ESPIGA DE PAPEL
“Sol
de verano” No. 22
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ESPIGA DE PAPEL No. 22
Coordinadora del proyecto: Ma. Justina Santana Tejeda
Consejo Editorial: Hugo Salvador Bautista Campos Rita Camarena Ramos Ana Paola López Santana
Portada: ―Sol de Verano‖
Autor: Guillermo Canales Machuca
espigadepapel@yahoo.com. mx
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Mensaje
El verano es la estación del año considerada la más cálida, para muchos el mejor clima, sobre todo para los niños y jóvenes, quienes disfrutan de estar jugando en las calles… creo que esta es una aseveración no muy actual, ya que la activación física que en antaño vivíamos se ha ido perdiendo por el uso de las nuevas tecnologías convertidas en juegos y recreación de encierro y en su mayoría inamovilidad para chicos y grandes. Espiga de Papel recuerda hoy con nostalgia todas esas actividades, que en los días largos del verano se jugaban, aún existen comunidades, sobre todo en la zona rural, en donde la juventud goza de salir a la calle a jugar con los amigos, siempre bajo el ojo vigilante de los mayores, quienes se entretienen en la puerta de la casa platicando, tejiendo o haciendo una acción distractora. Recordar es volver a vivir para tratar de impulsar a las nuevas generaciones, que conozcan de estos juegos y los retomen, ¿quién puede ayudar? La familia y la escuela. Espiga de Papel hace una invitación para salir al patio de la escuela y a la calle a practicar juegos tradicionales, rondas infantiles como medidas de unidad y convivencia. El Sol del verano carga de energía nuestro cuerpo, es un bálsamo para nuestro espíritu y es inspiración poética que hoy se manifiesta en Espiga de Papel No. 22.
Mtra. Martha Beatriz Meza Rojas
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Editorial
Sol de verano, como los anhelos, como lo que se espera con ansiedad por la lejanía con que se recuerdan los días soleados cuando llueve, así se espera ―Espiga de papel‖ alusión al trigo que nos alimenta en este caso, el alma de cada lector, de cada escritor que tiene en sus manos esta publicación.
Los esfuerzos desde agrupaciones civiles, siempre en la búsqueda constante por compartir lo que se cosecha, 22 números, 22 cosechas, semillas que germinan y siguen su curso en la tierra de las publicaciones. Con admiración y respeto que se merece cualquier revista, así observamos el crecimiento de esta ―Espiga‖ enhorabuena, para sus colaborados y editores. Es un placer tocar, sentir, leer, es un placer, cuando una revista permite y fomenta cada una de estas acciones, frente a la resistencia hacia los medios electrónicos en la era de la cibernética.
En este número encontramos el tema de los juegos tradicionales, la añoranza hacia aquellos tiempos en que los niños nos ensuciábamos con lodo, jugábamos con el otro, utilizábamos juguetes que probablemente también habrían jugado nuestros abuelos y bisabuelos, trompo, yoyo, pirinola; pintábamos el bebeleche (avión o rayuela para otros lugares), a veces stop en el pavimento para gritar: declaro la guerra en contra
de…, también jugábamos a ―la trais‖, chinchilegua y otros que seguramente ya estarán en el baúl de los recuerdos, ante la avalancha de juegos electrónicos, con toda las implicaciones sociales que eso supone.
No me resta más que desearles con todo mi corazón, que continúen y sea larga vida con esta pasión leer, escribir, publicar. Así mismo brindo por el placer que seguro tendrá el posible lector al recordar aquellos tiempos de infancia e inocencia.
