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Las pesadillas del Euro U Sus espantos son el equilibrio presupuestario y el endeudamiento público. Estos fantasmas amenazan con romper una moneda, en realidad saludable. Al final, el problema de Europa es cultural y América Latina debería tomar nota de ello Andrea Daza Tapia Especial desde Barcelona, España redaccion@gep.com.ve

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na pizza mediterránea, con doble de queso, el triple de pimientos y extra de anchoas. ¿Para llevar o para comer aquí? Para repartir desde Bruselas. Monto total: 5.000 de las futuras nuevas pesetas. El “euroescepticismo” comienza a circular, a son de broma, entre los ciudadanos de Europa, que empujados por la crisis, se preguntan si el euro, el experimento socio-económico más grande de la historia, ha sido una buena idea. Hay que bajarle el volumen a la alarma, porque desde un punto de vista monetario, el euro no está en crisis. Así lo sostiene el Informe de la Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas (Esade), con sede en Barcelona: “El valor medio de la inflación de los 17 países que utilizan el euro como moneda propia oscila entre el 2% y el 3% y su tipo de cambio no tiene mayores fluctuaciones que el dólar, por lo que más de un país la utiliza como una de sus monedas de reserva”. Para estar seguros, baste la comparación con el bolívar, condicionado a una continua depreciación en su valor de compra, que se refleja en la tendencia inflacionista del país. Entonces, ¿qué le pasa al euro? Que cojea en el aspecto financiero: “Una de las causas por la que se podría hablar de una eurocrisis podría ser la falta de instituciones que controlen la política fiscal o financiera de los países de la eurozona”, se lee en el informe.


internacional Por eso, recuerdan los economistas de Esade, fracasó la Unión Monetaria Latina (1865-1927) y la Unión Escandinava (1872-1924). Y por esa misma razón, el Banco Central Europeo (BCE) hace esfuerzos para mantener a los países miembros a raya, mientras la canciller alemana Ángela Merkel, levanta la bandera de la disciplina fiscal, a donde quiera que vaya. El economista Evaristo Ferrer Castelló, profesor del Departamento de Economía y Empresa de la Universidad CEU Cardenal Herrera de Madrid, recuerda las pesadillas recurrentes del euro, las principales amenazas financieras a la estabilidad de la moneda: el equilibrio presupuestario y el endeudamiento público. “Alemania a cambio de ayuda, está imponiendo un duro ajuste presupuestario”, dice. La receta no es nueva. “El esquema es el mismo que aplicaba el Fondo Monetario Internacional a los países latinoamericanos hace años: ‘yo te rescato pero tienes que hacer recortes del gasto social’. Y eso es algo que a los gobiernos les cuesta mucho hacer, porque la sociedad está habituada a un estado de bienestar generoso con sanidad gratuita, subsidio de paro, educación pública, etcétera”. En su libro Más Allá del Crash. Apuntes para una crisis, el economista Santiago Niño Becerra se pregunta: ¿Han sido efectivos los rescates a los países de la zona euro? No hay una respuesta, ni única, ni fácil. “Han evitado el colapso bancario al impedir que quebrasen las entidades financieras que acumulaban e intermediaban una parte fundamental de la deuda de los países rescatados”, escribe. Es decir, se ha evitado el pánico, las largas colas de ahorristas frente a las sedes de los bancos. Ha sobrevivido el BCE. Pero el precio ha sido alto: “Para lo que no han servido los rescates ha sido para reinstalar a esos países salvados en una senda de crecimiento, ni para mejorar la confianza que en ellos se tenía antes de ser rescatados”.

La difusa idea de Europa Para Salvador Torra, economista del departamento de Econometría y Economía Española de la Universidad de Barcelona, la idea de Europa como fuerza homogénea es cada vez más difusa: “En muy poco tiempo se han unido muchos problemas”, dice. “No somos Europa. Somos un poco de países que simulamos ser europeos, que es distinto”. Y entonces, la ametralladora de preguntas se dispara: ¿Qué hacemos con la deuda soberana? ¿Qué hacemos con el endeudamiento? ¿Y Grecia? ¿Y España, y Portugal? ¿Qué hacemos con Italia? Niño-Becerra ya lo recuerda en su libro: “Salvo áreas concretas, las economías del sur de Europa se hallan actualmente en un momento crítico y muestran unos registros muy pobres con relación a los países desarrollados del centro y del norte de Europa”. Torra recuerda que Alemania y Francia son, en realidad, los países que financian a la Unión Europea: “Creo que los países del sur, con los cambios que ha hecho Nicolás Sarkozy y Merkel han impuesto una cierta disciplina fiscal”. Pero a Europa hay que entenderla como un rompecabezas, donde cada pieza tiene vida propia: “Sarkozy y Merkel dicen que está bien que estemos todos juntos, que el euro es un buen instrumento”, recuerda el economista. Pero el problema llega en

