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La muñeca

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por Isa González fb. Duermevela Casa de Alteración

M

amá dejó su carta bajo el árbol. La iluminación de los foquitos de colores confirió a su rostro un toque infantil. Recuerdo cuando era ella la que se emocionaba al vernos abrir los regalos de Reyes; aunque tuviera los ojos enrojecidos por desvelarse y el abrupto despertar.

Mamá, mamá, oí pasos, seguro ya llegaron –le susurraba acercando mi boca a su oreja para no despertar a papá. —

Ella se levantaba morosa, como si todavía no saliera del sueño. Se ponía su chal de punto azul y nos acompañaba a abrir los regalos. Sus ojos refulgían de felicidad ante los gritos de emoción de mi hermanito al ver las huellas que había dejado el elefante; y aplaudía cuando yo pegaba brincos al descubrir que los Reyes se habían comido el pedazo de rosca y el chocomilk.

En las tardes nos reuníamos con los primos para estrenar los juguetes. En mi memoria aparece el teatro guiñol con decenas de títeres; pasamos tardes inolvidables inventando historias que después mostrábamos a los de la colonia. Cobrábamos diez pesos, y ofrecíamos agua de jamaica y palomitas que mamá nos ayudaba a preparar. Era todo un evento, a veces teníamos que anunciar dos funciones el mismo día. Encuentro a mamá deambulando por la casa, lleva en brazos a la muñeca de ojos azules y vestido de terciopelo.

Mami, qué linda, te la trajeron los Reyes Magos —le digo con ternura. —

Ella me mira, aunque no me reconoce, contesta con entusiasmo:

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