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numero 3
Marzo 2016
Samanta Aretino David Ahern José Naveiras Federico Romero Galán José Luis Sánchez
Gloria Franco pioneras de la fotografia Gerda Taro
Un relato de Candela Fernández: Una noche de invierno en París Una crónica de Esteban García: Son modernas, son fotógrafas
EDITORIAL Presentamos el tercer número de la revista. Haciendo honor a nuestro nombre, presentamos cinco fotógrafos que nos muestran su trabajo y que se agrupan sin un argumento común, ni nexo entre el trabajo de cada uno de ellos. Se trata de ser eclécticos. En este número nuestro habitual entrevistador Federico Romero, se convierte en fotógrafo y nos enseña sus fotografías, vale la pena el cambio, sus fotografías tienen tanta calidad, o mas, que sus entrevistas Candela Fernández nos escribe un cuento utilizando como escusa y motivo una evocadora fotografía de Brassai, poned atención porque es una delicia, ojala podamos, a partir de este relato, una sección habitual y en cada número podamos incorporar un relato de este tipo. También incluimos una crónica de la exposición que se celebró en Málaga bajo el título “son modernas, son fotógrafas”, que nos ha escrito Esteban García, también sería bueno poder convertir en habitual la publicación de una crónica de las exposiciones que se celebran. Como viene siendo habitual Gloria Franco nos presenta una nueva pionera de la fotografía, en esta ocasión Gerda Taro, una muy interesante fotógrafa que vivió en el primer tercio del siglo XX y falleció, trágicamente, a la edad de 27 años. Desde la redacción de la revista, deseamos que este número sea del agrado de todos, que nos ayudéis a difundir y agradecemos el interés que demostráis por nuestro trabajo y por las fotos y textos de los que colaboran en este número. Disfrutad de este tercer número de Eclectica que se presenta con la primavera.
Director: Angel Caraballo Consejo de redaccion: Stela Roibas, Federico Romero Galan Foto de portada: El Palacio. Julia Sanz Las fotos y los textos que se publican en este numero son propiedad de los autores y está absolutamente prohibida su reproduccion total y parcial sin permiso expreso de los mismos
INDICE Federico Romero Galan
Pag. 4
Candela Fernández
Pag. 20
José Naveiras
Pag. 24
Esteban Garcia
Pag. 42
David Ahern
Pag. 44
José Luis Sánchez
Pag. 60
Samanta Aretino
Pag. 76
Gloria Franco Rubio
Pag. 96
FEDERICO ROM N
ací en Melilla en el año del hambre (1946). Como niño de barrio me crié en la calle y en ella compartimos un balón de boquilla, una vieja bicicleta y una pequeña cámara de fotos de algún padre, así aprendimos lo más necesario para sobrevivir. Quizás fuera esa y la afición al cine negro (siempre la calle) lo que me llevó a considerarme fotógrafo callejero-documentalista. Pasan los años y por necesidad universal tuve que echar mano de un plan B para vivir y estudié económicas y me hice contable-auditor con lo cual y en disposición de poder gastar algún extra me compré un par de Minoltas XE-! y SRT 101 que compartía con mi hermano menor. Monté un pequeño cuarto oscuro y disfruté durante años del olor y la oscuridad del laboratorio. Así llegamos al 2005 y me hice Nikonista Digital (Nikon Full Frame) pero seguí en la Calle y en la Calle están los grafitis, tremendamente fotogénicos. Normalmente trabajo con un 50mm, 1,4 y algunos retoques con Photoshop. Cuando lo necesito tiro de un 28mm o de un 80-200, objetivos luminosos y buena óptica que ya usaba con las Nikon analógicas. En la actualidad mi actividad fotográfica está enfocada en documentar viajes, manifestaciones, otros eventos callejeros y especialmente recitales de Poesía o de Música, tratando de reflejar una parcela de la vida cultural y nocturna de Madrid.