Rosario Orozco verano 2013 4
Índice Rondas ¿para niños? Aceves Ramos Gloria Patricia……........................................................................................…06 Un día los cables dejan de funcionar/ Encuesta Bautista Campos Hugo Salvador……………………………………………………………….......07 Juegos de muñecas Camarena Ramos Rita…………………………………………………………………………….....08 Infancia amiga Carbajal Ibarra María Guadalupe….………………………………………………………………..09 Pedacitos de ayer Rocío Dávalos…………………..…………………………………………………………………….10 Chiras Pelas Martorrev…………………………...………………………………………………………………….11 Mi familia de verano Angélica Domínguez…………….……………………………………………………………..….....12 Lúdica añoranza García Suárez Austre..……………………………………………………………..………..............13 El último adiós Gómez Castillón Cynthia Marlene…………………………………………………………...……...14 Trompo González Ibarra David………………………………………………………………………..............15 Juegos de verano Gutiérrez Meza Jocelyn Carolina…………………………………………………………………....16 Canica, el trompo, papalote, la pelota Huerta Hernández Epifanio………………………………………………………………....…….…17 El juego López Morales Ramón………………………………………………………………….....……….... 18 Ventana López Santana Ana Paola……………………………………………………………….....………...22 “Veo, veo” Jorge A. Lozano………..……………………………………………………………………...……....23 Los juegos de mi infancia Luna Marcelo José Antonio………………………………………………………………………......24 Rodillas Peladas Lupercio Figueroa Daniel …………………………………………………………………………….25 ¿Dónde quedaron? Meza Rojas Martha Beatriz…….…………………………………………………………...…….....26 Mi vieja pirinola Navarro Alcalá Athziri Gabriela…………………………………………………………………...…27 Barco de papel Parada Carmen ………………………………………………………………………..……..…...….28 Juegos de infancia Parada Orozco Carlos………………………………………………………………...……....….......29 Sobres sepias. Paredes Santana Arturo Accio..…….…………………………………………………………….....30 Toque puertas Rubio Zaira Alejandra…………………………………….……………………………..…...…….....31 Crepúsculo/ Sin título/Barco de papel Santana Tejeda Ma. Justina……………………………………………………………………….....32 Juegos de infancia Vázquez Arreola Tomás………..…...…..…………………………………………………………....33 5
Rondas ¿para niños?
-Cantemos una ronda…me decían mis alumnos cuando les di de premio media hora de juegos. Me recorrió un escalofrío… No dije nada, fingí sonreír, y fue inevitable empezar a recordar. ―Arroz con leche me quiero casar‖… y se sigue la estrofa. ¿Por qué un niño se quiere casar?¿O será que es un adulto quien canta la melodía? La canción habla de un chico que quiere estar con una mujer joven, y de una viuda que quiere contraer matrimonio. La canté muchas veces en mi infancia, y siempre le pregunté a mi madre el significado de ―casarse con una viudita‖.Claro que se hacía que no escuchaba o me cambiaba de tema. Y es que estas canciones no fueron hechas para los niños, ahora lo sé; de pronto me encuentro tarareando ―La muñeca azul‖ que es la historia de una niña que murió en brazos de su madre a finales del siglo XIX o a inicios del siglo XX, y como no pudieron tomarle una fotografía y como era tradición, los familiares le hicieron una canción para recordarla, y explicar cómo la niña murió en un descuido de su mamá. Yo a los 10 años de edad me rehusaba a cantar rondas: me daban miedo y tristeza. -Los maderos de San Juan, Abuelo ¿Qué significan? -Eran esclavos, los trasladaban en barcos, los explotaban, al final morían de hambre.
-¿Morían abuelo? ¿Y por qué hicieron una canción de eso? Él sólo sonreía y seguía fumando su desgastado cigarrillo. ¡Y por qué la cantan los niños! Yo me enojaba conmigo, pero era inevitable escuchar rondas de vida, muerte e infidelidades. Aunque los niños no lo sepan, al entonar esa canción del ―Cucú cucú cantaba la rana‖; están narrando un triángulo amoroso entre una dama de sociedad, su pretendiente y un marinero. -¿Abuelo y por qué no hacían canciones de niños? -Pues alguien hizo una canción que se llama Pim Pon, quizás te guste un poco. Ahora, de adulta sé que esta canción posguerra, eran los cánones a educar y lo que no hay canciones que creo que son anécdotas descabelladas con
encerraba la represión infantil durante la que se esperaba de la familias ,me doy cuenta realmente sean para los niños, un ritmo musical simpático.
-Maestra, maestra ¿cuál es la ronda que más le gusta cantar?.... A ti, ¿cuál es la que marcó tu infancia?
Gloria Patricia Aceves Ramos. 6
Un día los cables dejan de funcionar. No trabajan las pilas. Un día se va la luz. Entonces dos piedras y pintura se vuelven carritos que nadie vence. Entre la lleva o la tráis o decir changaiscon dos palos de madera o actuar el cuento que sabemos, pueden pasar horas y horas que en realidad no pasan: quedan y quedan en el corazón y su memoria…
Encuesta De vez en cuando las Comisiones de luz de cada país suspenden el servicio eléctrico para delatar los cambios en el corazón de la gente. Es una especie de encuesta. Los hombres de mala entraña, al verse en oscuridad, desatan de inmediato su rencor, instalan sus miedos y destrozan en todo lo posible los sueños de la gente. Pero si el corazón brilla las memorias son niños que cantan y juegan, que relatan el sol que entre el ruido no se podía compartir. Regresan entonces los juguetes hechos de hojas, de ramas, de sencillas y mágicas manos vacías. La lógica exigirá, tal vez, el descuento correspondiente en las tarifas. En tanto llega, en tanto lo autoriza el buen gobierno, hemos sido más libres por una noche, gozosamente presos –si lo quisimos- de nuestra felicidad y nuestros recuerdos.
