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Introducción
Introducción
Acercándome a los asuntos de humanidades de la Facultad de Filosofía, con este trabajo, doy continuidad a la línea de investigación de mi grado en arquitectura y urbanismo en Brasil (que en ese caso era sobre las relaciones entre arte y arquitectura, sobre sus usos como instrumento eficaz frente a las desigualdades sociales y las dificultades estructurales y urbanísticas de una ciudad como São Paulo). Antes me dedicaba a la arquitectura de equipamientos museísticos/culturales y a la museografía, ahora me encuentro con el foco en la museología social. Ambas las entiendo como un modo de agregar calidad de vida e integrar las personas, entre ellas mismas y con su contexto físico, por medio de la vivencia del arte. Uniendo teoría y práctica, así como me han enseñado en la escuela de arquitectura, en las prácticas curriculares del máster, hice una inmersión en el pueblo Genalguacil (Málaga) entre julio y agosto de 2019 y pude ver desde muy cerca su proyecto de desarrollo socioeconómico. Con menos de 500 habitantes e intentando frenar la despoblación, el pueblo, con mucho esfuerzo, hace que su identidad sea la combinación de tradición y arte contemporáneo, creando vínculos sólidos en la comunidad. Normalmente las zonas rurales sufren con la falta de infraestructura cultural, pero ese no es el caso.
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Mi objetivo con ese trabajo es entender la evolución del concepto de museo y todo lo que implica, especialmente a nivel social y educacional, además de dar a conocer a Genalguacil, entendiéndolo como un verdadero patrimonio artístico y reconociendo su importancia en la escena social y artística en un trabajo académico. La disolución del arte en la vida, aparece como necesidad urgente en el mundo post guerra, cuando es fundamental creer en un futuro mejor. En 1928 cuando se funda el Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM), una organización que reunía arquitectos para debatir sobre los rumbos de la arquitectura, ya se entendía que la ciudad debería usar el arte para reintegrar su tejido urbano, en especial en sus vacíos y ruinas. Los arquitectos percibían las actividades promotoras de encuentros, favoreciendo la vida colectiva y creando conexiones afectivas. La ciudad se va volviendo más participativa e interactiva, provocando a las personas a experimentar, a sentir y usar los espacios. En los congresos defienden el valor del arte y de los muesos, asociándolos a la capacidad de unir personas, de involucrar y pedir la participación y cuidado por parte de todos, culminando en el desarrollo de la identidad. Por ejemplo, los murales de colores, contrastantes con el gris de los edificios, sería un primer paso para alcanzar un público más grande al arte. Parece algo banal, pero para una sociedad destruida por las guerras, el concepto de preservación y pertenencia es de vital importancia.
Con ese sentido, el arte pierde la imagen de ser puramente un producto de consumo y asume la función de herramienta de desarrollo social, llegando incluso a impactar en cambios urbanos en la escala de una ciudad.
En un proceso evolutivo, impulsado por las nuevas tecnologías y los avances sociales que poco a poco van siendo conquistados, como la igualdad racial y de género, la cultura igualmente se transforma y pide que las estructuras se adecuen. La democratización del acceso, la interdisciplinaridad e intercambio del conocimiento, la libertad de expresión, el acto de pensar en el colectivo y el arte presente en la vida diaria son grandes progresos de hace relativamente poco tiempo. Siendo un espejo de la civilización, el museo necesita igualmente ajustarse. Con la sociomuseología o el museo abierto, el alcance del museo se expande, llegando incluido a extramuros. Entre sus funciones fundamentales está su responsabilidad social de educar, apareciendo nombres, como Mario Moutinho, Paulo Freire, Luis Camnitzer, María Acaso, que defienden y amplían las definiciones y modos de enseñar. El educar del museo consiste en transmitir conocimiento para que los demás entiendan, creen consciencia, valoren y protejan el patrimonio. Los museos, además, son ahora dispositivos accionables para albergar lo impredecible y lo que está en constante cambio.
A día de hoy nos preguntamos si los discursos de los museos están actualizados, si las metodologías adoptadas son eficientes o si el lenguaje permite la interacción con el visitante. En síntesis, nos preguntamos si el museo del siglo XXI está al servicio de la sociedad y si está educando. Son muchos los diferentes modos de hacer y de aproximar a las personas. Sea una institución definida o un proyecto que se aplique en la calle, el punto es educar y hacer uso del patrimonio, material o inmaterial, que al final solo existe si las personas participan y lo celebran.