un perro ladra, un niño llora, el llanto sale de una de las casas y una voz sonora canta una melodía.
Me asomo a la ventana y diviso desde la loma una silueta vestida de blanco y a medida que se me acerca veo sus ojos de aurora, corro a abrir la puerta, es mi hija del alma.
Hastío Colgada por los hilos del tiempo, embargada por la distancia y el silencio, absorbo hondos suspiros por el valle de la enredadera, de par en par abierto frente al ocaso, cercada por el estuario donde bañaron dos cuerpos y soñaron dos almas, tu alma y la mía. Huye mi silueta icástica del rugir de los árboles, de los ojos de las montañas que ven nacer y morir tus fructíferas raíces del plano de la tierra, del estupor lento que carcome. Lejos del pasado de los sueños, del empuje.
Apresurando en mi cabeza la estopa de chorrillo blanco y alejando mi mocedad. Usted seĂąor hastĂo con su fantasmal manto gris, neutraliza, aquel radial del sol transparentado por los calados de las ramas, atemorizando mi exuberante espĂritu, acercando manadas de hiedra, sorda y muda ante el murmullo de las olas que agiganta, ondea, grita y salpica las horillas con su llorar de espuma.
Garras de águila que desgarran mi cadeneta con hilos de seda y oro. Apuñala el lienzo y mis rosas en relieve, aprovechando los asnos y las yeguas con rezongos y patadas matando las guirnaldas y las azucenas, ¡todo desecho!, cubierto en un sepulcral cenicero. ¡Cómo percibo su sombra oculta por los rincones!, persiguiendo mi regalía, cambia de vestido como de renombre.
MaĂşlla como el viento entre los montes, como los gatos sobre el tejado, la llaman mala sombra, mala estrella y se transforma como un traje largo y negro y se arrastra, se encoge, se enrosca y echa vaho y veneno, logrando que emigre de las guerras de la desolaciĂłn, del abandono, de la escasez de su hastĂo. Mariposa de alas de raso y seda; pero su cuerpo despreciable gusano, bebe el nĂŠctar de las rosas y teme a sus espinas para ser macho o hembra de forma sutil, vencer el orden trivial y el poder que absorbe el mundo.
¡Oh, Soledad! Oh! Soledad, sé que no te has ido. tú jamás te alejas, en cada mordida de la muerte, mis heridas, solo tú conmigo, te compadeces a tu manera sórdida mudez; pero me reconfortas día a día, mi desolación, mi vida vacía!
Para que decirte que te aborrezco, que te vayas, si en los momentos de mi inspiraci贸n te necesito, en la reflexi贸n de perdonar a aquellos, soberbios indolentes, inconscientes esquivos, d茅spotas y judas, mal sabor al paladar, a la infinita paz de un inofensivo esp铆ritu.
Será que en ti soledad, está el Dios, el Cristo? Si se adormecen tus pupilas, arrullándolas el Viento, velando las oscuras bóvedas, Descanso eterno de las almas de mis muertos, En el fúnebre oasis de la noche, tan solo las Rosas alegres, en aquel lugar, solitario y triste! Se está despertando el alba, y tú soledad, de aquel lugar te has venido. ¿Piensas que estoy dormida? te equivocas, en la mesa, la tasa está servida, esperando que tomes el café conmigo.
¡Oh…Soledad!, no creas que no percibo, cuando te alejas un tanto, ante el bullicio de los niños sueltos, el cantar de los borrachos, y el aullido de los perros; te remontas a la cúpula de los cielos, mudos ante el mundo los quebrantos de ciertos jóvenes que deambulan, esqueléticos, semivestidos de harapos.
Hilos del Recuerdo Dedicado a mi prima : Graciela González Méndez
Mientras dormía en el silencio fúnebre de la noche, el espíritu escapa de mi cuerpo, a ese campo, mi viejo campo de valles y bosques abiertos, bajo la sombra del halo gris del firmamento, desenvolviendo los hilos del recuerdo, la dulce Infancia, el viejo Ayer. Tú, apenas despuntando los dientes, el fulgor de tu frente, el dulzor de tu sonrisa, todo empezando a florecer.