Hugo Salvador Bautista
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Juego con muñecas
Las siluetas apenas de desdibujan
en la penumbra del cuarto de las niñas. Solo se escuchan los susurros, mientras juegan con sus muñecas; unas ya rotas, otras sin pelo pero para ellas son las más hermosas.
Una caja de zapatos vieja hace como baúl y dentro de él, guardan recortes de tela y pedazos de papel,
que muy a su manera asemejan la ropa y accesorios dignos para tan bellas damas plásticas. Y así pasan horas enteras jugando; llenas de ilusiones y fantasías Imaginarias.
En el fondo del cuarto, una madre duerme sin percatarse de la alegría de las
hermanas; pues su cansancio es tan grande y su deseo de trabajar para que no sufran sus hijas es su mayor ilusión y su más grande anhelo.
Rita Camarena Ramos
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Infancia
amiga
Pelotas van, esferas vienen pisando líneas y no se detienen. Guardar quisiera ese tiempo anhelado cuando disfrutamos de los maravillosos momentos de la ignorancia feliz, disfrutado con mis padres: Mi madre sonriendo, Mago molesta al no participar,
Lucy esbozando una carcajada mientras las más grandes empujando a papá sobre aquel carrito amarrillo de pedales.
Necesito ponerle pausa al presente y no avanzar más, poder disfrutar de un amigo como fue papá, y recordar momentos que no volverán.
El pasado se ha ido, y el presente me hiere cada vez más,
sin los juegos de la infancia amiga… no sé cómo terminará, la vida.
Lulú Carbajal Ibarra.
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Pedacitos del ayer
De niñez mis compañeras, de cartón eran sus cuerpos, era un amor de a de veras para mi alma eran ungüentos. Mi mamita una tarde una aguja me regala, y me enseña como ensarte y ahí estoy jala que jala. Les fabricaba vestidos con pedacitos de tela, se los dejaba ceñidos y al color de la ciruela. Tanto amaba a mis muñecas que en la tina las bañaba, me quedaban todas chuecas y con aflicción lloraba. Era el sol de verano, un pedacito de hilaza, y de mi madre la mano, que arreglaba aquella masa. Urbanita mi madrina me obsequió una de trapo, y recuerdo que gran muina cuando la encontró mi gato. Hoy evoco aquellos tiempos entre risas y suspiros, hasta parecen cuentos en el mar de los olvidos. Le platico a mi gordito mis anécdotas de infanta él me mira y muy quedito un besito me regala. Conversamos muy bonito recordando nuestro nido, dando gracias a Diosito por habernos conocido.
Rocío Dávalos.
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Chiras pelas
Chiras pelas y pinto mi raya rodaban las agüitas al sentir el golpe del cálcamo de cristal de tiempo en tiempo ruedan las pompas de sueños al golpe del cálcamo de la realidad ya no veo niños jugar a las canicas ni al changai, a los encantados o a las escondidas la reata se quedó en el tejaban del rancho y el veli para revivir, en, declaro la guerra en contra de… sólo se recuerda la lotería en las casas de juego o en las tiendas de la esquina con las maquinitas a consignación chiras pelas Los iPad, las laptop, los ifone, y los usb nos tienen absortos en un juego solitario sólo nos juntamos para seguir en solitario en solitario cada quince días cambiamos de células chiras pelas, ya no soy el mismo aunque me llamen igual qué triste recogeré mis canicas porque aunque no quiera voy a pintar mi raya.
Martorrev
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Mi familia de verano
Cerramos los libros. Echamos a andar hacia la verja de la escuela, algo cotidiano a fin de año. Fue un día ajetreado de festival: música, baile, poesía y lágrimas de despedida. Después, la rutina vacacional: visitar el lugar donde nació mi madre, dormir en una casa antigua, inundar mis sentidos de pueblo, de historia y de fantasmas. Cada leyenda que pasó de boca en boca y llegó a mis oídos la disfruté y la sufrí al mismo tiempo; era un placer caminar por calles empedradas, calles adoquinadas, terracerías e inclusive, calles por las que corría algún río extraviado. Mis veranos infantiles no fueron de juguetes, fueron de juegos creados a partir de historias, historias de todo tipo: desde los ―chismes‖ de pueblo hasta los relatos trágicos y de ―terror‖,
que ciertos o no, eran las que más me interesaban. Esos relatos le dieron ―sal y pimienta‖ a mi infancia, y son los recuerdos que he traído a mi edad adulta. Convivencia familiar y hermosas caminatas a la luz de la luna. Gran cercanía con la naturaleza, montañas, ríos y el viento jugando con mis cabellos. Conversaciones a la luz de las velas porque continuamente las lluvias interrumpían la energía eléctrica. Los juegos de mi infancia están teñidos de fantasía, de olor a ―pueblo‖ del sabor incomparable de la naturaleza… correr hasta la punta del cerro y comer unos tacos sentados en la cruz que lo corona.
