Relámpagos de Walter Benjamin

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Relámpagos de

Walter Benjamin por Antonio García Vila

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i durante su corta vida Walter Benjamin no encontró el reconocimiento que seguramente merecía, y al que se consideraba acreedor, y tras su muerte le oscureció cierto olvido, desde los años 60, como festejaba Scholem, su obra está siendo recuperada como la de uno de los más lúcidos exponentes del pensamiento del siglo XX.

Clarividente precursor de cierta posmodernidad para algunos, agudo intérprete del más acertado marxismo para otros, reivindicador de lo espiritual, lo sagrado y lo místico en un mundo prosaico, descreído y sin aura para los terceros, lo cierto es que sus complicados escritos, sus meticulosos tratados, sus fabulosas críticas y sus endiabladas metáforas suponen una magnífica cantera para desbrozar vías posibles para pensar nuestro presente, recuperar el pasado e iluminar, aunque sea con la fugacidad de un relámpago, como Benjamin quería, el futuro. En España, en los años en que la editorial Taurus proponía a algunos heterodoxos como Bataille –receptor, in extremis, de los manuscritos de Benjamin–, Edgar Morin, Blanchot o Cioran, al tiempo que incorporaba a su catálogo las entregas de los jóvenes filósofos patrios –Trías, Savater, Subirats, que se ocuparía años después de los textos del crítico sobre la violencia, Gómez Pin o Echeverría–, Jesús Aguirre tradujo algunas de sus piezas, y otras, más tarde, han ido apareciendo de forma dispersa, hasta que Abada comenzó la publicación –once volúmenes previstos– de sus obras a partir de la edición de Suhrkamp Verlag (Walter Benjamin, Gesammelte Schriften), a cargo de Rolf Tiedemann (discípulo de Adorno) y Hermann Schwep penhäuser, con la colaboración del propio Theodor W. Adorno y de Gershom Scholem, que, además de legatarios de Ben jamin fueron, por diferentes razones, dos referencias privile-

giadas en la tortuosa vida del filósofo flâneur y suicida y en su recepción, reivindicación e interpretación posteriores. Actualmente hay en marcha una nueva edición crítica de sus obras a cargo del director de los Archivos de Benjamin y Bertolt Brecht, Erdmut Wizisla, y hace un par de años el Círculo de Bellas Artes de Madrid organizó una exposición, “Constelaciones”, que recorrería varias ciudades más allá de nuestras fronteras, y publicó dos útiles herramientas que seguro que hubieran interesado al propio homenajeado, un CD-Rom y un DVD, Atlas y Constelaciones, respectivamente; y ahora, en 2013, edita una colección de muy interesantes ensayos sobre el autor: Mundo escrito. 13 derivas desde Walter Benjamin. César Rendueles y Ana Useros, comisarios de la exposición, se ocuparon de la dirección y el guión de la muy recomendable película, mientras Juan Barja, editor de Abada y director del Círculo, lo producía y se encargaba de la dirección del CD-Rom, que producía y coordinaba Rendueles. Los tres colaboran en el volumen que aparece ahora con sendos ensayos que abundan en aspectos de la obra de Benjamin que conocen bien, pues no en vano, por ejemplo, el propio Barja le dedicó no hace mucho un libro, Historia. Sueño. Fin, en el que relacionaba su pensamiento con el de Zambrano o con la poesía de Valente o César Vallejo, entre otros. También participan Vitiello, Georges Didi-Huberman, Patxi Lanceros, Miguel Morey o José Manuel Cuesta Abad, que

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ya había ofrecido, en Abada, un estimulante y erudito acercamiento al pensador berlinés en Juegos de duelo. Entreverado de ángel y demonio, como veremos, el cartógrafo de la modernidad escribió su vida y vivió sus textos con una intensidad y entrega arrolladoras; quiso mirar al pasado y al futuro con la impávida lucidez del intelectual, pero sufrió los avatares de la Historia hasta la aniquilación. * * *

