NO TODOS LOS QUE VAGAN ESTÁN PERDIDOS
Bombas para desayunar 037 2015
A Caminante f Ciudad/Pueblo/País m Punto de inicio n Punto final Duración de la deriva
EDITORIAL En abril de 1921 se produce un acontecimiento sin igual en el mundo del arte: El grupo dadaísta de París queda para realizar el primer ready-made urbano de la historia. Por primera vez, la práctica del movimiento (y no sólo su representación) se convierte en arte. La exploración y percepción del espacio urbano se vuelve un hecho estético. Unos pocos años más tarde los surrealistas retomarán esta práctica y empezarán a experimentar el espacio como productor de emociones. El viaje sin un objetivo se convierte en una nueva “escritura automática”. Se crea el concepto “deambulación” consistente en andar hasta alcanzar un estado de pérdida de control en el que el propio espacio actúe sobre nuestra percepción y emociones. La realidad urbana actuando sobre nuestro estado psicológico. Los Situacionistas llamarán a esto último “psicogeografía” y lo experimentarán a través de la “deriva”. El andar como hecho estético, el andar como práctica política, el andar como experimento emocional. No todos los que vagan están perdidos es un homenaje al andar. A explorar la ciudad desde otra perspectiva. A perderse en las calles y vivirlas desde un punto de vista distinto. Ciudades en las que vivimos como hormigas, en las que encontramos espacios de asueto y tranquilidad, de explosión o de desamparo, a las que pertenecemos o no, que nos asustan, nos refuerzan o que simplemente nos son indiferentes (¿es eso posible?). Señales, esquinas, caminos, árboles, cemento y hormigón, carreteras, ruido. Diferentes ciudades, diferentes espacios, diferentes momentos, diferentes sentimientos. En No todos los que vagan están perdidos propusimos explorar la ciudad desde la emoción. Propusimos jugar a ser dadaístas en el París de 1921. Nos respondieron caminantes de muy distintos lugares del planeta. Sus derivas están aquí documentadas, disfruten de ellas. - Andrea Galaxina
A J. Dahay f Muriedas - Pontejos. Cantabria, España m Mi casa en Muriedas n Isla de Pedrosa 1 h. 55 min.
Comienzo de la ruta, 10:30 am. El tiempo está variable, tal vez llueva. El recorrido es por una isla unida a la peninsula por medio de un puente. Algunas zonas me son conocidas, pero otras no las conozco, no sé a dónde me llevarán. Tramo 1º: Encuentro algunos edificios, algunos están en buen estado y operativos, otros en cambio, son pura ruina. T 2º: Uno de los edificios abandonados está en mejores condiciones que los demas. Trato de captar la sensación que produce pero la curiosidad y la observación no me dejan. T 3º: Sigo por la senda de una zona boscosa, salgo a un camino que da al puente de entrada a la isla. T 4º: Entro en zona desconocida bordeando la isla por sendas poco marcadas. Encuentro árboles a punto de caer, se sujetan al terreno colgando de las raices. A la izquierda está el mar. T 5º: Hay un edificio en estado ruinoso total, con posibilidad de entrar en él, pero supone un peligr. Hay ventanas y cornisas a punto de caer. Me limito a rodearlo y observarlo: en su dia fué el pabellón de un hospital de enfermedades óseas y por su tamaño tuvo que ser importante. T 6º: Llego a un lugar curioso, lo foma un teatro de estilo singular, un embarcadero y una escalinata palaciega. Todo está muy abandonado y en ruina pero me hace imaginar en el esplendor que tuvo que tener en otra época. Me gusta, me tomo un tiempo para contemplarlo. T 7º: Me alejo y llego a una cala de arena, una pequeña playa, que con la marea alta casi desaparece. Junto a la playa hay un edificio invadido por la vegetación, por sus dimensiones, en su día pudo ser un almacén de pescadores o un taller de reparación de embarcaciones T 8º: Un poco más allá hay otra cala, esta vez de guijarros. Lleva a una zona donde no hay ninguna senda