Tus cabellos y ojos, como el oro fundido, acariciados por el viento, mecía el chinchorro, y en el vaivén reías cantando trozos de la melodía de una canción, que decía: -Ojitos de papulin allá en la estina de espado… Queriendo apuntar: “Ojitos de Capulín, allá en la esquina te espero…” Y encantada a tu cifrado mensaje te devolvía besos.
Entre tú y yo ascendía la afinidad, un amor que poco a poco se explayaba, como entre el cielo y la tierra, bañada sus orillas por la inmensa laguna gris. ¿Lo Recuerdas?, pues eras tan pequeña en el centro del entorno, ¡El Chichorro! Tú Y Yo, nada nos separaba, tan solo el camino, que canalizaron mis plantas. ¡Siento que fue ayer!
Improvisabas mi presencia, y violando la ausencia de mi centinela, para ir a tu encuentro y un día sin saberlo y sin un ¿por qué?, nos envolvió la nada, quedando nuestras vidas en líneas paralelas, y jamás se encuentran y tu alma y la mía, navegando juntas por el mundo, mi mundo etéreo. Con todo mi amor para ella. Una poesía de la vida real, recordando el ayer con mi prima Graciela.
Tus Manos Tus manos de nubes viajeras, besadas por el aire mañanero, hundidos en la húmeda tierra, tus corvos dedos labriegos. Dos ánforas llenas de luz y esmero, aureolas de Sol naciente; la cumbre silenciosa enamorada y su orquestal hermoso arrastrado beso a beso en el murmurar de la corriente. Vientos de verano, invasión poderosa. Persistentes las aromas, ebrias de gracias, como un grito en la ausencia, un ahogo en el silencio sórdido y triste, tus manos húmedas, con olor a flor y tierra.
Mi rostro de niña rozó con benéficas ansias, mis otoños perdidos distantes, mis palabras sin volumen sin acento; mi voz adolorida, oprimida; como un pájaro mudo, triste en la jaula . ¿Será que tus manos de nieve deshechas, olvidaron abrir el broche de la puerta? Soñando despierta rumor de viento quebrando la primavera sin límite , sin camino, el eco de tu voz lejano adelgazando la efímera y dobla la faz de la rosa, en la enredadera del árbol mustio. La alta espiga rubia y taciturna de nuestro valle florido la acogen cuando emigran el relámpago de tus ojos. Todo se fue muriendo y el viento aúlla y golpea el vidrio de mi ventana, donde se retratan los pájaros que pasan volando..
Simplemente Tú Dedicado a Sophia Olaris Pérez
Tú estás en todas esas cosas maravillosas, de inviolable sencillez e inefable hermosura que regala la naturaleza, como esa fuente de agua cristalina, que desempeña canta y expande a su entorno, en suave rumor de su mística melodía y que adormece la húmeda tierra.
El muro de cristal que sostiene el Universo, el mundo sin cansarse nunca, con esa, la respiraci贸n pura que mueve el centro de toda su divinidad ex贸tica, soplo de vida, sombra que inclina mi pensamiento, umbral que ilumina mi senda, mi esperanza
Esa aura perfumada, que acaricia el rostro y exhala en el viento, y aquel panal de miel de inocentes abejas, el infinito tricolor de las alegres flores y aromas, todo ese caudal de cosas indefinibles, tan afines y sin palabras; pero vivas y perduras como la noble intenci贸n que posa en el admirable recuerdo.
Como ese dulzor que me brinda tu sonrisa, y ese fulgor puro con que me miras, cosas que le dan sentido a mi vida, cosas que incitan a meditar, como la ola de los mares, que vienen y van, como llega tu imagen a mi mente, a cada instante‌ viene y se va.
Albor Señor de Ampo Divino, lento entre abres tu faz, místico y callado, misterioso asomas y escondes allá en el horizonte, tu extenso encaje desenvuelves. eternamente entre la vida y muerte. Hasta la falda tu cortina de velo, se expanden tus destellos de plata y en los girones de rocíos y vuelos, tus vientos frescos mi ensueño arrulla. Señor rostro de niebla, música del rumor de espuma.