Federico Romero Galán
MERO GALAN
FEDERICO ROMERO GALAN
maternidad
FEDERICO ROMERO GALAN
FEDERICO ROMERO GALAN
FEDERICO ROMERO GALAN
FEDERICO ROMERO GALAN
FEDERICO ROMERO GALAN
FEDERICO ROMERO GALAN
FEDERICO ROMERO GALAN
FEDERICO ROMERO GALAN
FEDERICO ROMERO GALAN
FEDERICO ROMERO GALAN
Semifinales
FEDERICO ROM
MERO GALAN
Una fot Una hi Una fotografia de Brassai
tografia istoria Una historia de Candela Fernandez
E
ra una fría noche de invierno en París. El viento helado cortaba la piel de todo aquel que osara aventurarse por las románticas calles ahora resbaladizas por el hielo. Todos se escondían en sus casas a la lumbre de las chimeneas, tratando de calentar sus huesos con mantas y bebidas calientes. No sabría explicar qué fue lo que me llevó a tomar el abrigo de la percha y aventurarme por los callejones de la capital francesa precisamente aquella noche con la única compañía de mi cámara de fotos, pero algo me empujaba a querer retratar aquella bulliciosa ciudad mientras estaba sumida en aquel silencio que nunca habría imaginado que podría llegar a atenazarla. Desde que era niño he sentido una enorme fascinación por
los paisajes nocturnos y su halo de elegante misterio. Parece que es el único momento en el que la realidad supera la ficción, cuando se abren las puertas de las casas, pero las de verdad, no aquellas de hierro y madera que se cierran en la cara a los vendedores ambulantes. Me refiero a las puertas de la intimidad, de todo aquello que los demás nos esconden de sí mismos y que, irónicamente, es lo más interesante que tienen para ofrecer. Me encontraba sumido en estas cabilaciones cuando mis pasos, sin daarme cuenta, me llevaron hasta un pequeño parque de una zona residencial, los típicos barrios en los que viven esas familias con una madre sonriente de esas que llevan delantal cuando preparan el desayuno por la ma-
ñana para su marido, probablemente contable, y sus dos preciosos niños de mejillas arreboladas. Nunca supe decir si repudiaba o envidiaba a aquellos que llevaban esta clase de vidas. Tampoco sé decir hoy por qué fui allí esa noche. Solo sé lo que me encontré: En un solitario banco, al amparo de un árbol sin hojas, lejos de las escasas farolas que iluminaban el lugar, había un hombre sentado. Llevaba una fina gabardina claramente insuficiente para protegerle de los feroces embites del clima y un sombrero. Me recordaba vagamente a Humphrey Boggart, o por lo menos a mí me parecía que emanaba un magnetismo similar, no sé si me entienden. Me pregunté qué hacía ese hombre allí sentado. Estaba solo bajo un árbol pelado. Solo en mitad de un pequeño parque de un anónimo barrio parisino. Solo a merced del frío. Solo en mitad de la noche oscura. ¿Viviría en uno de aquellos apartamentos? <<Probablemente es un sencillo oficinista que ha salido a fumar a la calle porque su mujer se queja de que los humos son perjudiciales para el bebé>> pensé. Pero en un segundo escrutinio me di cuenta de que no es-
taba fumando, sino que aquello que flotaba en el ambiente era el vaho que emanaba de su nariz y su boca a causa del frío. <<O quizás está esperando a su amante>>. Pero reparé en que en el rato que llevaba allí observando no le había visto voltear la vista ni una sola vez hacia los caminos. <<Puede que vaya a llevar a cabo algún tipo de intercambio ilegal, tal vez de drogas>>. Y busqué con ahínco el clásico maletín de cuero negro de las películas en los alrededores del banco con la mirada, pero el extraño no llevaba nada consigo más allá de la gabardina y el sombrero. Tal vez no había explicación para su presencia. Tal vez simplemente fuera un pobre tipo insomne que se agobiaba en los lugares cerrados. Tal vez fuera un aventurero frustrado que dedicaba las noches a investigar los rincones de la ciudad, aquellos en los que nadie se fija, que nadie fotografía, que nadie mira, y que en realidad son los que esconden los mejores secretos, lo que solo unos pocos tienen la capacidad de discernir en mitad de la muchedumbre. Tal vez se había perdido y no tenía ganas de encontrarse. Tal vez se estuviera buscando. Quizás