ni camino: todo está muy cubierto de vegetación. Desde lejos, al final de la lengua de tierra entre el mar y un pequeño lago, me pareció que podría haber algo interesante, tal vez un faro o algo parecido, pero después de treinta minutos abriéndome paso entre zarzas, plumeros y malas hierbas, me fue imposible continuar. Me rindo. Vuelvo por el mismo sitio por el que he ido sin saber qué había al final...ni tan siquiera lo vi cerca. T 9º: Vuelvo a una zona más fácil para caminar: hay camino limpio y despejado. Paso por detrás de un edificio en activo, en muy buen estado, es una residencia y talleres. Voy por detrás: hay una pequeña plantación, invernaderos y granja, aunque no vi ningún animal. T 10º: Después de cruzar el lago por una presa que le separa del mar subo por un pequeño barranco con árboles y sorpresa: partidos de fútbol de niños en un campo en el que los padres animan con mucha energía. T 11º: Me alejo del campo y llego al final del recorrido. Pensando en la cantidad de lugares que hay cerca de donde vives y que te son desconocidos, que tienen su encanto, que te hacen volar la imaginación y meditar sobre cosas reales. Conclusión: Andar, caminar sin saber qué te puedes encontrar. A lo mejor el camino es difícil, sinuoso, pedregoso, muy resbaladizo y hasta peligroso. Arriesgado siempre. Con muchas posibilidades de no llegar a dónde tú querías o directamente, no llegar a ninguna parte y tener que volver por el mismo camino a casa sintiéndote un poco derrotado: ese es el precio a lo desconocido. Pero es un resultado siempre EXCITANTE.
A David Fueyo f Oviedo (Asturias) m Calle del Jabalí n Calle del Oso Unas 3 h.
Patético intento de que nunca se oculte el sol
Vértigo arriba-abajo, empiezo ganando cota haciéndole un guiño a la vida. Mi esfuerzo irá encaminado a que no se ponga el sol aunque se que ese fin se antoja casi imposible. Casi. Caminé hacia el oeste en una tarde de abril. Odio la primavera y odio sus puestas de sol.. Las calles del Oso y del Jabalí, otras con nombres extraños y fechas en las que nunca pasó nada. Y allí estoy, pisando una caleya a apenas 20 metros de una de las arterias principales de la ciudad. Adoro los pasadizos, los cambios de ambiente brusco y las rejas que cuidan y tapan la nada. Son solo lienzos de suelo escupidos y el sol parpadea y se quiere esconder. “Nunca hagas nada en el ocaso, que tiene nombre de empresa de muertos” creo que me dijo una vez mi abuela. Me sorprendo en este lugar desconocido porque yo quiero. Miro hacia la ventana que un día ella y yo habitamos. Luego una vieja plaza de toros derruída. La rodeo. Cruzo a lo que una vez fue una morgue y ahora en las mañanas, si la cosa no ha cambiado mucho, se da la metadona. Un lugar donde nadie haría un picnic y donde yo me siento a divagar acerca de esta deriva. Sobre mí un viejo hospital abandonado con formas racionalistas en desuso. Una golosina para el alma decadente que habita este cuerpo. -Debí ponerme corbata y pedirle cita a Caronte-, me digo. Los guardias de seguridad divisan en sus cámaras blanco y negro mi presencia. Ahora estoy yo solo donde una vez habitó enfermedad y angustia. Las malas hierbas se hacen fuertes entre los escalones y un par de adolescentes pasean de la mano. Hay menos luz, voy perdiendo. Tomo el camino más enrevesado. Investigo, busco nada y nada hayo más que pasadizos que ya no se usan y columnas travesañas que alguien construyó demasiado bajas. Camino por el trayecto de las ambulancias, de los que van llorando hacia la morgue. Las partes de atrás de los edificios abandonados son bellas. Me relamo. El guardia de seguridad teme que sea un okupa vestido de ejecutivo-que-va-ahacer-deporte-al-anochecer y no, creo que soy un colgao a la deriva. Cuando llegue a casa y me vista de mi mismo tengo que hacer unos criterios de evaluación. Cuando el sol se haya puesto me sentiré vencido.
