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Publicación mensual Año 1 ~ Número 8 ABRIL 2011 © Todos los derechos reservados Distribución gratuita


r e p o r ta j e >> Un ejercicio de detectivismo literario

La centrífuga de

Roberto

Los sinsabores del verdadero policía (Anagrama) vuelve a esbozar signos de interrogación tras el origen de los libros póstumos del escritor chileno. Sus amigos y sus propias novelas extienden el laberinto >> Andrea Daza Tapia >>Fotografías Vasco Szinetar 42>Abril 2011


Bolañose abre

I

nacabada, abandonada, fragmentaria. No­ vela o conjunto de textos. Los sinsabores del verdadero policía está ahí, rodeada de papeles en el escritorio del editor. Jorge Herralde la mira. Dice que es de una calidad literaria altísima. “Altísima”, remarca. Que ahí está el “gran Bolaño”. Cuenta que le enviaron el manuscrito fi­ nal. “Teníamos que publicarlo tal cual”. Trayectoria del testigo: de Carolina López, viu­ da de Roberto Bolaño, a Andrew Wylie, agente li­ terario, a Anagrama, editorial. “Y así lo hicimos”. Jorge Herralde recuerda cómo eran las cosas con Bolaño en vida: “Venía con frecuencia. Fuimos muy buenos amigos. Me tenía al tanto de todos sus escritos, de sus proyectos. Tenía tantas cosas que no podía dar cuenta de todo”. Quince días antes de morir, Bolaño fue de Blanes a Pedró de la Creu, sede de Anagrama, y le entregó los cuentos de El gaucho insufrible. Por eso, para él no es un título póstumo. Bolaño la terminó en vida. Él la editó después. “Cuando murió, durante unos años fue Ignacio Echevarría quien se encargó de la edición de sus textos”. Casos: 2666, los artículos de Entre paréntesis y los cuentos de El secreto del mal. Ahora no. “Cuando murió Bolaño”, dice Herral­ de, “al cabo de un tiempo, Carolina nos dijo que

quería que un agente literario llevara la obra”. Y Carmen Balcells entró en escena. “Me pareció co­ rrecto porque ya nosotros habíamos publicado casi toda su narrativa, pero no habíamos publicado la poesía, ni nos ocupábamos de derechos de teatro o de adaptaciones cinematográficas”. Casos: la adap­ tación teatral de 2666 que hiciera el director cata­ lán Àlex Rigola. La adaptación de Los detectives salvajes que aspirara hacer el cineasta mexicano Carlos Sama y que terminó en fracaso. Y sin noticias que digan lo contrario, la adaptación que avanza la chi­ lena Alicia Scherson de Una novelita lumpen. Pero Carolina López cambió a Balcells por Wy­ lie, quien gestiona los derechos de célebres difun­ tos: Guillermo Cabrera Infante y Jorge Luis Borges, por nombrar dos autores latinoamericanos de su lar­ go catálogo mundial. Y López no es María Kodama. Sus relaciones con la prensa son muy puntuales. “Y siempre vinculadas a la obra de Roberto”, escribe en un correo electrónico. “Todo lo que tenía que decir en relación a Los sinsabores del verdadero policía está explicado en la breve nota que se adjunta como ane­ xo al libro, no tengo nada más que añadir”. En una entrevista con Josep Massot en La Vanguardia de Barcelona, López se limitó a decir que hubo problemas contractuales, que “ahora es­

tán resueltos y no es adecuado hacerlos públi­ cos”. Y manifestó su satisfacción por el trabajo de la Agencia Wylie, único interlocutor de Herralde para la obra de Bolaño. “Cosa que es un poco atípi­ ca”, dice el editor. “No es lo óptimo”. Si hay más para editar, Herralde no lo sabe: “Ha­ bía una foto en La Vanguardia con una serie de li­ bretas. Escribía muchas cosas simultáneamente. Se está trabajando en el archivo Bolaño, pero no tengo noticias”. En 2009, Massot escribió sobre la existencia de dos manuscritos: “Diorama y Los sinsabores del verdadero policía o Asesinos de Sonora”. Queda claro que Asesinos de Sonora es una par­ te de Los sinsabores del verdadero policía, texto que Bo­ laño empezó a escribir en la década de los 80, desli­ zando su nombre en un par de ocasiones. En 1995 lo menciona en un correo a su amiga me­xicana Carla Rippey: “800 mil páginas. Un enredo demen­ cial que no hay quién lo entienda”. Y en noviembre de 1999 en una entrevista a La Tercera de Chile, de acuerdo con la nota editorial de López. Sin embargo, a su paso por Venezuela para re­ cibir el Premio Rómulo Gallegos, Bolaño le puso nombre a su siguiente proyecto. El 26 de julio de 1999 le preguntaron: “¿Cuál es la novela que sueña