Teodor Adorno

Como apuntábamos, Georges Bataille, a la sazón responsable de la Biblioteca Nacional francesa, recibió de manos de Benjamin, antes de su huida definitiva, la maleta con sus manuscritos y su preciadísimo Angelus Novus, la acuarela de Klee de la que luego nos ocuparemos, pero no debió interesarle mucho aquello, pues los textos fueron arrumbados en el olvido y no fueron rescatados hasta 1981. Tras su ruptura con Breton y alejado cada vez más de los comunistas, Bataille, en el 36, fundó la revista Acéphale, y formó con Leiris, Klossowski y Caillos, entre otros, el Collège de Sociologie, a cuyas reuniones acudió con cierta frecuencia el alemán, atraído por unos intereses que solo aparentemente convergían. De hecho Benjamin pronunció alguna dura crítica a ciertas propuestas del grupo, y estos no parecieron llegar a tomarse del todo en serio a ese

sabio triste y extremadamente cortés que seguía valorando en profundidad el materialismo. Tuvieron que pasar más de veinte años para que Klossowski se manifestara, en una nota en Le Monde, bastante lacónica, sobre el autor de las Tesis sobre el concepto de historia. Conoció al “marxizante confirmado” que era Benjamin en uno de los encuentros de Contre-Attaque, el

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grupo que reunió efímeramente a Breton y Bataille, y el alemán le pareció “desconcertado ante la ambigüedad de la a-teología ‘acefálica’.” Según Klossowski, Benjamin intentó aplicarles a ellos sus análisis sobre la “sobrevaloración metafísica y poética de lo incomunicable” que en la evolución intelectual burguesa alemana había conducido al nazismo. Aún influido por Lukács, considera Klossowski, Benjamin “discretamente, quería mantenernos en vereda”. Pues el berlinés temía que, en el fondo, le hicieran el juego a un puro y simple “esteticismo prefascista”. El admirador de Sade reduce, finalmente, la interpretación benjaminiana a prosaico psicologismo: pretendía “superar su propio desasosiego y encerrarnos a nosotros en ese tipo de dilema”. Parece que el aciago ángel de la Historia daría, de alguna forma, la razón al suspicaz intérprete, pero Klossowski se limita a concluir su nota con una referencia al interés de Benjamin por reunir en un proyecto liberador a Marx, al que leyó tarde y no mucho, es cierto, y a Fourier. * * * No todos, sin embargo, pensaban como los “acéfalos” sobre Benjamin. Su prima Hannah Arendt, quien fuera, a su vez, esposa de Günther Anders, uno de los filósofos que con mayor radicalidad y lucidez se han enfrentado al problema de la técnica en nuestras sociedades contemporáneas, acuñando la afortunada expresión “desnivel prometeico” y reclamando un conservadurismo ontológico del que seguramente Benjamin, con su apelación al freno de emergencia de la Historia, participaría, escribió sobre él: “Su erudición era grande, pero no era un especialista; el motivo de sus temas comprendía textos y su interpretación, pero no era un filólogo; se sentía poderosamente atraído no hacia la religión sino hacia la teología y al tipo teológico de interpretación por el cual el texto mismo es sagrado, pero no era ningún teólogo ni estaba particularmente interesado por la Biblia; era un escritor nato, pero su máxima ambición era producir un trabajo que se compusiera enteramente de citas; fue el primer alemán en traducir a Proust y a Saint-John Perse y antes ya había traducido los Tableaux Parisiens de Baudelaire, pero no era traductor; hizo reseñas de libros y escribió varios ensayos sobre escritores muertos y vivos, pero no era crítico literario; escribió un libro sobre el barroco alemán y legó un voluminoso estudio inacabado sobre el siglo XIX francés, pero no fue historiador literario ni de ningún otro tipo; intentaré mostrar que pensaba poéticamente, pero no fue ni un poeta ni un filósofo”. Gershom Scholem, que a pesar de ser cinco años más joven siempre trató a Benjamin con una especie de severo paternalismo, supervisando sus derivas políticas y teóricas y sus amistades y amores, fue