A Francesc Ruiz f New York City m Delancey St. n Bowery St.
(Lower Manhattan)
ď‚? 45 min.
Cuando llegué a Cuenca, pensaba en ver todo lo turístico antes de vagar por sus calles. Pero no sucedió así. En un puente me encontré pensando en un viejo amigo. Habíamos pasado las tardes al calor veraniego de Nueva Orleans sacando fotos de bichos. El arroyo turbio corría perezosamente hasta que una piedra interrumpía el flujo, la corriente corriendo para atrás sobre ella. No le he contado sobre mi tatuaje. Sentía curiosidad por explorar el mundo de nuevo. Después de sacar esta foto, una pareja joven me paró para sacarles otra. Seguí a ciegas la muchedumbre de turistas. Nos rodeaban altos árboles y la luz del sol. El sonido del agua que corría abajo. La última vez que estuve en un entorno tan tranquilo fue con gente con la que ni hablo hoy. Al pie de una cuesta me llamó la atención el contraste entre la naturaleza y los coches aparcados en la grava. Un par de niños se peleaba por una cámara. Cuando era pequeña, mi padre nos llevaba a mi hermano y a mí al dique cerca de nuestra casa. Jugábamos en un lugar parecido de piedras y acera. Cuando ya era más mayor conduje a la zona para encontrarla por mi propia cuenta y no pude. Todavía tengo esa sensación de vacío y de ternura a la vez. Con tanta reflexión, llegué a la cima casi sin darme cuenta. Había una estatua encima de una roca enorme. De repente, me encontré como una hoja de papel en blanco. La estatua apareció hermética de alguna forma, golpeada continuamente por el viento y el sol de las alturas. Un gato apareció y desapareció de nuevo, y una familia me pidió una foto con la placa borrosa.
A Rendon f Cuenca m En frente del Teatro-Auditorio n C/ San Martín A (0,54 km) 37 min. 03 s.
Giré y continué subiendo hacia las famosas casas colgadas. Una mujer posó de manera seductora en una entrada antigua. Entré en una tienda turística para comprar un refresco. Me sentí claustrofóbica en sus pasillos estrechos y llenos. Tropecé al fondo y pagué. Huí por una puerta detrás del cajero a una callejuela desolada. El sol iluminaba la pared blanca a mi derecha, y luego una puerta verde me sorprendió de entre las sombras a la izquierda. La humedad del viento me recordaba a casa, la puerta verde, hay muchas parecidas en Nueva Orleans. No echaba de menos Louisiana sino que tragué la tranquilidad y di sorbos de Nestea.
A Alicia Torres f Madrid m Atocha n Moncloa ď‚? 1h. 15 min.
A Ariel f París, Barrio de la Bastilla m n Passage Louis-Philippe Unos 45 min.
13h20 <IMAGEN 01> Camino guiado por una moneda de un céntimo que me dice hacia dónde girar en cada intersección. Ahora estoy en el Passage Louis-Philippe, delante del supermercado están sentados unos chicos del instituto cercano. Intercambiamos una mirada hostil. Me pregunto por qué siempre tiene que ser así en esta ciudad.
<IMAGEN 02> Intersección de la Rue Keller y la Rue de la Roquette. Dos policías con rifles de asalto esperan en la esquina. Justo al lado, la gente charla, hay un aire de verano. Este barrio ha cambiado después de los atentados.
