HUMANISMO Y CONTINGENCIA: CUESTIONES DE MÉTODO Profesor: ALBERTO MARTÍNEZ BOOM Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación MAESTRÍA EN EDUCACIÓN Universidad San Buenaventura Universidad Gran Colombia Armenia, Mayo de 2011 INTRODUCCIÓN El hombre contemporáneo ¿dentro de qué sistema de conocimiento y de saber se encuentra inmerso? ¿Qué circunstancias lo desbordan y como se dota de valor? Si bien se pueden advertir las dificultades de este viaje la intención de este seminario sería abrir la reflexión y renovar sus interrogaciones. El sujeto, según toda una tradición de la filosofía y de las ciencias humanas, es algo del dominio de la naturaleza humana. La problemática micropolítica que interrogaría este dominio no se sitúa en el nivel de su simple representación, sino en el nivel de la producción de subjetividad, es decir, que hace referencia a los modos de expresión que pasan no sólo por el lenguaje, sino también por niveles semióticos heterogéneos. A propósito de esta variación dirá el filósofo de Poitiers: “Es esta disolución del hombre por el saber que él mismo ha emprendido, lo que considero el fenómeno contemporáneo más característico. Y en consecuencia, es a la muerte del hombre a lo que estamos asistiendo actualmente, en el interior de nuestro saber”. Una mirada plástica que bosqueja las posibilidades reflexivas de representar la forma hombre podemos hallarla en aquel párrafo final de la introducción que Morey hace a un libro de Deleuze. El recurso pictórico logra ser elocuente: “Coloquemos a Foucault y a Deleuze frente al lienzo (…) Aunque ambos dirijan una mirada que es, ante todo, procedimiento crítico frente y contra la idea misma de representación, hostil a la posibilidad de un ajuste sin fisuras entre ambas series, Foucault escogerá para su reflexión a Magritte (Esto no es una pipa, 1973), y leerá en él las mil astucias para escapar a la normalización. Deleuze, por el contrario, optará por Bacon (Lógica de la sensación, 1983) y verá en él la promesa de un phatos, de una patología superior. En definitiva, el lienzo no es sino un espejo, y lo que ambos ven es, ante todo, un sedimento, un precipitado antropológico de su propia mirada filosófica. Hay que pensar del hombre del que nos habla Deleuze como en una de esas criaturas de Bacon, magma de mutilaciones y posibilidades larvarias, gritando bajo las intensidades insoportables de un renacimiento: ha perdido su antiguo rostro y está comenzando a darse uno nuevo, un nuevo cuerpo y una nueva