Magisterio Univ Huelva

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Documentos para la historia el magisterio en Huelva



Indice

Presentación del Rector

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Presentacion del Alcalde

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1 Razones de una exposición

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2 Fuentes documentales para la historia del magisterio en Huelva

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3 El archivo histórico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Huelva

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4 Memoria de la provisionalidad

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5 Los expedientes académicos

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6 Los formadores

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7 La vida académica

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a.-

Miscelánea

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b.-

Los programas formativos

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c.-

Manuales para la formación del Magisterio

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d.-

Los trabajos académicos

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e.-

Las Memorias de Prácticas como fuente para la historia escolar

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8 Los edificios escolares

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9 La primera escuela graduada de Huelva

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10 Los expedientes profesionales

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11 Algunos elementos de la actividad profesional: la escuela por dentro, a la luz de inventarios, presupuestos y cuentas de gastos

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12 Los márgenes del oficio: el Magisterio perseguido

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13 Estudios e investigaciones sobre el Magisterio en Huelva

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14 Una breve reflexión final

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15 Epílogo: la mirada al pasado, del mito a la revelación

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‡ Maqueta de un aula escolar típica de mediados del siglo XX (Museo Pedagógico de la Universidad de Huelva)


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Presentación del Rector Mirar al pasado constituye un ejercicio de reconstrucción de la identidad. Que la Universidad de Huelva posea una historia de algo más de quince años no impide la búsqueda de raíces que la sustenten y que ayuden a configurar nuestra sólida personalidad. Y en la búsqueda de esos orígenes se encuentra, como germen primero, la Escuela de Magisterio, que multiplica nuestra historia por diez, con ciento cincuenta años cargados de vicisitudes históricas que la han llevado hasta la actual Facultad de Ciencias de la Educación. Al ser la primera institución provincial en ofrecer la posibilidad de una formación para el ejercicio profesional especializado, la Escuela de Magisterio se constituye en el antecedente más claro de la actual Universidad onubense. Precisamente ahora toca recomponer esa larga historia, a sabiendas de que la mirada retrospectiva ha de estar acompañada, ineludiblemente, de una visión reflexiva y pausada de lo que está por venir. Esta importante conmemoración coincide con un nuevo giro en la formación del Magisterio, imbricada ya totalmente en la enseñanza universitaria, a la que tanto tiempo aspiró y que en estos momentos se encuentra en plena adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior. El estudio de esa evolución, iniciado ya en investigaciones singulares, es ahora más posible, gracias a la localización y ordenación de fondos archivísticos y a la voluntad institucional de ponerlos al servicio público. Estamos seguros de que esto contribuirá a incrementar el número de estudios, manteniendo la calidad que los realizados ya poseen.

La Exposición que se abre ahora en conjunción con Ayuntamiento de Huelva es el punto de inicio de conmemoración del sesquicentenario de la Escuela Magisterio y quiere ser también una invitación a recuperación de una memoria rica en acontecimientos, personajes y en huellas documentales.

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Para recuperar nuestro pasado docente hace falta del buen hacer de quienes investigan en esta materia, y en la Universidad de Huelva y en su Facultad de Ciencias de la Educación hay afortunadamente ya reputados especialistas, como el Comisario de esta Exposición, nuestro querido compañero Manuel Reyes Santana. Además, hace falta un segundo ingrediente, pues se hace imprescindible la colaboración institucional plasmada aquí en los convenios desarrollados con los archivos del Ayuntamiento onubense, de la Delegación Provincial de Educación de la Junta de Andalucía, de la Diputación Provincial, así como con el Archivo Histórico Provincial. Queremos mostrar nuestro agradecimiento a estas instituciones y solicitar que esas formas de colaboración sean continuadas y se vean incrementadas y extendidas a otras entidades que conservan fondos documentales que complementan lo expuesto y que, por tanto, facilitan la reconstrucción crítica de una historia que es, en gran medida, la historia de la provincia de Huelva. Francisco José Martínez López, Rector de la Universidad de Huelva


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Presentación del Alcalde Una vez más, los onubenses tenemos la oportunidad de disfrutar de una gran exposición, en esta ocasión, llena de referencias históricas sobre la enseñanza en Huelva. Protagonista de esta muestra es la antigua Escuela de Magisterio, hoy integrada en la Facultad de Ciencias de la Educación, ya que los fondos documentales que se exhiben hacen referencia a esta institución tan emblemática para la ciudad y germen de nuestra Universidad, que tiene sus orígenes en el siglo XIX. En su 150 Aniversario, tanto el Ayuntamiento como la Universidad de Huelva, hemos querido rendirle nuestro particular homenaje por esta celebración y lo hacemos a través de esta exposición que seguro no dejará indiferente a nadie. El Ayuntamiento, a través de su Archivo Municipal, ha hecho un gran esfuerzo en la recuperación y catalogación de los fondos históricos documentales de la Escuela de Magisterio, cuyos orígenes datan de 1859. Gran parte de ese trabajo puede contemplarse hoy en la sala de la Casa Colón que alberga esta exposición.

Quienes la visiten, podrán contemplar verdaderas reliquias documentales, como planos de escuelas del siglo XIX, fotografías de las escuelas municipales que se levantaron en el Cabezo de La Esperanza, expedientes de maestros insignes o material didáctico antiguo, como las bellas plantillas de caligrafía que se utilizaban antaño. Esta actividad se enmarca dentro de la línea de colaboración que venimos manteniendo con la Universidad de Huelva para promover y facilitar la labor de investigación universitaria. Quiero agradecer a todas las instituciones que participan en esta exposición su colaboración con la aportación de interesantes documentos que enriquecen la calidad de una iniciativa que supone nuevas aportaciones a la historia de nuestra ciudad.

Pedro Rodríguez González Alcalde de Huelva

‡ Vista aérea de la zona céntrica de Huelva. En la parte superior izquierda, las escuelas de La Esperanza en la década de 1960, poco antes de ser derribadas por las consecuencias del terremoto de febrero de 1969

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‡ Melchor López Sotillo y sus alumnos (Lepe, curso 1926-27) Archivo municipal de Lepe.

Razones de una exposición

1 Reconstruir la historia del Magisterio onubense exige una tarea de mayor dedicación y amplitud de la que puede ofrecer esta exposición, naturalmente limitada en el tiempo y necesariamente restringida en los fondos que propone. De ahí que el propósito principal se mantenga dentro de lo razonable: mostrar una pequeña parte de lo existente, con la vocación de incitar a la investigación más profunda, al conocimiento más amplio, al debate y a la participación.

1 Texto de Manuel Reyes Santana (Universidad de Huelva) en todos los capítulos, a excepción del tercero, los de presentación y el epílogo.


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Una medida plausible de la dispersión documental –si es que es medible tal magnitud– vendría determinada por el número de archivos a recorrer para la reconstrucción de las biografías de una muestra significativa de maestros o maestras de la provincia. Con la suerte más favorable, sería preciso, al menos, recoger documentación de la Escuela Normal donde cursara su formación inicial, de la delegación administrativa de la Consejería de Educación y de los fondos municipales de las localidades donde ejerciera, además de todo lo necesario para reconstruir la vida previa a su iniciación docente. Si hubiese existido traslado de matrícula en sus estudios o cambio de provincia en su devenir profesional, se multiplicarían las dos primeras fuentes. Seguramente habría que completar la indagación con el Archivo Histórico de la Universidad de Sevilla, de la que dependieron tanto tiempo los avatares académicos y profesionales del Magisterio onubense, y con los fondos del Ministerio de Educación y del Archivo General de la Administración, por fortuna ubicados en el mismo edificio de Alcalá de Henares. Además de añadir lo exigido por los asuntos no profesionales, sería necesario determinar si nuestros protagonistas participaron de alguna de las persecuciones históricas sufridas por el cuerpo docente, en cuyo caso se vería incrementada la diáspora con los archivos que recogen tales circunstancias (el Histórico Provincial, los de los Tribunales Militares, los Registros Civiles…). Añadir referencias documentales de las escuelas regentadas o del contexto social de éstas requeriría indagaciones complementarias en esos mismos archivos y posiblemente en otros. Por eso es ilimitada la relación de fuentes, aun sin contar con las eventuales aportaciones testimoniales de colegas, pupilos, supervisores y otras personas coetáneas. A pesar de las dificultades impuestas por esa dispersión, la conmemoración de los primeros 150 años de permanencia de los estudios de Magisterio en la provincia constituye una excusa razonable para reivindicar ese devenir como esbozo de una identidad profesional dinámica, siempre en tránsito. Habría, tal vez, que discutir la pertinencia del concepto de identidad colectiva, siempre controvertido, y delimitar, en su caso, los rasgos definitorios. Pero vale la pena considerarlo, al menos como referente.

Desde el 1 de septiembre de 1859, día de la toma de posesión del primer director de la Escuela Normal de Huelva y de apertura de su primer edificio, en la calle del Puerto, se ha producido una transición continua del colectivo docente onubense, acompasada por la itinerancia inacabable de su centro de referencia, que ha ido de uno a otro edificio de la ciudad, siempre en la precariedad de un alquiler mal pagado, hasta que el siglo XX se asomaba ya a su último cuarto. La provisionalidad fue correlativa con la escasez de recursos, seguramente porque las fuentes financieras eran las mismas para ambas cuestiones. Al sacrificio profesional del Magisterio, siempre enarbolado como blasón –y a veces abusado como coartada–, se suman en Huelva esas y otras condiciones peculiares. El retraso en la apertura de la primera Escuela Normal fuerza, por un lado, el exilio formativo de los pocos que podían aventurarse, además de retraer, por razones económicas, a muchos que podrían haberse sumado a la profesión de haber sido menor la exigencia. Por otra parte, la misma circunstancia determina también una composición del colectivo docente provincial con una elevada presencia forastera, precisamente en los años en que la generalización del sistema escolar exigía mayor afluencia de profesionales. Esa peculiaridad acompañará al Magisterio onubense, al menos, hasta la década de 1930 y se hace extensiva a sus formadores, venidos en mayoría de lugares donde la predisposición a la formación y al desarrollo se hallaba ya más avanzada. Como contrapartida, entraron con ellos ideas y propuestas que, de otra manera, hubiesen padecido el mismo retraso que la apertura institucional. Esas ideas importadas también fueron empleadas como excusa para agravar odios y represalias en épocas en que las dictaduras preferían un cuerpo más dócil que docente, más cómplice que crítico. Por eso –y por otras causas concomitantes– Huelva presenta números tan elevados en la nómina de víctimas de los procesos de persecución seguidos contra el Magisterio republicano, por ejemplo. Tan altas son las cuotas provinciales de ceses, asesinatos y exilios profesionales que Huelva se sitúa en la cúspide de la persecución, sumando otro distintivo a la esencia del colectivo docente provincial. Las variaciones en la escolaridad y en el mapa de centros se producen con mayor notoriedad en la capital, con transiciones que van desde una ausencia casi total de centros religiosos católicos –sí había uno protestante, el Seaman Institute–

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La documentación sobre el Magisterio y el sistema escolar es abundante, pero se halla fragmentada, repartida en numerosos archivos y, en relación con algunas épocas, expoliada o parcialmente desaparecida.


a un dominio abrumador de aquellos, con la consiguiente desaparición de varias pequeñas escuelas anarquistas y de otras menos definidas. Esa preponderancia implicó también –y sobre todo– una desconsideración secular hacia las escuelas públicas, de forma que sus edificios sirvieron más de una vez como cuarteles, cuando las dotaciones militares y policiales se veían incrementadas para acallar huelgas y algaradas, o como refugio de familias humildes cuando las crecidas e inundaciones destruían las viviendas más modestas. El caso de la primera escuela graduada de Huelva, ubicada en el cabezo de La Esperanza, es paradigmático en ese sentido, como veremos. Pero la desatención de lo público no se reducía a la capital y, salvo excepciones, los pueblos de la provincia dejaban para escuela los edificios menos apropiados, incluidos viejos hornos abandonados o dependencias municipales en desuso. Esa situación merma las posibilidades docentes e incrementa sensiblemente el sacrificio, concediendo un nuevo rasgo histórico distintivo de nuestro Magisterio.

Los últimos años de la dictadura de Primo de Rivera y, sobre todo, la Administración educativa de la Segunda República salvaron la situación en cierta medida, con un nuevo agravamiento posterior traído por la dictadura franquista y la larga situación de posguerra. Si el Magisterio estuvo sometido históricamente a condiciones laborales indeseables, en la provincia de Huelva esa coyuntura crece hasta grados trascendentales. La reivindicación constituye, así, un elemento más que justifica sobradamente la muestra documental. Pero, además de las expuestas y de otras que puedan existir, una razón decisiva para esta exposición la aporta la escasez de los estudios existentes, de tal manera que la misma muestra quiere ser una forma de invitación –sea, si se quiere, de incitación– para una renovación del compromiso con la investigación sobre el Magisterio provincial y, con éste, sobre el sistema escolar onubense, lleno de experiencias singulares que a menudo se duermen entre los muros de sus escuelas sin ver la luz de la vida exterior.

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‡ Escuela de Doña Isabel Garcés. Isla Cristina, ca 1930 (Archivo familiar).

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Fuentes documentales para la historia del magisterio onubense

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Comentábamos antes la dispersión documental que afecta a nuestra temática, anticipando ya algunas de las visitas obligadas en cualquier indagación sobre la historia del Magisterio onubense o cualquiera de sus componentes. Conviene ahora detenerse en esa cuestión, apenas esbozada entonces, comentando lo que puede ofrecer cada una de las principales fuentes documentales. La que mejor recoge la historia profesional de los docentes es el Archivo de la Delegación Provincial de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía, heredero de la representación homónima del Ministerio de Educación


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cuando no habían sido transferidas las competencias en materia educativa. A su vez, ésta lo fue de la Sección Administrativa del Ministerio de Instrucción Pública y ésa, como las demás delegaciones sectoriales, hija de la oficina del antiguo delegado regio y de los primeros gobernadores plenipotenciarios. Exceptuando las referidas a cuestiones recientes, la Sección de Personal es la única que se conserva en condiciones aceptables en este archivo provincial. Se encuentra dividida en dos subsecciones, dedicadas respectivamente al personal en activo y al pasivo, entendiendo como tal a los colectivos de jubilados, excedentes definitivos y fallecidos. Por razones obvias, la primera, que es exhaustiva, no puede ser consultada por público ni investigadores, por el imperativo legal que preserva durante cincuenta años la documentación archivística. La dedicada a pasivos es incompleta –aunque llena unas cuatrocientas cajas que contienen un número muy variable de expedientes – y no está constituida como archivo público, por lo que la consulta ha de hacerse en condiciones especiales, con autorización específica para investigadores o a través de petición de consulta indirecta por ciudadanos particulares.