estaba esperando a alguien con quien no había quedado, solo a otra alma solitaria como la suya a quien sus pasos le hubieran llevado casualmente hasta allí aquella noche, alguien con quien conversar de todas aquellas cosas de las que nadie quiere hablar, que está cansado de las puertas cerradas de las casas y de las personas corrientes y anhela algo tan sencillo como una conversación interesante y diferente. Quizás me estaba esperando a mí. Deseé que así fuera y pensé en acercarme a él, ofrecerle un cigarro y comentarle lo bella que es París cuando está sumida en el silencio. Hablarle de lo fría que puede llegar a ser mi tierra en invierno. Pero... ¿y si no era como yo creía? ¿y si me decepcionaba? ¿y si yo le decepcionaba? Después de tanto rato mirándole sin ser notado, ya me sentía como si le conociera de toda la vida. Había moldeado su personalidad, su gesto y su voz a imagen y semejanza de mis ideales, y me gustaba así. Decidí dejar que aquel desconocido alimentara sin saberlo mis ilusiones, que protagonizara largos debates sobre arte en mi cabeza, recomendarle libros y hacer largas disertaciones sobre ellos, permi-
tirme llorar ante él cuando el dolor se hiciera tan fuerte que me oprimiera el pecho y me costara respirar. Decidí todas aquellas cosas al mismo tiempo que iba preparando la cámara. Decidí inmortalizar aquel momento y hacer que todo el mundo se preguntara conmigo la razón por la que estaba allí aquel desconocido. Te he convertido en un ideal, en lo que quiera que sea el ser perfecto para cada todos aquellos que miren la fotografía que tomé aquella fría noche de invierno en París. Gracias, desconocido, por ser siempre quien yo quiera que seas.
Candela Fernández Universidad de Alcalá de Henares
JOSÉ NAVEIRAS L
ima tiene una luz especial. Es blanca, marcada siempre por ese cielo gris que la cubre durante tantos meses. Estas fotografías las tomé cuando ese cielo plomizo cubría siempre la ciudad. Son instantáneas tomadas con el móvil en algunos viajes que por trabajo tuve que realizar durante algunos meses de 2014. Descubrir la gente de la ciudad de Lima, sus mercados, los transportes colectivos, su pasión por los autos y la luz, claro. En Lima nadie tiene paraguas porque casi nunca llueve. Si alguna vez lo hace suele ser con resultados catastróficos. Pero aún así nadie tiene paraguas porque el agua no quiere caer en la ciudad, sencillamente. A veces una garúa moja las aceras, las plantas y las calzadas, pero nadie usa paraguas porque no sirve de nada, siempre te mojarás porque la humedad está por todos lados, por eso nadie tiene paraguas. Lima es una ciudad excepcional y cargada de curiosidades. Es caos y calor, olor a comida y cócteles en todos sus bares. Siempre echaré de menos Lima y su falta de paraguas.
José Naveiras García nació, allá por 1966, en el cementerio de la Almudena de Madrid y allí se crió hasta los 21 años. Con 14 años le regalaron su primera cámara, una Kodak Instamatic 125 y a partir de ese momento no paró de hacer fotografías. Siempre inquieto, además hace diseño gráfico, escribe poesía y novela y está estudiando caligrafía. Ha participado en múltiples exposiciones y muestras colectivas y ha realizado algunas en solitario como “Árboles”, “Líneas, piedras y colores”, “Retratos fragmentados” o este último proyecto titulado “Nadie en Lima tiene Paraguas”, título tomado de unos versos de Antonio Cisneros.