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Roberto Bolaño junto a su hijo Lautaro en el Hotel Ávila, en Caracas, durante los días del Premio Rómulo Gallegos. Tintín sonríe en su camiseta

escribir?”. Respondió: “Una novela que se llamará 2666”. Hasta ahí la pesquisa pública. El trazo repetido “En 1865 una huérfana de trece años fue violada por un soldado belga en una casa de adobes de Vi­ llaviciosa”, página 237 de Los sinsabores del verdadero policía. “Al día siguiente el soldado murió de­ gollado y nueve meses más tarde nació una niña a la que llamaron María Expósito”, página 693 de 2666. “Qué chingaderas son éstas”. En un especial publicado en El Cultural, que se distribuye los jueves con el periódico español El Mundo, Ignacio Echevarría precisa: Uno. “Entre las páginas de Los sinsabores del verdadero policía se cuentan algunas de las mejores de Roberto Bola­ ño”. Dos. No es una novela. Tres. “Se trata de ma­ teriales destinados a un proyecto de novela final­ 44>Abril 2011

mente aparcado”. ¿Antes de Los detectives salvajes, de 2666? ¿Después de Estrella distante? El libro abre con un alegato de Padilla, el aman­ te del profesor Óscar Amalfitano, sobre “la litera­ tura heterosexual, homosexual y bisexual”: pági­ na 21. Casi al calco, casi un plagio del alegato del poeta real visceralista Ernesto San Epifanio so­ bre “la literatura heterosexual, homosexual y bi­ sexual”: página 83 de Los detectives salvajes. Echevarría apunta que “un escritor como él ja­ más hubiera cometido descarados autoplagios, ni hubiera incurrido deliberadamente en abiertas contradicciones con lo escrito y contado en otras novelas antes publicadas”. En Los sinsabores del verdadero policía, Padilla es­ cribe una novela y cita fuentes que Amalfitano desconoce: “la Gaceta Literaria de Evreux, el n.° 0 del Magazine Literario de Metz, el n.°2 de la Revista de los

Vigilantes Nocturnos de Arras”, y así. Casi las mismas revistas que amontona el protagonista de Estrella distante tras la huella del piloto Carlos Wieder, du­ rante el Chile de comienzos de los 70. En este caso se trataba del n.°3 de la Revista de los Vigilantes Nocturnos de Arras, y así. El juego de los párrafos repetidos no tiene fin. En Estrella distante, al principio, Bolaño dice que se trata de una extensión de un capítulo que tra­ tó muy “esquemáticamente” en La literatura nazi en América. Que se lo contó “su compatriota Arturo B. quien no quedó satisfecho con el resultado final”. Bolaño-Belano, uno de los detectives salvajes, ríe en secreto. “Así pues, nos encerramos durante mes y medio en mi casa en Blanes”, y se supone que en­ tre los dos escribieron aquella novela corta que des­ lumbró a Susan Sontag y a legiones de lectores con­ denados a transformarse en bolañitos, o no.


un escritor como él jamás hubiera cometido descarados autoplagios, ni hubiera incurrido deliberadamente en abiertas contradicciones con lo escrito y contado en otras novelas antes publicadas” La huella de un gigante El escritor Antoni García Porta ve claramente la fuente de una novela en otra, aunque proyecta que habrían terminado como dos obras completamen­ te distintas: “Al final, 2666 es un proyecto tan po­ tente que se le mete en medio y se olvida de esta otra obra”. ¿La olvida o Los sinsabores del verdadero policía es un laboratorio de centrífuga literaria? Porta conoce de experimentos. En 1984 Bolaño y él publican Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, novela que editó Acantilado y que ganó el premio Ámbito Literario de Narrativa. Es la primera novela de cada uno, un experimen­ to a cuatro manos que no se repetiría nunca más. Aunque eso sí, A.G. Porta y R. Bolaño no dejarían de ser amigos, por más que pasara un año donde sólo hubo ceños fruncidos entre ellos. Para él, Los sinsabores del verdadero policía es una buena muestra de la narrativa que hay en 2666: “Estamos hablando de un borrador. Pero la verdad es que lo disfrutas. Al menos yo me lo he pasado muy bien”. Porta no dice nada, pero en sus páginas hay un homenaje, también vestido de ficción, a la amistad entre ellos. Cuando vivía por Tallers, Porta le lleva­ ba cigarrillos. Cuando vivía en Gerona, Bolaño le enviaba cartas. Cuando le pusieron línea telefónica, Porta recibía sus llamadas. Cuando Bolaño se ponía provocador, Porta decía “paso”. Joyce está enterrado en Zurich. Morrison en París. Bolaño quemó las na­ ves en Blanes y sus cenizas navegaron en altamar. “Uno no relee a los amigos”, dice Porta. “Yo ten­ go muchos amigos escritores pero no los relees cada día porque sean tus amigos”. Porta relee a Borges. Porta relee a Joyce. “En la misma estante­ ría donde tengo a esta gente, tengo a Bolaño”. Porta relee sus cuentos: “No lo hago porque era mi ami­ go. Lo hago porque me interesa esa literatura”. Desde la otra orilla, el escritor venezolano Ibsen Martínez está convencido de que Estrella distante es la brújula para entender el mundo Bolaño: “En esto soy tajante. A mi parecer, no se concibe la literatu­ ra futura en nuestra lengua, en especial la latinoa­ mericana, sin Bolaño y la libertad que nos mostró”. Martínez es uno de los autores que Bolaño men­ ciona en su discurso “Sevilla me mata”, que pre­