Escondernos, no del compañero de juego, sino de nuestra madre por alguna vagancia ejecutada en complicidad con los primos. Nadar en un lago hasta terminar agotados y con la piel literalmente ardiendo.
Pretendo que esto sea un himno a la grandeza de una familia que me acogió en los veranos de mi infancia y que me enseñó a disfrutar cada día de la vida, cada instante de mis sueños… Mi familia de los veranos, a los que quedan de ella.
Angélica Domínguez 12
Lúdica añoranza
Infancia, juego, amigos, recuerdos latas, cuerdas, palos de madera elementos importantes construir era el reto
de disfrutar el infante invento. Conversar con el rústico teléfono dos latas un cordón, servía de comunicación al próximo lúdico momento.
Recordar el changay palabra extraña juego nuestro, niños ataviados con su resortera tirando a todo, matando al ocio echarlo fuera. Democracia practicada por un volado respetando el azar perder o ganar estaba solucionado, infantes féminas,
con su propio idioma que con la efe o cualquier otro fonema, protegían sus confidencias saltando la cuerda uniendo su voz chocando sus palmas hacían su canción. En este presente cambiante infancia robotiza su mente que vuelvan los juegos, que vuelva la infancia que traiga ese aroma rico de añoranza.
Austre García Suárez 13
El último adiós
No podía creer que apenas era martes, ni siquiera la mitad de la semana y ya estaba completamente enfadada de la escuela, regresábamos de nuestro segundo receso, pero
pensé: ―Sigue la materia de español, no hay por qué quejarse, al contrario‖. Fue entonces cuando coloqué en mi mente el rostro de mi profesor, ese rostro, tan simpático, que con su alegría contagiaba a cualquiera. Rápidamente subí al salón, y saqué mi libro para leerlo, uno muy especial, y comencé a leer mientras llegaba el profesor. Alcé la mirada hacia la puerta, y ahí estaba él, platicando con varios compañeros como de costumbre al llegar cada día. Levantó la voz para que todos los escucháramos, hicimos la oración y nos sentamos. Nos pidió que le pusiéramos atención y empezó a hablar, con ese tonito, bonito, bonito de misterio, nos dijo de nuestro trabajo final, señaló el libro y unas cuantas actividades por terminar, explicó con claridad todo.
Después cambió repentinamente de conversación, sacó unas cuantas hojas de su portafolio, y con delicadeza dijo: ―Quiero compartirles esto, es de los mejores cuentos que he escrito, según yo, me gustaría que me escucharan‖. De inmediato guardé mi libro y me puse muy atenta, lo miré fijamente y empezó a leer, ya poniendo un poco de sus gestos, la manera en que interpreta el personaje, y como lee, es algo increíble. Su cuento tuvo un final realmente conmovedor, que me eché a llorar, después de esto, se fue despidiendo del grupo, diciendo que había conseguido una mejor oportunidad, que se separaría de nosotros, a otra escuela, otro lugar. Todos quedamos
impresionados, y mis compañeros también se encontraban llorando, algunos con mocos, y tratando de contener el llanto, abrazando al profesor y agradeciéndole por todo, fue mi turno, no pude decir palabra alguna, simplemente lo abracé con todas mis fuerzas y lo mire fijamente.
Se va nuestro profesor, aquella persona que siempre contaba sus anécdotas, quería a su grupo, a todos por igual. Adiós Isidro, nuestro profesor preferido, siempre querido, y nunca olvidado.
Cynthia Marlene Gómez Castillón
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Canica La canica vuela veloz por el aire en busca del enemigo lleva ilusión, avaricia y espíritu vencedor.
El trompo Mi padre el carpintero me puso pie de clavo los niños me aprisionan con la cuerda me lanzan al vacío alegre bailo feliz.
Papalote De un cordel se mece en las alturas el viento es su alegría el niño alegre sonríe al verlo volar entre las nubes.
La pelota Cuando salta olvido el hambre el coraje, el frío es una brincalona la lanzo, la pateo corro detrás de ella se desborda mi alegría Cansado de jugar llegan mis sueños abrazado a mi pelota ruedo por el mundo acompañado de mis fantasías. Epifanio Huerta Hdez.
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Trompo
Cuando el coraz贸n del mezquite
se libera de la cuerda
su baile es una fiesta
de giros en mi palma.
David Gonz谩lez Ibarra.
