Ana María Cobos Serrano
Las cartas en el más allá Carta a Kefrén “Cuarto faraón de la dinastía IV de Egipto” Ambos cuerpos, ambos reyes, ambos fuertes, ambos sacros. Tu hombre importante, Yo mujer abundante, Tu hombre magnificente, Yo mujer inteligente. La distancia que nos separa es monumental, Tan desmedida que no me identificas, Pero yo a ti sí, Tanto así que conozco tu supremacía. Aunque no compartimos las mismas creencias, Fui religiosa al igual que tú lo fuiste, Yo creo en una sola deidad, En cambio, tú crees en diferentes. Nuestro ambiente arenoso y caluroso, Nos moldeo sanos y bellos, Haciéndonos ejemplo para nuestra gente, Siempre obediente. Nuestro pueblo te acompaño, Te ayudó a hacer realidad todos tus caprichos, Por el contrario, a mí me relegaban, No me halagaban como una eminencia. Aun así, me exaltaban por mi belleza, Tengo algunas personificaciones hechas en diferentes materiales, Talladas y esculpidas a mi imagen y semejanza, Muchas de ellas destruidas por mis rivales. A pesar de eso, algunas de ellas sobrevivieron, Y hoy siguen intactas, Otras solo quedan fragmentos de lo que fueron, Fragmentos que me ayudan a ser eterna.
Mis creencias me doblegaron al igual que a mi familia, Nunca cambiaré de parecer, Pues eso iría contra mi voluntad, Esa que no puede ser seducida. Mi consorte y yo siempre devotos, Seguimos nuestro camino divino, Dado por el dios supremo, Aunque no perfecto para muchos, celestial para nosotros. Madre, sobre todo, Protectora llena de cariño y entendimiento, Adiestradora de mis descendientes, Siendo todas mujeres brillantes. Ahora es tu turno, Ya te hablé de mí, Espero que tú me hables de ti, Pues tu grande historia quiero conocer. Termino así mi carta, Enviándote con ella una de mis personificaciones, No es la más bella, Pero significa mucho para mí.
Atentamente Nefertiti. Carta a Nefertiti “Reina de la dinastía XVIII de Egipto” Hoy en mis aposentos, escribo esta carta, Recordando mi pasado en la tierra, Ahora intento ordenar mis memorias, Para así reconstruir el ayer. Fui hijo de un rey importante, Que fue tan grande como su pirámide, Yo al igual que mi padre, Construí una pirámide. Una pirámide que yace junto a la de mi padre, No tan inmensa, pero colosal, Está unida a una estrella, Que ilumina mi asenso al firmamento.
También realice la gran esfinge, Esta aún sigue en pie, Al igual que mi pirámide, Ahora más grande que la de mi padre. Logre complacer todos mis deseos. Como tú bien lo dijiste, Conforme a esto reine como es debido, Con honor y poder. El milenio que nos separa, No están grande como nuestra inmortalidad, Está que nos mantiene vigentes, Ante todo, y con el pasar de las estaciones. Con respecto a la religión, Yo creí en muchos dioses, Esos que me ayudaron durante mi vida terrestre, Y que ahora me acogen. Ese ambiente fértil y creativo, Me formó como persona, Gracias a ello cumplí mi objetivo, Y hoy puedo descansar en paz. No soy tan guapo como tú, Sin embargo, crearon esculturas, Todas para conmemorar mi existencia, Y mostrarme como fui. Mis ideales religiosos quedaron tallados, Indicando mi fe hacia Horus el único en las alturas, Él me protegió, Durante mi vida terrenal. Por más que lo intentó, No puedo entender la orientación de tus creencias, Esas que no fueron paganas, Como a las que yo apoyo. Mi familia por el contrario fue bendecida, Mis generaciones lograron continuar mi linaje, Ellos alcanzaron el ascenso a la corona, Al igual que sus sucesores.
A diferencia de ti, Yo tuve diferentes parejas, Todas fértiles y benévolas, Al igual que tú lo fuiste. Ahora veo que, en la actualidad, Nuestros templos han sido profanados, Por extranjeros ambiciosos, Saqueadores de tumbas. Nuestros seguidores han disminuido indudablemente, Nuestro dialecto ha sido olvidado, Incluso nuestros dioses, Han pasado a un segundo plano. La humanidad ya no es la misma que conocí, Ya no siguen a ninguna divinidad, Solo están por el mundo, Caminando sin rubo. Algunos pocos siguen el camino espiritual, Ese que no puede ser remplazado, Pues más divino que ese no existe, Muchos lo confunden con el terrenal. La lengua que una vez conocimos, Ha muerto y solo algunos pocos la entienden, En el pasado los saqueadores la intentaron desaparecer, No obstante, un sabio logro descifrarla. Los dioses que conocimos siguen vivos en nuestra alma, Sus templos han sido usados por otros dioses, Dioses extranjeros que invadieron nuestro territorio, Y cambiaron los ideales de nuestro pueblo. Desde que morí he visto que nos redescubrieron, nos sacaron de nuestro eterno descanso, Para recrear nuestra historia, La historia que había esto perdida durante años. Muchas de nuestras momias desaparecieron, Incluso fueron remplazadas por huesos animales, Algunos de nuestros familiares se han desvanecido, El tiempo los ha borrado.
Quizá aun haya esperanza, Tal vez los encontraran en el futuro, Por ello estaré pendiente, Vigilare la tierra esperando un milagro. Deseo que, en un futuro, Nuestras tumbas vuelvan hacer las que fueron, Se que es un sueño irrealizable, Pero, aun así, tengo fe. Confió en que te llegara esta carta, También espero saber más de ti, De tus hazañas y dificultades, Sin más me despido. Atentamente Kefrén
Vemos como estas dos personas fueron importantes para su época, Aunque tuvieron diferentes ideales lograron reinar de la mejor manera. No obstante, la mujer en la cultura egipcia era el complemento del hombre, por lo que llagaba a estar a su altura. Estos faraones y reinas se casaban con su propia familia, algo que en este tiempo es poco recurrente por diferentes variantes como la aparición de enfermedades en sus descendientes. Hablando de otras cosas me puse a pensar que posiblemente ellos (Nefertiti y Kefrén) hubieran tenido alguna relación de sangre, pero por la falta de datos no lo podemos saber. Los saqueos que ha tenido Egipto a través de los tiempos han dificultado el descubrimiento de más información sobre su cultura; todavía en la actualidad gracias a las nuevas tecnologías se hacen descubrimientos sobre esta cultura tan milenaria.