tendía leer en el Primer Encuentro de Escritores Latinoamericanos en junio de 2003, meses antes de su muerte, y que finalmente no leyó. Que dijera otras palabras no resta para que Bolaño saliera de Sevilla en hombros, según Herralde, “proclamado gurú espiritual, el maestro en el imaginario colec­ tivo de los jóvenes escritores” de América Latina. Ruta de autor Turistas literarios viajan en expedición secreta a la Selva Marítima, la comarca de la Costa Brava don­ de Bolaño hizo casa: Blanes. “Para los que vienen de fuera no es fácil el acceso, es decir, hay una apariencia de dificultad en las entradas a la Selva Marí­ tima”, escribe en una de las tantas referencias que hace en las notas de Entre paréntesis. “Cuando uno llega a Blanes en tren sólo encuentra la estación y alrededor de la estación algunos huertos y un poco más allá el cuartel de la Guardia Civil, solitario la mayoría de las veces”. Esto es así en 2003 y en 2011. En Blanes lo recuerda Paco Martínez, taxista de hace 25 años, quien asegura que él llevó hasta la estación a “mucha gente uruguaya o argentina, es­ critores que venían a visitarle”. Lo recuerda Jordi Cherino, camarero del bar Els Terrasans, en el pa­ seo Dintre. Y así se puede seguir la ruta por su casa en Los Pinos, en la calle del Lloro, en la rambla de Joaquim Ruyra. Tras varios años de gestiones, un salón de la biblioteca de la ciudad lleva su nombre. Y en ju­ nio se inaugurará la calle Roberto Bolaño de Ge­ rona. En 1999, a petición del alcalde, Bolaño ofició el pregón en las fiestas locales de Blanes: “Yo lle­ gué a este pueblo por casualidad, hace ya muchos años”. Buscaba los pasos del charnego Pijoaparte y la ciudad que describe Juan Marsé en Últimas tardes con Teresa. El “momento Marsé”, vestido de ficción, se en­ cuentra en Los detectives salvajes. Página 243: Feli­ pe Müller, bar Céntrico, calle Tallers, Barcelona, mayo de 1977. Müller le escribe a Arturo Belano contándole sobre la mala salud de su madre. Be­ lano envía una carta-presentación del novelista ecuatoriano Vargas Pardo donde intercede por él y su madre ante Juan Marsé. Müller acompaña a la madre de Belano hasta la puerta del escritor cata­

lán. En realidad se trataba de Victoria Ávalos, ma­ dre de Bolaño, y de Bruno Montané. Vargas Pardo era el escritor ecuatoriano Miguel Donoso Pareja. Montané tiene el mismo acento desconcertan­ te de Bolaño. Los dos poetas, los dos chilenos, pa­ saron por México y pararon en Barcelona. En julio de 2005, Montané resumió el periplo en una en­ trevista con El Hispano, publicación mensual que circuló en Barcelona hasta la primavera de 2010: “Las llegadas fueron así: Vino mi hermano, luego la madre y la hermana de Roberto. Luego yo y des­ pués Roberto”. ¿Por qué pararon en Barcelona? En la plaza Vicenç Martorell, Montané espabila sus dos farolas azules y dice: “El viaje ya había comen­ zado”. Entre ellos hubo una hermandad. Roberto Bolaño. Ruta de vida: Chile (1953), Mé­ xico (1968), Chile-México (1973), Barcelona (1977), Gerona (1980), Blanes (1984), Hospital Valle de He­ brón (2003). Inacabada, fragmentaria. Como su obra, su vida. Su carne, sus hijos. Sus lealtades: Carolina López, la madre de Alexandra Bolaño y de Lauta­ ro Bolaño. Sus amigos: Rodrigo Fresán para mucho más que la ciencia ficción. Montané, Porta, Echevarría. Enrique Vila-Matas. El propio Herralde y su edi­ tor de poesía, Jaume Vallcorba. Cada uno en su di­ mensión particular. Su México: con el peruano Mario Santiago, y la estela de Hora Zero. Rippey, Juan Villoro, Carmen Boullosa. Su Chile: Andrés Braithwaite, Roberto Brodsky, Alexandra Edwards y Marcial CortésMonroy. A los últimos dos dedica los cuentos de Putas asesinas. Para la compañía, para la sombra, para la amis­ tad: Carmen Pérez de Vega. Para el futuro: la posteridad. Desde 1998 tradu­ cido en Alemania, Brasil, Canadá, Francia, Grecia, Holanda, Inglaterra, Italia, Portugal, Rumania, Suecia, Estados Unidos, Rusia, Serbia. Él es Cesárea Tinajero. Él es el Benno von Ar­ chimboldi que han visto en Santa Teresa. El J.M.G. Arcimboldi de Los sinsabores del verdadero policía y Los detectives salvajes. Él ha convertido a sus lecto­ res en los verdaderos detectives que quieren saber­ lo todo. Conocerlo todo. Leerlo todo. EL Abril 2011>45


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