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Juegos de verano
En verano suelo jugar a las escondidas, detrás de las escaleras me escondo de rodillas;
mientras mis primos juegan con el balón mi tía se pone a jugar con la lotería. También vamos a la playa y jugamos casi todo el día, béisbol, futbol y hándbol son las preferidas. A juegos de antaño
juegan las abuelitas a la rueda de San Miguel y una que otra a las canicas, mientras mis sobrinos aprenden de todos a convivir con alegría.
Jocelyn Carolina Gutiérrez Meza.
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El juego
—¿Y ahora a qué jugamos? —¡A las escondidas! Y dicho fue. Rápidamente comenzamos a escudriñar quién sería el candidato exacto
que buscaría a la parvada de niñas y niños ahí reunidos. —¡Que sea la niña nueva! Propuso alguien y como un coro todos le dimos la razón. Era una niña que estaba de visita con algún pariente, quienes la instaron a jugar con nosotros. Pero la niña tuvo suerte, ya que en ese instante Joaquín llegó y pidió ser parte del enjambre. —Entonces cuentas tú —alguien sentenció Y un resignado Joaquín, de cara a una pared, contó. —¡Y cuenta bien! —¡Cuenta hasta cien!
—¡Mejor mil! —¡Mejor mil millones! —¡Y no veas! —¡No hagas trampa! —¡Si haces trampa te castigamos! Fueron las sugerencias de los amigos. —¡Sólo contaré hasta 20 y el que se escondió, se escondió! Advirtió el chico. Así el juego comenzó y la parvada de pequeños se dispersó inquieta, sonriente, en el mayor sigilo. Yo pronto encontré mi escondite detrás de una barda, dentro de
la casa de una señora muy enojona a quien nadie quería cerca de ella, y por lo tanto, pocos se atrevían a cruzar palabra, mucho menos los más pequeños del barrio, lo que lo hacía el lugar ideal. Agazapado entre las sombras de la noche que recién nos cobijaba, ya disfrutaba con el triunfo que mi hazaña proveería; sonreí imaginando que en un descuido de Joaquín, saldría yo corriendo a la base salvándome de ser el siguiente que contara contra la pared.
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Me asomé furtivo para ver los escondites de los demás, cuando vi a la nueva chiquilla, parada a unos pasos de mi amigo, volteando de un lado a otro, luego mirando asustada a Joaquín. Fija ahí con sus manitas abiertas, con su cabello en una coleta, escuchando la voz de aquel niño en su cuenta atrás: —… 11, 10, 9… Y sin más pensamientos, salté de nuevo la barda para tomarla de su muñeca y
bruscamente regresar al sitio de mi refugio, justo a tiempo de escuchar el grito de batalla: —… 2, 1. ¡Listos o no, ahí voy! Me asomé ligeramente para constatar que el juego iba en su curso, y al volver a agacharme me topé con sus ojos café claros, como el dulce de leche de las tardes en casa de mi abuelita, ojos que me miraban fijos, ojos enormes y brillantes.
—¿Por qué me ayudaste? —preguntó murmurando. —No lo sé. Y ella me interrogaba con la mirada y luego sus ojos giraron a la noche, noche de pueblo tan diferente a la ciudad, tan brillante, tan inmensa; la noche del pueblo de mi abuelita. —Qué negra es la noche aquí, se pueden ver muy claritas las estrellas. No entendí por qué, pero yo quise decirle que yo no veía estrellas en el cielo, que las veía en ella, que eran sus ojos universos y que en ellos había luceros y constelaciones. —Gracias por ayudarme —dijo, y sus ojos se agacharon tímidos. —De nada.
—¿Lo volverías a hacer? —¿Qué? —Ayudarme, tomarme de tu mano. Y en mi mente la veo de nuevo y veo su coleta y sus ojos asustados. —Siempre —susurré.
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Ella no dijo nada, se acercó a mí y me recompensó con un beso en la mejilla. Sonreí. Y con penita me hice un ovillo y sentí al mundo como un inmenso globo y como una canica a la vez. Quise que nadie pudiera verme, que sólo ella pudiera verme, pero mi corazón no sentía lo mismo; el descarado quería salir al mundo, gritando en mil golpeteos, alardeando ante todos lo feliz que era. De pronto, una sombra nos descubrió; era Joaquín que rápido corría a la base a delatar
nuestro escondite. Ella sonrió y se cubrió la boca con sus manos, y rio juguetona y yo reí con ella. Y no importaba que nos descubrieran, no importaba el juego, no importaba nada. Afuera todo era un barullo, hasta que una voz femenina dio una orden y todo cambió: —¡Hijo, ya es hora de cenar! ¡Ya vente! —Fue la mamá de alguno de ellos, y fue también el grito que comenzó una oleada de mandatos: —¡Ya está la cena! —¡Ya es hora! —¡Ya métete!