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modesto que Weil, no tuvo visiones, al menos no de las del tipo de la francesa. Lo que sí tuvo fue la idea de construir un libro especial, una obra extravagante y magnífica que “fuera” toda una época. Y su crítica. Un relámpago y una constelación. Es el Libro de los pasajes. No lo concluyó, como es obvio, pero su leyenda ha contribuido a cimentar la de su propio fabulador. Un libro que no es un libro, un autor que, a pesar de escribir sobre sí mismo, rechaza el valor de su biografía: una especie de jeroglífico cu yo heraldo es Walter Benjamin. * * * Bruno Tackels, ensayista y profesor de Estética en la Universidad de Rennes II, es un experto en teatro y un conocedor profundo de la vida y la obra del pensador alemán, al que dedicó en 2000 L’ouvre Hannah Arendt d’art à l’époque de Walter Benjamin y, en 2001, Pemenos perspicaz que Arendt y, por ello, tuvo claro dónde debía tite introduction à Walter Benjamin, así como organizó en julio clasificarle: era un filósofo. Más aun: un metafísico, “el caso de 2006 el coloquio internacional sobre el escritor en Cerisy-lapuro del metafísico”. A pesar de Scholem la pureza no parece Salle: un pequeño, quizá inevitable, fracaso. En 2009 publicó en que fuera, precisamente, la característica más propia de un Actes Sud un texto mayor, una biografía del que renegara explíBenjamin híbrido, letraherido, materialista y visionario. Hay citamente del interés de la suya, una vida cifrada en los textos: algunos personajes, en efecto, que desde los intersticios y los Walter Benjamin. Una vida en los textos, una obra que el año márgenes –de la filosofía, de la literatura, de la academia, de la pasado apareció en la magnífica serie de biografías de pensaHistoria– aciertan a plantear algunos de los problemas más dores y de filósofos que está ofreciendo la Universidad de Vaintensos de una época. Es el caso de Walter Benjamin, desde lencia. Ya disponíamos de una biografía estricta del pensador, luego, o de Simone Weil o Ludwig Wittgenstein. La obra de un trabajo más modesto que el propuesto por Tackels, escrita estos fascinantes heterodoxos se caracteriza por su fragmentapor Bernd Witte, o, entre nosotros, con la aproximación de riedad, por su brillantez, por su inconclusión, por su fulguranConcha Fernández Martorell Walter Benjamin. Crónica de un te lucidez. Su vida destaca por el sufrimiento, por la incompensador (Montesinos), mas el trabajo del profesor de Rennes prensión, por la desgracia. Wittgenstein sobrevivió al suicidio supone no sólo un recorrido por los avatares vitales de un intede buena parte de su familia y pasó lectual lúcido y depresivo, sino, sobre toda su existencia acuciado por una todo, una exigente relectura de su vida Ni Brecht, ni Adorno, ni Scholem, sus moralidad hipertrofiada, por una relien los escritos que, realmente, la articugiosidad personalísima y extrema, y por laron. Si Bruno Tackels cierra su estudio amigos, ahorraron críticas severas e un pensamiento cortante y ambicioso. con “Algunas notas de lectura” –más de interesadas a sus trabajos, siempre El resultado fue el que, para muchos, es problemáticos, aunque especialmente cien páginas– en las que expone de forel más importante libro de filosofía del ma sucinta algunos ensayos del biograduras fueron las de Adorno. siglo: el Tractatus logico-philosophicus. fiado, la auténtica lectura de estos se Simone Weil padeció todo tipo de traslleva a cabo en el resto del libro, en esa tornos psicosomáticos, se identificó inmersión en el hacer, el pensar, el vivir hasta el delirio con el dolor de los débiles y, arrobada por la y el escribir de Walter Benjamin, quien, a su vez, leyera con expoesía y el sufrimiento, tuvo una visión mística. El resultado trema acuidad a Goethe, Kraus, Proust, Baudelaire o Kafka. fue una obra inclasificable e inquietante y una muerte premaJudío, burgués, jugador, coleccionista, comunista a su manera, tura: un lento suicidio. Benjamin también murió prematuramelancólico, heterodoxo, lúcido y fracasado, Benjamin es, sin mente –si es que decir esto tiene algún sentido–, aunque, más duda, uno de los más brillantes ensayistas del pasado siglo, una

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desesperadas peticiones del berlinés cuando su situación en Francia era ya fatídica: Walter Banjamin, brillante y lúcido, no supo ver, con todo, lo obvio. O no fue, con todo, capaz de sustraerse a ello. Quizás fuera su ángel, o su demonio. La Historia, o su historia. * * *