El Archivo Histórico de la Facultad de Ciencias de la Educación es descrito con mayor detalle en otro capítulo de este documento. Contiene, en más de 800 cajas, los expedientes del alumnado, así como algunos libros de contabilidad, entradas y salidas de correspondencia, programas de asignaturas, libros de calificaciones, actas de Claustro, algún expediente de oposiciones de acceso y los expedientes del profesorado, tanto de las Escuelas Normales como de la antigua Escuela Aneja de Prácticas. Se comprende fácilmente que este yacimiento documental es muy importante para recomponer las particularidades de la formación inicial del Magisterio, pero también para reconstruir la historia de muchas escuelas provinciales a través de las descripciones que hacen los aspirantes durante sus prácticas docentes. Por tanto, además del componente individual, este archivo proporciona elementos utilísimos para revivir la trayectoria de la enseñanza en Huelva y en su territorio provincial en ciertas épocas. Contar con muchos de los expedientes personales del profesorado nos permite reconocer ciertas virtudes profesionales, tales como publicaciones o titulaciones, junto a traslados y peripecias profesionales que a veces explican la transitoriedad de un sector amplio de los formadores. De igual forma, el resto de los fondos revela bien la vida institucional y sus avatares. El Archivo de la Diputación Provincial ofrece, sobre todo, fundamentos para reconstruir los aspectos materiales de la historia de las Escuelas Normales onubenses, que dependieron desde sus comienzos de la institución provincial. Además de las actas de los órganos colegiados correspondientes, existen cuatro legajos que recogen las circunstancias de los dos establecimientos docentes provinciales dependientes de la Diputación: el Instituto Provincial y la Escuela Normal. Por la coincidencia recurrente de lugares y de una parte del cuerpo docente de ambos centros, sus historias se mezclan y no es casual, por tanto, que los documentos archivados compartan los mismos legajos. Sobresale, entre los documentos conservados, un proyecto para la construcción de un edificio singular para albergar tanto al Instituto provincial como a la Escuela Normal. Ese primer proyecto

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La falta de documentación es la norma generalizada para otros aspectos de la enseñanza provincial, cuyas referencias deberían estar custodiadas en este archivo, pero las mudanzas, alguna inundación, la falta de espacio y un innegable abandono en determinadas épocas han conducido a una situación indeseable que impide reconstruir la historia escolar de la provincia. La primera sede de esta institución estuvo situada en el número cuatro del Paseo de la Independencia. De allí pasó a un conocido inmueble de La Placeta, de donde partió para ocupar la planta baja y el sótano de un edificio central de la Alameda Sundhein. Esas dependencias aún fueron conservadas en alquiler cuando, en la década de 1970, la Delegación Provincial se cambió a la antigua Escuela de Maestría Industrial, en la misma alameda. Una parte del archivo fue dejada en los sótanos de la sede anterior, sufriendo inundaciones y ataques de roedores e insectos que la hicieron inservible. El resto ocupó un cuarto, amplio pero insuficiente, de la nueva sede, pero fue desapareciendo poco a poco, a medida que aumentaba la cantidad de papel a guardar. El cambio a un nuevo edificio administrativo, hace pocos años, ha permitido dedicar un espacio específico a los archivos, que es, a todas luces, insuficiente y que ya se encuentra parcialmente saturado. La “Sección de Pasivos”, rica en documentos, se encuentra a la espera de una ordenación y catalogación con criterios archivísticos coherentes, que sólo sería posible con

la adscripción de personal especializado o con la transferencia de la documentación a entes específicamente dedicados a la custodia de documentación histórica.


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no realizado es de la década de 1860, pocos años después de que ambas instituciones comenzaran a funcionar, e incluye unos magníficos planos que dan cuenta de unas miras que se tornaron demasiado ambiciosas para la disponibilidad del momento. El Archivo General del Ministerio de Educación es ahora un archivo de tránsito, excepto para algunos fondos específicos de interés variado. La mayor parte de sus documentos históricos pasaron al Archivo General de la Administración, con el que comparte edificio en Alcalá de Henares. Para búsquedas documentales exhaustivas es imprescindible consultar sus inventarios, pero, en conjunto, queda en un segundo plano en la reconstrucción de la historia del Magisterio provincial. El Archivo General de la Administración Civil del Estado ha relevado al anterior, por tanto, en gran medida. Además de cerca de seiscientos expedientes personales del Magisterio onubense relativos a los procesos de depuración que trajo el franquismo tras el golpe de 1936, conserva documentos sobre los aspectos más variados de la vida educativa, tanto de cada provincia como del conjunto del Estado. Son interesantes, por ejemplo, las planificaciones anuales de la Inspección de Primera Enseñanza, que muestran la evolución del sistema escolar provincial. También son notables los expedientes de creación y construcción de centros docentes, entre otros muchos legajos y documentos de temática variadísima. Los Archivos Municipales conservan también una documentación de interés sobre el Magisterio local y sobre los centros de enseñanza (construcción, cesión de terrenos, convenios con organismos estatales y autonómicos responsables de la enseñanza pública, licencias y expedientes de centros privados, nombramientos y ceses de docentes, informes, etc.). A veces, como en el caso de Lepe, por ejemplo, se ha recuperado un fondo fotográfico muy interesante que ayuda a reconstruir la historia con una documentación gráfica muy relevante para el estudio de las condiciones de los centros docentes o para revelar la composición de los grupos escolares, entre otras evidencias.

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La catalogación de los archivos municipales de la provincia permite ahora un uso racional de sus fondos. En relación con nuestro tema de interés, además de las actas capitulares y otros documentos de los órganos de gobierno municipal, conviene revisar los documentos de la sección de Instrucción Pública o Educación y Cultura, con epígrafes específicos sobre Centros escolares, Juntas y Comisiones de Educación,

‡ Anuncio oficial de exámenes extraordinario en la Escuela Normal de Huelva, publicado en el Boletín Oficial de la Provincia (diciembre de 1920) [Archivo Histórico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Huelva]


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normalmente en el epígrafe de obras públicas o municipales, aunque no se puede descartar lo referido a obras particulares cuando existen o han existido escuelas privadas. A título de ejemplo, en el Archivo Municipal de Huelva existen algunos legajos específicos sobre obras en centros escolares, como el 654, el 661 y el 695. De ellos, el último corresponde a obras particulares, mientras que los otros dos se refieren a obras en centros de titularidad pública. Es interesante también, dentro de los archivos municipales, la consulta de las ordenanzas municipales por cuanto ofrecen aspectos de la organización de la vida local y, dentro de ella, del ámbito escolar. La correspondencia con órganos de la Administración educativa es también un yacimiento potencial de documentos de interés. Para épocas anteriores a la creación del Ministerio de Instrucción Pública (1900) y a la asunción de las responsabilidades salariales de los maestros por el segundo ministro (Álvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones), resulta de interés consultar los expedientes de personal, en los que pueden hallarse contratos de maestros que reflejan bien las condiciones de vida en sus estipulaciones particulares. En nuestro caso, el Archivo Histórico Provincial no ha recibido las transferencias de la Administración educativa autonómica, pero sí las de la prisión provincial, que lamentablemente constituyen una sección de interés para el estudio del Magisterio de determinadas épocas en las que las persecuciones y encarcelamientos constituyeron la forma de instituir una nueva realidad política y forzar una nueva educación. Sirve así este fondo para completar lo que guarda sobre el tema el Archivo General de la Administración y, subsidiariamente, los que conservan los expedientes personales de la época o informes específicos sobre el personal docente (archivos municipales y parroquiales). También es útil para el estudio de esos hechos el Archivo del Tribunal Territorial la Segunda Región Militar, que mantiene los papeles relativos a los juicios sumarísimos, sufridos por cerca de treinta maestros y maestras en la guerra civil y la posguerra inmediata. Una copia digital de estos documentos está ahora en poder del Archivo de la Diputación Provincial, a disposición de los investigadores, evitando así tramitar la consulta del archivo militar y sortear el desorden que lo ha caracterizado. Al estudio de estos avatares históricos contribuyen, además, los fondos de otros archivos nacionales (Guerra Civil, Presidencia del Gobierno, etc.).

El Archivo Diocesano tiene documentos muy relevantes para la historia del sistema escolar provincial, particularmente de la capital, sobre todo en lo referido a los centros escolares de las congregaciones religiosas y los desarrollados por la propia curia provincial. A él fue remitida gran parte de la documentación existente en el Archivo de la Archidiócesis de Sevilla cuando, en 1954, fue creada la diócesis onubense. Es muy irregular la situación de los archivos de los centros escolares, que constituyen lugares privilegiados para el análisis de los contextos de práctica profesional, pero cuyo grado de conservación ha sido inversamente proporcional a las necesidades de espacio generadas por el devenir de su historia. No obstante, algunos guardan un archivo interesante, a veces sin la organización deseable. Se encuentran en situación desconocida algunos archivos de asociaciones profesionales, más o menos recientes. Cuando se reestrenaba la democracia, desaparecieron súbitamente los de las agrupaciones propias del régimen franquista (el Servicio Español del Magisterio, la Asociación Católica de Maestros), al menos para la visión pública. En las antípodas ideológicas, otras sociedades profesionales, como el colectivo Aguza, que organizó las últimas Escuelas de Verano onubenses en la década de 1980, han distraído fondos documentales que explicarían una buena parte de las hazañas de aquella década en busca de propuestas escolares y educativas que sirvieran de alternativa a la nefasta herencia del régimen anterior. Se conservan –y sería recomendable garantizar su continuidad– los documentos de algunas asociaciones, como el Movimiento Cooperativo de Escuela Popular, tan activo en los años ochenta y noventa en nuestra provincia y hoy en decadencia por ausencia absoluta de un relevo generacional que debía ser inaplazable.

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Si las fuentes documentales son relevantes, los testimonios personales complementan aspectos que difícilmente aparecen en los legajos archivísticos. Salvo por algunos indicios, exclusivos de algunas épocas (la cruz al mérito docente, las notas favorables y desfavorables, los votos de gracia, los oficios laudatorios…), o por la huella documental de algunos episodios singulares, resulta imposible descubrir la calidad profesional de los docentes a la vista de los papeles guardados en sus expedientes profesionales, al contrario de lo que ocurre con los expedientes académicos, en los que de las calificaciones se puede deducir una mayor o menor dedicación al estudio.


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‡ El maestro Francisco Ramírez en la escuela de la Plaza de España, El Cerro del Andévalo. ca 1935 [Archivo particular]

Los métodos empleados, las relaciones con el alumnado o con los colegas, el talante profesional son aspectos que sólo los testimonios más directos pueden verificar. Por esa razón, aunque no tienen cabida en esta exposición, de objetivos bien distintos, merecen una mención específica en este epígrafe dedicado a las fuentes de información histórica sobre los docentes.


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F3 ‡ Primeras páginas del libro de toma de posesiones del profesorado de la Escuela Normal de Maestras de Huelva, iniciado en 1927 con la inauguración de la institución [Archivo Histórico de la Universidad de Huelva]

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Hace ya un tiempo, cuando se comenzaban a perfilar los actos de conmemoración del 150 aniversario de la Escuela Normal de Magisterio, los entonces responsables de la misma, el secretario José María Cuenca López y el decano José Manuel Coronel Llamas, comprendieron que el primer paso a dar en esta mirada atrás de la historia de la actual Facultad era irremediablemente la organización y descripción de su archivo, base que sustentaría el resto de las conmemoraciones aportando los necesarios datos objetivos de la historia de esta institución, la decana de la Universidad de Huelva, y por ello, la que cuenta con los fondos históricos más antiguos y ricos de la misma. De la misma manera, los fondos descritos facilitarán la investigación de cuantos acudan a conocer los inicios de la profesión magisterial en la provincia, los medios y procedimientos de enseñanza utilizados desde el siglo XIX, la evolución de los contenidos y, en definitiva, la historia de la propia profesión de Maestro y de sus protagonistas, alumnos y profesores que a lo largo de los años han pasado por sus aulas, no siempre tan preparadas y adecuadas como en la actualidad. 1

La Historia de la institución corre paralela a la de otras Escuelas Normales que ya a mediados del siglo XIX van poblando la geografía española. La Escuela Normal Elemental de Maestros de Huelva fue creada por Real Orden de 10 de agosto de 1859 con el título de Escuela Elemental de Maestros,

1 Texto de M. Dolores Lazo López y Luisa Borrallo Oliver (Archivo Municipal de Huelva)


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ubicándose en la planta alta de la casa de la calle Puerto que disfrutaba en alquiler la provincia. Su primer director fue el inspector de enseñanza Justo Garrido Monís. Son muchos los avatares por los que pasa la institución desde aquí hasta su consagración definitiva como centro universitario en el año 1970. Son constantes los cambios de sede, (calle General Bernal, calle Alcalde Mora Claros, Avenida de Italia...), la nomenclatura (Escuela Elemental de Maestros, Escuela Normal de Maestros, Escuela Normal de Maestras, Escuela Normal Superior de Maestros, Escuela Normal de Magisterio Primario, Escuela Normal del Magisterio “Manuel Siurot”, Escuela Normal del Magisterio “Isabel la Católica”, Escuela Universitaria del Profesorado de E.G.B) y la composición de su alumnado (masculino, femenino, mixto). El fondo documental de la Escuela de Magisterio de Huelva ha sido conservado en las diferentes sedes de la misma desde su creación hasta su ubicación actual en la Facultad de Ciencias de la Educación. La fórmula elegida para proceder a la organización y catalogación del mismo ha sido la firma en enero de 2007 de un Convenio de colaboración entre la Universidad de Huelva y el Excmo. Ayuntamiento de Huelva, bajo la dirección y supervisión de los técnicos del Archivo Municipal de Huelva y cuya culminación sería la realización de una exposición documental que mostrase de forma sintética los fondos más interesantes del dicho Archivo, junto a otros que lo complementan.

Empezar diciendo que se ha perdido una parte de la documentación no es nada nuevo en un archivo. Los sucesivos traslados y el desinterés por los “papeles antiguos” han ido haciendo su tarea, de manera que ha habido una selección arbitraria que nos ha dejado algunas series documentales importantes mermadas de contenido, en concreto la serie de Gobierno, cuyas Actas de Sesiones de la Junta es de las series documentales con más lagunas. Queda en alguna manera compensado este déficit con la serie de Correspondencia, prácticamente completa desde 1920. Sin lugar a dudas, las series documentales mejor conservadas son los expedientes de alumnos y de profesores. Desde el mismo año de la apertura de la escuela se conservan, permitiéndonos saber las identidades, procedencia y otras circunstancias de los alumnos matriculados. Gracias a estos documentos podemos saber que en ella se han matriculado un total aproximado de 28.000 alumnos y 230 profesores han impartido su docencia en sus 150 años de existencia. A medida que íbamos conociendo los documentos y las series, se nos iban ocurriendo algunos temas o líneas de investigación en la que la contribución de estos documentos puede ser importante. Evidentemente, en la línea biográfica de personajes onubenses hallamos importante información en los expedientes de eminentes personajes como José Oliva; Manuel Bernabé Flores, el profesor que nos enseñaba Matemáticas desde

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Archivo Histórico de la Facultad Ciencias de la Educación la Universidad de Huelva


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la televisión de los años 60; Francisco Canterla, maestro, licenciado e hispanista; Manuel Lazo Real, maestro entregado a los niños pobres, fundador de las colonias de verano de Punta Umbría; o Diego Díaz Hierro, profesor de instituto y pionero en profundizar con planteamientos profesionales en la historia local; todos ellos, bien como alumnos o como docentes, dejaron su huella en los fondos de la Escuela. Temprana es también la aportación que los profesores de la Escuela Normal de Huelva y los profesionales que allí se formaron hacen a la investigación pedagógica y científica, materializada a través de diversas publicaciones especializadas en la materia. La prensa educativa surge en Huelva en los últimos años del Sexenio Revolucionario con La Vindicación del Magisterio (1873-1874)2. Le siguen otros títulos como El Magisterio Onubense, La Enseñanza, Educación Popular, El Boletín de las Escuelas, Cada maestrillo..., La Nueva Escuela. La mayoría de estas publicaciones servían para difundir cualquier tema referido al Magisterio, informaban de cuestiones educativas y culturales y ponían de manifiesto la penuria económica en la que se encontraban estas primeras generaciones de maestros y maestras. También en el área pedagógica, los documentos evidencian los recursos, métodos y procedimientos, al igual que materias y contenidos de cada época, posibilitando el estudio de su evolución. Estas materias sufrían las consiguientes modificaciones cuando se dirigían al sexo femenino, incluyendo contenidos relacionados precisamente con esa condición. Los materiales que aparecen van desde las preciosas plantillas de caligrafía, hasta la solicitud de un cinematógrafo como recurso didáctico para los alumnos. Honda huella dejan en la Escuela las consecuencias de la Guerra Civil y las reformas pedagógicas de la Segunda República dan paso a una involución de planteamientos y contenidos, además de las duras represalias a docentes de la propia escuela y a maestros, que se tradujeron desde sanciones y retirada temporal del ejercicio hasta la muerte ante un pelotón de fusilamiento. Otro aspecto no menos relevante sería el interesante estudio de las primeras mujeres profesionales de la provincia. No olvidemos que la Escuela se constituye en el primer centro

2 Díaz Domínguez, M.P.: Historia de la prensa escrita en Huelva: su primera etapa, 1810-1923. Ayuntamiento de Huelva, 2009, p. 207

de estudios profesionales a los que accede la mujer; maestras fueron las primeras mujeres que lograron espacios de independencia y de libertad a través del estudio, la formación y el ejercicio de una profesión. Y ya en los primeros años encontramos a las primeras alumnas: María de los Ángeles Carabaca Colli, Carlota Cabezas Monge y María del Pino Quintanilla Rodríguez, que se presentaron a la reválida en 1864. Hasta 1900 se habrían matriculado en la escuela al menos 26 alumnas, frente a 376 alumnos. Como decimos, quizás sería interesante conocer los orígenes, trayectorias y dificultades de estas animosas mujeres, provenientes de todas las comarcas de la provincia ¡a mediados del siglo XIX! Sus lugares de origen: La Sierra (Encinasola, Jabugo, Aroche, Castaño del Robledo), El Andévalo (El Cerro, Paymogo, Valverde), La Costa (Ayamonte), El Condado (Chucena, Rociana, Escacena, Niebla, Trigueros), el área metropolitana (Moguer), y la Cuenca Minera (Zalamea). Por último, también se presta este archivo al estudio puramente documental de algunas de sus piezas. Soportes, tintas, sellos, tipos documentales, merecen también nuestra atención. Entre ellos, además de algunos mencionados, resulta bien curioso el formato de las partidas de nacimiento de la época, anteriores al Registro Civil: se componían de la fe de vida del cura del pueblo en cuestión más un certificado notarial. De éste, a su vez, llamamos la atención en las filigranas identificativas en la firma de cada notario, anteriores a los sellos de tinta seca o tampón.