<IMAGEN 03> Passage Boullourde. Nunca paso por aquí. No hay mucha gente. En este lugar me siento tranquilo. Se escuchan los pájaros, los niños de la escuela vecina, los vecinos haciendo sus cosas…
<IMAGEN 04> Avenida Ledru-Rollin. Dos chicas esperan la guagua, una lee un libro, otra mira su teléfono móvil. Un hombre pasa en bicicleta, me gustaría ser como él. Otro pasa poniendo anuncios en los coches, me mira con curiosidad mientras escribo esto. Pero ahora mismo todo me da igual. Estoy caminando en círculos, el azar tiene sus caprichos. Esto es aburrido, me vuelvo a casa. 14h00
AEROPUERTO DE EL PRAT, HOSPITALET DE LLOBREGAT (BARCELONA) TERMINAL 1 (CONTROL DE SEGURIDAD, A14) 1 HORA Y 20 MINUTOS ANAFLESH
No conozco a nadie que vaya a pasear a un aeropuerto, pero una vez allí, todos acabamos deambulando mientras hacemos tiempo hasta lo que será el verdadero viaje, el que nos ha llevado allí y que de allí nos llevará a nuestro destino. Y en ese deambular, si estamos solos, parece que el tiempo pasa a una velocidad distinta y los espacios y sus proporciones hacen que nos sintamos (aún) más pequeños. Todos los aeropuertos son distintos y sin embargo son iguales. Como los supermercados. Como los multicines. Como los hospitales, o los restaurantes de comida rápida. Son las dos de la tarde. Tengo casi dos horas antes de que llegue el momento de hacer cola frente a la puerta de embarque. Aún no lo sé, pero voy a dedicar más de la mitad de ese tiempo a vagar sin rumbo por las calles de este pueblo sin casas. Miro las luces fluorescentes reflejadas en el suelo, tan pulido como un espejo. Siento vértigo. Atravieso la tienda de Duty Free y, como obstáculos de un videojuego, evito a las hordas de azafatas que intentan rociarme de perfumes libres de impuestos. Miro desde fuera el resto de las tiendas y me imagino que estoy en una gran ciudad en un futuro como los de las películas del pasado. Enfrente de mí se extiende el ventanal por el que se intuyen montañas tras las pistas de despegue y aterrizaje pobladas de aviones, coches, y hombrecillos con chalecos reflectantes que parecen de miniatura. En el aeropuerto no falta nada. Ahí están las cafeterías, el hombre trajeado que escribe frenéticamente en su ordenador, los niños con maletas diminutas, los kioscos de prensa, las señoras con tacones imposibles, los baños más sucios del mundo, los estudiantes Erasmus, las flechas y los iconos, las familias, los músicos. Y ahí estoy yo también, parte de todo y de nada. De ningún sitio. Deambulando por el aeropuerto, cámara en mano, pies aún en la tierra, bajo la atenta mirada de los vigilantes de seguridad.
A Hamburgo: teléfono rojo f Gijón m Cimavilla n Playa de San Lorenzo 3 h. Todo comienza con un cigarrillo, mirando el mar. Vamos a Cimavilla, caminando. Es por la tarde, muy a la mitad de la tarde. Nos cruzamos con gente aburrida, pescadores, adolescentes jugando con una pelota, parejas que se quieren mucho y parejas de centro comercial. Las casas son viejas, suenan las gaviotas y huele a salitre. La humedad se nos pega en el cuello. Estamos mucho rato en el mar. Nos gusta mucho y es como mirar el fuego. Vuelves a los ancestros. Caminamos por el cerro, vemos niños patinando en un skatepark, nos bañan los gritos de patio de colegio. Avanzamos entre perros, familias de domingo bien vestidas, y nos perdemos entre la hierba, y seguimos la estela del mar. Nos pican las lentillas, hace viento y un poco de frío. Bajamos por el Club de Regatas, y ahí nos entra un poco más de frío. Es un lugar tan sombrío y de comunión de principios de Mayo que te dan ganas de echar a correr cuesta abajo. Pasamos por una residencia de ancianos en la que siempre me fijo. La plaza mayor está llena de gente: una mezcla entre despedidas de soltero trasnochadas y gente comiendo oricios. La tarde se va esfumando con la bruma, y cruzamos las calles de Gijón. Hoy están grises, y las esquinas son infinitas. El laberinto de cruces y tiendas de todo tipo, combinadas con locales cerradísimos y bajo llave y un montón de carteles descoloridos, nos llevan hasta una panadería (mira que hay panaderías), y nos reímos. Nos reímos muchísimo. Porque hay una empanada aburrida de ser hojaldre, y aburrida de estar mostrada sin pudor, y se ha puesto mohosa, pero se ha puesto TAN mohosa que nos saluda todos los días y se queja, se queja supurando. Y las señoras que trabajan ahí no lo ven o no lo quieren ver, porque el humo de sus cigarros no les dejan ver el bosque, y la dejadez y exigencias del patrón tampoco. Y por inercia, volvemos al mar, que es como nacer. Llegamos a la playa. Ya es de noche. Y hace frío. Y así, nacemos cada noche.