Scholem

de esas figuras inclasificables y poderosas que avanzan entre sombras iluminando con sus fogonazos los contornos de aquello que, después, nos es dado pensar, clasificar, envolver, asimilar. Sin embargo esta lucidez no le facilitó sus relaciones con sus contemporáneos. Es cierto que Hofmansthall le apoyó desde el comienzo y le acogió en su revista Neue Deutsche Beiträge, como su prima Hannah Arendt, a la que trataría con frecuencia en los años finales y durísimos de su exilio parisino, antes del desastre final, estuvo siempre convencida de su importancia, pero ni el mundo académico –ni siquiera, gracias en buena medida a un joven e inusualmente obtuso Hork heimer, consiguió la Habilitación para poder impartir clases en la Universidad: no entendieron ni una palabra de su trabajo sobre el drama barroco alemán– ni algunas de las luminarias del momento parecieron reconocer, en toda su extensión, su mérito. Ni Brecht, ni Adorno, ni Scholem, sus amigos, ahorraron críticas severas e interesadas a sus trabajos, siempre problemáticos, aunque especialmente duras fueron las de Adorno, que golpeaban a un frágil Benjamin con la contundencia de lo imprevisto y de lo injusto, emponzoñadas por el agravante de que de él y Horkheimer, fundamentalmente, dependía su siempre precaria economía. Mas no conviene sobrevalorar, tampoco, la leyenda que acusa a los miembros de la Escuela de Frankfurt de despreciarle o abandonarle a su suerte, o que carga en Scholem la responsabilidad de inhibirse ante las

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El ángel y la historia, de hecho, son dos conceptos, dos figuras que obsesionan a Benjamin y que, al final de su vida, se unen en su testamento. Pero unos años antes, en Ibiza, la isla a la que también acudiera Cioran para desesperarse, el pensador trazó un enigmático escrito que despertaría la minuciosa atención de alguien tan acostumbrado al desentrañamiento de la Cábala como Scholem. Es Agesilaus Santander, un breve texto del que se conservan dos versiones y que hace volar la imaginación del de Jerusalén. Durante su estancia en la isla Walter Benjamin escribió dos textos bajo el mismo título que presentan ciertas variaciones, fechados el primero el 12 de agosto de 1933, y el segundo un día después. En 1972 Scholem publica un ensayo, que dedica a la memoria de Peter Szondi, a partir de una conferencia dictada unos meses antes, en el que se propone desentrañar los misterios de esa curiosa alucinación benjaminiana. Es “Walter Benjamin y su ángel”. En 1920 uno de los pintores claves de la renovación artística del siglo XX, el suizo Paul Klee, plasmó en Múnich una acuarela relativamente pequeña en la que ilustraba uno de sus temas recurrentes: un ángel. Klee exhibió su pieza en mayo y junio de ese mismo año en una gran exposición de la galería Hans Goltz, en un momento en el que Benjamin no estaba en la ciudad, por lo que no pudo verlo, pero sí pudo hacerlo –aunque no es seguro– un año más tarde, en Berlín. Lo que sí es cierto es que ese 1921 el escritor se lo compra a Goltz: era el Angelus Novus, que debido a diversos avatares pasaría por las manos de Scholem, Bataille y Adorno, por Estados Unidos y Fráncfort del Meno, hasta su ubicación actual en Jerusalén. La acuarela impresionaba tanto a Benjamin que no solo asignó su nombre a la revista frustrada en la que tanto empeño puso, sino que, al final de su vida, volvió a él en sus tesis sobre la Historia. Es verdad que lo que él ve en el cuadro de Klee nosotros, inmediatamente, no lo captamos. Sus descripciones no son tales, sino interpretaciones originales, alegorías, que, como tales, instan a la elucubración, al desciframiento y, por qué no, al juego. El de Scholem comienza por el mismo título: ¿qué significa, en verdad, Agesilaus Santander? El cabalista cree descubrirlo: “Agesilaus Santander es, sellados con una superflua <i> en cierto modo ornamental, un anagrama de ‘El Ángel Satanás” [Der Angelus Satanas]”. Nombres asignados al nacer y ocultos hasta la pubertad, que se