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Como se explica en otro apartado de esta publicación, la exposición documental se ve enriquecida con los aportes de otros archivos provinciales, a fin de plasmar los más amplios aspectos de la propia Escuela y de la educación que se gestaron en otras instituciones, o reflejo del influjo de ésta en la sociedad onubense. Nos referimos fundamentalmente a proyectos de edificios para escuelas, documentación hemerográfica y bibliográfica, fotografías... que completan y diversifican el material primigenio.

Es una satisfacción poder ofrecer el resultado de los trabajos de esta fructífera colaboración entre Ayuntamiento y Universidad. El Archivo queda así preparado para dotarlo de continuidad, verdadero sentido de la organización, de forma que se convierta en una herramienta útil en la gestión diaria de la Escuela. Y con el tiempo, esta documentación actual, administrativa, que hoy nos parece tan poco atractiva, tan sin importancia, pueda sorprender por su forma y contenido a los futuros onubenses que se acerquen a él.


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‡ Casa de los Trianes, en la calle Puerto, sede de la Escuela Normal de Huelva en su periodo fundacional (1850-1867) y en la etapa de su primera reapertura (1872-1874). [Acuarela de Alfonso Rodríguez Iglesias. Museo Pedagógico de la Universidad de Huelva]

Memoria de la provisionalidad

La historia institucional de la formación del Magisterio en Huelva es, básicamente, una historia de traslados y, por tanto, una memoria de la provisionalidad. Esta afirmación, que puede parecer exagerada y que coloca en segundo plano a la cuestión formativa y a sus protagonistas, empieza a ser comprendida bien cuando se cifra el número de mudanzas que afectó a la institución, tan elevado que requiere de sucesivas

revisiones de las notas tomadas, por la desconfianza de haber errado el cálculo, por demasía, en un primer repaso, ya que la suma de traslados conocidos alcanza un total de dieciocho. La continuidad es prácticamente imposible bajo esas condiciones de itinerancia, porque a la permanente provisionalidad de las dependencias hay que superponer las transiciones entre planes de estudio, que también han


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sido muchas (tal vez demasiadas) y las carencias materiales, derivadas de la precariedad económica de las instituciones provinciales –cuando eran éstas las responsables– y de la cicatería que las autoridades nacionales tuvieron con la educación durante buena parte de la historia que referimos. Fundaciones tardías, desapariciones transitorias, fusiones, separaciones y parquedad de medios constituyen, pues, otros tantos planos a intercalar en la intrahistoria institucional. Afortunadamente, el largo periodo de 150 años no sólo incluye esa retahíla de fugacidades improcedentes y ese transitar en busca de una identidad inalcanzable, sino también la luz de los últimos años, en los que logra, cuando menos, un alojamiento propio y estable y unas condiciones institucionales adecuadas, a la par que comienza a recuperar, aún con tibieza, cierta dignificación de los estudios de Magisterio, superada sólo por aquel ambicioso Plan Profesional que la guerra incivil de 1936 impidió desarrollar en toda su extensión. La historia de las Escuelas Normales de Huelva transcurre, además, con un paralelismo innegable con la del Instituto “La Rábida”, aunque no siempre con la deseada avenencia entre ambas instituciones. Las dos nacen en la misma época, con la mediación de sólo tres años, y ambas luchan durante gran parte de su devenir por lograr un espacio digno donde desarrollar las tareas formativas encargadas, lucha que a menudo ocasiona recelos, competencia y animadversión. Aunque las sedes del Instituto han sido seis, cinco de ellas estuvieron compartidas temporalmente con la Escuela Normal y en un par de casos, la instalación de uno de los dos centros supuso la paralización total del otro. Se justifica, por tanto, la denominación plural que hemos dado a las instituciones de formación del Magisterio onubense. Esa es, precisamente, la primera cualidad que las caracteriza, ya que obedece a una historia de discontinuidades, fusiones y separaciones sucesivas: una Escuela Normal única, pero masculina, nacida en 1859, que desaparece después durante unos años para reabrir tras el lapsus, que es posteriormente absorbida por el Instituto provincial, renace como Escuela Superior en 1914 para cambiar de estatuto unos días después, se ve acompañada con una nueva escuela específica para maestras en 1927, sigue con la primera unificación de ambas en 1931, desechada pocos años más tarde por mor de causas políticas, una nueva unificación… Conversiones y reconversiones que realzan o merman, con pasos opuestos, la consideración social y académica de sus estudios. Cambios, en fin, que obedecen a mudanzas políticas de ámbito general, incrementadas, en nuestro caso provincial, con una innegable desidia histórica.

Aquel desinterés de los gobernantes provinciales sobrepasa la indiferencia para entrar de lleno en la indolencia culpable. Así fuimos la última provincia en abrir la Escuela Normal que la ley obligaba, como volveríamos a ser la última circunscripción donde se abriera una Escuela Normal Femenina (1927), a pesar de que ahora era más fácil la fundación, dado que sólo exigía conceder al profesorado de la existente un breve complemento salarial y rentabilizar espacios y materiales. La historia de los recursos formativos es paralela a la de los edificios normalistas, al menos en cuanto a la precariedad. Las actas muestran machaconamente el desconsuelo de un profesorado incapaz de lograr las herramientas más básicas y el esfuerzo inútil del director por conseguir el aval económico del organismo provincial. Quizás influyeron los traslados en la carencia de recursos formativos, digna, en todo caso, de un estudio pormenorizado, aunque forzosamente débil por la escasez de documentos específicos.

‡ Edificio propiedad de Manuel Vázquez López, en la esquina de la calle Rábida con la carretera del Odiel, sede de la Escuela Normal entre 1888 y 1893 [Acuarela de Alfonso Rodríguez Iglesias. Museo Pedagógico de la Universidad de Huelva]


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Hemos recogido referencias de los edificios que sirvieron de sede a la Escuela de Magisterio que permiten reconstruir ese transitar continuo ya referido. En la primera sede de la Casa de los Trianes, situada en la calle del Puerto, estuvo, al menos, en dos épocas: la etapa fundacional (1859-1867) y los primeros años de reapertura (1872 a 1874) tras el primer cierre. El convento de La Merced acogió provisionalmente a la Escuela Normal en el curso 1874-1875, cuando la sede primigenia fue dedicada a albergar tropas. Después estuvo en el número 23 de la Vega Larga, una casa de dos plantas también alquilada por la Diputación. Un edificio más nuevo, en la esquina de la calle Rábida con la carretera del Odiel (actual avenida de Italia), acogió al Instituto en su planta baja y a la Escuela de Magisterio en la alta entre 1888 y 1893. Abandonado por presentar signos de deterioro, en ese año se produjo el traslado a la Casa de Turis, en la calle Hospital (hoy, Méndez Núñez), también acompañando al Instituto. Allí siguieron los estudios de Magisterio hasta 1914, año en el que se producen tres acontecimientos históricos: la reapertura de la Escuela Normal como institución superior, la restitución de los estudios de Magisterio, que estuvieron integrados en los Institutos provinciales entre 1901 y 1914, y la segregación espacial, con el traslado de la institución normalista a la Casa de los Garrocho, en la calle General Bernal (actual calle de la Fuente). En 1925 se produjo un nuevo traslado como consecuencia de la falta de acuerdo para reparar el edificio que ocupaba, en estado semirruinoso. El nuevo emplazamiento estaba en la calle Botica (Mora Claros), en una casa amplia de los hermanos García Morales. Esa nueva sede sufriría dos cierres forzados: el primero se produjo con la ocupación militar de Huelva en 1936, apropiándose de las instalaciones normalistas la Falange, que hasta entonces carecía de ubicación y de estructura orgánica en Huelva; el segundo tuvo lugar a comienzos de 1954, con la constitución del Obispado de Huelva, ubicado en el mismo edificio a falta de mejor opción, con el consiguiente traslado forzoso de la Escuela Normal. Se completaba así una metáfora sobre la primacía de los apoyos principales del régimen con respecto a la cuestión educativa, que, por dos veces, quedaba en segundo plano ante las necesidades más inmediatas de aquellos. Dos años después de alquilar el inmueble de la calle Botica, fue inaugurada la Escuela Normal Femenina, que ocupó el edificio de la calle Rábida que había sido abandonado en 1893. En 1954, ambas escuelas se trasladaron a las instalaciones del Instituto, que habían sido modificadas en su concepción

‡ Edificio del Instituto "La Rábida", que acogió a la Escuela Normal masculina entre 1954 y 1960 y a la femenina entre 1954 y 1958 [Acuarela de Alfonso Rodríguez Iglesias. Museo Pedagógico de la Universidad de Huelva]

inicial para albergar tanto a éste como a la Escuela Normal, pero que nunca había cumplido tal designio, primero por la negativa de Ricardo Terrades y después porque era más importante ceder terreno al sindicato estudiantil falangista y otras entidades de claro valor simbólico para la época y sus gobiernos. En el Instituto permanecieron las Escuelas Normales muy pocos años: en 1958, una vez construido el palacio episcopal de El Conquero, la Escuela Normal Femenina recuperó el edificio alquilado de la calle Botica; en 1960, la masculina fue trasladada a Villa Conchita, un chalé que había servido antes como sede al Colegio Menor “Santa María de la Rábida”. En enero de 1964, el derrumbe parcial de la techumbre de este edificio ocasionó un nuevo traslado de la Normal masculina, a la que el Colegio de la Asociación de Ferroviarios le cedió unas aulas para poder finalizar el curso. La Normal femenina, a los dos meses, tuvo que trasladarse, también con aulas prestadas, desde la calle Botica a las escuelas del cabezo de La Esperanza (grupo escolar “Agustín Moreno”), a donde también llegaría la masculina en septiembre del mismo año, tras su breve paso por el colegio de Ferroviarios. Ante esta situación insostenible, fueron instalados unos barracones prefabricados en el patio del colegio “Tartessos”, que albergaron a ambas escuelas hasta enero de 1972, cuando, por fin, se inauguró la primera sede propia en la avenida Cantero Cuadrado, estrenando también una denominación que declaraba el carácter universitario de los estudios. Por fin, en 1993, una vez adecuadas parcialmente las instalaciones


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‡ Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Huelva, sede actual de los estudios de Magisterio desde 2003 [Acuarela de Alfonso Rodríguez Iglesias. Museo Pedagógico de la Universidad de Huelva]

‡ Vista panorámica del antiguo "Hospital Lois" y sus alrededores, década de 1960. A la derecha dos edificios en construcción con destino a Escuela Normal. ‡ Izqda. Villa Conchita, chalet situado en El Conquero y que fue utilizado como sede del colegio menor "Santa María de la Rábida". Fue la sede de la Escuela Normal masculina entre 1960 y 1964. ‡ Dcha. Escuela Universitaria de Formación del Profesorado de Educación General Básica, en la calle Cantero Cuadrado, primera sede propia de la institución normalista (19722003). [Acuarelas de Alfonso Rodríguez Iglesias. Museo Pedagógico de la Universidad de Huelva]

del antiguo cuartel de infantería de El Carmen, se produjo el último traslado para dejar de ser Escuela Universitaria y convertirse en Facultad. A ese periplo incesante hay que añadir los proyectos infelices de edificios propios que nunca vieron la luz. El primero fue el diseñado en 1862, proyecto temprano que debía desarrollarse en una manzana contigua al mercado de El Carmen y que finalmente quedó archivado para comprar al marqués de Villfranca el edificio de La Merced, que debía sustituir al del proyecto frustrado. Hay otra propuesta de 1924, esta vez de origen municipal, para crear de un Palacio de la Enseñanza que albergara al Instituto, a la Escuela Normal y a la Escuela de Capataces de Minas. Contando ya con el terreno, en la parcela que ocuparía después el Colegio de la Asociación de Ferroviarios, fue desestimado el proyecto.

En 1933, con tiempos mejores para lo educativo, se pretendió atender de nuevo la necesidad de edificio propio, pero esta vez sería la guerra civil y la política inmediata las que dejaron la idea en el olvido. Mucho después, a finales de la década de 1950, se inició por fin la construcción de una Escuela Normal en las proximidades de la Residencia Sanitaria, pero la muerte accidental de un obrero dejó en suspenso las obras. Tras varios años, una parte del edificio fue finalizada, pero con destino a ambulatorio sanitario, y la otra fue demolida tras su declaración de estado ruinoso. Así transcurre, pues, la historia de la institución en lo que a sedes se refiere: una verdadera odisea, una larga peregrinación acompañada de una espera de más de ciento veinte años para poder disfrutar de casa propia.


