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Dime con quién
andas al ex presidente Pastrana le gusta la buena vida y definitivamente tiene un encanto personal tan bien administrado que se ha convertido en su principal talento. Bono y Bill Clinton han sido algunas de sus víctimas y su agenda y su Ipod son sus principales armas de trabajo. Por Juan Carlos Iragorri // Fotografías Hernán Díaz
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Hace tres años, en un día otoñal, Andrés Pastrana almorzaba en Cipriani, uno de los restaurantes más exclusivos de Manhattan. Había ido con Juan Esteban Orduz, que fue la mano derecha de Luis Alberto Moreno cuando ocupó la embajada en Washington y que ahora preside la Federación de Cafeteros en Nueva York. De pronto se abrió la puerta del local y entró nada menos que Bill Clinton. El ex presidente norteamericano se detuvo un instante, miró a su alrededor, y cuando vio a Pastrana, se acercó a la mesa. “Hi, Andrés. How are you?”, le dijo mientras lo abrazaba cariñosamente, y se quedó a conversar un momento. Dos o tres minutos después volvió a abrirse la puerta y apareció Bono, el cantante del grupo de rock irlandés U2, y por sus inquietudes políticas, una de las grandes atracciones del Foro Económico Mundial de Davos. Sin quitarse las gafas, Bono caminó hasta donde Clinton, lo saludó cordialmente y se volvió enseguida hacia Pastrana. “Andrés!”, le dijo con lo brazos abiertos y se puso a hablar con los dos ex presidentes. Se abrió de nuevo la puerta. Era Julian Schnabel, un famoso artista y director de cine neoyorquino, galardonado con un Globo de Oro y aclamado en el Festival de Cannes. Al ver a Clinton, a Bono y a Pastrana, se arrimó. Le dio un saludo muy amable al ex inquilino de la Casa Blanca, otro muy informal y divertido a la estrella de U2 y soltó un “Hi, Andrés!” con una enorme sonrisa en la boca cuando se paró frente a Pastrana. No es normal que el ex presidente más popular de los Estados Unidos y del mundo, el rockero más admirado por la juventud pensante y un destacadísimo director de cine se acerquen en un restaurante de la Quinta Avenida a saludar con tanta familiaridad y por su nombre de pila a un colombiano. Ni siquiera porque haya ocupado la presidencia de la República. Pero el hecho, que me lo contó el propio Orduz, confirma lo que dicen muchas personas en Bogotá, Washington o Madrid: que nadie en Colombia ha tenido relaciones sociales de tan alto nivel, aquí y en el exterior, como el ex presidente Andrés Pastrana.
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Cultivarlas, no solo porque le gusta, sino por razones de traba-
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jo, es una de las actividades que más tiempo le demandan desde que dejó el poder el 7 de agosto del año 2002. Y es que no pierde oportunidad para hacerlo. Hace unas semanas, cuando el entonces candidato demócrata y hoy presidente electo de los Estados Unidos, Barack Obama, anunció que su compañero de fórmula iba a ser el senador Joe Biden, Pastrana levantó el teléfono. “Llamémoslo a ver si está”, le dijo a Santiago, su hijo mayor. Preciso: como era sábado, Biden estaba en su casa de Delaware, y contestó. El ex presidente lo felicitó y la charla fue muy entretenida. Se conocen hace ocho años. Todo empezó en el Senado norteamericano cuando Biden, sin cuyo visto bueno no se aprobaba un solo dólar para el exterior, expuso sus reticencias a un proyecto en borrador que empezaba a llamarse Plan Colombia. Según él, la iniciativa debía centrarse más en el desarrollo social y no en el fortalecimiento de las fuerzas armadas. Pastrana soportó estoicamente las críticas, se defendió como pudo y al final lo invitó al país. Biden recorrió algunas zonas y fue a parar luego a la Casa de Huéspedes de Cartagena. Fue allá donde todo cambió. “El Presidente se llevó a la playa al senador y a un grupo de asesores, pidió limonada para todos, y en dos horas de charla, metidos en el mar hasta la cintura, convenció a Biden, a punta de sentido común y encanto personal, de que apoyara el Plan”, dice uno de los presentes que prefiere el anonimato. El senador regresó a la capital gringa y le dijo sí a la iniciativa. Pero no sólo eso lo convirtió en amigo del ex presidente colombiano. La falla mecánica de un avión también les sirvió para verse más. Ocurrió en Cartagena y tuvo lugar cuando un problema técnico de la aeronave que había traído al senador lo obligó a aplazar el viaje de regreso. Como todo ocurrió en vísperas del Jueves Santo, Biden debió quedarse y Pastrana lo atendió especialmente. En esos días, el senador conoció a Santiago, el hijo mayor del Presidente, a quien llamó tiempo después, cuando estudiaba Derecho en la Universidad Complutense de Madrid, para que hiciera prácticas en su oficina en Washington. El rey Juan Carlos de España es otra personalidad que tiene
“En materia de relaciones, la diferencia entre el presidente Uribe y mi hermano Andrés es que, cuando ven en Washington a la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, que tiene el TLC en el Congelador, ella saluda a Uribe de mano y a Andrés de beso”, dice Juan Carlos Pastrana.