A Postcoital f Los Corrales de Buelna, Cantabria, España m C/ Altamira según la placa del edificio n C/ Batalla del Ebro según Google Maps 40 min.
Aparco el coche justo en frente de una academia aparentemente cerrada, Alfa se llama, es una señal y una gran ironía viendo su estado. La calle directamente me lleva a los años 60, edificios bajos con pequeñas tejavanas a modo de portalillos para acceder al edificio, me gustan estas tejavanas. “¡ROJA! ¡ESO ES ROJA!” suena en un bar cercano, imposible abstraerse del futbol, paaaís. Rodaballo 7,99 €/kg, no está mal, pero soy fiel a mi pescatera. FUNCANTABRIA ¿puede existir un nombre más cachondo para una funeraria? FUCK THE TROIKA, cualquier pintada, por pequeña que sea, es una imagen poderosa en un gran muro blanco, es un colegio, además hay algún acto electoral en el interior. “Mercedes Toribio para alcaldesa” comenta una anciana a otras dos personas, parece que no la convence, sin conocer a la susodicha, sólo por cómo lo dice la abuela, a mí tampoco. GARAJE NISIO, reza en la fachada de un edificio, mis recuerdos vuelan a un viejo festival, un grupo berrea con la melodía de Another brick in the wall, “Hey! Nisio! Cagüen Dios que voy /No volverás a pisar mis tierras con tu tractor”, eso cambió para siempre mi percepción de la canción; también me recuerda que un amigo fue a mear y se calló por un terraplén lleno de zarzales, no lo echamos de menos hasta que apareció lleno de arañazos a la media hora, Atom Rumba estaban actuando, cosa seria. Me llama la atención una calle flanqueada por dos altos muros, el paisaje cambia drásticamente a un pueblo de esos con GRANDES CASAS SEÑORIALES. A mitad de vía una puerta con un cartel: CUIDADO CON LOS PERROSS, alguien se ha molestado en poner de forma chapucera la segunda S, ¿un mensaje sobre quién la habita? Una plazoleta, sus bancos, sus jardincitos y una monumental estatua de lo que se supone un guerrero cántabro con todos sus accesorios, 2003, barbas, melenas, pieles, hacha para intimidar al invasor romano y escudo con la estela cántabra, que según parece nunca existió pero queda muy “chula” en camisetas y chapas. Intento fijarme en el nombre la calle ¿La Putera? No doy crédito, está oscureciendo y la vegetación de la casona (cuenta incluso con depósito de agua) está medio tapando la placa. ¡Ah! ¡La Puchera! En una esquina de la plaza se encuentra la Oficina de Recaudación, es una casa de color rosa.