José Naveiras Garcia
Nadie en Lima tiene paraguas
JOSÉ NAVEIRAS
JOSÉ NAVEIRAS
JOSÉ NAVEIRAS
JOSÉ NAVEIRAS
JOSÉ NAVEIRAS
JOSÉ NAVEIRAS
JOSÉ NAVEIRAS
JOSÉ NAVEIRAS
J O S É N A V E I R A S
JOSÉ NAVEIRAS
JOSÉ NAVEIRAS
JOSÉ NAVEIRAS
JOSÉ NAVEIRAS
JOSÉ NA
AVEIRAS
CRONICA DE UN Entre el 16 de Octubre de 2015 y el 24 de Enero de 2017, se expusieron en el centro Pompidou de Málaga mas de 150 fotografías hechas por mujeres. Esteban Garcia estuvo allí y nos ha escrito una crónica de lo que vió
SON MODERNAS SON FOTÓGRAFAS
Centro Pompidou Málaga
Ina Bandy Marianne Brelauer Dora Maar Ergy Landan Denise Bellón Germaine Krull Nora Dumas Laure Albin Guillot Florence Henri Yvonne Chevalier Berenice Abbot Lisette Model (Entre otras...) Con más de 150 fotografías de los años 20 y 30 del siglo pasado, la exposición en el Centro Pompidou Málaga pone en valor el trabajo de veinte mujeres, todas figuras significativas de la historia de la fotografía. La intención de esta exposición es indagar en ese momento particular de la modernidad y el auge de la mujer como fotógrafa profesional. Esta exposición refleja la riqueza y la diversidad del trabajo de estas fotógrafas en retratos,
NA EXPOSICION desnudos, reportajes, imágenes publicitarias y fotografías de moda procedentes de la colección del Centro Pompidou. El oficio de fotógrafo vive un auge importante en la época de entreguerras. Las mejores técnicas, así como el desarrollo de la edición y de la prensa ilustrada, contribuye al despertar de un nuevo imperio de la imagen, que crea necesidades nuevas y atrae a numerosos participantes (principiantes), información, publicidad, moda y arte. Además, goza de la atención de las vanguardias y los profesionales se apropian de estas innovaciones en sus trabajos por encargo. Las mujeres, modelos omnipresentes de este imaginario, no por ello dejan de ser autoras, siendo muchas las que practican la fotografía como aficionadas, pero también eligen este oficio las que buscan su emancipación económica y social. Eso sí, ocupando un lugar más discreto en este periodo, a excepción de grandes figuras como Laure Albin Guillot, Florence Henri, Dora Maar y Germaine Krull. El estudio de sus producciones y de su contexto de difusión indica lo inútil que sería hablar de una mirada específica, de una técnica o de unos temas femeninos. Sin embargo, estas mujeres fotógrafas de entreguerras supieron ganarse un lugar equiparable al de sus colegas hombres, utilizando los mismos instrumentos, las mismas redes y el mismo público, pero sin recurrir a sus diferencias. Hay que tener en cuenta, que al contrario que otras artes plásticas, la fotografía se considera por entonces como un arte “menor” y no soporta el peso de una larga tradición. Ya en el siglo XIX se acepta a las mujeres en las sociedades de fotógrafos aficionados, y publican y participan en las exposiciones sin toparse con las restricciones que, durante largo tiempo, pudieran experimentar en terrenos como la pintura y la escultura. La práctica profesional en este campo no goza de un especial prestigio social; no requiere ningún aprendizaje específico, tampoco de un diploma ni un certificado oficial. El trabajo de fotógrafo les permite dirigir su negocio ellas mismas y obtener unas remuneraciones equivalentes a las de los hombres. “Fotografiar es un oficio. Un oficio de artesano, que se aprende, que se hace más o menos bien, como todos los oficios. Arte hay en todos los oficios bien hechos, ya que el arte es una elección” Germaine Krull (1930)
Esteban Garcia
M
i nombre es David Ahern. He vivido en East Cork (Irlanda) la mayor parte de mi vida y siempre he sentido un profundo aprecio por la creación de Dios, incluso desde edad muy temprana. Donde vivo, es un lugar de gran belleza rodeado de lagos y bosques, cerca del mar. Comencé a tomar fotografías cuando me inicié en el Surfing hace alrededor de 8 o 9 años. Solía comprar una cámara desechable antes de salir de la ciudad y conducir a la costa oeste de Irlanda para practicar ambas actividades y enseñar los sitios que había visitado. Nunca me consideré a mi mismo como un fotógrafo pero hace dos años mi amigo Andrew me introdujo en Instagram. Entonces comencé a usar mi Smartphone para poder subir fotos en la aplicación y quedé totalmente impresionado por las imágenes que compartían algunos de los mejores fotógrafos. Compré mi primera cámara DSLR muy poco después, una D3200 que todavía tengo. A esta adquisición le siguieron unos Filtros Lee y de repente se abrió el mundo de la fotografía ante mi. Por qué paisaje?