Salvador Torra: “Solo ahora ha sido posible alcanzar una etapa de estabilización” el terreno político, donde a pesar de las diferencias, todos tienen el mismo peso, la misma voz. “Y no puede ser”, dice Torra. Eso es justo lo que reclaman Alemania y Francia, cansados de financiar a los países del sur. Pero a veces se olvida que las diferencias norte-sur no son producto de la crisis más reciente, sino una herencia histórica, del Imperio Carolingio, cuando por primera vez emergió un poder unificador en Europa, dejando al sur, desde entonces hasta hoy, al margen, en la periferia, “alejado de las rutas económicas continentales”; con el único respiro de las Américas. Y ya sabemos cómo terminó ese capítulo. Entonces, llega la pregunta del millón ¿de pesetas?: ¿Interesa realmente financiar todo esto o vale más la pena romper el euro? Alemania parece estar consciente de la importancia de la unidad, “de que estamos todos en el mismo barco”, recuerda Torra. Bueno, todos menos los británicos, que desde Margaret Thatcher ya eran reticentes a la idea de Europa. ¿Tendrá mejor sabor una pizza mediterránea pagada en pesetas? Para Salvador Torra solo es necesario recordar los tipos de interés de la España pre-euro: “Solo ahora ha sido posible alcanzar una etapa de estabilización”. Sin embargo, sigue siendo una necesidad tomar medidas conjuntas de tipo fiscal. Y si después de todo, Europa funciona, el Reino Unido quedará al margen.

Un euro rico y uno pobre Voces como la del economista Arcadi Oliveres, autor del libro Aturem la crisi (Paremos la crisis) e inspirador del movimiento de “indignados” de España, sostienen que el euro es un intento fallido por unificar una Europa demasiado heterogénea.

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es el valor medio de la inflación de los 17 países que utilizan el euro como moneda propia “Está visto que los rescates para mantener el euro vivo nos están saliendo carísimos”, dice. Oliveres recuerda que durante 2010, España aportó para el rescate de Grecia, cerca de 10.000 millones de euros, el equivalente a lo que el entonces presidente, José Luis Rodríguez Zapatero ahorró al no subir las pensiones y bajar los sueldos de los funcionarios, entre otras medidas de ajuste. De hecho, Oliveres se pronuncia en contra de los rescates, tal y como se han realizado hasta el momento: “Es que si ese dinero se hubiera dado a Grecia para aumentar la renta de los griegos, lo admitiría, pero se trata de un dinero que se marcha directamente a Francia y Alemania, para pagar las deudas que Grecia tenía con ellos, fruto de la venta de armas, por ejemplo”. Para él es completamente antinatural que países con déficits públicos distintos y sistemas fiscales distintos puedan tener una misma moneda: “Yo sí creo que el Euro se puede echar para atrás”. De hacerse realidad el chiste del Telepizza, el periodista y escritor Francesc Marc-Álvaro, profesor de la Universitat Ramon Llull de Barcelona, prevé el caos: “A mi entender, Europa solo tiene una salida que es seguir un proceso de unión cada vez más fuerte, más intenso en el capítulo fiscal y presupuestario, no solo monetario”. Está convencido de que no se puede volver atrás. Hacerlo sería un fracaso y representaría abrir las puertas a un nuevo caos. ¿Qué toca? “El futuro debe ser caminar hacia una mayor unidad y mayor coordinación”, explica. Esto se puede traducir en diferentes interpretaciones: un modelo federal, por ejemplo, que acaso signifique dar cierta paz a las Europas que conviven dentro de cada una de las piezas del rompecabezas. “Ya se verá la arquitectura”, dice Marc-Álvaro. De momento la prioridad es una: “Hay que salvar la zona Euro”. Aplicar las medidas, aguantar sus efectos y esperar que la integración se logre. “Entiendo que este es el camino, aunque se haga por urgencia y por emergencia”, señala el analista.

ciudadanos están curtidos en materia de crisis. Políticas, económicas, sociales. Siempre han estado ahí, a pesar del petróleo, a pesar del Caribe: “Ahora, muchos países disfrutan de algunas ventajas de la globalización, como la subida de los precios de las materias primas”. Cuando Europa está en crisis, los cuellos giran a Asia o al sur de América: “Las clases medias de América Latina están convencidas de que este es el momento de despegar. Si se reducen los niveles de pobreza, los países crecerán mucho más que los antiguos países desarrollados”. Para él, en el futuro el progreso vendrá del desarrollo de los mercados nacionales. Pero, ¿estará la región lista para un proyecto integrador a la europea? “Somos demasiado distintos para que esto funcione bien”, recuerda Salvador Torra. “Ustedes deberían tener cuidado”. El Informe Esade concluye “que la verdadera crisis del euro es la falta de sintonía entre la cultura de los países que lo utilizan y el modelo con el que se diseñó y sus maniobras para impedir que se puedan crear las instituciones que garantizarían su funcionamiento”. Mientras el euro iba bien, y Europa más que bien, las diferencias eran invisibles. Hasta que lo desnudó la crisis.

La Europa que viene Mantener la unidad supone ceder una parte importante de la soberanía a Bruselas, sede del Banco Central Europeo. Vamos, en realidad, la capital de Europa. “Esto va a repercutir en el reparto del poder”, dice el periodista: “Llámese reparto de soberanía o mejor dicho, descentralización, en cada uno de los estados”. Pero la tarea no es sencilla. En el caso español, por ejemplo, representa tocar una de las médulas más sensibles desde la instauración de la democracia: el modelo autonómico, que en principio es un modelo de descentralización asimétrico, con territorios que tiene competencia y fiscalidades distintas. Vaya, que no basta con poner de acuerdo a los países de Europa, sino que es necesario el consenso en las naciones que conviven en cada una de las piezas del rompecabezas. ¿Cómo queda América Latina? Evaristo Ferrer cree que sus

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El autor asegura que los rescates no han servido para que los países recuperen la senda del crecimiento.


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