Y por supuesto las protestas se escucharon por montón: —¡No tengo hambre, mamá! —¡Todavía es temprano! —¡Mañana es domingo! —¡Por favor, mamá! Pero a una orden más fuerte ya no hubo protestas, sólo quejas airadas y frustración. La parvada se deshojo y cada cual regresó a su nido. Menos yo, menos ella. Seguíamos escondidos y en silencio, mirándonos, sonriendo. —¡Así que aquí estabas, Sergio! Y tienes compañía. Dijo mi abuelita quien, no sé cómo, siempre sabía encontrarme, no importando si me escondía detrás de una barda o en el fin del mundo. —Abuelita, ella… ella es una amiga.
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—Bueno, ya es hora de cenar. Te hice frijolitos y hay queso fresco, te preparé un
chocolatito caliente y te compré un bolillo que aún trae su aroma de recién hecho —sonrió amable y su sonrisa siempre iluminó mi mundo— Tu amiguita ¿querrá acompañarnos a cenar? —¡Sí! —grité y de un salto me puse de pie, y vi a mi abuelita sorprendida, y a mi nueva amiga sonriendo y nuevamente sentí penita en mi corazón, pero ella asintió y la pena
se fue cruzando el mar o el universo, y nada más importó. —Vayan a pedir permiso, los espero en casa —mi abuelita se alejó sonriendo y de sus ojos parecían volar pequeñas estrellas fugaces que recorrían la noche. Mi amiga me tomó de la mano y me dejé guiar entre las candelas y su luz. Y en el camino nos topamos con un chico y su madre, quienes aún seguían con la discusión. —¡Pero, mamá, yo todavía quiero jugar! —Ya jugarás otro día, por hoy el juego terminó. Mi amiga volteó a sonreírme y me apretó la mano suavecito. Imité su gesto al
entender lo que me quiso decir: para nosotros el juego, un juego diferente, lleno de inocencia e ilusión, apenas estaba comenzando.
Ramón López Morales
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Ventana
Bellos días de lluvia, cuando mamá nos hacía barquitos de papel, con el periódico del día anterior. Podía dejar uno en el arroyo que corría muy pegadito a la banqueta de la casa, observando cómo se alejaba despacito; correr tras de él y volverlo a colocar al inicio de la calle una vez más, antes que perdiera su forma original. Ese día podía quitarme los zapatos y mojar mis pies en la corriente cristalina que reflejaba el cielo de la tarde, acompañado del olor a tierra mojada; la gente salía de sus casas para barrer las calles y retirar los charcos de sus aceras que, felizmente, los niños de los vecinos brincaban uno a uno para hacer desaparecer las imágenes reflejadas en ellos. Jubilosos
fueron para mí esos días, en que podía imaginar y sentir el agua en mi piel, observando tras la ventana, sentada en la inherente silla.
Ana Paola López Santana
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Veo, veo —Veo, veo.. —¿Qué ves? —Es una cosita —¿Y qué cosita es? —Empieza con 'C' ¿Sabes lo que es? —¿Una Col? —No, no lo es. —¿Un Camaleón? —Tampoco, lo es. —Con C inicia Cordialidad, Comprensión Compasión y... —Sí, ya veo que has adivinado, que es lo que veo. Dio un paso hacia atrás, un espasmo violento. una arcada que parecía arrancarle el alma, cuando vio lo que aún se movía en la mano de su interlocutor, manaba sangre y se contorsionaba cada vez más lento. —Un Corazón... —Adivinaste, ahora lo que veo inicia con O, ¿ya sabes lo qué es? Desenvainó un cuchillo mientras avanzaba hacia ella con la determinación de dejarla ciega.
—Veo, veo.. —dijo Mario. —¿Qué ves? —preguntó Nadia. —Es una cosita —¿Y qué cosita es? —Empieza con 'C' ¿Sabes lo que es? —¿Una col? —No, no lo es. —¿Un camaleón? —Tampoco, lo es. —Con C inicia Cordialidad, Comprensión Compasión y... —Sí, ya veo que has adivinado, que es lo que veo. —¡Un Corazón! Ambos niños rieron a carcajadas, Mario dejó caer el corazón que aún daba espasmos y gorgoteaba sangre. Se limpió en sus vaqueros sin dejar de sonreír. —¡Ahora sigo yo! Gritó Nadia, al tiempo que metía sus manos en el cuerpo de la joven recién muerta, en busca de otro órgano; levantó el rostro y continuó con el juego. —Veo, veo... J.A. Lozano 23
Los juegos de mi infancia
Cómo poder escribir tantos y tan buenos recuerdos, ni siquiera sé cómo empezar porque siempre los tengo en mi mente y me refiero a los juegos que fueron parte de mi infancia. Se juegan con simples reglas en
cualquier parte, no es necesario ningún estadio, como el patio de mi casa o el corral del vecino, que a él le convenía porque se lo dejábamos limpio, hasta en la calle tranquila ahí se podía jugar. Ese era el requisito: que hubiera tierra, espacio y unos cuantos amigos que no necesitan citatorio, ahí se hacían presentes para su destreza demostrar. Esos juegos que poco a poco se van perdiendo, y sólo los recordamos en algún libro de texto. Hoy ya todo es moderno usando tecnología, los juegan en computadora y televisión, sólo ejercitas los dedos sin moverte del sillón.