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repite varias veces en la vida de un hombre; ángeles que unen y desgarran la fuerza masculina y femenina, el signo de Saturno que gravita sobre el nacimiento del que espera, pues su virtud es la paciencia, y, al fondo, más allá de esos ángeles que la tradición judía quiere que surjan para, tras cantar su loa a Dios, perecer, Satanás. El desgraciado amor por Jula Cohn, por Asja Lacis, la búsqueda de la felicidad y el enigmático cuadro de Klee se mezclan con el Talmud para dar a luz un sentido profundo, no escrito, a un apunte que su autor trazara, quizás, febril por la malaria, y, seguro, embriagado por, como alguna vez anotara, “esa droga, la más terrible –nosotros mismos–, que tomamos en soledad”. Pero si Gershom Scholem es un lector curtido y atento de Benjamin, a pesar de que siempre le lea en el mismo “sentido”, no menos lo es un filósofo italiano que no en vano se ha ocupado de editar, en Einaudi, las obras completas del escritor en su país: Giorgio Agamben. Versátil, Agamben protagonizó alguna aventura cinematográfica, interpretando al apóstol Filipo en la película El Evangelio según San Mateo, a las órdenes de otro heterodoxo cuya vida, como la de Benjamin, concluyó “antes de tiempo”; un poeta homosexual y comunista que, lógicamente, fue asesinado: Pasolini. Se doctoró en Derecho con una tesis sobre una figura excéntrica y exasperante a la que ya hemos aludido, Simone Weil, que más tarde le influiría en su concepción del pensamiento y del amor; fue Paul Klee, Angelus novus, 1920 asimismo alumno de Martin Heidegger –por cuya filosofía Benjamin sentía cierto desdén– entre los años 66 y 68, en los des, la estética, la política, la ontología, se ponen de manifiesto seminarios de le Thor, y colaboró con Deleuze a principios de en estas aportaciones de una manera a veces sutil, en ocasiolos 90. Un currículum notable, en suma. Si en un principio sus nes sorprendente, pero siempre inteligente y atractiva. Es obras se dedicaban a investigar en las siempre complejas y, a mucho, como vemos, lo que le une al berlinés, pero ahora quimenudo, confusas relaciones entre literatura y filosofía, entre siéramos fijarnos un momento en un texto aparecido en 1982, pensamiento y poesía, como de alguna forma hiciera el mismo en el nº189-90 de aut-aut, y recogido, más tarde, en La potenBenjamin, a finales de los años 80 sus análisis viraron hacia un cia del pensamiento: “Walter Benjamin y lo demoníaco. Fe asunto aún más complejo y, seguro, más licidad y redención histórica en el penescabroso: las relaciones entre ética y samiento de Benjamin”. En él AgamAsí, el ángel de Benjamin política, o más ajustadamente, hablando ben retoma la conferencia de Scholem –su demonio– de Agamben, entre ontología, ética, polísobre el ángel de su amigo, le elogia y, es “realmente un híbrido de tica y estética. ¿Y no es eso de lo que tamtambién, le corrige. Es cierto que la puro espíritu y puro sexo”. bién se ocupó, durante toda su vida, el agudeza de Scholem al descifrar el pensador berlinés? Influido decisivaanagrama que oculta el enigmático tímente por Carl Schmitt –que tan notatulo del apunte de Benjamin es muy blemente impactara también a Benjamin–, en especial por su fina, pero su acierto no depende de su aparente verosimilitud, Teología política, el italiano desarrolla en su obra una filosofía, sino de si, en efecto, dentro de la economía del texto, se justifiexplicitada y tematizada en su trilogía Homo sacer, que, como ca y consolida. Y no parece ser el caso, deduce Agamben, que, resumiera con acierto y claridad Alfonso Galindo en Política y tanto en este artículo como en la conferencia de 1998 “El memesianismo. Giorgio Agamben (Biblioteca Nueva), le entronca sías y el soberano. El problema de la ley en Walter Benjamin”, evidentemente con las preocupaciones y trabajos benjaminiademuestra su familiaridad con la obra de Scholem y sus atinanos, al tiempo que ha ido trazando una ontología potente y dos y muy variados conocimientos de distintas tradiciones. compleja que reverbera en la estética y la ética. Sus inquietuTampoco considera acertada la imputación del cabalista a