Hago fotografía de paisaje porque me encanta la naturaleza y se pueden encontrar imágenes interesantes en cualquier rincón, incluso en los lugares más oscuros. El paisaje está, además, en cambio constante lo que hace que se pueda volver al mismo sitio un tiempo después y obtener fotografías totalmente diferentes a las realizadas un año antes.
Me encanta consultar el tiempo, mareas y las estrellas para planear mis tomas fotográficas de las diferentes localizaciones. Pero también disfruto de la libertad de conducir sin destino previo y descubrir algo bello mientras voy por un camino, haciendo un disparo afortunado que puede significar un tesoro eterno. David Anthony Ahern. East Cork, Irlanda.
M
y name is David Ahern. i have lived in East Cork, Ireland most of my life and have always had a deep appreciation for Gods creation ever since i was very young . Where i live it is very beautiful and i am surrounded by lakes, forests and the sea. I began taking pictures when i started surfing about 8/9 years ago. i used to buy a disposable camera before i left and then drive up the west coast of Ireland surfing and taking pics of the places i used to see, i never really considered myself a “photographer”. about 2 years ago my friend Andrew introduced me to instagram. I began using my smartphone to upload pics and was blown away by the shots some of the better photographers were capturing. i soon bought my first dslr. a nikon d3200 which i still have . A set of lee filters soon followed and the world of photography was opened up to me Why landscape?
I shoot landscape because i love nature and drama can be found around every corner. Even i the most obscure places. its constantly changing too, so one day you could be at a place and come back a year later and find a completely different shot. I love having to check the weather/tides/ stars and plan my shoots in different locations, but i also love the randomness of driving along the road somewhere and seeing something beautiful, driving down a path and getting a lucky shot which can be treasured forever.
DAVID AHERN
brandon pier,Kerry
gougane barra swans
DAVID AHERN
ballydowane cove, waterford
DAVID AHERN
DAVID AHERN
brandon, Kerry
inch,cork
DAVID AHERN
macroom,cork
DAVID AHERN
gougane barra
DAVID AHERN
mahon falls, waterford
DAVID AHERN
kenmare, kerry
DAVID AHERN
DAVID AHERN
sailors knot, kerry
DAVID AHERN
west cork
DAVID AHERN
sandys, cork
David Ahern
JOSÉ LUIS
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DESDE LA CARRETERA
pasionado por la fotografía desde niño, en el año 1998 me gradué en la Escuela Universitaria de fotografía de la Universidad Politécnica de Cataluña. Tras finalizar mis estudios comencé a recorrer España retratando su patrimonio arquitectónico y natural, y en mis viajes por América y Europa he tratado de capturar siempre la esencia de los lugares por los que he pasado. Gran parte de estos trabajos han aparecido en numerosas revistas de viajes y en diferentes suplementos dominicales. A partir de 2010 me centré en la fotografía de arquitectura, que venía desarrollando desde mis comienzos de manera paralela y en ocasiones confluyente con la fotografía de viajes. Desde entonces, junto a mi socia Marian Montoro mis trabajos para arquitectos y diseñadores aparecen en publicaciones de todo el mundo con el nombre de Sánchez y Montoro. Un aspecto importante en mi trabajo fotográfico ha sido el interés constante por buscar, entender y retratar los signos y señales que permiten una mejor comprensión del territorio, una exploración insistente en su conocimiento y nuestro encaje en él. “Desde la carretera. American postcards” puede entenderse como un proyecto inscrito dentro de éste interés exploratorio. “Desde la carretera. American postcards” es un trabajo realizado en los Estados Unidos. Un viaje en coche por el centro del país sin destino predeterminado, en el que atravesé doce estados diferentes y recorrí más de 11.000 kilómetros buscando confrontar un imaginario estereotipado con la realidad que aparecía ante mi. Este road trip que duró 21 días lo inicié en Chicago dirigiéndome a Montana, al norte del país, para girar seguidamente hacia el sur hasta Nevada y regresar al punto de partida pasando por Colorado, Iowa, Kansas y Missouri, entre otros estados del centro del país. Sin