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A los pocos minutos se abrió de nuevo la puerta de Cipriani. Era Julian Schnabel, el famoso artista y director de cine neoyorquino. Al ver a Clinton, a Bono y a Pastrana, Schnabel se arrimó. Le dio un saludo muy amable al ex inquilino de la Casa Blanca, otro muy informal a la estrella del rock, y cuando llegó el turno de Pastrana, soltó un “Hi, Andrés!” con una sonrisa en la boca.
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El rey Juan Carlos de España es otra personalidad que tiene mucha química con Pastrana. Tanta, que Juan Carlos, que como a todo buen Borbón le encantan las bromas, suele mandarle chistes por e-mail.
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mucha química con Pastrana. Lo conoce desde hace años, cuando le entregó en Madrid el premio internacional de periodismo que lleva su nombre, y mantiene contacto permanente con él. Su relación es tan estrecha que en mayo del 2004, en el almuerzo que siguió a la boda del príncipe Felipe con la periodista Letizia Ortiz, la Casa Real sentó a Pastrana y a su esposa Nohra Puyana en una mesa junto con Carlos de Borbón Dos Sicilias, el primo preferido del monarca, y Francisco Rocasolano, abuelo de la novia, entre otros. ¿Qué había de singular en eso? Que los ojos de los periodistas que se oponían a la boda con el argumento de que Letizia Ortiz era plebeya iban a estar puestos en lo que dijera o hiciera el señor Rocasolano, un hombre corriente que había trabajado de taxista. Pero ni él dijo nada extraño ni los que se sentaron a la mesa filtraron la conversación. Letizia, en la tarjeta que les mandó después a los Pastrana, se mostró muy agradecida porque el ex presidente hubiera acompañado a su familia. Hay tanta complicidad entre el rey Juan Carlos y Pastrana que el monarca, que como a todo buen Borbón le encantan las bromas, suele mandarle chistes por e-mail.
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Para muchos colombianos, estas historias de excelentes relaciones sociales son la confirmación de que Andrés Pastrana es un tipo light, un afortunado, un hombre frívolo, un privilegiado por ser hijo de quien es. Para otros son todo lo contrario. “La gente en Colombia desprecia a los que hacen relaciones públicas. Pero la verdad es que hoy en día las multinacionales, cuando van a contratar al presidente de la compañía, prefieren no a un gran economista sino a un hombre con buenos contactos, con networking, porque eso abre posibilidades de negocio. Esa característica del presidente Pastrana no se debe menospreciar nunca”, dice Orduz.
Juan Carlos, el hermano mayor del ex presidente, explica el temperamento de Pastrana. “Andrés se ha convertido en la continuación de mi padre, que fue uno de los primeros presidentes en viajar por todas partes del mundo y volcar el país hacia afuera. El problema es que en este país no se dan cuenta de las cosas. Andrés tiene un gran encanto personal y un sentido común enorme. A mí me da risa cuando dicen que no vale nada. No creo que se le pueda aplicar a un hombre apreciado de verdad por gente como Pierre Trudeau, que fue primer ministro de Canadá; por Jacques Chirac, ex presidente de Francia y quien lo nombró en la junta directiva de su fundación, o por Clinton, al que lo une una gran amistad”, dice. Y lanza un dardo para compararlo con el presidente Álvaro Uribe: “En materia de relaciones personales, la diferencia entre el presidente Uribe y mi hermano Andrés es que, cuando ven en Washington a la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, que tiene el TLC en el congelador, ella saluda a Uribe de mano y a Andrés de beso”. Pero, ¿por qué Andrés Pastrana, que es un político nato y que nunca ha posado de intelectual, ha tenido amistad con escritores de talla mundial? Su hermano lo explica de la siguiente manera: “Recuerdo que Andrés dijo una noche que se iba a comer en New Jersey a la casa de Elie Wiesel, extraordinario escritor sobre el Holocausto y Premio Nobel de la Paz. ‘¿De qué querrá hablar Wiesel con Andrés?’, me preguntó mi papá, extrañado. Pensamos que iba a ser sobre algún tema puntual. Pero nunca supimos. Lo cierto es que mi hermano regresó a la madrugada y desde entonces se hizo amigo de uno de los grandes intelectuales del siglo. No creo que un tonto logre semejante cosa”.
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Hoy en día, Andrés Pastrana reparte su tiempo entre los viajes, la oficina y una casa que tiene en tierra caliente a dos horas de Bogotá. Sus salidas de Colombia obedecen casi siempre a com-
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Hace unas semanas, cuando el entonces candidato demócrata y hoy presidente electo de los Estados Unidos, Barack Obama, anunció que su compañero de fórmula iba a ser el senador Joe Biden, Pastrana levantó el teléfono mientras le decía a su hijo Santiago: “Llamémoslo a ver si está”.