A Ignasi López+Paco Navamuel f Barcelona. m Carrer dels Enamorats n Deriva compartida: Campo de fútbol del C.F. Montañesa. Carrer d’En Tissó
Recorrido extra compartido: Local Social C. F. Montañesa hasta Avi Recorrido en solitario: Avinguda Meridiana, 576 hasta carrer de Tr
Esta es una deriva a cuatro piernas, compartida con una persona que conocí precisamente caminando en una transurbancia por Barcelona hace cinco años. Hemos caminado por diferentes espacios agroperifèrics de la península durante estos años, pero no habíamos tenido la oportunidad de volver a caminar juntos por la ciudad. Le comento la posibilidad de convertir nuestro recorrido en una deriva para participar en el proyecto de Andrea. No conozco sus intenciones mas allá de saber la hora y el lugar de quedada, que no es el inicio del recorrido. Decidimos comenzar a caminar con una hoja de ruta cargada de intenciones. La propuesta inicial trazaba un recorrido toponímico, una caminata post Sant Jordi, patrón de Cataluña y que para los catalanes es el héroe que venció al dragón y salvó a la princesa, símbolo de la victoria sobre el mal. Se ha consolidado como una fiesta tradicional y emotiva en la que los enamorados se intercambian una rosa y un libro. Es una fiesta popular que exalta unos valores tan humanos como el amor, la cultura y el patriotismo. Así que nada mejor que comenzar nuestra ruta por el carrer dels Enamorats para continuar por calles con nombres que ensalzan anhelos, mitos y utopías de la cultura catalana. La lista incluía calles como el carrer Independència, Passeig Maragall, carrer d’Olesa, plaça de les Havaneres, carrer de Jordi de Sant Jordi, plaça dels Indians, carrer d’Escòcia o Portlligat. La idea de la deriva se me antojaba imposible frente a un paseo tan dirigido y condicionado, pero al llegar al final del carrer dels Enamorats la realidad urbanística y la manera que tenemos los dos de caminar, más pendientes de dejarnos llevar por nuestra curiosidad que por la razón, hizo que la ruta catalana se perdiera por las calles de los barrios de Barcelona. Pese a no seguir el recorrido inicial sí que cruzamos y transitamos por muchas de las calles anteriormente citadas. En Deriva compartida: 4 h. 25min. ningún momento quisimos recuperar la propuesta inicial ya que el espacio por el que nos habíamos Deriva en solitario: 50 min. “perdido” nos trasladó a la Barcelona de los años 50 y 60, años de la creación de muchos de estos barrios. Años de nacionalcatolicismo, dictadura y miseria, de especulación urbanística, nouvinguts, lucha obrera y dignidad. Historias escondidas que inguda Meridiana, 576 se manifestaban a cada paso, en cada esquina rota. rinxant, 12 Caminando de esta manera, a la deriva, en el espacio podemos leer el tiempo.
A Marc O’Callaghan f Barcelona m Solar cochambroso que hay
justo al salir de casa de mi novia (calle Aragón entre Independencia y Dos de Mayo) n Último rincón donde el perro de mi novia ha meado (calle Trinxant esquina con el Pasaje del Suspiro) 46 min.
Deriva psicogeográfica de trazado de sigil a partir de las meadas del perro de mi novia Los antiguos cabalistas se servían de los cuadrados mágicos para trazar sigils encima de estos a partir de secuencias numerológicas dictadas por las leyes de la gematría. Estos sigils eran contenedores de determinados poderes o ideas. De la misma forma, podemos usar el mapa como si fuera un cuadrado mágico y trazar sigils encima de éste mediante nuestro movimiento, marcando sólo los puntos en los que nos paremos. En este caso he decidido aplicar este método de tal manera que los puntos que marcan los vértices del sigil estén determinados por los sitios en los que TRO, el perro de mi novia, levante la pata para soltar unas gotitas de pipí. Este recorrido azaroso y sólo determinado por el deambular caprichoso e intuitivo de TRO, ha constado de 8 puntos por los que nos hemos parado. En cada uno de ellos he activado la opción de registro de ubicaciones en mi teléfono móvil, para así generar automáticamente este sigil-recorrido con Google Maps, y a continuación la he desactivado para continuar andando. En muchos sistemas metafísicos de ayer y de hoy, el perro es un animal sagrado: tenemos ejemplos como Sirio, San Cristóbal, Anubis, o el Rito Thelemita del Perro. En este caso, TRO ha desepeñado el papel de oráculo. Como quién interpreta el vuelo de los pájaros o las manchas de café, ahí queda este sigil para ser leído como una expresión de lo noracional lista para ser descifrada en relación a este momento de nuestras vidas.
A Celia Vega f Madrid m Metro El Capricho n Metro Campo de las Naciones ď&#x201A;? 2 h.