Los Expedientes Académicos

la Facultad de ciencias de la educación de la universidad de huelva conserva gran parte de la historia académica de su alumnado. por razones obvias, es el archivo histórico de mayor envergadura y alcance de la joven universidad onubense. su ordenación reciente permite una mejor consulta que la realizada por los pocos investigadores que hemos empleado sus fondos con anterioridad. Faltan documentos importantes y el archivo muestra a las claras los altibajos asociados a épocas más conflictivas, de manera que los expedientes académicos constituyen la sección de mayor volumen. el número de expedientes incluidos en lo que podemos llamar “archivo histórico” asciende a más de veinte mil y ofrecen, en su conjunto, un retrato de la vida institucional en cada etapa de su larga historia. De ellos, los primeros 402 corresponden al alumnado del siglo XiX. los expedientes académicos son, desde una perspectiva biográfica, simétricos a los expedientes profesionales, porque ofrecen los pormenores de la formación previa a la iniciación profesional. cada expediente acumula una buena cantidad del antiguo papel de pagos al estado, empleado en el abono de tasas, cánones y derechos de examen. además de ese componente, insulso para la investigación de lo profesional, incorporan, indefectiblemente, la partida de nacimiento que

‡ expediente de gertrudis pérez espada (1866), una de las primeras mujeres que se examinaron de magisterio en huelva [archivo histórico de la Facultad de ciencias de la educación de la universidad de huelva]

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‡ Expedientes de algunas de las primeras mujeres que se examinaron de Magisterio en Huelva: Carlota Cabezas Monge (1864), María del Pino Quintanilla Rodríguez (1864), María de los Ángeles Carabaca Colli (1864) y María Salmerón Aguilera (1865) [Archivo Histórico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Huelva]

acreditaba tener edad suficiente para acceder a unos estudios que siempre tuvieron algún límite en ese sentido. Después vienen solicitudes de ingreso con documentación aneja (autorizaciones paternas, avales de conducta, informaciones parroquiales…). Entre ésta aparecen unos exámenes de ingreso, facilones a menudo, que otorgaban un acceso que el tiempo fue complicando. El estudio de esos documentos permitiría, desde luego, establecer patrones históricos en aquel procedimiento de entrada, así como determinar el valor de lo alcanzable en los grados educativos precedentes, cuya exigencia ha variado también con el tiempo, desde la simple escolaridad obligatoria hasta los niveles actuales. También hallamos a veces exámenes de reválida, trabajos académicos de caligrafía, documentos prácticos de gestión de escuelas y memorias de las prácticas de enseñanza. Como complemento, algunos expedientes incorporan papeles sobre eventos o circunstancias especiales y, en los más recientes, fotografías personales. A algunos de estos documentos dedicamos secciones específicas aquí y en la exposición. El certificado de calificaciones es, sin duda, el documento central de cada expediente y ofrece un resumen del paso de cada aspirante por su etapa formativa inicial. A menudo, la propia de la institución se acompaña de otras certificaciones de centros en los que el estudiante en cuestión hubiera

cursado estudios anteriores o algún curso de la carrera. Y en ocasiones, se duplica la certificación para planes de estudios diferentes. Así, sorprende, por ejemplo, la circunstancia de que algunos titulados repitiesen la carrera completa –salvando las convalidaciones procedentes– para adaptarse a un nuevo plan, particularmente al llamado Profesional, que daba a los egresados la garantía del puesto de trabajo. El documento más antiguo conservado en el conjunto de expedientes (1856) se halla en la carpeta de Rafael Aix Benítez, un estudiante procedente de Écija (Sevilla) que debió comenzar sus estudios necesariamente después. En relación con las mujeres, el documento más antiguo (1859) está en el expediente de María Salmerón Aguilera, candidata procedente de Almería, si bien su presentación en la Escuela Normal de Huelva es en 18651. Después, no hallamos documentos hasta 1862 (Juan de Dios Vital González, de Ribera del Fresno, Badajoz). El hecho de que sean muy escasos los papeles de esos primeros años delata la pérdida de una parte de la documentación original. Así, aparece acompañando al anterior en fecha uno contenido en el expediente de Felisa Parra Díaz (Encinasola) y, después, ya una colección más amplia 1 Hay que recordar que la primitiva Escuela Normal de Huelva era solamente masculina. Las primeras mujeres que aparecen lo hacen para realizar el examen de reválida, que le permitía obtener el título oficial de Maestra Elemental.


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‡ De arriba a abajo; Expediente Académico de Diego Díaz Hierro (1940), quien también cursó Magisterio en la Escuela Normal de Huelva, convirtiéndose en un conocido personaje de la sociedad onubense; Expediente Académico de Manuel Bernabé Flores ( 1929), maestro que sería muy conocido por sus programas de matemáticas en la Televisión Española; Expediente Académico de la maestra María Pajares Ojea (1925) [Archivo Histórico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Huelva]

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de papeles contenidos en las carpetas de Carlota Cabezas Monge (Chucena), María Ángeles Carabaca Colli (Rociana del Condado), Juan Antonio Fernández Núñez (Campofrío), José Estanislao Mendoza Marchante (Almonte), María del Amor Mora Gómez (Zalamea la Real), Manuel Moreno Cuadri (Trigueros), Cristóbal Moreno García (Huelva), Enrique Pablos Martín (Alájar), María del Pino Quintanilla Rodríguez (Niebla), Pedro Rofa Alcázar (Huelva), Joaquín Ruiz Barrientos (Corteconcepción), Rodrigo Urbano Cornejo (Zalamea la Real), Agustín de la Vega Vázquez (Huelva) y María Amparo Vélez Riveras (Valverde del Camino), todos ellos de 1864, cinco años después de la apertura de la Escuela Normal. Esta laguna documental de los comienzos de la Escuela Normal onubense nos ha de llevar, de nuevo, al Archivo Histórico de la Universidad de Sevilla, dado el control rectoral sobre toda la enseñanza impartida en el distrito universitario. En cualquier caso, una revisión de la nómina de aspirantes al Magisterio de aquella primera época nos sorprende por la proporción de mujeres que dan titularidad a los expedientes de esos primeros años de la institución, como se ha resaltado ya en otro lugar de este documento. La facilidad para obtener el título elemental en aquel momento y la instauración de la Normal onubense acortaron, sin duda, las dificultades. De hecho, bastaba con solicitar el examen de reválida para equipararse a quienes realizaban toda la estancia prescrita en la Escuela Normal. Y para optar a ese examen bastaba con acompañar la solicitud con los certificados de bautismo y de buena conducta y contar con veinte años de edad o con la dispensa rectoral correspondiente, amén de poseer algunos conocimientos básicos. A las casadas se les exigía, además, la autorización expresa del marido, signo de tiempos por fortuna caducados. La Escuela Normal es, de hecho, en sus primeros años, una academia que prepara para el examen de una reválida inevitable, cuya superación es el auténtico elemento válido para solicitar la emisión del título profesional. En el caso de las mujeres, el examen de reválida incluía lectura, realización de muestra de caligrafía de mayúsculas y minúsculas, escritura al dictado, dos problemas de aritmética y diversas labores manuales de costura, bordado, tapicería y primores. Para los hombres, sólo se complicaba ligeramente el examen de lectura, a cambio de su exención de las labores de costura y adorno.


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Los Formadores los expedientes académicos del alumnado de la escuela normal se complementan, desde una perspectiva archivística, con los referidos a sus formadores. el archivo histórico de la Facultad de ciencias de la educación conserva, en cinco cajas, 166 expedientes de profesores y profesoras, que ilustran tanto la amplia tipología histórica de puestos docentes (catedráticos, titulares, numerarios, ayudantes, auxiliares, asociados, adjuntos, provisionales, interinos, especiales) como la gama de asignaturas de los diferentes planes de estudio. De la misma forma, quedan representados todos los perfiles temporales posibles: desde las estancias más efímeras vinculadas a circunstancias excepcionales hasta periodos extensos de la historia institucional.


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Será esa fecha, por tanto, la que inicie la serie documental, con los expedientes de Rafael Repiso Borrero (profesor especial interino de Francés)1 y Antonio Segovia García (ayudante gratuito de Letras). Al año siguiente, la normalización institucional y la adaptación al nuevo plan de estudios acrecientan las incorporaciones: Lucas Benítez Cerezal (especial de Francés), Enrique Crespo Antón (interino de Educación Física), José Fernández de los Reyes (numerario de Historia), Fernando García García (auxiliar de Ciencias), Jesús González del Cid (especial de Religión), Manuel Lazo Martín (auxiliar de Ciencias), José Sánchez Campos (especial de Religión y Moral). Este ritmo decrecerá en los años siguientes, con la progresiva estabilización del nuevo claustro normalista. En 1916, por ejemplo, ya tienen expediente Manuel Colombo Bastier (auxiliar de Letras), Juan Domínguez Fernández (provisional de Geografía) y José Parrales Moreno (auxiliar de Música). En 1917 lo harán Francisco Díaz Llorda (Geografía), Juan García González (auxiliar de Ciencias), José Muñoz Blanco (adjunto de Religión), Felipe Romero Juan (numerario de Gramática) y el más conocido Ricardo Aldea Lafuente (numerario de Física, Química, Historia Natural y Agricultura), que permanecerá en Huelva hasta 1945. En 1918 ya sólo lo harán Juan Ramírez Infantes (interino de Ciencias) y Cipirano Santos Díaz Varela (numerario de Caligrafía). La revisión de las fechas de los expedientes aporta, sin embargo, datos provisionales e incompletos, porque estos legajos no incluyen toda la documentación que permitiría reconstruir las estancias de cada docente en la Normal onubense. El estudio requeriría las aportaciones de boletines oficiales y de 1 Las fechas que damos para los expedientes son las que figuran como extremas en los mismos, sin que eso signifique que sea en esa fecha cuando se inicie o finalice la actividad profesional o académica del titular del expediente.

otros documentos, como el único Libro de Tomas de Posesión de la Escuela Normal Femenina de Huelva (1948-1962) o las Actas de Posesión de 1957 que se conservan en nuestro archivo, además de nóminas de diferentes características y épocas. En todo caso, es preciso señalar que la fecha de cierre de la serie documental de expedientes de docentes es la de 1996, aunque el personal en activo no está incluido en esta sección histórica por razones obvias. Muchos de los nombres que aparecen en esta serie documental figuran también en la nómina docente del Instituto provincial, circunstancia que ha de ser considerada como normal a poco que se analicen las razones históricas de ambos centros y el carácter periférico de nuestra provincia. Por esa razón, el archivo del Instituto “La Rábida” se constituye ahora en una fuente auxiliar inevitable. Los expedientes de docentes de la Escuela Normal se acompañan de los correspondientes a maestras y maestros de la Escuela Graduada Aneja de Prácticas, considerados también como formadores en la clasificación archivística, puesto que ejercen como tutores de las prácticas de enseñanza, aunque esa función pudiera ser ejercida –y de lo hecho, lo ha sido siempre– por cualquier docente de la plantilla provincial. Del personal de la Escuela Aneja hallamos un total de 38 expedientes, guardados en una única caja, una serie a todas luces incompleta, puesto que abarca un periodo muy extenso (1915-1965) que no se corresponde, ni con mucho, con ese número de maestras y maestros en un centro particularmente dado a la movilidad. El más antiguo es el de Pedro Díaz Gutiérrez, de 1905, un expediente excepcional en cuanto a fecha, por la dependencia antedicha de la Normal respecto al Instituto. Tras éste, el de Juana Borrero Peral (19151916), el de Milciades Ruiz Sánchez (1916) y el de Rafael Sotomayor León (1917) establecen un claro paralelismo con las incorporaciones a la Escuela Normal a partir de 1914. Entre estos expedientes se encuentran los de algunos regentes y directores históricos de las escuelas de Prácticas, tanto masculina como femenina, como Martín Nogueras Villar (1922), Raimunda Gutiérrez Álvarez (1922-1926), Salvador Fernández Criado (1926), Emilia Fuguet Gonzálvez (19331935), Manuel Prieto Martín (1934) o Quintín Rubio García (1936-1941).

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Faltan, sin embargo, los expedientes más antiguos, que tienen su referencia en el Archivo Histórico de la Universidad de Sevilla. Los más lejanos que hallamos en Huelva son los correspondientes a una época que comienza en 1914, año en que los estudios de Magisterio vuelven a las Escuelas Normales, tras haber estado absorbidos por los Institutos Generales y Técnicos desde comienzos de siglo, por obra del conde de Romanones, segundo ministro del ramo. El profesorado que previamente ejercía en la Escuela Normal pasó a integrarse en el claustro del Instituto, logrando de nuevo la autonomía institucional en el verano de 1914.


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‡Alumnado de curso de perfeccionamiento en la Escuela Normal de Huelva, situada en la calle Botica (época Segunda República) [Archivo familiar de Eduardo Pérez Sánchez]

La vida académica La cotidianidad de la Escuela Normal debía repartirse entre clases y convivencias breves de pasillos, entradas y salidas. En épocas de mayor participación institucional, las reuniones de asociaciones, sindicatos o secciones estudiantiles de los principales partidos políticos completaban –y alteraban– la monotonía académica. La culminación sería la creación de la breve Universidad Popular por parte de los estudiantes de Magisterio en época republicana, a la que la dirección de la Escuela permitiría asentarse en sus propios locales.

Para el profesorado, además de la docencia, una tarea investigadora y de difusión, apenas incipiente y más pausada que la actual, se completaba con los desplazamientos necesarios para desdoblar su tarea en la escuela masculina y en la femenina, salvo en las mejores épocas, cuando el edificio permitía albergar a ambas secciones, aunque fuera en turnos diferentes.


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A esa vida académica dedicamos una parte de la exposición, concentrando algunos documentos en varias secciones: una miscelánea con apuntes variados, otra dedicada a los programas empleados por el profesorado para desarrollar sus materias curriculares, una tercera que muestra algunos de los manuales empleados como texto en las primeras épocas de la Escuela Normal; otra más para enseñar distintos tipos de trabajos académicos y, por último, la que expone memorias de prácticas, un elemento esencial para la comprensión del sistema escolar onubense.

Entre los que, siendo también singulares, son menos afortunados, incluimos la circular de Primo de Rivera que aprovecha la celebración del vigesimoquinto aniversario del reinado de Alfonso XIII para solicitar donaciones inexcusables para construir la Ciudad Universitaria de Madrid (1927), la correspondencia ministerial que acabó dividiendo la Escuela Normal en dos, cercenando la coeducación, y asignándoles los nombres de Manuel Siurot e Isabel la Católica (19491950) o el ruego de subvención para poder adquirir unos metros de película que dieran función al cinematógrafo Pathé comprado en los años veinte.

a) Miscelánea La vida académica apenas queda revelada tenuemente en los papeles que conserva el archivo normalista. Amén de lo perdido, que es mucho, hallamos documentos de entrada y salida en los que es preciso seleccionar aspectos relevantes que mudan la normalidad cotidiana y que suponen un paréntesis, no siempre feliz, de la actividad. Hemos recuperado algunos de esos documentos. De entre los ordinarios, se muestran algunas estadísticas de alumnado, que ofrecen una visión evolutiva, aunque parcial, del número de aspirantes a la profesión docente y de la marcha de la Escuela Normal. También se incluyen en este epígrafe la aprobación del reglamento del comedor de la Escuela Aneja Graduada Femenina (1955) o una convocatoria de exámenes extraordinarios en el Boletín Oficial de la Provincia (1920, una más). Entre los documentos más singulares y afortunados podemos incluir, por ejemplo, la correspondencia postal y telegráfica relacionada con el vuelo del Plus Ultra (1926), la llamada de atención de una ilusionada Unión Iberoamericana (1920) o la convocatoria del Congreso extraordinario de la Unión Federal de Estudiantes Hispanos (1931) para debatir la reforma educativa republicana en una etapa climácica de la participación democrática.

‡ Foto sup.: Convocatoria de Congreso Extraordinario de la UFEH para debatir la reforma educativa republicana (noviembre 1931). Foto inf.: Circular, telegrama e invitación para una participación ineludible en los actos conmemorativos del cumpleaños del rey Alfonso XIII y de sus bodas de plata en el trono (mayo 1927) [Archivo Histórico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Huelva]

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A menudo, una parte del profesorado ha compartido sus funciones en la Escuela Normal con otras (la Inspección de Primera Enseñanza, el Instituto, el púlpito, el bufete), lo que añadía cauces de intercambio que enriquecían la vida académica onubense. Aún más se producía este beneficio en épocas en que el profesorado normalista sobresalía por su actividad asociativa y política, participando de tenidas, tertulias o asambleas, cuando no de mítines, cargos y dignidades.