embargo, recorrer grandes distancias no era ni importante ni un propósito, sino que lo significativo para mi residía en otorgarle a la carretera el protagonismo y convertirla en el eje vertebrador de este viaje de búsqueda. De esta manera, la carretera pasa de ser una simple vía de unión de diferentes puntos a transformarse en una ventana infinita ante la cual el paisaje discurre siempre fugaz y sin apenas tiempo para la reflexión. De ese mundo que fluye vertiginoso y esquivo al examen detenido nacen estas imágenes, que surgen de una búsqueda aleatoria e instintiva en contraposición expresa a la búsqueda consciente del motivo y el momento. Instantes de un caos aparente retratados a pie de carretera de manera directa y reflexiva en busca de indicios reveladores de la cultura americana. José Luis Sánchez www.sanchezymontoro.com jlsanchezphoto@gmail.com
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SAMANTA SOLEDADES Mi trabajo se centra en no encuadrarme en una sola temática o técnica. Me interesa explorar y explotar todas las posibilidades que la fotografía nos ofrece. Utilizo y me adentro en múltiples técnicas, juego con el color y el blanco y negro, la doble exposición, el montaje. Otras veces prefiero expresarme a través de la forma mas tradicional de la fotografía. En el año 2015 mi trabajo ha sido expuesto en Austria, París, Nueva York, Eslovenia, Los Ángeles y Madrid. La serie que aquí presento, “Soledades” , está basada en la idea de soledad de nuestros días. Soledades que deambulan entre el tumulto y la velocidad de hoy. Soledades inconexas en tiempos de la ultra comunicación. Soledades en diferentes grises, cercanas y de otros mundos.
Web: www.samantaaretinophoto.com Blog: http://samantaaretinophoto.blogspot.com Twitter: @samyaretino
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Gerda Taro. La combatiente antifascista que se enfrentó a la guerra con una cámara.
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esgraciadamente y durante mucho tiempo, apenas se sabía nada de la primera mujer foto-periodista de guerra que, con sus novedosos encuadres y sensibilidad en el acercamiento a los combatientes dejó un impactante testimonio de cómo se vivía en el frente y en la retaguardia. Ni de la luchadora antifascista que participó activamente en la zona leal a la República durante la guerra civil española documentando sus horrores. Ni de la fotógrafa que dio su vida en agosto de 1937 en un accidente fortuito en el frente, tras la dura batalla de Brunete, muy cerca de Madrid. Pese a la calidad de su trabajo, había permanecido en el olvido, oscurecida por la prestigiosa carrera desarrollada por su compañero, Robert Capa, también fotoperiodista de guerra.
La brillante personalidad de Gerta Pohorylle, nacida en Stuttgart el año 1910 en una familia judía de origen polaco, no puede entenderse sin las duras condiciones que le tocó vivir en una Alemania que fue deteriorándose conforme la República y sus instituciones se desmoronaban ante el empuje del partido nazi y la incapacidad de los partidos democráticos para ponerle freno. En ese ambiente transcurrió su vida; conoció la ruina del negocio familiar que hasta entonces le había procurado una vida sin sobresaltos; padeció el anti-semitismo que impregnaba la mentalidad de muchos jóvenes alemanes que eran sus compañeros de estudios; tuvo que abandonar su ciudad natal y la vida que había llevado hasta entonces por el riesgo que suponía. Su traslado a Leipzig le supuso tomar contacto con un hervidero social donde existía un movimiento obrero muy concienciado, intelectuales comprometidos y partidos de izquierda que mantenían una lucha frontal para neutralizar el avance del nazismo, lo que le abrió los ojos a una realidad que se volvía en su contra por su condición de judía e ideología de izquierda. En 1933 el deterioro de la situación, las frecuentes redadas, los arrestos indiscriminados por parte de las S.A., su ingreso en prisión y el miedo a perder la libertad
o la vida determinó su huida a la cercana Francia. A su llegada, con una cierta amargura, pronunciaría las siguientes palabras: Siento una mezcla de alegría y tristeza cuando piso territorio francés. Estoy salvada, pero digo adiós a toda mi vida anterior. Vivo la misma peripecia de miles de personas obligadas a huir.