A Andrea Galaxina f Bergen. Noruega m Fjellgaten n Strømgaten 1 h.
1. Aproveché la ocasión he sentido cómoda 2. Nunca me especial que supone que dejado de tener esa sensación salga el sol en Bergen miedo por sentirme insegura en el para hacer mi deriva. sino que hay unos condicionantes Decidí que bajaría por el a veces me sienta enferma cami camino que va desde mirar hacia arri Fløyen y luego me adentraría faroles en una de las partes que no conocía de la ciudad. Empezó bien el camino ya que empecé a encontrar restos de una intervención 3. feminista en varias esquina, Emma Goldam por un lado y Por esta Bertha von Suttner (1). Justo antes de pasar la catedral me encuentro y entrar en lo desconocido. Bergen es una ciudad cementerios, uno pequeña y agradable, pero,siempre hay un pero. cerca del otro. Los -terios en las ciudades norte que he podido son lugares muy agradables hacen las veces de parques. Aunque estos no parecen tan frecuentados por los vivos. señor sin camiseta lee el peri otro (3) junto las vías parece pocas tumbas desperdigadas la parte de arriba pero no ro ver a dónde voy por esta Estoy bastante incómoda.
caminando por aquí. Nunca he 4. No tengo ni la más rede extrañeza y miedo. Y no me refiero a mota idea de dónde estoy o sentido de que me vayan a atracar, a dónde puedo llegar. Veo emocionales y climáticos que hacen que Ulriken cada vez más cerca nando por aquí. No sé por qué pero y pienso que si sigo bajando ba y ver los cables de los que cuelgan igual doy con una zona con (2) me reconforta. Por el camino que agua, eso me tranquilizaría. sigo hay muchos cables volando Tengo calor y siento que todo el mi cabeza. sobre mundo con el que me cruzo me mira extrañado. No zona encuentro agua así que decido volver con 2 muy 5. por donde he vecemen Zona conocida. Doy nido. Esto se acaba. del por concluida mi ver deriva. Ha sido inteque resante ver la ciudad así. Repetiré. En el primero un ódico entre las tumbas. El más descuidado, hay unas y está vacío.Lo miro desde me atrevo a entrar. Prefiecarretera. . Tengo sed. Sigo caminando.
A Álvaro Mielgo f Madrid city, Chamberí district m Iglesia metro station, Eloy Gonzalo Street exit n Corner of Juan de Austria Street and Luchana Street 89 min.
Dérive Juan de Austria
I set off, emerging from Iglesia metro station, to seek the alien byways and subsidiaries of Eloy Gonzalo. I leave then behind the familiar paths that lead to Felipe el Hermoso, with the public library and the synagogue. I spot a random via and cross the street. But I have been here before, haven’t I? Juan de Austria? I recognize the pastel shades, the blue, Mansard-like roof shaft minarets, the ample ceilings. A numb, bitter memory springs up painfully: I too was a Machenian Robinson of the soul. Behind me, a bell from Santa Teresa y Santa Isabel chimes twice. I stop across the International Buddhist Progress Society (1), unable to decide whether to go on. Is this street too tainted with feeling? Can’t it be overwritten? Above, the swallows lazily cruise the quarter, a helicopter imitates them. Through the trees, a cool breeze cleanses my mind of unwelcome aftertastes. I move on.
Santa Feliciana, a short stream of acacias, leads to Olavide Square, the green round heart of a street maze peopled by bar tables, kids, mimosas. A cover version of “Help!” sends me looking for the uncanny back in Juan de Austria. Further ahead, my already sluggish pace is stopped by the precise white & gold window panes on a façade (2). They seem to be talking of a radically different private life, of Protestant interiors. Who inhabits this? What are their refined, better social customs? Who of them play the piano in wood-pannelled drawing rooms? It’s growing darker, even through my shades. Still lots of ground to cover before nightfall. My knees start to complain. I drop some gummy bears into my mouth, sit on a car. I look East. Who lives here (3)? What are their family histories? How the textures of their days, immediately tastier than our own? I won’t know. The flats offer only impenetrable calm grimaces of luxury.