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‡ Dos programas de asignaturas de la Escuela Normal de Huelva [Archivo Histórico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Huelva]

b) Los programas formativos Entre la documentación del Archivo Histórico de la Facultad de Ciencias de la Educación se conserva un buen número de programas académicos correspondientes a las asignaturas del plan formativo del Magisterio. La propiedad de los ejemplares fue la Secretaría del centro, donde se conservaban a disposición del alumnado, informando de los temas que componían cada asignatura y, a la par, garantizando el contrato didáctico formalizado con la matrícula. Como la obligación del profesorado de rendir cuentas de su libertad de cátedra es ya antigua, estos programas conservados corresponden a épocas tan diversas que permiten concluir diferencias y evoluciones, o, al menos, ciertas hipótesis sobre el currículum normalista.

Sorprende que sea también antigua la eventualidad de que alguna editorial usurpe al profesorado la posibilidad de establecer, por sí mismo, la composición y la estructura de los contenidos académicos, ofreciéndole un programa prefabricado a cambio del uso de unos libros de texto que, en todo caso, acortan una visión más compleja de las disciplinas tratadas. Esta práctica es, por fortuna, minoritaria, pero existe. A menudo, cuando la libertad de cátedra ha sido mermada, el programa preimpreso no es más que la transcripción del anexo de una orden ministerial. En otros casos, no existe interés venal por la comercialización de manuales acordes con los programas, sino que son éstos mismos el objeto de venta editorial. Aparece en estos casos una falsa autoría de la propuesta, firmada siempre por “el profesor de la asignatura”. Además de los programas más personales, elaborados realmente por el profesor correspondiente de la Escuela, existe un nuevo tipo, consistente en la transcripción exacta, a mano o a máquina, de uno ofrecido por las editoriales comerciales o por la norma legislativa.

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Entre las curiosidades que muestran los programas, podemos citar la mutilación, con una simple tachadura en cruz, de los temas correspondientes a la asignatura de Doctrina Cristiana en un programa de Prácticas de Enseñanza. Aunque no tiene fecha, hay que suponer que, a poco de redactar el programa, vinieron tiempos más laicos que desplazaron las materias confesionales de las escuelas. Otra peculiaridad que se hace patente es la desaparición de una parte sensible de lo mejor


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Ese mismo aspecto se hace patente en asignaturas como Pedagogía, en las que cambia el tema sobre Educación Cívica que, por inercia, aún se colaba en el programa de octubre de 1936, por uno sobre Educación Patriótica (1942). Las diferencias quedan claras con la simple enumeración de los epígrafes que incluía el tema desaparecido, tan inconveniente para la nueva España: la formación del ciudadano, educación social, individuo y comunidad, la escuela como comunidad de trabajo, solidaridad humana y pacifismo. Desaparecen también, por ejemplo, un tema sobre la Educación Sexual, que deviene tabú por imperativo legal, y otro dedicado a la Educación integral y la Educación Popular. Y, para mayor revelación, la lección dedicada a la Disciplina Escolar desecha el estudio de las teorías que contravienen la idoneidad del castigo.

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Los programas académicos son, como se ve, una fuente relevante y fértil para el estudio del perfil profesional pretendido en cada momento, en cada plan de estudios, en cada etapa histórica.

c) Manuales para la formación del magisterio Los manuales empleados como textos para las asignaturas de los planes de estudio son la versión editorial desarrollada de los programas de éstas. Hay una consonancia elevada entre éstos y los índices de muchos manuales, porque ambos han obedecido tradicionalmente a dictados superiores, emanados de la legislación reguladora de los planes de estudio. En ocasiones, una mejor comprensión de la formación ha alentado la adquisición de obras más variadas que permitieran una visión más compleja del contenido disciplinar. Pero esto no siempre fue posible, a veces por mor de la economía y en otras ocasiones por culpa de la restricción de la libertad de cátedra, que dejaba poco margen a la variedad. La iniciativa de la Biblioteca de la Universidad de Huelva de digitalizar y poner en valor obras de su fondo antiguo, incluyéndolas en su repositorio digital “Arias Montano”, con acceso libre a través de Internet, permite a cualquier usuario visualizar una buena muestra de los libros que constituyeron elementos centrales en la formación de maestras y maestros en nuestra provincia y que forman, en su conjunto, la serie más completa del siglo XIX en la biblioteca de la onubense. Hemos querido, a pesar de esa accesibilidad que concede la tecnología, traer algunos ejemplares históricos de esa bibliografía formativa, testigos del pasado más remoto de la Escuela Normal onubense y muestras singulares de la pedagogía de la época.

‡ Algunos libros de formación del Magisterio editados en distintas épocas [Museo Pedagógico de la Universidad de Huelva]

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de la Historia de la Pedagogía por decreto de la dictadura. Así queda eliminada toda propuesta contemporánea, sea autónoma o importada, y mueren para la historia los Cossío, Giner, Ferrer y tantos que construyeron alternativas a la tradición más anquilosada. Para compensar la amputación, se incide con exceso en el producto nacional más rancio. Cosas de un régimen que convirtió la Historia en una Historia y educación patriótica (1942), loa de cruzadas y alzamientos y puntal formativo para el sostenimiento del sistema.


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Una de las obras más antiguas que conservamos es el “Curso normal para maestros de primeras letras o Preceptos de Educación Física, Moral e Intelectual, con aplicación a las escuelas de Primera Enseñanza”, escrito por Joseph Marie, barón de Gerando. El “Diccionario de Educación y Métodos de Enseñanza” de Mariano Carderera es un referente esencial en la literatura formativa del siglo XIX. Está formada por cuatro volúmenes con más de dos mil seiscientas páginas y fue publicado en 1854. Se puede considerar como la obra de referencia más ambiciosa de su época en materia de educación. El diccionario se complementa con el manual titulado “Principios de Educación y Métodos de Enseñanza”, de 1865, que sirvió de libro de texto en las Escuelas Normales.

También son de Mariano Carderera los “Apuntes sobre la educación elemental del sordomudo, destinados a los maestros de Primera Enseñanza, a los párrocos y a los padres de familia”, una obra señera dentro del campo específico de la Educación Especial, que vio la luz en 1859. La colección específica de la Biblioteca Universitaria de este autor se completa con su libro sobre “La Pedagogía en la Exposición Universal de Londres de 1862”, publicada al año siguiente. El “Sistema Universal de Enseñanza, o sean Principios sencillos e invariables para dirigir una escuela con orden y positivos adelantos” es una obra de Valentín Zabala y Argote y Julián López Catalán con la que pretendían seguir la tendencia de su época (1860) de hallar fundamentos invariantes, de carácter axiomático, que pudieran ser aplicados en cualquier lugar y ocasión para desarrollar la tarea educativa. Se trata de una obrita publicada en Zaragoza, donde ejercían sus autores y donde uno de ellos protagonizaba una experiencia pedagógica que alcanzó fama internacional. Además, López Catalán sobresaldría por sus contribuciones a la expansión de la enseñanza de párvulos en España, mientras que Zabala lo haría por ser el fundador, en 1854, de un periódico profesional (El Instructor) que se decía decano de la prensa pedagógica española y que se fusionó con El Crítico para convertirse en el órgano oficial del distrito universitario aragonés. Una obra de especial interés es “Nociones de educación y sistemas de métodos de enseñanza para las maestras de instrucción primaria elementales y superiores”, de Antonio Rius y Alió, publicada en 1863 y autorizada como texto para la formación de maestras al año siguiente. Teniendo en cuenta que la Escuela Normal de Maestras Central del Reino abrió sus puertas en marzo de 1858, la obra se encuentra entre las pioneras en ese ámbito diferencial. Pero estas son sólo algunas de las expuestas, que no caben en su totalidad en estos comentarios breves, de la misma forma que las que se muestran son sólo una selección limitada del repertorio específico de la Biblioteca Universitaria, que ha de verse ampliado con los que va adquiriendo el Museo Pedagógico de la Universidad para ofrecer una visión aún más amplia del tema.

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Los estudios y trabajos académicos representan un detalle metodológico relevante que evidencia las exigencias curriculares de unos estudios determinados. Revelan, de hecho, lo que tiene importancia y lo que se convierte en núcleo central de la formación y, a partir de ahí, nos muestran la consideración que tiene, en ese momento, el perfil profesional real de los egresados.

Las hojas, sueltas por lo común, aparecen en los expedientes anteriores a 1900 y en los correspondientes a los primeros planes del siglo XX. También hallamos ejemplares sueltos, anónimos, de paternidad perdida en los trasiegos del archivo de un lugar a otro. En las colecciones más completas se alternan distintos tipos de pautas (Torio, Iturzaeta, Alberá Delgrás) y progresan los ejercicios desde la letra suelta hasta el mensaje textual más complejo.

¿Qué ha de saber un maestro o una maestra para el ejercicio de su profesión? Es evidente que la respuesta a esa cuestión, además de discutible, es evolutiva. Los sucesivos planes de estudio de Magisterio han sido analizados a menudo en función del peso de dos tipos de componentes básicos: el conocimiento de las materias y el conocimiento pedagógico o, si se quiere, psicopedagógico. El mayor peso de uno u otro elemento implica una configuración distinta del plan de estudios y obedece, normalmente, a mayores o menores exigencias formativas previas: en tiempos en que el nivel de acceso a la carrera es bajo desde el punto de vista cognoscitivo, las asignaturas de ésta han de ampliar y reforzar tales conocimientos disciplinares; por el contrario, cuando el nivel de acceso se eleva se hace menos necesaria la formación disciplinar y adquieren más relevancia las materias más profesionales, es decir, las psicopedagógicas. Para ejemplificar tal teoría, los trabajos académicos almacenados tienen una utilidad limitada, porque su prescripción no sólo depende de la relevancia de tal o cual materia, sino también –y sobre todo– de la metodología empleada por quien la imparte.

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Los trabajos conservados presentan, sin embargo, algunos rasgos que permiten consideraciones concluyentes. Así, la desaparición progresiva de la Caligrafía, por ejemplo, y de los trabajos derivados de cursarla es congruente con el declive de la importancia de lo formal en la lectoescritura. Eso no resta belleza al innumerable acopio de hojas pautadas, rellenas con inglesas, redondas, bastardillas, semigóticas y capitulares que a menudo repiten mensajes insulsos y a veces componen consignas propias de la materia: la pluma debe tomarse con los dos primeros dedos y descansar en el tercero...; la formación de las letras, así minúsculas como mayúsculas, procede de cuatro radicales…

‡ Trabajos de caligrafía realizados sobre plantillas impresas de distintos tipos (finales Siglo XIX, principios XX) [Archivo Histórico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Huelva]

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d) Los trabajos académicos


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Algo similar a lo sufrido por la Caligrafía ha sucedido con los documentos de Gestión de Escuelas que los aspirantes a maestros debían conocer bien y en los que debían entrenarse para adquirir una pericia que, en las abundantes escuelas unitarias, no podían adquirir por imitación. Aunque se nos antoja que esta pérdida es mayor que la caligráfica, las aplicaciones informáticas de gestión han sustituido parcialmente al maestro amanuense que reflejaba en documentos de puño y letra cuentas, presupuestos, recibos, inventarios, horarios, asistencia, servicios prestados, solicitudes…

‡ La normalización de los documentos de gestión escolar en las primeras décadas del siglo XX permitió su producción editorial y la especialización de algunas empresas tipográficas. La Escuela Normal incluyó estos impresos como recursos para la enseñanza de la gestión de escuelas a partir de 1910, aunque permaneció durante años la exigencia de que los estudiantes supieran redactarlos [Archivo Histórico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Huelva]

Hay un paso intermedio en esta historia de la documentación escolar: la aparición de los impresos, que se desarrollan, sobre todo, a partir de la aparición del Ministerio del ramo (1900), que acabará normalizando los trámites. Ya el maestro o la maestra no han de redactar el documento, sino cumplimentar la plantilla que le ofrecen o la que compra en casas comerciales que pronto se especializan en este tipo de papeles. En la década de 1910, la Escuela Normal modernizó su forma de enseñar la gestión escolar e incorporó estos impresos al material usual en las materias relacionadas, aunque persistió durante algún tiempo el aprendizaje y la práctica de las versiones primitivas de amanuense. También se ha conservado una buena cantidad de trabajos académicos de Dibujo, particularmente los de dibujo geométrico. Denotan a veces cierta permisividad en la calidad, propia de épocas en las que los recursos técnicos

‡ La relación entre el dibujo geométrico y los gráficos escolares queda patente en realizaciones como esta rosa de los vientos. De ahí que, en muchos casos, ambos tipos de trabajos fueran considerados conjuntamente y agrupados en un mismo cuadernillo por el alumnado de la Escuela Normal [Archivo Histórico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Huelva]

necesarios no estaban al alcance de todos y de una titulación que sólo emplea ese tipo de dibujos como elemento auxiliar o como aplicación de la Geometría y la Agrimensura. Además de las Memorias de Prácticas, que requieren un espacio singular, completan la colección expuesta de trabajos académicos los dedicados a gráficos de uso escolar y los trabajos de seminario. Unos y otros aparecen con menos frecuencia en los expedientes académicos, pero merecen una atención especial porque indican claramente la funcionalidad del aprendizaje inicial. Muy a menudo, algunos de los gráficos (particularmente, los cuadros sinópticos) quedaban incorporados a la documentación de gestión que los estudiantes entrenaban en las aulas de la Normal. En otras ocasiones, se hallan agrupados de manera más homogénea, en un cuadernillo específico que indica el carácter instrumental de la formación inicial, una formación orientada al ejercicio profesional y, como tal, teñida a menudo de los aspectos técnicos más elementales. Encontramos así, además de los socorridos cuadros sinópticos de llaves jerarquizadas, alguna imagen idealizada del sistema solar, la representación plana del horizonte percibido desde la azotea de la Escuela Normal, mapas o algún modelo dibujado para simbolizar la composición de las capas del planeta. El Trabajo de Seminario constituye una especie de asignatura optativa consistente la realización de una monografía, elegida por el estudiante de entre una oferta más o menos amplia y tutelada por el profesor o profesora de la asignatura mejor vinculada a la temática específica del trabajo. Este tipo de trabajos pretende incorporar a la formación inicial un elemento “a la carta” acorde con los intereses de cada estudiante. En cierto modo, los trabajos de seminario constituyen el primer antecedente de la “libre configuración” actual. Aunque el número de los que se conservan es muy limitado, constituyen un elemento de elevado interés dentro del conjunto de trabajos académicos.


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El empleo de trabajos académicos como fuente de datos tiene el inconveniente de que, con cierta frecuencia, el autor del trabajo se exprese en los términos más convenientes para lograr el objetivo de una calificación positiva. Sin embargo, tomando las cautelas necesarias, algunos trabajos nos permiten conocer las realidades descritas con un nivel de detalle que no ofrecen otras fuentes y sustituyen a documentos no conservados. Este es el caso de las Memorias de Prácticas de Enseñanza, un documento académico obligatorio que informa sobre el desarrollo de las prácticas docentes del alumnado de las Escuelas Normales y, actualmente, de las Facultades de Educación. Las Memorias de Prácticas no han sido conservadas en todas las épocas, a pesar de su conveniencia. Sólo en determinados planes de estudio han alcanzado las prácticas un valor tan determinante en la carrera como para preservar los informes dentro de los expedientes personales, al mismo nivel que otros trabajos académicos o los exámenes de acceso y reválida. En este sentido, es el plan de 1914, conocido como “Plan Bergamín” el que nos aporta mayores y mejores oportunidades. No es cierto que sea ese el plan que mejor valora esa etapa de noviciado docente que son las prácticas de enseñanza, pero sí el primero en elevar a cuatro años el periodo formativo y, con ese progreso, incrementar el tiempo y el valor de la experiencia directa en escenarios profesionales.

del mismo estudiante, de una escuela cuyo maestro o maestra accediera a tutelar su práctica, circunstancia que el peticionario debía acreditar con un escrito del maestro tutor. La Escuela Normal accedía normalmente en todos los casos. Muy a menudo, los dos periodos de prácticas eran realizados en la misma escuela. Eso nos obliga a tener cautela con el contenido de los documentos derivados de esa relación, aunque un examen superficial de los mismos nos permite establecer la hipótesis de que el alumnado prefería ajustarse a la realidad aunque eso le supusiera la búsqueda de una escuela alternativa para el año siguiente. Los ejemplares que se exponen han sido tomados al azar del conjunto de expedientes académicos de la época de vigencia del plan de estudios de 1914 (1914-1931), entendiendo que constituyen un ejemplo significativo del conjunto documental del que se extraen. Desde el punto de vista formal, es usual el formato cuarto apaisado (tal vez por indicación previa), con un número escaso de páginas, que se verá muy incrementado en planes de estudio posteriores y limitado de nuevo en los planes actuales. Los documentos constan de una portada y varias páginas para el cuerpo de texto, que está escrito a mano y a veces dividido en epígrafes.