Su cuerpo cúmulos de seda y el alma, soplos de aves velando la bruma que abruma en el mundo sus ventanas. Señor de habla muda, razón de toda existencia entre el Amor y fervor anida tu arco plateado de Apolo.
Novio de Venus, la Diosa del amor, amante de Egea y en tu lampo paisaje, donde duerme tu alborada, tu oleaje de rocío llora, llora, y temblando en las gramas en las hojas de las ramas se resbala aquel rocío de perla.
Alondra Dedicado a la poeta argentina Marisa Aragón Willner
El día no había brillado tanto, ni el cielo estuvo tan azul. Si la naturaleza enloquece con su certamen, desempeñando la quebrada por sus largas cortinas de espumas y como pañuelos de sedas, nada un círculo de cisnes.
Viajan las nubes en vientos de verano y un rayo de luz inclinado de aquel manto sublunar absorta tu plumaje de seda morena y niebla. Mi Alondra distante me corteja tu rima, tu lira, tus cauces azules baĂąan mi sueĂąo, y la monotonĂa.
Tú, mi pequeña Alondra, centro de la profunda madre selva, a ti iluminan los luceros, tu mudez sensitiva, tu paz en el alma. Tú, que cantas a los albores con la música de tu rima, ¡Ay! ¿Ves que huérfana soy? ¿Quieres ser mi amiga?. La noche diamantina, más pálida que nunca y en plena madrugada, el silbido de la nostalgia temblando en las ramas de mis almendros.
¡Oh…Alondra!. Tú, oculta, echada en uno de sus troncos, vigilante, pensativa, acertando la posibilidad de mi desvelada tristeza. La mañana naciente entre las llamas de la aurora y aún tú, ceñida, oculta entre verdes ramas, voy grabando, pintando tu paisaje en mi lienzo transparente de mi memoria y te sumerges entre el viento al emprender el vuelo.
La huida de tus ojos Me perdí en tus ojos de aurora, de cielo, los que desgranan ahora, en otros ojos sus destellos! Tus ojos! como el confín lejano, templo de inspiración, toca la puerta, en la desvelada noche, hora del poeta en que llora una esperanza muerta! Sobre frías sábanas serenas, sus delirios locos, por el sombrío embeleso el claro de tus ojos en aquellas mañanas y en mi frio atardecer, tu calor, tus besos!
Hoy no se levantó la aurora, al cielo lo cubre, espeso manto gris, el claro de tus ojos más perdidos que nunca y este frio en mi alma no verán sentir. Así es el amor, fantástico, encantador, por la diosa o por Luzbel, trajes de gasas y alas de misterio, por venenosa esencia hasta se mata.
En el crepúsculo de un atardecer, muriente en su mundo de niebla, van volando hacia otro amanecer de diáfanas alas, pájaros y garzas.
Confusos en el campo del amor en hilos de esperanza, la meditación profunda, un lirio entre abre, más tarde muere una flor, un niño ríe, una niña riega lágrimas menudas. La huida de tus ojos, embargo mi vida a la desolación, a la amargura!
Si el silencio y distancia . no añoran alas, en este desierto mío, habrá aventura? Sé que en este otoño que ha de venir, Un algo resta a mi débil existencia, Si alegrías y mi mejor sonreír, en Esa mi vana espera, se llevaron tus ojos desde aquel día. En noche de desvelo y alucinaciones, Divisé entre las sombras, tus ojos, Pero al acercar a ellos, los mios… Vi como dos tizones encendidos, ¡No eran tus ojos! Eran los de un Gato escondido.
C贸digo: 1309275833382 Fecha 27-sep-2013 20:27 UTC
Ésta es una realización de obra digital de Marisa Aragón Willner, Directora de Parnassus, Patria de Artistas -bajo registro en Safe Creative Lic. 1001035244406 Las imágenes son tomadas de Internet , se extiende agradecimiento a los diseñadores de arte visual que corresponda
FIN