En París, la ciudad elegida, encontró un extenso círculo de refugiados y exiliados, judíos y no judíos, intelectuales, escritores, artistas de las vanguardias, militantes de izquierda y demócratas procedentes de otros países europeos, con los que mantuvo una estrecha relación que le ayudó a mitigar las penurias económicas a las que tuvo que enfrentarse desde el primer momento. Su lucha diaria por la supervivencia discurría entre el compromiso político y la bohemia, entre los precarios trabajos que encontraba, la calle y los cafés.
Uno de esos refugiados era André Friedman, un judío húngaro que se ganaba la vida haciendo fotografías por encargo de algunas revistas y que muy pronto se convirtió en su pareja. Aunque Gerta no sabía nada de fotografía como solía ayudarle en el proceso de revelado fue aprendiendo las técnicas fotográficas que pronto pudo poner en práctica con una Leica que él le regaló. Poco después, consigue ser contratada en la Alliance Photo, una agencia con cierto prestigio dirigida por María Eisner, en la que ya colaboraban fotógrafos de la talla de Cartier-Bresson.
La idea de trabajar juntos se convierte en el objetivo de ambos y ella escribe: Nuestra relación profesional y amorosa se enfrenta a una gran desafío, pero somos optimistas (…) Si trabajamos juntos, aumentan nuestras posibilidades (…) Somos compañeros de profesión y compañeros en el amor”. Esta declaración de intenciones trajo consigo la reinvención del dúo como Robert Capa, supuesto fotógrafo norteamericano, con cuyo nombre firmarían sus fotografías a partir de entonces. Fue precisamente este hecho el que hizo atribuir a André muchas de las fotografías tomadas por Gerda creando una confusión en la atribución de la autoría que se volvió contra ella.
El éxito de Capa les proporcionó nuevas ofertas de trabajo pero el estallido de la guerra civil española atraería su atención haciéndole simpatizar con un pueblo dispuesto a luchar por su libertad hasta el final. El nazismo había truncado sus vidas y esperanzas, les había hecho conocer la cara más oscura de la maldad humana, y ambos estaban comprometidos personalmente con la lucha antifascista. André conocía España, a la que había viajado unos años antes; había que dar testimonio de la guerra que se libraba en ella de modo que decidieron documentar todos y cada uno de los aspectos del conflicto y bajo esa identidad común recorrieron el país dejando un testimonio gráfico de incalculable valor humano.
Gerda había aprendido la técnica fotográfica en un momento de intensa renovación gracias a la experimentación con la apertura del diafragma, los juegos de luz, la velocidad de obturación y la mejor sensibilidad de las películas. La combinación de esos conocimientos teóricos con la práctica adquirida a través de la experiencia hizo que su fotografía forjara determinados arquetipos masculinos –el soldado, el miliciano y el campesino- y femeninos –la miliciana, la intelectual, la madre- junto a los niños huérfanos y desamparados que veía por doquier. Una de esas casualidades de la vida hizo que, en 1995, apareciera en México una maleta que contenía varias cajas con más de cuatro mil negativos, salvados milagrosamente de la destrucción en el curso de la guerra y que está permitiendo esclarecer la autoría del dúo, dando la oportunidad de que podamos, por fin, conocer la obra de una de las fotógrafas más importantes de la primera mitad del siglo XX.
Gloria Franco Rubio Catedratica de Historia Universidad Complutense de Madrid
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