Las prácticas de enseñanza, divididas a menudo en dos periodos, requerían del alumnado un estudio de las instalaciones escolares donde eran realizadas, así como de los sistemas organizativo y didáctico, además de describir la participación particular del estudiante en ese contexto. Con ello, los informes derivados de esas observaciones se constituyen en un elemento privilegiado de descripción de los espacios escolares y de los métodos docentes al uso. A menudo, el autor de las Memorias aprovecha la ocasión para incorporar sus opiniones personales sobre aspectos nucleares de la enseñanza, combinando ese elemento particular con la descripción del escenario y la narración de la actividad desarrollada. Los sistemas de adscripción del alumnado a centros de prácticas han variado a lo largo de la historia. El procedimiento que ha predominado ha consistido en la búsqueda, por parte

‡ Libro de registro de destinos de Prácticas de Enseñanza del alumnado de la Escuela Normal de Huelva (1919-1947). En sus páginas se consignan los nombres de los estudiantes, los destinos de prácticas solicitados, los nombres de los maestros y maestras que regentan esas escuelas y la concesión de autorización para realizar el Practicum en las mismas [Archivo Histórico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Huelva]

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e) Las Memorias de Prácticas como fuente para la historia escolar


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‡ Colegio San Casiano (Huelva): interior de un aula de enseñanza primaria [Postal de época]

Los edificios escolares

‡ Hall del colegio de la Asociación de Ferroviarios [Archivo Histórico Provincial de Huelva]

La mayoría de los archivos relacionados con la historia del Magisterio conservan planos de edificios escolares, particularmente los Archivos Municipales, el Archivo General de la Administración (Alcalá de Henares) y, para las últimas décadas, el Archivo de la Delegación Provincial de la Consejería de Educación. El análisis de los planos y de las memorias técnicas que suelen acompañarlos permite el estudio evolutivo de las construcciones escolares, así como el análisis de los espacios educativos y del mobiliario al uso en cada momento.


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Evidentemente, es posible estudiar a través de ellos aspectos como la ratio, la aplicación de normativas sobre iluminación, orientación, los servicios complementarios (cantinas, comedores, roperos), el espacio medio por alumno en el aula y en el patio de recreo, la accesibilidad, el mobiliario de dotación, la incidencia de normas sobre coeducación o separación de sexos, así como cuestiones evolutivas y comparativas sobre las tipologías constructivas y los materiales empleados. De ese análisis se deducen también distintos aspectos sobre los modelos didácticos vigentes, las metodologías subyacentes y las relaciones interpersonales, elementos muy vinculados a las propuestas de distribución de espacios en las escuelas. Si se piensa en diseños arquitectónicos ciertamente revolucionarios, como los que aportó el conocido como Plan de Urgencia para Andalucía, de comienzos de la década de 1970 y del que ya quedan pocos ejemplares en pie, se deduce fácilmente la relevancia dada al grupo, al ciclo, a la tutoría o a los laboratorios como elementos organizativos y didácticos básicos. Otra cosa es que las estructuras arquitectónicas derivadas de esas consideraciones privilegiadas lograsen la funcionalidad buscada, con un colectivo docente que se encontró súbitamente con un cambio radical en el sistema educativo y con una preparación a todas luces insuficiente, tan de urgencia como el mismo plan constructivo. De la misma forma que con las cuestiones citadas, del análisis de las construcciones se pueden obtener algunas conclusiones sobre ciertos aspectos de las condiciones laborales del Magisterio (como las viviendas para maestros y

‡ Recibidor del Colegio San José [Postal de época]

maestras), la distribución y agrupamiento del alumnado o los sistemas punitivos, entre otros aspectos. Así, por ejemplo, en los edificios escolares del siglo XIX es frecuente observar la existencia de un encierro claro y un encierro oscuro, espacios alejados del aula y ubicados al fondo del patio, que servían para castigar a los alumnos con conductas inapropiadas. En el primer caso, para castigos menores, el cuarto disponía de la luz que dejaba entrar un ventanuco; el segundo, para sanciones mayores, no disponía de esa ventaja. Los planos que se exponen son representativos de distintas épocas, partiendo de mediados del siglo XIX, y muestran algunos estadios evolutivos del espacio escolar en casos típicos. Es resaltable el paso de las escuelas unitarias aisladas a las primeras escuelas dobles, que agrupaban a dos unitarias destinadas respectivamente a niñas y niños, aunque con una separación tajante reflejada en los trazos del plano. De la misma forma, es reseñable la evolución de las escuelas unitarias a las graduadas, que constituyó una auténtica inflexión en la organización escolar.

‡ Edificio escolar de la calle San José de Huelva. Inicialmente, albergó dos escuelas unitarias (de niños y niñas) y las viviendas para el maestro y la maestra. En 1905 fue convertida en escuela graduada de cuatro unidades masculinas y otras tantas femeninas, tras una obra de reforma que eliminó las viviendas. Después, con la construcción de las Escuelas de La Esperanza, volvería a constituirse en grupo de unitarias.


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‡ Las escuelas de La Esperanza contaban con 8.412 metros cuadrados para patios y jardines. La foto muestra el jardín existente entre las fachadas principales de los edificios docentes [ Archivo Municipal de Huelva, fondo Roisin ]

La primera escuela graduada de Huelva

Aunque oficialmente fue el grupo escolar de la calle San José el que se convirtió en primera escuela graduada, aquel edificio había sido proyectado en 1900 para albergar dos escuelas unitarias, una masculina y otra femenina (en la planta baja), y viviendas para el maestro y la maestra (en la planta alta o principal). Su adaptación para escuela graduada en 1905 exigió el cambio de destino de la planta alta y la división de las aulas de la inferior, logrando tener así cuatro grados masculinos y otros tantos femeninos. El primer edificio proyectado específicamente como Escuela Graduada en la provincia fue el construido en el cabezo de La Esperanza, de Huelva, con denominación oficial dedicada al maestro Agustín Moreno Márquez.

El conjunto fue diseñado por el arquitecto Luis Mosteiro para un terreno de 9.194 metros cuadrados cedidos por la Riotinto Company1. Probablemente le ayudó en la formación del proyecto Rafael Altamira, director general de Primera Enseñanza, a quien el Ayuntamiento pidió colaboración. Del proyecto solicitó una copia Manuel Bartolomé Cossío para exponerla, como modelo de construcción escolar, en el Museo Pedagógico Nacional, del que era director. El proyecto

1 Los datos relativos a la Escuela Graduada “Agustín Moreno” están tomados de Romero Muñoz, A (1999), La pugna por el control y el desarrollo de la Escuela Primaria en Huelva en la crisis de la Restauración (Huelva, Diputación Provincial), y de Reyes Santana, M. y De Paz Sánchez, J. J. (2009), La represión del Magisterio republicano en la provincia de Huelva (Huelva, Diputación Provincial).


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‡ Fachada principal y lateral de los edificios docentes de las Escuelas Graduadas "Agustín Moreno" (1910), conocidas como Escuelas de La Esperanza por su situación en el cabezo de ese nombre [ Archivo General de la Administración, Alcalá de Henares ]

Los edificios que constituían la escuela tenían un total de 782 metros cuadrados de superficie, quedando los 8.412 restantes para jardines y patios de recreo. Eran, en total, cinco edificios. Dos de ellos, los mayores, formaban las escuelas masculina y femenina, respectivamente, con seis aulas cada uno, además de dos despachos, vestíbulo, almacén y dos roperos. Otros dos eran aseos situados en el patio, cerrando la U que formaba cada uno de los edificios docentes. El conjunto era simétrico, con las zonas de administración enfrentadas. El último edificio era una pequeña vivienda para el conserje a la entrada de la parcela. Antes de su inauguración, los conservadores del Ayuntamiento onubense ya proponían que el edificio fuese destinado a cuartel, tal vez temerosos de la competencia de la nueva escuela con los establecimientos confesionales que se habían instalado pocos años atrás en el centro de la capital. Si bien esa propuesta no tuvo éxito, los mismos concejales conservadores, ganadas las elecciones en 1913, destinaron las escuelas a albergar a los militares desplazados a Huelva para sofocar las huelgas mineras. En enero de 1914 se constató que una parte del material y del mobiliario de la escuela estaba destrozado como consecuencia de ello. Será en septiembre de 1914 cuando, por fin, se acometan las reparaciones necesarias y se abran las escuelas para el fin primitivo, trasladando a ellas la Escuela Graduada de Prácticas de la calle San José. No obstante, una parte de los edificios de La Esperanza seguían ocupados por militares, por familias necesitadas y por empleados municipales sin vivienda. Hasta 1916 no comenzó a solucionarse el problema, pero un nuevo ascenso de los conservadores a la Alcaldía supuso también el regreso de una propuesta de destino diferente al edificio escolar: cuartel u hospital. En 1917 aún seguían las escuelas sin funcionar como tales y una dura campaña política y mediática provocará, por fin, su reapertura en julio de ese año. Pero llegaron nuevas fuerzas militares para afrontar otra huelga minera y fueron de nuevo ocupadas hasta marzo de 1918. Tuvo que intervenir el Ministerio de Gobernación, a través de una Real Orden (22 de mayo, Gaceta de 6 de junio), para que la situación fuera regularizada. De nuevo, se habían producido destrozos e importantes pérdidas de materiales. En 1920, con una nueva

huelga, volvió a producirse una nueva ocupación militar. No será hasta el curso 1927-1928 cuando se completen los seis grados escolares proyectados inicialmente. Pero en 1936, con la sublevación militar y la ocupación de Huelva, de nuevo sirvieron los edificios de La Esperanza, durante varios años, como cuartel. Después, volvería a ser la sede de la Escuela Práctica Graduada y en 1964 albergó provisionalmente a la Escuela Normal, que compartía espacio con las unidades escolares propias. En 1969, los edificios que componían estas escuelas, muy afectados por el seísmo que afectó a la zona en febrero, tuvieron que ser demolidos. La importancia de esta escuela, que viene dada tanto por el hecho de ser la primera de este tipo en la provincia como por el innovador modelo constructivo, obliga a traerla a un primer plano en esta exposición sobre el Magisterio provincial. En ella ejercieron, además, maestras y maestros muy significados en la pedagogía y en la sociedad onubense, particularmente durante el periodo republicano, en el que coincidieron personajes como Manuel Pizán Mora, presidente de la comisión creadora de la Universidad Popular; Manuel Bernabé Flores, separado definitivamente del Magisterio y conocido después por sus programas de matemáticas en la televisión; Avelino Barrera López, maestro, abogado y vicepresidente del Ateneo Popular, asesinado el 19 de agosto de 1936; y Quintín Rubio García, el director de la escuela y presidente provincial de la Federación de Trabajadores de la Enseñanza (FETE), también asesinado el 26 de diciembre del mismo año.

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definitivo fue aprobado en octubre de 1910. Las obras comenzaron el 15 de agosto del año siguiente y finalizaron el 18 de octubre de 1912, con un coste de 135.383’12 pesetas (812 euros aproximadamente), a las que había que añadir 13.127 pesetas para equipamiento.


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Los expedientes profesionales

Nos hemos referido ya al archivo de la Delegación Provincial de la Consejería de Educación, a una parte de sus fondos y a su estado de conservación. Decíamos allí que lo más valioso de esa dependencia es lo referido a las carreras personales de maestras, maestros y profesorado de otros centros preuniversitarios. Toda esa información se halla contenida en varios miles de expedientes personales –llamados aquí profesionales para diferenciarlos de los académicos o de estudios– que desarrollan la vida laboral de los docentes en cuestión. Las carpetas individuales contienen, por lo general, una documentación abundante, resumida a veces en una o más hojas de servicios. Éstas han sido tradicionalmente la fórmula administrativa para poner al día la actividad desarrollada cada vez que se producía una inflexión de cierta relevancia en el devenir profesional (traslado, ascenso, cese, concesión de quinquenios o trienios, reconocimientos y premios…). En determinadas épocas, el llamado título administrativo incorporaba nuevas páginas y más pólizas, desarrollando lo que las hojas de servicios resumían: nombramientos, tomas de posesión y ceses en cada uno de los destinos, papeles que más usualmente aparecen sueltos en cada expediente. Las fichas empleadas por el personal de la delegación administrativa del ramo se conservan en algunos expedientes, dejando de nuevo constancia de destinos y cambios.

‡ Cubierta del expediente de la maestra Aurelia Garrido Garrido, que ejercía en una escuela de Moguer [ Archivo de la Delegación Provincial de la Consejería de Educación de Huelva ]

Además de los dichos, es inevitable encontrar la partida de nacimiento o el certificado literal de la misma, así como la copia legalizada del título académico, escrita literalmente por el interesado y a veces refrendada por algún funcionario. Es usual que incorpore también lo relacionado con el proceso de jubilación y todos sus trámites. Queda constancia asimismo de peticiones y concesiones –o denegaciones–, solicitudes de traslados, bajas y altas médicas y otros trámites. En un número significativo de ellos hallamos copias de informes de inspección o de votos de gracia y oficios laudatorios, que certificaron el buen hacer de numerosos maestros y maestras y que en algunos casos más especiales se multiplican en la carrera.


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Hemos de confesar un interés personal, insatisfecho aún, por recuperar la historia particular de varios maestros y maestras de una misma época, como forma poliédrica de reconstruir el escenario educativo y social del momento. Este tipo de estudios, apenas introducido en el territorio académico nacional, han de constituir, seguramente, una fórmula de futuro: la exposición de vidas paralelas ya ha dejado frutos de interés en campos artísticos como la literatura o el cine.

Los papeles que conforman cada expediente debieron ser organizados, dentro de la carpeta, según la fecha del documento, desde atrás hacia delante, incorporando arriba lo más reciente. Pero esa organización primaria apenas deja ya un leve vestigio, tras el trasiego documental de consultas, carpetazos y almacenamiento. En el archivo de la Delegación Provincial de Educación es interesante la revisión de las dos caras de cada documento, porque la reutilización del papel es muy frecuente, sobre todo en épocas de carestía y escasez. De esta forma se obtienen hallazgos interesantes, particularmente en los reversos de las copias. A veces son textos incompletos por haber sido mutilado el original, dividiéndolo por mitades. Estas informaciones casuales se refieren habitualmente a etapas inmediatamente anteriores a la data del documento principal contenido en el anverso y ofrecen, como decíamos, elementos referidos a otras cuestiones e incluso a otras personas. La reiteración de los documentos contenidos en los expedientes recomienda una simple selección representativa para la exposición, tomada de unos pocos legajos y acompañada de algunos expedientes profesionales completos que ofrezcan una visión de conjunto. Evidentemente, la documentación de los expedientes profesionales permite inferir numerosos aspectos tanto de la vida personal de sus titulares como de la vida escolar, en general, de la época en que ejercieron. La conjunción de los expedientes académicos y los profesionales debería permitir, además, la reconstrucción, más o menos completa, de historias de vida, una modalidad de investigación que ha adquirido una singular relevancia en las últimas décadas, particularmente desde que Geertz multiplicara su producción intelectual y Paul Ricoeur emigrara a Chicago, recuperando los presupuestos de la antigua Escuela sociológica, que en las primeras décadas del siglo pasado centró el interés de la investigación en la singularidad, huyendo de abstracciones, y reconoció la relevancia de los protagonistas en la narración de la vida social.