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Baudelaire del “satanismo” benjaminiano. Ni su afirmación de que ningún ángel, excepto Satanás, posee garras y zarpas. No es Satanás, propone entonces Agamben, sino Eros, el que, según un módulo descriptivo originado en Plutarco pero atestiguado en apariciones iconográficas no frecuentes pero sí ejemplares, ofrece la imagen que caracterizaría al ángel benjaminiano. No es, por tanto, al Satanás de la tradición judaica sino a un daímon, en sentido griego, a Amor, a donde puede verosímilmente conducirnos la figuración recreada por Benjamin. Así, el ángel de Benjamin –su demonio– es “realmente un híbrido de puro espíritu y puro sexo”, más acertadamente que ese “puro metafísico” que su amigo quería descubrir en él. * * * El paso siguiente nos lleva ya a otro texto, a las Tesis, y, con ellas a la posible redención, a la, tal vez imposible, felicidad, esto es: a la Historia. Sin embargo no queremos abandonar a un Agamben que, sin abordarlo directamente, volvía a pensar con Benjamín ya no sobre los ángeles y los demonios, sino sobre la religión, lo sagrado, y, por supuesto, la política. En 2005 el filósofo italiano publicó en Roma un libro que en el mismo año fue traducido por Edgardo Dobry para Anagrama: Profanaciones. La obra está constituida por diez breves ensayos –alguno de ellos brevísimo– que componen un conjunto delicioso de erudición y buen gusto. Mas de entre ellos destacaba uno, un ensayo redondo, brillante y subversivo que hacía pensar, inevitablemente, aunque no fuera ese su tema, en Benjamin: “Elogio de la profanación”. “Los juristas romanos sabían perfectamente qué significaba ‘profanar’”, comienza Agamben su lección. Y sigue: “Las cosas que pertenecían de algún modo a los dioses eran sagradas o religiosas. Como tales, quedaban sustraídas al libre uso y al comercio de los hombres: no podían ser vendidas ni dadas en prenda, cedidas en usufructo o gravadas por obligación alguna. Se consideraba sacrílego todo acto que violase o transgrediese esa indisponibilidad especial, que las reservaba exclusivamente a los dioses celestes (y eran denominadas propiamente ‘sagradas’) o inferiores (en cuyo caso se llamaban simplemente ‘religiosas’). Si consagrar (sacrare) era el término que designaba la salida de las cosas de la esfera del derecho humano, profanar significaba, por el contrario, restituir al libre uso de los hombres”. He aquí, pues,

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Giorgio Agamben

sucinto, claro, clásico, el inicio de un programa político, de una reivindicación ética, de una exigencia vital: recuperar para el libre uso de los hombres lo que se tenía por sagrado, lo que los sacerdotes y los poderosos habían hurtado a la potencia de una comunidad por venir. ¿Mesianismo benjaminiano tal vez? Frente a la etimología “insípida” que hace al término religio proceder de religare, esto es, aquello que liga y une lo humano y lo divino, Agamben propone otra opción: relegere, “que señala la actitud escrupulosa y atenta que deben adoptar las relaciones con los dioses, la inquieta vacilación (el ‘releer’) ante las formas –y ante las fórmulas– que deben observarse para respetar la separación entre lo sagrado y lo profano”. Por ello la religio no es lo que une a dioses y hombres; por el contrario: es lo que los separa. Y no serían la incredulidad o la indiferencia respecto a lo divino las que se opondrían a la religión, sino algo más peligroso aún, la “negligencia”, es decir, “una actitud libre y ‘distraída’”. * * * Una forma de reconducir lo sagrado a lo profano consiste en hacer una utilización por completo inconveniente de ello: es el juego, ese juego que tan importante era para Schiller y que Benjamin no dejaba de exaltar. El juego libera y distrae, abre una nueva dimensión del uso que “niños y filósofos consignan a la humanidad”. El juego “desactiva” la religión, pero también la política, la economía y el derecho, abriendo la puerta a una nueva felicidad, aquella que, seguramente, el pensador alemán no dejó de buscar. Y su restitución es, por tanto, una tarea polí-


