Bogotá y La Paz, 3 de junio de 2015
Beatísimo Padre:
Nuestra hermana República Bolivariana de Venezuela enfrenta una dramática situación económica que está provocando una angustia social colectiva. Ante este escenario, en lugar de buscar la concordia y el entendimiento, el Gobierno actual reprimió violentamente las legítimas protestas populares, criminalizó la oposición política y amordazó la poca prensa libre, violando todas las convenciones democráticas de las cuales esta nación es signatoria. La Conferencia Episcopal ha señalado que Venezuela enfrenta un problema sistémico. Es así y este se origina en la destrucción del aparato productivo, a través de expropiaciones y confiscaciones en los últimos años, que hoy han sumido a ese hermano país en una ciénaga mono-exportad ora petrolera, completamente dependiente de las importaciones para abastecer las necesidades de consumo de sus ciudadanos. La ineficiencia gubernamental ha reducido la producción de petróleo, que combinada con la caída del precio internacional, han reducido el ingreso de divisas para Venezuela, restringiendo la disponibilidad de dólares para importar comida, medicamentos y suministros básicos. La respuesta del gobierno fue establecer un sistema cambiario diferenciado que significa que hoy, como en ningún lugar del mundo, los que gozan de conexiones e influencia gubernamental pueden adquirir dólares NO a 100 centavos, sino a 2 o 3 centavos para compras "esenciales", o empresarios con acceso al gobierno pueden comprarlos a menos de 50 centavos. Este incentivo perverso, más la circulación masiva de moneda local para pagar una burocracia parasitaria, permite a los poderosos y conectados acaparar las escasas divisas, dejando al pueblo expuesto a una escalada de precios y sin abastecimiento de productos esenciales. Esto genera colas interminables en los mercados, desata una inflación que devora bolsillos y carteras, y una zozobra permanente en un pueblo que no tiene harina para los hambrientos, medicinas para los enfermos ni seguridad contra la delincuencia. Esta es una tragedia económica y social que ese digno pueblo NO merece. Una situación como la sintéticamente descrita, desencadenaría protestas populares en cualquier país del mundo. En Venezuela también. La respuesta del gobierno no fue buscar soluciones concertadas, sino buscar a quien culpar y como acallar la información incómoda. Sólo en el último año y medio murieron decenas de venezolanos producto de la brutal represión, siguen encarcelados decenas de opositores por protestar y 22 periodistas están arraigados -sin ser escuchados- por el delito de reproducir una noticia internacional. Su Santidad, ¿sería concebible que en su natal Argentina la opositora Carrió (como Leopoldo López en Venezuela) esté bajo arresto en una guarnición militar más de 15 meses? ¿Sería posible que el alcalde opositor Mauricio Macri (como el alcalde Ledezma de Caracas o Ceballos de San Cristóbal) esté bajo arresto domiciliario sin visitas, o en una cárcel inhumana? ¿Sería posible que 22 periodistas vean sus libertades restringidas por REPRODUCIR y PUBLICAR una noticia de un periódico