‡ Expediente académico y expediente profesional de Serafín Moreno Márquez, maestro perteneciente a una saga de docentes del siglo XIX y principios del XX, de la que el más conocido fue su hermano Agustín [ Archivo Histórico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Huelva y Archivo de la Delegación Provincial de la Consejería de Educación en Huelva ]

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Aparecen a veces testigos de políticas educativas puntuales, como la concesión de puntos para concursos de traslado por haber participado en la Obra Pontificia de la Santa Infancia, cuestión que recogían tanto la Ley de Enseñanza Primaria de 1945 como el posterior Estatuto del Magisterio y de la que quedaba constancia múltiple, incluido el certificado del Secretariado Misional Diocesano, los de la Junta Local de Primera Enseñanza y el del director del centro correspondiente.


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Algunos elementos de la actividad p

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[La escuela por dentro, a la luz de inventarios, presupuestos y cuentas de gastos] El análisis de la cotidianidad profesional es tan complejo que difícilmente cabe en una muestra parcial de la historia del Magisterio. No existe, por tanto, interés reduccionista en la decisión de incorporar elementos vestigiales que los archivos conservan en relación con la actividad profesional y dejar otros aspectos fuera de la muestra. Se trata, simplemente, de un propósito testimonial que nos induce a traer aquí otros tipos de documentos, más interiores de las escuelas, cuya presencia archivística es a veces, como se verá, puramente casual.


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‡ 2. Modelo de horario escolar del año 1928, realizado por el alumno de Magisterio Francisco Jiménez [ Archivo Histórico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Huelva y Archivo de la Delegación Provincial de la Consejería de Educación en Huelva ]. ‡ 3. Partes mensuales de los planes didácticos, remitidos por la maestra Maravillas Llordén Fernández (Lepe) a Inspección de Enseñanza Primaria en 1956 [Archivo de la Delegación Provincial de la Consejería de Educación de Huelva]. ‡ 4. Equipamiento básico de una unidad escolar pública en el período de la Segunda República; apuntes con una lista de referencia para escuelas unitarias con capacidad para 48 alumnas o alumnos [ Archivo Histórico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Huelva ]. ‡ 5. Nombramiento administrativo de maestro auxiliar para la escuela de Cumbres Mayores (1906) [Archivo de la Delegación Provincial de la Consejería de Educación de Huelva]. ‡ 6. Presupuesto anual de escuela elaborado a partir de las partidas económicas asignadas en diferentes años (1940) [ Museo Pedagógico de la Universidad de Huelva]

ad profesional

Las mismas características tienen también los presupuestos y las cuentas de gastos. Son, como los inventarios, documentos anuales que anticipaban el destino de las subvenciones y justificaban después su inversión. También, como aquellos, han sobrevivido como consecuencia de la parquedad en medios, que los llevó a ser empleados para usos secundarios una vez cumplido su fin elemental. De hecho, los presupuestos formaron parte del mismo cuadernillo impreso que los inventarios escolares en ciertos periodos duraderos. Descubrimos con ellos las consignaciones económicas de cada época, sus variaciones y las partidas que acababan con ellas. Vemos también la duplicidad de presupuestos en los momentos en que las escuelas –y los maestros y maestras– tenían la función de atender a la cultura infantil en sesiones de mañana y tarde y, ya anochecido, a la de los adultos que buscaban una oportunidad no disfrutada. Como elementos curiosos, delatores de momentos y tendencias, han de estar presentes en esta exposición, aunque vienen también para recordar la relevancia de la organización archivística y la necesidad de una sensibilidad institucional con el futuro, que precisará de estos documentos para reconstruir, un día, este presente. Esa sensibilidad histórica asoma como una exigencia desde estos viejos papeles maltratados, sobreescritos y preservados sólo por la casualidad.

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Los inventarios que obligatoriamente tenían que presentar las escuelas con periodicidad anual permiten el estudio del ajuar escolar de cada época y su evolución a lo largo del tiempo. Además, ofrecen referencias precisas a los recursos didácticos disponibles y, particularmente, a los libros de texto y de lectura empleados, así como a los instrumentos de control de cada momento (registros de matrícula, registros de asistencia, libros de inspección, etc.). De la misma forma, es posible determinar la diversidad de símbolos religiosos y políticos presentes en las aulas en cada época, que eran incluidos en estos documentos de registro.

De los disponibles se pueden extraer fácilmente algunas conclusiones sobre los distintos aspectos citados. Pero, además de las relaciones de materiales que nos ofrecen directamente, también se deduce de ellos el estado de los enseres, así como el grado de mantenimiento y, a veces, se infiere la periodicidad en la reposición de estos elementos. También permiten realizar comparaciones entre distintas unidades escolares, estableciendo así el nivel de homogeneidad de las dotaciones en el territorio provincial. De la misma forma, es posible determinar la evolución del ajuar escolar básico y la asociación de esa composición a políticas educativas concretas o a momentos específicos de la historia.

Lamentablemente, los inventarios han tenido un carácter efímero y han servido solamente como justificación circunstancial ante la Inspección de Primera Enseñanza, por lo que no han sido conservados de forma sistemática, como hubiese sido deseable. En épocas de escasez de papel, las

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‡ 1. Inventario escolar de 1933 [ Museo Pedagógico de la Universidad de Huelva]

hojas de inventario fueron empleadas como carpetillas para expedientes personales y para otros usos similares. Muchos ejemplares fueron desechados a medida que los expedientes eran guardados en contenedores más apropiados o que el primero se hacía inservible por el manoseo. Ese doble uso es el que ha permitido la pervivencia de muchos de estos inventarios, que de otra forma hubiesen desaparecido para siempre.


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‡ Telegrama del rector de la Universidad de Sevilla solicitando informes de conducta del personal de la Escuela Normal de Huelva en relación con la sublevación militar de julio de 1936 [ Archivo Histórico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Huelva ]

Los márgenes del oficio: el magisterio perseguido Sería injusto referirse a la historia del Magisterio sin efectuar una parada forzosa en aquellos episodios represivos, los más lúgubres y dramáticos que ha vivido el colectivo docente en su amplia historia. La persecución de maestros deja evidencia de que el adelanto social que la educación es capaz de promover resulta inconveniente para ciertos sectores, que lo perciben como una amenaza a sus privilegios de clase. Aunque se han producido otras persecuciones históricas –siempre en etapas de regresión política y social–, será la orquestada por el régimen dictatorial impuesto por Franco la que establezca los valores más terribles. La perspectiva temporal nos permite ahora verla como propia del régimen terrorista que la promovió, como lo fueron las ejecutadas por las Juntas de Fe y las Juntas de Purificación de Fernando VII

en la década ominosa, la etapa de terror con la que finalizó su reinado, o la promovida desde el Vaticano en 1907 por Pío X, mediante decretos extremistas que hicieron renacer al Santo Oficio. Los sublevados de 1936 ya tenían definidos de antemano los objetivos de sembrar el terror y emprender acciones contra el Magisterio, bajo la creencia de que el colectivo docente había contribuido a una expansión de las ideologías izquierdistas y a la consolidación del régimen republicano. Cuando la Iglesia católica apoyó el golpe militar unió a esos fantasmas la culpabilidad por un anticlericalismo exacerbado, cuyo principal responsable real era, probablemente, el mismo clero, objeto de perdidos privilegios que la ciudadanía ni entendía ni compartía.


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La purga profesional se acompañó de asesinatos y persecuciones: bajo las armas levantiscas y con el odio de los secuaces del alzamiento, murieron veinte maestros y una maestra. Además, otros dos maestros onubenses fueron asesinados también fuera de su provincia. La persecución llevó a la prisión a otros muchos. De ellos, cerca de treinta fueron sometidos a consejos de guerra bajo las acusaciones de inducción o auxilio a la rebelión. Muchos fueron condenados a doce años de prisión, la pena impuesta con más frecuencia tras un procedimiento sumarísimo. No conformes con esta infamia, fueron organizados después nuevos procesos de depuración. Los nuevos gobernantes reconocían irregularidades en el primero, pero sospechaban también que no se había actuado de manera contundente ni se habían obtenido los resultados de crueldad esperados. Así, en septiembre del mismo año ya se organizaron unas Comisiones Gestoras de Primera Enseñanza, a propuesta del rector Mota Salado, designado por Queipo de Llano, para completar la labor depuradora. Las fases iniciales de purga ocasionaron, además de la pérdida del sector más progresista del Magisterio provincial, el cierre de muchas escuelas, hasta el punto de que, a falta de aspirantes, las nuevas autoridades tuvieron que readmitir provisionalmente a algunos de los expulsados en tanto resolvían su situación de manera ya definitiva en un tercer procedimiento depurador. Ese proceso definitivo se inició en diciembre de 1936, ya constituida la Comisión Depuradora Provincial del Magisterio, bajo la presidencia de Ricardo Terrades Pla y con la participación activa de las inspectoras Francisca Montilla Tirado y Beatriz Guillén Rodríguez, confabuladas contras sus colegas, el presidente de la Asociación Católica de Padres de Familia (el requeté Checa) y dos miembros aún

no identificados, aunque sí sospechados. Con la conchabanza irrenunciable de alcaldes, párrocos y derechistas significados de cada localidad, que emitían informes sobre cada maestro y cada maestra, y con la participación voluntaria de delatores, como el famoso Luis Calderón Tejero, redactaron pliegos de cargos y resoluciones que condenaron a 150 docentes a alguna de las penas impuestas por una legislación represiva e infame creada al efecto. En total, más de 800 imputaciones para 211 maestras y maestros, de los que 154 serían propuestos para sanción. Sólo cuatro de ellos se librarían finalmente del castigo. Los demás sufrieron 61 ceses definitivos, 71 separaciones temporales de duración variable y la consiguiente pérdida de haberes, 44 inhabilitaciones vitalicias para el ejercicio de cargos directivos, 37 traslados forzosos de localidad de destino, 5 expedientes de inhabilitación y 2 expedientes gubernativos, además de las postergaciones en el escalafón que acompañaban a algunas de esos castigos. Casi un tercio de una plantilla provincial de 496 docentes sufrió el rigor de la intolerancia y la violencia gratuita. Todos ellos habían cumplido con la legislación vigente. Ese fue su principal delito. Al igual que las maestras y los maestros en ejercicio, también fueron sometidos a depuración todos los aspirantes: los estudiantes de la Escuela Normal, los solicitantes de interinidad, los maestros en situación de excedencia, los cursillistas que esperaban entrar en la profesión y los llamados “alumnos-maestros”, que realizaban sus prácticas de enseñanza en el cuarto curso de su formación inicial, ya con el puesto de trabajo en sus manos. Los procesos de depuración incorporaron después un procedimiento de revisión que ha prolongado algunos casos hasta el final de la dictadura franquista. Así, el proceso más dilatado es el de Urbano Cortegano Gómez (Encinasola), que finalizó en 1971. Pero ese no es el único caso alargado en el tiempo: el expediente de de Manuel Gutiérrez Gascón (Paterna del Campo) fue cerrado en 1961; el de Juan Manuel Ponce Naranjo (Aroche) fue clausurado en 1964, como el de Salvador Castejón Jiménez (Isla Cristina); el de Valeriano Enríquez Enríquez (Isla Cristina) finalizó en 1968. Otros, como el de Manuel Fernández Marín (Santa Olalla del Cala), no pudieron ser terminados porque sobrevino antes la muerte que la justicia.

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Con esa culpabilidad ya decidida, maestras y maestros fueron objetos de iras y de crueles venganzas. A medida que las tropas iban conquistando pueblos y ciudades, los alcaldes recién designados, el gobernador, el rector de la Universidad de Sevilla o los mandos militares y paramilitares debían cesar a los maestros que no hubiesen apoyado el golpe o que se hubiesen significado en su contra. En Huelva, ese primer proceso depurador se produjo en los últimos días de Agosto de 1936. En sólo dos días fue ventilado el asunto, que se completó después, jornada a jornada, en las localidades que iban siendo ocupadas con posterioridad a esa fecha. En total, 142 maestros y maestras fueron cesados antes de comenzar el curso escolar.


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Estudios e investigaciones sobre la enseñanza y el magisterio en Huelva Existen pocos estudios sobre la evolución de la enseñanza en la provincia de Huelva y no todos ellos son el fruto de investigaciones rigurosas y exhaustivas, aunque, cada vez más, el escenario universitario garantiza la calidad investigadora y el rigor científico en los estudios académicos. No todos los existentes sobre esta temática proceden de ese ámbito académico y, tanto por esta razón como por otras concomitantes, se produce una amplia diversidad en esa limitada cantidad de publicaciones sobre temática históricoeducativa. El primer documento que debemos citar es, sin duda, el Diccionario Geográfico y Estadístico de Pascual Madoz, que, sin pertenecer al género que comentamos, reseña los establecimientos docentes y ofrece estadísticas sobre escolaridad, convirtiéndose así en una fuente irreemplazable para conocer la realidad educativa provincial y local en el siglo XIX. Existe una versión compilada de las voces referidas a la provincia de Huelva y editada por la Diputación Provincial, que es útil para la consulta de aquellos datos tan importantes.