En los juegos de mi infancia todo era ejercicio, deporte, habilidades y destrezas, que al ganar en esos juegos, sin medallas olímpicas, te ganabas el respeto de los que competían, ah y ese famoso changay, que por ganar, de golpes no te librabas por atrapar el palo en el aire y eliminar al contrario, pero en la casa de regaños no nos escapamos, por traer los pantalones rotos y las rodillas raspadas, porque pasabas horas jugando a las canicas, que si estabas ganando de comer te olvidabas, regresabas triste a casa si perdías tu canica preferida, las agüitas o tu tiro que eran los que siempre cuidabas, Y puedo seguir recordando como corrías para alcanzar
en ese juego que le llamamos la traes o la roña, que te divertías por igual jugar al bote pateado, a las escondidas, el famoso brinca soga que cómo me hizo sudar, eso era ejercicio, gastando las calorías que te mantenían en forma no se hablaba de obesidad. Yo no estoy en contra de la modernidad pero los juegos actuales te empiezan a aislar, cuidemos las tradiciones por el bien de la humanidad. José Antonio Luna Marcelo 24
Rodillas peladas -¡Tira de huesito!, ¡Tira de uña! La gota de sudor continuaba rodando por su rostro, hasta posarse traicionera en el ojo derecho. -¡Mira, si le das chanfle, chance y sacas tres!- le decían. Las de florecita eran el objetivo, el Pelón se las ganó a la mala. -¡Hey! Si no tiras, pues ¡calacas! Le espetaron en su rostro, todos a la vez. -¡Ya estuvo suave!, yo pinto mi raya y van a ver cómo me los tumbo.-le recordó
a su público, y las risas no se hicieron esperar, pero él, siguió absorto en su propósito. ¡Fuera todos del Guasave, que voy a tirar!- miró atento. Presionó con su pulgar el dedo índice, entrecerró el ojo derecho, ignorando por completo los gritos de los chiquillos. -¡Ahogado comenzado, Rodillas peladas!- gritaban. -¡Carambola pelas, Rodillas peladas!-continuaban diciéndole. Apuntó con precisión, y soltó el tiro de uña. Fue directo. Parecía una enorme cacalota volando como bala de cañón. Bombachas, agüitas y diablitos. Balines, ágatas y las codiciadas florecitas, rodaban en todas direcciones, a punto de abandonar el círculo del Guasave, pero, para sorpresa de
todos, ninguna salió. -¡Calacas!- gritaron a su alrededor-. Pero él, con una gran sonrisa, les gritó lleno de satisfacción: -¡Chiras pelas! -¿Cómo?- se preguntaban los mirones.
-¡Chiras pelas! Se miraron unos a otros extrañados, sin percatarse de la ausencia de uno de ellos, el cual yacía en el suelo con un pequeño círculo enrojecido en la frente y una canica de flor entre las piernas. Se acercó al confundido muchacho y le soltó: -¡Chiras pelas Pelón, una de cal por las de arena!- le dijo frente a frente: -¡yo pinto mi raya! y ¡Calacas! Todo fue silencio. Tomó lo que era suyo, se levantó y les dijo en tono retador a los demás:
¿De a cuánto la que sigue? Daniel Lupercio Figueroa (Cahensy) 25
¿Dónde quedaron?
El olor a nuevo del juguete preciso se diluye con las risas de las tres amigas. -Buenos días comadre cómo le va esta tarde, quiere usted comer o mejor tomamos el té-. Son tiempos únicos que no se dan a diario son tiempos exclusivos de nuestros veranos. El sol calienta con fuerza, mientras los niños tocan las puertas salgan a correr, es hora de jugar brincar la soga, competir en carreras. ¿Donde quedaron? los maderos el changaí, ¿dónde los gritos del mango resbaloso?, ¿y las cebollitas?, ¿y las carreritas?. ¿Qué sucedió con las comadres? No quieren salir a la calle se comunican por whatsApp, Facebook y buscan el mejor plan.