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tica. El propio Walter Benjamin explicó ya que el capitalismo es da por una sociedad en estado de Derecho. La Historia y el una auténtica religión, un culto no expiatorio sino culpabili“progreso” capitalista quebraron esos sueños, no porque fuezante que aspira no a la transformación del mundo, sino a su ran perversos, sino porque no consiguieron, a la postre, hacerdestrucción. Y el consumo es su imagen perfecta. Espectáculo se realidad. La tempestad furiosa de la alegoría benjaminiana y consumo son las dos caras de una “misma imposibilidad de no es, por ello, “eso que llamamos progreso”, como apunta en uso”. “Si hoy los consumidores en la sociedad de masas son sus Tesis, sino el capitalismo. Y de la exigencia, no solo ética, infelices no es porque consumen objetos que llevan incorporasino estrictamente vital, de abolirlo, es decir, de la revolución, dos en sí su propia imposibilidad de es de lo que habla Benjamin en su texto. uso; sino también, y sobre todo, porque Materialismo, Historia, redención. Walter Benjamin explicó ya que creen ejercer su derecho de propiedad el capitalismo es una auténtica sobre ellos, porque se han vuelto inca* * * religión, un culto [...] que aspira paces de profanarlos”. Como turistas en un museo, es decir, como marioneLa mejor muestra de las limitaciones no a la transformación del tas incapaces ya de habitar, de usar, de benjaminianas y, también, de lo radical mundo, sino experimentar el mundo, nos hallamos, de su empeño, de su heterodoxia y prea su destrucción. indefensos, ante lo Improfanable absotensiones, es, creemos, un proyecto al luto. Y no podemos esperar a ningún que Tackels, en la obra que comentábamesías para que nos salve. Aunque, mos, sin embargo, dedica relativa poca piensa Agamben con Benjamin, quizá no todo está perdido, atención. Durante trece años, desde 1927 hasta su suicidio en quizá aún queden formas eficaces de profanación. Tal vez aún Port Bou en 1940, Benjamin trabajó en un manuscrito que, en podamos inaugurar nuevos usos que desactiven las viejas su huida de París, confió, como vimos, a Georges Bataille. En dominaciones, nuevas experiencias que nos permitan habitar un principio el pensador comenzó a recoger materiales para otro mundo sin huir de este. Pues, sin duda, concluye el filósoun artículo que pensaba escribir para la revista Der Querschnitt fo italiano, “la profanación de lo improfanable es el deber políjunto con su amigo Franz Hessel, con el que también traducitico de la próxima generación”. Tarea, puede ser, de un ángel; o ría a Proust. Sería un artículo sobre París, el lugar que más de un demonio. Urgente en cualquier caso. Una tarea que intensamente le atraía, y sobre sus pasajes, típicos elementos quizá Benjamin, empeñado en abolir el progreso, reivindicara arquitectónicos de la capital francesa en el siglo XIX. El detopara sí mismo y su gran proyecto frustrado. A pesar de que nante literario fue la lectura de Le Paysan de Paris, de Aragon, Reyes Mate, con encomiable didactisque junto con Nadja, de Breton, tanto mo, en el capítulo dedicado al ángel de le influiría, y el tema, como escribe a Como un buhonero, como un trapero Krakauer, pasa a absorberle por comsu Medianoche en la Historia, ha explicado esa inquina de Benjamin, no parepleto. Lo que pretendía era, según asedel intelecto, como el coleccionista ce del todo evidente. Más allá de las elugura, elaborar una “nueva teoría de la maníaco que en el fondo era, cubraciones sobre el eterno retorno y la historia” a partir de la metáfora del recolecta citas, textos, ideas, mitología racionalista/capitalista del pasaje como templo secreto de la merimágenes. progreso, no parece acertado aniquilar cancía. Freud y Marx, sueños y matesin más un concepto que, en realidad, rialismo histórico, se unirían en una nada tiene que ver con el fascismo, y sí tarea, la del historiador de nuevo cuño, con el Derecho o la ciencia o la ética. Sí es obvio a dónde ha empeñado en recomponer las imágenes “desarregladas”, en conducido la Historia: al infierno, a la catástrofe. Pero no desde interpretar los “desplazamientos”, en “acordarse” de lo que ha luego por el progreso, sino, fundamentalmente, por el capitasido para conferirle su verdadera significación. Mas las dificullismo. El progreso ilustrado, instado por el “milagro” griego, tades metodológicas que un proyecto así presentaba parecían que concernía a las leyes, el autogobierno y la razón, no sólo no difíciles de superar. En 1928 escribía: “El trabajo sobre los se manifiesta, como su cara oculta, tenebrosa y aterradora, en Pasajes parisienses adquiere trazos cada vez más enigmáticos y los campos nazis, sino que debían suponer, precisamente, esos apremiantes y durante las noches da gritos como un animalito frenos de emergencia que paralizaban, por así decir, el tiempo si durante el día no le he llevado a beber a las fuentes más histórico, y arrancaban a los hombres de él para protagonizar, remotas. Dios sabe lo que hará cuando un día lo suelte”. De ahora sí, una vida, feliz o desgraciada, pero humana, amparahecho el “trabajo” iba adquiriendo una extensión desmesurada