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En tiempos ya recientes, el motivo de estudio más abundante de la pedagogía onubense es precisamente la controvertida figura de Manuel Siurot Rodríguez, vista desde una perspectiva meramente apologética en algunos de los libros que se le dedican, particularmente en el de Monge Bernal de 1942 (Siurot: el ambiente, el hombre, la obra; Cádiz: Establecimientos Cerón) o en el de De La Corte, publicado en 1966. Con posterioridad, Baldomero Rodríguez Carrasco publicó en 1976 una nueva obra sobre el personaje (Manuel Siurot: la opción cristiana en su actividad educativa; Huelva: Instituto de Estudios Onubenses), si bien son las siete obras escritas o coordinadas por Luis Llerena Baizán las que presentan una base documental más sólida, por proceder del ámbito académico, particularmente la derivada más directamente de su tesis doctoral (Las escuelas de Siurot: un modelo de renovación pedagógica). En todos estos estudios existe, sin embargo, una clara evitación del análisis riguroso

de los procesos históricos de implantación de las escuelas católicas fundadas por el arcipreste Manuel González García y regentadas por Siurot por encargo de aquél, eludiendo así los pormenores estratégicos empleados en esa expansión, que ponen en entredicho la nobleza del proceso. En el extremo opuesto desde el punto de vista cuantitativo, se produce un tratamiento meramente tangencial del tema escolar y de sus personajes en algunas aportaciones de historiadores como Lara Ródenas, Peña Guerrero o González Cruz, que incluyen referencias, más o menos directas y extensas, sobre cuestiones educativas y escolares de la provincia de Huelva en obras de mayor amplitud temática. Estas contribuciones no son, por tanto, estudios específicos sobre la realidad escolar o sobre el profesorado, pero ofrecen una visión del estado de la enseñanza en épocas anteriores a la implantación del sistema escolar generalizado. Así, merecen ser citados por su relación con el tema educativo, el libro de Lara Ródenas titulado “Estructura social y modelos culturales durante el Antiguo Régimen: Huelva, 16001700” (Ediciones de la Posada, Córdoba, 2000) o su artículo “El niño abandonado en la Huelva del siglo XVII: una visión de conjunto” (Huelva en su Historia, número 6, 1997), que considera algunos aspectos de la vida y la educación infantil. En ese mismo apartado, el libro de María Antonia Peña Guerrero titulado “Clientelismo político y poderes periféricos durante la Restauración: Huelva, 1874-1923” (Universidad de Huelva, 1998) plantea algunas cuestiones con incidencia específica en el desarrollo escolar de la provincia y refiere hechos relacionados con personajes que sobresalieron en el ámbito de la enseñanza, como lo hacen también, aunque brevemente, otras publicaciones de la autora (“La provincia de Huelva en los siglos XIX y XX”, Diputación Provincial, 1995; “El tiempo y las fuentes de su memoria: Historia moderna y contemporánea de la provincia de Huelva”, Diputación Provincial, 1995). Más específico es el libro de David González Cruz sobre “Familia y educación en la Huelva del siglo XVIII” (Universidad de Huelva, 1998). Ya dentro de las aportaciones más centradas en la educación formal y realizadas dentro del campo académico específico, Sebastián González Losada ha estudiado la evolución de la enseñanza primaria en Huelva en la segunda mitad del siglo XIX, tomando como punto de partida la ampliación y estabilización del sistema escolar como consecuencia de la promulgación de la conocida Ley Moyano (1857). Sus obras “El currículum oficial y sus primeros momentos en Huelva durante el siglo XIX” (Universidad de Huelva, 2000)

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Sin embargo, serán los reportajes realizados por el parlamentario y periodista Luis Bello en sus Viajes por las escuelas de España, realizados en la década de 1920, los que retraten mejor la realidad escolar de cada pueblo, porque incorpora un juicio cualitativo, dejando como marginal la cuestión cuantitativa. Esta amplísima serie de artículos fue publicada en el periódico madrileño El Sol, con la intención de hacer valer la experiencia viajera de su autor para reclamar mejores escuelas para el país y un sistema público que sólo coyunturalmente debía aceptar la contribución privada: “Mi posición es firme. No he pedido que cierren esas escuelas ni que las sustituyan por otras, sino que el Estado español tenga escuelas, buenas escuelas, suyas, en todas partes. Mi ideal es que no haya otras, ni confesionales ni no confesionales; que esta parte confesional quede para los hogares y las iglesias; y la escuela pública del Estado, capaz para todos, libre, técnicamente perfecta, eduque por igual a ricos y pobres. Como estamos lejos de ese ideal, acepto las colaboraciones, lamentando su forzosa necesidad”. Así se pronunciaba Luis Bello el 21 de octubre de 1927 en el periódico que dio acogida a sus descripciones. Lo cierto es que narra después, día a día, las impresiones que le producen los establecimientos escolares y los propios docentes, dignos de sus alabanzas en muchos casos, tanto por el quehacer singular de unos como por la dignidad de todos, con la superación cotidiana de las limitaciones propias de un sistema escolar muy deficitario. Así va refiriendo la realidad de las escuelas de nuestra provincia, recorridas en dos viajes, provocando alguna irritación en relación con las escuelas regidas por Siurot en la capital, a quien critica con cierta vehemencia.


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y Maestros, alumnos y escuelas en Huelva (1857-1900) (Diputación Provincial, 1999) recogen con detalle el estado de las escuelas onubenses y realizan un análisis pormenorizado de quienes componían la plantilla docente local de la época, incluyendo referencias a los exámenes de inspección de los establecimientos docentes, que evidencian la cualificación didáctica de los mismos. La visión de esa etapa histórica se completa con un artículo de Francisco de Dios Martín, titulado “La escuela en la Huelva de la segunda mitad del siglo XIX: estudio analítico de la Primera Enseñanza” y publicado en el número 13 de la revista Espacio y Tiempo (1999). Antonio Romero Muñoz planteó en su tesis doctoral un estudio crítico de la enseñanza en la capital onubense durante la crisis de la Restauración monárquica (1900-1923), apuntando específicamente a la lucha entre distintos sectores sociales por la supremacía educativa y el control de los centros docentes y sus áreas de influencia en Huelva. Su trabajo, que muestra de forma clara la evolución de la escolaridad en la capital onubense durante ese periodo, quedó resumido en una obra publicada por la Diputación Provincial en 1999 y titulada “La pugna por el control y el desarrollo de la Escuela Primaria en Huelva en la crisis de la Restauración”. En ésta sí se recogen algunos aspectos polémicos del proceso de expansión de las escuelas confesionales en la capital onubense y el encono conservador por evitar un proceso similar para la escuela pública, condicionando, e incluso determinando, la configuración del mapa escolar de Huelva, que adopta una estructura que aún pervive hoy. Consuelo Domínguez Domínguez estudió, también en su trabajo doctoral, las características de la enseñanza en la capital onubense durante el periodo histórico de la Segunda República, refiriéndose tanto a los aspectos generales de la educación republicana como a lo relativo específicamente a los distintos niveles educativos. Su trabajo fue recogido de forma sintética en la obra “La reforma educativa de la Segunda República: Huelva, 1931-1936” (Diputación Provincial, 1999). En ella analiza los distintos centros de enseñanza existentes en Huelva en la época, estableciendo la forma en que la legislación escolar republicana afectó a su evolución.

Estos estudios genéricos se complementan con varias aportaciones sobre centros docentes específicos. Hemos de citar en primer lugar las que ha publicado Sindo Froufe Quintas en distintas revistas sobre los orígenes y algunos periodos históricos de las Escuelas Normales de Huelva, contribuciones que deberían verse complementadas con un estudio más amplio de estas instituciones, que ahora cumplen, en su conjunto, ciento cincuenta años de presencia en la provincia. De ellas, resaltamos las tituladas “Orígenes de la Escuela Elemental de Maestros de Huelva”, publicada en la revista Espacio y Tiempo (número 3, 1989) y “La Escuela Normal de Maestros de Huelva de 1914 a 1916”, aparecida en el número 2 (1988) de la misma revista. También existen dos publicaciones específicas sobre otro centro de enseñanza bien conocido: el Instituto “La Rábida”. La primera es una recopilación documental titulada “Instituto de Segunda Enseñanza de la provincia de Huelva: primeros impresos 1856-1859”, en edición facsímil de la Universidad onubense (1996). La otra recoge en dos amplios volúmenes, coordinados por Juan Antonio González Márquez, numerosas aportaciones en la coyuntura de la conmemoración de su sesquicentenario: “El Instituto La Rábida: 150 años de educación y cultura en Huelva”. Algunos de los capítulos incluidos en esta obra se refieren a aspectos históricos del centro o a personajes del mismo, particularmente profesores y profesoras. Es esa misma línea, podemos dar cuenta del artículo sobre “La Escuela Universitaria de Trabajo Social de Huelva; su nacimiento y evolución”, firmado por Trinidad Banda Gallego y publicado en la revista Portularia (número 1, 2001), que recoge una historia más breve de treinta años, pero de extraordinaria importancia para el desarrollo reciente de la enseñanza superior en Huelva. También dentro de los estudios históricos dedicados a una institución concreta se sitúan los dos libros publicados sobre el colegio Colón, de la comunidad marista, ambos con motivo del septuagésimo quinto aniversario, celebrado en 2008. De la misma forma, el colegio público “Manuel Siurot”, de Huelva, editó también una publicación conmemorativa de su cincuentenario por esas mismas fechas.


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María José Carrasco Macías (2006) ha publicado una monografía sobre “Las directoras de centros de actuación educativa preferente” (Diputación de Huelva), otro ejemplo de trabajo doctoral dedicado a un aspecto singular del ejercicio docente. Heliodoro Pérez Moreno ha publicado los resultados de su trabajo doctoral en un volumen dedicado a un tema que, si bien no forma parte del sistema escolar formal ni se refieren al profesorado de éste, recoge un aspecto poco conocido de la educación franquista: las cátedras ambulantes de la Sección Femenina, que, con escasísimas similitudes y con planteamientos ideológicos antagónicos, trataron de emular a las Misiones Pedagógicas puestas en funcionamiento por los Gobiernos progresistas de la Segunda República. Esta obra se titula “Una escuela viajera: la cátedra ambulante de la Sección Femenina de Huelva (1956-1977)” (Diputación Provincial, 2004). El mismo autor recoge en un artículo “La política social y educativa en la escuela de San Juan del Puerto (Huelva) durante la Segunda República” (revista Huelva en su Historia, número 8, 2001), una muestra del conjunto de artículos de carácter más localista –y, por tanto, con menor alcance territorial– que aparecen en diversos medios, a menudo de difusión limitada. De las publicaciones más particulares, merecen ser mencionadas las numerosas biografías que Antonio José Martínez Navarro ha publicado en la prensa local sobre determinados maestros y maestras onubenses muy conocidos en su época, así como sobre algunos colegios de gran arraigo en Huelva. Aunque carecen de un análisis pedagógico y didáctico sistemático y se encuadran en un género extraacadémico, estos apuntes biográficos explican con claridad algunas de las cualidades docentes de maestros y maestras, así como las líneas directrices de los colegios estudiados, con datos de interés para documentar estudios más amplios.

La última aportación académica al campo de estudio del Magisterio onubense es, por el momento, un estudio de Manuel Reyes Santana y José Juan de Paz Sánchez (2009) sobre los procesos represivos emprendidos contra el Magisterio republicano en la provincia. Se trata de una investigación desarrollada a lo largo de más de dos años en una treintena de archivos y con aportaciones testimoniales directas, que penetra tanto en el contexto como en los procedimientos y los resultados de una actividad represiva que incluye asesinatos, encarcelamientos, juicios sumarísimos y tres procesos sucesivos de depuración profesional, en los que Huelva se sitúa entre las provincias más castigadas del territorio nacional. El estudio ha sido publicado por la Diputación Provincial con el título “La represión del Magisterio republicano en la provincia de Huelva”. Este es, en definitiva y salvo omisiones involuntarias, el panorama de publicaciones existentes sobre el Magisterio provincial y sobre el sistema escolar en el que éste desarrolla históricamente su tarea. Quedan múltiples e importantes lagunas por cubrir, tanto en lo referido a épocas históricas concretas como en lo relativo a centros escolares y a temáticas específicamente pedagógicas. La organización de los archivos implicados debería tener como uno de sus frutos la multiplicación de este tipo de estudios, que, como se dice al comenzar este documento, constituyen una forma de construcción de una identidad irrenunciable.

Y

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Específica es también, aunque en relación con el tema curricular considerado, la tesis doctoral de José Tierra Orta, presentada en 2003 con el título “La educación física y el deporte en la ciudad de Huelva: 1940-1975” (Universidad de Huelva).


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Una breve reflexión final Sirva como epílogo a este documento una breve reflexión sobre la exposición que constituye su base y que es necesario situar en sus coordenadas más precisas.

menos especializado, aumentará también la consideración de una profesión a menudo denostada y siempre en busca de una identidad que su misma historia dificulta.

Acometer la tarea de proyectar hacia el público la historia del Magisterio provincial requiere, en primer lugar, una labor inevitable de simplificación. Tal es la cantidad de aspectos a considerar y de documentos a consultar que la reducción es imperativa. Ese trabajo de síntesis implica, a su vez, un proceso de selección, que ha de ser forzosamente subjetivo y parcial.

Si, además, el recorrido lograra que alguna institución docente despertara para poner en pie su propia historia y lucir los argumentos que la avalan, sin el encomio apologético tradicional, sino con la mirada crítica que permite buscar un carácter singular modelado en el tiempo, habríamos conseguido contagiar una pasión que es base inexcusable de todo conocimiento.

Cada investigador o cada visitante observador de lo expuesto podría efectuar, sin duda, una selección alternativa, con documentos diferentes que reflejaran aspectos no considerados aquí, o bien estas mismas cuestiones con un muestrario bien distinto. Tal es la complejidad del oficio docente que cualquier colección habría de ser inevitablemente parcial e incompleta.

Aunamos así la parcialidad subjetiva de lo expuesto, muestra al fin de una realidad inabarcable, con la ambición de miras que trajeron nuestros objetivos, contrapunto expansivo de aquella insuficiencia, si lo fuera.

Admitida esta aclaración de sentido común, es necesario volver al objetivo principal de la muestra para que, en combinación con lo dicho, se recalquen las coordenadas a las que nos referíamos antes. Poner en valor una parte de la documentación existente sobre esta amplia temática debe, así, suscitar en algunos la inquietud por indagar más allá de lo que la misma exposición ofrece. Si esta tendencia provocada afecta a investigadores, crecerá el campo de conocimiento de la historia educativa; si mueve a público

Sean estos párrafos, por tanto, un reconocimiento público de la modestia de la muestra que ofrecemos, que debe quedar superada por la avidez del propósito, más noble que nuestra capacidad para retratar, en unos metros cuadrados, una historia apasionante, llena de afanes y restricciones, de transformaciones y permanencias, de desempeños honestos y de innovaciones calladas que quedaron entre los muros de un aula y en la privacidad de quienes la protagonizaron. Manuel Reyes Santana Comisario


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[La mirada al pasado, del mito a la revelación] Mirar nuestro pasado es siempre difícil, en parte porque, si hablamos de nuestro pasado personal, solemos caer en una nostalgia del tiempo perdido y mitificado; por el contrario, si consideramos el pasado de las instituciones, desde la perspectiva interna de la propia institución, caemos con facilidad en la apología, la exaltación de los logros y la continua justificación de los posibles errores. Y, sin embargo, nada más esclarecedor, nada que ilumine mejor el presente y el futuro como una buena ración/lección de historia. Porque nuestra historia, no vamos a decir nada nuevo, no solamente nos informa y nos advierte de los traspiés del camino recorrido sino que también delata –ventajas o inconvenientes del conocimiento– al falsario (falso innovador, falso defensor de falsas causas, falsas motivaciones, falsas prioridades…) y pone a cada cual en su sitio. No parece, pues, intrascendente este asunto de conocer nuestra historia, nuestras historias. De eso trata nada más y nada menos esta exposición, inicio de un conjunto de actividades con las que pretendemos conmemorar el 150 aniversario de los estudios de Magisterio en Huelva. Una especie de “hágase la luz” sobre un pasado extraordinariamente interesante que tratamos de enlazar con un presente en fase justamente de cambios formidables, con la adaptación de nuestros planes de estudio al Espacio Europeo de Educación Superior y la consiguiente equiparación real del Magisterio con el resto de los estudios universitarios. Cuestión esta última fundamental para nosotros, porque supone la culminación de viejísimas reivindicaciones que han chocado tradicionalmente con reticencias y tópicos,

como aquel tan “aceptado” que defiende que la duración de la formación inicial del profesor debe ser proporcional a la edad de los educandos, en fin… Así pues, henos aquí ante nuestra historia, que es asimismo la historia de casi todos –lamentablemente no de todos, porque hasta hace poco no se consiguió la plena escolarización y aún viven muchos y muchas para quienes la escuela no es un mundo perdido, sino desconocido–, historia que iremos elucidando durante este año conmemorativo, con esta exposición como punto de partida y que se hará historia permanente con el que será el primer museo pedagógico universitario de Andalucía, con sede en nuestra Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Huelva, en el campus de El Carmen. Terminemos. Estudiar, recordar, mostrar la historia del Magisterio en Huelva nos revelará seguramente a todos –profesores, estudiantes, políticos, ciudadanos y ciudadanas en general– algunas de nuestras luces y de nuestras sombras. Colocándonos ante ese espejo esperamos que de esos mitos y de esas revelaciones aprendamos, y ahora me dirijo particularmente a nosotros, los docentes, a trabajar comprometidos con un presente siempre complejo y por un futuro lleno de retos, sabiendo como sabemos que luchamos finalmente por mejorar el mundo desde la profesión más hermosa. Francisco José Morales Gil, Decano de la Facultad de Ciencias de la Educación Universidad de Huelva

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Epílogo





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