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Si lo acusan de buena vida, responde: “Cuando la gente adinerada de este país se fue a Miami por los problemas de secuestro y narcotráfico, yo me quedé trabajando en periodismo y en la actividad pública en beneficio de los colombianos. Y aquí sigo”.
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promisos de trabajo que, aparte de los 17 millones de pesos mensuales de la pensión de ex presidente, le permiten ganarse la vida. Actualmente forma parte del Consejo Asesor de Zurich, una de las firmas de seguros más poderosas del mundo. Lo contrataron para que los mantenga al tanto de lo que ocurre en América Latina. En ese consejo, sus compañeros son de altísimo nivel, como el ex presidente de Polonia Aleksandr Kwasniewski o el ex primer ministro británico Tony Blair. Hace poco, cuando le preguntaron las razones por las que hay que invertir en Latinoamérica, contestó: “Muy sencillo. Porque el hombre más rico del mundo, que es el mexicano Carlos Slim, sólo invierte en la región”. Otra actividad que consume el tiempo de Pastrana es la vicepresidencia del Club de Madrid, una agrupación de líderes mundiales que promueven la democracia en el mundo. Por eso debe volar varias veces al año a la capital española. Madrid le fascina. Aunque dejó esa ciudad para ocupar la embajada en Washington, de donde regresó posteriormente a Colombia, pudo comprar un apartamento en un sitio céntrico. Allá están, además, los dos restaurantes que más le gustan: Casa Lucio y Landó, donde suele pedir jamón serrano, ensaladas y carne. No son lugares excesivamente caros. En Bogotá también es amante de la buena mesa. Pero lo que poca gente sabe es que su plato preferido no aparece en el menú de un restaurante costoso. “Lo que más le gusta comer, lo que más me hace pedirle, lo que lo enloquece”, dice Adela Chavarro, su secretaria, “es el pollo asado de la Surtidora de Aves”. No es un hombre madrugador. Todos los días llega entre las nueve y las nueve y media de la mañana a su oficina en la Carrera Séptima de Bogotá. Atiende citas y habla de política hasta por los codos. Allá, rodeado de fotos y autógrafos de líderes internacionales, tiene una cava con varias botellas de vino y cajas de puros, que le encanta fumar. Si lo acusan de buena vida, responde: “Cuando la gente adinerada de este país se fue a Miami por los problemas de secuestro y narcotráfico, yo me quedé trabajando en periodismo y en la actividad pública en beneficio de los colombianos. Y aquí sigo”.
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¿Y cómo descansa? Cuando maneja un carro, por ejemplo. Lo hace las veces que baja con su familia a su casa de recreo, alrededor de la cual también conduce un jeep Willys que le acaban de regalar. Allá se ve con sus amigos de siempre: el ex consejero de Paz Camilo Gómez, el ex canciller Guillermo Fernández de Soto o el ex secretario general de la presidencia Juan Hernández. Otras diversiones suyas son coleccionar relojes y hacer crucigramas. “Pasa horas enteras en eso”, cuenta su hijo Santiago. Pero sin duda lo que más le divierte a Pastrana son las novedades tecnológicas, sobre todo cuando tienen que ver con la música. Es un disk jockey de miedo, le fascinan desde el vallenato hasta la música clásica, y guarda todas esas melodías como un tesoro en el bolsillo. Tanto, que afirma con mucho humor: “Todo el mundo quiere mi iPod”. A sus 54 años, Pastrana es un hombre que se cuida. Usa corbatas elegantes, compra zapatos finos y se peina bien las canas que le han inundado la cabeza. Cuando era presidente solía madrugar y dedicarle un rato al tenis en la Casa de Nariño. Ahora juega golf, especialmente en el Country Club de Bogotá. No es precisamente Tiger Woods, admite. “Soy handicap 24”. Para mantenerse en forma, come poco por las noches y camina en las mañanas sobre una máquina que tiene en su casa. Por razones de seguridad le resulta difícil pasear por la calle. Su vida transcurre en familia, aunque sus dos hijos mayores viven en el exterior: Santiago en Washington, donde trabaja con el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Luis Alberto Moreno, y Laura en Nueva York, donde está vinculada a lo que queda de Lehman Brothers. Él lo resume con gracia: “Antes éramos Nohra, los niños y yo. Ahora somos Nohra, Valentina y yo”.
caricaturas: mheo
Dice vivir tranquilo y dormir a pierna suelta. Pero se le nota un afán de reconocimiento. Considera que muchos colombianos no entienden lo que fue su gobierno. “El Plan Colombia logró sus
objetivos más importantes: impidió que el narcotráfico y la guerrilla se consolidaran y fortaleció las Fuerzas Armadas. El Ejército actual, el que está ganándole la guerra a la subversión, ése que aplaude la gente y que ha le traído mucha más seguridad al país, es producto del Plan Colombia. La historia lo dirá”, asegura. Y mientras tanto, mantiene afilado su olfato político.
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