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que hacía que Benjamin siguiemateriales, ladrillos, objetos, “imára posponiendo su redacción y genes dialécticas”: un puzzle, un lo interrumpiera hacia 1930, collage, un monstruo. Son más de reanudándolo tan sólo en el mil páginas de una de las obras leexilio. Ni Horkheimer, en esos gendarias de la filosofía del siglo momentos director del InsXX, de un Frankenstein literario de tituto de Investigación Social, imposible conclusión, ilustración ni Adorno, tuvieron nunca clade un fracaso o una derrota, pues ro su propósito. Este último, en la verdad es que no hay un “libro” su correspondencia, no se pride los pasajes: la auténtica obra era vaba de criticar a Benjamin, el propio Walter Benjamin. Bruno por poco ortodoxo, por poco Tackels ha trazado con pasión su dialéctico, por confuso. En los trayectoria. Ha leído su vida y sus Pasajes Benjamin estaba fortextos en un trabajo espléndido al jando un nuevo método de inque sólo se podría acusar, no sé si vestigación, de escritura, en el injustamente, de un exceso de veque, en verdad, había estado hemencia. Todo lo que escribe trabajando toda su vida: buscaBenjamin, ya sea una carta, un enba un nuevo método para una sayo o un texto para la radio, todo nueva realidad. “Comparar los lo que dice es “fulgurante”, “definiintentos de otros con expeditivo”, “decisivo”, “revolucionario”, Dibujo de Helena Tur ciones navales en las que el po“fundamental”... Una devoción lo Norte magnético desvía los barcos”, escribe. Y añade: que se nos antoja un tanto excesiva pero que no debe empañar “Encontrar ese polo Norte. Lo que para otros son desviaciones, el esfuerzo de un Tackels empeñado en ofrecernos a un para mí son los datos que determinan mi rumbo. Sobre los Benjamin pleno de sentido y potencia, un pensador para el diferenciales de tiempo, que para otros perturban las grandes futuro. Martín Kohan, quien dedicó un interesante libro, Zona líneas de investigación, levanto yo mi cálculo”. urbana, a las diferentes formas de Benjamin de enfrentarse a Benjamin huye de las grandes teorías, de las abstracciones las ciudades –París, Berlín, Moscú, Nápoles– participaba con clásicas, de los caminos trillados. Incluso huye de su propia un breve texto en el libro editado por el Círculo de Bellas Artes interpretación: “No tengo nada que decir. Sólo que mostrar. No que citábamos al comienzo. Su aportación, modesta, señalaba hurtaré nada valioso, ni me apropiaré ninguna formulación sin embargo un aspecto importante: la actualidad –o inactuaprofunda. Pero los harapos, los desechos, esos no los quiero lidad– de Walter Benjamin. Sería interesante, con Esposito, inventariar, sino dejarles alcanzar su derecho de la única interrogarnos sobre su “impoliticidad”, pero, para concluir, limanera posible: empleándolos”. Y por ello, como un buhonero, mitémonos a señalar ese carácter intempestivo y, por ello, plecomo un trapero del intelecto, como el coleccionista maníaco namente contemporáneo, del alemán. Foucault, un “dinamiteque en el fondo era, recolecta citas, textos, ideas, imágenes: de ro” al modo de Benjamin, quería que sus arqueologías, sus la literatura, de la poesía, de las guías turísticas, de los folletos. genealogías, fuesen solo la sombra proyectada por su cuestioSu técnica es la del “montaje literario”, su objetivo la crítica del namiento teórico del presente. Agamben, al concluir la lección concepto de progreso, su fundamento el materialismo históriinaugural de su curso de Filosofía Teórica de 2006-2007 en co. Con esos elementos Benjamin trata de construir una filosoVenecia, cifraba el éxito del mismo en “la capacidad de prestar fía material de la historia del siglo XIX que realce su “entramaoídos a esa exigencia y esa sombra, de ser contemporáneos no do expresivo”, de forma que lo que quede expuesto no sea la solo de nuestro siglo y del ‘ahora’ sino también de sus figuras “génesis económica de la cultura, sino la expresión de la ecoen los textos y en los documentos del pasado”. Y Benjamin, nomía en su cultura”. Cuando en marzo de 1934 Benjamin rearecuerda el propio Agamben, señalaba que “el índice histórico nudó su trabajo en la obra había variado un tanto su posición, contenido en las imágenes del pasado muestra que éstas pero lo fundamental del proyecto seguía intacto. Son alcanzarán la legibilidad solo en un momento determinado de Baudelaire y Marx, Aragon y Blanqui: es una “fantasía dialéctisu historia”. Ese momento, parece, le está llegando a Walter ca”. Es la fotografía, la moda o la Bolsa; son comentarios, citas, Benjamin ■

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