¿Dónde están mis veranos de sonrisa? ¿Dónde quedaron las canicas? Por la calle bajo el sol, todo queda delante de un ordenador.
Martha Beatriz Meza Rojas 26
Mi vieja pirinola
Cuando era apenas una niña, acostumbraba sentarme en el suelo a jugar con ciertas personas. No miento al decir que eras mis 10 minutos más alegres. Tal vez no pensaría en esto, de no ser por nuestro juego: una simple pirinola de plástico... solía ser eso, una simple pirinola de plástico. No puedo evitar comparar mi pirinola perdida en el laberinto del olvido, con mi realidad; mientras ella gira en mi mente pasan mis años. Y se detiene en un "DEJA DOS" y adiós a dos de esas "ciertas personas". Y gira de nuevo, cae en un "TOMA UNO", y hay gente nueva en mi vida... Esto me da un poco de miedo, al final del día puede caer en un "TOMA TODO", pero…no a mi favor.
Athziri Gabriela Navarro Alcalá.
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Barco de papel
Volé hacia el cielo soñé con él volví a ser niña con mi pincel pescando nubes en mi barco de papel.
En día lluvioso jugué con él no sé si es cierto o lo inventé ¡tal vez fue un sueño que lo pinté!
Carmen Parada 2013
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Juegos de infancia.
Recuerdo mi niñez con gran cariño los juegos que jugué, no es redundancia disfrutando mi vida como niño, recuerdos que disfruto de mi infancia.
Es raya, es raya, es raya,
no es cierto, la raya no muerde si en la rayuela con el tejo falla el que queda más lejos, es quien pierde.
Con el trompo la cosa es más sencilla muy chillado ha de ir, con buena cuerda de tornillo la punta, cómo brilla, de mezquite ha de ser, pa´ que no pierda.
En balero no fui buena figura, lo practiqué, recuerdo, mucho con buen tesón y técnica muy pura sólo logre uno que otro capirucho.
Siguiendo en pos del entretenimiento he de decir verdad y de ella en pos, diciendo la verdad yo nunca miento mi siempre favorito: júntate con dos.
Con la trais pasé tardes emotivas aunque cansado terminé, así recuerdo mantuve las musculaturas vivas con las niñas, recuerdo nunca pierdo.
Carlos Parada Orozco. 29
Sobres Sepias
Tengo tres sobres donde guardo los momentos del verano, los dejo en paz, para que ellos me dejen paz. Sé que en el primero solamente hay una foto en el que mi madre trata de curarme de una medusa, desde entonces ―ir al mar‖ es igual a ―mala idea‖, el segundo es un poco más reciente,
incluso tiene momentos que parecen buenos, por esa razón lo mejor es tratar de olvidarlos, el tercero es el único que puedo darme el gusto de abrir ya que está vacío y así quiero que se conserve.
Arturo Accio.
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Toqu茅 puertas esperanza abri贸 una, futuro cierto.
Viento sopla
corazones contentos almas libres.
Sol resplandece mariposas vuelan
vida breve.
Zaira Alejandra Rubio
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Crepúsculo
Oro amarillo de la tarde. Azul- verde la montaña. El vaivén del papalote. El naranjo en azahares ofreciendo nostalgias.
Recordando, añorando la veraniega tarde: ―A pares y nones vamos a jugar, el que quede solo siempre perderá‖.
Barco de Papel
Hice un barco de papel con dobleces de metáforas, pendones de verbos. Lo puse sobre un río de amargura; el viento lo impulsa hacia mares de ausencia. Espero, espero… mientras tanto una espiga sangra. Guty Santana 32
No puede ser un cuento cuando se sabe la historia
Con qué embeleso y cariño mis recuerdos cuando niño. Todo era muy diverso una infancia mina de tesoros juegos sencillos muy alegres.
Cuántos recuerdos victoriosos en el trompo, el yoyo, el balero, las canicas, la rayuela y el burro -que no agraviaba a ninguno pero el que perdía era el tontillo. Todos los juegos eran sanos pero la trampa nunca faltaba como el juego de los huesos de chabacano las apuestas de pares o nones o rascar un pocito en la tierra
para que compitieran dos recios valientes y el que le atinara al famoso pocito se llevaba la plaza.
Todo se puede olvidar ya sea por conveniencia o que la mente no ayuda pero el que reviva el pasado será mejor que lo cuente.
Tomás Vázquez Arreola
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Estos poemas podrán ser reproducidos y difundidos respetando los créditos y solicitando el consentimiento de los autores por escrito.
ESPIGA DE PAPEL No. 22
―Sol de Verano‖ se terminó de imprimir en diciembre de 2013 En Guadalajara, Jalisco, México.
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