I have arrived at the southern end of the street. The seven-floor heights open up to some lower, cheaper tops on Luchana Street. This is the last tower, the most massive of all the palaces. When the old blood pumping through its arches and damascene reliefs has dried up, long after the next mutation of the city name, this then beautiful carcass will remain as silent to other eyes as a ruby (4). An unexpected whiff of rain. Time to trail back home.
A Alberto Mendoza Capetillo f Tlayacapan, Morelos, México m n Frente al edificio del municipio, esquina formada por las
calles Cuauhtémoc y 5 de Mayo (donde estacionaron el auto en el que realicé el traslado) 2 h. 20 min.
Descripción: Viaje familiar con mis padres con el objetivo de comer platillos tradicionales y que desembocó, de forma espontánea por solicitud de mi madre, en una visita breve al pueblo de Tlayacapan. Creo que estoy perdido. Y no sé si este miedo que experimento es debido a estarlo o es el miedo mismo el que hace que pierda el destino. Creo que estoy perdido. Paseo dando vueltas, buscando consuelo en el rostro que imagino, mirando mis sueños envejecidos.
A Javier Cenzano f Madrid m Mi casa n La Casa de Campo de Madrid y vuelta 2 h. al final de la tarde. 2) Hace tiempo que me encuentro perdido. Sin embargo, no por eso vago sin rumbo, sino por gusto, por perder el tiempo. Desciendo en bicicleta persiguiendo conejos, subo pedaleando mínimas montañas. Extrañado, solo, en grises bosques de arizónicas, estanques vacíos y caminos embarrados. Camino buscando pequeñas flores rosadas o huesecillos de animales. 1) Es imposible vagar sin rumbo a propósito. Tomo el camino más vulgar, el que más cerca tengo de casa. Voy solo, extrañado. Cruzo el puente sobre la carretera. Acaba de llover, todo queda en silencio. Solo alguna figura, a lo lejos, observa los árboles. Recorro altos pinares y asciendo laderas de hierba ya seca. Intento no buscar nada, salgo hacia el bosque, vuelvo. Recorro los lugares que frecuento, fotografío algunos, rodadas, huellas, cenizas. En seguida abandono el camino y mis pies se llenan de barro. De nuevo encuentro algún signo. Flores, hierba aplastada. Sigo sin ver a nadie. Arrastrando el barro de mis botas, vuelvo lentamente. Casi anochece, los conejos se apartan del sendero y me observan a distancia. No puedo correr. En el último tramo atravieso campos de fútbol de tierra, con porterías que desaparecen en la escasa luz. Otras veces, aquí mismo, admiré el atardecer, el vuelo de los pájaros y la belleza de la casi oscuridad. En esta misma oscuridad vuelvo a las calles, llego a casa.
Han vagado, por orden de aparición: J. Dahay // David Fueyo Francesc Ruiz // Rendon Alicia Torres // Ariel anaflesh // Hamburgo: teléfono rojo Rubor // Postcoital Ignasi López+Paco Navamuel // Marc O’Callaghan Celia Vega // Andrea Galaxina Antonio Castaño Tierno // Álvaro Mielgo Alberto Mendoza Capetillo Javier Cenzano // Chá Lucena+Moshi Moshi
NO TODOS LOS QUE VAGAN ESTÁN PERDIDOS se realizó en varios puntos del planeta Tierra entre abril y mayo de 2015. Lo ideó, diseñó y maquetó Andrea Galaxina en Bergen (Noruega) a lo largo de junio de 2015. Lo edita Bombas para Desayunar. NO TODOS LOS QUE VAGAN ESTÁN PERDIDOS es una frase tomada de J.R.R. Tolkien del poema «No todo el oro reluce» que aparece en El Señor de los Anillos. La imagen de la portada es un plano de Shanghái de 1935. Todos los mapas, fotos y textos pertenecen a sus autores, si quieres reproducirlos contactales. Gracias a quienes que vagaron y lo compartieron. Bergen, 2015.
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